El hombre que no podía ser juzgado mayo 2011

Transcripción

El hombre que no podía ser juzgado mayo 2011
LA MUERTE DE OSAMA BIN LADEN
El hombre que no podía ser juzgado
Obama ha asesinado a un terrorista fuera de servicio a costa de arrasar todos los ideales
Lunes, 23 de mayo del 2011
Osama bin Laden se involucró en la lucha de los talibanes afganos contra la invasión de la Unión
Soviética, siguiendo los dictados de la CIA. Más adelante, y sin que nadie conozca exactamente los
motivos, aparece como un adalid de los extremistas islámicos.
El atentado a las Torres Gemelas tocó el corazón de los norteamericanos y conmovió a todo el
mundo. Osama bin Laden, cabeza dirigente del llamado movimiento Al Qaeda, se regocija, en un
abyecto comunicado, del dolor causado, pero no asume su autoría y amenaza con otras acciones
sangrientas en los países occidentales.
Desde que se le sitúa como la cabeza visible del mayor atentado contra Estados Unidos, estuvo
marcado con el sino inexorable de una muerte violenta. Su pasado le convertía en un hombre
incómodo para ser juzgado públicamente. Desaparece misteriosamente de la escena y sus vídeos
esporádicos parecen manejados por los encargados de mantener su presencia en la agitada vida
política del mundo árabe y atribuirle el origen de todos los males. Los movimientos terroristas y
extremistas del mundo islámico continúan actuando sin necesidad de sus directrices.
Paradójicamente, el número de víctimas que origina se ceba en las poblaciones árabes de
Afganistán, Irak, Pakistán.
Una nueva versión de Apocalypsis now ha puesto fin a la vida del símbolo del mal. Los más
sofisticados mecanismos de localización y un enjambre de soldados preparados como si fueran a la
guerra de las galaxias han asesinado de un tiro en la cabeza a la encarnación del mal. Los
«inmensos riesgos» que corrían los soldados del comando les han valido que el presidente de
Estados Unidos les haya condecorado como héroes.
A partir de esta hazaña, el esperpento informativo de los medios oficiales ha sido insuperable e
incluso ha adquirido cotas de comicidad. El presidente John Fitzgerald Kennedy dijo que el grado
de fortaleza democrática se mide por la información auténtica que el Gobierno transmite a los
ciudadanos tratándoles como adultos responsables. No le han hecho caso. Es imposible abarcar el
torrente de noticias contradictorias emitidas por las fuentes oficiales. Parece que existe
coincidencia sobre el hecho de que Osama bin Laden llevaba viviendo desde hace cinco o seis años
en una urbanización cercana a cuarteles militares paquistanís. Tan pronto sale a la palestra un
experto diciéndonos que se ha encontrado un abundante material electrónico de comunicación,
cuyo contenido se considera como oro informativo, hasta que se dan cuenta de que resulta muy
extraño que semejante despliegue informático no haya producido interferencias en el sistema de
comunicaciones de sus vecinos los militares paquistanís. Como todo es reversible, surge la versión
contraria. La familia de Bin Laden apenas utilizaba aparatos de comunicación y parece ser que
dirigía los hilos del terrorismo mundial con una paloma mensajera. Ahora, eso sí, no debía ser un
buen vecino porque los niños de los aledaños se quejaban de que no les devolvía los balones que
caían en su jardín. Lo último son los vídeos porno. No se desanimen, todavía quedan unas gotas de
pederastia. La última pirueta afirma que los movimientos democráticos del Magreb y Oriente
Medio están promovidos por Al Qaeda.
Si quieren seguir tratándonos como menores entontecidos, tienen a su disposición todo el arsenal
de sus poderosos medios de comunicación, pero, por favor, no enmascaren un asesinato con una
acción de guerra por respeto a los millones de personas que han dejado su vida en los campos de
batalla, simplemente por sentido del deber. Los más tenebrosos instintos del ser humano emergen
cuando se achaca el éxito de la operación a los datos obtenidos con los métodos sofisticados de
tortura que se emplearon con los prisioneros de Guantánamo. La asfixia seca o húmeda en una
masa de agua se nos presenta como un avance científico que contribuye al desarrollo de los valores
de la sociedad occidental y, de paso, a su seguridad. El avance es tan espectacular que nos
retrotrae a nuestra Inquisición (siglo XVI), que incluso llegó a divulgar entre los curiosos un manual
de torturas marcando las pautas que debían utilizar los esbirros de los inquisidores.
El preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) podría resultar
premonitorio: «El desconocimiento y menosprecio de los derechos humanos han originado actos
de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad».
Señor Obama, usted ha asesinado a un terrorista fuera de servicio a costa de arrasar todos los
ideales que alentaron a los buenos ciudadanos del Estado de Virginia o a los redactores de la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. No esperaba este comportamiento de
una persona que irrumpió en la vida política cargado de ideales y de esperanzas. Yo escribí en este
periódico un artículo que se titulaba Obama o nada. Compruebo desolado que solo nos queda la
nada.
Magistrado del Supremo. Comisionado Comisión Internacional Juristas (Ginebra).

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