El abandono de la lucha de clases por el Colectivo

Transcripción

El abandono de la lucha de clases por el Colectivo
El abandono de la lucha de clases por el Colectivo Situaciones
A propósito de su libro 19 y 20. Apuntes para un nuevo protagonismo social
Por Cecilia Feijoo
En este artículo debatiremos con una de las visiones que intenta interpretar y
fundamentar sus premisas teóricas en el levantamiento de masas de diciembre de
2001, en este caso la visión del Colectivo Situaciones en su libro 19 y 20. Apuntes
para un nuevo protagonismo social [1]. Este colectivo es un desprendimiento de la
agrupación El Mate [2], que ha roto con la mayoría de sus concepciones pasadas
y se ha ubicado en el campo del situacionismo, tal como su propio nombre lo
indica. Comparte con esta corriente francesa, aparecida en los años ‟50, sólo
algunos aspectos, readaptando muchos de ellos a concepciones posteriores del
posestructuralismo y el posmodernismo. El situacionismo fue unas de las
corrientes que trasladó el concepto de fetichismo, que Marx aplicara “al mundo” de
las mercancías, a la producción cultural y del conjunto de la vida social. Para su
más reconocido exponente, Guy Debord:“en el mundo realmente invertido, lo
verdadero es un momento de lo falso”. En la producción de las sociedades
modernas la vida debe verse como un cúmulo de “espectáculos”, como una
“relación social entre las personas mediadas por imágenes” [3]. Para esta
corriente se abría una nueva era: la de la televisión, la publicidad, la industria del
cine y la producción cultural en masa. La alienación bajo el capitalismo ya no era
sólo producto de una relación material, la forma cosificada que adquiría la
separación de los hombres del producto de su trabajo bajo el capitalismo, sino que
ésta se extendía al conjunto de la vida social donde los símbolos e imágenes
transformados en mercancías actuaban como el mundo falso que sometía a los
hombres. Aunque esta visión daba cuenta del peso que adquiría la ideología y la
producción cultural en masa en la dominación burguesa (particularmente en la
imposición del modelo norteamericano a la salida de la Segunda Guerra mundial),
la sobreestimación de este elemento los llevaba a eliminar los fundamentos
materiales sobre el cual el concepto de fetiche podía extenderse a otros ámbitos
de la dominación capitalista [4]. El posmodernismo desarrollaría esta idea bajo el
planteo de un mundo prefabricado de imágenes donde ya no existiría la distinción
entre lo verdadero y lo falso, entre lo alienado y lo alienante, donde el mundo
presentado como un cúmulo de simulacros aparejaba la consecuente
imposibilidad de romper la dominación del capital [5]. Muchos de los argumentos
de los situacionistas, que daban cuenta de los cambios operados en el capitalismo
bajo la hegemonía norteamericana de la segunda posguerra, fueron readaptados
por los posmodernos para explicar y fundamentar las mutaciones del sistema de
finales del siglo XX, en el contexto de la llamada “globalización”. Este es el caso
del Colectivo Situaciones (en adelante CS), para quien el neoliberalismo ha
representado una verdadera revolución de los fundamentos sobre los que se
basaba el capitalismo y ha dado origen a una nueva época, de difusa definición: la
posmoderna. La caída del muro de Berlín y de los regímenes stalinistas, junto a
los estandartes de una nueva era de prosperidad y avance capitalista, de la mano
de la conquista de nuevos espacios vitales para los monopolios, el auge de las
nuevas empresas informáticas y de telecomunicaciones y el boom de los
mercados accionarios, dan origen a una sobreproducción del discurso hegemónico
de los centros imperiales, creando la ilusión de un mundo transformado. Así, se
barrían las fronteras, los Estados quedaban reducidos a su mínima expresión y las
disputas interestatales eran superadas. Este discurso se convirtió en el nuevo
credo de los círculos intelectuales, que alguna vez habían depositados sus
esperanzas en los paradigmas de cierta izquierda, llegando a lo largo de los ‟80 y
los ‟90 a teorizar sobre el fin de la sociedad centrada en la fábrica y el salario,
frente a la cual se alzaba la sociedad post-fordista centrada en los flujos de
mercado. Emancipadas de sus elementos voluntaristas y entusiastas, las
concepciones de los situacionistas pueden ser utilizadas para explicar la
alienación de la nueva “sociedad de mercado” que había decretado el fin del
trabajo y con éste del proletariado como sujeto, siendo reemplazado en las nuevas
relaciones sociales por un novedoso sujeto-consumidor. Los situacionistas
desengañados de las posibilidades de la potencia revolucionaria de las masas, a
quienes concebían subsumidas en el boom de posguerra por las nuevas formas
de dominación, se encontraron envueltos y sorprendidos en el ascenso
revolucionario de los „60 donde la clase obrera y las masas embistieron contra
estos mismos estandartes. El CS, por su parte, se hace eco de los mitos del
neoliberalismo y el pesimismo posmoderno, pero a diferencia de la originalidad de
sus predecesores situacionistas, que pugnaron por la conquista de la libertad
mediante la acción revolucionaria [6], plantea la imposibilidad de la revolución,
reduciendo la acción de masas a la “resistencia”. Hoy, sus postulados no pueden
más que chocar con una emergencia social, cuyos mecanismos de análisis no los
preparan para comprender y actuar.
La época posmoderna
El libro comienza fundamentando que “en las actuales condiciones de mercado en ausencia de un centro totalizador de sentidos para cada una de las prácticas
sociales-, son los flujos macroeconómicos los que toman a cargo la producción de
la subjetividad dominante. La subjetividad de mercado es constituida por los
hábitos de consumo y las operaciones de pensamiento que nos sirven para
transitar la actual sociedad neoliberal (...)” [7]. A lo largo de toda su exposición
encontraremos innumerables afirmaciones que, sin fundamentación empírica o
histórica que pongan de relieve su importancia, dan cuenta de las nuevas formas
de dominación que implica esta sociedad de mercado. Expresión de qué fase de la
dominación capitalista, de qué facción burguesa, mediante qué mecanismos
subsumen al mundo entero tras sus fines, cuáles son las contradicciones que la
atraviesan y condicionan, ninguno de estos problemas es constatado. En este
punto se aplica al CS lo que Marx le reprochara a los economistas vulgares: “la
mistificación del modo capitalista de producción, la cosificación de las relaciones
sociales”, en “el mundo encantado, invertido y puesto de cabezas donde Monsieur
le Capital y Madame la Terre rondan espectralmente como caracteres sociales y al
propio tiempo de manera directa, como meras cosas”. En la nueva era
posmoderna un nuevo espectro ronda el mundo, el de Monsieur Mercado. Frente
a estas visiones se imponen dos debates: en primer lugar, si tales
transformaciones producidas a fines del siglo XX fueron de una profundidad tal
que alumbraron una nueva fase del capital, el pase del imperialismo a la época
posmoderna; en segundo lugar, si esta era implicó un cambio en las formas
centrales de dominación y por lo tanto de la perspectiva de la revolución social.
