Poemas completos Vol. 1
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Poemas completos Vol. 1
1 2 Luis Benítez POEMAS COMPLETOS (1980-1989) Introducción por LUIS GONZÁLEZ PLATÓN Licenciado en Filología Clásica 3 2010. Luis Benítez Portada diseño: Celeste Ortega (www.cedeceleste.com) Edición cortesía de www.publicatuslibros.com. Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciador (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso que hace de su obra). No puede utilizar esta obra para fines comerciales. Si altera o transforma esta obra, o genera una obra derivada, sólo puede distribuir la obra generada bajo una licencia idéntica a ésta. Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar bien claro los términos de la licencia de esta obra. Alguna de estas condiciones puede no aplicarse si se obtiene el permiso del titular de los derechos de autor. Nada en esta licencia menoscaba o restringe los derechos morales del autor. Publicatuslibros.com es una iniciativa de: Íttakus, sociedad para la información, S.L. C/ Sierra Mágina,10 23009 Jaén-España Tel.: +34 902 500 421 www.ittakus.com 4 LA POESÍA DE LUIS BENÍTEZ A Alma y a Mario que me han inspirado desde el vientre materno para redactar esta introducción. “¡Oh, por amor de Dios, no se estudia a los poetas!” PHILIP LARKIN Espero que se me permita comenzar esta introducción somera con la misma cita con la que comenzaba la introducción al poemario de Fernando Pinto do Amaral, La luz de la madrugada, que he traducido hace poco. En primer lugar, quisiera empezar diciendo que la poesía nació oral, para que “viviera en el aire”, como dice Agustín García Calvo. Y así la poesía iba de boca en boca en las caravanas que recorrían las estepas de Asia y viajaba en los barcos y se recitaba en las plazas públicas en donde un rapsoda, con un bastón para marcar el ritmo, iba contando los oyentes historias de amor y guerra. Luego, llegó Homero, el poeta ciego, y la poesía fue “la negra flor de la tinta”, como la llama mi muy querido Agustín García Calvo; entonces, la poesía devino escrita y se guardó en rollos de papiro, en códices y, casi hace nada, en libros1. Al final, llegó ese grupo social un tanto cargante y pesado que somos los profesores y empezó a estudiar y a analizar lo que de bueno habían hecho los poetas. Ya ocurrió así en fecha muy temprana con los gramáticos helenísticos y algo después con los gramáticos romanos; y desde ahí hasta nuestros días, hasta este modesto trabajo que tecleo en el ordenador, ha habido un intento por parte de los llamados profesionales de la enseñanza o de la crítica de estudiar a los poetas. La pregunta, creo, que nos tenemos que hacer es: ¿mejoramos, con nuestro conocimiento, la apreciación y el disfrute de un poeta o lo enturbiamos con erudiciones que más que dar brillo al estudiado se lo proporcionan al estudioso? Si se me permite responder a mi propia pregunta, creo que si el estudio no termina en lo que acabo de decir, es decir, en servir de fuente de fama al estudioso que, incapaz de escribir lo que ha escrito su estudiado poeta, pretende ganarse una fama y una gloria que merece en muy pequeña proporción, el comentario y el estudio a un poeta sirve, y mucho para apreciar mejor su obra. Se ama lo que se conoce y cuanto mejor se conoce a una persona más se la ama aunque también descubramos que existen en ella numerosos defectos. Para amar a Rubens tenemos que ver sus cuadros; para amar a Bach debemos escuchar su música y para amar a 1 No significa esto que no haya seguido habiendo poesía oral. En Argentina están los payadores y en los Balcanes sigue habiendo recitadores que recorren los pueblos con poemas épicos de corte parecido a los que cantó Homero. En España, hasta no hace muchos años, no era raro ver en las fiestas de los pueblos la figura del recitador que hacia las delicias del respetable con poemas de Rafael de León, Manuel Benítez Carrasco o Rafael Duyos, por citar a algunos de los más conocidos. 5 Goethe es necesario leer sus obras. Sin embargo, este amor se puede incrementar si a la mera visión, escucha o lectura añadimos un estudio de esas obras. Cuanto mejor conocemos, más amamos; y esto no sólo es aplicable en el arte sino en el amor humano que, como ya dijo Erich Fromm hace muchos años, también es un arte: el arte de amar. Con un mayor conocimiento de lo contemplado, escuchado, leído o amado conseguimos más placer, más gozo y más madurez en el amor que sin ese conocimiento. Otra cosa es que el arte, como el amor, deba hacer que algo brote en nuestro corazón al primer toque. Pero no menos cierto es que, tras ese primer brote amoroso que surge tras la flecha que envía ese diosecillo travieso que es Cupido o tras la visión, escucha o lectura primera, tiene que venir el trabajo para mantenerlo, alimentarlo y hacerlo crecer; en definitiva, conseguir que el amor, - ya sea humano o artístico pues tanto da - llegue a ser maduro y que el disfrute con la obra de arte sea mayor. Si la filosofía fue durante un tiempo la ancilla theologiae, los críticos y los profesores debemos ser servi poesiae. Sólo de esa manera, siendo siervos y no sirviéndonos de la obra del estudiado, podemos desobedecer a Larkin y comenzar, como voy a hacer yo ahora, un modesto estudio sobre la obra poética de Luis Benítez. Mi conocimiento de este poeta argentino es relativamente reciente y se la debo a mi amigo y vecino, Hugo Aníbal Busso, que fue quien me introdujo en ella. Por aquel entonces, yo preparaba una antología de relatos de Marcel Schwob con un cuento inédito en castellano, La estrella de madera, y se me ocurrió poner al frente de mi traducción un hermoso poema que Luis Benítez tiene sobre este autor francés porque él pertenece también a la sacrosanta cofradía de sus lectores. Cuando el libro se publicó, le envié un ejemplar y él, a su vez, tuvo a bien enviarme una antología de su obra y un libro sobre su poética. Sin caer en el tópico, aquello fue el comienzo de una gran amistad que, hasta este momento, lo es tan sólo por correo electrónico pero que en el futuro, estamos convencidos los dos, nos llevará al conocimiento personal. Reconozco que, cuando Luis me pidió que hiciera esta introducción a su poesía completa, sentí miedo. Tal y como le dije a él, no era yo digno de tan importante misión. No obstante, voy a intentar llevarla a cabo porque tengo un concepto clásico de la amistad que me obliga a cumplir los deseos de los amigos y, por otra parte, los retos me gustan. Otra cosa será lo que resulte. Espero la benevolencia de los lectores y, sobre todo, espero la benevolencia del poeta en esta re incerta que es esta introducción. No me equivoco si digo que cuento con ella pues, como dijo Cicerón, amicus certus in re incerta cernitur, o lo que es lo mismo, el amigo verdadero se hace ver en la situación incierta. Unos y otros tengan en la cabeza aquellas otras palabras latinas, de Ovidio en este caso, que rezan así: in magnis satis voluisse. En lo grande basta con haberlo intentado. 6 Biografía No voy a decir nada más que dos detalles. En parte, por la juventud de Benítez y, en parte, porque creo que el conocimiento exhaustivo de su vida poco o nada pueden ayudar a conocer su obra. Sólo en determinados casos merece la pena entrar en detalles; en el resto de biografías basta con un breve apunte como vamos a hacer aquí. Isaac B. Singer decía que, si tuviera a Shakespeare como vecino, no lo iría a visitar porque su conocimiento nada le aportaría a la lectura y su disfrute. Es muy loable su postura: es mejor leer a Shakespeare en la casa de al lado que visitarlo sin conocer sus obras que son lo que, en verdad, importan. Por eso, digamos tan sólo los dos detalles que señalábamos antes. Luis Benítez nació en Buenos Aires en 1956. Con esto bastaría. El contar que Luis Benítez pertenece a numerosas academias de poesía en varios continentes (que pertenece), que ha recibido numerosos premios internacionales (que los ha recibido) tampoco puede ser relevante de cara al estudio de su obra. Sin embargo, sí que nos debemos parar en sus libros porque será a partir de ellos como iremos haciendo el estudio de su obra. Ya decía San Pablo que “por sus frutos los conoceréis”. Así pues, sus frutos, sus obras poéticas son las que siguen: - Poemas de la tierra y la memoria, 1980 Mitologías / Balada de la Mujer Perdida, 1983 Behering y otros poemas, 1985 Guerras, Epitafios y Conversaciones, 1989 Fractal, 1992 El pasado y las Vísperas, 1995 La Yegua de la Noche, 2001 El Venenero y otros poemas, 2005 La Tarde del Elefante y otros poemas, 2006. A esta obra poética habría que añadir una novela, El tango del mudo, una obra de teatro, 18 Whiskies, y numerosos ensayos sobre diversos temas que irían desde el estudio sobre Juan L. Ortiz de 1985 al de la novelística de Teódulo López Meléndez pasando por un estudio del horror en la narrativa de Alberto Jiménez Ure o el ensayo titulado, La tiniebla y la gloria, dedicado al maestro Borges. También hay ensayos y estudios sobre el poeta como el de Carlos Eliff o unas Conversaciones con el poeta Luis Benítez, de Alejandro Elissagaray y Pamela Nader. 7 Su ubicación en la historia de la literatura argentina Tengo que reconocer con humildad que mi conocimiento de la literatura argentina no es muy amplio. Lo primero, porque hasta España llegan los nombres más sonados pero, sin embargo, son muchos los autores que no cruzan el Atlántico y se quedan del otro lado. Conozco los que una persona más o menos culta (no exageremos) puede conocer y así he acompañado a Borges y juntos hemos ido hasta Creta para ver al Minotauro; he recorrido el Prado con Mujica Láinez y me he internado en su compañía por el jardín mágico de Bomarzo; he sido prófugo con Bioy Casares y he vivido con él en una isla infectada por una enfermedad mortal; he compartido el coche con Cortázar en una autopista atascada o he recorrido un túnel con Ernesto Sábato para conocer las complejidades del alma humana . No me avergüenzo de haber leído La calle de la muerte y la vida de Antonio Larreta (aunque el maestro Borges dijera que uno de sus orgullos era no haber leído nunca a este autor), ni de que un amigo argentino, Juan Antonio Fornés, me recitara unos versos de Almafuerte en esa calle abulense que da nombre al libro de Larreta. Reconozco mi devoción por Oliverio Girondo, por Alejandra Pizarnik, por Enrique Molina o por Alberto Girri, este último también presentado por mi amigo Hugo Aníbal Busso. También reconozco que soy un apasionado lector de la poesía de Borges y tanto es así que he cogido cierta aprensión por los espejos. Sin embargo, para esa labor de clasificación, de ubicación dentro de una gaveta en el bargueño de la historia de la literatura argentina de Luis Benítez, reconozco que tengo que recurrir a Camilo Fernández Cozman que en su espléndido ensayo La poesía es como el aroma lo sitúa como sigue: “Luis Benítez se sitúa en el ámbito de la denominada generación de los ochenta en Argentina, al lado de Juan Carlos Moisés, Esteban Moore, Osvaldo Picardo y Mario Sampaolesi entre otros. En ellos se observa el influjo de la poesía en lengua inglesa. Por eso, podemos identificar allí la huella de autores como Ezra Pound, T.S. Eliot, William Carlos Williams, Dylan Thomas, Allen Ginsberg, E.E. Cummings y Edgar Lee Master. Vale decir, predominan el coloquialismo y el verso narrativo, frente a la metáfora de cuño simbolista, los poetas de la generación del ochenta se alejan de Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine, para aproximarse al tratamiento directo de la cosa (sea esta de índole objetiva o subjetiva), procedimiento del cual hablaba Pound en su famoso imaginista de 19132”. Tras esta espléndida ubicación por parte de Fernández Cozman, a la sazón profesor universitario en Lima, podemos añadir algunas palabras que coloca Marcelo Ballestrasse en su estudio Luis Benítez: “El otro, el mismo”: 2 CAMILO FERNÁNDEZ COZMAN. 2009. La poesía es como el aroma. Editorial Nueva Generación. Buenos Aires, 8 “Conocido fundamentalmente por su pertenencia a la compleja generación poética del ’80, podemos considerar a Benítez un intelectual paradigmático de esa década. Su notable talento lo ha llevado a incursionar con éxito también en otros géneros literarios. En todos ellos afloran siempre el pensamiento fino y la exploración de la palabra desde su reminiscencia universal, peculiaridad que le aproxima al rumbo adoptado por autores que los precedieron y que, coincidentes o no con su cosmovisión, integran un destacado segmento de nuestras letras3”. Quisiera en este proceso de ubicación de la poesía de Benítez fijarme y hacer que el lector se fije en el momento histórico en que el vate rompe a cantar su necesario canto. Era el año 1980 y hacía tan sólo cuatro que una sublevación militar había derrocado a la Presidenta María Estela Martínez de Perón y había instalado una vergonzosa dictadura que con el tiempo sabríamos que también llevaría adelante una guerra sucia con terrorismo de Estado que violó de manera sistemática y masiva los derechos humanos de muchos miles de argentinos. Es la época tristemente célebre de los desaparecidos, un eufemismo para referirse a los asesinados. Cuando Luis Benítez publica su primer libro detentan el poder Videla, Massera y Agosti y está en marcha el llamado, también de manera eufemística o casi con humor negro, negrísimo, “Proceso de reorganización nacional”. La manera que tenían estos militares de reorganizar la patria, peligrosa palabra cuando los que la pronuncian piensan más en su sables que en los ciudadanos, tuvimos ocasión de verla en acción durante bastante años. No deberíamos tampoco pasar por alto el silencio cómplice de las grandes potencias y de los países de la vieja Europa. Sin embargo, la fecha en que el poeta decide alzar la voz me parece altamente significativa porque nos demuestra una vez más que el poeta, pese a estar “cercado por las balas, ansiado por el odio4” no calla porque no debe ni puede callar; porque, consciente de su labor cívica y religiosa, como vate que interpreta a los dioses y trasmite al pueblo su mensaje, su voz tiene que enfrentarse a los tiranos. Si alguien tiene dudas, que recuerde el origen sagrado de la poesía para los griegos. El poeta es el libertador, el Moisés que promete a su pueblo que lo sacará de la opresión de los egipcios; el poeta es, en definitiva, el salvador porque la palabra poética tiene una función salvadora y curativa. No olvidemos que, en alemán, el verbo heilen “cuidar” sirve también para lo sagrado, heilig. Una vez vista su situación dentro de la literatura argentina, creo que es 3 La cita está tomada del libro de ELIZABETH AUSTER, Luis Benítez: Breve Antología Poética. Ediciones Juglaría. Rosario, 2008 (hay una versión digital en la Biblioteca de Poesía de www.publicatuslibros.com). El libro al que se refiere la nota es 18 Whiskies, teatro de Luis Benítez, con estudio preliminar de Marcelo Ballestrasse, Editorial Nueva Generación, Buenos Aires, 2006. 4 Le hemos robado este verso a Miguel Hernández. Es de su poema Canción del esposo soldado, perteneciente a su vez al libro Viento del pueblo (1936 – 1937). Sea ésta, junto con las otras citas que del poeta de Orihuela hacemos en este trabajo, la manera de celebrar su centenario. 9 necesario que intentemos encontrar cuáles son los temas que Benítez trata en su obra poética. Diremos los que a juicio de sus críticos son los temas generales de su obra y luego iremos profundizando en el resto de temas que va tocando en cada uno de los libros. Los grandes temas en la poesía de Luis Benítez De nuevo volvemos a echar mano de la cita que hace Elisabeth Benítez en su ya mencionado libro para escuchar la voz de Marcelo Ballestrasse: “Si leemos con atención preferentemente su poesía, advertiremos en Benítez esa universalidad a la que hacíamos referencia; en sus textos adquieren una presencia capital las problemáticas eternas del hombre, aquellas que trascienden una ubicación geográfica determinada, aun cuando aludan a prominentes figuras de la historia nacional o extranjera5”. Las problemáticas eternas del hombre son los temas eternos de la poesía desde que ésta existe. Son las “tres heridas” que tan bien cantó Miguel Hernández en su muy famoso poema: Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Con tres heridas viene: la de la vida, la del amor, la de la muerte. Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor6. Por tanto, las problemáticas eternas del hombre7, ese animal inconsolable según Saramago, son el tratar de la vida, de la muerte y del amor. Quizás - y espero que, si me equivoco, sea el mismo quien me corrija, - busca Luis en su poesía aquello que buscaba el gran Eugénio de Andrade: 5 Cf. op. cit. página 8. Este famosísimo poema pertenece al libro de Miguel Hernández, Cancionero y Romancero de Ausencias (1938-1941). No podemos olvidar la versión musicada de Joan Manuel Serrat ni la interpretación que de esta versión hacía la cantante norteamericana Joan Baez. 7 Así en Elizabeth Auster, op. cit. página 8. 6 10 “Yo volví a buscar en la poesía lo que sólo la poesía podía darme, un lugar limpio donde el alma y el mundo se reconcilian para conjurar la muerte”8 En el ya citado libro de Elizabeth Auster, en la página 9 de su introducción9 nos hace una revelación trascendental de cara a una mejor comprensión de la poesía del autor que nos ocupa: “En el volumen inicial de la obra de Luis Benítez, Poemas de la tierra y la memoria, se advierten los gérmenes de los tópicos que desarrollaría en títulos posteriores. La muerte, la vida impredecible, el amor, la sensación de la historia como un cruce permanente sólo a veces advertido por el individuo como el meollo mismo de su existencia, y en otras ocasiones difuminado entre fantasmas de la misma representación, se aprecian en este primer volumen, marcadamente influido por el poeta galés Dylan Thomas, como el mismo Benítez admite en el tomo II de las Conversaciones. Se conforma además una recordación permanente de la muerte y su sinónimo, el tiempo, en una poética que inicia su propia vida en los albores de la post-modernidad que se pretenderá, justamente, ajena al tiempo e ignorante de la historia. Sin embargo, Benítez todavía está distante del manejo de recursos estilísticos que mostrará en trabajos posteriores, donde se hará más evidente el empleo de una continua elusión, como el mejor camino para lograr un efecto de alusión fantasmática, donde le queda al lector el trabajo de completar una línea insinuada por puntos conceptuales, que dibujará la imagen final de lo referido por el poema. Benítez recurrirá constantemente a la elusión para llegar al imaginario del lector. Sin embargo, no es la suya una poesía hermética, que deje afuera a quien la lee ni le obligue a estar dotado de unos conocimientos previos especializados, para acceder finalmente a las claves de su poesía”. Pasemos a ver ahora, uno a uno, sus libros: Poemas de la tierra y la memoria. 1980 De cómo el amor, la vida y la muerte se hacían presentes en este libro de Benítez y, por extensión, en toda su obra ya hemos hablado unas líneas más arriba. También se hablaba de su vinculación con Dylan Thomas. Según Margarita Ardanaz Morán, los grandes temas del poeta galés son los que siguen: - Los recuerdos de infancia y el contacto con la naturaleza. - La juventud, la plenitud, el amor. 8 Esta hermosa cita del poeta portugués está tomada de su libro “A la sombra de la memoria”, publicado por Editorial Pretextos. Conste que esta nota no tiene nada de profesoral sino que tan sólo intento recomendar al lector un buen libro. 9 Remito al lector interesado a esta feliz antología de Elizabeth Auster para que su recorrido por la poesía de Benítez sea altamente fructífero. Cf. Nota 2. 11 - La relación hombre-mujer. El sexo, el cuerpo. El nacimiento. La relación entre padres e hijos. El deseo y la pasión. La plenitud, la insatisfacción, la culminación. La insatisfacción, el desengaño, el envejecimiento, la muerte. También es de destacar, como esta autora nos dice, que la poesía de Thomas está llena de oralidad. También que hay un deseo inalcanzable de pureza y, para mí, lo más importante: “Dylan Thomas sabía bien que lo único que sobrevive a la muerte es la palabra”10. Luis Benítez lo sabe y en su poema Prosa poética-prosa de las ciudades nos dice: Todo es. Nada es. (…) Los hombres van y vienen como los ríos. Las ciudades quedan, como las piedras, esperando en la orilla que vuelva el mismo río. El mismo río del hombre que abandona las ciudades para no volver jamás. Y cuando se va el último y asoman los fantasmas sus ojeras nerviosas por las ventanas que el viento bate como un insulto, la ciudad entera comprende que está sola y que se muere. Porque las ciudades se mueren y se pudren, como los hombres, como el amor. Frente a esas ciudades que se pudren como los hombres y como el amor, nos queda, como a Blas de Otero, la palabra: EN EL PRINCIPIO Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo, al agua, 10 Todo lo que venimos diciendo sobre Dylan Thomas proviene del libro Poesía Completa, DYLAN THOMAS. Visor Libros. Madrid 2008. 12 si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra. Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio, me queda la palabra. abios para ver el rostro Si se me permite y a modo de orientación, diré que muchos de esos temas que hemos citado unas líneas más arriba están también presentes en la poesía Benítez. En lo que se refiere a la oralidad, quizás el punto en el que podríamos estar más en desacuerdo porque no encontramos en Benítez la repetición de fórmulas poéticas al estilo de los antiguos poetas épicos., confesar que he leído en voz alta a algunos amigos una breve selección de poemas del poeta que nos ocupa y el resultado ha sido magnífico: conseguimos que “viviera en el aire la negra flor de la tinta” como gusta de decir Agustín García Calvo. Por tanto, que nadie le niegue a la poesía de Luis Benítez su oralidad que, por otra parte, toda poesía debe tener porque, no olvidemos lo dicho al principio de este trabajo, la poesía nació oral y devino escrita. El poemario se cierra con uno de los más hermosos poemas de Benítez, Todo lo que diré de ti y que por su belleza copio completo para que el lector acostumbre su sensibilidad al buen hacer poético de Benítez: TODO LO QUE DIRE DE TI Boca de pájaro en tus ojos de hierro hoy se oxida el dolor. En la mañana que tiembla y en el sol que la entibia en el final de la noche con garras de muerto en todos los lugares comunes a saber: luna lluvia estrellas está tu origen y el origen de tu nombre. Eres el cuchillo que corta el pan de los pobres y la mano que enciende el cigarro del triste. Bienvenida gritan mis cosas mi pasado juguetes lápices caricias bienvenida mis años verdes y mis años grises la alegría de los hombres que ahora puedo ver. Mi amada con boca de diosa pagana 13 borracha en su manto que sonríe mi amada con promesas de espanto mi amada una y mil veces viva y definitiva. Mitologías /La balada de la mujer perdida (1983) En 1983, Luis Benítez publica su segundo poemario. Este libro tiene dos partes diferenciadas: la parte mitológica en la que se hace alusión a la cultura precolombina, pero también a un montonero del chaco, a un filósofo del siglo XVII o al mismo Marcel Schwob. También aparecen animales mitológicos como el uro. Luego el poemario sigue con la mujer perdida, esa mujer que venía de “los candentes países que no recuerda nadie”. De nuevo cito a Elizabeth Auster cuando en la página 11 de su introducción a la antología de Benítez dice lo que sigue: “Aunque las referencias culturales están bien marcadas, particularmente a partir del segundo volumen de poesía, Mitologías/La Balada de la Mujer Perdida, el vehículo preferido por el autor es el sentimiento, la emoción subrayada y abierta a la interpretación personal, por parte del lector, de lo inscripto en su poesía. Esta guía continua a través de la sensibilidad es otra constante de la poesía del autor: poesía para ser sentida, que tiende a tocar las zonas sensibles del lector, antes que abordada desde las ideas puras o la referencia cultural”11. A esto habría que añadir lo dicho por Fernández Cozman12 cuando se refiere a la poesía intercultural: “La denominada poesía intercultural surge, fundamentalmente, en el ámbito de la vanguardia o de la posvanguardia, aunque hay antecedentes en la obra de algunos autores marginales como Mariano Melgar, quien empleó formas estróficas, herederas del mundo prehispánico”. Esta llamada poesía intercultural se refiere a una poesía de síntesis entre el mundo precolombino y el mundo occidental. Esta poesía es habitual en los poetas hispanoamericanos que ven toda una cultura que precedió a la llegada de los españoles y, al tiempo, otra cultura que llegó con ellos. No es raro que la encontremos en Vallejo, Neruda u Octavio Paz. Rubén Darío también trató temas y mitos precolombinos (baste recordar el poema del Toqui) y, prácticamente, la mayoría de los poetas americanos quieren dejar claro que su voz poética procede de dos culturas. También en este libro encontramos lo que me gusta denominar “la metáfora americana”. Quiero referirme con este término a un tipo de metáfora que hace uso de la pujante naturaleza de América y que no sería 11 12 Cf. Op.cit. Página 11. Cf. op. cit. página 20. 14 dable en Europa de naturaleza más, si se me permite el término, civilizada. Los bosques ingleses o franceses son jardines en comparación con las grandes extensiones naturales de América. Cuando el viejo Walt Withman dice que “la hierba es el pañuelo de Dios”, para que esta metáfora cobre su sentido, tenemos que pensar no en los pequeños campos de la vieja Europa sino en las enormes praderas americanas; tenemos que pensar en un paisaje, en un tierra que por sí misma sea un mundo como muy bien lo expresa Joa o Guimara es Rosa en su hermosa novela Grande Serta o: veredas cuando Riobaldo dice: “El serta o es todo el mundo”. Pues bien, en este libro de Benítez y, en general, en toda su obra, podemos encontrar ejemplos de este tipo de metáfora pujante, fruto de una tierra también pujante. Este libro que estamos analizando es el libro de la tierra que alimenta y sustenta el yo del poeta, la vida del poeta que hunde sus raíces en la madre Gea. Es esa fuerza que “fluye cuando ya nada se agita”. Behering y otros poemas (1985) De nuevo Luis Benítez recurre a un lugar crucial en la historia americana y se remonta, no ya a la mitología precolombina, sino mucho más allá, a ese momento prehistórico en que las tribus venidas de Asia cruzaron el estrecho que da nombre al poema primero y fueron poblando las tierras americanas. Es, por tanto, un volver al pasado más absoluto de América aquel en que empezó a ser habitada por las primeras tribus de asiáticos. Luego el poemario continúa con la mención a personajes que forman la propia mitología del poeta, su sustento: Keats, Lao-Tse, Alfonsinho da Cunha. Pero tampoco olvida Benítez la reflexión sobre el lugar en donde se encuentran los poetas o la reflexión sobre ese lugar de la memoria. En este libro, Luis Benítez “se nutre no sólo de las culturas amerindias, sino también de los aportes de la tradición poética simbolista, de la poesía conversacional y de la lírica de Jorge Luis Borges”13. “Pero – sigue diciendo Fernández Cozman- a la vez, revela un estilo intransferible, personal y enormemente sugestivo”. Con referencia a este libro, vuelvo a citar a Elizabeth Auster: “La poesía de Benítez incluye a quien lo lee como una suerte de coautor de los poemas. No demarca un territorio: establece un rumbo probable para la lectura, que el lector completará de acuerdo a su sensibilidad; una polisemia, algo que abre el juego a las distintas voces posibles, en vez de cerrarlo a una sola. Este juego verbal, que parece tan complejo y que Benítez resuelve tan fácilmente - aunque se percibe en su 13 Cf. Op cit de Camilo Fernández Cozman. 15 obra un paulatino aprendizaje, principalmente desde Behering y otros poemas en adelante- conduce a una falta progresiva del sujeto narrante, ya que el poeta se despoja en la madurez inicial de su obra, a partir de Fractal, de 1992, aun de la voz conducente de lo aparentemente referido por sus textos: a partir de Fractal el poeta parece lograr una suerte de invisibilidad autoral pues el texto se ocupa del guión de la lectura, mientras le lector, cómplice de la ilusión creada por Benítez, se convierte en autor de los textos. En la poética de Benítez el autor, simplemente, se vuelve prescindible: La poesía es absolutamente egocéntrica; lo que le suceda al poeta no le importa lo más mínimo. Diría más: los temas de la poesía son meros disfraces. A ella sólo le importa hablar de ella misma14. Esta tendencia del autor a una despersonalización, a favor del libre juego del lector dentro de su obra, es más clara en las obras posteriores, más formalmente en las inéditas, donde se acrecienta, como si se tratara de una corriente estilística predominante en el futuro poético de Luis Benítez. Un quién sabe que no deja de tentar a quienes leemos sus obras15”. Guerras, epitafios y conversaciones (1989) Siguiendo a Fernández Cozman, podemos encontrar en este libro varios temas esenciales: a) El hacer poético. Una reflexión sobre el acto de crear poesía. Este tema no es ajeno a la poesía actual; al contrario, la mayoría de los poetas modernos así lo hacen. La reflexión sobre el proceso de creación poético se impone en la poesía moderna. b) El tiempo. ¿Qué podemos decir de este tema? Ya en los griegos aparece el paso del tiempo como tema poético: el tiempo sanador y el tiempo que conduce de manera irrevocable a la muerte. Así en Anacreonte, en el Fragmento 44 D: Nos blanquean ya las sienes, la cabeza cana, y ya la juventud se fue gozosa y los dientes van reviejos; y no es mucho el tiempo de esta que nos queda dulce vida. Conque en miedo al otro mundo suspirando siempre ando; 14 Este texto en cursiva pertenece a una entrevista que le hizo Auster al poeta y que aparece en su ya citado libro. 15 Que me perdone el lector la extensión de estas citas del libro de Elizabeth Auster, pero es que las considero esenciales para quien se quiera adentrar en el mágico y apasionante mundo de la poesía de Luis Benítez. Cf. Op. Cit, Páginas 11 y 12. 16 pues medroso el Hades es en sus honduras, y es penosa su bajada: que al que baja se le da que ya no sube16. Esta idea del tiempo que pasa nos llevaría a Heráclito y su río en el que no podemos bañarnos dos veces en las mismas aguas; a Homero y a su comparación de las generaciones humanas con las hojas de los bosques; al propio Borges y a tantos y tantos poetas en la literatura mundial pues el paso del tiempo es una herida abierta en la poesía. c) El tema de la otredad. Tampoco es tema infrecuente en la poesía actual el que poeta reflexione sobre los otros que no siempre tienen por qué ser el infierno, según el pensamiento de Sartre. El otro es también el que nos da la existencia pues vivimos en la individualidad en tanto que nuestro yo se refleja en un tú. d) El tema de la muerte. Otro tema de enorme trascendencia es la muerte. Es una de las “tres heridas” de las que hablábamos hace unos instantes. No podemos descubrir el Mediterráneo si decimos que el tema de la muerte ha sido uno de los temas fundamentales de la poesía a lo largo de la historia. No podemos olvidar, como dijimos al principio de esta introducción, que la palabra poética tiene una función sanadora, que la poesía parte de “lo sagrado”, que la poesía tiene y debe de redimir al hombre de sus miedos. Antes los veíamos en el poema de Anacreonte pero lo podríamos ver en el Arcipreste de Hita o en Francisco Brines. En el poema de Benítez, La rutina de dios, aparece esa idea de tiempo circular, muy griega, por otra parte, y enfrentada al tiempo lineal de la tradición hebrea. Fractal (1992) El título del libro nos lo dice todo: Si leemos el diccionario de la RAE encontramos lo que sigue: “Figura plana o espacial, compuesta de infinitos elementos, que tiene la propiedad de que su aspecto y distribución estadística no cambian cualquiera que sea la escala con que se observe”. Nada más claro que esta definición para hacernos ver cómo es la poesía de Benítez en este libro: una poesía que está compuesta por infinitos elementos. 16 Hemos utilizado aquí la traducción maravillosa de Agustín García Calvo en su libro Poesía Antigua (De Homero a Horacio), Editorial Lucina, Madrid, 1987. 17 Pasando a ver los poemas, encontramos El mar de los antiguos. En este poema, no sólo se habla del mar de Grecia y Roma sino del mar de los vikingos (Erik el violento) y del mar de los chinos “con los hombres amarillos bajo la tensa seda”. Esto es una novedad pues, hasta ahora, al decir mar de los antiguos estábamos hablando del mar de los clásicos. Sin embargo, Luis Benítez tiene una visión más amplia y totalizadora del mundo. En Como por imperio de un sueño, el poeta, en una especie de aleph borgiano el poeta quiere ver todo el mundo, los hombres de todos los tiempos. Y ahí están su antepasado, su abuelo que estaquea paisanos, Mahoma, un cajero del salvaje oeste, Sarmiento un pasaje de la Eneida, Caín y Abel y otros que son una ansiada respuesta al deseo de multiplicidad del poeta. Quizás, de todo el poema, sea este en donde la fractalidad está más presente. De hecho, los poemas son como caleidoscopios y todo el poema a su vez es como un caleidoscopio que incluye a otros en un hermoso juego de espejos que está recorrido por “una fuerza inmortal” que le da vida. En La marcha de un animal desconocido, el animal tiene en su cabeza, jugando otra vez con lo fractal, las anchas, otras realidades que contienen diez crepúsculos en uno”. En Anacuatl sueña sangres, el poeta, convertido en vatevidente ve el futuro. En Copenhague, 1813, aparece Kierkegaard y su tema religioso. Sigue un poema dedicado a Nezahualcoyotl y En el manso universo de la abeja, se recoge, en ese pequeño universo apícola, lo que vieron las abejas antiguas que estuvieron en contacto con Ovidio y Horacio. De nuevo desde el presente y a través de un juego de imágenes, llegamos hasta el pasado. Sigue está idea de que el poeta puede estar en el pasado y que el pasado está en él vigente en todo el poemario. Así lo vemos en Ah, los pequeños cazadores del día, en los que el poeta ve a esos cazadores. El lancero se vincula con el rito impuro, involuntario y femenino de la sangre. El poeta se encuentra, se ve con la lanza mientras ese continuo de fuerza, del que hablábamos unas líneas más arriba, le hace verse convertido en un cazador de las antiguas tribus precolombinas. De nuevo volvemos al juego del caleidoscopio en Poderosas cigarras del verano, en las que las cigarras del verano contienen, a su vez, todas las cigarras que fueron o que serán. Y también participa de esta visión fractal de la realidad el poema Héroe de la segunda guerra mundial. El pasado y las vísperas ( 1995) El poeta comienza reflexionando sobre el acto de la escritura y su fuerza que es capaz de “modificar dos veces el mundo”. En su reflexión, vuelve su mirada de nuevo al pasado, a “los siglos de guerras y de paces que entre las palabras han corrido”. Me parece que estos primeros poemas, que incluyen uno dedicado a Lope de Vega son poemas sobre la fuerza de la palabra. Me gustan las palabras de Ángel Gabilondo en su libro Menos que 18 palabras: “Las palabras son un modo privilegiado de (del )hacer, un decir del hacer. Comportan esa voluntad de unidad del ser, del decir y del hacer que permite un hacer al hablar, un hacer hablando, un discurrir que obra, y que posibilita el convencer y el persuadir más acá de toda demostración. La pasión confirma que deliberamos en relación con alguien, nos sumergimos en algo con alguien. (…) La pasión de la palabra lo es de la comunicación por venir. Por tanto, arriesgar la palabra es correr sus riesgos. Dejarse ir con ella no es hacerlo por las ocurrencias de uno, es la acción de escuchar en lo que puede ser lo que podría ser, su libertad, y de ser convocados por los ecos de lo imposible. Por eso, la razón sin pasión es la ruina del alma. Las palabras sin pasión no son libres17”. Estas palabras que cierran el parágrafo de Ángel Gabilondo creo que deberían ser suscritas por todo poeta que creyera en su oficio. De nuevo, en Antepasados, el poeta parece cobrar, tomar sus fuerzas de otros seres que vinieron antes que él. Es, de nuevo, Miguel Hernández el que lo dice de manera muy hermosa: Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, se besan los primeros pobladores del mundo18. Algo parecido ocurre en La mano que es “el vano prodigio, el milagro inútil”. Esa mano también le llega al poeta del pasado y viajará en el futuro: “Todo es un infinito pasamanos”. Además, no debemos de olvidar que la mano es el instrumento de trabajo del poeta. El poeta es como Dylan Thomas: Heredero de venas escaldadas, que sujetaban la gota del amor, costosa criatura para mis huesos, redondeado el globo de mi herencia, jornada camino del fondo, hombre atrapado por la noche19. En el poema Desterrado se hace referencia a Dante y en El observado el poeta afirma con orgullo su condición de tal, se afirma en su oficio de poeta. Antes encontramos un poema sobre otro de sus referentes literarios: César Vallejo. Al castellano es un hermoso poema, un impresionante poema de amor a nuestra lengua en la línea de los sonetos que Dámaso escribió a nuestra lengua. A mi modo de ver, tiene dos partes: en la primera, el castellano es la lengua de los plurales, la lengua que contiene el universo. De nuevo estamos 17 Alianza Editorial. Madrid, 1999. a cargo de Juan Cano Ballesta. Cátedra, Madrid, 1985. La cita está sacada del poema, Hijo de la luz y de la sombra, la cima poética de la poesía del alicantino. 19 La cita pertenece al poema de Dylan Thomas, Yo soñé mi génesis. Para la traducción, cf. nota 9. 18 ÁNGEL GABILONDO. Menos que palabras. Página 164. MIGUEL HERNÁNDEZ. El hombre y su poesía. Edición 19 ante el mágico aleph borgiano: el castellano es un universo en sí mismo. En la segunda parte, vemos como el poeta le otorga al castellano una facultad casi mágica. En Yo puedo hacer algo contra el aislamiento, retoma Benítez la idea, que le es tan querida, de que somos los que somos sobre la ceniza o la historia de los muertos. Somos, en definitiva, no nuestra historia sino las historias de los hombres que nos han precedido. El poeta cierra el poemario con El dolor de lo eterno. El dolor errante, como aquella fuerza que recorría el universo. En ese dolor de lo eterno que nos acompaña La Yegua de la Noche (2001) Con La yegua de la noche llegamos al año 2001. Benítez abre el poemario con un poema sobre la acción de la poesía que no es sino “otra manera, posible, de estar vivo”. Sigue con otro poema a la mano, esa mano que nos ha aparecido en otros poemas y que es una mano que recoge otras manos con lo que retornamos a ese juego del caleidoscopio fractal que ya vimos unas líneas más arriba. A continuación viene el poema que da nombre al libro que es una cita de Robert Graves. Fantástico me parece el poema de una mujer maquillándose ya que es una reflexión sobre la mujer, de ese ser ante el que “estamos siempre solos”. El recuerdo de Ovidio, en un Tomis que asiste a la caída del comunismo ruso, le hace reflexionar sobre la poesía que “le interesa a nadie”. En definitiva, encontramos aquí otra de las claves de la poesía de Luis Benítez: todo poeta es, como Ovidio, un desterrado. El poema sobre el Hudson se abre con un epígrafe del poeta alemán Gottfried Benn. Poco a poco, se van definiendo y aclarando los gustos poéticos de Luis Benítez. En el poema Del amor por los bárbaros, Benítez, al contrario que Kavafis que esperaba a los bárbaros con temor, nos hace una declaración de su fe, de su confianza en los bárbaros. Y nos explica por qué: “Los bárbaros poseen la ingenuidad de lo que fuimos”. Nuestra cultura es vieja; la misma poesía que escribimos y que leemos es vieja (hemos llegado tarde y la poesía es vieja, decía Ruy Belo, el gran poeta portugués). Los bárbaros son como niños tal y como eran los griegos a los ojos de los egipcios. (Heródoto dixit). La Carta a Bizancio nos va a cercando al final del poemario. En este poema y en el siguiente, parece que una cierta astenia o tristeza ha embargado al poeta cuando dice: “Nadie sale por una carta de amor del laberinto”. En Canción vespertina y contrapunto, encontramos ese arranque fantástico: “Solo el hombre a solas, Narciso enamorado de Narciso”. El poema es una reflexión sobre la muerte y sobre el ser. “Si me voy del lugar la muerte se va conmigo”. A nada le importa el hombre, ser solitario de la creación por su 20 condición de ser distinto. Cuando el “hombre a solas” parta, ni las estrellas, ni el bosque ni el verano lo echarán de menos. ¿Ni siquiera las pequeñas cosas que se quedarán solas, como recordaba en un poema Dámaso Alonso? No lo sabemos. Luis Benítez concluye el poemario con un poema que trata sobre una separación. Antes, un poema dedicado a Wallace Stevens, nos va confirmando el mapa de los gustos poéticos de nuestro autor que ya a estas alturas tenemos casi acabado. El venenero 20 y otros poemas (2005) El penúltimo, hasta el momento, libro de Luis Benítez comienza con el poema dedicado al venenero, un alumno vegetal de Borgia cuyo cometido es destilar “pacientemente el cianuro de la historia”. El siguiente poema “En el arduo aniversario de una boda” parece la mirada desencantada del poeta sobre el amor, es posible que sobre su propio amor. En los siguientes poemas se nos habla de diferentes temas: el nacimiento del tango, que “nació de mujer como los hombres”; de los leopardos, “una bestia que siempre está bajo la lluvia”; de la renga, que es una mirada al mundo de los marginados, de los desposeídos. Sigue el poema “Qué fácil perdonar a los que amamos” uno de mis preferidos en toda la obra de Benítez. En “El cotillón de las tinieblas” retoma esa idea de que el poeta es un puente, un nexo de unión entre el presente más vital y el pasado más remoto: El compacto horror de la tortuga que nos devuelve al jurásico. Con el poema “La nadadora” me ha ocurrido algo curioso: su lectura me hizo acudir a los anaqueles de mi biblioteca y buscar el libro de Gabilondo que antes he citado pues éste filósofo dedica el primer capítulo de su libro a ese nadar, a ese arrojarse al ser. Pero creo que es un defecto mío, de puntilloso profesor y lo que late en el poema es sencillamente la belleza de la nadadora. El ver en esto del salto de la nadadora un “saltar al ser, al ser en sí, al ser en sí del pasado” me parece algo exagerado. De todas formas, el lector tiene la palabra. El final del poemario es el poema “A quien se olvide de su parte en el fuego”, un recuerdo del poeta a ese elemento primigenio en el que “nada ni nadie ya distingue”. 20 El venenero: se trata de un arbusto que puede llegar a alcanzar los siete metros de altura y que en las Islas Canarias lo llaman también bobo o tabaco moro. Su nombre científico es Nicotiana glauca. El gran escritor canario Luis Diego Cuscoy habla de él en su libro Entre pastores y ángeles: “Y el venenero engañaba a los hombres con su esbelta y descamada figura de arbusto arriscado, y amenazaba a las incautas bestezuelas con la muerte escondida en sus azuladas hojas”. LUIS DIEGO CUSCOY. Entre pastores y ángeles. Ediciones Idea. Santa Cruz de Tenerife, 2004. 