Poemas completos Vol. 1

Transcripción

Poemas completos Vol. 1
1
2
Luis Benítez
POEMAS COMPLETOS
(1980-1989)
Introducción por
LUIS GONZÁLEZ PLATÓN
Licenciado en Filología Clásica
3
2010. Luis Benítez
Portada diseño: Celeste Ortega (www.cedeceleste.com)
Edición cortesía de www.publicatuslibros.com. Debe
reconocer los créditos de la obra de la manera especificada
por el autor o el licenciador (pero no de una manera que
sugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso que hace de su
obra).
No puede utilizar esta obra para fines comerciales. Si altera
o transforma esta obra, o genera una obra derivada, sólo
puede distribuir la obra generada bajo una licencia idéntica
a ésta. Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar bien
claro los términos de la licencia de esta obra.
Alguna de estas condiciones puede no aplicarse si se
obtiene el permiso del titular de los derechos de autor. Nada
en esta licencia menoscaba o restringe los derechos morales
del autor.
Publicatuslibros.com es una iniciativa de:
Íttakus, sociedad para la información, S.L.
C/ Sierra Mágina,10
23009 Jaén-España
Tel.: +34 902 500 421
www.ittakus.com
4
LA POESÍA DE LUIS BENÍTEZ
A Alma y a Mario que me han inspirado
desde el vientre materno para redactar esta introducción.
“¡Oh, por amor de Dios, no se estudia a los poetas!”
PHILIP LARKIN
Espero que se me permita comenzar esta introducción somera con la
misma cita con la que comenzaba la introducción al poemario de Fernando
Pinto do Amaral, La luz de la madrugada, que he traducido hace poco. En
primer lugar, quisiera empezar diciendo que la poesía nació oral, para que
“viviera en el aire”, como dice Agustín García Calvo. Y así la poesía iba de
boca en boca en las caravanas que recorrían las estepas de Asia y viajaba en
los barcos y se recitaba en las plazas públicas en donde un rapsoda, con un
bastón para marcar el ritmo, iba contando los oyentes historias de amor y
guerra. Luego, llegó Homero, el poeta ciego, y la poesía fue “la negra flor de
la tinta”, como la llama mi muy querido Agustín García Calvo; entonces, la
poesía devino escrita y se guardó en rollos de papiro, en códices y, casi hace
nada, en libros1. Al final, llegó ese grupo social un tanto cargante y pesado
que somos los profesores y empezó a estudiar y a analizar lo que de bueno
habían hecho los poetas. Ya ocurrió así en fecha muy temprana con los
gramáticos helenísticos y algo después con los gramáticos romanos; y desde
ahí hasta nuestros días, hasta este modesto trabajo que tecleo en el ordenador,
ha habido un intento por parte de los llamados profesionales de la enseñanza
o de la crítica de estudiar a los poetas. La pregunta, creo, que nos tenemos que
hacer es: ¿mejoramos, con nuestro conocimiento, la apreciación y el disfrute
de un poeta o lo enturbiamos con erudiciones que más que dar brillo al
estudiado se lo proporcionan al estudioso? Si se me permite responder a mi
propia pregunta, creo que si el estudio no termina en lo que acabo de decir, es
decir, en servir de fuente de fama al estudioso que, incapaz de escribir lo que
ha escrito su estudiado poeta, pretende ganarse una fama y una gloria que
merece en muy pequeña proporción, el comentario y el estudio a un poeta
sirve, y mucho para apreciar mejor su obra. Se ama lo que se conoce y cuanto
mejor se conoce a una persona más se la ama aunque también descubramos
que existen en ella numerosos defectos. Para amar a Rubens tenemos que ver
sus cuadros; para amar a Bach debemos escuchar su música y para amar a
1
No significa esto que no haya seguido habiendo poesía oral. En Argentina están los payadores y en los
Balcanes sigue habiendo recitadores que recorren los pueblos con poemas épicos de corte parecido a los
que cantó Homero. En España, hasta no hace muchos años, no era raro ver en las fiestas de los pueblos la
figura del recitador que hacia las delicias del respetable con poemas de Rafael de León, Manuel Benítez
Carrasco o Rafael Duyos, por citar a algunos de los más conocidos.
5
Goethe es necesario leer sus obras. Sin embargo, este amor se puede
incrementar si a la mera visión, escucha o lectura añadimos un estudio de esas
obras. Cuanto mejor conocemos, más amamos; y esto no sólo es aplicable en
el arte sino en el amor humano que, como ya dijo Erich Fromm hace muchos
años, también es un arte: el arte de amar. Con un mayor conocimiento de lo
contemplado, escuchado, leído o amado conseguimos más placer, más gozo
y más madurez en el amor que sin ese conocimiento. Otra cosa es que el arte,
como el amor, deba hacer que algo brote en nuestro corazón al primer toque.
Pero no menos cierto es que, tras ese primer brote amoroso que surge tras la
flecha que envía ese diosecillo travieso que es Cupido o tras la visión, escucha
o lectura primera, tiene que venir el trabajo para mantenerlo, alimentarlo y
hacerlo crecer; en definitiva, conseguir que el amor, - ya sea humano o
artístico pues tanto da - llegue a ser maduro y que el disfrute con la obra de
arte sea mayor. Si la filosofía fue durante un tiempo la ancilla theologiae, los
críticos y los profesores debemos ser servi poesiae. Sólo de esa manera, siendo
siervos y no sirviéndonos de la obra del estudiado, podemos desobedecer a
Larkin y comenzar, como voy a hacer yo ahora, un modesto estudio sobre la
obra poética de Luis Benítez.
Mi conocimiento de este poeta argentino es relativamente reciente y se
la debo a mi amigo y vecino, Hugo Aníbal Busso, que fue quien me introdujo
en ella. Por aquel entonces, yo preparaba una antología de relatos de Marcel
Schwob con un cuento inédito en castellano, La estrella de madera, y se me
ocurrió poner al frente de mi traducción un hermoso poema que Luis Benítez
tiene sobre este autor francés porque él pertenece también a la sacrosanta
cofradía de sus lectores. Cuando el libro se publicó, le envié un ejemplar y él,
a su vez, tuvo a bien enviarme una antología de su obra y un libro sobre su
poética. Sin caer en el tópico, aquello fue el comienzo de una gran amistad
que, hasta este momento, lo es tan sólo por correo electrónico pero que en el
futuro, estamos convencidos los dos, nos llevará al conocimiento personal.
Reconozco que, cuando Luis me pidió que hiciera esta introducción a su
poesía completa, sentí miedo. Tal y como le dije a él, no era yo digno de tan
importante misión. No obstante, voy a intentar llevarla a cabo porque tengo
un concepto clásico de la amistad que me obliga a cumplir los deseos de los
amigos y, por otra parte, los retos me gustan. Otra cosa será lo que resulte.
Espero la benevolencia de los lectores y, sobre todo, espero la benevolencia
del poeta en esta re incerta que es esta introducción. No me equivoco si digo
que cuento con ella pues, como dijo Cicerón, amicus certus in re incerta cernitur, o
lo que es lo mismo, el amigo verdadero se hace ver en la situación incierta.
Unos y otros tengan en la cabeza aquellas otras palabras latinas, de Ovidio en
este caso, que rezan así: in magnis satis voluisse. En lo grande basta con haberlo
intentado.
6
Biografía
No voy a decir nada más que dos detalles. En parte, por la juventud de
Benítez y, en parte, porque creo que el conocimiento exhaustivo de su vida
poco o nada pueden ayudar a conocer su obra. Sólo en determinados casos
merece la pena entrar en detalles; en el resto de biografías basta con un breve
apunte como vamos a hacer aquí. Isaac B. Singer decía que, si tuviera a
Shakespeare como vecino, no lo iría a visitar porque su conocimiento nada le
aportaría a la lectura y su disfrute. Es muy loable su postura: es mejor leer a
Shakespeare en la casa de al lado que visitarlo sin conocer sus obras que son
lo que, en verdad, importan. Por eso, digamos tan sólo los dos detalles que
señalábamos antes.
Luis Benítez nació en Buenos Aires en 1956. Con esto bastaría. El
contar que Luis Benítez pertenece a numerosas academias de poesía en varios
continentes (que pertenece), que ha recibido numerosos premios
internacionales (que los ha recibido) tampoco puede ser relevante de cara al
estudio de su obra. Sin embargo, sí que nos debemos parar en sus libros
porque será a partir de ellos como iremos haciendo el estudio de su obra. Ya
decía San Pablo que “por sus frutos los conoceréis”. Así pues, sus frutos, sus
obras poéticas son las que siguen:
-
Poemas de la tierra y la memoria, 1980
Mitologías / Balada de la Mujer Perdida, 1983
Behering y otros poemas, 1985
Guerras, Epitafios y Conversaciones, 1989
Fractal, 1992
El pasado y las Vísperas, 1995
La Yegua de la Noche, 2001
El Venenero y otros poemas, 2005
La Tarde del Elefante y otros poemas, 2006.
A esta obra poética habría que añadir una novela, El tango del mudo, una
obra de teatro, 18 Whiskies, y numerosos ensayos sobre diversos temas que
irían desde el estudio sobre Juan L. Ortiz de 1985 al de la novelística de
Teódulo López Meléndez pasando por un estudio del horror en la narrativa
de Alberto Jiménez Ure o el ensayo titulado, La tiniebla y la gloria, dedicado al
maestro Borges. También hay ensayos y estudios sobre el poeta como el de
Carlos Eliff o unas Conversaciones con el poeta Luis Benítez, de Alejandro
Elissagaray y Pamela Nader.
7
Su ubicación en la historia de la literatura argentina
Tengo que reconocer con humildad que mi conocimiento de la
literatura argentina no es muy amplio. Lo primero, porque hasta España
llegan los nombres más sonados pero, sin embargo, son muchos los autores
que no cruzan el Atlántico y se quedan del otro lado. Conozco los que una
persona más o menos culta (no exageremos) puede conocer y así he
acompañado a Borges y juntos hemos ido hasta Creta para ver al Minotauro;
he recorrido el Prado con Mujica Láinez y me he internado en su compañía
por el jardín mágico de Bomarzo; he sido prófugo con Bioy Casares y he
vivido con él en una isla infectada por una enfermedad mortal; he compartido
el coche con Cortázar en una autopista atascada o he recorrido un túnel con
Ernesto Sábato para conocer las complejidades del alma humana . No me
avergüenzo de haber leído La calle de la muerte y la vida de Antonio Larreta
(aunque el maestro Borges dijera que uno de sus orgullos era no haber leído
nunca a este autor), ni de que un amigo argentino, Juan Antonio Fornés, me
recitara unos versos de Almafuerte en esa calle abulense que da nombre al
libro de Larreta. Reconozco mi devoción por Oliverio Girondo, por
Alejandra Pizarnik, por Enrique Molina o por Alberto Girri, este último
también presentado por mi amigo Hugo Aníbal Busso. También reconozco
que soy un apasionado lector de la poesía de Borges y tanto es así que he
cogido cierta aprensión por los espejos. Sin embargo, para esa labor de
clasificación, de ubicación dentro de una gaveta en el bargueño de la historia
de la literatura argentina de Luis Benítez, reconozco que tengo que recurrir a
Camilo Fernández Cozman que en su espléndido ensayo La poesía es como el
aroma lo sitúa como sigue:
“Luis Benítez se sitúa en el ámbito de la denominada generación de los
ochenta en Argentina, al lado de Juan Carlos Moisés, Esteban Moore,
Osvaldo Picardo y Mario Sampaolesi entre otros. En ellos se observa el
influjo de la poesía en lengua inglesa. Por eso, podemos identificar allí la
huella de autores como Ezra Pound, T.S. Eliot, William Carlos Williams,
Dylan Thomas, Allen Ginsberg, E.E. Cummings y Edgar Lee Master. Vale
decir, predominan el coloquialismo y el verso narrativo, frente a la metáfora
de cuño simbolista, los poetas de la generación del ochenta se alejan de
Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine, para aproximarse al tratamiento directo
de la cosa (sea esta de índole objetiva o subjetiva), procedimiento del cual
hablaba Pound en su famoso imaginista de 19132”.
Tras esta espléndida ubicación por parte de Fernández Cozman, a la
sazón profesor universitario en Lima, podemos añadir algunas palabras que
coloca Marcelo Ballestrasse en su estudio Luis Benítez: “El otro, el mismo”:
2
CAMILO FERNÁNDEZ COZMAN.
2009.
La poesía es como el aroma. Editorial Nueva Generación. Buenos Aires,
8
“Conocido fundamentalmente por su pertenencia a la compleja
generación poética del ’80, podemos considerar a Benítez un intelectual
paradigmático de esa década. Su notable talento lo ha llevado a incursionar
con éxito también en otros géneros literarios. En todos ellos afloran siempre
el pensamiento fino y la exploración de la palabra desde su reminiscencia
universal, peculiaridad que le aproxima al rumbo adoptado por autores que
los precedieron y que, coincidentes o no con su cosmovisión, integran un
destacado segmento de nuestras letras3”.
Quisiera en este proceso de ubicación de la poesía de Benítez fijarme y
hacer que el lector se fije en el momento histórico en que el vate rompe a
cantar su necesario canto. Era el año 1980 y hacía tan sólo cuatro que una
sublevación militar había derrocado a la Presidenta María Estela Martínez de
Perón y había instalado una vergonzosa dictadura que con el tiempo
sabríamos que también llevaría adelante una guerra sucia con terrorismo de
Estado que violó de manera sistemática y masiva los derechos humanos de
muchos miles de argentinos. Es la época tristemente célebre de los
desaparecidos, un eufemismo para referirse a los asesinados. Cuando Luis
Benítez publica su primer libro detentan el poder Videla, Massera y Agosti y
está en marcha el llamado, también de manera eufemística o casi con humor
negro, negrísimo, “Proceso de reorganización nacional”. La manera que
tenían estos militares de reorganizar la patria, peligrosa palabra cuando los que
la pronuncian piensan más en su sables que en los ciudadanos, tuvimos
ocasión de verla en acción durante bastante años. No deberíamos tampoco
pasar por alto el silencio cómplice de las grandes potencias y de los países de
la vieja Europa. Sin embargo, la fecha en que el poeta decide alzar la voz me
parece altamente significativa porque nos demuestra una vez más que el
poeta, pese a estar “cercado por las balas, ansiado por el odio4” no calla
porque no debe ni puede callar; porque, consciente de su labor cívica y
religiosa, como vate que interpreta a los dioses y trasmite al pueblo su
mensaje, su voz tiene que enfrentarse a los tiranos. Si alguien tiene dudas, que
recuerde el origen sagrado de la poesía para los griegos. El poeta es el
libertador, el Moisés que promete a su pueblo que lo sacará de la opresión de
los egipcios; el poeta es, en definitiva, el salvador porque la palabra poética
tiene una función salvadora y curativa. No olvidemos que, en alemán, el verbo
heilen “cuidar” sirve también para lo sagrado, heilig.
Una vez vista su situación dentro de la literatura argentina, creo que es
3
La cita está tomada del libro de ELIZABETH AUSTER, Luis Benítez: Breve Antología Poética. Ediciones
Juglaría. Rosario, 2008 (hay una versión digital en la Biblioteca de Poesía de www.publicatuslibros.com).
El libro al que se refiere la nota es 18 Whiskies, teatro de Luis Benítez, con estudio preliminar de Marcelo
Ballestrasse, Editorial Nueva Generación, Buenos Aires, 2006.
4
Le hemos robado este verso a Miguel Hernández. Es de su poema Canción del esposo soldado,
perteneciente a su vez al libro Viento del pueblo (1936 – 1937). Sea ésta, junto con las otras citas que del
poeta de Orihuela hacemos en este trabajo, la manera de celebrar su centenario.
9
necesario que intentemos encontrar cuáles son los temas que Benítez trata en
su obra poética. Diremos los que a juicio de sus críticos son los temas
generales de su obra y luego iremos profundizando en el resto de temas que
va tocando en cada uno de los libros.
Los grandes temas en la poesía de Luis Benítez
De nuevo volvemos a echar mano de la cita que hace Elisabeth Benítez
en su ya mencionado libro para escuchar la voz de Marcelo Ballestrasse:
“Si leemos con atención preferentemente su poesía, advertiremos en
Benítez esa universalidad a la que hacíamos referencia; en sus textos adquieren una presencia capital las problemáticas eternas del hombre,
aquellas que trascienden una ubicación geográfica determinada, aun cuando
aludan a prominentes figuras de la historia nacional o extranjera5”.
Las problemáticas eternas del hombre son los temas eternos de la
poesía desde que ésta existe. Son las “tres heridas” que tan bien cantó Miguel
Hernández en su muy famoso poema:
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor6.
Por tanto, las problemáticas eternas del hombre7, ese animal inconsolable
según Saramago, son el tratar de la vida, de la muerte y del amor.
Quizás - y espero que, si me equivoco, sea el mismo quien me corrija, - busca
Luis en su poesía aquello que buscaba el gran Eugénio de Andrade:
5
Cf. op. cit. página 8.
Este famosísimo poema pertenece al libro de Miguel Hernández, Cancionero y Romancero de
Ausencias (1938-1941). No podemos olvidar la versión musicada de Joan Manuel Serrat ni la
interpretación que de esta versión hacía la cantante norteamericana Joan Baez.
7
Así en Elizabeth Auster, op. cit. página 8.
6
10
“Yo volví a buscar en la poesía lo que sólo la poesía podía darme, un
lugar limpio donde el alma y el mundo se reconcilian para conjurar la
muerte”8
En el ya citado libro de Elizabeth Auster, en la página 9 de su
introducción9 nos hace una revelación trascendental de cara a una mejor
comprensión de la poesía del autor que nos ocupa:
“En el volumen inicial de la obra de Luis Benítez, Poemas de la tierra y la
memoria, se advierten los gérmenes de los tópicos que desarrollaría en títulos
posteriores. La muerte, la vida impredecible, el amor, la sensación de la
historia como un cruce permanente sólo a veces advertido por el individuo
como el meollo mismo de su existencia, y en otras ocasiones difuminado
entre fantasmas de la misma representación, se aprecian en este primer
volumen, marcadamente influido por el poeta galés Dylan Thomas, como el
mismo Benítez admite en el tomo II de las Conversaciones. Se conforma además
una recordación permanente de la muerte y su sinónimo, el tiempo, en una
poética que inicia su propia vida en los albores de la post-modernidad que se
pretenderá, justamente, ajena al tiempo e ignorante de la historia. Sin
embargo, Benítez todavía está distante del manejo de recursos estilísticos que
mostrará en trabajos posteriores, donde se hará más evidente el empleo de
una continua elusión, como el mejor camino para lograr un efecto de alusión
fantasmática, donde le queda al lector el trabajo de completar una línea
insinuada por puntos conceptuales, que dibujará la imagen final de lo referido por el
poema. Benítez recurrirá constantemente a la elusión para llegar al imaginario
del lector. Sin embargo, no es la suya una poesía hermética, que deje afuera a
quien la lee ni le obligue a estar dotado de unos conocimientos previos
especializados, para acceder finalmente a las claves de su poesía”. Pasemos a
ver ahora, uno a uno, sus libros:
Poemas de la tierra y la memoria. 1980
De cómo el amor, la vida y la muerte se hacían presentes en este libro
de Benítez y, por extensión, en toda su obra ya hemos hablado unas líneas
más arriba. También se hablaba de su vinculación con Dylan Thomas.
Según Margarita Ardanaz Morán, los grandes temas del poeta galés son los
que siguen:
- Los recuerdos de infancia y el contacto con la naturaleza.
- La juventud, la plenitud, el amor.
8
Esta hermosa cita del poeta portugués está tomada de su libro “A la sombra de la memoria”, publicado
por Editorial Pretextos. Conste que esta nota no tiene nada de profesoral sino que tan sólo intento
recomendar al lector un buen libro.
9
Remito al lector interesado a esta feliz antología de Elizabeth Auster para que su recorrido por la poesía
de Benítez sea altamente fructífero. Cf. Nota 2.
11
-
La relación hombre-mujer.
El sexo, el cuerpo.
El nacimiento.
La relación entre padres e hijos.
El deseo y la pasión.
La plenitud, la insatisfacción, la culminación.
La insatisfacción, el desengaño, el envejecimiento, la muerte.
También es de destacar, como esta autora nos dice, que la poesía de
Thomas está llena de oralidad. También que hay un deseo inalcanzable de
pureza y, para mí, lo más importante: “Dylan Thomas sabía bien que lo único
que sobrevive a la muerte es la palabra”10. Luis Benítez lo sabe y en su poema
Prosa poética-prosa de las ciudades nos dice:
Todo es. Nada es. (…)
Los hombres van y vienen como los ríos.
Las ciudades quedan, como las piedras,
esperando en la orilla que vuelva el mismo río.
El mismo río del hombre que abandona las ciudades
para no volver jamás. Y cuando se va el último
y asoman los fantasmas sus ojeras nerviosas
por las ventanas que el viento bate como un insulto,
la ciudad entera comprende que está sola
y que se muere. Porque las ciudades se mueren
y se pudren, como los hombres, como el amor.
Frente a esas ciudades que se pudren como los hombres y como el
amor, nos queda, como a Blas de Otero, la palabra:
EN EL PRINCIPIO
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
10
Todo lo que venimos diciendo sobre Dylan Thomas proviene del libro Poesía Completa, DYLAN
THOMAS. Visor Libros. Madrid 2008.
12
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra. abios para ver el rostro
Si se me permite y a modo de orientación, diré que muchos de esos
temas que hemos citado unas líneas más arriba están también presentes en la
poesía Benítez. En lo que se refiere a la oralidad, quizás el punto en el que
podríamos estar más en desacuerdo porque no encontramos en Benítez la
repetición de fórmulas poéticas al estilo de los antiguos poetas épicos.,
confesar que he leído en voz alta a algunos amigos una breve selección de
poemas del poeta que nos ocupa y el resultado ha sido magnífico:
conseguimos que “viviera en el aire la negra flor de la tinta” como gusta de
decir Agustín García Calvo. Por tanto, que nadie le niegue a la poesía de Luis
Benítez su oralidad que, por otra parte, toda poesía debe tener porque, no
olvidemos lo dicho al principio de este trabajo, la poesía nació oral y devino
escrita.
El poemario se cierra con uno de los más hermosos poemas de
Benítez, Todo lo que diré de ti y que por su belleza copio completo para que el
lector acostumbre su sensibilidad al buen hacer poético de Benítez:
TODO LO QUE DIRE DE TI
Boca de pájaro
en tus ojos de hierro hoy se oxida el dolor.
En la mañana que tiembla
y en el sol que la entibia
en el final de la noche con garras de muerto
en todos los lugares comunes a saber:
luna
lluvia
estrellas
está tu origen y el origen de tu nombre.
Eres el cuchillo que corta el pan de los pobres
y la mano que enciende el cigarro del triste.
Bienvenida gritan mis cosas mi pasado
juguetes lápices caricias bienvenida
mis años verdes y mis años grises
la alegría de los hombres que ahora puedo ver.
Mi amada con boca de diosa pagana
13
borracha en su manto que sonríe
mi amada con promesas de espanto
mi amada una y mil veces viva y definitiva.
Mitologías /La balada de la mujer perdida (1983)
En 1983, Luis Benítez publica su segundo poemario. Este libro tiene
dos partes diferenciadas: la parte mitológica en la que se hace alusión a la
cultura precolombina, pero también a un montonero del chaco, a un filósofo
del siglo XVII o al mismo Marcel Schwob. También aparecen animales
mitológicos como el uro. Luego el poemario sigue con la mujer perdida, esa
mujer que venía de “los candentes países que no recuerda nadie”.