Cuando comienza a ser cuestionado el mando capitalista por la profundidad de la
crisis que se expande por el mundo, mostrando que la internacionalización del
capital y la extrema concentración monopólica y polarización social que el
neoliberalismo impuso es acompañada por la rapidez de la expansión de su
decadencia; cuando los escándalos financieros en el corazón del moderno Imperio
norteamericano desnudan la falsedad de la llamada nueva economía; cuando
Mister Bush, sus halcones y palomas se preparan para una nueva matanza contra
los pueblos del mundo en función de mantener su cuestionada hegemonía
imperial; toda la sobreproducción ideológica del capitalismo, que acompañó la
imposición de este modelo, se resquebraja fruto de sus propias contradicciones y
de una nueva y renovada resistencia de las masas que se alzan frente a las
consecuencias de este régimen social. La actualidad de la revolución debe ser
puesta en el centro del debate frente a la posibilidad histórica de su
desencadenamiento, y contrapuesta activamente a la dinámica que imprime la
subsistencia de este sistema capitalista. A razón de esta perspectiva está puesto
el debate actual con las concepciones elaboradas por el CS sobre la acción de
masas que abrieron en nuestro país las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de
diciembre del 2001.
Soberanía y posmodernidad
Frente a la soberanía estatal, el CS adscribe a la idea de una nueva fuente de
poder pos-disciplinario que: “produce espontáneamente subjetividades sujetadas,
pero ya no como hasta hace algunos años, por medio de la interpelación de
instituciones estatal, sino a través de la directa intervención de los flujos de
capitales, de las formas del consumo y de la sociedad del espectáculo” [8]. Es
aquí donde los postulados del situacionismo se mezclan con el
posestructuralismo, guiando al CS hacia las ideas de Michel Foucault, para quien
el poder nos constituye de raíz, creando la propia subjetividad sobre la que éste
actúa, y por lo tanto no hacemos más que reproducirlo en todos los niveles de la
vida -el biopoder. La dominación política pareciera haberse desplazado a la
reproducción social y de subjetividades, liquidando la llamada “autonomía de lo
político” en nombre de un mando descentralizado y omnipresente en todos los
aspectos de la vida y en todas las jerarquías, sin tener un centro visible [9]. El
poder se ejerce mediante los “flujos de capital”, el “consumo” y el “espectáculo”,
transformando la sujeción de una clase social sobre otra sólo en un elemento
subjetivo e ideológico, eliminando sus condicionantes materiales y objetivos. Pero,
pese a este extremo subjetivismo posmoderno, en el CS conviven ilusiones sobre
la “pasada soberanía” del Estado de bienestar. Para ellos “la soberanía política
estatal fracasó en detentar el lugar dominante en relación con los flujos
económicos (...) esta incapacidad (...) resta al sistema de dominio uno de sus
pilares clásicos: la hegemonía política sustentada en logros sociales” [10]. Esta
misma visión vuelve a plantearse: “Los Estados ya no son los protagonistas del
drama global. Existen y operan, pero bajo parámetros diferentes a los clásicos. Su
norma es la reproducción del capital, no el desarrollo de los pueblos. Y la
reproducción del capital ya no se asocia a la construcción de naciones,
democracias y formas generales del bienestar. El imperio, en la situación actual,
implica una guerra a muerte contra la vida” [11]. Identificando la eliminación del
Estado- nación con la forma neoliberal que adquirió la política imperialista en lo
que hace a su ataque al Estado de bienestar, el antiestatismo subjetivista del
biopoder da paso a una visión que convive con la idea de que el viejo Estado
burgués ponía limites a su propio dominio. Ambas visiones, aparentemente
antitéticas, eliminan el contenido de clase del Estado y de la dominación
capitalista, sostenido, aún hoy, mediante la condensación centralizada de
relaciones sociales de fuerza, el monopolio de la violencia y el derecho de
propiedad, con la que se inviste el Estado. Frente al Estado “de las naciones,
democracias y formas generales del bienestar”, no se alzaron las fuerzas “del
mercado” sino una nueva alianza de las clases dominantes locales con el
imperialismo, que no suprimió, sino que modificó, las formas de la dominación
estatal: su elemento novedoso radicaba en que todas las fracciones de la
burguesía semicolonial se disciplinaron al mando del capital monopólico y
financiero imperialista, particularmente norteamericano, homogeneizando las
antiguas disputas entre fracciones burguesas con intereses disímiles. Lejos de los
“flujos” y la utopía del “mercado autorregulado” los Estados fueron una pieza clave
en la imposición de tales políticas como representantes del “poder nacional (hoy
diríamos internacional) del capital sobre el trabajo, de una fuerza pública
organizada para la esclavización social” [12]. El cambio de norma que postula el
CS, del representante del pueblo al del capital, solo embellece el viejo Estado
benefactor, que fue la forma en que las burguesías imperialistas desviaron,
mediante la cooptación económica, los procesos de lucha de clases en los países
centrales a la salida de la segunda guerra mundial. Su expresión semicolonial
distó mucho de este modelo, mas bien la norma fue la dictadura, como la
Revolución Libertadora en la Argentina, que intentaron eliminar las conquistas
obreras. Reivindicando este viejo modelo el CS no hace más que caer tras los
mitos del discurso neoliberal [13].
Estado neoliberal
El neoliberalismo no constituyó una nueva fase superadora del imperialismo, por el
contrario, implicó la imposición de movimientos inversos y complementarios de la
política imperialista que han producido una modificación en las formas estatales de
dominación. Por un lado se produjo un ataque a las conquistas sociales
encabezada por los Estados imperialistas, representantes de las grandes
multinacionales, corporaciones económicas y su alianza con la facción financiera.
Esta es la tendencia fundamental que explica la combinación de una política
agresiva en el exterior, apertura vía los mercados financieros y una política
proteccionista de los propios mercados nacionales de EEUU y la Unión Europea.
Los escándalos de contabilidad de las grandes corporaciones norteamericanas
muestran la unidad existente entre el poder político y el económico. Si Clinton era
la expresión de las finanzas y Wall Street, el gobierno Bush está compuesto por
funcionarios directos de los grandes emporios y corporaciones industriales, que
actúan como lobbystas de las mismas. Por otro lado, el neoliberalismo implicó una
transformación regresiva de los Estados semicoloniales donde las clases
dominantes de estos países, luego de la derrota de los procesos revolucionarios
de los ‟70, ataron sus destinos a la ofensiva neocolonial del capital. La imposición
de un nuevo ciclo de endeudamiento externo y la entrega de áreas vitales a
manos del capital extranjero, como parte de un plan de reformas estructurales que
están llevando a las economías latinoamericanas a la decadencia, son su
consecuencia directa. De conjunto la “ofensiva neoliberal” ha implicado una
hipertrofia del sector financiero de la economía, la entrega de áreas que antes
existían bajo protección del Estado a la competencia capitalista, beneficiando a los
grandes grupos económicos y la penetración imperialista. Junto a esto el proceso
de restauración capitalista en el viejo bloque soviético y en la China creó la
impresión de un avance arrollador del capital. La seguidilla de derrotas a las
clases trabajadoras de las propias naciones imperialistas y una política guerrerista
hacia los países periféricos (Irak, Serbia, Afganistán) permitieron el desarrollo de
esta política. Frente a este escenario los postulados de un sistema global y virtual
que no posee centro sensible impiden identificar la dominación, mediante la guerra
y la sujeción económica, de las naciones imperialistas sobre el resto del mundo y
sobre las naciones subyugadas como Argentina.
