Se ha ido. Esa sensación nos envuelve casi sin dejarnos respirar

Transcripción

Se ha ido. Esa sensación nos envuelve casi sin dejarnos respirar
Se ha ido.
Esa sensación nos envuelve casi sin dejarnos respirar. Ya no está a nuestro lado. No importa si lo
hemos sabido durante meses o si su partida fue repentina, no podemos explicarnos que no esté con
nosotros. No podemos aceptar que esa persona a la que amamos, nos haya dejado. Había tanto
por decir todavía, tanto par hacer. Si hubiéramos sabido, si hubiéramos podido, no hubiéramos
dicho, no hubiéramos hecho. Esta vivencia de lo irremediable, hace que el dolor que nos atraviesa
el alma, sea profundo e infinito.
Así es la muerte; contundente, irremediable, Universal, cotidiana, indeterminable, única, definitiva.
Y así es la vida después de la muerte de alguien a quien amamos; la incertidumbre, el miedo, la
culpa, la soledad, el dolor, todo se combina y nos envuelve.
Tengo 39 años y tengo dos hijos de cinco y dos años de edad. La muerte de mi esposo fue repentina
y completamente inesperada.
Él fue mi maestro de vida. Un hombre que vivió su vida intensamente, ocupado en lo
verdaderamente valioso y trascendente. Se entregó completo a cada día y a cada uno de los
suyos. Sólo los que están conscientes de su propia mortalidad, son capaces de vivir intensamente,
sin miedo, ni a la vida, ni a la muerte. Pero siempre conscientes de que ambas, la vida y la muerte,
van de la mano.
Una muestra real del amor que podemos tener por los nuestros, es pensar en lo que pasaría con
ellos, si nosotros morimos primero.
Hoy esa última muestra de amor de mi esposo hacia mí y hacia sus hijos, es lo que nos ha permitido
continuar con nuestras vidas, viviendo intensamente el dolor de haberlo perdido, pero tranquilos de
saber que gracias a que él pensó en su muerte, ahora nosotros seguiremos teniendo la estabilidad
económica necesaria para vivir y para seguir luchando por hacer realidad los sueños que en vida
compartimos con él.
Ahora yo también he pensado, como él, en mi propia mortalidad. No tengo el control para decidir
cuándo y cómo moriré, pero sí tengo en mis manos el asegurar a mis hijos, mantener su estabilidad
y la posibilidad de tener el futuro que sus padres pensamos para ellos. He tomado el control
entonces, de las cosas de las que sí tengo control y he dejado a Dios todo lo demás.
Éstas líneas son para ti que estás vivo o viva y que tienes una familia a la que amas y que te
necesita. Para ti que estás a tiempo de tomar decisiones de amor en beneficio de tu pareja o de tus
hijos. Para ti que por un lado ves la muerte tan lejana a ti y a los tuyos, pero que en el fondo siempre
has sabido que no hay vida sin muerte.
No podrás proteger nunca a tu familia del dolor de haberte ido antes que ellos, pero sí puedes
protegerla asegurando su estabilidad económica, su equilibrio, sus planes y sueños.
Sinceramente,
Maricarmen.

Documentos relacionados