21 La Tarde del Elefante y Otros Poemas (2006) Estamos ante su último libro de poemas. En él nos puede llamar la atención que algunos poemas ya hayan sido usados en otros libros precedentes. Oigamos la voz del poeta que nos explica su razón: "El cuidado de la unidad de estilo ha sido entendido como aspiración, como logro del autor, como madurez de su obra. Pero sin embargo, cuanto llega a su apogeo sólo tiene como futuro el decaer. Ello, porque ya no puede ofrecer el espectáculo de un dinámico desenvolverse, mutarse, metamorfosearse y, en consecuencia, lo que hace es detenerse. Al detenerse en sí, al no variar, este estilo encerrado en su unidad buscada ya no refleja un devenir, pues éste ha dejado de existir, ha muerto. La cristalización de los elementos que constituyen una obra se produce a fuerza de fijarse, insensiblemente, cada vez más seguidamente en ubicaciones e intensidades similares, por acostumbramiento de esos elementos a ocupar dichas posiciones y ofrecerse en esas intensidades. Ello provoca lentamente una pérdida de polisemia, una fijación en posibilidades determinadas, aguardables. A esto se le suele llamar estilo o, más bárbaramente, personalidad de la obra. Inclusive, el estilo puede llegar a buscar adrede, a perseguir como objetivo a alcanzar, el logro de la repetición -en forma más o menos acentuada, según el caso- de esos mismos elementos. Contra esta posibilidad se ofrece otra. Consiste en el empleo de algunos de los varios, infinitos estilos posibles, como recursos de estilo actuantes en una misma obra. Así, los elementos del poema guardan relación con los del collage: son capaces de imbricarse e influenciarse, no para conservar sus cualidades específicas, separados en secciones o partes, sino para combinarse de manera nueva. Entre las variantes que la obra ofrecería, podría revistar cualquier estilo anterior, rimado o no, sin predominancia en absoluto sobre los otros a emplear, sino comprometido con ellos, compromiso recreado en un logro más abierto, más susceptible de ser significado por la sensibilidad del contemplador -salvaje o no- que de la manera tradicional. Fractal es una partícula de un sistema que observa un comportamiento anómalo con respecto al conjunto, modificándolo. Se aspira a que todas las partes del texto se constituyan en fractales para el contemplador/coautor del mismo". Esto es lo que el poeta nos dice en la contraportada de su libro Fractal y creo que nos sirve muy bien para explicar la razón por la que aparecen estos poemas “repetidos”. Y llega el momento de que calle el crítico, el profesor, y de que hable el poeta que es el que debería haber tenido la palabra desde un principio. Espero que estas líneas sirvan, como decía al principio, sobre todo y ante todo para una mejor comprensión de los textos, como un hilo de Ariadna por la obra de Luis Benítez. Sin embargo, para entrar en su obra es preferible entrar limpio 22 de juicios preconcebidos. Desnudos “como los hijos de la mar” para que el poso de su poesía se nos vaya quedando en la piel. No olvidemos que, como dice Fernández Cozman, “la poesía es como el aroma” y el aroma nos llega sin estar preparados y es ese la mejor manera de disfrutarlo: con la sorpresa. Una tarde, cansado ya de la lluvia y de la nieve del invierno, llegó hasta mí el olor de las flores de un almendro que acababa de florecer. Luego vi sus flores y sentí que la vida, en medio aún del invierno, salía de las flacas mansiones de Plutón. Que la poesía de Luis Benítez sea para ustedes, lectores, como el aroma de ese almendro y que, cuando guiados por él, se coloquen ante su poesía, sientan la misma intensa emoción que sentí yo aquella tarde de marzo a las orillas del Duero. Y, si comencé citando a Philip Larkin, quiero que se me permita acabar citando a Fernando Guerreiro que dice así en un poema de su libro Caminhos da guía21: Escrevemos sempre de costas voltadas para a morte, à espera que as palabras se desprendan das ogivas do silêncio, iludidas como o cenário que o mundo compõe com os restos da aventura. Escribimos siempre de espaldas a la muerte, esperando que las palabras se desprendan de las ojivas del silencio, burladas como el escenario que el mundo compone con los restos de la aventura. Que las palabras de Luis Benítez nos sirvan para poder volvernos de esa postura de espaldas a la muerte y que con ellas posamos recorrer la vida. Agradecimientos A Luis Benítez porque confió en mí para tan grande obra, que supera, con mucho, mis pobres conocimientos. Cuando me lo propuso, y mucho más cuando iba pergeñando estas torpes líneas de un profesor de Bachillerato de Latín y Griego aficionado a la poesía, me di cuenta de que la obra excedía al artífice y que, si no andaba con pasos cuidadosos, me podía pasar como aquellos osados de Babel que querían llegar al cielo mediante una torre . Sin embargo, me forzó a seguir adelante una de esas fuerzas de las que tanto 21 El poema de Fernando Guerreiro, como ya hemos dicho, pertenece al libro Caminhos da guía. Editorial Black Sun, Lisboa, 2002. 23 habla Luis en sus poemas: el amor en doble vertiente; pues, en este caso, lo encontramos en su forma de amistad por alguien que confiaba en mí y al que no podía traicionar y el amor por una obra poética llena de belleza, de fuerza y de preocupación por el hombre. (¿Podría la poesía no ocuparse del hombre, considerar algo del mundo ajeno al hombre?; esto tan fácil y tan difícil me pregunto y pregunto) Hay que ser muy hombre para contemplar la belleza venía a decir Antonio Gamoneda en un poema y, decimos nosotros, no hay que serlo menos para contemplar la poesía de Luis Benítez porque en ella está reflejado el hombre con su muerte, su vida y su amor. Espero que mi modesta introducción le haya servido al lector y que no se derrumbe como aquella torre bíblica; también, por supuesto, espero que sirva, sino como prólogo a su obra poética completa, al menos como testimonio del gran aprecio que tengo por Luis Benítez, gran poeta y mejor persona, al que espero abrazar un día en una de esas famosas librerías bonaerenses de la calle Corrientes, para después, sin prisas, tomarnos unos mates mientras en un piano suena la música de Guastavino o de Ginastera y alguien, herido de amor, toca en un viejo bandoneón una melodía de Piazzola o un tango de Gardel que, si se me permite elegir, me gustaría que fuera Por una cabeza. Luis González Platón Boecillo, 4 de abril de 2010 24 SOBRE LUIS GONZÁLEZ PLATÓN RETAZO AUTOBIOGRÁFICO Para este pequeño curriculum vitae me gustaría comenzar con unas palabras del maestro Azorín: “Yo soy un hombre que en sus ratos de vanidad cree que sabe algo, pero que en realidad no sabe nada”. Sin embargo, como me pide mi amigo Luis que cuente algo sobre ese camino que empezamos al nacer y que llamamos la vida, diré que nací en Madrid cuando los Beatles andaban cantando Please, please me y que allí estudié Filología Clásica y allí me licenciaron no sé muy bien para qué. Quizás para transmitir a los demás lo poco que sé. No soy doctor en nada salvo en ver pasar las nubes, en esperar que florezcan las madreselvas y los lirios y en escuchar la voz del río que pasa cerca del pequeño pueblo en donde vivo Soy profesor de latín y griego en un Instituto de Bachillerato (ahora en España los llaman de otra manera, de Secundaria, que suena mal porque decir “enseñanza secundaria” es como hablar de una segunda división del saber) pero también me hubiera gustado ser cartero rural para llevar cartas de amor a la niña de ojos azules que vive en el molino, demandadero de cura o contrabandista en la raya de Portugal. He publicado un artículo en la revista de filología Capsa y, en otras revistas, relatos breves sobre mi pequeño mundo. Tengo en el cajón poemas que esperan a que alguien misericordioso los publique. He traducido el primer libro de las Tristia de Ovidio, el De Senectute de Cicerón y tengo en preparación una traducción de las Bucólicas de Virgilio en las que hago uso de los comentarios del Padre Juan Luis de la Cerda, gran latinista español que vivió entre los siglo XVI y XVII, cuyas notas a Virgilio aportan una visión diferente de su obra. También he traducido a poetas portugueses ( Ruy Belo, António Ramos Rosa, Pinto do Amaral, Filipa Leal y el gran Camões), alemanes (Wilhem Müller) y al gran Paul Celan; sigo preparando más portugueses (Manuel Gusmão, Ana Luisa Amaral, Ana Hatherly) y un griego que me acompaña desde la carrera: Lisias. Tengo publicada una novela de viajes que se llama El camino del Duero y en ella narro un recorrido desde Oporto hasta el nacimiento del Duero. Me gusta la música, leer y pasear por los sotos “sin presura”. Oír al mirlo en las mañanas de primavera y, en las tardes de invierno, ver cómo la noche va ocupando poco a poco la casa mientras vamos buscando el calor materno que hace tiempo que perdimos. Entonces me gusta sentarme en el piano y evocar las oraciones musicales de Schubert. Sin embargo, quiero deciros que todo esto no es sino una triple búsqueda: de la belleza, del conocimiento y del alivio para el dolor que la vida, en algunas ocasiones tiene a bien inflingirnos. Y que todo esto tiene que estar hecho sin soberbia porque el hombre no puede serlo: basta un soplo de viento para que desaparezcamos de la faz de la tierra. No somos más que unas cañas pensantes, como decía Pascal. Y nada más que deciros o que contaros. La vida es lo que es y no da para más. Los latinos decían Ars longa, vita brevis; Charles Chaplin decía que en la vida sólo podemos ser aprendices porque no tenemos tiempo para más. Don Luís de Camoes, en boca de Jacob cuando estaba de siervo de Labán nos lo dijo en un hermoso endecasílabo aquello de Para tão largo amor tão curta vida. Y a seguir navegando río abajo, hasta la mar. LGP, Boecillo, 29 de abril de 2010 25 POEMAS DE LA TIERRA Y LA MEMORIA (1980) 26 ANTES QUE DIGAS NADA Tú vas por el mundo, reina del país de los ojos infinitos, con la boca salada y lista, sin saber que todo ya ha sido partido y repartido. Antes que digas nada, la vida y la muerte han ocupado sus lugares y la orquesta ataca con la sangrienta sinfonía del nacimiento; (lloran los actores desnudos al salir a escena) mientras un salvaje verdugo apaga y enciende las luces a su antojo. Antes que digas nada, escucha al corazón de la vida golpear con furia en otros como en ti golpea. Por esos golpes dejamos que piel y huesos fluyan como ríos. Somos hombres y por ello, lo olvidamos. Antes que tu roja boca se abra en un beso o un mordisco todo estará ya en marcha, el beso ya fue dado, y las ruedas del día y los remolinos de la noche tendrán su bailarina loca fugitiva entre ruedas; eres del asombro y eres de las penas que jamás cierran los ojos. Y antes que digas nada el mazo estará mezclado, las cartas dadas. Pero por esa tu rabia inútil, alerta como una oreja, hermosa y sin sentido como las flores, es que sigo tus pasos, Inés Sandín, la de los ojos infinitos, con las pocas cosas que conozco tan erradas: mis libros, mi pasado y mis palabras. 27 LA TIERRA Y LA MEMORIA La memoria es el pasado que nos perdona y nos dice que ya no importa que nos olvidemos de él, pues todos sus habitantes nos recuerdan. Como éramos entonces, como seremos mañana hueso y lodo ya no importa. El recuerdo es el futuro que nos saluda de lejos, el recuerdo es alguien que viene a despedirse una y otra vez, por penúltima, penúltima vez. Y todos vamos a dormir: la tierra y la memoria se reparten sus muertos y sus vivos sin cerrarles los ojos ni la boca, sin decirles que están más allá del tiempo ni confiarles los áridos secretos que sabíamos de niños. Pero cállate; déjame olvidarte y recordarte como te amo ahora y sepultarte viva y furiosa para que vivas siempre en la tierra y la memoria. 28 LA VIDA Y LOS ESPECTROS Esos papeles por donde pasó tu huella como la baba de los caracoles, no recuerdan tu nombre: son artefactos de la imaginación, voces perdidas en el griterío del tiempo. Sus absurdas balanzas y poleas suben y pesan paisajes que se desvanecen, objetos que habrá, alguna vez, junto a tu tumba. Los espectros que fui espían detrás de las palabras el movimiento de la vida, más caudalosa que el tiempo, porque yo fui espectro y espectros son las cosas y los hombres. La vida, esa secreta enemiga, pulsa sus picos y sus palas, demuele las voces y las lenguas quedan vacías frente a su cara. Frente a su cara, que ni ve, ni oye, ni habla al hombre. 29 SIN LUZ NI VOZ QUE ME LLAMARA Yo rondaba los espacios del sueño sin cuerpo ni yo, hinchado de aire y música flotaba era un globo furioso en la oscuridad. Sin luz ni voz que me llamara, libre de Dios y de mí mismo, yo era el hombre. Dante y Shakespeare e Ibsen y Malreaux: ¿qué pena les dan a los rascacielos? ¿qué infierno mayor que un subterráneo? ¿qué tempestad mayor que cualquier día? Qué muertos están. Qué lápidas labradas de octubres y eneros, mis hermanos y amigos, MI única familia venerable. Soy sólo un huérfano sin atrás ni adelante, que no se aferra a ninguna parte y tiene en ninguna parte cama y comida puesta. Ese, el que edificará una casilla, en la Tierra Baldía. 30 EN EL COMIENZO Mitad de mi padre y de mi madre y cuarto con la ley sobre la tierra, mi mundo vino a éste para saber que volvería a la nada y nueve meses antes de nacer a la muerte ya sabía al dolor rondando tras las líquidas paredes Y veía a las estaciones y a las épocas transitadas por sus raros personajes, bajo mis ojos de duende, dormidos y cerrados en el vientre. Distinguía al día de la noche, robaba de los tejados los huevos de los pájaros, nadando en el lago interior, sabía el agua; yo bailé, antes de tener piernas, sobre el césped de los campos. Espiando por el ombligo de mi madre, vi las maniobras secretas del crepúsculo, cuando cambia los objetos del día por los que son de la noche, y lo que nos rodea estiró entonces sus frías manos hasta mis blandas mejillas. El acre olor de esa tristeza que vaga por los rostros hirió mi mente y mis sentidos respondieron aullando un escozor desesperado; la nada soltó su presa para que escapara por ese largo corredor, donde uno a uno, reconocí los rostros futuros, amigos y enemigos, que forjarían mi vida golpeada por sus gestos. El amor y sus caretas, que desde el vientre puse con torpes dedos en las caras de agrias desconocidas, rebasándolas, me hizo golpear furioso y precoz el tibio ladrillo que me ataba. Cabeza abajo, con el sexo incendiando ya mis primeras raíces, Soñé que huía entre una lluvia de sangre Hacia un escenario de locos vanidosos, Donde yo también usaba un frágil traje lastimable 31 en el que peligraban todos mis deseos. Hasta que alguien me azotó. Y desperté llorando. 32 ¿DEBO HUIR O QUEDARME? ¿Debo huir a la casa del silencio, sonriendo con los ojos inmóviles, asintiendo siempre, o quedarme a recibir en el pecho los gestos de los extraños, ignorando sus espadas debajo de los gestos? ¿Debo huir o quedarme con la mano extendida ofreciéndoles la fruta, atento a sus miradas extranjeras, la vela inmóvil de sus barcos en la rada de mi vida, mercando con ellos la palabra sin temor a los piratas? ¿O escapar por la empinada cuesta de mi sino y a salvo de la mueca ridícula contemplarme, ocultar la visión de mis días en arcones secretos, lacrados al engaño? ¿Debo huir o quedarme sin morada, expuesto al dedo inquisidor y al ojo artero, forzado por miedo a grabar mi historia en tablillas de arena? 33 DEL UTERO A LA TUMBA UN SUEÑO TE LLEVARA Del útero a la tumba un sueño te llevará, desnudo, el escarpín y la mortaja hechos de la misma seda. Un sueño con mejillas de pétalos que martillea en tu mente, un beso helado, un golpe en la nuca dado por un desconocido con guanteletes de hierro, sonando tras tu puerta en el cerrojo. Fantasma de metal tu cuerpo, desde los cortos pantalones al bastón del viejo transitado por extranjeros que se acercan a escrutar tus vísceras y las señales del cielo con sus dedos de muerte, verás asombrado cómo la cuchara colmada deposita por igual besos y mordiscos en tu alma cóncava. Del útero a la tumba, clavado a la tierra que sólo se abre dos veces, tus ojos noviando con las fotografías verán al niño libre de pecado y cicatrices, diáfano, aunque su llanto presienta y al hierro del amor marcándote la ingle y al molino del olvido girando, por un viento de huesos. Del útero a la tumba un sueño te llevará, las riendas hechas trizas en ese torbellino, en dos segundos de setenta años, sólo una muesca, en un reloj enorme. 34 UNA ESTACIÓN SE PUDRE Una estación se pudre y debajo hay otra, el grano que corre por el corazón del árbol cae, se agita invisible en la hierba y en cuatro espasmos muere, mientras el tiempo lija las cosas hasta dejar tan sólo el corazón, ofreciendo palabras y rudos balbuceos de vacío. La savia, la hoja helada, la flor y el fruto entran en el ojo bajo un cuerpo único que no muere jamás; y del hombre cae el hueso mortal hasta el puño de la raíz y el ciclo renueva hasta el labio de la viuda. Húmedos y sin párpados bajo las sábanas del bosque descansan el muerto y su cazador; hermanos, por fin, en una oscuridad sin culpas que los trae hacia la luz. 35 ALGO FLUYE, CUANDO YA NADA SE AGITA Algo fluye cuando ya nada se agita. Y su paso inadvertido por las tinieblas que duermen con nosotros trocará en una luz exasperada cuanto de ciega tiene la miseria. Desde el fondo, pozo o pantano de números, donde hostigados por el mundo y sus miles de cabezas caímos quince lenguas dentro de la carne, algo que sólo puede tocarse munido de los guantes de la desesperación, algo fluye, cuando creemos que ya nada se agita. Obliga al dolorido músculo del corazón y al cerrado hueso de la mente a comer y beber, aún dentro de sus celdas. Es una fuerza que nos lleva rudamente de la mano e inventa un camino de color insólito, por donde huimos desnudos de los ciegos. Obediente, ella agitará los párpados de los muertos y hará huir a la mosca-heraldo, que espera paciente, colgada de la gula. Colgará de nuevo el sol, cuando la luna caiga. Podremos verla latir en medio de nuestras negras sombras, aun cuando boquiabiertos, observemos día a día pasar nuestros propios funerales. Algo fluye cuando ya nada se agita. Por su gracia habrá fruto en las flores marchitas (su magia gruñirá en la vértebra) lanzará por el aire ancianos y guadañas con pasos de diluvio; nuestras jóvenes canas se ennegrecen, ante el silbato de plata besado a último momento con manos temblorosas que arrojan al viento de los lechos. Y cuando nuestros pálidos huesos den fuerza y vigor a las margaritas, aún palpitarán desde la tumba. Porque algo fluye, cuando creemos que ya nada se agita. 36 ¡OH! TRAE EL VINO NEGRO ¡Oh! trae el vino negro, que lleva su bosque, la tierra con muertos y vírgenes cegadoras en un caudal desesperado hasta mi boca; él mezcla la sangre y el semen del hombre para darle un hijo de mirada turbia. Quiero los ojos de fuego y de mareas, que no dejan entrar la muerte a mis palabras, pero me acercan con alas de mojados papeles a la risa hueca de mis huesos, compañeros únicos y fieles en los años navegantes que bajaron del útero conmigo, a este mundo de chinches y desgracias. Trae el vino negro con tapón de seca calavera que me hace oír en los cuartos vecinos pianos tocados por mi espectro, mientras el tiempo transcurre despacio entre los dedos y puedo jugar con él y con sus rudos templos bailarines. Sólo así puedo mirar tranquilo el mundo de la noche, mientras el seco rostro del amor me apaga lentamente cigarrillos sobre el estómago y la garganta que pronunció su nombre se hace una cisterna donde chapotean ranas, triángulos, confusos centauros en desorden. Trae el vino negro. Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas. Ellos despertarán con sus besos la gloria, en nuestros entristecidos corazones. 37 DAME UNA MENTIRA ENORME Dame una mentira enorme, que haga temblar los pulsos de la edad con su pisada grave y significativa, que espante de mí los pájaros negros y los gusanos que cosecho sin proponérmelo en la dársena del miedo y se las arregle para hacerme creer que el hombre puede salir de sí, ser uno con la mujer y amarla sin destruirse. Algo que dure un momento y venga de tus labios, para que yo me esconda y los altivos y los necios no me vean. Detrás de esos frágiles decorados vivirá feliz y pequeñito, lejos del tedio y de los ojos que escrutan en la noche. Sin miedo al silencio y a las fieras, luego que la mentira fuese pronunciada, como por un hechizo efímero correrían los talones del infortunio y ni él, ni la miseria, pescarían ya nada en mis sentidos embotados. La angustia del hombre ardería como bruja-fénix y estos ojos y estas pobres manos que rezan sin llegar al rabo de Dios en las alturas, arrojarían al suelo, deshecho, el viejo corazón de la amargura, contentos en su careta nueva. Dame una mentira enorme, que haga girar al revés el tiempo en los relojes y arrúllame en ella, hasta que en mis labios aparezca la helada sonrisa del idiota. 38 TE BUSCO ENTRE LOS SIMBOLOS DE ESTA CRUEL ARMONIA Aquí te amo. En este barco que rueda entre soles y estrellas, en la más grande y silenciosa de las noches, Un hombre sólo atiende a tu silencio; pendiente de tus ojos más bellos que las novas, ve que en su negrura alguien descubre las ruedas y el fuego. Aquí te amo, aquí te amo, por unirme a ti aligeraría el paso de los mundos a la nada. Te busco entre los símbolos de esta cruel armonía: Mi amor es un amor que como el resto de las cosas al reducirse se agranda, penetrando, emigrando como estamos todos, jóvenes y viejos, a un nuevo mundo que envía en tus ojos dos obscuros milagros, a un nuevo mundo que anticipa en tus ojos sus oscuros milagros. 39 HOMBRE MASA Estaba solo entre las cosas como una estrella única en el cielo y un muerto en el centro de la tierra. A su alrededor los hombres traficaban Collares de alambre y la vida elevaba su babel, como una araña exacta y silenciosa. Años y años; los hilos de las estaciones lo ataban a sus nudos con la soga de la muerte mientras el silencio le firmaba la boca. Porque huía entre gritos de horribles alaridos, de la mano que golpea la mesa hambrienta en el centro del alma. Y en todas las cosas y en todos los hombres el signo de la muerte que reluce en la sombra. 40 POR LOS CAMINOS QUE EMPRENDO PUEDO ESTAR DONDE ESTES En el párpado que cierra todos los paisajes en el párpado que baja el telón a todos los paisajes que no sean mi alma en la voz que nos habla cuando estamos solos en las hojas de los árboles cuadernos de la intemperie en los ojos de los muertos que miran para siempre en las manos de los niños que juegan muy adentro en el tiempo en la palabra que une al idiota y al sabio en tu boca desnuda y en tu boca vestida por el primer sollozo y el último gemido por la semilla que nace y equivoca el camino por el mineral que sueña con ser cuchara de un hombre triste por el triunfo del que todo lo perdió y ganó la vista de paisajes destruidos por la neblina del pasado y la linterna del porvenir y por la espiga que hará las sábanas de los amantes cuando todavía el sol la baña y no la luna por el amor que enfurece la espera inútilmente y que sólo la vista y el tacto consuelan por el sueño que llega sin usar escaleras. 41 ES EL TIEMPO PERTINAZ Lo que nos hace ver los tuertos ojos que moran En las cosas, anuncia el desamparo y al cerebro su amor a la intemperie. Entonces, lanzado del adolescente el hombre y su llaga corta, a quienes persiguen el dormitorio, la mesa compartida y las avaras trompetas de la muerte, sabemos: somos todos grises, por un blanco y negro que no existe. No son del mundo el bien y el mal dueños y raíces, hay un tercero, rey bastardo, hijo natural, hechizo de globos o duende gentil que grita en las torres, malicioso confidente de ojos color droga y yo, drogado de él, te lo confieso. El bien parió y dio al mal y a su hijo y este último devoró a los dos primeros. Mula del deseo entre la eternidad y el sueño, llena siempre el aire de muertos invisibles, toma en nuestras copas y por las noches arranca las frazadas donde dormimos un sueño, un sueño, hermano mío, que no nos pertenece. 