Cuaderno de la Viga 1 (Versión PDF

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Cuaderno de la Viga 1 (Versión PDF
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
CUADERNOS
DE
LA VIGA
EPOCA IIENERO 1988NUMERO 1
ESCUELA NACIONAL PREPARATORIA
PLANTEL No. 7
1
Digitalización y reedición de los Cuadernos de la Viga 2007
Volúmenes del 1 al 18.
Participantes:
Directora
Maestra Bertha Satilda González Baños
Secretario Académico
Profesor Salomón Villaseñor Martínez
Revisora
Profesora Erandi Castro
Digitalización y reedición de textos
Técnicos Académicos:
Ever Herrera Ramírez
Oscar Omar García Ramos
Jesús David Sandoval Alvarez
Rofolfo Ochoa Lagunes
Alejandro Villagómez Díaz
Cindy Michel Celis Olmos
Claudia Atilano
Constanza Hurtado
Carolina Huitron
ENP. “Ezequiel A. Chávez”, México 2007
CO N S E J O E D I T O R I A L
CECILIA AVENDAÑO ZATARAIN.
SALVADOR AZUELA ARRIAGA.
JOSE BARRERA GIL.
MARIO JULIO DEL CAMPO VILLARREAL.
JOSE MARIA CASTILLO FARRERAS.
CLAUDIO CEVALLOS LEAL.
MARCELA GUIJOSA AGUIRRE.
LEOPOLDO MARTINEZ GONZALEZ.
MARIO DEL MORAL TORRES.
BLANCA OLlVARES RAMIREZ.
NOEMI PONCE CANTON.
MARIA DE LOS ANGELES ROBLEDO J.
HORTENSIA SANCHEZ VENTRE.
ALFREDO VILLANUEVA BUENROSTRO.
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INDICE
EDITORIAL
I. VISITA DEL BARON VON HUMBOLDT A LA NOBILISIMA CIUDAD DE
SANTIAGO DE QUERETARO. 4 DE AGOSTO DE 1803.
Ponciano Herrera Jiménez
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II. LAS “CONVOLVULACEAS” EN LOS RITOS INDIGENAS DE MEXICO.
José Barrera Gil.
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III. LA FEMOMENOLOGIA DEL CHISME (1a. parte).
José Ma. Castillo Farreras.
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IV. NO ME DIGAS NADA. . .
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Mario Julio del Campo Villarreal.
V. EVOCACIONES MEDIEVALES. LA LEYENDA DEL CABALLERO DEL CISNE.21
Alfredo Villanueva Buenrostro.
VI. DE LA ESENCIA Y LA EXISTENCIA.
Marcela Guijosa Aguirre.
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VII. EZEQUIEL A. CHAVEZ. SEMBLANZA. 1868-1946.
Noemi Ponce Cantón.
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VIII. EMPIRISMO LOGICO Y PEDAGOGIA.
Cecilia Avendaño Zatarain.
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IX. EL MURALlSMO EN LA REVOLUCION.
Guadalupe López Escobar.
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X. FUERA DEL AULA.
41
José Ma. Castillo Farreras.
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XI. COLABORADORES.
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EDITORIAL
En Mayo de 1960, pocos días después de que se fundara la Escuela Nacional Preparatoria
“Ezequiel A. Chávez”, caminaba por la calle de Lic. Verdad. Frente a la Escuela vi una placa
que recordaba la Casa de “Pablos”, lugar donde estuvo la primera imprenta de América. Pensé
entonces en lo afortunado que debió ser aquel que tuviera publicaciones de esa época: ¡Cuántas
las na­rraciones de costumbres virreinales que quedaban impresas para la posteridad debieron
publicarse en ese tiempo! ¡Cuántas nuevas teorías que incursionaban en la época!, ¡Qué
interesantes son los libros, que nos permiten conocer el pensamiento de antiguas generaciones
y penetrar en ambientes y lugares históricos y desconocidos!; nos comunican el presente con el
pasado, nos llevan de un lugar a otro, nos permiten conocer el pensamiento de Platón, Lutero,
Nietzsche, Cristo, Montesquieu, Maquiavelo, Trotsky, Kelsen, etc.
Es importante dentro de la historia de nuestro Plantel lograr resaltar las actividades académicas
más trascendentales, en los cuales se deje constancia de nuestra manera de ser. Por ello
considero un gran acontecimiento el hecho de volver a la expresión de la palabra escrita.
Quiero anunciar con beneplácito la publicación de estos Cuadernos, que pretendemos sea
cons­tante y hacer una invitación a todos los miembros de la comunidad universitaria para que
co­laboren con trabajos de tipo Científico, Humanístico, Filosófico y Cultural, ya que los “CUA­
DERNOS DE LA VIGA” abren una puerta a todas las manifestaciones.
Que esta revista logre la finalidad propuesta. Agradezco el entusiasmo que demuestra el grupo
que integra el Consejo Editorial, que ha puesto gran interés con su participación activa, para Que
nuestro Plantel deje su historia impresa.
Llegué un poco antes de la hora de clase a firmar en lo que era la intendencia y que se encontraba
a la entrada. En este lugar se reunían los maestros a platicar desde chistes hasta los proble­mas
filosóficos y matemáticos que llevaban al infinito. Se escuchaba todo tipo de conversaciones:
algunos puristas del lenguaje se planteaban si el uso de los tres puntos era suficiente como signo
gramatical para establecer los puntos suspensivos, o si sería válido usar más.
El Director
LIC. SALVADOR AZUELA ARRIAGA
¡Cuántas ideas originales o gastadas! ¡Cuánta preocupación sin resolver! ¡Cuántos problemas
en una pequeña sala!
Pasado el tiempo, en una conversación entra el Maestro Perezsandi y el Profesor Moreno, se
planteó la importancia de que los maestros tuvieran un espacio en donde publicaran sus trabajos,
para así poder conjugar dos aspectos importantes: el lenguaje crítico, medio de comunica­ción de
los académicos, de los alumnos y de los trabajadores, que no debla perderse, y la imprenta que
para perpetuar este lenguaje es el instrumento básico.
Ya en nuestro actual edificio, en 1964, siendo director el Profesor José Antonio Ruiz Acosta, se
hizo el primer intento de publicar la “REVISTA DE LA VIGA”, quedando ésta en un sólo número,’
no sé si por falta de promoción o por falta de apoyo; el caso es que no volvió a salir.
En agosto de 1986 asumí el cargo de Director de la Escuela y con el fin de lograr una buena ad­
ministración, pedí a toda la comunidad sugerencias por escrito, con la idea de que las mismas no
terminaran en el cesto de la basura.
Hace algunos meses recibí peticiones del Profesorado, en las que solicitaban se gestionara ante
las autoridades correspondientes la publicación de una revista, para que participaran los cuadros
más relevantes de nuestra comunidad; fue por ello que pedí apoyo a la Dirección General, reci­
biendo con agrado la contestación afirmativa.
A partir de ese momento convoqué a los maestros para que formaran parte de la Comisión
Editorial. Asimismo se solicitaron trabajos de Índole académica y cultural que fueran suficien­tes,
con el fin de que se seleccionaran los mejores para ser publicados en nuestra revista.
Con gran entusiasmo por parte de algunos maestros se formó el Consejo Editorial de la Revista
“CUADERNOS DE LA VIGA”, que por real justicia se acordó publicar bajo el No. 1 de la 2a.
época.
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Visita del Baron Humboldt, a la Nobilísima
Ciudad de Santiago de Querétaro
4 de agosto de 1803
por Ponciano Herrera Jiménez
Precedido del sordo rumor de la fama llegó por el Camino Real que de la Capital de la Nueva
España; salí a para Tierra-adentro.
Corrían delante de su silla especial de posta dos sotas; y una hora antes había llegado otro,
cubierta de sudor su cabalgadura, previniendo que el Barón Alejañdro Von Humboldt estaba al
llegar, pues quedaba haciendo la remuda de bestias en el paradero de El Colorado, antes de em­
prender el asaz peligroso descenso de la Cuesta China.
El Muy Ilustre Ayuntamiento acordó que por deferencia a su rango científico pasase, de las Casas
Consistoriales a la de Diligencias, don Juan del Castillo y Villanueva, Alcalde de Segundo Voto, a
darle la bienvenida en nombre de la Muy Noble y Leal ciudad que honrándole se honraba.
Llegó el Barón Von Humboldt acompañado de don Francisco Villerino, dueño de la hacienda
de El Colorado, quien -después de haberle agasajado con un confortante refresco- quiso lle­var
su cortesía hasta escoltarlo, caballero en bello caballo criollo y seguido de sus mayordomos y
caporales, a salvar aquel mal paso.
A esperarlo en la Garita que llaman de México, para darle el parabién, habían estado el sabio
doctor don Juan Ignacio Briones y don Angel de Urrutia, Administrador de la Real Fábrica de
Puros y Cigarros.
Traía el Barón Von Humboldt, guardadas en los bolsillos de su redingote, cartas de perfeccio­nada
escritura, en muy pulido estilo y con políticas razones, que prominentes personas de la Imperial
Ciudad de México enviaban a otras, no inferiores en ciencia y calidad, de esta Muy Noble Ciudad.
LLevolo a hospedar, en su casa de la calle de San Antonio número 6, el Teniente Coronel del
Regimiento de Caballería Provincial don Ignacio García Rebollo. Y, a la tarde siguiente, invita­
dos por él a tomar el chocolate, fueron llegando a su casa y formando tertulia en el gran salón
frontero -el del largo balcón corrido- las personas de más suposición en la ciudad. Ahí llegó el
Coronel don Juan Antonio del Castillo y Llata, el Bachiller don Diego Alanís, el Escribano don
Juan Fernando Domínguez, don Joseph Domingo Septién, don Joseph Ignacio Villaseñor, don
Joseph Revilla, don Pedro Llaca, don Juan Joseph Arrayagaray y otros de igual renombre y
calidad. Pero ¿cómo olvidar a los hermanos don Joseph María y don Joseph Ignacio Zelaá e
Hidalgo que vinieron acompañando al sabio fray Joseph Lozano, de la Orden Militar de Nuestra
Señora de la Merced de Redención de Cautivos?
Y la reunión se alargó, más allá de la tarde, en velada inolvidable. Algunas de las frases ahí
dichas se incorporaron a la historia de Ouerétaro:
-”El llano central, entre San Juan del Río y Ouerétaro, subrayó Von Humboldt, es de una fertilidad
asombrosa. En las tierras de la gran Hacienda de Esperanza una fanega de maíz produce
ochocientas”.A la luz de los codales de la araña central, hizo el relato de algunos de sus viajes:
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- “Llegué a México por el Mar del Sur en marzo de 1803. . . He hecho investigaciones en la
Provincia de Caracas, en las orillas del Orinoco y del Río Negro, en la Nueva Granada, en Quito
y en las costas del Perú, donde observé el paso de Mercurio sobre el Sol en 1802. . .-”
Y así corrían las horas envueltas en la narración de sus grandes viajes, que sus huéspedes oían
con embeleso, pues, aunque poseedores de una alta cultura, algunos de ellos apenas habían
transpuesto la linde del solar queretano.
Y por esta vez no se cumplió el proloquio: “Grandes viajeros, ¡grandes embusteros!”.
Y, al otro día salió de la casa del Teniente Coronel don Ignacio García Rebollo en la segunda de
San Antonio número 6 (actualmente, Av. Hidalgo número 15); cruzó la Plaza y el atrio de San
Francisco y subió a la enhiesta atalaya de la torre de su templo para avizorar Ouerétaro. Y allá
arriba accedió a presenciar el funcionamiento y operación del Semicírculo Astronómico, hecho de
maderas finas y latón, que recién había inventado el Muy Reverendo Padre Lector fray Joseph
Lozano, del Convento de la Merced.
Durante su estancia en Ouerétaro calculó la altura de la ciudad; confirmó su posición geográfica
que había fijado, más de un siglo antes, don Carlos de Sigüenza y Góngora; recogió los
Apuntes Estadísticos, sociales y económicos, que sabios queretanos tenían compilados y los
que, posteriormente, vertió (citando algunas veces las fuentes) en su “Ensayo Político sobre la
Nueva España” en el que menciona en numerosas ocasiones a Ouerétaro; ponderó el ciclópeo
acueducto; y visitó los grandes Obrajes de Paño y la Real Fábrica de Tabacos.
-”Ouerétaro es célebre por lo bello de sus edificios, de su acueducto y por sus fábricas de
paño”, escribiría después.
Y al ronco ruido del raudo rodar de su silla de postas sobre el empedrado de las calles quereta­
nas, seguido del eco de la fama, se fue por el Camino Real de Tierra Adentro el Barón Alejandro
Van Humboldt.
