EL JOVEN VIOLENTO

Transcripción

EL JOVEN VIOLENTO
EL JOVEN VIOLENTO
Factores sociales, culturales y ambientales.
Ana Eugenia Abasolo Telleria
Médico-forense
La adolescencia es un fenómeno propio de sociedades longevas y en las que ha llegado el
desarrollo económico. No se trata de una etapa inevitables sino que es el producto de las
condiciones sociales recientes.
Hace un siglo, la adolescencia, tal y como la conocemos solo existía en las clases sociales
altas, en la actualidad, también se trata de un fenómeno del desarrollo económico que puede
permitir el lujo de criar jóvenes en largos periodos de escolarización.
Se ha adelantado en varios años la madurez sexual de los jóvenes (la menarquia en las
niñas era en torno a los 17 años en el siglo XVII mientras que en la actualidad se sitúa en torno a
los 12 años y medio). La precocidad en la madurez sexual asociado a la prolongación de la
escolarización y la entrada definitiva en la edad adulta genera unas tensiones crecientes en el seno
de las familias, asociado a una multiplicidad de factores.
La violencia juvenil es una de las formas más visibles de violencia en el mundo actual y
que provoca un alto coste en los países y conlleva otros problemas como absentismo y fracaso
escolar, paro, alteración en convivencia familiar y social, etc. Se trata de un problema declarado
como de salud publica por la OMS en 1989.
Se entiende por violencia juvenil a aquella desarrollada entre los 10 y los 20 años, aunque
las cifras se extienden hasta edades posteriores (franja entre los 30 y los 39 años). Tomando cifras
y estadísticas recogidas por organismos internacionales como la OMS y la UNICEF, del año 2.000
el mapa mundial expresa que los mayores índices de homicidios juveniles ocurren en América
Central y América del Sur y Africa. Exceptuando a EEUU, donde la tasa de homicidios juveniles
es de 11 por cada 100.000 jóvenes, esta forma de muerte afecta especialmente a países
subdesarrollados. En Europa, la mayor tasa aparece en Rusia y Albania, correspondiendo las tasas
más bajas a Francia, Países Bajos e Inglaterra (que cuenta con un incremento significativo en
últimos años). Sin embargo estos últimos países incluido el nuestro no es ajeno a este problema, si
bien solo parcialmente pueden extrapolarse datos de unos países a otros. Coexisten factores
idiosincrásicos de cada región con elementos culturales y sociales globales.
Los homicidios de jóvenes, especialmente en un rango de edad entre los 15 y los 24 años
(muy por encima del intervalo entre los 10-14 años) se incrementó especialmente entre el año
1.985 y 1.994. Así, afectó principalmente a países en vías de desarrollo y en transición, como los
países de la Federación Rusa. En Rusia los homicidios, durante este periodo se incrementaron en
un 150% y en Letonia un 125%, en países como Azerbaiyan también sufrieron un incremento muy
significativo. En este mismos periodo en EEUU se incrementaron más de un 75%.
Pero tampoco se puede caer en simplismos, los jóvenes no son homogéneos, si hay algo
que los distingue es la heterogeneidad. Por ello, siguiendo a Javier Elzo se distinguen distintos
tipos de violencia juvenil (definida por la OMS en el año 1989 como la violencia presente en una
edad que oscila entre los 10 y los 20 años):
1.-La violencia de signo claramente racista en la que cabe incluir los movimientos neonazis,
skinheads, muchas veces cercanos a la derecha extrema que los justifica, ampara, encubre cuando
no aúpa.
2.- La violencia de carácter xenófobo, próxima a la anterior. Ve al extranjero como un peligro para
su propia comodidad, su nivel de vida. Es una modalidad emergente.
3.-La violencia nacionalista con carga fundamentalmente étnica y la nacional-revolucionaria
(ETA).
4.-La violencia antisocial que se puede parecer a una violencia de revuelta social protagonizada
por jóvenes desarraigados que frustrados por su imposibilidad, o gran dificultad, de adquirir los
bienes que les ofrece la sociedad del bienestar (sociedad de la opulencia dirán otros) sencillamente
"se revuelven" a las primeras de cambio. Es en este tipo de violencia en el que se piensa cuando se
habla de "potencial de violencia" en ciertas capas de juventud, o de factores sociales que pueden
engendrar situaciones "explosivas" por marginación de un número importante de jóvenes. Pienso
que, en este registro cabe incluir no pocas de las manifestaciones de violencia juvenil que se
pueden encontrar en las capas más desfavorecidas de la sociedad, así como en los países donde las
diferencias entre las clases sociales son escandalosamente grandes.
5.-La violencia gratuita, lúdica, de fines de semana ejercidas por grupos informales como forma
de diversión de fin de semana (asociado a consumos de alcohol y drogas, con frecuencia). Es la
violencia del vandalismo, de romper retrovisores de los coches, papeleras, señales de trafico, etc.
Muchas veces esta manifestación de violencia no es sino la consecuencia del aburrimiento, hastío y
falta de alicientes en la vida cotidiana de no pocos adolescentes y jóvenes. Puede ser indicador de
la necesidad de llenar un vacío vital, más profundo de lo que pensamos los adultos o puede tratarse
de formas de buscar una identidad (identificándose con las conductas del grupo de iguales).
En este grupo se encontraría, también, la violencia asociada a la falta de tolerancia a la
frustración y del diferir la gratificación inmediata.
El tema de las relaciones sociales entre niños y jóvenes es muy reciente, pero todos los
especialistas estarían de acuerdo que los niños que manejan sus relaciones con eficacia, están en el
buen camino para alcanzar un adecuado crecimiento e integración social. Aquellos que fracasan en
sus relaciones interpersonales sufren riesgos de sufrir problemas psicológicos.