De nuevo cito a Elizabeth Auster cuando en la página 11 de su
introducción a la antología de Benítez dice lo que sigue:
“Aunque las referencias culturales están bien marcadas, particularmente
a partir del segundo volumen de poesía, Mitologías/La Balada de la Mujer
Perdida, el vehículo preferido por el autor es el sentimiento, la emoción
subrayada y abierta a la interpretación personal, por parte del lector, de lo
inscripto en su poesía. Esta guía continua a través de la sensibilidad es otra
constante de la poesía del autor: poesía para ser sentida, que tiende a tocar las
zonas sensibles del lector, antes que abordada desde las ideas puras o la
referencia cultural”11.
A esto habría que añadir lo dicho por Fernández Cozman12 cuando se
refiere a la poesía intercultural: “La denominada poesía intercultural surge,
fundamentalmente, en el ámbito de la vanguardia o de la posvanguardia,
aunque hay antecedentes en la obra de algunos autores marginales como
Mariano Melgar, quien empleó formas estróficas, herederas del mundo
prehispánico”.
Esta llamada poesía intercultural se refiere a una poesía de síntesis entre
el mundo precolombino y el mundo occidental. Esta poesía es habitual en los
poetas hispanoamericanos que ven toda una cultura que precedió a la llegada
de los españoles y, al tiempo, otra cultura que llegó con ellos. No es raro que
la encontremos en Vallejo, Neruda u Octavio Paz. Rubén Darío también trató
temas y mitos precolombinos (baste recordar el poema del Toqui) y,
prácticamente, la mayoría de los poetas americanos quieren dejar claro que su
voz poética procede de dos culturas.
También en este libro encontramos lo que me gusta denominar “la
metáfora americana”. Quiero referirme con este término a un tipo de
metáfora que hace uso de la pujante naturaleza de América y que no sería
11
12
Cf. Op.cit. Página 11.
Cf. op. cit. página 20.
14
dable en Europa de naturaleza más, si se me permite el término, civilizada.
Los bosques ingleses o franceses son jardines en comparación con las grandes
extensiones naturales de América. Cuando el viejo Walt Withman dice que “la
hierba es el pañuelo de Dios”, para que esta metáfora cobre su sentido,
tenemos que pensar no en los pequeños campos de la vieja Europa sino en las
enormes praderas americanas; tenemos que pensar en un paisaje, en un tierra
que por sí misma sea un mundo como muy bien lo expresa Joa
o
Guimara
es Rosa en su hermosa novela Grande Serta
o: veredas
cuando Riobaldo dice: “El serta
o es todo el mundo”.
Pues bien, en este libro de Benítez y, en general, en toda su obra,
podemos encontrar ejemplos de este tipo de metáfora pujante, fruto de una
tierra también pujante.
Este libro que estamos analizando es el libro de la tierra que alimenta y
sustenta el yo del poeta, la vida del poeta que hunde sus raíces en la madre
Gea. Es esa fuerza que “fluye cuando ya nada se agita”.
Behering y otros poemas (1985)
De nuevo Luis Benítez recurre a un lugar crucial en la historia
americana y se remonta, no ya a la mitología precolombina, sino mucho más
allá, a ese momento prehistórico en que las tribus venidas de Asia cruzaron el
estrecho que da nombre al poema primero y fueron poblando las tierras
americanas. Es, por tanto, un volver al pasado más absoluto de América aquel
en que empezó a ser habitada por las primeras tribus de asiáticos. Luego el
poemario continúa con la mención a personajes que forman la propia
mitología del poeta, su sustento: Keats, Lao-Tse, Alfonsinho da Cunha. Pero
tampoco olvida Benítez la reflexión sobre el lugar en donde se encuentran los
poetas o la reflexión sobre ese lugar de la memoria. En este libro, Luis Benítez
“se nutre no sólo de las culturas amerindias, sino también de los aportes de la
tradición poética simbolista, de la poesía conversacional y de la lírica de Jorge
Luis Borges”13. “Pero – sigue diciendo Fernández Cozman- a la vez, revela un
estilo intransferible, personal y enormemente sugestivo”.
Con referencia a este libro, vuelvo a citar a Elizabeth Auster:
“La poesía de Benítez incluye a quien lo lee como una suerte de
coautor de los poemas. No demarca un territorio: establece un rumbo
probable para la lectura, que el lector completará de acuerdo a su
sensibilidad; una polisemia, algo que abre el juego a las distintas voces
posibles, en vez de cerrarlo a una sola. Este juego verbal, que parece tan
complejo y que Benítez resuelve tan fácilmente - aunque se percibe en su
13
Cf. Op cit de Camilo Fernández Cozman.
15
obra un paulatino aprendizaje, principalmente desde Behering y otros poemas en
adelante- conduce a una falta progresiva del sujeto narrante, ya que el poeta se
despoja en la madurez inicial de su obra, a partir de Fractal, de 1992, aun de la
voz conducente de lo aparentemente referido por sus textos: a partir de Fractal
el poeta parece lograr una suerte de invisibilidad autoral pues el texto se ocupa
del guión de la lectura, mientras le lector, cómplice de la ilusión creada por
Benítez, se convierte en autor de los textos. En la poética de Benítez el
autor, simplemente, se vuelve prescindible: La poesía es absolutamente
egocéntrica; lo que le suceda al poeta no le importa lo más mínimo. Diría más: los temas de
la poesía son meros disfraces. A ella sólo le importa hablar de ella misma14.
Esta tendencia del autor a una despersonalización, a favor del libre
juego del lector dentro de su obra, es más clara en las obras posteriores, más
formalmente en las inéditas, donde se acrecienta, como si se tratara de una
corriente estilística predominante en el futuro poético de Luis Benítez.
Un quién sabe que no deja de tentar a quienes leemos sus obras15”.
Guerras, epitafios y conversaciones (1989)
Siguiendo a Fernández Cozman, podemos encontrar en este libro
varios temas esenciales:
a)
El hacer poético. Una reflexión sobre el acto de crear poesía.
Este tema no es ajeno a la poesía actual; al contrario, la mayoría de los poetas
modernos así lo hacen. La reflexión sobre el proceso de creación poético se
impone en la poesía moderna.
b)
El tiempo. ¿Qué podemos decir de este tema? Ya en los griegos
aparece el paso del tiempo como tema poético: el tiempo sanador y el tiempo
que conduce de manera irrevocable a la muerte. Así en Anacreonte, en el
Fragmento 44 D:
Nos blanquean ya las sienes,
la cabeza cana, y ya la
juventud se fue gozosa
y los dientes van reviejos;
y no es mucho el tiempo de esta
que nos queda dulce vida.
Conque en miedo al otro mundo
suspirando siempre ando;
14
Este texto en cursiva pertenece a una entrevista que le hizo Auster al poeta y que aparece en su ya
citado libro.
15
Que me perdone el lector la extensión de estas citas del libro de Elizabeth Auster, pero es que las
considero esenciales para quien se quiera adentrar en el mágico y apasionante mundo de la poesía de
Luis Benítez. Cf. Op. Cit, Páginas 11 y 12.
16
pues medroso el Hades es en
sus honduras, y es penosa
su bajada: que al que baja
se le da que ya no sube16.
Esta idea del tiempo que pasa nos llevaría a Heráclito y su río en
el que no podemos bañarnos dos veces en las mismas aguas; a Homero y a su
comparación de las generaciones humanas con las hojas de los bosques; al
propio Borges y a tantos y tantos poetas en la literatura mundial pues el paso
del tiempo es una herida abierta en la poesía.
c) El tema de la otredad.
Tampoco es tema infrecuente en la poesía actual el que poeta
reflexione sobre los otros que no siempre tienen por qué ser el infierno, según
el pensamiento de Sartre. El otro es también el que nos da la existencia pues
vivimos en la individualidad en tanto que nuestro yo se refleja en un tú.
d)
El tema de la muerte. Otro tema de enorme trascendencia es la
muerte. Es una de las “tres heridas” de las que hablábamos hace unos
instantes. No podemos descubrir el Mediterráneo si decimos que el tema de la
muerte ha sido uno de los temas fundamentales de la poesía a lo largo de la
historia. No podemos olvidar, como dijimos al principio de esta introducción,
que la palabra poética tiene una función sanadora, que la poesía parte de “lo
sagrado”, que la poesía tiene y debe de redimir al hombre de sus miedos.
Antes los veíamos en el poema de Anacreonte pero lo podríamos ver en el
Arcipreste de Hita o en Francisco Brines. En el poema de Benítez, La rutina de
dios, aparece esa idea de tiempo circular, muy griega, por otra parte, y
enfrentada al tiempo lineal de la tradición hebrea.
Fractal (1992)
El título del libro nos lo dice todo: Si leemos el diccionario de la RAE
encontramos lo que sigue:
“Figura plana o espacial, compuesta de infinitos elementos, que tiene la
propiedad de que su aspecto y distribución estadística no cambian cualquiera
que sea la escala con que se observe”.
Nada más claro que esta definición para hacernos ver cómo es la poesía
de Benítez en este libro: una poesía que está compuesta por infinitos
elementos. 16
Hemos utilizado aquí la traducción maravillosa de Agustín García Calvo en su libro Poesía Antigua
(De Homero a Horacio), Editorial Lucina, Madrid, 1987.
17
Pasando a ver los poemas, encontramos El mar de los antiguos. En este
poema, no sólo se habla del mar de Grecia y Roma sino del mar de los
vikingos (Erik el violento) y del mar de los chinos “con los hombres amarillos
bajo la tensa seda”. Esto es una novedad pues, hasta ahora, al decir mar de los
antiguos estábamos hablando del mar de los clásicos. Sin embargo, Luis
Benítez tiene una visión más amplia y totalizadora del mundo.
En Como por imperio de un sueño, el poeta, en una especie de aleph
borgiano el poeta quiere ver todo el mundo, los hombres de todos los
tiempos. Y ahí están su antepasado, su abuelo que estaquea paisanos,
Mahoma, un cajero del salvaje oeste, Sarmiento un pasaje de la Eneida, Caín y
Abel y otros que son una ansiada respuesta al deseo de multiplicidad del
poeta. Quizás, de todo el poema, sea este en donde la fractalidad está más
presente. De hecho, los poemas son como caleidoscopios y todo el poema a
su vez es como un caleidoscopio que incluye a otros en un hermoso juego de
espejos que está recorrido por “una fuerza inmortal” que le da vida.
En La marcha de un animal desconocido, el animal tiene en su cabeza,
jugando otra vez con lo fractal, las anchas, otras realidades que contienen diez
crepúsculos en uno”. En Anacuatl sueña sangres, el poeta, convertido en vatevidente ve el futuro.
En Copenhague, 1813, aparece Kierkegaard y su tema religioso. Sigue un
poema dedicado a Nezahualcoyotl y En el manso universo de la abeja, se recoge,
en ese pequeño universo apícola, lo que vieron las abejas antiguas que
estuvieron en contacto con Ovidio y Horacio. De nuevo desde el presente y a
través de un juego de imágenes, llegamos hasta el pasado.
Sigue está idea de que el poeta puede estar en el pasado y que el pasado
está en él vigente en todo el poemario. Así lo vemos en Ah, los pequeños
cazadores del día, en los que el poeta ve a esos cazadores. El lancero se vincula
con el rito impuro, involuntario y femenino de la sangre. El poeta se
encuentra, se ve con la lanza mientras ese continuo de fuerza, del que
hablábamos unas líneas más arriba, le hace verse convertido en un cazador de
las antiguas tribus precolombinas.
De nuevo volvemos al juego del caleidoscopio en Poderosas cigarras del
verano, en las que las cigarras del verano contienen, a su vez, todas las cigarras
que fueron o que serán. Y también participa de esta visión fractal de la
realidad el poema Héroe de la segunda guerra mundial.
El pasado y las vísperas ( 1995)
El poeta comienza reflexionando sobre el acto de la escritura y su
fuerza que es capaz de “modificar dos veces el mundo”. En su reflexión,
vuelve su mirada de nuevo al pasado, a “los siglos de guerras y de paces que
entre las palabras han corrido”. Me parece que estos primeros poemas, que
incluyen uno dedicado a Lope de Vega son poemas sobre la fuerza de la
palabra. Me gustan las palabras de Ángel Gabilondo en su libro Menos que
18
palabras: “Las palabras son un modo privilegiado de (del )hacer, un decir del
hacer. Comportan esa voluntad de unidad del ser, del decir y del hacer que
permite un hacer al hablar, un hacer hablando, un discurrir que obra, y que
posibilita el convencer y el persuadir más acá de toda demostración. La pasión
confirma que deliberamos en relación con alguien, nos sumergimos en algo
con alguien. (…) La pasión de la palabra lo es de la comunicación por venir.
Por tanto, arriesgar la palabra es correr sus riesgos. Dejarse ir con ella no es
hacerlo por las ocurrencias de uno, es la acción de escuchar en lo que puede
ser lo que podría ser, su libertad, y de ser convocados por los ecos de lo
imposible. Por eso, la razón sin pasión es la ruina del alma. Las palabras sin
pasión no son libres17”. Estas palabras que cierran el parágrafo de Ángel
Gabilondo creo que deberían ser suscritas por todo poeta que creyera en su
oficio.
De nuevo, en Antepasados, el poeta parece cobrar, tomar sus fuerzas de
otros seres que vinieron antes que él. Es, de nuevo, Miguel Hernández el que
lo dice de manera muy hermosa:
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo18.
Algo parecido ocurre en La mano que es “el vano prodigio, el milagro
inútil”. Esa mano también le llega al poeta del pasado y viajará en el futuro:
“Todo es un infinito pasamanos”. Además, no debemos de olvidar que la
mano es el instrumento de trabajo del poeta. El poeta es como Dylan
Thomas:
Heredero de venas escaldadas, que sujetaban
la gota del amor, costosa criatura para mis huesos,
redondeado el globo de mi herencia, jornada
camino del fondo, hombre atrapado por la noche19.
En el poema Desterrado se hace referencia a Dante y en El observado el
poeta afirma con orgullo su condición de tal, se afirma en su oficio de poeta.
Antes encontramos un poema sobre otro de sus referentes literarios: César
Vallejo.
Al castellano es un hermoso poema, un impresionante poema de amor a
nuestra lengua en la línea de los sonetos que Dámaso escribió a nuestra
lengua. A mi modo de ver, tiene dos partes: en la primera, el castellano es la
lengua de los plurales, la lengua que contiene el universo. De nuevo estamos
17
Alianza Editorial. Madrid, 1999.
a cargo de Juan Cano Ballesta. Cátedra, Madrid,
1985. La cita está sacada del poema, Hijo de la luz y de la sombra, la cima poética de la poesía del
alicantino.
19
La cita pertenece al poema de Dylan Thomas, Yo soñé mi génesis. Para la traducción, cf. nota 9.
18
ÁNGEL GABILONDO. Menos que palabras. Página 164.
MIGUEL HERNÁNDEZ. El hombre y su poesía. Edición
19
ante el mágico aleph borgiano: el castellano es un universo en sí mismo. En la
segunda parte, vemos como el poeta le otorga al castellano una facultad casi
mágica.
En Yo puedo hacer algo contra el aislamiento, retoma Benítez la idea, que le
es tan querida, de que somos los que somos sobre la ceniza o la historia de los
muertos. Somos, en definitiva, no nuestra historia sino las historias de los
hombres que nos han precedido.
El poeta cierra el poemario con El dolor de lo eterno. El dolor errante,
como aquella fuerza que recorría el universo. En ese dolor de lo eterno que
nos acompaña
La Yegua de la Noche (2001)
Con La yegua de la noche llegamos al año 2001. Benítez abre el poemario
con un poema sobre la acción de la poesía que no es sino “otra manera,
posible, de estar vivo”. Sigue con otro poema a la mano, esa mano que nos ha
aparecido en otros poemas y que es una mano que recoge otras manos con lo
que retornamos a ese juego del caleidoscopio fractal que ya vimos unas líneas
más arriba.
A continuación viene el poema que da nombre al libro que es una cita
de Robert Graves.
Fantástico me parece el poema de una mujer maquillándose ya que es
una reflexión sobre la mujer, de ese ser ante el que “estamos siempre solos”.
El recuerdo de Ovidio, en un Tomis que asiste a la caída del
comunismo ruso, le hace reflexionar sobre la poesía que “le interesa a nadie”.
En definitiva, encontramos aquí otra de las claves de la poesía de Luis
Benítez: todo poeta es, como Ovidio, un desterrado.
El poema sobre el Hudson se abre con un epígrafe del poeta alemán
Gottfried Benn. Poco a poco, se van definiendo y aclarando los gustos
poéticos de Luis Benítez.
En el poema Del amor por los bárbaros, Benítez, al contrario que Kavafis
que esperaba a los bárbaros con temor, nos hace una declaración de su fe, de
su confianza en los bárbaros. Y nos explica por qué: “Los bárbaros poseen la
ingenuidad de lo que fuimos”. Nuestra cultura es vieja; la misma poesía que
escribimos y que leemos es vieja (hemos llegado tarde y la poesía es vieja,
decía Ruy Belo, el gran poeta portugués). Los bárbaros son como niños tal y
como eran los griegos a los ojos de los egipcios. (Heródoto dixit).
La Carta a Bizancio nos va a cercando al final del poemario. En este
poema y en el siguiente, parece que una cierta astenia o tristeza ha embargado
al poeta cuando dice: “Nadie sale por una carta de amor del laberinto”.
En Canción vespertina y contrapunto, encontramos ese arranque fantástico:
“Solo el hombre a solas, Narciso enamorado de Narciso”. El poema es una
reflexión sobre la muerte y sobre el ser. “Si me voy del lugar la muerte se va
conmigo”. A nada le importa el hombre, ser solitario de la creación por su
20
condición de ser distinto. Cuando el “hombre a solas” parta, ni las estrellas, ni
el bosque ni el verano lo echarán de menos. ¿Ni siquiera las pequeñas cosas
que se quedarán solas, como recordaba en un poema Dámaso Alonso? No lo
sabemos.
Luis Benítez concluye el poemario con un poema que trata sobre una
separación. Antes, un poema dedicado a Wallace Stevens, nos va confirmando
el mapa de los gustos poéticos de nuestro autor que ya a estas alturas tenemos
casi acabado.
El venenero 20 y otros poemas (2005)
El penúltimo, hasta el momento, libro de Luis Benítez comienza con el
poema dedicado al venenero, un alumno vegetal de Borgia cuyo cometido es
destilar “pacientemente el cianuro de la historia”. El siguiente poema “En el
arduo aniversario de una boda” parece la mirada desencantada del poeta
sobre el amor, es posible que sobre su propio amor. En los siguientes poemas
se nos habla de diferentes temas: el nacimiento del tango, que “nació de mujer
como los hombres”; de los leopardos, “una bestia que siempre está bajo la
lluvia”; de la renga, que es una mirada al mundo de los marginados, de los
desposeídos. Sigue el poema “Qué fácil perdonar a los que amamos” uno de
mis preferidos en toda la obra de Benítez. En “El cotillón de las tinieblas”
retoma esa idea de que el poeta es un puente, un nexo de unión entre el
presente más vital y el pasado más remoto:
El compacto horror de la tortuga
que nos devuelve al jurásico.
Con el poema “La nadadora” me ha ocurrido algo curioso: su lectura
me hizo acudir a los anaqueles de mi biblioteca y buscar el libro de Gabilondo
que antes he citado pues éste filósofo dedica el primer capítulo de su libro a
ese nadar, a ese arrojarse al ser. Pero creo que es un defecto mío, de
puntilloso profesor y lo que late en el poema es sencillamente la belleza de la
nadadora. El ver en esto del salto de la nadadora un “saltar al ser, al ser en sí,
al ser en sí del pasado” me parece algo exagerado. De todas formas, el lector
tiene la palabra.
El final del poemario es el poema “A quien se olvide de su parte en el
fuego”, un recuerdo del poeta a ese elemento primigenio en el que “nada ni
nadie ya distingue”.
20
El venenero: se trata de un arbusto que puede llegar a alcanzar los siete metros de altura y que en las
Islas Canarias lo llaman también bobo o tabaco moro. Su nombre científico es Nicotiana glauca. El gran
escritor canario Luis Diego Cuscoy habla de él en su libro Entre pastores y ángeles:
“Y el venenero engañaba a los hombres con su esbelta y descamada figura de arbusto arriscado, y
amenazaba a las incautas bestezuelas con la muerte escondida en sus azuladas hojas”. LUIS DIEGO
CUSCOY. Entre pastores y ángeles. Ediciones Idea. Santa Cruz de Tenerife, 2004.
21
La Tarde del Elefante y Otros Poemas (2006)
Estamos ante su último libro de poemas. En él nos puede llamar la
atención que algunos poemas ya hayan sido usados en otros libros
precedentes. Oigamos la voz del poeta que nos explica su razón:
"El cuidado de la unidad de estilo ha sido entendido como aspiración,
como logro del autor, como madurez de su obra. Pero sin embargo, cuanto llega
a su apogeo sólo tiene como futuro el decaer. Ello, porque ya no puede ofrecer
el espectáculo de un dinámico desenvolverse, mutarse, metamorfosearse y, en
consecuencia, lo que hace es detenerse. Al detenerse en sí, al no variar, este estilo
encerrado en su unidad buscada ya no refleja un devenir, pues éste ha dejado de
existir, ha muerto. La cristalización de los elementos que constituyen una obra se
produce a fuerza de fijarse, insensiblemente, cada vez más seguidamente en
ubicaciones e intensidades similares, por acostumbramiento de esos elementos
a ocupar dichas posiciones y ofrecerse en esas intensidades. Ello provoca
lentamente una pérdida de polisemia, una fijación en posibilidades determinadas,
aguardables. A esto se le suele llamar estilo o, más bárbaramente, personalidad de
la obra. Inclusive, el estilo puede llegar a buscar adrede, a perseguir como
objetivo a alcanzar, el logro de la repetición -en forma más o menos acentuada,
según el caso- de esos mismos elementos. Contra esta posibilidad se ofrece
otra. Consiste en el empleo de algunos de los varios, infinitos estilos posibles,
como recursos de estilo actuantes en una misma obra. Así, los elementos del poema
guardan relación con los del collage: son capaces de imbricarse e influenciarse,
no para conservar sus cualidades específicas, separados en secciones o partes,
sino para combinarse de manera nueva. Entre las variantes que la obra ofrecería,
podría revistar cualquier estilo anterior, rimado o no, sin predominancia en
absoluto sobre los otros a emplear, sino comprometido con ellos, compromiso
recreado en un logro más abierto, más susceptible de ser significado por la
sensibilidad del contemplador -salvaje o no- que de la manera tradicional. Fractal
es una partícula de un sistema que observa un comportamiento anómalo con
respecto al conjunto, modificándolo. Se aspira a que todas las partes del texto se
constituyan en fractales para el contemplador/coautor del mismo".
Esto es lo que el poeta nos dice en la contraportada de su libro Fractal y
creo que nos sirve muy bien para explicar la razón por la que aparecen estos
poemas “repetidos”.
Y llega el momento de que calle el crítico, el profesor, y de que hable el
poeta que es el que debería haber tenido la palabra desde un principio. Espero
que estas líneas sirvan, como decía al principio, sobre todo y ante todo para
una mejor comprensión de los textos, como un hilo de Ariadna por la obra de
Luis Benítez. Sin embargo, para entrar en su obra es preferible entrar limpio
22
de juicios preconcebidos. Desnudos “como los hijos de la mar” para que el
poso de su poesía se nos vaya quedando en la piel. No olvidemos que, como
dice Fernández Cozman, “la poesía es como el aroma” y el aroma nos llega
sin estar preparados y es ese la mejor manera de disfrutarlo: con la sorpresa.
Una tarde, cansado ya de la lluvia y de la nieve del invierno, llegó hasta mí el
olor de las flores de un almendro que acababa de florecer. Luego vi sus flores
y sentí que la vida, en medio aún del invierno, salía de las flacas mansiones de
Plutón. Que la poesía de Luis Benítez sea para ustedes, lectores, como el
aroma de ese almendro y que, cuando guiados por él, se coloquen ante su
poesía, sientan la misma intensa emoción que sentí yo aquella tarde de marzo
a las orillas del Duero.