Y aún no se disipaba en la Garita, que nombran de Celaya, la nube de polvo que levantó a su
paso, cuando no faltó un viejo; -los viejos siempre tienen el ojo maligno- que, poniendo sordina
al general entusiasmo, levantara otra mayor polvadera afirmando que: -”’la sabiduría del Barón
de Humboldt era el Caballo de Troya que encubría las ambiciones perversas y los intereses colo­
niales de la pérfida Inglaterra que, con su eterno doble y perfidia, queda tener datos científicos
y seguros de nuestra América para mejor terminar la obra que Morgan y otros malditos piratas
habían comenzado”.
(¡Oh, la malicia humana!)
Y apenas cuatro años más tarde se arrojaba Inglaterra a destrozar la grande, la unida, la Católica
América Hispana y a terminar, con sus diplomáticos, la obra que no había podido hacer con la
fuerza Morgan y sus piratas.
(OH, la malicia de los viejos!)
LAS “CONVOLVULACEAS” EN LOS RITOS INDIGENAS DE MEXICO
José Barrera Gil.
La familia de las convolvuláceas está representada por vegetales, en su mayoría herbáceos;
muchos de estos vegetales son comunes en el medio que nos rodea. A manera de ejemplo
men­cionaremos la enredadera que crece en el jardín de nuestras casas, en el lote baldío, sobre
las plantas del maíz, etc. Esta llamativa enredadera es conocida con diversos nombres: quiebra­
platos, trompetilla, manto de la virgen o gloria de la mañana. Pertenecientes a esta familia se
conocen cincuenta y cinco géneros y mil seiscientas cincuenta especies, y si consideramos que
la información que se tiene de ellas es mínima, la importancia de contribuir al conocimiento de
tales plantas es evidente.
Algunas especies de convolvuláceas han sido utilizadas por el hombre en forma empírica y han
desempeñado un papel importante en sus festividades y en sus ritos religiosos.
En el año de 1659 se publicaron varios informes señalando el uso de plantas indígenas que,
utilizadas en ceremonias religiosas, producen estados de embriaguez.
En los anales del Instituto Médico, publicados el 28 de febrero de 1905, se cita el uso del Palo
Lobo, nombre dado a una planta de la familia de las convolvuláceas, y actualmente conocida
como Ipomoea murocoides.
Las semillas de las convolvuláceas generalmente son muy duras y están constituidas por un
pequeño embrión, sustancias de reserva y cubiertas protectoras. Las semillas de Ipomoea muro­
coides e Ipomoea pes-caprae están formadas por un embrión que presenta una radícula, un
hipo­cótilo y dos cotiledones laminares y lobulados.
La testa constituye la cubierta externa de la semilla, se origina del tegumento externo. La testa en
ambas especies I. murocoides e I. pes-caprae es muy dura, y está cubierta de tricomas largos
en I. murocoides (fig. 1); en la especie I. pes-caprae los tricomas son muy pequeños.
El endospermo es un tejido característico de las plantas angiospermas; en las especies I. muro­
coídes e I. pes-caprae, el endospermo está constituido por una delgada capa de células que
contienen una proteína llamada aleurona. Entre la capa de aleurona y la epidermis del embrión
se encuentra el endospermo, representado en el caso de I. murocoides e I. pes-caprae
por membra­nas celulares y por una sustancia de reserva, reportada en otras especies como
galactomanol; esta capa de endospermo es abundante y se insinúa entre los pliegues de los
cotiledones.
El embrión en ambas especies es un embrión grande; presenta dos cotiledones laminares, que
en la semilla madura se encuentra plegado, pero que al momento de romperse las envolturas
semina­
les se extiende perdiendo gradualmente los lóbulos que se observan al diseccionar
una semilla para observar su interior. En el eje del embrión se puede observar la radícula y el
hipocótilo.
El estudio de la epidermis de la semilla en estas dos especies presenta un cierto grado de dificul­
tad debido a su gran dureza. La epidermis en ambas especies está representada por una delgada
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capa de células; por debajo de la epidermis se observan tres capas de células que se disponen
ra­dialmente a la superficie de la semilla; presentan paredes muy engrosadas y en contacto con
esta capa de células se encuentra un parénquima esponjoso. Finalmente se encuentra una capa
de células aplanadas, que se asemejan a una capa fibrosa y compacta.
D.- TRICOMA
Fig. 3.- ESQUEMA DE LA TESTA DE
I POMO EA PES-CAPRAE (Tr)
TRICOMAS (Ep) PIDERMIS
(Es) ESCLERENQUIMA
(Pal PARENQUIMA
(Ca) CAPA DE ALEURONA
Se han reportado sustancias contenidas en la semilla, tales como: aceite almacenado en el em­
brión, ácido oleico, ácido mirítico, ácido linoleioco y ácido palmítico.
El conocimiento de las sustancias que se almacenan en el endospermo de estas semillas repre­
senta un avance importante en el campo de las ciencias biológicas.
BIBLIOGRAFIA
Barton, L. V. Special studies on seed coat impermeability. Bull. Torp. Cot. 14.355.
González, E.A.R. Estudio químico en semillas de I. violacea. 1979. UNAM. Fac. de Ciencias.
Davis, G.L. Systematic Embryology of the Angiosperms. 1966. New York.
Jos, J.S. The Structure and Development of Seeds in Convolvulaceae. 1963. Agra. Univ. 12:
247-260.
Juliano, J.B. Morfological and Cytological Study of I. batatas. 1935. Philipp. Agrie. 23:833­
852.
Kenyan, F.M. A Morfological and Cytological Study of Ipomoea trifida. 1929. Torr. Bot.55:
459-512.
Woodcock, E.F. Seed Development in the Morning Glorv. I. rubrocaerulea. 1942. Pap. Mich.
Acad. Sci. 28:209-212.
Fig.- 5 EMBRION
DE IPOMOEA
MUROCOIDES
C.- Cotiledones
Fig. 4.- TRICOMAS y CELULAS
EPIDERMICAS DE LA
SEMILLA MADURA DE
IPOMOEA PES-CAPRAE
Fig. 1.- SEMILLA MADURA DE IPOMOEA MUROCOIOES.
A. TRICOMAS 8.- COJINCILLO C.- AREA DE IMPLANTACION DE TRICOMAS
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FENOMENOLOGIA DEL CHISME
(Primera Parte)
1. El chisme como mentira y como folklore.
Por José Castillo Farreras.
El primer significado del término chisme, o, quizá, el más difundido en nuestro medio, equivale
a una mentira, a un infundio, aunque no a cualquiera; hay mentiras que no son propiamente
chismes, vgr., las muchas que subyacen en los libros de historia, como la hipotética pureza de
los sabios; las mentiras nacionalistas, como la grandeza ilimitada de los héroes locales1(1); las
mentiras tácticas, como las que se urden para engañar al enemigo y emboscarlo; las literarias,
como las de la fábula o las de la ciencia ficción, etc., etc., pero en la acepción de que ahora trato
todo chisme es mentira.
Aristóteles se refiere a dos clases fundamentales de mentiras, mentiras que se tejen nada menos
que sobre la verdad: a una le llama jactancia, que es la exageración de la verdad, y a la otra
ironía, que consiste en su disminución. Cuando la mentira se refiere a los negocios o a la justi­cia
se convierte en falta más grave, como la estafa o la traición, etc., pero tampoco estas clases de
la mentira son chismes2(2).
Mentira es: pues, el género, y el chisme una de sus especies.
Ahora bien, si el chisme es una mentira hay que saber qué clase de mentira es, o, dicho de otra
manera, hay que escudriñar sobre su diferencia específica y describirla.
Sin duda, se trata de una mentira intencionada, que perjudica o que lleva la intención de perju­
dicar a quien va involucrado en ella, y que se difunde más o menos clandestinamente, a es­
condidas.
Es, en consecuencia, un hecho colectivo, pues intervienen en su desarrollo y propagación el
o los inventores, así como los pregoneros que se van agregando, pero también -aunque de
manera semipasiva- el afectado por el chisme, además de los receptores no maledicentes del
mensaje, ante quienes especialmente se espera el descrédito final, algunos de los cuales, a su
vez, pueden sumarse al inacabable proceso, impulsándolo.
El chisme es sustancialmente de autor anónimo, pues aun en el caso que se descubriera la fuente
ésta resultaría tan turbia que siempre quedaría en el ánimo la duda del origen, y frecuentemente
la obscura convicción de no ser plenamente verificable. Por lo demás, el autor, real o supuesto,
“descubierto”, negará fervientemente serio, hundiendo la pesquisa en el. sumidero de la incerti­
dumbre. Ser promotor no lo admite, por cierto, casi ni el más reconocido chismoso, al menos que
se trate de un cínico avieso o, por lo contrario, de un alma arrepentida.
(1)
(2)
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Lorenzo Meyer “habla de esa historia falsa, ‘La historia de bronce’ -como la definiría Luis González-, favorita de los libros
de texto, en la que prácticamente todos los héroes, y todo el tiempo, se comportan como si estuvieran frente a las
cámaras”. “Son seres perfectos” -apunta Meyer-, “es la historia para dar ejemplo a la juventud, pero es una historia
falsa. . .” Acota Meyer después: “Mentirosa no es porque los hechos a los que se refiere sean falsos, sino porque
selecciona los hechos. Toma unos y deja otros donde sin decir nada falso da una imagen en su conjunto alejada de la
realidad”, (En “La Cultura al Día”, suple­mento de Excelsior. México, D.F., 30/X/1986, p.2).
Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofla, F .C.E. (v. “Mentira”).
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Su difusión se realiza mediante la trasmisión oral, de persona a persona (“de boca en boca”), o
en pequeños círculos de allegados, quienes suelen repetir el chisme al desgaire, con desparpajo
y hasta con impudor, refiriéndose al afectado por su nombre, o bien con datos y pistas certeros
que no admitan duda, y a la fuente como a un sujeto impersonal: “se dice”, “se cuenta”. . . Esto
acentúa más la condición anónima de la autoría y cuando pasa un tiempo más o menos largo,
y si llega a convertirse en estigma para el dañado, es posible descubrir una tradición oral que
registra múltiples variantes. Que tal suceda es comprensible: cada nuevo difusor omite algo o
añade algo al tema central.
En este momento el chisme se integra en esa porción de la cultura popular que se conoce como
folklore.
Según la escuela finlandesa seguida por Vicente T. Mendoza y sus discípulos, el folklore es una
expresión del pueblo que se trasmite precisamente por tradición oral, que es anónima, colectiva
y que registra pautas históricas y geográficas de variantes de una forma básica.
La foma básica es en el chisme la esencia de la mentira que se comunica, su núcleo central
(“Juan robó”, o “A juan lo engaña su mujer”, o “Juan traiciona a sus compañeros de trabajo”,
etc.), y las variantes los añadidos, las modificaciones incidentales, así como las supresiones en
la narración original, todo lo cual ciertamente va unido no sólo a las leyes del olvido, sino también
y de manera fundamental al temperamento de los difusores. Por lo que atañe a la historia de un
chisme, suele ser corta, ya que dura lo que dura el interés de la gente, y su ámbito geográfico se
reduce al lugar de actividad de los involucrados o hasta las fronteras de su fama.
2. Lo “popular” del chisme.
Curiosamente, el chisme pertenece a esa clase de conductas y actitudes a las que se les puede
calificar al propio tiempo de “populares” y de “impopulares”. Que así sea no es paradójico, es
el resultado de los muchos matices del idioma y de la veleidad de la gente; los chismes son
“populares’” por su difusión y su éxito; “impopulares” porque disgustan, porque repugnan, por
lo menos en abstracto, ya que transgreden códigos morales y del decoro social. (En concreto,
ciertamente, los chismes suelen gustar, sin que importe mucho la transgresión que en abstracto
representen. Quien parece siempre desagradar es más bien el chismoso, según el dicho
tradicional).
La idea de “lo popular” es plurivalente. Como adjetivo, “popular” es un derivado del sustantivo
“pueblo”, pero “pueblo”, como concepto, es multívoco y equívoco. Frecuentemente, “pueblo”
tiene como referente, al menos en el habla coloquial, al “pueblo trabajador”. Así sucede con la
expresión “gente del pueblo”. Pero el chisme, de hecho, no es de uso exclusivo de una clase
social, no es sólo de la gente del pueblo. El chisme es “popular” por dos razones ligadas a dos
acepciones distintas que se descubren de la palabra “pueblo”: la primera, pueblo, como población
total, que incluye todos los estratos, capas y clases sociales, sin distinción, y la segunda, pueblo,
como la parte mayoritaria de una población, o la más visible sin ser mayoritaria, la más palpable,
la más notoria que, por serio, “populariza”. En este sentido, “pueblo” suele coincidir con “público”,
o aun con el sector más ostensible del público que queda atrapado y excitado por un hecho
social, por lo cual “populariza” algo, es decir, lo conduce al éxito, lo pone de moda. Este es el caso
de las canciones “populares”, prefabricadas por los medios de comunicación masiva y puestas
en boga por su auditorio cautivo.