Sin embargo Shapiro (1997) apunta lo siguiente:”mientras cada generación de niños parece
volverse más inteligente, sus capacidades emocionales y sociales parecen estar disminuyendo
vertiginosamente”
En ocasiones el comportamiento violento de los adolescentes ha ido precedido de
alteraciones de conducta infantiles, pero no siempre es así. En muestras de niños entre un 24 y un
40% de delincuentes adolescentes ya habían mostrado signos de violencia precoces y por ello
podemos establecer que las riñas infantiles pueden ser seguidas por las peleas adolescentes y las
agresiones graves en la edad adulta tal que existe una elevada consistencia y gravedad creciente en
las conductas. Sin embargo, esto solo ocurre en un porcentaje de casos. En otras ocasiones, la
violencia es un fenómeno que se circunscribe a la adolescencia debido a una serie de factores
facilitadores en este periodo, sin que exista una continuidad posterior.
Entre la violencia circunscrita al medio adolescente la incidencia va a dependen de una
serie de factores:
-La motivación.
-La presencia de más personas además de la víctima y el agresor.
-Consumo de alcohol y drogas.
-Si existe otras acciones que pueden mediar en la agresión (como el robo).
Este podría ser el perfil del joven violento:
-Mayor prevalencia del sexo masculino.
-Entre 14 y 18 años.
-Agresivo y fuerte impulsividad, descontrol de impulsos. Escasamente reflexivo. Poco control de
la ira.
-Ausencia de empatía. Nunca se ponen en el lugar de los demás, existe ausencia de reconocimiento
de las propias emociones y evidentemente también de las emociones de los demás.
-Percepción errónea de la intencionalidad de los demás: siempre de conflicto y agresión hacia él.
Malinterpretan el lenguaje corporal.
-Autosuficiente, siempre se ha “buscado la vida”, pero utiliza y manipula a su familia para sus
fines.
-Capacidad exculpatoria. Sin sentimiento de culpabilidad ("el otro se lo merece").
-Bajo nivel de resistencia a la frustración. A veces acostumbrados a conseguirlo todo aquí y ahora.
-Escasamente reflexivo/a. O hiperactivo.
-Incapacidad para aceptar normas y para negociar.
-Déficit en habilidades sociales y resolución de conflictos. No sabe afrontar un problema sino es
mediante la fuerza y la violencia.
-Factores implicados en la violencia: Existen diferentes puntos de vista para conocer e intentar
explicar el origen de este problema. No existe una causa única sino que son posibles
interpretaciones o explicaciones múltiples.
El hombre puede ser visto como individuo, como participante de una familia y como miembro de
una comunidad. En cada una de estas áreas pueden encontrarse la causa o explicación del
problema a modo de anillos concéntricos, que desde lo individual (con su propia carga
genetica/biologica) alcanza lo interrelacionar y lo social.
-MODELO DE SOCIEDAD:
La psiquiatría adopta una visión individualista de la personalidad, o como mucho analiza
los núcleos familiares donde se desenvuelve la persona, abandonando la influencia de la cultura y
de la sociedad. Sin embargo no podemos obviar el papel fundamental que tiene la cultura y los
modelos sociales en la conformación de la personalidad, al tiempo que las personas influyen sobre
la cultura (proceso de bidireccionalidad).
La aculturación es el proceso por el cual se trasmiten a los miembros de una cultura los
valores, creencias, opiniones y culturas. Las culturas difieren en aspectos como (Kluckholm, 1956)
la visión de la naturaleza humana como buena o mala, las relaciones del hombre con la naturaleza,
la forma de entender el tiempo, el tipo o rasgos de personalidad más valorados y las relaciones
entre los miembros de la sociedad.
Las culturas difieren entre sí en una dimensión fundamental que es el carácter colectivista o
individualista que posean. A ambas situaciones se les ha considerado como los extremos de un
continuo único o bien como constructor distintos. A este constructo o dimensión anterior habría
que añadir el grado de complejidad de la sociedad y el grado de rigidez con la que se aplican las
normas sociales.
Hofstede definió a las culturas individualistas como sociedades con individuos que mantiene
relaciones relajadas unos de otros, cada persona espera cuidar de si misma y como mucho de su
núcleo familiar directo, son autónomos y dan prioridad a sus metas personales. Se enfatiza el
derecho a la intimidad, la propiedad privada, la iniciativa individual y la seguridad financiera y las
amistades específicas.
Las sociedades colectivistas enfatizan los proyectos comunes, el bienestar del grupo por
encima del bienestar del individuo, la dependencia emocional, la solidaridad del grupo, se
comparten derechos y deberes y las amistades estables determinadas previamente. Se concede más
importancia a las normas como determinantes de la conducta social.
Los psicólogos culturales consideran a la personalidad y a la cultura como dos variables
interdependientes, que se influyen mutuamente. Tradicionalmente se ha considerado a las personas
de sociedades individualistas como más autónomas, egoístas, asertivas, creativas, competitivas,
con iniciativa personal, autoconfianza y franqueza. Estas personas tienen mayor motivación hacia
el éxito, se autoensalzan para resaltar sus cualidades frente a las de los demás.
Por el contrario los individuos de sociedades colectivistas han sido vistos como más
normativos, dependientes, mayor desarrollo de la empatía, autocontrol, capacidad de sacrificio,
obediencia, conformidad, tradicionalismo y cooperatividad.
La sociedad occidental ha evolucionado hacia forma individualistas sociales, al modo del
modelo americanizado considerado paradigmático del modo cultural individualista, si bien cada
país reúne sus características individualizadotas.
