El carácter problemático del concepto de información

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El carácter problemático del concepto de información
Universidad Surcolombiana
Seminario de Teoría de la comunicación I
Programa de Comunicación Social y Periodismo
Prof.: Carlos Arturo Monje Álvarez
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EL CARÁCTER PROBLEMÁTICO DEL CONCEPTO DE
INFORMACIÓN
El concepto de información es problemático, hay disparidad de enfoques al respecto difícilmente
convergentes. Las discusiones son insuficientemente esclarecidas, ya que se desechan los
planteamientos enterrándolos; pero así no se resuelven. Otra forma insuficiente es plantearse el
término de una manera formal y descriptiva (información es todo lo que aparece en los periódicos).
El problema del concepto viene del uso del término información. Está muy desgastado, es equívoco
por polisémico (la polisemia no es siempre mala, ya que casi siempre el contexto decide; pero esta
ventaja no se da cuando nos referimos a información). Información se asocia a multitud de términos:
novedad, comunicación, datos, señales electrónicas, abrir una investigación judicial... Al tener un
campo semántico muy amplio el concepto se difumina, ya que cualquier concepto, para su
estudio, debe ser acotado. Por ejemplo, no excluimos nada del término cultura, pero de esta manera
no sabemos qué significa. Vemos, pues, que el concepto información es problemático porque se usa
el término de forma indefinida.
Insuficiencias de la teoría matemática de la información
Hasta hace poco, estaba en boga el concepto matemático de la información de Shannon y Weaver.
Pero sus investigaciones iban referidas al campo de la comunicación. La información es, según esta
teoría, el resultado de una ecuación matemática:
I = log2 1/P
I: Información; P= Probabilidad
Shannon y Weaver entienden la información como reducción de incertidumbre (ignorancia): A
mayor probabilidad de que un hecho suceda, menor información aportará su aparición. Este principio
sirve para cualquier clase de comunicación digital (móvil, ordenadores, etc.).
Pero no es aplicable a la comunicación humana, a la información, porque está pensado para un
número finito de posibilidades (N) y, además, se supone que ya conocemos P. La fórmula es un
concepto matemático, formal, vacío. Los medio tratan temas humanos, pero no matemáticos. A un
ingeniero en telecomunicaciones le da igual el contenido del mensaje. Una consecuencia de esta
teoría es el principio de que si ya tenemos un conocimiento, no se nos da información acerca de él,
sino redundancia.
El concepto matemático ha tenido influencia en los estudios de los medios de comunicación. Se han
aportado definiciones formales, indeterminadas por omniabarcantes. Dan como buena una premisa
que no es válida (si algo es condición necesaria será también condición suficiente) para afirmar que
todo lo que aparece en los medios de comunicación es información. Con este positivismo, se llega a la
conclusión de que todo lo que aparece en los medios es información, pero también que son medios
aquellos que publican información. Encontramos entonces una petición de principio (¿qué fue
primero?). Algunos ejemplos de esta concepción formal los encontramos en:
BRAJNOVIC  “Conjunto de formas para hacer saber a través de los medios u otro procedimiento”.
Es demasiado amplia e indeterminada.
VOYENNE  “Información es un conjunto de actividades, instituciones [...] con objeto de la
publicación de hechos significantes de la vida social.” Las instituciones no pueden ser una
información. El autor concibe al periodista como un vehículo de hechos.
LANGERFORRS  “Cualquier clase de conocimiento...” El autor mezcla conocimiento con mensaje.
BENITO  “Toda difusión de hechos...” No dice a través de qué.
“La transmisión de ideas, hechos y opiniones”  Los hechos no se pueden transmitir.
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UNESCO  “Someter a tratamiento difundir las noticias, datos, etc. para entender las situaciones y
tomar las medidas pertinentes.” Sería equivalente a decir que “información es conocer”.
La información como dotación de sentido, a través de la enunciación narrativa.
Desde el punto de vista de la teoría matemática, EL PAÍS y SEGUNDAMANO sería iguales.
