Números 11-12-13 - Sociedad LANDAZURI

Transcripción

Números 11-12-13 - Sociedad LANDAZURI
LUIS OLARRA GARMENDIA
«Unamuno me dijo...»
ESTEBAN ANTXUSTEGI
Lealtad política republicana
MITXELENA
Goiznabar-zantzuak
WILLIAM DOUGLASS,
el vascólogo inquieto
SOCIEDAD
Landázuri
ELKARTEA
Números 11-12-13
Diciembre de 2005
11-12-13. zenbakiak
2005eko abendua
Fernando Tabar: La conservación del patrimonio
Salah Serour: Ibn Jaldún y su teoría sobre el origen y la formación de las tribus beréberes
Federico Verástegui: El Marqués de la Alameda y la Plaza Nueva de Vitoria
Salvador Velilla: Justo Antonio de Olaguíbel y los caminos de Alava
SOCIEDAD
Landázuri
ELKARTEA
Números 11-12-13
Diciembre de 2005
11-12-13. zenbakiak
2005eko abendua
Sociedad Cívico-Cultural Landázuri
Edita:
Apartado de Correos 828
01080 Vitoria-Gasteiz
Palacio de Montehermoso
Fray Zacarías Martínez, 2
01001 Vitoria-Gasteiz
Teléfono 945 16 26 70
www.landazuri.com
[email protected]
Secretario de redacción:
Junta Directiva
de la Sociedad Landázuri
Henrike Knörr
Rafael Fernández de Carranza
(Presidente)
Antonio Sáenz de San Pedro
(Vicepresidente)
Alberto Gárate (Vicepresidente)
Henrike Knörr (Secretario)
Jesús Mª Estarrona (Tesorero)
José Luis Catón, Teresa Murga,
Natividad de Santiago y M. Nieves Urrutia.
Diseño de portada:
Armando Llanos
Foto de cubierta:
Palacio de Montehermoso. Vitoria-Gasteiz.
Tirada:
10.000 ejemplares
DISTRIBUCIÓN GRATUÍTA
Revista patrocinada
por el Departamento de Cultura, Juventud y Deportes
de la Diputación Foral de Alava
*** La revista desea expresar especialmente su agradecimiento a la Biblioteca Azkue (Euskaltzaindia),
Fundación Sancho el Sabio, Ángel Ibisate y Salvador Velilla, por la ayuda prestada en este número.
pórtico
Han transcurrido cuatro años desde el último número (89-10) de esta revista, y por fin está en la calle otro, también
triple (11-12-13). Nuestra intención es ponernos al día (éste
llega hasta el 31 de diciembre de 2004) y que en adelante sea
anual. También deseamos que salga en una fecha fija. Eso
hará que cada número sea menos voluminoso.
Lo primero es, pues, pedir disculpas a los lectores (socios
o no) por el retraso. Esperamos cumplir nuestro compromiso.
Por lo que respecta a la Sociedad Landázuri, en este
intervalo han ocurrido muchas novedades, y, como se verá
en el Noticiario, destaca quizá la celebración del X Aniversario (1992-2002). El acto conmemorativo más relevante tuvo
lugar el 14 de febrero de 2002, en el palacio de Villasuso de
Vitoria. Aquel día tan especial presentamos una exposición
sobre los diez años de trabajo de la Sociedad y contamos con
una interesante conferencia del sociólogo Javier Elzo. En los
meses siguientes la Junta Directiva fue recibida por el Rey,
el Lehendakari, el Diputado General de Álava y el Alcalde de
Vitoria.
En este tiempo han dejado la Junta dos miembros activos, por pasar a ocupar puestos de relevancia: nuestro anterior Presidente, Federico Verástegui, y el tesorero, Pedro
Ignacio Gonzalo-Bilbao, son, respectivamente, los actuales
Diputado foral de Cultura y Deportes y Director del mismo
Departamento.
Hay que mencionar igualmente que hemos inaugurado
nuestra sede en el Centro Cultural Montehermoso. Como hicimos público en la inauguración, la sede social está abierta
a toda la ciudad y la provincia. Hay que destacar que en el
palacio de Montehermoso vamos realizando actividades en
un hueco que llamamos Miércoles Landázuri. En ellos organizamos conferencias, debates, conciertos, presentaciones
de libros, etc.
Entre otras actividades, hay que mencionar las excursiones dominicales siguiendo el itinerario de los recaudadores
del monasterio de San Millán, según el precioso documento
del año 1025, llamado Reja de Álava. El Noticiario recoge
también otras visitas culturales, sobre todo aprovechando los
meses de clima más benigno.
En nuestro afán de unir esfuerzos, somos miembros de
la Fundación Catedral Santa María, de Eusko Ikaskuntza, del
Instituto Alavés de Arqueología y de la Asociación de Amigos
de los Caminos de Santiago de Álava. También hemos colaborado y colaboraremos con la Cofradía de la Virgen Blanca,
con la Real Sociedad Bascongada de Amigos de País y con la
entidad más joven, la Asociación Cultural Raíces de Europa.
Rafael Fernández de Carranza Ugarte
Presidente de la Sociedad Cívico-Cultural
Landázuri
Hemos seguido con la costumbre, iniciada en 1993, de
las Distinciones Landázuri. Cuatro de los galardonados ya no
están entre nosotros: Faustino Ayala, responsable del belén
articulado de Laguardia; Venancio del Val, escritor abundante
y trabajador incansable; Jesús Olaizola, director durante muchos años de la Biblioteca Sancho El Sabio, y Micaela Portilla,
insigne historiadora.
Son ya 13 años entregando estos galardones a personas
y a colectivos, defensores de nuestro rico patrimonio cultural.
Algunos de los distinguidos son personas de renombre, pero
la mayoría quizá no suele obtener premios, y este aspecto
está contemplado en el reglamento de las Distinciones. De
esta forma hemos apoyado el trabajo realizado por José Mª.
Mtz. de Mandojana, sobre todo en la ermita de Nuestra Señora de Aiala; hemos reconocido la joya del belén articulado
de Laguardia a través de Faustino Ayala; hemos volado con
Pilar Alonso, la Alegre alondra de Pipaón; nos hemos acercado más al poblado de La Hoya y otros monumentos gracias
al Instituto Alavés de Arqueología; hemos conocido el Valle
de Valdegovía y el limítrofe de Valpuesta por la Asociación
de Amigos de Valdegovía y Valpuesta. También nos hemos
deleitado con las voces del Coro Araba y las notas musicales del órgano tocado por Víctor Mendialdua, y nos hemos
ayudado con las críticas musicales y montañeras de Joseba
Lobera. Hemos aprendido con Micaela Portilla nuestro arte,
nos hemos acompañado del inventario de arquitectura rural
alavesa de Victorino Palacios, y, cómo no, hemos saboreado
los buenos caldos de las Bodegas Remélluri de Labastida,
centro también de cultura. Nos hemos despertado con los
estruendos de los cañones de la batalla de Alegría, para no
cerrar los ojos a nuestra historia, y con la ayuda de la Enciclopedia Auñamendi y el buen hacer del ya tristemente fallecido
Jesús Olaizola hemos comprendido más nuestra cultura a
través de la mejor biblioteca de temas vascos, la de la Fundación Sancho el Sabio. Es mucho también lo que nos ha
instruido el Instituto Valentín de Foronda. Hemos reconocido
labores sociales, como la realizada por Cáritas y su programa
Paex, el trabajo impagable realizado por Proyecto Hombre y
los belenes con que todos los años nos deleita la Asociación
Belenista de Álava. Hemos descubierto los entresijos de nuestra ciudad y de otros muchos lugares con los ojos de Alberto
Schommer. Por último, unimos los Caminos de Santiago de
Álava a través de la Asociación de Amigos, que tanto esfuerzo
realiza por su conocimiento, con la historia medieval alavesa
investigada por Saturnino Ruiz de Loizaga.
Sólo nos queda agradecer el apoyo que recibimos de
todos, con nuestros aciertos y nuestros fallos. Pero en estos
días podemos decir que cabalgamos.
Esker onez eta hitz emanez
Berriro ere gaituzue plazan, Landázuri aldizkariaren zenbaki hirukoitz batekin.
Asmoak asmo, lehen bezala berandu ibili
gara. Baina aurrerantzean garaiz aterako
garela hitz ematen dugu. Beteko ahal
dugu hitza!
Bi aurpegi ditu aldizkari honek, nabari denez: kultura-aldizkaria izan nahi du,
batetik, eta, bestetik, gure Elkartearen
oihartzuna helarazi. Bi alderdiak, jakina,
loturik daude, eta bata pentsaezina da
bestea gabe.
3
Esker onez gatoz. Gure babesleekiko,
lehenik, eta gero irakurle guztiekiko. “Guztiei nago zabaldurik”, ageri da hainbat
etxetako ataburuan. Gauza bera esaten
dugu geuk ere.
Landázuri
INDICE
Rafael Fernández de Carranza: Pórtico ...................................
3
Koldo Mitxelena:
Goiznabar-zantzuak (Ossian Saria hartzean) ....................................
5
Luis Olarra Garmendia: “Unamuno me dijo…”
Entrevistado por Henrike Knörr. .......................................................
8
Esteban Antxustegi: Lealtad política republicana.
Apuntes para un debate. ................................................................. 10
Henrike Knörr: Conciudanía y convivencia
(Una reflexión desde Vitoria) ........................................................... 13
Salah Serour: Ibn Jaldún y su teoría sobre el origen
y la formación de las tribus beréberes.............................................. 17
Pablo Beltrán de Heredia: Una institución vasca en Madrid,
próxima a cumplir su tercer centenario: La Real Congregación
de naturales y originarios de las tres Provincias Vascongadas,
establecida bajo la advocación del glorioso S. Ignacio de Loyola .... 19
Fernando Tabar Anitua: La conservación del patrimonio. .......... 23
Pedro Luis Echeverría Goñi: Un interesante retablo fingido
de los siglos XVI y XVIII descubierto en la parroquia de Gardelegi. .. 25
Federico Verástegui: El Marqués de la Alameda
y la Plaza Nueva de Vitoria. Dos cartas de 1781. .............................. 27
Salvador Velilla: Justo Antonio de Olaguíbel
(1752-1818 ) y los caminos de Alava. ............................................. 30
Carlos Mª Hernández: Hablando del concierto económico.
Semblanza de un insigne fuerista alavés: Benito de Guinea. ............ 35
José Maria Sedano Laño: Un vasco universal.
Luis Olariaga, economista vitoriano. ............................................... 36
Venancio del Val (†): Unas ordenanzas municipales de Vitoria .. 37
Ángel Ibisate Lozares:
En busca de E.O., el primer periodista alavés en euskara. ................ 39
William A. Douglass, el vascólogo inquieto.
Entrevistado por Miel A. Elustondo y Henrike Knörr. ........................ 41
Martín Ospitaletche: Silvestre Umérez. ...................................... 49
Henrike Knörr: En Terranova y Labrador tras las huellas vascas
(Relato de viaje)............................................................................... 51
Antonio Zavala: Parte de una autobiografía. ................................ 54
Antonio Sáenz de San Pedro: Oraingo gauzak. ......................... 58
Leire Ruiz de Zarobe: Dime cómo citas y te diré cómo eres........ 59
Carlos Aurtenetxe: Compañero de página y abismo.................... 60
Henrike Knörr: Zuri, euskal gazte horri ......................................... 62
Reseñas de libros ....................................................................... 65
Cartas ............................................................................................ 101
Landázuri. Índices (números 1-10)......................................... 102
Noticiario de la Sociedad Landázuri....................................... 123
Nuestros socios difuntos. ......................................................... 126
Distinciones Landázuri.
Relación de galardonados (1992-2004) ................................ 126
4
Cubierta de libro con los discursos del acto en que se
entregó el Premio Ossian a Koldo Mitxelena
KOLDO MITXELENA
Goiznabar-zantzuak
(Ossian Saria hartzean)
Oharraa - 1983ko martxoaren 10ean, Gasteizko Kultura Etxean, hartu
zuen Koldo Mitxelenak Ossian Saria. Sari hura Hamburgoko F.V.S. Fundazioak emana, euskal hizkuntzalariak eskuratu zuen, haren merezimenduak
zirela kausa. Merezimendu haiek, “munduan barrena aitortuak, irabazi zituen Hizkuntzalaritza konparatuaren eremuan, baina batez ere euskara eta
euskal literaturaren ikerkuntzan, azaltze zientifikoan eta sustapenean, bai
eta bere sorterriko hizkuntza eta kultura hain tinko defendatzeagatik”.
Hurrengo urtean (nahiz liburuxkak ez zeraman datarik ez lekurik)
Fundazioak han egin ziren hitzaldiak argitaratu zituen. Hauek ziren egileak: Antonio Tovar (Ossian Sariaren epaimahaikidea eta saridunaren
merezimenduen adierazlea), Koldo Mitxelena, Pedro Miguel Etxenike
(Hezkuntza sailburua), Carlos Garaikoetxea (lehendakaria) eta Luis Villasante (euskaltzaiburua). Entzuleen artean aipa ditzakegu lagun hauek:
Alfred Toepfer (F.V.S. Fundazioaren burua), Rudolf Haas (Ossian Sariaren
epaimahaiburua), Pierre Bec (epaimahaikidea), Gregorio Monreal (Euskal
Herriko Unibertsitatearen errektorea), Juan José Pujana (Eusko Legebiltzarraren burua),
) Ramón Jáuregui
g ((Gobernuaren ordezkaria Euskal Herriko Autonomia Erkidegoan) eta José Ángel Cuerda (Gasteizko alkatea)
Mitxelenaren hitzak, zinez mamitsuak, dakartzagu orrialde hauetara.
Ez dira sobera ezagunak gure artean. Guk dakigularik, behin bakarrik
Nabari da arrazoi bila abiatu gabe, hain
nabari ere, ezinbestean harri eta zur eginik gelditu nintzela aurren-aurrenean nere
burua zenbaiten ahotan sari honekin loturik zebilela jakin nuenean. Hamburgoko
Stiftung F.V.S. delakoak urteoro, banakako
pertsonei nahiz elkarteei, eman ohi dien
Ossian sariarekin. Orduko berria, ordea,
zahartua dugu jadanik, ez baita harrimenik luzaro gabe ohiturak deuseztatuko ez
duenik. Hala behar ere. Aldakorra baita
harrimena, are espantua bera, ez iraunkorra, filosofoentzat izan ezik: hauek, inoizko
aspaldi haietakoek, harritzea eta mirestea
bihurtu omen dute bizibidezko egiteko. Ni,
haatik, ez naiz sekula gorengo gailur horietara hurbildu.
Baditut edo izan ditut aspaldixkodanik harremanak Elkarte honekin eta batez
ere sortzaile eta sustengatzaile duen Al-
argitaratu dira Euskal Herrian: Juan San
Martinen ardurapeko Egan aldizkarian,
Mitxelenaren omenez 1987an atera
zen ale berezian (XL, maiatza-abendua), erdarazko testurik gabe. Interesa
dute, agian batez ere, Unibertsitate publikoaren irrikian egindako bideaz esan
zuenagatik, hartan bilaturik, bereziki,
toki nagusi bat euskararekiko ikaskuntzarentzat.
1984ko liburuxkan euskal eta erdal testuak ageri dira. Erdal itzulpena, zalantzarik gabe, Mitxelenak berak egin zuen; estiloa harena bakarrik
izan daiteke.
Gure eginkizuna honetara mugatu da: alde batetik, titulua eta azpititulua ezartzera: “Goiznabar-zantzuak (Ossian Saria hartzean)”; liburuxkan
titulua “Koldo Mitxelanaren hitzak” da euskaraz, eta “Traducción de las
palabras del Prof. Dr. Luis Michelena” erdaraz. Bestetik, huts nabariak
zuzendu ditugu. Gainerakoan, bere horretan utzi ditugu, demagun, dotore, obendun eta ondade, egun doktore, hobendun eta ondare idazten
ditugunak.
Henrike Knörr
fred Toepfer ohorezko dotore jaunarekin.
1975ean hain zuzen, niri egotzi zidaten
Eduardo Txillida, adiskide min eta euskotar handiaren (barka biezadate garbizaleagoek, baina ez dut hitz egokiagorik
aurkitzen) laudorioa, Rembrandt Saria
jaso zuenean, eta hori ezjakin purrukatua
naizelarik arte-kontuetan. Harako aldi gogoangarriago hark badu zer ikusi, horra
nere susmoa, oraingo beste honekin.
Itzuri joan bazen harrimena, lehengoan diraute esker eta aitor onak: fin eta
benazko bezain apal den ezagutzaz ari
garelako. Sari hau, izan ere, gizaki eta
elkarteak sariztatzeko sortua da, “die sich
um die Erhaltung und Förderung kleinerer, selbständiger, dem europäischen
Erbe zugehöriger Sprach- und Kulturgemeinschaften verdient gemacht haben”
direlakoak omen direnean. Niri dihoakidanez, irudipenezko merezimenduak
baztertzen baldin baditugu, ez nukeen nik
horrelatsuko asmorik, hitzak neure kabuz
hautatu behar izan banitu, bestela adieraziko. Ohoragarri baita deus izatekotan
europarren ondadeko diren pusken alde
-bestela esan, hizkuntza eta herrien aldejokatzea, beroiek gordetzeko, begiratzeko
eta aitzinarezteko.
Eskerrak ematerakoan, ez nuke ixilpean gorde nahi segur naizela, duela
zenbait lerro aditzera eman dudanez,
eskuetara datorkidan saria besteri eta
bestetara dagoela zuzendua, asmoz eta
egitez, neure burua baino haruntzago eta
gorago dagoen beste zerbaitetara. Hitzak
aldaturik, euskara bera du sariak xede eta
helburu, eta esan dudana ez da, ohituraren arabera, labur-beharrez dabilenaren
ihespide erosoa baizik: euskaldungoa
bera dugu sarigai, euskara Europan,
Frantzia eta Espainiaren arteko mugan
zangalatrau, haize kontrastei gogor eginaz gehienetan, bizirik zaindu duen euskaldungoa.
Opinio arrogantiae delakoaren obendun izateko arrisku larrian sartzen banaiz
ere, saiatu nahi nuke hemen, izan omen
ditzakedan Verdienste horiek itsutzen ez
nautelako hain zuzen, ahotan hartu nahi
nituzke labur baino laburrago, urria berez
baita labur, gure arlo honetan egin edo
besteri egiten lagundu uste ditudanak. Eta
ez ahal nau onginahi larregiak desbideratuko. Antonio Tovar adiskide eta irakaslea
arestian irauli duen adina ez, behintzat.
Zerbait egin dudalakoan nago (oker
ez banenbil!) euskal hizkuntzalaritza eta
filologia, hizkuntzaren kondairari dagokionez batipat, apurren bat bidera daitezen.
Urte mordoska daramat eginahalean gure
herria ikaskuntza horien mintegi iraunkor
Koldo Mitxelena recoge el Premio Ossian 1983 de manos del Presidente del Jurado, Rudolf Haas.
Vitoria, 10 de marzo de 1983. Foto: Arocena (El Correo).
5
Landázuri
bihur dadin: muin bihur dadin, hobeki
esan, eta erdiune, besteren kalterik gabe.
Hori behar eta, premiazko iruditzen zitzaidan horiek eta horien gisako jakingaiak
legez erroztaturik geldi zitezen, eta nekez
gerta zitekeen horrelakorik Unibertsitate
publiko batean ez izatekotan: hain aspaldidanik zor zitzaigun hartaz ari naiz, aski
baikenduke luzamenduen korrituak eta
kalteen ordainak jasotzea gure herri hau
luzaroan aberasturik ikusteko. Unibertsitate publiko hori ez da noski mundu honetan
edo bestetan asma genezakeen Unibertsitaterik onena, ezta merkeena ere; ez da,
ezin ere izan, harako “Universidad Vasca”
delakoa, egunen batean (ez, ordea, etzi
goizean) “Euskal Unibertsitate” zehatz
eta mehazki itzultzeko eskubidea izango
dugun hura. Mende erdi batez, arnasa
galtzeko zorian liluren (dotoreago esan,
utopien) atzetik ibili ondoan, guttirekin
asetzen ikasi dugu, hoberik agertzen ez
zaiguino aldamenean.
Noraezekoa zen ia nik lehenbiziko
dudan hizkuntza, haurretan bakarra izan
ondoren, gogoko izatea. Ez da, beraz, harritzeko erabili badut eta oraindik ere erabiltzen, ozen nahiz motel, ahoz eta lumaz:
horrexegatik beragatik guztiz pozkarri zait
orain Unibertsitatean irakaspide gisa erabili ahal izatea. Bada besterik. Azken-aldera
natorrela eta ezin konta ahala aitzindari
dudalarik, ez bide da guttiesteko, eta 1968
daukat orain begiz joa, euskara idatziaren
laguntzarako egina. Eta eginbide horren
premiaz eta presa gorriaz etsi ez duenik
gelditzen bada ere gure artean, hona C.
Th. Gossen irakasleak “norma grafica” delakoaz esan zuena, sari hau berau Udinen
1980an eman zutenean: “Tutti sappiamo
dell’importanza di una grafia unitaria per
la tutela e il consolidamento di una minoranza linguistica, e nel contempo delle
difficoltà di diffondere delle norme quando le varietà linguistiche sono parecchie
e esiste una... tradizione letteraria...”. Bestalde, gogoan edukitzekoa litzateke, halaz
guztiz, bidenabar esatera noana: ez dela
sortu iraungo duen normarik geurea omen
dugun hizkuntza zertzen eta zertu duenari
zor zaion leialtasuna, auzokoen eskutik,
baztertzen diogunean.
Askoren irudira, hizkuntza, orobat
Unibertsitatea, zerbaitetarako direla uste
dut: ez dira beretzat sortuak, beste zerbaitentzat baizik. Oinarriz, noski, guztitarako
dira, eta ez genuke beste hesirik onartuko ez batarentzat eta ez bestearentzat
izaerak eta egoerak behartzen dituztenak
baizik. Xehekiago azal dezadan, orokor
dena eta guztiona ere geure dugu eta
etxeinguruko ikerlanak eta herri-azturak
estimutan ditugularik, ez zaizkigu gogobeteko folklore piztaldi oroiterazgarri eta
bihozkoiak.
Ez narabila gaztetasunak, ageri denez. Aurrerantzean egin dezakedana, halaz ere, elkar hartzeko konponbideen alde
egingo dut, indarra nahiaren pareko den
neurrian, kulturaren eremuan eta batez
ere hizkuntzarenean. Sail horretako gatazkek irtenbideak izan ohi dituzte, nekerik
gabe aurki daitezkeenak gainera, borondate gaiztoak gaizkoatzen ez baditu. Ez
nuke inolaz ere esango erdipuntu juxtuan
nagoenik, baina jendetza aski zalapartariak ikusten ditut, alde batera zein bestera,
nagoen ingurunetik urruti baino urrutiago
dabiltzanak. Eta horri, susmo gisa, alaigarri deritzat, etsigarri baino areago.
Presagios
de aurora
(Al recibir el Premio Ossian)
Nota explicativa
El 10 de marzo de 1983 tuvo lugar en la Casa de Cultura de Vitoria el
acto de entrega del Premio Ossian a Koldo Mitxelena. Aquel premio,
concedido por la Fundación F.V.S. de Hamburgo, se otorgaba al lingüista
vasco considerando sus méritos, “adquiridos en el campo de la Lingüística comparada, internacionalmente reconocidos, pero sobre todo en la
investigación, exposición científica y fomento de la lengua y literatura
vascas, así como por su firme actitud a favor de la lengua y la cultura
de su patria”.
La Fundación publicó al año siguiente (aunque el librito carece de
fecha y lugar) los discursos leídos en aquella ocasión, es decir, los de
Antonio Tovar (autor de la laudatio), Koldo Mitxelena, Pedro Miguel
Etxenike (Consejero de Educación), Carlos Garaikoetxea (Lehendakari) y Luis Villasante (Presidente de Euskaltzaindia). Entre los asistentes
6
Egin nezakeena leku ongi mugatuetan egin dut gehienbat, egin edo egin
gabe utzi: Euskaltzaindia, “J. de Urkixo”
Gipuzkoako Diputazioaren Euskal Filologi
Mintegia eta, hemen bertan, Euskal Herriko Unibertsitatearen Gasteizko Fakultate arabarra. Salamanca ere aipatu behar
dut, berandu bedere, eta hango Unibertsitatea. Ikasle izana naiz han, irakasle
baino areago. Ez dit eman, haatik, esaera
zaharrak dioenez ezin eman dezakeena.
Lehenbizikora nator azken buruan,
eskerrak ematera hemen agerriz nahiz
oroigarriz agertu diren guztiei: agintari,
adiskide, lagun, ikasle eta gainerakoei.
Eta esker ona bihoakio besteri baino lehenago Stiftung F.V.S. honi eta bere sortzaile eskuzabal Alfred Toepfer ohorezko
dotoreari, eta esker hori gurea dela esaten
ausartuko nintzateke, ez nerea soilik. Izan
ere, Wilhelm von Humboldten ibilaldi eta
izkribuen ondoren ez du jaso euskarak
horrelako goraipamen berezirik Europaren bihotzetik.
Ossianen izena ere onar dezakegu,
irudipen-lanbroak gorabehera: ez dira
erabat etorki onekoak poema horiek, baina nolanahi ere, jator ala sasiko, Europako
literatura osotoro kutsatu eta piztu dute.
Janzten dituen argi-iluntze giroa, gainera,
bikoitza dute, oskorria bezalaxe. Horren
irudiko zerbait gertatzen da Fregeren artizarrarekin: goizeko izarra, zentzua aldatuz
baina irispideak lehengo hartan dirauela,
arratseko bihurtzen da. Sari honek eta
Ossianen deiturak, hona nahi nukeena,
ekar biezazkigu goiznabar-zantzuak, ez
ilunabarrenarenak.
figuraban asimismo Alfred Toepfer (Presidente de la Fundación F.V.S.),
Rudolf Haas (Presidente del Jurado del Premio Ossian), Pierre Bec
(Miembro del Jurado), Gregorio Monreal (Rector de la Universidad del
País Vasco), Juan José Pujana (Presidente del Parlamento Vasco), Ramón
Jáuregui (Delegado del Gobierno en el País Vasco) y José Ángel Cuerda
(Alcalde de Vitoria-Gasteiz)
Traemos aquí las palabras, enjundiosas, de Mitxelena, que no son
demasiado conocidas. Que nosotros sepamos, solamente una vez fueron
reproducidas: en 1987, en el número especial que la revista Egan, dirigida por Juan San Martin, dedicó a Mitxelena (XL, mayo-diciembre). El
texto castellano quedó fuera. Aquellas palabras tienen interés, sobre todo,
por las referencias a una trayectoria en pos de la Universidad pública,
buscando en ella, de modo particular, un lugar central para los estudios
sobre el euskara.
Tanto el texto vasco como el castellano figuran en el librito. Sin
duda alguna la traducción fue hecha por el propio Mitxelena; el estilo
es inconfundible.
En nuestra edición nos hemos limitado, de una parte, a poner un nuevo título y subtítulo: “Presagio de aurora (Al recibir el Premio Ossian)”;
en el librito aparecen “Koldo Mitxelena jaunaren hitzak” y “Traducción
de las palabra del Prof. Dr. D. Luis Michelena”. De otra, hemos corregido
errores evidentes, dejando el resto como estaba; por ejemplo, aparecen aquí
formas como dotore, obendun y ondade, donde hoy escribimos doktore
-en el sentido de ‘distinción académica’-, hobendun y ondare.
Henrike Knörr
Es obvio, tan obvio que sería improcedente tratar de motivar
la impresión, que fue asombro lo primero que sentí al enterarme
de que mi persona aparecía relacionada con el Premio Ossian
que anualmente concede, a personas y a instituciones, la Stiftung
F.V.S. de Hamburgo. Hoy, sin embargo, aquella primera noticia
queda ya lejana, y el asombro se disipa pronto con el hábito. No
es prolongable en principio de no ser para un filósofo, profesional
(al menos en otros tiempos) del thaumazein, condición acaso privilegiada que yo estoy lejos de haber alcanzado.
Mis relaciones con la Fundación y con el doctor honoris causa
Alfred Toepfer vienen de atrás. En efecto, en 1975, en una Donostia que hoy se nos figura lejana y extraña en tantos aspectos, se
me confió, pese a mi eximia ignorancia en cuanto se relaciona con
las artes plásticas, la laudatio en la entrega del Premio Rembrandt
a Eduardo Chillida, buen amigo y gran vasco, y no puedo menos
de sospechar que aquella ocasión, mucho más memorable, tiene
algo que ver con ésta.
