Ildefonso Aguilar: la isla como motivo Mariano Vega

Transcripción

Ildefonso Aguilar: la isla como motivo Mariano Vega
Ildefonso Aguilar: la isla como motivo
Mariano Vega-Luque
Domingo Pérez Minik se preguntó siempre por qué el isleño siente la
propia naturaleza de su recinto geográfico como presente en todas las
actividades de su vida.
A la isla no hay que entresacarla de ningún lugar, delimitarla, ponerle
marco, enmarcarla, prestarle una piel artificial.
La isla se guarda en la memoria como un poema del que no nos suele
faltar un sólo verso cuando lo recitamos en alta voz, o en silencio.
Quizás por eso sea más difícil en ella separar lo físico de lo mental.
Más fácil que no cesen de removerla, de transformarla, de ahondar en
su esencia, los pensamientos, la imaginación, los sueños.
Esta es la primera sensación que nos produce la obra de Ildefonso
Aguilar, cuyo motivo es siempre la isla.
El pintor, el fotógrafo, el músico, la camina y modela sin descanso, está
en el centro de su coreografía, danza como un cuerpo: se despliega y
recoge, señala horizontes y cielos, regresa a sí misma desde un último
gesto.
***
Nos habla Ildefonso Aguilar de cómo prepara el soporte sus cuadros, y
nos trae a la memoria lo que Miguel Ángel decía de la forma, de la
escultura, que está dentro del mármol, y que sólo es cuestión de ir en su
busca.
En este caso, es como si el artista fabricara incluso su propio mármol.
La obra pasa de la mente al papel, a su primera expresión en el
apunte, esbozo o boceto; pero el encuentro con la materia también
determina cosas. Si el autor la escucha, aquélla le dirá de algún modo
que quiere ir con él hacia la forma definitiva.
Asombra que el escultor logre que una vena aflore en el mármol, y que
éste se transforme aun en la piel más sutil; aquí, que sobre la arena, o
bajo ella, el pintor difumine, o superponga veladuras, sensuales
transparencias más propias del gouache o la acuarela.
Nos cuenta cómo empieza a pintar y nos viene la imagen de la
generación de un planeta: sus manos están acostumbradas a moverse
como vientos, a verter una lluvia de pigmentos sobre el paisaje que
emerge.
En el arte, como en la naturaleza, la disposición o composición final es
el resultado de un juego de energías, y si algo se añade entonces se
corre el riesgo de que quede como mero postizo, de que se vea claro
que no formó parte del impulso original.
El autor lo puede hacer, sin embargo, añadir o quitar algo cuando la
obra parece acabada. Cabe pensar, acaso, que la mente se rebele en
ese momento contra lo pretendidamente perfecto, y que trate de
recuperar así el balbuceo que late en el boceto (en la vida). Miguel
Ángel, recordemos, desistía de culminar algunas esculturas.
Una vez que el cuadro parece acabado, Ildefonso Aguilar suele escribir
sobre él –también en sus fotografías-. Son rayas que se asemejan a las
veredas o senderos que cruzan la isla, que mejor se ven desde al aire; o
pinceladas que a veces se inspiran en artilugios de pesca abandonados
en la costa; o trazos que pueden subrayar un perfil, o suspenderse,
prolongar lo tangible, rozar lo invisible, acotar un resplandor.
***
Una buena manera de valorar un cuadro es decir simplemente si nos
gustaría, o no, tenerlo en casa.
Porque de entrada -y no se necesita ser avezado crítico para ellosabemos si vamos o no a dialogar con él según la hora del día en que lo
contemplemos; según sea nuestro estado de ánimo, y hasta la postura,
de pie, sentados o acostados, cuando tomemos una copa y oigamos
música.
Lo que nos ocurre entonces lo expone muy bien Martin Heidegger,
aunque se refiera sólo a la lectura de un libro de filosofía.
Dice Heidegger: “Cuando se trata del pensar, la obra llevada a cabo –
que no coincide en absoluto con la extensión ni el número de escritoses tanto más grande cuanto más rico es, en esta obra, lo impensado, es
decir, lo que, a través de esta obra y sólo a través de ella, llega hasta
nosotros como algo jamás pensado todavía”.
Lo que desde el principio nos atrae con singular fuerza de la obra de
Ildefonso Aguilar, es la diafanidad con que muestra ese impensado que
nos espera.
Nuestro pintor asegura no mantener vínculo deliberado con tradiciones
o culturas orientales - zenismo o taoísmo-, pero sí que nos indica trazos
y texturas que lo acercan a ellas. En todo caso se da en su obra una
consideración del espacio que lo aproxima.
***
El mundo creativo de Ildefonso Aguilar responde sin duda a una
dinámica de archipiélago: la pintura, la fotografía, la música y el
audiovisual, son como islas que se miran, que se saben diferentes y la
misma, y que cuando se atiende a una se ahonda en la esencia de otra.
Ildefonso Aguilar se ha ido incluso a otra isla de latitud lejana, aunque
atlántica también, y volcánica, como Lanzarote: Islandia. Los increíbles
azules de sus horizontes han pasado a formar parte de su mirada.
***
Fuera
del isleño sobre todo
la contemplación del cielo
desde su huella exigua
necesariamente
en el espacio ha de ahondarse
omnipresente mar
gota
de lluvia infinita
La Laguna
Otoño 2007

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