En nuestro país, el cambio político ha traído importantes cambios sociales y del nivel de
delincuencia, que sufre una escalada imparable a partir de los años 70 (coincidentes con la apertura
democrática y la introducción de la televisión).
Estos elementos culturales y la progresiva individualización social se ha puesto de relieve
en los diferentes estudios realizados sobre la población española, especialmente la población
juvenil. El estudio sobre los valores de la juventud española 2.005 de la Fundación Santamaría
(Javier Elzo) publicados en abril del 2.006 refleja una progresiva tendencia de los jóvenes a
abandonar intereses colectivos a favor de los intereses inmediatos o personales. Solo les interesa lo
propio y lo próximo.
Este trabajo se centra en jóvenes entre 15 y 24 años y demuestra que priorizan y valoran lo
cotidiano e inmediato de su vida: la familia, los amigos y la salud. En último lugar de sus intereses
sitúan la religión y la política, máximos exponentes de valores colectivos. En este estudio se
obtiene que los jóvenes desean una buena familia, buenos amigos y una calidad en salud física.
Consideran que la vida privada debe estar regulada por normas privadas, ajenas a un
control por normas externas. Los comportamientos individuales o más próximos son por ellos
justificados o tolerados en amplia variabilidad, mientras que sucede lo contrario con los
comportamientos de carácter global o con consecuencias colectivas. Se prioriza lo individual, lo
propio y próximo y el joven se desentiende de la norma colectiva, de la aceptación del otro,
especialmente si es diferente.
No todos los jóvenes del estudio son unos desmotivados o carentes de valores prosociales,
si bien se trata de un porcentaje en descenso, los jóvenes idealistas son los que se autodefinen
como los más felices. Los otros jóvenes pueden tener o compartir ideologías politicas, sociales, etc
pero son pasivos y esperan la resolución de los conflictos o desigualdades que perciben, no se
movilizan para el cambio. Apuestan por exigir a los demás la resolución de sus problemas que por
la iniciativa personal para afrontarlos con el esfuerzo que ello conlleva.
La propia idea de la “conciencia” y la “culpa” son valores obsoletos y rechazados por la
propia sociedad, que ve en ello factores restrictivos del hombre (asociado a valores religiosos). Sin
embargo poseen un significado comunitario y social, si un grupo social quiere sobrevivir debe de
establecer un código moral, claro y compartido, que establezca lo que está “bien” de lo que está
“mal” o es inaceptable dentro del grupo, y que sea respetado y trasmitido de generación en
generación entre sus miembros.
Cada individuo o persona debe ajustar su propio balance entre egoísmo o altruismo según
prime su valor como individuo o como perteneciente a una comunidad o sociedad.
Muy vinculado al valor de la moralidad está el de la conciencia. Se trata de una cualidad
que tiene el hombre al relacionarse emocionalmente con el otro, nos determina las obligaciones
con los otros y nos hace responsables de nuestros actos.
Se supone que la conciencia es un rasgo universal, pero la investigación del siglo XX nos
arroja unos resultados espectaculares sobre seres sin conciencia, que son incapaces de sentir el
dolor del otro es el territorio de la psicopatía. El psicópata es el carente de conciencia, sin dolor
emocional, que no conoce ni reconoce el daño y el dolor ajeno.
La empatia es la avenida para ponernos en lugar del otro, es la piedra fundamental para
formar nuestra moralidad. Son emociones la piedad, la compasión y la culpa ante los malos actos.
Si el niño no aprende cuales son los actos erróneos, su comportamiento no viene exigido por la
responsabilidad de tratar bien al otro sino por la irresponsabilidad de servir a sus propios intereses.
El desarrollo moral es la conquista de los impulsos egocéntricos para abrirse al mundo y a las
necesidades de los demás.
-FAMILIA:
La capacidad de crear vínculos personales se organiza al tiempo que los cuidados
parentales y esto se reproduce, hasta cierto punto, en el periodo adolescente.
En fases tempranas de la vida, el niño necesita un objeto humano que le guíe en el proceso
de humanización, que le trasmita mediante una envoltura afectiva, la necesaria trasmisión de
normas que organicen la confusión y el desorden interno de las pulsiones que pueden llegar a
atentar severamente el proceso de construcción de la propia identidad.
Durante la primera infancia se van generando las primeras identificaciones (modelos)
inicialmente parentales, que continúan a través de la adolescencia. La crianza en un medio donde
se ha utilizado la violencia para solucionar los conflictos, se considera un factor de mal pronóstico,
no determinante, para la identificación con estas conductas. Tanto la contemplación de la violencia
entre los padres como ser víctimas de malos tratos físicos, psicológicos o sexuales y la privación
de cuidados amorosos impide un normal desarrollo y adaptación.
Niños criados en medios violentos presentan con frecuencia unos perfiles anómalos de su
carácter, con trastornos de conducta, actitud hostiles, desafiantes y de aparente dureza que pueden
enmascarar fragilidades de personalidad, clínica ansiosa o depresiva, etc que de no ser tratara o no
normalizarse en su crianza dar paso a formas estables de comportamiento (que conformará su
personalidad).
En este sentido, si bien la la Ley Integral contra la violencia de género en su enunciado
recoge que el sentido de la Ley es la protección de la mujer y de los menores, el destino de éste es
minusvalorado en la realidad.
En nuestro trabajo cotidiano, constatamos, como el destino de los hijos va íntimamente
unido al destino de la madre. Se trata de mujeres con unos vínculos, frecuentemente, de
dependencia emocional respecto de su pareja y sujetas a un estado de inestabilidad y ambigüedad
que le lleva a tomar decisiones que al día siguiente rechaza. Por ello, si la mujer toma la decisión
consciente de retomar la relación con su pareja, los hijos, vuelven a convivir con el padre, en
círculos relacionares donde la violencia se entremezcla con el amor.
