domingo xxxiii t. ordinario. ciclo a las lecturas las lecturas

Transcripción

domingo xxxiii t. ordinario. ciclo a las lecturas las lecturas
DOMINGO XXXIII
T. ORDINARIO. CICLO A
LAS LECTURAS
-Prov 31,10-13.19-20
-Sal 127
-1Tes 5,1-6
-Mt 25,14-30
Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y les dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó
cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. El que recibió cinco
talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En
cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió
el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos
y le presentó otros cinco, diciendo:
-Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa
al banquete de tu señor.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros
dos.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al
banquete de tu señor.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:
-Señor, sabías que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a
esconder tu talento bajo tierra. aquí tienes lo tuyo.
El señor le respondió:
-Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no
esparzo? Pues debías haber puesto el dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los
intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y lo sobrará; pero al que no
tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y
rechinar de dientes.
EL COMENTARIO DESDE NAZARET
"Señor, cinco talentos me dejaste"
La laboriosidad atenta y vigilante en espera de la manifestación gloriosa del Señor es el tema predominante en
la liturgia de este domingo, como lo era ya de los precedentes. "Estemos vigilantes y vivamos sobriamente"
(2ªlectura). Esta actitud de responsabilidad y compromiso viene puesta de relieve de manera singular en la llamada
parábola de los talentos.
La parábola contada por Jesús anuncia ante todo su próxima salida de este mundo con las consecuencias que
esto iba a suponer para sus discípulos: su ausencia pondrá entre las manos de sus seguidores la gran responsabilidad
de conservar y propagar los bienes del reino; de ahora en adelante les tocará a ellos continuar su obra, cada uno
según su capacidad.
Vistas así las cosas, la parábola no es una simple exhortación a cultivar las propias cualidades; existe en ella una
dimensión de fe y compromiso con el Reino que va más allá de las sabias recomendaciones de la pedagogía clásica,
para ponerle al creyente en trance de jugarse la vida como respuesta a la llamada que ha recibido.
El amo, al regresar de su largo viaje, alaba la fidelidad creativa de los dos primeros empleados que no sólo
conservan, sino que doblan lo que han recibido. Pero el punto de fuerza de la parábola se revela mayormente en
relación con el tercero de los empleados. La relación difícil, hecha de desconfianza y recelo, entre amo y siervo,
paraliza la generosidad de éste y le lleva a tomar las medidas para conservar lo recibido más que a actuar con la
libertad que pondrá en juego su talento y su persona.
Precisamente éste parece ser el centro de la parábola, el contraste entre quien acepta el reto de la fe que lleva a
acoger el don de Dios y responder con generosidad y quien prudentemente se cierra sobre sí mismo.
El evangelista interviene, como en las parábolas precedentes, para subrayar el aspecto escatológico. En primer
lugar coloca en ese ambiente una parábola que en Lucas ocupa otro lugar. Además aumenta notablemente la
cantidad que cada siervo recibe. En Lucas son "minas", medida que valía sesenta veces menos que el talento. Mateo
tiende así a hacer más comprometida la situación del siervo infiel. Por otra parte subraya con insistencia cómo el
amo "al cabo de mucho tiempo volvió y se puso a ajustar las cuentas" (v. 19). Las sentencias que da, tanto en sentido
positivo a los dos primeros siervos, como en sentido negativo al último, son definitivas e inapelables. Es interesante
notar la expresión "al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará" que aquí es usada de forma personalizada
para condenar al tercer siervo. El propio Mateo y los otros evangelistas la usan también para hablar de los bienes del
Reino, dados a quien ha creído en el evangelio y "quitados" a quien lo rechaza (Cf Mt 13,12).
El hombre y la mujer
La primera lectura y el salmo responsorial nos presentan respectivamente la figura de la mujer fuerte y
laboriosa y la del hombre honrado que teme al Señor.
Meditando el evangelio desde Nazaret, podemos ver a contraluz las siluetas de María y de José. Ellos fueron
"buenos administradores" de la gracia recibida porque supieron poner en juego toda su persona en la respuesta
inicial a la llamada de Dios y porque día a día fueron viviendo en fidelidad.
Tres son los rasgos que el poema del libro de los proverbios celebra en la mujer perfecta, que es presentada al
final de ese libro como la personificación misma de la sabiduría. Se pone de relieve en primer lugar la laboriosidad, el
amor al trabajo. La mujer perfecta es, ante todo, "hacendosa". Viene en segundo lugar la amabilidad, que se expresa
