Iglesias y Capillas del Valle Central
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Iglesias y Capillas del Valle Central
A mi madre Iglesias y C a p i l l a s Va l l e C e n t r a l del Fotografías M AX D ONOSO Te x t o s M A G DA L E N A P E R E I R A C RISTIÁN H EINSEN Introducción I SABEL C RUZ Presentación H ERNÁN R ODRÍGUEZ Asistente Fotografía I G N AC I O D E L A C UA D R A Diseño H OMBO & Z EGERS Tr a d u c c i ó n I G L E S I A S Y C A P I L L A S M ARÍA T ERESA E SCOBAR D E L V A L L E C E N T R A L IN dic e PRESENTACIÓN5 INTRODUCCIÓN 9 LAS PALMAS DE LEYDA 20 SAN JERÓNIMO DE C ASABLANC A 26 ORREGO ARRIBA 34 LA C ANDELARIA DE ALGARROBO 40 SAN ANTONIO DE PADUA DE EL ALMENDRAL 46 SANTA ROSA DE VITERBO DE CURIMÓN52 SAN VICENTE FERRER DE LOS DOMINICOS58 LO FONTECILLA 64 SAN FRANCISCO72 LO ARC AYA DE PIRQUE78 SAN MIGUEL DE RANGUE 84 C ALERA DE TANGO 90 LA COMPAÑÍA 98 BENEDECTINAS DE RENGO 104 PENC AHUE 110 LA ESTAC ADA DE GUAC ARHUE 116 LA JAVIERANA DE ROMA 122 SAN ROBERTO DE ALMAHUE 128 SANTA AMELIA DE ALMAHUE 134 C ALLEUQUE 140 SAN JOSÉ DEL C ARMEN DE EL HUIQUE 146 LA TORINA DE PICHIDEGUA 154 MALLERMO 160 PUMANQUE 166 SAN ANDRÉS DE CIRUELOS 172 PERALILLO 178 SAN PEDRO DE ALCÁNTARA 184 BIBLIOGRAFÍA 190 AGRADECIMIENTOS 212 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L P RESENTACION “En verdad, el triunfo más perdurable de la fotografía ha sido su aptitud para descubrir belleza en lo humilde, lo frágil, lo perecedero”. (Susan Sontag) Iglesias y Capillas del Valle Central nos permite ver la belleza que existe en su arquitectura, en la intimidad de su espacio interior, y en el paisaje en el que están insertas. En un recorrido breve, que se inicia al norte en el valle de Aconcagua y concluye en el del Tinguiririca, al sur, hace de cada templo una revelación, independiente de que los conozcamos o no. Son 27 asombros de imágenes e historia, con orígenes y dependencias diversos. Cuatro surgieron como sedes parroquiales en los siglos XVIII y XIX, en las localidades de Algarrobo, Pichidegua, Pumanque y Ciruelos. Siete derivan de fundaciones conventuales a partir del XVI, como los franciscanos en Santiago, en San Pedro de Alcántara y en Curimón; los jesuítas en Calera de Tango y en La Compañía; y los dominicos en Apoquindo. Dieciséis, los más, son expresión de fe de propietarios en haciendas o chacras de antiguo origen. Algunos son pequeños oratorios para la familia, como los de Leyda, Lo Orrego, Lo Fontecilla, Roma, Peralillo y Mallermo. Otros son espaciosas capillas abiertas a la devoción pública, como las de San Jerónimo, Lo Arcaya, Rangue, Apaltas de Rengo, Pencahue, La Estacada, San Roberto y Santa Amelia de Almahue, Calleuque y El Huique. Las imágenes de Iglesias y Capillas del Valle Central permiten trazar sutiles relaciones con antecedentes o historiales previos. El más obvio es con la fotografía. Con la obra de autores como Garreaud, Leblanc o Heffer que iniciaron tempranamente en Chile la modalidad de mostrar vistas y paisajes, rescatando realidades que si bien ya existían, se hicieron reconocibles para el público a través de sus cámaras. Realidades que siguieron descubriéndose en las fotografías de Gertsmann, Cori o Hochhausler, que se exhibieron como obras de arte en los Salones Oficiales de la primera mitad del siglo XX. Hay también cierta afinidad de tema, composición y colorido entre las fotografías del libro y las obras que crearon algunos pintores de la llamada Generación del 13, como Agustín Abarca, Alfredo Lobos o Arturo Gordon. En la intimidad de las capillas y en los paisajes, sobre todo, la cámara del fotógrafo trabaja como la paleta de un pintor. Desde el punto de vista de las iglesias elegidas, ellas no están lejos de la mirada selectiva que dio Roberto Dávila a nuestra arquitectura tradicional, y que plasmó en minuciosos y expresivos dibujos con los que ilustró su libro La Portada, en 1927. Finalmente, puede encontrarse alguna relación entre la espiritualidad que surge de los templos retratados, con aquella que buscaron los escritores y poetas que pertenecieron al grupo de Los Diez, especialmente con uno de sus integrantes más destacados, Pedro Prado, quien habría reconocido en este libro muchos de los paisajes que sobrevoló su personaje Alsino. Hay proximidad de espíritu y sensibilidad afín con muchos creadores de 1900 que hicieron de la belleza y la identidad una misma búsqueda. Iglesias y Capillas del Valle Central representa una continuidad con ellos, en un soporte y expresión que son propios del siglo XXI donde la fotografía, más que reproducir la realidad, la recicla con una vitalidad nueva. Las imágenes de Max Donoso y los textos de Magdalena Pereira y Cristián Heinsen, apelan a la emoción. Su revelación de belleza nos hace comprender el patrimonio cultural de Chile, sencillo, único e irremplazable. Permanente, como la fe que construyó iglesias y capillas y las mantiene vivas, como debe ser nuestro compromiso de conservarlo. Santiago, Noviembre de 2005 Hernán Rodríguez Villegas Gerente de Cultura Fundación Andes I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L I NTRODUCCIÓN VaLLE CeNTRAL Y MUNDO CAMPESINO: U n R E COR R I D O por Isabel Cruz de Amenábar Dr. en Historia del Ar te Profesora del Instituto de Historia Pontificia Universidad Católica de Chile. con la colaboración de Eduardo Carrasco. Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Por los antiguos caminos rurales, entre polvo y arboledas, cruzando acequias y potreros, se llega al centro mismo de la tierra chilena, al núcleo originario de su identidad. Disuelta en las nieblas matinales la ardiente resolana del verano, la dulzura del otoño llama a recorrer el campo en busca de su historia, al encuentro de su feracidad. Entre los Andes y los cerros de la costa, desde el valle de Aconcagua hasta el Maule, se extiende un territorio de cultivos que es también de cultura. En su arraigo centenario, en su belleza y productividad vigentes, la tradición campesina aguarda; de ida, a la vuelta, en el recodo, en el rincón. Comparece y acoge, trecho a trecho, cara a cara, como experiencia sensorial en proximidad , en intimidad incluso, transmutada por el tiempo. Si el barro no se bate ya con la paja para armar el adobe, el arado rotura el terreno, ni el fuego calcina y purifica los troncos rotos y malezas antes de la siembra, el barro, la greda, la ceniza, son como la madera, la fruta, el vino y el cereal materias terrestres perdurables en su incesante renovación a través de los ciclos naturales y de la labor del hombre. Sustancias concretas y fuerzas físicas desplegadas no bastan, empero, para asegurar la vida de una cultura agraria. Cuando el ciclo de la naturaleza y la mano humana han convergido al unísono sin contradecirse ni destruirse, como ocurre aquí, es porque el corazón de los hombres que trabajan la tierra ha sido removido y sembrado y regado para que de frutos que trasciendan lo natural. Apenas visibles entre bosques, lomajes y jardines, cruzando la humana horizontal de techumbres y muros, torres y espadañas se elevan hacia la verticalidad divina. En las iglesias de pueblo en las capillas de fundo, la cruz ha puesto su signo de regeneración y el cristianismo su semilla de vino y pan. Acunado por la mole andina, madre mítica en el lenguaje de los pueblos originarios, fuente de agua y de metales, protegido por los cerros de la costa de los vientos y las nieblas, el valle central de Chile, se despliega longitudinalmente como un huerto cerrado1, bajo el cielo cálido y luminoso. Entre lomajes y cerros, bosques y cursos de agua el suelo llano ofrece su riqueza de materias orgánicas, su extraordinaria biodiversidad, que equipara esta zona a las mejores tierras del planeta, verdadero paraíso natural de las latitudes australes. En sus cartas al rey, Pedro de Valdivia, afianzada la conquista hasta la ciudad de su propio nombre, tras la fundación de la capital del Apóstol, alababa las cualidades de la tierra recién domeñada: …”después que las Indias se comenzaron a descubrir hasta hoy no se ha descubierto tal tierra a Vuestra Majestad; es más poblada que la Nueva España, muy sana, fertilísima, e apacible, de muy lindo temple… Es muy llana y lo que no lo es, unas costezuelas apacibles de mucha madera, muy linda…”2. Para el conquistador no hay mejor tierra en el mundo “para vivir y perpetuarse”. Y en un bello giro lingüístico transforma la radical simplicidad de las tareas agrícolas en poética: “ habíamos de comer del trabajo de nuestras manos, como en la primera edad, procuré de darme a sembrar… y todos cavábamos y arábamos y sembrábamos en su tiempo, estando siempre armados y ensillados de día…”3. I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 11 Los dos almudes de trigo y la media docena de cepas de vid y los caballos, las vacas y gallinas traídos desde el Perú, con el esfuerzo de los indios de servicio se multiplican, acercándose a la medida evangélica, hasta el 80 por uno, como decía el jesuita Felipe Gómez de Vidaurre en el siglo XVIII, al alabar la productividad de las tierras de Colchagua. La hacienda jesuita de Graneros es manifestación de esa fecundidad americana que había situado el Nuevo Mundo en el ámbito de la utopía y del mito. En sus recorridos y excursiones se internan los conquistadores en los bosques de los faldeos cordilleranos, en los robledales, penetran la espesura de quillayes, peumos y canelos; los llanos cubiertos de pastos, y espinos les dejan el paso libre; disfrutan a la orilla de los esteros del verdor de maitenes, y boldos, algarrobos y romerillos, viendo pastar los grupos de llamas y revolotear loicas, chincoles, torcazas y perdices. Descubren en las laderas sombrías de los cerros el perfume de boldos, litres, maitenes y culén y en los flancos quemados por el sol, las formas netas de chaguales, cactus columnares. En las quebradas costinas la humedad del Pacífico les brinda la sombra refrescante de peumos, bellotos, y arrayanes; petras y maquis, enredaderas y helechos impenetrables coronados por el penacho majestuoso de la reina de la flora, la jubea chilensis o palma chilena4. Han vadeado ríos de cauce pedregoso y aguas rápidas con su materia de arrastre ; más al sur, dulces cursos remansados que abrazan circundan ; atraviesan el surco que riega olorosos vergeles de arrayán y va a refrescar la tierra de los maizales. Abatidos están los sembrados y las hierbas al paso de sus cabalgaduras, crujen las ramas desgajadas. Pero hay vida humana en el gran valle, con mucha anterioridad, 11.000, 10.000 años atrás; y desde el 300 aC al 900 dC asentamientos estables dedicados a la agricultura y a la alfarería; a la caza y a la recolección que entregan a la posterioridad arqueológica5, su cerámica negra y café6. El área septentrional ha sustentado a la “Cultura Aconcagua” que más de medio millar de años después llevará a los arqueólogos a considerarla paradigmática del período agroalfarero tardío de Chile central. Jarros, escudillas, botellas aúnan al influjo de la cultura diaguita, motivos propios. Sobre un fondo anaranjado, el diseño del “trinacrio” en negro: en cada vasija el sistema de vida, la cosmovisión, una suma de conocimientos acumulados y estéticamente procesados; un símbolo de pertenencia que perdura7. Al sur del Maipo y el Cachapoal las vasijas prehispánicas cambian de color y de decoración. La superficie de escudillas y jarros aparece escalonada, cruzada, triangulada por sus decoraciones en rojo sobre base crema8. 12 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E La llamada expansión inca incorpora la zona al Reino del Sur del Imperio o Kolla Suyu, hacia 1460, en tiempos de Túpac Yupanqui, cuando se efectúa la primera incursión que llega hasta el valle de Coquimbo. Bajo Huaina Cápac su hijo, 25 años después, un ejército atraviesa el río Maule, y sufre una grave derrota que determina la frontera inca en la orilla norte del río9. Promaucaes llamaron los cronistas, Jerónimo de Bibar el primero, a esta superposición y mezcla de pueblos originarios, voz quechua que significa “los no conquistados”10. Los araucanos los nombraban como picunches, hombres del norte, en lengua mapuche (picun norte, che gente). Tras un primer momento de rechazo a su forma de vida; de tabú a sus costumbres, el español aprecia y aún adopta los cultivos, que estos hombres, transformados en “mano de obra” producen: el maíz el poroto pallar, las papas zapallos, calabazas, quínoa y mango, el madi y el ají. Aceptan la lana de llamas y alpacas aunque no su carne, así como tampoco la del guanaco; les permiten continuar con sus viviendas de forma cuadrada con quinchas revocadas y techos de totora o paja, los ranchos; se sirven de las pircas, con que rodean sus túmulos funerarios o “ancuviñas” para muros, deslindes de potreros y sitios; asimismo emplean sus utensilios domésticos de greda, los morteros de piedra local y sus textiles, los grandes paños rectangulares de lana que les habían servido ancestralmente de vestido y frazada, abrigo y cobija, los ponchos11. Los intercambios entre las culturas originarias y la cultura española –dominadas y dominantes inicialmente en la concepción de la antropología anglosajona- son incesantes y fructíferos en el área después de la conquista y a lo largo de los siglos hasta el XIX. Si se trasplanta al Nuevo Mundo la institucionalidad religiosa y política española de raíz cristiana, en la vida diaria los hombres de la tierra y los conquistadores convergen en un mestizaje que se expande desde el contacto del los cuerpos a las almas y que no es sólo racial sino religioso, lingüístico, constructivo, culinario, particularmente intenso en esta área de Chile, donde no se conservan rasgos de etnias aborígenes puras. “Chile fértil provincia” llamaba esta tierra el poeta Alonso de Ercilla en el verso sexto de la Araucana. Es el primer epíteto que utiliza para nombrar al país recientemente incorporado a la corona. Luego al hablar de sus pueblos originarios apunta “la gente que produce es tan granada…”, como si las metáforas de fecundidad fueran las primeras que acudiesen a su inspiración, alimentado su musa12. La agricultura hispana está aún en proyecto en esta área durante C E N T R A L el siglo XVI; los campos prometen, pero apenas están definidos, defendidos, por un par de ciudades: Santiago fundada en 1541, Chillán en 1580; entre ellas no hay casi huella de los habitantes nuevos. Piños de animales pastando en estado salvaje, caballos vacunos, mulas, ovejas y cabríos cumplen con la “actividad” agrícola. Dispersos en el paisaje, poblados indígenas, más bien caseríos: Copequén Peumo, Pichidegua, Rapel, Malloa, Nancagua, Ligueimo, Rauco, Gualemo, Teno. La “zona de paz”, es para los españoles en los primeros años, sólo de paso. Transitan por ella los soldados del ejercito del Reino hacia la frontera sur, los postillones del correo, los comerciantes, siguiendo el camino del Centro o Camino Real que corría al pie de la cordillera de la costa o por el camino Real Antiguo, próximo al litoral ; después el llamado camino de Frontera recorrió el país de nor te a su cruzando cordones montañosos y ríos mediante puentes y balsas; el Maipo, Cachapoal,Tinguiririca, Lontué y Maule. Los sistemas precolombinos permitían el aprovisionamiento de los viajeros en los tambos o depósitos indígenas ; así como el cruce de los ríos y cauces por medio de puentes colgantes, las maromas o criznejas. Se va y viene “de a caballo”, protagonista del proceso de la conquista, el nervioso animal andaluz de origen berberisco llevado por los moros a España en el siglo VIII, adoptado y adaptado a Chile hasta constituir un símbolo de mestizaje. Precariamente, en medio del campo, la Iglesia ha osado levantar sus conventos y capillas, como en el medioevo europeo, para esparcir la semilla de la fe. Cinco órdenes mendicantes masculinas, desarrollan una labor abnegada hasta defender la vida y los derechos de los indígenas del abuso de los encomenderos peninsulares y criollos. Desde Santiago donde primeramente se han establecido, órdenes, se expanden con sus fundaciones misionales: los franciscanos se establecen en Quillota, en el Monte; los mercedarios en el valle de Chimbarongo y en Rapel, donde se asientan también los dominicos los agustinos en la ribera del río Maule, en el valle de Longotoma y en el puerto de Valparaíso13; los jesuitas en Bucalemo y Quillota14. Asoladas y saqueadas las ciudades “de arriba”, las de más alta latitud sur -norte originario de Chile a partir del viaje de Magallanes en 1520, norte poético del poema Amereida, cuatro siglos después - Angol, La Imperial, Villarica, Valdivia, Osorno, Castro, Santa Cruz de Oñez, las miradas se invierten hacia el norte convencional y a esta zona llegan huyendo sus despavoridos vecinos. Para retenerlos en el Reino, el gobernador Alonso de Ribera les concede las tierras. Así se consolida la vocación agraria de Chile central, favorecida por la declinación de la actividad minera en esos años. Se inicia una nueva etapa en la historia de poblamiento y fe. La tierra se reparte se multiplica, se divide. En nombre del rey se otorgan las “mercedes de tierra” –chacras viñas o estancias- y las “encomiendas”, un cierto número de indígenas habitantes del lugar a cargo del propietario, para que trabajen par él con la obligación de evangelizarlos. Es el uso señorial del suelo de raíz feudal que difiere de los usos comunales de las ciudades y aldeas españolas de esa época15 y que deviene en una organización social patriarcal que incluye a esclavos negros y asalariados indígenas y mestizos, como fuerza laboral manejada por el hacendado desde la casa patronal16; el inquilinaje, corresponde en su desarrollo al siglo XVIII. Casas de haciendas, “casas patronales” o más comúnmente “las casas”, son el nuevo centro de la vida campesina. Conjunto de construcciones viviendas y edificios que dan habitación al antiguo encomendero y su gente; unidades autosuficientes que centralizaban la vida agrícola y el trabajo de la tierra. El sistema agrario del cortijo andaluz con viviendas aisladas sin formar pueblo o villa, modelo de organización y poblamiento de la hacienda chilena de los siglos XVI y XVII es favorecido por las costumbres indígenas: “no hacen sus casas juntas ni en forma de pueblo que de esto huyen en grande extremo –señala el padre Rosales- por temor a los hechiceros que dicen que estando juntos en pueblos los acaban más aprisa y asimismo los españoles los hallan más juntos para hacerles la guerra”17. Vivienda, bodegas, corrales, gallinero, molino, curtiembre patios, tapias huerto, arboledas y parrones se van sumando en el tiempo, ocupando la horizontal terrena y en torno a ellas los ranchos de los mestizos. Junto a la casa o formando parte de ella como oratorio, la capilla alhajada con retablos dorados cuadros, imágenes, platería ornamentos sagrados y muebles, irradia como activo centro de evangelización. A modo de ejemplos tempranos de mediados del siglo XVII están la capilla de la estancia de La Ligua de Alonso de Campofrío Carvajal18; o el oratorio de la casa de hacienda de Peñaflor de Pedro Lisperguer y Flores19. En los potreros de la hacienda, la ganadería se complementa con los sembrados en grandes áreas de rulo –trigo cebada pastos naturales para engorda- humedecidas por las lluvias, y cultivos intensivos –viñedos, frutales, hortalizas- regados por esteros y acequias20. La expansión de las haciendas y de la población agraria a mediados I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 13 del siglo XVII motiva al padre Ovalle a referir en su Histórica Relación: “son tantas que se puede dormir en ellas en poblado desde Concepción a Coquimbo”21. Viene el auge de la producción y ésta a su vez, se funda y origina la apertura del mercado exportador al Perú para los cereales, trigo en su mayor monto, harina, carne, sebo, charqui, frutos secos chilenos, equinos para el trabajo de las minas de Potosí, que permite pagar la importación de ropa y mercadería elaborada. Por su parte, el proceso se liga a la constitución de la gran propiedad rural, tanto civil –que se afianza y perpetúa por medio del mayorazgo- como religiosa. El trono y el altar presiden conjuntamente la incorporación de Chile central a la productividad espiritual y material. Transformadas a su vez en propietarias rurales –por medio de donaciones y legados- las órdenes religiosas edifican conventos iglesias y capillas que son santuarios, centros de educación y devoción de trabajadores, peones e inquilinos. Han adquirido estas propiedades o fundos por concepto de compra o más comúnmente por donaciones o legados, cuyos productos sirven para el abasto de sus casas urbanas; los jesuitas se obtienen carnes, textiles y objetos manufacturados en su propiedad en Calera de Tango; la hacienda de Peñalolén surte el monasterio de Clarisas de Antigua fundación de carne de carnero, legumbres y cecinas elaboradas ahí mismo, y de leche para su manjar blanco. “La parroquia de Chile” era una sola en la jurisdicción eclesiástica hasta 1544, año de fundación de La Serena. Dependiente del obispado de Cuzco hasta 1555, después lo fue del de Charcas o Chuquisaca hasta que a finales del siglo XVI Santiago es erigido en obispado. Sus provincias o corregimientos, con sus correspondientes curatos variables en número, son : Aconcagua, Quillota, Valparaíso, Melipilla, Rancagua, Colchagua, Maule22. El pastoreo de las almas -hoy pastoral rural - se asienta en tres instituciones: la Parroquia Indiana, versión trasplantada de la parroquia española que se relaciona exclusivamente con la sociedad hispana; la Doctrina o Parroquia de Indios, institución característica de las tierras occidentales y orientales del Imperio español, abocada a la evangelización de las poblaciones de habitantes originarios reducidos a la vida en común por los conquistadores y misioneros; de ella dependían las chacras, estancias y haciendas que quedaban dentro de su jurisdicción –incluso una de las condiciones del otorgamiento de la encomienda era la evangelización23-; y la Conversión o Misión donde la población a la que se le entregaba la fe no eran estable; los indígenas quedaban sujetos al gobierno de las obispos o del Real Patronato aunque exentos de tributos y diezmos. 14 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E Si el soporte financiero de las fundaciones religiosas devengaba de la munuficencia regia, los donativos particulares y el tributo de los naturales24, su apoyo espiritual proviene de lo alto. La protección de la Virgen María -vocación mariana de América Latina arraigada hasta hoy con sus diferentes cultos en la religiosidad popular, la Natividad, La Dolorosa, la Concepción, La Purificación,- las envuelve como un manto; los nombres cristológicos, el Nazareno, el Corazón de Jesús, el Niño Dios- son modelo y talismán y los santos patrones –San José, San Francisco, San Pedro de Alcantara, San Ignacio, San Pedro Nolasco, Santo Domingo, San Agustín, San Martín de Tours- oran, cabalgan junto a ellos, labran la tierra, reparten el pan o sus vestidos. Sobre los campos el tañido de las campanas de iglesias y capillas ritma la vida rural, llama al despertar y al reposo, al trabajo y a la diversión, a la vigilia y al sueño, al jolgorio y al duelo, a la vida, a la eternidad. El proyecto racionalista del siglo XVIII, el recelo recrudecido hacia la barbarie, como forma de vida sustraída a la ciudad o civis, foco civilizador por excelencia, lleva a gobernadores progresistas e ilustrados de Chile a implantar en el cerrado vergel la traza geométrica de nuevas villas y poblaciones. El gobernador Ustáriz en 1712 ha defendido a los hacendados : “Esta gente no por servir en el campo viven rústicamente o bárbaramente como piensan algunos con menos conocimientos pues tienen muchas prevenciones y auxilios para vivir muy cristianamente y políticamente porque en cada partido o curato hay varias capillas, parroquias y vice parroquias y en ellas cofradías…”25. Y un criollo como José Perfecto Salas en 1750 no se mostraba partidario de la implantación de pueblos por dictamen, sino por el contrario, del sistema “pobladores voluntarios” que ligados por sus vínculos familiares y de amistad y animados por una voluntad común se uniesen “al abrigo de las parroquias o conventos de regulares…26” .El programa misional se unió a la política de gobierno y al desarrollo orgánico de estos núcleos para conducir al proceso urbanizador del siglo XVIII27. Lo inicia la fundación de San Martín de la Concha de Quillota en 1717, y se hace programático en julio de 1740, con la instalación del gobernador José Antonio Manso de Velasco en el convento franciscano de Santa Rosa de Viterbo en el valle de Aconcagua, para proceder a la fundación de San Felipe el Real. Se suceden las villas de San Fernando de Tinguiririca en 1742, de San Agustín de Talca y Nuestra Señora de las Mercedes de Manso de Tutuvén de Cauquenes el mismo año; San José de Logroño, Melipilla, Santa Cruz de Triana, Rancagua y San José de Buenavista de Curicó en 174328. La edificación de iglesias y el traslado de los conven- C E N T R A L tos desde el campo implica la vida espiritual en el desarrollo urbano. En una carta al rey, José Antonio Manso de Velasco se refiere a la presencia de los franciscanos en San Fernando, “grande atractivo para que aún los más distantes y tibios se enciendan en deseos de avecinarse en la población y solicitar sitio en ella”29. Un hito negativo para la vida agrícola chilena fue la expulsión de los jesuitas en 1767 por orden del rey Carlos III. La dirección del progreso agrícola asumido en sus grandes haciendas de Chacabuco, Bucalemu, Calera de Tango, Graneros, a través de los sistemas de producción e industralización, el desarrollo de variadas manufacturas y artesanías artísticas, la formación de mano de obra especializada, constituyó para tan gran número de población mestiza del valle central una pérdida irrecuperable. Inactivos quedaron las capillas y los batanes, los sembrados y los hornos. Desde su exilio en Italia, el abate Molina o el padre Lacunza describían nostálgicamente en sus libros las bellezas y delicias de la tierra chilena que los había visto nacer. Al cerrarse el período colonial, la zona es todavía un núcleo activo de fe que ha alcanzado en los casi tres siglos 486 centros religiosos en Santiago; 136 en Aconcagua; 92 en Quillota; 137 en Colchagua; 62 en Cauquenes; 25 en Rancagua; 6 en Melipilla30. Herida, no sólo la gente sino la tierra, esquilmada, en las guerras de la Independencia, la recuperación se da lentamente con la estabilidad política en el período de los decenios. Los métodos de cultivo, al decir del científico francés Claudio Gay, han cambiado poco hacia 1835: “simples en extremo … “Hacían uso de una especie de azada o a veces de un simple bastón puntiagudo de madera para levantar la tierra y empujar grandes terrones que las mujeres estaban encargas de romper y desmenuzar31”. No obstante, él mismo constata la gran diversificación de frutos y legumbres oriundas o aclimatadas de Europa que se producen en estas tierras, como las frutillas, los espárragos, el cáñamo, algodón tabaco, lino y comino. Justamente a par tir de 1840, la agricultura se renueva entre Aconcagua y Maule. Se llevan a cabo el desmonte, la transformación de terrenos planos y pastizales en sembrados, el abono de la tierra y entre 1830 y 1880, una red de 400 de obras hidráulicas y canales de regadío –los de Maipo, Pirque, Las Mercedes, Mallarauco - que aumentan el área cultivable, permitiendo asimismo, el drenaje de sectores pantanosos32-33. Al ofrecer un panorama de la situación de Chile en 1872, Recaredo Tornero se explaya sobre la riquísima producción agrícola de la zona, sus excelentes cereales, la variedad de legumbres y frutas silvestres, la miel, el ganado vacuno, las cecinas y los quesos, productos todos de exportación; ágilmente describe las ferias de ganado con piños de animales y carretas tambaleantes de carga ; detalladamente registra las pequeñas industrias derivadas del campo como molinos, panaderias, fábricas de cerveza, curtidurías, cerámica, talabarterías, suelerías34; finalmente reseña las maderas, que transformarán al Río Maule en “la gran arteria de por donde circulan los gérmenes del progreso que harán un día de ese puerto- Constitución- digno rival de San Francisco de California”35. En las dos últimas décadas del siglo XIX se produce la industrialización de la leche, inexistente durante el período colonial, la fabricación de quesos y mantequilla que pasan a las mesas estimulados por el gusto de la cocina gala e inglesa; el auge de la vitinicultura que hace de Elqui, Aconcagua, Maule y Colchagua - zona de “apellidos vinosos”, como los llama el poeta Vicente Huidobro- y localización privilegiada de los viñedos industriales de cepa francesa. Vuelve a cambiar el paisaje campesino. Los potreros se deslindan con cercas de álamos, introducido por 1800 y con eucaliptus; a la vera de los canales se multiplican los follajes de los sauces que caen melancólicamente sobre la corriente ; y en los caminos encinas y plátanos orientales cruzan sus follajes formando un túnel verde para transitar a salvo del sol ardiente. Cruza el trepidante ferrocaril los campos casi vírgenes desde Santiago al río Maule a partir de 1855, trayendo el ritmo de la modernidad que a lo largo de los rieles hace subir el valor de la tierra, fomenta su división y consume el bosque nativo como combustible36. En su recorrido pasa por Rancagua, Rengo, San Fernando, Curicó Molina y Talca. Se multiplican y se extienden las casas a medida que las familias prosperan y crecen. 15 Patios llega a tener la de la hacienda de San José del Carmen del Huique en Colchagua - todos, con sus corredores, cada uno con su función específica: cocina, bodegas, gallinero, corrales, matanzas- hoy el más completo y valioso testimonio de la arquitectura rural chilena. Arquitectura acogedora en su composición, noble en su sencillez, auténtica en sus materiales. La forma característica de U, cuerpos porticados y “ sus tres cañones de teja sobre horcones de espino y sus paredes de quincha embarrada con sus vigas y tijerales clavados, todo bruto y quilas que sirven de coligües”37, como la describe un documento, enunciando este prototipo de larga data y extensa perduración. Similares son las casas de los inquilinos, edificadas sobre piedras de río con un aparejo de quincha y paja por influencia I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 15 indígena38 Envuelve a estas viviendas una floración de plantas, jardines, huer tas y arboledas, sitios de refugio y descanso, de sueño y ensueño. Más allá, una multiplicación constructiva y recreadora de grandes bodegas, silos, molinos, manufacturas, establos, caballerizas que se prolongan a lo largo de calles y explanadas formando pequeños pueblos. Un conjunto lleno de vida, de identidad, presidido por la capilla o la iglesia parroquial. Artistas y viajeros recogen en sus óleos y acuarelas, en sus crónicas, este paisaje que configura el país como nacionalidad entrañable, exhalando el “perfume de honradez antigua” que percibía Gabriel Lafond de Lurcy.. Las aguas tumultuosas de los ríos, los cerros cónicos, el cortijo de los árboles, los trigales ascendiendo en oleaje por las laderas, las faenas agrícolas asociadas a celebraciones festivas, plenas de efervescencia vital –la siembra, la trilla, la vendimia, la cosecha de papas, la parva de paja- el ganado congregándose en los atardeceres; las flores, las frutas, los humildes ranchos, son pintados una y otra vez, con renovado frescor por Antonio Smith, Pedro Lira, Onofre Jarpa, Juan Francisco González, Celia Castro, Rafael Correa, Nicanor González Méndez. Presidiendo el mundo rural, el huaso, tan atractivo para los viajeros ilustrados como para los artistas románticos, que Rugendas configura plásticamente en sus nerviosos y huraños jinetes, tocados de ponchos y bonetes cónicos, a horcajadas sobre la mullida silla provista de tantos arreos e implementos como la tradición local ha ido elaborando en torno al acto de montar a caballo. Tipo humano singular, a la vez agreste y señorial, cruce entre el bandido del liberalismo anárquico y el buen salvaje rousseauniano; entre el cuatrero y el caballero39. El éxodo del campo a la ciudad, la despoblación, las desigualdades en la tenencia y uso de la tierra han ido originando una crisis del agro, debatida en la primera mitad del siglo XX en los escritos y estudios sobre el tema, que entre1964 y 1973 se intenta corregir en terreno mediante la Reforma Agraria. Son tiempos difíciles, arduos de comprender y más aún de juzgar40. Hoy la tierra muestra un nuevo rostro. El paisaje es inédito y a la vez entrañable, permitiendo a la mirada explayarse sobre los campos arados y regados y fertilizados con los métodos más recientes que optimizan su vocación agrícola y brindan una selección de los granos y frutos, perfeccionados, y que la era global en su doble movimiento impulsa hacia los mercados y los consumidores en un radio planetario, que redunda a su vez en el prestigio y la validez singular de lo local. La cultura agraria de Chile central ha sido el producto de un suce- 16 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E derse del tiempo lento, que a lo largo de las generaciones elaborado concepciones y formas, lenguajes y silencios que expresan lo originario de un pensamiento, de un actuar cotidiano. Cuando una cultura persiste en sus rasgos fundamentales en medio del rápido acontecer contemporáneo, es porque tiene arraigo y actualidad; es porque posee vuelo. No ha quebrado el hombre en esta zona su solidaridad con la vida, su respeto por los ciclos de la naturaleza, el afecto por el ámbito que lo ha visto nacer, el sentido compartido del trabajo y de la celebración, el amor por las cosas simples, cotidianas, la relación de la mano con las terrestres materias dignificadas generación tras generación, en artesanía, en arte: las gredas, los tejidos, la cestería, la cocina, la respostería. La vinculación estrecha a lo sagrado, el sentido y trascendencia de todo trabajo, de toda funcionalidad41, custodiadas en las iglesias de la zona, en las capillas rurales, han persistido como una constante que sustrae su mensaje al devenir cambiante de la temporalidad. Así lo atestiguan : Santa Rosa de Curimón y El Almendral de San Felipe; San Francisco de Santiago, Los Dominicos de Apoquindo, Lo Fontecilla en Las Condes; Lo Arcaya en Pirque; Orrego Arriba y San Jerónimo en Casablanca; La Palmas de Leyda; la Candelaria de Algarrobo; La Compañía en Calera de Tango; San Miguel de Rangue en Aculeo; las Benedictinas de Rengo; la Compañía de Graneros; la Torina y San Andrés de Ciruelos en Pichidegua; Pencahue en Tagua Tagua; La Javierana de Roma en San Fernando; Pumanque, Santa Amelia y San Roberto de Almahue, Calleuque, San Pedro de Alcántara, Las Estacada de Guacarhue, Mallermo y San José del Carmen del Huique en Colchagua. Circular a alta velocidad por las autopistas cercadas, enrejadas, para impedir el paso de animales, de hombres “de a pie” o “de a caballo”, inaccesibles también a carretas y carretelas, es mirarlo todo, sin ver nada. Los antiguos caminos rurales de Los Andes, Quillota, Colchagua, conducen nuevamente al gran vergel, con sus frutales cargados, con sus maizales que ya no quiebra el tranco de los caballos, los alfalfares hasta el límite de la vista y las viñas multiplicadas: un inmenso crepitar de sangre y oro en el otoño. Es la estación de los campos y de las iglesias; de la cosecha y la Pasión. En el atardecer de vino y pan, bajo las rústicas techumbres, la ver ticalidad de la cruz acoge el encuentro y la palabra. Arde junto al sagrario, la pequeña estrella roja de la fe. C E N T R A L Las Palmas de Leyda “A la Virgen de la Mercé que es de pobres la patrona y princesa en Barcelona acudí montado en pies; no te traigo más que fe, que ni flores ni canciones van quedando en mis cajones; no es por plata, ni por pan, que he venido sino pa’ declararte mis amores…”. La hacienda Las Palmas se ubica en el fértil valle de Leyda, formado por los cerros de la Cordillera de la Costa en la cuenca del río Maipo. El lugar, presentado hoy como el último gran descubrimiento de la expansiva industria del vino, era parte del hogar de los indios picones, que se agrupaban en los pueblos de Melipilla, Mallarauco y Puangue y reconocían como cabeza de linaje al cacique de Melipilla. Los picones tenían contacto permanente con colonias costeras y aprovechaban las aguas del estero Puangue y del río Maipo para su agricultura de maíz, porotos y zapallos. La influencia de los conquistadores incas les había permitido perfeccionar sus cultivos con técnicas de riego. Al llegar los españoles, los picones fueron rápidamente agrupados en las cercanías de Melipilla. El futuro obispo de Santiago, Rodrigo González de Marmolejo y don Juan Bautista Pastene recibieron de Pedro de Valdivia encomiendas en esta zona. En 1580, La evangelización de los naturales y la atención de los españoles dueños de las tierras vecinas correspondía a la doctrina de Melipilla. En 1585, la doctrina estaba en manos de Jerónimo de Céspedes, quien la asistía junto a las de Pico y Comaire. Desde aquellos primeros años, los campos de Leyda fueron utilizados para la ganadería y la siembra de cereales, actividades fundamentales de la economía colonial sustentada en la producción de charqui, sebo y cueros que se exportaba al Perú. Hacia 1662 la doctrina de Melipilla asistía también el denominado Obraje de su Majestad, centro especializado en la producción de textiles, creado por Alonso de Ribera en 1603. Durante toda la Colonia, las estancias fueron el gran escenario del mestizaje. Los indígenas tienden a desaparecer, producto de enfermedades, el traslado forzoso como mano de obra, la pérdida de sus tierras y el mismo proceso de asimilación de la cultura dominante. En 1695 se registraba una queja por la escasez de mano de obra por “haberse consumido los indios”. Y hacia 1779, un censo del Obispado de Santiago arrojaba que apenas el 13% de la población era indígena. Para entonces, la fuerza de trabajo de las estancias I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Altar Mayor Retablo de un cuerpo de madera de La Virgen de La Merced. Cristo Crucificado de madera, articulado. DERECHA Detalle de ventana de sacristía. V A L L E C E N T R A L 21 estaba representada por indios, mestizos y un gran porcentaje de no españoles-criollos. A mediados del siglo XVIII, la hacienda Las Palmas era propiedad de Alonso de Cobarrubia y Ovalle, encomendero de los indios picones de Melipilla, y dueño de la hacienda de Pico. En 1779, la compró el oidor de Copiapó y La Serena Francisco Cisternas, quien la legó a su hija Matilde, casada en 1818 con Agustín Larraín. Su hijo, Ramón Larraín Cisterna, administró la hacienda, la que en un inventario de 1853 registraba ya la casa patronal y la capilla. Tras la guerra del Pacífico, los hijos de Ramón Larraín vendieron a Pedro Pablo Jara, casado con doña Carmen Mira Mena, quien le sobrevive y entrega la administración a su hermano Juan José Mira. Éste era dueño de bodegas y molinos en Cartagena, hasta donde llevaba el trigo de la hacienda para su molienda y exportación. Doña Carmela no tuvo descendencia y en 1930 dejó Las Palmas a su sobrino nieto Werner Haeussler Cousiño. Él se casó con la señora Inés Fontecilla Larraín, nieta del antiguo propietario don Ramón Larraín. Haeussler había vivido desde los 16 años en la hacienda y se encargó de realizar grandes adelantos, como los dos grandes tranques que aumentaron significativamente la extensión de riego. A su muerte, la hacienda se dividió en sus ocho hijos. Doña Inés vive aún en las Palmas, ARRIBA Crucifijo sobre mesa del Altar. ABAJO Sagrario en nicho inferior del retablo del Altar Mayor. DERECHA Templete de la Virgen “Peregrina”, en la sacristía. Solía salir en anda durante todo un año de casa en casa de la gente de la hacienda de Las Palmas. preocupándose de conservar el buen estado de las casas, de la capilla y de los muchos recuerdos. La capilla tiene muros de adobe y techumbre con tejas de arcilla. El terremoto de 1985 no le afectó mayormente y el gran incendio que se llevó la estación de trenes de Leyda y la mitad de la casa la respetó milagrosamente. En el interior, preside el retablo del Altar Mayor la imagen de la Virgen de la Merced, de madera policromada. La mesa de altar es de tipo sarcófago.Al costado, llama la atención un Cristo ar ticulado de buen tamaño de madera policromado, que era sacado en andas para las procesiones de semana santa. Una reja cierra el presbiterio. En la sacristía descansa en su anda de madera la Virgen “peregrina”.Tenía la costumbre de visitar cada una de las 50 casas de inquilino que llegó a tener la hacienda. Regresaba de sus andanzas IZQUIERDA Detalle de distintos objetos religiosos sobre mesa de la sacristía. DERECHA Corredor techado de la casa patronal, los capiteles de las columnas fueron traídos desde Italia. 