Es frecuente, que hijos de padres maltratadores se identifiquen con la figura paterna
reproduciendo sus conductas, en ocasiones, tras la salida del padre del domicilio siendo, de nuevo
la madre la víctima.
Caso más grave es cuando el menor ha sido directamente víctima de los malos tratos de un
padre o progenitor, ya que su propia personalidad puede estar afectada desde etapas precoces, y en
ocasiones, irreversiblemente. Niños criados precozmente en familias gravemente desestructuradas
que ha sido retirados la custodia y dados en adopción, a pesar del cambio de marco educativo y
familiar, puede portar anomalías en su personalidad que se agravan en la adolescencia persistiendo
en la edad adulta.
La violencia de acción ejercida sobre los niños que configuran su
personalidad y su lugar en el mundo y la violencia de la ausencia, con los sentimientos de soledad
y abandono (en su versión deficitaria de no dar absolutamente nada y en la forma por “exceso” de
dar mucho para no tener que dar nada).
Pero no todas las familias en las que hay un adolescente o joven violento es una familia
disfuncional. Asistimos a una emergencia de de violencia de los hijos contra los padres. Las
familias han cambiado de forma espectacular en la segunda mitad del siglo XX, tal que el modelo
tradicional de familia ha dejado paso a un modelo múltiple donde caben una alta probabilidad de
formas: familias monoparentales, familias reconstruidas, familias heterosexuales, homosexuales,
etc que añaden un nuevo factor de incertidumbre. A cifras actuales, en la Comunidad Autónoma
Vasca, solo el 58% de las familias responden al modelo tradicional.
Asociado a la realidad de modelos múltiples de familias se insertan los propios cambios
que ocurren en el seno de las familias y las pautas de crianza, la modificación de la pirámide
poblacional que llena los hogares de hijos únicos o con un máximo de dos hijos y la enorme brecha
que separa a unas generaciones de otras determinarán que los padres carecen hoy día de referentes
claros sobre como han de criar a los hijos y que límites se les puede poner.
Antiguamente los hijos aprendían como era crianza con el cuidado de los hermanos o de los
hijos de los vecinos, en redes sociales extensas. Cuando les llegaba el turno de ser padres, habían
aprendido formas seguras para criar a sus propios hijos, en un mundo de certidumbres.
Hoy día, el mundo cambia con rapidez, han desaparecido las certidumbres y los padres
primerizos no pueden pedir consejo a sus padres que desconocen las claves del momento actual.
Nuestro conocimiento de los niños se ha guiado especialmente por teorías alimentadas casi
exclusivamente en el impacto que los padres ejercen sobre los hijos. Según estas doctrinas, se
olvidan de la propia dimensión humana de los hijos, y la reciprocidad de las relaciones, y también
olvidan que hoy día, los hijos representan la mayor fuente de satisfacción y de atención de los
padres. En este olvido también ha caído la psicología, que otorga al padre el papel fundamental del
futuro de su hijos, por lo que también le culpabiliza si los objetivos no son alcanzados o si
aparecen formas disfuncionales de personalidad.
Dentro de las familias han cambiado las relaciones y roles, han desaparecido las relaciones
basadas en el respecto a los padres y se han introducido relaciones “democráticas” basadas en la
negociación. Se otorga a los hijos un papel activo en al toma de las decisiones de la familia desde
su infancia más precoz (elemento conocido por los publicistas que enfocan la publicidad de bienes
como los coches hacia los niños, conocedores de su papel decisorio). Los estilos democráticos son
considerados, por los especialistas, como la forma educativa más eficaz para conseguir personas
competentes a nivel personal y social. Se considera que esta regulada por niveles altos de
comunicación con los padres, junto a afecto y exigencias de madurez. Se trataría de padres
afectuosos, que refuerza con frecuencia a sus hijos teniendo en cuneta sus sentimientos y sus
puntos de vista.
Sin embargo, esta forma de aprendizaje exige capacidades tanto de los hijos como
competencia de los padres, y es posible que dejen paso a formas permisivas de crianza, que se trata
de padres posicionados afectivamente cercanos a los hijos, frente a los que tienen actitudes
positivas. Sin embargo, se trata de padres con problemas para controlar la conducta de sus hijos y
tienen un nivel bajo de exigencia y de control.
Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos que los estilos educativos actuales oscilan entre
la permisividad y la democracia, con un desequilibrio hacia la permisividad, dando lugar a jóvenes
con problemas del autocontrol interno, jóvenes inmaduros, con baja autoestima, caprichosos y de
baja autoestima. Padres democráticos enfrentados a hijos difíciles se ven en el dilema de persistir
en el dialogo existiendo frecuentemente en la idea mágica de que el problema de conducta del niño
resolverá con la madurez de forma espontánea, cosa que no ocurre de habitual.
Los adolescentes condicionan a los padres y su estilo de vida, siendo su principal fuente de
gratificación. Hay que tener presente que en nuestros tiempos la adolescencia es duradera y la
situación económica y social del momento empuja a los hijos a una cada vez más larga
convivencia con los padres, incluso después de haber superado con mucho la niñez.
La cultura del adolescente se basa en aprovechar las oportunidades inmediatas que le otorga
la vida “vivir a tope”, de forma independiente del medio familiar, que se caracteriza, sobre todo,
por el consumismo. En ningún otro momento de la historia han tenido los jóvenes tan fácil acceso
a tan vastos recursos económicos, tanto poder adquisitivo, dinero que sale del bolsillo de sus
padres, y son consumidores de bienes de todo tipo. Los padres son los suministradores de bienes y
la infancia y la adolescencia se han convertido en periodos de derechos ilimitados y ausencia de
responsabilidades.
