El costo de la guerra
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El costo de la guerra
El costo de la guerra Dr. Ala Alwan, Director Regional de la OMS para el Mediterráneo Oriental Comentario 6 de noviembre de 2015 Antes de estallar el conflicto actual, las tasas de inmunización de Siria figuraban entre las más altas de la Región del Mediterráneo Oriental. Más del 90% de la población infantil estaba vacunada contra enfermedades como el sarampión y la poliomielitis, remontándose el último caso de parálisis por esta enfermedad al decenio de 1990. El pasado año, sin embargo, Siria presenció la reaparición de casos de sarampión y tos ferina. En 2013, el país registró un brote de poliomielitis, que causó parálisis en 35 niños y se propagó al Iraq. Para contenerlo, hubo que vacunar en 8 países a más de 25 millones de niños, muchos de los cuales vivían en zonas de conflicto. La reaparición de estas enfermedades puede achacarse principalmente a la guerra. Desde el inicio de los combates en Siria, hace ahora casi 5 años, la mitad de los trabajadores sanitarios han abandonado el país para instalarse en zonas más seguras; los medicamentos y los suministros médicos escasean; y muchos centros de salud han acabado sumidos en un estado de grave deterioro. Debido a todo ello, muchos niños han quedado sin inmunizar. En los estados de emergencia, la salud pública afronta una grave amenaza: la reaparición de enfermedades De los 22 países que integran la Región del Mediterráneo Oriental de la OMS, cerca de la mitad se encuentran en un estado de emergencia agudo o prolongado. El riesgo de contraer enfermedades se multiplica para las personas que viven en zonas que la violencia y la falta de seguridad han vuelto inaccesibles. El problema se ha visto agravado por el hecho de que unos 20 millones de personas de la región afectada han huido de las zonas de conflicto en busca de lugares más seguros. Muchos han cruzado la frontera para buscar una vida mejor en los países vecinos. A consecuencia de todo ello, la población de refugiados se ha duplicado en Jordania en los últimos años; en el Líbano incluso se ha triplicado, llegando a equivaler actualmente a casi un 30% de la población total del país. Estos aumentos demográficos han impuesto una enorme presión sobre los distintos sistemas nacionales, pues implican un incremento exponencial de la demanda de servicios de salud, educación, abastecimiento de agua y saneamiento. Las bajas tasas de inmunización que prevalecen entre quienes viven en las zonas de conflicto, o huyen de estas, ponen en peligro la vida de los habitantes del conjunto de la región. El reciente brote de poliomielitis en Siria hizo que la enfermedad reapareciera también en el Iraq, que llevaba 14 años sin registrar ningún caso. En 2013 Jordania, a punto de anunciar la erradicación del sarampión, sufrió un nuevo brote epidémico que se atribuyó a la llegada de refugiados sirios. Cuando los sistemas de salud son deficientes, las crisis se prolongan La estabilización de los riesgos sanitarios en las zonas en crisis exige un apoyo sostenible. Las emergencias no tienen por qué entrañar el colapso de los sistemas de salud. Es más, si estos cuentan con una sólida estructura, no solo deberían ser capaces de mantenerse en pie sino también de seguir funcionando eficazmente, incluso en momentos de extrema urgencia. Ahora bien, si no se hace nada para impedir que los sistemas de salud se derrumben, la aparición de virus y brotes epidémicos está más que asegurada. Las emergencias no saben de fronteras. Cuando se demoran los fondos para combatirlas, o se incumplen las promesas de financiación, ello repercute en la salud de la población, sea cual sea la región afectada. Los déficits de financiación lastran el buen funcionamiento de los servicios de atención sanitaria En estos momentos, el Iraq afronta una grave crisis humanitaria: en cinco prefecturas importantes, al menos 14 grandes hospitales y más de 160 establecimientos de atención primaria llevan sin funcionar desde el mes de julio, dejando a millones de personas sin acceso a tratamientos vitales. Pese a los reiterados llamamientos de ayuda, las organizaciones internacionales y nacionales que prestan apoyo directo a los sistemas de salud solo han recibido unos US$ 16 millones de los US$ 60 millones requeridos para el plan de respuesta humanitaria inicial. En agosto el déficit de financiación estuvo a punto de provocar la suspensión del 84% de los programas y servicios de salud. Gracias a un plan de rescate a corto plazo promovido por el Gobierno de los Estados Unidos de América, la Unión Europea y las Naciones Unidas, se ha podido evitar, por ahora, que varios millones de personas quedaran sin acceso a algunos servicios de urgente necesidad, como los de atención traumatológica, suplementación nutricional, atención primaria, detección y gestión de brotes epidémicos, inmunización y salud reproductiva. Atención urgente para las comunidades vulnerables Ahora bien, en vista del brote actual de cólera en el Iraq y el aumento de los desplazamientos, es más importante que nunca apoyar los programas de acción sanitaria para asegurar la prestación de servicios de salud a las comunidades más vulnerables. A pesar de la creciente demanda de servicios de salud, los fondos recaudados para los programas de acción sanitaria centrados en esta región apenas cubren un 34% de la financiación requerida para el año en curso. Esto hace que las organizaciones humanitarias sean incapaces de satisfacer las necesidades de atención sanitaria, al tiempo que pone en peligro las funciones de salud pública y los servicios de salud existentes. En el Yemen, necesitan acceder a servicios sanitarios más de 15 millones de personas, de las cuales cerca de 5 millones viven en zonas inaccesibles para los dispensadores de atención de salud. Lo mismo ocurre con los habitantes de muchas zonas remotas de Siria y el Iraq. Los que viven en lugares alejados son los que mayores probabilidades tienen de quedar sin vacunar; por si eso fuera poco, en esas zonas es más difícil asegurar una detección temprana de los brotes epidémicos, que pueden pasar desapercibidos durante más tiempo y tener una propagación mayor. Es importante que los dirigentes mundiales reconozcan que estamos ante una situación sin precedentes que debe ser atendida con urgencia.