Formalmente lo son, pero desde una perspectiva extrínseca, llamaría la atención la distinta
importancia social de cada uno de ellos. Un periódico incluye gran multiplicidad de textos, tan
distintos, que cuesta trabajo hacer una definición global (ya que conocemos por semejanzas o
diferencias”
El SEGUNDAMANO es una recopilación de datos, mientras que EL PAÍS tiene datos hilados por
juicios. Las noticias son un tipo particular de textos que poseen datos organizados como una
historia, ya que los datos, por sí mismos, no cuentan nada. Los editoriales y las columnas, no dicen,
cuentan. Hay una diferencia entre los textos que son meros datos y aquellos que cuentan algo. Las
noticias son textos noticiosos con carácter narrativo. Informar es narrar historias. Este
concepto es insuficiente, pero no es omniabarcante, por lo que puede escapar del formalismo.
Hay que tener en cuenta que no todas las narraciones son literarias, ya que también podemos
encontrar las historiográficas y las periodísticas.
Concepto de enunciación narrativa y sus tipos.
Aristóteles es el primer gran teórico que habla de la narración. En la Poética, habla de ella, pero no de
una forma sistemática. Aristóteles dice que una narración hace una miméis (representación) de
una praxis (acción). Esto se aplica a la epopeya y a la tragedia, pero no a la poesía.
El concepto de mímesis no es autárquico. Hay mímesis-representación de algo. No es lo mismo
representar un pasado que un futuro. Vemos, pues, que el concepto de miméis es dependiente
del de praxis. El sentido vulgar de mímesis es copiar, imitar, pero eso no es aplicable a una praxis
(acción). Cuando Aristóteles habla de representar, su concepto es que imitar es actuar como sí.
Aristóteles dice que el arte es imitativa de la vida. Cocinar, por ejemplo, es imitar la naturaleza: es
como una digestión, un estómago previo. Cuando una narración es buena, el receptor tiene la
sensación de haber estado presente. Una buena narración tiende a difuminar la diferencia entre el
conocimiento directo y el testimonial. Narrar es actuar como si no hubiera intermediario.
Cualquier narración supone una mediación, pero una buena narración difumina esa mediación. El
periodismo americano suele asimilar objetividad a impersonalidad, de manera que sería objetivo
hablar en tercera persona (para Muñoz Torres es un error).
El concepto de narración necesita, para ser entendido, la comprensión de los conceptos de mimesis y
praxis, ya que la praxis es el objeto de la mimesis. Aristóteles distingue tres tipos de acciones
(aunque en realidad se trata de una distinción analítica, pues las acciones son teórico-prácticotécnicas):
theoría  Ejercicio de la facultad de pensar.
praxis  Tiene que ver con querer, con la intención. Es contingente, esto es no necesario
(entendiendo como necesario aquello que “no puede dejar de ser como es”, como, por ejemplo, el
teorema de Pitágoras).
poiesis  (Se puede identificar con Tecné). Ejercicio de la facultad de producir, hacer.
La theoría y la praxis tienen en común el carácter inmanente (aquello que no tiene efecto
externo, Aristóteles pone el ejemplo de la vista). Otro ejemplo claro sería el entender: lo entendido no
existe sin el entender, como lo visto no existe sin la vista. Lo entendido desaparece en el momento en
que dejo de entenderlo, sólo queda el recuerdo de haberlo entendido. Si cesa el acto de entender,
cesa lo entendido. Eso no ocurre con otras acciones: cuando cesa la acción de construir, permanece
el efecto (lo construido). Las acciones inmanentes son instantáneas, y de ellas no se deriva ningún
efecto.
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En cambio, la poiesis es transeúnte (tiene efectos externos). Por ejemplo, escribir, hablar, componer
un poema, escribir ese poema, bailar, mover un balón... Los movimientos son acciones técnicas,
producen una acción exterior.
Un ejemplo de esa diferencia sería: un hombre arregla una valla (poiesis), pero con ello, está
impidiendo que se escape el perro (praxis) o está demostrando que es un manita (praxis)... Cuando un
hombre persigue a varios terroristas, la poiesis sería coger el coche, seguirlos, llamar por teléfono, etc.
Sin embargo, la praxis puede ser hacer justicia, ser un héroe, etc. Cuando un periodista lo califica de
héroe no está juzgando la poiesis, sino la praxis. Vemos pues que las acciones de la praxis dan
sentido a las acciones técnicas. Podemos hacer las mismas acciones técnicas, pero no
estaremos haciendo lo mismo.
