ENTREVISTA - Revista Farmespaña Industrial

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ENTREVISTA - Revista Farmespaña Industrial
ÔENTREVISTA
JULIO MASET, DIRECTOR DE DESARROLLO DE INFARCO-CINFA
“DESARROLLAR UN BIOSIMILAR CONLLEVA INVERTIR DE 40
A 100 MILLONES DE EUROS EN UNA ÚNICA PROTEÍNA”
“Apostar por crear una industria desarrolladora y productora de biosimilares es apostar por crear las
bases para disponer de una industria innovadora en un futuro muy cercano”.
E
n la pasada edición de FarmaForum,
el Dr. Julio Maset, Director de Desarrollo de Infarco-Cinfa, realizó una
ponencia centrada en el desarrollo de biosimilares en el contexto actual. Farmespaña
Industrial ha podido conversar con él, con el
fin de conocer más sobre uno de los temas
de mayor actualidad del sector biofarmacéutico.
Para entrar en materia: ¿qué es
exactamente un fármaco biológico o
biotecnológico? ¿Y un biosimilar?
Un medicamento biológico es el que se
obtiene de organismos vivos o a partir de
ellos. En general, hablamos de biotecnológicos cuando se produce una modificación
en una célula con la finalidad de que produzca un determinado fármaco que, generalmente, es una proteína. Las proteínas
son moléculas grandes y complejas que
difícilmente pueden producirse de forma
sintética mediante procesos químicos. De
ahí la necesidad de emplear células (bacterias, levaduras o células de mamífero en
cultivo) para que produzcan esa proteína
específica.
Un fármaco biosimilar es un medicamento biológico, y como tal se produce en un
organismo vivo, con la máxima semejanza
de estructura y de equivalencia terapéutica
al biológico de referencia. Hoy por hoy, la
identidad estructural absoluta en biología
no existe, ni siquiera entre lotes de cualquier producto biológico original comercializado. Lo que sí se garantiza mediante ensayos clínicos es la seguridad y la eficacia.
Como en su momento ocurrió con
los genéricos, la aparición de los
biosimilares plantea dudas sobre la
bioequivalencia. ¿Qué diferencia (si es
que hay alguna) hay en este sentido
entre un fármaco biológico y su
biosimilar?
Como comentábamos, no es posible, hoy
en día, asegurar la identidad estructural
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y el mejor conocimiento de las bases moleculares de las diferentes enfermedades
nos llevan a poder emplear esa tecnología
de forma más eficiente desde un punto de
vista clínico. El mejor conocimiento de la
genómica, la proteómica, etc. nos lleva a
conocer mejor los mecanismos íntimos de
una patología y, mediante la biotecnología, poder producir o diseñar y producir
fármacos mucho más eficaces.
entre dos medicamentos biológicos, ya
sean de marca o biosimilares, incluso al
provenir de dos lotes de la misma referencia. Lo que se garantiza es que las mínimas
diferencias físico-químicas que pudieran
existir incluso entre lotes no tendrán impacto en la seguridad y la eficacia. De ahí
que no exista el concepto de “bioequivalencia” en los biológicos. Es necesario un
desarrollo de proceso completo asegurando la comparabilidad analítica incluso en
cada escalado. Posteriormente, es necesario realizar estudios preclínicos experimentales y sólo tras ellos se realizarán los ensayos clínicos. Aquí no se busca solamente
similaridad en la farmacocinética (como
es el caso de la bioquivalencia) sino en la
farmacodinamia, la seguridad y la eficacia.
De ahí que siempre haya que realizar ensayos clínicos fase I de farmacodinamia y
en la mayor parte de los casos de fase III
para siempre garantizar la equivalencia en
seguridad y eficacia.
¿Es previsible que el sector
farmacéutico vaya a vivir un boom
basado en productos biotecnológicos?
La biotecnología requiere de conocimientos y tecnología específicos. El sector, especialmente el español, deberá adaptarse. Lo que sí es cierto es que aunque la
química no esté agotada, la biotecnología
El precio de este tipo de tratamientos
supone un gran hándicap a la hora de
garantizar su rentabilidad. ¿En qué
etapa del desarrollo y producción
se encarecen tanto los fármacos
biológicos? ¿Cómo consigue el
biosimilar reducir los costes (si es que lo
consigue)?