42 TODO LO QUE DIRE DE TI Boca de pájaro en tus ojos de hierro hoy se oxida el dolor. En la mañana que tiembla y en el sol que la entibia en el final de la noche con garras de muerto en todos los lugares comunes a saber: luna lluvia estrellas está tu origen y el origen de tu nombre. Eres el cuchillo que corta el pan de los pobres y la mano que enciende el cigarro del triste. Bienvenida gritan mis cosas mi pasado juguetes lápices caricias bienvenida mis años verdes y mis años grises la alegría de los hombres que ahora puedo ver. Mi amada con boca de diosa pagana borracha en su manto que sonríe mi amada con promesas de espanto mi amada una y mil veces viva y definitiva. 43 MITOLOGIAS/LA BALADA DE LA MUJER PERDIDA (1983) 44 LENGUA MUERTA No es ella como ésta en que escribo. No es fruta madura del concepto y lo abstracto. sino la joven savia, detenida hace mucho, de un mundo de imágenes: la cantora del sueño. El sueño que hace mucho encerraba los pasos, las obras y los labios. Tal vez no hayamos despertado, sólo cambiado de sueño. Pero ella ha quedado, detenida y secreta, como una flor antigua en el libro, en la historia y en el turbio recuerdo de palabras perdidas. Hoy que evoco ese estado de las cosas del mundo en que brilló en imágenes el bautismo de todo, me da por preguntarle qué expresaba mortal y con cuáles sonidos traducía universo. Pero nunca responden las criaturas del sueño sino en su propia lengua y ella toda es el sueño. 45 IDENTIDAD Somos, sobre todo, el porvenir. Pero no sucedió nada sin que lanzara hacia él eso nuevo que eras. Extraña es tu f o r t u n a : ser alguien que es alguien mientras cambia. Nombraré relativa a tu figura y relativa a cada línea de su trazo. Y voy a nombrar a tu sombrío corazón porque es a la vez radiante: vas a lo inverso por lo inverso y a lo cercano vas por lo distante. Tan sumido, tan rápido, tan secreto un hombre, una mujer ven sus sombras, sus saltos y sus pasos. Hasta el dolor fue necesario; tu alegría fue un orfebre, un abstracto albañil infatigable: hoy eres lo erecto y además la piedra destruida. Mira estas piedras de moler, tantas puertas y entradas recuerdan lo borroso, susurran tu verdadero nombre. Somos. Y además somos lo que nunca depende de nosotros. Tan sumido, tan rápido, tan secreto un hombre, una mujer ven sus sombras, sus saltos y sus pasos. El secreto de estas aguas 46 fue siempre su inmortalidad. Hacen las manos. Son las manos. 47 SOBRE TENOCHTITLÁN LOS ANTIGUOS DIOSES TOLTECAS DEL VIENTO, LA LLUVIA Y LA MUERTE, ESPERAN LA LLEGADA DE HERNÁN CORTES, ABOGADO DE CACERES I Mientras ellos flotan como vagas sombras sobre la cúspide del templo, la pirámide, y se incendian los arrabales construidos por sus manos cuando el mundo estrenaba el alba, en el llano ruedan las cabezas y las lanzas perforan pechos como lluvia de raros minerales: En la noche el lujo de la muerte es llegar en una hiriente esmeralda al corazón del hombre. La alegría de morir a filo de amatista. En la amplia selva el jaguar acecha a los caídos (otro jaguar, el tiempo, está pendiente de ellos) y el hoatzín, el pájaro de la locura, rueda y despliega sus alas por la tierra. Los dioses esperan su muerte de inmortales: Un mundo debe concluir, entero, para que ellos expiren su exacta dignidad de las gargantas. Todo es espejo del fuego, menos sus soberbias pupilas. Los hombres han cerrado libros de sabiduría. Pero sobre Tenochtitlán, la hecha para siempre, todavía los dioses templan sus instrumentos, cuentan sus homenajes, examinan los tributos que un terror mayor que el que inspiraron ellos en edades remotas ofrendó, de parte de los hombres, en los altares olvidados hasta esa tarde extranjera. Es la noche, la noche donde todo culmina y ellos sobre Tenochtitlán, contando sus regalos. Relucientes por el incendio de la tierra Sus colgantes de ágata y de hueso, sus estandartes de nervios, sus escudos de montañas 48 labradas por la ingenua hechicería. Erizadas por el viento de la abierta nada sus plumas de papagayo. Huesos humanos, pendientes de calaveras, collares de orejas arrancadas al enemigo por guerreros de la prehistoria: Eran otros guerreros, otros eran los enemigos. Hoy veinte arcabuces y caballos famélicos y una canalla de cárcel bastan con su esplendor de hierro y de metralla. Tenochtitlán caerá: está su hora en el vuelo de las aves, señalada en el hígado del niño recién sacrificado, marcada hasta en el último doblez de hierba y en los sueños. Los hombres del maíz desaparecerán, esa es la sentencia. Los hombres del maíz, como sus dioses, ya son sólo neblina, estupor, inútiles aplazos: Hay en el polvo un juego de alucinaciones que horroriza. En este momento nadie sabe si es hombre o dios o signo dejado en una tapia. En tanto, lejos de allí, sentado sobre un hombre, Hernán Cortés lee a Manrique. Y no comprende. En Tenochtitlán algo ha quemado la nave de los dioses. La retirada es inútil. Inútil la esperanza. II Esto sucede y se repite: los dioses se trasladan a otros dioses, Cortés cambia de nombre. De las verdades cambiadas surge la Historia: Sus muertes y sus retos son el dibujo del paso de los hombres sobre las cicatrices del mundo. Del destino de los tiempos es la mano inevitable que traza en cada roca, corazón y mundo, su arduo palimpsesto. El dibujo final que es a la vez el Cielo y el Infierno. 49 EL FORASTERO En la vida de otros como un rostro nómade entramos con violencia, con sigilo o sabiéndonos campo de otros que nos cruzan. Pero somos siempre el forastero. Gestos y voces que saltan al camino y en todas direcciones el bosque conmovido por el susurro incesante de historias invisibles; nos traspasan y se van: al ligero contacto llamamos años, semanas, meses. No podemos retener nada ni a nadie, cada mirada es pavimento del rumbo. Cuando todo se quede El dirá que ha llegado. 50 UN MONTONERO DEL CHACHO El último hombre, tan legendario como el primero; a pie por el olvido transita hacia la nada, como todos. Su pecho, un desgarrón y el arma (tan sin memoria como él ahora) son momentáneas victorias sobre el tiempo. Va con el General y el general ha muerto; el hombre sin caballo y sin hombre se afana en la espesura de un país que piensa en otro: no ve en la cerrazón del monte las ciudades y los trenes y los torvos habitantes que ya están flotando sobre el páramo. Otra selva habrá que la que pisa. No hay lugar para él, que nunca fue de un lugar sino de todos. En un sendero pierde la figura: Distinta de la que agita el poncho o esgrime larga lanza en los manuales; va por el camino que contiene a todos. Esa es la Historia. Será una fecha, un dato. Con suerte será un aniversario: será menos que un nombre. 51 A UNA MOMIA INDÍGENA Derecho de la muerte es transformar en horrible lo que en vida fue bello; en ti la noche da lo inverso de un ingenuo rostro y una boca florida. Eres el espanto de un rincón del museo y sin embargo, viviente, arrancaste a los hombres miradas prohibidas, virgen consagrada a los dioses antiguos. Eres el espanto y una mediana victoria sobre el perpetuo sello de los siglos señalas. Del otro lado del tiempo te envió un puñal de piedra a pedir por los mortales ante los que son eternos; tú eres lo intermedio, a mitad de camino entre el polvo de unos y la nada divina. Cuando estos que te miran de regreso al origen en los cuatro elementos se dispersen, perdurará tu rictus y tu mano deshecha extenderá el mensaje a los dioses perdidos, pidiendo clemencia para nuevos sinos. 52 UN FILOSOFO DEL SIGLO XVII Uno se acostumbra a esta tierra. A sus hombres, a sus mujeres y a los cambiantes paisajes que entran en cada noche: porque esta tierra está siempre alerta, esperando el permiso para entrar a las calles. Cuando se la conoce, ya no hay nada más grato; la conversación de los sirvientes, los estúpidos asuntos que ocupaban los ojos y el tropiezo continuo con los desemejantes, la furia y el amor, el enojo sin causa, todo se hace una niebla; es el país del destierro donde está confinado alguien que se nos parece. Y yo, cuando soy yo, lo miro manejarse. 53 UN GENERAL DE ATAHUALPA No me derrotó Pizarro ni la oscura traición de los vencidos por mi raza aproximó la suerte del combate: otras razones hay para mi muerte. Tampoco en el hilván de los que saben interpretar los nudos de los quipos apareció entreabierta mi garganta: ni una aurora de sangre ni otro indicio. Una fuerza mayor hay que el destino. 54 LOS MIEDOS ah los terrores que nos visitan de noche que no se ocultan del día los que no inspira ninguna cosa grande ningún desconocido continente pisado recién el borde ni tampoco un leal enemigo francamente buscado en una tapia ni el asombroso eclipse que deja el mediodía en sombra ni un terrible Señor de los Ejércitos en desiertos abrasados por el sol de los pueblos aventureros ah los miedos los pequeños miedos de pequeños hombres no los miedos que eran a su modo honra de un animal desnudo en la enorme extensión de cosas que no tenían nombre no a estar solo y de pie entre un inmenso campo y un inmenso cielo no a la sombra adornada de ojos fosforescentes a la muerte de noche entre los dientes del animal más bello de la tierra una muerte de hombre no a la caída propiciada por el rayo al torrente al alud al fuego de la tierra ni al otro fuego prometido debajo de la tierra ah los miedos que no origina un dios terrible salido de la foresta ni un pariente medieval con su cohorte de brujas y de fetos no el sudor frío frente a frente espada contra espada flecha contra winchester dardo contra lanza ha cambiado la muerte de palabras no es la certeza de una lluvia ardiente ni el pronóstico que un insecto lleva entre raíces al fin también una buena causa como la antigua peste ah los miedos que tú conoces y que son los míos exactamente ésos 55 no se ocultan debajo de la cama no precisan el crujir de la madera el aullido de nada pueblan nuestros sueños de rostros y de notas ellos duermen y caminan con nosotros beben se alimentan vuelven siempre. 56 EL URO Detrás del tiempo un animal me mira: él sabe lo que escribo porque antes de mí ya ha sido un nombre. Es el uro. Fantasea quien lo toma por el toro. A veces es un pájaro, un río, el viento y a veces es un algo que deja en las ramas grandes manchas de sangre y un paso que se aleja, macizo e invisible. No lo vulnera el hacha ni la piedra de una arcaica Europa que aún no sueña con forjar metales y la Historia. Es el uro. A veces es un hombre que huye de sí mismo. Un animal pensante que añora volver al bosque del eterno presente, a las pasiones soberbias, a la ira, la furia y la muerte violenta del dominio y el celo. Es el uro. En sus ojos rojizos hay un algo execrable. Nos aterra que vuelva y que vuelva Dionisos con su corte de faunos y el terror y la noche derrumbando ciudades, sumiéndonos en el fuego de los dioses hambrientos que reclaman la tierra, la luz, el aire. Las imaginaciones. Es el uro. En el linde de las ciudades todo esto cabe entre sus cuernos. Allí donde recuerda, una por una, las traiciones del hombre. No rumia venganzas, no planea surgir en la cómplice noche a cobrarse el desquite con sus dos puñales, si el terror 57 del retorno no bastara para matar a un hombre. No se mata a los muertos. “Soy el uro. Zeus usó mi forma para raptar a Europa. He visto, inmutable, en el rodar de las estaciones pasar a los fenicios, los partos y los griegos. El tiempo es un solo día. Maté a un inmortal en la aurora y en Sumeria y a mediodía me describió Plinio el Viejo, entusiasmado. Cartago duró una hora; Roma, quizá dos. El niño Lutero me temía: ya era una leyenda. Creyó extinguirme un cortesano del siglo diecisiete: la tierra que lo cubre tienen a su estirpe, su esposa y su palacio. Ése es el hombre: polvo que tragan las colinas. Soy el uro, lo real. Él es imaginario”. 58 A MARCEL SCHWOB Ese espléndido encaje de terrores lujosos, esa trágica risa que viste en los días sobre hombres y cosas, no abandonó el mundo contigo, Marcel Schwob. Evocarte es una tarde en tus libros, mía, y una noche de escritorio, tuya: el tiempo, que es el mismo, confunde oscuridades. Nadie descubre nada, tan sólo desentierra secretos olvidados, verdades descartadas. ¿Ves? Esta es la mujer que amo: no ha leído tu Monelle que es su hermana, no conoce tus Vidas y como la de todos, la suya es imaginaria. Sus horas completan mis tardes, tus palabras. Entre nosotros tres hemos pactado: ninguno sabe qué, cómo ni cuándo. 59 LO QUE DECIA EL POETA Soy tu enemigo que no tendrá piedad. Guerra te llamaré y tomaré contigo las libertades de la guerra. Y en mis manos tu rostro oscuro y atravesado, en mi corazón el país que ilumina la tormenta. Ives Bonnefoy Tempranamente nos lanzaba la noche sus grandes ojos de diosa había en esas calles otra luz que no conoce el día y nada ni nadie sabía de la muerte venías detrás de tí larga y enigmática presencia donde me reconozco otros canten la gloria de lo evidente y harán lo justo yo viviré siempre en esta piel estas manos, y este cuerpo bañado por otra luz otra presencia. Otra guerra hay que la del pan otra embriaguez que la del vino otra tierra hay en esta tierra: Eterna es nuestra primavera. 60 YO NO ESPERO MAS PASOS QUE LOS TUYOS POR MI ALMA Yo no espero más pasos que los tuyos por mi alma, algo tuyo ha abierto paisajes sumergidos bajo el agua del rostro y no ansía ese horizonte otra silueta en su noche, otra sombra antes del alba. ¿Ves? largas catedrales que suben a los cielos con tu bandera en sus astas y una sangre que viene de la infancia remota presintiendo tu historia. Yo no quiero más pasos que los tuyos por mi alma, extraña forastera de la negra mirada, eres como la tierra: todo sale y retorna de tu boca a tu boca. Eres como la mañana que no tiene ningún fin, una imprecisa fragancia, una presencia muda entre plantas y flores, no limita el tiempo tu sombrío fulgor. Yo no espero más pasos que los tuyos por mi alma, hay caminos que esconden el secreto de verte, ellos que te conocen mucho más qué mis manos penetran por mis años hasta hombres que fui, pueblos que tuve. Donde estarías sola. 61 RETRATO I En las cejas, inmóvil, va volando un pájaro sobre la oscura onda de los ojos, pardos. Españoles y atentos al gran fluir del mundo, perturban por lo inquieto de su otro mundo, el alma. Desde la partida frente ondula todo el óvalo la pesada, castaña cabellera y la nada rueda tras de la carne firme; mujer, eres la nada, que origina las cosas. Bárbara criatura de la aurora, te estoy cantando. Todos los días, entre miles de gestos, uno: la boca que despliega su brillante amenaza, esa arma antigua que recuerda la vieja enemistad del macho y de la hembra. Ante este rostro, vana, siempre la noche se queda en la ventana. II Yo he visto en ti el centro del gran corazón humano. Oh tú eres el centro del gran corazón humano, el que ha sufrido y creado siglo tras siglo la terrestre maravilla. Eres la Venus de la aurora que en el marfil antiguo de las terribles bestias labraron los hombres olvidados, la vigorosa madre de la canción del mundo. Tú, la primordial ni sobrenatural ni diosa, tan sólo y toda la concreta mujer que caminó por Behring para poblar la Tierra. Hermosa, viven en ti los muertos ojos de las primeras hembras, en ti me miran otros morenos rasgos pulidos por los siglos. 62 Eres la que empuñó el arado y la que escondió a sus hijos de la guerra. Eres las otras. Tú en la oscura caverna engendraste cuerpo tras cuerpo las réplicas del tuyo, mi boca sólo canta y te devuelve como un eco los ecos de innumerables gemidos que en las cóncavas tinieblas arrojaste a los días y las noches del tiempo. Viviente maravilla, de ti no hay partida, no hay llegada, tú también, humanamente, el Alfa y el Omega. 63 AHORA TE CONOCE EL HOMBRE... Ahora te conoce el hombre que imprime estas páginas y el que en la noche silenciosa corrige las pruebas de los versos, saben ellos de ti, de tu voz clara y de tu oscura pupila donde se oculta el sol cuando anochece; alguna vez han amado a otra como tú pues para todo hombre la vida reserva a tus hermanas, ésas que son iguales a tu alma. Oh bella estos versos que nacen en la sangre yo los veo cruzar por tintas y engranajes, ir a buscarte a través de máquinas y moldes, correr hasta tu sombra atravesando las sombras donde la fotografía alumbra su milagro, ellos van tras de ti de mano en mano, los dibuja la fatiga de graves operarios y el tipógrafo da forma a sus mapas silenciosos, con su larga habilidad instala la proclamada urdimbre de tu pelo, la lluvia de tus ojos hecha de letras y el contorno de tus sueños, joven sol, nueva estrella, lo conoce ese obrero antes que nadie. Y sé que evoca, allí, entre la fatiga, con un mudo cigarrillo y tensa boca, un sueño que hasta ayer había olvidado. Son tus perdidas hermanas, las que no conocerás nunca ni sabrán de ti por ese hombre, que despiertan y retornan a su insomnio. 64 UN NOMBRE Un nombre, un nombre de mujer para contener la estirpe de los astros, un nombre que suena al fluir del tiempo en el único idioma de las cosas, un nombre que es como una palabra de otra dimensión pronunciada en ésta; una palabra que sueña a una mujer. Un nombre que en la antigua Al-Andalus, la otra, la de la media luna y el canto del sufí, imaginó el árabe para mayor honor de un Alá inevitable; un nombre que los duros godos robaron de la Alhambra con la Alhambra, un nombre que recorrió Europa cuando aún no era Europa y anduvo en las bocas de los anónimos, esos que hubo y no tuvieron nombre, un nombre que antes fue amado por los muertos. Un nombre que cruzó con otros los mares y los tiempos hasta la América de los galeones y el oro inútil de los adelantados, la América de un extraño animal al que llaman león y no lo es, la América de las banderas nuevas 65 y los nombres viejos; un nombre que las generaciones guardaban para tu nombre, de boca en boca, sin ser en su todo pronunciado hasta que llegó tu sombra, oh la innombrable, hasta que llegó tu sombra a la luz que baña el tiempo. Un nombre, un nombre de mujer para contener tantas otras cosas, según lo imagine de noche, según lo sueñe de día: a veces es un rincón de una vieja casa que yo sé que existe, donde hay un gato con ojos de mujer y una angustia boba cruzando la inmortalidad de los salones; otras veces un nombre donde alguien descubre, por vez primera, quién es el que responde en el espejo. Un nombre donde un raro pájaro vuela hacia la hoguera y crea una leyenda de cenizas que renacen, un nombre de mujer oh innombrable, fatal como la última y la primera de las horas. Un nombre que agota toda réplica, un nombre, un nombre de mujer que es más que esto y tener de todo esto sólo el nombre. 66 EL AMOR LOCO Hay un amor. Puedo verlo en las sombras o ver el otro sol, el que me prometió mi padre cuando era joven y sonreía entre los vivos, el que deseó mi madre la primera vez que vio mis ojos tristes, una lejana tarde, cuando tú ya existías sobre el mundo. Hay un amor. Ya despliega sus maravillas y sus cárceles, vuelve gris a todo otro, cualquiera que se acerca vale en tanto trae un rasgo, un gesto tuyo, regalos ignorados. Viene con sus noches y sus lobos, hay un amor y trae su encendida maravilla, hay un amor; la tierna amistad de los cercanos a mi corazón me rodea y ya no sirve, la voz intemporal de Hesíodo, que probablemente sí vio a las musas, canta y yano sirve, mi amado Dylan Thomas, que observó perplejo cada cosa viva, grita la gloria de lo creado y ya no sirve, el placer de ver un nuevo crepúsculo caer me llama y ya no sirve. Los objetos, las ocupaciones, las palabras, las llaves que sugieren una puerta, los extraños y sus asuntos siempre extraordinarios, la vaga curiosidad, las calles de una ciudad que llaman Buenos Aires y que conozco tanto, todo me invita y ya no sirve. ¿De qué sirvió querer ser un santo a los seis años, leer viejas leyendas de épocas más gratas, saber de la suerte de Ulises y la desdicha de Eneas, conocer las altas metafísicas con que los hindúes querían abolir el deseo y el tiempo, esos anchos ríos donde fluimos ambos, investigar las vastas filosofías que hoy no pueden responderme, ser admirado y odiado, despreciado o aplaudido por tantos desconocidos, ver en un jardín y una tarde un secreto milagro? 67 Hay un amor, ya me indica sus oscuros mandatos, ya me muestra su puñal y su espejo, la ausencia y la presencia, esos dos simulacros. La ansiedad sabe matar a un hombre: ni ciencias ni artes mágicas pueden con su larga sentencia; sólo la voz, la mirada, la esperanza sutil, el tacto último, ese absoluto. Hay un amor: no valió nada saber de los horóscopos ni de la ciencia exacta de las cartas, quizá no menos ingenuas mitologías que aquello en lo que crees: cada época se explica como puede. Hay un amor, es tiempo de verte crecer e imaginar tu infancia, ese privilegio que me fue vedado. 68 MAS BELLA QUE MI PROPIA SED, MAS PURA Como un animal nocturno mi sombra penetrará en tu sombra desnuda serás más bella que el tibio fantasma que queda entre tus ropas yo iba solo entre bosques me perseguía el honor de ser un solitario y todo el amor del mundo hablaba entre tus brazos allí te vi la enorme Buenos Aires era inútil para ocultar siquiera el brillo de tu ausencia desnuda serás más bella que mi propia sed más pura aun que las caricias del viento que derrumbará a la vez tu casa y tu tristeza yo iba solo de la vida a la muerte ahora voy del sueño al despertar desnuda serás más bella: serás mi mediodía. 