Las acciones prácticas son inmanentes, por lo que no se captan si no es a través de indicios. Si la
theoría tiene por objeto la verdad, si la poiesis tiene por objeto hacer (ambas tienen que ver
con aspectos secundarios de la personalidad), la acción práctica tiene que ver con el conjunto de
la persona. Según Aristóteles, las acciones prácticas son acciones libres que persiguen la
felicidad, tienen que ver con lo bueno, lo malo, lo mejor y lo peor. Aristóteles habla en términos
morales, pero no moralistas. Cuando Aristóteles dice que la felicidad tiene que ver con lo mejor
posible para cada persona, dice que cuando obramos tenemos que decidir entre lo bueno y lo mejor, o
entre lo malo y lo peor. La práctica no se mueve entre lo permitido y lo prohibido. En el obrar
práctico no nos planteamos entre lo bueno y lo malo, sino entre lo bueno y lo mejor. El obrar práctico
es elegir lo mejor.
Lo característico de la acción práctica, atendiendo a su objeto, es que no es algo que se nos dé
dado. No existen recetas. Existen unas recetas para la poiesis (manuales, etc.), también para la
theoría (maneras de resolver una ecuación, reglas lógicas, etc.) pero no hay un catálogo para ser
buen ciudadano. La acción práctica no se puede deducir.
Aristóteles dice que las narraciones representan principalmente la praxis (también acciones
técnicas). El sentido de la poiesis y la theoría lo da la praxis.
Para Aristóteles, la felicidad tiene que ver con el máximo bien que la persona puede obrar en cada
momento. Si sabemos el motivo de la praxis, sabremos el sentido de las acciones técnicas.
Aristóteles piensa que la narración consiste en representar acciones prácticas. Pero eso no se puede
hacer directamente, sino a través de sus efectos. El periodista, cuando narra, no se limita a
escoger palabras, sino a juzgar. Por lo tanto, un periodista no hace acciones técnicas al narrar, sino
que, al juzgar, lo que el periodista lleva a cabo son acciones prácticas.
Aristóteles dice que la vida es praxis, no es poiesis. Para ser un buen narrador, habrá que hacer
un juicio del sentido de las acciones. No simplemente dar datos. No es posible aportar sólo datos:
hay selección, ya que los datos dependen del contexto en que se sitúen.
Si narrar es hacer juicios y las acciones prácticas son inmanentes, para contar habrá que fijarse en
los efectos de lo inmanente. No se puede caer en la ingenuidad de decir que sólo se puede juzgar lo
externo, ni tampoco en la de tomar una posición divina y creer que se conocen las intenciones.
Durante mucho tiempo se ha intentado dar una visión del periodismo eminentemente técnica (pej.- los
actuales libros de estilo). Pero las decisiones de los periodistas casi nunca se resuelven de forma
técnica. La profesión periodística utiliza juicios que comprometen la inteligencia y la voluntad, son
prácticos.
SENTIDO PASIVO DE LA ACCIÓN PRÁCTICA
La acción práctica es una acción libre, pero una acción libre puede no partir del sujeto que
actúa. Por ejemplo, si una persona me causa perjuicio, yo, libremente, puedo perdonarle,
demandarle, pegarle, etc.
La acción informativa es práctica (praxis) por:
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Sujeto  El sujeto se compromete y obra para informar. No se pueden hacer juicios de valor
sin comprometere.
Objeto  El objeto de la representación narrativa es la acción práctica.
Destinatario  El destinatario se siente interpelado por lo que se cuenta en la narración. El ver
cómo actúan los demás (o lo que pasa) cambia el modo de actuar propio.
La representación narrativa (mimesis) tiene dos modos:
Modo prolijo, minucioso, que se pierde en los detalles  Kath Ekaston
Totalidad rápida y esencial  Katholou. La narración periodística es Katholou, pues condensa lo
esencia en el título y la entradilla.
El periodismo es distinto de la literatura. La literatura juega con lo real y la historia y el periodismo son
fieles. Según Aristóteles, el historiador cuenta lo que ha pasado y el literato lo que podría
haber pasado. Lo posible es otro modo de ser real.
Peculiaridad de la información periodística
Las narraciones literarias versan sobre lo posible. Sus hechos están inspirados en lo real, pero no son
actuales (actuales como “en acto”). La historia y el periodismo no cuentan mundos posibles, sino
mundos acaecidos. La realidad narrada está sujeta necesariamente a la evidencia.
La ficción viene de fingere (construir). Borges dice, “¿para qué quiero un mapa de escala 1:1?”
Cualquier texto narrativo entraña ficción, porque está hecho y por lo tanto tiene un
valor mediador que se acepta. Una buena narración tiende a hacer que el destinatario olvide que
hay mediación.