Si la sorpresa se consumió, lo que queda es gratitud y reconocimiento: una sincera, profunda y humilde gratitud a la Fundación
por este Premio Ossian que se me concede. Pues no se puede
olvidar que el premio se estableció para distinguir a entidades
y personas “die sich um die Erhaltung und Förderung kleinerer,
selbständiger, dem europäischen Erbe zugehöriger Sprach- und
Kulturgemeinschaften verdient gemacht haben”. Si dejamos de
lado los merecimientos, más bien imaginarios en mi caso, la intención no se habría expresado más a mi gusto de haber escogido
yo mismo las palabras. Es un título honroso, si los hay, el de haber
contribuido a la conservación y promoción de lenguas y comunidades que entran en la herencia común europea.
Al dar las gracias, debo confesar mi certeza de que, como he
apuntado hace unas líneas, este premio que me viene a las manos
va dirigido, de intención y de hecho, a algo que está más allá y
más arriba que mi persona. Va dirigido en realidad a la lengua
vasca, lo cual es más que una manera compendiosa y autorizada
por la costumbre de decir que va dirigida a la comunidad que ha
hecho posible, en condiciones desfavorables por lo general, que
la lengua sea hoy un hecho europeo vivo, a caballo sobre la frontera franco-española. Y abarca también a tantos que, no siendo
miembros de la comunidad, han sostenido y favorecido su lengua
a lo largo de los tiempos.
Precisamente porque no puedo hacerme ilusiones sobre
mis Verdienste, me voy a permitir, a riesgo inminente de incurrir
en opinio arrogantiae, una breve recapitulación, sencilla cuando
hay poco que contar, de lo que creo haber hecho o contribuido a
hacer en el terreno que aquí nos toca. Y espero no pecar tanto de
benevolencia abusiva como mi amigo y maestro Antonio Tovar.
Creo haber hecho algo, ojalá no me engañe, por introducir un
cierto concierto en los estudios de lingüística y filología vascas,
muy en particular por lo que atañe a la historia de la lengua. Durante decenios me he esforzado por que este país se convierta de
modo permanente en uno de los centros de esos estudios: mejor
dicho, en su foco principal, aunque en modo alguno exclusivo.
Se precisaba para ello que estas y otras disciplinas quedaran
institucionalizadas, y esto sólo podía hacerse en la Universidad
pública tan largamente debida que, si las demoras devengaran
intereses o pudiéramos resarcirnos de daños y perjuicios, habríamos asegurado por largos años la abundancia en el país.
Esta Universidad pública –completa, incluidos los estudios que
llamábamos de Letras– no es por cierto la mejor Universidad que
acertaríamos a imaginar en alguno de los mundos posibles; no
es, desde luego, la “Universidad Vasca” que algún día (pero no
este jueves del mes de marzo) podrá traducirse correcta y exactamente por “Euskal Unibertsitatea”. Los que hemos corrido durante
medio siglo detrás de quimeras, por mejor nombre utopías, hasta
perder el aliento, hemos aprendido a conformarnos con poco,
siempre que haga falta.
Era poco menos que inevitable que yo apreciara y considerara como mía la lengua que tengo por primera, tras haberla
tenido por única. Es, pues, natural que la haya utilizado y la utilice,
con más o menos gracia y propiedad, de palabra y por escrito;
es, por lo tanto, motivo de alta satisfacción que ahora pueda utili-
Medalla del Premio Ossian (anverso),
obra del escultor de Hamburgo
Manfred Sihle-Wissel
zarla como vehículo en mis
cursos universitarios. No lo
es menos el que, siendo el
último en llegar, con una
lista inacabable de precursores, mi contribución a la
unificación de una forma
escrita de la lengua, que
centraré en 1968, no haya
sido despreciable. Y, para el
caso de que quede alguien por
convencer de que la empresa en sí
era necesaria y urgente, recogeré lo
que decía el profesor C. Th. Gossen en el
acto de entrega de este premio en Udine, en 1980, a propósito de
la “norma grafica”: “Tutti sappiamo dell’importanza di una grafia unitaria per la tutela e il consolidamento di una minoranza linguistica,
e nel contempo delle difficoltà di diffondere delle norme quando le
varietà linguistiche sono parecchie ed esiste una... tradizione letteraria...”. Con todo, habrá que tener también en cuenta, y digo esto
de paso, que no hay norma que valga cuando, de la mano de los
vecinos, olvidamos la fidelidad debida a la naturaleza y a la historia
de la lengua que llamamos nuestra.
Pienso, al igual que muchos, que una lengua, y desde luego
una Universidad, son para algo: no son fines en sí mismas. En principio, son para todo y no aceptaríamos ni para una ni para otra más
limitaciones que las que impongan constitución y circunstancia.
De modo más preciso, también es nuestro lo común, lo general y,
aunque tenemos en estima la erudición local y localista o las tradiciones populares, no nos apetece la limitación a folklóricos revivals
evocadores y emotivos.
No me hallo en la flor de la edad, como salta a la vista, pero
espero que lo que en adelante pueda hacer irá encaminado a favorecer entre nosotros la comprensión y la concordia en el campo
cultural, ante todo en lo lingüístico. Los problemas de esta suerte
suelen tener solución, y hasta solución no trabajosa, con tal de que
la falta de buena voluntad no los encone. No pretendo hallarme en
el justo medio, pero a uno y otro lado hallo gentes, nada silenciosas,
que están a distancias enormes de los parajes que piso. Y esto, a
título de indicio, no me parece nada desesperanzador.
Lo que pudiera realizar, casi siempre se ha hecho o dejado
de hacer dentro de marcos bien definidos: la Real Academia de la
Lengua Vasca, el Seminario de Filología Vasca “Julio de Urquijo”
de la Diputación Foral de Guipúzcoa y, aquí, nuestra Facultad alavesa de Vitoria dentro de la Universidad del País Vasco. Y, bien que
tarde, tengo que recordar a Salamanca y a la Universidad en que
durante muchos años he sido más estudiante que maestro, aunque
no acertara a facilitarme lo que según el viejo proverbio no puede
dar.
Termino por donde he empezado, agradeciendo a todos -autoridades, amigos, colegas, alumnos y cuantos han tenido la atención
de honrarme con su presencia o recuerdo-- su participación en este
acto. Y termino reiterando muy especialmente a la Fundación F.V.S.,
y a su generoso fundador el Dr. h. c. Alfred Toepfer, un agradecimiento que creo tanto colectivo como individual: en efecto, desde
los viajes y escritos de Wilhelm von Humboldt la lengua vasca no
había recibido desde el corazón de Europa una distinción semejante.
Bien podemos además aceptar sin reparos el nombre de Ossian, a pesar del aura de mistificación que lo envuelve: no todo
es genuino en los poemas osiánicos, pero, genuinos o apócrifos,
penetraron y animaron largos años la literatura europea en general. Recuerdo, por otra parte, que el tono crepuscular en que van
envueltos es ambivalente, como lo es el crepúsculo mismo, al igual
que el lucero de la tarde de Frege que, con cambiar de sentido, se
convierte sin alterar la referencia en el lucero del alba. Mis votos
son, pues, para que el premio nos traiga presagios de aurora, no
de anochecer.
7
Landázuri
HENRIKE KNÖRR
«Unamuno me dijo...»
Entrevista con
Luis Olarra
Garmendia
Luis Olarra Garmendia nació en Tolosa en 1902. Ejerció varios oficios, entre ellos el de litógrafo, periodista y chocolatero.
Fue republicano y amigo de intelectuales como Pío Baroja, Antonio Machado, Gregorio Marañón, Ramón Gómez de la
Serna y otros. Murió el 29 de septiembre de 2003, cercano a los 101 años.
Me interesaba oír de sus labios, sobre todo, el relato de su entrevista con Unamuno en diciembre de 1936 en Salamanca,
apenas dos semanas antes de la muerte de don Miguel. De aquella entrevista escribió Antonio Mª Labaien, el académico
y ex alcalde de Tolosa, bajo el pseudónimo de Pernando de Etxekorena, en la revista Alderdi en 1965 (1), refiriéndose a
Olarra como “un amigo”, sin citar su nombre, por precaución. Después ha aparecido aquí y allí algún eco del encuentro
y del artículo de Labaien.
Dos buenos amigos, Joxe Manuel Atxaga y Joxemari Iturralde, me acompañaron amablemente a casa de Luis Olarra, la
tarde del 19 de febrero de 2002.
Pese a la edad, casi 100 años, Olarra se encontraba bien. Fuera de la sordera, se diría que la salud no le abandonaba. Y se
valía solo para la vida diaria. Vestía un batín, por encima de una camisa. Al cuello tenía un pañuelo oscuro. La conversación
fue en castellano, pero de vez en cuando Olarra introducía palabras y frases enteras en euskara.
En el recibidor había una foto suya tomada en el cementerio de Tolosa, en el entierro de Lasa y Zabala, presuntos miembros
de ETA, asesinados por la Guardia Civil. Me vio contemplar la foto, y dijo: “Yo siempre he estado contra la violencia y la
tortura. Lo que se hizo con estos chicos es inmoral”.
Henrike Knörr. Cuénteme cómo
vivió usted aquellos primeros días del
levantamiento militar de 1936.
Luis Olarra. Yo había ido a Vitoria
para ver a mi novia el viernes 17 de julio. Cuando estalló la rebelión, allí me
sentía seguro porque nadie me conocía. Decidí quedarme en Vitoria hasta
ver qué pasaba. Tenía una habitación,
en la pensión Rita, de la calle Florida.
La dueña me dijo: “Ven a dormir aquí y
estarás seguro”. Recuerdo que los militares sublevados gritaban por la calle
“¡Viva la República!”.
H.K. Su padre era carlista…
L.O. Mi padre era carlista, y mi hermano también. Y mi hermana era abadesa de Santa Clara de Tolosa. Pero en
la guerra mi padre estaba contra los
carlistas, y les reprochaba ser ladrones.
Una vez vio cómo robaban las zapatillas
a un chaval de siete años, hijo de un
nacionalista. Y es que robaban todo lo
que podían. Mi padre nunca se puso la
boina roja, ni las insignias.
H.K. Pasan las semanas y usted
siente miedo.
L.O. Sí, y entonces se me ocurrió ir
a Salamanca. Allí estaba mi novia, con
su hermana y su padre. Fui con Fernando Montes, de Hernani, novio de la hermana de mi novia, que había de ser mi
cuñado. Unamuno era muy amigo de mi
hermano Manuel, director general de la
editorial Espasa Calpe, y mi padre también le conocía. Además, yo era amigo
de Ramontxo, el hijo de Unamuno. Los
dos éramos muy bohemios. En Madrid
salíamos todos los días. Ramontxo era
muy alegre. Alguna vez nos detuvieron
por gritar “¡Viva Lenin!” y “¡Viva Rusia!”.
H.K. Usted esperó antes de ir a
casa de Unamuno.
L.O. No me decidía, porque siempre veía guardias en el portal. Me habían
dicho que siempre había guardias allí,
pero, pasado un mes, el 15 de diciembre
8
de 1936, observé que no había nadie y
entré en la casa, que se llamaba “la Casa
de la Muerte”. Llamé y me abrió la hija.
Unamuno estaba junto a la mesa-camilla. Al oír mi nombre, Unamuno dijo en
voz alta: “Ola-larra”, como ideando una
etimología. Le encontré con un chaquetón azul. Me pareció un personaje de la
Biblia, con el pelo blanco.
H.K. ¿Cuáles fueron las primeras
palabras de Unamuno?
L.O. Después de saludarnos, me
dijo que aquella mañana habían ido a su
casa unos falangistas a pedirle dinero
para la guerra, y que les había echado
escaleras abajo. Después hablamos de
unos y otros, y recuerdo que preguntó
sobre Machado, diciendo: “¿Qué habrá
sido de él?”. La conversación siguió en
torno a la guerra, y Unamuno me dijo:
“En esta guerra se cometen crímenes terribles. Los únicos que se salvan son los
vascos. Luchan como caballeros. Casi
me siento nacionalista vasco”. También
me dijo que estaba dispuesto a salir a la
Plaza Mayor de Salamanca a protestar,
pues no podía aguantar aquellas barbaridades. Añadió que entre los falangistas
había quienes eran partidarios de él y
que le contaban las salvajadas.
H.K. Aquella entrevista le causó a
usted una gran impresión.
L.O. Sí. Y aquella misma noche escribí en un papel lo que Unamuno me
había dicho. Es lo que años más tarde
se publicó en Alderdi.
H.K. Usted había presenciado ya
algún episodio de violencia.
L.O. Sí. Por ejemplo, en Vitoria, en
la calle Florida, donde los falangistas tenían su centro, vi cómo ellos pateaban
a un muchacho. Y luego supe de los fusilamientos y matanzas. Por ejemplo, a
Aitzol, el sacerdote y escritor de Tolosa,
lo mataron a cuchilladas.
H.K. ¿Y qué pasa cuando usted
vuelve a Tolosa?
L.O. Yo llegué a Tolosa en la Navidad de 1936. Al día siguiente, un par de
guardias civiles vinieron a buscarme a
casa. En la comandancia me interrogó
el comisario Izcue, de Estella. “Usted
estaba en el Centro Republicano”. Y
yo le dije: “Sí, pero me di de baja”. Era
verdad, y lo hice porque Niceto Alcalá
Zamora, el presidente de la República,
tomaba chocolate todos los días con el
nuncio. Yo era de los directivos, el bibliotecario. Izcue creyó que me había
dado de baja por antirrepublicano. A mí
el comisario no me tocó ni un pelo. Yo
pensaba que me iban a dar el paseíllo.
Eso no me aterrorizaba. Lo que me aterrorizaba eran las torturas.
H.K. ¿Y qué hicieron con usted?
L.O. Me quisieron mandar al frente. Yo no quería. Me dijeron que era un
cobarde. Entonces quisieron meterme
en las oficinas. Yo me negué. Izcue se
puso como loco. Me presentaron un escrito, que empezaba: “Por España…”. Y
firmé. Un guardia civil me dijo: “A nadie
se le prohibe estar en casa”. Me tomé
una caña en el bar del frontón. Mi padre,
que era chocolatero, llega y me pregunta: “Zer moduz?” (2). Y me cuenta que
Izcue le ha llamado, diciéndole: “Usted
tiene un hijo escondido en casa”. A lo
que mi padre le responde: “Nada de
eso”, y a continuación le manda a la
m… a Izcue. En Pamplona pasé miedo.
En la misma habitación había otro, que
había venido a dormir, y pensé lo peor.
En la plaza del Castillo vi un desfile de
requetés. Algunos llevaban palos, y uno
tenía la navaja abierta y una cruz.
H.K. Usted procedía de la extrema
izquierda.
L.O. En Hernani yo me alojaba en
un hotel y me llamaban “el comunista
del hotel”. David Álvarez y yo nos hicimos comunistas porque éramos anarquistas. Escribí algunos artículos, que
firmaba con el pseudónimo de Bakunin.
Íbamos a Donostia a comprar Euzkadi
Roja. Jesús Larrañaga Churruca escribía y vendía el semanario. En un mitin,
alguien le gritó: “Gora Euskadi askatuta!”. Y él respondió: “Bai, askatuta Erromatik” (3). Después me encontré con
Jesús Larrañaga en Madrid. Le conté
mis peripecias. Me dijo: “De buena te
has librado”.
H.K. El ambiente durante los años
de la República estaba muy crispado,
incluso en Vasconia.
L.O. En efecto. Era corriente ir con
pistola. Recuerdo que cuando la intentona de 1934 vi a Labaien y a Aitzol en
Donostia. Labaien dijo: “Hau hemen
badabil, zerbaitengatik izango da” (4).
El tren a Hernani venía con los cristales
rotos. Un joven me dijo: “Luego vienes
a la plaza, que van a repartir pistolas”.
En realidad, como digo, todos íbamos
con pistola.
H.K. Usted era claramente republicano.
L.O. Yo no he sido nacionalista
vasco. Y entonces pensaba que si se
declaraba la independencia tendríamos
procesiones todos los días.
H.K. Y conserva al menos buena
parte de aquellos ideales.
L.O. Sí. Como digo, en modo alguno soy partidario de la violencia. Pero
mantengo los ideales de justicia, de solidaridad y de cultura. Por eso mismo,
odio a los Estados Unidos, la nación
más atrasada del mundo. Recuerdo
muy bien el ambiente del Congreso de
la Paz, en Helsinki, en 1964. Allí estaban, entre otros, Ilia Ehrenburg, el que
bautizó a Hollywood con el nombre de
“fábrica de sueños”. Y estaba Neruda,
y otros. Yo desayunaba con Líster. Él tenía la obsesión de que su hijo volviera a
España, y se diría que recordaba todas
las piedras del camino. Pidió a Franco
ese favor, y Franco dijo: “Primero que
venga el padre”.
H.K. La República fracasó…
L.O. Sí, la República fracasó, y fue
por el voto concedido a las mujeres,
manipuladas por el clero.
H.K. Ha sido admirador de Unamuno y Baroja.
L.O. Los he admirado a los dos.
Unamuno era un gran escritor. Y de
Baroja me atraía su sencillez. Cuando
murió, yo fui el único que estuvo velando el cadáver toda la noche. Cogí tierra
del jardín del chalet de Bello Portu, en
9
Tolosa, y la eché en la tumba, aunque
a Julio Caro Baroja le dijimos que era
tierra de Itzea.
H.K. Aquel Madrid de antaño…
L.O. Allí yo tenía buenos amigos.
Iba al café Pombo, con el músico Ignacio Mocoroa. Pero no me atrevía a acercarme a Ramón Gómez de la Serna. Iba
a exposiciones, conferencias, conciertos, etc. En muchos conciertos coincidía con Gerardo Diego que, como yo,
era socio de la Filarmónica.
H.K. Dígame algo sobre Marañón.
L.O. Tuve amistad con él. Se portó
muy bien con mi mujer y conmigo. Nos
veía dos veces al año. Coincidimos con
él en Elizondo. A mi mujer se le hinchaba el cuello. En una ocasión le vimos
en San Juan de Luz (por cierto, estando allí con nosotros, le llamó Indalecio
Prieto, según nos dijo el camarero). Se
había ofrecido a ir a Elizondo, a Erreparatzea, pero nosotros le dijimos que no
se molestara, y fuimos a San Juan de
Luz. También le vio una vez a mi madre,
que tenía temblores, y la curó. Marañón
valía mucho; era médico y psicólogo.
Cuando murió, le vi todavía cadáver en
la cama. No es de extrañar que a su entierro acudieran muchos pobres, pues
era una gran persona.
H.K. Dígame algo sobre otro tolosarra, el poeta Emeterio Arrese.
L.O. Emeterio Arrese era un gran
poeta. Cuando el alzamiento, le metieron en la cárcel, “por ser vasco”,
sencillamente. Estuvo en la cárcel de
Ondarreta, en Donostia. El juez le dijo:
“Usted, que escribe bien en castellano,
¿por qué escribe siempre en euskera?”.
Le pusieron a limpiar retretes. Entonces,
en 1938, tendría 50 años (5). Javier Bello Portu me contó que el escritor Salbatore Mitxelena le había convertido a
Arrese, cuando estaba en la Misericordia de Tolosa. Entre Salbatore Mitxelena
y algunos amigos le convencieron para
que se pusiera a bien con Dios.
Son las 9 de la noche. Termina la
visita. Luis Olarra, siempre afable, agradece los bombones que le he llevado
de Vitoria. Nos despedimos. Ahora se
preparará la cena.
[TODAS LAS NOTAS SON DE H. KNÖRR.]
(1) Nº 214, febrero-marzo de 1965, págs. 19-21.
El texto fue facilitado a Labaien por el etnógrafo Juan Garmendia Larrañaga. Éste nos ha
contado que Antonio M. Labaien y Luis Olarra
estaban enfrentados por el barojianismo de
éste.
(2) “¿Qué tal?”.
(3) “Libre de Roma”.
(4) “Si éste anda por aquí, por algo será”.
(5) En realidad Emeterio Arrese tenía entonces
67 años, pues había nacido en 1869.
Landázuri
ESTEBAN ANTXUSTEGI IGARTUA
PROFESOR TITULAR DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA • UPV/EHU
Lealtad política republicana:
apuntes para un debate
La lealtad es un sentimiento dirigido a
quienes nos son próximos, que consiste en la conciencia de pertenecer a un
grupo humano, pequeño o grande, y
estar concernido por la suerte común.
Una primera aproximación al concepto de lealtad nos pide aquí distinguir
dos grandes tipos de lealtades: uno
privado y otro público, caracterizados
ambos por su referencia a un nosotros,
entendido éste en un sentido más restringido o más amplio (con una explícita
función política). Aquí nos vamos a referir a esta segunda lealtad, pública o
política, entendida como la lealtad a la
comunidad política de la que formamos
parte. La diferencia sustancial entre ambas lealtades es que, mientras la lealtad
privada es mucho más selecta (sobre
ella se ejerce un mayor control y, por lo
tanto, es más difícil que sea fingida o
aparente), la lealtad pública, sin embargo, es condición necesaria para la vida
pública y por tanto afecta y puede ser
exigida a todos.
Sin embargo, hay que distinguir la
obligación de la lealtad política. Ésta no
aparece necesariamente como una imposición, sino como una adhesión del
individuo respecto a su comunidad. La
lealtad, por tanto, sería más una disposición a la obediencia que la obediencia
misma, que sería su resultado. Es decir,
se trata de un apego hacia la comunidad pública de la que uno se siente
parte, que le predispone a cumplir con
los deberes y las obligaciones hacia
ella. Las preguntas-clave para medir
la lealtad política serían: ¿Qué estarías
dispuesto a hacer por la comunidad?
¿Qué espera la comunidad de ti? ¿Qué
esperas de la comunidad? Recordemos
las palabras de aquel famoso discurso
de John F. Kennedy: “No preguntes qué
puede hacer América por ti, sino qué
puedes hacer tú por América”.
De acuerdo con Habermas, la legitimación es la conciencia de legitimidad.
La lealtad, por tanto, tiene que ver con
la legitimación efectiva de un gobierno o sistema político, es decir, con su
aceptación social, no tanto con su legitimidad (ética), que se refiere al merecer
un reconocimiento otorgado a un orden
político (1). Por tanto, si la lealtad es la
disposición básica a la obediencia, a
medida que la legitimación (la creencia
en la legitimidad) aumente o disminuya, en esa misma proporción también
lo hará la lealtad política.
En las sociedades democráticas
es relativamente fácil medir el nivel de
legalidad (nivel de cumplimiento de
la ley) y legitimación (adhesión social
al proyecto político), mientras que es
bien difícil medir el de legitimidad, con
la posible paradoja de que un sistema
menos legítimo puede tener más adhesión social (legitimación social) que otro
más legítimo. De hecho, las elecciones
miden más bien el nivel de legitimación,
que no el de legitimidad; por lo que los
gobiernos están más pendientes de los
índices de legitimación (que posibilitan
la práctica de programas políticos) que
preocupados por la legitimidad de su
acción política.
La crisis de legitimación democrática, su crisis de representación o,
incluso, la crisis misma de la política,
de la que se viene hablando tanto en
las últimas décadas, está en la base
de la “débil lealtad” que caracteriza a
las democracias liberales contemporáneas. Pero, ¿qué clase de lealtad es la
generalizada en nuestras sociedades y
cuál sería necesaria para salir de este
impasse democrático? Para intentar
profundizar en estas cuestiones debemos recordar primero las clases de
lealtades políticas que están -o pueden
estar- en boga en las sociedades democráticas, y los paradigmas en los que se
sustentan.
a. La comunidad liberal
y la lealtad liberal
Puede entenderse por liberal aquella
comunidad política al servicio de la
identidad individual. Se enfatiza el individuo y su capacidad para trascender
la identidad colectiva; el individuo tiene
prioridad ontológica y es el punto de
partida a partir del cual, y en función del
cual, ha de explicarse cualquier entidad
colectiva. La defensa de los derechos
individuales, es decir, el reconocimiento
y la garantía pública de sus derechos
en cuanto sujeto privado, es su piedra
angular.
La lealtad liberal es, por tanto, la
debida a las leyes, en cuantos garantes
de los derechos y las libertades individuales. Es una lealtad condicionada y
situada dentro del marco de elección
y deliberación individual. Se mantiene
así una relación instrumental con la comunidad política, pues ésta no es sino
el medio para servir a los individuos y
dotarles de libertad y seguridad, con el
fin de que cada uno encuentre su propia satisfacción o felicidad. En definitiva, el liberalismo plantea expectativas
débiles respecto al comportamiento de
los ciudadanos, concebidos como individuos autointeresados que tratan de
minimizar en la medida de lo posible la
actividad política, concebida ésta como
una desviación de la búsqueda de su
propio bien.
b. La comunidad comunitarista y
la lealtad nacional
El modelo comunitarista puede entenderse como una comunidad política al
servicio de la identidad comunal. El sujeto político principal no es el individuo,
sino la comunidad, una comunidad considerada natural o como comunidad de
pertenencia. Se enfatiza el grupo cultural o étnico, la solidaridad entre quienes
comparten una historia o tradición. En
el caso más típico, el nacionalismo, se
considera la nacionalidad como prerrequisito de la solidaridad, así como
condición para la identidad y para la
legitimación del Estado.
Para los comunitaristas, la socialización moral de los individuos tiene lugar
en el seno de una comunidad particular.
1. Habermas, Jürgen: “Problemas de legitimación en el Estado moderno”. La reconstrucción
del materialismo histórico. Taurus, Madrid 1981 (orig. 1976).
10
Del mismo modo, el desarrollo personal
de los juicios morales y políticos nacería
en el seno de una moralidad concreta,
y no a partir de una eticidad abstracta.
Si para los liberales la universalidad y
generalidad que caracteriza a las reglas
morales se alcanza elevándose por encima de la particularidad social en la
que se originan, para los comunitaristas
estas reglas morales se alcanzan a partir de los bienes específicos y relativos
en virtud de los cuales se justifican.
La lealtad nacional es, pues, la
debida a la comunidad. La lealtad primordial es a la nación o a los conciudadanos en cuanto pertenecientes a esa
nación, a esa identidad nacional. Es la
lealtad a una concepción común de la
vida buena, a una comunidad moral y
política específica, que sólo puede ser
asumida por quienes pertenezcan a
ella. Se propugna, por tanto, el patriotismo nacional, definido como un tipo
de lealtad a la propia nación, lo que sólo
aquellos que poseen esa particular nacionalidad pueden alegar.
c. La comunidad republicana
y la lealtad cívica
El modelo de comunidad política republicana puede entenderse como una
expresión de la identidad cívica, es decir, como aquella concepción de la vida
política que preconiza un orden democrático dependiente de la vigencia de la
responsabilidad pública de la ciudadanía. Por ello, su institución fundamental
es precisamente la de ciudadanía, en
su doble sentido: como conjunto de
miembros libres de la sociedad política
y como la condición que cada uno de
ellos ostenta, en tanto que componente
soberano del cuerpo político.
Aunque comparte algunos de sus
supuestos con el liberalismo y otros
con el comunitarismo, no se confunde
con ninguno de los dos. Coincide con
el comunitarismo en el hecho de que
el ciudadano republicano también se
sabe ligado, a la hora de configurar sus
preferencias y su identidad, con su sociedad, y en que otorga importancia a
la responsabilidad, a las obligaciones
comunes. Participa del comunitarismo,
asimismo, en la crítica a la concepción
individualista del liberalismo y a su concepción puramente procedimental de la
comunidad política. Sin embargo, afirma que el republicanismo no necesita
compartir una noción cultural de una
comunidad prepolítica, ni una idea sustantiva del bien común.
Como el modelo liberal, el republicanismo hace suya la afirmación mo-
derna de la autonomía y el pluralismo.
Considera que la libertad está ligada a
la garantía del orden normativo equitativo creado y mantenido por las instituciones públicas, en tanto éstas se nutren
de la participación y el cumplimiento del
deber cívico por parte de los ciudadanos. Pero el republicanismo concibe la
ciudadanía principalmente como práctica política, como forma de participación
activa en la cosa pública. No se asienta
sobre la primacía ontológica del individuo, ni sobre la defensa de sus derechos particulares, sino sobre un modo
de vida compartido. De hecho, desde
el republicanismo no se habla de derechos naturales, sino de derechos ciudadanos, es decir, derivados de acuerdos
y normas: resultado de un proceso político, y no su presupuesto.