La familia actual no favorece el desarrollo de una personalidad madura que sigue una serie
de etapas, de progresiva individualización, desarrollo del autocontrol, conocimiento de los valores
éticos y morales de la sociedad. Esto es así porque la modernidad y las normas familiares actuales
tienden a olvidar y a minusvalorar el papel regulador natural asociado al desarrollo del niño, donde
se han introducido variables.
Los niños conforman su personalidad en un medio social de iguales, en contacto con otros
niños, en unos procesos transaccionales ajenos a la mirada del adulto, donde se va conformando su
papel social. Normalmente esta etapa coincide con la escolarización y con la latencia. Es una etapa
en que el niño va aprendiendo reglas del funcionamiento interpersonal, el valor de su propio
cuerpo, del pudor, de los lenguajes explícitos, pero empieza a reservarse información, a tener
secretos, la curiosidad, lo prohibido, el deseo y el control de las emociones,…
Se está esbozando la intimidad, su intimidad que está regulada por el carácter del niño y sus
relaciones. En esta etapa el niño adquiere o debería adquirir su autonomía, en contraste y en
contacto con el otro, con el cual el niño se mide y se compara. las dificultades de ir haciéndose
mayor. Por eso en esta etapa es fundamental las relaciones sociales para ellos, porque en ellos se
basa su propia estructura, sin amigos no existo ni me formo.
El trabajo de construcción de su personalidad, sus comparaciones, la resolución de sus
conflictos pasa por ser un trabajo personal y exclusivo, que no puede ni ha de ser resuelto por sus
padres, los cuales deben estar excluidos del mismo.
Sin embargo, ahora, ocurre, que los hijos únicos en ocasiones solo tienen relaciones con
otros niños en el medio escolar, que es un contexto importante pero insuficiente. Fuera de este
medio, o no tienen amigos, o sus formas de diversión les impide un auténtico contacto con el otro
(/por ejemplo niños jugando a las Nintendos). Es frecuente ver grupos de niños jugando cada uno
con su propia máquina sin relación con el compañero. También existe una interferencia de los
adultos en los propios conflictos de los niños, con padres hipergratificantes que refuerzan a su hijo,
tenga o no razón en la disputa impidiéndole adquirir sus propios recursos.
Estos serán los niños narcisistas, hijos de padres reforzantes en exceso, que carecen del
bagaje social minimo y necesario. Utilizan recursos como: omnipotencia del pensamiento, yo
grandioso, negación, etc. Sus relaciones son muy intensas pero muy superficiales, reclamando
constantemente aportes narcisistas. Para entender el fenómeno en sus claves más profundas es
posible recurrir al psicoanálisis, que analiza o estudia el desarrollo y evolución en la mente y
formación de la personalidad del niño y el paso por sucesivas etapas.
La sociedad actual favorece la individualidad y los procesos de autocrecimiento a costa del
otro, al que se devalúa. Lo ajeno es amenazante.
Por ello, cada vez más nos encontramos con adolescentes y jóvenes que no tienen
capacidad de la espera y tiene un funcionamiento mental propio de proceso primario, primitivo y
reactivo. Han sido niños hipergratificados, a los que se les ha proporcionado sin limites, las
gratificaciones de sus deseos y no se les ha frustrado porque nuestro modelo educativo asocia
frustración con prohibición y limitación del desarrollo. El Dr Garrido Genovés ha acuñado el
término síndrome del emperador para definir a los jóvenes con rasgos de psicopatía que maltratan
a sus padres, los explotan y abusan de ellos en ausencia de una conciencia moral del daño
inflingido
En la sociedad de la abundancia los padres nos vemos enfrentados al dilema de restringir a
nuestros hijos bienes y comodidades que están a nuestra disposición creándonos un malestar
emocional, que refleja la confusión que nos embarga. Prevalece la sociedad abierta, sin límites y
la familia sin límites, la información sin límites, sea a la edad que sea “que conozca la vida”, lo
que genera un interior confuso y vació. El vacío interno hay que llenarlo con cosas.
La represión es necesaria para la organización del mundo interno, pero se confunde con el
autoritarismo y se ha instaurado una corriente de permisividad condescendiente, que lejos de
proteger al niño, le coloca en situaciones de riesgo de las que no se puede hacer responsable. Se
tiene la idea errónea de que el propio niño, en su crecimiento, irá autorregulándose, desapareciendo
de forma espontánea conductas indeseadas en infancia precoz.
Los padres se convierten en constantes suministradores de bienes materiales que son
reclamados sin fin por los hijos, así como formas y estilos de vida para los cuales pueden no estar
preparados.
El adolescente violento es profundamente inseguro, con un yo frágil, dependiente y
amenazado en sus límites y en su identidad. Las conductas violentas serían intentos de generar una
identidad grandiosa y fuerte o pseudoidentidad con la que intentan protegerse de los duelos de
fondo.
Por otro lado, el adolescente es fundamentalmente un “vividor”, que quiere vivir la vida con
intensidad, en nuestro mundo inmediatista y presentista, sin que se pierda el instante. Es una etapa a
disfrutar porque desaparecerá:
-“...con ganas de vivir a tope que son dos días”.
-“ Una persona que intenta pasárselo lo mejor posible”.
-“ Ganas de marcha, de hacer amigos, de vivir la vida”.