24 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L a fin de año, en noviembre, para las celebraciones de su mes. Un confesionario de madera recuerda al par que se instalaba antiguamente en los corredores para las confesiones de los hombres de la hacienda. Durante los veranos, la capilla era el centro de las misiones que por mucho tiempo estuvieron a cargo de los padres redentoristas. La causa del nombre de la hacienda, registrado a par tir del siglo XVI, se conserva como un tesoro. Centenarias palmas se elevan en silencio, testigos de los muchos cambios vividos por el valle desde los tiempos de los antiguos picones. Doña Inés y su familia las respetan y han prohibido la extracción de su preciada miel. Patrona: Virgen de La Merced Fiesta: 24 de septiembre San Jerónimo de Casablanca “El profeta escucha a Dios en el viento y en la mar, lo mismo en el trabajar descubre lo que es un don; A ti santo del Señor, Jerónimo de Dalmacia, autore de la Vulgata, te solicita este indigno, que la Palabra de Cristo se le conceda por Gracia”. Aunque la advoca- y la hacienda se volcó ción de esta capilla es en a la crianza de ganado, honor de la Virgen de los llegando a ser un impor- Dolores, su nombre con- tante centro productor voca al santo del siglo de carne, sebo y cueros IV que tradujo la Biblia del Chile colonial. Se al latín. Al parecer, entre sabe que en estas tierras los antiguos propietarios de la hacienda original se criaba mulares en tal cantidad que se llegó a hubo varios jerónimos destacados que inspiraron exportar bestias a Arica, vía Valparaíso, para suplir los bautizos de la propia estancia como también la inmensa necesidad de transporte que exigía el de la capilla y algunos hitos geográficos. mineral de plata de Potosí. La capilla se levanta en las tierras de la antigua A mediados del siglo XIX, don Manuel José Bal- Hacienda de San Jerónimo, en las inmediaciones maceda heredó San Jerónimo y compró a los due- de Casablanca, en el sector denominado Orrego ños de la vecina hacienda Orrego el sector denomi- Arriba, junto al estero San Jerónimo. La propie- nado Los Canelillos. Fue en este lugar que resolvió dad se origina en las varias mercedes de tierra construir las nuevas casas de San Jerónimo, ya que la recibidas por don Álvaro de Quiroga, pariente ubicación de las antiguas se había vuelto inadecuada del gobernador don Rodrigo de Quiroga, entre para la administración de la hacienda. Estas casas el borde del mar y los cerros de la Cordillera de “nuevas” son las que se conservan hasta hoy. la Costa. Las tierras fueron luego heredadas por En 1924, don Toribio Larraín compró esta su yerno, quien aumentó la extensión compran- parte de la hacienda. Su mujer, doña María Luisa do propiedades vecinas hasta formar lo que se Eyzaguirre, había caído gravemente enferma. Don conoció como la gran Estancia de la Mar. Fue- Toribio asumió la construcción de una capilla en ron pasando luego los años de los “jerónimos” honor de la Virgen Dolorosa con sus propias I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Vista exterior capilla de San Jerónimo. DERECHA Torre de dos cuerpos de la capilla de San Jerónimo. V A L L E C E N T R A L 27 manos, como una manda para restituir la salud de Don Toribio Larraín, convertido en alquimista, su compañera. Este propósito original del templo transformó una bodega del sector de las casas recupera el sentido más profundo del arte, en su en una verdadera obra de arte. La conclusión del añosa vinculación con lo sagrado, como la lógica trabajo le tomó más de una década, dando vida subordinación de lo bueno y lo verdadero del a una capilla inspirada en el estilo colonial. Junto hombre a Lo Alto y Lo Eterno. Es el espíritu de la a sus artesanos ayudantes, realizó un gran trabajo creación de los tiempos medievales, recreado en de talla en madera, dando forma a puertas, rejas nuestro continente americano en la época para las ventanas, pilares y zócalos con adornos colonial, con artistas anónimos levantando tem- de flores y hojas. Creó también las sillas, los atriles plos en honor a Dios, encomendándose al Cielo y los muebles de sacristía donde se guardan los en la realización de obras marcadas de identidad. ornamentos. IZQUIERDA Vista interior desde el Altar Mayor. DERECHA Altar Mayor. Óleo de Cristo Resucitado. Siglo XIX-XX. 28 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L PÁGINAS ANTERIORES IZQUIERDA Detalle interior de la Sacristía. Rejas de madera talladas. DERECHA Detalle óleo de la Virgen Dolorosa. Siglo XIX-XX. Portada de madera tallada La capilla es de nave con forma rectangular La patrona no recibe aquí celebraciones y tiene una torre adosada de un cuerpo con especiales para su día. La capilla se ha transfor- coronación. La techumbre es con tejas de arcilla, mado en uno de los principales atractivos que según el sistema tradicional de la zona. Al inte- ofrece la antigua estancia, potenciada hoy por su rior, unas rejas talladas dan paso al presbiterio. dueño, don Adolfo Larraín, como un destino de El Retablo del Altar Mayor lo preside un óleo de turismo cultural y ecológico. Cristo resucitado enmarcado en madera. A su costado, la Virgen Dolorosa, patrona del lugar, se 32 I G L E S I A S Y hace presente en una pintura que da cuenta de Patrona: Virgen de los Dolores sus sufrientes atributos. Fiesta: 15 de septiembre C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Orrego Arriba “Cuando nació el Verdadero en un pesebre de paja los pastores, sus alhajas, le presentaron primero; Herodes, el traicionero, les salió a impedir la marcha, de alcanzar, no los alcanza, dijo la Virgen Señora; le presentan en la gloria una almohá de pueras chauchas…”. La hacienda se ubica de habla quechua y fiel en el valle de Quillota, a al monarca (Mitimae), seis kilómetros de Casa- levantaron un templo al blanca, en un área que sol y fijaron los acuerdos tuvo especial importan- con los caciques mayores cia durante el proceso para cobrar el tributo del de Conquista de los es- emperador. pañoles. Los ríos Aconcagua y Maipo, los muchos Ésta fue la realidad que encontraron Almagro esteros y los valles que crean los cerros de la y Valdivia en sus respectivas exploraciones. Para Cordillera de la Costa hacen del sector un entonces, los problemas en Cuzco habían obli- antiguo prodigio de agricultura. Aquí se desarro- gado al Gran Inca a retirar las tropas y el gober- lló lo que se ha denominado cultura Aconcagua, nador que mantenía en Chilli, “donde acababa la con pueblos de habla mapuche que practicaban tierra”. Pero sus obras de riego, sus cultivos y sus la agricultura del poroto, maíz y zapallo y que lavaderos de oro quedaron en funcionamiento. El modelaron una alfarería de buen nivel. En el siglo español no se demoró en aprovechar la oportu- XV, las tropas de Inca Yupanqui llegaron a estas nidad. De alguna manera, tomó el relevo. La apli- tierras para establecer el limite sur del Imperio. cación de la Encomienda para cobrar el impuesto Tras dejar bien señalada la larga ruta desde Cuzco que los naturales debían al nuevo rey español no con el Camino del Inca, los conquistadores fijaron cambiaba mucho las condiciones que imponía el en este valle su centro de operaciones. El carácter tributo en trabajo exigido por el Inca y que era belicoso de los dueños de casa, a quienes llama- conocido como mita. ron promaucae, complicó bastante sus planes, La encomienda del valle de Quillota fue asig- sin embargo, supieron imponer su poderío. En la nada al propio Pedro de Valdivia, lo que habla del zona de Quillota instalaron una colonia agrícola gran valor que tenían las tierras y sus bien I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Altar Mayor Retablo de un cuerpo Nicho central Virgen de los Rayos. DERECHA Detalle de Vía Crucis. V A L L E C E N T R A L 35 ARRIBA Detalle crucifijo sobre mesa del Altar. ABAJO Altar Mayor. DERECHA Sacristía Ornamentos extendidos sobre sillas. Al frente muebles de sacristía. capacitados habitantes. Valdivia se asignó también una buena merced de tierra llamada Estancia Acuyo, en el sector del Estero de Casablanca, donde empleó a los indios de su encomienda. En el vecino sector de Lo Orozco se entregó una merced a Juan Bautista Pastene. La encomienda de don Pedro de Valdivia fue luego traspasada al que sería primer obispo de Santiago, Rodrigo González de Marmolejo. Años más tarde la recibió don Francisco de Irarrázaval, para luego desaparecer. El sector era evangelizado desde la doctrina de Quillota, que hacia 1585 estaba a cargo del presbítero Alonso de Madrid. La misma doctrina prestaba servicios religiosos a los españoles que se habían instalado en las haciendas vecinas y que por entonces comenzaban a levantar ermitas y capillas en sus tierras. A comienzos del siglo XVII, aparece como dueño de una gran estancia en Quillota don Juan Orrego Farías. Sus descendientes bautizaron estas tierras como Estancia de Veracruz, pero la gente la llamó siempre la Estancia de los Orrego. En siglo XVIII quedó en manos de la familia Álvarez y, en 1790, la estancia fue par tida en dos grandes porciones que pasaron a denominar se O r r e go Ariba y Orrego Abajo. Pocos años después Corredor de casa patronal. de esta partición se construyeron las casas de Orrego Arriba. En las primeras décadas del siglo XIX, Orrego Arriba es comprada por Lorenzo Montt, primo del presidente don Manuel Montt. En 1856 su hijo vende la estancia y se suceden diferentes dueños hasta que la compra don Teófilo de la Cerda Eyzaguirre, en 1876. Él es quien saca adelante la hacienda de las deudas y cargas que la gravaban desde tiempos coloniales. Don Teófilo reconstruyó y modernizó las casas sobre los cimientos de las antiguas y dispuso de un ala para levantar un oratorio familiar. La hacienda conoció entonces tiempos de prosperidad, con buenas cosechas de cereales y una gran masa ganadera. En 1906, el gran terremoto de Valparaíso provocó daños en las casas y el oratorio. Los hijos de Don Teófilo asumieron la restauración del conjunto con el mismo entusiasmo que hoy sus descendientes, los Cerda Álamos, se encargan de conservarlo. El oratorio es lujoso, pero sobrio. Un antiguo retablo de madera que pertenecía a las monjas clarisas acoge a la Virgen del Rayo. El retablo es de un cuerpo con columnas lisas a cada costado del nicho y, en la par te superior, es coronado por un sol-inti dorado de muchos rayos. Bajo la Virgen, un pequeño Niño Dios sostiene el mundo con la mano izquierda mientras bendice con la derecha. La mesa de Altar es de madera y tiene pintado al centro un cáliz con una hostia. El oratorio tiene autorización canónica desde 1895, la que aún se conserva enmarcada y colgada en una de sus paredes. Patrona: Virgen del Rayo 38 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L La Candelaria de Algarrobo “Madre de los desgraciados, hermosísimo tridente, sol, claro y resplandeciente arco del cielo estrellado; la luna te ha perfumado en tu palacio esmeralda; de la mansión luminaria parece que me estái viendo y me despido diciendo: adiós Virgen Candelaria”. La iglesia de la Can- Beltrán, ordenó la cons- delaria se levanta en el trucción de la iglesia de balneario bautizado con la Candelaria. Fue cons- el nombre del Algarrobo truida en adobe y paja Blanco, antiguo habitante con techo de totora, en de estas tierras costeras. la suave colina ubicada Según se cuenta, el porte frente a la rada de Los destacado de este espinudo árbol y su madera Lances, sobre el camino tropero que entonces combustible lo convertían a menudo en un faro llevaba desde Valparaíso a San Antonio. En honor natural para las embarcaciones que se acercaban a su luminosa advocación, la iglesia sirvió de guía a la costa. para los pescadores de la caleta y para los car- Hacia mediados del siglo XIX, la rada de Alga- gueros que anclaban en la bahía. rrobo albergaba una sencilla caleta de pescadores, Hacia 1854, los hacendados impulsaron la heredera de la antigua tradición de los pueblos habilitación de un puerto menor para el embar- pescadores y recolectores que tenían aquí su que de sus producciones de trigo y carbón de hogar desde hace miles de años. Las haciendas quillay, las que tenían por destino a Valparaíso, cercanas, como la de San Jerónimo y la de Lo Perú y California. El pequeño puerto tuvo cierto Orrego, mantenían casas y bodegas en el lugar, protagonismo en los años del conflicto con España donde almacenaban las producciones que debían de 1866, cuando los grandes puertos de Chile llevar hasta Valparaíso en esforzadas caravanas de fueron bloqueados y el gobierno autorizó la salida bueyes y mulares. La vida generada en torno a de productos por Algarrobo, que funcionó en- las haciendas hizo necesaria la construcción de tonces como puerto mayor, quedando habilitado una iglesia para la atención espiritual de la zona. para el comercio de cabotaje. En 1837, el párroco de Lo Abarca, don Manuel Algarrobo se fue convirtiendo poco a poco I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Vista desde el corredor a la torre de la iglesia. DERECHA Vía Crucis de madera tallada. V A L L E C E N T R A L 41 en el balneario de veraneo de las familias pro- IZQUIERDA Vista desde el Altar Mayor. DERECHA Altar Mayor. Al centro Retablo de un cuerpo con coronación. En el nicho central la Virgen de la Candelaria. pietarias de las haciendas vecinas. Se afirma que, como tal, fue destino de varios políticos destacados, vinculados especialmente al círculo de los Montt Varistas. El mismo Presidente Manuel Montt tenía vinculación por familia en la hacienda de Casablanca y, por otro lado, el primogénito de su ministro Antonio Varas, don Miguel Varas Herrera, poseía parte de la propiedad de la cercana Hacienda de las Papas. La invitación a veranear trajo al lugar a artistas e intelectuales de renombre, y, coincidencia, a los dos “santos” nacionales, Santa Teresita de los Andes y el padre Alberto 42 I G L E S I A S Y Hurtado, quienes pasaron parte de sus místicas La iglesia tiene planta en forma de L, con juventudes en este rincón del inmenso Mar Pací- fuertes muros de adobe y techo a dos aguas. fico. De Juanita Fernández, la Santa de Los Andes, Está rodeado en casi todo su contorno por corre- se cuenta que dedicaba gran tiempo de sus ve- dores porticados. El acceso principal es una am- raneos a tocar el armonio y a enseñar catecismo plia puerta de cuatro hojas que se abre hacia el a los hijos de los pescadores, preparándolos para mar. Tiene otras dos puertas laterales en el lado la Primera Comunión en los mismos corredores norte. El interior es sencillo y sobrio. Destaca el de la iglesia Candelaria. Altar de madera tallada con la imagen de madera Entre los distinguidos visitantes del balneario, de la Virgen Candelaria, encargada ésta por el hubo uno que tuvo especial vinculación con la párroco de Lo Abarca para la fundación de la iglesia de la Candelaria: Fray Pedro Subercaseaux. iglesia. Llama la atención un crucifijo tallado en Hacia 1915, el pintor y su mujer, doña Elvira Lyon, madera, de buena factura y posiblemente obra se habían instalado a vivir en lugar. Los pobladores del siglo XVIII. La armadura de la techumbre y habían resuelto reemplazar la vieja techumbre del los pilares de los corredores son de madera de templo por modernas planchas de zinc. Fray Pedro roble. La nave conecta con una pequeña capilla se opuso tenazmente y aconsejó utilizar tejas de lateral perpendicular y con la sacristía. El buen greda, las que fueron finalmente encargadas al estado de conservación general del templo viejo tejero del lugar, el “maestro Zúñiga”. Con es fruto del ejemplar trabajo de recuperación el tiempo, Fray Pedro asumió el embellecimiento realizado por los arquitectos Raúl Irarrázaval y de la iglesia como un desafío personal. El campa- Rafael García tras el terremoto de 1985. Fue nario de pequeñas y armónicas proporciones, de entonces que se agregó un corredor en todo madera y techado a cuatro faldones, es obra de el contorno de la nave lateral y se construyó la su inspiración. nueva sacristía. A don Raúl Irarrázaval se debe C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L también el que el edificio haya sido declarado como rito, hunde sus raíces en tiempos paleo- oportunamente monumento nacional. cristianos. El día dos de febrero, las velas son Desde su construcción en 1837, La Cande- encendidas para conmemorar la presentación laria fue viceparroquia de Lo Abarca en Carta- del niño Dios en el templo de Jerusalem, según gena. En 1900 pasó a depender de Lagunillas la antigua tradición de los judíos. La Señora sale y, finalmente, fue elevada a parroquia en 1945, entonces en procesión, para recibir la brisa reno- integrando el obispado de Valparaíso. La cele- vadora del mar y asumir las peticiones de las bración de su patrona es un evento capaz de almas postradas. generar un aro de espiritualidad en el mundano relajo de verano. La celebración incluye la práctica Patrona: Virgen de la Candelaria de la Novena, preparación de nueve días que, Fiesta: 2 de febrero Vista desde la puerta de la iglesia hacia el mar. 44 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 45 San Antonio de Padua de El Almendral “Hubo un santo cocinero que de tanto batir claras fue llevado hasta la Casa del Señor de todo el Cielo; bate, bate , cocinero, le encomiendan con decoro al de Padua San Antonio señoras y señoritas, lo mesmo feas que lindas, Pa’ que ayude a lacear novio…” El valle del río y las tierras cedidas en Aconcagua se extiende merced fueron dando a los pies del gigante de paso a las haciendas, de- los Andes que los anti- jando la propiedad del guos supieron consagrar campo en manos de como eterno custodio los españoles. Éstos, en de las aguas. Estas tierras teoría, tenían prohibición fértiles han sido asiento de cultura desde hace de instalarse en los antiguos pueblos de indios, milenios. Los españoles, al llegar, encontraron que sólo podían ser habitados por los religiosos acá grupos picunches dedicados al trabajo de la a cargo de las doctrinas fundadas para atención tierra, quienes por entonces estaban aplicando de los naturales. Sin embargo, con el tiempo, la las valiosas técnicas agrícolas traídas por los con- influencia de las haciendas se extendió también quistadores incas que habían venido durante el hasta estos asentamientos, los que, en muchos siglo XV. Entre los antiguos vecinos del valle, casos, sirvieron de base para la fundación de los destaca el gran cacique Michimalongo, responsa- nuevos pueblos y villas. ble del feroz ataque al caserío fundado por Pedro Donde hoy se levanta el pueblo de El Almen- de Valdivia a los pies del cerro Santa Lucía, en el dral, a escasos 3 kilómetros de la ciudad de San origen de la historia de Santiago. Felipe, existía en tiempos de la Colonia un caserío Los españoles aplicaron su sistema de someti- denominado Montecinos, con un templo bajo la miento en base a encomiendas. De esta manera advocación de Nuestra Señora del Rosario. En la administración de las tierras fue pasando a 1813, ya fundada la Villa de San Felipe El Real por manos de españoles destacados que debían asumir Manso de Velasco, el nombre del pueblo había la evangelización de los naturales. Las encomiendas sido cambiado por El Almendral. En 1860, el vice I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Torre campanario de la iglesia El Almendral. DERECHA Detalle del cielo con escena de la Virgen y el Niño. V A L L E C E N T R A L 47 prefecto general de misiones franciscanas, padre vecina, donó entonces el terreno para la cons- Antonio Gavilucci, decidió fundar en El Almen- trucción del convento. Éste comenzó a levantarse dral un convento, un noviciado y una casa de en 1865. Los trabajos de la iglesia se iniciaron estudios, para preparar jóvenes estudiantes que a fines de 1872 y duraron más de cuatro años. venían de Italia con el propósito de misionar en Antes de ser concluido, el templo fue consa- el sur del país. El territorio no era desconocido grado e inaugurado en la primavera de 1876. para los franciscanos, quienes ya habían fundado Las terminaciones interiores estuvieron listas un el convento de Santa Rosa Viterbo en Curimón, año después. hacia1696. El prior Isaías Narducci encargó los planos de La familia Silva, propietaria de la hacienda IZQUIERDA Vista interior hacia el Altar Mayor. DERECHA Retablo del Altar Mayor. Virgen de yeso policromado en nicho central. 48 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L la torre y el frontis al arquitecto italiano Eduardo generadas a ambos lados por nueve columnas Detalle del Coro bajo, de madera. dóricas. La mampara de madera tallada bajo el coro alto es obra del milanés Sereno Matta. El pavimento de baldosa y la cubierta del techo es de tejas de arcilla. En 1987, San Antonio del Almendral fue devastada por un incendio que arrasó tanto parte de la iglesia como algunas dependencias del convento. El buen estado de conservación que hoy luce el conjunto es producto de un prolijo trabajo de recuperación impulsado por el obispo Manuel Camilo Vial y realizado con fondos privados. La Provasoli, quien había realizado varias obras para torre debió ser enderezada; se restauró la fachada los franciscanos en diferentes lugares del país. exterior y las pinturas de las paredes interiores, Su singular torre, el frontis y el pórtico, fueron recuperándose el esplendor de las escenas bíbli- realizadas entre 1878 y 1883. Desde talleres de cas y los detalles que simulan aplicaciones en Alemania se trajeron grandes campanas y un reloj, relieve hechos con la técnica “trompe d’oeil”. los que fueron instalados en la torre. La iglesia es sede de la parroquia el Almendral La iglesia se compone de tres naves y dos creada en 1929, dependiente del Obispado de capillas laterales, siendo la nave central más San Felipe. Tras la última restauración, en las ancha. Los muros son de adobe y se levantan dependencias de lo que fue el convento francis- sobre cimientos de piedra. La armadura de cano funciona la Escuela de Artes y Oficios El la techumbre, el frontispicio y la torre fueron Almendral, creada para promover la capacitación construidos con maderas de pino oregón, de la población rural. La escuela acoge exposi- ciprés y roble. En el interior, preside el espacio ciones de ar tistas y charlas sobre temas cultu- el retablo del altar mayor, de tipo neoclásico, rales. El predicador de Padua, patrono del lugar, hecho en madera con una coronación en forma se mantiene firme en su antigua imagen. Sus her- de cúpula. Detrás del altar se encuentra el coro manos franciscanos ya no están, pero su fiesta bajo con sillas de madera finamente tallada. aún es celebrada por los fieles de la parroquia Destacan también un formidable púlpito y unos cada 13 de junio con misa y procesión. confesionarios de madera con aplicaciones de fierro que aportan armonía y sobriedad a la 50 I G L E S I A S Y decoración interior. Las naves están divididas Patrono: San Antonio de Padua por dos arquerías de medio punto de madera, Fiesta: 13 de junio C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Santa Rosa de Viterbo de Curimón “Santo madero bendito, yo voy a introduccionar y un verso voy a cantar porque estái tan bien bonito; Ya lo dijo San Francisco: a mi nadie me acompáña; las alturas donde vivo en las lóbregas montañas, las aves son mis compañas, gimen y lloran conmigo…” A la llegada de los bajo la advocación de la españoles, Curimón era santa franciscana Rosa un pueblo de indios de Viterbo. La antigua picunches en el fértil valle casa misional asumió las del Aconcagua. Como tal, funciones conventuales pronto se hizo asiento de hasta que, en 1713, se dio una doctrina o “parroquia inicio a la construcción de indio”. En 1585, la doctrina de Curimón figu- del convento e iglesia. La construcción concluyó raba atendida por el clérigo presbítero Pantaleón en 1727 y no alcanzó a durar mucho tiempo, ya Correa, quien además atendía las doctrinas vecinas que cayó desplomada por efectos del terremoto de Aconcagua y Putaendo. Al crearse la Parroquia de 1730. En 1733 se iniciaron las nuevas obras de Aconcagua en el siglo XVIII, esta antigua impor- y, el 3 de agosto 1740, sin estar concluida aún tancia de Curimón como centro evangelizador le la nueva iglesia, se firmó en una de las salas del hizo merecedor de la sede parroquial. reconstruido convento franciscano el acta de Los franciscanos habían venido a Chile en fundación de la ciudad de San Felipe El Real, por 1553. Venían a apoyar en la evangelización de los el gobernador Manso de Velasco. Este mismo año nuevos territorios, adoctrinando a los naturales la sede parroquial se trasladó desde Curimón a la y asistiendo a los españoles. Al poco tiempo de recién fundada villa. llegar, iniciaron la fundación de casas de misiones La construcción del convento terminó en y conventos. Donde hoy se levanta el convento 1765, con las obras de la torre, que por entonces de Curimón existió antes la casa de misiones de se ubicada detrás del Altar Mayor. Entre los años aquellos primeros franciscanos que servían en la 1765 y 1769 un gran incendió destruyó parte antigua doctrina de indios. Recién en el año 1696 importante de los nuevos edificios; los sectores se registra la primera fundación del convento, dañados debieron ser reconstruidos. Estos I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Altar Mayor Retablo, en nicho central Virgen de yeso policromado. A sus pies Santos franciscanos. Siglo XVIII-XIX. DERECHA San Francisco, madera policromada. Siglo XVII-XIX. V A L L E C E N T R A L 53 últimos trabajos fueron los que definieron el IZQUIERDA Vista interior hacia el Altar Mayor. actual aspecto que enseña la iglesia. DERECHA Escena Cristo Crucificado. Óleo sobre tela. Siglo XVIII-XIX Convento e iglesia fueron testigos de las maniobras de las tropas patriotas para conquistar la independencia de España. En 1817, tras cruzar la cordillera y cuando se preparaban para la decisiva batalla de Chacabuco, los soldados chilenos y argentinos del ejército del Libertador de Los Andes descansaron en los patios del convento. El año1822 registra un nuevo terremoto, que afortunadamente no provocó grandes problemas en las construcciones del templo y el convento. Sólo la torre sufrió daños en su estructura, que no fueron solucionados hasta que, a fines del siglo, se levantó la torre actual y el pórtico de madera que le sirve de base. Un año después de que se erigiera la nueva Parroquia de San Francisco de Curimón, en 1927, un incendio destruyó algunos sectores del convento y del claustro. Los altos costos de mantenimiento que significaban estos constantes accidentes obligaron a entregar la propiedad en arriendo. Esto provocó que convento e iglesia cayeran en un estado de franco deterioro. Por la década de 1950, la congregación recuperó el edificio y encargó una restauración general. La torre fue pintada del color que actualmente luce y se colocaron puertas y rejas antiguas en los vanos que miran a la plaza. La Iglesia posee una sola nave alargada y dos claustros, rodeados de corredores con pilares tallados. La torre es de madera y se extiende sobre el pórtico. Éste está construido en madera de roble y álamo y se compone de cuatro columnas que sostienen tres arcos de medio punto. Los muros son de adobe. La armadura de la techumbre era 54 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Vista exterior iglesia de Curimón originalmente de canelo y patagua. La cubierta es de tejas de arcilla. Al interior, el retablo del Altar Mayor, de un solo cuerpo con coronación, alberga en su nicho central con forma de arco de medio punto una serena imagen de la Virgen. A cada costado sobresalen dos columnas que rematan en perillas. La coronación tiene contornos ondulados. En 1968 se inauguró un museo para exhibir los valiosos documentos y bienes del convento y la iglesia. En 1972 el edificio fue declarado monumento nacional. Sin embargo, hoy, la diócesis de San Felipe, responsable del convento, tiene serias dificultades para sostener su correcta conservación. Ajeno a estos problemas mundanos, la imagen del santo de Asís recibe a la entrada del convento. Durante todo el año se mantiene en paciente espera a que llegue la fecha de su fiesta, cuando los fieles acuden contentos para cargarlo hasta un cerro contiguo donde preside la bendición de los hermanos animales. Patrono: San Francisco de Asís Fiesta: 4 de octubre 56 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L San Vicente Ferrer de Los Dominicos “Cuando toquen la trompeta por el lado del oriente, la tocará San Vicente que el mesmo Dios representa; tendremos que rendir cuentas cuando presenten la lista; saldrán las almas benditas al cielo, resplandeciendo, y los malos al infierno, son dos cosas a la vista…”. La iglesia de los en una gran propiedad. Dominicos se eleva al A mediados del siglo cielo sobre una pequeña XVII, se describe la ha- loma en la tierras que cienda de Apoquindo pertenecían al cacique con 2.075 cuadras de Apoquindo, que en tierras de regadío. mapudungún En 1767, doña Maria significa ”ramo de flores”. Sus dominios se extendían de Portusagasti y su esposo don Juan Canisbro, desde lo que es hoy Santiago Oriente hasta los adquirieron la hacienda. El matrimonio era faldeos cordilleranos. Pese al smog y a la creciente un estrecho colaborador del Convento de presencia de construcciones, aún es posible la Recoleta Dominica. Cuando realizaron los admirar la belleza del lugar. trabajos de adaptación de las casas, los nuevos Tras la llegada de los conquistadores espa- dueños financiaron la construcción de una ñoles, las tierras y hombres subordinados al capilla en memoria de sus dos hijos fallecidos. cacique Apoquindo fueron reunidos en una En 1800 murió doña María y, tres años después, encomienda que Pedro de Valdivia asignó a su le siguió su marido. Por testamento, legaron amante, Inés de Suarez, en 1544. Como pueblo la hacienda, las casas y la capilla a los padres de indios, el lugar fue asiento de una doctrina. de la Recoleta Domínica, para que “enseñen a Hacia 1585 ésta era atendida por Francisco de los campesinos y rústicos de los alrededores Ochadiano, quien además estaba a cargo de la rudimentaria cultura y deberes religiosos”. evangelización en las doctrinas de Macul y En 1809, Fray Justo de Santa María de Oro, Tobalaba. La encomienda dio pie a la entrega se hizo cargo de los trabajos de construcción de mercedes de tierra que fueron agrupándose de una nueva iglesia y convento para la orden. I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Torres gemelas con cúpula de cobre. DERECHA Oléo sobre tela de Beato Dominico. V A L L E C E N T R A L 59 Las antiguas casas se adaptaron para acoger al se utilizan para realizar reuniones, exposiciones noviciado. En cumplimiento a la voluntad del y concier tos. matrimonio donante, abrieron una escuela La iglesia lleva dos siglos en manos de los para los habitantes de esta zona rural, la que dominicos, quienes han sabido conservarla en funciona aún anexa al convento con el nombre medio del implacable avance de la modernidad. de Instituto Pedro de Córdova. A mediados de Ingresar al templo resulta una experiencia muy siglo XIX, fray Francisco Álvarez reconstruyó valiosa. La sencillez y armonía que imperan en su el frontis de la iglesia, con sus torres actuales interior provocan el recogimiento del espíritu. hechas con ladrillos y madera. Por estos años, La iglesia es de una sola nave alargada, formada se ampliaron las bodegas y graneros que hoy por anchos muros de adobe. La armadura de IZQUIERDA Virgen con el Niño en nicho lateral. Madera tallada policromada y dorada. Siglo XVIII-XIX. DERECHA Altar Mayor. Al fondo Cristo Crucificado de madera policromado. Cuelga con las manos clavadas sobre viga expuesta de los muros. Siglo XVIII-XIX. 60 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L IZQUIERDA Santo Domingo Imagen de yeso policromado. Siglo XIX-XX. madera con su baranda de fierro forjado, al que DERECHA Corredor exterior del convento de los Dominicos. al muro norte del templo está el pequeño se accede desde fuera, por el convento. Junto oratorio donde los padres dominicos celebran sus oficios. Las torres tienen planta cuadrada y son simétricas. La mitad superior es de ladrillos y aloja las campanas. Cada una está coronada por una cúpula hecha con láminas de fierro que remata en una figura de ángel. En 1987, las cúpulas fueron recubier tas con planchas de cobre, trabajo proyectado por el arquitecto la techumbre es con pares tirantes de roble Sergio Román. alquitranado que combinan en perfecto contraste La iglesia fue restaurada en 1960 y después con la blanca cal de los muros. La techumbre está del terremoto de 1985, cuando se consolidó la realizada según el sistema tradicional, con cubierta estructura de las torres y se restauró por com- de coligues y barro sobre la que van instaladas las pleto el cornisamiento. A fines de la década de tejas coloniales. El piso es de pastelones de arcilla los 80’, el arquitecto Julio Cabezas comandó una cocida. Las ventanas lucen rejas forjadas de noble reparación y pintura general del templo. factura. Un simple vistazo a la casa conventual Cuentan que el escurridizo don Manuel permite capturar su distribución bien equilibrada, Rodríguez, a quien habíamos visto enamorado con amplios corredores sostenidos por pilares por la iglesia de Pumanque, vino a parar acá en de piedra y columnas de madera. una de sus correrías independentistas. Siendo En el interior, se suceden grandes óleos que perseguido por las tropas realistas, encontró relatan las vidas de diferentes santos dominicos. refugio entre los monjes. La leyenda señala que, al En el Altar Mayor, detrás de la mesa, cuelga desde llegar los españoles a golpear las gruesas puertas una gruesa viga un hermoso Cristo Crucificado del convento, salió el mismo don Manuel, cubierto de madera policromada. Antes del presbiterio, completamente con el hábito fraile, a recibirles y el muro derecho sostiene un óleo de grandes conducirles por todos los rincones del edificio en dimensiones que ilustra una escena de la historia busca del guerrillero prófugo. de la orden dominica. Junto al lienzo, un nicho cobija la imagen de la Virgen del Rosario y el 62 I G L E S I A S Y Niño, realizada en madera policromada y dorada. Patrono: San Vicente Ferrer Sobre la puerta principal se sostiene el coro de Fiesta: 5 de abril C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Lo Fontecilla “El cuentero satanás andaba todo cochino, venía chorreao e’ vino y manchado como animal; de pronto a este lenguaraz, le vino a cortar el hipo la visión de que de improviso tuvo de la Inmaculada, que con balde de agua helada lo dejó bien limpiecito…”. Cuando Pedro de Valdivia resolvió fundar la villa principal del reino de Chile en las fértiles tierras del valle del Mapocho, el lugar estaba sometido a la autoridad de varios caciques que administraban las tierras y recibían el tributo de los indios habitantes.Cauce arriba estaban los muy nombrados Apoquindo y Picuncahue. Éste último era el que dominaba las tierras donde hoy se levantan las casas de Lo Fontecilla, entre las tierras de Tabancura y Mayeruca. Según investigación de Hernán Rodríguez en Casas de Campo Chilenas, la primera merced de tierra que se registra en el sector alto del valle del Mapocho fue otorgada en 1579 al soldado Antón Díaz. Con los años, la merced fue sumando tierras y llegó a abarcar desde los faldeos del valle hasta las altas cumbres de la Cordillera de los Andes, siendo conocida como San José de la Sierra. En 1668 la estancia se dividió en varias hijuelas, una de las cuales, que tomó el nombre de San José, fue entregada como regalo de matrimonio a doña Lucía de Zavala, quien se casaba entonces con don Francisco Antonio de Avaria. Ellos construyeron las casas de la hacienda, con huerto y una viña. Tras pasar a manos de su hijo, la hacienda fue vendida y conoció diversos dueños en el siglo XVIII. En 1802, la hijuela de San José aparece manos de don Francisco de Borja de la Fontecilla, propietario de grandes estancias en Aconcagua, Curimón y Chacabuco. La hijuela fue heredada por su hijo, que con el mismo nombre tuvo gran protagonismo en la vida política de la naciente república, siendo alcalde, intendente y senador. Tanta actividad social le hizo ganar fama en el Santiago de la época, por lo cual su propiedad comenzó a ser nombrada como Lo Fontecilla. Al morir, su viuda vendió la hacienda, pasando ésta por sucesivos dueños hasta llegar a manos de don Pedro Fernández Concha en 1900. Éste era a la fecha dueño de la Hacienda de San José de la Sierra, por lo que la hijuela volvía a integrar la estancia original de la que había sido desmembrada con motivo del matrimonio de doña Lucía Zavala. Al morir don Pedro, la propiedad es nuevamente dividida en hijuelas I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Entrada a la capilla. Atlantes de madera tallada que pertenecieron al convento de San Francisco. Siglo XVII-XVIII. DERECHA Vista exterior de la capilla. V A L L E C E N T R A L 65 que son repartidas entre sus hijos. Lo Fontecilla quedó en manos de doña Mercedes Fernández Concha, quien, junto a su marido, la vendió a don Carlos Peña en 1918. Aquí comienza la restauración de la casa y la recuperación de la capilla. Don Carlos fue empresario, agricultor, político y miembro fundador de la Academia Chilena de la Historia. Tenía una especial sensibilidad patrimonial y dedicó sus esfuerzos a rescatar la esencia colonial de las casas de su IZQUIERDA Retablo portátil de madera tallada y dorada. Al interior imagen de la Virgen de madera policromada. Siglo XVIII-XIX DERECHA Altar Mayor Óleo de la Virgen Inmaculada. Mesa del Altar, sobre ella un crucifijo y ángeles a cada costado. 66 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L hijuela. Restauró las partes antiguas del siglo XVII y XVIII y recreó el antiguo mobiliario. Carlos Peña estudió en París entre 1881 y 1902, donde fue compañero de Fray Pedro Subrecaseaux. Cuando los benedictinos franceses vinieron a Chile a fundar su convento con Fray Pedro a la cabeza, Don Carlos les facilitó las casas. Los monjes se instalaron en 1938 y permanecieron por diez años, hasta que volvieron a Francia. La hija de don Carlos Peña, María Peña Claro, casada con don Fernando Larraín, heredó Lo Fontecilla en 1959. Carlos Larraín Peña, su hijo, vive actualmente en las casas. Heredero de la sensibilidad y los conocimientos de su abuelo, el actual propietario y su mujer,Victoria Hurtado, han dedicado esfuerzos y cariños a mantener las casas, la capilla y los jardines, generando una reserva de sustancia rural en la tan moderna ciudad. El oratorio conecta con otro tiempo y otro espíritu. En él estaba la imagen de la Virgen, la santa o el santo patrono encargado de velar por la tierra y las almas de dueños e inquilinos. Y a él acudía al alba el propietario a iniciar el día con una oración que encomendaba a lo Alto la jornada. Ahí estaban todas las llaves de la hacienda, de bodegas, cercos, potreros de animales y pesebreras, y allí acudían los trabajadores a recibirlas junto con las instrucciones del día. Recién entonces, el hombre se sentaba a tomar el desayuno que le daría las fuerzas para enfrentar el trabajo. Al recuperar la capilla, don Carlos Peña estaba recuperando esta tradición. La puerta de entrada tiene un marco de madera sobre el cual sorprenden dos Atlantes tallados de buen tamaño, que sostienen un óleo con una escena de la Virgen. Fueron comprados por don Carlos Peña en la demolición que hicieron los franciscanos de los claustros interiores del convento de la Alameda. Al entrar, las miradas se las roba la Virgen Inmaculada, en un óleo enmarcado en madera dorada y tallada con formas barrocas. En la sacristía se conservan vasos sagrados del siglo XVII y XVIII y cinco piezas de gran tamaño pertenecientes a un pesebre ecuatoriano repartido en la familia y que es expuesto cada Navidad. PÁGINAS ANTERIORES IZQUIERDA Cristo de la columna Imagen de madera policromada. Siglo XVIII-XIX DERECHA Mesa de Altar de madera policromada. Vista hacia el exterior desde la sacristía. Patrona: Virgen Inmaculada Fiesta: 8 de diciembre 70 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L San Francisco “Se peina en las cordilleras y llora en un fino estero, sonríe cuando en el cielo se prenden sus mil estrellas; que el pobre tenga una reina por madre ya es un milagro; ahora ya es demasiado, que su cariño y socorro por piedad y sin más cobro, reciba hasta un viejo diablo…” La historia de esta importante iglesia se origina en una pequeña imagen de la Virgen del Socorro, de no más 33 cm de alto, que venía atada a la montura de don Pedro de Valdivia. La imagen era de factura italiana, realizada en madera tallada y policromada y, se le atribuía haber protegido a la expedición de Valdivia de los muchos peligros que debió enfrentar en estos territorios australes.Tras fundar la ciudad de Santiago, Don Pedro solicitó al Cabildo que concediese un solar para levantar una ermita para la Virgen. El Cabildo aceptó y asignó un terreno en la ribera sur del río Mapocho. El conquistador confió a los curas mercedarios la atención de la ermita, pero, tras su muerte, el santuario fue dejado en abandono. En 1553, el Cabildo traspasó el terreno a los franciscanos, que ya se habían instalado en Santiago. Éstos aceptaron el nuevo emplazamiento y se comprometieron a levantar en el lugar un templo para colocar a la Virgen del Socorro en el Altar Mayor. La construcción se inició en 1572 y fue hecha en adobe. En 1583 un terremoto la devolvió a la tierra y los religiosos emprendieron una nueva edificación de piedra canteada. Los trabajos se iniciaron con un aporte de 1000 pesos donado por el rey Felipe II y acabaron en 1618. El esfuerzo fue realizado por indígenas dirigidos por los propios religiosos. El templo tenía planta de cruz latina formada por una nave central y dos capillas laterales, cuyos muros de mampostería sobreviven hasta hoy. Contaba con una torre campanario de piedra y techo artesonado de madera de ciprés. Hacia 1628, se había concluido el claustro contiguo a la iglesia, con arquería de ladrillo El 13 de mayo de 1647, un terremoto derribó la torre y el segundo piso del claustro. Estos eventos de la naturaleza y la costumbre de los vecinos acaudalados de financiar capillas laterales terminaron por modificar sustancialmente el aspecto original de la construcción. Durante todo el siglo XVII se fue alhajando el templo, acabando su altar barroco e instalando confesionarios I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Vista del Altar Mayor. Retablo de dos cuerpos y tres calles. Siglo XIX. DERECHA Detalle San Francisco Imagen de madera policromada. Siglo XVIII-XIX. V A L L E C E N T R A L 73 y pinturas murales. Hacia 1684 se encargó a artesanos peruanos una serie de imágenes de la Vida de San Francisco para adornar el claustro. La historia arquitectónica del templo está bien registrada. Hacia 1698 se reconstruyó la torre y el segundo piso del claustro. Un nuevo terremoto dañó la torre y en 1751 se levantó por tercera vez. En 1758 se concluyó la portada principal de la iglesia, realizada en piedra sillar. El convento contaba entonces con cuatro claustros y un refectorio. En 1828 se pavimentó con ladrillos el piso del templo y se encargó la cajonería de caoba de la sacristía. En 1854 debió demolerse la tercera torre y se encargó a don Fermín Vivaceta el diseño y construcción de la cuarta y actual, levantada en 1857 en estilo neoclásico, con estructura de madera y un funcional reloj incorporado. En 1865 se completó la nave lateral sur con muros de ladrillo y se transformó la fachada, pintándose de rojo lo que hasta entonces estaba pintado a la cal y estucándose la piedra canteada. El altar mayor original, de estilo barroco, fue reemplazado en 1881. En 1895 se agregó una capilla en la esquina nororiente de la iglesia, completándose la planta rectangular que enseña el templo actualmente. En 1913 se inició la demolición y venta de los claustros interiores del convento. En la década del setenta se emprendieron dos trabajos de restauración general en la fachada y en la torre campanario, removiéndose el estuco y dejando a la vista la piedra canteada original. En los últimos años, se realizó un completo trabajo de restauración de ARRIBA Y ABAJO Pinturas en el cielo. Escenas de la vida de San Francisco. DERECHA Interior cúpula. la techumbre y se instaló un moderno sistema de iluminación. El año1969 se inauguró el Museo Colonial de San Francisco en las dependencias anexas al templo. El museo exhibe una importante colección de arte sacro, en la que destaca la mencionada serie de 54 imágenes pintadas al óleo de la vida de San francisco, encargada a los artistas cuzqueños Juan Zapaca Inga y Basilio Santa Cruz a fines del siglo XVII. Además, se conservan piezas de fino mobiliario y platerías de gran factura. Entre las obras de origen chilote destaca un Cristo del siglo XVIII con una fisonomía que bien podría definirse como “isleña”. El templo de San Francisco es el habitante más longevo de la ciudad. Su cuerpo enseña testimonios de las muchas aventuras que se han vivido en estas tierras del Nuevo Extremo. Desde el altar mayor, corazón del edificio, la pequeña imagen de la Virgen del Socorro se mantiene vigilante. Su legendario poder milagroso está probado en la supervivencia de este edificio centenario, firme aún en el país de los terremotos. Y aunque la modernidad es escéptica frente a estos misterios, los franciscanos aún reciben a fieles que acuden a celebrar su fiesta en el mes de abril. El otro dueño de casa, el santo de Asís, es celebrado aquí con honores. Su fiesta se prepara con una novena a partir del día 25 de septiembre. En la víspera se conmemora su tránsito y el día 4 se celebra una misa presidida por el superior los dominicos. Por la tarde, los franciscanos imparten bendiciones para los animales, las plantas y el agua, en recuerdo su Vista exterior templo de San Francisco fundador, el hermano de toda la Creación. Patrona: Virgen del Socorro Fiesta: Abril 76 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Lo Arcaya de Pirque “Doña Ana y don Joaquín tuvieron un huerto chico pa’ sembrar sus tomatitos sus porotos y el ají; buen salto la codorniz pegó cuando una mañana sorpresa llevó tamaña: una blanca y tierna rosa, sin espinas y olorosa, se estiraba Inmaculada…”. de Arqueros, Juan de Dios Quiroga, compañero de Carmona. La estancia, Pedro de Valdivia en la que para entonces ya empresa conquistadora, era llamada El Principal ocupó los más altos car- de Pirque, sumaba 3.700 gos del reino, llegando cuadras, algo así como a ser gobernador por 5.400 hectáreas, de Don Rodrigo dos períodos. Se casó con doña Inés de Suárez tierras más bien desér ticas y de monte. Don y recibió de Valdivia, entre otras, la encomien- Ramón Subercaseaux se afanó en modernizar da de indios de Pirque. En el siglo XVI, la enco- el campo y construyó el Canal “La Sirena” en mienda quedó libre por la muerte de Quiroga. 