Ildefonso Aguilar: Miradas al paisaje Federico Castro Morales
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Ildefonso Aguilar: Miradas al paisaje Federico Castro Morales
Ildefonso Aguilar: Miradas al paisaje Federico Castro Morales Historiador del arte Vivir volcanes El fuego del planeta, el magma que aflora desde las entrañas a la superficie para hacerse paisaje, ha fascinado al hombre desde el inicio de los tiempos. La erupción de un volcán desata complejos comportamientos: pavor al revelarse el poder destructivo de la lava; seducción ante su fuerza seminal cuando del rescoldo de las cenizas volcánicas vemos surgir formas inéditas que la mirada reconoce como un escenario atávico donde aflora un pasado remoto, anterior a la historia, que nos concede una nueva oportunidad. Entonces, al sentirse parte de un relieve reciente, de una Naturaleza renovada por el fuego, emerge el deseo de entrañar el volcán, de proteger los paisajes eruptivos y, confundiendo valores de novedad y reliquia, el intento de evitar que el hombre los dañe. Este aprecio aproxima a Islandia y Lanzarote, dos islas atlánticas, distantes en la geografía, pero cercanas en su historia geológica y en la voluntad de sus moradores de proteger los paisajes volcánicos emergidos en el siglo XVIII: el volcán Timanfaya entró en erupción en 1730 y durante seis años cubrió de lava el sur de Lanzarote, destruyendo localidades y provocando la marcha de la población hacia otros lugares. Antes de que hubiera transcurrido un siglo, en 1824, nuevas erupciones acabaron de conformar un paraje, Montañas del Fuego, que fue protegido como parque nacional en 1974. Estos volcanes latentes, junto con el resto de la Isla de Lanzarote, han sido declarados en 1993 reserva de la Biosfera por la UNESCO. En Islandia la erupción del Lakagígar ocurrida entre 1783 y 1784, provocó la casi total desaparición de los animales domésticos y parte de la población, llegándose a plantear la evacuación total de la isla hacia la península de Jutlandia, pero también creó un extenso campo de lava –Eldhraun- que se encuentra protegido desde 1971, integrado en el Skaftafell National Park. Los paisajes volcánicos de ambas islas también están más próximos por la inquietud paisajista de Ildefonso Aguilar, que ha incorporado a su estética vulcanista referencias a Islandia junto a topografías más próximas. Materiales y formas del relieve, topónimos de sonoridad magmática característicos de ambos territorios -jable, rofe, basalto, jameo, estratos, desiertos, fisuras, diques, magma, fumarola, cantos rodados, malpaís, sandur, Famara, Guatifay, Tinguatón, Eldhraun, Porisvatn, Skeidararsandur...- titulan algunas de sus piezas. El artista que transita malpaíses, espacios rigurosos conformados por escorias volcánicas y cordadas quebradas al contacto con el aire, siente al andar cómo se desmorona la costra de ceniza volcánica al pisarla por vez primera. Vivir esa virginidad de un paisaje reciente, construido por una actividad volcánica aún ardiente en el recuerdo y en las crónicas históricas, ha incidido en su obra creativa durante más de cuatro décadas. El proceso de la obra se inicia en contacto con la naturaleza; de hecho, su itinerario cotidiano constituye el primer estadio de la creación: en la madrugada, Ildefonso Aguilar recolecta la arena más fina. De regreso, el peso de la carga apenas modifica el eco de sus pisadas sobre el suelo de conchas molidas por las olas ni el sonido de las cenizas volcánicas impulsadas por el viento o por el rumor efervescente de la orilla. Soledad, latidos de un corazón que se acelera al captar una textura nueva, al reconocer el perfil de un volcán, o sentir la majestuosidad del acantilado, el vértigo del cantil, o la soledad de desiertos y dunas. Ya en el estudio, las experiencias sensitivas son materializadas por el artista, al borde de su mar de lava; ante una panorámica del silencio, vertiendo el polvo extraído a la isla sobre tableros encolados. Así, la música del territorio queda atrapada por la creación visual. Un sonido que nos envuelve al detener la mirada sobre la superficie de sus obras y nos incorpora a la atmósfera que irradian sus composiciones más abstractas, las que titula Paisajes audibles. Entonces sentimos hondamente que la música visual es poesía, también, verdad y paisaje esencial. Territorio y paisaje esencial La vivencia personal e inmediata de la realidad y la capacidad para reescribir nuestra intimidad con el entorno, fue relegada en Occidente cuando se buscó una lógica al territorio desde el conocimiento y se pretendió hacer ciencia condenando la intuición. Sorprende tal circunstancia porque, antes de que se produjera dicha anomalía, en el siglo XVIII, al intentar comprender los orígenes y la evolución del planeta, la ciencia había sido capaz de reconocer en el relieve volcánico las marcas de cierta topografía esencial. La verdad natural requiere ser expresada con la sencillez que se proclama por primera vez y en cada ocasión que el diálogo con el paisaje nos permite trazar el horizonte o abarcar el infinito con nuestro anhelo. Aunque desde el arte se puede comprender física o biológicamente el mundo –y el contenido volcánico puede ser considerado una especialidad temática o una iconografía artística particular–, reducir la imagen de la Naturaleza a la representación de la mera visualidad, constituye un esfuerzo ajeno al arte. Ese paisaje esencial –que se encuentra esbozado en nuestro subconsciente colectivo, oculto en nuestra profundidad límbica 1– supone un estímulo insustituible. Cuando la escritura surca sus territorios y las artes visuales lo rescatan del mundo de la representación para convertirlo en una vivencia primordial, incluso quien tiene su mirada conformada por la ciencia o la filosofía, se siente conmocionado y cuestiona su visión del mundo y su concepción de los lenguajes artísticos. Esto ocurre porque la obra no es una proyección mimética del mundo observado, ni la membrana donde el hombre proyecta la imagen que construye. Una versión de la realidad puede ser bella, tan bella como los élitros de una libélula, pero su textura translúcida no dejará de ser la barrera que nos impide hundirnos en el cielo, volar entre las aguas marinas o andar a través del silencio. Más allá de lo meramente anecdótico o episódico, Ildefonso Aguilar renuncia a la representación concreta de unas formaciones geológicas adentrándose en la abstracción, para alcanzar lo esencial. Sin embargo, ante sus obras menos concretas no sentimos extrañeza; al contrario, nos reconocemos, y ello ocurre porque el pintor conserva la facultad intuitiva que le permite retomar la Naturaleza como texto común, sacando del olvido una realidad que fue desdeñada por la hipertrofia racionalista, y nos impide percibir la esencia de las cosas. Revelación y sinestesia: la expresividad en la estética volcánica Aguilar pertenece a un