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Monografía
Formación en Neurosicoeducación
Alumna: Ana Carina Melfa
www.asociacioneducar.com
Mail: [email protected]
Facebook: www.facebook.com/NeurocienciasAsociacionEducar
Cerebro y toma de decisiones
Objetivo:

Conocer cómo tomamos decisiones los seres
humanos y cuáles son las estructuras de nuestro
cerebro que nos permiten hacerlo.
INTRODUCCIÓN
Tomar decisiones es una actividad continua del ser humano en todos los órdenes de
la vida. Elegir entre varias opciones puede ser una tarea muy simple, pero a veces
resulta tan complejo que se convierte en una preocupación importante.
La toma de decisiones pone en juego numerosos procesos cognitivos, entre ellos el
procesamiento de los estímulos presentes en la tarea, el recuerdo de experiencias
anteriores y la estimación de las posibles consecuencias de las diferentes opciones.
Todos estos procesos requieren la implicación de la memoria de trabajo y, en
conjunto, de las denominadas funciones ejecutivas. No obstante, la investigación
actual pone cada vez más énfasis en que la toma de decisiones no constituye un
mero proceso racional de contabilizar o comparar las pérdidas y ganancias que
resultan de una elección determinada. Más bien parece ocurrir que los aspectos
emocionales, derivados de la experiencia de situaciones parecidas, y aquellos
aspectos asociados a las consecuencias o al contexto en el que se da la decisión,
desempeñan un papel determinante. Las emociones guían la toma de decisiones,
simplificando y acelerando el proceso, reduciendo la complejidad de la decisión y
atenuando el posible conflicto entre opciones similares.
Las personas con determinadas lesiones en la corteza frontal presentan serios
problemas de ajuste en su vida social o interpersonal.
CASOS DE ESTUDIO:
Phineas P. Gage: Era un joven hombre querido por sus amigos, con éxito en su
trabajo y con un futuro prometedor por delante. Un día como otro cualquiera, en
el que Phineas dirigía la construcción de una línea de ferrocarril, sucedió un
extraño accidente. Tras meter el explosivo en un barreno para hacer explotar la
roca, como hacía siempre, alguien llamó su atención, Phineas se distrajo y
mientras contestaba la demanda de algún compañero, apretó directamente la
pólvora con una barra de hierro. La detonación fue fulminante. Todos quedaron
mudos y paralizados por el tremendo panorama que se podía contemplar. La
barra de hierro (de seis kilos, tres centímetros de diámetro y ciento diez
centímetros de largo) había penetrado la mejilla derecha de Phineas,
perforando su cráneo y atravesando literalmente la zona frontal de su cerebro. La barra apareció a
más de 30 metros de distancia de la explosión, llena de sangre y tejido cerebral. Ante el tremendo
shock, Phineas yacía inmóvil en el suelo, hasta que tras unos instantes comenzó a hablar.
Sus compañeros aturdidos, intentaban ayudarle y le llevaron hasta un
carro donde Phineas viajó sentado durante más de un kilómetro, hasta
que legó a un albergue donde esperar la llegada del médico. Cuando
llegó el médico, Phineas hablaba y podía expresarse sin ningún
problema, de hecho le pudo contar con pelos y señales todo lo sucedido
y contestar a todas sus preguntas.
Tras una dura recuperación de aproximadamente dos meses, ya
Phineas ya no era el mismo. Físicamente se había recuperado y hablaba
con normalidad, pero su comportamiento emocional se volvió extraño.
Comenzó a tener problemas con sus amigos y a ser despedido
constantemente de todos los trabajos en los que estaba. Analizando su
comportamiento, se concluye que sus respuestas emocionales eran
inapropiadas, era incapaz de organizar cualquier actividad futura (efecto de “miopía ante el futuro” por
la incapacidad de tomar decisiones), y su visión sobre sí mismo era exageradamente narcisista y
exagerada. Murió sólo, tres años después.
El caso de Elliot: El neurólogo Antonio Damasio estudió el caso de Elliot (al que considera un
Phineas moderno, a raíz de un tumor cerebral en la corteza orbito frontal, que le afectó a la región
ventromedial).
Elliot era un padre y marido modelo antes de que le extirpasen el tumor; y tenía una posición muy
importante en una gran empresa. Después de la operación, todo eso, cambió radicalmente. Aunque
su intelecto básico, su razonamiento lógico y lingüístico, su memoria y su capacidad de aprendizaje
estaban intactos, se volvió irresponsable en el trabajo, inconstante, incapaz de darse cuenta de lo
importante, había sido alterada su capacidad para sentir o tener emociones, incapaz de llevar a cabo
con éxito sus planes e iniciativas, e incapaz de tomar decisiones; lo que lo descalificó para su
profesión.
Estas historias, podemos observar que ambos perdieron sus competencias
emocionales y con ello, su capacidad para decidir sobre su futuro de forma
coherente. Y además, nos demuestran que la zona frontal, no es crítica para
nuestra supervivencia ni para las facultades intelectuales básicas, pero sí lo es
para la convivencia en sociedad y sobre todo para poder tomar decisiones y
planificar nuestro futuro.
