El gigante del chisme Lectura Bíblica Levítico 19:16 Todos nosotros

Transcripción

El gigante del chisme Lectura Bíblica Levítico 19:16 Todos nosotros
El gigante del chisme
Lectura Bíblica Levítico 19:16
Todos nosotros tenemos que enfrentar gigantes en nuestra propia vida. Cuando hablo de gigantes me estoy
refiriendo a acciones o actitudes en nosotros mismos que amenazan con hacernos daño si no nos sometemos a
ellas. En nuestros últimos estudios bíblicos hemos hablado ya de algunos de estos gigantes, el gigante del
desánimo, el gigante de la crítica y el gigante del temor. Hoy hablaremos sobre otro gigante. Este gigante se llama
el chisme.
Muchos gigantes acechan nuestra vida y no nos permiten disfrutar a plenitud de lo que Dios nos ha prometido en su
Palabra. Ya hemos hablado acerca de los gigantes del desaliento, la crítica y el temor. Otro de los gigantes más
comunes con los cuales debemos tratar se llama chisme. Todos nosotros somos acosados insistentemente por este
poderoso gigante. Es tan fácil caer en los chismes. Cuántas veces no nos habremos arrepentido de haber soltado
algo que no debió haber salido de nuestra boca. Con razón que Carlos Spurgeon solía decir: No me gusta en
absoluto que la gente me cuente sus secretos, simplemente porque me es muy difícil guardarlos. Creo que cada uno
de nosotros podríamos pronunciar un sonoro Amén a este dicho de Spurgeon. No me gustan los chismes, pero
como me entretienen, decía un amigo mío. Otro amigo mío decía: Las únicas veces que no me atrae un chisme es
cuando ese chisme es sobre mí. El gigante del chisme se parece mucho al gigante de la crítica, porque ambos se
basan en conjeturas carentes de veracidad. Con el gigante del chisme sucede algo interesante, es esto: Puede ser
que sepamos cuál es la realidad de los hechos, pero cuando lo contamos a otros lo hacemos de tal forma que
exageramos esos hechos para hacer daño a la persona de quien estamos chismeando. En realidad, si permitimos
que este gigante nos tome por el cuello, no tardaremos en convertirnos en incurables chismosos. Ahora bien, ¿Por
qué es tan nocivo esto del chisme? Bueno, porque Dios nos ha ordenado no chismear.
Levítico 19:16 dice: No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo
Jehová.
Interesante que el andar chismeando es un atentado contra la vida del prójimo. Por andar en chismes, ponemos en
peligro la vida misma de otra persona. ¿Se puede imaginar? A veces, la lengua causa más daño que un puñal. Por
esto el sabio Salomón habló bastante sobre el mal uso de la lengua, dentro de ello, el chisme. Note lo que dice
Proverbios 11:13 El que anda en chismes descubre el secreto;
Mas el de espíritu fiel lo guarda todo.
Note que aquí se contrasta al chismoso con el de espíritu fiel. Andar chismeando es un atentado a la fidelidad que
nos debemos el uno al otro. Actuando con necedad, el chismoso descubre algo que debía ser guardado en secreto,
en cambio, el de espíritu fiel protege lo que está en secreto. Esto no tiene nada que ver con ocultar pecados, sino
con personas que hablan de cosas que no saben y dicen cosas que no son verdad para lastimar a otros.
Proverbios 20:19 dice: El que anda en chismes descubre el secreto;
No te entremetas, pues, con el suelto de lengua.
Esta es una descripción precisa de cómo actúa el chismoso. El chisme ha sido causa de peleas y distanciamiento de
los mejores amigos. Sobre esto,
Proverbios 16:28 dice: El hombre perverso levanta contienda,
Y el chismoso aparta a los mejores amigos.
Muchas veces encontramos que nuestro mejor amigo nos pone una cara larga. No logramos descubrir la razón. Una
probable razón es que nuestro mejor amigo tal vez escuchó algún chisme sobre nosotros y ese chisme está
separando a dos grandes amigos. Es muy fácil caer en el chisme. Ponga atención a lo que dice Proverbios 18:8
Las palabras del chismoso son como bocados suaves,
Y penetran hasta las entrañas.
¡Cómo nos divierten los chismes! Salomón los compara como bocados de delicioso manjar, pero ¡Qué
consecuencias más desastrosas! Dice el texto que son peor que un puñal que penetra hasta las entrañas. Cuidado
con los chismes. No sea que estemos apuñalando a alguien sin saberlo. Es fácil descubrir como hiere un chisme.
