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nº005 octubre 2013
A MOVER MONTAÑAS
especial de la iglesia de
santiago en el año de la fe
Las cinco frases
de María en los
evangelios
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto,
puesto que no conozco varón?» (Lc. 1,34) (Al
recibir el anuncio del ángel Gabriel).
«He aquí la esclava del Señor, hágase en mí
según tu palabra» (Lc.1, 38 ). (Cuando el Ángel
le respondió que sería por obra del Espíritu
Santo).
“¿
Bajo el manto
de María
Me puede decir
si usted cree en
la Virgen? ¡Sí, no
tengo duda…!”
responde el 86% de los católicos
en forma pareja sin distinguir
por edades y condición social,
sin diferencias entre jóvenes
y adultos. Además, el 46% ha
asistido a alguna fiesta, peregrinación o santuario dedicado a la
Virgen en el último año y el 53%
tiene la costumbre de detenerse y
rezar a la Virgen en un oratorio,
gruta o ante cualquier imagen
públicamente expuesta”…, así
lo detecta la Encuesta Nacional
Bicentenario UC – Adimark.
La fe en la Virgen María nos
acompaña desde los inicios de la
Evangelización, ha tenido altos
y bajos en nuestra historia, pero
sin duda existe la convicción que
ella está presente en el caminar
de su pueblo en nuestra historia:
“Con gozo, constatamos que se
ha hecho parte del caminar de
cada uno de nuestros pueblos,
entrando profundamente en el
tejido de su historia y acogiendo
los rasgos más nobles y significativos de su gente. Las diversas
advocaciones y los santuarios
esparcidos a lo largo y ancho
del Continente testimonian la
presencia cercana de María a
la gente y, al mismo tiempo,
manifiestan la fe y la confianza
que los devotos sienten por
ella. Ella les pertenece y ellos la
sienten como madre y hermana.”
Así lo confiesa la Iglesia Latina
reunida en la V Conferencia
General de Obispos en Aparecida
(DA #269).
En el Año de la Fe, queremos a
través de este número de A Mover
Montañas, mirar con profundidad sus raíces, su significado,
y crecer en la fe a la persona
de María y en la tarea que Dios
le encomendó, para así poder
decir: “Creemos, pero aumenta
nuestra fe”.
Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor, y
mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque
ha puesto los ojos en la humildad de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones me
llamarán bienaventurada,porque ha hecho en
mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su
nombre y su misericordia alcanza de generación
en generación a los que le temen. Desplegó la
fuerza de su brazo, dispersó a los que son
soberbios en su propio corazón. Derribó a los
potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió
a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia, como había
anunciado a nuestros padres - en favor de
Abraham y de su linaje por los siglos.»
(Lc 1.46-55) (Al ir a visitar a su prima Isabel,
en respuesta a su saludo. Esto es conocido
como el Magnificat).
«Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu
padre y yo, angustiados, te andábamos
buscando.» (Lc 2,48) (Cuando Jesús se perdió
y lo hallaron en el templo).
Y, como faltara vino, porque se había acabado
el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No
tienen vino.» Jesús le responde: «¿Qué tengo yo
contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»
Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él
os diga.» (Jn.2, 3-5) (En las bodas de Caná).
Vicaría General de Pastoral
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Sus raíces bíblicas
Los textos bíblicos sobre la Virgen
son pocos pero muy ricos en significado. Ella está presente en los
momentos decisivos de la historia
de la salvación.
Los primeros indicios aparecen en
el Antiguo Testamento, insinuados
proféticamente en Gen 3,15: “Haré
que haya enemistad entre ti y la
mujer; entre tu descendencia y la
suya”. Esa lucha la definirá el hijo
de la mujer, quien vencerá a todo
lo que sea hostil a Dios y al hombre.
Por eso el pasaje bíblico se llama
“protoevangelio”; primer anuncio
de la buena noticia. La profecía
de Isaías: “La Virgen concebirá y
dará a luz un hijo, y le pondrá por
nombre Emmanuel, que significa:
Dios con nosotros” (cfr. Is 7,14) es
ya recogida por el evangelista Mateo
(Mt 1,22-23), como anuncio de la
maternidad de María.
La irrupción de Dios en nuestra
historia está unida al sí maduro y
libre de la Virgen manifestado en el
texto de la Anunciación (Lc 1,26-38).