Y, si comencé citando a Philip Larkin, quiero que se me permita acabar
citando a Fernando Guerreiro que dice así en un poema de su libro Caminhos
da guía21:
Escrevemos sempre de costas voltadas
para a morte, à espera que as palabras
se desprendan das ogivas do silêncio,
iludidas como o cenário que o mundo
compõe com os restos da aventura.
Escribimos siempre de espaldas
a la muerte, esperando que las palabras
se desprendan de las ojivas del silencio,
burladas como el escenario que el mundo
compone con los restos de la aventura.
Que las palabras de Luis Benítez nos sirvan para poder volvernos de
esa postura de espaldas a la muerte y que con ellas posamos recorrer la vida.
Agradecimientos
A Luis Benítez porque confió en mí para tan grande obra, que supera,
con mucho, mis pobres conocimientos. Cuando me lo propuso, y mucho más
cuando iba pergeñando estas torpes líneas de un profesor de Bachillerato de
Latín y Griego aficionado a la poesía, me di cuenta de que la obra excedía al
artífice y que, si no andaba con pasos cuidadosos, me podía pasar como
aquellos osados de Babel que querían llegar al cielo mediante una torre . Sin
embargo, me forzó a seguir adelante una de esas fuerzas de las que tanto
21
El poema de Fernando Guerreiro, como ya hemos dicho, pertenece al libro Caminhos da guía.
Editorial Black Sun, Lisboa, 2002.
23
habla Luis en sus poemas: el amor en doble vertiente; pues, en este caso, lo
encontramos en su forma de amistad por alguien que confiaba en mí y al que
no podía traicionar y el amor por una obra poética llena de belleza, de fuerza y
de preocupación por el hombre. (¿Podría la poesía no ocuparse del hombre,
considerar algo del mundo ajeno al hombre?; esto tan fácil y tan difícil me
pregunto y pregunto) Hay que ser muy hombre para contemplar la belleza
venía a decir Antonio Gamoneda en un poema y, decimos nosotros, no hay
que serlo menos para contemplar la poesía de Luis Benítez porque en ella está
reflejado el hombre con su muerte, su vida y su amor. Espero que mi
modesta introducción le haya servido al lector y que no se derrumbe como
aquella torre bíblica; también, por supuesto, espero que sirva, sino como
prólogo a su obra poética completa, al menos como testimonio del gran
aprecio que tengo por Luis Benítez, gran poeta y mejor persona, al que espero
abrazar un día en una de esas famosas librerías bonaerenses de la calle
Corrientes, para después, sin prisas, tomarnos unos mates mientras en un
piano suena la música de Guastavino o de Ginastera y alguien, herido de
amor, toca en un viejo bandoneón una melodía de Piazzola o un tango de
Gardel que, si se me permite elegir, me gustaría que fuera Por una cabeza.
Luis González Platón
Boecillo, 4 de abril de 2010
24
SOBRE LUIS GONZÁLEZ PLATÓN
RETAZO AUTOBIOGRÁFICO
Para este pequeño curriculum vitae me gustaría comenzar con unas palabras del
maestro Azorín: “Yo soy un hombre que en sus ratos de vanidad cree que sabe algo, pero
que en realidad no sabe nada”. Sin embargo, como me pide mi amigo Luis que cuente algo
sobre ese camino que empezamos al nacer y que llamamos la vida, diré que nací en Madrid
cuando los Beatles andaban cantando Please, please me y que allí estudié Filología Clásica y
allí me licenciaron no sé muy bien para qué. Quizás para transmitir a los demás lo poco que
sé. No soy doctor en nada salvo en ver pasar las nubes, en esperar que florezcan las
madreselvas y los lirios y en escuchar la voz del río que pasa cerca del pequeño pueblo en
donde vivo Soy profesor de latín y griego en un Instituto de Bachillerato (ahora en España
los llaman de otra manera, de Secundaria, que suena mal porque decir “enseñanza
secundaria” es como hablar de una segunda división del saber) pero también me hubiera
gustado ser cartero rural para llevar cartas de amor a la niña de ojos azules que vive en el
molino, demandadero de cura o contrabandista en la raya de Portugal. He publicado un
artículo en la revista de filología Capsa y, en otras revistas, relatos breves sobre mi
pequeño mundo. Tengo en el cajón poemas que esperan a que alguien misericordioso los
publique. He traducido el primer libro de las Tristia de Ovidio, el De Senectute de Cicerón
y tengo en preparación una traducción de las Bucólicas de Virgilio en las que hago uso de
los comentarios del Padre Juan Luis de la Cerda, gran latinista español que vivió entre los
siglo XVI y XVII, cuyas notas a Virgilio aportan una visión diferente de su obra. También
he traducido a poetas portugueses ( Ruy Belo, António Ramos Rosa, Pinto do Amaral,
Filipa Leal y el gran Camões), alemanes (Wilhem Müller) y al gran Paul Celan; sigo
preparando más portugueses (Manuel Gusmão, Ana Luisa Amaral, Ana Hatherly) y un
griego que me acompaña desde la carrera: Lisias. Tengo publicada una novela de viajes que
se llama El camino del Duero y en ella narro un recorrido desde Oporto hasta el nacimiento
del Duero. Me gusta la música, leer y pasear por los sotos “sin presura”. Oír al mirlo en
las mañanas de primavera y, en las tardes de invierno, ver cómo la noche va ocupando
poco a poco la casa mientras vamos buscando el calor materno que hace tiempo que
perdimos. Entonces me gusta sentarme en el piano y evocar las oraciones musicales de
Schubert.
Sin embargo, quiero deciros que todo esto no es sino una triple búsqueda: de la
belleza, del conocimiento y del alivio para el dolor que la vida, en algunas ocasiones tiene a
bien inflingirnos. Y que todo esto tiene que estar hecho sin soberbia porque el hombre no
puede serlo: basta un soplo de viento para que desaparezcamos de la faz de la tierra. No
somos más que unas cañas pensantes, como decía Pascal. Y nada más que deciros o que
contaros. La vida es lo que es y no da para más. Los latinos decían Ars longa, vita brevis;
Charles Chaplin decía que en la vida sólo podemos ser aprendices porque no tenemos
tiempo para más. Don Luís de Camoes, en boca de Jacob cuando estaba de siervo de
Labán nos lo dijo en un hermoso endecasílabo aquello de
Para tão largo amor tão curta vida.
Y a seguir navegando río abajo, hasta la mar.
LGP, Boecillo, 29 de abril de 2010
25
POEMAS DE LA TIERRA Y LA MEMORIA
(1980)
26
ANTES QUE DIGAS NADA
Tú vas por el mundo, reina del país de los ojos infinitos,
con la boca salada y lista, sin saber que todo
ya ha sido partido y repartido.
Antes que digas nada, la vida y la muerte han ocupado
sus lugares y la orquesta ataca con la sangrienta
sinfonía del nacimiento;
(lloran los actores desnudos al salir a escena)
mientras un salvaje verdugo apaga y enciende
las luces a su antojo. Antes que digas nada,
escucha al corazón de la vida golpear con furia
en otros como en ti golpea. Por esos golpes dejamos
que piel y huesos fluyan como ríos.
Somos hombres y por ello, lo olvidamos.
Antes que tu roja boca se abra en un beso o un mordisco
todo estará ya en marcha, el beso ya fue dado,
y las ruedas del día y los remolinos de la noche
tendrán su bailarina loca fugitiva entre ruedas;
eres del asombro y eres de las penas
que jamás cierran los ojos.
Y antes que digas nada el mazo estará mezclado, las cartas dadas.
Pero por esa tu rabia inútil, alerta como una oreja,
hermosa y sin sentido como las flores, es que sigo
tus pasos, Inés Sandín, la de los ojos infinitos,
con las pocas cosas que conozco tan erradas:
mis libros, mi pasado y mis palabras.
27
LA TIERRA Y LA MEMORIA
La memoria es el pasado que nos perdona
y nos dice que ya no importa que nos olvidemos de él,
pues todos sus habitantes nos recuerdan.
Como éramos entonces, como seremos mañana
hueso y lodo ya no importa.
El recuerdo es el futuro que nos saluda de lejos,
el recuerdo es alguien que viene a despedirse
una y otra vez, por penúltima, penúltima vez.
Y todos vamos a dormir: la tierra y la memoria
se reparten sus muertos y sus vivos
sin cerrarles los ojos ni la boca,
sin decirles que están más allá del tiempo
ni confiarles los áridos secretos que sabíamos de niños.
Pero cállate; déjame olvidarte y recordarte
como te amo ahora y sepultarte viva y furiosa
para que vivas siempre en la tierra y la memoria.
28
LA VIDA Y LOS ESPECTROS
Esos papeles por donde pasó tu huella
como la baba de los caracoles,
no recuerdan tu nombre:
son artefactos de la imaginación,
voces perdidas en el griterío del tiempo.
Sus absurdas balanzas y poleas
suben y pesan paisajes que se desvanecen,
objetos que habrá, alguna vez, junto a tu tumba.
Los espectros que fui espían detrás de las palabras
el movimiento de la vida, más caudalosa que el tiempo,
porque yo fui espectro y espectros son las cosas
y los hombres. La vida, esa secreta enemiga,
pulsa sus picos y sus palas, demuele las voces
y las lenguas quedan vacías frente a su cara.
Frente a su cara, que ni ve, ni oye, ni habla al hombre.
29
SIN LUZ NI VOZ QUE ME LLAMARA
Yo rondaba los espacios del sueño
sin cuerpo ni yo, hinchado de aire y música
flotaba era un globo furioso en la oscuridad.
Sin luz ni voz que me llamara,
libre de Dios y de mí mismo,
yo era el hombre.
Dante y Shakespeare e Ibsen y Malreaux:
¿qué pena les dan a los rascacielos?
¿qué infierno mayor que un subterráneo?
¿qué tempestad mayor que cualquier día?
Qué muertos están.
Qué lápidas labradas de octubres y eneros,
mis hermanos y amigos,
MI única
familia venerable.
Soy sólo un huérfano sin atrás ni adelante,
que no se aferra a ninguna parte
y tiene en ninguna parte cama y comida puesta.
Ese, el que edificará una casilla, en la Tierra Baldía.
30
EN EL COMIENZO
Mitad de mi padre y de mi madre
y cuarto con la ley sobre la tierra,
mi mundo vino a éste para saber que volvería a la nada
y nueve meses antes de nacer a la muerte
ya sabía al dolor rondando tras las líquidas paredes
Y veía a las estaciones y a las épocas
transitadas por sus raros personajes, bajo mis ojos de duende,
dormidos y cerrados en el vientre.
Distinguía al día de la noche,
robaba de los tejados los huevos de los pájaros,
nadando en el lago interior, sabía el agua;
yo bailé, antes de tener piernas, sobre el césped de los campos.
Espiando por el ombligo de mi madre,
vi las maniobras secretas del crepúsculo,
cuando cambia los objetos del día por los que son de la noche,
y lo que nos rodea estiró entonces
sus frías manos hasta mis blandas mejillas.
El acre olor de esa tristeza que vaga por los rostros
hirió mi mente y mis sentidos respondieron
aullando un escozor desesperado;
la nada soltó su presa para que escapara por ese largo corredor,
donde uno a uno, reconocí los rostros futuros,
amigos y enemigos, que forjarían mi vida golpeada por sus gestos.
El amor y sus caretas, que desde el vientre
puse con torpes dedos en las caras de agrias desconocidas,
rebasándolas, me hizo golpear furioso y precoz
el tibio ladrillo que me ataba.
Cabeza abajo, con el sexo incendiando ya mis primeras raíces,
Soñé que huía entre una lluvia de sangre
Hacia un escenario de locos vanidosos,
Donde yo también usaba un frágil traje lastimable
31
en el que peligraban todos mis deseos.
Hasta que alguien me azotó.
Y desperté llorando.
32
¿DEBO HUIR O QUEDARME?
¿Debo huir a la casa del silencio,
sonriendo con los ojos inmóviles, asintiendo siempre,
o quedarme a recibir en el pecho los gestos
de los extraños, ignorando sus espadas debajo de los gestos?
¿Debo huir o quedarme con la mano extendida ofreciéndoles la fruta,
atento a sus miradas extranjeras, la vela inmóvil de sus barcos
en la rada de mi vida, mercando con ellos la palabra sin temor a los piratas?
¿O escapar por la empinada cuesta de mi sino y a salvo de la mueca ridícula
contemplarme, ocultar la visión de mis días en arcones secretos,
lacrados al engaño? ¿Debo huir o quedarme sin morada,
expuesto al dedo inquisidor y al ojo artero, forzado por miedo
a grabar mi historia en tablillas de arena?
33
DEL UTERO A LA TUMBA UN SUEÑO TE LLEVARA
Del útero a la tumba un sueño te llevará,
desnudo, el escarpín y la mortaja hechos de la misma seda.
Un sueño con mejillas de pétalos que martillea en tu mente,
un beso helado, un golpe en la nuca dado
por un desconocido con guanteletes de hierro,
sonando tras tu puerta en el cerrojo.
Fantasma de metal tu cuerpo,
desde los cortos pantalones al bastón del viejo
transitado por extranjeros que se acercan a escrutar tus vísceras
y las señales del cielo con sus dedos de muerte,
verás asombrado cómo la cuchara colmada
deposita por igual besos y mordiscos en tu alma cóncava.
Del útero a la tumba,
clavado a la tierra que sólo se abre dos veces,
tus ojos noviando con las fotografías
verán al niño libre de pecado y cicatrices,
diáfano, aunque su llanto presienta
y al hierro del amor marcándote la ingle
y al molino del olvido girando, por un viento de huesos.
Del útero a la tumba un sueño te llevará,
las riendas hechas trizas en ese torbellino,
en dos segundos de setenta años,
sólo una muesca, en un reloj enorme.
34
UNA ESTACIÓN SE PUDRE
Una estación se pudre y debajo hay otra,
el grano que corre por el corazón del árbol cae,
se agita invisible en la hierba y en cuatro espasmos
muere, mientras el tiempo lija las cosas hasta dejar tan sólo
el corazón, ofreciendo palabras y rudos balbuceos de vacío.
La savia, la hoja helada, la flor y el fruto entran en el ojo
bajo un cuerpo único que no muere jamás; y del hombre
cae el hueso mortal hasta el puño de la raíz y el ciclo renueva
hasta el labio de la viuda. Húmedos y sin párpados bajo las sábanas
del bosque descansan el muerto y su cazador; hermanos, por fin,
en una oscuridad sin culpas que los trae hacia la luz.
35
ALGO FLUYE, CUANDO YA NADA SE AGITA
Algo fluye cuando ya nada se agita.
Y su paso inadvertido por las tinieblas que duermen con nosotros
trocará en una luz exasperada cuanto de ciega tiene la miseria.
Desde el fondo, pozo o pantano de números,
donde hostigados por el mundo y sus miles de cabezas
caímos quince lenguas dentro de la carne,
algo que sólo puede tocarse munido
de los guantes de la desesperación,
algo fluye, cuando creemos que ya nada se agita.
Obliga al dolorido músculo del corazón
y al cerrado hueso de la mente
a comer y beber, aún dentro de sus celdas.
Es una fuerza que nos lleva rudamente de la mano
e inventa un camino de color insólito,
por donde huimos desnudos de los ciegos.
Obediente, ella agitará los párpados de los muertos
y hará huir a la mosca-heraldo, que espera paciente,
colgada de la gula.
Colgará de nuevo el sol, cuando la luna caiga.
Podremos verla latir en medio de nuestras negras sombras,
aun cuando boquiabiertos, observemos día a día
pasar nuestros propios funerales.
Algo fluye cuando ya nada se agita.
Por su gracia habrá fruto en las flores marchitas
(su magia gruñirá en la vértebra)
lanzará por el aire ancianos y guadañas con pasos de diluvio;
nuestras jóvenes canas se ennegrecen,
ante el silbato de plata besado a último momento
con manos temblorosas que arrojan al viento de los lechos.
Y cuando nuestros pálidos huesos
den fuerza y vigor a las margaritas, aún palpitarán desde la tumba.
Porque algo fluye, cuando creemos que ya nada se agita.
36
¡OH! TRAE EL VINO NEGRO
¡Oh! trae el vino negro,
que lleva su bosque, la tierra con muertos y vírgenes
cegadoras en un caudal desesperado hasta mi boca;
él mezcla la sangre y el semen del hombre para darle
un hijo de mirada turbia. Quiero los ojos de fuego y de mareas,
que no dejan entrar la muerte a mis palabras, pero me acercan
con alas de mojados papeles a la risa hueca de mis huesos,
compañeros únicos y fieles en los años navegantes
que bajaron del útero conmigo, a este mundo
de chinches y desgracias. Trae el vino negro
con tapón de seca calavera que me hace oír
en los cuartos vecinos pianos tocados por mi espectro,
mientras el tiempo transcurre despacio entre los dedos
y puedo jugar con él y con sus rudos templos bailarines.
Sólo así puedo mirar tranquilo el mundo de la noche,
mientras el seco rostro del amor me apaga lentamente
cigarrillos sobre el estómago y la garganta
que pronunció su nombre se hace una cisterna
donde chapotean ranas, triángulos, confusos centauros
en desorden. Trae el vino negro.
Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas.
Ellos despertarán con sus besos la gloria,
en nuestros entristecidos corazones.
37
DAME UNA MENTIRA ENORME
Dame una mentira enorme, que haga temblar los pulsos de la edad
con su pisada grave y significativa,
que espante de mí los pájaros negros y los gusanos
que cosecho sin proponérmelo en la dársena del miedo
y se las arregle para hacerme creer que el hombre puede salir de sí,
ser uno con la mujer y amarla sin destruirse.
Algo que dure un momento y venga de tus labios,
para que yo me esconda y los altivos y los necios no me vean.
Detrás de esos frágiles decorados vivirá feliz y pequeñito,
lejos del tedio y de los ojos que escrutan en la noche.
Sin miedo al silencio y a las fieras,
luego que la mentira fuese pronunciada,
como por un hechizo efímero correrían los talones del infortunio
y ni él, ni la miseria, pescarían ya nada en mis sentidos embotados.
La angustia del hombre ardería como bruja-fénix
y estos ojos y estas pobres manos que rezan sin llegar
al rabo de Dios en las alturas, arrojarían al suelo,
deshecho, el viejo corazón de la amargura,
contentos en su careta nueva.
Dame una mentira enorme,
que haga girar al revés el tiempo en los relojes
y arrúllame en ella,
hasta que en mis labios aparezca
la helada sonrisa del idiota.
38
TE BUSCO ENTRE LOS SIMBOLOS DE ESTA CRUEL ARMONIA
Aquí te amo.
En este barco que rueda entre soles y estrellas,
en la más grande y silenciosa de las noches,
Un hombre sólo atiende a tu silencio;
pendiente de tus ojos más bellos que las novas,
ve que en su negrura alguien descubre las ruedas y el fuego.
Aquí te amo,
aquí te amo,
por unirme a ti aligeraría el paso de los mundos a la nada.
Te busco entre los símbolos de esta cruel armonía:
Mi amor es un amor que como el resto de las cosas
al reducirse se agranda,
penetrando, emigrando como estamos todos, jóvenes y viejos,
a un nuevo mundo que envía en tus ojos dos obscuros milagros,
a un nuevo mundo que anticipa
en tus ojos sus oscuros milagros.
39
HOMBRE MASA
Estaba solo entre las cosas
como una estrella única en el cielo
y un muerto en el centro de la tierra.
A su alrededor los hombres traficaban
Collares de alambre y la vida elevaba su babel,
como una araña exacta y silenciosa. Años y años;
los hilos de las estaciones lo ataban a sus nudos
con la soga de la muerte mientras el silencio
le firmaba la boca. Porque huía entre gritos
de horribles alaridos, de la mano que golpea
la mesa hambrienta en el centro del alma.
Y en todas las cosas y en todos los hombres
el signo de la muerte que reluce en la sombra.
40
POR LOS CAMINOS QUE EMPRENDO PUEDO ESTAR DONDE ESTES
En el párpado que cierra todos los paisajes
en el párpado que baja el telón a todos los paisajes
que no sean mi alma
en la voz que nos habla cuando estamos solos
en las hojas de los árboles cuadernos de la intemperie
en los ojos de los muertos que miran para siempre
en las manos de los niños que juegan muy adentro
en el tiempo en la palabra que une al idiota y al sabio
en tu boca desnuda y en tu boca vestida por el primer sollozo
y el último gemido por la semilla que nace y equivoca el camino
por el mineral que sueña con ser cuchara de un hombre triste
por el triunfo del que todo lo perdió y ganó la vista de paisajes destruidos
por la neblina del pasado y la linterna del porvenir y por la espiga
que hará las sábanas de los amantes cuando todavía el sol la baña y no la luna
por el amor que enfurece la espera inútilmente y que sólo la vista y el tacto
consuelan por el sueño que llega sin usar escaleras.
41
ES EL TIEMPO PERTINAZ
Lo que nos hace ver los tuertos ojos que moran
En las cosas, anuncia el desamparo y al cerebro
su amor a la intemperie. Entonces, lanzado del adolescente
el hombre y su llaga corta, a quienes persiguen el dormitorio,
la mesa compartida y las avaras trompetas de la muerte,
sabemos: somos todos grises, por un blanco y negro que no existe.
No son del mundo el bien y el mal dueños y raíces,
hay un tercero, rey bastardo, hijo natural, hechizo de globos
o duende gentil que grita en las torres, malicioso confidente
de ojos color droga y yo, drogado de él, te lo confieso.
El bien parió y dio al mal y a su hijo y este último devoró a los dos primeros.
Mula del deseo entre la eternidad y el sueño, llena siempre el aire de muertos
invisibles, toma en nuestras copas y por las noches arranca las frazadas
donde dormimos un sueño, un sueño, hermano mío, que no nos pertenece.
42
TODO LO QUE DIRE DE TI
Boca de pájaro
en tus ojos de hierro hoy se oxida el dolor.
En la mañana que tiembla
y en el sol que la entibia
en el final de la noche con garras de muerto
en todos los lugares comunes a saber:
luna
lluvia
estrellas
está tu origen y el origen de tu nombre.
Eres el cuchillo que corta el pan de los pobres
y la mano que enciende el cigarro del triste.
Bienvenida gritan mis cosas mi pasado
juguetes lápices caricias bienvenida
mis años verdes y mis años grises
la alegría de los hombres que ahora puedo ver.
Mi amada con boca de diosa pagana
borracha en su manto que sonríe
mi amada con promesas de espanto
mi amada una y mil veces viva y definitiva.
43
MITOLOGIAS/LA BALADA DE LA MUJER PERDIDA
(1983)
44
LENGUA MUERTA
No es ella como ésta en que escribo.
No es fruta madura del concepto y lo abstracto.
sino la joven savia, detenida hace mucho,
de un mundo de imágenes: la cantora del sueño.
El sueño que hace mucho encerraba los pasos,
las obras y los labios. Tal vez
no hayamos despertado, sólo cambiado de sueño.
Pero ella ha quedado, detenida y secreta,
como una flor antigua en el libro, en la historia
y en el turbio recuerdo de palabras perdidas.
Hoy que evoco ese estado de las cosas del mundo
en que brilló en imágenes el bautismo de todo,
me da por preguntarle
qué expresaba mortal
y con cuáles sonidos traducía universo.
Pero nunca responden las criaturas del sueño
sino en su propia lengua
y ella toda es el sueño.
45
IDENTIDAD
Somos, sobre todo, el porvenir.
Pero no sucedió nada
sin que lanzara hacia él
eso nuevo que eras.
Extraña es tu f o r t u n a :
ser alguien que es alguien
mientras cambia.
Nombraré relativa a tu figura
y relativa a cada línea de su trazo.