69 INFANCIA DE LA MARAVILLOSA Y allí estabas, viva, venías de los candentes países que no recuerda nadie sino en el último minuto, al inicio del tiempo estabas entre la sangre y la luz como una llorosa perla entre raíces, allí estabas luego de la larga agonía entre dos respiraciones, luego del largo túnel y el sueño donde eras una sola Humanidad, ¿recuerdas? un minuto antes eran las calles de Ur, la turbia prehistoria, el ciclo de la savia a la sangre, la desnuda inocencia de un mezclado universo donde todo convivía; ¿recuerdas? oh sí dime que lo recuerdas largo y centellante amor mío, dime que te acuerdas de tu rostro en un lago que se secó hace siglos, que memoras la sangrienta imagen del interior del útero donde toda la historia pasaba veloz por las paredes y dime que te acuerdas de alguien que te amó y que no era yo y que era un fenicio, un tirio, un hombre de lejanas edades y de tu vestido desgarrado en la cámara del rey. Yo hablaré del tiempo en que te he reconocido, como reconociste al fuego, ese movedizo compañero que te entibió las manos, que te quemó los dedos. Tenías dos años, ¿recuerdas? Dime que recuerdas, un pesado secreto puede hacerse pedazos tan sólo por ese olvido, dime que te acuerdas de hombres y mujeres gigantes y de paredes enormes y así sabré que es cierto: antes, en ese tiempo, danzaba el tiempo y tú corrías como corrimos todos detrás de duendes y de hadas que se tragó un lento movimiento hacia nosotros, hacia estas manos y rostros que insultan el espejo. ¿Tienes presentes a tus muñecas? ¿Te acuerdas de la negra que odiabas y de la deshilachada rubia que veías, porque tú la veías, no es cierto, llorar sobre tu falda? Y los pequeños animales, los míticos y los otros, 70 formaban el cortejo de una niña sola. Te acuerdas del miedo, ese viejo emisario, te acuerdas de la sombras en un rincón del cuarto, de la horrible lámpara que te hacía llorar. Allí del miedo nació tu risa, ésa que yo solo puedo ver, ese gesto infinito que borra la muerte de las edades, esa revancha del hombre sobre el polvo que será. Y allí seguías viva sobre un billón de muertos, sobre todos los muertos y nada detenía el pujar de los huesos, el avance del cuerpo entre los cuerpos, la lanzada mente hacia la luz corría, entre precipicios y sombras y entre sangres y olvidos de lo que eras ayer, venías, sí, tú venías atravesando tu espacio, tu forma, tu materia, eras un universo en viaje a través del universo. Pero de dónde vino ese rostro a preocuparme de sí, de dónde ese olor que se ignora a sí mismo, desde qué entonces sutil ya te conocía. ¿Te acuerdas de un aula donde ya eras callada y peregrina entre papeles y canastos y mapas? Hoy la mitad de esos niños son fantasmas que erran por el mundo, ellos no te recuerdan y sin embargo envidio su inútil privilegio: el haber visto en flor tus ocho años cuando el inocente trazo del mundo era feliz. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas la jirafa de un domingo lluvioso de la mano de tu padre? Bien, yo envidio a ese alto animal que se sonríe siempre, porque te vio una tarde, hace ya mucho. El amor es dadivoso: nos da lo irreparable y no se vuelve a ese ya nunca donde vivimos tanto, aunque por qué no gozar la fruta de la memoria. Todo se puede suponer y yo supongo que esa manchada, elevada arquitectura, desde su tiempo sin límites 71 es la misma que vio lo que ya jamás podrás mostrarme: esa alma primera que todavía, entonces, hablaba con todos los animales y el centro de las cosas. ¿Pero de dónde vino este rostro a llamarme desde un tiempo ido que ni él recuerda aunque nunca lo olvida? ¿Pero de dónde, dónde? Los objetos, las llaves, los cuadernos, las aves, los insectos, las nubes de los cielos que hubo, los paisajes donde hoy se han derrumbado casas y se han sacado muertos, las noches y los días por los que has caminado sola, vuelven en cada medianoche, en cada mediodía, vamos a llorar sobre esas imágenes, vemos a gritar sobre esas imágenes y sobre el mismo llanto que no reconocemos: un hombre, una mujer que se han perdido son una victoria más de un cerrado círculo, la sombra sobre la luz traza su cono arduo, hemos perdido ambos esta guerra infinita. Hemos perdido ambos lo más preciado: a un desconocido. Yo imaginé tu infancia. Yo fui valiente. 72 BEHERING Y OTROS POEMAS (1985) 73 BEHERING En cada uno de ellos era muchos un hombre. Eran más todavía. Traían la industria de las armas y el reno rojo, como un bosque ondulante y detrás el lobo que, en una mañana ya añejo, sería el perro de la hoguera y de las sobras, el sirviente blanco. Eran muchos, no un hombre. Vagos sus nombres se referían al viento y a los tótems, a un hecho que pasó en un nacimiento, el deshielo que ahogó o el meteoro fugaz que ardió en la tundra o la muchacha audaz que en mar abierto, salvó a su hijo de la cólera brutal de la ballena. Sus dioses eran el salmón que cada año retorna como el año y que va al mar y el oso pardo, una montaña que muge y que el filo de lanza abate, y el pesado bisonte y el tigre rayado, que se quedó en Siberia y que la manta del navajo evoca: extranjeros, ellos serían América, la múltiple figura que no supo Balboa y que Pizarro abandonó a la imaginación de un franciscano. De hueso, no de madera y de noche serían sus dioses ni de la piedra que labran los pueblos de una tierra supuesta, entre la niebla de sus transmigraciones. Eran crueles y antiguos como el Asia; fundarían imperios en la aurora y en México, reinos en Bolivia, fortalezas 74 donde un signo inequívoco mostrara la voluntad de estos dioses: un águila en el aire arrebatando la serpiente, un árbol singular, como un recuerdo de las llanuras heladas y el Mar Blanco, que ya sólo evocaban los viejos moribundos y el Sueño, que es eterno. Alzarían Tenochtitlán, el Cuzco y el enigma silencioso, Tiahuanaco, en la isla de Pascua graves rostros que contemplan todavía su gran marcha; otros, sin embargo, volverían al corazón de las selvas y al olvido, como los muertos al pasado, al país de la cuna y de las tumbas. Mañana, todavía, aún faltaba, nuevos extranjeros alzarían ferrocarriles, calles, edificios, calendarios regidos por el sol y no la luna, venidos de otros Beherings y otras fechas, en nuestras claras ciudades, oh ingenuas tierras, seremos siempre dobles: uno solo y muchos, hombres de ninguna parte. 75 LA INGENUA Ella creía que la reflejaban los espejos que era esos dedos que hurgaban en el rostro las lentas mutaciones que era su pulóver sus zapatos lo que recordaba y lo olvidado que era una guirnalda detrás suyo que era su cabeza que era sus amigas sus trabajos un hombre en una esquina. Una mañana. Las casas que habitó sus cuatro barrios que era las que era tras el portón borroso de los sueños que alcanzaba para ella el gentilicio y la historia de un país incierto el hambre la sed o lo que amaba 76 JOHN KEATS Caen sobre él los actos inútiles del día. John Keats recuerda y es también de otros el recuerdo: humillaciones, rostros y palabras hacen de un pozo la noche repetida. “Fanny Brawne me has alejado, tú me has acercado a Keats y era lo mismo”. Suena tan distante el Mar del Norte para ser cada segundo todos los mares, pero si lo que fue y será mañana brilla en su oscura hora presente, ese hombre pequeño, inclinado sobre el verso, lo adivina. Presiente que será uno y va a ser todos cuando es tan caro el precio de eso múltiple: ya no lo amparará el primer fervor por las palabras, no aliviará sus horas la furia, perdida, de estar vivo ni lo protegerá la noche pedida de ningún olvido; nada lo salvará de tanto que es, en su medida, tan un poco. John Keats será John Keats, será nosotros. 77 LA ELEGIDA De cada mujer todos los rasgos se pintan en su rostro: es la que figura en las guías, la que saludan en los aniversarios, la que habita con otras fichas, documentos, cartas que su nombre orienta, recuerdos en las memorias donde se irá extraviando y la singular secreta que ha inspirado versos, sueños que para sí misma tuvo, otros abecedarios que hoy le pertenecen. Tú que has sido los rituales que altivos nos unen a los otros: la que tuvo trabajos y empeños y vacilaciones, la que nadie por las calles reconoce, la que esperó en salas borrosas momentos pasados que eran entonces el futuro, ten piedad de los verbos que no pueden contener lo que has sido, lo que eres, lo viviente. Tú que diversa y una, también eres las otras, ésa que duerme esta noche bajo la misma luna. 78 JUBILO Y CAIDA Armonía primera allí te vi, no era necesario mirar las partes de tu reino entero pero allí te vi y no quise detenerme en tu orilla, tu orilla que está en las simples cosas llenas de tu ondulante sombra. Qué delicadamente, luz en la luz, centro del día, te corporizas o elijes una sencilla forma cuando nos prestas tus ojos y cómo un eterno amor nos lleva de la mano a tus criaturas, allí donde eres sí, en lo animado, la infinita danza, la queja misma de cuanto existe. Alta serenidad todo es tu vaso y cada uno declara tuyo un color nuevo. Es abril de un año que para ti no cuenta y sin embargo un dulce calor te trajo aquí a mi lado. Era yo apenas una certeza esta mañana y la espuma del sueño y los lados del día se apagaban en mí. Bastó pedir, correr a tu contagio, para que un soplo sobre las cenizas que empolvaban las cosas encendiera de nuevo el mundo de carbunclos, las amatistas del aire... ¿las múltiples facetas de tus brillantes vidrieras, de dónde vienen, de qué sima profunda o de qué cima pública y expuesta, de qué otro tiempo apenas visitado, apenas entrevisto en el fuego del fuego? Peor ayuno no hay, que el que hay de ti. 79 DE LAS TANTAS COSAS QUE NO PUEDE De las tantas cosas que no puede mostrar ciertamente la palabra, la primera imposible es el olor tan propio y exacto de las cosas. La poesía también es como el aroma. Así quedan sin nombre el olor definitivo de la lluvia y el efímero matiz que se respira al asomarse a las sombras de un aljibe; el olor del primer mar, a los seis años, la fragancia, que nos asustaba, de los cielos nublados, y el olor a comida de una casa que nos fue querida. La memoria tal vez sea sólo visión de olores olvidados, como este papel a donde llamo a la presencia ardiente de unas hojas quemadas y a la clave del enigma de la rosa; al olor de las sangres que no vi derramarse, al olor del incienso y al del alcanfor, un olor que resplandece; al de las jóvenes mujeres en los baños públicos, al de las monedas, que abandonan la mano y que retornan, al de la tierra de Pinzón una mañana de octubre, al de los gatos, al olor milagroso de las cosas vulgares, de las que apenas se comprende que emanan la noche poderosa, al de un río que corre lejos 80 y al que sin razón evoco, al de la palabra marisma, al de retablo, a los de esta mañana que partieron a un país sin dónde, al de una muchacha que se fue, el 2 de noviembre de 1982, para que mis palabras pidieran el perfume de unos versos y me quedaran la fecha y la balada, el de las ballenas que tiñen la espuma de aceite y de tamaño, el de un hombre que hablaba del origen del día, al de las tantas cosas a las que no pude acercarme y que me esperan. Son otro mundo más sobre este mundo, veo el bosque y entre el bosque la selva del aroma. Yo me voy de los hombres y las cosas como un salvaje que marcha a las ciudades y dice adiós a su mundo de olores; también a mí ellos vuelven bellos y pesados como un remordimiento. Serán desde estos versos mi memoria, seguirán sobre el mundo cuando me haya muerto. 81 LAO-TSE PREPARA UNA SENTENCIA Nada de lo que diga puede desviar la calda de una hoja. Una sola palabra no frenara la otra. Es inútil que a éstos que me escuchan dedique una verdad: la harán pedazos. De sus pedazos nacerá Lao-Tsé. 82 LA CAMBIANTE El hombre que ama quiere ser la mujer que ama. Le dice conmigo al reino y sabe dónde aunque haya perdido uno a uno los poderes de los niños la extraña le ha recordado la tierra del espejo la intrusa lo ha maldicho sólo tú la ves esta es mi forma para ti acéptala ya nadie podrá matarte sino yo y las grandes visitas que él ni recordaba retornaron a sus días como antiguos ministros que en un tiempo reinaron qué violento apareció lo que antes era suyo por qué de está manera Peter Pan ahora lo asusta la belleza en sus signos invulnerable y solo en el bosque del mundo. Conmigo al reino su esperanza dice repite todavía conmigo pero ella ha cambiado otra vez su forma y es lo que no será mañana: una piedra entre nervios un empujón brutal de la memoria algo que rueda lejos en algún camino sólo necesita estar lo que no se queda para siempre. 83 ALFONSINHO DA CUNHA No conocí tierra firme. Por nacer, nací a bordo entre embalajes de especias y el raro perfume de la canela extranjera fue mi país, mi canción el chirriante sonido del viento en viejas arboladuras tendidas a la aventura. Una pierna corta y otra larga sólo dan acceso a las cocinas de la Historia. Y de día el mar y por la noche el mar: nunca bajé a tierra firme. Los héroes a los que acompañaba a través de las auroras desembarcaban en la sangre y en el vino, en la lujuria, en la selva y en los puertos que bautizaban los negros capellanes: de mañana, la cruz en alto, a cañonazos, como se bautizan los mundos. Desde muchos puentes, vi a cinco razas asombrarse nuevamente de nosotros, vi la gloria de los grandes salir y ocultarse, como una estrella más de huidizas Nortes que se agregaron al mar desde que conoció a los hombres. No maté a uno solo, no di mi nombre a ninguna tierra extraña, no fundé ciudades ni tomé fortalezas, pero arrimé tinta y papel, buen vino verde, velas de esperma y un plato de carne para que Luis de Camoens escribiera mi nombre en una página. 84 No conocí tierra firme pero tuve, entre carcajadas, su promesa de vivir para siempre en Os Lusíadas. Los hombres como yo recorrimos el mar. Los demás sólo fueron y vinieron de tierras firmes. Una promesa milenaria fue nuestro vellocino. 85 LA PERDIDA Nueve veces te vi. Nueve te he perdido. Como en los círculos de Dante fueron los crímenes la pena en cada uno soy el pródigo y el ladrón y también el avaro que recuenta esos minutos que pudieron ser de otro y el castigo un rostro que vuelve una palabra dicha un gesto hecho nueve veces tus regalos que fueron y devuelven un amor que pesa como la eternidad. 86 DONDE QUEDA LA MEMORIA Donde queda la memoria, ese alegre mediodía encinto o lúgubre gobierno, danza la primera mañana del mundo todavía, hay pisadas de ruedas toscas en un llano que ocupan ahora las montañas, un milagro que asombra y abriga y calma. Una libélula que teje amorosamente el aire reconstruye la invisible historia; como en tus ojos, las iniciales alas relumbran en el aire de un antaño primero, con experimentos de peces y ensayos de serpientes, con proyectados tigres que bramarían luego, reales, en la noche. Y ni un ojo, ni un ojo, ni los tuyos, para ver en los verdes pantanos el vuelo de los reptiles con su membranosa esperanza y sus escamas verdes, ni a los primeros inquilinos del hospicio marino en lo profundo. Nada: ni el asomo de la huella de una mano en las húmedas rocas de la orilla ni la planta de un pie en el cieno donde crecían arbustos musicales. Barro y cielo y agua y la natural sencilla respiración de las cosas: la novedad de las cortezas arrancadas por el viento ocupaba, por sí sola, entera tarde. Entre los álamos pasaba desnudo el frío que era joven sobre el mundo, sin saber que era como éste, pausado, de noviembre. El infinito espacio de los valles 87 donde la luna entera podía suicidarse, garzas y nubes que subían de la ciénaga y el grito último de un pesado animal que moría en lo alto y denso de la selva, noche del mediodía, y renacía sin saberlo entre los matorrales bajos. Los gruesos lagartos como edificios vivos en una pesadilla, oh cotidiano milagro de esas macizas formas que elevaban sus ojos niños a la bóveda buscando la explicación del sueño, oh la temprana marcha de los mil rastros bajo las piedras, apenas el ocaso resucitaba a la escolopendra de boca mortal y los mosquitos daban su viviente alfabeto a las orquídeas blancas, ah la caricia de la carpa cazando bajo la superficie y la acechanza del pez-tigre entre los mangles; bellas y tenebrosas bajo el agua hirviente del mediodía las algas ocultaban una ya podrido becerro muerto al alba. Y la hormiga de fuerza prodigiosa inclinaba los bejucos para su nido colgante y se enfrentaban furiosas dos encendidas creaciones bajo una piedra chata. Y la noche, la noche de donde surgieron todos corría sus naves y constelaciones para el paso de los bellos asesinos de la garra, errantes e invisibles por la meseta baja. Lo que seriamos vagaba sin lugar todavía como un vapor inteligente sobre el mundo. Y un salto, un grito de labios teñidos por la hierba, una sentencia manchada que besaba un cuello para siempre desplegaba de nuevo la mañana. 88 CONVERSACIONES La historia de las constelaciones grabada en el brillo de una hoja: quisiera leer la hoja y recordar aquella forma de donde nos desprendimos los seres y las cosas. Y antes de que nos devore la Gran Noche oír su nombre, por empañar la orgullosa oscuridad con el ardiente sonido de la luz, al quebrantarse. 89 ENTONCES, EL CANTO... Cruza tu voz los círculos del sueño, como si un dios antiguo te cerrara la boca, ¿detrás de qué otros cantos sin estela en qué aguas? Es de día en tu sueño bajo un sol diferente, sonámbula a la vez en la orilla y el centro. Oh no despierten a la elegida en las profundas gargantas de las cosas, que nadie, cruzando la habitación, salte dentro del sueño por caer en sus huellas sobre cuáles caminos; nadie, ni los sonidos ni mi mano, que existen en donde existe el tiempo, agreguen sus llaves al enigma; no cantas, eres tú la cantada. En la mañana ardiente de los ojos cerrados, escucha los susurros, las vetas minerales, acaricia las sombras, reclama otra estatura, la trae hasta los hombres. 90 POEMA DEL NUMERO CERO Cuando la muerte señala la fibra luminosa que somos, cómo tiembla su luz, cómo parpadea con el viento repentino, cómo se aterra al pensar en la oscuridad, el silencio, el dedo que elige antes, mientras las luces corren ardiendo hacia el casi supremo resplandor, que es el número 1, antes del cero. 91 EL PESCADOR DE PERLAS Esta tarde y parte de la noche volví a sumergirme en el espeso mar donde flotamos los seres y las cosas. Bajé por perlas que mostrar a los hombres que temen siquiera el riesgo de la orilla. Esta tarde y parte de la noche estuve en ese silencio, en esas profundidades donde el más infinito placer sería disolverse y supe que en todos los caminos hay monstruos para quien los teme. Llegué nadando adonde no se ama ni se odia, sencillamente se flota sobre un eterno presente y todo lo que miras es tu contemporáneo: nada más traen las olas del atrás y el adelante. Tomé allí esta perla y ahora te la ofrezco. Pero cuando quise volver, no vi a ningún hombre en la orilla. No vi orilla. Todo es el mar. Esos que temen la orilla no saben que caminan en el mar. 92 NOSOTROS, ELLOS Y AQUELLO Los poetas estamos escondidos detrás de nuestras sienes, en la gran selva distante, de madrugada o de noche, seguimos y perseguimos al mismo animal que huye, la loca sabiduría que se sumerge en el aire. Nuestras palabras-redes retienen fragmentos de la luminosa silueta, algunos pelos, cuernos del violento animal que sabe caminar entre palabras sin quedarse. A veces nuestras trampas detienen en el fondo a esas pálidas formas que atraviesan la muerte para poder cazarnos: somos el perseguidor que persigue mientras le siguen los pasos. Nos alcanzan y nos vamos sobre sus ásperos lomos a donde no hay palabras, vendados los ojos, sujetas las manos. Sólo nuestras sombras quedan, al acecho, precisas, y el animal retorna a abrevar en ellas, ya sin temor, libre del cazador y de sus flechas. Los hombres lo ven brillar allá a lo lejos, durante muchos años, como un camino perdido, más fuerte aun: como una estrella que se tragó otra sombra. 93 GANNOVAN Hemos cantado con valor, ¿Cómo los dioses no entregarán a nuestra furia la vida de esos hombres? Con coraje y sin pegar los ojos durante nueve noches seguimos sus pisadas invisibles. Durante nueve días hemos animado sus esperanzas y hecho que, cada mínimo acto, cobre la soberana importancia de estar vivo. La que ha tenido siempre. ¿No son de estas espadas las vidas que, por vez primera, ante la proximidad del túmulo y el olvido, han visto entre lagañas de insomnio lo que en la seguridad de las ciudades, junto al hogar y los hijos, cambiaban por la perspectiva de una cena, por el dormir a cubierto? El campo está abierto, toda huida es inútil y se ve desde lejos. Ah, como estimarán ahora la dicha de la siesta, y a la esmirriada, la insulsa que besaba con los ojos abiertos en lo que fue, durante quince años, una costumbre idiota de la noche. Todo lo hacemos grande sin que nos importe mucho: cada brizna de hierba, cada canto del gallo, cada soplo del viento. Al cabo, cuando quede ese bosque repleto de cadáveres y vuele la corneja en busca de otras marchas sin prisa y de otras sigilosas corridas a través de las selvas, espiando al enemigo, preparándose al salto 94 y al grito sin respuesta, volveremos también sobre nuestros pasos a las viejas cucharas, a los muros seguros y a los niños pequeños; al lento transcurrir del tiempo de donde habremos sacado a nuevos enemigos. Nuestras mujeres verán volver a sus maridos; otras, muy lejos, no sabrán que en una encrucijada de los bosques hemos tallado dioses de sueño en la carne de sus hombres Hemos hecho el bien de oreja a oreja y del vientre a la garganta; el nuestro fue otro modo, alguno, el horrible, de la eterna verdad. 95 ANALOGAS, LAS COSAS Las cosas y sus nombres me rodean, como siempre pero por un regalo de la luz, como esas sombras que surgen sin un cuerpo y luego se amilanan o como un transeúnte vago, familiar, de antaño, brilló para mí —¿o es acaso un sueño más, una ficción bellísima?— la red inmóvil que las habita y canta. No se derrumba jamás esta gracia de lo inerte, atando y desatando, de continuo, la piedra con la nube y con las simples toscas cosas que el hombre trajo al mundo: ¿unas llaves forjadas hace siglos comparten el alma con las mías, no son símbolos sino objetos repletos de lo mismo? No la urna de Keats, sino una moneda o un papel, que no hablan, apenas pueden balbucear, apenas, para que nadie oiga sus secretos movimientos; una boca se cierra al darlos vuelta, una boca se abre por su lado oculto. Acaso los planetas, imbuidos de una vida enorme, una vida que vive en otro tiempo, inmenso, otra ficción parecida nos otorgan. 96 LA RUTINA DE DIOS Todo es un círculo: cruzamos por su anchura el día de la muerte. Y el círculo es las veces que volvemos para decir las mismas palabras, casi al mismo. A través de las épocas, todos tus fantasmas fueron lectores de poemas: la leve diferencia en el arreglo de unas flores y el atuendo, marca los siglos, la distancia. Y el cambio de la ropa y el idioma de antaño se agitan un segundo y en un solo segundo sentimos la carrera del círculo ciñéndonos la frente. Cuando te hablo, te he hablado, dejemos el dilema; donde los mundos se tocan hablaremos de otras cosas y esperaremos ese día sólo para no presentir, sólo para no saber las respuestas de las monótonas preguntas, las mismas viejas preguntas que nos atan a paisajes que no cambian. Cuánta desdicha, saber que volveremos a hablar detrás del polvo, detrás de la pobre oscuridad de un segundo: un momento es muy poco y sin principio ni fin es demasiado. 