Lo curioso que la propia sociedad en vez de limitar estos objetivos, los está adquiriendo
(juvenilizacion) primando el culto al cuerpo, la inmediatez de las recompensas, etc
Siguiendo este planteamiento hay que señalar el resultado de un estudio realizado por
cuatro sociólogos americanos en distintas universidades americanas que han analizado a 16.000
estudiantes de secundaria (durante un monitoreo de 25 años) y que concluye que los jóvenes
nacidos entre el año 82 y el 95 son los jóvenes más narcisistas de la historia contemporánea. Es
conocida como la Generación Y (Yo) o generación “youtube”, “my space”, y –recientemente- “I-
pod”, que hace ecos a frases como: “creo que soy una persona especial”, “puedo vivir mi vida
como me da la gana”, “me gusta ser el centro de atención”. Por eso, se dice que los colegiales son
un 30% más narcisistas que los jóvenes de hace tres décadas.
Este estudio fue impulsado por Twenge que define a la generación actual como una generación de
jóvenes muy narcisistas, con una excesiva admiración de sí mismos, suelen ser agresivas cuando
insultan
o
buscan
permanentemente
el
reconocimiento
público.
“El narcisismo hace sentir bien y puede ser explotado para conocer a nuevas personas o
presentarse en las audiciones de American Idol pero desafortunadamente, el narcisismo también
puede traer consecuencias negativas para la sociedad, incluyendo la ruptura de relaciones con las
personas más cercanas”, señala en el estudio.
Los resultados también destacaron la sobredosis de confianza en sí mismos que fue expuesta por
los entrevistados y el riesgo de sufrir negativas consecuencias par ellos y la sociedad, ya que son
menos capaces de crear vínculos emotivos y son más inclinados a perder el control si se sienten
rechazados e insultados.
Un estudio de la Universidad de San Diego considera que el narcisismo es un buen
predictor de la violencia.
La víctima de la violencia pierde su subjetividad y es tratado como un objeto se le
“cosifica”. Es importante el pensamiento de Jeammet que dice que solo hay dos vías para sentirse
existir: el de las emociones y el de las sensaciones, éstas sustituyen los fracasos relacionares y la
sensación hace contacto pero no vinculo. Al fin de cuentas los jóvenes violentos están en la
búsqueda constante de sensaciones que no permite las emociones.
-PANDILLAS Y SUBCULTURAS:
La criminología moderna es predominantemente sociológica, al entender que los factores
culturales y sociales (o teorías ecológicas) tienen un peso fundamental en la aparición y
mantenimiento de conductas ilícitas-violentas en los jóvenes.
Las teorías ecológicas modernas (siglo XX) parten de la escuela de Chicago, con autores
como Sutherlan, Shaw, Mckay o Merton en el periodo comprendido entre la Primera y la Segunda
Guerra Mundial. Parten que el medio o contexto en que las personas se desarrollan así como la
estructura social marca la interacción grupal y pueden ser decisivos en la conducta delictiva.
En base a las teorías de Sutherlan la conducta delictiva es una conducta que se aprende, se
aprende especialmente en interacción y en comunicación social.
La teoría de Sutherlan es muy próxima a las teorías de Cohen sobre las subculturas
juveniles, aunque ha sido una teoría criticada porque implica un proceso de aprendizaje de la
conducta violenta olvidando que muchas veces se trata de una “oportunidad” para delinquir y es
fruto de estados de arrebato, poco reflexivos e impulsivos. Otra aproximación teorica relevante en
las teorías sociológicas es la teoría anomica de Merton, el cual indica que la violencia surge de las
presiones de estructuras sociales que se ejercen sobre determinadas personas para que ejerza una
conducta inconformista.
Las teorias de las subculturas recoge ambas corrientes teóricas. Explican las subculturas o
grupos juveniles (en los cuales puede haber violencia) como agrupaciones de jóvenes que
interactúan y entre los cuales hay actividades de todo tipo, no únicamente delictivas. La violencia
que emerge en estos grupo juveniles no es una violencia instrumental diseñada para obtener
determinados bienes o beneficios sino que se trata de una violencia expresiva, que busca
únicamente hacer un daño y obtener una atención (¿reconocimiento?) por parte de la comunidad.
De alguna forma, en grupos definidos de jóvenes de las grandes ciudades están presentes estas
dinámicas de relación.
Cohen en su obra Delinquent boys establece que la violencia de las subculturas tienen las
siguientes características:
1.-Es una violencia expresiva, no busca ningún fin más allá de generar un daño, producir placer al
grupo, siendo una actividad de ocio del grupo y dota de un determinado estatus dentro del grupo.
2.-Es una violencia maliciosa que busca atacar a los valores de la clase media, unos estándares de
conducta considerados como incorrectos o inaceptados por el resto de la sociedad.
4.-Se busca el hedonismo inmediato, el placer a corto plazo.
5.-Se busca la autonomía del grupo. Los miembros del grupo son solidarios entre sí y hostiles con
elementos de control social o miembros de otros grupos.
Esta teoría de Cohen ha sido criticada porque se considera que solo puede aplicarse a
bandas organizadas y estructuradas en torno a la delincuencia, tipo maras como fenómeno
importado de Sudamérica. En este sentido hay que señalar de nuevo la violencia generada en
Francia por grupos de jóvenes procedentes de la segunda o tercera generación de inmigrantes, con
nacionalidad francesa pero marginados en oportunidades y capacidad de integración, que ha
degenerado en bandas generadoras de violencia. En este sentido se alerta de la eventual violencia
futura en nuestro país ante un eventual escenario de recesión económico que llevará a un desigual
acceso a la riqueza.