1834, con el que aumentó significativamente las Don Alonso de Córdova había recibido una mer- tierras de riego y transformó la hacienda en una ced en la zona y arregló entonces con el cacique de las propiedades más productivas del País. Tras local la compra de nuevas tierras para formar la muerte de don Ramón Subercaseaux, la gran una gran estancia que comenzó a ser llamada El estancia El Principal fue dividida entre los doce Principal de Córdova. hijos que tuvo con su mujer, doña Magdalena Durante el siglo XVIII, El principal está en Vicuña. Los fundos resultantes dieron nombre a manos de Francisco García Huidobro, fundador los sectores principales de Pirque. El yerno de don de la Casa de Moneda en Santiago. Tras él se Ramón, don Melchor de Concha y Toro, casado suceden varios dueños hasta que hacia 1832, la con doña Emiliana Subercaseaux, introdujo en estancia es adquirida por Ramón Subercaseaux, la zona la actividad vitivinícola, dando inicio en que se había hecho providencialmente rico tras estas tierras a una de las tradiciones de vinos más su encuentro con el descubridor del mineral de largas y reconocidas de Chile. I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Retablo del Altar Mayor de un cuerpo, en nicho central, imagen de Santa Ana de yeso policromado. DERECHA Óleo sobre tela El Señor en los cielos. Siglo XX. V A L L E C E N T R A L 79 ARRIBA Detalle Imagen de Santa Ana. Siglo XX. ABAJO Vista general del presbiterio. DERECHA Vista de nave lateral. Al fondo óleo de Cristo. La capilla de Lo Arcaya se levanta junto a las casas del fundo originado en la gran hacienda El Principal. Las construcciones datan de mediados del siglo XIX y fueron realizadas según el sistema tradicional del campo, con anchos muros de adobes y techumbre con armazón de madera y cubier ta de tejas de arcilla cocida. La capilla se ubica en el costado oeste de las casas patronales. El interior de la capilla es sencillo. Al fondo, la nave es rematada por el retablo del Altar Mayor, de un cuerpo y un solo nicho enmarcado por columnas simples. Está dedicado a Santa Ana, la patrona, presente en una imagen de yeso policromado. Dos grandes columnas acanaladas sostienen el arco toral que delimita el espacio del presbiterio. Éste tiene planta en forma de arco de medio punto, siguiendo la curvatura del muro testero. Dos lámparas de lágrimas caen desde el techo a cada costado del retablo. Los muros de la nave acogen sendos altares laterales. Vista exterior de la capilla de Lo Arcaya. La propiedad pertenece actualmente a la familia Ruiz Tagle. Ellos se encargaron de restaurar las casas y la capilla, que resultaron dañadas por el terremoto de 1985. La capilla es privada, pero está al servicio de la comunidad de Pirque, cuyo 82 I G L E S I A S Y párroco celebra misa aquí cada domingo. La fiesta Patrona: Santa Ana patronal ya no se celebra. Fiesta: 26 julio C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L San Miguel de Rangue “Voy a echar la introducción con la Cruz que embelesa, recordar con entereza nuestra hermosa tradición; Se celebró con devoción, con poetas y cantores nuevos, en casa de don Alfredo se cantó a la cruz de mayo. Fueron ciento cuatro años en la hacienda de Aculeo”. Cuando corresponde referirse a un templo levantado sobre tierras de la antigua hacienda de Aculeo, el guitarrón parece tocar más fuerte y el punto hacerse obligatorio: estamos en suelos donde el Canto a lo Divino cobró alturas fundamentales. A los pies del Alto de Cantillana, cumbre mayor de la Cordillera de la Costa, se extiende la vieja laguna de Aculeo. El lugar ha invitado al asentamiento humano desde tiempos remotos. Donde hoy se levanta el templo de Rangue, existía a la llegada de los españoles un poblado indígena. En 1585, Monseñor Medellín ya daba cuenta de la existencia de la doctrina de indios de Aculeu, la que era atendida por Alonso Alvarez de Toledo junto a las de Codegua y Alhué. Desde mediados del siglo XVI se suceden diferentes encomiendas en la zona. En el año 1738, la familia Larraín adquirió gran parte de las tierras encomendadas, conformando la Hacienda de Aculeo. La propiedad se mantuvo en la familia hasta que, en 1871, Patricio Larraín Gandarillas la vendió a los hermanos Letelier Sierra, quedando finalmente don José Letelier Sierra como propietario único e impulsor de varias medidas que hacen de la hacienda Aculeo una fuente fundamental de identidad campesina chilena. Según relató a don Juan Uribe don Alfredo Gárate, ilustre cantor de Aculeo, fue don José Letelier quien trajo desde Vichiculén (sector de Llay-Llay) a doce familias de mineros y fundidores de metal para trabajar las minas de Pollocave. Los mineros se instalaron en el sector de Los Hornos. Traían una Cruz y la costumbre de cantarle alabanzas en el mes de Mayo. La Cruz de Aculeo fue pasando de familia en familia por los sectores principales de la hacienda, generándose una tradición que continúa hasta nuestros días. De aquellos tiempos fundacionales aún se nombra a cantores de leyenda, como don Pedro Atenas, don Tomás Olguín, don Miguel Pitigroy, el gran Manuel Cornejo y el ingenioso Custodio Temporal. Don Miguel Letelier, hijo de don José, recuerda en sus memorias otro aporte fundamental que I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Exterior Capilla San Miguel de Rangue. DERECHA Detalle Crucifixión de madera policromada. V A L L E C E N T R A L 85 IZQUIERDA Vista interior hacia el Altar Mayor. DERECHA Altar Mayor Imagen de madera policromada en nicho central. Siglo XVIII-XIX. Mesa de Altar de madera pintada. Al centro moldura de madera tallada con motivos vegetales. realizó su familia a la tradición campesina: en la Hacienda de Aculeo se criaron potros y yeguas insignes, responsables directos de la consolidación definitiva de la raza chilena. En 1942 don Miguel Letelier heredó la hacienda y asignó hijuelas a sus hijos. El sector de Rangue correspondió a don Alfonso Letelier Llona, compositor de música, premio nacional de arte 1968 y profundo admirador de lo sagrado. En 1943, don Alfonso y su padre decidieron construir una Iglesia en Rangue. Encargaron los planos al monje benedictino Fray Pedro Subercaseux, quien realizó el diseño queriendo materializar su imagen ideal de capilla chilena. Fue construida por albañiles y carpinteros de la zona, dirigidos por el propio fray Pedro y por don Miguel, que era un ingeniero destacado. 86 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L La iglesia es de adobe con cimientos de piedra. Las vigas son de madera de eucaliptos, acacios y álamos. La techumbre es de tejas de arcilla y posee rejas de fierro forjado sobre los vanos exteriores. Para el interior, el monje seleccionó un antiguo altar de madera, originario de la iglesia de Maipo, enmarcado en un arco de medio punto, y una imagen del siglo XVIII de Nuestra Señora de La Merced, que situó en un nicho sobre el altar mayor. Posteriormente, en 1952, el artista español Juan Cabañas pintó dos frescos de arcángeles sobre los arcos del presbiterio. La fachada principal está compuesta por un pórtico formado por un arco central de medio punto y cuatro arcos laterales, de menor tamaño, sostenidos por gruesos pilares. Detalle de confesionario y al frente un órgano. En 1960, el artista Mariano Valdés realizó dos pinturas murales que representan La Natividad y La Anunciación. La nave central tiene planta rectangular. Los vanos se ubican en la parte superior de los muros y se caracterizan por su doble arco con una pilastra salomónica al centro. El cielo está entablado, con las vigas a la vista. Las vigas de apoyo están talladas. El piso es de ladrillo cocido, según la antigua costumbre. La torre del campanario está formada por tres cuerpos, los dos primeros cuadrados y el tercero un 88 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L cuadrado ochavado, con un vano de arco de medio punto en cada uno de sus lados. El capitel es octogonal rematado por una cruz. La iglesia de San Miguel de Rangue fue consagrada en 1945. Hasta hoy, el templo es un activo centro de religiosidad campesina, especialmente para la novena del Niño Dios y para la Fiesta de la Cruz de Mayo, cuando acoge los toquíos y versos propios del Canto a lo Divino. Patrono: San Miguel Fiesta: 29 de septiembre Calera de Tango “Creó la luna y el sol y formó la luz más clara, formó las aves con alas también los astros mayores; hizo los grandes autores, hizo noche tenebrosa; formó las piedras preciosas todo cuanto ya se ve, y formó la santa fe, con sus manos poderosas”. Calera de Tango se en el año 1662. Junto al ubica junto al antiguo antiguo pueblo de indios, Camino Real al sur, en el existió una gran hacienda faldeo del cerro Chena, perteneciente a los mer- en el fértil territorio que cedarios. A fines del siglo riegan los ríos Mapocho XVII, los jesuitas com- y Maipo. Era ésta zona de praron la hacienda. En “promaucaes”, voz derivada del quechua purum 1724 aparece instalado un grupo de sacerdotes auka que recogieron los españoles y utilizaron, y hermanos coadjutores originarios de Bavaria. A al igual que los incas, para referir a los antiguos mediados del siglo XVIII, se sumó una segunda habitantes de esta zona, los muy belicosos picun- expedición de misioneros, a cargo del padre Car- ches. El testimonio de la vista y conquista del los Haymhausen. En este grupo había destacados territorio por las tropas de Inca Yupanqui aún se ebanistas, pintores, escultores y agricultores. El puede apreciar en el Pucara del Cerro Chena. trabajo y sacrifico de los misioneros jesuitas con- Los españoles, concentraron su esfuerzo eco- virtió lo que hasta entonces era una cantera de nómico y evangelizador en los lugares que conta- cal y tierras secas de uso ganadero en un vergel y, ban con población. Tango, como pueblo de indios, sobre todo, en el gran centro de producción de se convirtió pronto en doctrina. Se sabe que, a arte sacro del Chile colonial. La hacienda acogió fines del siglo XVI, era atendida por el clérigo entonces talleres de fundición de metales, reloje- Alonso de Toledo Cinco y, posteriormente, por ría, mueblería, platería e hilandería, los que sirvie- Cristóbal Alegría, quien además prestaba servi- ron para difundir en el país técnicas avanzadas y cios a los Guaicochas y otras estancias. el desarrollado estilo barroco bávaro. Tango es una de las antiguas doctrinas que Tras la expulsión de la Compañía, en 1767, aparecen enumeradas por el obispo Humanzoro la hacienda quedó en manos de la Junta de I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Altar Mayor Nicho al centro con imagen de la Virgen de madera policromada. Siglo XVIII-XIX. A sus pies dos santos jesuitas. DERECHA Virgen Inmaculada Madera policromada. Siglo XVIII-XIX V A L L E C E N T R A L 91 IZQUIERDA Vista interior de la sacristía. DERECHA Asunción de la Virgen. Óleo sobre tela. Sobre la mesa imagen del Niño Dios. S. XVII-XIX 92 I G L E S I A S Y Temporalidades. Ésta la entregó en arriendo hasta los religiosos bávaros, el templo se enriqueció que, debido al deterioro general de la propiedad, notablemente con pilares de ciprés, tejas y vigas resolvió sacarla a remate. Fue adjudicada en 1783 de roble. A fines de 1759 se terminaron los muros a don Francisco Ruiz - Tagle Larraín. Se mantuvo y se techó con tejas la capilla y sacristía. El frontis en poder de esta familia hasta 1912, cuando el tiene una inscripción que lo data en 1760. En último heredero, el presbítero Joaquín Ruiz-Tagle, 1761, se terminaron totalmente los trabajos de dejó en testamento las edificaciones y el parque construcción y habilitación de la iglesia. La Catedral al propietario original, la Compañía de Jesús. de Santiago exhibe hoy algunas piezas creadas La construcción de la iglesia se realizó en por los jesuitas y que en su tiempo estuvieron en forma paralela a las casas de la antigua hacienda. Calera de Tango. En la mesa del altar mayor se Entre los años 1750 y 1753, tras la llegada de aprecia el frontal de plata repujado y, en la sacristía, C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L PÁGINAS ANTERIORES IZQUIERDA Vano enmarcado en columnas de madera unidas por viga al natural. Al fondo Altar del Santísimo. DERECHA Altar del Sagrado Corazón. Imagen de yeso policromado. Siglo XIX-XX. Vista exterior de la capilla de Calera de Tango. convertida en museo, se exhiben piezas de fina factura, como una custodia de plata labrada, un retablo de madera labrada de estilo barroco bávaro, un reloj y un San Francisco Javier yacente. A fines del siglo XIX, se reemplazó el torreón original por una nueva torre forrada en fierro acanalado, obra del presbítero y propietario padre Joaquín Ruiz-Tagle. En 1936 se hicieron varios trabajos de remodelación: se repararon los arcos de medio punto del Altar Mayor y de los altares laterales; se cambió el cielo de madera por otro similar; se enyesaron y pintaron los muros; el patio de ladrillos fue sustituido por otro de baldosas rojas; se construyó el coro, con detalles imitados de las barandas del comulgatorio original del siglo XVIII; y se modificó los altares laterales, incorporándoseles algunos elementos que pertenecían a los originales. Actualmente, la iglesia cuenta con tres altares: el del Sagrado Corazón, el la Virgen de la Asunción y el del Santísimo. Patrono: San Ignacio de Loyola Fiesta: 31 de julio 96 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 97 La Compañía Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, Celestial Princesa, Virgen Sagrada, María, yo te ofrezco en este día Alma, Vida y Corazón; mírame con compasión, no me dejes, Madre mía… El nombre de “La la de doña Catalina de Compañía” corresponde los Ríos en 1628, la al de la antigua gran ha- estancia llegó a tener cienda que se forjó a grandes dimensiones y partir de la misión esta- es sabido que funcionó blecida por la Compañía como un impor tante de Jesús. Para cumplir centro agrícola, gana- con su deber evangelizador, los jesuitas realiza- dero e industrial. Su influencia abarcó también ban misiones circulantes, que consistían en es- la definición de una estética tradicional de la forzados recorridos anuales visitando poblados zona, ya que entre los padres jesuitas se con- indígenas y estancias para instruir a los naturales taban impor tantes maestros carpinteros, orfe- en la fe católica. En la zona en estudio, la misión bres, albañiles y tejedores, que perfeccionaron se conoció como misión circulante en territo- a ar tesanos locales con sus conocimientos. rio promaucae, según la denominación que los En 1771, cuatro años después de la expulsión incas habían asignado a los naturales picunches de los jesuitas, la hacienda fue comprada por que se establecían entre el río Maipo y el Maule. don Mateo de Toro y Zambrano. Para entonces, Hacia el final del invierno, los jesuitas salían des- La Compañía contaba con una superficie de su sede en Bucalemu para misionar durante aproximada de 10.000 cuadras entre Angostura varios meses. y el río Cachapoal. Según el archivo jesuita, estas Las primeras tierras con las que se fue cuadras eran de primera calidad e incluían 38 formando la hacienda de La Compañía fueron esclavos, 7.600 cabezas de ganado, 4.900 ovejas, entregadas a los jesuitas en 1595 por los capi- 525 caballos, 1.250 yeguas, 104 burros, 540 mulas, tanes Andrés de Torquemada y Agustín Brice- junto a todos los edificios y equipamiento. Hacia ño. Luego de sucesivas donaciones, entre ellas 1822, la hacienda aparece en manos de la nieta I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Retablo del Altar Mayor de la Virgen Inmaculada. Madera tallada y dorada. Estilo barroco-americano. Siglo XVIII. DERECHA Detalle de Imagen de la Virgen Purísima en altar lateral. Madera tallada policromada y dorada. Siglo XVIII-XIX V A L L E C E N T R A L 99 IZQUIERDA Cristo Crucificado de madera policromada, en muro lateral. Siglo XIX-XX. DERECHA Vista interior de la nave central del templo, hacia el Altar Mayor. del Conde de la Conquista, doña Nicolasa Toro. Ésta se casa con el patriota don Juan de Dios Correa de Saa, quien asumió la modernización la hacienda con obras de regadío, aumentando significativamente su productividad. Para entonces, existía un molino de trigo, curtiembre, viñas y producción de vino, registrándose hacia 1854 un ingreso anual de $89.000, la mayor utilidad de una hacienda en el Chile de la época. La Compañía siguió en manos de los herederos de don Mateo de Toro y Zambrano hasta el año 1947, cuando sus bisnietas, doña Manuela Correa de Lira y doña Margarita Correa de Cerveró, donaron la hacienda a la Congregación de los hermanos Pasionistas. Este mismo año, la iglesia de la Compañía se convirtió en sede de la nueva parroquia de la Inmaculada Concepción. Aunque el dogma de la Inmaculada Concepción fue definido en 1854 por Pío IX, la devoción es muy antigua. Los jesuitas la tenían especialmente presente en sus misiones, por lo que la celebración del 8 de diciembre tiene una raíz profunda en la zona. El monje benedictino, rvdo. padre Gabriel Guarda, recuerda haber asistido a una de las últimas celebraciones de la Inmaculada en tiempos de las primas Correa. Aquel 8 de diciembre, la Purísima era festejada con esmero. En las procesiones destacaban estandartes confeccionados con láminas de oro y plata. Y las casas se abrían para recibir a los fieles con comidas y refrescos hechos con recetas coloniales y ofrecidas en la antigua vajilla de don Mateo de Toro y Zambrano. La construcción de la iglesia data de 1763. Su arquitectura simple alberga una obra de arte sacro excepcional, el retablo de altar mayor. Hoy 100 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L en día, el retablo está dedicado a La Inmaculada, su restauración. Finalmente, el retablo fue devuelto pero en su origen acogía la imagen de San a la iglesia de La Compañía y ubicado en el Altar Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Mayor, instalándose en su centro la actual imagen Jesús, que se ubica en el presbiterio. Se trata de de yeso de la Inmaculada. un retablo de madera tallada y dorada, en estilo La devoción a la Virgen Purísima se reafirma barroco americano, con columnas profusamente en otros dos rincones de la iglesia. En un trabajadas que enseñan cabezas de ángeles en retablo de altar lateral, una fina imagen dorada su recorrido. El frontal del Altar es de cuero y policromada se conserva como testimonio de cordobán policromado y su factura corresponde la tradición del lugar. Y afuera, en una gruta, otra al año 1728, anterior a la influencia de los imagen, de yeso y más simple, recibe los rezos de jesuitas bávaros de Calera de Tango. El retablo los fieles más peregrinos. fue prestado por los padres pasionistas para una exposición de arte sacro el convento de San Francisco de Santiago. Durante años, se mantuvo Santuario de la Inmaculada Concepción. en poder de los franciscanos, quienes encargaron Fiesta: 8 de diciembre Vista exterior de la iglesia de La Compañía, desde el jardín que la rodea. 102 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Benedectinas de Rengo En el jardín de Belén la Virgen plantó una flor con su gracia le dio riego y le refinó el color; se la presentó al señor esa flor tan dolorosa y era tan fragantosa que a los cielos trascendía; nuestra madre le decía: tan bonita y tan preciosa… La Capilla se eleva cerca Rengo, en lo que era la antigua estancia de Apalta, en el sector conocido como las casas de Mendoza. Según la investigación realizada por el padre Gabriel Guarda o.s.b., la estancia abarcaba desde el río Cachapoal, por el norte, hasta el río Claro, por el sur. La primera referencia sobre el lugar se encuentra en la encomienda otorgada por Pedro de Valdivia a quien fuera su compañero de armas, don Diego García de Cáceres. Al no tener éste hijo varón, heredó la propiedad su primogénita doña Isabel Osorio de Cáceres, quien, al testar en las primeras décadas del siglo XVII, dejó un interesante y poco frecuente testimonio de preocupación por los indios del lugar. Pedía doña Isabel que se les pagara a los naturales lo que se les debía a la fecha y que su viña en Curimon y la casa, con vajillas y enseres incluidos, se les diera a los indios que ahí habitaban y a los de Apalta. La población indígena habitaba las fértiles tierras de la encomienda desde mucho antes de la llegada de los españoles. A comienzos del siglo XVII aparecen descritos caseríos y tambos indígenas en lo que algunos autores llamaron los “caseríos de Santa Ana” en alusión a la primera doctrina establecida en el lugar por misioneros franciscanos. Por aquellos años se entregó la primera merced de tierras en el sector de Apalta al capitán don Alonso de Ribera. La estancia conoció varios dueños, entre los que destaca don Antonio Mendoza, quien obtuvo hacia fines del siglo XVII la autorización del gobernador Tomás Marín de Povedala para trasladar a los naturales de sus encomiendas a las tierras de la estancia. La autorización le exigía responsabilizarse de la instrucción en la fe católica de los indígenas trasladados, para lo cual se le impuso el deber de construir una capilla. Paralelamente al desarrollo de la Estancia de Apalta, el sector vio nacer el poblado de Rengo, fundado en 1692 por el mencionado don Tomás Marín de Poveda con el nombre de “Lugar del Río Claro o Clarillo”. La fundación tuvo el propósito de concentrar la gente del partido de Colchagua y facilitar la evangelización de los indios. Casi 100 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Vista interior de la capilla de las benedictinas hacia el Altar Mayor. DERECHA Cristo Crucificado de madera policromada, ubicado delante de la mesa de Altar Mayor. Siglo XVIII-XIX. V A L L E C E N T R A L 105 años después, en 1792, fue creada la parroquia de Rengo con el nombre de Santa Ana, en recuerdo de la primera doctrina instalada en la zona. La antigua capilla de la estancia de Apalta exigida a don Antonio Mendoza se deterioró con el tiempo. Su descendiente, don Gaspar de Ahumada, fue autorizado por monseñor Alday para reedificarla. En 1785 se describía el estado de la nueva construcción como enladrillada, entablada y rodeada de molduras. Por aquellos años, la estancia fue vendida a don Manuel Fernández, quien se encargó de concluir la construcción del templo. A fines del siglo XIX, Monseñor Mariano Casanova, arzobispo de Santiago, recibió de las herederas Valdivieso la donación de las casas, iglesia y parte de las tierras de la estancia de Apalta. La propiedad fue entregada entonces a los padres agustinos de la Asunción, quienes tuvieron en el lugar una escuela apostólica que funcionó hasta su cierre en el año 1967. La estancia fue puesta a disposición del Obispado de Rancagua, que comenzó a buscar una congregación que se hiciera cargo del sitio. En 1983 llegaron a Chile las monjas benedictinas y recibieron la estancia para fundar su nuevo convento. Casas e iglesia fueron restauradas y adaptadas a las necesidades de la vida de claustro. La labor fue hecha con excelencia por el equipo integrado por el ingeniero don ARRIBA Altar Lateral. San José. Óleo sobre tela enmarcado en columnas y arco de medio punto, de madera dorada. ABAJO Altar Lateral. La Crucifixión. Óleo sobre tela enmarcado en columnas y arco de medio punto, de madera dorada. DERECHA Vista desde el Altar hacia el coro Alto. Vista exterior de la capilla de las Benedictinas de Rengo. Alberto Domínguez y por los arquitectos padre Gabriel Guarda o.s.b. y don Raúl Irarrázabal. La fachada del templo está formada por cuatro pilastras y tres cornisas que la dividen. Al centro, la puerta de dos hojas está enmarcada por un arco de medio punto. Sobre éste se abre la ventana del coro y arriba corona un nicho. En el interior preside el presbiterio el retablo del Altar Mayor, de un cuerpo y una sola calle. En su coronación exhibe un friso con un gloria dorado en el centro. En el nicho central se conserva una hermosa imagen de la Virgen de la Asunción, realizada en madera tallada y policromada. En torno al retablo se ubica el coro de las monjas y preside el presbiterio la mesa del altar de tipo sarcófago. Antes de llegar al presbiterio, en cada muro se enfrentan dos retablos neoclásicos con sendos lienzos del siglo XIX, uno de San José y otro de la Crucifixión. En el extremo opuesto al Altar Mayor se levanta un coro sobre tres arcos sostenidos 108 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L por dos columnas macizas, al cual se accede por una escalera ubicada en el exterior de la iglesia. Durante la última restauración fueron removidos el púlpito y un altar lateral barroco, reinstalados en el nuevo refectorio. Las monjas benedictinas practican la vida contemplativa. Cada jornada comienza antes del alba con el rezo de maitines y laudes. A las siete y media asisten a la celebración de la eucaristía. El día lo ocupan orando y trabajando en los talleres de arte donde confeccionan ornamentos litúrgicos, objetos de arte, estampas y tarjetas navideñas con los que obtienen el sustento para la comunidad. La santa rutina se rompe cada 15 de agosto, día en que la patrona del templo y titular de las benedictinas de Rengo es celebrada en su triunfal asunción al Cielo. Patrona: Virgen de la Asunción Fiesta: 15 de agosto Pencahue “Virgen del Carmen bendita otra vez de nuevamente pongo mis labios corrientes al compás de la guitarrita; te miro y hallo bonita y te estamos celebrando; el tenco estaba cantando en una mata de hualtata, la tenquita le decía sombréame esta otra mata”. Pencahue debe su nombre al cultivo temprano de la calabaza americana, registrado en la zona desde el año 600 DC. Se ubica en el valle de Tagua Tagua, donde existió una extensa laguna con pequeñas islas en las que anidaban las taguas, aves silvestres con cuyo nombre indígena los españoles bautizaron al valle y a la cultura prehispánica que vivía alrededor. La laguna, con una superficie aproximada de 90 Km, se emplazaba en una rinconada limitada por un cordón montañoso en el borde oriental de la Cordillera de la Costa, a 12 kilómetros al sur poniente del actual pueblo de San Vicente de Tagua Tagua. Claudio Gay la visitó en 1831 y la describió como un conjunto de islas flotantes formadas por grandes montones de restos vegetales y gramíneas entrelazadas. Sobre estas islas, llamadas Chivín por los habitantes, ponían sus huevos cisnes, garzas, flamencos, cheuques, etc. En 1833, la laguna estaba dentro de la propiedad de Javier Errázuriz, quien inició los trabajos de drenaje parcial de la cuenca para impedir las inundaciones provocadas por la falta de un desagüe natural. Se abrió entonces un túnel de 4 km entre los cerros de La Muralla y La Silleta, denominado El Socavón. En los trabajos de construcción del canal de desagüe la prehistoria presentó su evidencia. Restos óseos y herramientas de piedra datados hace aprox. 11.500 años, permitieron reconstruir la existencia de una playa en la antigua laguna, donde cazadores del paleoindio acechaban y mataban mastodontes, caballos americanos y ciervos que se acercaban a la orilla para beber agua. Cuando en 1541 Pedro de Valdivia llegó a la zona para enfrentar a los indios rebelados al sur de Santiago, la región de los Tagua Tagua comprendía las tierras de Pelequén, Malloa, San Vicente, Tunca y sectores adyacentes. Una vez sometidos, los naturales de Tagua Tagua fueron entregados en encomienda a don Juan Bautista Pastene, explorador de los mares australes y regidor del Cabildo de Santiago. En la información de servicios de Juan Bautista Pastene, se señala I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Avenida de plátanos orientales. Al fondo capilla de Pencahue. DERECHA Detalle de tinaja de greda. V A L L E C E N T R A L 111 IZQUIERDA Altar Lateral Imagen San José y el Niño Yeso Policromado. Siglo XIX-XX. DERECHA Altar Mayor. Nicho central imagen de la Virgen del Carmen, Yeso policromado. Siglo XIX-XX. Altar lateral Cristo Yeso policromado. Siglo XX. que se le encomendaron “los caciques llamados Maluenpangue… que tiene su asiento en los promoaucaes é se llaman Taguataguas”. Tagua Tagua fue pronto doctrina de indios. En 1585, ya era atendida por el clérigo Pedro Gómez de Astudillo, quien servía además las doctrinas de Copequén y Malloa. A principios del siglo XVII, Melchor de Sanabria recibió una merced de tierra en los contornos de la laguna. Casi cien años después, Andrés de Gamboa y Olaso reunió 10.000 cuadras de extensión, sumando diferentes mercedes, en lo que pasó a llamarse la Estancia de Tagua Tagua. 112 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L En 1824 la antigua capilla de la estancia se transformó en sede de la parroquia de San Francisco de Pencahue, a cargo de la administración eclesial en la zona. En 1845, doña Carmen Gallegos de Robles donó tierras a la diócesis de Santiago para que se estableciera un curato y una villa. Se fundó entonces el poblado de San Vicente de Tagua Tagua, que se transformó muy pronto en el centro administrativo de los agricultores de la zona. En 1854 se construyó la iglesia en el nuevo poblado y, en 1859, se erigió la parroquia de San Juan Evangelista de San Vicente de Tagua Tagua. la capilla para que su hijo, el recién ordenado sacerdote Javier Prado, cantara su primera misa. Don Javier Prado Aránguiz fue obispo de Iquique, auxiliar de Valparaíso y obispo de Rancagua. El fundo quedó en manos de don Jorge Prado, quien casó con doña Magdalena Lira y con quien tuvo dos hijos, Francisco Javier y Jorge, quienes se encargan actualmente de trabajar el campo. A la capilla se accede por una graciosa avenida de plátanos orientales. Tiene unas dimensiones aproximadas de 10 x 50 m. Sobre los muros Detalle corredor casa patronal Por su parte, la antigua estancia conoció sucesivos dueños hasta que fue finalmente dividida. Pencahue, que constituía una parte importante de la propiedad, fue adquirida por don Domingo Bezanilla Luco y Caldera en 1863. Don Domingo se encargó de reparar y ampliar la antigua casa del siglo XVIII e inició la construcción de una nueva capilla sobre los restos de la antigua, la misma que había servido de sede a la antigua parroquia de San Francisco. Encargó a Europa los ornamentos, los muebles para la sacristía y el vía crucis. Don Domingo murió soltero y heredaron el fundo sus hermanas, también solteras. Las señoritas se dedicaron con verdadero afán a fomentar la actividad religiosa con importantes y tradicionales misiones. Al morir, las hermanas legaron Pencahue a su sobrina, doña Virginia de la Cerda, casada con don Lisandro Aránguiz, cuyos cuatro hijos trabajaron y modernizaron el fundo en comunidad. Al efectuarse la repartición de la propiedad, Adriana Aránguiz se adjudicó las casas y la mayor parte de las tierras. Doña Adriana se casó con don Javier Prado y tuvo dos hijos, Jorge y Javier. En 1953, se esmeró especialmente en restaurar 114 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L de adobe, la techumbre se sostiene en vigas de canelo de 40 por 40 cm. El acceso principal es una sólida puerta de madera, también de canelo. Tras la mesa del Altar Mayor está la imagen de yeso policromado de la Virgen del Carmen, patrona de la capilla. En un retablo del Altar lateral derecho está la imagen de Santa Teresita de los Andes, adquirida por doña Magdalena Lira. También se conserva guardada en la capilla una faja de la sotana de Monseñor Escribá de Balaguer. Al coro se accede por una escalera en forma de caracol. El piso es de baldosas y corresponde a los arreglos hechos por doña Adriana Aránguiz en 1953. Tras el terremoto de 1985, se debió reparar la techumbre y pintar los muros. El año 2000, con motivo del matrimonio de Jorge Prado Lira, se realizó una restauración general de la capilla. La familia no olvida a su patrona y cada 16 de julio, la Virgen del Carmen es celebrada en Pencahue con una misa y un cóctel ofrecido a los trabajadores y vecinos del fundo. Patrona: Virgen del Carmen Fiesta: 16 de julio La Estacada de Guacarhue “Santísima Trinidad fue el regalo pa’ los pobres que el Señor de los señores regaló pa’ navidad; es tan buena la Verdad pa’ matar el desencanto, que la puso a nuestro lado, repetida como a niños, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo…”. En el sector del actual pueblo de Guacarhue existía un antiguo asentamiento indígena picunche. El lugar, llamado Copequén, fue una de las bases de la conquista Inca del siglo XV que se propuso extender el límite sur del gran Imperio. Los incas establecieron aquí un Gobernador y una colonia agrícola fiel al monarca de Cuzco. Los españoles, guiados por los mismos quechuas en su descubrimiento y conquista de este fin de las tierras al que llamaban Chilli, supieron aprovechar el sometimiento de los naturales para imponer su nuevo orden. La conquista española utilizó la estrategia fundar pueblos de indios allí donde había asentamientos indígenas, con el fin de reunir y optimizar la mano de obra que la Encomienda asignaba y, a la vez, cumplir con el compromiso de evangelización de los naturales. El trazado de los pueblos de indios repetía el patrón de una plaza, una capilla con casa para el cura doctrinero, un terreno para la casa del cacique local, tierras con riego de acequias para que los indígenas instalaran sus ranchos y cultivos y un sector de pastos comunitarios para el ganado. Este esquema fue el aplicado en el antiguo pueblo de Indios de Copequén, centro de la gran encomienda del mismo nombre que fue entregada al Capitán Pedro de Miranda, de valiente trayectoria en la sofocación de rebeliones indígenas durante la Conquista. La Encomienda sirvió a Miranda para trabajar la merced de tierras que recibió también en el sector. Según descripción del siglo XVI, las tierras de Copequén, eran de “pan llevar”, bien regadas, con frutales, siembras de cereales y buen ganado. La encomienda y las tierras se mantuvieron a cargo de la familia Miranda durante todo el siglo XVII. Los indios eran trasladados desde el pueblo a las tierras de la estancia, que por la época eran bastantes y recibían ya el nombre de La Estacada, por un cerco de estacas que la dividía. Esta costumbre de movilizar la mano de obra desde los pueblos de indios a las estancias fue generalizada durante la Colonia y provocó tanto el incremento del mestizaje como también el deterioro de la situación general de los indios. I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Retablo del Altar Mayor de un cuerpo, en el nicho central un óleo de Cristo Crucificado. En la coronación la escena de la Santísima Trinidad. DERECHA Detalle de San José y el Niño. Imagen de yeso policromado. Siglo XIX-XX. V A L L E C E N T R A L 117 ARRIBA Santa Magdalena Imagen de candelero, de madera policromada. Perteneció a la iglesia de la Compañía en Santiago. Siglo XVIII-XIX ABAJO Detalle de óleo de Cristo Crucificado, de muy buena factura, en nicho central del retablo del Altar Mayor. DERECHA Altar lateral de San José y el Niño. A fines del siglo XVII, La Estacada contaba ya con su casa patronal llamada casa-fortaleza. Según investigación de Hernán Rodríguez, a principios del siglo XVIII la estancia fue vendida a Juan Francisco Silva, quien dividió las tierras entre sus muchos hijos. Uno de éstos, el presbítero Dionisio Silva y Trincado, párroco de Santa Ana en Santiago, recibió la hijuela con la casa patronal y se instaló en ella para trabajarla en beneficio de la familia. Al morir en 1786, dejó en testamento una capellanía sobre la Estancia, la que fue entregada en herencia a sus sobrinos hombres, con el compromiso de que construyeran una iglesia bajo la advocación de la Santísima Trinidad. Fue un sobrino, el también presbítero Diego Silva, quien cumplió sus deseos y levantó una iglesia con la renta de la hacienda. A mediados del siglo XIX, la capilla estaba en ruinas y el obispo de entonces, don Rafael Valdivieso, propuso remover a los administradores de la capellanía. Don Saturnino Silva reaccionó en nombre de su antepasado y construyó una nueva iglesia junto a la antigua casa-fortaleza. En1860, la estancia fue vendida a don Santiago Prado, quien construyó a continuación de la capilla una nueva casa de dos pisos, con bodegas y corrales. Desde entonces, la Estacada es el centro del singular conjunto flanqueado por las dos casas patronales. A fines del siglo XIX, la estancia fue vendida a don Ezequiel Fernández. A su muerte, en 1931, fue rematada y adjudicada a la sociedad Valdés y Cía., la que remodeló las casas y encargó la construcción de una torre para la capilla, diseñada por el arquitecto Andrés Garafulic. A la muerte de Alfonso Fernández, sus socios Carlos Valdés y Hernán del Río, dividieron la estancia en dos hijuelas, adjudicándose una casa para cada familia y asumiendo entre ambos la conservación de la iglesia para la comunidad local, según el viejo anhelo del cura Silva. La iglesia es de una nave, con estructura de adobe y techumbre tradicional con tejas de arcilla. El campanario está adosado y remata un corredor lateral con profusión de arcos, según el diseño del arquitecto Garafulic. En el interior, el retablo del Altar Mayor, de un cuerpo con coronación de forma ondulada, acoge la representación de la Santísima Trinidad. El nicho principal cobija un óleo de Cristo Crucificado de gran calidad artística. Una imagen de San José con el Niño preside un nicho lateral. Llama la atención una hermosa imagen de candelero de María Magdalena. Es articulada, de madera policromada y vestida con finas telas. Fue salvada del incendio de la iglesia de la Compañía de Santiago, a cuya sacristía había llegado donada por uno de los antiguos propietarios. Los jesuitas la devolvieron a La Estacada, como para que se sobrepusiera del gran susto en la tranquilidad campesina de su capilla. IZQUIERDA Arcos tras la torre proyectada por le arquitecto Garafulic. DERECHA Vista interior de la capilla de La Estacada. Patrona: Santísima Trinidad 120 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L La Javierana de Roma “Santísima Cruz bendita, clavelito colorado, del cielo vendrá la Virgen sobre su trono dorado; a perdonar los pecados de poetas y cantores, novenantes rezadores de todo el suelo chileno; Virgen Santa del Carmelo, protectora de los pobres…”. L a J av i e r a n a s e ubica al oriente de San Fernando, entre el río Claro y el río Tinguiririca. Tras reunir a los antiguos habitantes picunches en encomiendas, las tierras del sector fueron entregadas a don Melchor Jufré del Águila, hidalgo extremeño que desempeñó el cargo de alcalde de la capital en 1599. La reunión de mercedes realizada por Don Melchor entre 1612 y 1628 fue conocida como La Estancia la Angostura. A la muerte de don Melchor, La Angostura fue heredada por su hija, doña Ana na en la compra que a mediados del siglo XIX hizo don Pedro Rivadeneira de las tierras de la hacienda Roma, división de la gran estancia, cuyo nombre vendría de antiguos hacendados del sector apellidados Román. Don Pedro Rivadeneira, trabajó el fundo con esmero. A él se debe la remodelación y ampliación de la casa patronal de la hacienda, a la que agregó un ala completa, en la cual incluyó el oratorio. Las tierras de don Pedro se bautizaron con el santo de su nombre. Éstas eran en su mayoría de María del Águila, esposa del gobernador de Chile, Don Diego González Montero (16691670). Ambos son antepasados del prócer de la patria, don José Gregorio Argomedo y Montero del Águila, que había nacido en las viejas casas de la actual hacienda Los Lingues, construidas por sus padres. La hacienda Los Lingues fue una de las más importantes de la zona de San Fernando y se mantiene hasta hoy en manos de la misma familia. La hacienda La Javierana de Roma se origi- rulo y el campo estaba dedicado a la crianza de animales, principalmente vacunos, aunque en algún minuto tuvo también una gran masa ovejera. Como no había feria cercana, los animales eran sacrificados y faenados en el mismo fundo, donde se transformaba su carne en charqui para exportar al Perú. La crianza de animales se combinaba con grandes siembras de trigo, que obligaban a realizar una larga temporada de trillas de hasta cuatro o cinco meses. Ya entrado el siglo veinte se trillaba con máquinas a vapor, aunque para la I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Altar Mayor del oratorio de Roma. Retablo de un cuerpo. Al centro óleo de la Virgen y el Niño. Siglo XIX-XX. DERECHA Detalle de óleo de la Virgen con el Niño. V A L L E C E N T R A L 123 IZQUIERDA Corredor de la casa patronal. DERECHA Detalle esquina de corredor. Mesa y mueble de sacristía. trilla del poroto se conservó por un buen tiempo el sistema tradicional de yeguas. En San Pedro de Roma se producía también aguardiente de pera en cantidad, para gasto de la hacienda y para venta, razón por la cual un patio de la casa todavía es llamado el alambique. A la muerte de don Pedro, en 1876, la hacienda se dividió en hijuelas, una de las cuales fue heredada por don Javier Rivadeneira Besa. En alusión a su nombre, la hijuela fue llamada Javierana de Roma. Don Javier era ingeniero agrónomo y se concentró en la transformación del uso del 124 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L suelo de la hacienda. Construyó canales de riego que trajeron agua desde el río Tingüiririca y las tierras de rulo fueron dando paso a las plantaciones de frutales. Ya en los años de 1980, la crianza de animales fue abandonada por completo, generándose el gran quiebre con la tradición colonial de la antigua estancia, cuyo trabajador tipo era el huaso de rulo, vaquero y ovejero de a caballo. En el interior del oratorio, un óleo de buen tamaño de la Virgen del Carmen preside el retablo del Altar Mayor, hecho en madera y de un solo cuerpo. La mesa de Altar es de madera y se conserva su piedra de ara. En el muro izquierdo, una pintura mural enmarca e ilustra una escena de la vida de San Pedro, en una práctica versión de altar lateral. Cuando don Pedro Rivadeneira construyó el oratorio lo proveyó de vasos sagrados y ornamentos, algunos de los cuales aún se conservan en una caja. El cáliz tiene una inscripción que dice que fue bendecido por el obispo José Ignacio Cienfuegos. Durante muchos años el oratorio se ocupó exclusivamente para el rezo del Rosario y del mes de María, ocasiones en que acudía la familia y trabajadores de la hacienda. Actualmente se celebra, al menos, una misa mensual. No se festeja ya la fiesta de la patrona, pero para la Pascua de Resurrección y Navidad, el oratorio recibe una gran concurrencia de trabajadores y vecinos que acuden a tomar el chocolate caliente y las galletas que ofrece la familia Rivadeneira después de la eucaristía. Patrona: Virgen del Carmen Fiesta: 16 de Julio 126 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L San Roberto de Almahue “Virgen del Carmen, Doña, que lo pedido me hai dao, de niño un renacuajo y de hombre una señora; yo te ruego a vos ahora que el molino está sin piedras y el rescoldo cuece apenas, que mis huellas borre un viento y, entregándote mi aliento, tú me lleves desta tierra…”. Al igual que Santa hectáreas, aprox.), era Amelia y El Huique, la manejada por su mujer hacienda San Roberto doña Antonia de Aguilera de Almahue tiene su y Estrada. Los Irarrázaval origen en la vieja estancia mantuvieron la propiedad de Larmahue, que tomó por cerca de 130 años, el nombre del antiguo adquiriéndola luego la pueblo de indios picunches que había en el valle familia Echeñique, cuyos descendientes, a fines del del Cachapoal. La zona era rica en tierras fértiles siglo XVIII, realizaron la partición de Larmahue y mano de obra nativa, por lo cual fue pronto en las haciendas de Almahue y El Huique. No entregada en encomienda y asignada a un cura es difícil imaginar la importancia capital de las doctrinero. La encomienda correspondió a Juan grandes estancias durante la Colonia. Sus grandes Gómez de Almagro, sobrino del conquistador don producciones de ganado, sebo, cueros, cereales y Pedro de Valdivia y uno de los 14 de la fama cuya vino constituían la base de la economía del país. heroica resistencia en los cerros de Nahuelbuta Además, eran el punto de encuentro forzado de cantara Alonso de Ercilla en la Araucana. En 1613, lo español y lo indígena, el escenario del mestizaje Juan de Quiroga y Losada recibió una gran merced y de la forja de la identidad campesina chilena. de tierra que dio origen a la Estancia de Larmahue. San Roberto es la hijuela de la hacienda La propiedad fue adquirida en 1627 por don Almahue que heredó las casas patronales de la Fernando de Irarrázaval y Andía, que hacia 1621 antigua estancia Lamarhue. Como Santa Amelia, había sido Corregidor de Santiago y por la fecha perteneció a principios del siglo XIX a don José lo era en Arequipa. El ilustre propietario pasaba Manuel Ortúzar, quien reconstruyó las casas viejas la mayor parte del tiempo en el Perú, por lo que levantadas en tiempos de los Irarrázaval. Tras la estancia, de más de 14.000 cuadras (21.000 obtener de Pío IX el permiso canónico, dirigió la I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Vista interior hacia el Altar Mayor. DERECHA Detalle de cielo sobre el presbiterio. Madera pintada con una estrella dorada adosada. V A L L E C E N T R A L 129 reedificación de la capilla para atender los servicios cultivar la religiosidad tradicional de la Estancia, espirituales de la familia y los inquilinos. Al morir originada en tiempos de la doctrina de indios y sin descendencia, su viuda Dolores nombró a su expresada, sobretodo, en las anuales misiones de cuñado Ignacio Ortúzar apoderado de la hacienda. verano. La hacienda fue rematada en 1892, adju- Lamentablemente, éste no pudo pagar al Banco dicándosela don Roberto Lyon. Como se men- de Francisco Ignacio Ossa un préstamo que había ciona en el capitulo de la capilla de Santa Amelia, avalado con la propiedad y doña Dolores debió los Lyon Lynch se trasladaron a vivir las nuevas entregar a sus acreedores la que por entonces era casas, llamadas de Santa Amelia, dejando las casas una de las haciendas más productivas del país. “viejas” para las labores de administración. Éstas Las hijas de Francisco Ignacio Ossa supieron IZQUIERDA Vista hacia el coro Alto. DERECHA Detalle de púlpito de madera, color caoba. 