reducido grupo de individuos que, tras experimentar la vivencia sinestésica que les desvela el logos del planeta, han querido compartir su hallazgo; pero, percatándose de la insuficiencia de los recursos expresivos, han emprendido una aventura a la que dedican el resto de su existencia. Inmersos en esta búsqueda de un lenguaje expresivo nuevo, más elocuente y propagador de la verdad natural, encontramos figuras como Athanasius Kircher (1602-1680), William Hamilton (1730-1803), Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), Alexander von Humboldt (1769-1859) o Dr. Atl (Gerardo Murillo, 1875-1964). A este grupo dispar les une la pasión volcánica, el naturalismo y el empeño por derribar barreras expresivas convencionales, así como el recurso a la imagen para superar la frustración del lenguaje. El jesuita Athanasius Kircher, al presenciar en 1637 la erupción de los volcanes Etna y Stromboli desde el barco en el que navegaba, decidió investigar el fenómeno de la erupción de los volcanes y visitó el Vesubio, cuya última erupción había tenido lugar en 1631. Escaló hasta 1 Funciones reconocidas del sistema límbico son la memoria, las emociones y las relaciones sinestésicas. Se considera la parte más antigua y profunda del cerebro, anterior, en su desarrollo, a la corteza cerebral, responsable de la razón, la lógica y el lenguaje. También alberga el sentimiento de convicción por el que el individuo se adhiere a ideas y creencias. véase Richard E. Cytowic: Sinestheasia: A union of the senses. Netlibrary, 2002 (2ª ed.). lo alto del cráter y, superando supersticiones, descendió a su interior para escrutarlo. En décadas posteriores publicó estudios sobre magnetismo terrestre 2 y desarrolló hipótesis acerca de la participación del fuego en el origen de la corteza terrestre, desmintiendo el Génesis, que vinculaba el origen del mundo a la retirada de las aguas tras el diluvio. Mundus subterraneus (1665) recoge el relato visual y literario de su vivencia del volcán, así como teorías sobre geofísica, terremotos y volcanes, sobre la erosión y la formación ígnea de las rocas... Profusamente ilustrado con grabados de los que también fue autor, ejemplifica el acercamiento de la literatura al arte en el relato científico. Pero Kircher también ideó la polygraphia 3, una lengua universal, y paralelamente investigó sobre óptica. En Ars Magna Lucis et Umbrae (1646) describe la cámara obscura "transportable", un cubo con una lente en cada una de sus paredes o caras laterales, que alberga otro prisma interno construido por pantallas de papel tensado y transparente sobre el que una persona situada en su interior podía dibujar las escenas proyectadas desde el exterior. También describe la linterna mágica, aparato óptico precursor del proyector de diapositivas y del cinematógrafo, basado en el diseño de la cámara oscura, aunque en lugar de recibir imágenes del exterior, las proyecta; un invento que materializó en 1649, asombrando a Europa con la proyección de pinturas realizadas con colores transparentes sobre vidrios, retroiluminados con lámparas de aceite o velas. Consciente del poder subyugador de la música, Kircher escribió el primer libro dedicado a la acústica, Phonurgia Nova (1673) 4 en el que sistematizó la teoría renacentista sobre la música cromática, basada en la correspondencia de cada sonido musical con cierto color. Desde que en 1704 Isaac Newton hizo corresponder la escala musical con los colores del arcoiris, el propósito de hacer confluir diversos sentidos en la experiencia estética fue perseguido por la ciencia, la literatura, la música y las artes visuales. La búsqueda de conexiones entre el color y el sonido impulsó los conciertos multi-modales de música y luz de colores (son et lumière) –a veces con olores–, tan populares en el siglo XVIII. En la segunda mitad del Setecientos, periodo marcado por el racionalismo y el empirismo, sorprende la actitud de naturalistas que, defendiendo una ciencia rigurosa, querían comunicar sus hallazgos con el auxilio de la capacidad expresiva del arte. Para lograr esta meta adquirieron formación pictórica y convocaron a artistas plásticos 5 para 2 Ars Magnesia (1631), Magnes, sive de Arte Magnetica (1641), Ars Magna Lucis et Umbrae (1646) y Magneticum Naturae Regnum (1667). 3 Polygraphia nova ex universalis et combinatoria arte detecta (1663), en el que proponía signos-cifras específicos para todas las palabras, expresiones y variantes encontrables en diversas lenguas. 4 Publica también Musurgia Universalis (1650) y Phonurgia Nova (1673). 5 Goethe tuvo especial relación con los pintores Friedrich Georg Weitsch (1710-1784), Christoph Heinrich Kniep (1748-1825), Jacques Philippe Hackert (1749-1832). Johann Heinrich Wilhelm Tischbein (1751-1829). Pierre-Jacques Volaire (c.1727-1782), Friedrich Wilhelm Gmelin (1760-1820), Joseph Anton Koch (1768-1839) o Johann Moritz Rugendas (1802-1858) vieron y representaron el paisaje siguiendo las indicaciones o interpretando bocetos realizados por Alexander von Humboldt. observar y registrar erupciones volcánicas o para ilustrar sus teorías científicas, inspirando escenografías sorprendentes. En 1766 el príncipe Leopoldo III, Friedrich Franz von Anhalt-Dessau (1740-1817), gran apasionado de los volcanes, veinte años después de haber visitado el Vesubio con William Hamilton –iniciador de la vulcanología 6–, mandó construir su propio volcán en una isla de su finca campestre de Wörlitz. Susan Sontag recrea en El amante del volcán el espectáculo nocturno de luz y sonido de aquélla imitación artificial que despedía auténtico fuego y humo con emisión de una versión artificial de lava fundida 7. Goethe, que presenció el ingenio del príncipe y la erupción del Vesubio, decidió iniciarse en la pintura con Hackert, pintor que también había acompañado a Hamilton en sus ascensiones al cráter del volcán, para narrar su personal experiencia volcánica; y, como Kircher, se interesó por la óptica, pero, al contrario que el jesuita, Goethe estaba convencido de que el instrumento para descubrir los secretos de la naturaleza se encontraba en la visión y no en las máquinas, seduciéndole más la conexión simbólica entre el fuego volcánico y el fuego estético. Alexander von Humboldt creía igualmente que la descripción del espacio es indisoluble de las emociones de quien lo contempla. Por eso en sus “cuadros de la naturaleza” aspiraba a una comunión entre arte y ciencia, prestando atención tanto al aspecto exterior del paisaje como a su reflejo en el espíritu. Esta noción implicaba la unificación de arte y ciencia, intención que, en opinión de Edmunds V. Bunkse, no responde a un propósito intelectual, sino a la confianza en la percepción sensible, en las sensaciones 8. Pero, frente a la idea dieciochesca de lo bello sublime que Burke hacía radicar en la ignorancia de los fenómenos naturales, Humboldt unió el conocimiento científico