Su respuesta: “Hágase en mí según
tu Palabra” (Lc 1,38), hace que Cristo
irrumpa en el mundo. Allí “llevada
a la máxima participación con
Cristo, es la colaboradora estrecha
en su obra.” (Puebla #292) Por ello
se hace portadora de Cristo como
aparece en la Visitación, llevando
la cercanía y la bendición de su hijo
Jesús a su prima Isabel (Lc 1,39-45).
En el canto del Magnificat (Lc
1,46-55) María manifiesta la alabanza
y gratitud al unirse la sencillez y
debilidad humana con la fuerza del
amor misericordioso de Dios a lo
largo de toda la historia de alianza
de Él con su pueblo: “Proclama
mi alma la grandeza del Señor…;
porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación”. Este
cántico es ya el preludio del Sermón
de la Montaña (Mt 5,1-12), donde
Jesús manifiesta su predilección
por los débiles y sencillos.
Esa unidad, cariño y entrega total
de María a Cristo la hacen “la fiel
acompañante del Señor en todos sus
caminos… Anudó una historia de
amor a Cristo íntima y santa; única,
que culmina en la gloria”. (Puebla
#292). Por eso Jesús ante la exclamación: “¡Dichoso el seno que te llevó
y los pechos que te amamantaron”,
responde afirmando la compañía y
cercanía espiritual y no sólo física
de María, diciendo: “Dichosos más
bien los que oyen la Palabra de Dios
y la ponen en práctica” (Lc 11,27-28).
Este caminar culmina en la entrega
junto a la Cruz; donde María recibe
su envío universal a colaborar
permanentemente para hacer
que Cristo nazca en el corazón de
los hombres y de los pueblos (Jn
19,27-28); lo cual ya se manifiesta
al inicio de la primera comunidad
de discípulos, que en oración junto
a ella, aguardaban la venida del
Espíritu Santo (Hech 1,14).
Virgen María,
Madre de Jesús,
Madre de Dios
y Madre Nuestra
Cuatro rasgos
actuales de María
La Virgen Madre de Jesús es también nuestra Madre que acompaña desde
el inicio de la Iglesia sus pasos. Está y ha estado presente en nuestra vida
personal y comunitaria de manera amorosa y en silencio activo,
guiándonos, consolándonos, dándonos fuerza. ¿Quién puede dudar de lo
incrustada que está en la vida de la Iglesia y los fieles?
En este Año de la Fe, ahondemos juntos en las raíces bíblicas de María, en
su participación en la vida de la Iglesia y, por supuesto, en las profundas
dimensiones de nuestro amor hacia ella hoy.
El Concilio de Efeso (año 431) define
que María es la madre de la naturaleza humana de Cristo, pero como
ésta subsiste en la persona divina del
Verbo, es verdadera Madre de Dios.
Por eso no es casual que en el arte
mariano de todos los siglos domine
la imagen de la Virgen con el Niño
en su regazo maternal.
De esta maternidad divina surge
la maternidad espiritual de todos
los hombres. Ella es la “Madre del
Cristo total”, del Cristo histórico y
del Cristo místico, o como lo dice San
Agustín: “Es Madre de la Cabeza y
de los miembros”.
La hondura psicológica del lazo
Madre – Hijo, se la vivencia, cuando
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A lo largo de la historia la Iglesia
ha definido cuatro verdades para
describir el rol de María en la vida
de Cristo, en la comunidad cristiana
y en la vida de los hombres.
I.
Madre de Dios
La maternidad de María es bíblicamente proclamada por San Pablo
cuando afirma “…al llegar la plenitud
de los tiempos, envío Dios a su Hijo,
nacido de mujer…” (Gal 4,4).
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María en la vida
de la Iglesia
Nuestro amor a María
Desde 1854 el Mes de María marca la vida
del pueblo chileno y de nuestras comunidades. Las peregrinaciones y fiestas
marianas son las más grandes concentraciones y convocaciones de personas que
año a año vive nuestro país. Las oraciones
dirigidas a la Virgen: “Oh María, durante
el bello mes que os está consagrado…”;
“Dios te salve María…”; “Bendita sea tu
pureza…”; “¡Oh Señora mía, oh Madre
mía!...”, nos conmueven hasta lo más
hondo. Las canciones dedicadas a ella:
“María mírame…”; “Ven con nosotros a
caminar…”; “Virgen del Carmen bella…”;
“El Señor hizo en mí maravillas…”; “Venid
y vamos todos, con flores a María, con
flores a María que madre nuestra es…”;
nos llevan al encuentro con su Hijo Jesús
y nos ayudan a vivir como Él nos pide.