La lealtad cívica sería la debida al
marco universal de la constitución democrática, es decir, a la ley, como lo
que permite y consolida la diferencia,
el respeto a lo particular y la convivencia tolerante y pacífica en la diversidad.
Para el republicano, la libertad va unida
a la ley y al sistema político que ésta
produce. Se trataría de una relación no
instrumental con la comunidad política;
porque ésta se considera como un bien
en sí misma. Más que en derechos, la
ciudadanía republicana se basaría en
deberes, que serían la base de los derechos: puesto que la libertad depende
de la acción común, los ciudadanos tienen el deber de comprometerse con lo
público, así como respetar la esfera de
acción libre que corresponde legítimamente a sus conciudadanos.
Todo ello implica virtud cívica, que
es la virtud política democrática o republicana, compuesta de tolerancia, espíritu público y exigencia de información: es
decir, una cierta sed de saber qué pasa
en la esfera pública. Está compuesta,
también, por una medida de confianza
en la capacidad propia y la de la ciudadanía para intervenir y modificar las condiciones de la vida compartida.
Este modelo republicano ha llevado a instaurar en la teoría política una
corriente creciente que reivindica desligar el nacionalismo del patriotismo,
abogando por la recuperación histórica
o -mejor- por la reinvención del patriotismo republicano.
En líneas generales, los patriotas
reivindicarían que el valor principal es
la república y la forma de vida libre que
ésta permite, en contraposición a los
nacionalistas, cuyos valores primordiales serían la unidad espiritual y cultural
del pueblo. Serían dos, por tanto, las
notas distintivas entre patriotismo y na-
11
cionalismo: 1) el papel que la decisión
racional y libre del ciudadano juega en
la configuración de la lealtad colectiva:
preconvencional (es decir, inducida) o
convencional (aún no universalista), en
el caso del nacionalismo, y postconvencional en el caso del patriotismo; 2)
la objetivación propia de cada tipo de
lealtad, donde, si el patriotismo representa una adhesión emocional al propio Estado o sus instituciones políticas,
el nacionalismo se caracteriza por una
adhesión al propio “pueblo” o grupo etnonacional.
En definitiva, si la lealtad nacionalista se fragua en torno a la idea de pueblo
(es decir, en torno a la historia y la cultura de un grupo étnicamente identificado, homogéneo), la lealtad patriótica se
consolida en torno a un sistema de instituciones que, por principio, ha debido
ser construido. Es decir, es la adhesión
emotiva y racional a un sistema político,
que no es interpretado como la creación
del genio nacional, sino como producto
del acuerdo de la comunidad.
Por último, debemos añadir que el
debate contemporáneo en torno a la
lealtad política republicana se centra
en diferentes concepciones de las que
citaremos algunas pinceladas. Por un
lado estaría el patriotismo constitucional, tal como lo expone Habermas, que
es un patriotismo basado en la lealtad a
la universalidad de los principios políticos de libertad y democracia personificados en la constitución de la República Federal Alemana. Este autor sostiene
que para articular una identidad colectiva no hace falta referirse a la propia
tradición: el patriotismo constitucional
tiene fuerza formadora de identidad,
basada en criterios universalistas (el Estado nacional de la Revolución francesa
tuvo sentido cosmopolita; se trataría de
reavivar ese elemento y desarrollarlo en
el multiculturalismo). El mismo contenido universalista (los principios del Estado de derecho y de democracia) será
asumido en cada caso desde su propio
contexto histórico. Este patriotismo es
crítico con las propias tradiciones: debemos reflexionar sobre qué tradiciones
queremos seguir y cuáles no. En este
sentido (y dirigiéndose particularmente
al caso alemán), propone extender la
responsabilidad también hacia el pasado: “Sólo la sensibilización frente a los
inocentes torturados puede generar
una distancia reflexiva respecto a nuestra propia tradición”. Por ello, nuestra
identidad no es únicamente algo que
hemos encontrado, sino también es
nuestro proyecto (y ésta es la principal
Landázuri
crítica contra el comunitarismo y el nacionalismo), donde la tradición debe ser
selectiva y es conveniente que pase por
el filtro de la crítica. Este patriotismo, por
tanto, trabajaría sobre los vínculos de
solidaridad y fraternidad, potenciando
las fuerzas que sostienen la libertad
en lugar de fomentar la exclusión o la
agresión. El patriotismo que aquí se reivindica es aquel que lucha contra todo
el que intente imponer el interés particular por encima del bien común; es el
que propugna el deber de oponerse a
la discriminación y a la exclusión, sin
que lleve pareja ninguna obligación de
homogeneidad cultural, o étnica, o religiosa. Para sobrevivir y prosperar, la
libertad política necesita de la virtud cívica, es decir, de ciudadanos capaces
de comprometerse con el bien común,
dispuestos a defender las libertades y
los derechos comunes (2).
Por citar otro ejemplo, F. Colom
aboga por un patriotismo federal que
instaure aquella “lealtad política compartible por los ciudadanos de Estados
plurinacionales”. La condición de posibilidad de este patriotismo estribaría
en el logro de un particular consenso
constitucional, es decir, un consenso federal: un acuerdo estable sobre
la proyección política atribuible a las
identidades nacionales en la estructura
territorial del Estado. Así, en los Estados
plurinacionales dotados de instituciones
territoriales de autogobierno el patriotismo federal supondría un ejercicio simultáneo de lealtad a una doble condición
de pertenencia y, por consiguiente, de
identificación de sus ciudadanos: etnonacional y estatal. Las virtudes políticas
vinculadas a esta idea de patriotismo
se resumirían en una: la de una lealtad
federal exigible a todos y que entrañaría
la renuncia a la utilización estratégica
del poder con fines distintos de los plasmados en el consenso federal (3).
Éste es, por tanto, un debate abierto
al que tarde o temprano nos habremos
de incorporar, asentado siempre en los
principios y valores cívico-democráticos,
que posibilite las libertades y la igualdad
de todos los ciudadanos, que potencie
la solidaridad hacia los más desfavorecidos y, en fin, la participación activa en la
permanente y siempre abierta construcción de la comunidad política.
2. Habermas, Jürgen: “Patriotismo de la Constitución, en general y en particular”. La necesidad de revisión de la izquierda. Tecnos, Madrid 1991
(orig.). Facticidad y validez. Trad. M. Jiménez Redondo, Trotta, Madrid 1998 (orig. 1990). Rosales, José María: “Patriotismo constitucional: sobre
el significado de la lealtad política republicana”. Isegoría, nº 20, 1999, 139-149.
3. Colom, Francisco: “Lealtades compartidas, lealtades divididas: la pertenencia política en Estados plurinacionales”. Isegoría, nº 14, 1996, 55-77.
Razones de identidad. Pluralismo cultural e integración política. Anthropos, Barcelona 1998.
12
HENRIKE KNÖRR
Conciudanía y convivencia
(Una reflexión desde Vitoria)
Hay una observación, aguda e interesante, del lingüista Émile Benveniste (1902-1976) a propósito de la
palabra latina ciuis, “ciudadano”. Dice que en la época primitiva, e incluso en la clásica, los romanos la
empleaban a menudo con un posesivo: ciuis meus, ciues nostri (o sea, “mi ciudadano”, “mis ciudadanos”).
Sería así ciuis “un término de valor recíproco y no una designación objetiva:
ciuis es para mí aquél del cual yo soy ciuis”. (1)
Notemos que la palabra castellana conciudadano, contrariamente a lo que alguien podría pensar, tiene varios siglos
encima. La recoge ya el primer diccionario de la Real Academia Española, es
decir, el Diccionario de autoridades, de
1726; la autoridad que cita es el inquieto
y curioso Alejo de Venegas (siglo XVI).
Pocos años más tarde, el jesuita Manuel
de Larramendi, al elaborar su famoso
Diccionario trilingüe (1745), siguiendo
como guión y modelo aquel diccionario de la Academia, vio esa palabra y le
buscó el acertado equivalente vasco de
hiritarkide (en su grafía: iritarquide).
Por fortuna, esta concepción del
ciudadano como con-ciudadano existe
bien viva en nuestro tiempo, y en esta
ciudad de Vitoria-Gasteiz. Sobre las sociedades llamadas modernas -y nosotros no estamos inmunes- se cierne, sin
duda, una enorme ola de atomización.
Es patente la tendencia al aislamiento,
bien sea en un piso corriente o en un
chalé de ésos que parecen atrincherados contra el exterior (con mucha frecuencia la trinchera es de pinos, como
se sabe). Pero entre nosotros es muy
mayoritaria, y quizá más intensa que en
otros lugares, la conciencia de que todos los que vivimos en esta ciudad convivimos, somos parte de un conjunto, y
lo que afecta a la ciudad, para bien o
para mal, nos afecta a todos, por muy
lejos que habitemos y por muy diferente
que sea el puesto que ocupemos en la
escala social.
Esta conciencia de la ciudadanía
como con-ciudadanía es un valor que
ha dado muchos frutos positivos y ha
evitado muchos males. La solidaridad
ciudadana es quizá un tanto difusa. Acaso esté poco interiorizada. Pero actúa
benéficamente. La pregunta es: ¿este
valor puede fomentarse, orientarse, de
manera que aumenten esos frutos benéficos? Y cabe también preguntar: ¿quién
o quiénes deben ser los que fomenten
ese valor?
La respuesta a la primera pregunta
no ofrece dudas. El valor de la conciudadanía puede fomentarse y orientarse,
desde luego. Y también parece clara la
respuesta a la segunda pregunta. Todos
los sectores de la sociedad pueden y
deben implicarse en esta tarea, tanto
los gobernantes como los gobernados,
y cualesquiera entidades o asociaciones.
“Para eso están”
Hay, por cierto, una peligrosa mentalidad que asoma aquí y allí a cada momento. Por poner un ejemplo, cuando se
observa una evidente descortesía, hay
quien dice: “¿A ése qué le enseñan en
la escuela?”. O ante basuras abandonadas: “Que las recojan los del servicio
de la limpieza, que para eso están”. En
realidad, los tales parecen asignar, en
compartimentos estancos, funciones
específicas y únicas a los distintos ámbitos sociales. No se dan cuenta de que,
por seguir con el primer ejemplo, es absurdo atribuir en solitario a la escuela la
enseñanza de las formas de cortesía.
En cuanto a la limpieza de la ciudad, es
igualmente disparatado atribuirla solamente a los servicios municipales o a
la empresa concesionaria. A todos nos
corresponden la limpieza y el decoro
de la ciudad, a todos nos incumbe lo
que con un delicioso arcaísmo veíamos
escrito, hace todavía cuarenta años, en
aquellos carros de mulas y otros carritos
de mano que cada mañana salían de
un depósito municipal en la calle Beato
Tomás de Zumarraga (antes Camino de
Ali): Policía urbana. Aquellos obreros
iban a limpiar, a proporcionar policía a
la ciudad. Volviendo al Diccionario de
autoridades de 1726, en él se nos explica esta acepción de la palabra policía:
”Aseo, limpieza, curiosidad y pulidez”.
Evidentemente, las responsabilidades se solapan. La escuela tiene su
ámbito, pero buena parte del ámbito
educativo pertenece también a la familia. Unos padres responsables, unos
hermanos sensatos, sin olvidar lo que
con un eufemismo se viene llamando
la tercera edad, pueden complementar
magníficamente el trabajo de la escuela. Pero igualmente la calle, los centros
cívicos, los estadios deportivos, etc.,
complementan la formación del niño y
el joven. A lo que hay que añadir, desde
luego, el enorme poder de los medios
de comunicación.
La escuela
No seamos ingenuos, sin embargo. La
escuela misma se enfrenta a una erosión
calamitosa. No es aventurado decir que
la escuela está perdiendo dos cosas
esenciales: 1) La centralidad en la vida
de la niñez y juventud, y 2) El respeto
con que se la consideraba. De los asaltos a la centralidad y al respeto de la
escuela han hablado y hablan muchos
profesionales, y a veces han sido los literatos los que más agrios y pesimistas
se han mostrado, como es el caso aún
reciente del novelista francés François
Taillander. (2)
¿Puede haber una ciudad sana
donde la escuela no tenga esa centralidad, donde la escuela no sea como uno
1. Benveniste: Problèmes de linguistique générale. Gallimard, París, 1974, II, página 274.
2. Ver su breve pero contundente ensayo Les parents lâcheurs (algo así como “Los padres pasotas”), Éditions du Rocher, París 2001.
13
Landázuri
Un carro de Pª Uª (Policía Urbana), hacia 1930 en la calle Dato de Vitoria.
Foto de Ceferino Yanguas Alfaro. Archivo Municipal de Vitoria.
de los principales fundamentos de los
ciudadanos? ¿Y puede existir esa ciudad sana si se ha perdido el respeto a
la escuela, si la gente no la tiene en el
lugar que merece?
Los valores ciudadanos (o humanos, si se quiere) necesitan no sólo el
solapamiento de los diversos ámbitos,
sino una labor conjunta, en beneficio de
todos, y muy en particular de aquellas
personalidades, como las de los niños
y jóvenes, que aún se están moldeando.
Y hay que decir que, por desgracia, en
nuestra época asistimos a un panorama
en el que las fuerzas negativas en gran
parte echan por tierra el entusiasmo y la
entrega de mucha gente. Con algunas
excepciones, las revistas juveniles de
mayor tirada son, en general, una ofensa a la dignidad del joven, una invitación
continua a la superficialidad y a la ignorancia. Las esperanzas puestas en la televisión (y especialmente en la apertura
de nuevas cadenas), por ejemplo, ¿dónde están? Las imágenes de brutalidad,
zafiedad, incultura, son las que predominan, en tanto que los contenidos dignos
escasean, o son relegados a unas horas
en que la generalidad duerme. El mismo
deporte-espectáculo (y quizá también
el deporte a secas) se va envileciendo:
pensemos en esos jugadores famosos
que escupen, a sabiendas de que hay
miles o cientos de miles de personas
que les contemplan, o en esas masas
enloquecidas que insultan desde los
graderíos, por no mencionar enseñas y
carteles injustificables.
Uno de los rasgos característicos
de las sociedades de nuestro tiempo es
el peso decisivo de la radio, la televisión
e Internet. Como todo progreso técnico,
éstos son en sí neutros; la cuestión es
cómo se canalizan para favorecer el desarrollo intelectual y moral de la gente,
compatibles con el aspecto lúdico innato al hombre (recordemos Homo ludens,
el extraodrinario ensayo publicado por
el historiador holandés Johan Huizinga
en 1938). Lo que vemos ante nuestros
ojos es que se hacen grandes esfuerzos por asegurar una formación y un
avance cultural de la población, pero al
mismo tiempo se permite que la ola de
barbarie invada incesantemente cada
rincón de la colectividad. La labor conjunta que antes citábamos, por el bien
de los valores humanos, poco logrará si
no abraza también toda esa esfera radiotelevisiva-internáutica (permítaseme
la expresión). No hay más remedio. Se
podrán dar mil vueltas al asunto. Según
la costumbre, se montarán comisiones al
efecto, en una u otra instancia. Pero todo
será baldío, si esa esfera tan poderosa
no es comprometida en la acción para
la defensa y promoción de los valores
humanos y ciudadanos.
Aunque no nos guste confesarlo, es
evidente que la ciudad ha ido perdiendo
buena parte de su autonomía y su poder
de influir en el ciudadano. Una porción
14
muy grande ha pasado a la esfera que
hemos mencionado.
Del poder inmenso de esa esfera radiotelevisiva-internáutica viene,
además, otro efecto maléfico para la
conciudadanía. Es la multiplicación de
marcianos, para quienes su ciudad se
está convirtiendo en algo medio extraño. La identificación con la ciudad y
con lo que tenemos más cerca de casa
en muchos casos se ha ido reduciendo
drásticamente. Cuando hablamos de las
vecindades vitorianas, por ejemplo, de
aquellas comunidades que abarcaban
una o dos manzanas, cada una con su
patrono y sus fiestas particulares, parece que hablamos del tiempo de Maricastaña. La cohesión vecinal reflejada
en la prestación de trabajo voluntario en
beneficio de la comunidad (es decir, vereda o auzolan) ha caído casi totalmente
en desuso. El contacto con la calle va
perdiendo terreno, en tanto que aumenta
el contacto con ese mundo abigarrado,
de cosas excelentes, sí, pero también
de cosas deleznables, que llega por
los aparatos modernos. La recepción
de datos del exterior por la vía de las
ondas herzianas no va en paralelo con
una información sobre la tierra que se
pisa, aunque la cercanía es atendida, en
muy pequeña medida, por algunos de
esos medios. Cualquier encuesta que
se haga sobre el conocimiento de los
vitorianos acerca de su ciudad nos llevaría a conclusiones bien sombrías.
El sentido de apertura está muy
bien. Pero no se ve por qué debe excluir el mejor conocimiento de la ciudad,
su historia, el arte que encierra, etc. etc.
No será necesario señalar la evidencia:
una persona que no dispone de una
educación aceptable, si además está
aislada, sin referencias culturales de
proximidad, es la más frágil, la más expuesta a derrumbarse ante las dificultades, ante los mensajes engañosos, ante
las pretensiones totalitarias, en fin, ante
todo lo que niegue y aplaste los valores
humanos. El vandalismo, las llamadas
tribus urbanas (¡no pocas veces citadas
con asombrosa benevolencia, cuando
no con simpatía!), etc. encuentran un
entorno favorable cuando existen estos
dos factores: 1) falta de un nivel satisfactorio de educación, y 2) desarraigo con
respecto a la proximidad. La ausencia
de sentido moral, verdadera lacra de
la actualidad, tiene ahí sus dos pilares
principales.
Salta a la vista la necesidad de tomarse en serio lo que llamaríamos la
educación total. Ya hemos visto adón-
de lleva dejar el libre juego del mercado, sin cortapisas ni
(auto)limitaciones de ningún género. Hace falta un cambio
de rumbo, de manera que la educación y la cultura sean entendidas como piedra de toque de la sociedad, al tiempo que
son fuente de satisfacciones y alegrías (aspecto éste que a
menudo se oculta a los posibles disfrutadores). Todo ello en
un escenario que contemple desde la calle en que uno vive
hasta los modos de vidas de los antípodas. Es preciso un nuevo espíritu que ayude al ciudadano a transitar por un mundo
cada vez más complejo, con las balizas más seguras: las de la
cultura, entendida ésta como un proceso de menor a mayor.
Violencia y conciudadanía
No podemos cerrar los ojos, sin embargo, hacia una espantosa realidad. Hay entre nosotros un terrorismo activo, y hay una
periferia que lo fomenta, o bien lo comprende, o que calla ante
los crímenes y fechorías (ya se sabe: el conflicto...).
Si la ciudadanía es conciudadanía, ¿cómo se puede
justificar -en un grado u otro- la violencia ejercida contra el
vecino?
El aire de la ciudad hace libre, decía un refrán medieval,
reflejando así los temores hacia las tropelías de la nobleza y
el alivio por liberarse de tales ataduras. Y es que la ciudad
ha sido el marco por excelencia de la libertad, con todos los
errores y con todas calamidades que en este largo camino
se han producido. Vitoria no ha sido excepción, claro. Pensemos en la última guerra civil (1936-1939), con sus duraderas
y terribles consecuencias. De poco nos puede consolar que
comparativamente nuestra ciudad registró un menor número
de fusilamientos y barbaridades. Sucedió, dejando una huella
profunda en muchísimas familias. Huella sobre la que no se
puede frivolizar, y recordemos la célebre carta del novelista William Faulkner en el New York Times, advirtiendo contra
quienes hacían burlas e ironizaban acerca de los Estados su-
reños por la guerra de secesión americana (1861-1865). Había
pasado un siglo, pero Faulkner se daba perfectamente cuenta
de que con la memoria de los pueblos no se juega, de que
hay una carga de recuerdos y sentimientos que se transmite
a través de las generaciones.
Y si esto es así, ¿qué diremos de la violencia aún en activo
entre nosotros? Y ¿qué diremos, sobre todo, cuando, tras la
muerte del dictador, se ha establecido un marco democrático? Con todas sus deficiencias, grandes deficiencias, sí, pero
democrático, y obligación de las democracias es interrogarse
no cada cuatro años, sino cada día, sobre cómo reducir esas
deficiencias.
No podemos creer que la violencia sea consustancial a
nuestro pueblo. Nadie nos convencerá de que el odio esté en
alguna parte encajado en nuestros genes. Los ejemplos de convivencia feliz y pacífica en esta ciudad abundan, y exceden con
mucho a los contraejemplos.
Pero cada vez más se escucha, seguramente con toda razón, que las ciudades tienen un gran papel en la construcción
de esa convivencia pacífica. Sin excluir o menospreciar otros
niveles, la ciudad, como espacio limitado, abarcable, tiene
mucho que decir y hacer. Desde la perspectiva de la ciudad,
podríamos reformular la conocida frase de Terencio, Homo
sum; humani nihil a me alienum puto (“Soy hombre; nada de
lo que es humano lo considero ajeno”), y expresarla así: “Soy
ciudadano; nada de lo que es de la ciudad me es ajeno”.
Desde la ciudad hay que proclamar que, en efecto, no
somos indiferentes a las muertes, a los atentados, a las amenazas, del género que sean todos estos actos indignos, y que
nos afectan esas dramáticas limitaciones a la libertad derivadas de la obligación de llevar escolta. Desde la ciudad, desde
nuestra ciudad, hay que presentar a todos los moradores un
contrato ciudadano, unas reglas de juego que todos hemos
de respetar y hacer respetar. Porque merece la pena vivir y
convivir humanamente. Pensando en nosotros y en nuestros
hijos.
Este texto fue escrito a petición del Plan Estratégico de Vitoria-Gasteiz en noviembre de 2003.
15
Landázuri
01307 Páganos - Laguardia - Álava
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SALAH SEROUR
PROFESOR DE LENGUA ÁRABE • UPV/EHU
Ibn Jaldún y su teoría sobre
el origen y la formación
de las tribus beréberes
Ibn Jaldún.
1332-1406.
El nombre beréber no está relacionado
con ninguno de los nombres antiguos que
han sido dados a las poblaciones norteafricanas. No se encuentra entre los citados por los egipcios del segundo milenio
antes de Cristo en sus entretallas, ni entre
los que nos han transmitido los viajeros
griegos del primer milenio antes de Cristo. Tampoco está citado por los autores
griegos y latinos anteriores al Islam. Los
primeros que aplicaron concretamente
este nombre a los habitantes de África
septentrional fueron los autores árabes
posteriores a las conquistas árabes. Con
esta denominación entendieron designar a todas las poblaciones autóctonas
ya instaladas en el norte de África antes
de la llegada de los árabes a esta región.
De hecho, estos autores atribuyeron un
origen árabe al nombre que habían dado
a los norteafricanos. Ibn Jaldún (Túnez
1332 - Egipto 1406) relata que “el lenguaje
de los beréberes es un idioma extranjero
diferente de todos los otros, circunstancia que les valió el nombre de beréberes”,
explicando luego esta circunstancia por
el hecho de que determinados autores
árabes hacen derivar el nombre de éstos
del verbo árabe berberat, que significa
‘murmurar, emitir una mezcla de sonidos
no inteligibles’.
No cabe duda de que ésta pudo ser
la impresión de los primeros árabes llegados a la zona al entrar en contacto directo
con las poblaciones aborígenes de África septentrional, cuyo lenguaje hablado
en aquel tiempo era el líbico y probablemente también un dialecto derivado del
púnico en algunas comarcas, que les era
desconocido y extraño.
Sin embargo, hoy día es opinión totalmente admitida que el término berébere
es una deformación del término latino
barbarus (plural: barbari) derivado del
sánscrito warwara, que significa: ‘hombre libre, independiente’, y con el cual los
romanos designaban de un modo genérico, muy amplio, a las poblaciones nativas
independientes o sometidas sólo parcialmente a la influencia de Roma.
Los bizantinos, durante el periodo de
su dominación de África septentrional, lo
adoptaron helenizándolo en barbaroi,
término que llegó a vulgarizarse hasta el
punto de ser de uso corriente entre los ha-
bitantes de las ciudades para designar a
los individuos de las tribus exteriores. De
tal manera no es de extrañar que los árabes, que tantos vocablos griegos y latinos
adquirieron, adoptaran éste, dándole la
forma árabe de berber (plural: beraber).
Es evidente que la coincidencia de la similitud fonética del vocablo latino y del
verbo árabe berberat pudo favorecer la
aceptación y la vulgarización del nombre
dado por los árabes a las poblaciones
norteafricanas que hablaban el líbico.
Pero, cualquiera que sea la etimología del nombre de los beréberes, no
resulta menos evidente que los autores
musulmanes que primero lo utilizaron lo
aplicaron para designar exclusivamente a
las poblaciones norteafricanas ya instaladas en la región antes de la época de las
conquistas árabes. No cabe duda, pues,
de que este nombre no tiene relación alguna con los orígenes raciales ni con la
constitución étnica de dichos pueblos.
Bertholon y Chantre, en sus investigaciones antropológicas realizadas en
la región tunecina situada al este de los
beréberes argelinos y que denominan
Berbería oriental, han llegado a afirmar
que en África todo lo que no es negro es
beréber. Esta afirmación, en apariencia
paradójica, tiene, sin embargo, un fondo
de realidad, pues el continente africano
está poblado por elementos indígenas
de raza negra, a excepción de la parte
septentrional, cuyos pobladores son de
raza blanca. Precisamente estos autóctonos de raza blanca, instalados en Africa
septentrional anteriormente a la llegada
de los árabes, son los beréberes.
El estudio que me propongo hacer
trata del origen y la formación de los beréberes en los documentos de Ibn Jaldún,
uno de cuyos libros básicos para ello es,
sin duda alguna, su Historia de los beréberes. Este libro, escrito en la segunda
mitad del siglo XIV de la era cristiana,
constituye desde luego una de las fuentes más importantes de documentación
relativa a las poblaciones de África septentrional. No es extraño que en la obra
de Ibn Jaldún se haga referencia a muchos otros autores musulmanes que han
escrito sobre los beréberes y sus orígenes. Entre otros, citaremos a los más importantes: Sabec Ibn Soleima-el-Matmati,
17
Hani Ibn Mesdur-el-Kumi y Kehlan Ibn Abi
Lua (genealogistas beréberes), que pretenden que los beranes son hijos de Berr,
descendiente de Mazigh, hijo de Canaán,
y que los botr descienden de Berr, hijo de
Cais y nieto de Ghailan; mientras que Ibn
Hazm pretende que descienden ambos
de un mismo padre. lbn-el-Kelbi afirma
que las tribus de Senaya y de Ketama no
pertenecen a la raza berébere, sino que
son ramificaciones de la población yemenita que Ifrikos ibn Saifi dejó instalada
en Ifrikía con su ejército. Por su parte, El
Masudi, et-Taberi y es-Saheili dicen que
Ifrikos formó un ejército para conquistar África y que ésta fue la causa de la
emigración de los beréberes. Ifrikos los
denominó beréberes debido a que “murmuraron” cuando les obligó a emigrar de
Siria para ir a Africa. Abu Obeid Alah Abd
Alah-el-Bekri dice, por su parte, en su libro
Kitab el Mesalik o el Memalik que los beréberes vivían al principio en Filistin (Siria), y
que sus reyes llevaban el nombre de Yalut
(Goliath), nombre que era dado a todos
sus jefes; cuando Thalut hubo matado a
Yalut, se trasladaron hacia el Maghreb, a
los distritos situados al oeste del Nilo, en
donde no llegaba la crecida del río. Establecidos en este territorio, los beréberes
se multiplicaron. Los zenata, maghila y
dariza se fijaron en la parte montañosa.
Los luata ocuparon el territorio de Barca,
llamado por los griegos Pentápolis, etc.
Abd-er-Rahamnn ibn Abd-el-Hakem relata que los beréberes vivían originalmente
en Palestina, que tuvieron por rey a Yalut y
que éste fue muerto por David. Emigraron
entonces hacia occidente hasta llegar a
Lubiia (Libia) y Merakia (Marmárica). Alli
se dispersaron: los zenata y los maghila
continuaron hacia el oeste, instalándose
en los montes de la región; los luata poblaron el país de Antabolos (Pentápolis),
que es el mismo de Barca, siguiendo hasta llegar al sur; los hauara se instalaron
en Leptis Magna, cerca de la ciudad de
Sebra (Sebrata); los rum (griegos) abandonaron el país, pero los afaric (africanos)
continuaron en él con sus costumbres.