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“Sin las emociones, el ser humano, es incapaz de tomar decisiones”.
¿QUÉ ES LA TOMA DE DECISIONES?
Una decisión es una resolución o determinación que se toma respecto a algo. Se
conoce como toma de decisiones al “proceso que consiste en realizar una
elección entre diversas alternativas”. Este proceso, incluye una serie de etapas
que comienza por identificar el problema y los criterios de decisión, y por
ponderarlos; luego se pasa a trazar, analizar y elegir una alternativa para resolver el
problema, y para concluir se evalúa la eficacia de la decisión.
La toma de decisiones puede aparecer en cualquier contexto de la vida cotidiana, ya
sea a nivel profesional, sentimental, familiar, etc.
PROCESOS EN LA TOMA DE DECISIONES:
La toma de decisiones depende de procesos que son temporal y funcionalmente
distintos:
1. Evaluación y formación de las preferencias entre varias opciones, de manera
automática e inconsciente, valorando las recompensas y castigos, etc.
2. Selección y ejecución del acto motor: se encarga la corteza parietal y envía las
informaciones al lóbulo frontal para que haga el acto motor.
3. Experiencia o evaluación de resultado: la corteza del giro cingulado anterior
es quien decide lo que está bien o mal. En la toma de decisiones tenemos que
incorporar lo que nos dice el pasado y considerar los errores que hemos cometido
para no repetirlos.
Resumiendo: El proceso de toma de decisiones se compone de la
formación de preferencias, de la selección y ejecución de las acciones, y
luego de la evaluación de los resultados.
En estas funciones participan:
1. La atención: depende del lóbulo parietal.
2. La memoria operativa: depende del lóbulo frontal (memoria a corto plazo, que
dura pocos minutos).
3. La motivación.
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4. Anticipación de los resultados.
5. Impulsividad, en distintos grados y en distintas etapas.
Basado en el trabajo publicado por la revista de Neurología: REVISIÓN EN NEUROCIENCIA
Mecanismos cerebrales de la toma de decisiones J.M. Martínez-Selva a , J.P. SánchezNavarro a , A. Bechara b , F. Román a
Se pueden resaltar ciertas áreas implicadas
ESTRUCTURAS CEREBRALES IMPLICADAS:
Corteza prefrontal ventromedial:
La región ventromedial de la corteza
prefrontal integra los diferentes factores
implicados en la toma de decisiones. De
esta forma, cuando se va a tomar una
decisión, allí se “reviven” o actualizan
los estados emocionales que aparecían
como consecuencia de las decisiones
realizadas en anteriores elecciones
similares. Se recupera así el estado
somático provocado por la situación, lo que guía la decisión que se va a tomar.
Es decir, esta región cerebral interviene en la estimación de las consecuencias a
largo plazo de las decisiones que se tomen, gracias a la integración de los estados
somáticos con información clave procedente de la propia situación o almacenada en
la memoria.
Lateralización
El hemisferio derecho está más implicado en las funciones emocionales, en la
conciencia y en el ‘mapa’ o referencia subjetiva de los estados corporales, y en la
comprensión neurocognitiva de la información somática. La corteza prefrontal
derecha parece estar más implicada en las conductas de evitación y en el
procesamiento de emociones negativas. Una lesión en esta región puede llevar a
una insensibilidad a las consecuencias negativas de las acciones y a una
hipersensibilidad a las consecuencias positivas.
La región prefrontal derecha se activa más como reacción al castigo y durante las
respuestas de defensa y retirada, mientras que la región izquierda se activa más en
respuestas de recompensa y aproximación al estímulo.
En resumen, la corteza prefrontal ventromedial derecha está más implicada que la
izquierda en la conducta social, en las emociones y en la toma de decisiones. No
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parece activarse en las tareas que requieren memoria de trabajo, salvo cuando la
incertidumbre exige un esfuerzo adicional, y su posible función se relaciona con la
evaluación de las consecuencias afectivas o el significado conductual de la elección.
La corteza prefrontal dorsolateral:
Desempeña un papel esencial en la
memoria de trabajo y en otras
funciones ejecutivas y atencionales.
La memoria de trabajo se relaciona
estrechamente con la toma de
decisiones, aunque se trata de procesos diferentes. En circunstancias normales, la
memoria de trabajo contribuye a la toma de decisiones y a la utilización en dicho
proceso de los marcadores. Esta región está implicada en el control atencional e
integra los datos sensoriales de diferentes fuentes de información. Cuanta más
información existe para procesar en una tarea dada, más se activa esta región.
La corteza prefrontal derecha parece desempeñar un papel crucial en la toma de
decisiones.
Amígdala:
Interviene en la adquisición del miedo
condicionado a señales que anticipan
un peligro o amenaza. La investigación
atribuye un importante papel a la
amígdala en el desencadenamiento de
respuestas emocionales, interviniendo
de forma decisiva en el reconocimiento, aprendizaje y respuesta ante estímulos
afectivos
Corteza cingulada anterior:
Es
una
región
paralímbica,
estrechamente relacionada con el
estriado, y asociada a la anticipación de
las consecuencias de una elección.