Todo ello nos invita a renovar el amor
a la Virgen, el asumir sus actitudes y
estilo de vida; sobre todo porque “como
no sólo nos “sabemos”; sino que nos
“experimentamos” hijos queridos
del Padre Dios. Ella no sólo ayuda a
comprender la verdad de fe de que
“somos hijos en el Hijo” (GS #22),
sino también a “vivenciarlo”.
II.
Siempre Virgen
La Iglesia –apoyada en los testimonios
bíblicos y en la tradición- afirma que
la maternidad de María es virginal,
y esta virginidad es antes, durante y
después del parto; aspectos íntimamente relacionados entre sí, y que
son parte de un todo.
Las palabras del ángel a la Virgen
María: “El Espíritu Santo vendrá sobre
ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por eso el que ha de
nacer será santo y será llamado Hijo
del Creador” (Lc 1,35)… y “…lo que
en ella ha sido engendrado es obra
del Espíritu Santo” (Mt 1,20), que le
fue anunciado a San José; revelan la
virginidad antes del parto.
La virginidad durante el parto
es testimoniada por los Padres de
la Iglesia. Aparece como signo y
expresión de su integridad corporal
por su total consagración al Señor.
Su entrega en cuerpo y alma al Señor
se expresa en la Virgen después del
parto. El dato bíblico que dice que
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Jesús tenía “hermanos y hermanas”
(Mc. 3,32; 6,3), porque en la lengua
hebrea esa palabra designaba a todos
los parientes cercanos, como lo
hace nuestro lenguaje popular con
la palabra “hermano” que designa
amigos y personas cercanas.
El sentido profundo de la virginidad corporal de la Virgen apunta a
una dimensión espiritual, es decir, su
total y radical consagración a Dios,
a quien pertenece totalmente, con
todas las fuerzas de su cuerpo y alma
para siempre.
III. La Inmaculada
Concepción
Cuando Dios otorga una vocación
regala los dones necesarios para
realizarla. De allí surge la pregunta:
¿con qué fuerzas contó la Virgen para
ser Madre y colaboradora, para vivir
su maternidad virginal con libertad,
espontaneidad y fortaleza?
La Iglesia proclamó el 8 de diciembre de 1854 que ella “fue preservada
inmune del pecado original desde su
concepción, en atención a los méritos
de Cristo Jesús”.
Por lo tanto, toda su inteligencia,
voluntad y afectos estaban dirigidos
a Dios, viviendo plenamente como
hija querida del Padre, teniendo
en la familia humana, la Iglesia – familia
se genera en torno a una madre, quien
confiere “alma” y ternura a la convivencia familia. María, Madre de la Iglesia…
es artífice de comunión” (DA #268).
Desde esa Iglesia – familia “María es la
misionera, continuadora de la misión de
su Hijo y formadora de misioneros. Ella,
así como dio a luz al Salvador del mundo,
trajo el Evangelio a nuestra América…
Hoy cuando en nuestro continente latinoamericano y caribeño se requiere enfatizar el discipulado y la misión, es ella
quien brilla ante nuestros ojos como la
imagen fidelísima del seguimiento de
Cristo” (DA #269-270).
Por eso decimos junto al Papa Juan Pablo
II, en su visita al Santuario Nacional el
día 03 de abril de 1987:
“¡Santa María, Madre de Cristo, Madre de
Dios y Madre Nuestra! Bajo tu amparo
nos acogemos, a tu intercesión maternal
nos confiamos”.
una gran armonía en su ser y actuar
y creando ambiente de Dios en su
quehacer. Por eso era más libre, ya
que se alejaba de todo lo que no era
de Dios y era libre para Él y lo suyo.
IV.Asunta al Cielo
Al final de su existencia terrena fue
llevada en “cuerpo y alma” al encuentro con Dios. Bellamente lo expresa
el sacerdote francés Michel Quoist
cuando dice: “Mi madre ha muerto,
dice Dios. Cuando me fui al cielo Yo la
echaba de menos. Y ella a Mí. Ahora
me la he traído a casa, con su alma,
con su cuerpo, bien entera… Y ahora:
que se aprovechen, dice Dios… En el
cielo tienen una madre que les sigue
con sus ojos, con sus ojos de carne…
Ah, si los hombres fueran pícaros...
