Untitled - Cultura y Letras Diriambinas

Transcripción

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De Libro. “Caciques y Conquistadores en Diriamba” 2007
Capítulo -VII- Página 152 a 159.
SILVESTRE MARÌA GONZÀLEZ.
ALCALDE INDIGENA (CHAMAN Y DEVOTO DE SAN SEBASTIAN DE DIRIAMBA)
SILVESTRE GONZÀLEZ. Indio puro hasta los tuétanos y descendiente del cacique Asunción González,
había sido nombrado alcalde indígena de vara, en una visita para tal efecto que hizo el juez preventivo
residente en Nandayme, Don. Cristóbal Martínez de la Puerta, de jurisdicción que comprendía Jinotepe y
Diriamba.
Años atrás en los 1738, en el gran centro político y ceremonial de Diriamba que se había conservado hasta
el cacicato impuesto de Asunción González, ya no existían, los palacios galpones del: cacique, sus
sirvientes, capitanes, templo de sus dioses e ídolos, choza de orfebrería y el de los nobles allegados, solo
en la parte alta del barranco (actual iglesia) la choza iglesia de paja, y otra del doctrinero visitador que
asistía tres días a la semana y unas veintena de casas pajizas, todas alrededor del espacio solar y plaza
del caserío, rodeado de grandes arboles de guanacastes, malinches en flor y un enorme ceibo tan barrigón
que casi era del ancho de una choza, todo el pequeño conglomerado hoy el centro político religioso
cristiano.
El Juez Preventivo visitante asignado, hizo tomar posesión al indio Silvestre González como alcalde de
vara, y a los otros miembros del Real Cabildo de San Sebastián. De la manera siguiente.
Yo Don. Cristóbal Martínez de la Puerta, en nombre del gobernador de la provincia de Nicaragua, Don.
José Antonio Lacayo de Briones, y con todas las ordenanzas de la audiencia de Gracias y el corregimiento
de Granada, nombro al indio, Silvestre González, alcalde de este cabildo, lo mismo que a sus regidores,
alférez, tenientes y mayordomo adjunto a la cofradía de San Sebastián.
Silvestre un indio de baja estatura, músculos duramen de palanco, piel color cobrizo oscuro de quebracho,
de pie aparentaba estar mas erguido y sentirse el señor de los indios.
Silvestre se sentía el jefe, por herencia ancestral del ayer y la autoridad encomendada e impuesta por
gobernatura de a caballo y espada.
El caudillaje impuesto era aceptado como el poder doblegado en sumisión a lo dispuesto por los
acacicados conquistadores, obligando al alcalde indio y su cabildo, cumplir las tareas esclavizantes para:
atender las necesidades de la iglesia y su doctrinero, limpieza de los senderos vecinales, realización de
rondas a senderos de calles incipientes entre barrancos y quebradas, exigir a los indios la siembra de
tierras y obligación de hacerlas producir, elaboración de sal, hilar y teñir en los laborìos. El no cumplimiento
de estas ordenanzas o de cualquier otro requerimiento era castigado con el azote o el aprisionante encierro
del cepo por varios días, pero aún así era el poder que entristecía y obedecían la poca indiada de
Diriamba, en la añoranza de sentirse mandados por uno de ellos mismos.
El santito de San Sebastián, seguía aconteciendo veneración de los indios, pretendiendo complementar su
religiosidad pérdida en el devenir de antiguos mitotes de bailes y cantos acompañantes del retumbar de
arcaicos tambores y pitos, juntando lo ancestral de las costumbres con las celebraciones de la nueva
doctrina cristiana, todavía no muy convencidos de lo nuevo. Difícilmente podía asentarse el desarraigo de
identidad pretérita e incomprensible y borrar creencias y dioses de sus antepasados, de alguna u otra
forma persistía.
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Continuaban visitando el santuario ceremonial de Gûiste, (esquina lugar serpentina de las culebras,
Quetzacoatl o Kukulkan – lugar del río de las espinas) denominado sitio de Natividad, tierra de indios.
Donde no debía entrar ningún español o ladino, ¡que reducida y egregia rebeldía!, en el único refugio o
reducto indígena no dado ni establecido en los otros pueblos.
El padre doctrinero, Fray. Pedro de Avellaneda, ese día habló con el cabildo en pleno, mis amados siervos
de Dios, y de San Sebastián, dos tareas comprometemos hoy, como testigo Don. Cristóbal, reconstruir la
iglesia choza, y mejorar la administración de los bienes de la cofradía, en devoción a una nueva imagen a
tamaño normal en bulto de San Sebastián, para su devoción y fiestas.