La violencia grupal más habitual y más extendida, no es propiamente de bandas pero se
asemeja. Es una violencia urbana, no es que se trate de un problema de las ciudades, pero son
contextos favorecedores de su emergencia. Florecen cuadrillas o “tribus” de jóvenes que se
asimilan a subculturas que tienen una identidad propia por la ropa, el pelo, la música, la
confrontación entre grupos y ocasionalmente la identificación con la violencia. Se trata de
violencias con un importante componente lúdico, como forma de diversión. Les une una atracción
por lo vil, por lo despreciable, por el elemento más bajo. La característica fundamental de esta
corriente en boga es la celebración del joven masoquista con su doble sádico. Se trata de jóvenes
que toman modelos irreales, como los protagonistas de las películas de Quentin Tarantino, "Pulp
Fiction". Es la estética de lo vil, lo patético, el perdedor y el pasota.
No tiene que tratarse de jóvenes procedentes de clases socio-culturales bajas pero
comparten con grupos marginados pero les atrae la estética de la abyeccion, la marginalidad o la
indiferencia. Existe una búsqueda, de quien "pasa" más, quién está más atrapado en el trauma de la
vida, quién está más muerto. Es una subcultura juvenil de identificación con las víctimas. Pero se
trata de jóvenes que no creen en la redención, sino en el hastío, la desesperanza.
En una sociedad con mensajes correctos de igualdad de los géneros surgen estos grupos de
jóvenes en las cuales emerge el culto al "macho". Esta figura idealizada suele estar representada
por el joven implacable, duro y despiadado, que reta sin miedo, persigue el dominio de los otros y
no expresa sentimientos.
-MEDIOS DE COMUNICACION:
Otro factor a estudio y que está adquiriendo progresiva relevancia en estudios mundiales
sobre el fenómeno de la violencia es el impacto de los medios de comunicación, especialmente la
televisión y los videojuegos. La violencia es adictiva, en una sociedad hiperestimulada son
necesarios estímulos cada vez más intensos para obtener la atención del público.
Un estudio muy importante es el de Johnson que establece una correlación entre el numero
de horas en que se visiona la televisión y agresiones subsiguientes, si la exposición es de una hora
la tasa de autores de agresiones es del 5,7 % mientras que si es una exposición de tres horas la tasa
se incrementa hasta el 25,3%. Hay casos conocidos y relevantes que entrelazan, en la vida real,
dicha interrelacion.
Así en el instituto de Columbia, en 1.999, dos adolescentes vestidos a lo Matrix disparan
contra profesores y alumnos con un resultado de 13 muertos. Mickel Moore realiza un documental
Bowlin for Columbine donde recoge como eran unos muchachos que pasaban más de diez horas
al día enfrascados en videojuegos violentos y películas de asesinos en serie. Desarrolla la tesis en
que se basaron, para perpetrar su acción en la película mencionada de Matrix y en el Diario de un
rebelde de Leonardo di Caprio.
Un estudio de la UNESCO (UNESCO Global Media Violence Study) muestra que el 88%
de los niños del mundo conoce a Terminator, y que el 50% de los niños que viven en lugares de
alta violencia quieren ser como Terminator, mientras que solo el 37% de los niños procedentes de
lugares con baja violencia quieren ser como él. Por ello, el entorno familiar, social, cultural, etc
juega un papel y determina en gran manera cual será el impacto de la violencia filmada como
forma de incrementar actitudes, comportamientos, etc.
En el hemisferio norte el 93 % de los niños tienen televisión, en el sur baja hasta el 83%.
Un niño de España ve al día una media de 3 horas de televisión, lo que representa 930 horas al año
(mientras que en el colegio está 900 horas). Está más tiempo delante de la tele que en el cole y
representa al menos el 50% de su tiempo libre.
En 1999 se publicó en EEUU los resultados del Nacional Televisión Violece Study
considerado como le estudio más importante y más riguroso del medio televisivo por la cantidad
de horas de televisión analizadas durante tres años.
Se estudiaron aleatoriamente 2.700 horas de emisión en televisiones tradicionales y por
cable y permite extraer conclusiones sobre el tipo de contenido de los programas y su posible
impacto sobre el espectador.
Este estudio analiza a las diferentes cadenas y las distintas formas de presentación de la
violencia. Concluye que las cadenas de pago son más violentas que las cadenas estatales y que solo
en un 16% se representan las consecuencias realistas a largo plazo. En un 40% no hay ningún
castigo para agresores malvados, y en el 74% no hay castigo inmediato. En un 40% hay humor
añadido, no hay sangre en el 86%, se trata de una violencia saneada. En un elevado tanto por
ciento la violencia también se haya embellecida, es el papel estereotipado del héroe solitario que
recurre a la violencia como forma de salvar a la humanidad.
No toda la violencia tiene igual impacto sobre el espectador, influyen distintas variables del
agresor, de la víctima, de la motivación de la violencia, contexto y armas que se utilizan.
Así, es distinto el impacto que tenga la violencia en base a la motivación con la que se
presenta. Se visionan muchas violencias graves que parecen justificadas por las razones que las
promueven, así gentes con móviles altruistas y beneficiosos para la humanidad suelen ser más
violentos que los mas violentos de los malos. Por ello importa como sea el agresor, en la televisión
se mata de forma bella, impregnada de humor y con una estética muy cuidada.
Otro factor importante es el arma o la forma elegida para matar, un arma no tiene otra
finalidad que la de herir o matar, son peores las armas blancas o las armas de fuego corrientes, que
es probable que se encuentren en el entorno real del menor. Son menos lesivas las armas
sofisticadas o con una estética de irrealidad precisamente por la baja probabilidad de que estén al
alcance de los niños.
La violencia o las agresiones en televisión deben ser seguidas de un castigo. Es terrible que
queden impunes o que sean reforzadas por terceros, porque implícitamente se envía el mensaje de
un consentimiento. En niños pequeños (4-6 años) dada su limitada capacidad de procesar la
información se requieren castigos inmediatamente posteriores al acto violento para inhibir su
efecto.