al sentimiento de lo sublime, tal y como se aprecia en su relato sobre la ascensión al Chimborazo, muestra antológica del modo humboldtiano de construir el conocimiento universal del espacio a partir de una vivencia concreta, corporal y localizada. Y es que la experiencia resulta insustituible en la aventura del conocimiento, porque, como ha señalado Juan Pimentel, “Penetrar en los secretos del saber ha exigido el contacto físico con el mundo, esto es, dolor, esfuerzo, pasión, mirada” 9. Humboldt modificó la manera de mirar, medir y relatar; emprendió nuevas estrategias narrativas, tanto en el campo de la escritura como en el de la representación gráfica, tras ascender a numerosos volcanes durante su viaje canario-americano (1799-1804). Los primeros pasos hacia esta nueva concepción los desarrolló en la fase final de su viaje, en México, donde concluyó un trabajo sobre una lengua descriptiva 6 Campi Phlegraei. Observations on the volcanoes of the two Sicilies (1776) está ilustrado por los dibujos que realizó el propio William Hamilton sobre el terreno. 7 Susan Sontag: El amante del volcán. Madrid, Punto de Lectura, 1992. pp. 449 s. 8 Edmunds V. Bunkse: “Humboldt and a aesthetic tradition in Geography”, en The Geographical Review v.71 nº 2, april 1981, p. 138. 9 véase Juan Pimentel: “El volcán sublime: Humboldt desde el Chimborazo”, en Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración. Madrid, Marcial Pons, 2003, pp. 179-210. convencional y universal, la Pasigrafía, que ya había iniciado en Europa y que publicó al año siguiente Andrés Manuel del Río, ilustrado con tres láminas que dibujó el propio Humboldt durante su estancia mexicana. Sin embargo, para transmitir los conocimientos y emociones del viaje, Humboldt definió estrategias visuales que influyeron en la manera de representar la Naturaleza y definen una auténtica escuela de pintura paisajista. Para el naturalista, el “...gran estilo de la pintura de paisaje es el fruto de la contemplación profunda de la naturaleza y de la transformación que se obra en el interior del pensamiento” 10. Pero Humboldt creía que “la mejor descripción es la que convierte en ojos a los oídos” y, en consecuencia, animaba no sólo a la construcción de jardines a modo de escenografías, sino a otras experiencias sensoriales en las que se lograba una eficiente representación de la naturaleza con técnicas modernas, como las pinturas circulares 11 y panoramas 12 del irlandés Robert Barker (1739-1806), convencido de que la aplicación de esas técnicas habrían de liberar a la pintura de la servidumbre de la representación mimética. Afirmaba que las “...decoraciones de los teatros, los panoramas, los dioramas, neoramas y toda la pintura de grandes dimensiones, tan perfeccionada en nuestros días, han hecho mas general y mas fuerte la impresión producida por el paisaje” 13. Sorprende el entusiasmo de Humboldt en Cosmos cuando se refiere al diorama ideado en 1821 por el diseñador de escenografías teatrales Louis Jacques Mandé Daguerre, pionero de la fotografía, cuyos efectos eran reforzados por una iluminación dramática, así como por el Neorama (1827) del francés Alleux, especie de panorama desde cuyo centro un espectador veía un paisaje pintado y alumbrado en un cilindro hueco que le sugería la inmersión en el espacio representado. Aunque el realismo supuso una vuelta al orden tras la libertad conquistada durante el Romanticismo, la implantación de la pintura al aire libre en el siglo XIX consolidó la idea de la necesaria inmersión en el entorno natural para favorecer que la mirada apreciara el proceso del paisaje: la representación estática de la realidad entra en crisis y, ante una naturaleza que se percibe en permanente cambio, los impresionistas se mostraron interesados en plasmar su dinamismo, al tiempo que la sensación consolidaba su papel en la experiencia paisajista. En esta tradición se forma el Dr. Atl [Gerardo Murillo] (1875-1964), pintor, escritor y vulcanólogo que durante sus caminatas infantiles escaló volcanes. Esa vivencia le llevó a concebir nuevos recursos técnicos y visuales y a escribir sobre volcanes. Creó los atl-color 14, que 10 Alejandro von Humboldt: Cosmos, v. II, versión de B. Giner y J. de Fuentes, Madrid, Impr. Gaspar y Roig, 1874, p. 36. 11 Patentadas en 1787, al año siguiente pintó un panorama de Edinburgh, con una visión de 360° de la ciudad, en la pared de un edificio circular. 12 Robert Barker abrió su primer Panorama en 1793, prototipo de sus futuras “movie houses”. 13 Cosmos v. II, pp. 87-88. 14 Los utilizó por primera vez en 1908 en unas pinturas murales para el Salón de la Escuela Nacional de Bellas Artes. se podían imprimir sobre papel, tela o roca y, a partir de 1926, realizó paisajes de grandes dimensiones presididos por los volcanes mexicanos, pintados con sus colores secos, a la resina. Entre 1926 y 1928 pasó largas temporadas en el Popocatépetl, en el Iztaccíhuatl y en el Pico de Orizaba. El libro Las sinfonías del Popocatépetl es expresivo de la pasión de Atl por los volcanes, así como sus aeropaisajes, panorámicas cuasi geográficas, basadas en la perspectiva curva propuesta por Luis G. Serrano, que muestran imágenes captadas desde el cielo, con el arco terrestre como horizonte. Paralelamente escribe y publica El paisaje, ensayo ilustrado con sus obras, en el que reflexiona sobre los Atl-colors y otras técnica creadas por él. Ya en su madurez presenció la actividad del Paricutín, cuyo cráter brotó en un maizal al oeste del estado de Michoacán en febrero de 1943. El Dr. Atl estuvo allí prácticamente desde el principio y registró en apuntes y pinturas la violencia eruptiva durante su primer año de existencia. La inhalación de los gases del volcán le afectó profundamente, provocando la amputación en 1949 de su pierna derecha; pero de esta dramática experiencia surge el libro Cómo nace y crece un volcán (1950), que publicó durante su convalecencia 15. Con posterioridad Atl dedicó notables esfuerzos al proyecto de erigir la Ciudad de la Cultura Universal, que habría de emplazarse en Paris en su formulación inicial, aunque, frustrada esta posibilidad, luchó para que se edificara en México con el nombre de Olinka 16. Todavía en 1959, Atl continuaba trabajando infructuosamente en el proyecto de esta ciudad en la que pretendía que residieran sabios y artistas de todo el mundo, en el interior de un volcán cercano a Puebla, en Pihuamo. Ildefonso Aguilar también ha sido testigo de erupciones: presenció la del Teneguía en la isla de La Palma en 1971, registrando los sonidos y las efusiones de magma con su cámara fotográfica. En esta década inicia un proceso con fuertes fundamentos interdisciplinares que, dos décadas después, culmina en su propuesta de utilizar la propia naturaleza como soporte de su obra. Como el Dr. Atl, Aguilar proyecta intervenir en un cráter al borde del océano, creando un lugar para el arte y la cultura. Más allá de la representación: música visual, espacios La profunda convicción de que el paisaje de Lanzarote provoca y sugiere una determinada musicalidad le llevó a crear el Festival de Música Visual, que cada año convoca en la isla a prestigiosos compositores e intérpretes cuyas creaciones perciba y sienta que se relacionan con ella, “...por supuesto no de forma concreta y convencional sino fusionándose con la magia que emana de sus paisajes, música que despierte en el oyente el reencuentro con lo ancestral, con el paisaje interior que todos llevamos dentro”. 