Y voy a nombrar a tu sombrío corazón
porque es a la vez radiante:
vas a lo inverso por lo inverso
y a lo cercano vas por lo distante.
Tan sumido, tan rápido, tan secreto
un hombre, una mujer ven
sus sombras, sus saltos y sus pasos.
Hasta el dolor fue necesario;
tu alegría fue un orfebre,
un abstracto albañil infatigable:
hoy eres lo erecto y además
la piedra destruida.
Mira estas piedras de moler,
tantas puertas y entradas
recuerdan lo borroso,
susurran tu verdadero nombre.
Somos. Y además somos
lo que nunca depende de nosotros.
Tan sumido, tan rápido, tan secreto
un hombre, una mujer ven
sus sombras, sus saltos y sus pasos.
El secreto de estas aguas
46
fue siempre su inmortalidad.
Hacen las manos. Son las manos.
47
SOBRE TENOCHTITLÁN LOS ANTIGUOS DIOSES TOLTECAS DEL
VIENTO, LA LLUVIA Y LA MUERTE, ESPERAN LA LLEGADA DE HERNÁN
CORTES, ABOGADO DE CACERES
I
Mientras ellos flotan como vagas sombras sobre la cúspide del templo,
la pirámide, y se incendian los arrabales construidos por sus manos
cuando el mundo estrenaba el alba, en el llano ruedan las cabezas
y las lanzas perforan pechos como lluvia de raros minerales:
En la noche el lujo de la muerte es llegar
en una hiriente esmeralda al corazón del hombre.
La alegría de morir a filo de amatista.
En la amplia selva el jaguar acecha a los caídos
(otro jaguar, el tiempo, está pendiente de ellos)
y el hoatzín, el pájaro de la locura,
rueda y despliega sus alas por la tierra.
Los dioses esperan su muerte de inmortales:
Un mundo debe concluir, entero, para que ellos
expiren su exacta dignidad de las gargantas.
Todo es espejo del fuego, menos sus soberbias
pupilas. Los hombres han cerrado libros de sabiduría.
Pero sobre Tenochtitlán, la hecha para siempre,
todavía los dioses templan sus instrumentos,
cuentan sus homenajes, examinan los tributos
que un terror mayor que el que inspiraron ellos
en edades remotas ofrendó, de parte de los hombres,
en los altares olvidados hasta esa tarde extranjera.
Es la noche, la noche donde todo culmina
y ellos sobre Tenochtitlán, contando sus regalos.
Relucientes por el incendio de la tierra
Sus colgantes de ágata y de hueso,
sus estandartes de nervios, sus escudos de montañas
48
labradas por la ingenua hechicería.
Erizadas por el viento de la abierta nada sus plumas de papagayo.
Huesos humanos, pendientes de calaveras,
collares de orejas arrancadas al enemigo
por guerreros de la prehistoria:
Eran otros guerreros, otros eran los enemigos.
Hoy veinte arcabuces y caballos famélicos
y una canalla de cárcel bastan
con su esplendor de hierro y de metralla.
Tenochtitlán caerá: está su hora en el vuelo de las aves,
señalada en el hígado del niño recién sacrificado,
marcada hasta en el último doblez de hierba y en
los sueños. Los hombres del maíz desaparecerán,
esa es la sentencia. Los hombres del maíz, como sus dioses,
ya son sólo neblina, estupor, inútiles aplazos:
Hay en el polvo un juego de alucinaciones que horroriza.
En este momento nadie sabe si es hombre o dios
o signo dejado en una tapia. En tanto, lejos de allí,
sentado sobre un hombre, Hernán Cortés lee a Manrique.
Y no comprende. En Tenochtitlán algo ha quemado la nave
de los dioses. La retirada es inútil. Inútil la esperanza.
II
Esto sucede y se repite:
los dioses se trasladan a otros dioses,
Cortés cambia de nombre.
De las verdades cambiadas surge la Historia:
Sus muertes y sus retos son el dibujo
del paso de los hombres sobre las cicatrices del mundo.
Del destino de los tiempos es la mano inevitable
que traza en cada roca, corazón y mundo, su arduo palimpsesto.
El dibujo final que es a la vez el Cielo y el Infierno.
49
EL FORASTERO
En la vida de otros como un rostro nómade
entramos con violencia, con sigilo
o sabiéndonos campo de otros que nos cruzan.
Pero somos siempre el forastero.
Gestos y voces que saltan al camino
y en todas direcciones el bosque conmovido
por el susurro incesante de historias invisibles;
nos traspasan y se van: al ligero contacto
llamamos años, semanas, meses.
No podemos retener nada ni a nadie,
cada mirada es pavimento del rumbo.
Cuando todo se quede El dirá que ha llegado.
50
UN MONTONERO DEL CHACHO
El último hombre, tan legendario
como el primero; a pie por el olvido
transita hacia la nada, como todos.
Su pecho, un desgarrón y el arma
(tan sin memoria como él ahora)
son momentáneas victorias sobre el tiempo.
Va con el General y el general ha muerto;
el hombre sin caballo y sin hombre
se afana en la espesura de un país
que piensa en otro:
no ve en la cerrazón del monte
las ciudades y los trenes y los torvos
habitantes que ya están
flotando sobre el páramo.
Otra selva habrá que la que pisa.
No hay lugar para él, que nunca
fue de un lugar sino de todos.
En un sendero pierde la figura:
Distinta de la que agita el poncho
o esgrime larga lanza en los manuales;
va por el camino que contiene
a todos. Esa es la Historia.
Será una fecha, un dato.
Con suerte será un aniversario:
será menos que un nombre.
51
A UNA MOMIA INDÍGENA
Derecho de la muerte es transformar
en horrible lo que en vida fue bello;
en ti la noche da lo inverso
de un ingenuo rostro y una boca florida.
Eres el espanto de un rincón del museo
y sin embargo, viviente,
arrancaste a los hombres miradas prohibidas,
virgen consagrada a los dioses antiguos.
Eres el espanto y una mediana victoria
sobre el perpetuo sello de los siglos señalas.
Del otro lado del tiempo
te envió un puñal de piedra
a pedir por los mortales
ante los que son eternos;
tú eres lo intermedio, a mitad de camino
entre el polvo de unos y la nada divina.
Cuando estos que te miran
de regreso al origen
en los cuatro elementos se dispersen,
perdurará tu rictus
y tu mano deshecha extenderá
el mensaje a los dioses perdidos,
pidiendo clemencia para nuevos sinos.
52
UN FILOSOFO DEL SIGLO XVII
Uno se acostumbra a esta tierra.
A sus hombres, a sus mujeres
y a los cambiantes paisajes
que entran en cada noche:
porque esta tierra está siempre alerta,
esperando el permiso para entrar a las calles.
Cuando se la conoce, ya no hay nada más grato;
la conversación de los sirvientes,
los estúpidos asuntos que ocupaban los ojos
y el tropiezo continuo con los desemejantes,
la furia y el amor, el enojo sin causa,
todo se hace una niebla; es el país del destierro
donde está confinado alguien que se nos parece.
Y yo, cuando soy yo,
lo miro manejarse.
53
UN GENERAL DE ATAHUALPA
No me derrotó Pizarro ni la oscura
traición de los vencidos por mi raza
aproximó la suerte del combate:
otras razones hay para mi muerte.
Tampoco en el hilván de los que saben
interpretar los nudos de los quipos
apareció entreabierta mi garganta:
ni una aurora de sangre ni otro indicio.
Una fuerza mayor hay que el destino.
54
LOS MIEDOS
ah los terrores que nos visitan de noche
que no se ocultan del día
los que no inspira ninguna cosa grande
ningún desconocido continente pisado recién el borde
ni tampoco un leal enemigo
francamente buscado en una tapia
ni el asombroso eclipse que deja el mediodía en sombra
ni un terrible Señor de los Ejércitos
en desiertos abrasados por el sol de los pueblos aventureros
ah los miedos los pequeños miedos de pequeños hombres
no los miedos que eran a su modo honra de un animal
desnudo en la enorme extensión de cosas que no tenían nombre
no a estar solo y de pie
entre un inmenso campo y un inmenso cielo
no a la sombra adornada de ojos fosforescentes
a la muerte de noche
entre los dientes del animal más bello de la tierra
una muerte de hombre
no a la caída propiciada por el rayo
al torrente al alud al fuego de la tierra
ni al otro fuego prometido debajo de la tierra
ah los miedos que no origina
un dios terrible salido de la foresta
ni un pariente medieval con su cohorte de brujas y de fetos
no el sudor frío frente a frente espada contra espada
flecha contra winchester dardo contra lanza
ha cambiado la muerte de palabras
no es la certeza de una lluvia ardiente
ni el pronóstico que un insecto lleva entre raíces
al fin también una buena causa como la antigua peste
ah los miedos que tú conoces
y que son los míos exactamente ésos
55
no se ocultan debajo de la cama
no precisan el crujir de la madera el aullido de nada
pueblan nuestros sueños de rostros y de notas
ellos duermen y caminan con nosotros
beben se alimentan vuelven siempre.
56
EL URO
Detrás del tiempo un animal me mira:
él sabe lo que escribo porque antes de mí
ya ha sido un nombre. Es el uro.
Fantasea quien lo toma por el toro.
A veces es un pájaro, un río, el viento
y a veces es un algo que deja en las ramas
grandes manchas de sangre y un paso
que se aleja, macizo e invisible.
No lo vulnera el hacha ni la piedra
de una arcaica Europa que aún no sueña
con forjar metales y la Historia.
Es el uro. A veces es un hombre
que huye de sí mismo.
Un animal pensante que añora volver al bosque
del eterno presente, a las pasiones soberbias,
a la ira, la furia y la muerte violenta
del dominio y el celo.
Es el uro. En sus ojos rojizos
hay un algo execrable.
Nos aterra que vuelva y que vuelva
Dionisos con su corte de faunos
y el terror y la noche derrumbando ciudades,
sumiéndonos en el fuego de los dioses hambrientos
que reclaman la tierra, la luz, el aire.
Las imaginaciones.
Es el uro. En el linde de las ciudades
todo esto cabe entre sus cuernos.
Allí donde recuerda, una por una,
las traiciones del hombre.
No rumia venganzas, no planea
surgir en la cómplice noche a cobrarse
el desquite con sus dos puñales, si el terror
57
del retorno no bastara para matar a un hombre.
No se mata a los muertos. “Soy el uro.
Zeus usó mi forma para raptar a Europa.
He visto, inmutable, en el rodar de las estaciones
pasar a los fenicios, los partos y los griegos.
El tiempo es un solo día. Maté a un inmortal
en la aurora y en Sumeria y a mediodía
me describió Plinio el Viejo, entusiasmado.
Cartago duró una hora; Roma, quizá dos.
El niño Lutero me temía: ya era una leyenda.
Creyó extinguirme un cortesano del siglo diecisiete:
la tierra que lo cubre tienen a su estirpe,
su esposa y su palacio. Ése es el hombre:
polvo que tragan las colinas.
Soy el uro, lo real. Él es imaginario”.
58
A MARCEL SCHWOB
Ese espléndido encaje de terrores lujosos,
esa trágica risa que viste en los días
sobre hombres y cosas, no abandonó
el mundo contigo, Marcel Schwob.
Evocarte es una tarde en tus libros, mía,
y una noche de escritorio, tuya:
el tiempo, que es el mismo, confunde oscuridades.
Nadie descubre nada, tan sólo desentierra
secretos olvidados, verdades descartadas.
¿Ves? Esta es la mujer que amo:
no ha leído tu Monelle que es su hermana,
no conoce tus Vidas y como la de todos,
la suya es imaginaria.
Sus horas completan mis tardes, tus palabras.
Entre nosotros tres hemos pactado:
ninguno sabe qué, cómo ni cuándo.
59
LO QUE DECIA EL POETA
Soy tu enemigo que no tendrá piedad.
Guerra te llamaré y tomaré
contigo las libertades de la guerra.
Y en mis manos tu rostro oscuro y atravesado,
en mi corazón el país que
ilumina la tormenta.
Ives Bonnefoy
Tempranamente nos lanzaba la noche
sus grandes ojos de diosa
había en esas calles otra luz
que no conoce el día
y nada ni nadie sabía de la muerte
venías detrás de tí larga y enigmática
presencia donde me reconozco
otros canten la gloria de lo evidente
y harán lo justo
yo viviré siempre
en esta piel estas manos,
y este cuerpo
bañado por otra luz otra presencia.
Otra guerra hay que la del pan
otra embriaguez que la del vino
otra tierra hay en esta tierra:
Eterna es nuestra primavera.
60
YO NO ESPERO MAS PASOS QUE LOS TUYOS POR MI ALMA
Yo no espero más pasos que los tuyos por mi alma,
algo tuyo ha abierto paisajes sumergidos bajo el agua del rostro
y no ansía ese horizonte otra silueta en su noche, otra sombra antes del alba.
¿Ves? largas catedrales que suben a los cielos con tu bandera en sus astas
y una sangre que viene de la infancia remota presintiendo tu historia.
Yo no quiero más pasos que los tuyos por mi alma,
extraña forastera de la negra mirada, eres como la tierra:
todo sale y retorna de tu boca a tu boca. Eres como la mañana
que no tiene ningún fin, una imprecisa fragancia, una presencia muda
entre plantas y flores, no limita el tiempo tu sombrío fulgor.
Yo no espero más pasos que los tuyos por mi alma,
hay caminos que esconden el secreto de verte,
ellos que te conocen mucho más qué mis manos
penetran por mis años hasta hombres que fui, pueblos que tuve.
Donde estarías sola.
61
RETRATO
I
En las cejas, inmóvil, va volando un pájaro
sobre la oscura onda de los ojos, pardos.
Españoles y atentos al gran fluir del mundo,
perturban por lo inquieto de su otro mundo, el alma.
Desde la partida frente ondula todo el óvalo
la pesada, castaña cabellera
y la nada rueda tras de la carne firme;
mujer, eres la nada, que origina las cosas.
Bárbara criatura de la aurora, te estoy cantando.
Todos los días, entre miles de gestos, uno:
la boca que despliega su brillante amenaza,
esa arma antigua que recuerda
la vieja enemistad del macho y de la hembra.
Ante este rostro, vana, siempre
la noche se queda en la ventana.
II
Yo he visto en ti el centro del gran corazón
humano. Oh tú eres el centro del gran corazón humano,
el que ha sufrido y creado siglo tras siglo
la terrestre maravilla. Eres la Venus de la aurora
que en el marfil antiguo de las terribles bestias
labraron los hombres olvidados,
la vigorosa madre de la canción del mundo.
Tú, la primordial ni sobrenatural ni diosa,
tan sólo y toda la concreta mujer que caminó
por Behring para poblar la Tierra.
Hermosa, viven en ti
los muertos ojos de las primeras hembras,
en ti me miran otros morenos rasgos pulidos por los siglos.
62
Eres la que empuñó el arado y la que escondió
a sus hijos de la guerra. Eres las otras.
Tú en la oscura caverna engendraste
cuerpo tras cuerpo las réplicas del tuyo,
mi boca sólo canta y te devuelve como un eco
los ecos de innumerables gemidos que en las cóncavas tinieblas
arrojaste a los días y las noches del tiempo.
Viviente maravilla, de ti no hay partida, no hay llegada,
tú también, humanamente, el Alfa y el Omega.
63
AHORA TE CONOCE EL HOMBRE...
Ahora te conoce el hombre que imprime estas páginas
y el que en la noche silenciosa corrige las pruebas de los versos,
saben ellos de ti, de tu voz clara y de tu oscura pupila
donde se oculta el sol cuando anochece;
alguna vez han amado a otra como tú
pues para todo hombre la vida reserva a tus hermanas,
ésas que son iguales a tu alma.
Oh bella estos versos que nacen en la sangre
yo los veo cruzar por tintas y engranajes,
ir a buscarte a través de máquinas y moldes,
correr hasta tu sombra atravesando las sombras
donde la fotografía alumbra su milagro,
ellos van tras de ti de mano en mano,
los dibuja la fatiga de graves operarios
y el tipógrafo da forma a sus mapas silenciosos,
con su larga habilidad instala la proclamada urdimbre
de tu pelo, la lluvia de tus ojos hecha de letras
y el contorno de tus sueños, joven sol, nueva estrella,
lo conoce ese obrero antes que nadie.
Y sé que evoca, allí, entre la fatiga,
con un mudo cigarrillo y tensa boca,
un sueño que hasta ayer había olvidado.
Son tus perdidas hermanas,
las que no conocerás nunca
ni sabrán de ti por ese hombre,
que despiertan y retornan a su insomnio.
64
UN NOMBRE
Un nombre,
un nombre de mujer
para contener la estirpe de los astros,
un nombre
que suena al fluir del tiempo
en el único idioma de las cosas,
un nombre
que es como una palabra de otra dimensión
pronunciada en ésta; una palabra
que sueña a una mujer.
Un nombre
que en la antigua Al-Andalus,
la otra, la de la media luna
y el canto del sufí,
imaginó el árabe para mayor honor
de un Alá inevitable;
un nombre
que los duros godos robaron
de la Alhambra con la Alhambra,
un nombre que recorrió Europa
cuando aún no era Europa
y anduvo en las bocas de los anónimos,
esos que hubo y no tuvieron nombre,
un nombre
que antes fue amado por los muertos.
Un nombre
que cruzó con otros los mares y los tiempos
hasta la América de los galeones
y el oro inútil de los adelantados,
la América de un extraño animal
al que llaman león y no lo es,
la América de las banderas nuevas
65
y los nombres viejos;
un nombre
que las generaciones guardaban para tu nombre,
de boca en boca, sin ser en su todo pronunciado
hasta que llegó tu sombra,
oh la innombrable,
hasta que llegó tu sombra
a la luz que baña el tiempo.
Un nombre,
un nombre de mujer
para contener tantas otras cosas,
según lo imagine de noche,
según lo sueñe de día:
a veces es un rincón
de una vieja casa que yo sé que existe,
donde hay un gato con ojos de mujer
y una angustia boba cruzando la inmortalidad de los salones;
otras veces un nombre donde alguien descubre,
por vez primera, quién es el que responde en el espejo.
Un nombre
donde un raro pájaro
vuela hacia la hoguera y crea
una leyenda de cenizas que renacen,
un nombre de mujer
oh innombrable,
fatal como la última y la primera de las horas.
Un nombre que agota toda réplica,
un nombre,
un nombre de mujer que es más que esto
y tener de todo esto sólo el nombre.
66
EL AMOR LOCO
Hay un amor. Puedo verlo en las sombras
o ver el otro sol, el que me prometió mi padre
cuando era joven y sonreía entre los vivos,
el que deseó mi madre la primera vez que vio mis ojos tristes,
una lejana tarde, cuando tú ya existías sobre el mundo.
Hay un amor. Ya despliega sus maravillas y sus cárceles,
vuelve gris a todo otro, cualquiera que se acerca
vale en tanto trae un rasgo, un gesto tuyo,
regalos ignorados. Viene con sus noches y sus lobos,
hay un amor y trae su encendida maravilla, hay un amor;
la tierna amistad de los cercanos a mi corazón me rodea
y ya no sirve, la voz intemporal de Hesíodo,
que probablemente sí vio a las musas, canta y yano sirve,
mi amado Dylan Thomas, que observó perplejo cada cosa viva,
grita la gloria de lo creado y ya no sirve,
el placer de ver un nuevo crepúsculo caer me llama
y ya no sirve.
Los objetos, las ocupaciones, las palabras,
las llaves que sugieren una puerta, los extraños
y sus asuntos siempre extraordinarios,
la vaga curiosidad, las calles de una ciudad
que llaman Buenos Aires y que conozco tanto,
todo me invita y ya no sirve. ¿De qué sirvió
querer ser un santo a los seis años,
leer viejas leyendas de épocas más gratas,
saber de la suerte de Ulises y la desdicha de Eneas,
conocer las altas metafísicas con que los hindúes
querían abolir el deseo y el tiempo, esos anchos ríos
donde fluimos ambos, investigar las vastas filosofías
que hoy no pueden responderme, ser admirado
y odiado, despreciado o aplaudido por tantos desconocidos,
ver en un jardín y una tarde un secreto milagro?
67
Hay un amor, ya me indica sus oscuros mandatos,
ya me muestra su puñal y su espejo,
la ausencia y la presencia, esos dos simulacros.
La ansiedad sabe matar a un hombre: ni ciencias
ni artes mágicas pueden con su larga sentencia;
sólo la voz, la mirada, la esperanza sutil, el tacto último,
ese absoluto. Hay un amor: no valió nada saber
de los horóscopos ni de la ciencia exacta de las cartas,
quizá no menos ingenuas mitologías que aquello
en lo que crees: cada época se explica como puede.
Hay un amor, es tiempo de verte crecer e imaginar tu infancia,
ese privilegio que me fue vedado.
68
MAS BELLA QUE MI PROPIA SED, MAS PURA
Como un animal nocturno
mi sombra penetrará en tu sombra
desnuda serás más bella
que el tibio fantasma que queda entre tus ropas
yo iba solo entre bosques
me perseguía el honor de ser un solitario
y todo el amor del mundo
hablaba entre tus brazos
allí te vi
la enorme Buenos Aires
era inútil para ocultar siquiera
el brillo de tu ausencia
desnuda serás más bella
que mi propia sed más pura
aun que las caricias del viento
que derrumbará a la vez tu casa y tu tristeza
yo iba solo de la vida a la muerte
ahora voy del sueño al despertar
desnuda serás más bella: serás mi mediodía.
69
INFANCIA DE LA MARAVILLOSA
Y allí estabas, viva,
venías de los candentes países que no recuerda nadie
sino en el último minuto, al inicio del tiempo estabas
entre la sangre y la luz como una llorosa perla entre raíces,
allí estabas luego de la larga agonía entre dos respiraciones,
luego del largo túnel y el sueño donde eras una sola Humanidad,
¿recuerdas? un minuto antes eran las calles de Ur,
la turbia prehistoria, el ciclo de la savia a la sangre,
la desnuda inocencia de un mezclado universo donde todo convivía;
¿recuerdas? oh sí dime que lo recuerdas largo y centellante amor mío,
dime que te acuerdas de tu rostro en un lago que se secó hace siglos,
que memoras la sangrienta imagen del interior del útero
donde toda la historia pasaba veloz por las paredes
y dime que te acuerdas de alguien que te amó
y que no era yo y que era un fenicio, un tirio,
un hombre de lejanas edades y de tu vestido
desgarrado en la cámara del rey.
Yo hablaré del tiempo en que te he reconocido,
como reconociste al fuego, ese movedizo compañero
que te entibió las manos, que te quemó los dedos.
Tenías dos años, ¿recuerdas? Dime que recuerdas,
un pesado secreto puede hacerse pedazos tan sólo por ese olvido,
dime que te acuerdas de hombres y mujeres gigantes
y de paredes enormes y así sabré que es cierto:
antes, en ese tiempo, danzaba el tiempo
y tú corrías como corrimos todos detrás de duendes y de hadas
que se tragó un lento movimiento hacia nosotros,
hacia estas manos y rostros que insultan el espejo.
¿Tienes presentes a tus muñecas? ¿Te acuerdas de la negra
que odiabas y de la deshilachada rubia que veías,
porque tú la veías, no es cierto, llorar sobre tu falda?
Y los pequeños animales, los míticos y los otros,
70
formaban el cortejo de una niña sola.
Te acuerdas del miedo, ese viejo emisario,
te acuerdas de la sombras en un rincón del cuarto,
de la horrible lámpara que te hacía llorar.
Allí del miedo nació tu risa, ésa que yo solo puedo ver,
ese gesto infinito que borra la muerte de las edades,
esa revancha del hombre sobre el polvo que será.
Y allí seguías viva sobre un billón de muertos,
sobre todos los muertos y nada detenía el pujar de los huesos,
el avance del cuerpo entre los cuerpos, la lanzada
mente hacia la luz corría, entre precipicios y sombras
y entre sangres y olvidos de lo que eras ayer, venías,
sí, tú venías atravesando tu espacio, tu forma, tu materia,
eras un universo en viaje a través del universo.