Bien se aprovecharían. ¿Cómo no
se darán cuenta de que Yo a ella no
puedo negarle nada?” (Oraciones para
rezar por la Calle)
María en el cielo continúa actuando
en favor de los hombres. Ella participa
en el poder real de Cristo, poder de
servicio y de conducción de la historia.
Con razón la Iglesia la venera como
Reina y confía en su ayuda para la
tarea de construir el Reino de Dios
en esta tierra.
El Papa Benedicto XVI nos enseñó con
gran sabiduría que “no se comienza
a ser cristiano por una decisión ética
o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
Persona, que da un nuevo horizonte
a la vida y, con ello, una orientación
decisiva. (Deus Caritas est #1).
Es el elemento amoroso, la vinculación afectiva a alguien, en este caso
con Jesús; lo que nos llevará a vivir y
actuar como Él nos pide.
La Iglesia Latinoamericana reconoce
este camino pedagógico en la piedad
popular mariana cuando nos dice que
es un camino educativo que “cultivando
el amor personal a la Virgen… nos
lleva a asemejarnos cada vez más a
Jesucristo provocando la apropiación
progresiva de sus actitudes”. (DA #300)
Por eso una sana vinculación con la
Virgen nos ayuda a asumir las cuatro
grandes dimensiones de la vida pastoral
de la Iglesia.
María acogió en su corazón la palabra
de Dios, la meditó y la hizo vida. (Lc 2,
19; 31; 8,21). Así ella despierta e impulsa
en nosotros la llamada a iluminar y
conformar la propia vida según la
Palabra de Jesús y a anunciarla para
que sea luz para el mundo (Dimensión
kerygmática).
María, como en la hora de Pentecostés (Hech 1,14) congrega en oración a
los discípulos de su Hijo; con ellos es
un “sólo corazón y una sola alma” y
los educa a vivir en comunidad fraternal (Dimensión de koinonía).
María acompaña la entrega y la
ofrenda de su Hijo Jesús: “Él será
puesto como una señal que muchos
rechazarán y a ti misma una espada
te atravesará el alma”.(Lc 2,34)
Ella se regala con toda su vida al
Padre junto a la Cruz de su Hijo (Jn
19,26) y allí expresa la entrega de toda
su vida (Dimensión litúrgica).
María con su actitud de servicio
generoso y sacrificado durante toda su
vida (Caná, Visitación, Gólgota…) nos
introduce y educa en la dimensión del
servicio solidario que marca nuestra
vida (Dimensión de diakonía).
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fiestas marianas de norte a sur
¿Tuvo María otros hijos además de
Jesús?
No. Jesús es el único hijo carnal de María.
Ya en la Iglesia primitiva se partía de la base de la
virginidad perpetua de María, lo que excluía a
hermanos carnales de Jesús. En arameo, la lengua
materna de Jesús, hay una única palabra para
hermano, hermana, primo y prima. Cuando en los
evangelios se habla de «hermanos y hermanas» de
Jesús (por ejemplo en Mc 3,31-35), se trata de
parientes cercanos de Jesús.
¿Fue María únicamente un instrumento
de Dios?
Virgen de las Peñas de Livilcar, Arica
Virgen de la Tirana del Tamarugal, Iquique
Fiesta de la Tirana chica, Antofagasta
Nuestra señora de Guadalupe de Ayquina, Calama
Nuestra señora de la Candelaria, Copiapó
Virgen del Rosario de Andacollo, La Serena
Virgen del Carmen de Asiento Viejo, Illapel
Nuestra señora de la Merced de Petorca, San Felipe
Nuestra Señora Purísima de lo Vasquez
Virgen de la Merced de Isla de Maipo, Melipilla
Nuestra Señora de Lourdes, Santiago
Nuestra Señora del Carmen de Maipú, Santiago
Procesión de Nuestra Señora del Carmen, Santiago
Inmaculada Concepción, cerro San Cristóbal, Santiago
Inmaculada Concepción, cerro Chena, San Bernardo
¿Cuál es la Virgen más milagrosa?
“¿A la Virgen del Carmen o a la de Lourdes?