15 Durante los 9 años que estuvo activo, los ríos de lava del Paricutín acabaron por cubrir cerca de 25 kilómetros cuadrados. 16 Olinka significa “lugar donde se genera el movimiento” en la lengua náhuatl. El propósito ha sido convertir un paisaje que “...golpea fuertemente la sensibilidad” en escenario único donde integrar músicas de vanguardia en perfecta armonía con una estética que estimula nuestros sentidos y nos sitúa ante una nueva dimensión del mismo paisaje. Las escenografías para los Festivales de Música Visual de Lanzarote, que Aguilar creó y dirigió desde 1989 y durante trece años, en los ámbitos naturales de la Cueva de los Verdes, Jameos del Agua o en el interior del volcán del Cuervo, constituyen un avance en esta línea de integración de lenguajes expresivos y experiencias sensoriales en el entorno volcánico, que culmina en el proyecto de recuperación paisajística Ruta de Janubio (Lanzarote), del cual fue director artístico, oportunidad que valoraba en el congreso Visiones del paisaje (Córdoba, 1997): “Pocas veces se tiene la posibilidad de intervenir en un paisaje ya sea para regenerarlo o bien para actuar sobre él considerando nuevas visiones o interpretaciones del mismo. En mi caso particular y como consecuencia del progresivo deterioro al que se ve sometida una zona paisajística de máximo interés natural, debido al inexistente control y ordenamiento en la visita que miles de turistas practican a diario por ella, voy a tener la oportunidad de intervenir en primer lugar mediante la regeneración de todo el entorno hasta conseguir que vuelva a tener en la medida de lo posible su aspecto original natural”. Pero también pretendía ordenar la forma de visitarlo “...mediante la elaboración de un proyecto que permita contemplar y disfrutar plenamente este inmenso volcán abierto al mar”, un escenario que describía con estas palabras: “En el lecho del cráter existe una laguna con un intenso color verde y las paredes que lo delimitan poseen una belleza extraordinaria. Una playa de arenas negras lo separan del mar y todo el recinto está envuelto de una atmósfera especial, se puede sentir que nos encontramos ante uno de los lugares con mayor magnetismo de la isla”. Para este paraje diseñó una instalación de luz y sonido en el cráter, con el concurso de la música y la imagen, integrando diversas artes visuales y la naturaleza misma, con el propósito de “...trasladar e integrar en este entorno natural elementos sugeridos por su propia naturaleza. La luz, la imagen proyectada y los sonidos recrearán y potenciarán su valor telúrico” 17. Al incorporar este ámbito natural en su universo creativo, favorecerá, cada noche, la experiencia sinestésica del espectador, conjugando luz y 17 Ildefonso Aguilar de la Rúa: “DARKNESS AND LIGHT”, en Visiones del paisaje. Universidad de Córdoba, 1999. pp. 82-83. sonido en un espectáculo que se podrá presenciar desde un mirador integrado respetuosamente en la pared del volcán, desde el que se asistirá a las proyecciones de luz sobre la espuma de las olas, al romper en la orilla y en la superficie erosionada del acantilado 18. La plasmación de esta iniciativa supondrá el cierre de un ciclo que inició Ildefonso Aguilar cuando, tocado por el aliento magmático, necesitó multiplicar los lenguajes expresivos para transmitir su verdad y compartir la sinestesia, trabajando en la línea de potenciar la percepción corporal para hacernos ver sonidos y oír colores con sus propuestas artísticas. Dado que la sinestesia, como sensación compleja, es un afinado modo de percepción, Ildefonso Aguilar ha indagado la manera de potenciar las sensaciones, llegando, en última instancia, a la integración multimedia y al traslado de su propia obra creativa a un entorno volcánico donde la experiencia artística pueda hacer confluir diversos sentidos y desencadenar una percepción múltiple. Para alcanzar la música visual, vieja aspiración de la ciencia y la música, desde el siglo XVIII se habían ideado instrumentos diversos, capaces de crear luz y sonido simultáneamente al interpretar música cromática, como el clavecin oculaire (1734) diseñado por el jesuita Louis-Bertrand Castel (1688-1757) o el clavicordio con linternas de Erasmus Darwin (1790). En el último tercio del siglo XIX, justo cuando la desconfianza hacia la realidad externa impulsó la búsqueda de una realidad esencial más allá de las apariencias 19, se quiso visualizar el movimiento del sonido en el espacio y plasmar una cuarta dimensión a través de invenciones como el Pyrophone (1869) de Georges Frederic Kastner, instrumento musical con tubos de diversas dimensiones que emitía sonidos diferentes al lanzar llamas, o el Colour Organ (1877) de Bainbridge Bishop, que proyectaba luz sobre una pantalla al tiempo que se interpretaba una pieza musical en el teclado. Las investigaciones de Bishop sobre el concepto de ‘painting music’, bajo el influjo de Chevreul y Field, se materializaron en proyecciones que en principio usaban luz solar, y luego eléctrica 20. En este campo Alexander Rimington patentó su órgano de color y escribió A New Art: ‘Colour-Music’ (1895), texto en el que comparaba el teclado de su órgano de color con una gran paleta “desde la que podemos pintar con efectos instantáneos sobre la pantalla colores combinados con 18 véase Federico Castro Morales: Ildefonso Aguilar: la magia natural del paisaje. Madrid, Cabildo Insular de Lanzarote, 1995 y Tonia Raquejo: Land Art. Madrid, Nerea, 1998. 19 Donna Cassidy: Painting the musical city: : Jazz and Cultural Identity in American Art, 1910-1940. Washington, Smithsonian Institution Press, 1997, p. 22. 