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Sin duda, hay chismes en todas las clases y capas sociales, en toda la población, y algunos de
ellos son la novedad del momento, son actuales, se ponen de moda, son, en una palabra, el
“chisme caliente”.
Lo anterior no supone que los chismes no pueden usarse de una manera clasista: de los
gobernantes y de los millonarios suelen inventarse no sólo chistes, sino chismes, y a veces
devienen eficaces herramientas para el esparcimiento y la distensión social. A menudo se
conjugan los chismes y los chistes, y así los chistes son a base de chismes y los chismes son
chistosos.
En el trabajo se inventan chismes del jefe, mientras sea jefe y si es intercambiable, pero el jefe
-casi siempre por interpósita persona: sus allegados- los diseña de sus más férreos opositores
y es así como surgen modelos abstractos, genéricos, que en cualquier momento y con facilidad
pueden hacerse reales, confirmando el modelo como “verdad”, no como chisme. Parece no
haber un chisme más antiguo, impersonal y generalizado, ni tampoco más efectivo en la lucha de
clases que aquel cuyo esquema afirma que todo líder sindical es un ser corrupto. Naturalmente
que así, como fórmula abstracta, se trata de una mentira infamante salida de la clase empresarial
y sus voceros, un sambenito para causar el desaliento entre la clase trabajadora ante sus
dirigentes sindicales. Los ideólogos al servicio de la burguesía configuran el arquetipo a partir
de los múltiples procesos de corrupción que su clase pone en marcha, vgr., con la imposición de
dirigentes de sindicatos blancos, y luego, en la práctica, generalizan, y abstraen la presencia de
las organizaciones independientes y la honestidad de sus representantes. El infundio genérico es
así el producto de un largo y complejo proceso, lleno de realidades, pero también de imposturas,
que mete obsesivamente a la cabeza como absoluto lo que sólo es relativo, pues hay algo de
verdad en el modelo, más no toda la verdad. Y, en el caso que comento, esta enorme mala nota
se convierte en chisme, con todo su colorido, su expresividad y su virulencia, en cada centro de
trabajo donde exista la más pequeña delegación sindical. De esta manera, ni quien fuera el más
esforzado, recto y puro de los trabajadores se salva del chisme de la corrupción al ocupar un
cargo en el sindicato, aunque no obtuviera otra cosa por sus esfuerzos y luchas obreras más que
disgustos y enemistades.
3. El chisme viejo, la muerte y el chiste.
Un chisme puede ser viejo o nuevo. Tradicionalmente se dice que “Chisme averiguado, jamás
es acabado”, lo cual prefigura un chisme viejo, chisme que, para el afectado, parece eternizarse,
pues al sospechar de su existencia le hostiga y enfurruña. Empero, el chisme viejo no puede
serio tanto que permanezca más allá de la vida del ofendido. Frecuentemente el encanto del
chisme y, por supuesto, su efectividad, se desvanecen con la muerte; pierde casi todo su interés
con la gravedad que supone la pérdida de la vida y a lo sumo se prolonga en el velorio, aunque
convertido de chisme en chiste, que se saborea con el café. Todos hemos sabido que ante la
desgracia el hombre cuenta con el recurso del humor.
La tragedia de la muerte suele afectar no solo a los deudos, también al murmurador, sobre todo
en un pueblo como el nuestro que si se ríe de la muerte es porque la toma como un personaje
ridículo (La muerte), al que hay que agredir, sin temerle (aunque en el fondo se le tema).
escarneciéndole con cuchufletas, y no como algo que le ha sucedido al difunto, no como la
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pérdida total e irreversible de sus funciones. Por eso en el velorio el chisme se transforma en
chiste, justamente para burlarse de La Muerte, no del muerto. Un chismoso que ofende con su
chisme a quien ha fallecido -al recientemente fallecido- es un temerario o un enfermo de odio;
no una persona normal: ultraja a un cadáver, a un ser recluido para siempre en la indefensión, y
eso es un pecado, un vicio por exceso, un acto malsano. La alternativa está dada, si el chisme
ofende, ahí está el chiste como sucedáneo. El chiste ante el féretro se desliza como un acto de
simpatía, no de agresión.
El chisme, es cierto, puede reaparecer con el transcurso del tiempo (aunque no ante el cuerpo sin
vida) y reaparecer de preferencia si el blanco es un hombre institucionalmente importante o bien
si fue uno de esos seres míticos que pasan a la historia a través de la tradición oral: los llamados
personajes o héroes populares, en las pequeñas y medianas localidades y en los barrios y
vecindades. Sólo que en estos casos el chisme dejará paulatinamente de serio, esfumándose
definitivamente con la muerte de los coetáneos del afectado, para convertirse, si acaso, en la
pura leyenda, en la pura tradición cómica, es decir, también en chiste, Y en lo que concierne a
los hombres institucionalmente importantes, los infundios que quizás ensombrecieron sus vidas
en algún momento, también se difuminan con el paso del tiempo, pese a lo sabroso que pudiera
haber resultado desacreditar al prohombre, y tal vez resurge sólo su obra y su sobresaliente
actuación en la vida, si tuvieron idoneidad para trascender.
Ciertamente, de los grandes hombres y de los héroes casi no conocemos esta clase de chisme,
si bien de ellos se pueden escribir las más grandes mentiras históricas y también chistes. De su
vida personal y privada apenas se nos enseña lo necesario, no como afrenta, sino como sostén
para la comprensión y exégesis de su obra.
Resulta, por demás, intolerable, no sólo al especialista, también al aficionado, escuchar o leer
una narración, supuestamente histórica, hecha esencialmente sobre chismes y afirmaciones
infamantes no verificables, al menos que se hagan como chistes. Aquello puede tolerarse en la
novela y en la crónica y precisamente se admite sólo como novela o como crónica; de alguna
manera como ficción’, quizás como biografía (siempre discutible, aunque se tratara de un diario o
de autobiografía), no como historia. Pero, en verdad, no todos los anecdotarios, ni las intimidades
noveladas, tienen la gracia, la viveza, ni la importancia de, por ejemplo, la Vida de los filósofos
más ilustres, de Diógenes Laercio, entre otras narraciones de este género. Si les falta calidad
y valores estéticos, tales relatos no resultan ser otra cosa más que sucios libelos para los
consumidores de basura, y a veces se convierten en substitutos inapreciables del circo, cuando
al pueblo le hace falta el pan.
todo el mundo lo comenta dentro de un cierto círculo social, cuyo ámbito puede ser desde un
supermercado, hasta la nación entera. En este último caso, el afectado es siempre persona de
renombre (político, actor, deportista, torero, etc., o alguno de sus parientes). Obviamente, nunca
un desconocido puede ser la comidilla nacional; de serio, de inmediato deja de ser desconocido
a partir del chisme, cosa por demás interesante pues nos revela -ya que los casos existen- que
el “renombre” no necesariamente procede de conductas meritorias. Recuérdese al respecto a
Eróstato, el pastor de Efeso que incendió el templo de Diana la misma noche que nació Alejandro,
para hacerse célebre y no se olvide tampoco el erotratismo de nuestro siglo, descrito magistral­
mente por Sartre en su famoso cuento.
Ciertos chismes son comidilla porque figuradamente al involucrado se lo comen. Se lo comen o
simplemente lo mastican y en el acto lo escupen, pues no es un bocado suculento. Cuando lo
digieren -y esto quiere decir que se informan bien de la noticia, se enteran-, sin reverencias lo
regurgitan, como animales, para que otros hagan lo propio, siempre con actitudes como cons­
pirativas, mirando de lado a lado, y con risitas a flor de labio, a medio salir y retenidas de inme­
diato, al propio tiempo que con seriedad fingida y con incredulidad y asombro (“Fíjate nomás”). El
histrionismo de los impúdicos es todo un arte.
El objeto de la comidilla es la temática del chisme y el anatematizado. Las dos cosas al propio
tiempo, aunque más este último, ya que precisamente la temática da la pauta para juzgar, par­
cial o totalmente, al anatematizado. La mordacidad de los participantes, en efecto, a partir de la
especie propalada, hace que los juicios anexos sean del tipo de “quién lo dijera”, que intrínseca­
mente rechaza toda posibilidad reivindicatoria si no se añade nada más, pues en la frase, morali­
zante, hay un sentimiento (falso) de haber sido defraudado, o del tipo, menos incisivo de “de que
es buen padre es buen padre. . ., pero. . .”, que por lo menos da crédito a alguna cualidad, física
o moral, si bien desvanecida por el chisme.
La comidilla es más común en los pueblos pequeños y, naturalmente, en vecindades y centros de
trabajo y suele tejerse y originarse de verdades o medias o de verdades a secas, pero infaman­
tes por su sentido moral desvirtuado. Ciertamente, la comidilla no siempre es una mentira, no es
el chisme que tenga por necesidad que proceder de un infundio. Es chisme más por su forma
que por su contenido; es chisme por bisbiseo maledicente, por secreteo malintencionado, no
forzosamente por especie mentirosa. Puede tratarse de una verdad, pero de una verdad manipu­
lada, de una verdad que la gasmoñería no admite o que se sale de los códigos de una moral
frecuentemente hipócrita. (CONTINUARA).
Por otra parte, si el chisme tiene la intención de agraviar, tal cosa es impracticable con un muerto
ilustre, del que en todo caso se ironiza para reír, no para ofender. Sólo un necio puede difundir,
como chisme, la sodomía de algunos esclarecidos filósofos de la Grecia antigua. Chistes se
pueden hacer cuantos se quiera; los chismes resultan infructuosos, además de estúpidos.
4. La comidilla.
Hay chismes recién elaborados y chismes vetustos. Los muy nuevos pueden transformarse en
comidilla, según el interés y la insania de la gente.
La comidilla es un chisme “fresco”, recién maquinado y recién difundido con éxito sorprendente:
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NO ME DIGAS NADA...
pocos. Y si quieren llamen a su abuelita todos los días o que se venga a quedar con ustedes - ¡Ay,
no papá!- y mucho cuidado. Y adiós, que es la primera vez que nos separamos.
por Mario Julio del Campo
-Es usted un caso grave de ojos pardos. . .
O azules o verdes o champaña. La cuestión era que los ojos que se homenajeaba no fueran
casta­ños. Los ojos castaños eran lo más común. Pero los de otros colores: aquellos radiales,
aquellos que al levantar los párpados mostraban ventanas al cielo. ¡Esos eran ojos!
¿Y en cuanto a cabellos? Podían ser de cualquier tono, de cualquier matiz. Dos condiciones
solamente: que no fueran oscuros y que no fueran teñidos. La más hermosa cabellera negra lo
dejaba frío. Pero cualquier plumero, por el sólo hecho de ser de rubia o de pelirroja. Vamos: aún
de castaña clara, pero muy clara, era ya cosa de considerarla con toda calma.
- Yo me he de casar- decía- con una belleza nórdica. La quiero alta, estatuaria, de gran pe­chuga
como los pavos de Navidad, de cintura de avispa, rubia como un amanecer en un fiordo y con los
ojos azules del color exacto del cielo boreal en un día que haga doler con sólo verlo.
Y ¡Ah!, la llegada. Y ¡Ah!, que nadie nos reconoció. Y ¡Ah!, de la estación a la iglesia que estaba,
como se dice, preciosa. Un órgano tarareaba lo que sería solemnes melodías un poco después,
en plena ceremonia. Y ya estamos todos y que empiezan a reconocernos y empezamos a saludar
con inclinaciones de cabeza -”Maleducados. No en la iglesia”- a algunos que nos agra­dan ojos y
nos muestran dientes desde lejos.
¡Y ya viene el cortejo. . .! No hay espadas pero sí vivos reflejos de las cámaras que retratan hasta
el menudo paso con que marcha. . . ¿y la novia? Esa es la novia. ¡Esa es la novia! ¿Y la nórdica?
¿Y los ojos azules? No los habrá traído, con los nervios, tú sabes. ¿Y el cabello rubio? ¿Y la
estatura? Pero si es una... Shhhtt. ¡A callar!
Y al paso del cortejo, héte aquí que el novio; adiós protocolo, ensayos y demás, me abraza y
me dice al oído: --”No me digas nada hermano, no me digas nada. Así, así la quiero, qué le voy
a hacer”. .
Sus amigos, que habían oído la cantaleta por lo menos tantas veces cuantas lo habían visto,
lo echaban todo al lado de la chacota y le seguían la corriente. Hartos de preguntarle cómo
la iba a engatusar -y a mantenerla, sobre todo- y hartos ya de escuchar en medio de sornas
e inte­rrupciones impacientes con bazas de buen humor, que las mujeres reparan más en las
cualidades del alma y no en las exteriores o en las que se guardan en el banco (¡inocente!),
habían tomado la línea de enmedio.