Una insurrección destituyente
“No se trata sólo de la caída de un gobierno sino de todo nivel trascendente, al
plano de inmanencia fundado por la multitud. Claro que la destitución del Estado
como metaestructura fue realizada por las fuerzas del mercado. Pero lo que
sucedió los días 19 y 20 ocurrió al nivel de la elaboración de las formas de
resistencia” [14]. En diciembre la “multitud hizo su verificación efectiva sobre la
naturaleza de los cambios en la estructura de poder” [15]. Está afirmación se
sustenta en la idea de que “el estado de sitio cristalizó dos procesos simultáneos:
la constatación de que el dominio estatal ya no funcionaba de la misma forma que
los ‟70, y el proceso de creación de formas de lucha multitudinaria y no
centralizada” [16]. Debemos aclarar que muchos de los fundamentos mediante el
cual el CS verifica sus postulados teóricos en referencia a la existencia de una
nueva época posmoderna, son deducidos de las formas aparentes que adoptó la
intervención de las masas, de sus acciones y métodos. Esto es así porque para el
CS no existe mediación entre el ser y el mundo, entre el sujeto y el objeto [17]. Es
desde esta concepción que se intenta llevar a cabo una fenomenología de las
luchas y de la acción de las clases subalternas del 19 y 20 de diciembre, que dan
cuenta, sin mediación alguna, de las nuevas transformaciones en el capitalismo.
Jornadas Revolucionarias. Constitución y destitución.
Una de las características centrales que habría constatado la multitud [18] es el
traspaso de la soberanía política estatal a la soberanía directa de los mercados,
aunque las formas estatales en la era posmoderna “persisten sometidas a las
fuerzas de los flujos mercantiles”. Los acontecimientos de diciembre han fundado
una nueva praxis política, un nuevo protagonismo social, fruto de los cambios
operados en una nueva dominación burguesa. Frente a esto vemos necesario
realizar una primer definición de la manifestación política del 19 y 20. Para el CS
“fueron las potencias soberanas e instituyentes las que entraron en rebeldía sin
pretensiones instituyentes- como lo espera la doctrina política de la soberaníasino ejerciendo sus poderes destituyentes sobre los poderes constituidos” [19].
Para ellos, la acción de masas dio por tierra con las formas simbólicas de la
representación, que aun residen en el Estado, e inauguró una nueva era de acción
política que se despliega por fuera de la lucha por el poder político. Para nosotros
por el contrario fueron acciones constituyentes de un nuevo bloque de fuerzas
sociales, que son el fermento que prefigura una auténtica acción destituyente, una
revolución que haga real el derrocamiento del Estado. Si la insurrección de nuevo
tipo es definida como “el desbaratamiento del orden que se creyó soberano sobre
la multitud”, el CS debería explicar la sobrevida actual de la vieja soberanía. Esta
insurrección destituyente difiere de la definición marxista -en su sentido amplioutilizada para dar cuenta, en la historia de la lucha de clases, de un acto de
intensidad tal de las clases explotadas, que desbarata el orden burgués, quiebra
su poder represivo y busca derrocar el régimen político. Por ello para nosotros las
manifestaciones del 19 y 20 fueron Jornadas Revolucionarias, jalones
insurreccionales que no lograron su objetivo mínimo, acabar con el viejo régimen
transformándose en una auténtica revolución social [20]. Por otro lado, para los
marxistas, el Estado y su legitimidad está basado en la relación de fuerzas
establecida entre las clases sociales. Por esto, el desbaratamiento del Estado en
las jornadas del 19 y 20 se refiere, no al orden de la representación simbólica, sino
a la incapacidad e ineptitud del régimen político de torcer o derrotar la acción de
las masas. Este hecho fue producto de la combinación de crisis económica,
política y social, a la que estaba llevando la dirección burguesa al conjunto de la
nación. “Crisis orgánica” del viejo régimen que mostró sus emergentes en el
terreno de la lucha de clases, con la composición y existencia de una alianza de
clases previa que se constituyó enfrentando al Estado, donde el movimiento
piquetero y la clase obrera con los paros generales primero, y luego el pase a la
oposición activa de las clases medias a partir del 19 y 20, erosionó la legitimidad
del régimen instaurado por la burguesía a la salida de la dictadura. El CS, al
eliminar la centralidad del Estado burgués, elimina todo objetivo consciente en la
intervención del 19 y 20, donde las masas, mediante los saqueos, el cacerolazo y
manifestación del 19 por la noche y la batalla de Plaza de Mayo, fueron
madurando en su objetivo político. Este grado de maduración se expresó en una
amplia vanguardia que forzó mediante su acción la caída del presidente y donde
incluso la “destitución” de la representación estatal fue mucho más allá de lo que
el CS plantea, constatar el profundo repudio a la forma que tomó el saqueo
imperialista, los partidos políticos de la democracia burguesa, el “que se vayan
todos”.
Qué de nuevo tuvo la “insurrección de nuevo tipo”
¿Qué otro carácter “novedoso” tuvo el 19 y 20 que lo diferencie de otras
insurrecciones? Su tesis plantea: “El movimiento del 19 y 20 prescindió de todo
tipo de organizaciones centralizadas. No la hubo en la convocatoria ni en la
organización de los hechos. Pero tampoco después a la hora de interpretarlos.
Esta condición que en otras épocas hubiera sido vivida como una carencia, en
esta ocasión se manifestó como un logro. Porque esta ausencia no fue
espontánea. Hubo una elaboración multitudinaria y sostenida de rechazo a toda
organización que pretendiese representar, simbolizar y hegemonizar la labor
callejera” [21]. De esta forma las características que adquirió la manifestación del
19 y 20 no fueron espontáneas sino que las mismas fueron “preparadas” por la
emergencia del “nuevo protagonismo social”. Su carácter fundamental es la
ausencia de toda centralización y organización en la acción de masas. Para el CS:
“Allí donde el resto ve carencia nosotros vemos potencia” [22].
La espontaneidad “preparada”
En la lectura del CS, el fuerte componente espontáneo, característico de toda
intervención independiente de las clases explotadas, que adoptó una forma
predominante en la insubordinación del 19 y 20, se transforman inmediatamente
en su inverso, un factor preparado por las propias masas. Esta posición, que
intenta huir de los viejos y desacreditados “paradigmas” del marxismo
revolucionario, no puede más que poner el debate en un nuevo plano: para el CS,
si la multitud no tuvo como objeto enfrentar al Estado, consecuentemente pudo
constatar con su acción que no necesita ninguna organización, ni centralización en
su acción contra el capital. Esta posición no dá cuenta del proceso por el cual la
intervención de las clases explotadas y oprimidas en la Argentina adoptó esa
forma, la preeminencia de la espontaneidad por sobre el elemento centralizador y
organizador de la lucha callejera. Negando, por otro lado, que lo que fue
“preparado” por la experiencia de las masas fue la consciencia política con que
estas irrumpieron en la vida nacional, así como los métodos que utilizaron para
hacerlo. El agotamiento de la experiencia de las clases subalternas con la
democracia burguesa llega a un punto de inflexión: lo nuevo del 19 y 20 radica en
que las masas se alzaron contra el régimen democrático instaurado luego de la
derrota que propinó la dictadura militar a la generación y las ideas de los años „70.