20 K. Peacock: “Instruments to Perform Color-Music: Two Centuries of Technological Experimentation”, en Leonardo 21 nº 4, 1988, p. 401; y Frank Popper: Origins and Development of Kinetic Art, London, Estudio Vista, 1968, p.157. acordes”, proclamando un “nuevo arte” liberado de las restricciones bidimensionales de los cuadros 21. Conseguida la imagen abstracta desde la investigación musical, se intentó liberarla de su posible equivalencia sonora: Thomas Wilfred (1889-1968) inventó el Lumia, un dispositivo que permitía la creación aleatoria de animaciones abstractas (con o sin música) materializando su lema: “la imagen abstracta en movimiento no se debe regir por las leyes de la música, ni por las leyes de la imagen estática”. Sin embargo, la vanguardia plástica no acabó de desligarse de la fuerza seductora de la Naturaleza, pues veía en ella un importante estímulo. Tanto el fauvismo como el expresionismo, el cubismo y el surrealismo mantendrían el paisaje en su mirada y en el sentimiento. Sólo después de superar las décadas del estéril debate entre figuración y abstracción, finalmente se ha llegado a fundir el legado de la música visual con el naturalismo en paisajes del sentimiento que estimulan el intercambio de funciones y sentidos del espectador, especialmente en aquellas obras que tienen un carácter más procesual. Por ello no es de extrañar que las artes de la acción fijaran la atención sobre el proceso dinámico de la Naturaleza, hasta el extremo de poder afirmar que, sobre el cambio de los medios expresivos y técnicos acaecido a lo largo del siglo XX, ha prevalecido el sentimiento natural. Es más, se ha conseguido potenciar tal sentimiento gracias al empleo inteligente de dichos medios, como revela Ildefonso Aguilar en sus propuestas más complejas. Aguilar llega al concepto de “música visual” de forma intutiva: se lo sugiere “...la relación y fusión mágica de dos mundos distantes en apariencia, sonido e imagen, lo intangible y lo material: en un extremo la abstracción incorpórea y en el otro la forma objetual”. El logro de esta complejidad ha sido fruto de un proceso de hibridación de los lenguajes expresivos, que parte de la investigación específica en cada uno de ellos, puesto que inicialmente trabajó por separado en los campos de la fotografía, la música y la pintura. Pero sería erróneo considerar la utilización simultánea de la música, la fotografía y la pintura como una suma de estos campos de expresión; “más bien su uso plenamente integrador alcanza una forma de expresión propia e inédita, apenas imaginable al considerarlos aisladamente”. Entre 1963 y 1969 al tiempo que Ildefonso Aguilar estudiaba Bellas Artes, realiza diversos audiovisuales 22 sobre la isla de Lanzarote 23, que culminan en Lanzarote, luz y sonido (1970) y Metamorfosis (1973), 21 Catálogo de la muestra Visual Music: Synaesthesia in Art and Music Since 1900, Museum of Contemporary Art de Los Angeles y Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Smithsonian Institution, Washington D.C., 2004. 22 Este género contaba con escasos practicantes en el Archipiélago, como Fachico Rojas (1926-2007), que presentó su primer audiovisual en Las Palmas de Gran Canaria en 1960. 23 En 1966 Ildefonso Aguilar presentó en la Sociedad Democracia su primer montaje audiovisual trabajos en los que “...el sol actuaba como agente inductor de una estética depurada y mística con un despojamiento propiamente lanzaroteño” 24. Al principio utiliza un solo proyector, pero, descontento con el corte brusco que se produce en el tránsito de la proyección, y en busca de estrategias narrativas que superen la linealidad del relato literario o fílmico, idea soluciones técnicas para conseguir el encadenamiento continuo de las imágenes: diseña dispositivos técnicos de proyección y soluciones artesanales, como las mascarillas que yuxtapone a las lentes del proyector con el propósito de diluir los límites de la imagen, de gran eficacia en proyecciones múltiples. Así lo destaca el creador: “La proyección múltiple de las imágenes distorsiona los hábitos visuales del espectador, normalmente acostumbrado a la percepción de la imagen única. En realidad se trata de captar la belleza intrínseca y primitiva de aspectos absolutamente elementales que la naturaleza pone a nuestro alcance constantemente. Es como participar de un orden natural nuevo” 25. De este modo las transiciones apenas eran perceptibles. Frente a estas experiencias, centradas más en el ámbito de la proyección, y por tanto de la comunicación, que en el de la intervención sobre la imagen, Aguilar emprendía otras investigaciones, más experimentales, en las que manipulaba las diapositivas, abandonando las visiones panorámicas y detalles de relieves y texturas, tomadas directamente del paisaje de Lanzarote, para ofrecer visiones macroscópicas en las que el elemento capturado por la cámara apenas es reconocible en la proyección; en ambos casos, la música es la responsable armónica, pues dirige la metamorfosis rítmica de las imágenes. El artista le concede especial importancia a la presencia del sonido en este tipo de propuestas. La música no se comporta como un elemento complementario o ambiental sino que, más bien, “...actúa sobre el espectador-oyente introduciéndolo casi sin posibilidad de elección en el espacio sensorial que su autor ha previsto intencionadamente” 26. Aunque protagoniza algunas incursiones en el campo del video, pronto se da cuenta del mayor potencial expresivo de la imagen estática, de ahí que proceda de inmediato a fundir fotografía, video y sonido en el montaje audiovisual, así como pintura y fotografía en su obra plástica. Esta fusión la apreciamos en sus “Collages” (1976), fotografías a las que 24 Ángel Sánchez: “Tres videos de Ildefonso Aguilar”, en Jornada, Santa Cruz de Tenerife, 18 de julio de 1981, p.12. 25 Ildefonso Aguilar de la Rúa: “DARKNESS AND LIGHT”, en Visiones del paisaje. Universidad de Córdoba, 1999. pp. 82-83. 26 Ildefonso Aguilar: Erosión, JA-JA Records (Tenerife), 1985. adhiere arenas para dotarlas de una textura protagonismo a la luz en la percepción de la imagen. plástica que da Ildefonso Aguilar, tras iniciarse en el ámbito de la música como integrante de los grupos musicales Merry boys (1961) y Los Rebeldes (1962), se inicia en una senda solitaria y muy experimental que le sitúa como pionero de la música electrónica en las Islas Canarias, utilizando registros de sonidos naturales y el sintetizador Minimoog para componer sus creaciones musicales. En 1972 colaboró con Jesús Soto en la creación de la Ruta de los Volcanes del Parque Nacional de Timanfaya (Lanzarote), realizando la ambientación musical, en la que integra fragmentos de música de diferentes compositores y efectos especiales propios para un recorrido de 14 kilómetros por Montañas del Fuego 27. En 1978 grabó en Alemania Erosión 28, álbum inspirado en sonidos de la tierra con el que irrumpe de lleno en el ámbito de la música visual. En realidad, Aguilar persigue la sintonía entre dos medios, la música y la imagen, natural o artística, para reforzar mutuamente su capacidad de estimular los sentidos y la mente del espectador. La música anticipa formas que se tornarán imágenes en sus tableros con arena encolada. El artista afirma: “No me es posible profundizar en el paisaje de Lanzarote sin sentir la presencia del viento, física y musicalmente. De igual forma, tampoco puedo sentir los sonidos y la música sin recrear imágenes. Deseo que transporten la atmósfera de la isla, que lleven impregnados el viento, la arena y el siroco, que dibujen la piedra y los volcanes, que transmitan las vibraciones y los matices de este mágico lugar” 29. Con pocas palabras expresaba un proyecto estético multimedia, cuyos primeros frutos son perceptibles en la muestra que presentó en 1977 en el Museo Internacional de Arte Contemporáneo de Arrecife de Lanzarote (MIAC): piezas de las series “Collage” y “Arenas” iniciadas en 1976, que suponen la consolidación de una técnica personal que no ha abandonado a lo largo de su trayectoria profesional, basada en la utilización de arenas tomadas de la superficie volcánica de la isla para fijarlas sobre fotografías, cartones o chapas de madera. 