El coste elevado no es exclusivo de la biotecnología, sino de cualquier tecnología
en sus inicios. Piense en el coste de los primeros fármacos de síntesis hace unas pocas decenas de años. El mejor conocimiento de la técnica llevará a abaratamientos
progresivos. Pero sí, hoy en día el precio es
un factor clave y de ahí el enorme esfuerzo
en disponer de biosimilares.
El proceso de producción es muchísimo
más complejo: creación de líneas celulares
estables, procesos de crecimiento, de purificación, analíticas mucho más complejas
en cada fase. Hablamos de moléculas producidas en un organismo vivo modificado y
con tamaños decenas, centenares o miles
de veces más grandes que muchos fármacos químicos y con estructuras espaciales
complejas. De ahí la necesidad de aplicar
tecnologías más complejas y en continuo
avance para garantizar la calidad, seguridad
y eficacia.
El medicamento biosimilar sí reduce los
costes del medicamento biológico, ya que
se basa en una molécula cuya patente ha
vencido. No obstante, la tecnología para
diseñarlo, desarrollar el proceso, y los ensayos clínicos de seguridad y eficacia no
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permiten ahorros tan amplios como en la
química. Hoy, invertir en desarrollar un biosimilar conlleva invertir de 40 a 100 millones
de euros en una única proteína. El precio
en el mercado será más bajo, pero, lógicamente, debe ser suficiente para atraer esa
enorme inversión. Además, el biosimilar se
basa en una molécula conocida, secuenciada, con indicaciones ya aprobadas.
La forma por la que un biosimilar ahorra
costes es múltiple: como la patente ha caído, han debido pasar al menos 20 años. Actualmente, disponemos de líneas celulares
más productivas, procesos de “upstream”
y de purificación más eficientes. Incluso
algo que la EMA permite, la extrapolación
de indicaciones, hace que sobre una sólida demostración y justificación científica y
médica se pueda extrapolar una indicación
basada en la misma farmacodinamia. Eso
ahorra ensayos en fase III que son enormemente costosos.
¿Cuál es la política de la EMA al
respecto de los biosimilares? ¿En qué
medida difiere de otros mercados,
como el FDA?
La EMA es una de las agencias reguladoras más rigurosas. En paralelo, el “stateof-the-art” en biotecnología permite el
concepto de biosimilaridad. De ahí que,
con un rigor científico extremo, la EMA
promueva y revise continuamente los criterios y guías de biosimilaridad permitiendo el desarrollo de estos medicamentos.
En cualquier caso, la evaluación “caso por
caso” es necesaria, ya que cada fármaco es
único. En ese sentido, la EMA da muchas
facilidades para las asesorías científicas
que permiten que no sólo sea una Agencia que regula y evalúa, sino que también
acompaña. Otras agencias son más restrictivas, como la FDA. Pero también subyace
algo más. En la UE tenemos algo de lo que
sentirnos orgullosos: una sanidad universal
y gratuita. De ahí que la EMA aplique el
máximo rigor, sí, pero a la vez permita que
el avance científico lleva a ahorros que garanticen nuestro Sistema Público de Salud.
Otros países son más proteccionistas y por
tanto más reticentes a emplear los últimos
conocimientos científicos en este sentido. No obstante, la FDA poco a poco va
abriéndose aunque la EMA es quien está
marcando el camino.
¿Qué medidas, por parte de la
administración reguladores y
laboratorios, podrían tomarse para
maximizar la rentabilidad de una
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industria nacional de biosimilares?