“Si la recesión aumentó y alimentó el descontento de la pequeño burguesía que se
venía a sumar a la lucha de los desocupados y los paros generales de la clase
obrera contra el cada vez más tambaleante gobierno menemista, la conformación
de la Alianza encauzó esa incipiente alianza obrero y popular al terreno electoral.
Fue la carta que jugaba el régimen apoyándose en la todavía psicología
conservadora de las capas medias de mantener la convertibilidad pero cambiando
el “estilo mafioso” del menemismo” [23]. Así, la experiencia de las masas con el
régimen de la democracia burguesa, la frustración de la ilusión de un cambio
pacífico para revertir las transformaciones regresivas de la política estatal
“neoliberal”, llegó a su fin con el gobierno de la Alianza, que se mostró continuista
de tales políticas, preparando el momento de la lucha callejera contra los partidos
del viejo régimen, que expresaron la alianza de la burguesía nativa con el capital
internacional, culpables de la crisis económica y social. Por otro lado, las
características que toma y desarrolla la acción del 19 y 20 también fueron
preparadas por la propia experiencia de las masas, que desde el 95‟, con el
levantamiento de Cutral-Có, dan inicio a una seguidilla de insurgencias e
irrupciones violentas, fundamentalmente de los desocupados y los estatales del
interior del país, que fueron dando legitimidad social a la acción ofensiva de los
explotados y oprimidos contra el Estado. Estas acciones, los piquetes y
levantamientos del interior del país, junto a los paros generales (7 paros de
importante intensidad) y las manifestaciones fueron forjando los métodos y una
consciencia del enfrentamiento con el Estado, que son la base para entender las
prácticas que adoptó, por ejemplo, la batalla de Plaza de Mayo. El fuerte elemento
espontáneo del 19 y 20 fue su comienzo, miles de pobres y desocupados
saqueando supermercados pidiendo por pan y trabajo, elemento que es sin duda
el más profundo de la acción de las clases explotadas que desbarató y puso en
cuestión la legalidad burguesa. Este se continuó con la imposición del estado de
sitio y el pase a la oposición activa de las clases medias en el cacerolazo del día
19 por la noche. El 19 y 20 dieron origen a una modificación en el bloque de
clases que venía resistiendo y enfrentando al Estado y su plan, previamente
fueron los asalariados y desocupados los que habían protagonizado acciones
nacionales y locales. Con el 19 y 20 se incorpora la pequeña burguesía en forma
activa dando origen a una amplia convergencia de clases que nosotros
denominamos “bloque de diciembre” [24]. En este marco la ausencia de
centralización fue “preparada”, pero no por las masas, sino por la negativa llana de
las centrales sindicales y piqueteras de convocar a ninguna acción de los
trabajadores y desocupados que “desestabilizara” aún más al gobierno aliancista,
pues el interés de las clases dominantes estaba, de últimas, en mantener la
continuidad “constitucional”. Frente a este hecho las centrales sindicales y
piqueteras jugaron un rol abiertamente conservador y defensor del statu quo [25].
Aunque en los momentos previos la clase obrera y los piqueteros habían actuado
desgastando la legitimidad del gobierno de la Alianza, el peso de estas
organizaciones le impidió ser parte activa del levantamiento como fuerza colectiva.
Ausentes en la acción callejera y defensistas del viejo régimen, las centrales
sindicales consumaron una traición.
Centralización y consciencia política en la acción del 19 y 20
De esta forma su afirmación de que “no es casual que las organizaciones políticas
y sindicales quedaran marginadas. Ellas pierden su peso relativo frente a la
presencia de una multitud que opera destituyendo representaciones” [26], le
asigna a las masas la actitud conservadora de las organizaciones sindicales y
piqueteras, además de librar de toda responsabilidad a las organizaciones
políticas, como el Frenapo y el ARI, que defendieron al viejo régimen. La ausencia
de centralización o convocatoria a la acción, en particular a la intervención de la
clase trabajadora y el movimiento piquetero como tales (incluso los sectores de
izquierda del mismo no estuvieron presentes), deja a las masas sin posibilidad de
fortalecer las acciones que se habían desencadenado, o de desarrollar en forma
preparatoria la unidad necesaria entre los distintos sectores de las clases
subalternas para tomar en sus manos la consigna que la multitud ya clamaba: pan,
trabajo y “que se vayan todos”. La mistificación de la espontaneidad por parte del
CS está en función de no ver los límites de la intervención del bloque de clases del
19 y 20, que por su propia acción “espontánea” no pudo agrupar e incorporar, por
la inercia y el peso conservador de las organizaciones al frente de la clase obrera,
al conjunto de las clases enfrentadas al capital, y aquí esta la importancia de la
clase obrera ocupada como sector fundamental. La intervención de la clase
trabajadora mediante la huelga general, hubiera constituido un factor de
centralización de la acción de masas, donde alrededor de las unidades
productivas y de los servicios se podrían haber constituido verdaderos ejes de la
intervención, mostrando que puede haber también otro poder dentro de las
empresas y cuestionando la base de la dominación capitalista. Las fuerzas de
diciembre lograron derrocar un gobierno pero no acabaron con el régimen político,
quebrando su base de sustentación y transformándose en una revolución, en un
acto destituyente del viejo orden. Para ello era vital la incorporación de la clase
trabajadora y sus métodos. Por supuesto que la conclusión inversa, es decir que
no hubo espontaneidad, confundiendo los elementos de preparación y consciencia
de las masas con la existencia de una dirección política que las representa
(ridículo que plantean corrientes como el PCR o el PO), abandona a su vez la
necesidad de ampliar e incluir a la clase obrera ocupada como fuerza necesaria
para fortalecer la potencia desencadenada en diciembre. Ambas visiones, tanto
los que dicen que no es necesario como los que formulan que esta tarea está
resuelta, plantean el peligro del abandono de la difícil pelea por eliminar el control
de la burocracia sindical, representantes del viejo orden político en las
organizaciones obreras. Los millones de asalariados tienen planteado el reclamo
popular de conquistar la democracia y la acción directa en la lucha contra la
dictadura capitalista.
Proceso y sujeto en la insurrección de nuevo tipo”
“El nuevo protagonismo social no es, sin embargo, un nuevo „sujeto‟. No alcanza
jamás tal consistencia. Su ser múltiple y situado nos habla de su carácter
excentrado”. [27] El CS recrea un nuevo protagonismo, la multitud, la multiplicidad,
la diversidad como actor central, así: “La multiplicidad fue una de las claves de la
eficacia del movimiento: se hizo la experiencia sobre las fuerzas que posee una
diversidad inteligente de manifestaciones, puntos de concentración, grupos
diferentes y toda una pluralidad de formas organizativas, de iniciativas y de
solidaridades. Esta variedad activa posibilitó que en cada agrupamiento se
reprodujese en simultáneo la misma elaboración, sin necesidad de una
coordinación explícita” [28]. “Las fuerzas constitutivas del movimiento
insurreccional no se deducen de trayectorias clasistas o individuales. Sin negar
tales trayectorias, producen un más allá que las reinterpreta y que rebasa todo
plan consciente”. De esta forma: “la situación simplemente emerge” [29].
