La joven homosexual … una vez más
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La joven homosexual … una vez más
La joven homosexual … una vez más VI Congreso Internacional Convergencia –Madrid, 12 al 14 de julio Grupo de Trabajo en Convergencia: Sexualidades Leemos en la biografía de Margarethe Csonka-Trautenegg, la joven homosexual de Freud, Sidonie Csillag, escrita por Ines Rieder y Diana Voig, que en la familia Csillag no se hablaba del origen judío de la misma. Cito: «Los hijos estaban todos bautizados, el asunto estaba cerrado. No se beneficiarían de una educación religiosa pero, al menos en la escuela, se confrontarían al cotidiano cristiano. Entre las relaciones de Sidonie, había más de una para quien los judíos eran gente de segundo orden, y Sidonie se defendió toda su vida de ser clasificada en esta categoría. Ella era una buena cristiana, punto, es todo.» Por otra parte, sabemos que el padre la conduce a Freud para que la retorne a la buena senda, preocupado por la reputación de la joven. Finalmente, Sidonie acepta casarse pagando así su tributo a la “normalidad”. Lo hace temiendo la marginación. Dice en sus memorias: «amenazada por el amor secreto que siente por las mujeres y por su judeidad.» Finamente el nazismo y la segunda guerra hicieron de ella una judía errante. ¿Estaría enterado Freud de la renegación de su origen judío de la familia Csonka-Trautenegg? No lo sabemos pero lo notable para mí fue que, ni Freud ni Lacan, ni Allouch atendieron a la renegación de los orígenes cometida por el padre de Sidonie. Pudiera ser que Freud y Lacan desconocieran este hecho pero no así Allouch, el editor de la biografía. Max Graf conmemora un consejo de Freud acerca de la educación de su hijo Herber, nuestro pequeño Hans: «¡Déjelo crecer como judío pues si los judíos son tan oprimidos que deben luchar tanto y producir el doble que los otros, usted le sacará a este chico mucho de esta energía. Le hará bien dejándolo crecer como un judío!» A diferencia de Freud, el cuidado por la posición social, el prestigio y la reputación, llevan a esta familia a renegar de su origen judío. El cuidado por la posición social, el prestigio y la reputación por parte del padre, están en el centro del pedido dirigido a Freud. Sabemos el desenlace de la historia: como lo señala Lacan, Freud la deja caer. 1 Por una vez, Margarethe llora acongojada en el diván de Freud. Hablaba de la degradación a la que se sometía su padre por amor a esa mujer fría, coqueta y caprichosa: su madre. Pero ella elige para amar una bella mujer coqueta y caprichosa de mala reputación. Lo hace imaginariamente identificada a su padre a quien a su vez desafía. El asco por lo sexual dice de la histeria. Podría haberse hecho histórica, pero no fue así. ¿Cuál pudo ser el alcance de tal renegación enunciada como “de eso no se habla”? Y luego, el reclamo por el cuidado de su reputación, el pedido de retornarla a la buena senda, ¿no equivale a un nuevo rechazo de lo esencial del mensaje que la joven Margarethe dirigía a su padre? Pienso, con Lacan, que al Nombre del Padre se puede sustituírsele una función que no es otra que la del "nombrar para" [nommer á]. Ser nombrado para algo, sostiene un orden que se sustituye al Nombre del Padre. Opino que es lo que deja a la joven en posición de “nombrada para” un destino de mujer de “buena reputación”. Ella se encargará de discutirlo, no desde su judeidad, sino con su amor a una mujer de mala reputación. Pura Cancina Abril del 2015 [email protected] 2