Como ya hemos comentado, el coste de
abordar el desarrollo de un medicamento
biosimilar es muy alto en comparación con
el de una EFG y el riesgo técnico también
es mayor. Hay varios aspectos en los que
la Administración puede apoyar para no
perder este tren que puede contribuir a
afianzar un sector estratégico como el farmacéutico:
Š Llegar a un equilibrio en el que se logre
el ahorro que el medicamento biosimilar puede aportar al sistema sin desincentivar las fuertes inversiones necesarias. Debemos evitar las caídas libres de
precio por el hecho de estar fuera de
patente, ya que la alternativa es no disponer de medicamentos biosimilares y
mantener costes altos con las marcas.
Se puede llegar a ese equilibrio y, con
la expansión de su uso y las mejoras
técnicas, las bajadas de precio llegarán
vía competitividad.
Š Facilitar su uso. No se trata de sustituir
tratamientos sino de disponer y fomentar el empleo del biosimilar en el inicio
del tratamiento.
Š Crear un marco informativo y formativo
claro y riguroso. La desinformación es
una barrera y la Administración debe
dar información clara y actuar contra los
intentos de crear dudas mediante desinformación.
Š Dado que el proceso de registro es centralizado, facilitar la adaptación (como
estado miembro de la UE) de normativa común que evite la dispersión de
esfuerzos en los procesos nacionales
(precio, acondicionamiento…)
Š Apoyo al Desarrollo, mediante medidas
financieras y fiscales que favorezcan el
desarrollo y la fabricación, y no sólo la
comercialización.
¿Está la industria farmacéutica española
preparada para ser competitiva en
este campo? ¿Ves posible, a medio
plazo, una industria nacional de
biotecnológicos y biosimilares con las
condiciones actuales?
No estamos en la mejor de las situaciones.
Hay pocos laboratorios con capacidad de
desarrollo y producción y menos aún con
competencias en biotecnología. Sin embargo, competir en el futuro a medio y
largo plazo pasará por adquirir estas competencias. El desarrollo del medicamento
biosimilar ofrece una ventana de oportunidad para adquirir esta tecnología. Esa
ventana no se quedará inmóvil, sino que
empresas de otros países, especialmente
Centroeuropa, Corea del Sur, India, etc.,
competirán fuertemente en un futuro inmediato. Es necesaria una vocación clara
por parte de la industria nacional y asumir
el esfuerzo y riesgo que este sector demanda. A medio plazo, es posible, pero
muchos laboratorios en nuestro país están
por debajo del umbral necesario para invertir y otros muchos son filiales de multinacionales. Será necesario buscar sinergias y
apoyos mutuos.
¿Es la falta de una apuesta clara por
el I+D en este campo una pérdida de
oportunidad ante la emergencia de
otros mercados, como el asiático?
Sin duda. En el campo de los medicamentos biosimilares no sólo van a competir las
grandes empresas del medicamento genérico, sino las grandes multinacionales de
marca que ven una oportunidad para crecer. Pero, además, existen países donde
el esfuerzo lleva años haciéndose y serán
grandes nuevos jugadores en este campo.
Un ejemplo claro es Corea del Sur, uno de
los países con mayor inversión pública en
biotecnología.
Para terminar, teniendo en cuenta la
experiencia que se genera al desarrollar
un biosimilar (sobre la base de que
quien desarrolla un biosimilar puede
perfectamente hacer un biológico),
¿qué impacto podría tener el esfuerzo
en I+D en este campo sobre la industria
de los biotecnológicos?
Este es un aspecto que poca gente ve o
intuye. En el campo de la química, ser un
desarrollador de EFG te da experiencia en
formulación, analítica, galénica y clínica,
pero no da competencias en desarrollo de
la molécula. Sin embargo, desarrollar un
medicamento biosimilar exige el mismo
conocimiento en desarrollo y producción
que para desarrollar una molécula biológica propietaria. Quien sabe desarrollar
un biosimilar puede abordar el desarrollo
productivo completo de una molécula biológica propietaria. Y, en el futuro, no van a
faltar moléculas candidatas para su desarrollo. De ahí que insistamos en que apostar desde la Administración por crear una
industria desarrolladora y productora de
biosimilares es apostar por crear las bases
para disponer de una industria innovadora
en un futuro muy cercano. Y en un sector
estratégico y global como el farmacéutico no podemos hacer oídos sordos a esta
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