En definitiva el peor modelo que se puede presentar a través de un medio de
comunicación visual es el de un agresor atractivo, dotado de sentido del humor, que realiza
actos violentos por un motivo altruista, la violencia la ejerce por medio de armas
convencionales y no hay castigo ni otras consecuencias visibles desagradables.
La violencia vista en televisión provoca tres tipos de efectos:
-aprendizaje de actitudes y conductas violentas.
-insensibilidad ante la violencia
-temor a ser víctima de agresiones.
Es indudable que la televisión por si sola no genera formas violentas de comportamiento.
Importa la cualidad psicológica y la etapa de desarrollo de la persona que visiona la televisión. La
incidencia de la violencia de los medios visuales es determinante de la conducta de víctimas
predispuestas (por contener factores de personalidad o por carecer de otros modelos de
identificación más normalizados).
La representación mediática de la violencia tiene una relación compleja con la ansiedad.
Las personas que padecen ansiedad y muestras rasgos psicopaticos y violentos, prefieren ver
programas violentos. Se han dado varias explicaciones a este fenómeno, porque son personas
consumidoras de películas en las que se ensalza la figura solitaria de un héroe que por medio de la
violencia alcanza fines altruistas. Se interpreta como una forma indirecta de adquirir un papel
social, como forma de calmar la ansiedad durante un tiempo, o bien como una justificación
implícita a la violencia.
El modelo de asesino en serie de Columbia, fue reproducido en Virginia y más
recientemente en Finlandia (/lugar geográficamente muy alejado y considerado como uno de los
países con una de las tasas de criminalidad más bajas). Esto es secundario a la globalización de la
cultura (la cultura red definida así por Manuel Castells) tal que se han impuestos modelos
culturales alejados a lo largo del planeta (americanización) en detrimento de las culturas
regionales/locales.
En esta cultura global, la televisión ha dejado paso a Internet, con emergencia páginas
webs, blogs, Youtube, MySpace, etc que son las formas predominantes de relación para
adolescentes y jóvenes. Los niños, según abandonan la niñez, disminuyen el consumo de televisión
y se introducen en el mundo de Internet, como medio de relación, medio de búsqueda de modelos
de identificación. En estos medios han proliferado espacios cargados de elementos perturbadores,
donde media la violencia en forma extremas (agresiones a minusválidos, ancianos, emigrantes…)
y que se nutre con las aportaciones de los propios participantes.
Otro foco de interés, aún escasamente investigado es la importancia y relevancia de los
juegos tipo nintendo y playstation que representa una, cuando no la mas importante, forma de
entretenimiento entre los jóvenes.
Cuando empezaron los videojuegos existía un estereotipo de jugador de videojuegos
como un sujeto introvertido, poco interesado por la relación social y arrinconado en una esquina
del patio a la hora del recreo. Se le consideraba como alguien intrínsecamente "raro", encerrado en
una habitación Era una imagen muy similar a la descrita para los primeros programadores de
ordenador, pero este estereotipo dejo de ser valido cuando irrumpió la informática personal y se ha
masificado el uso de estos juegos virtuales.
Podríamos concluir que este tipo de videojuegos pueden llegar a ser un peligro
dependiendo de las manos en las que caigan ya que al igual que pueden ser una mera descarga de
adrenalina, pueden ser los impulsores que hagan que la agresividad y violencia que hay dentro de
la persona, se exteriorice mediante actos nocivos para la sociedad.
La investigación más reciente la ha realizado la Universidad de Swinburne el pasado 2007
en Sidney, Australia. Se analizó la conducta de unos 120 niños, de entre once y quince años,
jugando al videojuego Quaky II, durante 20 minutos. El estudio confirmó que la agresividad sólo
se vio incrementada en aquellos niños que tenían una personalidad agresiva.
Por lo demás persisten las discrepancias entre los diferentes estudios realizados en esta
materia, no suficientemente analizada. Además, se da un efecto conjunto de los diferentes medios:
los altos consumidores de televisión suelen ser altos consumidores de medios como internet y de
videojuegos, con lo que los efectos diferenciales son difíciles de determinar. Recientemente se ha
publicado un estudio que dice que el efecto nocivo de los videojuegos es superior al de medios
audiovisuales porque juegos tipo Arcade (de presentación de estímulos continuados que exige
respuestas inmediatas, en ausencia de estrategias, que tienen su origen en el clásico matar
marcianitos) facilitan respuestas automáticas, impulsivas y arreflexivas (tipo acting-out) anomalía
presente en alto numero de personalidades anómalas.
CONCLUSION:
Nos encontramos en plena Sociedad de la Información que determina una sociedad
atomizada, compleja, cambiante e incierta (Modernidad líquida de Baumann) frente a la cual, el
hombre persiste en sus dramas universales (la vida, el amor, la comunicación...).
Hace pocos años se creía que la violencia juvenil y la delincuencia general se vería anulada
con la desaparición de los focos de pobreza y desigualdad, porque la experiencia vinculaba ambos
fenómenos. La realidad actual nos enfrenta a una realidad distinta. Estamos ante la patología de la
abundancia que coexiste con la violencia del marginado y del pobre. He dejado de lado temas tan
importantes como las drogas (nos encontramos en picos históricos de consumo) no porque sea
menos relevante, simplemente he colocado el foco en otros factores.
La atención mediática está centrada en el cambio climático ¿y el cambio psicológico
generado por la propia sociedad?.
En este contexto el joven violento ¿es victima o verdugo?
Bilbao, enero 2008

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