Omar ibn Abd-el-Berr afirma que algunas
tribus pertenecen a la población hymierita. Otros autores, como Ali ibn Abd-el-Aziz
el Yoryiani, que proceden del pueblo de
Yalut, etc., etc.
Landázuri
Ibn Jaldún, después de haber pasado revista a las diversas hipótesis emitidas por los diferentes autores musulmanes, concluye diciendo:
“Es necesario que sepáis que todas
estas hipótesis son erróneas y muy lejanas de la verdad.
El hecho real, que prescinde de toda
hipótesis, es el siguiente: Los beréberes
son hijos de Canaán, hijo de Cam, hijo
de Noé; su antepasado se llamaba Mazigh; sus hermanos eran los gergéseos
(Agrikech); los filisteos, hijos de Caslushim, hijo de Misraim, hijo de Cam, eran
sus parientes.
El rey, entre ellos, llevaba el título de
Yalut (Goliath); en las luchas de los filisteos contra los israelitas, en Siria, luchas
mencionadas por la Historia, los descendientes de Canaán y los gergéseos
favorecieron a los filisteos en contra de la
gente de Israel”.
Al examinar detenidamente las opiniones de los geógrafos, historiadores y
genealólogos musulmanes citados por
Ibn Jaldún se advierte la creencia, casi
unánime, de que a la formación de las poblaciones norteafricanas han contribuido
elementos raciales procedentes de la
Península arábica. Según Ibn Jaldún, algunos consideran a los beréberes como
descendientes de Isaac, hijo de Abraham; otros los creen yemenitas, y otros
suponen que pertenecen a una población
mezclada llegada del Yemen. Sobre esto
afirma Ibn Jaldún:
“Todos los genealólogos árabes están de acuerdo en considerar a las tribus
beréberes como pertenecientes efectivamente a esta raza. Pero los genealólogos
beréberes pretenden que algunas de sus
tribus tienen origen árabe; por otra parte,
los genealólogos zenatas les dan como
antepasados a los amalecitas y también
los hay que los consideran como los últimos residuos de las tribus de los tobbas...”.
La concepción oriental que atribuye
la formación de los pueblos a un sistema
basado exclusivamente en la genealogía,
unida a la característica falta de precisión
en los orientales, lleva sin duda a producir
una cierta confusión en el estudio de la
formación de las poblaciones beréberes.
Sin embargo, a pesar de la diversidad de
las opiniones, de su divergencia y de ser
hasta contradictorias, resulta evidente en
los autores musulmanes la creencia en
una contribución racial de los pueblos
de Asia occidental en la formación de
las poblaciones de Africa septentrional
llamadas beréberes, y desde este punto
de vista comenta Ibn Jaldún:
“Los sabios que se dedican a la genealogía están de acuerdo en decir que
todas las ramificaciones de este pueblo
derivan de dos ramas principales: la de
Bernés y la de Maghdís; es decir, de los
beranes y de los botr. Pero si se examina
esta cuestión desde el punto de vista de
saber a cuál de los pueblos antiguos se
remontan los beréberes, se advierte una
gran divergencia de opinión entre los genealógos.”
Por todo lo expuesto hasta ahora, y
por lo que se seguirá viendo más adelante, es evidente que hoy día, de todos
los autores musulmanes que han escrito
sobre el origen y la evolución de los beréberes, el que ha reunido más documentación interesante es indiscutiblemente
Ibn Jaldún en su obra titulada Libro de
ejemplos instructivos y compendio de
orígenes y noticias referentes a la historia
de los árabes, de los pueblos extranjeros y de los beréberes, cuya traducción
más autorizada es la del francés barón
de Slane, que lleva por título Histoire des
berbères et des dynasties musulmanes
de l’Afrique septentrionale.
Respecto al modo de vida de los
beréberes, Ibn Jaldún inicia su estudio
diciendo:
“Esta raza de hombres habita el
Maghreb desde una época muy remota,
poblando las llanuras, las montañas, las
mesetas, las regiones marítimas, el campo y las ciudades. Construyen sus viviendas, sea con piedras y arcilla, sea con
cañas y maleza, o con telas tejidas con
crines y pelos de camello. Los beréberes
más poderosos y que dominan son nómadas (transhumantes), recorriendo con su
ganado los pastos cercanos; nunca salen
del interior del Tell para penetrar en las extensas llanuras del desierto. Se dedican
a la cría de ovejas y de bueyes, reservándose, en general, los caballos para monturas y para la reproducción. Una parte
de los beréberes nómadas se ocupa de
criar camellos, ocupación más propia de
los árabes. Los beréberes pobres viven
de los productos de la tierra y del ganado
que crían en ella; los de clase elevada,
es decir, los que viven como nómadas,
recorren el país con sus camellos, las armas en mano y se dedican a multiplicar
su ganado”.
Ibn Jaldún describe la forma de
vestirse de los beréberes de la siguiente
manera:
“Su indumentaria es de lana; se envuelven en vestiduras rayadas, una extremidad de las cuales se echa por encima
del hombro izquierdo, y por encima de
todo ello llevan un amplio albornoz negro.
En general van con la cabeza descubierta
y de vez en cuando se la hacen afeitar”.
En cuanto a su lengua comenta Ibn
Jaldún:
“Su lengua es un idioma extranjero,
diferente de todos los otros; esto les ha
valido el nombre de beréberes”.
Al describir el aspecto fisico de los
beréberes, Ibn Jaldún nos señala que:
18
“El beréber es de talla mediana; de
formas bien proporcionadas; cabeza
alargada con frente poco saliente y estrecha por arriba; la raíz de la nariz plana
o bien plantada; la nariz, recta o chata
con grandes alas; labios carnosos; barba saliente y redonda; orejas formadas,
pero plantadas muy en alto; cara llena y
ovalada, algo achatada en los pómulos;
los músculos de los miembros bien formados, presentando los kabilas montañeses
buenas pantorrillas; manos y pies finos al
tacto, con los dedos de ambas extremidades de buena y, en muchos casos, de
bella estructura. Las mujeres, de talla graciosa y bellas en la juventud, envejecen
prematuramente y se hacen gruesas. Por
lo general los cabellos y los ojos del beréber son negros, si bien los hay que tienen
los ojos azules y cabellos rubios”.
Por todo lo antes citado, Ibn Jaldún
es reconocido en todo el mundo como el
primer árabe que intentó escribir la historia de los beréberes basándose en fundamentos lógicos y científicos, dejando muy
claro y sin rencor alguno que:
“Los beréberes siempre han sido
un pueblo poderoso, temible, valiente y
numeroso; un verdadero pueblo como
otros tantos en este mundo, igual que
los árabes, los persas, los griegos y los
romanos...”.
No hay mejor manera de finalizar
este resumen sobre la cultura beréber
que citar las palabras de Salem Chaker,
prestigioso lingüista kabilio, el cual, en un
número especial de Tafsut, revista libre
del movimiento cultural beréber que se
publica clandestinamente en Tizi Ouzou
(capital de la Kabilia, Argelia), decía:
“Sí, existen, viven y se expresan en
Argelia, Marruecos, el Sahara... salen de
los museos, de las fiestas folklóricas, de
las páginas de Ibn Jaldún, de los álbumes
de fotos y de los folletos turísticos. Los
beréberes quieren estar presentes en su
lugar, en su país, sin vergüenza ni velos;
ellos, los eternos relegados a los márgenes... al margen de la cultura, al margen
del Estado; espectadores y objetos pasivos de la Historia... cultura, estado, historia de los otros...”.
Bibliografía básica
1. Ibn Khaldoun: Histoire des Berbères. Trad.
de William Mac Guckin de Slane. P. Geuthner, París 1999. Edición facsímil de la de
1925.
2. Bertholon, Lucien, y Chantre, E.: Recherches
anthropologiques dans la Berberie orientale.
A. Rey, Lyon 1912-1913.
3. Camps, Gabriel: Los beréberes: de la orilla
del Mediterráneo al límite meridional del Sáhara. Traducción del francés de Carles Vela
i Aulesa. Icaria, Barcelona 1998.
PABLO BELTRÁN DE HEREDIA
Una institución vasca en Madrid,
próxima a cumplir su tercer centenario:
La Real Congregación
de naturales y originarios
de las tres Provincias Vascongadas,
establecida bajo la advocación del glorioso
San Ignacio de Loyola
Existe en Madrid, en pleno corazón de la zona denominada popularmente “Barrio de los Austrias”, una asociación de
laicos con un nombre tan llamativo como el que aparece en el encabezamiento. Esta entidad es propietaria del edificio
ubicado en la calle de Echegaray, número 28, así como de la iglesia de San Ignacio, situada en la calle Príncipe, número
31, entre la calle de Huertas y la plaza de Santa Ana. El edificio de la calle de Huertas, antes calle del Lobo, tiene una
antigüedad superior a los 300 años, mientras que la iglesia fue edificada por la Congregación a finales del siglo XIX,
sobre la planta de otra más antigua, celebrándose en ella de modo solemne desde los primeros tiempos de la asociación
la festividad de su Patrono San Ignacio, así como las de Nuestra Señora de Begoña y San Prudencio desde principios del
siglo XX. Igualmente se celebra en ella el culto dominical en euskera y castellano, desde hace una veintena de años.
Esta asociación fue fundada el 20
de abril de 1715, firmando como socios
fundadores 109 vascos residentes en
Madrid, de ellos 54 naturales u oriundos
de Vizcaya o el Señorío, como también
se la denominaba, 35 de Guipúzcoa y
20 de Álava. Sus Estatutos o Constituciones, que fueron aprobados en 1718
por el Supremo Real Consejo de Castilla, establecían en primer lugar “Como
primera y universal máxima para su conservación... que la Congregación tenga
siempre muy preferente el trato igual de
las tres Provincias”. En estos Estatutos
la Congregación se obligaba: a ayudar,
en las gestiones, recursos e instancias
que precisaran realizar ante los organismos de la Corte, a “los hijos, que de
las tres Provincias tienen su residencia
en diferentes partes de España, y en
los demás dominios de su Magestad; a
proveer fondos para redimir y sacar de
las mazmorras de la Africa a los Cautivos, hijos de las tres Provincias que se
hallaren tyranizados de la crueldad de
los Barbaros” (estamos a principios del
siglo XVIII, cuando estas situaciones se
daban con cierta frecuencia); “a avisar
a los demás congregantes en caso de
fallecimiento de alguno de ellos, y a celebrar anualmente honras fúnebres por
los fallecidos”.
Inicialmente la Congregación adquirió los terrenos llamados de Buena
Vista, situados en la calle de Alcalá,
lindando con la calle Barquillo, con la
idea de construir en ellos una iglesia y
un hospital, para atender a los vascos
necesitados que hubiera en Madrid, encargando el correspondiente proyecto
al conocido arquitecto Sacchetti. Obran
en poder de la Congregación los planos generales del proyecto que éste
preparó. Las tres Provincias ayudaron
en las obras que la Congregación realizó inicialmente para habilitar las casas
que ya había en los terrenos de Buena
Vista, contribuyendo cada una con una
donación de mil pesos.
En el año 1772 la Congregación
permutó los terrenos de Buena Vista
con el Duque de Alba, interesado en
adquirirlos para construir en ellos y sobre la Plaza de la Cibeles el Palacio de
Buena Vista (en el que actualmente está
instalado el Cuartel General del Ejército); a cambio obtuvo la iglesia de San
Ignacio y las casas que el Duque poseía
19
en la calle del Príncipe, en las que anteriormente había estado funcionando el
Colegio de San Jorge de los Ingleses,
bajo la dirección de los PP. Jesuitas,
hasta la expulsión de éstos por Carlos
III. La Congregación completó la operación con la compra de las casas que
daban vuelta a la iglesia por las calles
de Prado, Lobo y Huertas.
El alquiler de las casas así adquiridas generaba unas buenas rentas a la
Congregación, que de este modo pudo
desarrollar holgadamente sus acciones
caritativas para con los vascos necesitados residentes en Madrid, incluida la
asistencia médica domiciliaria, para la
que contaba con un médico propio.
El siglo XIX no fue fácil para la Congregación: desamortización y venta de
los bienes de las Obras Pías de 1805,
que afectó a parte de las casas propiedad de la Congregación en 1807;
invasión napoleónica y guerra de la Independencia; desamortizaciones posteriores que privaron a la Congregación
de las propiedades que le quedaban.
En 1843 la Congregación consiguió
la devolución de los bienes que había
salvado en la desamortización de 1805,
Landázuri
es decir la iglesia y la casa de la calle del Lobo número 32
(luego Echegaray, 28), una vez justificados los fines benéficos
a los que estaban destinados, de acuerdo con los Estatutos
de la Congregación, y gracias a la mediación de diversos
congregantes, y en particular a la del entonces senador por
la Provincia de Guipúzcoa e ilustre fuerista, Joaquín Barroeta
Aldamar. Este acontecimiento, junto al reconocimiento de los
títulos de deuda pública obtenidos en la desamortización de
1805, aseguraron a la Congregación unos recursos que le
permitieron desarrollar con normalidad sus actividades caritativas y mantener el culto de la iglesia a lo largo de la segunda
mitad del siglo XIX.
A finales del siglo XIX la Congregación acordó construir
un nuevo templo, sobre la planta del anteriormente existente.
También se modificaron los Estatutos, para actualizarlos y poder encomendar el culto en el templo a la orden de Religiosos
Trinitarios, que pasaron a ocupar también la casa de Echegaray, 28, ya que, de acuerdo con los anteriores, el culto estaba
a cargo de un capellán y un penitenciario designados por la
Congregación, al amparo de la concordia celebrada con el
párroco de la iglesia de San Sebastián, en cuya demarcación
se encontraba la de San Ignacio.
Entrados ya en el siglo XX, la Congregación continuó desarrollando su labor caritativa, manteniendo el espíritu de sus
fundadores, ayudando a los vascos necesitados que había
en Madrid y celebrando el culto de los Santos Patronos y las
honras fúnebres por los congregantes fallecidos, hasta que
el 13 de marzo de 1936 la iglesia de San Ignacio fue atacada
e incendiada, desplomándose la techumbre y quedando inhabilitada para el culto.
Desde principios de los años cuarenta la Congregación
emprendió la tarea de reconstruir el templo para poder reanudar sus actividades. Para poder llevar adelante este empeño,
se solicitó la ayuda a las Diputaciones de Álava, Guipúzcoa
y Vizcaya, las cuales contribuyeron a partes iguales, con una
subvención conjunta de 100.000 pesetas. Esta colaboración
se plasmó posteriormente en el acto de constitución de un Alto
Patronato de las tres Diputaciones sobre la Real Congregación,
formalizado ante notario el 18 de abril de 1961, por el que aquellas se comprometían a defender los bienes y derechos de ésta,
en caso de verse imposibilitada de cumplir sus fines estatutarios, ofreciéndole su alta protección cuando sea reclamada.
En estos años, en los que la Congregación continuó con su
acción caritativa para con los vascos necesitados de Madrid,
se mantuvo también el culto solemne los días de San Ignacio,
San Prudencio y la Virgen de Begoña, siendo muchos los vascos y estudiantes del País que en aquella época abundaban en
Madrid, que recordarán estas celebraciones, seguidas de un
pequeño ágape en el salón de la casa de Echegaray, 28.
A finales de los años setenta la orden de los Trinitarios, que
había reanudado a partir de 1943 el servicio a la Congregación
en condiciones similares a las acordadas con ellos en 1896,
decidieron construir una nueva residencia y capilla en los terrenos de su propiedad contiguos a los de la Congregación,
en Echegaray, 30, y Príncipe, 33, para trasladarse a ella. La
Congregación acordó, en reunión de su Junta de Gobierno del
28 de septiembre de 1977, terminar el convenio con la Comunidad de PP. Trinitarios y volver al sistema tradicional de contar
con un capellán para la celebración del culto en la iglesia de
San Ignacio.
La primera labor que emprendieron los responsables de
la Congregación, una vez trasladados los PP. Trinitarios a su
nueva residencia en los años ochenta, fue la de emprender
20
la rehabilitación tanto de la iglesia de San Ignacio como de la
casa de Echegaray, 28, que se encontraban muy deterioradas. Para poder llevar a cabo las obras de rehabilitación se
solicitó a las Diputaciones de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya su
ayuda económica, la cual fue concedida mediante una subvención de 15 millones de pesetas, costeada a partes iguales
por las tres Diputaciones. Las obras se llevaron a cabo bajo la
supervisión del arquitecto José Antonio Domínguez Salazar,
miembro de la Junta de Gobierno de la Congregación y de
la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El 20 de abril
de 1986, coincidiendo con el 271 aniversario de la fundación
de la Congregación, se procedió a la reapertura formal del
templo, con una misa solemne presidida por el arzobispo de
Madrid-Alcalá, Angel Suquía Goicoechea.
Por otra parte, se procedió a la revisión y actualización de
los Estatutos de la Congregación, redactándose unos nuevos
que sustituyeron a los de 1943 y fueron aprobados por el
arzobispado de Madrid-Alcalá en 1984. Se nombró a un capellán-rector de la iglesia, cargo que ha venido siendo ocupado
desde entonces por sacerdotes procedentes de alguna de
las diócesis vascas de Vitoria, Bilbao y San Sebastián, sacerdotes residentes en Madrid por razones de estudios o de
otras labores pastorales, así como por sacerdotes vascos de
diversas órdenes religiosas establecidos en la capital.
En esta nueva etapa de la Congregación se han celebrado de modo regular en la iglesia de San Ignacio el culto
dominical en euskera y castellano, así como bodas, bautizos
y confirmaciones de congregantes y familiares, en concordia
con la parroquia de San Sebastián. También se ha continuado
la celebración de las honras fúnebres por los congregantes
fallecidos y las celebraciones solemnes de los Santos Patronos
San Ignacio, San Pudencio y la Virgen de Begoña, seguidas del
tradicional ágape en el salón de la casa de Echegaray, 28.
La Congregación ha organizado la celebración de conferencias, ciclos de conferencias, cenas-coloquio y reuniones
sobre temas religiosos de actualidad, contando para ello con
la participación de personalidades destacadas de la vida
eclesial (Vicente Enrique Tarancón, Angel Suquía, José María
Setién, Juan María Uriarte, Monseñor Laboa, Manuel Unciti,
Ignacio Ellacuría, etc.).
Asimismo ha continuado dispensando ayuda a casos
particulares de vascos necesitados en Madrid, pero su acción
mas importante de ayudas se ha dirigido a la financiación,
a través de Manos Unidas, de proyectos presentados por
sacerdotes vascos en las zonas más deprimidas del mundo, principalmente en África y América Latina. Otra actividad
mantenida regularmente durante varios años ha sido la de
visitar a enfermos vascos internados en el hospital de parapléjicos de Toledo.
En la iglesia de San Ignacio se han venido celebrando de
modo regular conciertos del Orfeón Vasco de Euskal Etxea
Madrid, de grupos corales y musicales procedentes del País
Vasco, de Madrid y de otras regiones de España y de terceros
países.
La Congregación ha cedido también parte de la casa
de Echegaray, 28, para que en ella puedan tener su sede la
Delegación en Corte de la Real Sociedad Bascongada de los
Amigos del País, con la que la Congregación tiene una larga
tradición de colaboración desde el siglo XVIII, y también la
Asociación de San Egidio, benemérita entidad dedicada al
amparo de niños con familias problemáticas y de personas
marginadas, así como a la mediación en conflictos que puedan afectar a países con problemas internos.
En el año 2000 se produjo el desplome de una pequeña
parte del falso techo de la iglesia, como consecuencia de la
Sede de la Real Congregación, en la calle del Príncipe.
Proyecto de
fachada de la
Iglesia de la
Congregación de
San Ignacio de
Loyola.
situación de deterioro de su cubierta, afortunadamente sin
producir desgracias personales. Este accidente obligó a la
Congregación a tomar conciencia de la urgente necesidad
de proceder a la renovación de la cubierta de la iglesia, obra
que se tuvo que realizar recurriendo a un crédito de la Caja
de Ahorros Kutxa, al no haber tenido una respuesta positiva
de las Diputaciones vascas la solicitud de ayuda que se les
había realizado, tanto para esta obra como para otras obras
urgentes de restauración que la casa requiere. En particular
tiene urgencia actualmente la renovación de la cubierta de la
casa de Echegaray, 28, ya que, debido a su lamentable estado, cuando se producen lluvias, lo cual en Madrid suele ser
más frecuente de lo que se piensa normalmente, se originan
filtraciones de agua que pueden afectar a todo el edificio.
Han pasado ya cerca de 20 años desde que se realizó la
rehabilitación general de la iglesia y de la casa rectoral, teniendo que lamentar ahora el no haber podido entonces dar
a aquellas obras el alcance que la situación requería, debido
a la limitación causada por lo ajustado de los presupuestos
aprobados.
Actualmente, por tanto, con un crédito pendiente de
pagar y la necesidad imperiosa de disponer de fondos adicionales que permitan llevar adelante las obras imprescindibles para asegurar el mantenimiento del edificio, el futuro
de la Real Congregación, cuando se acerca la celebración
del tercer centenario de su fundación, se presenta bastante
problemático. Parece necesario que las instituciones vascas,
bien sean las Diputaciones o el Gobierno Vasco, así como
la jerarquía eclesiástica vasca, tomen conciencia de que se
está hablando de un patrimonio vasco, que es una parte importante de la historia de los vascos en Madrid y que puede
merecer la pena conservar, y respondan a las peticiones de
la Congregación, para que este patrimonio se conserve y la
Congregación, que actualmente cuenta con más de 600 asociados, pueda continuar desarrollando su meritoria labor.
21
Landázuri
FERNANDO TABAR ANITUA
CATEDRÁTICO DE ESCUELAS UNIVERSITARIAS • UNIVERSIDAD COMPLUTENSE
La conservación
del patrimonio
¿Qué es patrimonio?
La situación en Álava
Entendemos por patrimonio, artístico en
este caso, el conjunto de objetos materiales que convencionalmente merecen
la consideración de obras de arte. Estos objetos son de muchas clases y en
cada una de ellas e individualmente se
dan muy diversas calidades, desde las
más altas hasta las más bajas. Ello es
una realidad objetiva, aunque no pueda
ser cuantificada por una máquina, sino
por las personas capacitadas por su
preparación y su sensibilidad. Su juicio
merece en general una aceptación universal y así, y a título de ejemplo, con las
extendidas limitaciones impuestas por
los prejuicios y la falta de preparación,
se está de acuerdo en que las obras de
Giotto, Bernini o Picasso son geniales,
junto con las de unos cuantos más, pero
no muchos. Muy numerosos son los artistas de segundo orden y legión los de
tercero, a pesar de lo cual lo que salió
de sus manos constituye un legado importante. Hay consenso también sobre
la necesidad de conservar el patrimonio
como algo valioso, para disfrute propio
y de las futuras generaciones, y es una
responsabilidad que compete a la sociedad en su conjunto.
A efectos de conservación del patrimonio artístico podemos considerar de
forma unitaria y separada el territorio
alavés. Esto debe ser así tan sólo por
razones de operatividad técnica, al estar
implicados menos organismos sociales
con capacidad resolutiva y medios, con
la consiguiente mayor posibilidad de
cooperación viable que ello supone.
Desde luego no es porque el patrimonio
artístico de Álava sea algo aislado; no
lo es en parte alguna, pues la cultura es
siempre fruto de la comunicación y el
intercambio de las ideas y las imágenes.
A lo largo de los siglos, y en gran medida debido a una posición geográfica
estratégicamente relevante como tierras
de paso, las nuestras han recibido influjos artísticos por sus cuatro costados
y es necesario un conocimiento global
para entender y valorar lo que aquí ha
quedado. Pero Álava no ha sido un mero
recipiente de influjos e incluso de obras
llegadas desde más o menos lejos, sino
también fuente de imágenes y formas
notables en una variante que podemos
considerar propia, enriquecedora de
nuestro patrimonio y del de los vecinos,
a su vez.
22
La inmensa mayor parte, por no decir la casi totalidad del patrimonio artístico de Álava es el religioso eclesiástico
administrado por la Diócesis de Vitoria,
que comprende zonas de jurisdicción
político-administrativa no alavesa, como
el Condado de Treviño y Orduña. Se encuentra disperso por los más de cuatrocientos pueblos del territorio y consiste en
templos parroquiales, ermitas y conventos, con su contenido mueble e inmueble. Todo ello suma un conjunto abrumador de miles y aún cientos de miles de
obras, que en su mayoría son dignas de
ser conservadas, eso sí, con diferentes
grados de protección. A su mayor o menor valor artístico intrínseco suman una
antigüedad venerable que los convierte
en testimonios históricos, algo así como
fósiles de las distintas edades de la historia, que nos hablan de las creencias, las
aspiraciones y también las formas de vida
de nuestros antepasados desde hace
aproximadamente mil años, hasta nuestros días. Son objetos que no debemos
considerar aisladamente, porque forman
conjuntos, microcosmos unitarios que
dan sentido a cada pieza. El pensamiento
o creencia inspiradora que está detrás es
el cristianismo, la religión de Occidente,
para la que se crearon la mayor parte de
las obras de arte de Europa desde antes
de la Edad Media, dando imagen visible
a sus historias y forma a sus instrumentos
litúrgicos, lo mismo que en las religiones
de las otras culturas. Sólo desde el desconocimiento se puede pensar que las
obras de arte religioso tienen una vigencia
indisolublemente unida a la fe religiosa,
porque el valor artístico depende más del
talento de su creador que de la idea a la
que sirve. Sin embargo parte de ese valor
está en la manera más o menos eficaz o
adecuada en que las obras expresan la
idea o mensaje que representan, sea religiosa o no. Así, el conocimiento o vivencia
que el contemplador tenga de esa idea
le ayudará a apreciar mejor el valor de la
obra. También hay obras que carecen de
contenido conceptual, como un paisaje
puro, un bodegón no alegórico, un retrato
sin atributos y gran parte de las de arte
moderno, y no por eso son inferiores a las
que encarnan una idea más o menos elevada. En definitiva, se podría decir que no
hay obras de arte sagradas y profanas,
sino tan sólo obras de arte, y que esas
categorías deben servir únicamente a
efectos de aclaración temática.
El Catálogo de la Diócesis
Pero volvamos al caso alavés, el que
mejor conozco gracias a un largo contacto, intensificado en estos últimos
años gracias a la colaboración con Zoilo
Calleja, que ha asumido con total entrega, que mucho le agradezco, su cargo
de delegado para el patrimonio de la
Diócesis, porque con la mejor voluntad
prepara y me acompaña en las visitas
que hacemos a los pueblos, imposibles
de otra manera, dada la comprensible
suspicacia de sus habitantes. Hay que
aclarar que no se trata de un territorio
inexplorado, sino del mejor estudiado de
España, gracias sobre todo al Catálogo
Monumental de la Diócesis de Vitoria y a
otras muchas publicaciones, cuyos autores están vinculados en gran parte a la
Universidad del País Vasco. El Catálogo
es la obra casi exclusivamente personal
de Micaela Portilla, que ha venido dedicando un esfuerzo y unas capacidades
poco comunes desde hace casi cuarenta años. Es también una obra modélica
en su género a nivel internacional y el
punto de partida para cualquier investigación que se emprenda sobre el arte
de Álava, al sentar bases muy sólidas
sobre las que emprender trabajos sectoriales que las desarrollen y que se encuentran así muy adelantados. Porque el
Catálogo no puede decir, ni lo pretende,
la última palabra sobre nuestro patrimonio artístico, sino que, por el contrario,
una de sus mayores virtualidades es la
de abrir esos nuevos caminos a desarrollos posteriores. Y esto debe animar a
los estudiantes y licenciados en Historia
del Arte, que pueden tener la impresión
falsa de que casi todo está hecho y por
tanto es poco lo que pueden hacer en el
campo de la investigación.
Sala del Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria. Foto cedida por el Museo.