130 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L fueron asumidas con éxito por Guillermo Lyon, hijo de don Roberto, a partir de 1908. Se dice Detalle de corredor de “Las casas viejas”. que levantó cerca de 200 casas para inquilinos, instaló una lechería y plantó viñas. El fundo producía y las tradiciones huasas se engalanaban. En el vecino cerro Del Salto se realizaron por la época rodeos de leyenda, a los que llegaban trenes especiales con participantes, vistas ilustres y una muy correspondiente banda de músicos para entonar los himnos y armar la fiesta. Almahue fue dividida entre los hijos de don Roberto y doña Amelia en seis hijuelas. Guillermo Lyon Lynch quedó a cargo de la que se nombró San Roberto y que incluye hasta hoy las casas viejas y la capilla. Sus descendientes se encargan de conservarla, inspirados en el recuerdo de doña Lucía Besa de Lyon, católica antigua, custodia de aquellas buenas costumbres como eran las misiones de verano, las atenciones de misas y la limosna de los curas. La capilla data de las primeras décadas del siglo XIX. En su interior, el retablo del altar mayor, de un solo cuerpo, acoge la bella imagen de la Virgen del Carmen realizada en palo de álamo. Sobre la puerta principal se levanta un coro alto con escala. Un púlpito de madera oscura y base octogonal pende de uno de los muros. Arriba, el cielo es de madera pintado con colores pasteles y estrellas. En este pequeño universo, al llegar al presbiterio, una gran estrella dorada refuerza la presencia de la patrona, la milagrosa, la que se encarga de atender las súplicas de los años malos y bendecir los festejos de los buenos. Patrona: Virgen del Carmen Fiesta: 16 de julio 132 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Santa Amelia de Almahue “Virgen Santa y Milagrosa florecido aromito, en el huerto del señor habitan tres palomitos; cantaban tres jilgueritos revoloteaban tres loros, bajaron tres reyes moros al nacimiento del Mesías; de cariño le traían: incienso, mirra y el oro…” Entre los ríos del lobos monteses y de aquí Cachapoal y el Tinguiri- se quedaron Pormocáes rica se extiende una que se ha corrupto la buena porción de tierras lengua…” fértiles que han sido Según el sistema de habitadas desde tiempos sometimiento de los remotos. Al llegar los españoles, estas tierras españoles, vivían aquí grupos de indios picunches y sus naturales fueron reunidos en sendas que los guías quechuas llamaban promaucaes. encomiendas entregadas a Inés de Suárez y al El Imperio Inca se había acercado hasta esta capitán Juan Gómez de Almagro, sobrino del zona en el siglo XV, trayendo sus adelantadas conquistador don Pedro de Valdivia. En 1613, Juan técnicas agrícolas. Los promaucaes fueron de Quiroga y Losada recibió una gran merced de tenaces defensores de sus tierras y rechazaron tierra que dio origen a la Estancia de Larmahue. con violencia a los invasores. El menosprecio de La propiedad fue adquirida por Fernando de incas y españoles por los antiguos dueños de casa Irarrázaval en 1627, manteniéndose en la familia, ha quedado bien referido en el testimonio del por sucesión, durante 130 años. Hacia 1760, el cronista Bibar, que acompañaba a Valdivia en su Coronel Pedro Gregorio Echenique la adquirió viaje conquistador. “… Adoran al sol y a las nieves por matrimonio con doña Mercedes de Lecaros. porque les da agua para regar sus sementeras, En 1789 heredaron la estancia sus hijos Antonio y aunque no son muy grandes labradores… Es gente Miguel de Echeñique Lecaros, quienes sostuvieron holgazana y grandes comedores... sembraban muy un largo litigio para dividirse las tierras. El asunto poco, y se sustentaban el más tiempo de raíces de se zanjó con la partición de la estancia Larmahue una manera de cebolla... Visto los Incas su manera en dos hijuelas: la del sector norte, que tomó el de vivir los llaman Pomaucaes que quiere decir nombre de Almahue, fue asignada a don Antonio I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Altar Mayor. Oleo de la Virgen del Milagro. Mesa de Altar de madera tallada, policromada y dorada. DERECHA Vista exterior de la capilla. V A L L E C E N T R A L 135 y mantuvo las casas y la capilla; la del sector sur IZQUIERDA Vista general hacia el Altar Mayor. DERECHA Detalle de imágenes sobre columnas a cada costado de la mesa del Altar Mayor. correspondió a don Miguel y fue bautizada con el nombre de El Huique. Casi un siglo después, en el año 1892, la hacienda Almahue fue adquirida en remate por don Roberto Lyon. El nuevo dueño se instaló con su mujer, doña Amelia Lynch, y sus hijos en la antigua casa. Ésta tenía al menos seis patios, una capilla de buen tamaño y bodega de vinos de dos pisos. La hacienda era administraba por el cuñado de don Roberto, Agustín Baeza, casado con doña Julia Lyon. Doña Amelia Lynch prefería la acogedora casa de la administración al antiguo caserón y solicitó a su marido intercambiar las dependencias. Don Roberto la complace. Trasladó entonces la administración a la casa antigua y ordenó la construcción de nueva casa patronal en el sector donde vivía su hermana y su cuñado. En 1905, la familia se trasladó a la nueva casa patronal, que comenzó a ser llamada Casa de Santa Amelia. En 1919, tras la muerte de don Roberto y doña Amelia, la hacienda Almahue fue dividida en seis hijuelas. La hijuela de Santa Amelia quedó en manos de Luz Lyon Lynch, casada con Ismael Pereira. En 1940, doña Luz quiso que su sobrino arquitecto, Manuel Marchant, que había estudiado en Francia, realizara algunos trabajos en la casa y proyectara una nueva capilla. El hijo de doña Luz, don Ismael Pereira Lyon, que relata la historia, temía que los diseños de su primo fuesen demasiado modernos y no tuvieran en cuenta el estilo tradicional del lugar. Propuso entonces al arquitecto Santiago Roi para que construyera la capilla. Ésta se hizo de ladrillos, con una nave central y una pequeña capilla lateral. A su costado se levantó la torre campanario. 136 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Al morir la Sra. Luz Lyon, en 1973, sus tres entrada, para que durante las misiones toda la hijos heredaron la hijuela. La casa de Santa gente pudiera participar más cómodamente. Amelia es compartida actualmente por don Doña Ana instaló en el Altar Mayor un óleo Ismael y su hermana doña Luz Pereira. Don de la Virgen de los Milagros que su abuelo, Ismael casó con doña Ana Irarrázaval, quien don Domingo Fernández Concha, trajo a Chile trajo de regreso el apellido de los antiguos siendo embajador en Roma. Y trasladó desde el propietarios de la Estancia Larmahue. Ambos se oratorio de su familia en Santiago las imágenes han preocupado especialmente de conservar de bulto que custodian la paz del santo recinto. la capilla y la tradición católica del fundo. Don Ismael ordenó la ampliación del patio de Vista del campanario adosado a la capilla. 138 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Patrona: Nuestra Señora del Milagro Calleuque “Nació igual que los pastores, trinan las aves parleras por los campos y praderas se alegran los corazones; el Niño, con mil amores, sonríe a la Virgen Santa, su complacencia era tanta al ver su precioso Hijo; y el gallo con regocijo, abre las alas y canta…” Calleuque se ubica en el valle del río Tinguiririca, hacia el lago Rapel. A la llegada de los españoles, el lugar era habitado por grupos picunches, a los que los españoles llamaron promaucaes según la denominación de los quechuas. Someter a estos pueblos indígenas representaba para la Corona Española un asunto complejo. Por un lado, debían cumplir con el compromiso adquirido con la Santa Sede de evangelizar a los naturales. Y, al mismo tiempo, debían saber recompensar a los aventureros que habían asumido el gasto de la empresa conquistadora. La encomienda fue el sistema ideado para cumplir este doble propósito. El encomendero, “benemérito de las indias”, recibía el derecho a cobrar para sí el tributo que los indios debían al rey como nuevos súbditos de la Corona. A cambio, el encomendero asumía la tarea de evangelizar y proteger a los indios y se comprometía a habitar y defender el territorio asignado. Según este modelo, las poblaciones indígenas del valle de Tinguiririca fueron incluidas en la encomienda de Pichidegua, que a mediados del siglo XVI aparece en poder de los primos don Jerónimo de Alderete y don Juan Fernández de Alderete. Lihueimo era uno de los principales pueblos de indios que existía en la zona y, al partirse la sociedad de los primos de Alderete, dio nombre a la encomienda de Lihueimo, que quedó en manos de Juan Fernández y que comprendía los pueblos de Calleuque, Peralillo, Palmilla y los valles de Santa Cruz y de Nilahue, llegando hasta la costa por Cahuil y Pichilemu. Hacia 1585 la atención espiritual de la encomienda estaba organizada en torno a la doctrina instalada en Lihueimo. Ésta era atendida por la orden de Nuestra Señora de La Merced. Por la fecha aparece sirviendo en Lihueimo Fray Luis Martínez, responsable también de las doctrinas de Rancagua y Colchagua. Hacia 1662, la encomienda era atendida desde la doctrina de Rapel, que se había transformado en el gran foco evangelizador de Colchagua. I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Patio exterior de la capilla de Calleuque, con palmeras y palmas chilenas. Capilla con torre adosada, estilo neoclásico con reminiscencias toscanas. DERECHA Vista exterior de la capilla desde el parque de la hacienda de Calleuque. V A L L E C E N T R A L 141 IZQUIERDA Óleo de la Virgen de La Merced o de los redentores cautivos En su mano derecha sostiene el emblema mercedario y en su mano izquierda las esposas de los cautivos. Siglo XIX-XX. DERECHA Vista interior de la capilla hacia el nicho con el Cristo Crucificado del Altar Mayor. Siglo XIX-XX. Las tierras comprendidas por la encomienda de Lihueimo fueron divididas y entregadas como mercedes, cambiando su propiedad a lo largo de los años coloniales. A principios del siglo XIX, la antigua encomienda de Lihueimo aparece dividida en 5 grandes haciendas: El Huique, Pupilla, Calleuque, Puquillay y Ranquilhue. Según la historiadora Teresa Pereira, a comienzos del siglo XIX, la hacienda Calleuque contaba ya con casa patronal y capilla. Sus dueños por entonces eran don Ramón Formas y doña Carmen Ascué. Al enviudar, doña Carmen vendió la Hacienda a Francisco Ignacio Ossa, empresario enriquecido 142 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L en las minas nortinas. Él se hizo cargo de las casas y de la capilla con sus imágenes, ornamentos, platería y vasos sagrados. La capilla se ubica a un costado de la casa. Hacia 1860, en tiempos de don Francisco Ossa, fue notablemente restaurada. Años después, casi al finalizar el siglo, la hacienda fue vendida por la sucesión del empresario a la familia Echeñique, cuyos descendientes la conservan hasta hoy. A comienzos del siglo XX, Calleuque era el principal centro comercial de la zona. La hacienda contaba con un moderno molino, que daba trabajo a un número importante de gente de la zona. Corredor de la casa patronal, con carretas y herramientas utilizadas antiguamente en las faenas de la hacienda. Doña Mercedes Echeñique casó con don Elías Valdés Tagle, agrónomo y notable impulsor de modernas medidas sociales de inspiración católica para el mundo campesino. Don Elías Valdés hijo, actual propietario, ha mantenido las convicciones familiares. La capilla se conserva en buen estado, como testimonio de la antigua tradición católica del lugar, originada en aquel deber evangelizador del encomendero que fue luego asumido y adaptado por los sucesivos propietarios de la hacienda. Para ingresar a la capilla hay que atravesar dos columnas horizontales de palmas chilenas y palmeras. El frontis construido en ladrillos y 144 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L muros de adobes, es de estilo neoclásico. Tiene campanario adosado que remata en forma triangular, al igual que la capilla. La portada es sencilla, con dos columnas lisas a cada lado de la puerta principal. Al interior, un Cristo Crucificado preside el retablo del Altar Mayor. Se trata de una valiosa imagen de madera policromada. Al costado derecho hay un óleo enmarcado de la Virgen de la Merced, que recuerda oportunamente aquellos primeros tiempos de la doctrina de Lihueimo, cuando era atendida por los religiosos mercedarios. Patrona: Virgen de La Merced San José del Carmen de El Huique “Virgen santa, Carmelita, yo te canto en el momento, por punto de Nacimiento porque estái tan bonita; estái tan adornadita contemplando el mundo entero; el gallo en su gallinero abre las alas y canta, el que duerme en cama ajena a las cuatro se levanta”. El gran alzamiento indígena de 1598 provocó, como respuesta, la concentración de población española en el fértil valle de Colchagua. Hasta entonces, la resistencia de los belicosos picunches había retardado el proceso de sometimiento del lugar por parte de los conquistadores. Con la incorporación de técnicas de riego, las que eran tierras mayormente cenagosas, se transformaron en el valle que hasta hoy destaca como uno de los más fértiles y productivos del Chile central. La capilla de la Virgen del Carmen integra el conjunto de las casas de la antigua hacienda de San José del Carmen del Huique. Ésta era parte de la estancia Lamargüe, originada en las mercedes de tierra recibidas por don Juan de Quiroga y Losada a comienzos del siglo XVII. Larmahue llegó a abarcar los valles comprendidos entre los ríos Cachapoal y Tinguiririca. Tuvo sucesivos dueños hasta que, en 1760, el Coronel don Pedro Gregorio Echeñique la adquirió por matrimonio con la hija de doña Mercedes de Lecaros, dando inicio a una sucesión familiar en la propiedad que se extiende por más de 200 años. A comienzos del siglo XIX, la hacienda El Huique, división de la de Larmahue, fue partida en tres hijuelas. Juan José Echeñique, nieto del coronel, recibió la que él mismo bautizó como San José del Carmen del Huique y construyó, en 1829, la casa patronal. Paralelamente, encargó la edificación de una capilla para dar atención religiosa a la familia y a los inquilinos La capilla fue ricamente alhajada con retablos barrocos, imágenes quiteñas, papeles murales y finos balaustres de cristal traídos de Europa. Emplazada en el patio de entrada a las casas patronales, la iglesia se constituyó en un hito del conjunto arquitectónico. En 1852, don Juan José Echenique recibió desde el Vaticano la autorización canónica para su funcionamiento. En aquellos años de prosperidad, la hacienda contaba en el sector de las casas con teatro, escuela, consultorio, bodegas y lecherías, además de las construcciones destinadas a la administración del fundo y las casas de los inquilinos. La hija de don Juan José, doña Gertrudis I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Presbiterio cerrado por rejas de madera. Al fondo retablo del Altar Mayor de un cuerpo con la imagen de la Virgen del Carmen en nicho central. Delante de el, dos lámparas de lágrimas, y los muros empapelados con papel europeo. Siglo XIX. DERECHA Virgen con el Niño Imagen de madera policromada, con vestido de finas telas. Siglo XIX. V A L L E C E N T R A L 147 Echenique, casó con quien fuera presidente de Chile entre los años 1896 y 1901, don Federico Errázuriz Echaurren. De sus hijos, sólo sobrevivió doña Elena Errázuriz, quien heredó el fundo San José del Carmen en 1928. La nueva propietaria casó con el diplomático don Renato Sánchez y tras vivir en Europa, se preocupó de rescatar las tradiciones de su hacienda. Para ello fomentó especialmente las misiones de primavera, que llegaron a contar con más de 600 participantes. Doña Elena mantuvo la capilla en buen estado, cuidando y enriqueciendo el conjunto de sus bienes y conservando el espíritu del diseño original. Al momento de su muerte pidió encarecidamente a sus hijos que supieran preservar la capilla y las costumbres. Ellos mantuvieron las tradicionales misiones de primavera, y en 1975, resolvieron donar la reserva de las casas e iglesia -que habían logrado retener tras la reforma agraria- al Ejército de Chile para asegurar su correcta conservación como conjunto patrimonial. Pocos años antes, en 1971, las construcciones del Huique habían sido declaradas Monumento Nacional. El ejército asumió el compromiso del donativo y se preocupó de la restauración y conservación de la casa patronal, la iglesia y sus reliquias, especialmente luego del terremoto de 1985 y de las inundaciones de 1986. ARRIBA Cielo abovedado de madera pintada. Lámpara de bronce. ABAJO Altar lateral. Pintura anónima de escena bíblica. A cada costado inferior una imagen de arcángel. Al centro imagen de la Virgen sobre mesa de Altar tipo sarcófago. Siglo XIX DERECHA Vista hacia el coro Alto. En él fachada o biombo que simula un órgano. 148 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 150 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L PÁGINAS ANTERIORES IZQUIERDA Jesús Nazareno Imagen de madera policromada. Siglo XIX-XX DERECHA Vista interior hacia el Altar Mayor. Vista exterior de la Iglesia San José del Carmen de El Huique La iglesia sobresale en el sector de las casas, recibiendo a los visitantes en la entrada principal. De una nave larga y angosta, posee un pórtico de tres arcos de medio punto que se adelanta hacia la explanada. Sobre éste hay una torre de madera más de 20 m de altura. La fachada recuerda el estilo neoclásico. El pórtico y los pilares son de albañilería de ladrillo, al igual que los cimientos de los muros. Éstos son de adobe, levantados según las tradicionales proporciones de esbeltez que exige el material. Las vigas del techo son de roble y la cubierta está formada por tejas de arcilla hechas a mano. El piso es de pastelón de arcilla cocida. En el interior, bajo el cielo de forma abovedada, destaca una decoración lujosa 152 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L pero sencilla. Al fondo, en el retablo del Altar Mayor, de un cuerpo con coronación en arco de medio punto, sobresalen ángeles hincados. A cada lado del nicho central hay columnas simples. El conjunto es todo hecho en madera, dorado y pintado a imitación de mármol. En el nicho central vigila la imagen de la patrona, Nuestra Señora del Carmen, de madera policromada y de un alto de poco más de un metro. El altar lateral acoge una serie de imágenes de candelero entre las que sobresalen María Magdalena y San José, ambas de madera policromada. Patrona: Virgen del Carmen Fiesta: Último domingo del mes de septiembre La Torina de Pichidegua “También María Santísima, plantó en su casa un jardín, allí empezó a producir las flores más fragantísimas; a una que era perfectísima la trata con gran cuidado era la flor de su agrado, por lo rara y misteriosa; a Cristo lo representa, con la corona espinosa…” Pichidegua era un asentamiento de indios picunches en las orillas fértiles del río Cachapoal. Los españoles les llamaron promaucaes, según la denominación que empleaban los incas para referirse a los naturales que habitaban el territorio comprendido entre los ríos Maipo y Maule. A mediados del siglo XVI, Pichidegua y otros pueblos de indios cercanos como Lihueimo fueron incluidos en una gran encomienda entregada a don Jerónimo de Alderete y a su sobrino don Juan Fernández de Alderete, la que se conoció justamente con el nombre de Pichidegua. De vuelta de su visita a España para informar sobre el estado de la conquista, don Jerónimo de Alderete murió en la isla de Taboga en 1556. La encomienda fue dividida, quedando la viuda, doña Esperanza de Rueda, con la encomienda de Pichidegua y el sobrino, Juan Fernández, con la de Lihueimo. Los encomenderos debían hacerse cargo de la evangelización de los naturales. Para ello, apoyaban a los religiosos en la fundación de doctrinas, verdaderas parroquias destinadas a la atención de los indios. Desde la doctrina se prestaba también servicio religioso a los españoles que residían en las mercedes y haciendas vecinas, en las que pronto comenzaron a levantarse ermitas y capillas. En 1585, las doctrinas de Pichidegua y Peumo eran atendidas por Fray Luis Martínez, de la orden de La Merced. Durante la Colonia, los antiguos pueblos de indios van interactuando con las haciendas, generándose el proceso de mestizaje. Los límites entre la hacienda “española” y el pueblo de indios ya no fueron tan claros como en los primeros tiempos de la Conquista, y las doctrinas comenzaron a funcionar como parroquias de hecho. En 1767, monseñor Alday aprobó el nacimiento de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Pichidegua, que se desmembró del antiguo curato de Colchagua. El obispo acordó entonces que se utilizara como sede la capilla que don Emiliano Romo había construido en su hacienda hasta que se levantase un templo “competente”. El competente templo fue encargado en 1793 al célebre arquitecto italiano don Joaquín Toesca por solicitud del obispo Blas y Minayo. El autor I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Vista hacia el Altar Mayor. Retablo en forma de arco de medio punto. En nicho central la Virgen del Socorro madera natural. Siglo XVIII-XIX. Arco Toral decorado. DERECHA Virgen del Rosario. Óleo sobre tela. Siglo XIX- XX. V A L L E C E N T R A L 155 de la nueva catedral de Santiago y del Palacio de la Moneda ya había aceptado un encargo similar para Guacarhue, donde su esposa estaba recluida en un convento por problemas mentales. La construcción del diseño de Toesca fue iniciada al año siguiente y, tras algunos problemas de financiamiento, estaba en pie para los primeros años del 1800. Pero en 1810, la flamante nueva sede parroquial de Pichidegua se incendió y debió ser reconstruida lentamente a partir de los cimientos. El terreno donde se levantó la construcción era parte de lo que tiempo después fue conocido como la Hacienda La Torina, en alusión al apellido de la familia propietaria, descendiente de don Mateo de Toro y Zambrano. La iglesia se mantuvo vinculada a la hacienda y a la familia de Toro, al punto de asumir también el apelativo de La Torina. En 1937, por disposición del obispo Rafael Lira, se cambió la sede de la parroquia desde La Torina al pueblo de Pichidegua, donde se concentraba la población. La disposición episcopal se hizo efectiva sólo en 1979, cuando se terminó de construir la nueva iglesia en terrenos del pueblo. La antigua imagen de Nuestra Señora del Rosario, titular de la parroquia, se trasladó entonces a su nueva casa. El nuevo templo dejó a La Torina en desuso. La mayoría de sus imágenes y pinturas fueron vendidas y comenzó un deterioro tal que el Obispado llegó a poner una orden de demolición. El párroco Ernesto de Jesús Castro se negó a ejecutar la orden, llegando incluso a condicionar su cargo a la conservación del templo. Gracias a la ARRIBA Custodia dorada. ABAJO Detalle del cielo del presbiterio. Paloma adosada. DERECHA Detalle del Retablo del Altar Mayor de la Virgen del Socorro. 156 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L voluntad férrea del párroco, la Torina se salvó de desaparecer y se asumió su restauración. La iglesia de La Torina está rodeada de palmeras que armonizan aún más el conjunto neoclásico proyectado por Toesca. Los viejos muros de adobe fueron restaurados y cuentan ahora con cimientos de cemento. La portada es de ladrillo y las puertas están enmarcadas en un arco de medio punto sobre el que se abre un nicho. Las tejas de la techumbre original fueron guardadas y se instaló una cubierta provisoria de planchas de zinc. En el interior se observa el armazón de la techumbre original hecha con maderas de Álamo. Al fondo, un retablo de un cuerpo en Fachada iglesia de La Torina Portada sencilla de ladrillo. 158 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L forma de arco de medio punto preside el espacio. El nicho central lo ocupa ahora una imagen de Virgen del Socorro traída desde la antigua capilla de Larmahue. El retablo está enmarcado por dos grandes óleos de santos donados por la familia Serrano, actuales dueños de la hacienda La Torina. El arco toral es de madera y está decorado con pintura mural. A la izquierda del altar mayor está la imagen de San José con el Niño, conservada de los primeros tiempos de la capilla. La antigua patrona está presente en un lienzo de buena factura. Patrona: Virgen del Rosario. Fiesta: primer fin de semana de octubre Mallermo “Como liebre no saltara y el invierno ya era largo, fui a rogarle con un llanto a la Madre Inmaculada; no fuere me condenara por andar truqueando en verso; yo les canto en verdadero: no saltó sólo una liebre, sino cien y hasta tres duendes en las lomas de Mallermo…”. La capilla de la Virgen Pailimo y Topocalma ha- Inmaculada de Mallermo cia 1544. Desde aque- se ubica junto a las casas llos primeros tiempos, patronales de la antigua los naturales del sector hacienda, a orillas del que eran atendidos por la fuera el antiguo camino doctrina de Rapel, ins- a la costa, al sur de La talada en lo que es hoy Estrella. El fundo no se ha sometido a los cambios el pueblo de Rosario Lo Solís o Litueche, como experimentados por el sector del secano costero, se le nombra recientemente. La doctrina de que acoge hoy grandes extensiones de pinos y indios de Rapel fue la más grande e impor tante eucaliptos, manteniéndose como un tradicional de toda la zona de la antigua Colchagua, apare- predio ovejero costino. ciendo nombrada ya en la nómina del obispo El poblamiento humano de esta zona es Diego de Medellín en 1585. muy antiguo, con registros de más de 10.000 En la descripción del funcionamiento de la años. A la llegada de los españoles, la zona de doctrina que el obispo Humanzoro envía al rey Mallermo estaba habitada por grupos picunches en 1662, se menciona la asistencia a las estancias que fueron reunidos en una de las tres enco- Chocalán y Mallermo. A principios del siglo miendas que aparecen registradas en el sector XVII, Mallermo estaba en manos del capitán a par tir del siglo XVI y cuyos límites están difu- Gómez de Silva. Continúa en su familia hasta sos: la entregada a Inés de Suarez; la del Corre- fines del siglo, cuando la adquiere el capitán gidor don Alonso Pérez de Valenzuela, que in- del ejército español don Antonio y Joseph del cluía las tierras de La Estrella a la costa; y la de Pino, hijo del propietario de la vecina hacienda don Juan Gómez de Almagro, encomendero de de La Aguada. Don Antonio y su mujer, doña I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Altar Mayor Retablo de estilo neoclásico de madera tallada. Al centro óleo de la Virgen y el Niño. Marco de madera tallada dorada. Siglo XIX-XX. DERECHA Detalle de Virgen Inmaculada Madera policromada. V A L L E C E N T R A L 161 ARRIBA Detalle de interior de Sacristía. ABAJO Vista interior hacia el Altar Mayor. DERECHA Virgen Inmaculada Madera tallada y policromada Escuela quiteña. Siglo XVIII-XIX. Francisca Hernández, fueron empadronados como hidalgos y se cuenta que administraban las 2.560 cuadras como firmeza, como “señores feudales”, repar tiendo incluso su apellido entre los hijos de los indios y mestizos del campo. Los Del Pino mantuvieron la estancia hasta bien entrado el siglo XVIII, naciendo y muriendo en su tierra según consta en las par tidas parroquiales. En 1769, la viuda de José Antonio del Pino vendió la propiedad a don Pedro de Escanilla. Entre 1819 y 1833 se registra como dueño a don Juan Latapiatt, quien construyó las casas patronales que se conservan hasta hoy. Junto a las casas, en el sector nor te, se levantó una capilla que, según consta en el inventario de 1833, tenía un retablo de Altar Mayor con dos columnas, presidido por un lienzo de San Pedro Nolasco. En un altar lateral había una imagen de la Virgen de la Merced. En 1868 la hacienda fue adquirida por don Fernando de Vic Tupper. La capilla se había deteriorado y, en 1920, la viuda de su hijo Fernando, doña Ignacia Prieto de Tupper, resolvió trasladarla 162 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L al costado sur de las casas, en el sector que se Corredor de la capilla ubica actualmente. La hacienda fue adquirida tiempo después por don Julio Pereira Íñiguez, amigo de los Tupper y vinculado por familia a la antigua hacienda San José de Marchigue. Su mujer, doña Luz Larraín García Moreno, en la década de 1930 terminó de alhajar la capilla. Instaló la imagen de bulto de la Virgen de la Asunción, quiteña y de fina talla, herencia de su familia ecuatoriana. Y del palacio Pereira de Santiago trajo finos ornamentos franceses y platería como la Custodia, el Copón y las vinajeras. Dentro del retablo del Altar Mayor, de estilo neoclásico y compuesto por dos columnas, colocó un óleo de la Virgen y el Niño. La mesa de Altar tipo sarcófago pertenecía a la antigua capilla. Doña Luz Larraín, Misia Luz, es recordada hasta hoy por su entusiasta promoción de mejoras sociales y antiguas tradiciones católicas como las misiones de verano. Esta preocupación fue heredada junto a la hacienda por su hijo, don Julio Pereira Larraín y su mujer doña Teresa Larraín. Hoy, a cargo de sus cuatro hijos, la capilla está restaurada y se mantiene muy activa, acogiendo misas, bautizos y matrimonios de la gente del campo y de la propia familia. Y, siguiendo la buena costumbre, cada febrero se convierte en el centro de la misión realizada al viejo estilo, con rosarios, catequesis, cuasimodo, vía crucis animado y una alegre convivencia final con cantores a lo humano y lo divino. Patrona: Virgen Inmaculada Fiesta: 8 de diciembre 164 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Pumanque “Virgencita milagrosa la introducción yo daré y un verso te cantaré por lo bonita y preciosa; entre claveles y rosas a los pies de la cruz santa; el buey trabaja con l’asta la mula con la costilla, la mujer con la cadera y el hombre con la rodilla”. La Virgen del Rosario la doctrina de indios de recibe al peregrino en Rapel. Luego, a partir de el templo de Pumanque 1778, la zona de Pumanque en una imagen que data comienza a ser atendi- del siglo XVIII, de escue- da por la recién creada la cuzqueña, realizada en parroquia San Andrés madera de palo de rosa Apóstol de Ciruelos. y policromada. Se trata de un encargo hecho por De aquella época rústica queda el relato de un doña Mariana Castillo de Valenzuela, viuda de primer templo de quinchas tapiadas con barro y don Juan de Dios Valenzuela Torrealba, antigua techo de paja, con piso de tierra, a la que acudían propietaria de la gran hacienda de Pumanque. las señoras con esteras para sentarse y donde se La iglesia preside el pueblo, que conserva el daba sepultura a los vecinos que iban muriendo. tiempo y el espíritu tranquilo del secano costero. Esta antigua construcción fue reemplazada por El estero Pumanque corre tras la iglesia, para ir a un gran bodegón, construido conjuntamente juntarse luego con el estero Nilahue. El lugar está con un cementerio emplazado en el sector sur bellamente contorneado por líneas suaves que del pueblo. se deben a las estribaciones de la Cordillera de la El siglo XVIII va terminando y con él la Colonia. Costa. Aquí debieron observar los antiguos habi- En 1789, Don Jacinto Pérez de Valenzuela e tantes picunches el vuelo vigilante de los muchos Iribarren, fundador del pueblo de San Fernando cóndores que hasta hoy dan nombre al sitio. y dueño de la estancia de Pumanque, testa en su El pueblo surge de la antigua hacienda de yerno don José de Montt y Prado, casado con Pumanque. Hacia fines del siglo XVII, comienza el su hija Josefa Valenzuela y Urzúa. Se avecinan poblamiento de lo que es el actual caserío. Des- décadas de cambios y definiciones para todo el de 1585, la hacienda dependía espiritualmente de territorio de Chile. I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Interior iglesia de Pumanque. Arco toral y segundo cuerpo sostenido por gruesas columnas. Al fondo Cristo Crucificado de yeso policromado. Siglo XIX-XX. DERECHA Detalle de cielo del templo. Madera decorado con figuras geométricas. V A L L E C E N T R A L 167 IZQUIERDA Nave lateral. San Antonio de yeso policromado. Siglo XIX-XX. DERECHA Detalle de imagen de Cristo Crucificado en el Altar Mayor. Yeso policromado. Siglo XIX-XX. En los años de la Independencia, la figura La relación dejó un hijo declarado legítimo, que intrépida de don Manuel Rodríguez hizo apari- nació el 21 de agosto de 1818 y recibió el nom- ción por la zona. Hasta hoy se narran las correrías bre de Juan Esteban Rodríguez. Hasta el fin de sus del prócer por San Fernando, Chépica, Rastrojos días, doña Paula se refugió en su tierra para con- y Pumanque, dejando aquí y allá fervientes parti- servar el buen recuerdo. Al heredar la hacienda, darias de la causa independentista. Entre estas ro- cambió el nombre de ésta por el de “Manuel mánticas anfitrionas, encontró el prócer especial Rodríguez”. El año 1874, doña Paula fue sepul- afecto en doña Francisca de Paula Segura y Ruiz, tada en el cementerio parroquial de Pumanque. santiaguina de origen distinguido y miembro de En la partida de defunción, se dejó constancia de la familia propietaria de la hacienda Pumanque. que moría la viuda de don Manuel Rodríguez. En 1824, Pumanque se erige finalmente como templo. El diseño no respetó el aspecto original, parroquia, en honor de “Nuestra Señora del lamentablemente. La antigua techumbre fue Rosario”. El antiguo bodegón se va deteriorando reemplazada por calaminas y el frontis se cor tó, y, en 1866, el párroco toma la iniciativa de levantar perdiendo su campanario de aguja. El piso se un nuevo templo. Éste se terminó de construir recubrió con baldosas. en 1870 y duró hasta que el terremoto de 1906 lo devolvió a la tierra. Pero el Crucificado de yeso policromado y la imagen cuzqueña de la Virgen del Rosario no En 1913 se levantó la nueva iglesia. Varias parecen afectados con los cambios. Su tiempo es restauraciones le permitieron sobrevivir el el de los antiguos cóndores, un tiempo que se va siglo hasta que el terremoto de 1985 dio urdiendo de a poco, cruzando las hebras viejas con su fachada y campanario por el suelo. El con las nuevas, como en las perfectas mantas que párroco de entonces, padre Francisco Cáceres, crean las tejedoras de esta tierra ovejera. consiguió financiamiento con una fundación Alemana y, junto al arquitecto de la zona, don Patrona: Nuestra Señora del Rosario Pedro Letelier, proyectaron la nueva fachada del Fiesta: 7 de octubre Corredor techado sostenido con columnas. Típico de casa rural de Pumanque. 170 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L San Andrés de Ciruelos “Viniendo de Topocalma, oíme, San Andresito, tú que al mismo Jesucristo le viste su santa cara; a tu fiesta voy por manda, que una flor me está esperando, y no pudiendo ir yo volando, voy al tranco de mi bestia, haz que el tiempo se detenga pa’ su olor gozar por años…” Los pinos que hoy envíos de sebo, charqui, saturan los cerros de la grasa y suelas a Santiago Cordillera de la Costa y a Valparaíso. Con el confunden al viajero. El tiempo, la hacienda fue viejo paisaje de lomas abasteciendo mercados costinas, boldos, importantes como La peumos y algunos ro- Frontera, el presidio de con bles, ya casi ha desaparecido. Hay que buscar Valdivia, sectores mineros del norte e incluso las rincones para reconstruir el magnífico encuentro distantes plazas de Lima y Potosí, que en algún de la tierra y el mar que sirvió de hogar a los momento llegaron a requerir envíos de mulares antiguos habitantes picunches y que atrajo el es- para el transporte de sus minerales. El Virreinato tablecimiento de los españoles al poco tiempo era un gran demandante de cordobanes (cueros de su llegada. curtidos de cabra), blancos y teñidos, por lo que Hacia 1611, don Bartolomé de Rojas y en la estancia se generó una activa industria Puebla recibió la merced de tierra que había sido artesanal integrada por especialistas zapateros, otorgada en 1607 al capitán Tomás Durán por el guanteros, petaqueros y talabarteros. gobernador Alonso García. El nuevo propietario El pueblo de Ciruelos se revela como fue adquiriendo nuevas tierras hasta conformar testigo de un tiempo colonial activo. La sierra la gran estancia de San Antonio de Petrel, que costera recorrida entonces por recuas de abarcaba toda la zona costera entre Topocalma y mulas cargadas con cueros, sebo, charqui y sal, Nilahue y que estuvo dedicada especialmente a por ruidosas tropas de ganado guiadas por la ganadería, tanto de vacunos como de ovejas y huasos arrieros hasta tierras lejanas. Un simple cabras. A partir del siglo XVII, ya hay registros de templo de quincha y paja se erige en aquellos I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Vista exterior iglesia de Ciruelos. DERECHA Pila de agua bendita. V A L L E C E N T R A L 173 primeros tiempos, dependiente de la antigua de la economía y la identidad cultural del país doctrina de indios de Rapel. Finalmente, el naciente. desarrollo de la estancia y de todo el período Ciruelos per tenece a otra época. Los queda bien manifiesto en la construcción de la tiempos ganaderos acabaron y, hacia fines del actual iglesia, realizada hacia 1779 para servir de siglo XIX, San Antonio de Petrel estaba dedicada asiento a la parroquia de San Andrés de Reto principalmente a la producción de trigo. La o Cáhuil, desmembrada aquel mismo año de la familia Or túzar, propietaria de la estancia, de Rapel (Rosario). La nueva parroquia asumió construyó entonces un muelle par ticular la atención espiritual de una vasta zona, que en la costa para embarcar sus cosechas a cumplió un papel fundamental en el desarrollo Valparaíso. Es el origen del desarrollo de IZQUIERDA Vista interior hacia el coro del Alto. DERECHA Vista hacia el Altar Mayor. 