27 La locución también fue redactada por Aguilar utilizando fragmentos del manuscrito del cura de Yaiza D. Andrés Lorenzo Curbelo, testigo de la erupción de 1730, textos del geólogo Hernández Pacheco y textos propios en los que por primera vez se da nombre a algunos lugares del recorrido. En 1980 se crea una nueva ambientación musical en la que predomina la composión propia y en el año 2001 se incorporan nuevas composiciones de Ildefonso Aguilar y de Samuel Aguilar. 28 La primera edición resumida se realizó en soporte vinilo LP, con el sello JA-JA Records (Tenerife). La 2ª edición se hizo en formato CD, con la grabación original íntegra, en el año 1994 en el sello NO-CD records (País Vasco). La 3ª edición se realizó en el año 1997 en el sello Geo Ediciones (Lanzarote) y la 4ª, con cambio de imagen, se hizo en el año 2005, también el el sello GEO ediciones. 29 Ildefonso Aguilar: Erosión, JA-JA Records (Tenerife), 1985. Aunando lenguajes visuales -la fotografía y la pintura-, sintetiza formas del relieve: la sucesión de siluetas suavizadas por la calima: dunas, el contraste entre las laderas de las montañas y la llanura que se transforma en mar y horizonte, reduciendo a formas sencillas, los gestos del paisaje. En esta muestra ya utiliza el tríptico, formato que le permitirá fragmentar la imagen y, a la vez, prolongarla en el soporte próximo, proyectando hacia el infinito la visión sintética del escenario natural, en un intento por superar la inasibilidad del paisaje. Paralelamente, el alejamiento de lo concreto le permite despojar al paisaje de la presencia de la aulaga aislada en el primer término o recortada en el horizonte de algunas piezas, captando grandes formaciones, sin renunciar a la singularidad de los elementos que pueblan el espacio. Aún así, la presencia solitaria y esquelética de la vegetación se mantiene presente en las series “Espacios”, “Horizontes” y “Horizontes 1”, que inicia en 1978 y continúa en “Dune”, “Tríptico” y en muchas piezas de la serie “Arenas” (1980). El interés por el horizonte como elemento definitorio del paisaje y por la dicotomía entre el celaje y el ámbito terrestre, que presidía su serie “Contrastes” (1979), le permitiría avanzar hacia la abstracción. La irrupción del resplandor como elemento dramático facilita la disolución de las formas del relieve en una atmósfera que se torna calimosa: “Serie Blanca” (1979) y “Espacios” (1979). Al abarcar con la mirada ámbitos de mayor amplitud, el paisaje se desnuda: “Piedras y espacio gris” (1980) y “El valle” (1980). Sin abandonar la técnica anterior, Ildefonso Aguilar emprendía su acceso a la abstracción desde la síntesis y reducción de lo concreto, alcanzando resultados que se remarcan al contrastar las obras expuestas en las muestras de Frankfurt (1978) y Colonia (1980). Al reflexionar sobre su lúcidamente este proceso: propia obra, Ildefonso Aguilar describe “El asentamiento definitivo en el terreno de la pintura se produce después de un periodo de cinco o seis años en los que me encontré exclusivamente dedicado al tratamiento del paisaje con la cámara fotográfica así como a la investigación de los sonidos en relación directa y estrecha con la imagen. Esta contemplación profunda de mi entorno me conduce al fragmento y, consecuentemente, a la alteración del encuadre. Visiones macroscópicas de la textura de la isla que a su vez me llevan a descubrir y sentir intensamente la belleza de la arena volcánica: un material con el que me he identificado plenamente y del que sigo valiéndome para comunicar visualmente todo aquello que me trasmite o me sugiere el paisaje de Lanzarote a veces en toda su amplitud y otras acercándome al fragmento frecuentemente en los limites de la abstracción” 30. situándome A partir de este punto, la investigación continuará sobre elementos intrínsecos de las artes visuales: el cromatismo y la luz en composiciones abstractas como “Azul y negro”, “Rojo y negro”, “Paisaje en negro” (1981), títulos que reflejan el protagonismo casi exclusivo del color en un universo que percibe monocromático: “Azul”, “Cobalto”, “Negros” (1984)..., aunque, en realidad, esos colores son matices que percibe en el relieve magmático. Tras evocar un mundo aéreo en “Atmósfera”, “Noche” o “Sombras” (1981), o “Solar” (1983), piezas donde la forma está prácticamente ausente, el aire devuelve el protagonismo al paisaje, en retorno icónico hacia una isla atlántica que se transforma bajo la acción del siroco procedente del desierto africano. Su presencia, tan ilusoria como real, desdibuja la mirada y colorea el entorno, circunstancias patentes en las piezas “El viento” (1981 y 1983), “Siroco” (1983), “Erosión” (1983), “Dunas rojas” (1983) o “Dunas negras” (1983), expresivas de la nueva vida que otorga el creador a las formas terrestres, incluso a elementos apenas perceptibles, como los “Cactus” (1984), cuyas espinas rasgan el viento sin apenas herir su marcha atlántica, o “Testigos de la luz” y “Pájaro quemado” (1985). El viento envuelve a la isla con un sonido particular, “es el elemento sonoro por excelencia de este paisaje”. Por ello se hace evidente su presencia no solo en la interpretación plástica que Aguilar hace del mismo, sino también en la búsqueda de su sonido: “Las composiciones musicales que realizo en esta dirección están basadas sobretodo en los sonidos emanados de la propia naturaleza aunque, una vez más, no pretenda describirla tal como se manifiesta sino más bien como se insinúa. En todo mi trabajo creativo siempre ha estado presente esta relación: sonidos que han inspirado imágenes y formas y color que encierran su propia música” 31. Se completa así el primero de una serie de ciclos que recorre Ildefonso Aguilar a lo largo de su trayectoria profesional: itinerarios sucesivos, libres de prejuicios, a veces superpuestos, de los que resulta la renovación continua de series, temas y técnicas, en un proceso de revisión incesante de los lenguajes expresivos que avanza hacia la confluencia en el ámbito audiovisual, un espacio de creación que potencia logros alcanzados en la obra plástica. 30 Ildefonso Aguilar de la Rúa: “DARKNESS AND LIGHT”, en Visiones del paisaje. Universidad de Córdoba, 1999. p. 82. 