EL ADOLESCENTE ANTE SU FUTURO PROFESIONAL Uno de los

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EL ADOLESCENTE ANTE SU FUTURO PROFESIONAL Uno de los
EL ADOLESCENTE ANTE SU FUTURO PROFESIONAL
Uno de los retos más importantes que ha de resolver el adolescente entre los 14 y 18 años es la
toma de decisiones sobre su futuro profesional. Es una tarea difícil porque de esta decisión
dependerá que tome un camino con el que se sienta realizado a corto y a largo plazo. Este momento
crucial reclama la atención de los padres que deberán prestarle ayuda para escoger la formación
que más se adecue a sus expectativas en la vida.
Hace unos años leí en un libro el siguiente párrafo que, cada vez que releo, me estremece profundamente:
"De todos modos -decía- no hay que olvidar que son muchos (adolescentes) los que, antes de los veinte años,
saben que jamás realizarán lo que habían proyectado y que por falta de haber recibido la formación suficiente,
están, hagan lo que hagan, condenados a la mediocridad. Entonces la adolescencia no es el momento en que se
forman sus proyectos, sino aquel en que los abandonan y en que se resignan a aquellos contra los cuales se
habían rebelado. Al sentirse burlados y decepcionados, se embrutecen. (Guy Avanzini, "Los años de la
adolescencia" Ed. Nova,1971, pág. 117)
A lo largo de la adolescencia, el joven se ve en la necesidad de tomar una serie de decisiones y de asumir
una serie de compromisos que facilitarán o que dificultarán su llegada al mundo laboral. Por desgracia, la
complejidad de nuestras sociedades desarrolladas exige una serie de años de preparación teórica y práctica
para lograr una buena integración profesional. Como consecuencia, si por cualquier motivo el adolescente toma
decisiones equivocadas, no encuentra su vocación o no asume los compromisos precisos para lograr la
formación necesaria, corre el riesgo de no sentirse realizado en su posterior vida profesional.
Seguramente este hecho, junto con otras dificultades semejantes en relación a la sexualidad, constituyen la
esencia de la llamada "crisis de la adolescencia". Tiene la fuerza, la apariencia y la habilidad de un adulto pero
no puede disfrutar de la condición socioeconómica de adulto, empieza a tener pensamiento de adulto pero no
disfruta de la autonomía del adulto, dispone de apetito y capacidad sexual pero no puede usarla como el adulto.
Y en medio de ese ser y no ser adulto, se le pide que se esfuerce para lograr, más adelante, los privilegios de
adulto que ahora se le niegan.
Los adolescentes, entre los 14 y 16 años, deberán decidir si seguirán estudios más bien teóricos o si
accederán a niveles de formación profesional de tipo más práctico. Según la decisión tomada,
necesitarán el compromiso para lograr el mejor nivel posible en sus estudios.
Para que la decisión tomada sea la más adecuada deberían haber desarrollado su propia identidad, es
decir conocer de sí mismos algunos aspectos relevantes para decidir con acierto. Deberían conocer:
•
Sus aptitudes, es decir aquellas habilidades físicas o intelectuales en las que poseen mayor destreza.
•
Sus intereses o aspiraciones, aquellos logros que les impulsan a comprometerse, a invertir parte
de su tiempo y de su entusiasmo por logarlos.
•
Su manera de ser y de comportarse, su personalidad, su
originalidad.
Conocerse a sí mismo es fundamental para decidir sobre la futura actividad
laboral o los estudios que se cursarán. Pero también debemos tener en cuenta
que los rasgos que definen a un adolescente son susceptibles de cambio. Los
intereses y aspiraciones pueden modificarse al entrar en contacto con nuevas
realidades, con nuevos horizontes... Por lo tanto, empezar a asumir algunos
compromisos que tienen que ver con la preparación necesaria para retos
posteriores, y profundizar en su propio conocimiento serán dos actividades
que se irán completando siempre de forma paralela.
Cuando el adolescente no logra establecer compromisos más o menos
explícitos que le encaminen en una dirección concreta, está aplazando el
momento de hallar su vocación y de entrar en la etapa adulta. Son los
casos de aquellos adolescentes que prefieren vivir en el presente y actuar en
función del devenir de los acontecimientos. Cuando sea necesario, piensan, ya
decidiré.
En algunas ocasiones, esto no supone ningún problema porque acaban -puede
que incluso con más conocimiento de causa- por tomar conciencia de la importancia de decidir uno mismo
sobre su propio futuro y por encontrar su camino. En otras ocasiones se alarga indefinidamente la indefinición
personal y corre el riego de dejarse llevar por las circunstancias sin asumir ningún compromiso. En este último
caso la ayuda de los padres y educadores podrá ser el revulsivo necesario.
En definitiva, si la crisis de adolescencia se resuelve positivamente, a un período de indecisión y de cierto
desconcierto sucede otro en que, con la toma de conciencia de sí mismo y la asunción de un compromiso de
futuro, se inicia el camino hacia una feliz integración en la vida adulta.
Indudablemente, la superación de la crisis de identidad estará relacionada con nuestra participación
en el conflicto. Si a partir de los 12 ó 13 años ofrecemos a nuestros hijos nuevos horizontes y nuevas
aspiraciones, si los ayudamos a conocerse y a comprometerse, seguramente avanzarán hacia su objetivo con
paso más firme y seguro. Por otro lado, la orientación profesional que ofrecen muchos de los centros educativos
de secundaria, podrá contribuir de modo eficaz al mismo fin.
José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria

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