Pero de dónde vino ese rostro a preocuparme de sí,
de dónde ese olor que se ignora a sí mismo, desde
qué entonces sutil ya te conocía.
¿Te acuerdas de un aula donde ya eras callada y peregrina
entre papeles y canastos y mapas?
Hoy la mitad de esos niños son fantasmas
que erran por el mundo,
ellos no te recuerdan y sin embargo envidio
su inútil privilegio:
el haber visto en flor tus ocho años
cuando el inocente trazo del mundo era feliz.
¿Recuerdas? ¿Recuerdas la jirafa de un domingo lluvioso
de la mano de tu padre? Bien, yo envidio
a ese alto animal que se sonríe siempre,
porque te vio una tarde, hace ya mucho.
El amor es dadivoso: nos da lo irreparable
y no se vuelve a ese ya nunca donde vivimos tanto,
aunque por qué no gozar la fruta de la memoria.
Todo se puede suponer y yo supongo que esa manchada,
elevada arquitectura, desde su tiempo sin límites
71
es la misma que vio lo que ya jamás podrás mostrarme:
esa alma primera que todavía, entonces,
hablaba con todos los animales y el centro de las cosas.
¿Pero de dónde vino este rostro a llamarme
desde un tiempo ido que ni él recuerda
aunque nunca lo olvida?
¿Pero de dónde, dónde?
Los objetos, las llaves, los cuadernos, las aves, los insectos,
las nubes de los cielos que hubo, los paisajes
donde hoy se han derrumbado casas y se han sacado muertos,
las noches y los días por los que has caminado sola,
vuelven en cada medianoche, en cada mediodía,
vamos a llorar sobre esas imágenes,
vemos a gritar sobre esas imágenes y sobre el mismo llanto
que no reconocemos: un hombre, una mujer
que se han perdido son una victoria más
de un cerrado círculo, la sombra sobre la luz
traza su cono arduo, hemos perdido ambos
esta guerra infinita. Hemos perdido ambos lo más preciado:
a un desconocido.
Yo imaginé tu infancia.
Yo fui valiente.
72
BEHERING Y OTROS POEMAS
(1985)
73
BEHERING
En cada uno de ellos era muchos un hombre.
Eran más todavía. Traían la industria de las armas
y el reno rojo, como un bosque ondulante
y detrás el lobo que, en una mañana ya añejo,
sería el perro de la hoguera y de las sobras,
el sirviente blanco.
Eran muchos, no un hombre.
Vagos sus nombres
se referían al viento y a los tótems,
a un hecho que pasó en un nacimiento,
el deshielo que ahogó
o el meteoro fugaz que ardió en la tundra
o la muchacha audaz que en mar abierto,
salvó a su hijo de la cólera brutal de la ballena.
Sus dioses eran el salmón
que cada año retorna como el año
y que va al mar y el oso pardo,
una montaña que muge
y que el filo de lanza abate,
y el pesado bisonte y el tigre rayado,
que se quedó en Siberia
y que la manta del navajo evoca:
extranjeros, ellos serían América,
la múltiple figura que no supo Balboa y que Pizarro
abandonó a la imaginación de un franciscano.
De hueso, no de madera y de noche
serían sus dioses ni de la piedra
que labran los pueblos de una tierra supuesta,
entre la niebla de sus transmigraciones.
Eran crueles y antiguos como el Asia;
fundarían imperios en la aurora y en México,
reinos en Bolivia, fortalezas
74
donde un signo inequívoco mostrara
la voluntad de estos dioses:
un águila en el aire arrebatando la serpiente,
un árbol singular, como un recuerdo
de las llanuras heladas y el Mar Blanco,
que ya sólo evocaban los viejos moribundos
y el Sueño, que es eterno.
Alzarían Tenochtitlán, el Cuzco
y el enigma silencioso, Tiahuanaco,
en la isla de Pascua graves rostros
que contemplan todavía su gran marcha;
otros, sin embargo, volverían
al corazón de las selvas y al olvido,
como los muertos al pasado,
al país de la cuna y de las tumbas.
Mañana, todavía, aún faltaba,
nuevos extranjeros alzarían
ferrocarriles, calles, edificios,
calendarios regidos por el sol y no la luna,
venidos de otros Beherings y otras fechas,
en nuestras claras ciudades, oh ingenuas tierras,
seremos siempre dobles:
uno solo y muchos, hombres de ninguna parte.
75
LA INGENUA
Ella creía que la reflejaban los espejos
que era esos dedos que hurgaban en el rostro
las lentas mutaciones
que era su pulóver sus zapatos
lo que recordaba y lo olvidado
que era una guirnalda detrás suyo
que era su cabeza
que era sus amigas sus trabajos
un hombre en una esquina. Una mañana.
Las casas que habitó sus cuatro barrios
que era las que era tras el portón borroso de los sueños
que alcanzaba para ella el gentilicio
y la historia de un país incierto
el hambre la sed
o lo que amaba
76
JOHN KEATS
Caen sobre él los actos inútiles del día.
John Keats recuerda y es también de otros el recuerdo:
humillaciones, rostros y palabras
hacen de un pozo la noche repetida.
“Fanny Brawne me has alejado,
tú me has acercado a Keats y era lo mismo”.
Suena tan distante el Mar del Norte
para ser cada segundo todos los mares,
pero si lo que fue y será mañana brilla
en su oscura hora presente, ese hombre pequeño,
inclinado sobre el verso, lo adivina.
Presiente que será uno y va a ser todos
cuando es tan caro el precio de eso múltiple:
ya no lo amparará el primer fervor por las palabras,
no aliviará sus horas la furia, perdida, de estar vivo
ni lo protegerá la noche pedida de ningún olvido;
nada lo salvará de tanto
que es, en su medida, tan un poco.
John Keats será John Keats, será nosotros.
77
LA ELEGIDA
De cada mujer todos los rasgos
se pintan en su rostro:
es la que figura en las guías,
la que saludan en los aniversarios,
la que habita con otras fichas, documentos,
cartas que su nombre orienta, recuerdos
en las memorias donde se irá extraviando
y la singular secreta que ha inspirado versos,
sueños que para sí misma tuvo,
otros abecedarios que hoy le pertenecen.
Tú que has sido los rituales
que altivos nos unen a los otros:
la que tuvo trabajos y empeños y vacilaciones,
la que nadie por las calles reconoce,
la que esperó en salas borrosas
momentos pasados que eran entonces el futuro,
ten piedad de los verbos que no pueden
contener lo que has sido, lo que eres, lo viviente.
Tú que diversa y una,
también eres las otras,
ésa que duerme esta noche
bajo la misma luna.
78
JUBILO Y CAIDA
Armonía primera allí te vi, no era necesario
mirar las partes de tu reino entero pero allí te vi
y no quise detenerme en tu orilla, tu orilla
que está en las simples cosas llenas de tu ondulante sombra.
Qué delicadamente, luz en la luz, centro del día,
te corporizas o elijes una sencilla forma cuando nos prestas tus ojos
y cómo un eterno amor nos lleva de la mano
a tus criaturas, allí donde eres sí,
en lo animado, la infinita danza,
la queja misma de cuanto existe.
Alta serenidad todo es tu vaso y cada uno
declara tuyo un color nuevo. Es abril
de un año que para ti no cuenta y sin embargo
un dulce calor te trajo aquí a mi lado. Era yo apenas
una certeza esta mañana y la espuma del sueño
y los lados del día se apagaban en mí.
Bastó pedir, correr a tu contagio,
para que un soplo sobre las cenizas que empolvaban las cosas
encendiera de nuevo el mundo de carbunclos,
las amatistas del aire... ¿las múltiples facetas
de tus brillantes vidrieras, de dónde vienen,
de qué sima profunda o de qué cima pública y expuesta,
de qué otro tiempo apenas visitado,
apenas entrevisto en el fuego del fuego?
Peor ayuno no hay, que el que hay de ti.
79
DE LAS TANTAS COSAS QUE NO PUEDE
De las tantas cosas que no puede
mostrar ciertamente la palabra,
la primera imposible es el olor
tan propio y exacto de las cosas.
La poesía también es como el aroma.
Así quedan sin nombre
el olor definitivo de la lluvia
y el efímero matiz que se respira
al asomarse a las sombras de un aljibe;
el olor del primer mar, a los seis años,
la fragancia, que nos asustaba, de los cielos nublados,
y el olor a comida de una casa
que nos fue querida.
La memoria tal vez sea
sólo visión de olores olvidados,
como este papel a donde llamo
a la presencia ardiente de unas hojas quemadas
y a la clave del enigma de la rosa;
al olor de las sangres
que no vi derramarse,
al olor del incienso y al del alcanfor,
un olor que resplandece;
al de las jóvenes mujeres en los baños públicos,
al de las monedas, que abandonan la mano
y que retornan, al de la tierra de Pinzón
una mañana de octubre, al de los gatos,
al olor milagroso de las cosas vulgares,
de las que apenas se comprende
que emanan la noche poderosa,
al de un río que corre lejos
80
y al que sin razón evoco,
al de la palabra marisma, al de retablo,
a los de esta mañana
que partieron a un país sin dónde,
al de una muchacha que se fue,
el 2 de noviembre de 1982,
para que mis palabras
pidieran el perfume de unos versos
y me quedaran la fecha y la balada,
el de las ballenas que tiñen
la espuma de aceite y de tamaño,
el de un hombre que hablaba del origen del día,
al de las tantas cosas
a las que no pude acercarme y que me esperan.
Son otro mundo más sobre este mundo,
veo el bosque y entre el bosque
la selva del aroma.
Yo me voy de los hombres y las cosas
como un salvaje que marcha a las ciudades
y dice adiós a su mundo de olores;
también a mí ellos vuelven
bellos y pesados como un remordimiento.
Serán desde estos versos mi memoria,
seguirán sobre el mundo
cuando me haya muerto.
81
LAO-TSE PREPARA UNA SENTENCIA
Nada de lo que diga
puede desviar la calda de una hoja.
Una sola palabra
no frenara la otra.
Es inútil que a éstos
que me escuchan dedique
una verdad: la harán pedazos.
De sus pedazos nacerá Lao-Tsé.
82
LA CAMBIANTE
El hombre que ama quiere ser la mujer que ama.
Le dice conmigo al reino y sabe dónde
aunque haya perdido uno a uno los poderes de los niños
la extraña le ha recordado la tierra del espejo
la intrusa lo ha maldicho
sólo tú la ves esta es mi forma para ti
acéptala ya nadie podrá matarte sino yo
y las grandes visitas que él ni recordaba
retornaron a sus días como antiguos ministros
que en un tiempo reinaron
qué violento apareció lo que antes era suyo
por qué de está manera Peter Pan
ahora lo asusta la belleza en sus signos
invulnerable y solo en el bosque del mundo.
Conmigo al reino su esperanza dice
repite todavía conmigo
pero ella ha cambiado otra vez su forma
y es lo que no será mañana:
una piedra entre nervios
un empujón brutal de la memoria
algo que rueda lejos en algún camino
sólo necesita estar lo que no se queda para siempre.
83
ALFONSINHO DA CUNHA
No conocí tierra firme.
Por nacer, nací a bordo
entre embalajes de especias
y el raro perfume de la canela extranjera
fue mi país, mi canción
el chirriante sonido del viento
en viejas arboladuras
tendidas a la aventura.
Una pierna corta y otra larga
sólo dan acceso a las cocinas de la Historia.
Y de día el mar y por la noche el mar:
nunca bajé a tierra firme.
Los héroes a los que acompañaba
a través de las auroras
desembarcaban en la sangre y en el vino,
en la lujuria, en la selva y en los puertos
que bautizaban los negros capellanes:
de mañana, la cruz en alto, a cañonazos,
como se bautizan los mundos.
Desde muchos puentes, vi a cinco razas
asombrarse nuevamente de nosotros,
vi la gloria de los grandes
salir y ocultarse, como una estrella más
de huidizas Nortes que se agregaron
al mar desde que conoció a los hombres.
No maté a uno solo,
no di mi nombre a ninguna tierra extraña,
no fundé ciudades ni tomé fortalezas,
pero arrimé tinta y papel, buen vino verde,
velas de esperma y un plato de carne
para que Luis de Camoens escribiera
mi nombre en una página.
84
No conocí tierra firme
pero tuve, entre carcajadas, su promesa
de vivir para siempre en Os Lusíadas.
Los hombres como yo recorrimos el mar.
Los demás sólo fueron y vinieron de tierras firmes.
Una promesa milenaria fue nuestro vellocino.
85
LA PERDIDA
Nueve veces te vi. Nueve te he perdido.
Como en los círculos de Dante
fueron los crímenes la pena
en cada uno soy el pródigo
y el ladrón y también el avaro que recuenta
esos minutos que pudieron ser de otro
y el castigo un rostro que vuelve
una palabra dicha un gesto hecho
nueve veces tus regalos que fueron y devuelven
un amor que pesa como la eternidad.
86
DONDE QUEDA LA MEMORIA
Donde queda la memoria,
ese alegre mediodía encinto o lúgubre gobierno,
danza la primera mañana del mundo todavía,
hay pisadas de ruedas toscas
en un llano que ocupan ahora las montañas,
un milagro que asombra y abriga y calma.
Una libélula que teje amorosamente el aire
reconstruye la invisible historia;
como en tus ojos, las iniciales alas
relumbran en el aire de un antaño primero,
con experimentos de peces y ensayos de serpientes,
con proyectados tigres que bramarían luego, reales,
en la noche. Y ni un ojo,
ni un ojo, ni los tuyos,
para ver en los verdes pantanos
el vuelo de los reptiles
con su membranosa esperanza
y sus escamas verdes,
ni a los primeros inquilinos
del hospicio marino en lo profundo.
Nada: ni el asomo de la huella de una mano
en las húmedas rocas de la orilla
ni la planta de un pie en el cieno
donde crecían arbustos musicales.
Barro y cielo y agua
y la natural sencilla respiración de las cosas:
la novedad de las cortezas arrancadas por el viento
ocupaba, por sí sola, entera tarde.
Entre los álamos pasaba desnudo
el frío que era joven sobre el mundo,
sin saber que era como éste, pausado, de noviembre.
El infinito espacio de los valles
87
donde la luna entera podía suicidarse,
garzas y nubes que subían de la ciénaga
y el grito último de un pesado animal
que moría en lo alto y denso de la selva, noche del mediodía,
y renacía sin saberlo entre los matorrales bajos.
Los gruesos lagartos como edificios vivos en una pesadilla,
oh cotidiano milagro de esas macizas formas
que elevaban sus ojos niños a la bóveda
buscando la explicación del sueño,
oh la temprana marcha de los mil rastros bajo las piedras,
apenas el ocaso resucitaba a la escolopendra de boca mortal
y los mosquitos daban su viviente alfabeto
a las orquídeas blancas,
ah la caricia de la carpa cazando bajo la superficie
y la acechanza del pez-tigre entre los mangles;
bellas y tenebrosas bajo el agua hirviente del mediodía
las algas ocultaban una ya podrido becerro muerto al alba.
Y la hormiga de fuerza prodigiosa inclinaba
los bejucos para su nido colgante
y se enfrentaban furiosas
dos encendidas creaciones bajo una piedra chata.
Y la noche, la noche de donde surgieron todos
corría sus naves y constelaciones
para el paso de los bellos asesinos de la garra,
errantes e invisibles por la meseta baja.
Lo que seriamos vagaba sin lugar todavía
como un vapor inteligente sobre el mundo.
Y un salto, un grito de labios teñidos por la hierba,
una sentencia manchada que besaba un cuello para siempre
desplegaba de nuevo la mañana.
88
CONVERSACIONES
La historia de las constelaciones
grabada en el brillo de una hoja:
quisiera leer la hoja
y recordar aquella forma
de donde nos desprendimos
los seres y las cosas.
Y antes de que nos devore la Gran Noche
oír su nombre,
por empañar la orgullosa oscuridad
con el ardiente sonido de la luz, al quebrantarse.
89
ENTONCES, EL CANTO...
Cruza tu voz los círculos del sueño,
como si un dios antiguo te cerrara la boca,
¿detrás de qué otros cantos
sin estela en qué aguas?
Es de día en tu sueño bajo un sol diferente,
sonámbula a la vez en la orilla y el centro.
Oh no despierten a la elegida
en las profundas gargantas de las cosas,
que nadie, cruzando la habitación,
salte dentro del sueño
por caer en sus huellas sobre cuáles caminos;
nadie, ni los sonidos ni mi mano,
que existen en donde existe el tiempo,
agreguen sus llaves al enigma;
no cantas, eres tú la cantada.
En la mañana ardiente de los ojos cerrados,
escucha los susurros, las vetas minerales,
acaricia las sombras, reclama otra estatura,
la trae hasta los hombres.
90
POEMA DEL NUMERO CERO
Cuando la muerte señala la fibra luminosa que somos,
cómo tiembla su luz, cómo parpadea con el viento repentino,
cómo se aterra al pensar en la oscuridad, el silencio,
el dedo que elige antes, mientras las luces corren ardiendo
hacia el casi supremo resplandor, que es el número 1, antes del cero.
91
EL PESCADOR DE PERLAS
Esta tarde y parte de la noche
volví a sumergirme en el espeso mar
donde flotamos los seres y las cosas.
Bajé por perlas que mostrar a los hombres
que temen siquiera el riesgo de la orilla.
Esta tarde y parte de la noche
estuve en ese silencio, en esas profundidades
donde el más infinito placer sería disolverse
y supe que en todos los caminos
hay monstruos para quien los teme.
Llegué nadando adonde no se ama ni se odia,
sencillamente se flota sobre un eterno presente
y todo lo que miras es tu contemporáneo:
nada más traen las olas del atrás y el adelante.
Tomé allí esta perla y ahora te la ofrezco.
Pero cuando quise volver,
no vi a ningún hombre en la orilla.
No vi orilla. Todo es el mar.
Esos que temen la orilla
no saben que caminan en el mar.
92
NOSOTROS, ELLOS Y AQUELLO
Los poetas estamos escondidos detrás de nuestras sienes,
en la gran selva distante, de madrugada o de noche,
seguimos y perseguimos al mismo animal que huye,
la loca sabiduría que se sumerge en el aire.
Nuestras palabras-redes retienen fragmentos
de la luminosa silueta, algunos pelos,
cuernos del violento animal
que sabe caminar entre palabras sin quedarse.
A veces nuestras trampas detienen en el fondo
a esas pálidas formas que atraviesan la muerte
para poder cazarnos: somos el perseguidor
que persigue mientras le siguen los pasos.
Nos alcanzan y nos vamos sobre sus ásperos lomos
a donde no hay palabras, vendados los ojos, sujetas las manos.
Sólo nuestras sombras quedan,
al acecho, precisas,
y el animal retorna a abrevar en ellas,
ya sin temor,
libre del cazador y de sus flechas.
Los hombres lo ven brillar allá a lo lejos,
durante muchos años, como un camino perdido,
más fuerte aun:
como una estrella que se tragó otra sombra.
93
GANNOVAN
Hemos cantado con valor,
¿Cómo los dioses no entregarán
a nuestra furia la vida de esos hombres?
Con coraje y sin pegar los ojos
durante nueve noches seguimos sus pisadas invisibles.
Durante nueve días hemos animado sus esperanzas
y hecho que, cada mínimo acto,
cobre la soberana importancia de estar vivo.
La que ha tenido siempre.
¿No son de estas espadas las vidas
que, por vez primera,
ante la proximidad del túmulo y el olvido,
han visto entre lagañas de insomnio
lo que en la seguridad de las ciudades,
junto al hogar y los hijos,
cambiaban por la perspectiva de una cena,
por el dormir a cubierto?
El campo está abierto, toda huida es inútil y se ve desde lejos.
Ah, como estimarán ahora la dicha de la siesta,
y a la esmirriada, la insulsa
que besaba con los ojos abiertos
en lo que fue, durante quince años,
una costumbre idiota de la noche.
Todo lo hacemos grande sin que nos importe mucho:
cada brizna de hierba,
cada canto del gallo,
cada soplo del viento.
Al cabo, cuando quede ese bosque
repleto de cadáveres y vuele la corneja
en busca de otras marchas sin prisa y de otras
sigilosas corridas a través de las selvas,
espiando al enemigo, preparándose al salto
94
y al grito sin respuesta, volveremos también
sobre nuestros pasos a las viejas cucharas,
a los muros seguros y a los niños pequeños;
al lento transcurrir del tiempo
de donde habremos sacado a nuevos enemigos.
Nuestras mujeres verán volver a sus maridos;
otras, muy lejos, no sabrán
que en una encrucijada de los bosques
hemos tallado dioses de sueño
en la carne de sus hombres
Hemos hecho el bien de oreja a oreja
y del vientre a la garganta;
el nuestro fue otro modo,
alguno, el horrible, de la eterna verdad.
95
ANALOGAS, LAS COSAS
Las cosas y sus nombres me rodean, como siempre
pero por un regalo de la luz, como esas sombras
que surgen sin un cuerpo y luego se amilanan
o como un transeúnte vago, familiar, de antaño,
brilló para mí —¿o es acaso un sueño más,
una ficción bellísima?— la red inmóvil
que las habita y canta.
No se derrumba jamás esta gracia de lo inerte,
atando y desatando, de continuo, la piedra con la nube
y con las simples toscas cosas que el hombre
trajo al mundo: ¿unas llaves forjadas hace siglos
comparten el alma con las mías, no son símbolos
sino objetos repletos de lo mismo?
No la urna de Keats, sino una moneda o un papel, que no hablan,
apenas pueden balbucear, apenas, para que nadie oiga
sus secretos movimientos; una boca se cierra
al darlos vuelta, una boca se abre por su lado oculto.
Acaso los planetas, imbuidos de una vida enorme,
una vida que vive en otro tiempo, inmenso,
otra ficción parecida nos otorgan.
96
LA RUTINA DE DIOS
Todo es un círculo:
cruzamos por su anchura el día de la muerte.
Y el círculo es las veces que volvemos
para decir las mismas palabras, casi al mismo.
A través de las épocas, todos tus fantasmas
fueron lectores de poemas: la leve diferencia
en el arreglo de unas flores y el atuendo,
marca los siglos, la distancia.
Y el cambio de la ropa y el idioma de antaño se agitan
un segundo y en un solo segundo
sentimos la carrera del círculo ciñéndonos la frente.
Cuando te hablo, te he hablado, dejemos el dilema;
donde los mundos se tocan hablaremos de otras cosas
y esperaremos ese día sólo para no presentir,
sólo para no saber las respuestas
de las monótonas preguntas, las mismas viejas preguntas
que nos atan a paisajes que no cambian.
Cuánta desdicha, saber que volveremos a hablar
detrás del polvo, detrás de la pobre oscuridad de un segundo:
un momento es muy poco
y sin principio ni fin es demasiado.
97
GUERRAS, EPITAFIOS Y CONVERSACIONES
(1989)
98
EN UN VIAJE VELOZ HACIA EL INVIERNO DEL TERMINO
En el poema es de día en un inicio,
en un viaje veloz hacia la noche del término:
en el poema es primavera
y las ideas florecen y se abren efímeras,
para ser escritas y dar frutos de tinta,
frutos de espectros,
frutos de voces y de nombres
en un viaje veloz hacia el invierno del término.
En el poema es primavera
(porque yo camino por poemas
como otros por calles,
buscando el final de todas las calles
allí donde comienzan todos los poemas)
y ya la vieja madera que ha dormido
todo el invierno del silencio,
la madera de las puertas de mi alma,
la madera de los violines de mi alma,
las dulces maderas del amor
y las duras maderas de la mente
se desperezan bostezando crujidos,
arrancando de sus fibras, antes secas,
voces de árboles que se quejan,
sonidos del corazón de la madera
que aún recuerda al viento, la lluvia y la tierra.
