Apreciados compañeros y compañeras participantes al

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Apreciados compañeros y compañeras participantes al
Apreciados compañeros y compañeras participantes al FORO I:
Felicitaciones por los aportes en cada una de las intervenciones. Me permito
hacer, a modo de síntesis, algunos alcances motivados por la lectura de lo escrito
por ustedes.
I.- INFANCIAS: REALIDAD COMPLEJA Y CAMBIANTE E INCERTIDUMBRE
Todos los textos reconocen y hacen suya la idea de que la infancia es una
construcción social a partir de un fenómeno que es simultáneamente biológico,
social, histórico y por ello mismo complejo, cambiante- que lleva a hablar no sólo
de la infancia, sino de infancias, como apunta Leila.
Pero afirmar que es un fenómeno de complejidad y de fusión de los componentes
de dicha complejidad como señala atinadamente Tatiana.
Por ello descartamos hablar de “definir” la infancia, sería un tanto escolástico;
decir “concepto” es mejor, pero preferiría hablar de “noción” o “nociones” por
evocar algo más flexible, menos tentado de dogmatismo.
Pero debemos recoger lo que nos plantea Julie. Es decir, encaramos el reto de
elaborar una noción de infancia que si bien parte desde la condición de exclusión y
de subordinación- hecho no privativo de la infancia por cierto sino de gruesos
sectores sociales- transforma dialécticamente esta situación en 8n discurso que al
tratar de entender qué es la infancia la aborde desde aquello que exclusión y
subordinación niegan y ocultan, v ale decir, su vocación a ser actores, partícipes,
“aportadores” a la sociedad en su conjunto.
Por este camino podemos hacer nuestros los paradigmas que Edgard Morin nos
platea, el de la complejidad y el de la incertidumbre. Ambos como antídoto a toda
simplificación- con el riesgo de ideologizar- y el dogmatismo o la muerte de la
creatividad y la imaginación subversiva de viejos moldes.
II.-LA INFANCIA: RELACION ENTRE EL TODO Y LA PARTE
Paulina nos invita a considerar tres aspectos entre sí articulados cuando de
infancia hablamos. La cuestión que la refiere a la estructura, a la cultura y a la
imagen. Es real su imbricación. Pero tenemos que evitar una relación inflexible y
sin fisuras. Es decir, la Convención, por ejemplo, nos brinda elementos de lo que
podría ser una cultura, quizá la más avanzada del pensamiento burgués del siglo
XVIII, pero ello no significa que se haya producido una real transformación cultural
y de prácticas sociales frente a la infancia desde las actuales estructuras de poder
político y económico. Pero no invalida la importancia que ciertas ideas tengan en
función de contribuir a incidir en procesos que encaren estructuras económicas,
imaginarios sociales y formas de capital simbólico.
Pero necesitamos trabajar la relación entre el todo y la parte. En el caso de la
infancia: ella es parte de un todo; ese todo es la especie humana, puede serlo, a
otro nivel, la comunidad o la sociedad. Lo importante es asumir que en la parte se
expresa lo constitutivo del todo aunque no sea el todo en sus especificidades. Por
ello todo ser humano, todo niño o niñas es un ser público, jamás privatizable; todo
niño o niña es humanidad entera, no le falta nada. E la cosmovisión andina, por
ejemplo, esto es así, con la diferencia de que ese todo incluye todo el cosmos y no
sólo a la especie humana.
III.- ¿DESCUBRIMIENTO DE LA INFANCIA?,¿SENTIMIENTO DE INFANCIA?
Puede ser, pero personalmente me choca y me recuerda a los venido de Europa
que descubrieron el nuevo mundo cuando éste tenía millones de años de
existencia y quizá sus pobladores eran más antiguos que los llegados en
carabelas!!! Lo que sería más aceptable sería decir que vamos resignificando
fenómenos que siempre formaron parte de la experiencia de ser humanidad. O
que fuimos en el tiempo modulando de otra forma lo que llamaos sentimiento
frente a la infancia. En otras palabras, lo que se ha ido transformando no son los
fenómenos sociales a los que aludimos al hablar de infancia, sino las
REPRESENTACIONES que de dichos fenómenos hemos ido construyendo y
seguiremos haciéndolo. Elise y Gabriela nos plantean estas cosas que
deberíamos seguir trabajando, ¿no les parece?
La resignificación o la construcción de representaciones que hoy sabemos que no
son sólo una cuestión meramente nocional o cognitiva sino que involucran lo
afectivo, lo emocional y por ende la complejidad de cómo nombramos estos
fenómenos, el campo semántico que nos dan una idea de lo que vamos
entendiendo de ellos y que explican cómo actuamos y nos comportamos frente a
ellos, en este caso a las infancias, deviene en algo fundamental para entender a la
infancia como hecho social, histórico y como cuestión política y ética. Rosanna
nos recuerda que es con la revolución industrial o la sociedad y la cultura
industrial, con la que se produce eso que se ha dado en llamar una visibilización
de la infancia hasta entonces en situación indiferenciada en el conjunto de la
sociedad, vale decir en relación al mundo adulto. Aunque no sabemos mucho,
pues como dicen muchos historiadores, cuanto más atrás vamos en la historia,
menos sabemos realmente lo que los propios niños pensaban. De esta
visibilización nos habla Antonio quien nos remite a la subjetividad y a lo estético de
la infancia, tan poco trabajado y presente en nuestro discurso sobre protagonismo,
actoría social, participación protagónica, etc. Esta es tarea pendiente.
Noelia nos platea un punto de importancia. Las imágenes, las representaciones
devienen en las culturas algo normativo, algo que señala parámetros que tienden
a fijar lo que puede considerarse “normal y/o anormal”.
Una cuestión capital es recordar que en el mundo de las imágenes o de las
representaciones se juega aquello que conocemos como un campo de
confrontación de las ideas, de las ideologías, de los enfoques, de los paradigmas.
En otras palabras, las representaciones son formas de poder y de ejercicio de
poder simbólico y por ello real, histórico. Tania, Antonio C, Henry de alguna
manera nos abren a este aspecto. Por ello hay representaciones dominantes y
representaciones que quedan como marginales, como lo coloca María Andrea; ello
va de la mano con la cuestión de las ideologías dominantes- si éstas existen- y los
discursos que resisten a toda forma de colonización.
Tres consideraciones: Toda idealización de la infancia aboga a favor de su
insignificancia, es decir que sea fuerte en el discurso y casi inexistente en las
medidas políticas o de decisiones concretas. Andrea se encarga de señalar este
riesgo. Una segunda refiere a lo que el texto de Trisciuzzi recuerda sobre el
lenguaje y cómo éste vehiculiza y crea una realidad. Por ello Natalia invita a
cuestionar aquello de “darle” al niño un lugar, de “permitirle” un protagonismo. Y
una tercera recoge lo que nos dice Simona y Violeta, en particular cuando se
señala la cuestión de “etapas”, de “desarrollo natural o “maduración natural” como
dice Elise, o fijar los diez años para referirnos a niño, niña, si entendí bien. Lo que
me parece que es una cuestión poco trabajada es el aporte del psicoanálisis a eso
que Violeta señala como que es a partir de allí que ha sido posible escuchar al
niño en los últimos años.
Bueno, cualquier comentario suyo nos permitirá seguir avanzando juntos. Gracias
por la molestia en leerse estas reflexiones que Ustedes han provocado en mí.
Alejandro Cussiánovich
Ifejant