La narración periodística es ficción (en este sentido) porque lleva un orden determinado (a veces, la
yuxtaposición temporal sugiere relación causal). La elección de los datos cambia el sentido de la
noticia. Otro elemento es la focalización (punto de vista). La colocación física o temporal de los
hechos en una narración no es inocente.
Por ejemplo, las comillas seleccionan. Tuchman, en La fabricación de la noticia, asegura que los
periodistas usan técnicas para aparentar objetividad. No es lo mismo decir Izquierda Unida que
“Izquierda ”Unida que Izquierda “Unida”. A veces, se usan comillas para desmarcarse del que habla.
Es fundamental el punto de vista de la focalización, incluso aún cuando se pretenda un narrador
omnisciente (que intenta ponerse por encima de todos los puntos de vista, simulando que no existe
una focalización determinada). Nos encontramos ante el uso de los implícitos. Es más importante lo
que se dice implícitamente que lo que se dice explícitamente. En ocasiones, una pregunta puede
convertirse en una acusación velada. Otro caso es la omisión de determinados datos (raza,
orientación sexual, etc.). Esta orientación es decisión del periodista. El texto está construido a través
de acciones menores y detalles.
¿Todo recurso narrativo es válido para el periodismo? Hay que diferenciar entre lo posible (ficción) y
lo efectivo (no ficción). Todas las narraciones se parecen a la Iliada en que no pueden evitar la ficción
(elaboración) por eso se ha llegado a decir que todo el que lee historia encuentra ficción, pero que
todo el que lee ficción encuentra historia. Un periodista no puede leer el pensamiento: no
aceptaríamos el monólogo interior como recurso para el periodismo. La reacción al objetivismo,
el nuevo periodismo, es utilizar técnicas literarias para el periodismo. Pero lo subjetivo no
significa caprichoso, no todo vale.
Un pacto de lectura es un conjunto de expectativas compartidas entre emisor y receptor. A
veces, los pactos de lectura son fronterizos: ¿novela histórica o historia novelada? Ocurre con el
nuevo periodismo: ¿periodismo o literatura? En un periódico, el lector espera que lo que lee haya
ocurrido. El Washington Post publicó una transgresión de este principio con el reportaje del niño
heroinómano.
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Las diferencias entre el periodismo y la historia se fundamenta en que el historiador cuenta acciones
pasadas, cerradas. El periodista no cuenta lo que pasa hoy, sino lo que tiene relevancia hoy. Habla
de procesos en curso, cuenta los acontecimientos desde finales parciales. El periodista está inmerso
en los acontecimientos, no tiene libertad porque su relato puede modificar la realidad.
LIBERTAD +
Literato. Límite: su
talento e
imaginación
Historiador. Tiene
más perspectiva
5
Periodista. Margen de
maniobra muy pequeño.
Requiere más cautela.
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LA INFORMACIÓN COMO DOTACIÓN DE SENTIDO
Introducción
Las interrogantes acerca de si cabe un saber propio acerca de la información plantean numerosas
reticencias, ya que, en su mayor parte, ponen en entredicho un consenso sobre el que se asienta toda
una estructura administrativa de docencia e investigación.
Las dos cuestiones centrales en este sentido son: ¿Cabe hablar de un saber específico sobre la
información?; en caso afirmativo, ¿podría ser considerado un conocimiento científico y no sólo un
conjunto de conocimientos técnicos o empíricos? En este texto se tratará de demostrar que sí cabe un
saber específico respecto a, al menos, un tipo de mensaje: los enunciados informativos de índole
narrativa.
Algunas insuficiencias de las distintas nociones de información.
La mayor parte de los conceptos de información que se han propuesto en las últimas décadas,
comparten varias insuficiencias que comparten tanto las nociones que se derivan de la teoría
matemática de la información como aquellas que se derivan de la Sociología o del Derecho de la
Información.
La primera insuficiencia la encontramos en lo relacionado al término información, que se aplica a
realidades muy heterogéneas (conocimiento, dato, noticias, señal electrónica, etc.) Para obtener un
concepto de información que las englobe a todas, es preciso que éste sea de carácter formal. De ahí
que durante muchos años se haya tomado como paradigma el concepto de información que propone
la teoría matemática. Pero tal concepto es radicalmente inadecuado para asentar sobre él una ciencia
de la comunicación pública. Es un concepto riguroso, pero no es funcionalmente válido para la
información periodística ya que los contenidos periodísticos no pueden ser reducidos a señales
electrónicas, desprovistas de significado, ni traducidos a expresiones numéricas. Un periódico no es
un conjunto de datos primarios, sino un conjunto de textos con significado.