Porque la idea
(que sube en la primavera del poema
por los conductos de las palabras)
nutre de nuevo las manos y el aliento,
despertando a la madera fibra por fibra,
hasta reconstruir el árbol
y obligarle a dar fruto
99
para la sed del hombre, del extranjero,
del que lee el poema en un viaje veloz
hacia el invierno del término.
100
PROSA POETICA-PROSA DE LAS CIUDADES
Todo es. Nada es.
Y las ciudades que levantó el polvo serán polvo;
pero mientras sucede el crecer al nacer y la muerte espera,
tensa en el arco, es preciso tener una ciudad.
Verla allá a lo lejos o verla allá dentro,
en el otro espacio: ciegas, sordas,
mudas para el hombre, como la vida.
Viven de él y morirán con él.
¿Y qué es una ciudad en el conjunto
de las ciudades sino la misma ciudad?
La misma, desde la lejana y primera
con que saludamos a la brutalidad, a la muerte;
la última, desde la que veremos que algo
impulsa el horizonte hacia nosotros.
El vendrá y las ciudades lo contendrán un momento,
hasta que caiga el último suburbio
y con la última ventana el polvo cierre la última ciudad.
Cuando caiga habremos caído para siempre.
La misma ciudad, siempre es la misma.
Siempre la misma calle y doblar en cualquier parte
el mismo callejón y saludar al mismo.
Las ciudades nacen de ciudades como los hombres
de hombres y el miedo de la esperanza.
Yo les digo que estas calles y plazas
y este sudor de sueño y este sabor de pesadilla
y esta canción de siesta eran de otra ciudad.
Los hombres no.
Los hombres van y vienen como los ríos.
Las ciudades quedan, como las piedras,
esperando en la orilla que vuelva el mismo río.
El mismo río del hombre que abandona las ciudades
101
para no volver jamás. Y cuando se va el último
y asoman los fantasmas sus ojeras nerviosas
por las ventanas que el viento bate como un insulto,
la ciudad entera comprende que está sola
y que se muere. Porque las ciudades se mueren
y se pudren, como los hombres, como el amor.
102
LAS COSAS DE ESTE MUNDO
Soy débil como si de humo.
Me hacen los demás a semejanza de sus palabras,
que edifican brevemente al hombre líquido:
tengo miedo, miedo, miedo de ser hijo, hermano,
primo, tío y padre y luego morir,
cabrío de cascabeles verdes, tocando el piano
en la colina de truenos, fantasmagoría
dorada y lupanar, sol de la flecha,
vaso de la química y desecho.
El miedo desboca los cubiertos
con los que ceno mi vida:
arde en la garganta,
tapiza los rituales diarios
con los que mi cabeza intenta levantarse
por encima de los árboles.
103
EL POEMA DE HIERRO
Dame un poema de hierro que restalle
sobre las vacías cabezas y una mano firme
en la muesca de la antorcha, un poema
de sangre y de huesos impacientes
y la pluma de carne firmando sentencias
en las culposas mentes de los jinetes locos;
que convierta en sal a los cobardes,
un poema de hierro oxidado y torvo
paleteando en el estanque a medianoche,
cuando ni los muertos sueñan con la aurora.
Un martillo de palabras para dejar al mundo
con las cuencas vacías; rabioso ademán,
piedra encendida en la boca de los que duermen
mientras el agua sube en el Gran Cuarto Esférico;
un puñetazo en el sexo de la muchacha arrodillada,
idiota, paciente humanidad, que no ve, que no oye,
sólo conversa con las cenizas de sus dioses muertos.
104
GUERRAS Y CONVERSACIONES
Las guerras ocupan toda nuestra vida:
ésta y otras las pasaremos peleando
contra y a favor de palabras que nunca se detienen,
símbolos mercenarios que arrojarán sus redes
para que el tiempo esté seguro de nosotros.
Contra nosotros y a favor de nosotros,
contra ella y a favor de ella,
charlamos con la muda esencia seguros del silencio
y éste es el único descanso y no es la tregua.
Las guerras y las conversaciones arman nuestros actos,
erizan la luminosa fibra del guerrero y ésta es su misión:
guerrear y conversar con la esencia, tal vez con su enemigo.
105
DICE EL OTRO
Un día, hace mucho, abriste una guerra: ¿lo sabías?
Ahora debes cerrar la grieta.
No sabes cómo, ni cuándo, ni dónde.
Pero algo se ha roto, algo se ha desgarrado
para siempre: en ese ir y venir, de un lado al otro,
viendo y aprendiendo de los dos paisajes,
tu vida y parte de mi vida pasan.
106
LA PATRIA LA POESÍA
I.
antes el día y la noche eran el mismo lugar
vida y muerte juntas en sus nacimientos
el tigre y la paloma el mismo animal
todo era igual a su vecino
como la piedra es aún a la montaña
el hombre tajeó el mundo
y salieron de sus moldes los pedazos vivos
el hombre cortó los lazos
cuando todavía del cielo y de la tierra
bajaba y subía con indiferencia el sol
para la poesía es componer los lazos
armar de nuevo el mundo sin atrás ni adelante
abolir el tiempo
la poesía viene al hombre por remordimiento
la poesía viene al hombre por memoria
aquí delante mío había un lazo que me unía con los dioses
(todos los dioses son el rompecabezas de Dios)
y era uno con los elementos
y era a la vez el perseguido
y quien le sigue los pasos
todo y yo nos perseguíamos en círculo
trazando en amplias espirales
el sagrado dibujo de los días multiplicados
todavía en ciertos lugares
en ciertos hombres en ciertas noches
yo percibo restos de los lazos flotando ante mis ojos
la poesía le opone al hombre su condición
la poesía su patria su escalera
107
II.
y bien allí están las palabras en ese diccionario
abrazadas juntas reunidas como hojas de un árbol
sin diferencia alguna a la espera del soplo
como esperaba el barro y también están
detrás de esa puerta afuera colgando de las gentes
como trenzas de algas saliendo de sus narices y bolsillos
recorriendo sus días inventando sus noches
doblando las esquinas hay todavía más y más palabras
también la muerte la vida el dolor la alegría son palabras
Dios y el diablo tú y yo mismo somos dos palabras
me arranqué me fui me interné en esos largos pantanos
por un afán de exilio y tú conmigo
ya estamos en el verdadero mundo
Dios el diablo el tiempo
y todos los que vinieron luego
sus nombres ya los has leído y escuchado
sus voces que hablaron para siempre
william dylan rené jean arthur hölderlin
hermanos de los hombres
sabes y recuerdas lo que vas a encontrar
estás a salvo también hay otros
los que abrieron un libro solos en la casa
y se cayeron dentro insomnes perfectos
los que vieron a la belleza y al júbilo de la verdad
incendiar una rama y devorar el paisaje
(de mañana, de tarde o de noche qué más da)
y se quedaron presos del instante siguiente
absortos regresados comprendidos
los que reconocieron a algo más que andaba
tras sus pasos en la noche sin señales del alma
y cometieron el acierto de volver la mirada a verlo
todos los que vieron están aquí
éste a pesar de los hombres es todavía un lugar seguro
108
aquí donde se realiza siempre el porvenir
III.
vino del origen del origen de todo
bosques montañas ríos llanuras bosques halcones
maleficios dioses símbolos templos redes piedras
peces animales del sueño y la vigilia
estaba con el hombre antes que el hombre
aquí todo está seguro está en calma perdura florece
sólo la palabra es la patria del hombre verdadero
cada verdad es cierta cada silencio habla
así fue así será
mientras haya un hombre
a pesar del exilio del trono de los hombres
vibrar en armonía con todo lo que verás
hará tu canto y ese será mi canto
el canto de lo creado y no creado todavía
nos reconocerán por él
y todos los que lo oigan
lo harán su mismo canto
el dulce y oscuro olor del mundo
absolutamente mágico como todo lo real
en él todo sucede de una vez y a la vez
belleza y verdad son la misma verdad
un hermano lo dijo en la noche de inglaterra
IV.
te llamaré por tu nombre
tu verdadero nombre
que no conoce nadie
de él hablan las estrellas
109
clavadas en la noche sin sombras
y está evidentemente escrito en todo lo que tocas
el que no está en ningún registro de los hombres
el que usa el sueño para dormirte
y la luz para despertarte
el que murmuran los abismos a donde caes
sin protesta posible
el que grita la belleza y la verdad
a tu sordo corazón desobediente
por ese nombre te llamó la vida
y no pudiste resistir su amable invitación
a oler y lamentarte
te llamaré como sabes que te llamas
ese es el nombre que te dará la muerte
quien lo sabe conoce cada imagen del prisma de tus días
es dueño de tus pasos
reconoce el porvenir de tus pisadas
en esta tierra veloz que viene y parte
en todo lo que diga te llamaré como sabes que te llamas
porque todo esto es sólo parte de tu verdadero nombre tu palabra
para entrar a este mundo sólo hace falta saberla
tener lengua boca dientes mente espíritu
persona y mundo donde pronunciarla.
110
HAY VERDADES QUE ESTALLAN COMO POMPAS, HAY MENTIRAS
QUE RUEDAN EN LAS CARAS
El tiempo y las manías de medir
se tirotean con el corazón
en un corredor de desesperados sin victoria.
Y dos con sus metáforas al hombro
las criaturas humanas sueñan y ruedan,
sufren y callan, sin voz.
Serán el dolor con pies sobre las aguas
pero jamás les importará la injuria que acomete,
como bolas de nieve en manos de idiotas,
sus negros corazones que cuelgan de los árboles.
Hay verdades que estallan como pompas,
hay mentiras que ruedan en las caras,
lo valiente nos habla en las máscaras del miedo
y lo limpio gime sucio allí donde el absurdo es rey.
El mundo que gira sopla sus cuerdas en los oídos
que alzamos y que dejamos embucharse de ese viento mecido:
sólo el extremo justifica la existencia del amor
que los caminos de la vida llevan a morar entre desechos.
Pero aun allí la vida romperá en los ojos
de los muertos una a una sus lanzas
y cavará los túneles por donde irá la idea.
111
NO ES EL TIEMPO LO QUE EXISTE SINO SU VELOCIDAD
No es el tiempo lo que existe sino su velocidad,
sólo los dones y poderes están, el resto, la cosa,
no vino nunca. Nunca bajó el tiempo a este lugar,
jamás la muerte: sólo nos toca brevemente su cualidad
de cambiar vivos en vivos de otro lugar.
Y así vamos confundiendo los orígenes
en medio de un bombardeo:
porque es el todo que nos arroja el todo ante los ojos,
continuamente, absolutamente seguro de su integridad.
Perdidos en un valle de espejos trucados, seguros de estar,
cuando todo pasa en otro lugar, vivimos en lo inverso,
moramos en la oscuridad. Tenemos los ojos cerrados,
cosidos por un hilo que sólo cortan las horas afiladas,
esas pequeñas navajas que prueba
cada tanto el tiempo, para ver qué pasa.
112
MAS ALLÁ DEL LLANTO, LA LUZ QUE TODO AGITA
Lejos del arcano yo iba entre fulgores de ensueños,
palpando los lugares y los hombres que se agitan
a mitad de camino entre el invierno y el sol.
Lanzado como bala consciente más allá de la conciencia,
hacia el final último que se agita en la luz,
el deseo flameaba con su rosa de espinas
y sus cumbres de llanto, rozando siempre, sin llegar,
la porción de cielo que vislumbra el mundo como una constelación.
Y entre piedras y llanto y entre cuerpos y llanto
y entre muertes y resurrecciones bañadas por el llanto,
entre las caras y cuerpos del aullante silencio
vi ayer lo que conocí mañana
y hallé el Paso, el Túnel al descubierto,
el Puente antes sumergido;
una visión hoy me enseña esa luz sin rivales
que corre por las venas del Verdadero Sol.
113
VIAJERO DEL TERCER CAMINO
I.
Una Gran Guerra habita las cosas:
el tiempo las golpea y quiebra la cáscara,
que es la cosa, dejando escapar su áspero combate,
la lucha que en su eje
enfrentó a señores más importantes que el bien,
más trascendentes que el mal.
Sí, una ardiente guerra bulle en las cosas,
vive en el corazón de los hombres
y lastima el aire;
en esa Gran Guerra se pierde el paso
y van a morir todos los caminos:
internarse en su oscuridad
que es la vida y es la muerte
y es lo Tercero,
es el camino,
el único camino del guerrero.
II.
Guerrero de la luz, estandarte de vientos,
voy por senderos y noches más oscuros que el tiempo,
buscando entre las espesas palabras aquélla, la perdida,
ésa, la deseada. Por obstáculos recibí mi propio manto,
las espuelas de mis nervios y la pesada camisa de los sueños.
Por entre valles y calles y avenidas y llanuras
trafico con los hombres por encontrar a aquélla, la perdida.
Ellos me dan sus razones, sus cuentas de cristal
llenan mi bolso de pesadas cadenas con la tierra.
También merco los sueños y clandestinamente llevo, en el alma,
un recuerdo del tiempo.
Guerrero de la luz, manchado por la tierra
114
en el camino tercero de la edad humana:
dos ya cayeron. El bien y el mal
sus huecas cáscaras abandonan
a la furia de los elementos.
III.
Y yo salto por encima de mis muertos,
de mis muertos inmóviles como peces,
ansiosos como raíces, eternamente lerdos,
buscando leer, en el moho de los años, la Otredad.
Ella ha dejado sobre las cosas sus blandas láminas abiertas,
desnudas sus tibias bibliotecas.
Pero es preciso leer como leen los ciegos,
acariciar largamente el rostro de las cosas,
descifrar lentamente el origen, remontar
penosamente el olvido hasta la seca raíz,
de cualquier modo.
Guerrero de la luz,
solo y fulgurante como la perdida,
y como ella, nombrado
por las dolientes sombras
del comienzo y del fin.
115
DICE EL OTRO
En todos vibra. En todos duerme.
En todos late el brillo de decepción:
antes de que se apague debes soplar tu vida
sobre la frágil llama de luz para avivarla
y morir en ella, y así, al fin, ver.
Porque ver es verme y verme es Verte.
116
LA AFICION AL PLACER NOS LIGA
La afición al placer nos liga,
nos ata a las campanas de las bocas,
que dicen nuestros nombres entre nubes y tormentas.
Bajo árboles de miedo correrá en el tiempo de soles:
las escaleras personales están hechas para matarle.
¿Podrá la suma dar el peso de una pluma en la balanza?
La suma negativa con peso
de montañas en los hombros de la culpa.
La cópula absurda del hombre y sus alrededores
tiene parte, lo lleva en el trayecto de su edad,
gira envuelto en las ropas sarnosas del sastre
que ha cerrado a medianoche,
luego de coser en su sombra los pecados.
Aunque se abra en un futuro el mar por sus pisadas,
él tal vez no será culpable de todo;
sus ojos de delincuente brillante
redondean en el fondo del cráneo
un sentimiento cálido,
que atado al carro del cuerpo
y a sus cinco locos caballos,
arrastra a todas partes,
sordo de ciudades y de templos:
picado por las abejas del placer en las axilas
tal vez y sólo tal vez
llegará antes a su esqueleto o su victoria.
117
SOBRE EL PELIGRO DE CERRAR LOS OJOS
Vivo en dos instantes de la eternidad.
Ahora hay un peligro que es mío
y patrimonio general de todo hombre.
Cuando cerramos los ojos vemos
el devenir del tiempo, su ardua maquinaria
abrirse paso en la terca, interna oscuridad,
y trabajar las formas, limar
los contornos de épocas distantes
hasta dejarlas idénticas, como lo fueron siempre.
Ayer, Hoy, Devenir.
Tres caras de una moneda sola.
Allí duerme, en el resquicio de los ojos entornados,
una luz que es la misma en todo tiempo.
Es el alivio mayor
la imposible certeza de comprenderlo nunca.
Porque bajar los párpados significa
darle al tiempo oportunidad
de volver del revés su clepsidra,
desafiarlo a que pruebe suerte
con sus dados de arena.
Cuando cerramos los ojos algo de nosotros,
como en los sueños, se desintegra y parte.
Así, cuando cansados de manchas y colores
y tercas nebulosas: las que forman un paisaje
donde estuvimos, las que se agrupan en un rostro
sin nombre al que juramos no olvidar,
las que arman el largo cinematógrafo
de los fragmentos de la memoria, entreabrimos los ojos,
bien pudiera sucedemos en una calle de Tiro,
cambiando desconocidas monedas con un desconocido,
visiblemente nervioso, que repite una y otra vez,
sin que entendamos, lo que en su lengua fue,
118
alguna vez, una pregunta insistente.
Mientras nos preguntamos
en qué esquina, detrás de cuáles puertas,
en dónde está Buenos Aires.
119
LAS VIDAS ASOMBROSAS
Muchos son los rostros que habitan
el enorme país de la distancia.
Largas caravanas han partido y luego otras,
las guiadas por dioses imprevistos,
han colocado extranjeros a nuestro lado:
ellos nos han mostrado
sus telas multicolores, sus palabras,
los exóticos animales de la infancia
y algunos, sólo algunos,
flores de oro irremediablemente perdidas
entre vagas memorias y sentencias.
Trabajadas lejos, en vidas asombrosas.
Quién lograra cubrir a grandes pasos
el enorme país de la distancia,
ver el conjunto de los rostros
y oír en la noche sin asombro
el coro de las voces,
el coro de las voces que retumban allá lejos,
en los ignotos campamentos
que preparan sus caravanas para venir a vernos.
Ir más allá de sus fuegos, de sus distantes señales,
llegar antes que Dios al pecho de los hombres.
120
LAS GRANDES PALABRAS
Los poetas son
los legisladores de los hombres.
Hölderlin
Así la poesía en que perviven
Antiguos hombres que han visto
Se han asombrado han legislado y partido
Guarda la memoria de cosas memorables:
La original palabra que designaba al viento
O aquella que se pronunciaba para mover los astros.
Las originales palabras eran de otra boca
Se decían para distinta vida y distinta muerte.
En ese tiempo ellas eran
La conversación corriente de los hombres.
121
Y DIOS TIENE UN INSTANTE EN EL ALIENTO DE DIOS
En el comienzo un aliento agitó las sombras,
dicen las escrituras, todas las escrituras,
y surgió la materia, toda la materia,
el Creador oculto sabe todo lo que esconde
cada rincón de su aliento. Nosotros que lo ignoramos,
como El respiramos nuestros largos segundos,
el corto mundo de otros en una inmensa cadena,
el verdadero lugar en donde estamos,
mucho más grande aun, lleno de alientos, suspiros,
largos gritos, bostezos que entrecruzan lugares,
muertes y desolaciones, con tiempos y lugares
donde felices, todos ignoran el dato de los mundos.
Porque ya no hay paz para el que sabe
que respira universos, hay alianza eterna
con aquello que lo tiene preso en la burbuja
de un instante frágil: hombres y dioses
conviven tranquilos en la misma cabeza,
un Puente, un Corredor entre dos respiraciones y no yo,
escribe estas palabras mientras mundos fantasmas
se desploman y exaltan y vuelven a desplomarse
delante de mí y soy sólo un segundo en un segundo
de Dios y Dios tiene un instante en otro Aliento Mayor.
122
NOSOTROS, ELLOS Y AQUELLO
Los poetas estamos escondidos detrás de nuestras sienes,
en la gran selva distante, de madrugada o de noche,
seguimos y perseguimos al mismo animal que huye,
la loca sabiduría que se sumerge en el aire.
Nuestras palabras-redes retienen fragmentos de la luminosa silueta,
algunos pelos, cuernos del violento animal que sabe caminar
entre palabras sin quedarse. A veces nuestras trampas
detienen en el fondo a esas pálidas formas que atraviesan la muerte
para poder cazarnos: somos el perseguidor que persigue
mientras le siguen los pasos. Nos alcanzan y nos vamos
sobre sus ásperos lomos adonde no hay palabras,
vendados los ojos, sujetas las manos. Sólo nuestras sombras
quedan, al acecho, precisas, y el animal retorna a abrevar en ellas,
ya sin temor, libre del cazador y de sus flechas. Los hombres
lo ven brillar allá a lo lejos, durante muchos años,
como un camino perdido, más fuerte aun:
como una estrella que se tragó otra sombra.
123
POR QUITARLE A LA MUERTE SU SOBERBIA
Un amor absoluto, para el que no existe
primero ni último, golpea sobre el mundo:
en el más humilde y en el más soberbio
canta la canción del hombre.
Bajo las máscaras vacías e intermedias
un amor absoluto, para el que no existe
primero ni último, resuena escondido,
más allá de los gritos
y la apretada melodía de la desesperación.
Aún más allá. Es el eje íntimo y viviente
el que canta, el que musita las palabras
como un talismán sonoro,
una pedrada en la frente
de los desmoronados mundos.
Un amor absoluto,
para el que no existe
primero ni último,
anima estos silencios,
estas ficciones que tan sólo intento
por quitarle a la muerte su soberbia.
124
LAS LINEAS DEL MUNDO
Quien ve a las líneas del mundo
unir a la desdicha
con la alegría sin tiempo ni motivo,
a la ceguera del hombre con lo luminoso del hombre,
al cobarde, al justo y al tonto
(que asiste a la ceremonia del crepúsculo
asombrado, muy quieto, flotando sobre las aguas),
nunca se vuelve altivo
a contemplar la guerra que incendia
el lugar donde vibra todo esto.
Ya nunca sueña.
Abre los ojos despierto, abre los ojos dormido.
El que ve a las líneas del mundo
servir de trampolín a los pájaros
y de escalera a las almas,
sabe por qué no vuelan
y se guarda de contarlo.
Otro será su interés:
él querrá trepar por ellas
disimuladamente, sin un solo comentario,
sin que nadie note la ausencia del desertor.
Feliz, ignorado por todos,
vagará por la tierra sin nombre
con su precioso secreto, ese momento en que espió:
él conoce signos que lo conocen,
hace su propia ley.
Y por fin, cuando se retira,
como un oscuro bulto con corazones de tormenta,
hacia la tierra oculta en esta misma tierra,
que guarda de toda noche el sol,
no olvida, ni por un momento,
que el tiempo está en su red.
125
Sabe que no hay milagros, sabe qué cosa son.
Algún día todo será plenitud.
126
UNIVERSOS CONTRARIOS
Universos contrarios,
usan a los hombres
(a los señores y a sus amos
y a las sonrientes hijas del corazón)
en juegos largos, amplios movimientos
de los que el tiempo es árbitro.
Universos contrarios
sin el hombre no tendrían hogar,
ni campo de batalla en carne dócil;
usan a los tristes y al borracho alegre
(y a los mudos y rengos
y a los ciegos, amigos del sueño débil),
para sombrías partidas
que el crepúsculo no acaba,
ni acortan las súplicas
ni detienen nuestros ojos
al clavarse en altos trucos.
Universos contrarios,
señores del sí y del no,
lugares donde Dios se cobra
el sagrado impuesto de la vida:
vivir es pagar la muerte
que heredamos con la luz.
Universos contrarios
lucran cuando la conciencia es frágil,
apuestan con el amor,
pierden con la última oscuridad
(un peón, una dama,
los restos de una torre),
se sjrven una copa a carcajadas
y colocan las fichas de otra edad.
127
DOS HOMBRES HACEN EL POEMA QUE CAMINAN
Ansias de morir, para ver finalmente y no morir,
gobiernan el fondo de las cosas. Los hombres van más allá.
Redoblan los embates contra el secreto enemigo
y logran el doble, el aliado etéreo
que permite 'vibrar luminoso en dos lugares.
Así andamos seguros por la cañada en sombras,
porque si hay dos mundos hay dos hombres
y uno de ellos, quién, sabe del otro porque lo ha soñado.
Dos hombres andan a la par uno ignora al otro
y el otro finge ignorarlo. Dos hombres escriben el poema:
dos hombres hacen uno que jamás se encuentra.