Amenazas
para el patrimonio alavés
Ese rico legado de más de mil años
de Historia corre grandes peligros que
amenazan la supervivencia integral de
lo conservado, que afortunadamente
es gran parte de lo hecho durante ese
tiempo. Hoy, que puede disfrutarse
como un tesoro artístico, fuente de placer para quien lo contemple, además
de como una vivencia religiosa para los
creyentes, se encuentra en grave riesgo
de desaparición, si no total, sí parcial, y
¿por qué debemos resignarnos a perder
una parte? No se trata de extenderse mucho sobre los males que ha sufrido en el
pasado, guerras y revoluciones con sus
destrucciones y saqueos, o los más recientes, el Concilio Vaticano II, los robos y
la venta de obras. El primero, que fue tan
necesario para la renovación doctrinal y
pastoral de la Iglesia, tuvo consecuencias desafortunadas para su patrimonio
artístico, al suprimir tantos objetos, vistos con desconfianza como depositarios
de una devoción demasiado apegada a
imágenes materiales. Fue la misma reacción que llevaron a cabo la Reforma
protestante hace casi quinientos años y
hace muchos más, y de manera radical,
las revoluciones iconoclastas del Imperio
bizantino. Hoy en día la Iglesia católica
parece reconsiderar el papel de las imágenes sacras como figuras importantes
de referencia para los fieles. Los robos
23
han disminuido en los últimos años, pero
son un problema por la dispersión de los
templos en pueblos muy pequeños, en
muchos de los cuales sólo vive alguien
en los fines de semana y las vacaciones.
En cuanto a la venta de obras, se ha dado
en todo momento y se acentuó a raíz del
Vaticano II, por la razón citada. A menudo
se debió a causas justificadas, como la
necesidad de conseguir recursos para
reparar las iglesias, y se puede poner
como ejemplo la del retablo del Canciller
Ayala del monasterio de Quejana, al Museo de Chicago, para arreglar el tejado.
Actualmente las amenazas son de otra
clase y tienen más que ver con el despoblamiento de los pequeños núcleos
rurales, al quedarse sin habitantes que
cuiden de las iglesias, con el abandono
consiguiente. Algunas se encuentran en
un estado de ruina tan avanzado y sus
pueblos con tan pocas expectativas de
revitalización, que se dan ya por perdidas, pues las necesidades son muchas
y limitados los medios con que se cuenta
para atajarlas. Otros peligros que amenazan la integridad del patrimonio son
las pequeñas reformas bienintencionadas, no siempre justificadas por necesidades litúrgicas y promovidas por los
feligreses y algunos curas párrocos,
porque alteran ese frágil microcosmos o
“nicho ecológico” que son los templos,
como continente, y el arte mueble que
contienen. Especial poca consideración
Landázuri
se ha tenido con las manifestaciones
de los estilos artísticos más recientes,
desde el neoclasicismo, que empieza a
valorarse hasta por los más desinformados, y sobre todo los historicistas como
el neogótico, tenidos por pastiches modernos que se pueden destruir sin el
menor remordimiento. Este fenómeno ha
ocurrido siempre cuando un nuevo estilo
sustituía al anterior, y se hacía sitio para
la creación de nuevas formas, pero ahora
lo que se pierde no es reemplazado sino
por el vacío, como tributo a una estética
minimalista, aberrante cuando se aplica
al arte antiguo. Veremos lo que ha quedado de ellos cuando se generalice el
aprecio por los estilos historicistas, que
tienen ya más de un siglo de antigüedad,
según una ley inexorable que ya empieza
a cumplirse. Además de la supresión de
retablos e imágenes, una de las grandes
reformas padecidas más dañinas, aunque reversibles, a menos que hubiera
pinturas murales subyacentes, perdidas
irremisiblemente, es el llamado “sacar la
piedra”, eliminación de las capas de enfoscado y enlucido para dejar a la vista
la tosca mampostería de los muros de
las iglesias. Fue práctica de moda en los
años setenta del siglo XX, que respondía
al concepto de nobleza de los materiales
de la arquitectura moderna y que no tiene
sentido extrapolar a la antigua. Descarnar los muros para descubrir la piedra
obedecía a un deseo de “autenticidad”,
a causa de una cultura urbanita cansada
de la “artificiosidad” del cemento. Dejar a
la vista la ruda piedra sin trabajar, lo que
se hacía por razones económicas, es lo
último en que pensaban los arquitectos,
maestros de obras y público en general
del pasado para un edificio noble como
una iglesia, no así para una cuadra o tal
vez un mesón, porque cuando se quería que se viera la piedra se tallaba en
sillería. Por fortuna esta práctica ahistórica y empobrecedora parece estar hoy
desprestigiada y en desuso, aunque aún
arraiga en muchas mentes.
Hay que reconocer que la Iglesia,
que promovió su creación, ha sabido
conservar con gran celo el patrimonio,
entendido naturalmente con una finalidad
religiosa, y que ninguna otra institución
ha sabido hacer otro tanto en su ámbito, aun teniendo muchísimo menos que
conservar. Es fundamental el papel de los
curas párrocos, que no sólo cuidan de
las almas sino también de las obras a su
cargo como verdaderos conservadores,
curators en inglés, por mencionar la raíz
etimológica latina común para su función
y la de los conservadores de arte. Bien es
verdad que ya están bastante cargados
de responsabilidades pastorales al tener
que atender cada uno a varias parroquias
y otras obligaciones, habida cuenta de
su escaso número por la disminución de
las vocaciones sacerdotales. No se trata
de que sean historiadores del arte sino
tan sólo de extremar la prudencia y de
contar con el responsable diocesano del
patrimonio para cualquier reforma que
piensen emprender, por pequeña que
pueda parecer, dicho esto sin afán alguno de intromisión. Siempre puede contar
la Iglesia, y lo hace de forma natural, con
la colaboración de los historiadores en
una acción de mutuo enriquecimiento. En
mis visitas a las iglesias de la Diócesis
tengo la oportunidad de conocer a sus
curas y es una experiencia muy reconfortante comprobar su magnífica disposición y contar con su ayuda, que desde
estas páginas quiero agradecerles públicamente.
Las soluciones
De algo de lo escrito anteriormente se
puede desprender que la situación del
patrimonio artístico religioso es crítica o
muy preocupante, y afortunadamente no
es así. Hay daños causados y peligros
que lo amenazan pero también hay importantes medidas para atajarlos y por
suerte el caso alavés es paradigmático,
gracias al buen entendimiento entre la Diputación Foral y el Obispado, que puede
tomarse como modelo. Su colaboración
se concreta en dos direcciones principales: la restauración de los inmuebles
y la de los muebles que contienen. En la
primera, se mantiene el buen criterio de
consolidar en líneas generales y de intervenir de urgencia en las cubiertas, donde
suele comenzar la ruina de un edificio,
porque iglesia retejada es iglesia salvada, cuya restauración podrá completarse
en lo sucesivo si lo requiere. La segunda
está logrando la recuperación de muchas
obras, desde grandes retablos hasta pequeños objetos, que de otro modo se perderían irremisiblemente. Pero el elevado
coste de las restauraciones y el número
abrumador de las piezas que las necesitan hacen esa tarea mucho más lenta
de lo deseable y en esa carrera contra el
tiempo es mucho lo que puede perderse
por las condiciones ambientales adversas en que se encuentra. La solución
estaría en aumentar los esfuerzos por
incorporación de nuevos agentes que
costearan restauraciones. Ya lo hace la
principal institución financiera de Álava,
la Caja Vital, pero sería deseable que se
sumaran también otras, así como empresas, como ocurre en otros territorios, por
ejemplo Vizcaya, donde El Corte Inglés
restaura cada año algún cuadro del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
24
Otra base fundamental para la conservación del patrimonio es el Museo
Diocesano de Arte Sacro; si no existiera
todavía habría que crearlo, pero por fortuna ya existe. Su cantera o campo de
acción es el arte mueble de todo el territorio diocesano, por lo que no necesita
hacer las adquisiciones que suponen un
capítulo de gasto tan importante para
museos de otro tipo. Es un escaparate,
o mejor, vitrina, para exponer obras que
no podrían verse en sus lugares de procedencia. A él van a parar las que no encuentran lugar en sus iglesias originarias,
porque han desaparecido, se encuentran
en riesgo de desaparición, o son tan valiosas y están tan amenazadas de robo
o destrucción que dejarlas allí sería una
irresponsabilidad. El Museo es también
el destino natural para las retiradas del
culto que están arrumbadas y en riesgo
de degradación y olvido. Otra de sus funciones es la de dar a conocer temporalmente obras recientemente restauradas
que luego vuelven a sus iglesias. Porque
lo ideal es que se conserven allí, conformando in situ el conjunto que mencionaba antes, donde pueden ser objeto del
culto religioso y de la admiración laica,
siempre, eso sí, cuando estén garantizadas su seguridad y, por qué no, la posibilidad de ser visitadas.
No es necesario insistir aquí en la
importante función social y cultural que
desempeñan los museos, además de la
conservación de las obras. La de acercarlas al público como objeto de disfrute y de enriquecimiento personal en su
tiempo de ocio, y qué decir del papel
que desempeñan en la educación, en la
formación del profesorado y el aprendizaje de los alumnos, a quienes se descubre un mundo nuevo del que podrán
gozar toda la vida. Pero un museo que se
precie debe ser algo más, un centro de
investigación, y para eso hace falta una
biblioteca y otros medios que faltan en el
Diocesano de Arte Sacro, y no por carecer de espacios en que podrían ubicarse.
Si contara con ellos sería el gran museo
que ya es por sus colecciones y por su
edificio único, neogótico por cierto y uno
de los principales monumentos de Vitoria, que va siendo hora de dejar de llamar
catedral nueva, porque ya tenemos una
catedral, vieja pero en trance de recuperación y estamos bien servidos. Invertir lo
necesario en el patrimonio no es derroche
ni capricho, sino compromiso ineludible
de una sociedad civilizada y avanzada,
porque es el legado material que nos ha
dejado una historia de muchos siglos en
el pedazo de la vieja Europa que habitamos, y tenemos la obligación de transmitirlo a las generaciones futuras.
PEDRO LUIS ECHEVERRIA GOÑI
Un interesante retablo
fingido de los siglos XVI y XVIII
descubierto
en la parroquia
de Gardelegi
Con el hallazgo de un singular retablo fingido de pintura en la iglesia de Gardelegi, esta localidad alavesa,
conocida por tener el vertedero de Vitoria, se va a convertir en una pequeña Capilla Sixtina de la Llanada. Esta
recuperación de un templo medieval pincelado en el siglo XVI y renovado con retablos y nuevas pinturas en el
XVIII no es sino la confirmación de la existencia de otros muchos conjuntos ocultos tras enlucidos y retablos
de talla posteriores. Nos hallamos ante un caso modélico de salvaguarda, recuperación y puesta en valor de
nuestro patrimonio. Con el impulso del propio obispo don Miguel Asurmendi, el Servicio de Patrimonio Histórico de la Diputación se ocupó de la restauración integral del templo en lo referente a cubiertas, eliminación
de dependencias adosadas y consolidación de las estructuras. Una vez desmontado el retablo dieciochesco, se
iniciaron en octubre de 2000 los trabajos de limpieza, consolidación y resolución estética de las pinturas murales
del ábside, labores en las que Diana Pardo y su equipo han empleado siete meses.
En las cuentas de 1579 y 1581 se
pagaba a Juan de Bustillo, pintor vecino de Vitoria, la elevada suma de 162
ducados por unas pinturas que deben
corresponder a la Oración del Huerto
y la Flagelación, sin duda las escenas
de más calidad del conjunto. Servían de
fondo al sagrario romanista, ejecutado
por Esteban de Velasco en 1579, unas
grisallas decorativas con el escudo de
las cinco llagas y una calavera. Motivos
similares, aunque de peor factura, se dibujaron en el lado del Evangelio como
fondo a una reserva para la primitiva
talla gótica del titular. En 1597 el pintor
flamenco Elías de Avena o Arras renovaba el conjunto y policromaba el sagrario. Un siglo debió de estar la iglesia con
este retablo horizontal delimitado por un
listón de madera, hasta que en 1706 se
registran pagos por unas pinturas en el
altar mayor, y probablemente corresponde a este momento el Calvario barroco
del remate. Tras la colocación del retablo
mayor de talla en 1754 se documentan
distintas intervenciones de miembros del
clan pictórico de los Rico, como Juan
Angel, Manuel, Carlos Tadeo y Antonio,
a quien se paga en 1804 por el definitivo
pabellón neoclásico en azul y rojo*.
La pinceladura al temple del siglo
XVI puede ser considerada como una
especialidad pictórica alavesa y, más
concretamente vitoriana, ya que en esta
ciudad tuvieron establecido su taller algunos de los mejores pintores de muros,
como los flamencos Beltrán de Amberes, Pedro de Frisa, Elías de Avena y sus
hijos Diego y Vicente, y los locales Pedro de Gámiz, Tomás de Oñate, Andrés
de Miñano o el citado Juan de Bustillo.
Otras áreas alavesas fueron mercado
de pintores establecidos en Orduña,
Mondragón y Munain, donde residían
especialistas como Juan de Armona,
Juan y Antonio de Elejalde y Diego de
Cegama, respectivamente. Se trata de
grisallas con adiciones puntuales de
azul, rojo y ocre que reproducen dibujos decorativos con despieces, almohadillados y casetones que modulan los
muros y bóvedas góticos, y ordenanzas
de grutescos en “ruedas” y frisos, sin
faltar principalmente en algunos ábsides figuras e historias narrativas.
La Oración del Huerto reproduce
literalmente un grabado manierista de
Cornelis Cort de 1568, que se adapta
a un marco cuadrado. Sobre el leve enyesado del muro nos encontramos con
una pintura lineal que anima la paleta
con tonos ocres y rojos en las indumentarias de los tres apóstoles dormidos
en primer plano. Tan solo se han perdido la Jerusalén y la turba, con Judas
a la cabeza, del fondo. La Flagelación
se representa en un marco arquitectónico rectangular que simula el Pretorio
de Pilatos con una composición que, si
* Los datos documentales proceden del Archivo Histórico Diocesano de Vitoria. Gardelegi. Libro 1º de Fábrica de 1549 a 1731 y Libro 2º de
Fábrica de 1743 a 1825. Citados por Mª D. Sanz Gómez de Segura, “Aproximación a las pinturas murales de Gardélegui”. Akobe, nº 2 (2001),
pp. 4-8. La primera noticia sobre las pinturas y una panorámica de la pinceladura al temple alavesa en P. L. Echeverría Goñi, Contribución del
Pais Vasco a las artes pictóricas del Renacimiento. La pinceladura norteña, San Sebastián 1999.
25
Landázuri
Oración en el Huerto.
bien parece derivar de modelos miguelangelescos por la exaltación anatómica
de los personajes, es fruto de la armonización de varias estampas italianas,
con Cristo inspirado en un grabado de
la Flagelación de Giovanni Antonio da
Brescia, y nórdicas con dos sayones
entresacados de Durero y el Maestro
IMA. En esta escena pudo intervenir el
pintor Antonio de Velasco, hermano del
escultor. La parte superior del ábside
sirve de marco a un Calvario flanqueado
Flagelación.
por el sol y la luna ante una ingenuista
Jerusalén celestial y rematado por la paloma del Espíritu Santo en el ventanal.
Aunque la preparación es más elaborada con mortero grueso y la paleta se
amplía con verdegrís, tierras y ocres, su
calidad es muy discreta; perfilan el cielo
densos nubarrones y un guardapolvos
jaspeado, asimismo dieciochesco. Resulta de todo punto sugerente el rostro
característico y racial del sayón situado
a la izquierda de Cristo, que personifi-
26
ca el temperamento colérico. Si en su
anatomía atlética, Antonio de Velasco lo
pone al día con la estética del Romanismo miguelangelesco, creemos que para
este peculiar rostro de marcados rasgos
y barba y bigote rubios se inspiró en el
retrato del duque de Sajonia Federico el
Sabio, grabado a buril por Alberto Durero en 1524. Así, en los inicios de la Contrarreforma, el famoso príncipe elector
luterano se convierte en Gardelegi en
uno de los verdugos de Cristo.
FEDERICO VERÁSTEGUI
Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel
El Marqués de la Alameda y
la Plaza Nueva de Vitoria.
Dos cartas de 1781
Los Ortiz de Urbina de quienes vamos a tratar descienden de la Torre de Urbina de Basabe, en el valle de
Kuartango. Restaurada por la Diputación Foral de Álava, merced a la gestión, el empeño y los sabios estudios del arquitecto Juan Cruz Saralegui, hoy se puede contemplar, con su capilla adosada, vigilando el
valle desde su enclave. Desde allí, pasaron los Urbina a Bitoriano, Ariñez, Víllodas, Hueto Arriba, Añastro,
Pangua y, por fin, Vitoria.
Ramón Mª de Urbina y Gaytán de Ayala
Nació en Pamplona el 2 de septiembre de 1751. Su padre,
Juan Manuel de Urbina y Ortiz de Zárate, era de Vitoria y siguió la carrera de las armas, participando en hechos notables
como la conquista de Orán en 1732, la expedición al reino de
Nápoles y la conquista de Sicilia al año siguiente, la batalla
de Campo Santo en 1743, en la que fue herido dos veces y
perdió el caballo, así como las batallas de Plasencia y la de
Tanaro en 1746. Los méritos contraídos le valieron numerosos
honores y el nombramiento por Fernando VI como Teniente de
Rey de la plaza y Castillo de Pamplona en 1747, cargo que
ocupó hasta su muerte, ocurrida en 1774.
Su madre, Ana Joaquina Gaytán de Ayala y Larzanguren,
era hija del marqués de Tola y marqués de Aravaca y 16 años
más joven que su marido, lo que tal vez fuera uno de los motivos que propició el que Ramón Mª tuviera que padecer a los
seis años el doloroso hecho, y más aún en aquel entonces,
de la separación de sus padres.
Al morir su padre, eligió a su abuelo paterno, Bartolomé
José de Urbina y Zurbano, como curador, por tenerle en gran
estima.
Al menos eso se desprende de las cartas que le escribía
desde la Abbaye-École de Sorèze, en Francia, donde estuvo
a los 16 años, recibiendo una rigurosa y avanzada educación
(1).
Tras la muerte de su abuelo, heredó el título de marqués
de la Alameda, siendo el segundo que lo ostentó, ya que su
padre había muerto antes.
Hombre discreto –por lo que no llamó demasiado la
atención de Humboldt ni de Jovellanos cuando estuvieron
en su casa–, pero de sólida formación e ideas avanzadas, se
convirtió pronto en figura destacada por su influencia social
y política, lo que le llevó a ser elegido en varias ocasiones
alcalde de Vitoria y Diputado General de Álava en el trienio
1800 - 1803.
Siendo alcalde de Vitoria, en 1781, encargó a Olaguíbel
la construcción de la Plaza Nueva (hoy Plaza de España), a
la que se dio ese nombre por contraposición a la Plaza Vieja,
donde se celebraba el mercado más importante de la ciudad
y estaba en lo que hoy es la Plaza de la Virgen Blanca. Ese
mismo año, escribió a su tío Francisco Luis de Urbina y Ortiz
de Zárate dándole cuenta del estado de las obras y de otros
pormenores interesantes.
Francisco Luis de Urbina y Ortiz de Zárate
Había nacido en Vitoria el 11 de octubre de 1721, al decir de
Juan Vidal-Abarca, académico correspondiente de la Historia, en su obra Escudos de Vitoria. Edificios civiles, obra que,
como todos sus estudios, se caracteriza por un escrupuloso
rigor y fidelidad a las fuentes originales. Pues bien, siguiendo
a este autor, vemos que la carrera militar de Francisco Luis
fue fulgurante, pese a que la iniciara como marino y fracasara
como tal “por lo mal que le probaba el mar”. Pasó a Infantería y, emulando a su hermano mayor Juan Manuel, se enroló
en Italia en el cuerpo de las Reales Guardias Españolas y,
como aquél, fue herido en la batalla de Campo Santo. Obtuvo
posteriormente el grado de Teniente General con 25 años
y fue nombrado por S.M. para acompañar a Francisco de
Pignatelli, el embajador en Francia, en una delicada misión.
(Probablemente, esta misión le permitió conocer el adelanto
de esta nación en asuntos pedagógicos, en los que ya habían
calado las ideas de la Ilustración. Y, probablemente también,
la influencia que ejerció sobre su sobrino Ramón Mª puede
explicar que éste fuera a estudiar a la abadía de los benedictinos de Sorèze, en la región de Tarn.).
Habiéndose distinguido por sus dotes organizativas en
Pamplona, en la recomposición del Regimiento de Murcia,
que estaba en estado caótico, se le encomendaron el restablecimiento y la organización de las Reales Fábricas de
Armas de Placencia (Guipúzcoa) y Toledo. Aquí registró papeles y escritos sobre el arte del templado de espadas y com-
1. Como curiosidad, se puede ver una carta suya publicada en Internet en la dirección: http://www.soreze.com/urbina.htm.
27
Landázuri
Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel
Una carta autógrafa del Marqués de la Alameda, con su firma.
puso una instrucción, que existe en la secretaría de Guerra
en tiempos en que no quedaba en Toledo ningún maestro
cuchillero, y a él se debe la permanencia de semejante arte
en la actualidad en Toledo. El mismo Carlos III visitó la fábrica
y como muestra de su satisfacción encargó 12 espadas para
regalar a diferentes monarcas.
De modo que el visitante que recorra Toledo y admire su
industria armera, hoy enfocada al sector turístico por fortuna,
ha de saber que su florecimiento se debió a un vitoriano llamado Francisco Luis de Urbina.
En la época de las cartas que le envió su sobrino ocupaba la plaza de Fiscal del Consejo de Guerra, lo que no le
impidió acudir a acciones de guerra, como la defensa de la
plaza de Ceuta, sitiada en 1790 por el emperador de Marruecos. Siendo el General en Jefe de dicha plaza, su eficaz
intervención –relatada en la Historia de Marruecos de Fray
Manuel Castellanos- y su heroico comportamiento le valieron
ser nombrado Gentilhombre de Cámara de S.M.
Las cartas
El estilo es directo, conciso y sin los circunloquios propios de
la prosa de la época. No es nada retórico. Revela con espon-
28
taneidad sus ideas, lo que hace pensar en el grado de confianza y estimación en que se tenían tío y sobrino. El modo en
que comparten ciertas claves de pensamiento es producto,
sin duda, de una educación y una ideología similar, así como
de la identificación en una amplitud de intereses. Todo ello
procura frescura y naturalidad al lenguaje utilizado.
Sorprende la liberalidad del pensamiento revelado, hasta
el punto de que algunas de las ideas expuestas serían producto de escándalo incluso hoy mismo.
Las dos cartas están escritas en Vitoria, ciudad en la que
vivió escasamente durante los años que duró su cargo de
alcalde, a juzgar por la datación del resto de las cartas que
escribió en aquella época, la mayor parte desde Madrid y
Aranjuez.
La primera está fechada el 23 de octubre de 1781 y, en
general, trata de asuntos familiares, pero también hay noticias sobre la Real Sociedad Bascongada de Amigos del
País, a la que ambos pertenecían, y una mención expresa a
Prestamero, que no solo era el fiel administrador de Alameda,
sino también su amigo, confidente y consejero, por lo que
se desprende de las cartas que cruzaron los dos y que se
conservan. Con respecto al asunto que nos concierne, dice
lo siguiente:
Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel
“Es un gusto ver con qué afán se trabaja en la
plaza, todo el interior de ella está lleno de una infinidad de materiales, se ha hecho la demarcación,
se han abierto parte de los cimientos, y según la
priesa que se dan, y el acopio que han juntado y van
trayendo todos los días, no dudo que antes que se
concluya el año haya más de una vara levantada en
todos los tres frentes; Olaguíbel se queda por 500
pesos al año, está ahora trabajando los planes, pero
es como vuestra merced dice muy pausado; Alaba
(2) y yo tenemos la comisión de la junta para la
aprobación de dichos planes y disponer la escritura con las condiciones que sean del caso para que
se haga una obra sólida, hermosa y magnífica; se
escluirá a Frayles, Monjas y comunidades eclesiásticas, del de esas casas en ningún tiempo; así nos
veremos libres de molestias competencias”. (3)
La segunda carta está escrita cuatro meses más tarde, el 11 de noviembre de 1781. De ella se desprende
que D. Francisco Luis estaba en El Escorial. El contenido
de la carta es menos interesante, pero la referencia a la
construcción de la plaza de España revela el interés que
el alcalde estaba poniendo en su construcción y la consciencia que tenía de la importancia de la obra:
El retrato del Marqués de la Alameda. Autor desconocido.
“Hoy ha estado aquí Arbore que pasa de Paris a essa [Supongo que se refiere a Madrid] con una Sra., ha visto el
plan de nuestra famosa Plaza que le ha parecido soberbio, está trabajando uno para D. Bentura Rodríguez su discípulo,
espero que vuestra merced lo vea y le guste, en realidad ha de ser una cosa tan perfecta, que yo espero verlo estampado
en el viaje de Pons (4); el tiempo excesivamente lluvioso no permite que se adelante la obra, ya hemos concluido con
todos los artículos que deben de constar en la escritura que se formalizaron pasado mañana: se ha hecho el sorteo, y
también los cimientos estan casi del todo concluidos”.
La única duda que tenemos es la de saber quién es
ese Arbore que se menciona en la segunda carta. A juzgar
por el texto parecería tratarse de un maestro del arquitecto Ventura Rodríguez. Sin embargo, en la fecha de la
carta, éste tenía 64 años (había nacido en 1717, y murió
cuatro años después, en 1785). Es dudoso, por tanto, que
su maestro pudiera vivir por esas fechas... y menos que
apareciera acompañado de una señora.
Lo que nos aportan sin duda estos textos es la implicación del alcalde en la marcha de las obras y su interés en la
realización de un monumento arquitectónico que iba a marcar definitivamente el inicio de la expansión de una ciudad
hasta ahora encerrada tras sus murallas medievales.
2. Se refiere a Pedro Jacinto de Alaba, padre del famoso General.
3. Las cartas se han trascrito respetando la ortografía original y solo se han modificado las abreviaturas, que se han escrito completas para facilitar
la lectura.
4. Hace alusión a la obra Viaje de España, escrita por Antonio Ponz (1725-1792), pintor y escritor español a quien el Gobierno encomendó el
dictamen sobre el mérito de las obras que hubiera en las residencias de los jesuitas tras su expulsión. No contento con ello, él hizo una obra en
20 tomos en donde reseñó los monumentos más singulares e importantes del país, lo que motiva la referencia de Alameda.
29
Landázuri
SALVADOR VELILLA CÓRDOBA
Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel
Justo Antonio de Olaguíbel
(1752-1818)
y los caminos de Álava
El 7 de agosto del año 2002, en plenas fiestas de la Virgen Blanca, se cumplieron doscientos cincuenta años
del nacimiento de Justo Antonio de Olaguíbel, conocido como arquitecto y alabado por el ingenio que supo
poner a la prolongación del casco viejo de Vitoria: unos arcos -Los Arquillos- que aterrazaban la dificil
ladera sur de la ciudad, y una grandiosa plaza -La Nueva-, que abría la ciudad a otras calles, a otros aires.
Cualquier vitoriano, cualquier alavés, proclama orgulloso que tales obras arquitectónicas se deben al arquitecto vitoriano Olaguíbel.
En las líneas que siguen, y aprovechando la efeméride, queremos hablar
del Olaguíbel -sin duda menos conocido-, constructor de caminos carreteriles
o carreteras quien, como escribía Emilio
Apraiz, “... por lo visto y como era común entre arquitectos, poseía también
autoridad técnica en materia de caminos” (1).
A caballo entre el siglo XVIII y el
XIX, Olaguíbel construiría dos caminos
carreteros de suma importancia para la
provincia y, más concretamente para la
Rioja Alavesa. Uno de ellos uniría Vitoria
con Laguardia a través del puerto de
Herrera, y el otro iba desde las Conchas
de Haro (la parte occidental de la Rioja
Alavesa) hasta Amurrio, al encuentro del
camino que enlazaba Bilbao con la Meseta. Una nota de su puño y letra deja
bien clara esta misión: “Dn. Justo Antonio de Olaguibel, Profesor de Arquitectura, vecino de esta Ciudad y director
de los nuevos caminos que en virtud de
facultad real está construyendo....desde
la Villa de Armiñon a Briñas por la ruta
de las Conchas de Haro...”. (2)
1. La carretera de Vitoria
a Laguardia por el puerto
de Herrera.
