Noche en vela del 27 de febrero Unidades, cantidades y

Transcripción

Noche en vela del 27 de febrero Unidades, cantidades y
Noche en vela del 27 de febrero
Unidades, cantidades y medidas
P: Son las ________ y como todas las semanas, dedicamos un ratito a
hablar de lenguas y palabras. Ya están por aquí Molino de Ideas, los
chicos de las palabras, Eduardo Basterrechea y Elena Álvarez Mellado.
¿Qué tal estáis?
[Saludos]
P: ¿Y de qué hablamos hoy?
Eduardo: Hoy vamos a hablar de nombres de unidades, de pesos, de medidas.
P: ¿Palabras como metro o litro?
Elena: Pues por ejemplo, esas son las clásicas, las oficiales. ¡Pero hay vida
más allá del kilogramo! Sobre todo queremos insistir o recuperar las unidades
y las cantidades de toda la vida, las tradicionales de esas con solera que aún
se oyen a veces en el campo o en los pueblos y que se están perdiendo. Como
fanega o celemín, por ejemplo.
P: ¿Les pedimos a los oyentes que nos llamen con sus unidades y
medidas tradicionales?
Eduardo: Sí, pueden llamarnos con sus nombres de unidades y cantidades.
Además, muchas zonas tienen sus unidades propias, así que la cosa puede
estar animada.
P: Pues ya saben los oyentes, pueden contarnos sus palabras de
unidades, medidas y cantidades en el teléfono __________________, el
correo electrónico __________________, y también por Twitter
_______________________ y en el Facebook del programa.
P: ¿Y con cuál empezamos?
Elena: Pues empezamos con la fanega, un clásico. Originariamente, la fanega
era una unidad de volumen para medir el cereal sobre todo. De hecho, la
palabra fanega viene del árabe faniqah, que significa ‘saco para transportar
tierra’.
P: Pero a mí me suena que fanega también es unidad de superficie, ¿no?
Elena: Pues sí, también lo es. Inicialmente era de volumen, pero se creó
fanega de puño o "fanega de sembradura como unidad de superficie, y es la
cantidad de terreno necesaria para sembrar una fanega de grano, en las
condiciones propias de la agricultura tradicional.
P: O sea, que primero la fanega era volumen, y después pasó a ser
también la superficie de terreno necesaria para cultivar una fanega. Pero
la superficie de tierra variaría de una zona a otra, ¿no? Según la zona, a lo
mejor para sembrar una fanega de grano hacía falta más terreno.
Elena: Efectivamente. Y eso hace que la fanega, y en general estas unidades
tradicionales, varíen mucho de una región a otra. No es exactamente la misma
superficie la fanega de Valencia que la de Castilla, por ejemplo. Porque la
superficie de tierra para sembrar una fanega no era la misma en un sitio que en
otro.
P: Pues menudo lío, ¿no? Si depende del suelo y en cada sitio la fanega
es una superficie diferente…
Elena: Sí, a mí también me ha sorprendido, pero tiene una ventaja muy obvia
en la que yo no había caído. Dos agricultores que hayan sembrado 20 fanegas
de trigo, tendrán una cosecha similar, porque el grano sembrado es el mismo,
aunque la superficie de terreno sea distinta.
P: Ah, claro. La cantidad de tierra varía, pero la cantidad cosechada se
mantiene constante. Y oye, decías que fanega viene del árabe. Me imagino
que fanega viene recogida en el diccionario con todos los honores.
Eduardo: Sí, viene recogida, y de hecho encontramos fanega y también otras
variantes como hanega, con hache. Si os acordáis, hay muchas palabras en
español que tenían una efe que se transformó en hache. Por ejemplo, tenemos
fondo y tenemos hondo (ambas con el mismo origen), o tenemos facer y hacer.
O fumar y humo. Y en este sentido tenemos fanega y hanega. Es verdad que
hanega es una rareza, la forma extendida es fanega, con efe. Pero si miráis en
el diccionario de la Academia, os encontraréis hanega también.
P: Primo hermano de la fanega es el celemín, ¿verdad?
Eduardo: Sí, tenemos el celemín, que también viene del árabe, tamaní, que
significa ‘un octavo’. Doce celemines equivalían a una fanega, e igual que la
fanega, el celemín servía para medir volumen de grano y superficie de tierra en
la que se podía sembrar un celemín de grano.
P: Esto del celemín y de la fanega suena muy castellano, ¿no?
Elena: Sí, de hecho, nos contaba Marcos García, un colega lingüista de la
Universidad de Santiago de Compostela, que en Galicia, más que el celemín,
sigue muy vivo el ferrado. Y si lo buscáis alucináis, porque hay unas tablas
enormes con las equivalencias de cuánto es un ferrado en cada concejo. Ya no
es que varíe de Castilla a Valencia, como veíamos antes con la fanega. Es que
el ferrado mide diferente según en qué concejo de Galicia estés.
P: La verdad es que da pena que se pierdan estas medidas tan
tradicionales. Ahora todo son kilómetros, hectáreas…
Eduardo: ¡Y campos de fútbol! Se usa muchísimo como unidad de superficie,