La teoría matemática es válida para el campo de las telecomunicaciones o la informática, por que a
ellas no les interesa el contenido. Pero cuando se pretende estudiar es la naturaleza de los mensajes
informativos y sus efectos, usar la teoría matemática de la comunicación induce a error, pues en ella
se entiende por comunicación la mera transmisión de señales electrónicas. Las definiciones de
información que derivan de esta teoría matemática deberían ser tomadas como descripciones: más
que decir qué es la información, se ocupan de cómo es, o de cómo se desarrolla su proceso.
Tanto el carácter formal y descriptivo, como la amplitud semántica de estos conceptos responden a un
afán omniabarcante, que pretende dar razón de todo lo que ofrecen los medios de información. Estas
definiciones se fundan sobre la premisa errónea de que todo lo que transmiten los medios pueden ser
considerado información, haciendo caso omiso de la enorme heterogeneidad que hay entre sus
contenidos. De ahí la utilidad de términos vacíos como “dato” o “contenido”.
Por el camino de poner como condición suficiente para que un texto sea considerado información el
que aparezca en los medios, se llega a que todo cabe dentro de “información”, luego decir
“información” es no decir nada.
Otro problema reside en la “felicidad” con la que se usan como sinónimos determinados términos
básicos relacionados con el de información. Los contornos de las nociones de información están tan
desdibujados que con frecuencia, los términos se usan aleatoriamente.
A diferencia de otras áreas el conocimiento, respecto a la información no existe un mínimo acuerdo
sobre lo fundamental. El desarrollo de las ciencias de la información está todavía en sus inicios, en un
estado previo a la existencia de ciencias diversas. No es que existan diferencias entre escuelas, sino
que las diferentes posturas sobre cuestiones fundamentales no están suficientemente consolidadas
como para ser consideradas propiamente escuelas: no hay cuerpo doctrinal establecido para eso.
Peters asegura que el campo de investigación sobre comunicación ha llegado a estar definido
administrativamente, pero no conceptualmente. Intentar construir una ciencia sobre intereses
institucionales o gremiales es un empeño vano.
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La pregunta decisiva, previa y más radical, es si se puede hablar con rigor de un saber específico, de
carácter científico, sobre la información.
Ensayo de un camino alternativo.
La adopción del criterio omniabarcante que define la naturaleza de “lo informativo” por la mera
aparición en los medios de comunicación resulta sumamente problemática. Este criterio plantea el
dilema de que o se considera informativo todo lo que incluyen los medios de información (lo que
aboca a la indefinición o al formalismo abierto a la arbitrariedad), o es preciso restringir la definición de
información a aquellas realidades que compartan ciertos rasgos comunes (para lo que es preciso
identificar la especificidad de lo definido, por oposición a lo que no comparte sus mismos rasgos)..
Veamos qué tienen en común –además de aparecer en un soporte técnico- las noticias, los informes
del tiempo, las carteleras, los bandos municipales, etc.
Una diferencia entre contenidos periodísticos.
Entre los contenidos que aparecen en los medios se puede establecer una separación: unos tienen
carácter narrativo e intentan cumplir la función atribuida a los medios de “contar lo que pasa”. Otros
carecen de este carácter (por ejemplo, los elencos de datos útiles). Esto no significa que los datos no
tengan importancia en las narraciones periodísticas. Es innegable que la tienen. Pero en ellas hay
algo más, que no es reductible a meros datos.
Sobre el objeto de la narración.
Como en el caso periodístico, la actividad narrativa literaria se suele describir, vagamente, como el
arte de contar historias. De nuevo encontramos una conceptualización formal, es preciso preguntarse
en qué consiste contar historias para superarla.
Desde Aristóteles, la actividad narrativa ha sido concebida tradicionalmente como una re-presentación
(mímesis). La noción de mímesis es referencial, no tiene sentido pleno en sí misma, porque siempre
que se imita, se imita algo. Por eso, hablar de representación exige, ante todo, tratar su objeto. Según
la Poética, el objeto genérico de la representación –tanto narrativa como dramática- son las acciones
humanas, literalmente prattontas, como equivalente de acciones específicamente humanas, es decir,
como equivalente de acción práctica. El objeto de la enunciación poética (artística) coincide en la
praxis humana (conjunto de acciones humanas inmanentes en busca de la felicidad), en cuanto
exenta de kínesis.