31 Ildefonso Aguilar de la Rúa: “DARKNESS AND LIGHT”, en Visiones del paisaje. Universidad de Córdoba, 1999. p. 82. En el campo concreto de la creación audiovisual, Ildefonso Aguilar investiga en la década de los ochenta la alquimia de sensaciones, adentrándose en el campo del videoarte y de la presentación audiovisual. En 1981 Ángel Sánchez acogía la presentación de los videos Eclipse, La medusa y Vidriera cósmica en el Patio de Los Naranjos (Las Palmas) como una de las primeras que se ofrecen en el Archipiélago, y manifestaba su confianza en que el video diera al artista “increíbles posibilidades expresivas”, haciendo posible que “Aguilar pueda desorganizar la historia que nos contaba en diapositivas, hasta hacerla vibrar con otra armonía más herziana, puesto que de energía se trata” y añadía que “Ildefonso Aguilar practica el videografismo formalista más ortodoxo que ha nacido del computer-art”. Ángel Sánchez valoraba especialmente las posibilidades que le daba este lenguaje al creador, una opción de montaje que le permitiría superar logros alcanzados en el audiovisual, afirmando que la irrupción de Ildefonso Aguilar en el video-arte se trata “...naturalmente, de un final feliz para la larga marcha de este artista hacia la expresión totalizadora”. Así concluía: “Pienso que Ildefonso Aguilar ha introducido la pasión tecnológica del video-sintetizador como el arte más vanguardista que haya pisado los menos ubérrimos plantanares [sic] de hogaño. Y que un artista tan avanzado en la perplejidad de comunicar pulsiones isleñas con procedimientos electrónicos, a años luz de los planteamientos estéticos insulares, no lo tenemos en Canarias. O no nos lo merecemos. Tenemos a Ildefonso Aguilar, por suerte. Ojalá sea por muchos años; que siga rompiendo horizontes de inteligibilidad y comunicación” 32. En otro artículo publicado al año siguiente, afirmaba: “Tránsfuga de la fotografía animada, viniendo además de la pintura o desembocando en ella, la trayectoria de Ildefonso Aguilar ha sido la ampliación natural de sus posibilidades creativas hacia el cultivo de la videografía, desprendido ya de reminiscencias de encuadre óptico y a punto de sublimar la caligrafía técnica puesta en sus manos. Como que se trata de una habilidad aparte, de un arte nuevo de hacer imágenes”. [...] Descubiertas las posibilidades del video-arte, ya estamos cabalgando el futuro en el que se nos prometía un arte suma de todas las Bellas Artes” 33. 32 Ángel Sánchez: “Tres videos de Ildefonso Aguilar”, en Jornada, Santa Cruz de Tenerife, 18 de julio de 1981, p.12. 33 Ángel Sánchez: “Ildefonso Aguilar, tránsfuga de la fotografía”, en Canarias7, Las Palmas de Gran Canaria, 6 de diciembre de 1982. Pero, Ildefonso Aguilar abandonó pronto esta vía para desarrollar nuevas alternativas dentro del campo de la proyección audiovisual, experimentando sobre la transformación de la imagen bajo la sugestión de la música: “En la creación audiovisual un torrente de impresiones subyuga al espectador. La imagen fotográfica, aparentemente estática, se transforma por la acción de la música que a su vez desencadena la fusión de nuevas imágenes o la sobreimpresión de tramas pictóricas. Estas imágenes superpuestas y cambiantes tienen una evidente correspondencia con mis pinturas. El espacio representado se transforma, trasmutando su apariencia, gracias a la proyección de imágenes estáticas sucesivas de una misma realidad, que el sonido aglutina y encadena hasta componer la secuencia”. La música cada vez adquiere más protagonismo en su discurso audiovisual, pautando las estrategias visuales en la banda sonora, oscilando entre la captación de la realidad y la génesis de imágenes autónomas. Así, en el audiovisual Penetraciones (1983) 34, partía de la captura de imágenes de cactus, montañas y texturas de lava; y en Tensión (1987) 35, basado en la obra Thursday afternoon del compositor británico Brian Eno, empleaba macrofotografía de papeles, platinas y filtros de color. A partir de 1985 Ildefonso Aguilar avanza en la investigación acústica y se plantea la posibilidad de generar ámbitos inmersivos, añadiendo a la ocupación sonora del paisaje una atmósfera sensorial. De este modo irrumpía en el campo de las instalaciones multimedia, produciéndose un notable avance en Murmullos de un cráter (1985), realizada con motivo del Concierto homónimo de Blas Sánchez en París, que precede a las escenografías para los conciertos del Festival de Música Visual de Lanzarote, a partir de 1989, un ámbito que le permiten además plantear el diálogo visual con otras músicas. Esta fusión progresiva de la música, la fotografía y la pintura se aprecia en audiovisuales como Desiertos (1992), sobre la obra Darkness and light de Stephan Micus 36, Génesis (1993), Gestos del paisaje (1995) y, especialmente Deep blue (1999) 37, inspirado en la composición musical homónima de Samuel Aguilar, instalación realizada para El Aljibe con motivo del X Festival de Música Visual de Lanzarote (1999). Ahora interviene manualmente la fotografía y proyecta trazos de tinta, referencias gestuales, que superpone a las imágenes analógicas del paisaje. 34 Formato Formato 36 Fruto de 37 Formato 35 original: diapositivas de 24 x 36 mm. para dos proyectores. Duración: 12 minutos. original: dispositivas de 24 x 36 mm. para dos proyectores. Duración: 12 minutos. la colaboración con Micus surge la gira multimedia de ambas creadores (1997). original: diapositivas de 24 x 36 mm. para dos proyectores. Duración: 10 minutos. En 1994, cuando su lenguaje plástico parecía haber alcanzado la estabilidad, Aguilar viajó a Costa Rica para presenciar la erupción del volcán Arenal. Los hilos de magma incandescentes proyectados hacia la bóveda celeste para dibujar caracteres ígneos en el aire que se diluyen al fundirse con la falda del cráter, renuevan la comprensión por el artista sinesteta de una verdad del planeta que tratará de recrear en sus espacios inmersivos. La intervención del espacio expositivo como parte fundamental de la muestra, da lugar a la creación de interesantes instalaciones y espacios inmersivos, como Gestos del paisaje (1995) en La Recova de Santa Cruz de Tenerife o Paisaje audible (2001) en la Casa de la Cultura “Agustín de la Hoz” de Arrecife de Lanzarote, instalación en la que incorporaba sensaciones táctiles, al hacer andar al espectador sobre arenas esparcidas en el suelo. En 2003 Ildefonso Aguilar viajó a Islandia: un paisaje cubierto gran parte del año por el hielo, que es erosionado por la acción de los glaciares y por el agua subterránea. Los sandur, grandes extensiones de arena negra formadas por sedimentos fluviales finos provenientes de la fusión de glaciares, atravesadas por los trazos entrecruzados del deshielo, le conmocionan: otro logos, una mecánica diferente de apropiación de la Naturaleza por el tiempo y el descubrimiento de que el agua, como el viento, dibuja el paisaje que el fuego alzó sobre la corteza terrestre, auxiliada