XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 16 de

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XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 16 de
 XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 16 de noviembre de 2014 El evangelio que hemos proclamado viene a ser el "prólogo" del que escucharemos la semana que viene, en la solemnidad de Jesucristo Rey del universo; festividad con la que finalizaremos el año litúrgico. Cerramos, así, un ciclo en el que hemos ido avanzando en nuestra fe de la mano del evangelista Mateo y comenzamos uno nuevo siguiendo el itinerario del evangelista Marcos. En este contexto, de cierre y apertura del año litúrgico, la parábola de los talentos nos sugiere echar la vista atrás y revisar cómo ha ido nuestro "curso". No a nivel académico, laboral o de otras actividades, sino, más global y, a la vez, profundo: nuestro "curso de fe". LOS TALENTOS RECIBIDOS En este sentido, bien podríamos pensar en todos los talentos que hemos recibido de Dios. Talentos son aquellos bienes, circunstancias, personas, situaciones, oportunidades en las que, siendo buenas o malas, agradables o difíciles, Dios ha podido salir ganando. No pensemos, por tanto, que los talentos son solo las cualidades o los dones recibidos, no. Talento puede ser cualquier acontecimiento que haga aumentar la "productividad" del Reino de Dios. ¿Situaciones difíciles o dolorosas? También lo son, pues en ellas Dios ha podido mostrarse cercano y nuestro testimonio creíble ¿Ha sido así? Por ello, la primera "pregunta" en esta revisión del curso bien podría ser: ¿Qué considero como talento? ¿solo lo bueno y agradable? ¿solo lo que me reporta algún bien directamente? Ensanchemos la mirada más allá de nuestro beneficio y veamos cuando, a pesar de éste, Dios puede salir beneficiado. . ¿UN DIOS EXIGENTE? Algo que no muchas veces solemos tener en mente es que tenemos un Dios exigente. Sí. Quizá no nos gusta coger el evangelio por ahí, pero es una constante en la Escritura. Nuestro Dios, aunque gratuito e incondicional en su amor, no deja de reclamar lo que le corresponde. Que no encuentre su reclamación no significa que nos retire lo dado, pero tampoco que no lo pueda exigir. Dios siempre pide lo suyo, precisamente porque le pertenece. En nuestro caso, los talentos recibidos son suyos y nosotros, como los empleados de la parábola, también. Así, exigir productividad en lo recibido no es otra cosa que examinar nuestra fidelidad. Si consideramos que Dios nos tiene a su cargo, si somos conscientes de que nos confía sus cosas (Jesús hasta comparte su misión con nosotros), si de Él incluso decimos que hemos recibido una vocación, cómo nos podemos extrañar de que Dios nos pregunte cómo nos va con sus cosas, o de hasta qué punto hemos sido fieles con el encargo recibido. La segunda "pregunta" en este examen bien podría ser: ¿soy consciente de que a Dios le debo algo? ¿Soy consciente él, en cualquier momento, me puede reclamar lo suyo? UN FINAL ENIGMÁTICO No podría, en conciencia, acabar estas palabras sin tratar de entender y asimilar el final del evangelio; especialmente duro para nuestros oídos o para nuestra imagen de Dios. A todos nos rechina eso de «al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene». Esto, lejos de reflejar a un Dios que hunde, todavía más, al hundido o empobrece, todavía más, al pobre, quiere provocar una reacción en nuestra manera de vivir la fe. Quien tiene una fe que fructifica en obras de misericordia, de solidaridad, de comunión, recibirá mucho más, porque los frutos de la fe, la fecundan y la hacen crecer. En cambio, quien recibió el don de la fe y no se preocupó de hacerlo fructificar en todos los ámbitos de la vida, tendrá como consecuencia una fe muerta y estéril. Es decir se quedará sin ella. Por tanto, no echemos "balones fuera" porque "la pelota está en nuestro tejado" y solo nosotros podemos responder esta revisión de vida. Con todo, todavía estamos a tiempo (con Dios siempre): de nosotros depende ser unos empleados fieles, que dan el ciento por uno y ponen en circulación los bienes recibidos, haciéndolos aumentar, o ser unos empleados negligentes que no cuiden y hagan fructificar la confianza recibida. no perdamos el tiempo ni la oportunidad. Santiago García Mourelo