VIVE LA FRANCE...!

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VIVE LA FRANCE...!
VIVE LA FRANCE...!
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Néstor A. Scamarone M.
Todos los países son hermosos. Si la historia no tuvo tiempo de darle a alguno un pasado
artístico, la naturaleza lo puede remediar, y donde faltan las catedrales están los atolones de
madréporas, la floresta y sus rosas y su secreto reino animal. El viajero de apetito nunca se
decepciona. Hay en lugares salvajes rostros humanos con una filigrana más bella que la del
Rococó. Y aún nos queda por conocer una gran parte del mundo prohibido que todavía no
hemos besado, pero sin lugar a dudas ya besaremos......
Sin ir tan lejos, Francia a mí me pone en órbita fácilmente, obvio: ahí estudie, me casé, se
concibió mi hija, aprendí del arte y la cultura y claro a tomar mucho vino y a amar la vida con
placer y arte. La riqueza de su patrimonio pictórico y arquitectónico es inagotable, pero aun así
no debe ser mayor que el de Italia, España o Alemania. La conmoción que me produce Francia
es superior a la contemplativa o la estática. Como sociedad, o, más precisamente, como cultura,
Francia está (y no sé cuánto tiempo lleva estando) más cerca de lo ideal que los demás países
que conozco, que están condicionados y aferrados a lo real. También conozco dentro de ellos a
irracionales, que te acusan de "mal redacción" - porque sus cabezas son mal redactadas y como
dice mi amigo Fernando Fernan-Gomez de la Real Academia Española - "...están colocadas
sólo para tener caspa y envidia...."Sic.
Ser un afrancesado en América Latina es un gesto político y petulante. Hoy, aunque todos
seamos más o menos igual de demócratas, también. Francia está luchando una guerra de
independencia social y cultural que, por los sorprendentes pliegues de la historia, la enfrenta sin
derramamiento de sangre a su antigua colonia americana, como lo hace España. Y en esa
aspiración que algunos llaman chauvinista y yo sólo utopista, se da un consenso nacional que
supera ideologías, siglas, regiones. José Bové, el robinhood bretón que dispara sus flechas a las
cadenas de hamburgueserías yanquis con nombre escocés (otro retruécano de la justicia
poética), tal vez se quede en la leyenda folclórica. Pero Francia quiere hacer historia. Y la viene
haciendo hace mucho tiempo - lo que no sabemos es cuando dejará de hacerla.
En mi condición de supuesto francófilo infiltrado, escojo para comentar dos noticias recientes,
ninguna de ellas de primera página. "Francia impone una Carta de Derechos de la UE laica".
Al primer titular seguía una información de Carlos Yárnoz por la que nos enterábamos de que
el Gobierno de Jospin, arguyendo el sagrado laicismo de su Constitución republicana, había
logrado modificar en el Parlamento de Bruselas una primera redacción de esa Carta de
Derechos en la que, a petición del Partido Popular Europeo, se hablaba de "herencia cultural,
humanista y religiosa". El veto francés dejó así la declaración: "Consciente de su patrimonio
espiritual y moral, la Unión se funda sobre los valores indivisibles y universales de la dignidad
humana". ¿Jacobinismo? ¡Qué alivio desterrar de nuestras normas de vida el cirio y el velo!
Otras veces, Francia pierde su envite, para nuestra desgracia. Mientras que, por ejemplo, la
cinematografía francesa goza de la mejor salud continental, con una cuota de espectadores de
sus producciones propias muy superior a la del resto de países americanizadamente europeos, la
batalla de la "excepción cultural" pasará en silencio a la historia, sacrificada en el altar
mundialista del liberalismo de rostro desfachatadamente inhumano y vulgar. Francia deja de ser
liberal, para alejarse del imperio de Clark Kent y de algunos países latinoamericanos donde
algunos aplontos no entienden lo que leen o lo que comen y beben, o lo del asimilar cultural y
entonces se excusan de "mal redajtao".
¿Qué explicación tendrá este "karma" francés? Religiosa ya hemos visto que no. ¿Racial? ¡Vade
retro, Satán! Genética, climática, culinaria... Un positivista francés, Hippolyte Taine, habló de la
"temperatura moral" de los pueblos, responsable según él del surgimiento de las grandes
creaciones artísticas del hombre a lo largo de los siglos. Convencido de que el buen vino de
Burdeos y la saludable costumbre de acabar las comidas con un plato de quesos y no con una
pera ayudan a ser civilizado, me pregunto si no será - simplemente, prodigiosamente - una
educación adecuada y sostenida, un sentido moral arraigado centrípetamente en la tradición pero
abierto hacia lo nuevo y lo transversal, lo que le da a Francia (la madrastra engreída del cliché)
esa temperatura capaz de convertirla en la tierra más ardorosamente curiosa del mundo. Tanto
que hasta nos leen a nosotros con mayor ahínco que en los países hermanos, de lo cual debemos
felicitarnos, más cerca Francia y Europa, que América...vale...¡. Vive la France...¡

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