LA FÓRMULA

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LA FÓRMULA
TRANSFORMAR EL DESARROLLO
LA FÓRMULA
DEL CRECIMIENTO
U NIDAD 3
FÓRMULA 3
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Unidad 3 ▪ Fórmula 3
E
l futuro suele ser una de las palabras más utilizadas en las organizaciones. Se
despliega en los mensajes, en los discursos, en las promesas y en las críticas. Pero
cuando la efervescencia de las reuniones se tranquiliza, queda latente una pregunta
sin muchas respuestas: ¿dónde está el futuro? El objeto de esta pregunta puede ser una
empresa, una organización, una comunidad, una región. En qué punto coloca el sentido de su
desarrollo como sistema social.
El futuro no es una línea recta que se despliega, libre de obstáculos y fricciones, desde el
pasado hacia un punto en el calendario. Aunque nuestro sentido común sabe que esta
concepción es una metáfora risueña, la seguimos utilizando al momento de diseñar y planificar
el destino de un sistema social (desde una familia, grupo, empresa, hasta una comunidad).
Esta lógica de tiempo tiene fundamentos matemáticos en el principio de “tiempo absoluto” que
conceptualizara Newton en su publicación trascendental de 1687. Este concepto de tiempo
que “fluye uniformemente sin relación con nada externo”, hoy en día es una de las ideas tan
instaladas como riesgosas al momento de pensar en el abordaje de sistemas complejos como
los sistemas sociales. Simplemente, porque el tiempo no es una medida de transformación del
espacio. Y lo que nosotros enfrentamos hacia futuro, es la transformación del espacio, más allá
del tiempo.
Es importante no confundir, el paso del tiempo con la trasformación del espacio. Si nos
situamos en este momento histórico de las organizaciones y las empresas, el paso del tiempo
(la línea recta), involucra al menos cinco grandes desafíos que están cambiando la dinámica
del contexto (la transformación del espacio). Estas cinco dimensiones de cambio podríamos
centrarlas en las siguientes preocupaciones: los niveles de crecimiento y productividad; la
disponibilidad de recursos energéticos y los insumos; la integración de las nuevas
generaciones a la experiencia laboral; el impacto social del desarrollo económico; y la calidad
de vida individual de los trabajadores. Más allá de las características de nuestro país, y de las
particularidades de nuestra provincia, estas dimensiones son problemáticas transversales. Lo
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importante es que en cada región están presentes marcando un momento de apertura hacia
nuevas formas estructurales de vida para los proyectos de las empresas y organizaciones.
En definitiva, cuando hablamos de futuro hablamos de diseñar un lugar en este nuevo espacio
social y productivo. Un nuevo espacio que se mueve (en muchos aspectos con una lógica
inédita) y desafía las condiciones de vida de los sistemas sociales. Desde el punto de vista
productivo, este desafío nos lleva a repensar e implementar un modelo productivo que pueda
integrar estos nuevos frentes que se abren desde este presente hacia un nuevo espacio
histórico. En este marco, la sustentabilidad productiva hacia el futuro, implica un modelo de
desarrollo que tenga capacidad de respuesta en esta dinámica de factores tan variables y
complejos, más allá de un punto en el calendario.
El futuro sin futuro
Los procesos económicos siempre han sido complejos, no es un fenómeno exclusivo de esta
época. Los sistemas complejos se pueden definir por tres factores: diversidad de actores y
variables; alto nivel de interacción bajo determinados patrones o reglas de relación y
situaciones emergentes como procesos inéditos que surgen de esa interacción entre los
actores. Por ello, todo sistema social es complejo, porque la interacción y la emergencia es la
base de su dinámica. Lo que sucede, desde algunas décadas, es que la dinámica y la
velocidad de los procesos económicos, sociales y tecnológicos, han acrecentado el nivel de
inestabilidad del contexto global generando mayor heterogeneidad de actores involucrados,
mayor velocidad de interacción y, como consecuencia de ello, una multiplicación exponencial
de situaciones inéditas en la actualidad.
La sustentabilidad de un modelo productivo con una perspectiva de futuro, implica diseñar
modelos de desarrollo desde esta mirada de la transformación del contexto. Nosotros hemos
sido formados para planificar en base al “paso del tiempo” (la línea recta; el modelo de 1687),
pero no en base a la transformación del espacio (la complejidad actual de los cambios en el
contexto). Los modelos de negocios han tenido un diseño introspectivo, con una lógica
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mecanicista basada en la eficiencia de sus procesos, pero aislados de la dinámica de su
contexto. Este diseño autorreferencial, que generó el gran desarrollo de la industrialización, en
este siglo XXI, está colapsando por tres factores: a) por los conflictos en su funcionamiento en
sistemas humanos, b) por las dificultades en la capacidad de respuesta frente a la velocidad de
los cambios, y c) por la imposibilidad de sustentabilidad de los modelos de gestión basados en
la fuerza y la explotación.
Lo que hoy muestran los síntomas estructurales del desarrollo social es que la lógica clásica de
planificación ha colocado al futuro en un lugar donde nunca estuvo: en el calendario. Pensar en
el futuro implica diseñar una forma de abordar la dinámica del contexto desde una definición
trascendental de la cual se derivan todos los demás procesos de gestión. Abordar al futuro
como un problema de tiempo nos lleva a la clásica confusión entre estrategia y táctica. Cuando
el futuro se aborda solo desde un sentido táctico exclusivamente nos quedamos sin futuro,
reaccionando compulsivamente frente a los acontecimientos.
El futuro del futuro está
comprometido, porque aún no hemos podido encontrar la manera de darle forma a las
transformaciones del presente histórico. Por lo tanto, proyectamos en una línea de tiempo
abstracta el desconcierto del presente.
Desplegar responsablemente el futuro
Para ampliar las posibilidades de desarrollo de un sistema social hacia el futuro hay que
repensar a “lo productivo” ligado múltiples dimensiones de desarrollo. Cuando los espacios
productivos quedan extremadamente acotados a lo económico matemático, no dejan espacio
para el desarrollo personal y comienzan a generar tensión. Por lo tanto, redefinir el futuro,
significa redefinir “las jugadas estratégicas” frente a un tablero de condicionantes mucho más
complejo que en otros momentos históricos con jugadores inéditos y proyecciones de
resultados inciertas. Para las organizaciones, esta posición es tan amenazante como
trascedente porque conviven tanto amenazas como oportunidades de transformación, que sin
perder el sentido de rentabilidad pueden abarcar múltiples formas de desarrollo.
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Un proceso de transformación tiene como objetivo generar nuevas condiciones de vida para no
caer en soluciones estereotipadas y sintomáticas. Los sistemas humanos no enferman por
ataques exteriores, sino por la imposibilidad interior de procesamiento (de las perturbaciones
exteriores) y readaptación. Por lo tanto, ¿qué significa abrir el sistema a nuevas condiciones?
Implica sacarlo de la inercia, ponerlo en movimiento, preparar a la estructura para mantener
una adaptación activa con el entorno.
En este marco, trabajamos sobre un modelo de desarrollo corporativo en base a un abordaje
sistémico -no sintomático- de la transparencia, la competitividad y el talento humano. Este
modelo de crecimiento (aplicado tanto a negocios como a organizaciones) permite sostener un
proyecto en tres ejes paralelos de desarrollo articulados en base a la fórmula:
RESULTADOS + INTEGRACIÓN + PROYECCIÓN
Desde el punto de vista operativo, esta fórmula se materializa en tres niveles:

PRODUCTIVO: que está relacionada con la capacidad de una organización para crear
alternativas de desarrollo basada en un propósito colectivo. Es la responsabilidad sobre
los resultados, sobre la sustentabilidad del proyecto.

CULTURAL: se refiere a la capacidad para crear posibilidades de desarrollo personales
dentro de un marco institucional de integración. Es la responsabilidad sobre las
condiciones laborales para las personas involucradas en el proyecto o que trabajan en
la organización.

POLÍTICO: que se refiere a la capacidad para crear condiciones favorables de
integración social y bienestar común en los contextos donde una organización
desarrolla su actividad. Es la responsabilidad sobre el impacto político social de las
actividades o el desarrollo del proyecto.
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Una vez más, en la historia económica-productiva, volvemos a estar en una encrucijada
respecto de la transformación de las condiciones de vida para alcanzar un desarrollo y
crecimiento sustentable. La mayoría, de estos momentos históricos se ha resuelto
profundizando los viejos paradigmas y forzando los sistemas a un mayor mecanicismo. Las
consecuencias están a nuestro alrededor. Pero toda encrucijada también deja abierta la
posibilidad de transformar nuestro destino. En cada paso del presente estamos desplegando
las condiciones de nuestro futuro.
Enfrentar la brecha competitiva
El paradigma clásico de gestión no alcanza para mantener el control de las conformaciones
productivas actuales que, lejos de la homogeneidad imperante de generaciones anteriores se
mueve hacia una bifurcación de escenarios dinámicos, volátiles e inéditos en muchos aspectos.
Las organizaciones y empresas deben redefinir su dinámica interna para mantenerse activos
frente a estas condiciones externas, lo cual aumenta las exigencias y la presión a su estructura
clásica.
Al hablar de competitividad se pueden desplegar una variedad de definiciones. Es un concepto
tan presente como ambiguo al mismo tiempo. En el marco histórico que estamos analizando, la
competitividad tiene que ver con la capacidad de una empresa para mantener su interacción
frente a las condiciones del contexto. Si analizamos las dificultades de las empresas e
instituciones, podemos ver más claramente que el diseño estructural actual no está preparado
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para interactuar con las características actuales del contexto socio económico. El diseño
organizacional clásico no es un diseño competitivo, porque es introspectivo, no es un diseño
sensible a la dinámica del contexto.
Justamente, la brecha competitiva aparece entre la desesperación de las empresas que corren
para cumplir sus metas y por otro lado un contexto que se transforma a una velocidad
inalcanzable para los diseños empresariales actuales. Los movimientos compulsivos de las
organizaciones (comerciales, civiles y gubernamentales) son la consecuencia de un
desencuentro entre los diseños organizacionales: lentos, burocráticos, introspectivos, de
gestión por la fuerza; y un marco socio económico impredecible para los paradigmas
tradicionales.
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