A finales del siglo XVIII es unánime
el clamor por la existencia de un camino carreteril que una las tierras del
sur de Álava con la ciudad de Vitoria
y que pueda proseguir hasta los puertos del Cantábrico. El año l788 la Real
Sociedad Bascongada de los Amigos
del País recibe un escrito anónimo que,
entre otras cosas, dice: “... se debería
abrir uno [es decir, un camino] que desde Vitoria, entrando por la jurisdicción
de Samaniego, siguiese la diagonal de
la Rioja Alavesa hasta la raya de Navarra o Castilla, haciendo ramales a todos
los pueblos que por su situación estuviesen separados de él, por igualar en
lo posible su utilidad” (3).
Este mismo año de l788 se funda
en La Rioja la “Real Sociedad de Cosecheros de la Rioja Castellana”, y el
lema que adoptó es bien significativo:
“Prosperarás extrayendo”, lema que
lleva implícito la necesidad de buenas
comunicaciones, de buenos caminos.
Son varios los proyectos que se
presentan, tratando cada uno de arrimar
el ascua a su sardina. Logroño pretende
realizar la carretera por Viñaspre hacia
Villafría; Murillo y Fuenmayor proponen
que se haga a través de puerto de Toro,
frente a Laguardia, “...porque entonces
cruzará el tránsito por todo el País” (4).
El 12 de agosto de l792 el conde
de Aranda envía una carta, fechada en
San Ildefonso, en la que notifica que “...
concede su Majestad permiso a aquellas Hermandades (de Samaniego y Laguardia) y a los demás pueblos de su
partido que quisieran obligarse a ello,
para fabricar un buen camino carretero
desde Vitoria a Laguardia” (5). Pocos
días antes, el 7 de agosto de l792, Justo
Antonio de Olaguíbel había firmado el
proyecto de este camino carretero : “...
debía nombrar y nombró a D. Justo Antonio de Olaguíbel... pase a reconocer,
delinear y señalar el curso y rumbo que
ha de tener dicho camino desde esta
ciudad hasta la enunciada raya de esta
provincia con Castilla” (6).
Diversos acontecimientos hacen
que la construcción del camino se vaya
retrasando y, con el tiempo, son tantas
las pasiones que despierta que hasta
el mismo fabulista Samaniego entra en
la refriega, ya que, en su opinión, el camino no debería atravesar la sierra por
el puerto de Herrera, sino que debería
seguir por las tierras bajas, al encuentro del camino que desde Labastida
enlazaba con el camino de Postas en
Armiñón, siguiendo su filosofía de que
“Estos caminos de extracción, cuantos
más pueblos crucen son mejores”.
En plena temporada de vendimias,
Samaniego llama a su amigo de Abalos
Antonio Fernández de Navarrete, para
que acuda a La Escobosa -finca de
recreo del fabulista, auténtico château
riojano derruído en l995- y trate de convencer a Salazar, futuro ministro de
Marina con Fernando VII, para que la
carretera vaya por la falda de la Sierra:
“Le advierto en secreto”, escribe Samaniego, “que Olaguíbel no está muy
1. Apraiz, Emilio: “Samaniego, Olaguíbel, Salazar... y las carreteras de Las Riojas”. Boletín de la Excursionista Manuel Iradier, 63, feb. de l962, 7-8.
2. Extractos de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, l788.
3. Idem.
4. A.H.P. de Álava, DHA, 676-2.
5. A.H.P. de Álava, DHA, 676-2.
6. A.H.P. de Álava, DHA, 676-2.
30
Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel
Ventas de Ugazi.
satisfecho de la pretensión de Salazar;
con que ánimo, amigo mío. Olaguíbel
no se atreve a hablarle y si le habla no
se explica; con que sus argumentos de
Vd. tienen que ser más convincentes...
Aquí, de sobremesa, entre botellas de
supurado y moscatel...” (7) . La carta,
toda una delicia, está fechada el 4 de
octubre de l800, aunque nosotros creemos que debe ser de años antes.
De nada sirvieron los esfuerzos
de Samaniego y poco influjo debieron
tener las “razones trigonométricas” de
Navarrete y el supurado del fabulista en
el ánimo de Salazar, ya que el camino
se construyó por el puerto de Herrera,
finalizando poco antes del año 1800:
“Del nuevo camino real que esta Provincia está haciendo desde dicha ciudad
para la villa de Laguardia y que las había hallado perfectamente concluídas,
con arreglo en un todo a sus condiciones. 26 de Octubre de l799” (8). Viene
a confirmar su finalización que, el 29
de octubre de l800, Olaguíbel reclama
al tesoro de la Provincia “2.490 reales
de salarios atrasados entre los que hay
25 días de viajes con caballería”, por
el reconocimiento del camino de Vitoria a Laguardia por Herrera. Se puede,
pues, concluir que el camino de Vitoria
a Laguardia por Herrera fue proyectado,
seguido y revisado por Olaguíbel.
2. Carretera desde Briñas
hasta Amurrio
El año 1772 había entrado en pleno rendimiento el camino que, desde Bilbao, y
apto para carruajes, conducía al centro
de la Península, hasta Madrid, a través
del puerto de San Bartolomé, conocido
hoy como puerto de Orduña, en tierras
alavesas. Con esta construcción se olvidaban los viejos caminos de herradura
que ascendían por dificilísimos senderos la Sierra Sálvada, en las tierras del
Alto Nervión, y se acercaban los puertos del Cantábrico a la capital del reino.
Los caminos son el tema central de las
Juntas Generales de Álava celebradas
el 11 de julio de l792. Sin pasar un mes,
el 7 de agosto, el Diputado Verástegui,
encarga a Olaguíbel que reconozca el
camino desde la raya con Castilla, en
Briñas, hasta el lugar de Amurrio, “...que
los planos firmados de su orden para
verificar este proyecto por el arquitecto
Director don Justo de Olaguibel...” (9).
Al año siguiente, en l793, la Provincia envía un escrito a Madrid acompañado de los planos para construir un
camino carreteril que se quiere hacer
“desde el pilar divisorio de la jurisdicción de la villa de Briñas del Reino de
Castilla hasta enlazar con el que tiene
hecho el Noble Señorío de Vizcaya por
Miravalles para Bilbao [... ] y por eso ha
hecho levantar a Don Justo Antonio de
Olaguível [sic] [...] los dos planos que
acompañan...” (10) .
Aunque no se conservan los planos,
sí que podemos leer varios documentos
que se guardan en el Archivo Provincial,
documentos que van relatando minuciosamente el proceso para la construcción de este importante ramal.
2.1. De Briñas a Arminón
Comenzando casi en la jurisdicción de
Haro, el primer tramo va desde la “pilastra” de Briñas hasta Arminón, al encuentro del camino Real de Postas que venía
de Madrid hasta Guipúzcoa y que había
sido construído entre los años 1765 y
1770. La longitud total es de 52.615 pies
(16.026 metros), concretando que se
tiene que “romper la Peña de la primera
Concha que se halla entre la venta del
Moral y la venta de Salinillas”, así como
que se tienen que realizar un puente
sobre el río Salinillas y otro sobre el río
Ayuda, éste en Lacorzanilla. La construcción se regula y tasa en 22 reales
vellón el pie, resultando un coste total
de 1.157.420 reales de vellón.
Para este tramo el año l798 Olaguíbel traza los planos de una sencilla
caseta “... para el cobro del peage del
camino, de las Conchas llamadas de
Haro, que se ha de construir según el
7. Carta de Samaniego a D. Antonio Fernández de Navarrete de Abalos, en Obras inéditas o poco conocidas del insigne D. Félix Mª Samaniego,
16 de noviembre de l800.
8. A.H.P. de Álava, DHA, 3.256/1.
9. A.H.P. de Álava, DHA, 64-1
10. A.H.P. de Álava, DHA, 64-1
31
Landázuri
Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel
32
Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel
«... desde las hayas de la fuente de Altuna...». Altube.
Caseta para el cobro de peaje en «La Cadena»
de Zambrana, proyectada por Olaguibel
adjunto diseño y conforme a las condiciones que para el efecto tengo dispuestas y firmadas” (11). Esta obra que
diríamos menor, y que no es desdeñada
por un arquitecto como Olaguíbel, sería
el lugar donde se colocó posteriormente la cadena para el cobro del peaje. Al
año siguiente, en enero de l799, Olaguíbel reclama al tesorero de la Provincia
1.755 reales de vellón “...en varios viajes
que tengo hechos a mediciones, señalamientos, reconocimientos...” (12).
Al igual que todo el camino, el proyecto se dividió en tramos que se sacaron a subasta entre diversos contratistas
de las cercanías y acudiendo también
de Durango, de Eibar e incluso de Santander. Derribando las peñas de las
Conchas estuvo con barrenos Joseph
Velastegui, vecino de la anteiglesia de
Ibarruri. El 13 de septiembre de l801
Bernardo Antonio de Areta, vecino de
Salinillas, escribe una nota diciendo haber recibido de Don Justo Olavivel [sic]
2.000 reales de vellón (del tesoro de la
Provincia) para pagar a los operarios,
tanto carreteros como camineros, que
había tenido trabajando. En l799 se emplean tres meses para plantar árboles
desde Armiñón a la Venta de Salinillas.
Y, aunque para el año 1800 la mayor
parte del camino ya estaba terminado,
los remates debieron alargarse tanto
que todavía el año 1809 trabajaban en
él “varios de los presos de la Real cárcel de esta Ciudad y peones jornaleros”
(13) .
2.2. De Vitoria a Amurrio
Este importante y ansiado tramo de
camino carreteril fue encargado por el
Diputado General al arquitecto Olaguíbel el 7 de agosto de l792. El Diputado
General pide a Olaguíbel reconocer el
camino a Bilbao por Amurrio, solicitándole que presentara planos y el coste.
Olaguíbel redacta los planos y hace un
minucioso estudio del proyecto que,
muy resumido, podríamos concretarlo
de este modo:
- Del Portal de Arriaga al puente
de río Jaundia, 100.050 pies (30.475
metros), que se halla al remate de la
bajada del puerto de Altube. Se tasan
a 21 reales el pie, lo que monta un total
de 2.101.050 reales de vellón.
- Desde el puente del río Jaundia,
por las ventillas, hasta el lugar de
Amurrio y unión con el dicho camino de
Bilbao por Castilla, que totalizan 39.950
pies (12.950 metros). Se sigue y tasa
cada pie a 28 reales de vellón, es decir
1.118.600 reales. (La medición se hace
hasta el puente de Yarzubiaga, sobre el
Nervión, ya que hasta el Crucero había
40.750 pies).
Este último trayecto del puente de
Jaundia a Amurrio, uniendo el puerto de
Puente de Jaundia.
Altube con Amurrio, molestó sobremanera a los de Urkabustaiz y Baranbio,
que querían que siguiese el curso del río
Altube. Su apuesta fue tan fuerte que,
tras presentar recurso en las Juntas Generales de Álava para que el camino se
trazara a través de Orozko, ya que es
legua y media más corto y cuenta con
más ferrerías, logran que se paralicen
las obras. En l797 Olaguíbel, junto con
el arquitecto Echanove, es comisionado para medir y tasar tanto el camino
que va hacia Amurrio por las Ventillas,
como el que dirigiéndose por Baranbio
y Orozko llega hasta Areta, presentando un estudio de distancias y costes,
comparando las dos rutas. Mientras se
va trabajando y el camino se acerca a
Murgia, hay órdenes y contraórdenes,
existiendo una Real Orden del 16 de
agosto de l806 que manda paralizar los
trabajos hasta nuevas noticias... Poco
más tarde, la invasión francesa impedirá que el proyecto se reanude, de
manera que el tramo del puerto de Altube, desde la fuente de Altuna hasta el
puente de Jaundia, tendrá que esperar
a los años de 1816 a l818 para llevarse
a cabo. Y el último tramo, el que va del
puente de Jaundia a Amurrio, por las
Ventillas de Ugazi, se construirá el año
1817, siguiendo, como podemos imaginar, los planos trazados por Olaguíbel.
que falleció el 10 de febrero de l818,
precisamente cuando este proyecto tan
importante y que tantos sinsabores le
había costado, llegaba a su término.
11. A.H.P. de Álava, DHA, 64-1
12. A.H.P. de Álava, DHA, 64-1
13. A.H.P. de Álava, DHA, 676-3. Vidal-Abarca, Juan, Historia de los Caminos de Alava, Actas de las Juntas Generales de Alava, tomo VI, l994.
33
Landázuri
Bodegas y Viñedos «Granja Ntra. Sra. de Remelluri, S.A.»
Labastida (Rioja Alavesa)
34
CARLOS M.ª HERNÁNDEZ
… HABLANDO DEL CONCIERTO ECONÓMICO
Semblanza de un insigne fuerista alavés:
Benito de Guinea
Nos ocupamos en este artículo de un personaje que jugó un papel de primera importancia en la política alavesa de la época de
la Restauración y que fue considerado como el más cualificado
definidor y defensor del concierto económico, instrumento básico
de la actual autonomía foral y estatutaria vasconavarra.
Benito de Guinea y López de Aréchaga nació en Vitoria el
20 de marzo de 1855. Su partida de bautismo nos dirá que era
hijo de Ángel de Guinea y Cárcamo, natural de Labastida, y de
profesión miñón, y de Eusebia López de Aréchaga y López de
Aréchaga, natural de Urrunaga. Lo más curioso del caso es que la
dicha partida nos informa de que Guinea nació en la propia “Casa
Palacio de la Provincia”.
Nos encontramos, pues, ante una circunstancia de nuestro
personaje digna de admiración y que será muy alabada por los
que le conocieron, y es el hecho, elogiable aún hoy y mucho más
en la época que nos ocupa, de que el hijo de uno de los vigilantes y cuidadores del Palacio provincial llegara a ocupar cargos
de la máxima relevancia en él, “por su propio esfuerzo, por su
laboriosidad, su inteligencia y su perseverancia”, como se puede
leer en la necrológica que tras su fallecimiento se publicó en la
Revista Ateneo (órgano del Ateneo vitoriano) en su número de
abril de 1917.
En efecto, Guinea, abogado de profesión, fue diputado provincial por el distrito de Vitoria desde 1888 hasta su muerte en
1917, salvo el paréntesis entre 1901 y 1905, y vicepresidente de la
Diputación en dos bienios por el pacto de unión con los diputados
urquijistas. Su actividad profesional y política le llevará a intervenir
activa y destacadamente en la negociación del concierto económico aprobado en 1906, de forma que su habilidad negociadora
y conocimientos legales y administrativos serán considerados por
la prensa de la época de importancia fundamental para la consolidación y permanencia del régimen concertado.
Volviendo a la citada necrológica ateneista, encontramos que
“fue uno de los hombres que el País tuvo a su servicio como celoso
defensor de sus derechos. Y en las conferencias con el Gobierno
para renovar los plazos del Concierto Económico, se distinguió
entre los comisionados por sus consejos, sus trabajos y sus discursos, manteniendo, frente a las exigencias de los Ministerios, la
verdad, la razón y la justicia que nos asistía”.
Políticamente Benito Guinea, dentro del ideario carlista, evolucionará hacia las posturas del político y periodista Nocedal, cuyo
partido dirigirá en Álava, partido que, considerando secundarios
los aspectos del legitimismo dinástico, centrará su actividad en la
problemática religiosa y foral, como demuestra el lema “Unidad
Católica y Fueros” bajo el que saldría a la calle el periódico El Eco
de Álava, fundado por el propio Guinea tras la escisión con los
carlistas ortodoxos y su periódico El Heraldo Alavés.
De lo que no cabe duda, por los testimonios que hemos recogido, es del talante pacífico, tolerante y, si se me permite, “liberal”
(en el sentido definido por Marañón) de nuestro personaje, como
demuestra su intervención, publicada en la citada revista del Ateneo vitoriano de noviembre de 1913, en homenaje a Canalejas en
el primer aniversario de su muerte, y corrobora, por ejemplo, el
hecho de que un político de ideas tan contrarias como Eduardo
Dato escribiera desde Madrid una sentida nota de pésame al enterarse de su fallecimiento en Vitoria, o el que, al parecer, la propia
Reina Madre, María Cristina, le invitara a San Sebastián durante su
veraneo, para celebrar el feliz arribo del concierto económico.
En el número del 15 de mayo de 1917 de la revista EuskalErria encontramos las siguientes palabras que el periodista donostiarra Adrián de Loyarte dedicó a nuestro personaje:
“No hemos de olvidar en estos cortos renglones, su gestión
en la Diputación provincial de Álava; sus trabajos jurídico-administrativos con motivo de los últimos conciertos económicos, y su
profundo amor a las cosas de nuestro país”.
“Guinea al frente de la Diputación alavesa se distinguió siempre por su gran espíritu de rectitud y justicia. Cuando la discusión
dividía los criterios y los grupos Guinea no personalizaba, y acertaba a caer siempre por el lado de los derechos de su país”.
“La revista Euskal-Erria, que en más de una ocasión enalteció
los méritos de tan esclarecido euskalduna, dedica estas líneas
como homenaje de admiración sentida a la memoria de quien
tanto trabajó por los prestigios de su país”.
No es de extrañar, dado el pueblo de origen de su madre,
la condición de euskalduna que la revista Euskal-Erria atribuye a
nuestro personaje (bisabuelos de quien escribe estas notas, procedentes también de Urrunaga y primos de D. Benito por su línea
materna, López de Aréchaga, utilizaban con normalidad la lengua
vasca en su casa de huéspedes y bar del 70 de la Cuchillería bien
entrado el siglo XX).
Otras cuestiones vinculadas a la conservación del patrimonio
alavés acapararán la atención de Guinea, como las actividades
para la restauración del santuario de Estibaliz, iniciadas como consecuencia de una moción presentada por él mismo el 15 de mayo
de 1893, aprobada por la Diputación. Así se inciaron gestiones y
trámites, detenidamente descritos por Joaquín Jiménez en su trabajo “Álava por Santa María de Estibaliz”, publicado en la revista
Estibaliz de 1991. Tales anhelos culminaron en la restauración del
santuario, tan añorada años antes por el grupo de intelectuales
alaveses que capitaneaba Becerro de Bengoa.
Menos conocida es su moción, también aprobada por la Diputación en 1899, relativa a la conveniencia de reducir los aprovechamientos forestales de los montes de la Provincia con el fin
de garantizar su conservación y repoblación.
Quisiera terminar esta semblanza de un vitoriano que entre
los siglos XIX y XX supo compaginar, a pesar de su origen humilde, una destacada actividad profesional, llegando a figurar como
consejero del recién creado Banco de Vitoria, una intensa labor
política fuerista y vasquista, y unas arraigadas convicciones cristianas, que jamás se avergonzó de exteriorizar, con las palabras
que le dedicó Tomás Alfaro, publicadas en la revista Fin de Año
de 1961:
“Todos le respetaban por su honesta vida familiar, por su afectuoso trato, por su honradez profesional que le aportaba, incluso
clientes de ideales contrarios. Ocupó cargos públicos con intachable conducta y, cuando murió, el pueblo entero le acompañó
a su última morada con cariño y respeto.”
35
Landázuri
JOSÉ MARÍA SEDANO LAÑO
Un vasco universal
LUIS OLARIAGA,
economista vitoriano
En demasiadas ocasiones, los alaveses –aunque no los únicos– somos un
pueblo desagradecido y culturalmente
olvidadizo al ignorar la trayectoria de algunos hombres y mujeres aquí nacidos
que engrandecieron nuestra provincia
de Álava llevando su nombre por el
mundo. Los cinco continentes, y no es
exageración sino demostrable realidad,
tienen secular presencia
alavesa en variopintas
manifestaciones. ¿Quién
sabe de un vitoriano excepcional que se llamó
Luis Olariaga Pujana?
A manera de presentación, vaya por delante que
la Comisión de Álava de la
Real Sociedad Bascongada
de Amigos del País organizó en 1985 un ciclo sobre
economía en la Cámara
de Comercio e Industria de
Álava con el título de “Validez de las teorías económicas de Olariaga en los nuevos conceptos”. Dos de las
conferencias tuvieron como
ponentes a Luis Dorao Lanzagorta, publicista, y a Juan
Velarde Fuertes, catedrático
de Estructura Económica de la
Universidad Complutense, tratando, respectivamente, de “La
actualidad de Luis Olariaga, un
vasco universal” y “Un vitoriano insigne,
el economista Luis Olariaga”.
Olariaga nació en Vitoria el 21 de
marzo de 1885, precisamente en el
popular edificio de la calle Correría
que llamamos El Portalón, falleciendo
en agosto de 1976 a los 91 años de
edad. Hizo sus primeros estudios en
el Instituto vitoriano de la calle Becerro de Bengoa. Allí obtuvo el título de
bachiller. Poco después ingresó como
escribiente en la banca, al propio tiempo que estudiaba idiomas. Posteriormente se licenció en Derecho por la
Universidad de Madrid, doctorándose
con nota de sobresaliente. A partir de
1912 perfecciona sus conocimientos en
las Universidades de Londres y Berlín
pensionado por la Junta de Investigaciones Científicas, especializándose en
Economía Política. Ejerció como profesor numerario de Política Social en el
grupo de Doctorado de Derecho de la
Universidad matritense, profesor honorario de la de Santiago de Chile y doctor
Dos libros de Luis Olariaga.
Fundación Sancho el Sabio.
honoris causa en la de Buenos Aires y
otros centros universitarios latinoamericanos. En 1922 le eligieron como consejero de la delegación de España en las
Conferencias Económicas de Génova y
Berna, con participación de la flor y nata
de economistas europeos. Luis Olariaga fue presidente del Consejo Superior
de Banca y Bolsa, vocal del Consejo de
Ferrocarriles y gobernador del Banco
de España, recibiendo a lo largo de su
vida diversas condecoraciones nacionales y extranjeras.
De su amplio currículo, Venancio
del Val nos informa que fue en Londres
donde conoció y trabó amistad con su
paisano Ramiro de Maeztu. En el cam-
36
po de trabajos periodísticos sobresalió
como columnista de política económica y banca en la revista España, que
dirigía José Ortega y Gasset, y como
editorialista en importantes periódicos
madrileños como El Sol y El Imparcial.
En 1922 se le encargó reorganizar
el Ministerio de Industria y Comercio, en
el que ostentó la jefatura de Comercio
Exterior, al tiempo que se le designaba
vocal secretario de la comisión española
en la Conferencia Internacional de Economía Financiera en Génova. En 1928
ejerció como secretario del comité interventor en la nueva reestructuración del
Ministerio de Hacienda, colaborando en
la redacción de varias disposiciones legisladoras y en la creación del Banco
Exterior, del que fue secretario general.
En los inicios de la Facultad de Ciencias
Políticas y Económicas, allá por 1944,
fue profesor de la asignatura
Teoría del Dinero, y en la
Facultad de
Derecho de la
misma Universidad explicó
la disciplina de
Economía Política. En 1948,
con la colaboración de los
grandes bancos,
fundó el Instituto
Bancario de Madrid y Barcelona,
encargándose de
su dirección. Años
más tarde, en 1957,
se crea en la Facultad de Derecho (Madrid) la Cátedra Luis
Olariaga de Economía Bancaria.
Esta es una resumida muestra de lo
que en el sector económico-financiero supuso la presencia
a nivel nacional e internacional del cerebro vitoriano don Luis Olariaga Pujana,
quien, siendo uno de los más ilustres
hijos de esta ciudad, casi nadie sabe
que existió. Ni siquiera ha merecido el
honor de titularle una calle en su pueblo
natal, cuando otros la tienen sin apenas
mérito para ello.
Nota final. Este artículo se publicó en
el número 1 de la revista vitoriana Dato
económico, octubre de 2002. Lamentablemente, el texto apareció cortado,
por lo que se reproduce aquí en su totalidad.
VENANCIO DEL VAL
†
Unas ordenanzas municipales
de
V i t oria
Es loable, aconsejable y necesario el establecimiento y
aplicación de Ordenanzas o normas para el mejor funcionamiento o desarrollo de cualquier actividad, bien dentro de
ambientes particulares y privados, como en lo público, para
conseguir el buen orden de las cosas.
Han existido, y aún existen, Ordenanzas en entidades
de variados fines, en asociaciones y agrupaciones de uno u
otro carácter y en comunidades de uno u otro signo. Concretamente en Vitoria encontramos Ordenanzas en los libros de
Cofradías piadosas y en las vecindades de nuestras calles.
Existen varias Ordenanzas de Hermandad para el régimen de los pueblos, que nos resultan interesantes y curiosas,
y que en la actualidad tan útiles podrían ser.
Ya aparecen referencias en el siglo XV cuando se alude
a las Ordenanzas viejas del año 1417 a las que suceden las
Ordenanzas nuevas de 1488.
Estos textos han sido muy útiles para el buen ordenamiento y régimen de la población. Hoy asistimos a unos fenómenos de incivismo, que nos hacen pensar en aquellas
Ordenanzas. Tenemos, por ejemplo, las pintadas irrespetuosas en las paredes y monumentos, desmanes o algaradas
callejeros provocados por una libertad mal entendida o un
sentido democrático errado.
En los tiempos de que hablamos, al mismo tiempo que los
municipios y otras corporaciones hacían valer las ordenanzas para su buen gobierno, se estudiaba en las escuelas de
enseñanza primaria la asignatura de Urbanidad, tan útil para
la educación ciudadana, así en el ámbito doméstico, como
en el urbano cívico.
ORDENANZAS DE HACE MÁS DE 80 AÑOS
Hacia el final del primer cuarto del pasado siglo XX, el Ayuntamiento vitoriano promulgó unas Ordenanzas municipales
que, sin pasar mucho tiempo, con el cambio del tiempo y la
sucesión de regímenes políticos, quedaron en desuso. Habían sido elaboradas dentro de un periodo liberal, anterior a
las dos dictaduras del siglo, la de la época de los gobiernos
de Primo de Rivera-Berenguer y la de Franco.
Dichas Ordenanzas, editadas por la misma Corporación municipal, eran de obligado conocimiento para los empleados municipales e incluidas dentro del programa de las
oposiciones para acceso a la plantilla oficial de oficiales del
Ayuntamiento.
Fueron aprobadas en sesión del día 11 de agosto de
1921, siendo alcalde Herminio Madinaveitia, y confirmadas
el 11 de octubre del mismo año, de conformidad con la Comisión provincial. Fueron editadas en la imprenta de Iturbe;
en volumen aparte lo estaban las Ordenanzas especiales referentes a obras.
Las Ordenanzas municipales de la Ciudad de Vitoria de
1921 comprenden 10 títulos, 41 capítulos y otras tantas secciones.
Comienzan en el primer título señalando el término municipal de Vitoria a los efectos administrativos, dividido en
seis distritos. Se completa
el título primero diciendo a
quién corresponde la autoridad municipal, señalando
los derechos y deberes de
los habitantes.
El título segundo trata
de las fiestas y espectáculos públicos: festivales religiosos,
fiestas populares, ferias, espectáculos públicos, teatros y cines,
Carnaval y bailes públicos, corridas de toros.
Foto: Fundación
Sancho el Sabio
DE LA MORALIDAD Y TRANQUILIDAD PÚBLICA
Bajo este título se comprenden siete capítulos, que tratan de
juegos y rifas, embriaguez y blasfemia, mendicidad, prostitución, anuncio y venta de libros y periódicos, niños perdidos y
abandonados, serenatas, músicas, cencerradas, etc.
Entre otras cosas leemos: “La vía pública no podrá ser
ocupada en punto alguno con juegos, aun cuando sea de los
no prohibidos por la ley”.
Se prohibía el ejercicio de la prostitución en las plantas
bajas de los edificios, en las calles céntricas y principales, en
lugares cercanos a escuelas de primera enseñanza y otros
centros de educación y cultura, en edificios colindantes o inmediatos a cualquier iglesia o instituto religioso. Las ventanas
y balcones de las casas de lenocinio debían estar constantemente cerradas por toldos o persianas que impidieran ver el
interior de las habitaciones desde la calle y casas vecinas. Las
mujeres dedicadas a la prostitución que con palabras, signos
o de otro medio tratasen de atraer la atención de los transeúntes serían trasladadas al depósito retén municipal y sujetas al
máximo de multa.
También figuran estos dos artículos: “Sin permiso de la
Alcaldía se prohíbe desde las diez de la noche en adelante
cantar o tocar instrumentos músicos, ni producir clase alguna
de ruidos molestos, ni dar gritos en las calles, plazas o paseos
públicos”.
“Se prohíbe dejar por las noches en los patios o galerías,
aunque sean interiores, y, a mayor abundamiento, en la vía pública, animales que, con sus gritos o cantos turben el descanso
de los vecinos”.