128
DICE EL OTRO
Tira tu historia, el animal del pasado
como una novela mal escrita
con dedos de fuego por un necio,
pero sé siempre la nave de carne y sangre,
anclada en el presente
bajo los rudos vientos del futuro.
Los imbéciles, los asesinos de sí mismos,
entre las cajas donde guardan su cinismo
y los cobardes, tienen costumbres de ahogados
y están ciegos aunque miren.
Pero tú no apagues
tus jóvenes ojos ahora,
como viejas hostias
que alguien lleva hacia la muerte.
129
LA PALABRA HACE LA ALQUIMIA
El tiempo golpea sobre esta mesa
donde no escribo para el olvido:
se amontona el futuro sobre el papel,
la palabra hace la alquimia
y este acto primero de poder
es el recuerdo como un eco
de otro mayor y ajeno,
que aún detona en la noche del origen.
Y así escribimos por imitar
actos de poder mucho mayores,
sobre blancos papeles,
sobre años y hombres asombrados
del uso que damos a sus sombras:
molestar a los hombres,
molestar a las cosas,
todo por darle
un recuerdo nuevo a la memoria.
130
EL ANZUELO DE LAS SOMBRAS
Lancé esta noche el anzuelo a las sombras.
Y al recoger mi hilo
lo que arrojé a este mundo
me dejó mudo y absorto
por toda una eternidad.
Este es el objeto
de la vida de un hombre:
atrapar con tibios lazos
el gobierno de sus otras muertes.
Me atrapé a mí mismo,
huyendo veloz,
bajo las agitadas aguas de lo Eterno.
131
AQUÍ Y ALLÁ
Entre aquí y allá cuando una puerta se abre,
ya no se puede cerrar. Esta
y aquélla son la misma verdad.
El que sepa ver, verá, el que sepa leer, leerá
y sólo entrará despierto aquel
que desde el primer latido sea su invitado.
Pensar que sólo es volver
a un lugar que nos conoce
y que allá, cuando alguien muere,
lo entierran en la vida, lo devuelven:
cuando alguien muere aquí, nace allí.
Mientras entre ambos mundos pasa,
lo alumbra con su linterna un instante
esa vieja tenebrosa y veloz,
a la que llama,
sin que lo sea, la eternidad.
132
LAO-TSE PREPARA UNA SENTENCIA
Nada de lo que diga
Puede desviar la caída de una hoja.
Una palabra no
Frenará la otra.
Es inútil que a éstos
Que me escuchan dedique
Una verdad: la harán pedazos.
De sus pedazos nacerá Lao-Tsé.
133
EPITAFIOS
Sombras. Sólo sombras han venido a saludarme.
Ya los mundos por propia voluntad se rajan
y se abren las puertas
en este cuarto donde escribo.
No quiero la visión, sino la sombra
del vacío en que nadan:
escribo por cobardía sobre la hoja en blanco
y no sobre la hoja llena de la vida.
No los he invocado a ellos,
sino a sus sombras,
que han venido a saludarme
con sus raros regalos:
el oro, la mirra y el incienso de las sombras.
Por propia voluntad y por cuidado
elijo el papel de un hombre que escribe
lo que le dicen y regalan las sombras.
Esos tres torpes versos indican
mi pobreza y mi nada:
el oro son las guerras por las revelaciones
y la mirra funeraria lo que quemo en sus tumbas
entre el incienso inútil de mis conversaciones.
134
CON OTRO OJO
La verdadera poesía está desnuda:
por eso estas palabras van dejando sus ropas.
La poesía debe ser la lengua
de la boca que dice la verdad,
la verdad que se agita y desprende
de ese núcleo vivo, no-vivo,
esa primera cosa que dejó
la huella que llamamos cosa
al llegar aquí.
Vivir, escribir poesía como quien talla madera,
buscando el eje viviente, que está en todo,
en todos y es el mismo.
135
DICE EL OTRO
Morir, nacer, carece de significado.
Lo importante es ese sonido seco,
ese sabor amargo,
eso que se esconde al fijar la vista,
el olor a nada que desprende
el todo cuando pasa
y te toca a toda velocidad.
Continuamente, a cada instante,
en la selva del pasado, el presente y el futuro
estás perdido en el mismo lugar.
136
EPITAFIOS
A un desconocido:
bárbaro y brutal e ignorante y sucio
te llamaron los soberbios hombres
que vinieron luego.
Pero sólo tú y yo sabemos
quién acudía hasta el fondo de la caverna
cuando lo invocabas,
con sólo murmurar oraciones sin lenguaje
y dirigir tu mugriento instrumental
hacia el centro de la tierra.
137
GANNOVAN
Hemos cantado con valor,
¿Cómo los dioses no entregarán
a nuestra furia la vida de esos hombres?
Con coraje y sin pegar los ojos
durante nueve noches seguimos sus pisadas invisibles.
Durante nueve días hemos animado sus esperanzas
y hecho que, cada mínimo acto,
cobre la soberana importancia de estar vivo.
La que ha tenido siempre.
¿No son de estas espadas las vidas
que, por vez primera,
ante la proximidad del túmulo y el olvido,
han visto entre lagañas de insomnio
lo que en la seguridad de las ciudades,
junto al hogar y los hijos,
cambiaban por la perspectiva de una cena,
por el dormir a cubierto?
El campo está abierto, toda huida es inútil y se ve desde lejos.
Ah, como estimarán ahora la dicha de la siesta,
y a la esmirriada, la insulsa
que besaba con los ojos abiertos
en lo que fue, durante quince años,
una costumbre idiota de la noche.
Todo lo hacemos grande sin que nos importe mucho:
cada brizna de hierba,
cada canto del gallo,
cada soplo del viento.
Al cabo, cuando quede ese bosque
repleto de cadáveres y vuele la corneja
en busca de otras marchas sin prisa y de otras
sigilosas corridas a través de las selvas,
espiando al enemigo, preparándose al salto
138
y al grito sin respuesta, volveremos también
sobre nuestros pasos a las viejas cucharas,
a los muros seguros y a los niños pequeños;
al lento transcurrir del tiempo
de donde habremos sacado a nuevos enemigos.
Nuestras mujeres verán volver a sus maridos;
otras, muy lejos, no sabrán
que en una encrucijada de los bosques
hemos tallado dioses de sueño
en la carne de sus hombres
Hemos hecho el bien de oreja a oreja
y del vientre a la garganta;
el nuestro fue otro modo,
alguno, el horrible, de la eterna verdad.
139
EL PESCADOR DE PERLAS
Esta tarde y parte de la noche
volví a sumergirme en el espeso mar
donde flotamos los seres y las cosas.
Bajé por perlas que mostrar a los hombres
que temen siquiera el riesgo de la orilla.
Esta tarde y parte de la noche
estuve en ese silencio, en esas profundidades
donde el más infinito placer sería disolverse
y supe que en todos los caminos
hay monstruos para quien los teme.
Llegué nadando adonde no se ama ni se odia,
sencillamente se flota sobre un eterno presente
y todo lo que miras es tu contemporáneo:
nada más traen las olas del atrás y el adelante.
Tomé allí esta perla y ahora te la ofrezco.
Pero cuando quise volver,
no vi a ningún hombre en la orilla.
No vi orilla. Todo es el mar.
Esos que temen la orilla
no saben que caminan en el mar.
140
EPITAFIOS
Pitágoras nos ha dejado,
sin resolver el último Teorema:
aunque sabía demostrar
el paso de la Fuerza
por el más pequeño objeto
de éste y el otro y aquel mundo,
con sólo trazar el círculo humano
sobre la música de las esferas
y la risa del misterio en el gran juego oculto.
141
LOS SERES LUMINOSOS
Acaba de cambiar, termina hace un instante
de mostrar su cara debajo de la máscara;
un mundo se abrió detrás de esas facciones,
brilló una luz, no lo era; un horizonte se levantó
como una ciudad hacia el final del rostro
y volvió a sumergirse en la multitud, dejándome cegado,
sordo para siempre a la apariencia.
Ese hombre era la metáfora de un hombre,
era uña señal y una certeza y otra.
142
PERO EL DÍA TENDRÁ SU PALADIN
I
Ni tan débil ni tan poderoso como la noche,
busco más allá del tiempo
las palabras de los hombres que enloquecen,
todo, porque los días enseñan
cosas que los años desconocen,
nada, porque la memoria es sólo
un pájaro perdido en la neblina.
Y allí, más allá, veo los pasos de los hombres,
sus manos indecisas, sus manos melancólicas
cargadas de recuerdos, y en sus mentes
mis gritos sin un eco quisieran renovarlos,
hacerlos de una pieza,
como esas negras piedras que el rayo desentierra.
Manos que atrajeron los cielos
hasta el pobre espejo del hombre,
manos que arrojaron al oído del mundo
millones de sonidos nuevos, la voz de las ciudades,
el grito del cemento y el rugir del acero
que deja para siempre su cuna incandescente,
poleas que levantan para la soledad
del hombre sus duros escenarios.
Manos, gobiernan él timón, pero no tienen tiempo.
Deben nacer, hacer y morir.
Pero el día tendrá su paladín,
sus paladines, claridad, oscuridad,
éste es su áspero comienzo,
éste su áspero retomo,
la arcilla del mundo
y un futuro escenario donde, de una vez,
será la acción hermana y criada del sueño.
143
DICE EL OTRO
Cabe por todas las puertas,
entra por todos los muros,
ante su luz, nada conserva sombra.
Y con la sombra se deja
toda huella, toda ropa cae,
muere toda imagen.
Nace el Nuevo, antes del Otro.
144
JAKO KAMOTO
Detrás de la locura
El del Espejo
tiende los brazos
-Ven- dice.
-Y la próxima vez
que pasemos por allí
no te sueltes de mi mano.
Estar loco es estar seguro de lo indudable.
Mis contemporáneos, en el fondo de sus corazones,
estaban seguros de que el siglo XVII
duraría para siempre.
Desde la jaula de cañas donde me confinaron
yo les gritaba que no, que no era cierto.
Y ahora estamos todos muertos.
Los cuerdos y los locos detrás del Espejo
caminamos por el paisaje tomados de la mano.
Del otro lado
da a una vieja postal:
extraña correspondencia
entre los objetos y los mundos.
Yo soy el de la izquierda,
ese que agita los brazos,
el único que parece haber advertido algo.
145
LAS BANDERAS
Cada cosa tiene su bandera,
la que flota por encima,
al paso de vientos invisibles;
la vida pasa, la muerte pasa, la cosa pasa
y la bandera queda, rota, desgastada,
haciendo flamear sus flecos, todavía.
Al paso de vientos invisibles,
en dirección a la abierta nada,
mientras la nada susurra,
mientras los vientos pasan.
146
ALFONSINHO DA CUNHA
No conocí tierra firme.
Por nacer, nací a bordo
entre embalajes de especias
y el raro perfume de la canela extranjera
fue mi país, mi canción
el chirriante sonido del viento
en viejas arboladuras
tendidas a la aventura.
Una pierna corta y otra larga
sólo dan acceso a las cocinas de la Historia.
Y de día el mar y por la noche el mar:
nunca bajé a tierra firme.
Los héroes a los que acompañaba
a través de las auroras
desembarcaban en la sangre y en el vino,
en la lujuria, en la selva y en los puertos
que bautizaban los negros capellanes:
de mañana, la cruz en alto, a cañonazos,
como se bautizan los mundos.
Desde muchos puentes, vi a cinco razas
asombrarse nuevamente de nosotros,
vi la gloria de los grandes
salir y ocultarse, como una estrella más
de huidizas Nortes que se agregaron
al mar desde que conoció a los hombres.
No maté a uno solo,
no di mi nombre a ninguna tierra extraña,
np fundé ciudades ni tomé fortalezas,
pero arrimé tinta y papel, buen vino verde,
velas de esperma y un plato de carne
para que Luis de Camoens escribiera
mi nombre en una página.
147
No conocí tierra firme
pero tuve, entre carcajadas, su promesa
de vivir para siempre en Os Lusíadas.
Los hombres como yo recorrimos el mar.
Los demás sólo fueron y vinieron de tierras firmes.
Una promesa milenaria fue nuestro vellocino.
148
PALABRAS PARA TODO LO QUE SE HA VUELTO EXTRAÑO
Al mismo tiempo era el reír y era la pena
de ver después el rostro que sucede a la risa.
En ese tiempo ambiguo yo jugaba
sumergido en el mundo: la infancia mi escafandra,
era la infancia del mundo y sus paisajes y hombres
otros niños, los espectros pueriles,
inocentes la vida y su amiga la muerte,
que jugaban afuera en la lluvia desnuda.
Y no voy a describírtelo. Tú ya lo sabes.
Como una moneda o una navaja rota
viajaste conmigo por esas islas bárbaras.
Cuando lo que es grande me interrogue en la sala
Tan llena, le diré lo que amaba: El sonreirá
tristemente y me mostrará en su libro la primera palabra.
Siguiendo sus duras páginas, los días y las noches
de truenos y maravillas. El me dirá: era sólo un momento,
había cosas más grandes en la tierra y el cielo.
Pero yo soy sólo un hombre y en mi universo,
alfileres y continentes tienen el mismo tamaño.
Extraño, extraño, todo se ha vuelto extraño.
Los años alejaron a los días, el espacio de las revelaciones
dejó atrás los pequeños placeres, la torpeza ingenua
de creerte sin sombra. Lo grande ha mandado
sus lecciones y ha prometido abrirme anticipadamente el libro:
pero yo soy sólo y todavía un hombre,
que en el umbral de lo verdadero,
vuelve la vista al destruido paisaje de lo ficticio y suyo.
Porque todo lo que amé fue humareda,
yo escribo estas palabras de insólitos vientos:
también yo quiero abrir un día un libro
para contárselo a la nada, mientras lo grande
desmiente mis palabras al todo. El habla al todo
149
y yo a la nada que no me escucha,
y tú le hablas a los hombres en su mismo lenguaje;
yo debiera hablarte con palabras que entiendas,
pero le hablo a la nada sin emociones,
sin ese sonido extraño que comenta,
allá a lo lejos, el paso de los hombres.
23 años y la clave rompiendo los decorados
que a otros protegen y encantan:
lentejuelas y engaños, como quisiera
creerles para estar a salvo
de esta aurora, de estos afilados perfiles
que la luz introduce, desgarrándolo todo.
Porque ahora comprendo, porque ahora entiendo
lo que no me fue asignado en ninguna página,
y entre la luz y su sombra,
quiero ese débil fantasma que jugaba conmigo
en los alegres bosques que jamás existieron.
Y toda pista es vana, todo sendero enterrado,
cualquier huella en el barro
no conduce a ninguna parte.
Es el olvido como un leñador amargo
que ha talado los bosques de la infancia;
leña de la verdad, hará la luz y el calor
que me consolarán cuando sea un viejo,
luminoso y lejano en su casa de estrellas:
Esta, de mis guerras, es la más dolorosa:
haber dejado todo en manos del leñador
y que sus brazos de músculos violentos
no conozcan la piedad a la mentira indefensa,
el último falso tesoro de mis despojados reinos.
150
EL FÉNIX
La primera vez nos vimos en un libro:
él, o uno de sus dobles, llevaba a Simbad, el marinero.
Luego los manuales y las comparaciones
trajeron a la memoria el Fénix olvidado.
El Único: más memorable es esta parte de su mito
que aquella que habla del fuego y de una ceniza que renace.
Un pájaro imaginario es la metáfora del universo.
Un pájaro es todos los pájaros
y también los cielos y las tierras
y el tiempo, que mueren y resurgen
del último de los Fuegos.
Un pájaro que es único y es diverso
contiene la historia, el mar, las tardes,
el amor, a Colón, a mi lector y al papel
donde escribo sus detalles.
Y en una pluma a sí mismo
camino de las llamas, el silencio
y el viento que barrerá su rastro,
el mismo viento en que vuela
único, de nuevo y resurrecto.
151
CAMINO A MI, CAMINO A EL
"La vida es simple: vagar desesperado,
reír, amar y coquetear todos los días
con la dama de hueso se lleva en una mano
todo lo que apostamos
en el curso del año".
Trabar la rueda que gira en las nubes
por respirar el sabor de un minuto,
es tarea implacable que llena los ojos de infinito.
Pero ansioso del beso justo
que atraviesa volando las balanzas,
quiero andar por entre el bambú humano
de prisa, hacia ese conocido
que me observa y tiende el arco.
152
EPITAFIOS
Sólo unas palabras para juzgar tu entreacto:
cómo se las arregla la tierra
para conservar en su vientre
la boca de Novalis
que pertenece a la noche.
153
ELIPHAS TORRES
Mi profesión fue recibir y guardar
para el olvido los regalos de los reyes.
Ellos tomaban las gemas, las gruesas barras
de metales preciosos y los otros tributos
de más allá del mar, que eran
como el tributo de la muerte.
Yo recibía los obsequios de anónimos capitanes,
las fantasías que, por cumplimiento,
por burla o por delirio enviaban
con frutas y especias desconocidas
de la tierra incógnita:
fui Guardador de Monstruos de Ultramar.
Me volví viejo entre sirenas rellenas de estopa,
mitad-mono, mitad-pez, cosidas muy lejos,
a las carcajadas. Y entre centauros
fraudulentos y unicornios falsos.
Oro e ingenios alientan las empresas de los reyes.
Los tesoreros y prebostes y los caballeros
se reían de los sueños que, una vez al año,
se exhibían en la plaza decretada
para regocijo y diversión del populacho:
eran sus mismos sueños.
En mi época la gloria quedaba más allá del mar.
Yo vi brillar el oro mejor de América,
allí, en mi oscuro gabinete:
un hipogrifo de Indias, intacto,
muerto seis meses antes camino de El Dorado.
154
CONVERSACIONES
La historia de las constelaciones
grabada en el brillo de una hoja:
quisiera leer la hoja y
recordar aquella forma
de donde nos desprendimos
los seres y las cosas.
Y antes de que nos devore la Gran Noche
oír su nombre,
por empañar la orgullosa oscuridad
con el ardiente sonido de la luz,
al quebrantarse.
155
SIMON GARCIA ESTUDILLO
Yo que fui el médico rural supe
de la puerta con la que cerraban la lluvia
y el paisaje dos manos estremecidas
(yo pasé infinitas veces al ambiente de cebollas,
de repollos, de botas amontonadas, de herramientas:
el único ambiente de la casa, sacudido
por el viento, la noche, los gemidos
o por una sola gran herida, que lleva
o trae del otro mundo una mirada);
supe de las manos estremecidas y la súplica ardiente
bajo la fiebre, conozco la gangrena y los cólicos,
apenas dos maneras de ese vasto arsenal:
ellos cambian la mirada, vuelven a creer en Dios,
evocan los momentos felices, desdeñados, olvidados;
sé de la mano blanca y la mano negra
cerradas sobre el gabán y del agua de los ojos
pidiendo el agua de la vida.
59 años en medio de la noche.
Pero yo vi dentro de los hombres
esa inocencia que engarza
en el dolor edades con edades.
Un pequeño animal, un accidente, igualan
al hombre, a la mujer, postergan sus idiomas.
Vida y muerte pasaron por mis manos
y los vivos y los muertos agradecieron
mi llegada y mi partida, cuando ya nada es posible,
o cuando el niño llora a mis espaldas,
deteniendo la lluvia, parando nuevamente
en su primera hora mis horas y mis días.
156
EPITAFIOS
Juan Arturo Nicolás Rimbaud:
¿junto a qué sagrado terror
por lo entrevisto, navegó por tu alma
la certeza atroz de perder para siempre
la visión, al abandonar la Ciencia?
Ya no hubo tiempo, ni otra oportunidad
de contemplar aturdido el incendio de las estrellas,
para traducirlo al hombre ya no hubo tiempo.
157
ANTES DEL SIGLO XXI
El alma ha escondido un grito
y una horda de cuerpos saldrá a buscarlo
antes de la noche peligrosa,
antes de que los duros cielos templen sus palas
en pozos de olvido: Barquero,
antes de la última aurora,
ese grito hará bañar a los títeres de alambre
y un pobre circo de actores
se volverá loco en los caminos.
Barquero negro de la luna menguante,
siempre solo en la montura de mareas,
con cetro de calaveras diriges una nube de ríos
que caerá sobre el circo dormido
antes de que el grito, arrancado de su pérdida,
pueda siquiera despertarlo.
El deja bramar inútilmente a las gordas fieras
que contemplan, impávidas, la caída vertical
de los apóstoles, sorprendidos por su paso
a través de nubes y constelaciones.
Ya los cuerpos de los acróbatas
dejan de pender cabeza abajo
(ellos también caen en la boca de la muerte,
aunque caminen por el cielo de los dormidos apóstoles);
el público se ha cortado las manos
para no aplaudir jamás el camino del Barquero
y el sol titiritero se hizo cargo del sombrero del mago:
con todas las señales en sus picas, ya se raja la tela
del campamento dormido y el grito congelado por la altura
se arroja sobre ellos, aplastándolo todo.
158
CONVERSACIONES
Allí, en todas partes, está la muda,
la serena, la terrible esencia,
la invisible a ojos y a ojos de la mente.
Más allá, aun más allá,
donde la mano no llega
y se extinguen, desde lejos,
los ecos del llamado,
las súplicas y las preguntas,
las preguntas hechas cuando siempre es tarde.
indiferente. Sólo podemos interrogarla
sabiendo de antemano que no habrá respuesta.
Y aún le preguntamos
y le preguntamos siempre, porfiadamente,
las vanas tonterías que nos sugieren
el miedo, la inquietud, la duda mordedora.
A ella, la que no ve, ni oye, ni habla al hombre
y ni siquiera se molesta en contestar
las preguntas de la Vida, los mundos,
las dudas de sus inquietas y huérfanas manifestaciones:
otra muda película en la que no hay intervalo.
159
LINEAS BLANCAS, LINEAS NEGRAS SOBRE EL DESIERTO EN
SOMBRAS
La gran Fuerza que empuja los caminos del nacimiento
hacia la hora de la nueva oscuridad, ha mandado,
desde su cono en sombras, la ardua ordenanza:
ninguna linterna ni tabla de náufrago, todas las pistas
y ningún cómodo guía para nuestros pasos diestros por la vida veloz.
La gran Fuerza nos ha dejado las riendas de una línea negra
y de una línea blanca y ha partido sin decir cuál
es nuestra montura, cuáles los áridos caminos
que nos llevarán de nuevo al inicio de esta travesía en llamas:
anochece, el desierto vuelve sobre nosotros
mientras la gente come, duerme, se alimenta de sí,
se desintegra, pervive en sus linternas que han partido.
Allá, a lo lejos, un turbio animal en sombras decide nuestra meta,
arma nuestras verdades y nosotros los injustos,
los que no comemos ni dormimos mientras es la aurora
(mentiras que creemos entre fulgores de orgullo, humaredas)
vemos sus cuernos y el brillo de su sombra.
No hacemos caso del cartel que dice:
allí, en ese horizonte en llamas,
está el fuego fatuo que incendia la verdad
y está la sombra que gobierna tus pasos
del nacimiento a la gran sombra que viene,
es la luz o es la sombra
y tú sin la linterna falsa, sin la mentira
para creer que llegaste al gran punto de huida,
al rapto de lo eterno,
a la candente luz que no ha visto nadie.
160
LA RUTINA DE DIOS
Todo es un círculo:
cruzamos por su anchura el día de la muerte.
Y el círculo es las veces que volvemos
para decir las mismas palabras, casi al mismo.
A través de las épocas, todos tus fantasmas
fueron lectores de poemas: la leve diferencia
en el arreglo de unas flores y el atuendo,
marcan los siglos, la distancia.
Y el cambio de la ropa y el idioma de antaño
se agitan un segundo y en un solo segundo
sentimos la carrera del círculo ciñéndonos la frente.