sobre todo en la prensa. En realidad, eso indica que si nos lo dicen en
hectáreas o en metros cuadrados no nos lo acabamos de imaginar, así que se
da una aproximación en una superficie que la gente tiene más en la cabeza,
como el campo de fútbol.
Elena: Qué queréis que os diga, a mí la unidad campo de fútbol tampoco me
dice gran cosa. O me lo dais en fanegas o no me aclaro.
P: Siguiendo con más unidades, la reina de estas unidades tradicionales
es la arroba. Gracias a internet y al correo electrónico esta palabra está
teniendo una nueva juventud.
Eduardo: Así es. Esto igual a los más jóvenes les sorprende, pero la arroba,
antes de ser el simbolito de la a era una unidad de medida, en concreto de
volumen. Una arroba de aceite, una arroba de vino.
P: ¿Y de dónde viene? ¿También del árabe?
Eduardo: También del árabe. En las cosas de agricultura, somos herederos del
árabe en toda regla. Arroba viene arrub, y rub, que significa ‘cuarta parte’.
P: ¿Y la arroba es más estable, o también es cambiante como fanegas y
celemines?
Eduardo: Pues también cambia: una arroba de aceite no es el mismo volumen
que una arroba de vino. ¿Por qué? Porque la arroba era aproximadamente 11
kg, así que el volumen de la arroba cambia según la densidad del líquido. Por
otro lado, también hay variantes por regiones, como siempre.
P: Justo lo que intentó el sistema métrico decimal fue hacer homogénea
toda esta variación.
Elena: Claro, y aunque se sigue oyendo lo de fanega, celemines y demás, es
verdad que lo han conseguido, y ahora todas estas variantes y el hecho de que
cambie por regiones la medida nos parece una rareza. Bueno, en algunos
países conviven varios sistemas al margen del sistema métrico decimal. Están
las millas y esas unidades que a nosotros nos suenan un poco ajenas….
P: Lo de la milla parece bastante claro: vendrá de mil.
Eduardo: Sí, vienen del latín, porque una milla eran aproximadamente mil
pasos.
Elena: A mí todas esas me suenan todas a cuento. Está a veinte millas. Me
suena como decir está a cuatro jornadas a camello, o a las botas de siete
leguas.
P: Es verdad que la legua suena muy novelesca, como Veinte mil leguas
de viaje submarino. ¿Cuánto es una legua?
Elena: Pues la palabra legua expresaba la distancia que una persona podía
andar durante una hora. Así que, como es una unidad relativa al tiempo,
tampoco es muy precisa, porque dependiendo del terreno y de la persona, la
distancia cubierta en una hora puede variar.
P: ¿Y de dónde sale la palabra legua?
Elena: Pues legua viene del latín leuca, y al parecer el latín lo tomó del celta leu
que significa piedra, debido a que en los caminos se ponían marcas que
indicaban las distancias o a cuántas leguas quedaba la siguiente población. De
hecho, a estas marcas se las llama leguarios o postes leguarios.
P: Tiene gracia eso de que la legua sea una unidad de superficie y se
establezca en torno al tiempo que tardas. Es decir, lo que avanzas en una
hora.
Eduardo: Hay otra unidad de superficie agraria, algo menos conocida que la
fanega que sigue también este sistema: la obrada, que en Castilla era
equivalente a unos 4000 metros cuadrados. Y lo interesante es que la obrada
es la superficie que eran capaces de arar un par de bueyes o de mulos en una
jornada de aproximadamente 8 horas. Así que en ese sentido es parecida a la
legua, en cuanto a que se mide en base al tiempo.
Elena: A mí me gustan estas unidades que cuantifican la superficie en torno al
tiempo, porque yo recuerdo ir de pequeña con mis padres en el coche y
preguntar “¿falta mucho?”, y me decían “200 km”, y claro, yo me quedaba igual
que estaba, porque yo no tenía la experiencia de cuánto es un kilómetro. En
cambio, si te dicen “dos horas”, te aclaras mucho mejor. Así que bravo por esas
unidades.
P: Otra que sigue bastante viva es el quintal. No sé si como unidad, pero
desde luego se sigue diciendo “eso pesa un quintal”.
Eduardo: Es verdad. A quintal le pasa una cosa graciosa y es que si te
pregunto de dónde viene, ¿qué me dirías?.
P: Pues que viene de la quinta parte de algo.
Eduardo: Pues eso es lo que parece y lo que pensamos todos, y resulta que
no. Viene del árabe qintar, que a su vez viene del latín centenarium, es decir,
‘centena’, porque un quintal equivalía a 100 libras. Lo de que suene a quinto ha
venido de chiripa.
Elena: Pues para mí, mi unidad favorita es el tupper.
P: ¿El tupper? ¿Desde cuándo es una unidad de medida el tupper?
Elena: Pues porque José, un colega molinero decía que el tupper era la unidad
de amor de una madre hacia su hijo independizado.
P: Pues hasta aquí lo que ha dado de sí el ratito con las palabras de
Molino de Ideas
[Despedidas]

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