Todo lo que tenemos que hacer es recordar cómo nos dolió la última vez que oímos un chisme acerca de nosotros
mismos. Cómo se incrustó ese aguijón donde más nos duele. Cómo nos lanzó a ese estado de desesperanza. Quizá
nos preguntamos: ¿Cómo es posible que alguien sea capaz de hacer algo semejante? Así es exactamente como
sienten otros cuando escuchan un chisme que nosotros hemos repetido. Bueno, con todo lo que hemos dicho,
seguramente usted tendrá un cuadro bastante completo de lo bajo y ruin que es este gigante llamado chisme. Ahora
viene la mejor parte. ¿Cómo podemos evitar que este maléfico gigante nos siga dominando? ¿Cómo lograr
conquistarlo?
Primero, debemos tratarlo como lo que es, es decir, como un pecado. Muchas personas no miran al chisme
como algo bajo y sucio, sino que lo cubren con un manto de falsa piedad. Lo consideran como una pequeña
debilidad o un hábito malo pero nada serio o toman la actitud de si todos lo hacen entonces por qué no yo. Con
ideas como estas sobre el chisme, nunca lograremos conquistarlo. Lo que necesitamos es encararlo honestamente y
considerarlo como un pecado.
Segundo, ya que estamos de acuerdo en que el chisme es pecado es necesario confesarlo como tal delante de
Dios. Deberíamos decir a Dios algo como esto: Señor, reconozco que he sido un chismoso. Reconozco que el
chisme es un pecado y por tanto ha ofendido tu santidad. Cuando tratamos al chisme de esta manera, podremos
descansar en promesas como la que encontramos en 1 Juan 1:9 donde dice:
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Tercero, debemos inmediatamente abandonar el chisme.
Proverbios 28:13 dice: El que encubre sus pecados no prosperará;
Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Si queremos en verdad conquistar al gigante llamado chisme, no es suficiente con reconocer al chisme como
pecado y confesarlo como tal delante de Dios. Además se necesita de un acto voluntario por el cual decidimos
dejar a un lado totalmente el chisme. Federico el Grande, rey de Rusia, ha dejado una lección sobre esto. En alguna
ocasión recibió en su despacho a una distinguida dama de su imperio. Vengo a contarle que mi esposo me trata
muy mal, dijo la dama. El rey sin inmutarse replicó. Ese no es asunto mío, madam. La dama entonces añadió:
Pero... también habla muy mal de usted. Nuevamente el rey sin inmutarse respondió: Si es así, no es asunto suyo
madam. Qué bueno sería que nosotros mostráramos la misma decisión para no andar en chismes. Cuando rendimos
nuestra voluntad a Cristo, Él puede cumplir su voluntad en nosotros.
Filipenses 2:13 dice: porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad.
Cuando entregamos a Dios nuestra voluntad, él cambiará nuestra conducta. Debemos decir al Señor: Por la gracia
de Dios no voy a ser más la clase de gente que hiere a las personas recibiendo o propagando chismes.
Cuarto, cuando alguien venga a usted con un chisme, córtelo con cortesía, recuerde que el mal no radica
solamente en ir a otros con el chisme, sino también el recibir chismes de otros. Una buena manera de hacerlo es
diciendo a la persona que trae el chisme algo como esto: Antes que continúes, quiero que sepas que yo voy a
verificar lo que me digas con la persona aludida. ¿Tendrías algún problema si le digo que has sido tú quien me lo
ha contado? El chismoso normalmente no querrá que se revele su nombre y así usted logrará no recibir más
chismes de él.
Quinto, antes de hablar algo sobre otro, para evitar caer en el chisme, hágase esta pregunta: ¿Podría decir esto aún
si la persona de quien se trata estuviera presente? Si la respuesta es sí, entonces, adelante, lo que diga no será un
chisme, pero si la respuesta es no, y aun así, usted lo dice, habrá caído en el chisme.
Sexto, ore constantemente al Señor, pidiendo poder para no caer en el chisme. David oraba de esa manera
según Salmo 141:3
Pon guarda a mi boca, oh Jehová;
Guarda la puerta de mis labios.
Es preferible morderse los labios antes que soltar un chisme. Si somos diligentes en poner en práctica estos
principios habremos conquistado al gigante del chisme.

Documentos relacionados