174 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L La iglesia actual de Ciruelos mantiene el Pila bautismal de madera. Donde fue bautizado el Cardenal Caro aspecto de su construcción original. Fuer tes muros de adobes se coronan en un sistema de techumbre hecho en madera y tejas de arcilla, con una fachada que integra la torre campanario. En el interior, se destaca un armonio, confesionarios y algunas antiguas imágenes de santos. El retablo de altar mayor es fruto de una remodelación de 1940. Aquí se conserva la imagen de San Andrés, realizada en car tón piedra y encargada a España hacia 1865 por los dueños de la hacienda, con motivo de la Pichilemu, impulsado fundamentalmente por las creación de la nueva Parroquia de San Andrés importantes obras de adelanto realizadas por de Ciruelos por monseñor Valdivieso en 1864. Agustín Ross para conver tirlo en un distinguido La imagen fue traída en andas desde Pelequén, balneario, y coronado triunfalmente con la fin de la línea férrea por entonces, cargada entrada del ferrocarril en 1926. Y es el fin de la por un grupo de fieles mocetones en piadosa era de protagonismo de Ciruelos. y larga romería. El primer municipio de Pichilemu contó La fiesta de San Andrés, como tantas fiestas entre sus regidores a don José María Caro, tradicionales de la zona, ya no se realiza como llavero de la estancia San Antonio de Petrel antes, cuando se festejaba durante los tres días y parroquiano ilustre de San Andrés. Se sabe correspondientes, con misas, procesiones y que en 1881, el canónigo de la catedral, Ramón canto a lo divino. Sin embargo, el apóstol aún es Saavedra Jiménez, que solía pasar los veranos celebrado cada 30 de noviembre, cuando sale en su propiedad cercana a Cahuil, solicitó el en procesión a contemplar los cambios que párroco de Ciruelos un muchacho para que le enseña su tierra. Los fieles pueden entonces ayudara en las misas. El párroco recomendó al dirigirle un favor o manda, como la que, según hijo de don José María, que llevaba el mismo se cuenta, habría realizado la madre del Cardenal nombre y mostraba ya una marcada vocación Caro para bien de su embarazo, ofreciendo religiosa. El encuentro con el canónigo fue al santo y a la Iglesia al niño que esperaba. el comienzo de la formación sacerdotal del que llegara a ser primer cardenal de la Iglesia 176 I G L E S I A S Y Católica de Chile y en cuyo honor se bautizó Patrono: San Andrés a esta provincia costera. Fiesta: 30 de noviembre C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L Peralillo Cantó el gallo en Galilea en sus limitadas horas, y al amanecer la aurora la Virgen ya se pasea; con el Hijo se recrea, era Dios el tierno niño; le llevaron tres anillos pa’ aumentar su placer; y canta, al amanecer, en Belén, un pajarillo… La hacienda de Peralillo tiene origen común con la de Calleuque. Ambas se originan en la encomienda del pueblo de indios de Lihueimo, en el valle de Colchagua. En el siglo XVIII, varias de las antiguas mercedes entregadas en la zona fueron reunidas en la gran estancia de la Compañía de Jesús en Colchagua. Ésta era regentada por el Capítulo de Melipilla y, administrada con el sello de los jesuitas, llegó a ser un importante centro económico del Chile colonial, con una gran masa ganadera para abastecer la producción de sebo, charqui y cueros curtidos, amén de cultivos de cereales y viñedos. Tras la expulsión de los jesuitas, la gran estancia fue adjudicada en remate a don Miguel Tomás Baquedano Andueza, original de Navarra, quien la dividió luego entre sus hijos. Algunas de estas tierras fueron compradas en 1877 por don Federico Errázuriz Zañartu, quien, sumándolas a la propiedad heredada por su mujer, doña Eulogia Echaurren, logró reunir parte importante de lo que era la antigua estancia. Comienza entonces una tradición familiar en Colchagua que, junto con proporcionar ilustres presidentes, tuvo una activa participación en el desarrollo de la zona, considerada corazón de la tradición huasa chilena. A la muerte de don Federico, las hijuelas de Peralillo y Las Garzas fueron heredadas por su hijo Javier Errázuriz Echaurren, nieto, hermano y primo de presidentes. Agricultor visionario introdujo grandes adelantos en sus tierras y en toda la zona. Impulsó directamente la creación de la comuna de Peralillo, donando los terrenos para la plaza de armas, la municipalidad, la iglesia y la estación de trenes del pueblo. En 1880, decidido a dar forma a la hacienda de Peralillo, don Javier, encargó los planos de las nuevas casas, que incluían un oratorio. En 1913 muere en su querida tierra colchagüina. Carlos, su hijo mayor, se hace cargo de la hacienda y de sus hermanos Javier y Ana Errázuriz Mena. Cuando éstos ya estuvieron mayores, Carlos dejó en sus manos la hacienda de Peralillo y asumió la administración de la hacienda de Lihueimo, I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L IZQUIERDA Altar Mayor del oratorio de Peralillo. DERECHA Corredor de acceso al oratorio. V A L L E C E N T R A L 179 también herencia familiar. Famosas son las disputas que sostuvo con el dueño de la vecina hacienda Calleuque, Miguel Echeñique Tagle, por la alcaldía de la flamante comuna de Peralillo. Don Javier Errázuriz Mena siguió el ejemplo de su hermano mayor y trabajó el campo de manera intensiva. Plantó olivares, de los que obtenían los famosos aceites Carmen, cultivó arroz y ayudó a crecer a muchas palmas chilenas. Tuvo dos hijos, Francisco Javier y José Antonio Errázuriz Huneeus. El mayor fue sacerdote, correspondiendo a José Antonio continuar con el trabajo y modernización de la hacienda. Lamentablemente falleció de forma inesperada en un accidente en la zona junto a su señora, dejando a tres niños, Pilar, Francisco Javier y Gerardo. Francisco Javier, es uno de los actuales propietarios y vive junto a su mujer Yolanda Correa y sus hijos en las casas de Peralillo. Él administra el fundo mientras doña Yolanda mantiene una dulcería en Peralillo donde ofrece recetas coloniales, quizás las mismas que los jesuitas hacían en su tiempo. Prudentes herederos, se han encargado de preservar en buen estado las casas, el oratorio y las antiguas buenas costumbres. Al oratorio se ingresa por un corredor de la casa.Tras cruzar la puerta principal, destaca al fondo, el retablo de madera, de un cuerpo y enmarcado por dos columnas, que cobija en su nicho central a la patrona, la Virgen de Lourdes. Sobre la mesa de la sacristía, descansa otra manifestación de la Señora. Se trata de una pequeña y delicada imagen de la Virgen del Rosario, de madera policromada ARRIBA Virgen del Rosario Madera policromada. Siglo XVIII-XIX. ABAJO Vista desde el oratorio al exterior. DERECHA Vista exterior del oratorio de Peralillo. 180 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L con rostro moreno. La Virgen se ubicaba dentro de la ermita o mausoleo de tipo gótico que se ve al pasar por el camino que va de Peralillo hacia Marchigüe, construido para acoger a los primeros Errázuriz de la hacienda, quienes pidieron quedar para siempre en la zona. La familia consideró que La Señora estaba ahí muy expuesta y resolvió trasladarla al oratorio. El valle de Colchagua luce orgulloso los viñedos y modernas bodegas que lo sitúan como una denominación de origen de nivel internacional. La zona goza de un merecido período de prosperidad. Cercano a Peralillo, Lihueimo se 182 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L mantiene en un discreto papel de villorrio. El tiempo de la Colonia, donde se gestó realmente la esencia campesina, parece aquí más cercano. El pueblo recibe la visita de algunos curiosos que llegan a conocer su singular artesanía, que en sus famosos pesebres expresa la profunda tradición mestiza del campo chileno. Las piezas son de cerámica policromada, modeladas en la misma tierra que tan bien conocían los vecinos del antiguo pueblo de indios. Patrona: Nuestra Señora de Lourdes Fiesta: 11 de febrero San Pedro de Alcántara Ya es pasado el aguacero y la diuca bien mojá se lanza como si ná a despertar al convento; “No se me hagan los muertos” larga una loica cantora, y diz la tenca sonora: “Hay que cantar mañanitas, que ya despuntó el día del santo de las ojotas” La historia del pobla- además de constituir un do de San Pedro de importante elemento de Alcántara guarda estre- intercambio o “concha- cha relación con la histo- beo” entre habitantes de ria de la explotación de la costa y del interior. la sal en la zona costera La técnica de extrac- de Colchagua. El poblado ción de sal se mantiene se emplaza cerca de las lagunas de Boyeruca y Lo desde los tiempos de los primeros habitantes Valdivia, en las que desde tiempos prehispánicos indígenas. El proceso es por simple evaporación se realiza la extracción artesanal de la sal. Fue tal de agua de mar, causada por la radiación solar. la importancia de este recurso durante los pe- La faena consiste en fabricar al costado de la ríodos de La Conquista y La Colonia, que entre laguna estanques artificiales o corrales donde se 1695 y 1697, don Juan de Mendoza y Saavedra, almacena el agua que va a ser procesada. Estos gobernador del Partido del Maule, las declaró estanques están separados por pretiles de barro de propiedad del Rey, “para auxilio de sus reales y ramas y unidos a la laguna por una compuerta huestes”. Las salinas dieron nombre a la ruta cos- que permite regular los flujos de agua salada tera que se conoció como “Camino de los costi- entrante. Contiguos al corral están los sitios de nos” o “Camino de la sal”, y también a la doctrina salina donde se realiza el proceso productivo, del pueblo de indios de Vichuquén, que se cono- compuestos por calles y éstas por piezas. A ció como “de las salinas”. Su importancia histó- través de este sistema se obtiene la cosecha de rica se explica sobre todo por ser un elemento sal después de 30 a 35 días. En este proceso se primordial en la preservación de los cueros y utilizan distintas herramientas de madera manu- el charqui que se exportaban en grandes canti- facturadas artesanalmente, entre las que se cuen- IZQUIERDA Vista exterior de la iglesia de San Pedro de Alcántara. dades al Virreinato del Perú durante la Colonia, tan palas, angarillas, pisones y mateadores. DERECHA Crucifijo. I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 185 El templo de San Pedro de Alcántara se levanta En 1722 se ratifica la fundación de la como testimonio de la presencia franciscana en hospedería y se recibe la orden, emanada de de la zona. En 1689, doña Francisca Muñoz Gormaz Felipe V, de fundar un convento en el lugar. El donó a la congregación cuatro cuadras de tierra convento se concluye en 1725 y toma el nombre en el lugar conocido hasta entonces como San de San Pedro de Alcántara, santo de origen noble, Antonio de Quequén. Fray Bernardo Ormeño y nacido en Alcántara, España, en el siglo XVI, quien un grupo de hermanos religiosos llegaron por la fue un reformador de la congregación franciscana fecha con el objetivo de fundar una hospedería y consejero de Santa Teresa de Ávila. Alrededor que atendiera a los propios religiosos franciscanos del convento y tomando su mismo nombre, se que iban en tránsito hacia las casas y misiones comenzó a formar el caserío que dio origen al que mantenía la congregación más al sur. pueblo actual. IZQUIERDA Vista hacia el Altar Mayor. DERECHA Detallle de escena de San Francisco. Óleo Altar Mayor 186 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L En 1905, los franciscanos abandonaron el Detalle de puerta en muro lateral. convento y cedieron sus bienes al Arzobispado de Santiago. En 1907, el antiguo convento fue transformado en asiento de la nueva parroquia de San Pedro de Alcántara. Para entonces, la construcción ya había sufrido seriamente con una gran crecida del estero, que arrasó con todo el poblado, y con el terremoto de 1906, que la destruyó casi por completo. El templo actual fue levantado sobre la base del antiguo refectorio y la escuela. Los grandes muros de adobe forman una nave de 25 x 6 m., aprox. La construcción rústica da cuenta de lo La fundación de conventos franciscanos en la que debió ser el estilo del antiguo convento, antigua Colchagua se había iniciado ya en 1635, con su sistema de techumbre tradicional en cuando se creó el convento franciscano de San base a vigas de madera y cubier ta de tejas de Antonio en el pueblo de indios de Malloa. El fun- arcilla. La proyección del puente sobre el estero cionamiento del convento reforzó le preeminencia y el corredor que se incorpora a la fachada de Malloa como centro político y administrativo, si- adelantada con su peculiar arco de entrada, tuación que se mantuvo hasta la fundación de San genera un verdadero sello arquitectónico al Fernando en 1742. Los franciscanos ya se habían edificio. El campanario es una torre exenta adelantado a este evento, trasladándose desde hecha con vigas de madera. Malloa en 1740 para fundar en la naciente villa un nuevo convento y el Hospicio de San Francisco. En 1974, el Consejo de Monumentos Nacionales declaró al pueblo y la iglesia de San Del antiguo convento franciscano de San Pedro de Alcántara zona típica. Por su parte, la Pedro de Alcántara sólo se conservan algunos comunidad católica se encarga cada año de muros, dos grupos de celdas, un sello, numero- conservar el patrimonio espiritual de la zona en sos documentos y libros de contabilidad donde la celebración de la fiesta de San Francisco. Cada consta el pago en especies como sal de Cáhuil, 4 de octubre, el santo de Asís sale a recorrer esta trigo de la zona, sebo y velas, que efectuaban los inolvidable reserva del Chile rural, llevado en andas antiguos propietarios de las tierras por los servi- por los vecinos fieles que se acercan a solicitar cios religiosos que los franciscanos prestaban. De favores y reafirmar su identidad campesina. aquel tiempo colonial se mantiene como firme testimonio un conjunto de palmas chilenas cuya 188 I G L E S I A S Y cosecha reúne hasta hoy a la comunidad en un Patrono: San Francisco de Asís rito que es parte importante de su tradición. Fiesta: 4 de octubre. C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L P R E S E N TAT I O N I NTRODUCTION “Indeed, the most enduring triumph of photography has been its aptitude for dicovering beauty in the humble, the inane, the decrepit”. (Susan Sontag) Iglesias y Capillas del Valle Central lets us see the beauty in their architecture, in their inner privacy, and in the landscape that surrounds them. In a brief journey that starts in the Aconcagua valley in the north and ends in the Tinguiririca valley in the south, each temple is a revelation, irrespective of whether we known them or not. Twenty-seven images and histories astonish us with their diverse origins and dependencies. Four arose as parish churches in the 17th and 19th centuries, located in Algarrobo, Pichidegua, Pumanque, and Ciruelos. Seven were founded by religious orders from the 16th century on, including the Franciscans in Santiago, in San Pedro de Alcántara, and in Curimón; the Jesuits in Calera de Tango and La Compañía, and the Dominicans in Apoquindo. Sixteen, the largest number, are expressions of the faith of owners of estates or farms of ancient origin, some being small family oratories, such as those in Leyda, Lo Orrego, Lo Fontecilla, Roma, Peralillo, and Mallermo, while others are spatious chapels open to public devotion, such as those of San Jerónimo, Lo Arcaya, Rangue, Apaltas de Rengo, Pencahue, La Estacada, San Roberto, and Santa Amelia de Almahue, Calleuque, and El Huique. The pictures in Iglesias y Capillas del Valle Central allow subtle relations to be traced with backgrounds or previous histories. The most obvious link is to photography, to the work of men like Garreaud, Leblanc, or Heffer, who began in Chile at an early date the habit of showing scenes and landscape that, though in existence, became recognizable to the public thanks to their cameras. New scenes continued to be discovered in the photographs of Gertmann, Cori, or Hochhäusler, which were shown as works of art in the Official Salons of the first half of the 19th century. There is also some afinity of subject, composition, and color between the photographs in the book and the works of certain artists of the so-called Generation of 1913, such as Alfredo Abarca, Alfredo Lobos, or Arturo Gordon. In the privacy of chapels and, above all, in the landscapes, the photographer’s camera works like the palette of a painter. From the standpoint of the churches chosen, they are not far from the selective look that Roberto Dávila gave our traditional architecture, describing it in expressive painstaking drawings with which he illustrated his book La Portada in 1927. Finally, some link may be seen between the spirituality rising from the churches pictures and the spirituality sought by the writers and poets who belonged to the group known as Los Diez, particularly with one of its most distinguished members, Pedro Prado, who would have recognized in this collection many of landscapes over which his character Alsino once flew. Spirit and sensitivity are close to many creators of 1900, who pursued beauty and identity in the same search. Iglesias y Capillas del Valle Central represents a continuation of their work, supported and expressed in a form unique to the 21st century, where photography, rather than reproduce, recycles reality with new vitality. The pictures of Max Donoso and the texts by Magdalena Pereira and Cristián Heinsen, appeal to the emotions. Their revelation of beauty helps us to understand the cultural heritage of Chile, simple, unique, and irreplaceable. Steadfast, like the faith that built churches and chapels, and keeps them alive, as much alive as our commitment to preserve that heritage must be. Hernán Rodríguez Villegas Gerente de Cultura Fundación Andes 190 I G L E S I A S Y C A P I L L A S Santiago, November 2005 D E L V A L L E C E N T R A L CENTRAL VALLEY AND WORLD: A JOURNEY By Isabel Cruz de Amenábar PhD Ar t Histor y Professor, Instituto de Historia Pontificia Universidad Católica de Chile. With the collaboration of Eduardo Carrasco. BA Histor y, Pontificia Universidad Católica de Chile. Along the old country roads, dusty, flanked by trees, across ditches and fields, one comes to the very heart of the land, the original core of Chile´s identity. The burning glare of summer melts in the morning haze and the mildness of fall calls one out to walk in the country, in search of its history, in pursuit of its fertile soul. Between the Andes and the hills along the coast, from the Aconcagua Valley to the Maule, a land of crops –and also of culture- spreads before one. Centuries old, its beauty and fertility unimpaired, peasant culture awaits one: on the way out, on the way back, around the bend, in the corner. It arises and welcomes, piece by piece, face to face, a close –even intimate- sensory experience, transmuted by time. Though the mud is no longer mixed with earth to make adobe bricks, nor does the plough break up the soil or the fire burn up and purify broken-down trunks and weeds before sowing, mud, clay, ashes, like wood, fruit, wine, and cereal, are earthly matter enduring in unceasing renewal through the cycles of Nature and the labor of man. Concrete substances and physical strength, however, are not enough to endure the life of an agrarian culture. When the cycle of nature and the hand of man have worked in concert, neither opposing nor destroying each other, as happens here, it is because the heart of the men and women who work the soil has been turned over and sown and watered that they may yield fruit beyond nature alone. Barely visible among forests, rolling hills, and gardens, rising above the horizontal human line of roofs and walls, steeples and belfries reach up in divine verticality. In village churches and private estate chapels, the cross has placed a sign of regeneration, Christianity a seed of wine and bread. Cradled in the arms of the Andes, the mythical mother in the language of the original peoples, fountain of water and source of metals, shielded by the coastal hills from winds and fog, the central valley of Chile spreads longitudinally like a walled garden11 under the warm luminous sky. Among hills and downs, forests, and watercourses, the flat land offers a wealth of organic matter, an extraordinary biodiversity owing to which this area is comparable to the most fruitful lands on the planet, a veritable natural paradise in southern latitudes. In his letters to the king, Pedro de Valdivia, having extended the conquest to the city that bears his name, following foundation of the capital in the name of the Apostle, praised the bounty of the newly conquered land . . . “since the discovery of the Indies began until today no finer land has been discovered for Your Majesty; it is more populated than New Spain, very healthy, most fertile, and very beautiful . . . It is quite flat and wherever it is not there are low downs covered with abundant wood, most lovely . . .”2 For the conquistador there is no better land in the world “to see and settle . . .” Then, in his inspired words, the radical simplicity of farming rises to the heights of poetry: “ we had to eat from the work of our hands, as it was in the beginning, I had to learn to sow . . . and all of us dug and ploughed and sowed in the proper season, always carrying our weapons and the horses ever saddled by day. . .”3 The two almudes of wheat and the half-dozen species of vines, the horses, the cattle, and the poultry brought from Peru multiplied, with the help of Indian servants, to near the Gospel measure, by eighty to one, as the Jesuit Felipe Gómez de Vidaurre wrote in the 18th century, in his praise of that fertile American soil that had placed the New World in the domain of Utopia and myth. In their explorations and excursions, the conquistadors go into the forests of the Andean foothills, the oak groves, the thickets of soapbark, I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 191 peumo, and cinnamon; the grassy plains and the hawthorns let them cross freely; on the banks of the esteros they enjoy the leafy shade of maitenes and boldos, carobs, and romerillos, watching the herds of grazing llama, and seeing redbreasts, chincoles, turtledoves, and partridges flying about. In the shadows of the hillsides they discover the perfume of boldo, litre, maitén, and culén, and on the bare sun-baked slopes, the sharp shapes of chagual, columnar cactii. In the quebradas along the coast, the moisture of the Pacific provides refreshing shade of peumos, bellotos, and arrayanes, petras, and maquis, tangled creepers and impenetrable ferns, crowned by the majestic plume of jubaea chilensis, the Chilean palm.4 They have waded across swift rivers running over stony beds and carrying débris; south of these, slow gentle backwaters embrace, surround, cross the furrows that water sweet-smelling thickets of arrayán and flow on to cool the soil of the maize fields. Grass and crops are crushed under their horses’ hooves, broken branches creak. There is human life in the great valley, nonetheless; there, for many centuries, 11,000, 10,000 years earlier. From 300 BC to 900 AD, stable settlements farmed the land and made pottery, hunted and gathered, and bequeathed to archaeological posterity5 their unique black and brown ware.6 The northern area supported the Aconcagua Culture that – more than half a thousand years later- would lead archaeologists to consider it paradigmatic of the late agriculture-pottery period of central Chile. Jars, saucers, bottles add their own motifs to the diaguita influence. The trinacrio in black stands out against an orange background: on each vessel, the system of life, the cosmovision, a sum of cumulative, aesthetically processed knowledge, an enduring symbol of belonging.7 South of the Maipo and the Cachapoal, the pre-Hispanic ware changes color and decoration. The surface of vessels and jars is stepped, crisscrossed, and triangulated by red designs on a cream background.8 The process known as the Inca expansion brings the area into the Kolla Suyu, or kingdom of the south of the empire, towards 1460, under Tupac Yupanqui, when the first incursion took place, reaching as far as the Coquimbo valley. Twenty-five years later, under his son Huaina Capac, an army crossed the Maule and suffered a serious defeat, which settled the Inca frontier on the north bank of the river.9 The chroniclers, headed by Jerónimo de Bibar, used the term promaucaes –a Quechua word meaning “the unconquered”-10 for this mixture and overlapping of original peoples. The dwellers in Arauco they named picunche or men of the north in Mapuche (picun - north; che - people). After the initial rejection of their way of life, a taboo on their customs, the Spaniard appreciated, even adopted, the crops that these men –now transformed into “manpower”- produced: maize, pallar beans, potatoes, pumpkins, calabashes, quinoa, and mangoes, madio and chile peppers. The newcomers accept the wool of llama and alpaca, though not their meat, nor that of guanaco. The indigenous population are allowed 192 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E to continue building their square homes of whitewashed mud and wattle walls, with thatched roofs, known as ranchos, and the Spaniards erect pircas or stone walls –such as the Indians build around their ancuviñas or funeral mounds- as walls, field and site boundaries; they also adopt the clay utensils that the natives use, the local stone mortars, and their garments, the large wool rectangles that for centuries had served as clothing and blanket, cloak and covering, the poncho.11 The exchanges between the original cultures and the Spanish culture, initially dominated and dominant, in the Anglo-Saxon concept of anthropology, are unceasing and fruitful in the area, after the conquest and through the centuries until the 19th. The Spanish religious and political institutions rooted in Christianity, when transplanted to the New World and daily life, the men of the earth and the conquistadors merge into a half-breed identity that extends from bodies to souls and is not only racial but also religious, linguistic, constructive, culinary, particularly intense in this area of Chile, where no features remain of pure aboriginal ethnicity. “Chile, fertile province”, is how poet Alonso de Ercilla describes Chile in verse six of La Araucana. It is the first epithet he applies to the land so newly added to the crown. Then, referring to the original peoples, he adds, “the people it bears are so choice. . .” as though fertility-related metaphors were the first to spring to his mind and inspire his muse.12 The Spanish style of farming is still a dream in this area during the 16th century. The land is promising, but hardly yet defined, defended, by a couple of towns: Santiago, founded in 1541, Chillán in 1580. Hardly any trace of the new inhabitants can be seen from one to the other. Animals grazing in a wild state: herds of horses, cattle, mules, flocks of sheep and goats complete agricultural “activity.” Scattered over the landscape, Indian settlements, hardly more than hamlets: Copequén, Peumo, Pichidegua, Rapel, Malloa, Nancagua, Ligueimo, Rauco, Gualemo, Teno. The peace area for the Spaniards in the first few years, was only for transit. It was crossed by soldiers of the army of the kingdom to reach the southern frontier, postillions carrying the mail, merchants traveling along the Center, or Royal, Road along the foothills of the coastal range or the Old Royal Road following the coastline; later, the Frontier Road traveled the country from north to south across mountain ranges and rivers, over bridges and on rafts: Maipo, Cachapoal, Tinguiririca, Lontué, and Maule. The pre-Columbian routes allowed travelers to replenish their provisions at tambos or Indian storehouses; and to cross rivers and streams on hanging bridges known as maromas or criznejas. Everyone comes and goes on horseback. The principal player in the conquest, the nervous Andalusian animal of Berber origin, was taken by the Moors to Spain in the 8th century, adopted by, and adapted to, Chile until it became a symbol of the half-breed identity. Precariously, in the middle of the countryside, the Church has dared to C E N T R A L erect convents and chapels, as in medieval Europe, to sow the seed of faith. Five male mendicant orders are indefatigable in the defense of life and rights of the Indians from abuse by peninsular and native encomenderos. From Santiago, where they first settled, the orders expand and found missions: the Franciscans in Quillota and El Monte; the Mercedarians in the Chimbarongo valley and Rapel, where the Dominicans also come; the Augustinians along the banks of the Maule, in the Longotoma valley, and the port town of Valparaiso; 13 the Jesuits in Bucalemu and Quillota.14 The “high” cities – those at the highest south latitudes, the original north of Chile since Magellan´s voyage in 1520, poetic north of the poem Amereida four centuries later-: Angol, La Imperial, Villarrica, Valdivia, Osorno, Castro, Santa Cruz de Oñez- having been sacked and destroyed, all eyes turn to the conventional north and the panic-stricken landowners flee to this area. To persuade them to remain in the kingdom, governor Alonso de Ribera grants them land. The agrarian vocation of central Chile is thus consolidated, aided by a decline in mining at the time. A new stage begins in the history of settlement and faith. The land is distributed, multiplied, divided. Grants of land including small farms, vineyards, and estates, were given out and also encomiendas composed of a certain number of local Indians in charge of the landowner, to work for him while he, in turn, is bound to evangelize them. It is the seigneurial use of the land with its feudal roots, different from the communal use of land in Spanish towns and villages at the time.15 Gradually it becomes a patriarchal social organization including black slaves and wage-earning Indians and halfbreeds, as a labor force managed by the landowner from the casa patronal or main house. 16 The tenant system developed in the 18th century. The houses on the estate, the owner´s house, or more commonly “the houses”, are the new center of country life. A set of living quarters and other buildings housing the former encomendero and his people, selfsufficient units centralizing farm life and work on the land. The agrarian system of the Andalusian cortijo, composed of isolated dwellings without forming a village or town, model of organization and settlement in the Chilean estate of the 16th and 17th centuries is supported by Indian customs. “They do not build their houses together in a town”, Father Rosales relates, “but they avoid this utterly for fear of witches who they say will finish them off much more rapidly if they are gathered together in towns, and so did the Spaniards find them to make war on them:”17 House, barns, compounds, chicken coop, tannery, courtyards, orchard, avenues of trees, and grape arbors gather together over the years, built horizontally and surrounded by the ranchos of the halfbreeds. Close to the main house or forming part of it, like an oratory, the chapel, decorated with gilt altarpieces, paintings, images, silverware, sacred vestments, and furniture, radiates outward as an active evangelization center. Early examples dating from mid-17th century include the chapel of the estancia La Ligua, owned by Alonso de Campofrío Carvajal,18 or the oratory at the main house of hacienda Peñaflor, owned by Pedro Lisperguer y Flores.19 In the fields, animal husbandry goes together with crops covering extensive dry-farming areas –wheat, barley, natural grazing- moistened by rain, and intensive crops: vineyards, fruit orchards, vegetable gardens, irrigated by streams and ditches.20 The expansion of haciendas and of the agrarian population in mid-17th century inspires Father Ovalle to state in his Histórica Relación . . .: “they are so numerous that one can sleep under a roof all the way from Concepción to Coquimbo.”21 Production booms and originates an export market in Peru including cereals, mostly wheat, flour, meat, tallow, dried meat, dried fruit, equines to work in the mines at Potosí, which pays for imported garments and processed items.The process is supported by the formation of extensive rural estates, both civil, consolidated and perpetuated by the mayorazgo, a form of entail, and religious. The throne and the altar preside jointly at the incorporation of central Chile into spiritual and material productivity. Turned into rural landowners by virtue of donations and legacies, the religious orders build convents, churches, and chapels, which are sanctuaries, centers of education and devotion for workers, peasants, and tenants. The orders have acquired the land or fundo by purchase or more often by gift or legacy, and the products supply their urban establishments; the Jesuits get meat, textiles, and manufactured objects from their property in Calera de Tango; the hacienda Peñalolén keeps the old monastery of Clarisas, nuns of St Claire, supplied with mutton, légumes, and processed pork, and milk for their manjar blanco. The “parish of Chile” was one only in ecclesiastical jurisdiction until 1544, when La Serena was founded. At first it belonged to the bishopric of Cuzco until 1555; then it belonged to Charcas or Chuquisaca until Santiago was named a bishopric in the late 16th century. Its provinces or corregimientos, each with a varying number of curacies, include Aconcagua, Quillota, Valparaíso, Melipilla, Rancagua, Colchagua, Maule.22 The shepherding of souls, now called rural pastoral, is based on three institutions: the Parish of the Indies, a transplanted version of the Spanish parish, which deals exclusively with the Spanish society; the Doctrina or Parish of Indians, a typical institutions of the western and eastern lands of the Spanish Empire, devoted to evangelizing populations of original inhabitants reduced to communal life by the conquistadors and missionaries; the small farms, estancias, and haciendas within its jurisdiction were governed by it; indeed, one of the requirements for granting the encomienda was evangelization;23 and the Conversion or Mission, where the population to whom the faith was preached was not a stable one; the Indians were subject to government by the bishops or the Royal Patronage, and were exempt from taxes and tithes. While the financial support of religious foundations arises from the royal munificence, private gifts and tribute from the natives,24 spiritual I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 193 support comes from on high. The protection of the Virgin Mary, -the Marian vocation of Latin America rooted to this day in popular religious feeling in its various forms of worship: the Nativity, Our Lady of Sorrows, the Immaculate Conception, Candlemas- wraps them as in a mantle; the Christological names, the Nazarene, the Sacred Heart of Jesus, the Child Jesus, are a model and a talisman, while the patron saints: Saint Joseph, Saint Francis, Saint Peter of Alcántara, Saint Ignatius, Saint Peter Nolasco, Saint Dominic, Saint Augustine, Saint Martin of Tours, pray, ride beside them, work the soil, distribute bread or share their garments. Over the fields, the sound of church and chapel bells marks the rhythm of rural life, calling to rise and to retire, to work and to play, to watch and to sleep, to laughter and to mourning, to life, to eternity. The rationalist project of the 18th century, distrust retreating to barbarianism as a form of life away from the city or civis, the civilizing influence par excellence, bring progressive and enlightened governors to Chile to lay out inside the walled garden the geometric grid of new towns and settlements. Governor Ustáriz stands up for landowners in 1712: “Not because they work in the country do these people live as rustics or barbarians as some more ignorant persons believe, for they are well supplied and furnished to lead highly Christian lives, and political lives also, for in every district or curacy there are several chapels, parishes and viceparishes, and in them various fraternities . . .”25 And a native like José Perfecto Salas, in 1759, opposed setting up towns by edict, advocating the method of “voluntary settlers” who, linked by family ties or the bonds of friendship, and fired by a common purpose, would unite “in the shelter of parishes or convents of regular orders . . .”26 The mission program joined in the government policy and the organic development of these core groups to head the 18th-century urban development process.27 The first foundation was San Martín de la Concha de Quillota in 1717, which became official in 1740, when governor José Antonio Manso de Velasco took up residence in the Franciscan convent of Santa Rosa de Viterbo, in the Aconcagua valley, in order to found San Felipe el Real. San Fernando de Tinguiririca was founded in 1742, San Agustín de Talca and Nuestra Señora de las Mercedes de Manso de Tutuvén de Cauquenes followed in the same year; in 1743, San José de Logroño, Santa Cruz de Triana, Rancagua, and San José de Buenavista de Curicó.28 Construction of churches and transfer of convents from the countryside involves spiritual life in urban development. In a letter to the king, Manso de Velasco refers to the Franciscans in San Fernando, saying that they are “a great attraction for even the least pious to be fired by the desire to settle in the town and apply for a site there.” 