Todas las consideraciones acerca de mejorar la raza -muy nórdica tendría que ser, pensaban,
para mejorar la de éste- y de que si la mezcla de indios con españoles ha sido la más desabrida
y desangelada y valga para todo sitio en donde la hubiere. Que si otras razas -ahí están las
mulatas, obra maestra de la ingeniería genética- al mezclarse han dado resultados qué hay que
ver. En fin. El grupo se fue disolviendo. Algunos casaron muy jóvenes, sin reparos racistas. Otros
emigraron, que la zona industrial había dejado de ser lo que había sido. Y alguno, pues parece
que murió.
Con instintos de rata que no me está negar, al ver zozobrar la nave me arrojé a la mar. Años en
la gran ciudad borraron los rostros. Noticias casuales, llegadas de vez en cuando en las alas del
comentario, cuando no del chisme, en las escasas reuniones de provincianos que se agrupan
para oliscar el olor del humo terruñal; encuentros con aquellos que nos presentan a los hijos
ya creciditos. Y de pronto, una noche, de regreso del teatro nos dan la invitación con una carta
incluida.
-”Por fin la ha encontrado”. Pensé después de esforzarme por recordar quién era el que se iba
esta vez por el camino del registro civil. Y no: que era en la iglesia también. Y nada menos que
en la catedral de allá, en la nuestra. Habrá que ir, mujer.
Y como era inminente, partimos. Soy de los que dieron el “sí” muchos años atrás y de hijos
medianitos. A quienes encargamos la casa y no abrir a nadie que no sea conocido. Y de éstos, a
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EVOCACIONES MEDIEVALES.
(La leyenda del caballero del cisne)
Por Alfredo Villanueva Buenrostro
En la Antigua Biblioteca Rivadeneira, en el tomo 44 que corresponde a La Gran Crónica de
Ultramar, y en el Capítulo No. 47, páginas 26 y siguientes del Libro Primero, nos encontramos
con la narración de la añeja “Leyenda del Caballero del Cisne”,
Sorprende sobremanera observar el hecho de que en esta vieja crónica, escrita en el siglo XIV,
el lenguaje empleado resulta asaz fluido e inteligible para cualquier modesto lector de nuestros
días, aunque bien es cierto que el texto no desdice, en términos generales, de su íntimo carácter
medieval -época de aparente y engañoso oscurantismo caótico para el idioma-, puesto que en sus
páginas rastreamos ciertos elementos lingüísticos un tanto ya en desuso, y algunos francamente
arcaicos. Sin embargo, tales diferencias entre el lenguaje del siglo XIV y el actual son contadas
y de fácil explicación. Sirvan, a guisa de ejemplo, algunos casos.
Nos encontramos con el inseguro uso de la “h” y de la “f”. Este último fonema aún no se ensordecía
en todos los casos de la evolución lexicográfica, y su uso en la leyenda mencionada es harto
frecuente “facer” por “hacer”, y “fijo” por “hijo”.
Por otra parte, la conjunción “y” aún conserva su equivalencia en la medieval forma de “e”, aunque
la primera también sea comúnmente empleada. Asimismo persiste la tendencia a acentuar las
conjunciones, las preposiciones simples y algunas otras partículas gramaticales.
Los pronombres, en su caso, invariablemente van colocados en posición enclítica, lo que da
lugar a que, unidos a partículas o a palabras que aún conservan sus grafías medievales, den
por resultado términos aparentemente arcaizantes y, por ende, de difícil y no ágil comprensión.
Fuera de tales minucias estructurales y morfológicas, la prosa en cuestión se nos presenta
redactada en un léxico actual, dinámico, desenvuelto, enriquecido con la fuerza que comunica al
idioma el interés de un asunto literario nunca pasado de moda,
Los principios de la Leyenda -los “asperges” del argumento, como diría Sor Juana-, única parte a
la que por ahora haremos referencia, se pueden resumir en breves líneas:
En uno de los muchos reinos de Asia el rey Popleo y su esposa Gisanca deciden casar a su hija
Isonberta, considerando que cuenta ya con la edad apropiada para tomar estado. Pero Isoberta
no está de acuerdo con la sorpresiva determinación de sus padres, y a fin de que la voluntad real
no se cumpla, decide abandonar los palaciegos recintos.
Una vez burladas la estricta vigilancia paterna, la solícita guardia monárquica y los rígidos
escrúpulos personales, Isonberta se encamina a la mar, encontrando en sus playas una
cómplice barca abandonada, misma que la conduce a lejanos y extraños parajes desiertos, Lo
que Isonberta ignoraba era que tales sitios pertenecían al Conde Eustacio, celoso guardián de
sus dominios sobre los cuales rpivaba la más terminante prohibición de tránsito para propios
y extraños, queriendo así conservar incólumes los secretos guardados en sus bosques, y la
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integridad de las manadas de venados salvajes que abundaban en las intrincadas tierras.
Isonberta, se adivina, ignoraba los alcances de dicha prohibición y se internó en los bosques, al
tiempo que el Conde, único excluido de su propia ley, estaba de cacería. La dama se ve acosada
por unos lebreles obligándose a buscar refugio en el hueco providencial de una encina, en tanto
que el Conde, seguro de que sus perros lo conducirán al cobro de una excelente pieza, al mo­
mento de disponerse a atraparla retrocede víctima del temor más espantable, pues considera
obra del Diablo las voces que de la encina escapan.
Eustacio, una vez percatado de la realidad y reconocido que hubo a una dama en el objeto de
sus miedos, la rescata y toma bajo su personal protección. La confía, llegado a sus palacios, a
su buena madre Ginesa, misma que poco tiempo después habrá de oponerse a los deseos de
matrimonio que su hijo Eustacio manifiesta, aduciendo para el caso las sospechas de que Ison­
berta no pertenezca a linaje igual o semejante al de su hijo el Conde.
Las bodas, pese a la negativa materna, se llevan a cabo, y en la primera noche de amor, Ison­
berta queda preñada.
El condado de Eustacio lindaba con las prósperas tierras del rey Liconberte el Bravo, quien solici­
ta el apoyo militar del Conde para librar con éxito una guerra inminente. Pero el Conde, atraído
en esos momentos más por las dulzuras del amor que por los honores de la guerra, tarda en
resolverse- a brindar la ayuda solicitada, lo cual provoca la ira del rey Liconberte, quien lo destie­
rra de todos sus dominios por un tiempo preciso de dieciséis años.
Durante el largo y penoso destierro al que tiene que marchar Eustacio, habiendo tenido que
renunciar también a la amable presencia y compañía de Isonberta, ésta da a luz siete varones,
mismos que al instante de nacer van siendo coronados por una criatura celestial que los unge
con bálsamos, resinas y perfumes extraordinarios, terminando por adornarlos con collares de
oro.
El pueblo, ante sucesos tan extravagantes, no tarda en señalarla como reo de muerte, pues
existía la creencia popular en el sentido de que toda mujer que diera a luz a más de un hijo a la
vez, había sido objeto de adulterio, debiendo morir lapidada.
Un fiel amigo de Eustacio le envía una misiva poniéndolo al tanto de todos estos sucesos, mas
el mensajero es interceptado por Ginesa, quien logra trastocar la correspondencia y provoca con
ello un sinnúmero de equívocos y de reacciones contrarias en la naturaleza de los personajes.
Es así como, a cambio de la vida de Isonberta, del perdón a sus supuestas faltas, a la aceptación
indefinida del destierro de Eustacio, se decide dar muerte a los siete hijos, jóvenes ya, del infor­
tunado matrimonio. . .
La Leyenda sigue su lento y atractivo desarrollo, proporcionando pormenores de todos y cada
uno de los acontecimientos que se presentan y que culminan con el encantamiento providencial
de uno de los siete jóvenes, metamorfoseado en un majestuoso cisne.
**
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La leyenda, bastante divulgada en su época a través de múltiples versiones recibió, indudablemente,
influencias muy marcadas de viejos relatos que llegaron hasta el siglo XIV por tradición oral. Del
mismo modo, la leyenda en cuestión habría de ejercer influencias incontrovertibles aún en obras
literarias contemporáneas. Baste, para fundamentar nuestro aserto, algunas citas en las que,
analógicamente se encuentran circunstancias coincidentes.
La escena en que Isonberta escapa de su casa para burlar los planes matrimoniales a que
quieren someterla sus padres, se repite, de manera casi idéntica, en algún pasaje de la “Leyenda
de Santa María Egipciaca”, en la que también -la entonces aún no “santa”- se hace a la mar sin
más protección que la posible buena fortuna por la que ora. Y algunos cuentos de El Decamerón,
del prerrenacentista Giovanni Boccaccio, presentan la misma temática, aunque con tratamientos
diferentes.
En periodos literarios más cercanos a nosotros son innumerables los relatos que tratan aventuras
de esta índole. La circunstancia respectiva, en todas las literaturas, de matrimonios inusitados
es motivo de interinfluencias expresas, sobre todo tratándose de personajes que no pertenecen,
al parecer, al mismo estrato social, aunque al término de las historias se comprueba la igualdad
de sangres. Así se emplean los grandes autores del Renacimiento Europeo: Cervantes,
Shakespeare, Goethe y muchos otros a través de cuentos, fábulas, apólogos, leyendas infantiles,
dramas y narraciones diversas.
La “Leyenda del Caballero del Cisne” se ve rebosante, asimismo, de elementos fantásticos que
profetizan el ya inminente advenimiento de las literaturas románticas que habrán de poblarse,
en su afán escapista, de reinos, palacios, príncipes y princesas, encantamientos e irrealidades.
De todo esto, ¿qué nos ha quedado? . .
A más de la belleza intrínseca de la leyenda medieval, sigue palpitante, y no sólo en la literatura
sino también en la vida real, el espíritu de rebeldía de Isonberta al no aceptar imposiciones
de índole afectiva, lo que equivale a una lucha por el respeto a la persona, a su capacidad
de decisión. Si reflexionamos un tanto en la lejanísima época en que fue escrita la leyenda
podríamos establecer toda una tesis sobre las condiciones sociales en que estaba inmersa la
mujer, y en consecuencia, el importantísimo precedente que sienta Isonberta al rebelarse a todo
un mundo constituido sobre bases tan rígidas como lo eran la autoridad paterna, la inflexible
moral religiosa y la endeble condición femenina. Así las cosas, el proceder de Isonberta no es
sólo inusitado sino innovador, precursor de lo que en un tiempo dio por llamarse “emancipación
de la mujer”, “liberación femenina” o, en el mejor de los casos, “igualdad social, compañera”.
La “Leyenda del Caballero del Cisne”, a más de ser una literatura de amena y fácil comprensión
resulta interesante en su asunto, rápida en su acción: tónica de una literatura que, por añeja,
comúnmente recibe sólo el desprecio del lector, pero que una vez que se ha probado viene a ser
como uno de esos frutos exóticos que guardan la dulzura de lo no gustado, aunque siempre se
hayan tenido al alcance de la mano.
DE LA ESENCIA V LA EXISTENCIA
Marcela Guijosa A.
Yo, antes, nunca decía “yo”.
Yo duré tanto tiempo callada
que ahora que se me quitó el miedo
quisiera hablar todo el día
y no hago más que balbucear.
Leer, siempre he sabido.
Escribir, ya estoy aprendiendo.
¿.Pensar? Dudo,
luego existo.
Tal vez empiezo a pensar.
Me pasé cinco mil años
orando, repitiendo, glosando
las palabras que me fueron dadas.
No he descubierto nada
-ni tierras, ni leyes, ni galaxias­ni he inventado
el invento del siglo todavía.
Mi virtud más entrañable
ha sido la obediencia.
He tenido también otras costumbres:
reflejar, oír, subrayar, sufrir, aplaudir.
Ya veces inspirar.
Se me permitía ser sentimiento,
pero no razón.
Fui pasión: jamás acción.
Se me concedió la honrosa posibilidad
de encarnar el Bien y la Belleza
pero no la Verdad.
Yo solía ser venerada en los altares.
Fui la Señora de la Vida.
Pero un día fue decretado por la fuerza
que sobre la Vida estaba la Ley.
Y legalmente la Ley dijo, solemne,
pero yo era un cuerpo esclavo de la vida.
Fui convertida en mitad.
No en honrada mitad matemática,
exacta y auténtica,
sino en una tramposa mitad inferior.
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25
Yo amaba la cárcel porque me dijeron
que ésa era la felicidad.
Yo no he encontrado todavía
la corona de amor
que se me prometió si era dócil.
Yo he tenido por siglos
el alma llena de resentimiento.
Mis intentos de venganza
han sido mudos e infinitos.
He destilado, poco a poco, sutilmente,
ese veneno en mi vida cotidiana.
Conozco la magia oculta de la seducción
y de la debilidad y de la abnegación.
He sido la más poderosa de las víctimas
y la más cruel de las esclavas.