La praxis se puede entender por contraposición a la dimensión teórica y técnica de la actividad
humana (aunque sea inseparable a ellas). La acción práctica es la que emana del hombre en cuanto a
ser libre, no en cuanto a ser productor o ser dotado de inteligencia. Tiene un carácter inmanente. En
cuanto a su objeto, la acción práctica tiene que ver con lo bueno y lo malo, con lo mejor y lo peor. El
obrar práctico del hombre se sitúa en el terreno de la decisión, cuyo horizonte es la búsqueda de la
felicidad, fin último de la vida humana. La praxis no se rige por criterios teóricos o técnicos, sino por un
saber de tipo prudencial que articula la armonización de los principios generales del obrar con las
circunstancias concretas. Son las acciones prácticas las que dan sentido último a las acciones
teóricas y técnicas.
Forma también parte del objeto de la representación narrativa lo que acontece a los personajes que
en ella aparecen. El “padecer” (en el sentido de “ser afectado por”) influye inevitablemente en la
acción misma. Al hablar de acción práctica resulta inseparables pues, las dimensiones activa y pasiva.
Ambas pueden quedar englobadas en la expresión “acciones relativas al obrar libre del hombre”.
Sobre el concepto de representación narrativa.
Las narraciones se constituyen en imitación de las acciones prácticas y en último término, de la vida
humana. Pero imitación no tiene el sentido de mera copia del objeto sobre el que recae la actividad
representativa. En la relación entre lo que imita y lo imitado se produce más que una simple copia, se
produce una relación que modifica o puede modificar el objeto imitado.
El enunciado poético imita los caracteres, las emociones y las acciones, según distintos medios
objetos y modos, pero no en el sentido de duplicación figurativa que hoy en día connota el término. La
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imitación se refiere a la facultad de entrañar en un soporte diverso de la propia subjetividad, elementos
expresivos que permitan a los receptores de ese arte percibir emociones y entender nociones lo más
semejantes a las poseídas por el sujeto que se expresa.
La vida, por ser indeterminada, por no estar conformada, no es todavía arte. Se torna imperativo que
la obra poética si quiere expresar artísticamente ese fluir humano, ha de dar formar y redondear la
indeterminación de ese fluir. La imitación es una re-presentación en el sentido etimológico del término,
esto es, un volver a representar la realidad humana mediante la virtud del arte conforme a rasgos de
semejanza. Imitar es, para Aristóteles, un casi recuperar la acción vivida.
Pero esta representación es, por fuerza, una representación concentrada de lo que en la vida real se
encuentra de forma menos concentrada (Díaz-Tejera), una representación comprehensiva de aquellas
notas más significativas y relevantes del acontecer humano. Por lo tanto, siempre habrá una selección
de acciones, así como de circunstancias. Es lo que en narratología se suele describir como “totalidad
rápida y esencial”, el Katholou griego, es decir, aquella manera de representar sintéticamente lo que
se considera auténticamente importante y que da sentido a todo lo demás.
Este modo de presentar acciones exige saber discernir las que son más importantes; y estas no son,
obviamente las puramente mecánicas o automáticas, sino las que emanan de lo más radical y
profundo del ser humano: las acciones prácticas. De aquí que el factor común que permite representar
casos de vida humana concentradamente y con sentido –es decir, según el Katholou- venga dado por
las acciones prácticas, en función de las cuales se realizan todas las demás.
Los enunciados periodísticos como representación narrativa.
Las acciones humanas, en su dimensión práctica son también objeto de las narraciones periodísticas.
El tema genérico de los medios de comunicación es la vida del hombre y lo que en ella incide. Por lo
tanto, existe ya una primera coincidencia entre el objeto de las narraciones periodísticas y el de las
literarias.