29 A somber milestone in Chilean agricultural life was the expulsion of the Jesuits in 1767 by order of King Charles III. Agricultural progress, headed by the great Jesuit haciendas at Chacabuco, Bucalemu, Calera de Tango, Graneros, with new forms of production and industrial development, manufactures of various kinds, arts and crafts, training of skilled workers, 194 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E were irretrievably lost to a vast number of the half-breed population of the central valley. Chapels and fulling mills, fields and furnaces became idle. From exile in Italy, Abbott Molina or Father Lacunza wrote nostalgically in their books of the beauties and charms of Chile, the land of their birth. At the close of the Colonial period, the area is still an active core of faith totaling in nearly three centuries 486 religious institutions in Santiago, 136 in Aconcagua, 92 in Quillota, 137 in Colchagua, 62 in Cauquenes, 25 in Rancagua, 6 in Melipilla.30 The land, as well as the people, is deeply scarred, devastated by the wars of independence; recovery comes slowly with political stability under the early presidents, each in office for ten years. Methods of cultivation, in the opinion of the French naturalist Claudio Gay, have changed little by 1835: “extremely simple . . . They used a kind of hoe or even a simple pointed stick to break open the earth and release great clods that the women then broke up and crumbled.”31 Nonetheless, he himself remarks on the wide variety of produce and other plants of European origin or acclimatized and grown in this country, such as strawberries, asparagus, hemp, cotton, tobacco, flax, and cummin. Precisely, agriculture between Aconcagua and Maule is reborn as from 1840. Land is cleared, plains and grasslands are ploughed for crops, the soil is fertilized, and a network of 400 hydraulic works and irrigation canals – Maipo, Pirque, Las Mercedes, Mallarauco- is completed between 1830 and 1880, increasing the arable area and draining marshy ground.32-33 In 1872, Recaredo Torres, while describing the condition of Chile at the time, waxes enthusiastic over the wealth of farming products in the area, the excellent cereals, the variety of produce and wild fruits, the honey, the beef cattle, the processed meats, and the cheeses, all export items; he vividly describes the cattle fairs, with droves of animals and heavily laden carts swaying under their loads; he records in detail the small industrial works supported by farming, e.g. mills, bakeries, breweries, tanneries, tiles, saddleries, leatherworking;34 finally he lists the varieties of timber, which are to turn the Maule into “the great artery along which the germs of progress circulate that will one day make the port –Constitución- a worthy rival of San Francisco in California.”35 Industrial production of milk, unknown during the Colonial period, began in the last two decades of the 19th century, together with cheeses of various kinds and butter, which appear on dining tables, fostered by French and English taste in cooking. The boom of winegrowing and winemaking, which makes of Elqui, Aconcagua, Maule, and Colchagua an area of “vinous names”, as poet Vicente Huidobro calls them, and a privileged location for industrial growers of French varieties. The face of the countryside again changes. Fields are bounded by rows of poplars, introduced around 1800, and eucalyptus; willows border the canals, their foliage weeping sadly into the water; while along every road the branches of oaks and plane trees meet overhead in a green tunnel shading the traveler from the burning sun. C E N T R A L From 1855 on, the noisy railroad click-clacks across the nearly untouched country from Santiago to the Maule, bringing with it the pace of modernity that raises the price of land beside the tracks, encourages division of land, and fells the native forests for fuel.36 On its way, the train stops at Rancagua, Rengo, San Fernando, Curicó, Molina, and Talca. The number of great houses increases as families prosper and grow. The Hacienda San José del Carmen del Huique, in Colchagua, has as many as fifteen courtyards, each surrounded by a verandah, each assigned to a specific function: kitchen, storerooms, chicken coop, cattle pens, slaughterhouse, it is today the most complete and valuable testimony of Chilean rural architecture. This architecture is welcoming in its composition, noble in its simplicity, genuine in its materials. Typically U-shaped, with verandahs and “roofed with tiles supported on wooden rafters, walls of mud and wattles, beams and rafters nailed together, all crude and bamboo serving as canes”37 , as it is described in a document, a prototype of ancient origin and long duration. Tenant houses are very similar, built on river stones and walled with straw and mud under Indian influence.38 All houses, large and small, are surrounded by flowering plants, gardens, orchards, and tree stands, places for shelter and repose, for sleep and waking dreams. Farther off, a maze of barns, spacious storerooms, silos, mills, workshops, stables, cowsheds, forming a small town of streets and squares. The whole brimming with animation, with identity, presided over by the chapel or the parish church. In oil painting and watercolors, in chronicles, artists and travelers describe this landscape that gives the country its appealing nationality, giving out the “perfume of ancient honesty” that Gabriel Lafond de Lurcy perceived. The tumbling course of the rivers, the cone-shaped hills, the shelter of trees, wheatfields climbing uphill wave upon wave, the farm work associated to festivities crammed with effervescent vitality: sowing, threshing, the grape harvest, the potato harvest, the haystack; the cattle coming home in the evenings, the flowers, the fruit, the humble ranchos, are painted time and again with renewed freshness by Antonio Smith, Pedro Lira, Onofre Jarpa, Juan Francisco González, Celia Castro, Rafael Correa, Nicanor González Méndez. Presiding over the rural world, the huaso, as attractive to enlightened travelers as to painters of the romantic school, portrayed by Rugendas as rough riders wearing ponchos and conical straw hats, sitting astride the soft saddle bedecked with the numerous appurtenances and devices with which local tradition has gradually bedecked the act of riding a horse. A curious human type, at once rustic and lordly, a cross between the highwayman of liberal anarchy and the good savage of Rousseau, halfway between the bandit and the gentleman.39 Migration from the countryside to the town, depopulation, inequities in ownership and use of land, have gradually brought about a crisis in farming, discussed during the first half of the 20th century in numerous papers and studies on the subject, and an attempt is made between 1964 and 1973 to reverse the situation by means of Land Reform. The times are difficult, difficult to understand, even more difficult to judge.40 Again today, the land has a new countenance. The landscape is novel and simultaneously appealing; it allows the eye to feast on fields ploughed, irrigated, and fertilized by the newest methods, optimizing the agricultural vocation and providing a choice of improved grains and fruits that the global era, in its twofold movement, drives to markets and consumers on a global scale, while simultaneously enhancing the prestige and unique validity of what is local. The agrarian culture of central Chile has been the result of the slow succession of time, the development of notions and forms in the course of many generations, the rise of languages and silences that picture the origin of a way of thinking, a daily routine of action. When a culture persists in its fundamental traits in the midst of a rapid succession of contemporary events, it is because it has roots and actuality, because it is highflying. In this area man has not broken off his solidarity with life, his respect for natural cycles, his affection for the place of his birth, the shared feeling for work and celebration, the love for simple day-to-day things, the association of the hand and earthly materials dignified, generation upon generation, into handicrafts, art, pottery, woven cloth, basketwork, cuisine, pastries. Close links to sacred matters, the meaning and transcendence of all labor, all functionality,41 given in safekeeping to the churches of the area, to the rural chapels, have persisted as a constant that holds its message safe from the changing fate of temporality. Santa Rosa de Curimón and El Almendral in San Felipe; San Francisco in Santiago, Los Dominicos in Apoquindo, Lo Fontecilla in Las Condes; Lo Arcaya in Pirque; Orrego Arriba and San Jerónimo in Casablanca; La Palmas of Leyda; Candelaria in Algarrobo; La Compañía in Calera de Tango; San Miguel de Rangue in Aculeo; the Benedictine nuns of Rengo; La Compañía in Graneros; Torina and San Andrés de Ciruelos in Pichidegua; Pencahue in Tagua-Tagua; San Pedro de Roma in San Fernando; Pumanque, Santa Amelia, and San Roberto de Almahue; Calleuque, San Pedro de Alcántara, La Estacada de Guacarhue, Mallermo and San José del Carmen del Huique, in Colchagua, bear witness. To travel at high speed along the expressways, hedged in, lined with railings to prevent the access of animals and men, whether “on foot” or “on horseback”, inaccessible also to carts and wagons, is to look at everything and see nothing. The old country roads of Los Andes, Quillota, Colchagua, again lead to the great garden, with its laden fruit trees, the maize fields no longer crushed by horses’ hooves, the alfalfa fields stretching as far as the eye can reach, and the vineyards growing close together: a boundless field of blood and gold in the autumn. It is the season of fields and churches; of the harvest and the Passion. As the sun sets on wine and bread, under the rustic roofs, the vertical cross welcomes the meeting and the word. Beside the tabernacle, the small red star of faith burns bright. I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 195 Las Palmas de Leyda San Jerónimo Orrego Arriba La Candelaria de Casablanca The hacienda Las Palmas is located in the fertile valley of Leyda, formed by the hills of the Coastal Range in the Maipo River basin. The place, renowned today as the latest great discovery of the expanding wine industry, was part pf the land of the picone Indians, who peopled the villages of Melipilla, Mallarauco, and Puangue, and recognized the cacique of Melipilla as their chief. The picones were in constant contact with colonies on the coast and utilized the water of the Estero Puangue and the Maipo River for their maize, bean, and pumpkin crops. The influence of the conquering Incas taught them to improve their farming with irrigation. With the coming of the Spaniards, the picones were rapidly grouped around Melipílla. The future bishop of Santiago, Rodrigo González de Marmolejo, and don Juan Bautista Pastene received from Pedro de Valdivia encomiendas in the area. In 1580, the evangelization of the natives and religious service for the Spanish owners of neighboring lands were provided by the doctrina at Melipilla. In 1585, the doctrina was served by Jerónimo de Céspedes, who was also in charge of those at Pico and Comaire. From the first, the Leyda land was devoted to cattle farming and cereal crops, basic activities of the Colonial economy supported by the production of dried meat, tallow, and hides, which were exported to Peru. Around 1862, the doctrina at Melipilla also assisted His Majesty´s Works, a center specializing in textile production, established by Alonso de Ribera in1603. During the entire Colonial period, the estancias were the great domain of the half-breed population. The Indians tended to disappear, as a result of disease, the forced transfer as labor, loss of their lands, and the process itself of assimilating to the dominating culture. A complaint was filed in 1695 about the lack of labor because the “Indians had died off.” And around 1779, a census taken by the Bishopric of Santiago showed that barely 13% of the population were Indians. By then, the labor force on the estancias was composed of Indians, half-breeds, and native-born Spaniards. In mid-18th century, the hacienda Las Palmas was owned by Alonso de Cobarrubia y Ovalle, encomendero of the picones of Melipilla and owner of the hacienda Pico. In 1779, Francisco Cisternas, oidor of Copiapó and La Serena, bought it and bequeathed it to his daughter Matilde, who married Agustín Larraín in 1818. Her son, Ramón Larraín Cisternas, managed the hacienda, which was registered in an inventory of 1853 as already having a main house and chapel. After the War of the Pacific, the heirs of Ramón Larraín sold the property to Pedro Pablo Jara, married to doña Carmen Mira Mena, who survived him and turned over the administration to her brother Juan José Mira, who owned warehouses and mills in Cartagena. There the wheat from the estate was taken for grinding and export. Doña Carmela had no children and in 1930 she left the estate to her grandnephew Werner Haeussler Cousiño, who later married Inés Fontecilla Larraín, grand daughter of the sometime owner, Ramón Larraín. Haessler had lived on the hacienda since adolescence abd he introduced major developments, including two extensive reservoirs, which significantly increased the irrigated area. At his death, the property was divided among his eight children. Doña Inés still lives at Las Palmas, caring for the preservation of the house, the chapel, and many memories. The chapel has adobe walls and is roofed with clay tiles. The earthquake of 1985 failed to damage it to any significant extent and the fire that destroyed the railroad station miraculously spared the chapel. Inside the chapel, the altarpiece of the high altar features an image of Our Lady of Mercy, made of polychromed wood. The altar is of sarcophagus type. A large jointed image of Christ in polychromed wood stands at one side. It used to be taken out in the processions of Holy Week. A railing closes the chancel. In the sacristy, the “pilgrim” Virgin stands on a litter. She was in the habit of visiting each of the fifty tenant houses on the hacienda. She returned from her pilgrimage in November for the celebration of her month. A wooden confessional recalls that it used to be set up in the verandahs for the men of the hacienda to go to confession. In summer, the chapel was the center of the mission that for many years were conducted by the Redemptorist monks. The reason for the name of the hacienda, registered in the 16th century, is guarded like a treasure. Centuries-old palm trees bear silent witness to the many changes that have taken place in the valley since the times of the ancient picones. Doña Inés and her family respect them and have forbidden the extraction of their precious sap. Although this chapel is dedicated to Our Lady of Sorrows, its name recalls the 4th-century saint who translated the Bible into Latin. It seems that there were many distinguished Jeromes among the long-ago owners of the original hacienda, who inspired the names given to places on the estancia, the chapel, and some other landmarks. The chapel is located on the site of the original Hacienda de San Jerónimo, near Casablanca, in the sector known as Orrego Arriba, close to the estero San Jerónimo. The estate had its origin in divers grants of land received by don Alvaro de Quiroga, a relative of governor Rodrigo de Quiroga, between the seashore and the hills of the Coastal Range. The estate was later inherited by his son-in-law, who increased the area of the estate by purchasing adjacent land until he had what was then known as the great Estancia de la Mar. The “Jerome” years went by and the estate focused on cattlefarming until it became a major supplier of meat, tallow, and hides in Colonial Chile. It is a fact that mules were bred on this land in such numbers that they were even exported to Arica via Valparaíso, to fill the immense need for transport associated with the silver mines at Potosí. In mid-19th century, Manuel José Balmaceda inherited San Jerónimo and purchased from the owners of the neighboring Hacienda Orrego the section named Los Canelillos. Here he decided to build the new house for San Jerónimo, for the existing one was now in the wrong location for managing the estate. This “new” house is what is preserved today. In 1924, don Toribio Larraín bought this part of the estate. His wife, doña María Luisa Eyzaguirre, was seriously ill and don Toribio undertook to build with his own hands a chapel in honor of the Sorrowful Virgin as an offering to restore the health of his spouse. This original purpose of the church related to the most profound meaning of art, in its ancient link to sacred things, as the logical subordination of what is good and true in man to what is all-highest and eternal. It is the spirit of medieval creation, recreated in our American continent in the Colonial period, when anonymous atists raised churches in honor of God, entrusting to Heaven the execution of works marked with their identity. Don Toribio Larraín, turned alchemist, transformed a shed in the neighborhood of the house into a true work of art. The effort, which took more than a decade to finish, gave life to a chapel inspired in the Colonial style. With his assistant craftsmen he executed a great deal of woodcarving, giving shape to doors, railings for windows, pillars, and skirting boards ornamented with flowers and leaves. He also created the chairs, the lecterns, and the sacristy furniture where the vestments are kept. The chapel is rectangular in shape; it has a single nave and an adjacent tower of a single story and crowning top. The roof is of clay tiles, in the tradition of the place. Inside, carved gates lead to the chancel. The altarpiece on the high altar features a framed oil painting of Christ resurrected. To one side, the Virgin of Sorrows, patroness of the place, is shown in a painting with her sorrowful attributes. The patroness here is not specially celebrated on her day. The chapel has become one of the major attractions of the old estancia, empowered today by its owner, don Adolfo Larraín, as a destination for cultural and ecological tourism. Patroness: Our Lady of Sorrows Feast: September 15 Patroness: Our Lady of Mercy Feast: September 24 196 I G L E S I A S de Algarrobo The estate is located in the Quillota valley, six kilometers from Casablanca, in an area of particular importance during the Spanish conquest. The Aconcagua and Maipo Rivers, countless esteros, and the valleys among the hills of the Coastal Range make the sector an ancient agricultural prodigy. Here the so-called Aconcagua Culture developed among Mapuche-speaking peoples who raised bean, maize, and pumpkin crops, and modelled fine pottery. In the 15th century, the soldiers of Inca Yupanqui came to these lands to set the southern boundary of the empire. After clearly marking the long route from Cuzco over the Inca Road, the conquistadors made this valley their center of operations. The belligerent nature of the native population, whom they called promaucaes, rather impeded their plans; nonetheless, they succeeded in establishing domination. In the Quillota area they set up a Quechua-speaking farming colony loyal to the monarch (Mitimae), raised a temple to the sun, and made agreements with the major caciques for collecting tribute to the emperor. This was the situation that Almagro and Valdivia found in their respective expeditions. By then, the difficulties at Cuzco had forced the Great Inca to withdraw his troops and the governor he had appointed in Chilli, “where the earth ends.” His irrigation works, however, his crops, and gold mines were still working. The Spaniards were not slow to take advantage of this opportunity and picked up where the Inca had left off. The encomienda as a way to collect the tax that the natives owed the new Spanish king was not so different from the tribute in work exacted by the Inca and known as mita. The encomienda in the Quillota valley was allocated to Valdivia himself, which proves the high quality of the land and its well-trained inhabitants. Valdivia also allocated to himself a good grant of land called Estancia Acuyo in the area of the Estero de Casablanca, where he employed the Indians of his encomienda. A grant of land was assigned to Juan Bautista Pastene. Pedro de Valdivia’s encomienda was later transferred to Rodrigo González de Marmolejo, who would be the first bishop of Santiago. Years later it came to the hands of Francisco de Irarrázaval and subsequently disappeared. The area was evangelized from the doctrina at Quillota, which by 1585 was served by the priest Alonso de Madrid. The same doctrina supplied religious services to the Spaniards who were living on the neighboring haciendas and had by then begun erecting shrines and chapels on their land. Early in the 17th century, don Juan Orrego Farías is registered as owning a large estate in Quillota. His descendants named the land Estancia de Veracruz, but the people always knew it as Estancia of the Orregos. In the 18th century, the estate belonged to the Alvarez family and, in 1790, was aplit into two large sections that came to be known respectively as Orrego Arriba and Orrego Abajo. or Upper Orrego and Lower Orrego. Shortly thereafter, the house at Orrego Arriba began to be built. In the early decades of the 19th century, Orrego Arriba was purchased by Lorenzo Montt, a cousin of President Manuel Montt. His son sold it in 1856 and several owners held it until Teófilo de la Cerda Eyzaguirre bought it in 1876. He cleared the estate of the debts and charges that had encumbered it since Colonial times and he rebuilt and modernized the house on the foundations of the old house, and allocated a wing for erecting a family oratory. The estate then enjoyed prosperity, with good cereal crops and a large mass of cattle. In 1906, the Valparaíso earthquake damaged the house and oratory. The heirs of don Teófilo took up the task of restoring the buildings with the same energy that their descendants, the Cerda Alamos family, apply today to their maintenance. The oratory is rich but subdued. An old wooden altarpiece has columns on each side and on top a gilt Inti sun of many rays. Below the image a small Child holds the world in its left hand and while it raises its right hand in blessing. The altar table is made of wood and has a chalice and host painted in the middle. The oratory was given canonical permission in 1895 and the framed document still hangs from one of the walls. Patroness: Our Lady of the Rays The church named in honor of Candlemas rises in the seaside resort originally known as Algarrobo Blanco or white carob, a long-standing feature of this coastal area. Tne story goes that the large size of this thorny tree was a signal for small vessels approaching the coast. Towards the middle of the 19th century, a simple fishing village fronted the bay at Algarrobo, its inhabitants following the ancient tradition of the fishing and gathering peoples who had their home here for thousands of years. Large neighboring estates, e.g. San Jerónimo and Lo Orrego, kept cottages and warehouses on the site for storing the products to be sent to Valparaíso on long caravanas of oxen and mules. The active life surrounding the haciendas required the construction of a church to care for the spiritual wellbeing of the population. In 1837, the parish priest of Lo Aabarca, Manuel Beltrán, ordered the building of La Candelaria. It was made of adobe and straw with a thatched roof, located on the gentle slope facing the inlet at Los Lances, at the edge of the mule trail leading at the time from Valparaíso to San Antonio. The building became a landmark for the village fishermen and freighters anchoring in the bay. About 1854 the estate owners had minor port facilities installed for loading their wheat and charcoal shipments destined for Valparaíso, Peru, and California. The small port took on some significance during the war with Spain, in 1866, when the large ports in Chile were blockaded and the government permitted exports to be shipped from Algarrobo, which then operated as a major port and was equipped for the coasting trade. Gradually, Algarrobo became the summer resort of the families owning the neighboring estates. It is said that as such it was the destination of many high-ranking politicians, especially those connected with the party known as montt-varistas. President Manuel Montt himself had family connections with the hacienda Casablanca, while the eldest son of his minister Antonio Varas, don Miguel Varas Heredia, was part owner of the nearby Hacienda de las Papas. Invitations to spend the summer attracted renowned artists and intellectuals, including both Chileans saints, Teresa de los Andes and Alberto Hurtado, who at different times spent part of their mystical youth in this remote corner of the vast Pacific Ocean. During her summer visits, Juanita Fernández, later to be canonized as Teresa de Los Andes, is reported to have played the harmonium in church and to have taught the village children the catechism in preparation for their First Communion, sitting on the same verandahs of La Candelaria. .Among the distinguished visitors at the resort, one was particularly connected with the church.: Pedro Subercasaux, who later became a Benedictine monk, was married at the time to doña Elvira Lyon and both had decided to live in Algarrobo. The villagers wished to replace the old roofing of the church with modern zinc plates. The artist sternly opposed this notion and advised the use oif clay tiles, which were finally ordered from a local tilemaker named Zúñiga. In time, Pedro Subercaseaux took on the decoration of the church as a personal challenge. The small beautifully proportionaed belfry, made of wood with a four-sided roof, was inspired by him.. The plan of the church is L-shaped with thick adobe walls and tiled roof. The building is almost entirely surrounded by pillared verandahs. The main entrance is a wide four-leaf door looking out on the sea. There are two other doors on the north side. The interior is simple and unpretentious. The carved wooden altar with the image of Our Lady of Candlemas is notable. The statue was commissioned by the parish priest at Lo Abarca for the foundation of the church. There is also a carved wooden crucifix possibly dating from the 18th century. The rafters and verandah pillars are of oak. The single nave leads to a side chapel and the sacristy. The present excellent condition of the church is the result of restoration work done by architects Raúl Irarrázaval and Rafael Gardia folliowing the earthquake of 1985. The verandah around de side aisle was added at that time, together with the new sacristy. Raúl Irarrázaval is also responsible for having the building declared a landmark. Since its construction in 1837, La Candelaria was a viceparish of Lo Abarca in Cartagena. In 1900 it came into the purviews of Lagunillas and was finally given parish status in 1945, in the bishopric of Valparaíso. The feast of its patroness marks a spiritual beat in the mundane summer environment. The celebration includes a novena, a practice descended from ancient Christian rites. On February 2 the candles are lit for the presentation of the Divine Child at the temple of Jerusalem, according to the old Jewish tradition. The Lady is then carried out in procession to feel the refreshing breeze from the sea and hear the prayers of disconsolate souls. Patroness: Our Lady of Candlemas Feast: February 2 Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 197 San Antonio de Padua Santa Rosa de Viterbo San Vicente Ferrer de El Almendral de Curimón de Los Dominicos The valley of the Aconcagua River extends at the foot of the colossal mount of that name in the Andes, which the ancient peoples consecrated as eternal custodian of the water. This fertile region has been farmed for thousands of years and when the Spaniards came to it, they found here numerous groups of picunche Indians working the soil with the valuable agricultural techniques that the conquering Incas had brought in the 15th century. One of the old inhabitants of the valley was the renowned cacique, or chief, Michimalonco, who led the ferocious attack on the hamlet founded by Pedro de Valdivia at the foot of Mt Santa Lucia, at the beginning of the history of Santiago. The Spaniards applied their system of domination based on encomiendas. Management of the land thus became the responsibility of distinguished members of the expedition, who were bound to evangelize the native peoples. Encomiendas and grants of land gradually gave way to haciendas, estates owned by Spaniards. In theory, the owners were not allowed to occupy the old Indian settlements, where only the monks in charge of the doctrinas set up to assist the native peoples might live. In time, however, the influence of the estates also extended to those settlements, which often served as the base for the foundation of new villages and towns. Where the village of El Almendral rises today, a scant 3 kilometers from the town of San Felipe, in Colonial times there was a settlement known as Montecinos, with a chuirch dedicated to Our Lady of the Rosary. By 1813, after the town of San Felipe el Real had been founded by governor Manso de Velasco, the name of the village had been changed to El Almendral. In 1860, father Antonio Gavilucci, vice prefect general of the Franciscan missions, decided to found a convent, a novitiate, and an academy designed to train young students coming from Italy as missionaries in southern Chile. The territory was not unknown to the Franciscans, who had already founded at Curimón the convent of Saint Rose Viterbo, around 1696. The Silva family, who owned the adjacent estate, donated the land on which to build the future convent. Construction began in 1865; work on the church was started in 1872 and lasted four years. The building was consecrated and inaugurated in the spring of 1876, before it was totally finished. The inside finishing took another year to complete. The prior, Isaías Narducci, commissioned the drawings for the tower and front of the churh from an Italian architect, Eduardo Provasoli, who had executed several works for the Franciscans in various places in the country. The single tower, the front and porch, were executed between 1878 and 1883. Several large bells and a clock were brought from Germany and set up in the tower. The church has three aisles and two side altars, the central aisle being wider. The walls are of adobe on stone foundations. The roof structure, front, and tower were made of Douglas fir, cypress, and oak. Inside, the altarpiece on the high altar is made of wood in Neo-Classic style, crowned by a cupola. The lower choir is placed behind the altar, with finely carved chairs. The magnificent pulpit and wooden confessionals with iron applications provide harmony and sobriety to the interior decoration. The aisles are separated by two rows of round arches made of wood supported on each side by nine Doric columns. The carved wooden doors below the high choir were made by a Milanese artist, Sereno Matta. The floor is paved with tlagstones and the roofing is of clay tiles. In 1987, San Antonio del Almendral was devastated by a fire that consumed some of the convent facilities as well as part of the church. The present good condition of the whole is the result of careful restoration work fostered by bishop Manuel Camilo Vial and funded privately. The tower had to be straightened and the front restored. The paintings on the inside walls were also restored and the splendid Biblical scenes were recovered together with numerous details in trompe l’oeil. The church is the seat of the parish of El Almendral, created in 1929, in the purview of the bishopric of San Felipe. Since the latest restoration, the El Almendral School of Arts and Crafts, organized to foster training among the rural population, operates in the old convent. The school welcomes art exhibitions and talks on cultural subjects. The preacher of Padua, patron saint of the place, stands firmly in his centuries-old image. His Franciscan brethren are no longer there, but his feast is still celebrated by the faithful each year on June 13, with Mass and a procession. When the Spaniards came, Curimón was a village of picunche Indians in the valley of the Aconcagua River. As such, it shortly became the seat of a doctrina or “parish of Indians.” In 1585, the doctrina of Curimón was served by Pantaleón Correa, a priest who in addition served the neighboring doctrinas of Aconcagua and Putaendo. When the parish of Aconcasgua was created in the 17th cenury, the long-standing importance of Curimón as a center of evangelization earned it the status of parish seat. The Franciscans had come to Chile in 1553. Their mission was to evangelize the new lands, indoctrinate the natives and assist the conquistadors. Shortly after their arrival they began to found mission houses and convents. Where the convent of Curimón stands today there was once the mission house of the first Franciscans who served the old Indian doctrina. Not till 1696 did the first foundation of the convent take place, under the apellation of Rosa de Viterbo, a Franciscan saint. The old mission house served as convent until 1713, when construction started on the convent and church. The building was finished in 1727 and did not last long, however, for it collapsed owing to the earthquake of 1730. The new works began in 1734 and in 1740, although the church was still unfinished, governor José Manso de Velasco, in one of the rooms of the reconstructed convent, signed the record of the foundation of the town of San Felipe el Real. In the same year, the parish seat moved from Curimón to the newly-founded town. Construction of the convent was finished in 1765 with the works of the tower, at the time placed behind the high altar. Between 1765 and 1769, a great fire destroyed a major portion of the new buildings, which had to be rebuilt accordingly. This work gave the church its present appearance. Both convent and church witnessed the maneuvers of the Chilean troops to conquer independence from Spain. In 1817, after crossing the Andes, the Chilean and Argentine soldiers of the liberating army, on their way to the crucial battle of Chacabuco, rested in the courtyards of the convent. Another earthquake was registered in 1822 and, fortunately, failed to do much damage to the church and convent works.The tower structure, though, suffered damages, which were not repaired until mid-century, when the present tower and wooden portico at its base were repaired One year after the new parish of San Francisco de Curimón was created, in 1927, a fire destoyed part of the convent and cloister. The high maintenance costs broght about by these constant accidents required putting up the property for rent. As a result, both convent and church fell into a state of frank decay. In the fifties the congregation recovered the building and ordered major restoration works. The tower was painted its present color and genuine old doors and railings were placed in openings in the walls facing the square. The church has a single long nave and two cloisters surrounded by verandahs supported by carved wooden pillars. The tower is made of wood and placed above the porch. This is built of oak and poplar and comprises four columns supporting three round arches. The walls are adobe. The rafters were originally patagua and cinnamon. The roof is of clay tiles. Inside, the altarpiece on the high altar, made in one piece with a crown, contains a serene image of the Virgin in a central niche.shaped like a round arch. Two columns, one on each side, end in pear-shaped tops. The crown has scalloped edges.. A museum designed to exhibit the valuable documents and objects of the convent and church opened in 1968. Four years later, the building was declared a landmark building. Notwithstanding, today the diocese of San Felipe, which is reponsible for the convent, is hard put to ensure its correct upkeep. Untouched by such mundane problems, the image of the saint of Assissi welcomes visitors at the entrance to the convent. He waits patiently all year for the date of his feast rto come around, when the faithful joyfully carry him to a nearby hill, where he presides over the blessing of brother animals. The church of the Dominicans rises upon a low hill in the land that belonged to the cacique Apoquindo, a word that in Mapudungún means “a bunch of flowers”. His domain extended from what today is known as Santiago Oriente to the foothills of the Andes. In spite of smog and the ever-increasing number of tall buildings, it is still possible to admire the beauty of the site. When the Spanish conquistadors came, the land and the people ruled by cacique Apoquindo were assembled in an encomienda that Pedro de Valdivia presented to his mistress, Inés de Suárez, in 1544. As an Indian village, the place became a doctrina for Indians. In 1585 it was served by Francisco de Ochadiano, who was also in charge of evangelization in the doctrinas of Macul and Tobalaba. The encomienda gave rise to grants of land that were assembled to fom a large estate. In mid-17th century, the hacienda Apoquindo is registered with an area of 2,075 cuadras of irrigated land. In 1767, doña María de Portusagasti and her husband, don Juan Canisbro, purchased the estate. The couple were close collaborators of the Convento de la Recoleta Dominica. When work began to adapt the house, the owners ordered a chapel to be built in memory of their two deceased sons. Doña María died in 1800 followed, three years later, by her husband. In their will they left the estate, the house, and the chapel to the monks of Recoleta Dominica, for them to “teach the peasants and rural people in the neighborhood the rudiments of culture and religious duties.” In 1809, Friar Justo de Santa María de Oro took over the construction work on a new chapel and convent for the order. The old house was adapted to serve as a novice house. In compliance with the will of the donors, they opened a school for the inhabitants of this rural area, which is still in operation, next to the convent, under the name of Instituto Pedro de Córdova. In mid-19th century, Friar Francisco Alvarez rebuilt the front of the church with its present towers made of bricks and wood. The warehouses and granaries were restored about the same time and are now used for meetings, exhibits, and concerts. For two centuries, the church has been in the hands of the Dominicans, who have succeeded in preserving it from the pitiless encroaching of modernity. Entering the church is a most valuable experience. The simplicity and harmony that dominate the interior bring peace and serenity to the spirit. The church has a single long nave with thick adobe walls. The rafters and roof structure are of tarred oak in perfect contrast to the white plaster of the walls. The roof is traditionally covered with wattles and mud on which the Colonial tiles are placed. The floor is of fired clay flagstones. The windows have nobly-made forged iron railings. A glance at the convent house discloses its well-balanced plan and wide verandahs supported by stone pillars and wooden columns. Large oil paintings tell the lives of various Dominican saints. Behind the high altar, a handsome crucifix in polychromed wood hangs from a beam. Before the chancel, on the right-hand wall a large oil painting depicts a scene in the history of the Dominican Order. Next to the picture, a niche shelters an image in polychromed and gilt wood of Our Lady of the Rosary and Child. Above the main door is the choir, made of wood with a forged iron railing. It is entered from outside, through the convent. On the north side of the church there is a small oratory where the Dominican monks hold their offices. The towers are square and symmetrical. The top half is of brick and holds the bells. Each is crowned by a cupola made of iron plates and topped by the figure of an angel. In 1987 the cupolas were covered with copper plates under the direction of architect Sergio Román. The church was restored in 1960 and again following the earthquake of 1985, when the structure of the towers was consolidated and all the cornicework was restored. In the late 80s, architect Julio Cabeza headed complete repairs and general painting of the church. Tradition tells that the renowned guerrilla Manuel Rodríguez, whom we met at the church in Pumanque, came here in the course of one of his forays in the cause of independence. Fleeing from Royalist troops, he found refuge among the friars. Legend has it that when the Spanish soldiers knocked on the heavy doors of the convent, Rodríguez answered, completely enfolded in the Dominican habit, and conducted the soldiers all over the building in search of the runaway bandit. Patron saint: Saint Francis of Assissi Feast: October 4 Patron saint: Saint Anthony of Padua Feast: June 13 198 I G L E S I A S Y C A P I L L A S Lo Fontecilla When Pedro de Valdivia decided to found the principal town in the kingdom of Chile in the fertile valley of the Mapocho River, the area was under the rule of several caciques who administered the land and received tribute from the Indians. Upriver was the domain of the renowned Apoquindo and Picuncahue. The latter ruled over the land where the house at Lo Fontecilla now rises, between the holdings of Tabancura and Mayecura. According to research by Hernán Rodríguez in Casas de Campo Chilenas, the first grant of land registered in the upper valley of the Mapocho was made in 1579 to a soldier, Antón Díaz. In time, the grant was increased until it extended from the foothills of the valley to the heights of the Andes mountains and was known as San José de la Sierra. In 1668 the property was divided into several farms, one of which, called San José, was given as a wedding gift to doña Lucía de Zavala, on occasion of her marriage to don Francisco Antonio de Avaria. The new owners built the house, with an orchard and vineyard. After their son inherited it, the property was sold and had successive owners until the 18th century. In 1802, San José is registered in the name of don Francisco de Borja de la Fontecilla, owner of extensive estates in Aconcagua, Curimón, and Chacabuco. His son of the same name inherited San José and pursued intensive political activities in the new republic, as mayor, intendente, and senator. His intense social activity made him renowned in the Santiago of that time and his property began to be called Lo Fontecilla in his honor. When he died, his widow sold the estate and it had various owners until it came to the hands of don Pedro Fernández Concha in 1900. At that time he owned the farm called San José de la Sierra, so Lo Fontecilla rejoined the original estate from which it had been severed owing to the marriage of doña Lucía Zavala. When don Pedro died, the estate was again divided among his children. Lo Fontecilla went to doña Mercedes Fernández, who, with her husband, sold it to don Carlos Peña in 1918. Recovery of the house and chapel now began. The owner was a businessman, farmer, politician, and founding member of the Chilean Academy of History. He was profoundly sensitive to heritage and applied his best efforts to rescuing the Colonial essence of the house. He restored the 17th- and 18th-century sections and recreated the old furniture. .Carlos Peña studied in Paris between 1881 and 1902, where he met Pedro Subercaseaux. When the French Benedictine monks came to Chile to found their convent, headed by Fray Pedro, don Carlos gave them the run of the house. The monks arrived in1938 and stayed for ten years until they returned to France. The daughter of don Carlos Peña, María Peña Claro, who was married to Fernando Larraín, inherited Lo Fontecilla in 1959. Her son, Carlos Larraín Peña, currently lives in the house. Heir to the sensitivity and knowledge of his grandfather, the present owner and his wife, Victoria Hurtado, have spent efforts and love on the upkeep of the house, chapel, and gardens, maintaining a reserve of rural serenity in the midst of the busy modern city. The oratory connects to another time and another spirit. The image of the Virgin or the patron saint was there watching over the land and the souls of owners and tenants. There the owner would come at dawn to start each day with a prayer for Divine protection and guidance in the day´s work. All the keys of the estate were kept ther, keys to warehouses, gates, pasture fields, and stables, and there the farm workers would come to colect the keys together with instructions for the day. Only then the workers would sit down to the breakfast that would give them strength and energy for the day´s tasks. In recovering the chapel, don Carlos Peña was recovering this tradition. The entrance door has a wooden frame over which two unexpected atlantes hold up an oil painting depicting the Virgin. They were purchased by don Carlos Peña at the demolition of the inner cloisters of the Franciscan convent on the Alameda. On entering, all eyes focus on the image of the Immaculate Conception, portrayed in an oil painting in a gilt frame carved in Baroque style. The sacristy holds holy vessels of the 17th and 18th centuries, and five large-size images from a creche made in Ecuador and distributed among the family, which is assembled and exhibited every year at Christmas. Patroness: Immaculate Conception Feast: December 8 Patron saint: Saint Vincent Ferrer Feast: April 5 D E L V A L L E C E N T R A L I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 199 San Francisco Lo Arcaya de Pirque San Miguel de Rangue Calera de Tango The history of this major church has its origin in a small image of Our Lady of Succour, not more than 33 cm high, which came to Chile tied to the saddle of Pedro de Valdivia. The image was of Italian make, carved in wood and polychromed, and was held to have protected the Valdivia expedition from the many dangers and hazards that had to be faced in these southern lands. After founding the city of Santiago, Valdivia asked the Cabildo to grant a site on which to build a shrine to the Virgin. The Cabildo agreed and allocated a plot of land on the south bank of the Mapocho River. The conquistador entrusted the care of the shrine to the Mercedarian monks. After his death, however, the shrine was neglected, and the Cabildo transferred the land to the Franciscans, who were already installed in Santiago. The Order accepted the new location and engaged to build a church wherein to place the Virgin of Succour on the high altar. Construction began in 1572 using adobe. In 1583 an earthquake leveled it and the Franciscans undertook another building of quarried stone. Construction began with a gift of 1,000 pesos from King Philip II and was completed in 1618. The work was made by Indians under the direction of the monks themselves.The plan was in the shape of a Latin cross composed of a central nave and two side chapels, the brickwork of which survives to this day. It had a stone belfry and panelled ceiling in cypress wood. Around 1628 the cloister adjacent to the church and featuring brick arches had been finished. On May 13, 1647, an earthquake destroyed the belfry and the upper floor of the cloister. Such natural catastrophes and the habit of wealthy residents of funding side chapels ended by altering substantially the original appearance of the building. In the course of the 17th century the building was decorated, the Baroque altar was finished, confessionals and wall paintings were set up. About 1684 a series of paintings describing the life of Saint Francis were ordered from Peruvian craftsmen, intended to decorate the cloister. The architectural history of the church is well documented. The belfry and upper floor of the cloister were reconstructed around 1698. Another earthquake damaged the belfry and in 1751 it was erected