Una “situación de situaciones”
Frente al marxismo, que postuló la constitución de una subjetividad centrada en el
enfrentamiento entre las clases sociales, el CS descentra el sujeto al que se lo
creyó portador de un proyecto de cambio, para transformarlo en multiplicidad. Para
los nuevos situacionistas posmodernos no puede pensarse el mundo en los
términos de la lucha de clases. La fragmentación y la resistencia sectorial a la que
han sido arrojados los asalariados, son transformadas en modelo de una nueva
subjetividad alternativa a la impuesta por el “mercado”. Cuando el poder de las
clases antagónicas al capital y en particular del proletariado está, no en su
capacidad de crear un ser “múltiple y situado”, sino un ser colectivo basado en el
poder social que posee en el sistema capitalista, el CS exalta la “multiplicidad” de
resistencias con que los posestructuralistas eliminaron al sujeto y los
antagonismos de clase, borrando por otro lado las condiciones históricas sobre las
cuales este proceso se desarrolla. Existe, para los marxistas, una relación
dialéctica entre las acciones de las masas y las fuerzas históricas e independiente
de los individuos que actúan sobre ellas, fuerzas que constituyen el terreno donde
se desarrolla su potencia transformadora, a la vez que condicionan su propio
desenvolvimiento. Para Engels: “Las muchas voluntades individuales que
intervienen en la historia producen la mayor parte de las veces resultados no
apetecidos -y con frecuencia, cabalmente los opuestos a ellos- razón por la cual
sus móviles tienen una importancia secundaria para el resultado que en su
conjunto se produce. Y, por otra parte, hay que preguntarse, además, cuáles son
las fuerzas históricas que en las cabezas de los hombres actuantes se
transformaron en esos móviles”. Ni la unicausalidad con las que muchas corrientes
políticas dan cuenta del levantamiento, ni su contraparte en la abstracción pura del
CS. Los marxistas entendemos que: “En la historia de la sociedad, por el contrario,
los agentes son siempre hombres dotados de consciencia, que actúan reflexiva o
pasionalmente, proponiéndose determinados fines” [30]. La relación y
enfrentamiento entre los fines conscientes que persiguen los sujetos y las fuerzas
históricas que las condicionan no dan origen a una determinación unívoca. Para
nosotros “La actual situación revolucionaria se fue componiendo en una serie
contradictoria de momentos económicos, políticos y de la correlación de fuerzas
sociales. Sólo bajo ciertas circunstancias, ruptura del bloque dominante, crisis
política del régimen, acumulación de las experiencias y las luchas obreras y
populares desde el „93 y un cambio profundo en la psicología de las masas, en
especial de las capas medias, se llegó a la crisis revolucionaria de diciembre,
cuando la irrupción de las masas en el centro del poder político provocó la caída
del gobierno de De la Rúa” [31]. ¿Cuáles fueron las fuerzas históricas que
actuaron impulsando y condicionando la acción de las masas el 19 y 20 de
diciembre? Aquí el CS no puede dar pista concreta alguna, la “situación
simplemente emerge”. ¿De qué multiplicidad hablamos: de la de millones de
pobres saqueando supermercados por comida o la de las clases medias de los
barrios ricos de la capital que protagonizaron los cacerolazos contra De La Rúa?
Estas ideas niegan los objetivos por los cuales las masas se movilizaron, sus
intereses diversos y disímiles, tanto como las consecuencias que ha significado
para las clases subalternas su intervención masiva en la palestra nacional. “El
objetivo de la manifestación no puede ser medido en términos de la “coyuntura
que abre” ni de los “logros políticos que conquista”. El CS publica un libro de 100
páginas sobre el 19 y 20 y sólo menciona una vez, y atribuyéndole un carácter
completamente secundario, el hecho de que el gobierno de Fernando De la Rúa
fue derrocado por la acción de masas. Protagonistas de un acontecimiento
histórico contra los personeros de la dominación burguesa, abrieron un período de
características convulsivas, hiriendo al régimen democrático que la burguesía
montó para imponer su dominación. Este hecho es visto por el CS como un
elemento secundario, que termina reduciendo la capacidad creativa de la acción
de masas y la posibilidad futura, basada en la experiencia adquirida, de superar a
la misma.
Revolución neoliberal y nuevo protagonismo social: una estrategia de
convivencia con el Estado
“Ya no se trata de luchar contra el Estado represor -aunque reprima-(...) El
dominio económico, técnico y mediático utilizan al Estado para la dominación, pero
ya no es el Estado el dispositivo estratégico de la producción de una subjetividad
sujetada, dominada, subordinada” [32]. El nuevo protagonismo social “constituye
un trabajo de constatación de las transformaciones operadas en la subjetividad
posmoderna y en las configuraciones actuales del poder, experimentando formas
de producción de una sociabilidad no-capitalista” [33]. En el 19 y 20 “lo que ha
emergido entonces es la posibilidad de realizar un movimiento ético” [34]. La
estrategia del CS, aplicada a la realidad, consiste en terminar aceptando la
existencia del Estado burgués y estableciendo una relación del movimiento social
con el mismo, planteando, a tal fin, que: “existen claves situacionales para pensar
la relación con este elemento „político estatal‟: por un lado, la afirmación de una
autonomía situacional que no consiste en desligarse, sino de asumir esa relación
desde un tiempo, espacio y criterios propios. Por otro, ver la diferente
posibilidades de relación con el Estado- cooptación, represión y capacidad de
trabajar de conjunto en asuntos puntuales- y ser capaces de asumirlas” [35]. En
continuidad con esta “nueva” estrategia, el pensamiento en situación profesa la
posibilidad de que las masas conquisten su autonomía en forma duradera, no sólo
no derrocando el poder burgués, sino en convivencia situacional con el mismo.
Frente a las trampas y los intentos de reforma del viejo régimen, odiado por las
masas, el CS, armado de una teoría que elimina la especificidad del Estado en la
dominación social del capitalismo, postula el abandono de la estrategia marxista
de la revolución socialista y nos propone, como alternativa de una nueva
radicalidad, la convivencia con el Estado capitalista [36].
Marginación autoafirmante
El CS adopta las categorías de exclusión/ inclusión, producidas por las “redes
posmodernas del biopoder”, para dar cuenta de los espacios alternativos o
autónomos que conquistaron las masas. En continuidad con esta concepción,
denomina marginación autoafirmante a todos aquellos que, de forma compulsiva o
voluntaria, quedando “excluidos” del mercado “rechazan lo que la norma hace con
uno, oponer resistencia y crear formas propias y novedosas de ser” [37]. No
podemos dejar de notar, como lo reconocen ellos mismos, que estas categorías se
emparentan con las teorías burguesas que explicaron que el “modelo” excluyó de
su paraíso a miles de hombres y mujeres y que el movimiento piquetero
expresaba la lucha por entrar al sistema, aunque sus conclusiones sean opuestas.