Eran los años de los santos aparecidos misteriosamente como bajados del cielo o del contar donde fueron
encontrados, caminos, barrancos, peñas, árboles, de los muchos pueblos de esta provincia de Nicaragua,
las leyendas relatadas por indios y sacerdotes se amisteriosaban, con cuentos e historias de esas que se
daban por ciertas llenas de toda seriedad, arropadas en el ¡yo la vi! ¡.por esta que es cierto! ¡Que me
trague la tierra si es mentira! ¡Apareció en un camino! ¡Dentro de una caja que pesaba mucho! La imagen
del señor de Esquipulas, de la Trinidad, las tres Divinas Personas, la virgen, y diversas imaginerías de
santos cristianos en muchos sitios, tempraneros de amaneceres de indios moradores, aumentando las
leyendas de milagrosidad en momentos y ante desastres, hechos calamitosos, pestes, guerras, erupciones,
etc.
Diriamba no podía quedar fuera de las creencias, devociones de símiles religiosos y santos patronos de
pueblos. Fray. Pedro de Avellaneda, tenía el dinero sumado de limosnas y ventas de lo producido en los
terrenos vecinales y el sitio de Natividad. Hizo el pedido en arreglo con el vicario de Granada.
Con la autorización del obispo diocesano de la provincia de Nicaragua, Dr. Domingo Antonio Zattarain, en
coordinación con las autoridades de gobernación para su debida compra y traslado, se ordenaron hacer
las esculturas de San Sebastián y Santiago, a los talleres de Don. Quillo Camargo de Catana en la Antigua
Guatemala.
Por los años 1748 un galeón mercante de cuatro palos, cargó en el puerto de champerico dos cajas
alargadas de madera, procedentes de la Antigua, enrumbando sus velas al puerto del Realejo de
Nicaragua. Este viaje dilató mas de quince días en llegar a las costas del pacifico de Diriamba, por su
atraque previo en el real estero y puerto de la posesión, de antemano estaba decidido hacer el descargue
de las cajas de los santos en segunda fondeada en puerto de mar abierto cercano a Casares, ya la
sedimentación del estero de la boquita no le permitía entrar hasta la costa. En dos lanchas grandes
depositaron tan importante carga de los santos, que bajaron a hombros los marineros en la madrugada de
ese día en una playa solitaria, sobre promontorio de rocas fuera del alcance de la pleamar en la llamada
piedra de ámbar.
Fray. Pedro de Avellaneda, conociendo el arribo a estas costas de la preciosos embalajes, a unos quince
días antes de la salida de puerto de la capitanía de Guatemala, mandó en forma discreta a dos indios de su
entera confianza, bien doctrinados especie de sacristanes sirvientes a recibir la encomienda, con carta en
manos, firma y sello de la capellanía de Masatepe, y que inmediatamente visto el arribo y descargue, uno
de los indios atalayeros viajara a caballo a comunicarle de manera prudente el arribo de las cajas y que el
otro indio se quedara a cuidarlas y protegerlas.
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Una carreta estaba lista en Tepano, muy cerca del lugar, desde dos meses antes, con dos bueyes mansos
traídos de Natividad. Al aviso rápido Fray Avellaneda, el alcalde indígena Silvestre González y el indio del
mensaje, Inmediatamente partieron a caballo, por suerte no eran los tiempos en que estaba prohibido a los
indios montar a caballo ya no existían las tales ordenanzas a cumplir, ahora podían cabalgar caciques e
indios.
El alígero sobre quebradas y breñales en trotes muy apurados asombraba a los pocos indios del camino de
las chozas de Apompoà y Tepano.
Un indio preguntó al grito ¿Adonde va padre? ¡Voy al mar me han avisado que aparecieron dos cajas que
contienen dos santos, que a media noche repicaron campanas sobre la mar embravecida! de olas
hamaqueadas en su en ir y regresar de embutir las rocas a manera de sonidos tamboriles acompañaban
los bronces de la catedral marina. El indio acompañante escuchaba y creía a pie juntillas todo lo que decía
el fraile, el indio también repetía lo mismo. ¡Apareció San Sebastián en la costa del mar!
El alcalde indígena Silvestre González, decía también a fe cierta ¡apareció el santito en grande, en las
costas del mar! ¡Apareció San Sebastián!