97 GUERRAS, EPITAFIOS Y CONVERSACIONES (1989) 98 EN UN VIAJE VELOZ HACIA EL INVIERNO DEL TERMINO En el poema es de día en un inicio, en un viaje veloz hacia la noche del término: en el poema es primavera y las ideas florecen y se abren efímeras, para ser escritas y dar frutos de tinta, frutos de espectros, frutos de voces y de nombres en un viaje veloz hacia el invierno del término. En el poema es primavera (porque yo camino por poemas como otros por calles, buscando el final de todas las calles allí donde comienzan todos los poemas) y ya la vieja madera que ha dormido todo el invierno del silencio, la madera de las puertas de mi alma, la madera de los violines de mi alma, las dulces maderas del amor y las duras maderas de la mente se desperezan bostezando crujidos, arrancando de sus fibras, antes secas, voces de árboles que se quejan, sonidos del corazón de la madera que aún recuerda al viento, la lluvia y la tierra. Porque la idea (que sube en la primavera del poema por los conductos de las palabras) nutre de nuevo las manos y el aliento, despertando a la madera fibra por fibra, hasta reconstruir el árbol y obligarle a dar fruto 99 para la sed del hombre, del extranjero, del que lee el poema en un viaje veloz hacia el invierno del término. 100 PROSA POETICA-PROSA DE LAS CIUDADES Todo es. Nada es. Y las ciudades que levantó el polvo serán polvo; pero mientras sucede el crecer al nacer y la muerte espera, tensa en el arco, es preciso tener una ciudad. Verla allá a lo lejos o verla allá dentro, en el otro espacio: ciegas, sordas, mudas para el hombre, como la vida. Viven de él y morirán con él. ¿Y qué es una ciudad en el conjunto de las ciudades sino la misma ciudad? La misma, desde la lejana y primera con que saludamos a la brutalidad, a la muerte; la última, desde la que veremos que algo impulsa el horizonte hacia nosotros. El vendrá y las ciudades lo contendrán un momento, hasta que caiga el último suburbio y con la última ventana el polvo cierre la última ciudad. Cuando caiga habremos caído para siempre. La misma ciudad, siempre es la misma. Siempre la misma calle y doblar en cualquier parte el mismo callejón y saludar al mismo. Las ciudades nacen de ciudades como los hombres de hombres y el miedo de la esperanza. Yo les digo que estas calles y plazas y este sudor de sueño y este sabor de pesadilla y esta canción de siesta eran de otra ciudad. Los hombres no. Los hombres van y vienen como los ríos. Las ciudades quedan, como las piedras, esperando en la orilla que vuelva el mismo río. El mismo río del hombre que abandona las ciudades 101 para no volver jamás. Y cuando se va el último y asoman los fantasmas sus ojeras nerviosas por las ventanas que el viento bate como un insulto, la ciudad entera comprende que está sola y que se muere. Porque las ciudades se mueren y se pudren, como los hombres, como el amor. 102 LAS COSAS DE ESTE MUNDO Soy débil como si de humo. Me hacen los demás a semejanza de sus palabras, que edifican brevemente al hombre líquido: tengo miedo, miedo, miedo de ser hijo, hermano, primo, tío y padre y luego morir, cabrío de cascabeles verdes, tocando el piano en la colina de truenos, fantasmagoría dorada y lupanar, sol de la flecha, vaso de la química y desecho. El miedo desboca los cubiertos con los que ceno mi vida: arde en la garganta, tapiza los rituales diarios con los que mi cabeza intenta levantarse por encima de los árboles. 103 EL POEMA DE HIERRO Dame un poema de hierro que restalle sobre las vacías cabezas y una mano firme en la muesca de la antorcha, un poema de sangre y de huesos impacientes y la pluma de carne firmando sentencias en las culposas mentes de los jinetes locos; que convierta en sal a los cobardes, un poema de hierro oxidado y torvo paleteando en el estanque a medianoche, cuando ni los muertos sueñan con la aurora. Un martillo de palabras para dejar al mundo con las cuencas vacías; rabioso ademán, piedra encendida en la boca de los que duermen mientras el agua sube en el Gran Cuarto Esférico; un puñetazo en el sexo de la muchacha arrodillada, idiota, paciente humanidad, que no ve, que no oye, sólo conversa con las cenizas de sus dioses muertos. 104 GUERRAS Y CONVERSACIONES Las guerras ocupan toda nuestra vida: ésta y otras las pasaremos peleando contra y a favor de palabras que nunca se detienen, símbolos mercenarios que arrojarán sus redes para que el tiempo esté seguro de nosotros. Contra nosotros y a favor de nosotros, contra ella y a favor de ella, charlamos con la muda esencia seguros del silencio y éste es el único descanso y no es la tregua. Las guerras y las conversaciones arman nuestros actos, erizan la luminosa fibra del guerrero y ésta es su misión: guerrear y conversar con la esencia, tal vez con su enemigo. 105 DICE EL OTRO Un día, hace mucho, abriste una guerra: ¿lo sabías? Ahora debes cerrar la grieta. No sabes cómo, ni cuándo, ni dónde. Pero algo se ha roto, algo se ha desgarrado para siempre: en ese ir y venir, de un lado al otro, viendo y aprendiendo de los dos paisajes, tu vida y parte de mi vida pasan. 106 LA PATRIA LA POESÍA I. antes el día y la noche eran el mismo lugar vida y muerte juntas en sus nacimientos el tigre y la paloma el mismo animal todo era igual a su vecino como la piedra es aún a la montaña el hombre tajeó el mundo y salieron de sus moldes los pedazos vivos el hombre cortó los lazos cuando todavía del cielo y de la tierra bajaba y subía con indiferencia el sol para la poesía es componer los lazos armar de nuevo el mundo sin atrás ni adelante abolir el tiempo la poesía viene al hombre por remordimiento la poesía viene al hombre por memoria aquí delante mío había un lazo que me unía con los dioses (todos los dioses son el rompecabezas de Dios) y era uno con los elementos y era a la vez el perseguido y quien le sigue los pasos todo y yo nos perseguíamos en círculo trazando en amplias espirales el sagrado dibujo de los días multiplicados todavía en ciertos lugares en ciertos hombres en ciertas noches yo percibo restos de los lazos flotando ante mis ojos la poesía le opone al hombre su condición la poesía su patria su escalera 107 II. y bien allí están las palabras en ese diccionario abrazadas juntas reunidas como hojas de un árbol sin diferencia alguna a la espera del soplo como esperaba el barro y también están detrás de esa puerta afuera colgando de las gentes como trenzas de algas saliendo de sus narices y bolsillos recorriendo sus días inventando sus noches doblando las esquinas hay todavía más y más palabras también la muerte la vida el dolor la alegría son palabras Dios y el diablo tú y yo mismo somos dos palabras me arranqué me fui me interné en esos largos pantanos por un afán de exilio y tú conmigo ya estamos en el verdadero mundo Dios el diablo el tiempo y todos los que vinieron luego sus nombres ya los has leído y escuchado sus voces que hablaron para siempre william dylan rené jean arthur hölderlin hermanos de los hombres sabes y recuerdas lo que vas a encontrar estás a salvo también hay otros los que abrieron un libro solos en la casa y se cayeron dentro insomnes perfectos los que vieron a la belleza y al júbilo de la verdad incendiar una rama y devorar el paisaje (de mañana, de tarde o de noche qué más da) y se quedaron presos del instante siguiente absortos regresados comprendidos los que reconocieron a algo más que andaba tras sus pasos en la noche sin señales del alma y cometieron el acierto de volver la mirada a verlo todos los que vieron están aquí éste a pesar de los hombres es todavía un lugar seguro 108 aquí donde se realiza siempre el porvenir III. vino del origen del origen de todo bosques montañas ríos llanuras bosques halcones maleficios dioses símbolos templos redes piedras peces animales del sueño y la vigilia estaba con el hombre antes que el hombre aquí todo está seguro está en calma perdura florece sólo la palabra es la patria del hombre verdadero cada verdad es cierta cada silencio habla así fue así será mientras haya un hombre a pesar del exilio del trono de los hombres vibrar en armonía con todo lo que verás hará tu canto y ese será mi canto el canto de lo creado y no creado todavía nos reconocerán por él y todos los que lo oigan lo harán su mismo canto el dulce y oscuro olor del mundo absolutamente mágico como todo lo real en él todo sucede de una vez y a la vez belleza y verdad son la misma verdad un hermano lo dijo en la noche de inglaterra IV. te llamaré por tu nombre tu verdadero nombre que no conoce nadie de él hablan las estrellas 109 clavadas en la noche sin sombras y está evidentemente escrito en todo lo que tocas el que no está en ningún registro de los hombres el que usa el sueño para dormirte y la luz para despertarte el que murmuran los abismos a donde caes sin protesta posible el que grita la belleza y la verdad a tu sordo corazón desobediente por ese nombre te llamó la vida y no pudiste resistir su amable invitación a oler y lamentarte te llamaré como sabes que te llamas ese es el nombre que te dará la muerte quien lo sabe conoce cada imagen del prisma de tus días es dueño de tus pasos reconoce el porvenir de tus pisadas en esta tierra veloz que viene y parte en todo lo que diga te llamaré como sabes que te llamas porque todo esto es sólo parte de tu verdadero nombre tu palabra para entrar a este mundo sólo hace falta saberla tener lengua boca dientes mente espíritu persona y mundo donde pronunciarla. 110 HAY VERDADES QUE ESTALLAN COMO POMPAS, HAY MENTIRAS QUE RUEDAN EN LAS CARAS El tiempo y las manías de medir se tirotean con el corazón en un corredor de desesperados sin victoria. Y dos con sus metáforas al hombro las criaturas humanas sueñan y ruedan, sufren y callan, sin voz. Serán el dolor con pies sobre las aguas pero jamás les importará la injuria que acomete, como bolas de nieve en manos de idiotas, sus negros corazones que cuelgan de los árboles. Hay verdades que estallan como pompas, hay mentiras que ruedan en las caras, lo valiente nos habla en las máscaras del miedo y lo limpio gime sucio allí donde el absurdo es rey. El mundo que gira sopla sus cuerdas en los oídos que alzamos y que dejamos embucharse de ese viento mecido: sólo el extremo justifica la existencia del amor que los caminos de la vida llevan a morar entre desechos. Pero aun allí la vida romperá en los ojos de los muertos una a una sus lanzas y cavará los túneles por donde irá la idea. 111 NO ES EL TIEMPO LO QUE EXISTE SINO SU VELOCIDAD No es el tiempo lo que existe sino su velocidad, sólo los dones y poderes están, el resto, la cosa, no vino nunca. Nunca bajó el tiempo a este lugar, jamás la muerte: sólo nos toca brevemente su cualidad de cambiar vivos en vivos de otro lugar. Y así vamos confundiendo los orígenes en medio de un bombardeo: porque es el todo que nos arroja el todo ante los ojos, continuamente, absolutamente seguro de su integridad. Perdidos en un valle de espejos trucados, seguros de estar, cuando todo pasa en otro lugar, vivimos en lo inverso, moramos en la oscuridad. Tenemos los ojos cerrados, cosidos por un hilo que sólo cortan las horas afiladas, esas pequeñas navajas que prueba cada tanto el tiempo, para ver qué pasa. 112 MAS ALLÁ DEL LLANTO, LA LUZ QUE TODO AGITA Lejos del arcano yo iba entre fulgores de ensueños, palpando los lugares y los hombres que se agitan a mitad de camino entre el invierno y el sol. Lanzado como bala consciente más allá de la conciencia, hacia el final último que se agita en la luz, el deseo flameaba con su rosa de espinas y sus cumbres de llanto, rozando siempre, sin llegar, la porción de cielo que vislumbra el mundo como una constelación. Y entre piedras y llanto y entre cuerpos y llanto y entre muertes y resurrecciones bañadas por el llanto, entre las caras y cuerpos del aullante silencio vi ayer lo que conocí mañana y hallé el Paso, el Túnel al descubierto, el Puente antes sumergido; una visión hoy me enseña esa luz sin rivales que corre por las venas del Verdadero Sol. 113 VIAJERO DEL TERCER CAMINO I. Una Gran Guerra habita las cosas: el tiempo las golpea y quiebra la cáscara, que es la cosa, dejando escapar su áspero combate, la lucha que en su eje enfrentó a señores más importantes que el bien, más trascendentes que el mal. Sí, una ardiente guerra bulle en las cosas, vive en el corazón de los hombres y lastima el aire; en esa Gran Guerra se pierde el paso y van a morir todos los caminos: internarse en su oscuridad que es la vida y es la muerte y es lo Tercero, es el camino, el único camino del guerrero. II. Guerrero de la luz, estandarte de vientos, voy por senderos y noches más oscuros que el tiempo, buscando entre las espesas palabras aquélla, la perdida, ésa, la deseada. Por obstáculos recibí mi propio manto, las espuelas de mis nervios y la pesada camisa de los sueños. Por entre valles y calles y avenidas y llanuras trafico con los hombres por encontrar a aquélla, la perdida. Ellos me dan sus razones, sus cuentas de cristal llenan mi bolso de pesadas cadenas con la tierra. También merco los sueños y clandestinamente llevo, en el alma, un recuerdo del tiempo. Guerrero de la luz, manchado por la tierra 114 en el camino tercero de la edad humana: dos ya cayeron. El bien y el mal sus huecas cáscaras abandonan a la furia de los elementos. III. Y yo salto por encima de mis muertos, de mis muertos inmóviles como peces, ansiosos como raíces, eternamente lerdos, buscando leer, en el moho de los años, la Otredad. Ella ha dejado sobre las cosas sus blandas láminas abiertas, desnudas sus tibias bibliotecas. Pero es preciso leer como leen los ciegos, acariciar largamente el rostro de las cosas, descifrar lentamente el origen, remontar penosamente el olvido hasta la seca raíz, de cualquier modo. Guerrero de la luz, solo y fulgurante como la perdida, y como ella, nombrado por las dolientes sombras del comienzo y del fin. 115 DICE EL OTRO En todos vibra. En todos duerme. En todos late el brillo de decepción: antes de que se apague debes soplar tu vida sobre la frágil llama de luz para avivarla y morir en ella, y así, al fin, ver. Porque ver es verme y verme es Verte. 116 LA AFICION AL PLACER NOS LIGA La afición al placer nos liga, nos ata a las campanas de las bocas, que dicen nuestros nombres entre nubes y tormentas. Bajo árboles de miedo correrá en el tiempo de soles: las escaleras personales están hechas para matarle. ¿Podrá la suma dar el peso de una pluma en la balanza? La suma negativa con peso de montañas en los hombros de la culpa. La cópula absurda del hombre y sus alrededores tiene parte, lo lleva en el trayecto de su edad, gira envuelto en las ropas sarnosas del sastre que ha cerrado a medianoche, luego de coser en su sombra los pecados. Aunque se abra en un futuro el mar por sus pisadas, él tal vez no será culpable de todo; sus ojos de delincuente brillante redondean en el fondo del cráneo un sentimiento cálido, que atado al carro del cuerpo y a sus cinco locos caballos, arrastra a todas partes, sordo de ciudades y de templos: picado por las abejas del placer en las axilas tal vez y sólo tal vez llegará antes a su esqueleto o su victoria. 117 SOBRE EL PELIGRO DE CERRAR LOS OJOS Vivo en dos instantes de la eternidad. Ahora hay un peligro que es mío y patrimonio general de todo hombre. Cuando cerramos los ojos vemos el devenir del tiempo, su ardua maquinaria abrirse paso en la terca, interna oscuridad, y trabajar las formas, limar los contornos de épocas distantes hasta dejarlas idénticas, como lo fueron siempre. Ayer, Hoy, Devenir. Tres caras de una moneda sola. Allí duerme, en el resquicio de los ojos entornados, una luz que es la misma en todo tiempo. Es el alivio mayor la imposible certeza de comprenderlo nunca. Porque bajar los párpados significa darle al tiempo oportunidad de volver del revés su clepsidra, desafiarlo a que pruebe suerte con sus dados de arena. Cuando cerramos los ojos algo de nosotros, como en los sueños, se desintegra y parte. Así, cuando cansados de manchas y colores y tercas nebulosas: las que forman un paisaje donde estuvimos, las que se agrupan en un rostro sin nombre al que juramos no olvidar, las que arman el largo cinematógrafo de los fragmentos de la memoria, entreabrimos los ojos, bien pudiera sucedemos en una calle de Tiro, cambiando desconocidas monedas con un desconocido, visiblemente nervioso, que repite una y otra vez, sin que entendamos, lo que en su lengua fue, 118 alguna vez, una pregunta insistente. Mientras nos preguntamos en qué esquina, detrás de cuáles puertas, en dónde está Buenos Aires. 119 LAS VIDAS ASOMBROSAS Muchos son los rostros que habitan el enorme país de la distancia. Largas caravanas han partido y luego otras, las guiadas por dioses imprevistos, han colocado extranjeros a nuestro lado: ellos nos han mostrado sus telas multicolores, sus palabras, los exóticos animales de la infancia y algunos, sólo algunos, flores de oro irremediablemente perdidas entre vagas memorias y sentencias. Trabajadas lejos, en vidas asombrosas. Quién lograra cubrir a grandes pasos el enorme país de la distancia, ver el conjunto de los rostros y oír en la noche sin asombro el coro de las voces, el coro de las voces que retumban allá lejos, en los ignotos campamentos que preparan sus caravanas para venir a vernos. Ir más allá de sus fuegos, de sus distantes señales, llegar antes que Dios al pecho de los hombres. 120 LAS GRANDES PALABRAS Los poetas son los legisladores de los hombres. Hölderlin Así la poesía en que perviven Antiguos hombres que han visto Se han asombrado han legislado y partido Guarda la memoria de cosas memorables: La original palabra que designaba al viento O aquella que se pronunciaba para mover los astros. Las originales palabras eran de otra boca Se decían para distinta vida y distinta muerte. En ese tiempo ellas eran La conversación corriente de los hombres. 121 Y DIOS TIENE UN INSTANTE EN EL ALIENTO DE DIOS En el comienzo un aliento agitó las sombras, dicen las escrituras, todas las escrituras, y surgió la materia, toda la materia, el Creador oculto sabe todo lo que esconde cada rincón de su aliento. Nosotros que lo ignoramos, como El respiramos nuestros largos segundos, el corto mundo de otros en una inmensa cadena, el verdadero lugar en donde estamos, mucho más grande aun, lleno de alientos, suspiros, largos gritos, bostezos que entrecruzan lugares, muertes y desolaciones, con tiempos y lugares donde felices, todos ignoran el dato de los mundos. Porque ya no hay paz para el que sabe que respira universos, hay alianza eterna con aquello que lo tiene preso en la burbuja de un instante frágil: hombres y dioses conviven tranquilos en la misma cabeza, un Puente, un Corredor entre dos respiraciones y no yo, escribe estas palabras mientras mundos fantasmas se desploman y exaltan y vuelven a desplomarse delante de mí y soy sólo un segundo en un segundo de Dios y Dios tiene un instante en otro Aliento Mayor. 122 NOSOTROS, ELLOS Y AQUELLO Los poetas estamos escondidos detrás de nuestras sienes, en la gran selva distante, de madrugada o de noche, seguimos y perseguimos al mismo animal que huye, la loca sabiduría que se sumerge en el aire. Nuestras palabras-redes retienen fragmentos de la luminosa silueta, algunos pelos, cuernos del violento animal que sabe caminar entre palabras sin quedarse. A veces nuestras trampas detienen en el fondo a esas pálidas formas que atraviesan la muerte para poder cazarnos: somos el perseguidor que persigue mientras le siguen los pasos. Nos alcanzan y nos vamos sobre sus ásperos lomos adonde no hay palabras, vendados los ojos, sujetas las manos. Sólo nuestras sombras quedan, al acecho, precisas, y el animal retorna a abrevar en ellas, ya sin temor, libre del cazador y de sus flechas. Los hombres lo ven brillar allá a lo lejos, durante muchos años, como un camino perdido, más fuerte aun: como una estrella que se tragó otra sombra. 123 POR QUITARLE A LA MUERTE SU SOBERBIA Un amor absoluto, para el que no existe primero ni último, golpea sobre el mundo: en el más humilde y en el más soberbio canta la canción del hombre. Bajo las máscaras vacías e intermedias un amor absoluto, para el que no existe primero ni último, resuena escondido, más allá de los gritos y la apretada melodía de la desesperación. Aún más allá. Es el eje íntimo y viviente el que canta, el que musita las palabras como un talismán sonoro, una pedrada en la frente de los desmoronados mundos. Un amor absoluto, para el que no existe primero ni último, anima estos silencios, estas ficciones que tan sólo intento por quitarle a la muerte su soberbia. 124 LAS LINEAS DEL MUNDO Quien ve a las líneas del mundo unir a la desdicha con la alegría sin tiempo ni motivo, a la ceguera del hombre con lo luminoso del hombre, al cobarde, al justo y al tonto (que asiste a la ceremonia del crepúsculo asombrado, muy quieto, flotando sobre las aguas), nunca se vuelve altivo a contemplar la guerra que incendia el lugar donde vibra todo esto. Ya nunca sueña. Abre los ojos despierto, abre los ojos dormido. El que ve a las líneas del mundo servir de trampolín a los pájaros y de escalera a las almas, sabe por qué no vuelan y se guarda de contarlo. Otro será su interés: él querrá trepar por ellas disimuladamente, sin un solo comentario, sin que nadie note la ausencia del desertor. Feliz, ignorado por todos, vagará por la tierra sin nombre con su precioso secreto, ese momento en que espió: él conoce signos que lo conocen, hace su propia ley. Y por fin, cuando se retira, como un oscuro bulto con corazones de tormenta, hacia la tierra oculta en esta misma tierra, que guarda de toda noche el sol, no olvida, ni por un momento, que el tiempo está en su red. 125 Sabe que no hay milagros, sabe qué cosa son. Algún día todo será plenitud. 