EL ÚLTIMO TOQUE ESPAÑA VA BIEN Y

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EL ÚLTIMO TOQUE ESPAÑA VA BIEN Y
EL ÚLTIMO TOQUE
ESPAÑA VA BIEN Y CATALUNYA VA MEJOR
Por Mariano Guindal
Como reza en el acervo popular "casa donde no hay harina todo se vuelve
tremolina", que viene a significar que la pobreza sólo acarrea discusiones,
enfrentamientos y conflictos. Eso es lo que ha pasado en España en general,
y en Catalunya en particular. Cuando los gobiernos se vieron forzados a
implantar un drástico plan de austeridad todo fueron mohína y protestas.
Surgió el 15-J, la "Spanish revolution", "el que se vayan todos". En el
Principado los indignados se convirtieron en independentistas en la
creencia de que así evitarían la crisis. Al Gobierno de Artur Más no le quedó
más remedio que envolverse en la senyera y ponerse al frente de la
manifestación.
Pero ahora la situación ha cambiado: España va bien y Catalunya va mejor.
La economía crece a un ritmo anual del 2% y es probable que se creen cerca
de 300.000 empleos de los que casi la mitad serán catalanes. Nada que ver
con aquellos días en que el PIB caía en picado llevándose por delante
millones de empleos. Ha desaparecido el miedo, se ha recuperado la
confianza de los inversores, el déficit público está controlado, la bolsa sube
y los sacrificios ya no son necesarios. Al contrario, hay que olvidarse de la
austeridad, bajar impuestos, subir salarios e impulsar el crédito. Y todo esto
se pondría en peligro si Catalunya se sitúa a fuera de la ley.
No solo lo sabe Artur Mas sino toda la sociedad catalana, que una vez más
antepone el seny al arrebato. Así lo ponen de manifiesto los estudios
sociológicos, solo una minoría parece estar dispuesta a declararse en
rebeldía civil como reclama el líder de ERC, Oriol Junquera.
El empresariado catalán es consciente de que estamos en una magnífica
situación para aprovechar las medidas anunciadas por Mario Draghi. La
depreciación del euro y el restablecimiento del crédito, más pronto que
tarde acabarán por poner en marcha la locomotora europea. Y ese será el
momento de subirse al tren del crecimiento, para lo cual es necesario no
seguir enzarzados en un debate sobre si son galgos o son podencos. Es
mucho lo que está en juego para no aprovechar la oportunidad de afianzar
la recuperación económica.
Es cierto que existe un riesgo geopolítico que pueden dar al traste con este
optimismo. Uno de esos peligros es que Catalunya se sitúe fuera de la ley.
Por eso no va a pasar. No parece lógico que un partido como CIU, que
durante los últimos cuarenta años ha sido el garante de la estabilidad
económica y política de España, se vaya a tirar al monte. Los sondeos de
opinión son elocuentes: solo una cuarta parte de los catalanes se muestran
favorables a celebrar el referéndum en contra del Tribunal Constitucional.
Por tanto lo razonable es que cuando el Parlament apruebe la Ley de
Consultas, lo que ocurrirá previsiblemente en los próximos días, el Gobierno
central la recurra ante el TC, tal y como ha anunciado Mariano Rajoy. Se
calcula que a finales de septiembre el alto tribunal decidirá suspender
cautelarmente el referéndum soberanista hasta que adopte una decisión
en firme sobre el fondo del asunto. Ese será el día después y no el 9 de
noviembre como se está diciendo.
En los primeros días de octubre previsiblemente el President convocará a
los partidos que apoyaron la ley de consultas para preguntarles su opinión:
Unió, PSC e IC le dirán que respete la legalidad, mientras que ERC y la CUP
le pedirán que saque las urnas a la calle. Ante la división de opiniones, Mas
se saldrá por la tangente: convocar unas elecciones plebiscitarias. Para ello
tiene un plazo mínimo de 54 días, por lo que los catalanes podrían estar
votando a finales de noviembre, aunque a la Generalitat le gustaría
retrasarlo lo máximo posible. De estos comicios saldría un gobierno de
coalición, cuyo objetivo sería negociar con el Gobierno central una solución
a la cuestión catalana. Pero eso ya será en la próxima Legislatura y antes
hay que repartir de nuevo las cartas.
La Vanguardia, 14 de septiembre de 2014