¿A cuál le pido?” Gran confusión que nunca
está de más aclarar. La Virgen es una sola,
María de Nazaret, madre de Jesús, quien
recibe distintos apodos o apelativos. A esto,
la Iglesia Católica le llama las advocaciones
de la Virgen María.
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Inmaculada Concepción de la Compañía, Rancagua
Virgen del Carmen de Curicó, Talca
Nuestra señora del Rosario de Lora, Talca
Virgen de la Candelaria de Chanco, Linares
Virgen Campesina de Portezuelo, Chillán
Purísima de San Carlos de Purén, Los Ángeles
Virgen del Tránsito de Metrenco, Villarrica
Nuestra Señora de Lourdes Cerro Ñielol, Temuco
Nuestra Señora de la Candelaria, Valdivia
Nuestra Señora de la Candelaria de Misión Rahue, Osorno
Nuestra Señora de la Candelaria de Carelmapu, Pto. Montt
Nuestra Señora de Gracia de Quinchao, Ancud
Virgen de la Cascada, Aysén
Día de oración por Chile, Punta Arenas
María y América Latina
Cuando se preparaba en el año 2006 la V
Conferencia de Obispos en Aparecida (2007),
se elaboró una preciosa exposición con el
título “María une a América Latina”. Allí se
mostraban las imágenes, las historias y los
días de las celebraciones de las 21
advocaciones marianas de nuestros países
latinoamericanos. Surgió entonces la
pregunta sobre la forma para explicar la
originalidad y lo común de cada advocación
que tiene la imagen de la Virgen María.
Para ello hay que mirar profundamente en el
surgimiento en la historia de cada
advocación.
La Virgen María, por encargo de su Hijo Jesús,
tiene la tarea de despertar un encuentro
personal, cálido y comunitario con Dios. Ella
es misionera y portadora de una experiencia
de Dios que marca no sólo a las personas sino
que también a los pueblos. Por eso cada
advocación expresa la historia como ese
pueblo vivió un encuentro vital con Cristo
gracias a la cercanía de María.
A veces fue gracias a una aparición; a veces
por el hallazgo de una imagen; a veces por el
cariño y devoción en un lugar a una
representación de ella. Por eso lo central no
es lo “externo”, es decir su “vestido”, sino que
la historia de como un pueblo fue acercado a
Jesús a través de un acontecimiento mariano.
Por eso son tan diversas las advocaciones
como originales son las historias de la
evangelización de cada pueblo.
María fue mucho más que un mero instrumento
pasivo de Dios. También mediante su asentimiento
activo se realizó la Encarnación de Dios. Al ángel que
le dijo que daría a luz al «Hijo del Altísimo», María le
respondió: «Hágase en mí según tu palabra»
(Lc 1,38). La salvación de la humanidad por medio
de Jesucristo comienza por tanto con una solicitud
de Dios, con el consentimiento libre de una persona,
y con un embarazo antes de que María estuviera
casada con José. A través de estos caminos tan poco
comunes, María se convirtió para nosotros en la
«puerta de la Salvación».
¿Por qué ocupa María un lugar tan
destacado en la comunión de los santos?
María es la Madre de Dios. Estuvo unida a Jesús en su
vida terrena como ninguna otra persona, una
cercanía que no se interrumpe tampoco en el cielo.
María es la Reina del cielo y está muy cercana a
nosotros en su sentimiento maternal.
Porque ella se confió en cuerpo y alma y asumiendo
el riesgo ante una empresa peligrosa, aunque fuera
divina, María fue acogida en el cielo también en
cuerpo y alma. Quien vive y cree como María, llega al
cielo.
¿Se puede adorar a María?
No. Sólo se debe adorar a Dios. Pero podemos
venerar a María como Madre de nuestro Señor.
Entendemos por adoración el reconocimiento
humilde e incondicional de la absoluta sublimidad
de Dios por encima de todas las criaturas. María es
una criatura como nosotros. En la fe es nuestra
Madre. Y debemos honrar a los padres. Y esto se
ajusta a la Biblia, porque María misma dice: «Me
felicitarán todas las generaciones» (Lc 1,48b). Por
eso la Iglesia tiene santuarios marianos de
peregrinación, fiestas, canciones y oraciones
marianas, como por ejemplo el Rosario, que es un
resumen de los Evangelios.
(YouCat)
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