for the third time. The main entrace to the church, built of ashlar stone, was completed in 1758. The convent then had four cloisters and a refectory. The church floor was paved with bricks in 1828 and mahogany furniture was ordered for the sacristy. The third belfry had to be demolished in 1854 and don Fermín Vivaceta was retained to design and build the fourth,which is still standing. It was erected in 1857, in Neo-Classic style, with a wooden structure and a functioning clock added to it. In 1865, the south aisle was completed with brick walls, the frontage was altered and painted red where it had previously been whitewashed, and the quarried stonework was covered with stucco. The original high altar, in Baroque style, was replaced in 1881 and in 1895 a chapel was added in the northeast corner of the church, thus completing the rectangular plan that the church shows today. Demolition and sale of the inner cloisters of the convent began in 1913. In the seventies, general restoration was performed on the frontage and belfry to remove the stucco and clear the original quarried stone. In the past few years the roof was completely restored and a modern lighting system was installed. The Museo Colonial de San Francisco was inaugurated in 1969 in facilities adjacent to the church. The museum exhibits an important collection of religious art, especially the series mentioned above of 54 oil paintings illustrating the life of Saint Francis, ordered in the late 17th century from Cuzqueño artists Juan Zapaca and Basilio Santa Cruz. In addition, there are fine pieces of furniture and finely crafted silver items. There are works originating in Chiloé, notably a figure of Christ from the 18th century, whose features strongly recall those of the islanders. The church of Saint Francis is the most long-lived inhabitant of the city. Its structure bears witness to the many adventures that have taken place in this land of Nuevo Extremo. From the high altar, heart of the building, the tiny image of Our Lady of Succour is always vigilant. Her legendary power for performing miracles is abundantly proved in the survival of this centuries-old building, holding fast even in a land of earthquakes. And although modernity looks askance at these mysteries, the Franciscans still welcome the faithful who come to celebrate her feast in April. The other host, the saint of Assisi, is celebrated here with honors. His feast is introduced with a novena beginning on September 25. His transit is commemorated on the eve and, on October 4, a mass is celebrated, presided by the father superior of the Dominicans. In the evening, the Franciscans bless animals, plants, and water, in memory of their founder, brother to all Creation. Don Rodrigo de Quiroga, who accompanied Pedro de Valdivia in the conquest, served in the highest offices of the kingdom and was governor for two terms. He married Inés de Suárez and received from Valdivia, among others, the Indian encomienda of Pirque. In the 16th century the encomienda became vacant when Quiroga died. Don Alonso de Córdova had received a grant in the area and arranged with the local cacique for the purchase of new land to make up a large estancia that began to be called El Principal de Córdova. In the 18th century, El Principal belonged to Francisco García Huidobro, founder of the mint in Santiago. Other owners followed him until 1832, when the estancia was purchased by Ramón Subercaseaux, who had become providentially wealthy upon his encounter with Juan de Dios Carmona, discoverer of the mine at Arqueros. The estate, which by then was known as El Principal de Pirque, totaled 3,700 cuadras, or about 5,400 hectares of rather desert land and woodland. Don Ramón Subercaseaux modernized the farm and built the La Serena canal in 1834, which contributed substantially to increase the irrigated area and made the estate one of the most productive in Chile. Upon the owner´s death, the property was divided among the twelve chldren born to him and his wife, doña Magdalena Vicuña. The resulting fundos gave their names to the main sectors of Pirque. A son-in-law of Don Ramón, don Melchor de Concha y Toro, married todoña Emiliana Subercaseaux, introduced winegrowing and winemaking to the area, thus originating one of the longest and most renowned wine traditions in Chile. The chapel at Lo Arcaya stands next to the main house of the estate originated in the vast hacienda El Principal. The buildings were completed in mid-19th century and were executed in the traditional way, with thick adobe walls and roofed with fired clay tiles on wooden rafters. The chapel is located on the west side of the main house. The interior of the chapel is plain. The nave ends at the high altar with an altarpiece of a single niche framed by plain columns. It is dedicated to Saint Anne, the patron saint, present in a polychromed plaster image. The arch that closes the chancel is held up by grooved columns. The chancel is rounded in shape, following the contour of the end wall. Two chandeliers hang from the ceiling, one on each side of the altarpiece. There are also two side altars, one on each side of the nave. The estate currently belongs to the Ruiz Tagle family, who restored the house and chape, damaged by the earthquake of 1985. The chapel is private, but at the service of the Pirque community and the parish priest of Pirque celebrates Mass here every Sunday. The feast of the patron saint is no longer celebrated. When it is time to speak of a church built on land of the old hacienda de Aculeo, the guitar seems to sound more loudly and boldly: we are in the area where popular religious song rose to splendid heights. At the foot of Alto de Cantillana, a major height in the Coastal Range, spreads Lake Aculeo. The place has attracted human settlements since remote antiquity. Where the church of Rangue rises today there was, at the time of the Conquest, an Indian settlement. In 1585, Monsignor Medellín already reported the existence of an Indian doctrina in Aculeo, ser ved by Alonso Álvarez de Toledo together with Codegua and Alhué. Various encomiendas were successively established in the area since mid-16th century. In 1738, the Larraín family purchased a substantial portion of the land included in the encomiendas and formed the Hacienda Aculeo. It remained in the family until 1871, when Patricio Larraín Gandarillas sold it to the brothers Letelier Sierra and eventually don José Letelier Sierra remained as sole owner and promoter of various measures owing to which the hacienda Aculeo is a fundamental source of Chilean country identity. According to what Alfredo Gárate, a distinguished singer of traditional songs in Aculeo, told don Juan Uribe, don José Letelier brought over from Vichiculén (Llay-Llay area) twelve mining and smelting families to work the mines at Pollocave. The miners settled in the Los Hornos sector. They brought with them a Cross and the habit of singing praises to it in the month of May. The Cross of Aculeo was handed from family to family in the main sections of the hacienda, giving rise to a tradition that continues to the present time. The names of legendary singers from those early times are still recalled, including Pedro Atenas, Tomás Olguín, Miguel Pitigroy, the great Manuel Cornejo, and the clever Custodio Temporal. Don Miguel Letelier, son of don José, recalls in his memoirs another major contribution that his family made to country tradition in the Hacienda Aculeo. Fine stallions and mares were raised, directly reponsible for the definitive consolidation of the Chilean species. In 1942, don Miguel Letelier inherited the hacienda and allocated sections to his children. The Rangue section fell to don Alfonso Letelier Llona, composer, winner of the national art award for 1968, and profound admirer of things sacred. In 1943, don Alfonso and his father decided to build a church at Rangue. They asked the Benedictine monk Fray Pedro Subercaseaux to make the drawings, and he designed it seeking to materialize his ideal image of a Chilean chapel. It was built by local bricklayers and carpenters, directed by Fray Pedro himself and by don Miguel, who was a distinguished engineer. The church is made of adobe on stone foundations. The beams are of eucalyptus, acacia, and poplar wood. The roof is of clay tiles and there are forged iron railings in the windows. For the interior, the monk selected an old wooden altar originally from the Maipo church, framed in a semicircular arch, and an 18th-century image of Our Lady of Mercy, which he placed in a niche over the high altar. Later, in 1952, the Spanish artist Juan Cabañas painted two frescoes of archangels over the chancel arches. The front features a porch with a central semicircular arch and four smaller side arches, supported by thick pillars. In 1960, artist Mariano Valdés completed two wall paintings respectively representing the Nativity and the Annunciation. The central nave is rectangular. The top of the walls has openings typically in the form of double arches with a grooved pillar in the center. The ceiling is boarded, the beams exposed. The supporting beams are carved. The floor is baked brick in the traditional style. The belfry is in three parts, the first two are square, the third is eightsided, with a semicircular opening in each of its sides. The capitel is octogonal and topped with a cross. The church at San Miguel de Rangue was consecrated in 1945. It was the expression of the profound traditional devotion of the area. The church continues to be an active center of country religion, especially during the novena of the Child Jesus and the feast of the May Cross, at this time playing and singing of popular songs with religious themes are heard in its interior. Calera de Tango lies on the old Camino Real, or Royal Road south, at the foot of Mt Chena, in the fertile area irrigated by the Mapocho and Maipo Rivers. This was promaucae territory, so-called from the Quechua term purum auka, which the Spaniards adopted and applied –like the Incas did- to the earlier inhabitants of the area, the belligerent picunches. Testimony of the sight and conquest of the territory by the troops led by Inca Yupanqui may still be viewed at the Pucara on Mt Chena. The conquistadors focused their economic and evangelizing effort on populated places. Tango, as an Indian village, soon became a doctrina. We know that by the end of the 16th century it was served by a priest, Alonso de Toledo Cinco, and later by Cristóbal Alegría who also served the Guaicochas and other estancias. Tango is one of the old doctrinas listed by bishoop Humanzoro in 1662. Next to the old Indian settlement there was an extensive farm owned by the Mercederian Order. The Jesuits purchased the farm in the late 16th century and by 1724 a group of friars and lay brothers, originally from Bavaria, had settled there. A second missionary expedition came in mid-18th century, led by father Carlos Haymhausen. The group included distinguished cabinetmakers, painters, sculptors, and farmers. The labor and dedication of the Jesuit missionaries made a flowering garden out of what until then had been no more than a limestone quarry and a dry plain used for cattle; above all, they made it into the great center of sacred art production in colonial Chile. The farm then welcomed the workshops of metal smelters, clockmakers, cabinetmakers, silversmiths, and weavers, who helped to disseminate across the country the latest techniques and the well-developed Bavarian Baroque style. After the Society was expelled in 1767, the farm remained in the hands of the Junta de Temporalidades, a body specially created to dispose of the assets of the expelled Society, which leased it until, because it was in such poor condition, it was decided to sell it by auction. Don Francisco Ruiz-Tagle Larraín purchased it in 1789 and the farm remained in the family until 1912, when the last heir, Joaquín Ruiz-Tagle, a priest, willed the buildings and park to the original owner, the Society of Jesus. The church was built at the same time as the house of the old estate. From 1750 to 1753, following the arrival of the Bavarian religious, the church became much enriched with cypress pillars, tiles, and oak beams. The walls were completed in 1759, together with the tiled roofing of the chapel and the sacristy. The front bears an inscription dating the work in 1760. All construction and outfitting work on the church was finished by 1761. The Cathedral of Santiago exhibits today some of the pieces created by the Jesuits, which belonged in their time to Calera de Tango. On the high altar there is an altarpiece of chased silver and in the sacristy –now a museum- there are finely worked objects, including a chased-silver monstrance, a wooden altarpiece carved in Bavarian Baroque style, a clock, and an effigy of Saint Francis Xavier, recumbent. In the late 19th century, the original tower was replaced by a new one covered in corrugated iron, the work of the owner, Father Joaquín Ruiz-Tagle, and remodeling was undertaken in 1936: the semicircular arches of the high altar and side altars were repaired; the wooden ceiling was replaced by a similar one; the walls were plastered and painted; the brick courtyard was repaved with red tiles; the choir was added with details carved in imitation of the original 18th-century communion railing; and side altars were modified. with the addition of parts belonging to the original altars. Today, the church has three altars, devoted severally to the Sacred Heart of Jesus, Our Lady of the Assumption, and the Holy Sacrament. Patroness: Saint Anne Feast: July 26 Patron saint: Saint Ignatius of Loyola Feast: July 31 Patron saint: Saint Michael Feast: September 29 Patroness: Our Lady of Succour Feast: April 200 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 201 La Compañía Benedectinas Pencahue La Estacada de Rengo The name La Compañia is that of the old extensive estate that developed from the mission established there by the Society of Jesus, in Spanish Compañía de Jesús. To fulfil their obligation to evangelize, the Jesuits conducted circulaitng missions, which required traveling each year with great effort to visit outlying Indian villages and estates in order to preach the Christian religion to the native population. The area was known as promaucae territory, from the name that the Incas had given to the native picunches who had settled between the Maipo River and the Maule. As winter ended, the Jesuits left their house in Bucalemu to conduct missions for several months. The first land that eventually formed the estate of La Compañía was granted to the order by captain Andrés de Torquemada and captain Agustín Briceño. Several gifts of land followed, including one from doña Catalina de los Ríos in 1628, and the estate extended over a considerable area; it is known to have become a major agricultural, animal husbandry, and industrial center. It also helped to establish a traditional esthetic in the area, for among the Jesuit priests there were cabinetmakers, gold and silversmiths, bricklayers, and weavers, who improved the work of local craftsmen, In 1771, four years after the expulsion of the Jesuits, the estate was purchased by don Mateo de Toro y Zambrano. By then, La Compañía extended from Angostura to the Cachapoal River. According to Jesuit records, the land was of the best quality and included 38 slaves, 7,000 heads of cattle, 4,900 sheep, 525 horses, 1,250 mares, 104 donkeys, 540 mules, together with buildings and farm equipment. Around 1822, the estate was owned by a granddaughter of don Mateo named Nicolasa Toro. She married a patriot, don Juan de Dios Correa de Saa, who undertook to modernize the estate by adding irrigation works that considerably improved productivity. At that time there was a flour mill, tannery, vineyards and winery; yearly earnings amounted to 89,000 pesos in 1854, the highest among the estates in Chile at the time. La Compañía was held by the heirs and successors of don Mateo de Toro y Zambrano until 1947, when his great granddaughters, doña Manuela Correa de Lira and doña Margarita Correa de Cerveró donated the estate to the Congregation of Passionists. That same year, the church of La Compañía became the seat of the new parish of the Immaculate Conception. Although the dogma of the Immaculate Conception was announced by Pius IX in 1854, the devotion is very old. The Jesuits preached it in their missions and the celebration of 8 December is deeply rooted in the area. A Benedictine monk, the Rev. Father Gabriel Guarda, recalls having attended one of the last celebrations of the Immaculate Conception in the times of the Correa cousins. On that 8 December, the occasion was celebrated to the full. Standards embroidered in gold and slver thread adorned the processions, and the main house was open to welcome the faithful with refreshments prepared according to Colonial recipes and served on the century-old china ware that had belonged to don Mateo de Toro y Zambrano. The church was built in 1763. Its simple architecture shelters an exceptionally fine work of religious art, the altarpiece on the high altar. Today, the altarpiece honors the Immaculate Conception; originally, however, it held the image of Saint Ignatius of Loyola, founder of the Society of Jesus, which is now in the chancel. The altarpiece is of wood, carved and gilt in the American Baroque style, featuring columns profusely carved and decorated with the heads of angels. The altar front is polychromed cordoban leather manufactured in 1728, before the influence of the Bavarian Jesuits of Calera de Tango. The Passionist fathers lent the altarpiece to the convent of Saint Francis, in Santiago, for an exhibition of religious art. For several years the altarpiece remained in the care of the Franciscans, who had it restored. The altarpiece was finally returned to the church of La Compañía and placed on the high altar, holding in its center the present plaster image of the Immaculate Conception. Devotion to the Virgin is expressed in two other corners of the church. In the altarpiece of a side altar, a fine gilt and polychromed image is reserved as witness to the tradition of the place. And outside, in a shrine, another statue, less elaborate and made of plaster, receives the prayers of pilgrims. Shrine of the Immaculate Conception. Feast: December 8 202 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E de Guacarhue The chapel stands close to Rengo, on land that formerly belonged to the old estancia Apalta, in the area known as the Mendoza house. From research by Father Gabriel Guarda, OSB, the estate extended from the Cachapoal River in the north to the Claro River in the south. The earliest reference to the place is found in the encomienda that Pedro de Valdivia granted his former comrade-in-arms, don Diego García de Cáceres. As he had no male issue, the estate was inherited by his eldest daughter, doña Isabel Osorio de Cáceres, who made her will in the early years of the 17th century, exhitiing an interesting and unusual concern for the local Indian population. Doña Isabel asked that the Indians be paid what was due to them to date and that her vineyard in Curimón and the house, complete with crockery and furnishings, be given to the Indians who lived there and to the Indians of Apalta. The Indian population inhabited the fertile territory of the encomienda long before the Spaniards came. Early 17th-century descriptions mention Indian settlements and tambos in what some authors called the “settlements of Saint Anne”, alluding to the first doctrina established there by the Franciscan missionaries. About that time, too, the first grant of land in the Apalta sector was awarded to captain Alonso de Ribera. The estancia had several successive owners, notably don Antonio Mendoza, who towards the end of the 17th century obtained permission from governor Tomás Marín de Poveda to transfer the natives from their encomiendas to land on the estancia. Such permission required becoming responsible for the instruction in the Roman Catholic faith of the Indians so transferred; to this end he was bound to build a chapel. Simultaneously with the development of the estancia de Apalta, the sector saw the birth of the town of Rengo, founded in 1692, under the name of “Lugar del río Claro o Clarillo”, by don Tomás Marín de Poveda. The foundation was intended to gather together the people of the partido of Colchagua and facilitate the evangelization of the Indians. The parish of Rengo was created nearly one hundred years later, in 1792, under the name of Saint Anne, in memory of the first doctrina organized in the area. In time, the old chapel of the estancia Apalta, required from don Antonio Mendoza, fell into decay. Monsignor Alday authorized his descendant don Gaspar de Ahumada to rebuild it. In 1786 the new building was described as made of brick, with floor boards, and moldings all around. The estate was sold at that time to don Manuel Fernández, who undertook to complete the construction of the church. At the end of the 19th century, Monsignor Mariano Casanova, archbishop of Santiago, received from the Valdivieso heiresses the gift of the house, church, and part of the land of the estate. Title was then granted to the Augustine monks of the Assumption, who opened an apostolic school there that ran until it was closed in 1967. The estate was placed at the disposal of the bishopric of Rancagua, which began to look for a congregation to take over the place. The Benedictine nuns came to Chile in 1983 and received the estate to found their new convent. House and church were restored and adapted to the needs of a cloistered life. The job was excellently performed by the team formed by engineer Alberto Domínguez and architects Gabrel Guarda, OSB and Raúl Irarrázabal. The front of the church features four pilasters and three cornices that divide it. In the center, the double doors are framed in a semicircular arch. The window of the choir opens above this and is in turn crowned by a niche. Inside, the altarpiece of the high altar dominates the chancel. It is crowned by a frieze with GLORIA in gilt letters in the center. The central niche contains a handsome image of the Virgin of the Assumption finely carved in wood and polychromed. The choir of the nuns surrounds the altarpiece and altar table of sarcophagus type. Before the chancel, two Neo-Classic altarpieces face each other from opposite walls, each framing a 19th-century painting: one of Saint Joseph, the other of the Crucifixion. At the end opposite the high altar there is a choir on three arches supported by two massive columns, reached by a staircase from outside the church. The pulpit and a Baroque side altar were removed during the latest restoration and reinstalled in the new refectory. The Benedictine nuns practise the contemplative life. Each day begins before dawn with matins and lauds. At seven thirty they attend mass. The day is spent in prayer and work at the art shops where they make liturgical vestments, decorative objects, holy pictures and greeting cards, which provide sustenance to the community. The holy routine is broken each year on August 15, when the patroness of the church and of the Benedictine nuns of Rengo is celebrated on her triumphant assumption to heaven. Pencahue owes its name to the early farming of the American squash, known in the area since 600 AD. It is located in the Tagua Tagua valley, where there once was a large lake with small islands where the taguas nested; the Spaniards gave the Indian name of this wild species to the valley and the pre-Hispanic culture surrounding it. The lake, with an area of 90 sq.km., approximately, was hemmed in by mountains on the east side of the Coastal Range, 12 km southeast of the present town of San Vicente de Tagua Tagua. Claude Gay visited it in 1831 and described it as a set of floating islands composed of great quantities of vegetable débris and grasses tangled together. On these islands, named chivin by the inhabitants, swans, herons, flamingoes, cheuques, an dother species laid and hatched their eggs. In 1833, the lake was part of the estate owned by Javier Errázuriz, who began works for partial drainage to prevent the floods caused by the lack of a natural outlet. A 4-km tunnel was dug between Mt La Muralla and Mt La Silleta, named El Socavón. Prehistorical bones and stone tools dated about 11,500 years ago turned up during the construction of the canal, evidencing the existence of a beach on the ancient lake, where hunters of the Paleoindian period watched for and killed mastodons, American horses, and deer that came down to the water to drink. When Pedro de Valdivia came to the area in 1541, to put down the indian rebellion south of Santiago, the Tagua Tagua region comprised the territories of Pelequén, Malloa, San Vicente, Tunca, and adjacent land. Once overcome, the natives of Tagua Tagua were granted in an encomienda to Juan Bautista Pastene, explorer of the southern seas and councillor of the Cabildo of Santiago. The report on the services of Juan Bautista Pastene remarks that he was entrusted with “the caciques named Maluenpangue . . . who have their seat in the promaucaes and are called taguataguas.” Tagua Tagua soon became an Indian doctrina. By 1585 it was served by a priest, Pedro Gómez de Astudillo, who also served the doctrinas at Copequén and Malloa. Early in the 17th century, Melchor de Sanabria received a grant of land on the shores of the lake and, one hundred years later, Andrés de Gamboa y Olaso assembled 10,000 cuadras of land from various grants into what came to be known as Estancia de Tagua Tagua. In 1824, the old chapel on the estancia became the seat of the parish of San Francisco de Pencahue, in the purview of the local ecclesiastic administration. In 1845, doña Carmen Gallegos de Robles donated land to the diocese of Santiago for the establishment of a curacy and village. The settlement of San Vicente de Tagua Tagua was then founded and very soon became the administrative center for the farmers of the area. The church in the new town was built in 1854 and in 1850 became the parish of Saint John the Evangelist of San Vicente de Tagua Tagua. The old estancia passed through several hands and was eventually split. Pencahue, a major portion of the estate, was purchased by don Domingo Bezanilla Luco y Caldera in 1863. He undertook to repair and expand the old 18th-century house, then build a new chapel on the remains of the old, the same that had been the seat of the San Francisco parish. He ordered from Europe vestments, furniture for the sacristy, and the way of the cross. He died unmarried and his sisters, also unmarried, inherited the estate. With great zeal, the sisters fostered religious activity, organizing important and traditional missions. When they died, Pencahue was bequeathed to their niece, doña Virginia de la Cerda, married to don Lisandro Aránguiz, whose four children worked and modernized the estate jointly. When the estate was divided, Adriana Aránguiz received the house and most of the land. She married Javier Prado and had two sons, Jorge and Javier. In 1953 she took special care to restore the chapel for her son Javier Prado, recently ordained, to say mass for the first time. Javier Prado Aránguiz was bishop of Iquique, auxiliary bishop of Valparaíso, and bishop of Rancagua. The estate remained in the hands of don Jorge Prado, who married doña Magdalena Lira and had two sons: Francisco Javier and Jorge, who currently run the farm. The chapel is reached by a gracious avenue of plane trees. It measures about 10 x 50 m. Above the adobe walls, the roof rests on cinnamon beams measuring 40 x 40 cm. Behind the high altar stands the polychromed plaster statue of Our Lady of Carmel, patroness of the chapel. In an altarpiece on a right-hand side altar there is an image of Saint Teresa de los Andes, bought by doña Magdalena Lira. The chapel also keeps a sash from the cassock of Monsignor Escrivá de Balaguer. The choir is reached by a winding staircase. The tiled floor is one of the repairs made by doña Adriana Aránguiz in 1953. In 2000, for the wedding of Jorge Prado Lira, the chapel was completely overhauled. The family do not forget their patroness and each year, on 16 July, Our Lady of Carmel is honored in Pencahue with a mass. Later, a cocktail party is held for the workers and neighbors. Patroness: Virgin of the Assumption Feast: August 15 Patroness: Our Lady of Carmel Feast: July 16 C E N T R A L In the area where the present village of Guacarhue stands, there used to be a picunche Indian settlement. The place, called Copequén, was one of the bases for the Inca conquest of the 15th century, designed to extend the southern limits of that great empire. Here the Incas established a governor and an africultural colony faithful to the monarch at Cuzco. The Spaniards, guided by the Quechuas in their discovery and conquest of this end of the earth that they called Chili, took advantage of the submission of the natives to impose a new order. The Spanish conquest employed the strategy of founding Indian towns where there were Indian settlements, in order to bring together and optimize the labor allocated with the encomienda and simultaneously comply with the commitment to evangelize the native population. The plan of the villages followed a standard pattern, with a square, a chapel with a house for the priest of the doctrina, land for the house of the local cacique or chief, plots irrigated by ditches for the Indians to build their huts and farm their crops, and a common for the cattle to graze. This plan was applied in the old Indian village of Copequén, center of the extensive encomienda of the same name that was granted to captain Pedro de Miranda, a valiant leader against Indian rebellions during the Conquest period. The encomienda also served Miranda to work the grant of land that he also received in the area. A 16th –century description says that the land around Copequén was excellent, well irrigated, with fruit trees, cereal crops, and good cattle. Both the encomienda and the land remained in the Miranda family for the entire 17th century. The Indians were transferred from the village to the estate, which at the time was quite extensive and was already known as La Estacada from the stake enclosure that divided it. Transferring labor from Indian villages to the land was a general custom during the Colonial period and contributed to increase the half-breed population and to deteriorate the general status of the indians. By the end of the 17th century, La Estacada had a large main house called a fortress-house. According to research by Hernán Rodríguez, the estate was sold early in the 18th century to Juan Francisco Silva, who divided the land among his many children, one of whom, the Rev. Dionisio Silva y Trincado, parish priest of Santa Ana, in Santiago, received the portion with the house and settled there to work the land for the benefit of the family. At his death, in 1786, he left in his will a chaplaincy on the estate, which was given as a legacy to his nephews with the obligation to build a chapel dedicated to the Holy Trinity. One such nephew, Diego Silva, also a priest, fulfilled this wish and built a church with the income from the estate. By mid-19 th century the chapel was in ruins and the bishop of that time, Monsignor Rafael Valdivieso, suggested removing the administrators from the chaplaincy. Don Saturnino Silva reacted on behalf of his ancestor and erected a new chapel next to the old fortress-house. In 1880 the estate was sold to don Saturnino Silva, who built a new two-story house, with warehouses and cattle pens, next to the chapel. Since then, la Estacada stands in the middle of an unusual arrangement, flanked by the two main houses. At the end of the 19th century the estate was sold to don Ezequiel Fernández. When he died, in 1931, the property was sold at auction and purchased by Valdés y Cía, a business organization that remodelled the houses and ordered construction of a tower for the chapel, designed by architect Andrés Garafulic. When don Alfonso Fernández died, his partners, Carlos Valdés and Hernán del Río, divided the property into two lots with one house for each family, and both families sharing reponsibility for the upkeep of the church for the benefit of the local community, as had been the long-ago wish of Father Silva. The church has a single nave, adobe walls, and traditional roof of clay tiles. The belltower is adjacent to the building, at the end of a verandah with numerous arches, as designed by architect Garafulic. Inside, the altarpiece on the high altar, topped by a wavy frieze, contains a depiction of the Holy Trinity. The central niche holds an oil painting of Christ on the cross, of fine workmanship. An image of Saint Joseph and Child presides in a side niche. There is a candleholder with a remarkably fine image of Mary Magdalen. The figure is jointed, made of polychromed wood and dressed in fine garments. It was salvaged from the fire that destroyed the Jesuit church in Santiago, to the sacristy of which it had come as a gift from onw of the former owners. The Jesuits returned it to La Estacada, there to recover peace and serenity in the quiet country chapel. Patron: Holy Trinity I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 203 La Javierana de Roma La Javierana is located east of San Fernando, between the Claro River and the Tinguiririca River. After gathering the former picunche inhabitants in encomiendas, the land in the sector was granted to don Melchor Jufré del Águila, an hidalgo from Extremadura, who became mayor of Santiago in 1599. The several grants collected by don Melchor between 1612 and 1628 were known as Estancia La Angostura. Upon his death, La Angostura came to his daughter, doña Ana María Mercedes del Águila, the wife of don Diego González Montero, governor of Chile (1669-1670). Both are ancestors of don José Gregorio Argomedo y Montero del Águila, a distinguished patriot who had been born in the old house of the present hacienda Los Lingues, which had been built by his parents. The hacienda Los Lingues was one of the most important estates in the San Fernando area and remains to this day in the same family. The estate La Javierana de Roma originated in the purchase by don Pedro Rivadeneira of land in hacienda Roma, a division of the larger estate, whose name might come from that of previous owners, who were called Román. Don Pedro Rivadeneira worked the estate with care. He was responsible for remodeling and expanding the main house on the hacienda, to which he added an entire wing that included the oratory. Don Pedro´s land was named for his namesake. It was mostly given over to animal husbandry, mainly beef cattle, although at some point there was also a large flock of sheep. As there was no fair near, the cattle were slaughtered and processed on site, where their meat was dried to make charqui for export to Peru. Livestock was combined with vast wheat crops that required a prolonged threshing season lasting as much as four or five months. In the 20th century threshing was done with steam-driven machinery, though in the case of beans the traditional method using horses continued for some considerable time. San Pedro de Roma also produced large quantities of pear brandy for home consumption and for sale, which is why one courtyard in the house is currently known as the still. When don Pedro died, in 1876, the estate was subdivided; one of the sections was inherited by don Javier Rivadeneira Besa, in whose honor the land was named Javierana de Roma. Don Javier was an agricultural scientist and he focused on transforming the use of land at the hacienda. He built irrigation canals that brought water from the Tinguiririca River and dry-farming began to give way to fruit trees. By the 1980s livestock had been given up entirely, thus fully breaking away from the Colonial tradition of the old estancia, where the typical worker was the dry-farm huaso, cowboy and shepherd on horseback. Inside the oratory, a large-size oil painting of Our Lady of Carmel fills the altarpiece on the high altar, made of wood in a single panel. The altar table is of wood and the altar stone is preserved. On the left-hand side, a wall painting illustrates a scene in the life of Saint Peter and decorates a side altar. When don Pedro Rivadeneira built the oratory, he supplied it with sacred vessels and vestments, some of which are still preserved in a chest. The chalice bears an inscription stating that it was blessed by bishop José ignacio Cienfuegos. For many years the oratory was occupied solely for prayers, including the rosary and the month of Mary, attended by the family and the workers on the estate. At present a mass is held at least once a month. The feast of the patroness is no longer celebrated; at Easter and Christmas, however, large numbers of workers and neighbors gather in the oratory after mass for hot chocolate and cookies hosted by the Rivadeneira family. Patroness: Our Lady of Carmel Feast: July 16 San Roberto Santa Amelia Calleuque de Almahue de Almahue Like Santa Amelia and El Huique, the hacienda San Roberto de Almahue has its origin in the old estancia Lamarhue, which took its name from the old picunche Indian village in the Cachapoal valley.The area abounded in fertile land and native labor, so that it was soon awarded as encomienda and allocated to a doctrina priest. The encomienda went to Juan Gómez de Almagro, a nephew of conquistador Pedro de Valdivia and one of the famed fourteen whose heroic resístance in the hills of Nahuelbuta was described by Alonso de Ercilla in La Araucana. In 1613, Juan de Quiroga y Losada received a substantial grant of land that originated the estancia Lamarhue. The estate was purchased in 1627 by don Fernando de Irarrázaval y Andía, who had been corregidor of Santiago in 1621 and now filled the same office in Arequipa. The distinguished owner spent most of his time in Peru and the estancia, of more than 14,000 cuadras (about 21,000 hectares) was managed by his wife, doña Antonia Aguilera y Estrada. The estate remained in the Irarrázaval family for nearly 130 years, when it was purchased by the Echenique family, whose descendants, in the late 18th century, divided Lamarhue into the haciendas Almahue and El Huique. The capital importance of the large estates during the Colonial period is not hard to imagine. Their vast productions of cattle, tallow, hides, cereals, and wine were the base of Chile´s economy. In addition, they were the unavoidable meeting-place of Spanish and Indian cultures, the| origin of the halfbreed population and of the Chilean country identity. San Roberto is the section of the hacienda Lamarhue that retained the main house of the old estancia Lamarhue. Like Santa Amelia, in the early 19th century it belonged to don José Manuel Ortúzar, who rebuilt the old house erected when the Irarrázavals owned it. Having obtained canonical permission from Pius IX, the chapel was rebuilt to serve the spiritual needs of family and tenants. When the owner died without issue, his widow, Dolores, named her brother-in-law Ignacio Ortúzar agent for the hacienda. Unfortunately, he was unable to repay the Bank of Francisco Ignacio Ossa a loan that he had secured with the estate and doña Dolores had to give up to his creditors what was then one of the most productive estates in the country. The daughters of Francisco Ignacio Ossa cultivated the traditional religious spirit of the estate, originated at the time of the indian doctrina and expressed, above all, In the yearly summer missions. The estate was sold at auction in 1892, and purchased by don Roberto Lyon. As described here in the section on Santa Amelia, the Lyon Lynch family moved into the new house called Santa Amelia, leaving the “old” house for the management. Guillermo Lyon, son of don Roberto, successfully undertook the management from 1908. He is said to have built about 200 tenant houses, organized a dairy and planted vineyards. The farm was productive and the huaso traditions flourished. Legendary Chilean rodeos were held then, to which special trains came bringing participants, distinguished visitors, and a band to lead the anthems and keep the party going. Almahue was divided in six parts among the children of don Roberto and doña Amelia. Guillermo Lyon Lynch remained in charge of the one called San Roberto, including to this day the old house and the chapel. His descendants care for it, inspired by the memory of doña Lucía Besa de Lyon, a Roman Catholic of the old school, guardian of those good habits that included missions in summer, masses, and alms for the priests. Tha chapel was built in the early decades of the 19th century. The altarpiece of the high altar, holds the beautiful image of Our Lady of Carmel, carved in poplar wood. A high choir rises above the main door, with a staircase. A dark wooden octagonal pulpít hangs from one wall. Above, the wooden ceiling is painted in pastel colors with stars. In this small universe, a large gilt star signals the arrival of the priest and enhances the presence of the patroness, the miraculous one, who undertakes to listen to the prayers of the lean years and bless the celebrations of the good years. Between the Cachapoal and Tinguiririca Rivers there is a substantial extension of fertile land that has been inhabited since the remote past. When the Spaniards came, groups of picunche Indians that their Quechua guides called promaucaes had settled here. The Inca empire had come here in the 15th century, bringing advanced farming techniques. The promaucaes stubbornly defended their land and violently rejected the invaders. The disdain that Incas and Spaniards felt for the ancient lords of the land is clearly told in the chronicle of Bibar, who accompanied Valdivia on his conquering expedition: “. . . They adore the sun and the snow, bcause it gives them water to irrigate their crops, although they are not very great farmers. . . They are a lazy people and large eaters . . . they sowed very little and fed most of the time on roots of a sort of onion . . .The Incas, having seen the way they live, call them Pomaucaes, which means wild wolves, and there the name remained as Pormocáes, because the word is corrupt . . .” Following the Spanish system, the land and the natives were gathered together in encomiendas awarded to Inés de Suárez and to captain Juan Gómez de Almagro, a nephew of conquistador Pedro de Valdivia. In 1613, Juan de Quiroga y Losada received an extensive grant of land that was the origin of the Estancia Lamarhue. The estate was purchased in1637 by Fernando de Irarrázaval and remained in the family by succession for 130 years. About 1760, colonel