Yo soy maestra en el diseño y fabricación
de máscaras.
Yo solfa usar máscara
porque me odiaba a mi misma.
(Porque debajo de la máscara
había un monstruo opaco y borroso
que a pesar de cantar bien
apestaba a pescado).
Yo he sufrido grandes cambios.
Yo no sé, a pesar de mi búsqueda,
qué soy.
Yo antes tenía esencia.
Pero a golpes
se me deshizo entre las manos
y ya no tengo definición.
Yo ahora no soy ni diosa
ni belleza ni mitad
ni esclava ni máscara ni vida
ni amor ni nada.
Ahora
nada más soy yo.
26
EZEQUIEL A. CHAVEZ
SEMBLANZA
1868-1946
por Noemí Ponce Cantón
De sus padres nos habla Dn. Ezequiel, en su último libro “¿De dónde venimos y a dónde va­
mos?”, cuando dice que pertenecía a las más antiguas familias de Aguascalientes, que a México,
procedentes de España, vinieron en el siglo XVI. De prosapia ilustre, honrada y muy cristiana.
Sus padres fueron Dn. Ignacio Toribio Chávez Acosta y Doña Guadalupe Lavista y Rebollar.
Nació Dn. Ezequiel Adeodato Chávez Lavista el 19 de septiembre de 1868. La inicial “A” del
nombre Adeodato siempre la conservó; dicen que el cura, a la hora de bautizarlo se le ocu­rrió
darle también ese nombre.
De sus primeros años allá en Aguascalientes, nos habla en “Senderos de Antaño- Derroteros de
Ogaño”, En él cuenta escenas preciosas de la vida de hogar, recuerdos llenos de admiración por
sus padres y vibra en sus páginas su alma religiosa y de poeta.
En 1877 cuando tenía ocho años es cuando parten a la ciudad de México, él con su familia.
El poema “Visión” escrito a los 23 años ya nos muestra el alma patriota, sensible y con ansia de
paz del joven poeta.
VISION
Era en la noche: en el espacio oscuro
Las pupilas clavé.
Yen el polvo de la luz de las estrellas
Un fantasma miré.
Me pareció formado con vapores
De rosado fulgor;
Era la Patria yen los ojos suyos
Vi palpitar la llama del amor.
Oí sonar entre los aires negros
Su palabra fugaz:
De tu lira -me dijo- suban cantos
A la bendita paz.
Si mis hijos me quieren, que me amen
Yo nunca pido más
Yo les doy sin cesar a las naciones
Cariño fraternal
Poeta, si la guerra se levanta,
Se levanta el pendón
Manchado por la sangre y la jauría
Se esparce, del terror.
Mas si la paz subsiste, todos gozan:
Y, faro colosal,
La dicha enciende sobre el llano, el monte
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27
Y el infinito mar.
Así la Patria dijo, y hasta el cielo
Fugaz se levantó.
Hermosa madre -le grité- te juro
Darle mis himnos al divino amor.
Y escuchando mi voto, las estrellas
Palpitaron doquier.
Como si fueran almas y me oyeran.
Complacidas también.
Fue más adelante en la Escuela Nacional Preparatoria, en donde él y su hermano Samuel
hallaron desde luego un ambiente más amplio. AIlí inició la excelente amistad con Angel de
Campo y Valle. Don Ezequiel fue sumamente estimado por sus maestros, entre ellos Dn. Ignacio
Manuel Altamirano quien tuvo sobre él un gran ascendiente.
Las clases de filosofía en cambio le hicieron comenzar una era de desorientación ideológica,
que lo sumió en angustiosas dudas. ¿Qué fue lo que sobre todo perturbó su espíritu? El dijo, con
firmeza, que fue la multitud de teorías contradictorias que le fueron presentadas. Entre ellas, claro
está, la teoría positivista. Como adolescente y con su carácter vehemente, repitió los elogios que
de Comte había oído. Mas enseguida, quiso investigar por sí mismo lo que el comtismo era.
Y habló de lo que es, y de sus fallas en su estudio “Las Cuatro Grandes Crisis de la Educación”.
Así nos dice: “Es la tesis comtiana un producto de las ideas filosóficas de los enciclopedistas del
siglo XVIII, entre ellos marcadamente Voltaire. Y el positivismo, del que suele tenerse en cuenta
solamente el aspecto constructivo, reduciéndolo a ser no más que la implantación del método
propio para las investigaciones científicas.”
Prosigamos con la trayectoria familiar, política e ideológica de Dn. Ezequiel.
Presentó examen profesional en la facultad de Jurisprudencia en 1891 en forma brillante, como
lo habían sido sus estudios. En sus tesis profesional llamada “La Filosofía de las Instituciones
Políticas” refleja su inquietud por el bien social.
Después de trabajar como abogado y con mucho éxito en el bufete de Dn. Rafael Dondé, cuelga
la toga para trabajar por la Educación Nacional (Tomado de Apuntes Autobiográficos).
Haremos un paréntesis antes de proseguir la relación de los trabajos y cargos desempeñados,
ya que por esos años de 1894 contrae matrimonio con María de los Dolores Ruiz y Salgado, a
quien dedica los siguientes versos.
ANTE EL SALTO DE CAMELA
¿Cómo te cantaré? Robar quisiera
Su voz estruendosa,
Cuando salta, de espuma revestido,
En su cama de peñas tortuosa.
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Al verlo, me figuro que se acerca
Una manada de corceles blancos,
Que cruzan sin cesar, y que se hunden,
En rápido tropel, entre barrancos.
Enderezan sus crines temblorosas
De hielo reluciente,
Que forman al torcerse en el espacio,
El trémulo torrente.
Y relinchan al par, y al ir corriendo,
Hacen temblar las rocas,
Y simulan cantares y lamentos
Y roncas frases de convulsas bocas.
Lívido se derrama, y los yerbales,
Que flotan en su orilla,
Le dan reflejos verdes que se ex tienden
A I agua blanca que al caer se humilla,
Los anchos platanares en sus bordes
Elevan sus coronas de esmeralda;
Los blancos floripondios en su lecho
Suspenden su guirnalda.
Los mirlos al volar sobre la espuma
Sorprenden su secreto,
Y enseguida se van; y, a la distancia,
Leve se mira su volar inquieto.
La onda corre sin parar, y nunca
Termina su galope presuroso,
Cual si tuviera miedo, v que marchara
Huyendo del reposo.
En tanto, azul, arriba, el ancho cielo
Con dulce afán admira,
Mientras el agua tiembla, se retuerce
Se desvanece y gira
¿Es acaso el amor lo que la impele?
¿Acaso apasionada
Prosigue el grato sueño que en su lecho
Deleitó de repente su mirada?
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Yo quisiera avanzar por donde avanza
El trémulo torrente, y en mi senda
Como el sentir, con palpitante dicha,
Del santo amor la venda;
Ruge, y avanza, y corre, y se estremece,
Las rocas le contemplan admiradas,
y vuelan las doradas mariposas,
Al escuchar sus trémulas pisadas.
Tristemente, al año de casado muere doña Dolores, dejándole una niña muy pequeña llamada
Leticia. A esa niña debemos ahora casi todo lo que sabemos acerca de Dn. Ezequiel, pues
publicó su biografía en 9 tomos titulada “Recordando a mi padre” y cuya primera edición apareció
en abril de 1964.
En 1898 contrajo nuevo matrimonio con una prima segunda suya de nombre Enedina Aguilar
Chávez, con quien formó un maravilloso hogar, donde trabajaba de día y de noche.
escuelas nacionales.
Defiende el presupuesto para las escuelas en general, la Universidad y la Escuela de Altos
Estudios. Presenta también una iniciativa de ley de Pensiones de Retiro.
Dn. Justo Sierra crea, en 1910, la Universidad Nacional de México, hecho muy significativo en el
primer centenario de la iniciación de nuestra independencia política, pues la Universidad fue la
base de nuestra emancipación intelectual y cultural.
En la fundación de la Universidad, tomó gran parte Dn. Ezequiel porque él fue iniciador de muchas
leyes: como la Ley Constitutiva de la Universidad Nacional.
Durante el gobierno del general Huerta, en el año de 1915 fungió por unos cuantos meses como
Director de la Escuela de Altos Estudios.
Sus inquietudes sociales y su preocupación por mejorar la educación en México, lo llevaron a
escribir en 1897 “Medios de prevenir y combatir la miseria en México”, “La riqueza pública de
México” y en 1898, “Nociones de instrucción cívica para el 4o. año de instrucción primaria de las
escuelas mexicanas”.
Del 10 de diciembre de 1913 al 2 de septiembre de 1914 abarca el primer período que desempeñó
como rector. Presenta entonces el proyecto de autonomía de la Universidad (a la Secretaría de
Instrucción Pública. Era urgente salvar la vida), independiente de aquella Institución. No podía
comulgar con las ideas imperantes en las distintas facciones revolucionarias que imponían.
Lo explica admirablemente en sus apuntes autobiográficos: “Me consideré en la obligación de
presentar como presenté mi renuncia a seguir siendo Rector y dejé de serio el 2 de septiembre
de aquel año”.
En 1903 fue enviado a California por Dn. Justo Sierra, para hacer estudios preparatorios para la
fundación de la Universidad Nacional. Estudió la organización de las Universidades de California
y de Stanford, estudio que fue básico para redactar la futura Ley Constitutiva de la Universidad
Nacional de México.
La Revolución se recrudecía después de una aparente calma. En esos años de tantos dolores,
de prisiones de seres queridos, de fusilamientos, Dn. Ezequiel era buscado para ser fusilado; por
lo tanto tuvo que huir y sufrir persecución durante un año. Andaba de casa en casa y en tiempos
de tregua permanecía en casa de su hermano Samuel.
Cuando se creó la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes a cargo de don Justo Sierra en
1905, don Ezequiel fue nombrado subsecretario. En su nuevo puesto continuó trabajando con el
ardor de siempre en la organización cada día más compleja de la educación en México, creando
instituciones, reformando las existentes y elaborando programas.
Al fin se vió obligado a abandonar el país en 1916, y salió rumbo a los Estados Unidos. La
familia Moore le abre su corazón y su casa. Trabajó allí hasta que un telegrama de Dn. Alberto
Pani le dice que las fronteras del país se habían abierto para él. Aún vaciló, sin embargo, hasta
cerciorarse de que estaría libre de compromisos.
Las escuelas normales y preparatorias tenían a su juicio, una trascendencia moral incomparable,
de ah í su empeño de mejorarlas.
A su regreso al país en septiembre de 1917 ocupó distintos cargos. Fue nombrado Director de
la Preparatoria el 16 de junio de 1920. Desde entonces comenzó la organización del Plan de
Estudios, del personal, de la administración, y de su vida entera.
Tuvo especialísimo interés en la fundación del Internado Nacional para estudios Preparatorios
Mercantiles.
Los alimentos, los vestidos y la atención médica para niños pobres, le preocuparon siempre. En
la escuela de El Peñón, para niños extraordinariamente pobres, logró los primeros desayunos
escolares, con la ayuda material de Dn. Gabriel Mancera.
Renunció a su puesto de Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes para desempeñar
el cargo de Diputado. Desde allí defendió el edificio de la Educación Nacional que la Revolución
destruía y quería minar desde sus cimientos.
Pide la creación de una partida en el presupuesto de egresos de la Secretaría de Instrucción
Publica y Bellas Artes destinada a proporcionar alimentos y vestidos a los niños pobres de las
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Otra vez fue nombrado para otro período como director de la Preparatoria, del 23 de noviembre
al 20 de diciembre de 192’1, y luego también desde el 28 de agosto de 1923 hasta diciembre de
1924, nuevamente como Rector de la Universidad Nacional.
Entre las iniciativas y defensas que presentó en relación con la Universidad, tenemos:
1) Relato referente a las medidas para conseguir que se decrete la autonomía de la
Universidad Nacional (1924).
2) Proyecto de iniciativa de Ley de Autonomía de la Universidad Nacional presentado por el
3) Rector Ezequiel A. Chávez a la Secretaría de Educación Pública (1924).
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4) Decreto de Autonomía de la Universidad Nacional propuesto por el Rector Ezequiel A.
Chávez (1924).
5) Defensa ante la Cámara de Diputados de la carrera de Arquitectura (1924).
La autonomía de la Universidad vuelve a ser motivo de ataques por parte de sectores políticos
(1934).
Por todo lo anteriormente dicho se advierte el amor que a la Universidad tenía Dn. Ezequiel. ¿Por
qué, sin embargo, cortó él mismo esta labor? La explicación nos la da con estas palabras: “Para
defenderla me vi obligado durante mi rectorado a presentar mi renuncia a seguir siendo Rector,
cada vez que trataban de violar o querían que se violara su autonomía, unos u otros y que yo me
sentía en grave riesgo de no lograr que fuera respetada”. “La última de las renuncias que durante
mi rectoría presenté y que entiendo que fue la séptima, me fue aceptada por el Presidente de la
República, Dn. Plutarco Elías Calles, que al aceptarla puso en mi conocimiento que en vista de
que seguramente ya tenía yo más de treinta años de servicios prestados a la educación pública,
deseaba jubilarme”.
