Aún te queda mucho por madurar

Transcripción

Aún te queda mucho por madurar
Apoyó su cabeza sobre el cristal de aquella ventana sintiendo el frío de ésta sobre su frente. A cada
exhalación de aire, el cristal se empañaba cada vez más con el vapor que salía de su respiración.
Entreabrió sus ojos un poco para observar la escena del exterior, donde la naturaleza era la principal
protagonista con sus vientos férreos, su lluvia punzante y sus truenos retumbantes como filas de
tambores sonando a la par. Resopló aburrido y cansado, y volvió a mirar al exterior fijando su vista
en los robustos árboles que eran agitados por el poderoso viento. Enfocó su vista a algo más
cercano, el cristal sobre el que reposaba su cabeza en esos momentos, las gotas de lluvia se
deslizaban sobre él, como lágrimas resbaladizas que competían entre ellas por ver quién era las más
veloz en cruzar la meta de aquel cristal. Una pequeña sonrisa escapó de sus labios al ver eso, le
recordaba a su niñez, a cuando miraba el cristal del viejo coche cuatro latas de su padre e imaginaba
que las gotas competían entre ellas...Extrañaba todo eso, el revolotear de la imaginación en cada
cosa que veía, la ingenuidad con las que comienzas a ver todas la cosas, el vivir sin preocuparte por
el futuro...Crecer, para él, era perder todo eso y más. Suspiró e intentó pensar en otra cosa.
Notó un pequeño tirón en la manga de su camisa, lo que lo sacó de su trance. Se volteó para ver de
que se trataba y vio a un pequeño niño de ojos marrones oscuros mirarlo con curiosidad.- “¿Qué
haces?”- preguntó el pequeño -“Nada que a ti te importe, enano”- contestó secamente antes de
volver a mirar por la ventana -“Tonto...” -susurró por lo bajo el niño -“¿Qué me has llamado?”- se
incorporó de un salto y el niño pequeño se asustó, pero se mantuvo firme - “¡Que eres tonto!”- le
gritó enfadado -“Estás todo el día mirando por la ventana con cara de pena sin hacer nada”continuó con el mismo tono de voz -“¿Qué quieres qué le haga?”- habló el mayor - “Crecer es duro
¿sabes?”- tras decir eso volteó su vista de nuevo hacia la ventana -“Tu cara si que es dura...” -volvió
a susurrar por lo bajo el niño de ojos marrones - “¡Argh!”- se quejó mientras apartaba la vista de la
ventana - “¡Me tienes harto! ¡Ven aquí!”- el pequeño echó a correr al ver que joven iba hacía él a
toda velocidad con cara de rabia. Una mujer, alta y madura, cruzó la puerta de la habitación en ese
momento y el pequeñín aprovechó para esconderse detrás de ella -“Davis se está metiendo
conmigo”- señaló el pequeño -“Pero, Davis, ya eres mayorcito para peleas con tu hermano ¿no
crees?”- le reprochó la mujer -“¡Pero ha empezado él!”- se quejó mientras señalaba al culpable. La
mujer suspiró -“Pareces un crío...” -Davis abrió los ojos sorprendido y luego frunció el ceño - “¡Yo
no soy ningún crío!”- renegó mientras le daba la espalda -“Pues actúas como si lo fueras...”- volvió
a hablar su madre. El joven se volteó violentamente- “¡Hace mucho que deje de hacer las cosas que
me gustaban cuando era pequeño! ¡He madurado mucho en este tiempo!”- reiteró mientras hacía
gestos exagerados con sus manos -“Creo que no tienes el concepto de madurar muy claro
todavía...”- dijo la mujer seria -“¡Eso, eso!” - exclamó el pequeño de la habitación, aunque no
tuviera muy claro de lo que estaban hablando. -“Paso de todo”- Davis empezó a caminar fuera de la
habitación -“Me voy a mi cuarto”- y dicho ésto empezó a subir las escaleras. Su madre suspiró
-“Tommy...” -el pequeñín la miró al escuchar su nombre -“¿Cuándo madurará tu hermano?”susurró en un tono triste y casi inaudible. El pequeño se encogió de hombros - “Supongo que
cuando se ponga de moda”- contestó ingenuamente y su madre rió mientras el pequeño empezaba a
hablar de nuevo -“Todos los adolescentes son iguales, toman más empeño en seguir una moda que
en ser simplemente ellos mismos” -su madre se sorprendió al escuchar esa última frase salir de los
labios de tan inocente niño. Sonrió con ternura y acarició la cabeza de su hijo -“Que espabilado has
salido...”Cerró la puerta de su habitación violentamente, como todo adolescente cabreado que se precie hace
para hacer resonar su enfado en cada rincón de su hogar. Se dejó caer boca arriba en su cama y
cruzó sus brazos tras su cabeza a modo de almohada. Miró hacia el deprimente techo blanco de su
habitación, perdiendo su mirada en él por varios segundos. Al cabo de unos instantes, las palabras
de su madre empezaron a resonar en su cabeza, revotando una y otra vez en las paredes de su mente
como si no hubiera nada más en ella. En un intento de evadir esas palabras, alcanzó su móvil y sus
auriculares, y se puso a escuchar música; eligió una canción con un ritmo lo suficientemente fuerte
como para ahuyentar las letras que perforaban su mente en esos momentos.