126 UNIVERSOS CONTRARIOS Universos contrarios, usan a los hombres (a los señores y a sus amos y a las sonrientes hijas del corazón) en juegos largos, amplios movimientos de los que el tiempo es árbitro. Universos contrarios sin el hombre no tendrían hogar, ni campo de batalla en carne dócil; usan a los tristes y al borracho alegre (y a los mudos y rengos y a los ciegos, amigos del sueño débil), para sombrías partidas que el crepúsculo no acaba, ni acortan las súplicas ni detienen nuestros ojos al clavarse en altos trucos. Universos contrarios, señores del sí y del no, lugares donde Dios se cobra el sagrado impuesto de la vida: vivir es pagar la muerte que heredamos con la luz. Universos contrarios lucran cuando la conciencia es frágil, apuestan con el amor, pierden con la última oscuridad (un peón, una dama, los restos de una torre), se sjrven una copa a carcajadas y colocan las fichas de otra edad. 127 DOS HOMBRES HACEN EL POEMA QUE CAMINAN Ansias de morir, para ver finalmente y no morir, gobiernan el fondo de las cosas. Los hombres van más allá. Redoblan los embates contra el secreto enemigo y logran el doble, el aliado etéreo que permite 'vibrar luminoso en dos lugares. Así andamos seguros por la cañada en sombras, porque si hay dos mundos hay dos hombres y uno de ellos, quién, sabe del otro porque lo ha soñado. Dos hombres andan a la par uno ignora al otro y el otro finge ignorarlo. Dos hombres escriben el poema: dos hombres hacen uno que jamás se encuentra. 128 DICE EL OTRO Tira tu historia, el animal del pasado como una novela mal escrita con dedos de fuego por un necio, pero sé siempre la nave de carne y sangre, anclada en el presente bajo los rudos vientos del futuro. Los imbéciles, los asesinos de sí mismos, entre las cajas donde guardan su cinismo y los cobardes, tienen costumbres de ahogados y están ciegos aunque miren. Pero tú no apagues tus jóvenes ojos ahora, como viejas hostias que alguien lleva hacia la muerte. 129 LA PALABRA HACE LA ALQUIMIA El tiempo golpea sobre esta mesa donde no escribo para el olvido: se amontona el futuro sobre el papel, la palabra hace la alquimia y este acto primero de poder es el recuerdo como un eco de otro mayor y ajeno, que aún detona en la noche del origen. Y así escribimos por imitar actos de poder mucho mayores, sobre blancos papeles, sobre años y hombres asombrados del uso que damos a sus sombras: molestar a los hombres, molestar a las cosas, todo por darle un recuerdo nuevo a la memoria. 130 EL ANZUELO DE LAS SOMBRAS Lancé esta noche el anzuelo a las sombras. Y al recoger mi hilo lo que arrojé a este mundo me dejó mudo y absorto por toda una eternidad. Este es el objeto de la vida de un hombre: atrapar con tibios lazos el gobierno de sus otras muertes. Me atrapé a mí mismo, huyendo veloz, bajo las agitadas aguas de lo Eterno. 131 AQUÍ Y ALLÁ Entre aquí y allá cuando una puerta se abre, ya no se puede cerrar. Esta y aquélla son la misma verdad. El que sepa ver, verá, el que sepa leer, leerá y sólo entrará despierto aquel que desde el primer latido sea su invitado. Pensar que sólo es volver a un lugar que nos conoce y que allá, cuando alguien muere, lo entierran en la vida, lo devuelven: cuando alguien muere aquí, nace allí. Mientras entre ambos mundos pasa, lo alumbra con su linterna un instante esa vieja tenebrosa y veloz, a la que llama, sin que lo sea, la eternidad. 132 LAO-TSE PREPARA UNA SENTENCIA Nada de lo que diga Puede desviar la caída de una hoja. Una palabra no Frenará la otra. Es inútil que a éstos Que me escuchan dedique Una verdad: la harán pedazos. De sus pedazos nacerá Lao-Tsé. 133 EPITAFIOS Sombras. Sólo sombras han venido a saludarme. Ya los mundos por propia voluntad se rajan y se abren las puertas en este cuarto donde escribo. No quiero la visión, sino la sombra del vacío en que nadan: escribo por cobardía sobre la hoja en blanco y no sobre la hoja llena de la vida. No los he invocado a ellos, sino a sus sombras, que han venido a saludarme con sus raros regalos: el oro, la mirra y el incienso de las sombras. Por propia voluntad y por cuidado elijo el papel de un hombre que escribe lo que le dicen y regalan las sombras. Esos tres torpes versos indican mi pobreza y mi nada: el oro son las guerras por las revelaciones y la mirra funeraria lo que quemo en sus tumbas entre el incienso inútil de mis conversaciones. 134 CON OTRO OJO La verdadera poesía está desnuda: por eso estas palabras van dejando sus ropas. La poesía debe ser la lengua de la boca que dice la verdad, la verdad que se agita y desprende de ese núcleo vivo, no-vivo, esa primera cosa que dejó la huella que llamamos cosa al llegar aquí. Vivir, escribir poesía como quien talla madera, buscando el eje viviente, que está en todo, en todos y es el mismo. 135 DICE EL OTRO Morir, nacer, carece de significado. Lo importante es ese sonido seco, ese sabor amargo, eso que se esconde al fijar la vista, el olor a nada que desprende el todo cuando pasa y te toca a toda velocidad. Continuamente, a cada instante, en la selva del pasado, el presente y el futuro estás perdido en el mismo lugar. 136 EPITAFIOS A un desconocido: bárbaro y brutal e ignorante y sucio te llamaron los soberbios hombres que vinieron luego. Pero sólo tú y yo sabemos quién acudía hasta el fondo de la caverna cuando lo invocabas, con sólo murmurar oraciones sin lenguaje y dirigir tu mugriento instrumental hacia el centro de la tierra. 137 GANNOVAN Hemos cantado con valor, ¿Cómo los dioses no entregarán a nuestra furia la vida de esos hombres? Con coraje y sin pegar los ojos durante nueve noches seguimos sus pisadas invisibles. Durante nueve días hemos animado sus esperanzas y hecho que, cada mínimo acto, cobre la soberana importancia de estar vivo. La que ha tenido siempre. ¿No son de estas espadas las vidas que, por vez primera, ante la proximidad del túmulo y el olvido, han visto entre lagañas de insomnio lo que en la seguridad de las ciudades, junto al hogar y los hijos, cambiaban por la perspectiva de una cena, por el dormir a cubierto? El campo está abierto, toda huida es inútil y se ve desde lejos. Ah, como estimarán ahora la dicha de la siesta, y a la esmirriada, la insulsa que besaba con los ojos abiertos en lo que fue, durante quince años, una costumbre idiota de la noche. Todo lo hacemos grande sin que nos importe mucho: cada brizna de hierba, cada canto del gallo, cada soplo del viento. Al cabo, cuando quede ese bosque repleto de cadáveres y vuele la corneja en busca de otras marchas sin prisa y de otras sigilosas corridas a través de las selvas, espiando al enemigo, preparándose al salto 138 y al grito sin respuesta, volveremos también sobre nuestros pasos a las viejas cucharas, a los muros seguros y a los niños pequeños; al lento transcurrir del tiempo de donde habremos sacado a nuevos enemigos. Nuestras mujeres verán volver a sus maridos; otras, muy lejos, no sabrán que en una encrucijada de los bosques hemos tallado dioses de sueño en la carne de sus hombres Hemos hecho el bien de oreja a oreja y del vientre a la garganta; el nuestro fue otro modo, alguno, el horrible, de la eterna verdad. 139 EL PESCADOR DE PERLAS Esta tarde y parte de la noche volví a sumergirme en el espeso mar donde flotamos los seres y las cosas. Bajé por perlas que mostrar a los hombres que temen siquiera el riesgo de la orilla. Esta tarde y parte de la noche estuve en ese silencio, en esas profundidades donde el más infinito placer sería disolverse y supe que en todos los caminos hay monstruos para quien los teme. Llegué nadando adonde no se ama ni se odia, sencillamente se flota sobre un eterno presente y todo lo que miras es tu contemporáneo: nada más traen las olas del atrás y el adelante. Tomé allí esta perla y ahora te la ofrezco. Pero cuando quise volver, no vi a ningún hombre en la orilla. No vi orilla. Todo es el mar. Esos que temen la orilla no saben que caminan en el mar. 140 EPITAFIOS Pitágoras nos ha dejado, sin resolver el último Teorema: aunque sabía demostrar el paso de la Fuerza por el más pequeño objeto de éste y el otro y aquel mundo, con sólo trazar el círculo humano sobre la música de las esferas y la risa del misterio en el gran juego oculto. 141 LOS SERES LUMINOSOS Acaba de cambiar, termina hace un instante de mostrar su cara debajo de la máscara; un mundo se abrió detrás de esas facciones, brilló una luz, no lo era; un horizonte se levantó como una ciudad hacia el final del rostro y volvió a sumergirse en la multitud, dejándome cegado, sordo para siempre a la apariencia. Ese hombre era la metáfora de un hombre, era uña señal y una certeza y otra. 142 PERO EL DÍA TENDRÁ SU PALADIN I Ni tan débil ni tan poderoso como la noche, busco más allá del tiempo las palabras de los hombres que enloquecen, todo, porque los días enseñan cosas que los años desconocen, nada, porque la memoria es sólo un pájaro perdido en la neblina. Y allí, más allá, veo los pasos de los hombres, sus manos indecisas, sus manos melancólicas cargadas de recuerdos, y en sus mentes mis gritos sin un eco quisieran renovarlos, hacerlos de una pieza, como esas negras piedras que el rayo desentierra. Manos que atrajeron los cielos hasta el pobre espejo del hombre, manos que arrojaron al oído del mundo millones de sonidos nuevos, la voz de las ciudades, el grito del cemento y el rugir del acero que deja para siempre su cuna incandescente, poleas que levantan para la soledad del hombre sus duros escenarios. Manos, gobiernan él timón, pero no tienen tiempo. Deben nacer, hacer y morir. Pero el día tendrá su paladín, sus paladines, claridad, oscuridad, éste es su áspero comienzo, éste su áspero retomo, la arcilla del mundo y un futuro escenario donde, de una vez, será la acción hermana y criada del sueño. 143 DICE EL OTRO Cabe por todas las puertas, entra por todos los muros, ante su luz, nada conserva sombra. Y con la sombra se deja toda huella, toda ropa cae, muere toda imagen. Nace el Nuevo, antes del Otro. 144 JAKO KAMOTO Detrás de la locura El del Espejo tiende los brazos -Ven- dice. -Y la próxima vez que pasemos por allí no te sueltes de mi mano. Estar loco es estar seguro de lo indudable. Mis contemporáneos, en el fondo de sus corazones, estaban seguros de que el siglo XVII duraría para siempre. Desde la jaula de cañas donde me confinaron yo les gritaba que no, que no era cierto. Y ahora estamos todos muertos. Los cuerdos y los locos detrás del Espejo caminamos por el paisaje tomados de la mano. Del otro lado da a una vieja postal: extraña correspondencia entre los objetos y los mundos. Yo soy el de la izquierda, ese que agita los brazos, el único que parece haber advertido algo. 145 LAS BANDERAS Cada cosa tiene su bandera, la que flota por encima, al paso de vientos invisibles; la vida pasa, la muerte pasa, la cosa pasa y la bandera queda, rota, desgastada, haciendo flamear sus flecos, todavía. Al paso de vientos invisibles, en dirección a la abierta nada, mientras la nada susurra, mientras los vientos pasan. 146 ALFONSINHO DA CUNHA No conocí tierra firme. Por nacer, nací a bordo entre embalajes de especias y el raro perfume de la canela extranjera fue mi país, mi canción el chirriante sonido del viento en viejas arboladuras tendidas a la aventura. Una pierna corta y otra larga sólo dan acceso a las cocinas de la Historia. Y de día el mar y por la noche el mar: nunca bajé a tierra firme. Los héroes a los que acompañaba a través de las auroras desembarcaban en la sangre y en el vino, en la lujuria, en la selva y en los puertos que bautizaban los negros capellanes: de mañana, la cruz en alto, a cañonazos, como se bautizan los mundos. Desde muchos puentes, vi a cinco razas asombrarse nuevamente de nosotros, vi la gloria de los grandes salir y ocultarse, como una estrella más de huidizas Nortes que se agregaron al mar desde que conoció a los hombres. No maté a uno solo, no di mi nombre a ninguna tierra extraña, np fundé ciudades ni tomé fortalezas, pero arrimé tinta y papel, buen vino verde, velas de esperma y un plato de carne para que Luis de Camoens escribiera mi nombre en una página. 147 No conocí tierra firme pero tuve, entre carcajadas, su promesa de vivir para siempre en Os Lusíadas. Los hombres como yo recorrimos el mar. Los demás sólo fueron y vinieron de tierras firmes. Una promesa milenaria fue nuestro vellocino. 148 PALABRAS PARA TODO LO QUE SE HA VUELTO EXTRAÑO Al mismo tiempo era el reír y era la pena de ver después el rostro que sucede a la risa. En ese tiempo ambiguo yo jugaba sumergido en el mundo: la infancia mi escafandra, era la infancia del mundo y sus paisajes y hombres otros niños, los espectros pueriles, inocentes la vida y su amiga la muerte, que jugaban afuera en la lluvia desnuda. Y no voy a describírtelo. Tú ya lo sabes. Como una moneda o una navaja rota viajaste conmigo por esas islas bárbaras. Cuando lo que es grande me interrogue en la sala Tan llena, le diré lo que amaba: El sonreirá tristemente y me mostrará en su libro la primera palabra. Siguiendo sus duras páginas, los días y las noches de truenos y maravillas. El me dirá: era sólo un momento, había cosas más grandes en la tierra y el cielo. Pero yo soy sólo un hombre y en mi universo, alfileres y continentes tienen el mismo tamaño. Extraño, extraño, todo se ha vuelto extraño. Los años alejaron a los días, el espacio de las revelaciones dejó atrás los pequeños placeres, la torpeza ingenua de creerte sin sombra. Lo grande ha mandado sus lecciones y ha prometido abrirme anticipadamente el libro: pero yo soy sólo y todavía un hombre, que en el umbral de lo verdadero, vuelve la vista al destruido paisaje de lo ficticio y suyo. Porque todo lo que amé fue humareda, yo escribo estas palabras de insólitos vientos: también yo quiero abrir un día un libro para contárselo a la nada, mientras lo grande desmiente mis palabras al todo. El habla al todo 149 y yo a la nada que no me escucha, y tú le hablas a los hombres en su mismo lenguaje; yo debiera hablarte con palabras que entiendas, pero le hablo a la nada sin emociones, sin ese sonido extraño que comenta, allá a lo lejos, el paso de los hombres. 23 años y la clave rompiendo los decorados que a otros protegen y encantan: lentejuelas y engaños, como quisiera creerles para estar a salvo de esta aurora, de estos afilados perfiles que la luz introduce, desgarrándolo todo. Porque ahora comprendo, porque ahora entiendo lo que no me fue asignado en ninguna página, y entre la luz y su sombra, quiero ese débil fantasma que jugaba conmigo en los alegres bosques que jamás existieron. Y toda pista es vana, todo sendero enterrado, cualquier huella en el barro no conduce a ninguna parte. Es el olvido como un leñador amargo que ha talado los bosques de la infancia; leña de la verdad, hará la luz y el calor que me consolarán cuando sea un viejo, luminoso y lejano en su casa de estrellas: Esta, de mis guerras, es la más dolorosa: haber dejado todo en manos del leñador y que sus brazos de músculos violentos no conozcan la piedad a la mentira indefensa, el último falso tesoro de mis despojados reinos. 150 EL FÉNIX La primera vez nos vimos en un libro: él, o uno de sus dobles, llevaba a Simbad, el marinero. Luego los manuales y las comparaciones trajeron a la memoria el Fénix olvidado. El Único: más memorable es esta parte de su mito que aquella que habla del fuego y de una ceniza que renace. Un pájaro imaginario es la metáfora del universo. Un pájaro es todos los pájaros y también los cielos y las tierras y el tiempo, que mueren y resurgen del último de los Fuegos. Un pájaro que es único y es diverso contiene la historia, el mar, las tardes, el amor, a Colón, a mi lector y al papel donde escribo sus detalles. Y en una pluma a sí mismo camino de las llamas, el silencio y el viento que barrerá su rastro, el mismo viento en que vuela único, de nuevo y resurrecto. 151 CAMINO A MI, CAMINO A EL "La vida es simple: vagar desesperado, reír, amar y coquetear todos los días con la dama de hueso se lleva en una mano todo lo que apostamos en el curso del año". Trabar la rueda que gira en las nubes por respirar el sabor de un minuto, es tarea implacable que llena los ojos de infinito. Pero ansioso del beso justo que atraviesa volando las balanzas, quiero andar por entre el bambú humano de prisa, hacia ese conocido que me observa y tiende el arco. 152 EPITAFIOS Sólo unas palabras para juzgar tu entreacto: cómo se las arregla la tierra para conservar en su vientre la boca de Novalis que pertenece a la noche. 153 ELIPHAS TORRES Mi profesión fue recibir y guardar para el olvido los regalos de los reyes. Ellos tomaban las gemas, las gruesas barras de metales preciosos y los otros tributos de más allá del mar, que eran como el tributo de la muerte. Yo recibía los obsequios de anónimos capitanes, las fantasías que, por cumplimiento, por burla o por delirio enviaban con frutas y especias desconocidas de la tierra incógnita: fui Guardador de Monstruos de Ultramar. Me volví viejo entre sirenas rellenas de estopa, mitad-mono, mitad-pez, cosidas muy lejos, a las carcajadas. Y entre centauros fraudulentos y unicornios falsos. Oro e ingenios alientan las empresas de los reyes. Los tesoreros y prebostes y los caballeros se reían de los sueños que, una vez al año, se exhibían en la plaza decretada para regocijo y diversión del populacho: eran sus mismos sueños. En mi época la gloria quedaba más allá del mar. Yo vi brillar el oro mejor de América, allí, en mi oscuro gabinete: un hipogrifo de Indias, intacto, muerto seis meses antes camino de El Dorado. 154 CONVERSACIONES La historia de las constelaciones grabada en el brillo de una hoja: quisiera leer la hoja y recordar aquella forma de donde nos desprendimos los seres y las cosas. Y antes de que nos devore la Gran Noche oír su nombre, por empañar la orgullosa oscuridad con el ardiente sonido de la luz, al quebrantarse. 155 SIMON GARCIA ESTUDILLO Yo que fui el médico rural supe de la puerta con la que cerraban la lluvia y el paisaje dos manos estremecidas (yo pasé infinitas veces al ambiente de cebollas, de repollos, de botas amontonadas, de herramientas: el único ambiente de la casa, sacudido por el viento, la noche, los gemidos o por una sola gran herida, que lleva o trae del otro mundo una mirada); supe de las manos estremecidas y la súplica ardiente bajo la fiebre, conozco la gangrena y los cólicos, apenas dos maneras de ese vasto arsenal: ellos cambian la mirada, vuelven a creer en Dios, evocan los momentos felices, desdeñados, olvidados; sé de la mano blanca y la mano negra cerradas sobre el gabán y del agua de los ojos pidiendo el agua de la vida. 59 años en medio de la noche. Pero yo vi dentro de los hombres esa inocencia que engarza en el dolor edades con edades. Un pequeño animal, un accidente, igualan al hombre, a la mujer, postergan sus idiomas. Vida y muerte pasaron por mis manos y los vivos y los muertos agradecieron mi llegada y mi partida, cuando ya nada es posible, o cuando el niño llora a mis espaldas, deteniendo la lluvia, parando nuevamente en su primera hora mis horas y mis días. 156 EPITAFIOS Juan Arturo Nicolás Rimbaud: ¿junto a qué sagrado terror por lo entrevisto, navegó por tu alma la certeza atroz de perder para siempre la visión, al abandonar la Ciencia? Ya no hubo tiempo, ni otra oportunidad de contemplar aturdido el incendio de las estrellas, para traducirlo al hombre ya no hubo tiempo. 157 ANTES DEL SIGLO XXI El alma ha escondido un grito y una horda de cuerpos saldrá a buscarlo antes de la noche peligrosa, antes de que los duros cielos templen sus palas en pozos de olvido: Barquero, antes de la última aurora, ese grito hará bañar a los títeres de alambre y un pobre circo de actores se volverá loco en los caminos. Barquero negro de la luna menguante, siempre solo en la montura de mareas, con cetro de calaveras diriges una nube de ríos que caerá sobre el circo dormido antes de que el grito, arrancado de su pérdida, pueda siquiera despertarlo. El deja bramar inútilmente a las gordas fieras que contemplan, impávidas, la caída vertical de los apóstoles, sorprendidos por su paso a través de nubes y constelaciones. Ya los cuerpos de los acróbatas dejan de pender cabeza abajo (ellos también caen en la boca de la muerte, aunque caminen por el cielo de los dormidos apóstoles); el público se ha cortado las manos para no aplaudir jamás el camino del Barquero y el sol titiritero se hizo cargo del sombrero del mago: con todas las señales en sus picas, ya se raja la tela del campamento dormido y el grito congelado por la altura se arroja sobre ellos, aplastándolo todo. 158 CONVERSACIONES Allí, en todas partes, está la muda, la serena, la terrible esencia, la invisible a ojos y a ojos de la mente. Más allá, aun más allá, donde la mano no llega y se extinguen, desde lejos, los ecos del llamado, las súplicas y las preguntas, las preguntas hechas cuando siempre es tarde. indiferente. Sólo podemos interrogarla sabiendo de antemano que no habrá respuesta. Y aún le preguntamos y le preguntamos siempre, porfiadamente, las vanas tonterías que nos sugieren el miedo, la inquietud, la duda mordedora. A ella, la que no ve, ni oye, ni habla al hombre y ni siquiera se molesta en contestar las preguntas de la Vida, los mundos, las dudas de sus inquietas y huérfanas manifestaciones: otra muda película en la que no hay intervalo. 159 LINEAS BLANCAS, LINEAS NEGRAS SOBRE EL DESIERTO EN SOMBRAS La gran Fuerza que empuja los caminos del nacimiento hacia la hora de la nueva oscuridad, ha mandado, desde su cono en sombras, la ardua ordenanza: ninguna linterna ni tabla de náufrago, todas las pistas y ningún cómodo guía para nuestros pasos diestros por la vida veloz. La gran Fuerza nos ha dejado las riendas de una línea negra y de una línea blanca y ha partido sin decir cuál es nuestra montura, cuáles los áridos caminos que nos llevarán de nuevo al inicio de esta travesía en llamas: anochece, el desierto vuelve sobre nosotros mientras la gente come, duerme, se alimenta de sí, se desintegra, pervive en sus linternas que han partido. Allá, a lo lejos, un turbio animal en sombras decide nuestra meta, arma nuestras verdades y nosotros los injustos, los que no comemos ni dormimos mientras es la aurora (mentiras que creemos entre fulgores de orgullo, humaredas) vemos sus cuernos y el brillo de su sombra. No hacemos caso del cartel que dice: allí, en ese horizonte en llamas, está el fuego fatuo que incendia la verdad y está la sombra que gobierna tus pasos del nacimiento a la gran sombra que viene, es la luz o es la sombra y tú sin la linterna falsa, sin la mentira para creer que llegaste al gran punto de huida, al rapto de lo eterno, a la candente luz que no ha visto nadie. 