Aquí se elabora, como un espejo invertido, la misma distinción, pero ahora, en la
exclusión de la norma está la posibilidad de la conquista de la libertad. La división
que el capital impone en la clase trabajadora, donde la existencia de un ejército de
mano de obra desempleada es utilizada para aumentar la explotación de los que
están “bajo la norma”, implica que tanto excluidos como incluidos son parte
constitutiva de una misma fuerza, la fuerzas de trabajo. Mientras el masivo
movimiento de desocupados es contentado con un subsidio mínimo estatal y los
trabajadores son aterrorizados por el desempleo y la dictadura patronalburocrática, el CS no hace más que enfrentar “excluidos” contra “incluidos”,
transformando el acto emancipatorio, no en una conquista mediante la acción
voluntaria de las masas, sino en una imposición de las redes posmoderna del
mercado. Mientras tanto les propone a los miles de excluidos que transformen su
marginación en autoafirmación. Para paliar la miseria y desocupación a las que
han sido arrojadas, las masas han elaborado alternativas como el trabajo
comunitario, huertas orgánicas, intercambios de productos, trueque, etc. El CS, al
glorificar estas alternativas como formas de conquistar nuevas relaciones sociales,
reduce las mismas a la persecución de una economía de subsistencia. Que el
subsidio estatal, el trueque u otros recursos sean utilizados en situación para crear
espacios autónomos de sociabilidad “no capitalista” [38] es insuficiente para
superar la degradación permanente de las condiciones de vida de las masas que
significa el capitalismo. A su vez no ofrece una alternativa sólida para unificar a los
trabajadores dando una respuesta a la desocupación que hoy afecta a millones.
Frente a la política “integracionista” de la CTA y la CCC que plantea la inclusión
del excluido desde el propio estado o la “ilusión política” postulada por las
organizaciones piqueteras radicales que utilizan la lucha por la inclusión para
enfrentar al estado burgués, el CS afirma que “la fuerza del piquete no radica en la
demanda de inclusión. Como explican los miembros del MTD de Solano, no se
trata ya de volver a entrar. Se sabe que ya no hay un “adentro” deseable (...) La
potencia del piquete, es la hipótesis, radica en la capacidad del movimiento de
subjetivarse como lo que excede su carácter de excluidos, pobres o
desocupados”. [39] De esta forma, la autonomía situacional que nos proponen es
reducida al campo de la subsistencia autogestionaria [40], en lugar de buscar el
desarrollo y la conquista de una verdadera autonomía, basada en la organización
democrática de los trabajadores ocupados y desocupados que, desafiando la
dictadura capitalista dentro y fuera de la producción, luchen por el control de los
medios de producción, las fábricas, establecimientos y tierras, mediante la lucha
por el “trabajo genuino”, el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos
disponibles y el control obrero de toda fábrica o establecimientos ante la amenaza
de cierres o despidos de nuevos trabajadores, como muestran las experiencias de
Brukman y Zanón. La autoafirmación del movimiento de masas, y de la clase
trabajadora, sólo puede estar en la conquista de una organización común, basada
en la solidaridad de clase, que le arrebate a la burguesía el control de la
tecnología, la ciencia y la producción para subordinarlas al desarrollo y
satisfacción de las necesidades sociales. Una organización que exprese las bases
de un nuevo orden social, antagónico e irreconciliable con el Estado burgués, al
que esté llamado a derrotar para imponer la república de los trabajadores.
¿Cambiar el mundo sin tomar el poder?
“Todo un ciclo de insurrecciones fue analizado por la teoría política revolucionaria
dominante bajo este signo. Así la rebelión de los oprimidos fue concebida como un
momento necesario (...) la revolución, a su vez, era comprendida como un devenir
orgánico hacia la reconciliación del todo social e histórico consigo mismo. Las
viejas contradicciones eran por fin superadas. La revuelta, como negación
afirmaba “lo nuevo”, el socialismo”. De aquí que: “El fracaso de esta estrategia
está centrado en que tanto el éxito como el fracaso era pensado a partir de una
hipótesis incuestionada: las sociedades transforman o conservan sus invariantes
desde arriba” [41]. Hemos visto como el CS postula la idea de generar relaciones
no-capitalistas y una autonomía duradera sin derrocar al Estado, sin arrebatarle
los medios de producción al gran capital, sin derrotar la subordinación semicolonial
de nuestro país y sin conquistar nuevas organizaciones centralizadas que
expresen la hegemonía de la clase trabajadora, como clase anticapitalista. En
definitiva sin revolución social. Para esto, centra su ataque en el leninismo y la
estrategia marxista, realizando una operación de mistificación sobre la experiencia
revolucionaria que protagonizó el proletariado y las masas a lo largo del siglo XIX
y XX. Frente a la visión centralista y “autoritaria” de la revolución proletaria que
transforma sus “invariantes desde arriba” [42], Lenin definía así la toma del poder
en Rusia: “Es una dictadura revolucionaria, es decir, un poder que se apoya
directamente en la conquista revolucionaria, en la iniciativa directa de las masas
populares, desde abajo, y no en la ley promulgada por el poder centralizado del
Estado”. [43] La idea de un Estado basado en la democracia directa, en los soviets
o consejos obreros estaba ligada, como lo reconocen intelectuales autonomistas
como es el caso de Toni Negri, a la lucha por la extinción del Estado: “Para el
movimiento obrero del ochocientos y novecientos, y para el movimiento comunista,
no hay „toma del poder‟ que no esté asociada a la „extinción del Estado‟. Y Lenin
no es una excepción. Su extraordinaria aventura está ligada a ese proyecto”. [44]
A lo largo de la historia de la humanidad las masas fueron protagonistas de
innumerables rebeliones, insurrecciones y revoluciones. Las mismas siempre iban
acompañadas de ideas, más o menos elementales, de conquistar la igualdad.
Desde las revueltas campesinas del medioevo contra los impuestos señoriales y la
servidumbre, pasando por la propia revolución francesa, cuya ala jacobina postuló,
frente al derecho de propiedad, la “igualdad del goce”. Lo que el proletariado
conquistaba era el terreno material, bajo la moderna industria capitalista, de
imponer un paso decisivo en el proceso de liberación. Marx decía de la
experiencia de los comuneros franceses de 1871 que era “el resultado de la lucha
de la clase productora contra la que se apropia del trabajo ajeno, la forma por fin
hallada que permitía realizar la emancipación económica del trabajo”. Las
revoluciones proletarias del siglo XX y en particular la Rusa, implicaron una
radicalización de la experiencia del proletariado parisino, y aniquilando al Estado
capitalista edificaron el Estado basado en el sistema revolucionario de los
consejos. El CS alza la idea de Comuna, pero enfrentada a la idea de germen del
Estado proletario, como aquello que “aparece como la subjetividad de quienes
resisten al poder creando nuevas formas de vida” [45]. Abandonado los objetivos
igualitarios por el cual las masas se embarcan en la revolución, y en particular el
objetivo socialista, el CS nos propone la creación de nuevas formas de vida sin
emancipar del trabajo asalariado a las clases productoras, sin liberar a los
trabajadores ocupados y desocupados de la dictadura de la ganancia y la
propiedad privada, sin poner la tecnología y la producción para tal fin; sin enfrentar
a las organizaciones del movimiento de masas que colaboran con la ardua tarea
de sostener estas relaciones, nuevamente sin destruir la maquinaria estatal que
las impone.