Pedro Gregorio Echenique acquired it by marriage to doña Mercedes de Lecaros. In 1789 her two sons, Antonio and Miguel de Echenique Lecaros inherited the estate and went through a prolonged lawsuit to divide the land between them. The case was resolved by dividing the estate into two sections: the north section was named Almahue and allocated to don Antonio with the house and chapel; the south section went to don Miguel and was given the name El Huique. Close to a century later, in 1892, the hacienda Almahue was bought at auction by don Roberto Lyon. The new owner settled into the old house with his wife, doña Amelia Lynch, and their children. The house had at least six courtyards, a good.sized chapel, and a two-story wine cellar. The estate was managed by a brother-in-law of don Roberto, Agustín Baeza, married to doña Julia Lyon. Doña Amelia liked the cheerful management house better than the gloomy old mansion and asked her husband to make the change. Don Roberto agreed. The management was then moved to the old house and he ordered the construction of a new main house in the section where a sister and brother-in-law lived. In 1905, the family moved to the new main house, which began to be called House of Santa Amelia. In 1919, upon the death of don Roberto and doña Amelia, the estancia Almahue was divided into six sections. The Santa Amelia section was awarded to Luz Lyon Lynch, married to ismael Pereira. In 1940, doña Luz wished her architect nephew, Manuel Marchant, who had studied in France, to do some work in the house and design a new chapel. The son of doña Luz, don Ismael Pereira Lyon, who tells the tale, was afraid that the designs would be too modern and fail to take proper account of the traditional spirit of the place, and suggested architect Santiago Roi to build the chapel. It was made of brick, with a central nave and small side chapel. Next to it was the bell tower. When doña Luz Lyon died, in 1973, her three children inherited the estate. The Santa Amelia house is currently shared by don Ismael and his sister, doña Luz Pereira. Don Ismael married doña Ana Irarrázaval, who brought back the name of the early owners of the estancia Lamarhuee. Both have taken special care to conserve the chapel and the Roman Catholic tradition of the farm. Don Ismael ordered the entrance court expanded so that there would be room for everyone at the summer missions. Above the high altar doña Ana placed an oil painrting of Our Lady of Miracles that her grandfather, don Domingo Fernández Concha, had brought to Chile from Italy when he was ambassador to Rome. From the oratory of her own family in Santiago, she brought the sculptured images that guard the peace of the holy place. Patroness: Our Lady of Carmel Feast: July 16 Patroness: Our Lady of the Miracle Calleuque is located in the valley of the Tinguiririca River, towards Lake Rapel. When the Spaniards came, the place was inhabited by groups of picunches, whom the newcomers named promaucaes, like the Quechuas did. Vanquishing these indigenous peoples was a complex matter for the Spanish Crown. On the one hand, the commitment made to the Holy See to evangelize the natives while, at the same time, the adventurers who had taken upon themselves the cost of the conquest must be rewarded. The encomienda was the method chosen to comply with this dual purpose. The encomendero, styled “benemérito de las Indias”, was granted the right to collect for his own benefit the tribute that the Indians owed the king, as new subjects of the Crown. In exchange, the encomendero was bound to evangelize and protect the Indians and engaged to inhabit and defend the allocatded territory. According to this model, the Indian villages in the Tinguiririca Valley were included in the encomienda of Pichidegua, which was listed in mid-16th century as belonging to two cousins: don Jerónimo de Alderete and don Juan Fernández de Alderete. Lihueimo was one of the main Indian villages in the area, and when the partnership of the de Alderete cousins broke apart, gave its name to the encomienda of Lihueimo, which remained in the hands of Juan Fernández and included the villages of Calleuque, Peralillo, Palmilla, and the valleys of Santa Cruz and Nilahue, extending to the coast at Cáhuil and Pichilemu. Around 1585, the spiritual care the encomienda was organized around the doctrina set up at Lihueimo, served by the order of Our Lady of Mercy. About that time, Friar Luis Martínez served at Lihueimo and was also responsible for the doctrinas at Rancagua and Colchagua. Towards 1662, the encomienda was served from the doctrina of Rapel, which had become the great envangelizing core of Colchagua. The land comprised in the Lihueimo encomienda was divided and awarded as grants, changing hands variously during the Colonial period. By the early 19th century, the old Lihueimo encomienda was registered as composed of five large estates: El Huique, Pupilla, Calleuque, Puquillay, and Ranquilhue. According to historian Teresa Pereira, Calleuque already had a main house and chapel at the beginning of the 19th century. Its owners at the time were don Ramón Formas and doña Carmen Ascué. When doña Carmen becamer a widow, she sold the estate to Francisco Ignacio Ossa, a wealthy businessman who had made a fortune in the mining ventures of the north. He took over the house and the chapel, with its images, vestments, silver objects, and holy vessels, The chapel is situated on one side of the house. About 1860, in don Francisco Ossa’s time, the house was notably restored and many years later, near the end of the century, the heirs of the successful businessman sold it to the Echenique famly, whose descendants have owned it to this day. In the early 20th century, Calleuque was the main commercial center in the area. The estate operated an up-to-date mill, which employed a significant number of local labor. It was boom time, and the estate had a golf course and a memorable park. Doña Mercedes Echenique married don Elías Valdes Tagle, an agricultural scientist and a notable promoter of Roman Catholic social measures in favor of the peasant world. Elías Valdés, his son and current owner, has kept up the family values. The chapel is preserved in good condition, a witness to the ancient Roman Catholic tradition of the area, which had its origin in the evangelizing obligation of the encomendero and which was taken up and adapted by the successive owners of the estate. The way to the entrance lies between parallel rows of jubaea chilensis and date palms. The front is built of brick, the walls of adobe, in Neo-Classic style. The bell tower is next to the chapel and has, like the chapel, a triangular roof. The entrance is very simple, with two straight columns on either side of the main door. Inside, the crucified Christ presides over the altarpiece at the high altar. It is a highly valuable image in polychromed wood placed in a niche and framed in a round arch. Above the arch there are three moldings with vegetable motifs, one on each side and one in the center. On the left side is a statue of the Virgin in polychromed plaster and a side altar has Saint Joseph and the Child. On the right side, a framed oil painting of Our Lady of Mercy is a timely reminder of the early days of the doctrina of Lihueimo, when it was served ny the Mercedarian monks. Patroness: Our Lady of Mercy 204 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 205 San José del Carmen La Torina de El Huique de Pichidegua The great indian revolt of 1598 resulted in the concentration of Spanish settlers in the fertile valley of Colchagua. Until then, the resistance of the warlike picunches had retarded the process of bringing the area under the rule of the conquistadors. With the adoption of irrigation techniques, the land that until then had been mostly larshy became what to this day isoneof the most fertile and productive valleys in central Chkle. The chapel of Our Lady of Carmel is part of the house on the old hacienda San José del Carmen de Huilque, which had been part of the estancia Lamargüe, itself arising from the land grants freceived by don Juan de Quiroga y Losada in the early 17 th century. Lamargüe once comprised all the valleys between the Vachapoal River and the Tinguiririca River. It had various owners until colonel Pedro Gregorio Echeñique acquired it upon his marriage to the daughter of soña Mercedes de Lecaros and initiated a family succession that owned the estate for more than two hundred years. In the early 19 th century Huilque, which was part of Lamargüe, was in turn divided into three farms. Juan José Echeñique, a grandson of the colonel, received the one he named San José del Carmen del Huilque and erected the main house in 1829. At the same time, he commissioned the construction of a chapel for the religious care of the family and tenants. The chapel was richly decorated with Varoque altarpieces, Quiteño images, wallpapers and fine crystal balusters brought over from Europe. Located in the entrance court of the main house, the chapel became the focal point of the architectural design and in 1852 don Juan José Echenique received canonical permission from the Vatican for the chapel to function. In those prosperous years, the area of the main house contained a theater, a school, an outpatient clinic, storerooms, and dairies, in addition to addition to offices and the tenants´ houses. The owner´s daughter, doña Gertrudis Echenique, married Federico Errázuriz Echaurren, who would later be President of Chile. Of their two children, only Elena Errázuriz survived to adulthood andf she inherited the estate, San José del Carmen, in 1928. The new owner married don Renato Sánchez, a diplomat, and, after living for some time in Europe, she took care to revive the traditions of her estate. Spring missions were particularly observed, often attended by upwards of 600 participants. Doña Elena kept the chapelmin good condition, caring for, and ading to, its belongings, and preserving the spirit of the original design. When she was about to die she begged her children to preserve the chapel and customs. They kept up the traditional missions in the spring and decided in 1975 to donate the house and chapel, which they had managed to retain after land reform, to the Chilean Army in order to ensure that it was properly preserved as heritage of the past. The Army undertook to restore and preserve the main house, the chapel, and its relics, especially following the earthquake of 1985 and the floods of 1986. The chapel stands out among the rest of the buildings and welcomes visitors at the main entrance. It has a single long and narrow aisle, and a porch with three round archejutting out into the explanade. On the porch there is a wooden tower over 20 meters high. The front is reminscent of the Neo-Classic style. The porch and pillars are of brick, as are the foundations of the adobe walls. The rafters are of oak and roofed with hand-made clay tiles. The floor is of fired clay flagstones. Inside, under the vaulted ceiling, the decoration is rich nut unpretentious. The altarpiece of the high altar has a single niche crowned by a round arch with kneeling angels. There are simple columns on each side of the central niche. The entire piece is made of wood, gilt and painted to imitate marble. The image of the patroness, Our Lady of Carmel, watches from the central niche. It is a polychromed wood carving a little over one meter in height. The side altar features a number of images as candleholders, among which those of Mary Magdalen and Saint Joseph, in polychromres wood, are particularly noteworthy. Pichidegua used to be a settlement of picunche Indians on the fertile banks of the Cachapoal River. The Spaniards called them promaucaes, using the name the Incas gave to the natives who inhabited the territory between the Maipo and Maule Rivers. In mid-16th century, Pichidegua and other nearby Indian villages were included in a large encomienda granted to don Jerónimo de Alderete and his nephew don Juan Fernández de Alderete, which was known as Pichidegua. On his return from a trip to Spain to report on the status of the conquest, Jerónimo de Alderete died on the island of Taboga, in 1556. The encomienda was divided and the widow, doña Esperanza de Rueda, kept the part of Pichidegua while the nephew, Juan fernández, kept the part of Lihueimo. The encomenderos were bound to evangelize the natives. To this end, they supported the religious orders in the foundation of doctrinas, veritable parishes devoted to caring for the Indians. The doctrinas also provided religious services to the Spanish families living on the premises and neighboring haciendas, where shrines and chapels were soon built. En 1585, the doctrinas at Pichidegua and Peumo were served by Fray Luis Martínez, of the Mercedarians. During the Colonial period, the Indian peoples interacted with the haciendas, originating a half-breed race.The bounds between the “Spanish” hacienda and the Indian village were no longer as clear as they had been during the Conquest and the doctrinas began to function as actual parishes. In 1767, monsignor Alday approved the foundation of the parish of Our Lady of the Rosary of Pichidegua, which broke off from the old curacy of Colchagua. The bishop then resolved that the seat of the parish might be the chapel that don Emilio Romo had built on his hacienda until a “competent” church should be erected. The competent church was ordered in 1792 from the renowned Italian architect Joaquín Toesca, at the request of bishop Blas y Mayo. The builder of the new cathedral in Santiago and the Mint had already completed a similar commission for Guacargúe, where his wife, who suffered from a mental disorder, was living in a convent. Construction of Toesca’s design began the following year and, after financial problems had been overcome, was finished in the early 1800s. In 1810, however, the brand-new parish seat caught fire and had to be painstakingly rebuilt from the foundations. The land on which the building was erected formed oart of what some time later would be known as Hacienda La Torina, alluding to the name of the family who owned it and who were descendants of Mateo Toro y Zambrano. The church remained linked to the Toro family, to the point of going by the same name of La Torina. In 1937, by order of bishop Rafael Lira, the seat of the parish was moved from La Torina to the town of Pichidegua, where the population concentrated. The episcopal order did not take effect until 1979, when a new church was completed in the town, The old image of Our Lady of the Rosary, that gave its name to the parish, was moved to its new home. The new church put La Torina out of use. Most of the images and paintings were sold and the building fell into decay to such an extent that the bishopric ordered its demolition. The parish priest, Ernesto de Jesús Castro, refused to obey the order, even making conservation of the church a condition for his remaining in office. Thanks to his iron resolve, La Torina was rescued from destruction and restoration began. The church at La Torina is surrounded by palm trees that enhance the harmony of the Neo-Classic ensemble that Toesca had designed. The old adobe walls were restored and now rest on cement foundations. The front is of brick and the doors are framed in a round arch crowned by a niche. The original roof tiles were preserved and a provisional covering of zinc plates was installed. The original rafters of poplar wood can be seen in the interior. An altarpiece framed in a round arch presides over the whole. The central niche now holds an image of our Lady of Succour, brought over from the chapel at Lamarhue. Two large oil paintings of saints, one on each side of the altarpiece, were the gift of the Serrano family, current owners of the hacienda La Torina. To the left of the high altar there is a statue of Saint Joseph and Child, preserved from the original chapel. The patroness is depicted in a fine painting. Patroness: Our Lady of Carmel Feast: Last Sunday in September 206 I G L E S I A S Y Mallermo Pumanque The chapel of the Immaculate Conception at Mallermo is located beside the main house of the old estate, facing what used to be the old road to the coast, south of La Estrella. The estate has not submitted to the changes made in this area of coastal dryfarming, now covered with pine and eucalyptus forests, and has remained a traditional coastal sheep farm. Human settlement in the area is ancient, with records of over 10,000 years. When the Spaniards came here, the territory of Mallermo was inhabited by picunche groups, who were then gathered into one of the three encomiendas registered in the sector since the 16th century, though their limits are uncertain: one given to Inés de Suárez; one belonging to Corregidor Alonso Pérez de Valenzuela, which included the land from La Estrella to the sea; and one belonging to don Juan Gómez de Almagro, encomendero of Pailimo and Topocalma, around 1544. From the beginning, the natives were served by the doctrina of Rapel, located in what is today the village of Rosario Lo Solís or Litueche, as it is more recently known. This indian doctrina was the largest and most important in the entire area of old Colchagua, and is named in the list drawn up by bishop Diego de Medellín in 1585. The description of the work of the doctrina that bishop Humanzoro sent to the king in 1862 mentions asistance to the estancias Chocalán and Mallermo. Early in the 17th century Mallermo belonged to captain Gómez de Silva.and it remained in his family to the end of the century, when it was acquired by don Antonio y Joseph del Pino, son of the owner of the neighboring estancia La Aguada and a captain in the Spanish army. Don Antonio and his wife, doña Francisca Hernández, were registered as hidalgos and are reported to have administered their 2,560 cuadras showing much firmness, like “feudal lords,” even giving their names to the children of Indians and halfbreeds in the area. The Del Pino family kept the estate until well into the 18th century, all family members being born and buried on their land as shown in the parish registers. In 1768, the widow of José Antonio del Pino sold the estate to don Pedro de Escanilla. Between 1819 and 1833 the registered owner is don Juan Latapiatt, who built the main house extant to this day. A chapel stands on the north side of the house; according to an inventory of 1833, it had an altarpiece on the high altar with two columns featuring a painting of Saint Peter Nolasco. A side altar held an image of Our Lady of Mercy. In 1868 the estate was bought by don Fernando de Vic Tupper. The chapel had fallen into decay and in 1920 the widow of his son Fernando, doña Ignacia Prieto de Tupper, resolved to move it to the south side of the house, where it is currently located. Some time later, the estate was purchased by don Julio Pereira Íñiguez, a friend of the Tuppers with family connections to the old hacienda San José de Marchigüe. In the thirties, his wife, doña Luz Larraín García Moreno, finished decorating the chapel. She set up the statue of Our Lady of the Assumption, finely carved in Quito, a legacy from her relatives in Ecuador. From the Pereira mansion in Santiago, she brought fine French vestments and silver objects including the monstrance, the ciborium, and wine vessels for the mass. In the altarpiece on the high altar, in Neo-Classic style and heaturing two columns, she placed an oil painting of the Virgin and Child. The altar table, of sarcophagus type, belonged to the old chapel. Doña Luz Larraín is remembered to this day for her unflagging advocacy of social improvements and such old Roman Catholic traditions as the missions in summer. This concern was inherited with the estate by her son, Julio Pereira Larraín and his wife, Teresa Larraín. Today, in the care of their four children, the chapel is restored and remains highly active, welcoming masses, christenings, and weddings of the country people and the family themselves. Faithful to the good tradition, each year in February it becomes the center of the mission conducted in the old style, with rosaries, catechism, quasimodo, animated way of the cross, and a joyful celebration at the end, with singers of old popular rhymes on human and divine subjects. Our Lady of the Rosary welcomes pilgrims to the church at Pumanque from an 18th-century image of the Cuzqueño school, carved in rosewood and polychromed. It was ordered by doña Mariana Castillo de Valenzuela, widow of don Juan de Dios Valenzuela and sometime owner of the hacienda Pumanque. The church presides over the village, which preserves the time and serene spirit of coastal dry-farming. The estero Pumanque flows behind the church to join the estero Nilhue. The site is beautifully contoured by the gentle slopes of the Coastal Range foothills. From here, in the old days, the picunche inhabitants must have followed the watchful flight of the many condors that to this day give the place its name. The village arose in the old hacienda Pumanque. Settlement of the present village began in the late 17th century. Since 1585, the hacienda was spiritually served by the Indian doctrina at Rapel. Then, as from 1778, the Pumanque area began to be served by the recently created parish of Saint Andrew in Ciruelos. From that rustic age there remains the tale of a first church built of mud and wattles, roofed with straw, with a bare earthen floor, where the ladies came bringing mats to sit on and where the deceased were buried. This ancient building was replaced by a large shed raised jointly with a cemetery located at the south end of the village. The 18th century is coming to an end and so is the Colonial period. In 1789, don Jacinto Pérez de Valenzuela e Iribarren, founder of the town of San Fernando and owner of the Pumanque estate, bequeathed the latter to his son-in-law don José de Montt y Prado, the husband of his daughter Josefa Valenzuela y Urzúa. Decades of changes are coming up, changes and definitions for the entire territory of Chile. In the years of independence, the daring figure of Manuel Rodriguez made its appearance in the area. Tales of his forays in San Fernando, Chépica, Rastrojos, and Pumanque, designed to inspire in many ladies the spirit of independence, are told to this day. Among his romantic hostesses, the vagabond patriot received particular affection from doña Francisca de Paula Segura y Ruiz, a high-born native of Santiago and a member of the family that owned the hacienda Pumanque. A child came of this affair who was born on 21 August, 818, was declared legitimate and named Juan Esteban Rodríguez. To the end of her days, doña Paula took shelter on her land and preserved her good memories. When she inherited the estate she changed its name to “Manuel Rodríguez.” Doña Paula was buried in 1874 in the parish cemetery at Pumanque. The death certificate states that she was the widow of don Manuel Rodríguez. In 1824, Pumanque finally became a parish in honor of Our Lady of the Rosary. The old shed was decaying and, in 1866, the parish priest resolved to build a new church. The building was completed in 1870 and lasted until the earthquake lof 1906 crumbled it back to the earth. The new church was erected in 1913. Various restorations enabled it to survive until the earthquake of 1985 ruined the front and the belfry. The parish priest at that time, Father Francisco Cáceres, obtained funding from a German foundation and designed the new church front jointly with don Pedro Letelier, a local architect. Unfortunately, the design failed to preserve the original appearance. The old roof was replaced by corrugated iron and the front was cut short, losing the belfry and spire. The floor was covered with tiles. Notwithstanding, neither the polychromed plaster crucifix nor the Cuzqueño picture of Our Lady of the Rosary seem to be affected by the changes. Their time is the time of the condors of the past, a time that is woven little by little, the old strands twisted with the new, like the perfect mantas created by the weavers of this land of sheep-farmers. Patroness: Our Lady of the Rosary Feast: October 7 Patroness: Immaculate Conception Feast: December 8 Patroness: Our Lady of the Rosary Feast: first weekend in October C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 207 San Andrés Peralillo de Ciruelos de Alcántara The pine forests that overwhelm the hillls of the Coastal Range confuse the traveler. The old landscape of rolling coastal downs with boldos, peumos, and a scattering of oaks has almost disappeared. One must look for corners to reconstruct the splendid vista of earth and sea that was home to the ancient picunche inhabitants and that attracted the Spaniards to settle there shortly after their coming. About 1611, don Bartolomé de Rojas y Puebla received a grant of land that governor Alonso García had originally awarded tio captain Tomás Durán. The new owner gradually acquired more land until he owned the extensive estate San Antonio de Petrel, which encompassed the entire coastal area from Topocalma to Nilahue, mainly devoted to animal husbandry, including beef cattle, sheep, and goats. From the 17th century on there are records of shipments of tallow, dried meat, fat, and leather soles to Santiago and Valparaíso. In time, the estate supplied larger and larger markets, including La Frontera, the Valdivia prison, mining operations in the north, even such distant locations as Lima and Potosí. At some point, the latter required droves of mules to carry its loads of mineral ore. The Viceroyship was a great consumer of cordoban leather (tanned goatskin), both white and dyed, as a result of which the estate set up an active craft industry especially composed of shoemakers, glovers, chestmakers, and saddlers. The village of Ciruelos bears witness to an active Colonial period. The coastal sierra was then traversed constantly by droves of mules laden with hides, tallow, dried meat, and salt, noisy herds of cattle driven by huaso drovers to far-off lands. A simple temple of straw and canes rises in those early times, included in the Indian doctrina of Rapel. The growth of the estate and of the entire period is manifest in the construction of the present church, completed around 1779 to be the seat of the parish of Saint Andrew of Reto or Cáhuil, separated that same year from the parish of Rapel. (Rosario). The new parish became responsible for the spiritual wellbeing of a vast area, which played a leading role in the developing economy and cultural identity of the fledgling country. Ciruelos belongs to another age. The cattle-farming years came to an end and San Antonio de Petrel was given over mainly to wheat farming. The Ortúzar family, who then owned it, built a private dock on the seacoast to ship their harvests by sea to Valparaíso. This originated the development of Pichilemu, driven mainly by major improvements carried out by Agustín Ross, designed to turn it into a fashionable seaside resort and triumphantly crowned by the advent of the railroad in 1926. It was also the end of the boom for Ciruelos. One of the members of the first city council of Pichilemu was José María Caro, keeper of the keys at the estancia San Antonio de Petrel and distinguished parishioner of San Andrés. It is a fact that Ramón Saavedra Jiménes, canon of the cathedral, who used to spend the summers on his property close to Cáhuil, asked the parish priest at Ciruelos for a boy to serve as altarboy at his Masses. The priest recommended the son of don José María, who bore the same name as his father and who already showed a marked religious vocation. His meeting with the canon marked the beginning of the religious formation of the man who was to become the first cardinal of the Roman Catholic Church in Chile, in whose honor this coastal province was given its present name. The present church at Ciruelos keeps the appearance of the original construction. The thick adobe walls are roofed with wooden rafters covered with clay tiles, while the bell tower is part of the front. Within, there is a harmonium, confessionals, and some old images of saints. The altarpiece on the high altar is the result of remodelling undertaken in 1940. The papier-maché image of Saint Andrew is preserved here. It was ordered from Spain by the owners of the estate around 1865 on occasion of the creation of the new parish of San Andrés de Ciruelos by monsignor Valdivieso in 1864. The image was carried on a litter from Pelequén, then at the end of the railroad tracks, on the shoulders of a group of sturdy young parishioners in a devout and lengthy pilgrimage. The feast of Saint Andrew, like many other traditional feasts in the area, is no longer celebnrated as before, when masses, processions, and popular religious songs took place for three days. The apostle is nonetheless celebrated every year on November 30, when he is brought out in a procession to witness the changes that have taken place on his land. The faithful may then address prayers or offerings to the saint, as the mother of Cardinal Caro is said to have done when she was pregnant and offered the child she was bearing to the saint and to the Church. The hacienda Peralillo shares a common origin with Calleuque. Both originated in the encomienda of the Indian village called Lihueimo, in the Colchagua valley. In the 17th century, several of the old grants located in the area were assembled in the vast estate of the Society of Jesus in Colchagua. This was ruled by the Chapter of Melipilla and, managed in the Jesuit style, became a major economic center in Colonial Chile, with a substantial herd of cattle to supply the production of tallow, dried meat, and tanned hides, in addition to cereal crops and vineyards. After the expulsion of the Jesuits, the vast estate was sold at auction to don Miguel Tomás Baquedano, a native of Navarra, who divided it among his children. Some of this land was bought in 1877 by don federico Errázuriz Zañartu, who, adding the land inherited by his wife, doña Eulogia Echaurren, succeeded in assembling a major part of the former estate. A family tradition then began in Colchagua that, in addition to supplying distinguished Presidents, participated actively in the development of the area, which is held to be the core of Chilean country tradition. When don Federico died, the estates named Peralillo and Las Garzas were inherited by his son Javier Errázuriz Echaurren, grandson, brother, and cousin of Presidents. A visionary farmer, he introduced major improvements to his land and the entire area. He advocated the creation of the commune of Peralillo, donating the land for the main square, the city hall, the church, and the reailroad station for the town. In 1880, don Javier resolved to give shape to Peralillo and ordered drawings for the new house, which included an oratory. He died in 1913 in his beloved Colchagua and Carlos, his eldest son, took over the estate and the care of his brother and sister, Javier and Ana Errázuriz Mena. When they were grown, Carlos left Peralillo in their hands and undertook the management of Lihueimo, another family inheritance. His arguments with the owner of the neighboring estate, Calleuque, Miguel Echenique Tagle, over the mayorship of the brand-new commune of Peralillo were famous at the time. Don Javier Errázuria Mena followed the lead of his elder brother and worked the land intensively. He planted olive trees, which produced the renowned Carmen brand of oil, farmed rice and helped many Chilean palms to grow. He had two sons, Francisco Javier and José Antonio Errázuriz Huneeus. The eldest became a priest and José Antonio undertook the work and modernization of the estate. Unfortunately, he and his wife died in an accident, leaving three children: Pilar, Francisco Javier, and Gerardo. Francisco Javier is one of the present owners and lives with his wife, Yolanda Correa, and their children in the house at Peralillo. While he manages the estate, Yolanda runs a pastry shop in Peralillo, where she sells items made from Colonial recipes, perhaps the same that the Jesuits made in their time. As wise heirs, they have taken care to preserve in good condition the house, the oratory, and the good old customs. The oratory is entered from the verandah of the house, Having crossed the main doorway, attention focuses on the altarpiece of wood framed by two columns, which contains in its central niche the patroness, Our Lady of Lourdes, Another image of the patroness stands on a table in the sacristy. It is a small delicate statue of Our Lady of the Rosary, made of polychromed wood, with dark features. This image was in the shrine or mausoleum in Gothic style that can be seen along the road from Peralillo to Marchigúe, built to welcome the first members of the Errázurizfamily to the estate, who wished to stay forever in the area. The family felt that Our Lady was far too exposed there and decided to transfer her to the oratory. The Colchagua valley is proud of its vineyards and modern wineries that have earned it denomination of origin status at international level. The area is going through a well-deserved period of prosperity. Close to Peralillo, Lihueimo stays in the discreet role of village. The Colonial period, when the true country spirit acttually originated, seems closer here. The village is visited by people wishing to see its original handicrafts and pottery that expresses the deeply felt halfbreed tradition of the Chilean countryside. The items are of polychromed ceramics, made of the same mud and clay that the inhabitants of the old Indian village knew and worked so well. Patroness: Our Lady of Lourdes Feast: February 11 Patron saint: Saint Andrew Feast: November 30 208 I G L E S I A S San Pedro The history of the settlement at San Pedro de Alcántara is closely linked to the history of salt production in the coastal area of Colchagua. The settlement is close to Lakes Boyeruca and Lo Valdivia, where artisanal extraction of salt has been going on since pre-Hispanic times. The importance of this resource was so great during the Conquest and the Colonial Periods that between 1695 and 1697 don Juan de Mendoza y Saavedra, governor of Maule, declared the salt mines to be the king´s property, “to aid his royal hosts”.The salt flats gave their name to the coastal route that was known as the “salt road,” and also to the doctrina of the indian village at Vichuquén, which was referred to as “of the salt flats.” Its historical importance is due above all to the fact that it is a primary element in preserving hides and dried meat, both items that were exported in huge quantities to the Viceroyship of Peru during the Colonial period, in addition to being a major item of exchange or trade among inhabitants of the coast and of the interior. The salt extraction technique remains the same since the time of the earliest indigenous inhabitants. The process is based on simple evaporation of seawater caused by solar radiation. The process requires making artificial ponds close to the lake, where the water to be processed is stored. These ponds are separated by low walls of mud and branches communicating with the lake by a gate to regulate the incoming flow of salt water. Next to the pond are the drying sites where the process takes place, laid out in a pattern of streets and rooms. The salt is collected after 30 to 35 days. Handmade wooden tools, including spades, litters, tampers and spreaders are used in the process. The church of San Pedro de Alcántara bears witness to the Franciscan presence in the area. In 1689, doña Francisca Muñoz Gormaz made the congregation a gift of four cuadras of land in a place known until then as San Antonio de Quequén. Fray Bernardo Ormeño and a group of religious brethren arrived around that date to found a hostel that would serve the Franciscan monks traveling to convents and missions kept by the congregation further south. In 1722 the foundation of the hostel was ratified and an order came from Philip V to found a convent there. The convent was finished in 1725 and took the name of San Pedro de Alcántara, a saint of noble origin, born in Alcántara, Spain, who reformed the Franciscan congregation and was adviser to Saint Teresa of Avila. Around the convent and with its name, a settlement began to form, originating the present town. The foundation of Franciscan convents in old Colchagua had already begun in 1635, when the Franciscan convent of San Antonio was created in the Indian village of Malloa. The presence and activity of the convent reinforced Malloa´s standing as a political and administrative center, a status that remained unchanged until San Fernando was founded in 1742. The Franciscans had aniticipated this development and moved from Malloa in 1740 to found a new convent and the Hospicio de San Francisco in the emerging town. Few things remain of the old Franciscan convent of San Pedro de Alcántara: fragments of walls, two groups of cells, a seal, numerous documents and account books, showing payments in kind, including Cáhuil salt, local wheat, tallow, and candles, made by the owners of the land for the religious services supplied by the Franciscans. Firm testimony of the Colonial period is found in a group of Chilean palms, around which the community meets to the present day, when it is time to harvest the sap, in a rite that forms an imprtant part of their tradition. The Franciscans left the convent in 1905 and donated their assets to the Archbishopric of Santiago. In 1907, the old convent was turned into the seat of the new parish of San Pedro de Alcántara. By then, the building had suffered serious damage when the estero overflowed its banks and swept away the entire settlement, and with the earthquake of 1906, which destroyed it almost entirely. The present church was built on the basis of the old refectory and the school. The lofty adobe walls form a nave about 15 x 6 m. The rustic construction hints at what the old convent must have been like, with its traditional roof structure of wooden beams and clay tiles. The bridge projecting over the estero and verandah that is part of the jutting front with its odd entrance archway, gives the building true architectural identity. The bell tower is built separately of wooden beams. In 1974 the Consejo de Monumentos Nacionales declared the town and church of San Pdro de Alcántara a typical area. Each year, the Roman Catholic community endeavors to preserve the spiritual heritage of the area by celebrating the feast of Saint Francis. Each year on October 4, the saint comes out to visit this unforgettable reserve of rural Chile; he is carried on the shoulders of the faithful who come to pray for favors and reaffirm their rural identity. Patron saint: Saint Francis of Assisi Feast: October 4 Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 209 B IBLIOGRAFÍA N Ota s -Benavides Courtois, Juan, et. al., Casas patronales: conjuntos arquitectónicos rurales, Santiago de Chile, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, 1981. -Hoffmann, Adriana, Flora silvestre de Chile, Zona central, Santiago de Chile, Ediciones Fundación Claudio Gay, 1995. Tercera Edición. 1. Gabriel Guarda Arquitectura Rural en el valle central de Chile. Instituto de Historia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1969, p. 5. -Bengoa, José, Historia social de la agricultura chilena, Santiago de Chile, Sur, 1990. 2 Tomos. -Lorenzo Schiaffino, Santiago, Origen de las ciudades chilenas. Las fundaciones del siglo XVIII, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1983. 2. 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Estudios acerca de la constitución aristocrática después de la Conquista 1580-1660. Universitaria, Santiago, 1970, p. 123 y ss. 38. Guarda, Arquitectura Rural, cit. p. 23. 17. Diego de Rosales Historia General Del Reino de Chile Flandes Indiano. Imprenta el Mercurio Valparaíso 1877, T. I, p. 111. 39. Isabel Cruz de Amenábar “¿Arcadia en el confín del mundo? El paisaje romántico de Chile en la pintura de los artistas viajeros 1820-1850”, en: Vida rural en Chile, cit., pp. 137 y ss. 18. Archivo de Escribanos de Santiago, en: Isabel Cruz de Amenábar Arte y Sociedad en Chile 1550-1650, Ediciones Universidad Católica, Santiago, 1986, p. 164. 40. José Garrido et alt. Historia de la Reforma Agraria en Chile. Editorial Universitaria, Santiago, 1988, pp. 14 y ss. 19. Archivo de la Real Audiencia, en: Isabel Cruz Arte y Sociedad, cit. pp. 163-164. 41. Isabel Cruz La fiesta metamorfosis de lo cotidiano. Ediciones Universidad Católica, Santiago 1995, pp 121-122. I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L 211 A GRADECIMIENTOS Al ministro de Relaciones Exteriores Ignacio Walker, y al director de cultura de la cancillería Emilio Lamarca, por su incondicional apoyo. A la corredora de bolsa LarrainVial que gracias a su compromiso de promover y valorar el patrimonio cultural de nuestro país se ha logrado concretar esta serie acerca de las iglesias chilenas. A Hernán Rodríguez por la gran colaboración desde el inicio de este libro. A Raúl Irarrázaval por sus buenos consejos. A Francisco Rivera por su hospitalidad. A Carlos Larraín de Lo Fontecilla. A Francisco Errázuriz y Yolanda Correa de Peralillo. © 2005 por Max Donoso Saint Registro N˚151.470. Santiago de Chile. Derechos reservados para todos los países. A Elías Valdés de Calleuque. A Jorge Prado de Pencahue. I.S.B.N. 956-299-968-8 A Ismael Pereira de Santa Amelia de Almahue. Ningún medio puede reproducir, almacenar o transmitir en forma parcial o total, el contenido de esta obra, sin previa autorización escrita del autor. A Leonel Lyon de San Roberto de Almahue. A Ricardo Rivadeneira de La Javierana de Roma. Autorizada su circulación, por resolución N˚336 del 18 de noviembre de 2005, de la Dirección Nacional de Fronteras y Límites del Estado. La edición y circulación de mapas, cartas geográficas u otros impresos y documentos que se refieran o relacionen con los límites y fronteras de Chile, no comprometen, en modo alguno, al Estado de Chile, de acuerdo con el Art. 2˚, letra g) del DFL. N˚83 de 1979 del Ministerio de Relaciones Exteriores. A Carlos Valdés de La Estacada de Guacarhue. Al Coronel Ramón Raposo de El Huique. A Teresa Pereira de Mallermo. A Adolfo Larraín de San Jerónimo de Casablanca. A la familia Cerda Álamos de Orrego Arriba. A Miguel Letelier de San Miguel de Rangue. Primera Edición A Carlos Haeussler de Las Palmas de Leyda. Diciembre de 2005 A Pedro Ruíz Tagle de Lo Arcaya en Pirque. Impresión A las hermanas Benedictinas de Rengo. Ograma Manuel Antonio Maira 1253, Providencia, Santiago, Chile A Pilar Ovalle y María Teresa Escobar. Contacto www.maxdonoso.cl A la fotógrafa Mané Lecaros. 212 I G L E S I A S Y C A P I L L A S D E L V A L L E C E N T R A L