El carácter comprehensivo de la representación se da especialmente en la actividad periodística,
fuertemente marcada por la selección. Los medios seleccionan qué acontecimientos deben ser
contadas, pero además, se seleccionan qué acciones de las conocidas deben ser difundidas, se elige
el punto de vista y los datos y circunstancias que se consideran relevantes. Estamos pues, ante una
forma de Katholou, que es especialmente necesario para el periodismo ya que el lector o espectador
suele tener poco tiempo e ir a lo esencia. Cuando los detalles abundan en exceso, los datos
desinforman, pues impiden una objetivación clara de la realidad que se trate. Si tenemos demasiada
información y no las estructuras mentales (teóricas) suficientes, el exceso de información nos sumerge
en una nube de desconocimiento. Van Cuilemberg defiende que, en ocasiones, más información
(datos) es menos información (sentido global). En definitiva, los enunciados periodísticos de índole
narrativa responden, como en el caso literario, a ese carácter de objetivación concentrada del vivir
humano. Por lo tanto, contribuyen a dar forma a la indeterminación de la vida, a objetivarla lo más
posible.
Esto es así porque redactar una noticia consiste en narrar una historia, a partir de los datos que se
tienen sobre algo. Pero en una noticia van incluidos, además, juicios explícitos e implícitos sobre lo
que se cuenta. En el fondo de toda historia laten siempre los presupuestos tácitos a partir de los que
se construye la narración.
En consecuencia, no cabe disociar la narración de acciones o acontecimientos de los presupuestos
implícitos –ideas, valores- sobre los que se sustancia el enunciado. Por eso, al mismo tiempo que se
narra algo, se está diciendo lo que ese algo es. Las noticias periodísticas no son puramente
contingentes y perecederas, en ellas hay siempre una referencia a las categorías universales. Al
informar, se está ofreciendo una determinada compresión de la realidad.
A la luz de lo dicho, nos encontramos con un nuevo concepto de información, que puede entenderse
como la dotación del sentido vital que emana de las representación de acciones prácticas. Los
enunciados informativos-narrativos pueden ser entendidos como representaciones de acciones
humanas, lo que les confiere el carácter de fuente de conocimiento práctico, que incide enormemente
en las vidas de sus destinatarios.
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Diferencia entre narración periodística y literaria.
El criterio más sólido para diferenciarlas es el objeto de estas. Las que versan sobre acciones reales,
que han acontecido históricamente, dan lugar a las narraciones llamadas de “no ficción”. En cambio,
las que tratan sobre acciones que no han ocurrido, pero que caben dentro de lo posible, pertenecen al
tipo de narraciones de “ficción”. En estas últimas, la variedad puede ser tan grande como lo permita la
verosimilitud.
Esta distinción tiene su base en la Poética, que dice que “la diferencia está en que uno [el historiador]
dice lo que ha sucedido y el otro [el poeta] lo que podría suceder”. Que la distinción entre acciones
“reales” y posibles responda a la realidad, y que sea clara y rigurosa en teoría, no implica que, por una
parte, la ficción no pueda estar más o menos inspirada en la realidad, o que, por otra, los textos de no
ficción estén libres de todo artificio.
En la profesión periodística, la selección, focalización y modo de presentar los acontecimientos y
acciones son inevitables y, por consiguiente, también lo es cierta dosis de ficción. A primera vista,
parece claro que en los relatos de acciones no acaecidas, el autor “lo pone todo”, y que en los relatos
en lo que alguien cuenta lo que ha visto u oído, el autor “no pone nada”. El primer tipo de textos se
considera el máximo de lo subjetivo y lo creativo, mientras que los de segundo tipo, llegan a ser
considerados paradigma de una narración “técnica”, fría y aséptica. Pero esto es una falacia: aunque
en el caso de la no-ficción el autor no “cree” la realidad, es obvio que no se puede despojar de
subjetividad al conocerla ni al comunicar lo conocido, entre otras razones, porque forzosamente
deberá separar lo que estima relevante de lo que no. Es vano pretender que su narración es “objetiva”
o neutral: por el hecho de que la valoración sea implícita y previa no deja, por ello, de existir. Sirva
como ejemplo el uso de las comillas, que permiten al sujeto de la enunciación mostrar cierta distancia.
Si se considera la raíz etimológica de ficción (fingere  construir, urdir), se entenderá mejor que hasta
los textos periodísticos más objetivos están sujetos a ficción. Ahora bien, no se pueden identificar las
narraciones periodísticas y literarias. El hecho de que el lector tenga unas expectativas respecto a
cada tipo de texto (“pactos de lectura”) lo confirma.
Diferencia entre narraciones periodísticas y otras narraciones de no ficción.