Su principal afición en los últimos años de vida fue leer y escribir. Los libros de sus últimos años
marcan el itinerario de su producción filosófica cristiana, encaminada al misticismo.
Su longeva existencia tocó fin el 2 de diciembre de 1946 cuando ya sus fuerzas físicas estaban
exhaustas, aunque su espíritu se conservó lúcido hasta el final al igual que su carácter alegre,
sano, sobrio y comunicativo.
Quede esta semblanza como un homenaje a tan ilustre, fecundo e insigne Maestro.
EMPIRISMO LOGICO Y PEDAGOGÍA
por Cecilia Avendaño Zataraín
1.- El empirismo lógico, O la revolución en la filosoffa
A principios de la década de los años 20, Moritz Schlick dejó la universidad de Kiel, en el norte
de Alemania, para ocupar la cátedra de filosofía en la Universidad de Viena. Este hecho haría
historia en el terreno de la filosofía, puesto que Schlick actuó como una especie de catalizador
en torno al cual se agruparon otros pensadores procedentes tanto del área filosófica, como de
las de las ciencias naturales y de la matemática, que al principio se reunieron con regularidad
en un grupo de discusión, al descubrir que tenían un interés común y una actitud similar ante un
conjunto determinado de problemas.
Estas reuniones dieron origen al llamado “Círculo de Viena”, que en 1929 publicó un manifiesto
intitulado “Concepción científica del mundo”, y que, también en 1929, organizó un congreso
filosófico internacional en Praga, a los que siguieron otros congresos en Koenisberg, Copenhague,
Praga, París y Cambridge, así como numerosas y diversas publicaciones.
Los integrantes del Círculo de Viena fueron, originalmente, Moritz Schlick, Rudolf Carnap,
Otto Neurath. Phillipp Frank. Herbert Feigl, Friedrich Waismann, Edgar Zilsel, Viktor Kraft, Karl
Menger, Kurt Gödel y Hans Hahn. Reconocían como sus ascendientes filosóficos a empiristas
ingleses tales como Hume y, en menor medida, Locke, pero igualmente a filósofos y científicos
como Leibniz, Kant, Compte, Mili, Avenarius, Ernst Mach, Franz Brentano, Helmholtz, Boltzmann,
Frege y Bertrand Russell, Alberrt Einstein v Ludwig Wittgenstein. Estos tres últimos personajes
sostuvieron contactos e intercambios directos con los integrantes del círculo de Viena.
El surgimiento del Círculo de Viena estimuló la aparición de grupos de trabajo científico-filosóficos
de similar orientación y de gran trascendencia en Berlín, Polonia, los países escandinavos,
Inglaterra (Escuelas de Oxford y de Cambridge), y los Estados Unidos. Particularmente importantes
fueron los lógicos polacos y los miembros de la llamada Escuela de Berlín, representada por
Hans Reichenback, Richard van Mises, Kurt Grelling y Carl Hempel.
Si bien todos estos pensadores presentan diferencias notables entre sus puntos de vista
personales y concretos, así como una evolución muy dinámica de los mismos, tienen una serie
de actitudes básicas comunes y una gran tolerancia hacia los puntos de vista ajenos, factores que
les permitían sostener un diálogo verdaderamente amplio y fecundo, como quedó demostrado
por los diversos congresos internacionales que realizaron.
Tanto estas actitudes básicas que si bien no constituyen propiamente una doctrina o un sistema
cerrado, forman un conjunto coherente de pensamiento, como la actitud de apertura favorable al
intercambio, más habitual en las áreas pertenecientes a la matemática y a las ciencias naturales
que en los ámbitos de las llamadas humanidades, representaron una verdadera “revolución en
la filosofía” que, como cualquier otra revolución, no necesariamente fue bienvenida por todos.
En cierta forma, el programa de esta revolución puede estar resumido en la expresión de Ludwig
Wittgenstein contenida en sus “Investigaciones Filosóficas” y que dice que: -”la filosofía es
una batalla contra el encantamiento de nuestra inteligencia por el lenguaje”, a lo que el mismo
pensador añade: -”¿Cuál es nuestra finalidad en filosofía? Enseñar a la mosca atrapada en el
frasco el modo de escapar de él”.
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Igualmente revolucionaria era la voluntad expresa de manejar los resultados de la filosofía de la
misma manera que a los de cualquier ciencia experimental, y la voluntad asimismo manifiesta de
no llegar a sistemas cerrados y omnicomprensivos, sino verdades parciales sujetas a examen y
perfeccionamiento o, incluso, desechamiento en caso necesario, como ocurre normalmente en el
ámbito de las ciencias experimentales.
En otras palabras, el empirismo lógico representaba un cambio radical de actitud, mucho más
escéptica y abierta, liberal y generosa, en el campo de la filosofía, actitud que partía de ciertas
posturas básicas, dotadas de una gran flexibilidad y riqueza de matizaciones que se examinan en
el siguiente apartado y que chocaron de tal modo con los criterios entonces prevalecientes, que,
cuando Schlick fue asesinado en 1936, a la edad de 54 años, por un estudiante políticamente
fanatizado y mentalmente desequilibrado, a la entrada de la Universidad, el tono de las necrologías
que se le dedicaron en la prensa oficialista fue francamente hostil, llegando casi a afirmar que los
empiristas lógicos merecían ser asesinados por sus alumnos.
Igualmente, la llamada “teoría emotiva de la ética”, sostenida por diversos representantes de
esta corriente filosófica, se ha tendido a considerar, de un modo totalmente erróneo y fuera de
proporción, como un ataque a la moral, afirmándose inclusive -y para no variar, sin ninguna
sombra de evidencia empírica- que sus sostenedores eran corruptores de la juventud, situación
ya familiar al pensamiento abierta desde los tiempos de Sócrates. En realidad, y para aclarar este
punto, dicha teoría sólo sostiene, en el fondo, que el “deber” no se infiere del “ser”, para decirlo
con las palabras de Hume, o bien, que los postulados éticos carecen del fundamento empírico.
2_ Las posturas básicas del empirismo lógico
El empirismo lógico sostiene de una manera radical que todo aquello que se diga debe encontrarse
dentro de los límites de la experiencia posible, es decir, debe de contar, así sea en principio,
con alguna posibilidad de ser verificado, o bien, refutado. Todo aquello que no reúna estas
condiciones, no es sino una ilusión propiciada por las deficiencias lógicas de nuestro lenguaje,
que así nos induce a ilusión o engaño. Esto último da lugar entonces a la metafísica, que debe
ser rechazada como conocimiento por no constituir una auténtica afirmación fáctica y que, según
Carnap, tampoco representa una expresión poética o artística adecuada; siendo insuficiente en
ambos sentidos, esto es, como presunto conocimiento y como posible manifestación estética.
Este rechazo de la metafísica, que tiene ilustres antecedentes en la historia de la filosofía tiene,
en este caso, la originalidad de que los empiristas lógicos hacen depender la imposibilidad de
la metafísica no de la naturaleza de lo que se puede conocer, sino de la naturaleza de lo que se
puede decir.
Obviamente, los hechos elementales de la experiencia diaria, considerados en su aislamiento,
no son suficientes para captar los procesos que integran a la experiencia considerada como
un continuo, por lo que es necesario proceder a su análisis y vinculación lógicas. Dado que
la lógica no es, a su vez, de naturaleza empírica, sino sólo formal, y por lo mismo de índole
tautológica, como las matemáticas, es decir, que cada nueva afirmación sólo vuelve explícito
aquello que estaba implícito en las afirmaciones precedentes, sin añadir nada verdaderamente
nuevo a éstas, para que el cuerpo de datos empíricos pueda ser manejado, hay que aplicarle el
instrumental del análisis lógico, por lo que esta corriente filosófica acaba por denominarse, en
general, “empirismo lógico”.
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Además, y puesto que toda esta codificación, transmisión y análisis de la experiencia humana se
hace recurriendo a ese supremo instrumento constituido por el lenguaje, y puesto que, como ya
se dijo, el lenguaje diario, por su estructura, puede inducirnos a creer en entidades y procesos
no verificables ni refutables, es necesario aplicar la herramienta del análisis lógico también al
lenguaje mismo, a fin de garantizar tanto la corrección lógica de su sintaxis, esto es, de sus reglas
de operación, como la plenitud significativa de sus términos, es decir, su validez semántica o, lo
que es lo mismo, que cada término empleado sirva para designar un objeto, fenómeno o proceso
específico, o bien algún tipo de vinculación concreta entre tales objetos, fenómenos o procesos.
De este modo, las disciplinas filosóficas fundamentales quedan reducidas para el empirismo
lógico en general, a tres: la lógica, esto es, los principios formales que gobiernan una conexión
de términos adecuada y verdaderamente significativa; la semántica, es decir, los principios para
la determinación de la significación o falta de ella (o sea, de un correlato empírico o de una
función lógica) de dichos términos, y por último, la epistemología o teoría del conocimiento que
se encarga de examinar los vínculos entre las proposiciones de orden lingüístico establecidos y
los hechos de la experiencia a los cuales se refieren tales proposiciones, es decir, el ámbito en el
cual se establecen los principios para verificar o refutar una determinada afirmación.
Es claro que cada uno de estos puntos admite mil y una variantes, por lo que se presentan
grandes divergencias entre los propios empiristas lógicos, pero es igualmente claro que se trata
de una concepción sólida y unificada que admite el mismo tratamiento que se da a la matemática
y a la ciencia fáctica, a diferencia de los grandes sistemas omnicomprensivos de las filosofías
tradicionales desde Aristóteles a Marx, pasando por Tomás de Aquino y Kant.
Esta postura implica una amputación radical de la metafísica del campo filosófico puesto que sus
deficiencias semánticas y lógicas la convierten en una construcción vacía de cualquier contenido
cognoscitivo, por carecer de criterios de verificación o de refutación. Sin embargo, este rechazo
de la metafísica se ha suavizado con el correr del tiempo, y hoy los empiristas lógicos ya no
tienden a tratar al metafísico como un delincuente sino como a un enfermo, puesto que, en las
palabras de John Wisdom, “probablemente existe alguna buena razón para que diga las extrañas
cosas que dice” y una técnica terapéutica adecuada exige comprender tal razón.
En cuanto a esas otras ramas tradicionales de la filosofía constituidas por la ética y la estética, no
son suprimidas por el empirismo lógico, sino que meramente cambian de carácter. Así, la primera
se explica empíricamente mediante un adecuado análisis histórico-sociológico, y la segunda, en
tanto que análisis de un cierto tipo específico y definido de emociones, cae en los terrenos de la
psicología, y en tanto que análisis de medios y formas de comunicación eminentemente emotiva
y de índole no discursiva, esto es, de las obras de arte, pertenece al campo de la teoría de la
comunicación y de los signos, como demostrara brillantemente el norteamericano Charles Morris.
Igualmente, en la disputa filosófica planteada por el marxismo contra el empirismo lógico, al que
considera meramente como “una ideología burguesa favorecedora de los intereses del
imperialismo”, los empiristas lógicos demostraron, aplicando sus herramientas analíticas, que
las formas dialécticas del lenguaje manejadas por sus adversarios eran insuficientes, tanto por
inducir con una extraordinaria facilidad a aseveraciones de carácter metafísico, esto es, carentes
de correlato empírico por lo tanto, de verificabilidad, como por ser un vehículo inadecuado para
describir aquellos fenómenos a los que sí se refiere significativamente, ya que es complejo e
impreciso y puede ser sustituido con ventaja por las expresiones técnicas propias de análisis
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de estructura y sistemas, esto es, de totalidades orgánicamente constituidas en las cuales
el conjunto no representa la simple suma de las partes, ya que éstas desempeñan en aquél
funciones imposibles de reconstruir fuera de dicho contexto. Igualmente otras funciones que se
asignan a este confuso lenguaje dialéctico, pueden ser desempeñadas con mucha mayor eficacia
y claridad por la teoría de los juegos desarrollada por John van Newmann. En otras palabras, el
análisis lógico del lenguaje y el manejo adecuado de términos derivados de lenguajes científicos
especializados resultan superiores a un lenguaje -en este caso el del marxismo- que si bien no
deja de tener un significado, -así sea parcialmente- está inmerso en el habla cotidiana y sus
deficiencias lógicas.
capacidades analíticas, lógicas y críticas, por lo que puede ser considerado como una elevada
forma contemporánea del humanismo.