160 LA RUTINA DE DIOS Todo es un círculo: cruzamos por su anchura el día de la muerte. Y el círculo es las veces que volvemos para decir las mismas palabras, casi al mismo. A través de las épocas, todos tus fantasmas fueron lectores de poemas: la leve diferencia en el arreglo de unas flores y el atuendo, marcan los siglos, la distancia. Y el cambio de la ropa y el idioma de antaño se agitan un segundo y en un solo segundo sentimos la carrera del círculo ciñéndonos la frente. Cuando te hablo, te he hablado, dejemos el dilema; donde los mundos se tocan hablaremos de otras cosas y esperaremos ese día sólo para no presentir, sólo para no saber las respuestas de las monótonas preguntas, las mismas viejas preguntas que nos atan a paisajes que no cambian. Cuánta desdicha, saber que volveremos a hablar detrás del polvo, detrás de la pobre oscuridad de un segundo: un momento es muy poco y sin principio ni fin es demasiado. 161 EPITAFIOS Emilia en Baltimore: ¿qué montaña de ruidos y de carros te tapó los ojos, qué te hizo huir a los veintiséis años, virgen y alcohólica, a espiar a los hombres, sin conocer el mar? Si ya habías aprendido, Emilia, a conversar con los rincones donde golpeaba el mar, en las horas solas, los días imposibles. 162 DICE EL OTRO Todo hombre es deudor, desde el huevo, de sus ojos, piel y oídos, debe la sangre y aquello que ama: toda la alegría o la tristeza que corre por sus venas. Fiado por la vida, las doce tareas le juntan tallos para que haga un fruto claro, edifique la causa por la cual sus pies aún ensucian las mantas floridas de los muertos. Ningún hombre debería morir, hasta no haber dicho su palabra. 163 CONVERSACIONES El nombre que cuando niños nos daba el viento del invierno, viene siempre a golpear las cosas olvidadas: ¿Quién sino aquel delgado invierno, caminando con sigilo de duende las escaleras del tiempo, dejó para que lo halláramos un álbum de fotos extraviadas, una flor cursi, tijeras oxidadas con las que el pasado corta, por un doloroso instante, el río que nunca se detiene? 164 EPITAFIOS Milosz, el gran viejo de Praga, y la sombra que más evoqué; pero sólo una sonrisa he visto en un rincón del cuarto, sólo un saludo bondadoso que una ráfaga de viento disipó en un instante: comprendo. Para qué volver, si rehusar es mejor que aceptar, si ahora estás entre las cosas que has visto, viéndonos, Viéndolo en todas direcciones. 165 HANS VON LIPPS Veo cómo este juguete va deteniendo lentamente su cuerda: cada día se hace más amplio y no se sabe, de cierto, si llegará la tarde. Todo en todo momento puede ser detenido: la vejez es una manera de apostar a que será dentro de media hora. Nada puede ser recordado. Nada existió y este largo incendio pudo haber durado, objetivamente, una sola semana. Los largos días repletos de invitados, de saludos a manos y rostros borrosos, en habitaciones de niebla, extrañas, detalladas, familiares. Se queman los recuerdos y el vacío animal no hace memoria: la carne, tributo que va y viene de la muerte, nace vieja, siempre fue esta máquina que, al fallar movimientos, no estorba el pensamiento. Porque siempre fui esta libertad, este gozo de no saber de qué lado se encuentra cada nuevo día. Nunca hubo certeza, pero sólo de viejo se comprende. ¿Para qué quiero la memoria? Los que deducen dicen que, antes del final, el comienzo y desarrollo de la película pasa y yerran: al llegar aquí se sabe que no hay posible olvido. Tampoco figurada decadencia. Se ve la continuidad, se es feliz 166 por el mero soplo del viento sobre la cara: aquí un golpe de lluvia puede ser fatal, el animal es frágil y cada parpadeo puede dar a la noche. El cansado caballo quiere pastorear por patios de donde han huido hijos y nietos, sucesivamente, los que algún día (hoy, mañana, no existen), se inclinarán sobre una hoja de malva a ver y conversar con este patio lejano, libres ya de la vergüenza de ser un descarnado fruto que comprende. Una segunda inocencia ve en la pared, sobre las manchas de humedad, el nuevo fresco rostro preparado, la alegría de saber que tras la oscuridad, que se siente como un segundo en blanco, estrenaremos la mirada nueva del próximo habitante del mapa de los días. En la vejez, esto está en la pared: Yo que casi he muerto ignoro si he pasado. De viejo la duda sonríe y es certeza. Quién será mi padre, quién será mi madre dentro de pocos años, cuando el olvido ponga una sonrisa de dientes nuevos al abrir y cerrar de ojos que nadie puede recordar. Si dejara en alguna parte esta historia anotada, moriría mi segunda muerte buscando este relato. 167 DICE EL OTRO A veces sucede que no has visto más que signos y pases, más que indicios y huellas huecas, que imprimen la verdad en todas partes. Algo te señala desde algún lugar. Y desenvuelves las reglas del tiempo bailarín, las ceremonias del continuo movimiento, el juego que emborracha al que aprende a jugar. Porque comprendes que todo gira en su eje, que todo encastra en lo opuesto, que todo está en orden en este alegre universo. Y luego todas mis máquinas te vuelven a dar la espalda: aún eres ajeno, aún eres la ficha que otro apuesta en el juego. 168 INTENTAMOS DOS LINEAS EN EL TIEMPO Intentamos dos líneas en el tiempo y apenas lo logramos las borra para siempre, sin importarle que sean el comienzo de un dibujo inacabable, intentado por un hombre en un rincón lejano de su mente. El corazón en la mitad del trazo se desprende y cae, el corazón, abusando de su raro privilegio de medir el tiempo y girando, girando siempre, como un planeta que dejó la vida en su paso veloz hacia otra forma. Comenzó el dibujo el asombro de un niño ante el primer espejo y quedan desde entonces las noches y los días sin imagen posible, volcando en la memoria sus recuerdos inútiles, armados de retazos, harapientos. "Quedan la belleza y el júbilo, la ira y el deseo con espadas de espuma y el sabor de los labios que han perdido sus besos." También otras estupideces semejantes. Y antes de que los ojos cierren los paisajes y decline el corazón su privilegio, todavía marcará el dibujo una cita nueva: a la mañana siguiente, con el tiempo, que volverá a empujar los huesos y la mente sin que la muerte sirva de escondite. 169 POEMA DEL NUMERO CERO Cuando la muerte señala la fibra luminosa que somos, cómo tiembla su luz, cómo parpadea con el viento repentino, cómo se aterra al pensar en la oscuridad, el silencio, el dedo que elige antes, mientras las luces corren ardiendo hacia el casi supremo resplandor, que es el número 1, antes del cero. 170 EDWARD WHISTWHISH Casi viví como todo hombre: de aquí para allá, a merced del tiempo, de la época y de los otros hombres. Magullado, iba a morir como cualquier otro: entre feliz y contento, con una colección de anécdotas por vida, con compromisos y amigos y zapatos. Mi vida no valía un enemigo firme. Yo que lo supe todo no sé cuándo fue, pero poco a poco empecé a comprender. Me hice otro. Un hombre sorprendido en medio de un bombardeo. Las cosas y los hechos caían sobre los otros tomándolos desprevenidos, desplomando, moldeando, reduciendo y cambiando lo que es igual, como un pedazo de goma en manos de un niño se hace estrella, barco o muerto. Y yo veía hacer al niño. ¿Quién más sorprendido que yo, a cada paso, de sus evidentes movimientos? Pensé en contárselo a mi esposa, en declararlo a mis vecinos, en anunciárselo al mundo. Pero ¿para qué? Estaba bien así. Lo público se envilece a sí mismo y además, éste es un juego peligroso. Mejor así. Luego comprendí cuántos éramos y que no nos saludábamos por la calle. Morí ignorado. Me costó gran esfuerzo esa hazaña cotidiana de ser un mediocre a solas con todos los secretos de los días. Fallecí preguntando para qué. 171 CONVERSACIONES Cuando golpee la puerta el mundo de mañana, ¿Con qué frase, con qué gesto dócil le abriré para indicarle el cuarto preparado y la mesa lista? Recorreré la casa de su brazo, mostrándole las imágenes del que fui, mis ancestros gemelos, allá, en el tiempo. ¿Con qué modales sentarse a almorzar y referirle las conversaciones de los necios, chismes previos a su llegada, fabulosas historias que recibirá riendo, con la boca llena de fechas y de viejos periódicos de esa misma tarde? Qué irá a suceder cuando llegue el mundo de mañana y sepa que nada ha sido preparado, que sigue siendo un solitario pasajero que bajó, del ómnibus y comenzó a andar, detrás de huellas irreconocibles, en dirección a la ignota casa alerta. 172 LAS VISIONES DESCENDENTES Las visiones se entrevén, pero también se acercan al oído a murmurar palabras que no terminan nunca, se palpan en la oscuridad perpetua de las cosas y tienen un olor a vacío que horroriza. ¿Quién no sintió, alguna vez, el sabor de los muertos subir por la garganta? Por eso renunciamos y nos vamos sin mirar allí, a ese rincón que brilla y no está, esa caja vacía o la puerta que acaba de moverse sin que atrás haya nadie, sin que nadie reclame esa sombra en el piso. 173 ELMER GRUNDIG He cerrado la puerta. Adentro mi mujer me habla mientras guisa y tampoco oigo al bebé que orina y gruñe. El periódico está en blanco, la vida es un fracaso y la mesa está puesta, pero yo tan sólo espero mientras mastico y escupo dos o tres palabras, la función de hoy que me alimente. Hace muchos años comprendí y estoy contento: conservo mi cabeza. La vida es un fracaso, vivimos en el infierno, dormimos en el cielo. Los libros son sólo un sucedáneo. Cuando todo es aflicción, aúllan los perros, el alma se entristece y en la noche caen como bombas las lágrimas que no nos salvarán de un nuevo día, sube, sube de las aguas más profundas del hombre un animal hechizado; él, delicadamente, nos toma con sus pinzas y nos saca de la cama a la calle que ocupan muchedumbres. Y allí el barco de Ulises espera preparado, alerta, vigilante, sobre el lomo de un buey. Al final de la calle amanecen nuevos carros y dos olas se abren y se cierran a la aventura. Desnudos, con sólo un portafolios y la vieja gorra de los 11 años subimos al pescante. Ya vienen los enanos del tiempo a consolar al hombre de sí mismo, ya se abren 174 los telones del cielo al circo de las maravillas. Pasen y vean, pasen y vean los propios paraísos que esperan, siempre esperan en el camino oscuro de pronto iluminado, a la dolorida cabeza reclinada y así perdida, hundida en el vacío sin fin de la almohada sin fondo, que linda con las cámaras de Ulises, el tabique roto que permite hundir la frente en el polvo de la Luna, en un eterno sueño sin nombre y sin motivo. Subirse las frazadas, comenzar el asombrado paseo y todo el universo alcanzado por fin, recuperada la estatura y el signo que lo abre. Partimos o llegamos, morimos y resucitamos, soñamos o despertamos y son solamente cambios de posición en el lecho; con los ojos abiertos, con los ojos cerrados, pasamos de un sueño al otro, del cielo al infierno y de nuevo Arriba. Todas las mañanas todos los que conozco vuelven de la ignorancia a la oficina de aduanas y yo les preparo el café, les digo buenos días y lavo las ventanas. Por la tarde, cuando ya se han ido, mientras barro sonrío y me preparo. Soy Elmer Grundig. Todas las noches la vida me llena de propinas. 175 DICE EL OTRO Nadie tuvo piedad, ni el centavo ni el búho. La pequeña maga extraviada en el valle de espejismos buscaba a tientas no ya una roca, siquiera un silencio donde dormir un solo sueño firme. Ciegos la vieron pasar los profetas y los mudos y los eternos perdedores en el ajedrez del tiempo no apartaron las manos para saber de su pequeña suerte, de su sonrisa errante que ve más allá de la última jugada. Los lúgubres pescadores no olvidaron por ella su ambición, aunque su boca merecía más anzuelos que los restos del mar. No se desvió el sol ni habló la tierra cuando el oleaje de su alma rompió las rocas del mar, pero entre cúpulas y fantasmas ella fundó un reino de polvo y telarañas destinado a persistir más allá del ocaso de las girantes constelaciones. Y su perla de oro no mereció todavía el beso de las redes, ni el lazo con que caza el viento, desnudo por los bosques. 176 STEFANO DINETTI Mi vida dio refranes a los hombres. Menos idiota que, o más idiota que Stefano, es aún el metro humano de mi pueblo. ¿Qué puede creérsele a un hombre que anda entre un revuelo de moscas y duerme entre los perros? Fui el que sonreía entre pedradas de siesta, escuchando otras voces imponerse al griterío. Por las noches, sin que nadie velara por escuchar mis temas, yo hablaba sin hablar con los escarabajos y las peñas y el aire me traía desde lejos los ecos de vagas conversaciones del cielo con la tierra. Y de las profundidades a mi oído llegaban los susurros de asuntos subterráneos; las piedras y los montes relatan con reserva antiguas historias sabidas de memoria. Sus silencios aún cantan, bajo, muy bajo, a hombres, animales y dioses pasados a espada por el tiempo. Lo que es, no es, y lo que fue, será. Así dicen, mientras viven, los insectos. Todo ser quieto o viviente me habló, salvo los hombres: a mí me tocó oír, cuando a tantos ser sordos. ¿Cómo contarles, yo que escuché la coronación de Carlomagno por boca de una losa, palabra por palabra, más allá del polvo, palabra por palabra, sin tartamudear y jadear, 177 sin agitarme en la iglesia? Yo cambiaba lo oído por naranjas. Yo, Stefano Dinetti, el sabio idiota del pueblo, refrán alpino, iluminado. Todo lo que existe canta. 178 HORA DE PODER Mundos sobre mundos aquí, en éste, delante de nosotros y ya es hora de abrir sus velos y espiar lo que acaba de moverse, terminar de abrir la puerta hacia afuera, hacia adentro; tan neblinoso e imprevisible y peligroso e inquietante es, como aquel que me abre sus anchas realidades en este quinto lustro iluminado. Mundos sobre mundos y apenas separados, tan lejos, que sólo el salto de un hombre sobre su hombre de rayos tiene el poder de verlo y tocarse a sí mismo, mientras ambos estiran la mano dentro de la Otredad. Morir por aferrar sin ver y sin temer, algo vivo y caliente que patalea delante de nosotros: el Nuestro, agazapado en el umbral, contempla nuestros pasos y dice que sí, dice que sí al fiero desembarco. 179 XAXES ASTRONOMO Fui hombre de estrellas en la noche y en el día, en la amplia noche caldea, escondido de todos, abierto a los abiertos mapas de la eternidad y a la cordura de los mundos donde primero el compás y luego la mirada descubren la armonía sucesiva, el camino del alma de los hombres: de Oriente a Occidente hay un hombre extendido. Yo que vi arder en el fuego de la inteligencia que no ilumina, aquella que sólo sabe preguntar, a tantos, en tantos tiempos, sé que nada de lo que sucede deja de ser cierto al bajar los ojos y al volver al mundo: en la gran madre noche otro fuego se ocupa del insomnio. Es la noche del alma de las cosas: sólo allí ellas se explican, se relatan su secreto común donde lo opuesto encastra en lo contrario. Morí de hambre y de sed sobre una alta colina por no mover la vista de los cielos: cuando se ve el secreto hay que ser fuerte para querer mover, todavía, un dedo. ¿Hacerlo, para qué? se hace la pregunta. Me vi a mí mismo escribir estas palabras lejano, muy lejano en el tiempo y en todo: entre oscuridad y oscuridad vi en la noche un cuarto, el mundo, la pluma difícil y cada paso suyo entre una horda de pasos. Mis dos mujeres y mis suegros vinieron a pedirme con los niños, vino el rey, vino mi madre. Inútil y se fueron. Fuera de mi visión los hombres sin saberlo seguirían construyendo la perfecta belleza de lo visto. 180 VIUDOS DE LA LUZ O TRISTES BARCOS DONDE ENCALLO LA MUERTE Donde para mi inmenso amor están los muertos, guardados por el cerrojo implacable de la noche y de los días, arden como miradas y son castos como quebrados, como desnudados por el rayo certero de la tierra voraz. Allí donde los muertos de la humanidad -un vivo que ha olvidado el equipaje que cansaba sus pasos- realizan sus sueños de polvo y flores secas, los que murieron sin decir, los que pasaron sin pasar, ellos, los que renunciaron, los que cerraron sus ojos y los cierran al soplo furioso desde el primer relámpago del bosque matutino, ellos no pueden volver a decirle que sí ni al más pequeño sueño de los vivos: ya son parte del sueño. Ellos van y vienen por los bosques de la muerte con la cesta vacía, aquello que no llenaron nunca no contesta el pedido de otra aurora. Y ya que en vida no ahorraron palabras para ocultarse de ella, pasarán en silencio el resto de su muerte, una muerte espesa y mercurial donde no existe la prisa, ni el olvido. Otros van a buscar ciertos lugares adonde se llega sin cuerpo, porque el cuerpo vale sus acciones de barro y la infantil esperanza de una distracción del tiempo. Otros cambian y la flor de oro despliega contra el negro de la muerte el fruto final 181 entre sus brazos; otros, yo lo sé, me lo han dicho todos los avisos, me lo han repetido mil veces voces que venían del vacío, otros golpean para siempre la última pared y la derrumban; denme, para mi viaje veloz, un pozo de viejos violines donde dormir con estos muertos y la charla de mi propia calavera y el ritmo incesante que parte de las cosas vivas, lejano y estruendoso detrás de la Gran Puerta. 182 Y LA VERDAD NO ARDERÁ "Sus casas se incendiaron hace mucho y la Verdad no arderá" nos dicen las señales culpables del incendio. "Sus casas eran el refugio de la mente acallada por el gesto imperioso que les daba placer, el sueño de estar vivos fue ama de llaves allí donde la muerte preparaba su hogar", murmuran las chispas de este camino en llamas. Nuestras casas se incendiaron hace mucho, cuando una sombra entró, del brazo de la duda, a preguntar por nosotros en esos cuartos interiores donde creíamos estar a salvo, para siempre jamás, de la mueca y los gritos, la impaciencia en la puerta, el asomo en la ventana del rostro furioso de la Verdad. Ella nos sacó a calles desconocidas, señaló el camino que sube hasta su frente y nos empujó, en su búsqueda, al interior de todo lo que existe. Con nuestra pobre certeza al hombro, alimentamos nuestro paso con la victoria de ayer, hasta que el plan secreto del cielo y de la tierra nos preste su linterna y la verdad no arda bajo su luz, porque es la Verdad. La sombra y la duda cerraron toda puerta, incendiaron los muebles de los sentimientos y prendieron, en las cortinas de la ilusión, las llamas de un fuego gris y frío, que acabó con la casa, la sombra y toda duda. Desde el quemado umbral nos lanzamos a caminos de lazos, trampas y cerrojos entreabiertos, donde la confusión acecha la visión de cosas que no son de aquí: ya no somos felices pero estamos despiertos, caminando junto a otros que dejaron sus casas en una mañana caliente de cualquier lugar. Atrás, todos juntos éramos una ciudad que giraba como una loca risueña sobre el eje caído de su propio dolor. Ahora atravesamos mundos que enseñan y sombras que nos educan, 183 rastros que dan claves, estaciones que pasamos hacia el centro de todo lo invisible: en ese gran ombligo cobraremos por la casa el Todo, a la Verdad que nos ha firmado una promesa en los ojos. Una segunda mañana en llamas, en cualquier lugar, esta segunda casa arderá, arderá para mostramos un paisaje que se quitará la máscara cuando hayamos llegado: allí estarás tú y tu hermano y el hombre que vendía los diarios, en un traje nuevo, irreconocible; muchos habrán quedado en el camino, todos llegarán la víspera del asombro. Y la Verdad no arderá y será la casa grande, de todos, revelada. 184 EL CENTRO DEL MUNDO Eres el impulso que mueve la caída del carro y la ira del carretero. Eres la calma del carretero bajando al pozo y el esfuerzo por sacar su carro del pozo. Eres el peso del carro. El barro del pozo y lo que está entre el barro y la rueda, firmemente adherido. Eres el que pasa y ve la escena y su historia personal y su desinterés por el momento de su historia. Eres la soga que cae al pozo y saca al carro y al carretero. Eres lo que queda del carro y del carretero en el fondo del pozo cuando ambos se han ido. Y eres todo lo que no se enteró del episodio y sigue igual, aunque distinto, aunque igual, después de que el carro y el carretero cayeron en el pozo. Eres lo eterno: el carro, el pozo y el carretero no existen ni dentro ni fuera de esta historia. Eres lo eterno: infinitas veces más que tú mismo. Eres el cuchillo sin mango y sin hoja al que hay que mirar. 185 DESPUES DE LAS PALABRAS Y ahora te devuelvo, te exhalo: entre mundos contrarios siempre estarás perdido. Doblemente exiliada, criatura del sueño, entre aquí y allí, donde estás parada. Serás mi huérfano en un mundo de emblemas y te perseguirán la espada, el gancho y la fría risotada: sólo tú sabrás dónde queda Itaca. Serás mi huérfano en un mundo de emblemas pero sabrás qué mástiles sostienen esas lágrimas: conversaciones, teléfonos y rostros serán tu escarnio, dos días tus verdugos, pero a ti te hará llorar una palabra. No volveremos a vernos nunca y nos veremos siempre: esta sola ironía hará que todo exista y se contemple. Pero serás sagrado. Itaca no se olvida de lo que arroja al mar. Sabrás que en cada cosa y hombre hay una porción de tu isla. Te asomarás a ella para verte desnudo, solitario, repleto de tu alma, intacto. Tu isla será cualquier cosa: un fragmento de pan peculiar, la insólita confirmación de esta noticia grave. Tu isla será cualquier hombre. Pero será casi siempre una puerta cerrada. Itaca no se olvida de lo que arroja al mar. Y así sabrás que Itaca no existe y que no existe el mar. Las dos caras de una moneda caerán sobre tu mano. Serás sagrado y algún día (sólo yo tengo tu Palabra) Algún día todo será plenitud. Itaca inundará el mar. 186 ------------------------------------------------ SOBRE LUIS BENÍTEZ El poeta, narrador, ensayista y dramaturgo Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales por su obra literaria, entre ellos el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); la Mención de Honor del Concurso Municipal de Literatura (Poesía, Buenos Aires, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Tercer Premio Eduardo Mallea de Narrativa (Buenos Aires, período 1995-1997); el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Sus 24 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, México, Venezuela y Uruguay. Obras suyas fueron traducidas al inglés, francés, alemán, italiano, holandés, griego y macedonio.