Medios y fines en la lucha contra el capital
“La hipótesis podría enunciarse así: la positividad de la negación radica tanto en la
destitución de las formas políticas, representativas e institucionales vigentes, como
de los devenires que inaugura” [46]. “El movimiento del 19 y 20 no extrae su
sentido del futuro, sino del presente: su afirmación no puede verse en programas y
propuestas de cómo debe ser la argentina. Claro que existen anhelos
compartidos” [47] esto es así para el CS porque ”el futuro ha dejado de ser la
clave del presente” [48] Para el CS la facilidad con la que se puede conquistar la
emancipación del mercado es tal, que no sabemos por qué aún las masas no lo
han hecho. Por supuesto que, para ser creíble tamaña empresa, debe
abandonarse todo objetivo consciente de conquistar un futuro distinto, en
particular el anhelo socialista y comunista. En esto, la renombrada estrategia del
“pensamiento del contrapoder”, comparte los postulados de posmodernistas como
Jean Baudrillard quien, proponiendo que “el futuro ya ha llegado”, profesaba el
conformismo de la convivencia con el capitalismo y llamaban a abandonar toda
perspectiva de cambio radical. En extraña coincidencia la radicalidad en
“situación” posee la particularidad de proponer lo mismo, pero tras la idea de crear
“valores alternativos a la sociabilidad dominante” [49]. En el debate de la segunda
internacional entre reforma o revolución, Bernstein era el portador de una
“metafísica determinista” y toda su teoría se reducía “a aconsejar el abandono del
objetivo final de la socialdemocracia, la revolución social, y convertir el movimiento
de reforma, de un medio, en el fin de la lucha de clases” [50]. Podemos decir que
el CS no escapa a esta máxima: bajo una metafísica de carácter irracionalista [51]
rompen la unidad existente entre presente y futuro, entre medios y fines, es decir
entre la capacidad consciente de la clase trabajadora y sus aliados de cambiar la
realidad o no. Los explotados y oprimidos, protagonistas de históricos
acontecimientos en nuestro país, en su lucha contra el viejo orden comienzan a
gestar los gérmenes de uno nuevo -expresiones de ello son las asambleas
populares, los piquetes, y las fábricas ocupadas- sentando las bases, de mediar
nuevos saltos en su organización y unidad, de imponer un futuro distinto a la
miseria capitalista. La conquista de una sociedad comunista internacional no será
mediante leyes y decretos, surgirá de la actividad voluntaria de la clase
trabajadora que logrando el poder y la iniciativa en la producción industrial,
agrícola y científica, se encamine a organizar la producción de un nuevo modo.
Para ello, en momentos previos a la destrucción del viejo orden debe anticiparse el
nuevo, surgido de su impulso y conscientes de sus objetivos revolucionarios.
Contrario a esta estrategia las concepciones y la teoría política postulada por el
CS abandonan toda perspectiva de cambiar el conjunto de las relaciones sociales
capitalistas mediante la revolución socialista, es decir, de la lucha por conquistar el
terreno de la igualdad material entre los seres humanos, de la socialización de los
medios de producción, de la posibilidad del comunismo y la libertad. Muchos
compañeros que conforman la nueva militancia social en nuestro país, que
abnegada y valientemente son parte del movimiento emergente luego del 19 y 20
de diciembre, abrazan las ideas originarias de la heterogénea corriente que se ha
dado en llamar autonomismo [52]. El auge que han tomado estas ideas en nuestro
país se explica por la debacle y la “crisis orgánica” del viejo régimen y la estructura
capitalista argentina, junto con el fracaso y desprestigio de las organizaciones
sindicales y la izquierda reformista tradicional, que ha proclamado el cambio desde
el propio estado. A lo largo de su exposición el CS utilizando muchas de estas
ideas recrean un nuevo tipo de reformismo; no ya porque planteen que el cambio
puede conquistarse desde el Estado, sino porque el mismo puede hacerse sin
destruir la maquinaria estatal capitalista. El CS, como hemos visto a lo largo de
este artículo, le propone a la nueva militancia social una nueva praxis política, el
Nuevo Protagonismo Social, que no escapa al viejo clamor bersteniano de “el
movimiento lo es todo, el fin es nada”, expresado en una estrategia que, en
convivencia con el estado burgués, propone a las masas un reformismo de la
subsistencia y la subjetividad alternativa.
Notas
[1] Colectivo Situaciones, 19 y 20. Apuntes para el Nuevo Protagonismo Social,
Bs.As., Ediciones de Mano a Mano, Abril de 2002.
[2] Agrupación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, de ideología
peronista-populista y adscripta a la CTA.
[3] Guy Debord, La sociedad del espectáculo, 1957. Versión electrónica.
[4] “(... ) lo que en el primer proceso, antes que el dinero o la mercancía se hayan
transformado realmente en capital, les imprime desde un comienzo el carácter de
capital no es ni su condición de dinero ni su condición de mercancía (...) sino el
hecho de que este dinero, esta mercancía, estos medios de producción y
subsistencia, se enfrentan a la capacidad de trabajo -despojada de toda riqueza
objetiva- como poderes autónomos personificados en sus poseedores; el hecho de
que, por tanto, las condiciones materiales necesarias están enajenadas al obrero
mismo, o más precisamente, se presentan como fetiches dotados de una voluntad
y un alma propias (...)”. Karl Marx, El Capital, Capitulo IV- Inédito, México, Siglo
XXI, España, 1981.
[5] Según el norteamericano Frederic Jameson el posmodernismo asimila del
situacionismo la idea de “un mundo convertido en mera imagen de sí mismo, así
como de pseudoacontecimientos y „espectáculos‟...A estos objetos debemos
reservarles la etiqueta platónica de „simulacros‟...Con bastante coherencia, la
cultura del simulacro ha materializado en una sociedad que ha generalizado el
valor de cambio hasta el punto de desvanecer todo recuerdo del valor de uso, una
sociedad en la cual, según la observación espléndidamente expresada por Guy
Debord, „la imagen se ha convertido en la forma final de la reificación mercantil‟”.
Frederic Jameson, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo
avanzado, España, Ed. Paidós Studio,1995.
[6] “En el poder de los Consejos, que debe suplantar internacionalmente a
cualquier otro poder, el movimiento proletario es su propio producto, y este
producto es el productor mismo. Él mismo es su propio fin. Sólo ahí la negación
espectacular de la vida es negada a su vez”. Guy Debord, op.cit.
[7] CS, 19 y 20..., op.cit., pág. 25.
[8] Ibídem, pág. 19.
[9] “El poder se ejerce. Nadie hablando con propiedad es el titular de él”. Michael
Foucault, Microfísica del poder, Bs.As., Planeta, 1994.