Obviamente, todo lo anterior no constituye tanto un sistema como una actitud respecto de las
tareas filosóficas, dentro de las que se admiten tanto variaciones y divergencias, como -esto es
mucho más importante- la posibilidad de conciliación, convergencia y acuerdo, no por obra de
un oportunismo político, sino por la circunstancia de las premisas comunes representadas por el
dato de la experiencia correcto y verificable, y los principios del análisis lógico de la misma, así
como del lenguaje mediante el cual nos referimos a ella.
Ayer, A.J., El positivismo lógico (antología), Fondo de Cultura Económica, 19 edición, México,
D.F., 1965.
Fiegel, H., y Broodbeck M., (edc.), Readings in the philosophy of science Appleton Century Crafts,
Nueva York, 1953.
Shilpp, P.A., (ed.), The philosophy of Bertrand Russell, Northweskrn University Press, Evanston,
1944.
3. La pedagogía del empirismo lógico.
Lo anterior no constituye sino una caracterización en exceso general y simplificada de la
rica corriente del empirismo lógico, por lo que no le hace verdadera justicia. Sin embargo,
dicha caracterización debe sernos suficiente para intentar derivar de ella la pedagogía que
correspondería a esta escuela de pensamiento, ya que sus integrantes jamás se preocuparon
por darle una formulación explícita.
Ciertamente, pensadores muy próximos a esta corriente, tales como Bertrand Rusell y John
Dewey se preocuparon profundamente por cuestiones educativas, y prácticamente todos los
representantes más distinguidos de esta corriente fueron profesores o son universitarios, por lo
que no desconocen este tipo específico de problemática. En función de este dato, creemos que
no resulta particularmente forzado reconstruir una pedagogía propia del empirismo lógico.
Para empezar, dicha pedagogía se centra en dos direcciones aparentemente contrapuestas,
aunque en realidad complementarias; por una parte, la de habituar al educando a un pensamiento
claro, preciso y lógicamente riguroso, sin acudir a términos confusos por estar insuficientemente
definidos, pensamiento que no tiene más tribunales que los de la lógica y la autoridad de los
hechos, y por la otra parte, habituarlo a un ejercicio de la propia independencia intelectual, del
respeto por el pensamiento ajeno, así sea divergente, y del manejo escrupuloso de la lógica y
los hechos como únicos medios legítimos para un ejercicio honesto de una crítica que, así, sólo
puede ser constructiva.
BIBLlOGRAFIA
Antologías y Recopilaciones
Otros textos
Carnap, R., Sintaxis lógica del lenguaje, UNAM, México, D.F., 1963.
Carnap, R., Filosofía y sintaxis lógica, UNAM, México, D. F., 1963.
Frank, Ph., Entre la física y la filosofía, Editorial Losada, Buenos Aires, 1945.
Jorgenosen, J., The development of logical empiricism, University of Chicago Press, Chicago,
1951.
Kaufmann, F., Metodología de las ciencias sociales, Fondo de Cultura Económica, México D.F.,
1946.
Kraft, V., El círculo de Viena, Taurus, Madrid, 1956.
Mises, R. van, Probabilidad, estadística y verdad, España-Calpe Argentina Buenos Aires, 1946.
Morris, Ch. W., Fundamentos de la teoría de los signos, UNAM., México, D.F., 1958.
Nagel, E, La estructura de la ciencia, Editorial Paídos, Buenos Aires, Argentina, 1974.
Nagel, E. y Newman, J.R., La prueba de Gödel, UNAM, México, 1959.
Papper, K., La lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid, 1962.
Reichenbach, H. La filosofía científica, Fondo de Cultura económica, México, D.F., 1953.
Weinberg, JK. Examen de positivismo lógico, Editorial Aguilar, Madrid 1959.
En otras palabras, este entrenamiento en el rigor intelectual que implica la formación del individuo
dentro del pensamiento propio del empirismo lógico, implica tanto un desarrollo como un
€profundo dominio de los recursos de crítica y análisis del individuo, con todas las consecuencias
que ello tiene también para su percepción, sensibilidad y actitud emotiva, como un ejercicio
continuo en la práctica de la comprensión y tolerancia para los demás seres humanos, por lo que
bien podría decirse que una educación encauzada dentro de las actitudes propias del empirismo
lógico necesariamente tenderá a librarlo del error, la superstición, el fanatismo, los prejuicios, las
ideas infundadas y la intolerancia, ayudándole en cambio, a desarrollar plena y totalmente sus
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EL MURALlSMO EN LA REVOLUCION
La Revolución de 1910 fue un fenómeno histórico de amplias y profundas repercusiones en
el seno de la sociedad mexicana; de tales efectos se desprenden hechos que abarcan un rico
espectro del acontecer nacional, y de él me voy a referir al tema de la pintura dentro del contexto
histórico de la Revolución Mexicana. La extensión del tema me obliga en este caso, a referirme
a sus coordenadas fundamentales y a señalar aquellos puntos que den una idea más clara de lo
que fue este movimiento pictórico, como también su proyección estética.
Es de todos sabido cómo las artes plásticas durante el porfiriato, estuvieron sustentadas sobre
rígidas bases académicas derivadas de patrones europeos, y que al incorporarse al medio
nacional mixtificaron la realidad mexicana de ese momento, presentando temas y formas más
próximos a los modelos de la antigüedad clásica. Si bien esto sucedió en el seno de la Academia,
hay que admitir que en ese tiempo las posibilidades de expresión plástica eran limitadas, y más
que nada los modelos a seguir estaban muy lejos de ser mexicanos. Si acaso en el campo de la
pintura hubo algunos intentos de reencontrar lo nacional, es a partir de lecciones pictóricas de
historia patria de artistas como Félix Parra, Leandro Izaguirre y José Obregón, que en sus obras
presentan sus personales versiones sobre los temas de la conquista y en general del México
prehispánico. Si la idea era reivindicar ese pasado histórico, tal vez lo consigan en cuanto a la
anécdota o a la intención, porque formalmente son obras que están muy distantes de plasmar
al mundo indígena en cuanto al ambiente y elementos que lo estructuraron. De ello tenemos un
claro ejemplo en la obra El descubrimiento del pulque de José Obregón. Aquí la princesa Xóchitl
y los demás personajes de esta leyenda parecen más personajes griegos que indígenas, si nos
atenemos a su anatomía, posturas y atuendos. De igual forma El tormento de Cuauhtémoc, de
Izaguirre, es un trabajo con un dramatismo teatral que a nadie convence. El señor de Tenochtitlan
-Cuauhtémoc- en un gesto falsamente heroico es el punto medular de esta anécdota histórica.
En cuanto a Félix Parra hay que recordar su obra La matanza de Cholula. En ella hay una
escena sangrienta enmarcada por una arquitectura extraña, que nada tiene que ver con el
contexto arquitectónico de los antiguos mexicanos. Aquí hay que aclarar que a falta de datos
más concretos al respecto, los artistas se dejaban llevar por los patrones culturales que venían
de Europa. Finalmente con estos temas, que por ciertos son numerosos, se trata de rescatar un
pasado histórico indígena para glorificarlo y situarlo como fundamento, de una nueva versión de
la historia .nacional.
El movimiento armado de 1910 vino a sacudir las estructuras, de una sociedad anquilosada y
sumida en una serie de realidades que muy pronto desaparecerían. Así, en el campo de la pintura,
los alumnos de la Academia de Bellas Artes se rebelan contra los métodos y sistemas académicos.
De esas voces disidentes sobresale la de Diego Rivera. Años después de apaciguadas las luchas
armadas, se manifiesta para 1922 el primer impulso revolucionario dentro de la pintura. En él
aparece en primer plano Rivera y otros artistas igualmente inquietos, que luchan por abrirse paso
en terrenos estéticos totalmente nuevos: Rivera, Orozco, Siqueiros, el Dr. Atl, y otros pintores,
reciben del entonces ministro de educación, José Vasconcelos, el decidido apoyo para que
plasmen sus obras en los muros de los edificios públicos.
Será en la Escuela Nacional Preparatoria donde se realicen obras de .gran importancia para
el arte pictórico contemporáneo. Rivera y Orozco serán fundamentalmente los protagonistas
de esta primera jornada. El primero trabajará en el Anfiteatro Bolívar y Orozco en muros del
patio principal, o sea el del Colegio Grande de San Ildefonso. Este arranque pictórico audaz y
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trascendental tiene lugar en 1922.
La tarea no fue fácil, buena parte de la opinión pública desaprobó esta aventura. Los temas
históricos ahí plasmado fueron motivo de agrias discusiones. Siqueiros cuenta cómo fueron
cualquier objeto de agresiones físicas por gentes fanatizadas que rechazaban cualquier tipo de
renovación en la pintura, o que no aceptaban las críticas sociales de los artistas.
En cuanto a la obra de José Clemente Orozco en la Escuela Nacional “Preparatoria, me permito
señalar dos temas que sobresalen por su intenso dramatismo: el de La trinchera que se encuentra
en la planta baja, y La despedida del soldado, que se localiza en el segundo piso. En el primero
de los temas, el artista de ciudad Guzmán, plasmó con maestría una escena de la guerra en la
trinchera. En él todo el drama del hombre que lucha por defender su libertad se encarna en tres
figuras de soldados, que reflejan su angustia ante la muerte y la injusticia. Son tres magníficas
figuras ejecutadas vigorosamente, con trazos amplios y decididos, que ya desde ese momento
permiten ver el talento creador de Orozco. En cuanto al otro mural, el del segundo piso, la escena
ahí representada es conmovedora: un joven soldado besa reverente la mano de su madre ciega.
En efecto, sentada en el suelo está la anciana mujer despidiendo a su hijo que se va a la guerra.
Un poco más a la derecha otro soldado se despide de su compañera. La escena está enmarcada
por una arquitectura geométrica y desprovista de elementos funcionales, con ello se remarca
una atmósfera de soledad y tristeza que Orozco supo plasmar magistralmente a partir de una
sobriedad formal muy sugerente.
De la vasta producción pictórica de José Clemente Orozco, destacan de manera muy especial las
obras que ejecutó en la ciudad de Guadalajara (1936-1939): en la Universidad, en el Palacio de
Gobierno y en el Hospicio Cabañas. En este edificio, el genio creador de este artista excepcional
alcanzó alturas inconmensurables: El hombre de fuego, plasmado en la cúpula es, sin temor a
equivocarme, una de las obras maestras del arte universal de nuestro siglo. Es, en efecto, una
realización plena de significados estéticos y sabiduría plástica.
Entre 1923 Y 1928, Rivera, junto con sus alumnos (Juan Charlot y Amado de la Cueva) comenzó
a pintar los muros de la Secretaría de Educación Pública. En ellos plasma diversos aspectos
de la Revolución Mexicana, así como también de la problemática social de ese momento. Sus
pinturas, de un cromatismo novedoso, fueron complementadas con leyendas alusivas a la lucha
revolucionaria o también al marco ideológico de esa contienda. En estos murales, los comentarios
cáusticos del ilustre guanajuatense provocaron polémicas, mismas que no lo van a abandonar a
través de toda su vida.
En el cubo de la escalera, Rivera representa el trópico oaxaqueño en una secuencia de hermosas
pinturas, donde la naturaleza exuberante de la región enmarca la sensual belleza de las mujeres
istmeñas. En estos trabajos y en especial en el tema El nacimiento del mar, Rivera se vislumbra
con su subjetivo primitivismo que hace su obra más atrayente.
En el segundo patio Rivera presenta el tema de las fiestas populares con gran maestría. De
aquí se destacan el Sábado de Gloria, donde en forma implacable cuelga como Judas a un
soldado, a un cura y al hambreador. Igualmente en el mural con el tema del Primero de Mayo,
aparecen los obreros incorporados a la lucha revolucionaria. Aquí aparece su compañera, Frida
Kahlo, repartiendo armas a los soldados. También Rivera hace notar el carácter ideológico de
la revolución según su personal punto de vista. De la sección de fiestas, El Ola de Muertos y El
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Viernes de Dolores en Santa Anita son muy agradables por la composición y colorido de sus
temas.
Para 1926, Rivera pintó tal vez la mejor de sus obras en el Salón de Actos de la Escuela de
Agricultura de Chapingo. Aquí desarrolló el tema de la evolución natural del hombre, tanto en
su aspecto histórico-social, como en su evolución biológica. El tema, a su vez, se involucra en
una alegoría referente a la tierra y a su carácter germinal. Los trabajos fueron realizados con
un cromatismo sugestivo y hermoso. La luz que penetra por las claraboyas del recinto subraya
el ámbito iluminado de las pinturas. Al fondo de la sala, la figura desnuda de Guadalupe Marín
representa el poder fecundo de la tierra, del mismo modo las figuras de Zapata y Otilio Montaño,
envueltos en sarapes rojos, símbolo de su sacrificio revolucionario, representan la semilla que ha
de germinar en la revolución social: su fruto será la lucha por un mundo mejor.