Cuando te hablo, te he hablado, dejemos el dilema;
donde los mundos se tocan hablaremos de otras cosas
y esperaremos ese día sólo para no presentir,
sólo para no saber las respuestas de las monótonas preguntas,
las mismas viejas preguntas que nos atan
a paisajes que no cambian. Cuánta desdicha,
saber que volveremos a hablar detrás del polvo,
detrás de la pobre oscuridad de un segundo:
un momento es muy poco
y sin principio ni fin es demasiado.
161
EPITAFIOS
Emilia en Baltimore:
¿qué montaña de ruidos y de carros
te tapó los ojos,
qué te hizo huir a los veintiséis años,
virgen y alcohólica,
a espiar a los hombres,
sin conocer el mar?
Si ya habías aprendido,
Emilia, a conversar con los rincones
donde golpeaba el mar,
en las horas solas, los días imposibles.
162
DICE EL OTRO
Todo hombre es deudor, desde el huevo,
de sus ojos, piel y oídos,
debe la sangre y aquello que ama:
toda la alegría o la tristeza que corre por sus venas.
Fiado por la vida,
las doce tareas le juntan tallos
para que haga un fruto claro,
edifique la causa por la cual sus pies
aún ensucian las mantas floridas de los muertos.
Ningún hombre debería morir,
hasta no haber dicho su palabra.
163
CONVERSACIONES
El nombre que cuando niños
nos daba el viento del invierno,
viene siempre a golpear las cosas olvidadas:
¿Quién sino aquel delgado invierno,
caminando con sigilo de duende
las escaleras del tiempo,
dejó para que lo halláramos
un álbum de fotos extraviadas,
una flor cursi, tijeras oxidadas
con las que el pasado corta,
por un doloroso instante,
el río que nunca se detiene?
164
EPITAFIOS
Milosz, el gran viejo de Praga,
y la sombra que más evoqué;
pero sólo una sonrisa he visto
en un rincón del cuarto,
sólo un saludo bondadoso
que una ráfaga de viento
disipó en un instante:
comprendo.
Para qué volver,
si rehusar es mejor que aceptar,
si ahora estás entre las cosas que has visto,
viéndonos, Viéndolo en todas direcciones.
165
HANS VON LIPPS
Veo cómo este juguete
va deteniendo lentamente su cuerda:
cada día se hace más amplio
y no se sabe, de cierto, si
llegará la tarde.
Todo en todo momento
puede ser detenido: la vejez
es una manera de apostar
a que será dentro de media hora.
Nada puede ser recordado.
Nada existió y este largo incendio
pudo haber durado, objetivamente, una sola semana.
Los largos días repletos de invitados,
de saludos a manos y rostros borrosos,
en habitaciones de niebla,
extrañas, detalladas, familiares.
Se queman los recuerdos
y el vacío animal no hace memoria:
la carne, tributo que va y viene de la muerte,
nace vieja, siempre fue esta máquina que,
al fallar movimientos, no estorba el pensamiento.
Porque siempre fui esta libertad,
este gozo de no saber de qué lado
se encuentra cada nuevo día. Nunca
hubo certeza, pero sólo de viejo se comprende.
¿Para qué quiero la memoria?
Los que deducen dicen que, antes del final,
el comienzo y desarrollo de la película
pasa y yerran: al llegar aquí se sabe
que no hay posible olvido.
Tampoco figurada decadencia.
Se ve la continuidad, se es feliz
166
por el mero soplo del viento sobre la cara:
aquí un golpe de lluvia puede ser fatal,
el animal es frágil y cada parpadeo
puede dar a la noche. El cansado caballo
quiere pastorear por patios de donde han huido
hijos y nietos, sucesivamente,
los que algún día (hoy, mañana, no existen),
se inclinarán sobre una hoja de malva
a ver y conversar con este patio lejano,
libres ya de la vergüenza de ser
un descarnado fruto que comprende.
Una segunda inocencia ve en la pared,
sobre las manchas de humedad,
el nuevo fresco rostro preparado,
la alegría de saber que tras la oscuridad,
que se siente como un segundo en blanco,
estrenaremos la mirada nueva del próximo
habitante del mapa de los días.
En la vejez, esto está en la pared:
Yo que casi he muerto ignoro si he pasado.
De viejo la duda sonríe y es certeza.
Quién será mi padre, quién será mi madre
dentro de pocos años, cuando el olvido
ponga una sonrisa de dientes nuevos
al abrir y cerrar de ojos que nadie puede recordar.
Si dejara en alguna parte
esta historia anotada, moriría
mi segunda muerte buscando este relato.
167
DICE EL OTRO
A veces sucede que no has visto
más que signos y pases,
más que indicios y huellas huecas,
que imprimen la verdad en todas partes.
Algo te señala desde algún lugar.
Y desenvuelves las reglas del tiempo bailarín,
las ceremonias del continuo movimiento,
el juego que emborracha al que aprende a jugar.
Porque comprendes que todo gira en su eje,
que todo encastra en lo opuesto,
que todo está en orden en este alegre universo.
Y luego todas mis máquinas
te vuelven a dar la espalda:
aún eres ajeno, aún eres la ficha
que otro apuesta en el juego.
168
INTENTAMOS DOS LINEAS EN EL TIEMPO
Intentamos dos líneas en el tiempo
y apenas lo logramos las borra para siempre,
sin importarle que sean el comienzo
de un dibujo inacabable, intentado por un hombre
en un rincón lejano de su mente.
El corazón en la mitad del trazo se desprende y cae,
el corazón, abusando de su raro privilegio
de medir el tiempo y girando, girando siempre,
como un planeta que dejó la vida
en su paso veloz hacia otra forma.
Comenzó el dibujo el asombro
de un niño ante el primer espejo
y quedan desde entonces las noches y los días
sin imagen posible, volcando en la memoria
sus recuerdos inútiles, armados de retazos, harapientos.
"Quedan la belleza y el júbilo, la ira y el deseo
con espadas de espuma
y el sabor de los labios que han perdido sus besos."
También otras estupideces semejantes.
Y antes de que los ojos cierren los paisajes
y decline el corazón su privilegio,
todavía marcará el dibujo una cita nueva:
a la mañana siguiente, con el tiempo,
que volverá a empujar los huesos y la mente
sin que la muerte sirva de escondite.
169
POEMA DEL NUMERO CERO
Cuando la muerte señala la fibra luminosa que somos,
cómo tiembla su luz, cómo parpadea con el viento repentino,
cómo se aterra al pensar en la oscuridad, el silencio,
el dedo que elige antes, mientras las luces corren ardiendo
hacia el casi supremo resplandor, que es el número 1, antes del cero.
170
EDWARD WHISTWHISH
Casi viví como todo hombre:
de aquí para allá, a merced
del tiempo, de la época y de los otros hombres.
Magullado, iba a morir como cualquier otro:
entre feliz y contento, con una colección
de anécdotas por vida, con compromisos
y amigos y zapatos. Mi vida no valía
un enemigo firme. Yo que lo supe todo
no sé cuándo fue, pero poco a poco
empecé a comprender.
Me hice otro. Un hombre sorprendido
en medio de un bombardeo.
Las cosas y los hechos caían sobre los otros
tomándolos desprevenidos, desplomando,
moldeando, reduciendo y cambiando lo que es igual,
como un pedazo de goma en manos de un niño
se hace estrella, barco o muerto.
Y yo veía hacer al niño.
¿Quién más sorprendido que yo,
a cada paso, de sus evidentes movimientos?
Pensé en contárselo a mi esposa,
en declararlo a mis vecinos,
en anunciárselo al mundo.
Pero ¿para qué? Estaba bien así.
Lo público se envilece a sí mismo
y además, éste es un juego peligroso.
Mejor así. Luego comprendí cuántos éramos
y que no nos saludábamos por la calle.
Morí ignorado. Me costó gran esfuerzo
esa hazaña cotidiana de ser un mediocre
a solas con todos los secretos de los días.
Fallecí preguntando para qué.
171
CONVERSACIONES
Cuando golpee la puerta el mundo de mañana,
¿Con qué frase, con qué gesto dócil le abriré
para indicarle el cuarto preparado y la mesa lista?
Recorreré la casa de su brazo,
mostrándole las imágenes del que fui,
mis ancestros gemelos, allá, en el tiempo.
¿Con qué modales sentarse a almorzar
y referirle las conversaciones de los necios,
chismes previos a su llegada,
fabulosas historias que recibirá riendo,
con la boca llena de fechas
y de viejos periódicos de esa misma tarde?
Qué irá a suceder cuando llegue el mundo de mañana
y sepa que nada ha sido preparado,
que sigue siendo un solitario pasajero
que bajó, del ómnibus y comenzó a andar,
detrás de huellas irreconocibles,
en dirección a la ignota casa alerta.
172
LAS VISIONES DESCENDENTES
Las visiones se entrevén,
pero también se acercan al oído
a murmurar palabras que no terminan nunca,
se palpan en la oscuridad perpetua de las cosas
y tienen un olor a vacío que horroriza.
¿Quién no sintió, alguna vez,
el sabor de los muertos subir por la garganta?
Por eso renunciamos y nos vamos sin mirar allí,
a ese rincón que brilla y no está,
esa caja vacía o la puerta que acaba de moverse
sin que atrás haya nadie,
sin que nadie reclame esa sombra en el piso.
173
ELMER GRUNDIG
He cerrado la puerta. Adentro mi mujer
me habla mientras guisa y tampoco oigo
al bebé que orina y gruñe. El periódico
está en blanco, la vida es un fracaso
y la mesa está puesta, pero yo
tan sólo espero mientras mastico y escupo
dos o tres palabras, la función de hoy
que me alimente. Hace muchos años
comprendí y estoy contento: conservo
mi cabeza. La vida es un fracaso,
vivimos en el infierno, dormimos en el cielo.
Los libros son sólo un sucedáneo.
Cuando todo es aflicción, aúllan
los perros, el alma se entristece
y en la noche caen como bombas
las lágrimas que no nos salvarán
de un nuevo día, sube, sube
de las aguas más profundas del hombre
un animal hechizado; él, delicadamente,
nos toma con sus pinzas y nos saca
de la cama a la calle que ocupan muchedumbres.
Y allí el barco de Ulises espera
preparado, alerta, vigilante,
sobre el lomo de un buey.
Al final de la calle amanecen
nuevos carros y dos olas
se abren y se cierran a la aventura.
Desnudos, con sólo un portafolios
y la vieja gorra de los 11 años
subimos al pescante. Ya vienen
los enanos del tiempo a consolar
al hombre de sí mismo, ya se abren
174
los telones del cielo al circo
de las maravillas. Pasen y vean,
pasen y vean los propios paraísos
que esperan, siempre esperan
en el camino oscuro de pronto iluminado,
a la dolorida cabeza reclinada y así perdida,
hundida en el vacío sin fin
de la almohada sin fondo, que linda
con las cámaras de Ulises,
el tabique roto que permite hundir
la frente en el polvo de la Luna,
en un eterno sueño sin nombre y sin motivo.
Subirse las frazadas, comenzar el asombrado paseo
y todo el universo alcanzado por fin,
recuperada la estatura y el signo que lo abre.
Partimos o llegamos,
morimos y resucitamos, soñamos
o despertamos y son solamente cambios
de posición en el lecho; con los ojos abiertos,
con los ojos cerrados, pasamos de un sueño al otro,
del cielo al infierno y de nuevo Arriba.
Todas las mañanas todos los que conozco
vuelven de la ignorancia a la oficina
de aduanas y yo les preparo el café,
les digo buenos días y lavo las ventanas.
Por la tarde, cuando ya se han ido,
mientras barro sonrío y me preparo.
Soy Elmer Grundig. Todas las noches
la vida me llena de propinas.
175
DICE EL OTRO
Nadie tuvo piedad, ni el centavo ni el búho.
La pequeña maga extraviada en el valle de espejismos
buscaba a tientas no ya una roca, siquiera un silencio
donde dormir un solo sueño firme. Ciegos la vieron
pasar los profetas y los mudos y los eternos perdedores
en el ajedrez del tiempo no apartaron las manos
para saber de su pequeña suerte, de su sonrisa
errante que ve más allá de la última jugada.
Los lúgubres pescadores no olvidaron por ella su ambición,
aunque su boca merecía más anzuelos que los restos del mar.
No se desvió el sol ni habló la tierra cuando el oleaje de su alma
rompió las rocas del mar, pero entre cúpulas y fantasmas
ella fundó un reino de polvo y telarañas destinado a persistir
más allá del ocaso de las girantes constelaciones.
Y su perla de oro no mereció todavía el beso de las redes,
ni el lazo con que caza el viento, desnudo por los bosques.
176
STEFANO DINETTI
Mi vida dio refranes a los hombres.
Menos idiota que, o más idiota que Stefano,
es aún el metro humano de mi pueblo.
¿Qué puede creérsele a un hombre
que anda entre un revuelo de moscas
y duerme entre los perros?
Fui el que sonreía entre pedradas de siesta,
escuchando otras voces imponerse al griterío.
Por las noches, sin que nadie
velara por escuchar mis temas,
yo hablaba sin hablar con los escarabajos y las peñas
y el aire me traía desde lejos los ecos
de vagas conversaciones del cielo con la tierra.
Y de las profundidades a mi oído llegaban
los susurros de asuntos subterráneos;
las piedras y los montes relatan con reserva
antiguas historias sabidas de memoria.
Sus silencios aún cantan, bajo, muy bajo,
a hombres, animales y dioses
pasados a espada por el tiempo.
Lo que es, no es,
y lo que fue, será.
Así dicen, mientras viven, los insectos.
Todo ser quieto o viviente
me habló, salvo los hombres:
a mí me tocó oír,
cuando a tantos ser sordos.
¿Cómo contarles, yo que escuché
la coronación de Carlomagno
por boca de una losa, palabra por palabra,
más allá del polvo, palabra por palabra,
sin tartamudear y jadear,
177
sin agitarme en la iglesia?
Yo cambiaba lo oído por naranjas.
Yo, Stefano Dinetti,
el sabio idiota del pueblo,
refrán alpino, iluminado.
Todo lo que existe canta.
178
HORA DE PODER
Mundos sobre mundos aquí, en éste,
delante de nosotros y ya es hora
de abrir sus velos y espiar lo que acaba de moverse,
terminar de abrir la puerta hacia afuera,
hacia adentro; tan neblinoso e imprevisible
y peligroso e inquietante es,
como aquel que me abre sus anchas realidades
en este quinto lustro iluminado.
Mundos sobre mundos y apenas separados,
tan lejos, que sólo el salto
de un hombre sobre su hombre de rayos
tiene el poder de verlo y tocarse a sí mismo,
mientras ambos estiran la mano dentro de la Otredad.
Morir por aferrar sin ver y sin temer,
algo vivo y caliente que patalea delante de nosotros:
el Nuestro, agazapado en el umbral,
contempla nuestros pasos y dice que sí,
dice que sí al fiero desembarco.
179
XAXES ASTRONOMO
Fui hombre de estrellas en la noche y en el día,
en la amplia noche caldea, escondido de todos,
abierto a los abiertos mapas de la eternidad
y a la cordura de los mundos donde primero
el compás y luego la mirada descubren la armonía sucesiva,
el camino del alma de los hombres:
de Oriente a Occidente hay un hombre extendido.
Yo que vi arder en el fuego de la inteligencia que no ilumina,
aquella que sólo sabe preguntar, a tantos, en tantos tiempos,
sé que nada de lo que sucede deja de ser cierto al bajar los ojos
y al volver al mundo: en la gran madre noche
otro fuego se ocupa del insomnio.
Es la noche del alma de las cosas:
sólo allí ellas se explican, se relatan su secreto común
donde lo opuesto encastra en lo contrario.
Morí de hambre y de sed sobre una alta colina
por no mover la vista de los cielos:
cuando se ve el secreto hay que ser fuerte
para querer mover, todavía, un dedo.
¿Hacerlo, para qué? se hace la pregunta.
Me vi a mí mismo escribir estas palabras
lejano, muy lejano en el tiempo y en todo:
entre oscuridad y oscuridad vi en la noche un cuarto,
el mundo, la pluma difícil
y cada paso suyo entre una horda de pasos.
Mis dos mujeres y mis suegros vinieron a pedirme
con los niños, vino el rey, vino mi madre. Inútil y se fueron.
Fuera de mi visión los hombres sin saberlo
seguirían construyendo la perfecta belleza de lo visto.
180
VIUDOS DE LA LUZ O TRISTES BARCOS DONDE ENCALLO LA MUERTE
Donde para mi inmenso amor
están los muertos, guardados por el cerrojo
implacable de la noche y de los días,
arden como miradas y son castos
como quebrados, como desnudados
por el rayo certero de la tierra voraz.
Allí donde los muertos de la humanidad
-un vivo que ha olvidado el equipaje
que cansaba sus pasos- realizan
sus sueños de polvo y flores secas,
los que murieron sin decir,
los que pasaron sin pasar,
ellos, los que renunciaron,
los que cerraron sus ojos
y los cierran al soplo furioso
desde el primer relámpago del bosque matutino,
ellos no pueden volver a decirle que sí
ni al más pequeño sueño de los vivos:
ya son parte del sueño.
Ellos van y vienen por los bosques
de la muerte con la cesta vacía,
aquello que no llenaron nunca
no contesta el pedido de otra aurora.
Y ya que en vida no ahorraron palabras
para ocultarse de ella, pasarán en silencio
el resto de su muerte, una muerte espesa y mercurial
donde no existe la prisa, ni el olvido.
Otros van a buscar ciertos lugares adonde se llega sin cuerpo,
porque el cuerpo vale sus acciones de barro
y la infantil esperanza de una distracción del tiempo.
Otros cambian y la flor de oro despliega
contra el negro de la muerte el fruto final
181
entre sus brazos; otros, yo lo sé, me lo han dicho
todos los avisos, me lo han repetido mil veces
voces que venían del vacío, otros golpean
para siempre la última pared y la derrumban;
denme, para mi viaje veloz, un pozo de viejos violines
donde dormir con estos muertos y la charla
de mi propia calavera y el ritmo incesante que parte
de las cosas vivas, lejano y estruendoso
detrás de la Gran Puerta.
182
Y LA VERDAD NO ARDERÁ
"Sus casas se incendiaron hace mucho y la Verdad no arderá"
nos dicen las señales culpables del incendio.
"Sus casas eran el refugio de la mente acallada
por el gesto imperioso que les daba placer, el sueño de estar vivos
fue ama de llaves allí donde la muerte preparaba su hogar",
murmuran las chispas de este camino en llamas.
Nuestras casas se incendiaron hace mucho,
cuando una sombra entró, del brazo de la duda,
a preguntar por nosotros en esos cuartos interiores
donde creíamos estar a salvo, para siempre jamás,
de la mueca y los gritos, la impaciencia en la puerta,
el asomo en la ventana del rostro furioso de la Verdad.
Ella nos sacó a calles desconocidas,
señaló el camino que sube hasta su frente y nos empujó,
en su búsqueda, al interior de todo lo que existe.
Con nuestra pobre certeza al hombro,
alimentamos nuestro paso con la victoria de ayer,
hasta que el plan secreto del cielo y de la tierra
nos preste su linterna y la verdad no arda bajo su luz,
porque es la Verdad. La sombra y la duda cerraron toda puerta,
incendiaron los muebles de los sentimientos y prendieron,
en las cortinas de la ilusión, las llamas de un fuego gris y frío,
que acabó con la casa, la sombra y toda duda.
Desde el quemado umbral nos lanzamos a caminos
de lazos, trampas y cerrojos entreabiertos, donde la confusión
acecha la visión de cosas que no son de aquí:
ya no somos felices pero estamos despiertos,
caminando junto a otros que dejaron sus casas
en una mañana caliente de cualquier lugar.
Atrás, todos juntos éramos una ciudad que giraba
como una loca risueña sobre el eje caído de su propio dolor.
Ahora atravesamos mundos que enseñan y sombras que nos educan,
183
rastros que dan claves, estaciones que pasamos hacia el centro
de todo lo invisible: en ese gran ombligo cobraremos por la casa
el Todo, a la Verdad que nos ha firmado una promesa en los ojos.
Una segunda mañana en llamas, en cualquier lugar,
esta segunda casa arderá, arderá para mostramos
un paisaje que se quitará la máscara cuando hayamos llegado:
allí estarás tú y tu hermano y el hombre que vendía los diarios,
en un traje nuevo, irreconocible; muchos habrán quedado en el camino,
todos llegarán la víspera del asombro. Y la Verdad no arderá
y será la casa grande, de todos, revelada.
184
EL CENTRO DEL MUNDO
Eres el impulso que mueve la caída del carro
y la ira del carretero.
Eres la calma del carretero bajando al pozo
y el esfuerzo por sacar su carro del pozo.
Eres el peso del carro.
El barro del pozo y lo que está
entre el barro y la rueda, firmemente adherido.
Eres el que pasa y ve la escena
y su historia personal y su desinterés
por el momento de su historia.
Eres la soga que cae al pozo
y saca al carro y al carretero.
Eres lo que queda del carro y del carretero
en el fondo del pozo cuando ambos se han ido.
Y eres todo lo que no se enteró del episodio
y sigue igual, aunque distinto,
aunque igual, después de que el carro
y el carretero cayeron en el pozo.
Eres lo eterno: el carro, el pozo y el carretero
no existen ni dentro ni fuera de esta historia.
Eres lo eterno: infinitas veces más que tú mismo.
Eres el cuchillo sin mango y sin hoja
al que hay que mirar.
185
DESPUES DE LAS PALABRAS
Y ahora te devuelvo, te exhalo:
entre mundos contrarios siempre estarás perdido.
Doblemente exiliada, criatura del sueño,
entre aquí y allí, donde estás parada.
Serás mi huérfano en un mundo de emblemas
y te perseguirán la espada, el gancho y la fría risotada:
sólo tú sabrás dónde queda Itaca.
Serás mi huérfano en un mundo de emblemas
pero sabrás qué mástiles sostienen esas lágrimas:
conversaciones, teléfonos y rostros serán tu escarnio,
dos días tus verdugos, pero a ti te hará llorar una palabra.
No volveremos a vernos nunca y nos veremos siempre:
esta sola ironía hará que todo exista y se contemple.
Pero serás sagrado. Itaca no se olvida de lo que arroja al mar.
Sabrás que en cada cosa y hombre hay una porción de tu isla.
Te asomarás a ella para verte desnudo, solitario, repleto de tu alma, intacto.
Tu isla será cualquier cosa: un fragmento de pan peculiar,
la insólita confirmación de esta noticia grave.
Tu isla será cualquier hombre. Pero será casi siempre
una puerta cerrada. Itaca no se olvida de lo que arroja al mar.
Y así sabrás que Itaca no existe y que no existe el mar.
Las dos caras de una moneda caerán sobre tu mano.
Serás sagrado y algún día (sólo yo tengo tu Palabra)
Algún día todo será plenitud.
Itaca inundará el mar.
186
------------------------------------------------
SOBRE LUIS BENÍTEZ
El poeta, narrador, ensayista y dramaturgo Luis Benítez nació en Buenos Aires
el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de
Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University,
de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory
Board de Poetry Press (La India). Ha recibido el título de Compagnon de la
Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La
Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores
de la República Argentina. Ha recibido numerosos premios nacionales e
internacionales por su obra literaria, entre ellos el Primer Premio Internacional
de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); la Mención de Honor del
Concurso Municipal de Literatura (Poesía, Buenos Aires, 1991); el Segundo
Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio
Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos
Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción
(Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum di Poesia (Sicilia, Italia,
1996); el Tercer Premio Eduardo Mallea de Narrativa (Buenos Aires, período
1995-1997); el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el
Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer
Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México,
2008).
Sus 24 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro han sido publicados en
Argentina, Chile, España, Estados Unidos, México, Venezuela y Uruguay.
Obras suyas fueron traducidas al inglés, francés, alemán, italiano, holandés,
griego y macedonio.

Documentos relacionados