La principal diferencia es su distinta conexión de la temporalidad. Las narraciones periodísticas son
actuales, es decir, cuentan lo que se considera socialmente relevante para la vida en el presente o en
el futuro más o menos inmediato. Las narraciones históricas, en cambio, tematizan el pasado, es
decir, tratan de objetivar lo ocurrido. Ahora bien, el continuo de la temporalidad no permite cortes
radicales. Por eso, no se puede establecer una férrea línea divisoria entre pasado, presente y futuro.
De ahí que las consecuencias de determinadas acciones pasadas sean objeto de la narración
periodística cuando tienen implicaciones en el aquí y ahora o en el futuro.
La narración histórica se ocupa sólo de acciones humanas pasadas, mientras que el periodismo da
cuenta de acciones del pasado más inmediato y de las que pueden tener relevancia para el futuro.
Incluso cuando ambos tipos de narraciones coinciden en parte de su objeto material –las acciones
prácticas que han acaecido- siguen siendo radicalmente distintas, ya que el objeto formal o punto de
vista desde el que se narran tales acciones es diferente.
Otra diferencia es la situación del autor respecto a lo narrado. En el caso histórico, el autor cuenta
desde el final, es decir, a partir del conocimiento de acontecimientos acabados. En el caso
periodístico, el autor cuenta desde finales no definitivamente acabados (provisionales), susceptibles
de ser modificados. El periodista narra desde dentro de los acontecimientos. Todo ello implica, para el
periodista, una serie de precauciones para no disponer de la acción y de los protagonistas con la
seguridad con la que disponen de ellos los historiadores, y, más aún, los literatos.
A modo de conclusión.
Las dificultades para establecer si es viable una ciencia de la información se deben, en buena medida,
a la indefinición que ocasiona el uso de vocablos equívocos, especialmente el de “información”. A esto
se une el afán omniabarcante respecto de los contenidos de los periódicos.
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Universidad Surcolombiana
Seminario de Teoría de la comunicación I
Programa de Comunicación Social y Periodismo
Prof.: Carlos Arturo Monje Álvarez
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De esta manera, es inevitable incurrir en un formalismo desmedido, sin otro criterio que el de la mera
facticidad: es informativo lo que contienen los medios de información. Se toma así por condición
suficiente de “lo informativo” lo que es sólo condición necesaria (la difusión pública). Con esto, se llega
a un círculo vicioso: los medios se definen por sus contenidos, y éstos por aquellos. Queda así abierta
la arbitrariedad o una especie de “positivismo informativo”.
Para superar la imposibilidad de construir un saber acerca de la información sobre una base tan
movediza, se ha postulado la necesidad de acotar aquellos contenidos periodísticos que compartan
determinados rasgos comunes. Se ha tomado como criterio de identificación de tales contenidos el
que posean o no carácter narrativo.
Las narraciones son representaciones que tienen por objeto la actuación libre del hombre y lo que
repercute en ella. Dicha representación supone una objetivización comprehensiva de casos del vivir
humano. Tal objetivización se constituye, por este motivo, en una propuesta de sentido acerca de la
vida humana, que incide vitalmente –por su carácter ejemplar- en quien tiene noticia de ella.
Por contraposición a las literarias, las narraciones periodísticas versan sobre lo que ha acontecido,
mientras que las primeras se mueven en el ámbito de lo verosímil. Por contraste con las históricas, las
periodísticas se ocupan de lo pasado, no en cuanto a pasado, sino en la medida en que es
socialmente relevante para la vida en el presente.
Sobre este entramado de tesis sí es posible construir un saber específico: el que versa sobre la
naturaleza, los modos y efectos de la representación no ficticia de acciones prácticas relevantes para
el presente o futuro de la vida personal y social; que trate de la capacidad de dotación de sentido vital
que poseen semejantes enunciados narrativos y la incidencia que tienen en sus destinatarios, con
todas las implicaciones que esto lleva consigo.
El núcleo de los estudios específicos acerca de la información debería fundamentarse sobre una
rehabilitación de los saberes clásicos de la poética y la retórica, aplicados al caso informativo; que se
enriquecería con aportaciones contemporáneas desde tres perspectivas complementarias: la de una
teoría filosófica de la acción humana (estudio del objeto de la información), la de la filosofía del
lenguaje y la teoría del texto (estudio del signo, la significación y el sentido) y, finalmente, la de la
psicología y la sociología (estudio de los efectos psicológicos y sociales de los enunciados
informativos). Esto se debería complementar con otros conocimientos de carácter técnico y empírico,
pero siempre en relación con los fundamentos teóricos.
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