En la bóveda Diego Rivera pintó espléndidas figuras, en un alarde de perspectivas que recuerdan
a las figuras de Miguel Angel en la Capilla Sixtina.
Para 1930, en el que fuera palacio de Cortés en Cuernavaca, Rivera plasma su versión crítica
sobre la Historia de México. Nuevamente su cromatismo lleno de vigor ilumina los temas de la
conquista y de la revolución. Aquí se destaca en uno de los muros laterales la figura de Zapata
vestido todo en blanco, aquí Rivera lo presenta como a un ser purificado por su sacrificio.
Asímismo, a su lado resalta un bellísimo caballo blanco que nos recuerda a los del pintor
renacentista Paolo Ucello.
Para terminar este pequeño trabajo, quiero subrayar la importancia de la pintura mural nacida
en la etapa revolucionaria de los veintes. Es sin duda uno de los proyectos más ambiciosos que
artistas como Rivera, Orozco y Siqueiros, y la buena voluntad de los gobiernos de esa época,
emprendieron para la educación estética del pueblo. Por otro lado es incuestionable la renovación
plástica que se gesta con este despegue del muralismo, como también lo es la repercusión que
tuvo en el ámbito de la cultura nacional. Es pues el muralismo mexicano uno de los logros más
importantes en la trayectoria artística del México Contemporáneo.
BIBLlOGRAFIA
Cardoza y Aragón, Luís. Orozco. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1959.
Fernández, Justino. Arte moderno y contemporáneo de México. México, Imprenta
Universitaria, 1952.
La pintura moderna mexicana. México, Edit. Pormaca, 1964.
March, Gladys. Diego Rivera, mi arte mi vida. México, Edit. Herrero, 1963.
Orozco, José Clemente. Autobiograffa. México, Ed. Era, 1970.
Reed, Alma. Orozco. México, Fondo de Cultura Económica, 1955.
Rodríguez, Antonio. Canto a la tierra. Los murales de Diego Rivera en la Capilla de Chapingo.
México, Universidad Autónoma de Chapingo, 1986.
Tibol, Raquel. Arte Messicana, época moderna y contemporánea. México, Edit. Hermes, 1965.
Finalmente Diego Rivera, en largas temporadas, pinta su obra monumental en el Palacio
Nacional, síntesis portentosa de temas, personajes y episodios de la Historia de México. En estos
murales el tema de la Conquista lo atrapa y, en él, vierte todo su odio contra Cortés. En cuanto a
la Revolución, está presente con la ideología peculiar del artista.
Profra. Guadalupe López Escobar.
Por último haré mención al también controvertido pintor David Alfaro Siqueiros, quien desde
muy joven se vio involucrado en la lucha revolucionaria. Sus firmes convicciones políticas y su
carácter sumamente inquieto lo envolvieron en el remolino de las acciones violentas: estuvo
preso, fue perseguido, estuvo en la Guerra de España y fue hasta sus últimos días un luchador
incansable.
Allá por los años sesenta, después de obtener su libertad, plasmó en el Castillo de Chapultepec
su versión de la Revolución Mexicana, en una obra magistral por su concepción pictórica y por
la admirable dinámica que presenta. Siqueiros hizo extensivas sus inquietudes al campo de
la pintura, ya que ésta fue su gran pasión. Así vemos en estos murales de Chapultepec sus
audaces principios de perspectiva, sus fundamentos de lo que él llamó el espectador móvil y su
idea de una estética integral, donde obra y espectador forman una unidad. Hay que recordar la
alegoría del jinete que cabalga un brioso caballo y estaremos de acuerdo en reconocer el talento
creador del maestro de Chihuahua.
Siqueiros, en las postrimerías de su vida, realizó una de sus obras más ambiciosas, su famoso
Polyforum, en el cual a manera de un digno remate a su brillante trayectoria supo integrar
arquitectura, pintura y escultura en una unidad dinámica y rica en expresiones plásticas: color,
volumen, espacio y movimiento en armonía perfecta.
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FUERA DEL AULA
Por José Castillo Farreras
Esta sección es análoga a otra que con el nombre de “Preguntas no formuladas en clase” sugerí
hace tiempo para un periódico estudiantil de otra escuela. En ella los profesores aclarábamos
las dudas de los muchachos, dudas ciertamente relacionadas con la asignatura impartida, pero
sólo de una manera tangencial e indirecta. Me explico: sobre asuntos que el profesor da por
sobreen­tendido o que tal vez no le corresponda explicar, pero que menciona. En consecuencia,
se excluían los temas que fueran estrictamente obligatorios en la práctica docente.
De este modo se daba pie para inaugurar un ágil procedimiento de extensión de la cultura, ade­
más de incitar así a los maestros a participar con sus mensajes en el órgano escolar.
Ahora la idea es más amplia. En “Fuera del Aula” se podrán hacer preguntas no sólo a los pro­
fesores; también a las autoridades escolares, a los trabajadores, administrativos y a los propios
estudiantes. Pero entiéndase bien: esta sección no es para entrevistas. El género de la entrevista
supone no sólo múltiples preguntas, sino variedad temática que incluye la vida extraescolar y
aún la privada. En “Fuera del Aula” se hará una sola pregunta a cada interpelado y siempre de
carácter cultural o sobre las tareas estrictamente académicas o administrativas de la institución
o vinculadas con ellas.
Naturalmente que, como todos los trabajos que se entregan para su publicación, el coordinador
de esta sección pasará las colaboraciones a la consideración del Consejo Editorial de los Cua­
dernos.
Las preguntas pueden entregarse en la Coordinación Cultural del Plantel o al responsable de
esta sección, con el nombre y datos de identificación de quien la formula y de quien se espera
respuesta.
un trabajo original. Es decir, repiten lo que ya ha hecho la tradición familiar o regional, co­piando,
imitando, aunque sus manos impriman imaginación y cariño a lo que están haciendo (cosa que
no hace la máquina en la producción industrial en serie, con la que la artesanía no debe ser
confundida).
- R.A.- Creo que ahí está una significativa diferencia: la artesanía es más manual y repetitiva;
el arte más imaginativo y creador. Aunque esto no sea definitivo, pues ambas cosas están pre­
sentes tanto en el artista como en el artesano y, así, la diferencia es de grado, a veces irreco­
nocible. Lo “familiar” y lo “regional” son también indicios para la separación de lo artesa­nal,
sin olvidar que hay familias enteras de artistas y que en la historia del arte también la “región”
imprime su sello. Yo supongo que el artista tiene que ser artesano y el buen artesa­no artista. Mi
oficio es la talla en madera, pero dentro de las artes aplicadas su ejecución no sólo es a partir
de la habilidad manual, a menos que se me pida una simple copia (cosa que también padecen
los artistas cuando hacen sus obras por encargo). La talla requiere de cono­cimientos básicos
de dibujo geométrico y ornamental y una precisión de formas y volúmenes en la imaginación del
ejecutante, así como el conocimiento del material utilizado (madera, mármol, piedra).
- A.H.C.- La talla colinda con otras expresiones en las que don Roberto Amelco y su servidor
aún exploramos, como la muy destacada de la restauración de antigüedades o de obras de arte
plástico, que a su vez es o puede ser obra de arte.
- R.A.- Quisiera repetir que todo depende de que el trabajo esté bien o mal hecho. Lo demás pasa
a segundo término.
- A.H.C.- Claro; como en todo. Por eso a lo que es excelente se le llama “obra de arte”. En
realidad, sólo es arte el bueno. El malo no lo es. La artesanía bien ejecutada y terminada también
es obra de arte; la mal hecha es sólo un fracaso, un adefesio, un trabajo malogrado.
- R.A.- Estoy de acuerdo e insisto: buen arte y buena artesanía son lo mismo, es decir, sim­
plemente arte.
SOBRE ARTE Y ARTESANIA
El coordinador de “Fuera del Aula” pregunta: Su trabajo parece fluctuar entre el arte y la arte­
sanía. ¿Podrían señalar a nuestros lectores las diferencias y similitudes que ustedes perciben?
Responden: Antonio Hernández Cortés y Roberto Amelco, técnicos de la carpintería del plantel.
- A.H.- Creo que las diferencias no son precisas. Arte y artesanía a veces parecen lo mismo y a
veces cosas muy distintas.
- R.A.- Me parece que las dificultades son mayores cuando se comparan un arte malo y una
buena artesanía.
- A.H.C.- Quizás la obra de arte sea más depurada por haber sido realizada casi siempre por
personas con instrucción escolar o que tienen una especial vocación y facultades para desem­
peñar una obra con maestría. La artesanía, en cambio, es un trabajo ejecutado por personas
que heredan una habilidad y que, además, hacen reproducciones, pese a que cada una fuera
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COLABORADORES
ING. QUIM. CECILIA AVENDAI\IO ZATARAIN
Egresada de la U.N.A.M. en la carrera de ingeniero químico en 1962. Desde 1963 a la fecha,
desempeña diferentes tareas en el colegio de química de la Escuela Nacional Preparatoria de la
U.N.A.M. En la actualidad profesora titular “A” de tiempo completo en el plantel no. 7 “Eze­quiel
A. Chávez” de la E.N.P.
LIC. SALVADOR AZUELA ARRIAGA
Nació en la Ciudad de México, D.F., donde realizó sus estudios hasta obtener el título de licen­
ciado en derecho; trabaja como profesor de historia desde 1959 en la Escuela Nacional Prepara­
toria.
PROFR. JOSE BARRERA GIL
Profesor de la Escuela Nacional Preparatoria, miembro del colegio de biología, coautor de 2
libros publicados.
PROFR. MARIO JULIO DEL CAMPO VILLARREAL
Profesor de español y literatura; enseña italiano e inglés. Tiene 27 años de docencia, libros de
poemas y cuentos. Artículos, conferencias y traducciones publicados.
PROFR. JOSE MARIA CASTILLO FARRERAS
Da clases de filosofía.
PROFRA. MARCELA GUIJOSA AGUIRRE
Estudió filosofía y da clases de lo mismo en la E.N.P. 7 desde hace 9 años.
PROFR. PONCIANO HERRERA JIMENEZ
Profesor de física de la Escuela Nacional Preparatoria.
PROFRA. GUADALUPE LOPEZ ESCOBAR
Originaria de la ciudad de Ouerétaro. Estudios superiores Facultad de Filosofía. Maestría en
historia. Maestra fundadora del Plantel no. 7 “Ezequiel A. Chávez”.
PROFRA. NOEMÍ PONCE CANTON
Nació en la ciudad de Mérida, Yucatán, donde realizó sus primeros estudios, los que prosiguió
aquí en la capital para obtener la maestría en lengua y literatura española, en 1951. Desde esta
fecha trabaja en la preparatoria impartiendo clases y desempeña el cargo de maestra investiga­
dora de medio tiempo, “C”.
Los Artículos
son
responsabilidad
exclusiva de los Autores. No se devuelven
los originales.
PROFR. ALFREDO VILLANUEVA BUEN ROSTRO
Maestro en letras de la U.N.A.M. Con 28 años de servicio y algunos más de oficio literario. Pre­
tende mucho más de lo realizado.
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ESCUELA NACIONAL PREPARATORIA
PLANTEL 7 “EZEQUIEL A. CHAVEZ”
Esta obra se terminó de imprimir en
noviembre de 1994 en los talleres
de Impresora MG. S.A. DE C. V.
en México, D.F. El tiraje fue de 500
ejemplares en su segunda edición
LIC. SALVADOR AZUELA ARRIAGA
Director Auxiliar
DR. MARIO DEL MORAL TORRES
Subdirector
LIC. ESTELA ZALAZAR BUENO
Secretario Adjunto Diurno
LIC. ORLANDO GARCIA GARCIA
Secretario Adjunto Nocturno
LIC. REBECA LOPEZ MEJIA
Jefe de la Unidad Administrativa
REGISTRO EN TRAMITE
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DIRECTORIO
UNIVERSIDAD NACIONAL
AUTONOMA DE MEXICO
RECTORIA
DR. JORGE CARPIZO
Rector
DR. JOSE NARRO ROBLES
Secretario General
DR. ABELARDO VILLEGAS MALDONADO
Secretario General Académico
C.P. JOSE ROMO DIAZ
Secretario General Administrativo
LIC. MARIO RUIZ MASSIEU
Secretario General Auxiliar
LIC. MANUEL BARQUIN ALVAREZ
Abogado General
ESCUELA NACIONAL
PREPARATORIA
LIC. ERNESTO SCHETTINO MAIMONE
Director General
LIC. MOISES TORRES MARTINEZ
Secretario General
DR. HUGO FERNANDEZ DE CASTRO PEREDO
Secretario Académico
LIC. GERMAN VALDEZ ALVAREZ
Secretario Administrativo
LIC. MANUEL CABRERA LOPEZ
Secretario de Difusión Cultural

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