Esta región aparece más activa cuando
se esperan consecuencias negativas, especialmente en el hemisferio derecho. Los
estudios de neuroimagen funcional relacionan la corteza cingulada anterior con un
proceso de control o monitorización de la propia conducta que incluye procesos
evaluadores y de inhibición de respuesta, en el que también interviene la corteza
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orbitofrontal lateral. Se activa más en circunstancias como la incongruencia o el
conflicto entre opciones, propios de la toma de decisiones.
Las lesiones de la corteza cingulada anterior producen trastornos en el control
conductual y en la capacidad de evaluar riesgos o esfuerzo implicados en la
búsqueda de recompensas. Esta región, junto con la corteza orbital, aparece más
activa durante la realización de tareas de toma de decisiones en las que existe
riesgo o incertidumbre. Mientras que la corteza orbital frontal se relaciona con las
asociaciones de los estímulos con la recompensa, la corteza cingulada anterior
intervendría en el control y selección de las conductas más adecuadas, la detección
del error y los cálculos sobre la probabilidad de recompensa.
Resumiendo:
Estructuras y sistemas cerebrales que se han identificado las siguientes
regiones corticales y subcorticales que intervienen en diferentes procesos
relevantes para la toma de decisiones:
 La principal región implicada es la corteza prefrontal ventromedial, donde
se produce la integración de la información sensorial, mnésica y emocional
necesaria para la tarea.
Otras estructuras que intervienen en diferentes procesos relevantes para la toma
de decisiones:
 La amígdala: procesamiento y codificación de la señal emocional y su
asociación con estímulos contextuales.
 La corteza cingulada: monitorización del proceso e inhibición de respuesta,
especialmente en situaciones de incertidumbre.
 La corteza prefrontal dorsolateral también participaría en este proceso
debido a la necesaria activación de la memoria de trabajo en la toma de
decisiones, en especial cuando la tarea es compleja.
Bechara A. Decision making, impulse control and loss of willpower to resist drugs: a
neurocognitive perspective. Nat Neurosci 2005; 8: 1458-63., propone dos sistemas diferentes
que intervendrían en la toma de decisiones, que interactúan entre sí
Dos sistemas diferentes que intervendrían en la toma de decisiones, que
interactúan entre sí:
 Un sistema impulsivo o de la amígdala, que indica placer o dolor como
resultado inmediato de las posibles opciones. Este sistema responde a lo
que está presente en el momento de la elección y proporciona respuestas
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motoras o viscerales rápidas.
 Un sistema reflexivo basado en la corteza prefrontal ventromedial,
sensible a las futuras consecuencias puestas en marcha por esas mismas
opciones. Este sistema se basa más en la memoria y en la anticipación para
suscitar respuestas emocionales que guíen las decisiones. La región crítica
es la corteza prefrontal ventromedial, que requiere tres subsistemas:
– Un primer subsistema integrado por la ínsula y la corteza
somatosensorial, especialmente del hemisferio derecho, que contribuirían
a representar patrones somáticos de estados afectivos y motivacionales.
– Un segundo subsistema compuesto por la corteza prefrontal
dorsolateral y el hipocampo, críticos para la memoria y las funciones
ejecutivas, necesarias para la toma de decisiones.
– Un tercer subsistema se ocuparía de la inhibición de conductas, que
implicaría la región cingulada anterior y el cerebro basal anterior.
CONSEJOS PARA FORTALECER LA TOMA DE DECISIONES:
Meditar bien antes de decidir: Cada vez que tengamos que tomar una decisión, no
importa el tipo o tamaño de ésta, debemos analizarla y meditarla bien. Si se trata de
decisiones importantes, debemos recabar una mayor información y tomarnos un
mayor tiempo para poder analizarlas. Si se trata de decisiones rutinarias, no
debemos tomarnos demasiado tiempo, y tener la capacidad para analizar y tomar
decisiones rápidamente. Siempre confiando en nuestro buen juicio, nuestra
experiencia y en nuestros instintos.
Tener en cuenta las consecuencias futuras: Muchas veces se toma una decisión
pensando sólo en las consecuencias que ésta podría generar en el corto plazo, y no
se toman muy en cuenta las consecuencias que podría generar en el futuro.
No tomar decisiones en base a emociones: Si tomamos una decisión cuando
estamos apurados, preocupados, molestos, tensos o nerviosos, es muy probable
que la decisión que tomemos sea errada. Lo recomendable en esos casos es no
dejarse llevar por las emociones, esperar a recuperar la tranquilidad, y recién
entonces tomar la decisión. El estar tranquilos brindará una mayor claridad para
tomar la decisión correcta, y evitar cometer errores de los que más adelante uno
podría arrepentirse. Si bien las emociones son la base de toda toma de decisión,
cuando estamos invadidos por alguna de ellas es mejor esperar un mejor momento,
Valorar el error: Cuando ante una determinada decisión, la persona falle en su
elección, no se le deben hacer reproches ni castigar por ello. Debemos tener
siempre presente el valor educativo de los errores, pues éstos implican no sólo
aprendizajes nuevos, sino que suponen experiencias previas útiles, que más
adelante, podrán tener presentes ante situaciones similares.
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