SEGURIDAD PERSONAL
En cuanto al tránsito de peatones, “tendrán preferencia aquellos a cuya derecha en el sentido de su marcha estén colocados
los edificios”.
“Tampoco se permite la parada o estacionamiento de personas que impidan el tránsito público, ni sentarse en las calles,
cordones de las eras, ni en los umbrales de las puertas de las
casas”.
“Queda prohibida, sin motivo justificado, la formación de
corros o grupos que obstruyen el paso, así como el correr precipitadamente por las calles”.
37
Landázuri
Se habla del tránsito de ganado y caballerías, de carros,
carritos de mano y coches, referidos éstos a los tirados por
caballerías.
“Todos los carruajes destinados al transporte de personas deberán llevar dos faroles, uno a cada lado del conductor,
exceptuándose las diligencias, carritos y tartanas, que podrán
llevar uno solo en la parte superior de la delantera. Los coches
de servicio público llevarán también su interior convenientemente alumbrado”.
Los velocípedos debían ir provistos de bocina o aparato sonoro. “Los automóviles en su paso por el interior de la
población deberán llevar una velocidad moderada, que no
exceda de la de un caballo al trote”.
Dentro del mismo título de la seguridad personal, se trata
de los perros, alumbrado, conducción de aguas, vigilancia,
incendios y otros servicios.
POLICÍA SANITARIA Y DE ABASTOS
En el título dedicado a policía sanitaria se trata de la limpieza,
pavimento y su conservación, aguas, lavaderos, medidas de
higiene, desinfecciones, epidemias, focos de infección, vacunación, extracción de pozos, extinción de animales muertos,
cría de animales domésticos, cementerio, higiene de los establecimientos y vivienda, establecimientos insalubres, traperías, cuadras y establos, casas de baños, barberías y peluquerías, escuelas y colegios particulares, talleres y fábricas,
habitabilidad, construcción de nueva planta y de reforma,
retretes, fregaderos, sumideros de cocina, lavabos y baños,
ejecución de las obras.
En cuanto a la policía de abasto, se dedica atención a la
inspección de sustancias alimenticias, mercados y establecimientos para la venta de substancias alimenticias, venta de
carne, pescados y caza, venta de leche, fabricación y venta
de pan, matadero, pesas y medidas.
INSTALACIONES INDUSTRIALES
Siguen los capítulos dedicados a instalaciones industriales,
en los que se comprenden los siguientes apartados: establecimientos peligrosos e incómodos, licencias de instalación, inspección, generadores de vapor, generadores fijos,
38
generadores semi-fijos y locomóviles, aparatos inherentes
a los generadores, motores, transmisores y máquinas para
operadoras, ascensores y montacargas, aparatos de destilación, hornos y fraguas, chimeneas industriales, substancias
explosivas y combustibles, almacenes, tiendas, transportes
de explosivos.
ORNATO PÚBLICO Y POLICÍA RURAL
Los últimos títulos o apartados que contienen las Ordenanzas
municipales de 1921 se refieren a estos aspectos. Se trata de
las edificaciones y su relación con la estética y los diversos
elementos que se relacionan con ello: letreros, lápidas, monumentos, etc.
Por lo que respecta a la policía rural, se trata de la mejora,
custodia y conservación de los paseos y jardines públicos,
que estarán a cargo de la Corporación municipal, a excepción
de aquellos cuya propiedad pertenezca a otras entidades,
con siete prohibiciones, entre ellas, coger plantas, flores,
hojas o ramas, causar desperfectos en los bancos, verjas,
fuentes, estatuas y monumentos, o en cualquier objeto de comodidad u ornato, invadir los parterres o macizos de los jardines, entrada de perros u otros animales, y, por último, “realizar
todo acto que, ejecutado injustificadamente, produzca daños
en los jardines y paseos, vaya contra su ornato u ocasione
molestias a los transeúntes”. Se señalan otras prohibiciones
que dañen o deterioren los terrenos o caminos vecinales. Se
dictan disposiciones para la custodia de los campos, entre
ellas las que afectan a los cazadores. Finalmente, se señalan
la multas y penalidades para los infractores.
DIVISIÓN TERRITORIAL
Como apéndice a las Ordenanzas, se incluye al final relación
de todas las vías públicas de la Ciudad de Vitoria y sus 44
pueblos, pertenecientes a las seis Tenencias de Alcaldía del
Ayuntamiento, conforme a la división aprobada en sesión ordinaria del día 9 de enero de 1889.
La sexta Tenencia de Alcaldía comprendía a los pueblos
del término municipal.
Se completaba con una tabla de las temperaturas.
ÁNGEL IBISATE LOZARES
En busca de E.O., el primer
periodista alavés en euskara
Varias veces ha tratado el Prof. Javier Díaz Noci de los
textos periodísticos alaveses en lengua vasca aparecidos
en aquel efímero semanario (mejor, tentativa de semanario)
que, con el título y subtítulos Gure Izarra. Euskalerrico berriac.
Astean bein, se comenzó a publicar en París en 1888, del que
sólo aparecieron dos números: un número 0, fechado el 13
de octubre, del que únicamente se conoce un ejemplar, en
la Biblioteca Nacional de París, y el número 1, fechado el 30
de octubre, del que se conservan dos ejemplares, uno en la
misma biblioteca francesa y otro en la del Parlamento Vasco
de Vitoria, que, gracias a la amabilidad de la bibliotecaria
Charo Valverde, hemos podido examinar en fotocopia, pues
el original se halla en fase de restauración.
El asunto lo trató Díaz Noci por primera vez, dentro de un
panorama más amplio, en su estudio “El periodismo alavés
en lengua vasca: una aproximación histórica (1888-1936)”,
en Sancho el Sabio 6, 1996, 393-417. Tras informar de lo que
se conoce de la historia del proyecto, el autor hace un amplio
resumen de las noticias de Álava aparecidas en ambos números, señalando las características lingüísticas de las informa-
ciones remitidas por dos corresponsales, que firman con sólo
iniciales: E.O. (en el número 0) u O. (en el número 1), en dialecto guipuzcoano, y B. (éste únicamente en el número 1), en
dialecto vizcaíno. El trabajo se enriquece con la transcripción
de los textos de las noticias alavesas, que Díaz Noci da en
anexos.
Un escueto resumen de los datos ofreció después en un
corto artículo titulado “Balbuceos del periodismo alavés en
lengua vasca: Gure Izarra”, aparecido en la p. 39 de la denominada “Revista de Álava” del domingo 4 de enero de 1998,
suplemento dominical de El Periódico de Álava. Encabezando
el breve texto, se reproducía la que aparece como la primera
página del número 1, si bien, comparado el texto periodístico
que contiene con los anteriormente publicados y a la vista
del ejemplar del Parlamento Vasco, se trata en realidad de
una composición fotográfica en la que la cabecera, fecha y
número son, efectivamente, las del número 1, mientras que el
texto es el del número 0.
Últimamente lo ha tratado en el trabajo “Textos periodísticos alaveses en lengua vasca (1888)”, publicado precisa-
39
Landázuri
mente, en esta misma revista Landázuri, números 8-9-10, julio
de 2001, p. 28-30. Este artículo repite a la letra el texto acerca
de Gure Izarra publicado en Sancho el Sabio. Pero aporta la
novedad de la reproducción (desgraciadamente, en tamaño
excesivamente reducido y sin incluir las cabeceras, con las
fechas y numeraciones) de parte de las primeras páginas de
ambos números, lo que nos permite ver cómo se daban en el
periódico, las primeras y bajo el escudo de la Provincia, las
informaciones de Álava.
El interesado tiene ya en los trabajos del Prof. Díaz Noci
todo lo que se puede saber hoy acerca de ese primer ensayo
de periodismo alavés en euskara. Nuestra “aportación” (entre
comillas, pues, como se verá, no es casi aportación, ni nada)
va en otra dirección.
Una buena parte de las informaciones de Álava, la mayor,
se refiere a localidades del Ayuntamiento de Barrundia y su
capital Ozaeta (a cuya situación lingüística se refiere en breve
y ágil pincelada, que no nos resistimos a reproducir: “Emengo izketa edo itzmodua ezta ez euskera ez erdera: emetic
euskera[k] iguez eguindu eta erdera ez da oraiñdik allegatu”).
Están escritas en dialecto guipuzcoano y proceden del corresponsal que las suscribe con las iniciales E.O. en el número 0,
y O. en el número 1 (El que los comunicantes de Gure Izarra
firmaran sus envíos con sólo las iniciales no fue excepción,
sino regla, según señala el mismo Díaz Noci, y todos ellos
permanecen hoy en el más oscuro anonimato, “salvo el de
San Sebastián, M.S., sin duda Marcelino Soroa”).
De él dice el Prof. Díaz Noci: “Desconocemos quién fue
su autor, pero, a tenor del cuidado euskera que poseía, y
del hecho de que por el dialecto empleado no era alavés,
debemos suponer que pertenecía al estamento religioso, que
durante siglos ha desempeñado con respecto a la lengua
vasca el papel de elite, de custos linguae”. Conjetura nada
descabellada, pues en la antigua diócesis de Vitoria, que
comprendía las tres Provincias Vascongadas, no era raro que
sacerdotes guipuzcoanos ejercieran su ministerio en Álava.
La suposición de tratarse de un eclesíastico y su localización en el ámbito reducido de Barrundia nos hicieron pensar
que no resultaría difícil desvelar el nombre de quien se ocultaba tras esas iniclales y dar a conocer la persona del sacerdote
que sería el primer periodista alavés en lengua vasca.
Parecía sencillo. Era cuestión de buscar a E.O, entre quienes en 1888 eran curas de los pueblos de Barrundia y, una
vez hallado, ver qué otros datos podían darse de él. Para lo
primero bastaba con abrir por ese año los respectivos libros
parroquiales. Es lo que hemos hecho: hemos examinado personalmente los libros que están ya depositados en el Archivo
Histórico Dicesano, mientras que el examen de los que no lo
están aún lo han hecho para nosotros y nos han comunicado
el resultado sus párrocos, a los que desde aquí agradecemos
su servicio.
Pues bien (¿o pues mal?), la ilusión se ha visto frustrada,
vana ha sido la presunción y estéril el intento. No responden
a las iniciales E.O. los curas que en 1888 lo eran de Audikana
(Valentín del Río), Dallo (Gregorio Gómez de Segura), Etxabarri-Urtupiña (Julián Ruiz de Alda), Elgea (Pedro de Landa / Silvestre de Bengoa), Etura (Ramón Corcuera), Garaio
(José Domingo Ochoa de Erive / Cándido Escudero), Gebara
y Maturana (Ramón Domínguez Fuente), Heredia (Santiago
Ugarte), Hermua y Larrea (Juan Bautista Oleaga), Larrintzar
y Marieta (Justo Ramón de Landa), Mendixur y Urizar (Juan
Ibáñez de Garayo), ni tampoco el de Ozaeta (Emeterio Martínez de Maturana).
40
A pesar del fracaso, no nos hemos dado por vencidos,
pues todavía quedaba un resquicio abierto: la posibilidad de
que E.O., aunque muy relacionado con Barrundia, no estuviera de cura allí.
Pensamos enseguida en el capellán de las monjas cistercienses del próximo monasterio de Barria, suponiendo que,
dada la proporción notable de euskaldunes entre ellas, bien
podría ser que hubieran obtenido el nombramiento de un capellán guipuzcoano. Mas tampoco es él, pues el capellán era
entonces Urbano Pastor (O.C.S.O.), según información que
debemos a la monja encargada del monasterio, hoy en Oion.
Hemos perseverado en nuestro empeño. En el fichero,
puede que no completo, de los eclesiásticos seculares pertenecientes a la diócesis de Vitoria hemos hallado 30 nacidos
en el siglo XIX cuyas iniciales eran E.O. De ellos pudimos
descartar a 27, cuyos datos de nacimiento, ordenación o destinos los excluían positivamente, De los tres restantes, son
tan escasos los datos poseídos que no permiten asegurar la
misma conclusión; sin embargo, dos nos parecen altamente
improbables: Eladio Olave (nacido en Espejo en 1865, del
que sólo consta su tonsura clerical en 1882) y Elías Ordeñana
(nacido en Lemoa en 1843 y ordenado diácono en 1868), ya
que las que hemos de suponer sus hablas maternas no coinciden con las de E.O.
Queda sólo uno, el último: nacido en Tolosa en 1838 y
bautizado como Victoriano Evaristo Oteiza, nombres con los
que figura en la documentación consultada (excepto en las
certificaciones de estudios en Pamplona, donde los cursó,
en las que se le nombra simplemente Evaristo), del que se
anota que fue ordenado presbítero en 1864 y que falleció en
Urruña en 1919, pero cuyos demás pasos, y, más concretamente, dónde se hallaba en 1888, no se conocen. El dialecto
guipuzcoano de su lugar natal y esa su conexión (al menos en
su última hora) con Francia, cuna también de Gure Izarra, son
tenues hilos que no nos atrevemos a cortar con una exclusión
terminante.
El lector que haya llegado hasta aquí (si alguno hay) muy
bien podrá calificar nuestro trabajo de “parto de los montes”. Haciendo verdad el verso de Horacio: Parturient montes. Nascetur ridiculus mur (Ars poetica 139), el único fruto
del laborioso parto ha sido el ridículo ratoncillo de no haber
encontrado a nuestro anónimo E.O. entre los eclesiásticos
conocidos de la diócesis de Vitoria. Es verdad. Mas, aun así,
no damos por del todo infructuoso nuestro esfuerzo. Quien
quiera ahora seguir buscando al personaje ya sabe algo que
nosotros ignorábamos: dónde no ha de hacerlo. ¡Ojalá alguien
dé pronto con él!
entrevista
MIEL A. ELUSTONDO Y HENRIKE KNÖRR
William A. Douglass,
el vascólogo inquieto
William Anthony Douglass ha sido bautizado alguna vez por sus propios colegas con el nombre de “Mr. Basque”. El
antropólogo norteamericano es el fundador del Basque Studies Program (hoy Center for Basque Studies) de la Universidad de Nevada-Reno en 1967, y ocupó el puesto de coordinador del Programa hasta su jubilación. Ha dedicado
la mayor parte de su vida a labores de investigación. Entre las obras que ha publicado figuran, por ejemplo, Death in
Murelaga (1969), Amerikanuak: Basques in the New World (1975) –en colaboración con Jon Bilbao–, Beltran: Basque Sheepman of the American West (1979), Emigration in a South Italian Town: An Anthropological History (1984),
Azúcar amargo. Vida y fortuna de los cortadores de caña italianos y vascos en la Australia tropical (1996), Terror and
Taboo. The Follies, Fables and Faces of Terrorism (1996) –en colaboración con Joseba Zulaika–, Tap Dancing On Ice,
The Life and Times of a Nevada Gaming Pioneer (1996) –la biografía de su padre–, o Casting about in the Reel World.
Fishing on the Fly, etc. Ha sido premiado y galardonado en más de una ocasión, tanto en la Universidad de Nevada,
como en la UPV-EHU. Fue nombrado Doctor honoris causa por la Universidad del País Vasco en 1984, y Académico
de Honor de la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia en 1998. En 1999 recibió el Premio Lagun Onari
concedido por el Gobierno Vasco por su incansable labor intelectual a favor del País Vasco.
Usted nació en el Oeste de los EEUU...
Sí. Nací en Reno (Estado de Nevada), el 4 de diciembre de 1939. Soy el mayor de cuatro hermanos. Me siguen
John, tres años menor que yo, y dos hermanos más jóvenes.
Pero entre los dos mayores y los dos menores hay un gran
intervalo: le llevo 17-18 años al tercero, y 20-21 al pequeño.
Prácticamente son mis hijos, más que mis hermanos.
¿Qué nos puede contar de sus antepasados?
Mi abuelo destacó en la minería, era molinero de la piedra. Hacía las pruebas químicas de la piedra para determinar
su contenido. No tenía formación pero era un experto en el
tema y estaba muy bien considerado. También fue buscador
de oro. En 1892-93 encontró oro con unos compañeros. La crisis económica era muy fuerte, no tenían trabajo y encontraron
oro. Fundaron un pueblo pequeño en el sur de Nevada, al que
llamaron Douglass Camp. No duró más que unos años. Fue
también uno de los descubridores de otro yacimiento muy rico
en Tonopah (Nevada), y financió a muchos buscadores. Éstos, a cambio, le daban participación en sus yacimientos. Así
que era muy conocido tanto en éste como en otros Estados.
Hizo fortuna y luego se arruinó. Falleció antes de que mi padre
terminara la secundaria. Mi padre sólo pudo hacer un año de
universidad. En cuanto a mi madre, era de Los Angeles, pero
procedía del Este, de Virginia. Nació en el seno de una familia
del siglo XVIII, así que formaron parte de los primeros colonos,
aunque no vinieran en el Mayflower, pero no anduvieron lejos.
Ella se crió en el seno de una familia modesta. Mi abuelo materno tuvo muchos problemas. Creo que era alcohólico, así
que mi madre tampoco tuvo escuela.
Entre mi padre y mi madre apenas completaron un año de
universidad. Mi padre se hizo empresario del juego, casinero,
como digo en mi castellano. Empezó con una ruta de tragaperras en las tabernas de los campamentos mineros del centro de
Nevada. Tenía unas tres máquinas tragaperras a medias con
el propietario de cada taberna. Era un nómada. Pasaba cuatro
días de la semana haciendo esa ruta, contando las monedas y
arreglando las máquinas rotas. De pequeño le acompañé más
de una vez en su recorrido y llegué a conocer aquel mundo.
¿Qué ambiente cultural le rodeaba?
En casa no había gente letrada. Mi madre era muy guapa,
y muy aficionada a la lectura. Tenía un programa semanal
de radio sobre poesía. Todavía, con más de 93 años, sigue
leyendo 4 o 5 libros a la semana: poesía, novela policiaca y
también ensayo. Y tiene mejor memoria que yo. En casa había
una biblioteca. A mi madre le gustaba escribir obras de teatro
y formaba parte de un grupo aficionado. A veces dirigía las
obras e incluso actuaba. Fue autodidacta, pero llegó a ser
bastante culta.
Mi padre, no. Él era un negociante nato. No entendía de
música, ni de literatura, ni de nada, aunque le gustaba leer
temas de política. Leía semanarios como Newsweek, etc. En
ese sentido nuestras cenas eran muy animadas. Hablábamos
mucho de política y manteníamos una conversación bastante
elevada. Nuestros padres eran liberales, demócratas. Eran de
raíces humildes, e identificados con la clase no obrera, pero sí
media baja. Nunca llegamos a pasar penurias, pero tampoco
pudimos derrochar. Siempre tuvimos de comer y también buena ropa, pero la casa era modesta. Más tarde, nuestro padre
hizo dinero. Llegó a ser casinero de fama. Poseía casinos en
Las Vegas, Lake Tahoe, Reno, etc. Los de Reno quebraron,
mientras que vendió los otros. Escribí un libro sobre él. Lo
titulé: Tap Dancing On Ice (“Bailando de puntillas en el hielo”). Lleva por subtítulo: Un pionero en el juego de Nevada.
Cuando mi padre murió en 2002, con 91 años, era un señor
conocido en Nevada. Con esto quiero decir que de pequeño
yo no tenía interés en lo académico ni en lo intelectual.
41
Landázuri
¿Hizo aquel viaje a Venezuela?
Háblenos de sus estudios…
Hice tanto la escuela primaria como la secundaria en centros católicos. Ninguna de los dos centros era bueno. Claro
que yo era un solitario y no me gustaba estudiar. Yo prefería
andar por el monte, cazar animales de pieles (castores y ratas de agua, visones, coyotes, gatos monteses...). A veces
iba con algún compañero, y otras, solo. Allí pasaba mucho
tiempo, fuera invierno o verano. También andaba mucho en
el desierto. Tendría 14-15 años cuando pusimos un pequeño
negocio de reptiles. Cazábamos culebras, lagartos, etc., desde Nevada hasta el norte de México en Sonora.
Yo no leí mi primera novela hasta los 16-17 años. Hasta
entonces leía libros prácticos sobre la caza. También me entró
interés por los libros de aventuras, de exploradores en el Amazonas... Era mi mundo fantástico. Mi vía de escape. Aquellos libros,
sí. Literatura seria, no. Tenía maña en los estudios. Mi primer año
de secundaria me enviaron a un seminario laico de Fresno (California), donde enseñaban los jesuitas. Eramos 19 internos y doce
profesores, de los mejores. Parte del día no podíamos hablar.
Estudiar, rezar, cantar gregoriano... ésa era nuestra vida. Aprendí
mucho en aquel año. Los tres años restantes de secundaria los
hice en Reno. Fue muy fácil, porque la formación de aquel año
me lo permitió. No tenía ni que estudiar en Reno.
¿Y su ingreso en la universidad?
Comencé mis estudios universitarios en Reno, aunque yo
no quería estudiar. Pero mi padre estaba empeñado en que yo
ingresara en la universidad. Recuerdo que el verano anterior
a mi ingreso en la universidad me marché a México a cazar
culebras. Mi intención era no regresar a tiempo, pero estando
en México el coche se nos averió y tuve que llamar a mi padre
para pedirle dinero. Mi padre me envió el dinero, pero con
la condición de que volviera a tiempo para la universidad.
Así que volví e hice el primer semestre en la universidad, a
disgusto y pensando en marcharme a Venezuela en busca
de diamantes. Era lo que había leído en aquellos libros de
aventuras. Comencé a ahorrar dinero para el viaje a Venezuela trabajando de noche en una farmacia. Mi padre estaba
desesperado, me pagaba 250 dólares al mes para que yo
fuera a la universidad. Yo ya le había contado mis intenciones
de ahorrar dinero y hacer el viaje. Así que en aquella época
fui estudiante porque mi padre me pagaba dinero para que
yo no faltara a la universidad. Y yo iba, pero no estudiaba, no
estudiaba nada.
42
Lo intenté. Nos pusimos en marcha pero mi compañero
me dejó a medio camino. En Ciudad de México se echó
atrás. Yo seguí adelante y anduve en Yucatán, Guatemala,
Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá...
llegué hasta Barranquilla, en Colombia. Estando en Panamá
recibí la noticia de que mi madre estaba embarazada. Ella
era mayor y mi padre me pedía que volviera a casa enseguida, porque mis andanzas le tenían muy preocupada y él
mismo me necesitaba para que le ayudara en las labores de
casa. Nuestra madre estaba esperando el cuarto hijo y mis
padres necesitaban que yo les ayudara a cuidar al tercero,
que todavía era un niño. Volví a casa y trabajé para ganar un
poco de dinero y ayudar en casa. Mientras, mi padre insistía
con la universidad. Así que yo seguía estudiando en la universidad y trabajando de noche en la farmacia. Mi siguiente
proyecto era ir a Alaska a cazar animales de piel. Mi padre
tampoco cambiaba de idea. “Te mando a la universidad que
tú elijas, con tal de que estudies”. Y así, una noche, estando
en la farmacia leyendo una revista –de noche apenas solía
haber clientes–, leí un artículo sobre cursos en el extranjero.
Era un programa novedoso de la Universidad de New York
en el campus de Madrid, en la Complutense. Aquello me
interesó. Mis andanzas en Latinoamérica habían hecho que
me interesara en aprender castellano. Así que aquel campus
me interesaba. El viaje que hice hacia Venezuela también
me animó a la Antropología, porque había estado expuesto
a otras culturas. El caso es que me sentía frustrado por no
poder comunicarme en castellano. Después del famoso viaje
había empezado a estudiar castellano en Reno, en la universidad, pero sin avanzar demasiado. Así que me empeñé
en ir a Madrid.
Así llegó a Madrid y, más tarde, al País Vasco...
Cuando le expuse mi propuesta, mi padre quedó sorprendido. No se lo esperaba. Pero un trato era un trato para
él, así que me apoyó. Con 19 años fui a Europa, solo. Llegué
a Madrid hablando algo de castellano, pero tuve que comenzar mis estudios en la Complutense a la vez que asistía
a cursos de castellano. No fue fácil, pero fue maravilloso.
Allí abrí los ojos. Era como vivir en un refugio. Apenas podía hablar ni entenderme con nadie en castellano y por las
noches leía mucha literatura en inglés. Novelas. Me interesé en Dostoievsky, Tolstoi, Steinbeck... me enamoré de la
literatura. Fue un año fabuloso: yo era un joven americano
con unos pocos dólares en Madrid. Entonces era como ser
rico. Eran tiempos duros en Madrid. Tuve como profesor de
música española a Joaquín Rodrigo. Venía con su esposa
porque él era ciego y ella le ayudaba con el tocadiscos, etc.
Nosotros, sus alumnos, éramos unos jóvenes americanos de
19 años. Pero él tenía tiempo y ganaba unas pesetas con
aquellas clases. Nos enseñaron los mejores profesores del
momento, porque estaban pasando una mala época. Era
cuestión de dinero. Me impresionó el baile flamenco y me
apunté a unos cursos. También lo hice por hacer ejercicio.
Yo he jugado a baloncesto, he hecho atletismo, squash...
En Madrid me faltaba hacer ejercicio, así que asistí a clases
de flamenco en el Rastro. Mi profesor se llamaba Paco Fernández. Era uno de los bailarines de José Greco. A menudo
no teníamos clase porque andaban de gira. Pero, cuando
estaba en Madrid, impartía clases. Aquel fue nuestro Madrid
y allí despertaron mis intereses intelectuales. Sin aquel año
en Madrid, no hubiera llegado a Reno de coordinador del
Programa de Estudios Vascos. Irónico.
Pero su intención era aprender castellano...
Mi idea era convertirme en profesor de español o de literatura castellana. Era una opción. En primavera caí enfermo
y tuve que ir a Torralba, cerca de Málaga. Fui a pasar un mes,
porque el médico tenía miedo de que me entrara la tuberculosis. Mi abuela paterna murió de tuberculosis. Yo estuve
expuesto a ella constantemente y, en esos casos, siempre das
positivo en los tests. El caso es que en Madrid pillé una bronquitis y el médico quiso enviarme de vuelta a los EEUU, pero
le convencí para que me enviara al Mediterráneo, a un lugar
seco, antes que a casa. Pasé un mes en Torralba, leyendo
el Quijote. Fui el único de mi clase que lo leyó en castellano.
Lo terminé, después de mucho diccionario y muchas horas.
También me di cuenta de que ser profesor de literatura limitaba mucho. Así me entró el interés por la Antropología. Había
asistido a algún curso de Antropología en Reno y siempre se
me quedó en la cabeza. En la Complutense también asistí a
algún curso, de oyente, pero en el 59, en tiempos de Franco,
era difícil impartir Antropología en Madrid. Había una asignatura llamada “Geografía humana de los pueblos de España”
y asistí a aquellos cursos. En realidad eran clases de Antropología o de Etnografía. Volví a Reno con la idea de volver a
Iberia para seguir mis estudios...
Vuelta a Reno y vuelta a la universidad...
Sí. Cuando llegué a la Universidad de Reno resulta que
había completado tantos créditos que enseguida me gradué
en literatura española. Era mi bachelor. A continuación envié
una solicitud a la Universidad de Chicago, al programa de
Antropología. Yo no tenía tan buenas notas como para entrar
allí, pero sí un contacto, y entre una cosa y otra me admitieron.
Y marché a Chicago a empezar mis estudios de Antropología.
Allí comencé a leer libros sobre la Península Ibérica. Sobre
todo, las obras de Caro Baroja: Los pueblos de España, Los
pueblos del Norte, Los vascos, La vida rural en Vera de Bidasoa... Leí aquellos libros y otros sobre Cataluña, en busca de
un lugar donde realizar mi trabajo de campo algún día. Los
vascos me interesaron más que los demás. En el Departamento de Chicago corrió el rumor de que Douglass se estaba
interesando por lo vasco. Sin haber estado en el País Vasco.
En Chicago había un profesor visitante, Julian Pitt-Rivers, que
escribió un libro, People of the Sierra, sobre Grazalema (Cádiz). Era amigo íntimo de Julio Caro Baroja y tuvo la intención
de hacer su trabajo de campo en el País Vasco, hacia los
años 40, pero le resultó imposible por razones políticas, así
que se desvió hacia Andalucía. Pitt-Rivers es, por otra parte,
el autor de la entrada Basque en la Enciclopedia Británica.