por la intensa y continua actividad geotermal que opera bajo los grandes glaciares, produciendo emersiones de depósito de sedimentos. Un horizonte infinito en la penumbra submarina, una soledad gélida presidiendo Paisajes sumergidos que sugieren una magnitud infinita. De la vivencia de este paisaje surgen voces islandesas que pronto dejarán sus ecos en las propuestas plásticas y audiovisuales de Ildefonso Aguilar: así el título de las obras y series, destiladas por el recuerdo en su estudio de Lanzarote, Steinasandur (montaña de arena), Skeidarársandur (desierto de arena) y Eldhraum (malpaís). La muestra Paisaje esencial (Centro de Arte La Regenta, Las Palmas de Gran Canaria, 2006) se concibe como viaje existencial y artístico por la esencia insular del paisaje volcánico. Dos islas volcánicas, un paisaje esencial –paisajes del alma-; una estética volcánica que une a Islandia y Lanzarote en la mirada y en la propuesta creativa de Aguilar. Ínsulas y Entre islas, serán los títulos de las exposiciones que presentó en las galerías Murnó (La Laguna, 2006), Argenta (Valencia, 2007), Krabbe (Frigiliana, 2007) y Aritza (Bilbao, 2007), expresivos de nuevos horizontes vitales y artísticos. Horizontes próximos en las sugestiones calimosas del paisaje de Lanzarote; nítidos en la lejanía dibujada por el frío; planteamientos nuevos que eclosionan el espacio en la creación audiovisual: las maderas encoladas con arena, pasarán a ser la pantalla, el espacio sobre el que se proyectan imágenes analógicas o gestos del paisaje, invirtiendo el proceso que veíamos en sus “Collages” de 1976, en los que fijaba arenas sobre la fotografía. Sin perder un irrenunciable carácter artesanal, en sus trabajos multimedia conviven dispositivos electrónicos, soportes plásticos y materia natural, armonizados por la música, con el propósito de generar espacios inmersivos en los que alcanza la absoluta fusión de música, pintura y fotografía, logrando que la obra visual redima los límites entre las artes y descodifique los secretos escondidos de la naturaleza volcánica: una escritura de arenas que registra el latir existencial de un paisaje. Las instalaciones multimedia realizadas para la muestra Islas raíces (2005) y Paisaje esencial (2006), muestran una fusión total de lenguajes expresivos. Viento, silencio... presencias físicas y musicales Aguilar escucha directamente la música del paisaje y registra su sonido en piezas plásticas como “Geofonía” (1989) o las que integran la serie “Paisajes audibles” (2001); pero también se siente atraído por el silencio en “Azul para el silencio” (1990), “From the depth of the silence” (2005) o “El silencio del paisaje” (2007). Esta actitud le acerca al artista japonés Toru Takemitsu (1930-1996), e incluso podría compartir su humildad al parangonar la complejidad de la música con las transformaciones de viento y agua, o al afirmar que un sonido se hace rico o pobre dependiendo “...de cómo nuestras sensibilidades acepten el sonido”. Para Toru Takemitsu, los compositores no deberían “asumir una actitud arrogante frente al sonido”, porque la música se escribe “en colaboración con sonidos”. “Lo que importa es cómo podemos hacer realmente natural el acto artificial de escribir música”, sin olvidar que los sonidos proceden del silencio. Aguilar es consciente de que el viento y el silencio son tan importantes como los ecos de otras músicas para generar el clímax creativo. De la intensidad de la pulsión musical en su propuesta plástica son expresivos “On land” (1985), Espacio para Somei (1990), Textura para Xenaquis (1992), “Darkness and light” (1992), Officium (1995), Paisaje para Ligeti (1999), Barzakh (1999) y “Caris Mere” (2003), títulos que son homenajes a Brian Eno (1948) 38, Somei Satoh (1947), Xenakis (19222001) 39, Stephan Micus (1953), The Hilliard Ensemble 40y Jan Garbarek, 38 La visita de Brian Eno a Lanzarote a finales de los ochenta fue clave para la puesta en marcha del Festival de Música Visual de Lanzarote. En 1987 participó en el concierto previo a la creación del Festival, realizando los efectos visuales para el concierto; también estuvo presente en la primera edición del Festival, en 1989; y, dos años después presentó una instalación visual con música compuesta por él en el interior de la Cueva de los Verdes, permaneciendo activada durante dos semanas (1991). De nuevo en el año 2001 participa en la XII edición del Festival con un concierto acompañado del percusionista Peter Swalm en el interior del Volcán del Cuervo, realizando también la escenografía. 39 Xenakis fundó en 1966 el EMAMu, conocido a partir de 1972 como CEMAMu (Centre d'Études de Mathématique et Automatique Musicales). 40 Fundado en 1974, el nombre del grupo es un homenaje al pintor miniaturista inglés Nicholas Hilliard (1547-1619). György Sándor Ligeti (1923-2006), Anouar Brahem (1957) 41 y Giya Kancheli. A Ildefonso Aguilar le atrae la propuesta de compositores que recurren al archivo intangible de las músicas del mundo, como Stephan Micus, alemán afincado en Mallorca que sostiene el proyecto intercultural de recolectar instrumentos tradicionales de todo el mundo para crear música contemporánea, mezclando instrumentos que nunca han sido tocados juntos por su distancia geográfica; o la interpretación de música antigua del cuarteto vocal británico The Hilliard Ensemble; o la fusión de música árabe clásica, popular con el jazz del tunecino Anouar Brahem. Pero Aguilar entiende que los sonidos tradicionales pueden potenciarse con el empleo de la electrónica y la tecnología como herramienta de composición; de ahí su interés por la fusión de la sensibilidad tradicional japonesa con el romanticismo decimonónico y la tecnología electrónica del japonés Somei Satoh; o las investigaciones sobre el ritmo del compositor húngaro judío György Sándor Ligeti y las del rumano Xenakis, pionero en el uso de la computadora para componer música algorítmica; y también le fascina la recreación electrónica de texturas y atmósferas, sin perder el sentido melódico, del británico Brian Eno, creador de la ambient músic. En la obra mas reciente, Estructuras Efímeras (2007), la atmósfera, la visión dramática y lejana de los acantilados, crean un escenario sobre el que se dibujan tinglados endebles y, a la vez resistentes al azote del viento, con una mínima incidencia en el territorio. Estos vestigios descubiertos por Ildefonso Aguilar al recorrer la faz de un planeta deshabitado en el que solo persisten, en algunas islas, los restos remotos de construcciones efímeras improvisadas para secar el pescado al sol, para levantar los cultivos de una tierra abrasadora, o para apartar la esfera celeste del océano y permitir que el volcán creara la corteza de un planeta que nuevamente se sumerge. 41 Anouar Brahem participó en las ediciones VII edición del Festival (1996) y en la XI (2000) del Festival de Música Visual de Lanzarote.