Tras varias canciones, sus doloridos tímpanos le suplicaron que dejará ya aquellos auriculares antes
de causarse más daño en sus oídos. Se reincorporó un poco y se estiró durante varios segundos,
hasta que reparó en una caja que estaba en el rincón más bajo y oculto de su gran estantería. Un
fugaz recuerdo cruzó su mente y rápidamente se levantó de la cama y fue directo a las estantería
para tomar la caja. Divagó por unos segundos si abrir o no la caja, no sabía por qué pero estaba
nervioso y a la vez un poco temeroso. Sacudió su cabeza y no se lo pensó más. Abrió con cuidado la
caja y miró con ojos brillantes los juguetes que había en ella, con los que había pasado grandes
momentos en su niñez. En seguida divisó a su muñeco favorito enterrado entre los demás. Tiró de él
y lo sacó.
Se trataba de una especie de dinosaurio naranja con rayas azules, pero con un casco metálico con
tres cuernos, alas de color lila, una gran garra metálica y una coraza que sólo recubría su pecho.
Además tenía un botón en su cola que, al pulsarlo, hacía que el muñeco empezara a rugir; recordaba
la de siestas que había arruinado a su padre por culpa de ese botoncito...aunque eso a él le divertía
mucho.
Contempló con nostalgia cada juguete y miles de recuerdos inundaron su mente en unos segundos,
añoraba cada instante de aquellos tiempos. Sonrió feliz al volver a mirar el dinosaurio metálico
pero, de repente, lo guardó velozmente al notar todos lo sentimientos que estaban resurgiendo de él
al ver su niñez atrapada en una simple caja. Colocó el objeto en su sitio y volvió a su cama. Pero
antes de tumbarse tomó el mando de la tele de su cuarto y la encendió. Empezó a pasar canales
rápidamente, nunca había nada interesante en aquella caja tonta lava cerebros. Volvió a reparar en
algo y paró de pasar canales; estaban echando su serie favorita de niño. Sonrió ampliamente al
verla. Se quedó varios minutos embobado mirándola, recordaba a la perfección aquel episodio
¿Cómo olvidar aquella batalla tan épica?.
De repente, alguien tocó en la puerta, lo que lo hizo salir de su trance. -“¿Quién es?”- preguntó
mientras se reincorporaba un poco -“¡Soy yo!”- exclamó el pequeño Tommy mientras entraba en la
habitación de un salto- “¿Qué quieres, enano?”- preguntó con fastidio -“La tele del salón está rota, y
mamá me ha dicho que puedo ver la tele aquí contigo”- se sentó en la cama junto a su hermano
mayor -“¿Qué mamá te ha dicho que vengas? Pero si la tele es mía ¿Es que nadie me pide a mi
permiso antes de hacer nada?”- se quejó -“Pues no. Aquí la que manda es mamá, así que te
aguantas” -se burló el pequeño. Davis guardó su enfado e intentó no darle importancia al asunto.
-“¿Qué estás viendo? ¡Hala!”- exclamó elevando sus brazos al aire por la alegría -“¡Si esta serie me
encanta!”- sonrió y empezó a saltar en la cama -“¿Ah sí? Pues yo quiero ver otra cosa, así que ahora
el que se va a aguantar eres tú...”- dijo justo antes de cambiar de canal -“Joooo”-se quejó el pequeño
-“¿Por qué lo quitas?” -hizo un pequeño puchero -“ Tú también lo estabas viendo...”- susurró -“Yo
no estaba viendo nada. Los dibujitos animados son para los niños”- afirmó mientras seguía pasando
canales -“¿Y eso quién lo dice?” - preguntó curioso -“Pues...la gente...” -contestó no muy seguro
-“¿Y porque lo diga la gente ya es así? Menuda tontería...”- se cruzó de brazos -“¿Por qué no
puedes hacer algo que te gusta sólo porque lo diga la gente eh?” - el mayor dejó de pasar canales y
lo miró - “ A mi no me gusta ver dibujitos...”- afirmo con fastidio -“¡Mentiroso!”- gritó Tommy
haciendo que su hermano se sorprendiera -“Si te gustan, pero no los ves porque la gente dice que no
deberías...”- Davis empezó a pasar canales otra vez -“Es lo que tiene el madurar, dejar de hacer las
cosas que te gustan...” -dijo con tono triste -“Pues dejar de hacer cosas que a ti te gustan, porque lo
dicen los demás, no me parece para nada de gente madura...sino de gente estúpida”- afirmó
sinceramente -“¡Oye! Eso no es...”- quiso continuar, pero Tommy lo cortó -“¿Tengo razón o no
tengo razón eh?...”- Davis se quedó callado por unos instantes...quizás el enano tenía razón...¿Pero
cómo un simple niño iba a saber más que él sobre madurar? Miró a su hermano y luego sonrió. Pasó
velozmente los canales hasta encontrar el canal donde estaban emitiendo la serie favorita de su
niñez... y la de ahora. -“¿Preparado para ver una batalla épica?”- le dijo a su hermanito con media
sonrisa -“¡Sí! ¡Esto va estar genial!” -exclamó feliz Tomas-.
Su madre oyó risas tras la puerta de la habitación de Davis, lo que no era muy normal. Se asomó
con cuidado y vio a los dos hermanos viendo la serie favorita del hijo mayor, la cual ella recordaba
de tantas veces que el joven la veía de pequeño. Sonrió con ternura al ver la escena -“Parece que por
fin ha empezado a madurar mi pequeñín...”-.
FIN

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