[10] CS, op.cit., pág. 22.
[11] CS, 5º declaración, “Imperio e Imperialismo. A propósito de los
acontecimientos de Venezuela”, versión electrónica, negritas nuestras.
[12] Karl Marx, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” en Trabajo asalariado y
Capital, Barcelona, Planeta, 1985.
[13] La carencia de datos y demostraciones históricas se expresan aquí en una
carencia absoluta de definiciones políticas. ¿A qué momento del viejo Estado
nacional concretamente se refieren? ¿En base a qué periodización corresponden
sus definiciones? ¿Se refieren al estado peronista o a la fase alfonsinista de la
restauración democrática?
[14] CS, 19 y 20...op.cit., pág.54.
[15] Ídem, pág. 60.
[16] Ídem, pág. 60.
[17] El CS rechaza la dialéctica marxista y adhiere al inmanentismo filosófico
spinoziano puesto de moda por los italianos Toni Negri y Paolo Virno. En esto se
diferencian del situacionismo original que criticaba a la izquierda reformista por su
abandono de la dialéctica revolucionaria.
[18] El concepto de multitud es una de las elaboraciones del nuevo autonomismo
social de los citados Negri y Virno, que tomado del filósofo Baruch Spinoza, viene
a sustituir la idea de sujeto clasista forjada por el marxismo. Para una crítica a esta
concepción ver Christian Castillo, “¿Comunismo sin transición?” en Estrategia
Internacional Nº 17, abril 2001.
[19] CS, 19 y 20..., op.cit., pág. 42.
[20] Para ver este debate y nuestras posiciones recomendamos las notas de la
revista Estrategia Internacional Nº 18, febrero 2002.
[21] CS, 19 y 20..., op.cit., pág. 37, negritas nuestras.
[22] Ibídem, pág. 37.
[23] Jorge Sanmartino y Manolo Romano, “Crisis de dominio burgués: reforma o
revolución en Argentina” en Estrategia Internacional Nº 18, op.cit.
[24] Los desocupados y las masas pobres, las clases medias urbanas, sus
sectores medios y bajos, y los asalariados “...todos ellos irrumpieron
simultáneamente en las jornadas revolucionarias. Todavía se presenta la inercia
de un frente unificado que podríamos llamar el Bloque de diciembre, si ponemos
bajo ese nombre al conglomerado de clases populares, incluido los asalariados en
general, que protagonizaron los embates contra el gobierno de De la Rua y
Cavallo”. Estrategia Internacional, Nº 18, op.cit.
[25] Que en el caso de la CTA y la CCC es francamente vergonzosa, pues
mientras miles desafiaban el estado de sitio ellos levantaban la marcha convocada
para el día 20 y en boca del diputado D‟Elía se acusaba de provocadores a los
miles de pobres que saqueaban supermercados.
[26] CS, 19 y 20..., op.cit., pág. 43.
[27] Ibídem, pág. 26.
[28] Ibídem, pág. 55.
[29] Ídem.
[30] Federico Engels, Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
C.Marx, F. Engels, Obras Escogidas, T III. Ed. Progreso. Moscú, 1973.
[31] Jorge Sanmartino y Manolo Romano, op.cit.
[32] CS, 19 y 20..., op.cit., pág. 192.
[33] Ibídem, pág. 85.
[34] Ibídem, pág. 61.
[35] Por citar dos ejemplos, el tipo de relación establecido por los MST de Brasil, el
reconocimiento estatal del zapatismo y sus leyes de autonomía indígena, y como
ejemplo nacional mencionan a los MTD.
[36] Lleno de proclamas macartistas, el CS anima a formular que en la demanda
democrática que levantan las masas, el que se vayan todos, está incluida la
izquierda partidaria.
[37] Para aquellos que postulan la convivencia con el estado burgués se entiende
que la conquista de la autonomía sea transformada, en definitiva, en una
“operación ética” que consiste en la sustracción del movimiento de masas de la
norma vigente, creando “la posibilidad de una experiencia de desarticularse de la
norma que la nombra, que sabe sobre ella y que designa sus características de
normalidad, supone el movimiento de asumir soberanamente su situación
proponiendo discursos, saberes y criterios, cuyo origen es ya situacional, es decir,
múltiple”. CS, 19 y 20..., op.cit., pág. 103.
[38] Integrantes del actual CS antiguamente colaboraban con la CTA. En su libro
avanzan en una postura crítica contra el reformismo de esta central. Su nuevo
modelo está basado en la experiencia de los MTD de la zona sur, que, contrario a
la utilización clientelar de otras organizaciones piqueteras, llevan adelante con los
subsidios de desempleo un fondo común para realizar trabajos comunitarios,
posibilitando de esta manera una mayor democracia en la organización de base
de los desocupados.
[39] Ibídem, pág. 105.
[40] Como ejemplos de esta reducción podemos leer en su libro: “La misma
metodología orienta la forma en que el MTD de Solano asume su relación con los
gobiernos. Ellos administran planes sociales otorgados por el gobierno sin que
esto signifique claudicación alguna. Simplemente entienden que un proceso de
afirmación situacional implica una relación compleja con el Estado. Y en ese
proceso van elaborando sus propios saberes sobre el cambio social y la
revolución. Dentro de esos saberes asumen la complejidad que supone recibir
financiamiento de los gobiernos y, a la vez, establecer niveles muy altos de
enfrentamiento con ellos. Acuerdos y enfrentamientos, no obstante, no agotan los
vínculos entre el MTD y el Estado. Además esta la autonomía de pensamiento y
de acción que los llevan a organizar una economía alternativa para sostener el
movimiento cuando eventualmente se acaben los planes”. Ibídem, pág. 109.
[41] Ibídem., pág. 56.
[42] Debemos aclarar que Gramsci llamaba a estas revoluciones desde “arriba”
revoluciones pasivas, donde las clases dominantes imponía un proceso de cambio
o
modernización
de
las
condiciones
capitalistas
bajo
formas
contrarrevolucionarias.
[43] Lenin, “La dualidad de poderes” en Obras escogidas, Tomo IV, México, Ed.
Cartago, 1976.
[44] Toni Negri, “Lenin después de Lenin”, versión electrónica.
[45] CS, Contrapoder, Bs..As., Ed. De Mano a Mano, 2001, pág. 40.
[46] CS, 19 y 20, Ídem, pág. 54.
[47] Ídem.
[48] CS, Contrapoder, op.cit. Pag 20.
[49] CS, 19 y20, op. cit., pág. 86.
[50] Rosa Luxemburgo, ¿Reforma o Revolución?, Ed. Nativa, Montevideo, 1971.
[51] Véase su rechazo a la dialéctica de la historia, al sujeto como portador de
conciencia, a su abstracto enfrentamiento entre la vida y la muerte presente en su
sistema, etc.
[52] Actualmente en nuestro país han tomado fuerza las ideas, no solo de teóricos
autonomistas “tradicionales” como P. Virno o T. Negri, sino que sus ideas han sido
reelaboradas en forma diversa por ejemplo por el neozapatismo de J. Holloway, o
incluso la crítica a la “representación” del Parlamentario L. Zamora.

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