en relación con los de su casa, marido, hijos y criados, y con los de afuera. Esa cualidad le merece la confianza de
todos. Finalmente se revela cuál es la fuente secreta de todas esas cualidades y la fuerza interior de donde mana su
actividad: es el temor de Dios. Frente a esa motivación profunda, las demás cosas son fugaces y, a veces, hasta
pueden ser engañosas.
En el contexto litúrgico de hoy evidentemente la "mujer perfecta" se alinea con los dos primeros siervos de la
parábola, pues como ellos, sabe hacer rendir al máximo cuanto se le ha confiado. El evangelio hace hincapié en el
momento final en que el amo se presenta para pedir cuentas, en realidad, la fidelidad dispone ya desde el presente
con el testimonio de la propia conciencia. Ningún juez más severo que lo que nosotros mismos hacemos. "Que sus
obras la alaben en la plaza" (Prov 31,31).
En el salmo responsorial tenemos la figura del hombre que teme al Señor. En el cuadro familiar que describe
destaca sin duda la figura del padre y marido. Su felicidad y la de su casa se cifran ante todo en la fe y práctica
religiosa. El temor de Dios expresa esa profunda actitud de piedad que se vive en el diario cumplimiento de la
voluntad de Dios, en el "seguir sus caminos". El trabajo viene presentado como medio de subsistencia y no aparece
el sentido de castigo por el pecado que tiene en el primer libro de la Biblia. La bendición del Señor, que proporciona
la felicidad, se vive en la intimidad familiar con una esposa fecunda y la numerosa prole en torno a la mesa. Las
imágenes del olivo y de la vid, tomadas del mundo agrícola de la Biblia, son la mejor expresión de la paz, serenidad y
crecimiento que se vive en una familia unida. Revelan al mismo tiempo la situación más íntima de las personas y
ponen la base de una paz y prosperidad duraderas para todo el pueblo. "Paz a Israel" es el saludo litúrgico que sirve
de conclusión a este salmo, que se cantaba en las procesiones de los israelitas al templo de Jerusalén.
La familia de Nazaret vivió día a día los valores más altos de honradez y fidelidad encarnando el ideal de toda
familia hebrea creyente y abierta a los bienes del Reino que con Jesús llevaba en su seno.
Te bendecimos, Padre, que has creado el mundo
y lo has puesto entre las manos del hombre
para que lo guarde y lo cultive.
Te bendecimos porque en la plenitud de los tiempos
Jesús puso en las manos de sus discípulos
la responsabilidad de hacer crecer la semilla
que con su vida y con su muerte había plantado.
Danos tu Espíritu Santo
que nos mantenga en una fidelidad constante
a lo que nos diste cuando nos llamaste a la fe
y a lo que nos das cada día
para podernos presentar ante ti
con el fruto de tus dones.
Buenos administradores
La dimensión escatológica de la vida cristiana, puesta ya de relieve en el domingo precedente, es acentuada y
desarrollada en esta anteúltima etapa del año litúrgico. Ante la vuelta del Señor que la parábola evangélica escenifica
de manera tan eficaz, aparece la exigencia de saber administrar los dones que hemos recibido, como siervos buenos
y fieles. La invitación a ser buenos administradores cobra toda su urgencia si consideramos de una parte la cantidad
inmensa de dones que hemos recibido y de otra la posibilidad de perderlo todo, de quedarnos sin nada. Digamos, sin
embargo, que la urgencia mayor, la que más estimula nuestra responsabilidad es la relación personal de amor con
quien nos lo ha dado todo y un día nos lo pedirá todo.
Ya en el plano de la naturaleza es mucho lo que todo viviente ha recibido. Cada persona debe sentirse deudora
de toda la acumulación de amor que ha posibilitado su existencia. Si además consideramos el don de la filiación
divina con los otros dones sobrenaturales que se nos han dado en el bautismo, la cuenta de nuestra deuda aumenta
sobremanera. En realidad los dos o los cinco talentos se quedan aún cortos para describir todo lo que el Señor nos ha
dejado como regalo.
El otro acicate para estimular nuestra buena administración es la posibilidad de perderlo todo. Es difícil admitir
esto a quien se siente en posesión absoluta de todo lo que tiene; a quien se apoya en sus cálculos y capacidades; en
definitiva, a quien no se siente administrador, sino amo. Y, sin embargo, tanto en el plano de la naturaleza como en
el de la gracia, existen personas frustradas, gente que no produce nada ni para sí mismo ni para los demás, que ni
siquiera sabe conservar lo poco que tenía...
La solución evangélica es que hay que arriesgar, que no vale agarrarse egoístamente a lo que se cree tener. Pero
para dar ese salto que supone la fe, hay que confiar en alguien. Podemos suponer que lo que paralizó al siervo
"negligente y holgazán" fue el concepto negativo que tenía de su amo y la desconfianza que sentía hacia él. Sólo el
"temor del Señor", el verdadero temor que no mete miedo porque esta hecho de adoración y de amor, es capaz de
poner en marcha todas las energías en la vida del cristiano.
H. TEODORO BERZAL. FSF.

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