Al pasar por Tepano el padre mandó a Silvestre, enyuntar los bueyes y traer la carreta a la costa, tenemos
que llevar los dos santos a Diriamba, esta bien padre lo sigo a lo inmediato voy detrás de usted. Había
agrupación de indígenas. El desembarco se dio en la madrugada nadie observó, solo los indios
encomendados que de noche prendían dos fogatas juntas, era la señal para el descargue.
Por el atardecer el sol poniente vislumbraba la retirada de rayos de oro del atardecer en costas y días en
repliegues de noches de costas y mares. Abrió las cajas el padre Avellaneda se persignó, alabado sea
Dios, Señor de todos los Cristianos, su apóstol Santiago, y su santo mártir San Sebastián.
El manto del día se escapaba en el telón de penumbras del día que antecedió, mientras llegaba Silvestre
con la carreta, el padre y los lugareños pusieron a mejor resguardo las cajas.
Llenándolas con piedras, por el temor que los vientos o animales las pudieran mover y causarles daños a
las imágenes, por consiguiente alcanzaron mas piedras en la caja que contenía el icono de San Sebastián,
porque era mas pequeña.
Dos días dilataron las carretas en su viaje santificado de nuevos Santos Patronos, aunque ya se veneraba
a San Sebastián desde hace mas de cien años atrás, una nueva imagen en grande del santito aflechado
admiraba mas a los indígenas con mayor creencia y devoción. Carretas y cajas atravesaron caminos
senderos, quebradas, barrancos y ríos, de nuevo la estupefacción de la indiada, a grito y tambores de
Tepano, Apompoà y Amayo. Resonaban los caminos, las voces en griterío, en saludo reverencial sonaban
los cielos. ¡San Sebastián apareció! ¡San Sebastián apareció! ¡Va para Diriamba! Carreta de ejes crujientes
ensebados, con yugo reverencial a pasos lentos transportaba la santificada carga acortando camino por la
quebrada del perro.
Algarabía de indios con su santo, despertada por el pleno real cabildo indígena, resonó el pequeño caserío
al tamm, tamm, tamm de tambores y el fii, fii, fii de la flauta chorotega, cantó el ocaso de los dioses de
piedra, el santo mártir aflechado llegó para quedarse.
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Era el atardecer, uno de los cajones se cargó y depositó en la choza iglesia, alumbraron los mechones
cuando resonaron otros tamboreros era el real cabildo indígena de Jinotepe que venia a traer su Santiago
Apóstol, enrumbaron por el camino de las zompoperas hacia Jinotepe, al correr de la noche, los mantos de
las estrellas cubrían la preciosa carga, llegando a la ermita del pueblo, al cargar la caja cuatro indios la
sintieron tan pesada con tembladeras de piernas, al observar el padre Avellaneda, siempre al cuidado que
la imagen no se dañara, dijo, pónganla en el suelo pesa mucho, ¿es que Santiago no quiere entrar?
Contestó un indio, revisaré la caja, en la oscuridad el fray percató que no era Santiago, mañana mismo la
regresaremos a Diriamba.
Traeremos a Santiago a Jinotepe. La figuración preparada y los aconteceres fortuitos de sencillos
moradores, acrecentado por el mundo creyente en la nueva fe, de las oraciones de conquistadores y lo
desconocido.
Coincidió con el mundo mágico y primitivo de aborígenes, creó el mito y con el correr de los años la
leyenda de la aparición ha quedado imborrable en esa imaginación dogmática donde la razón y la lógica no
responden a la realidad.
PRESENTACIÒN
CACIQUES Y CONQUISTADORES EN DIRIAMBA. Es un libro que nos ubica, y resume los orígenes del
devenir ancestral y centenario de este pueblo como también puede ser el de algún otro lugar de Nicaragua.
Transcurre en buena parte sustentado en la historia, tradición, mito y leyenda, en el mortero mezcla de la
documentación y la ficción.
Dando a conocer en forma simplificada algunos sucesos en los que se espacia nuestra identidad,
conociendo las procedencias de la raza indígena chorotega diriam y sus dioses de la Diriamba primitiva.
Hechos y costumbres indígenas de los antiguos Diriambas, sus mankemes, luchas en defensa de la patria
india y lamentablemente parte de la conquista y sometimiento colonial en estos lugares.
Espero sea amena la relación narrativa de las acciones contadas, basada en alguna medida en hechos
históricos y las ideas imaginadas.
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