Él se alegró mucho cuando le dije que quería seguir por lo
vasco. Pitt-Rivers era profesor visitante y no pasaba mucho
tiempo en Chicago. Venía una vez al año o una cosa así. El
resto del tiempo vivía en París o Londres. El caso es que nos
entrevistamos. Pitt-Rivers fue muy amable conmigo y me animó mucho.
Para entonces ya estaba usted casado y con ciertas responsabilidades...
Durante mi primer año en Madrid conocí a una estudiante
americana. Nos hicimos novios, nos casamos con 20 o 21
años y casi enseguida tuvimos el primer hijo. Para cuando
terminé el primer año en Chicago tenía mujer y un niño recién
nacido, y no tenía beca. Además, tampoco me gustaba aquella ciudad. Me defiendo bien en las ciudades, pero no me van.
Ahora me están gustando más, pero en aquella época para
mí una ciudad era una cárcel. Para el segundo año tuve una
oferta de beca de la Universidad de Berkeley. Mi padre nos
ayudaba económicamente y nos dio acciones en un pequeño
negocio de tragaperras, un pequeño porcentaje que nos proporcionaba unos 200 dólares al mes. Nos defendíamos. Por
otra parte, de noche yo trabajaba mucho. Sobre todo durante
el verano. Trabajé en la construcción.
Estuvo en Berkeley, pero finalizó sus estudios en Chicago...
Después de completar el segundo año en Berkeley, tuve
la oportunidad de volver a Chicago por medio de otro profesor, Sol Tax, especialista en los indios mayas. Me contrató
para verificar la calidad de una traducción de unos cuadernos en castellano al inglés sobre el pueblo de Panajachel, en
Guatemala. Tax pensaba publicar un libro, pero no estaba
seguro de su castellano y me pagó para verificar la traducción. Una noche fui a cenar con él. Me preguntó cómo me iba
y le dije que echaba de menos Chicago, que su universidad
era mucho más seria que la de Berkeley. En Chicago nos
trataban como profesionales; en Berkeley, no. Noté una gran
diferencia. Intelectualmente, me sentía a disgusto. En cuanto
a vivir en California, estaba más a gusto que en Illinois. Tax
me comentó que si aprobaba los exámenes de Chicago me
podrían dar una beca y volver. Pero yo estaba en California
y la cuestión era cómo pasarlos no estando en Chicago. Tax
me dijo que se podía arreglar de modo que los hiciera en
Berkeley. Y allí los hice, a finales de primavera. Para entonces
estaba harto de estudiar. En aquel momento me llegó un poco
de dinero, unos 4.000 dólares, por unas acciones que tenía
en una caja de ahorros que se vendió. Con aquel capital en
el bolsillo convencí a mi mujer para ir a Europa, al País Vasco,
para conocerlo.
Aquel iba a resultar su primer viaje al País Vasco...
Así es. El caso es que yo no estaba seguro de querer
seguir adelante con mis estudios de Antropología. Estaba
aburrido de libros. De todos modos, hicimos los planes para
viajar a Europa. No tuve noticias de la Universidad de Chicago durante todo el verano. Para comienzos de septiembre
teníamos los billetes de avión y una semana o diez días antes
de marchar a Europa recibí una carta de Chicago diciéndome “¡Enhorabuena!”, que me habían concedido una beca y
que me esperaban pronto. Llamé al jefe del Departamento de
Antropología, Fred Eggan, y le expliqué mis planes de viaje
a Europa y al País Vasco. Solicité una prórroga de un año. Él
me pidió un par de días para considerarlo. Me llamó al día
43
Landázuri
siguiente diciéndome que me concedían la beca, que podía ir
a Europa, al País Vasco, pero a comenzar el trabajo de campo; que me pagarían la beca estando yo en Europa y que al
volver escribiría la tesis y terminaría los estudios formales. Me
faltaba un curso para finalizarlos. E hicimos el viaje. Pasé por
el Sur de Francia, cerca de Fons (Lot), donde Pitt-Rivers tenía
una finca enorme. Hice un par de días con ellos y me dio una
carta para Caro Baroja. Fuimos a las Cinco Villas, paramos
en la fonda María de Lesaka –mi mujer, nuestro hijo y yo, los
tres en una habitación–, y me puse en contacto con Caro. Él
fue muy amable conmigo. Anduvimos por las Cinco Villas,
sobre todo en Igantzi y Arantza, buscando alojamiento. Un
par de veces, en Arantza nos dijeron que nos iban a alquilar
una casa, pero al final siempre surgían pegas. Después de
pasar dos semanas en la Fonda María, cansados de vivir los
tres en una habitación, fuimos de paseo a Etxalar. Entré en
una taberna, empecé a hablar con Salvadora, la dueña del
bar. Le hablé de mi trabajo y le conté mis planes. Ella llamó a
Adela, la esposa de Angel Sarobe. Tenían una hija que servía
en París y que había comprado parte de la casa Agerrea, en el
casco de Etxalar. La habían remodelado y la tenían preparada
para alquilar. Así llegamos a Etxalar.
¿Cuál era su plan de trabajo en Etxalar?
Yo llegué a Etxalar sin proyecto de trabajo perfilado.
Normalmente, el antropólogo hace como mínimo un año de
trabajo de campo, así que pasamos unos meses ambientándonos. Con el paso del tiempo me di cuenta de que el tema
dominante en Etxalar era el éxodo rural: los caseríos estaban
quedando abandonados, la gente emigraba a Irun o Pamplona, o se trasladaba a diario a Lesaka, ya antes de la entrada
de Laminaciones (esta fábrica afectó a Etxalar más tarde).
Habíamos comprado un Volkswagen en París y el médico del
pueblo y nosotros éramos los únicos propietarios de coches
en Etxalar. ¡Un estudiante graduado y el médico! Poco a poco
decidí estudiar el tema que culminó en Oportunidad y éxodo
rural en dos aldeas vascas: Echalar y Murélaga. Lo de “dos
aldeas vascas” lo pensé yo y se lo consulté a Pitt-Rivers: me
pareció interesante hacer un estudio comparativo entre Etxalar y otro pueblo, con características similares, situado en la
otra punta del País, en Vizcaya. Hice un viaje, solo, de una
semana, de pueblo en pueblo, con la idea puesta en un lugar
situado, como Etxalar, a unos 40 kilómetros de una ciudad
–Etxalar de San Sebastián, Murelaga de Bilbao–. Necesitaba
un lugar situado a unos 20 kilómetros de un pueblo de tamaño intermedio, Irun y Gernika. Debían tener un número de
habitantes semejante, unos 1.000 habitantes. Una economía
basada fundamentalmente en la agricultura, pero con otros
aspectos también presentes: la pequeña industria en Murelaga, y la industria del carbón y, sobre todo, el contrabando, en
Etxalar... Escogí Aulesti después de culminar ese proceso de
andar de taberna en taberna. El tabernero de un bar de Arbatzegi, en Munitibar, me indicó que me convenía ir al párroco
de Murelaga, don Emilio Kortabitarte. Aquel tabernero me dijo
que don Emilio se interesaría mucho por mi trabajo, y así fue.
Don Emilio me llevó enseguida al barrio Zubero de Aulesti y
entramos en casa de los Goitiandia. Tanto el caserío como la
familia tenían el mismo nombre. Casualmente, el etxekojaun
había sido pastor en Idaho y tenía hijos en el Oeste. Nos recibieron bien, pero yo diría que, prácticamente, don Emilio les
ordenó que nos acogieran en casa como inquilinos. Hice casi
un año más de trabajo de campo en Aulesti antes de volver a
Chicago. En Chicago querían que escribiera la tesis doctoral
sin preocuparme de la licenciatura. Pero para entonces ya
44
teníamos un hijo y eso suponía una responsabilidad para mí.
Yo pensaba: “Y si no apruebo, ¿qué va a pasar?”. Con el título
de licenciatura podría enseñar Antropología en un college, así
que insistí en licenciarme, aunque un poco en contra de los
deseos de mi mentor Pitt-Rivers y del Departamento. Para ello
necesitaba escoger un tema aislado de mi enfoque principal,
los cambios en la vida rural, la emigración, etc. Y se me ocurrió elegir el tema de la muerte, porque podía escribir sobre
los ritos funerarios sin manchar mi tesis doctoral. Esa fue la
génesis de Muerte en Murélaga.
Una tesis de licenciatura que más tarde sería publicada...
Sí. Pitt-Rivers presentó mi trabajo en el Departamento y
lo propuso para un premio. Y lo gané. Pitt-Rivers me animó a
publicar la obra, pero yo no estaba convencido de querer o
poder hacerlo y, además, tenía que escribir la tesis doctoral.
Yo diría que estuvimos en el País de 1963 a 1965. Volvímos a
Chicago en septiembre del 65, y en el 66 terminé los estudios
y escribí la tesis de licenciatura. En el segundo año, del 66
al 67, escribí la tesis doctoral sin tener que asistir a clases.
Para cuando terminé mi primer año en Chicago, Fred Eggan
sabía que yo estaba interesado en hacer trabajo de campo en
el País Vasco. Me comentó que había estado en Reno como
consultor del Desert Research Institute (DRI) con dos antropólogos más, uno de Berkeley, Robert Heizer, y otro de Colorado,
Omar Stewart. Los tres figuraban como consultores de DRI
con el fin de confeccionar la agenda de un posible centro de
ciencias sociales sobre el Oeste Americano: Center for Western North American Studies. Entre otras cosas, iban a llevar
a cabo estudios de los indígenas de la zona. Stewart propuso
estudiar a los vascos, argumentando que nadie había trabajado sobre los pastores vascos del Oeste americano, que era
un tema poco estudiado y que, por otra parte, los vascos eran
el pueblo misterioso de Europa, que la cultura vasca ofrecía
mucho material antropológico. El caso es que, en términos
geográficos, Nevada era el Estado central del asentamiento
vasco en el Oeste, y en Reno no les costó mucho aprobar la
idea de Stewart. Pero no tenían a nadie capaz de encauzar
el proyecto. Y es entonces cuando me hicieron entrar en el
juego. Antes de marcharme al País, Eggan me pidió permiso
para proponer mi nombre como posible candidato para el
puesto de antropólogo en un futuro centro sobre los vascos.
Yo le agradecí la idea, pero le respondí que todo aquello me
parecía prematuro.
El escritor Robert Laxalt también le animó a aceptar el puesto. ¿Cómo conoció a Laxalt?
Aquel verano, antes de marchar al País, me puse en contacto con él. No le conocía, pero sabía que vivía en Reno. Mi
prima era la secretaria del Secretario de Estado de Nevada.
Lo había sido durante casi medio siglo, vivía en Carson City,
la capital de Nevada, y Laxalt era de allí, un pueblo pequeño
de 6.000 o 7.000 personas donde todos se conocían. Así que
mi prima conocía a Laxalt. Un día, mi prima y yo estábamos
conversando y le hablé de mi plan de ir al País Vasco. Era
unos años después de aparecer la novela Sweet Promised
Land (“Dulce tierra prometida”) y para entonces Laxalt tenía
bastante fama. Laxalt era el portavoz de la comunidad vascoestadounidense. Mi prima le contó mi plan a Bob y éste me invitó a su casa de Reno. Fui a verle y charlamos. Él también iba
a venir al País, en año sabático, a escribir una novela. Iba a
residir en Garazi, y quedamos en vernos allí. Nos mantuvimos
en contacto. Fui de Etxalar a Garazi a visitarle. Para entonces
habían aprobado la idea de lanzar un Programa de Estudios
Vascos en Reno. Bob me animó a presentar mi candidatura
como director o jefe. Le habían ofrecido el puesto a él, pero
Bob no se consideraba vascólogo, ni mucho menos. Él era
director del servicio editorial de la Universidad, era periodista
de profesión y pensaba seguir en aquello. Así que yo le dije
que después de terminar la tesis podría interesarme, pero no
me comprometí con él. Así fue como conocí a Robert Laxalt.
¿Y su incorporación al puesto como director del Programa
de Estudios Vascos de Reno?
Mientras estaba en Chicago escribiendo la tesis, Wendell
Mordy, Director de DRI, se puso en contacto conmigo. No
habían tenido éxito a la hora de contratar a nadie para llevar
a cabo su idea del Programa de Estudios Vascos. Pero siguieron con la idea. En 1965, estando yo en Chicago, me trasladé
a Denver a la asamblea anual de antropólogos. Allí me reuní
con Mordy y su asistente. Y me ofreció el puesto, para comenzar a trabajar enseguida e incorporarme en septiembre del
66. Yo tenía miedo de no terminar mi tesis. Él me decía que
podría terminarla en Reno al tiempo que ponía en marcha el
Programa. Que podía venir a Reno y escribir la tesis durante
el primer año. Era una bonita oferta, y una tentación. También
me ofrecían más dinero. Suponía cuatro veces la cantidad de
la beca. Pero aún tenía miedo de venir sin más, porque pensaba que iba a meterme de lleno en las labores del Programa
y dejar a un lado la tesis. Le dije que estaba dispuesto a venir
a Reno, pero no en aquel año, sino en el 67. Lo aceptaron y
así lo acordamos. Lo hicimos sin firmar nada.
Pasé el curso siguiente escribiendo la tesis doctoral. Volví
a ir a la reunión de antropólogos y, como estaba terminando
en Chicago y ésta era la primera universidad en Antropología,
tuve tres o cuatro ofertas de trabajo; dos de ellas muy serias,
de muy buenas universidades. Pero yo había dado mi palabra
a los de Reno y vine aquí. Llegué a Reno en julio de 1967, con
la tesis finalizada. Aquí empecé de cero. No sabíamos qué
era un Programa de Estudios Vascos. Había que inventarlo.
Para entonces, el profesor William Jacobsen había preparado
una petición de beca a la National Science Foundation para
realizar, entre otras cosas, un estudio lingüístico del euskara
hablado del Oeste Americano. Participó en la preparación de
la petición de beca Joy Leland, asistente de Mordy, que estaba estudiando Antropologia entonces. Asi que empezamos a
poner en marcha lo que sería el Programa de Estudios Vascos.
Una de las cosas positivas que teníamos era el hecho de que
Laxalt se había hecho amigo de Philippe Veyrin. Cuando visité
a Bob Laxalt en Donibane-Garazi, Veyrin se estaba muriendo
y se comprometió con Bob a vender su biblioteca a Reno. Recaudamos 6.000 dólares para la compra de aquella biblioteca,
unos 750 libros. Los libros no estaban todavía en Reno pero la
semilla de la biblioteca vasca estaba sembrada.
Y, a partir de ahí, ¿cómo pusieron en marcha el Programa?
Había que inventarlo. No podíamos basar el Programa
en la enseñanza. Por una parte, lo vasco es un tema muy
especializado para una universidad norteamericana. El Programa no se podía justificar por el número de estudiantes de
euskera, o de Historia vasca, o de cultura vasca en general.
Sabíamos que la demanda sería pequeña e insuficiente para
justificar el Programa como tal. Además, éramos parte de
un instituto de investigación, del DRI, y no nos animaban a
enseñar, sino a investigar. Vivían de peticiones de becas y
uno mismo había de pagarse los gastos a través de aquellas
becas. El Programa, al principio, no fue concebido con una
dimensión pedagógica, sino de archivo y de investigación.
Laxalt estaba muy interesado en lanzar la colección de libros
de la Serie Vasca dentro de las prensas universitarias. Ese fue
el objetivo del primer año.
Por otra parte, yo iba de fiesta en fiesta. Llegué a Reno
justo cuando comenzó el ciclo anual de fiestas vasco-americanas en el Oeste. Estuve en el festival de Reno, en Bakersfield, Ely, Elko... anunciando el Programa. Mordy también estaba interesado en recaudar dinero entre la comunidad vasca.
Él creía que los vasco-americanos apoyarían el esfuerzo. No
fue una buena idea. Se nos fueron dos años tratando de recaudar dinero. Yo era un amateur total en busca de dinero,
un mocoso de 27 años, y siendo yo tan joven tampoco creo
que diera mucha credibilidad al proyecto. Recaudamos unos
10.000 dólares, pero el DRI habría invertido para entonces en
el Programa 40.000, entre mi sueldo, los viajes, etc.
Más de una vez ha manifestado que hubiera dejado el puesto
a no ser por Jon Bilbao...
En mi primer año de Reno, el congreso de los antropólogos se celebró en Washington. Entonces conocí a Jon Bilbao. Tenía noticias de él. Koldo Mitxelena siempre me animó
a ir a San Juan de Luz a visitar a Jon. Pero entre una cosa
y otra nunca le visité. Jon no tenía permiso para entrar en
España (era la dictadura), pero veraneaba en San Juan de
Luz. Por aquella época enseñaba en el Washington College,
en Maryland, en el Este. Nos habíamos escrito alguna vez,
pero nada más. Cuando fui al congreso de antropólogos a
Washington, por fin nos encontramos. Jon andaba enredado con Morton Levine, de Vassar College, y con Margaret
Need, del museo de historia natural de Nueva York. Morton
quería establecer un Programa de estudios vascos en Vassar. Durante aquel congreso nos juntamos todos. Jon estaba
soñando con el Programa. Había hecho algún contacto con
el Departamento de Folklore de la Universidad de Indiana
pensando en la dimensión folklórica de lo vasco. Su sueño era
institucionalizar su esfuerzo dentro de alguna universidad de
los EEUU. Pero todo estaba en el aire. Morton me decía que
yo tenía que dejar Nevada y marchar a Vassar. Pero era mi primer año en Reno y sentía una especie de compromiso con la
institución que me había contratado. Morton intentó sacarme
de Reno, pero yo me resistí. El caso es que en medio de todo
aquello Jon y yo nos hicimos muy amigos. Le invité para que
viniera a Reno a dar una conferencia sobre la lengua vasca.
Asistió mucha gente, unas 100 personas, aquí, en el campus.
Él y yo empezamos a soñar juntos sobre las posibilidades del
Programa. Lanzó la idea de los cursos de verano, de llevar
estudiantes americanos al País. También tenía intención de
enseñar euskera aquí, aunque fuera difícil para él, ya que no
era vascoparlante. Tenía cierto talento lingüístico y creía que
podía dar algún curso básico. Era una colmena de ideas.
Cuando Jon vino aquí a dar la conferencia, la Universidad de Reno estaba dispuesta a gastar dinero para tener
una buena biblioteca vasca y Jon hizo una sugerencia. Dijo
que era un momento clave. A mí me habló de paso sobre un
baúl de papeles de documentos nacionalistas en casa de la
familia Intxausti, de Uztaritze, un vasco que había estado en
Filipinas. Como para entonces el director de la biblioteca se
habia comprometido a crear la colección vasca, empezando
con la biblioteca de Veyrin que estaba camino de Reno pero
aún no había llegado, yo le llamé al director informándole
de la posibilidad de microfilmar los documentos. Según Jon
eran únicos, valiosos y en peligro de perderse. El director
me preguntó cuánto costaria. Con él todavía al aparato, le
pregunté a Jon y él sacó un poco del aire la cifra de quinien-
45
Landázuri
tos dólares. Se lo comuniqué al director y se comprometió a
ello en el acto. Entre todos los intentos hechos por Jon para
fomentar lo vasco a nivel universitario en los EEUU, fue la primera vez que el tema pasaba de las palabras a los hechos.
Aquel compromiso de 500 dólares convenció a Jon de que
Reno iba en serio. Yo fui adonde Mordy y le dije que había
pasado todo el año tratando de recaudar dinero y trabajando
solo. Le dije que el supuesto Programa de Estudios Vascos
era en realidad, yo, que no contaba ni con una secretaria ni
con nada ni nadie. Le dije a Mordy que andaba desanimado
y que estaba pensando en marcharme. Me preguntó sobre lo
que haría falta para retenerme. Le dije que contando con Jon
Bilbao aquí las cosas podían cambiar.
¿Cómo reaccionaron los dirigentes de la universidad?
Mordy se asustó, y con razón, porque un puesto es un
puesto. Me dijo que estaba dispuesto a comprometer 1.000
dólares al mes durante nueve meses –lo que equivalía a un
año académico– para pagar a Jon Bilbao. No era una gran
oferta para Jon; suponía venir a Reno como consultor. Jon
era muy especial y, cuando vio la oportunidad de trabajar
realmente en lo que creía, vino sin pensárselo. Prefirió venir a
Reno en lugar de enseñar castellano en el Este para ganarse
la vida, pues era precisamente eso lo que estaba haciendo
en Maryland. Jon dejó su puesto en el Este, un buen puesto,
y vino aquí sin pensárselo dos veces. Aceptó. Antes de salir
del despacho de Mordy, éste me dijo algo que aún tengo
grabado en la memoria. Me preguntó: “¿Estás trabajando en
algo?”. Yo comencé a contarle mis planes para recaudar dinero, pero nada más empezar yo con eso, me interrumpió: “No,
no. Me refiero a tu trabajo, tus estudios, tus investigaciones...
Sé que si no trabajas en algo que realmente te interesa, vas a
marcharte”. Yo le confesé que de noche estaba redactando
la nueva versión de Muerte en Murélaga, siguiendo las observaciones de mi mentor para publicar el libro. Él me dijo:
“No dejes de hacerlo. Es más, hazlo también de día. Termina tu trabajo”. Y después me preguntó sobre Jon: “¿Qué tal
es?”. “Muy bueno”, le respondí yo. Y él añadió la clave, algo
que también quedó grabado para siempre en mi memoria:
“Debería serlo, porque te voy a juzgar por él. Los primeros
contratan a los primeros. Los segundos siempre buscan a los
terceros”. Me acuerdo mucho de aquellas palabras. Mordy
murió en 2001, llevaba muchos años fuera de Reno, pero su
obituario apareció en la prensa de Reno. Su fallecimiento me
hizo pensar de nuevo en aquellas palabras.
¿Cómo surgió Amerikanuak?
Tras una serie de circunstancias. Estábamos bajo el DRI y
vivíamos a base de becas. Jon no estaba doctorado y, por esa
falta de titulación, él no podía figurar como investigador cara a
las instituciones y fundaciones. Así que yo presentaba y firmaba
las solicitudes de beca de nuestro pequeño equipo de dos. Logré una beca del gobierno federal para hacer un estudio sobre
la comunidad vasca de Elko (Nevada). Al mismo tiempo, estaba
impartiendo un curso de cultura vasca en Elko. Solía ir dos semanas al mes para dar tres horas el viernes por la noche y otras
tres horas el sábado a la mañana. Eran más de 500 kilómetros
de ida y otros tantos de vuelta. En uno de estos desplazamientos
invité a Jon para que diera una charla sobre algo relacionado
con la lengua vasca. Casi cancelamos aquel viaje porque estaba
nevando, aunque es cierto que saliendo de Reno, en aquella
dirección, no nieva mucho. Las nevadas caen en la Sierra, hacia California. Salimos con cuidado y nos costó casi 10 horas
llegar hasta Elko. Claro, fuimos poliki-poliki. Durante el trayecto
tuvimos mucho tiempo para hablar y pensar. Recuerdo que le
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dije a Jon: “Estoy iniciando esta
investigación en Elko, pero no me
encuentro muy cómodo, porque
no es fácil hablar de la presencia vasca en Elko sin mencionar
el Oeste americano”. “¿Por qué
analizar esa presencia en Elko,
y no en Boise?”, quería decir yo.
Así que decidimos colaborar
en un estudio de los vascos del
Oeste Americano. A Jon le encantó participar en el proyecto. Recuerdo que terminamos
comentando que no se podía
explicar cómo un emigrante
optó por Boise sin explicar
por qué no lo hizo por Buenos Aires. La elaboración del
libro fue una aventura. Recorrimos miles de kilómetros en coche,
avión, etc. Ampliamos los límites del estudio para abarcar todo
el continente americano. Fuimos primero juntos a México, luego
a Colombia y a Perú. Entonces Jon viajó a Chile y yo a Argentina, a la Pampa, a Necochea. Nos juntamos en Buenos Aires,
pasamos unas semanas entrevistando gente y él trabajando sobre materiales en el Laurak Bat y microfilmándolos, con nuestra
microfilmadora portátil. No pasamos por Uruguay. Jon se fue a
Sao Paulo (Brasil), por unos días, y yo a Venezuela. Después Jon
viajó a Filipinas, y yo a Australia, a seguir la pista de los vascos en
esos países. Naturalmente, anduvimos por el Oeste americano.
Yo, como antropólogo, me paraba en los campamentos de pastores en el monte, o entrevistaba a gente: hoteleros, rancheros,
ex pastores... Jon hacía el trabajo de archivo, aunque al final
también yo dediqué a ello cierto tiempo. Jon me enseñó a hacer
historia sobre documentación. Aquella tarea me comprometió
como antropólogo. Desde entonces he hecho tanto trabajo de
antropólogo como de historiador. Fue una colaboración muy
buena. Jon escribió su parte de Amerikanuak y me la pasó a mí
para que la tradujera al inglés, para lograr una coherencia en el
libro. Nos costó unos cuatro años preparar el texto. Decidimos
hacerlo en 1969 y lo terminamos en 1973. Tuvimos el manuscrito
un par de años dando vueltas hasta su publicación, en 1975.
Luego se tradujo al castellano en la UPV, en 1986.
También nos interesa el caso de otra persona que, sin llegar
a ser miembro del Programa, colaboró con ustedes. Se trata
de Eloy Placer...
Eloy Placer fue un caso especial. Se trataba de nuestro
colaborador, por decirlo de alguna forma. Antes de Eloy contamos con Juan Maguna, un ex cura que enseñó español en el
departamento de idiomas de la Universidad de Reno. Maguna
pasó unos años en Reno y luego se marchó. Entonces, el jefe
del departamento de idiomas llamó a Eloy Placer. Eran amigos. Habían coincidido en Kentucky, creo. Eloy tenía interés
en venir a Reno, por el Programa, pero no al Programa. No
teníamos puesto para nadie, ni posibilidad de contratarle.
Maguna había actuado un poco como enlace entre el departamento de idiomas y nosotros, y querían que Eloy siguiera
haciendo lo mismo. Eloy vino como profesor de castellano,
pero solía acudir al Programa tres veces a la semana, y los
tres, Jon, Eloy y yo mismo, nos hicimos amigos. Pero nuestra
amistad no duró mucho, porque a Eloy le dio un infarto y murió
de golpe. Fue algo dramático. No llegó a completar su deseo.
No tuvo tiempo. Antes de su muerte no pasó más de tres o
cuatro años aquí. Eloy era un entusiasta cien por cien. Tampoco hablaba vasco, pero era un entregado a lo vasco.
¿Qué nos puede decir de Joseba Zulaika,
actual director del Programa?
Háblenos algo más de sus estudios
de Antropología vasca...
Joseba Zulaika vino a Reno una vez licenciado. Estaba
doctorándose en la Universidad de Princeton. Vino aquí para
utilizar la biblioteca y aprovechar el ambiente. No vino de
paso sino para un periodo de seis meses, o un año, entre
nosotros. Antes de terminar la tesis volvió a venir en una estancia también prolongada. Después de titularse vino como
post-doctorado. Se hizo mucho al ambiente. Le gustó. Yo le
animaba a publicar su tesis, pero había que hacer algunos
cambios para que saliera en la Serie Vasca. En el proceso de
reelaboración de su tesis y corregirla en inglés nos hicimos
amigos. Él no era anglófono y, a pesar de escribir bastante
bien en inglés, cometía errores. Edité su libro, Basque Violence. Metaphor and Sacrament. Se trata de un libro bastante
largo y, por ello, Joseba pasó bastante tiempo aquí. Creo
que antes de comenzar a enseñar en Zorroaga ya había estado aquí tres veces durante bastante tiempo. Para entonces
Joseba y yo éramos íntimos amigos. Estuvo un par de años
en Zorroaga y, justo entonces, Jon Bilbao se jubiló, así que
su puesto en Reno quedó vacante. Íbamos a llenarlo con un
search, una búsqueda, como se hace aquí. Yo animé a Zulaika a que se presentara. Le apreciaba y le consideraba bien.
Él se animó y se presentó al puesto. Yo era uno de los cinco
miembros del comité de elección. Joseba se llevó el puesto.
Y hasta ahora. Cuando me jubilé, me relevó en el puesto de
director del Programa. Aunque ahora ya no es Programa, sino
Centro de Estudios Vascos. Coincidiendo con mi jubilación,
Jacqueline Urla, Robert Clark y Begoña Aretxaga vinieron,
realizaron un estudio detallado de las actividades de nuestro
Programa, lo revisaron y evaluaron. Calificaron nuestro trabajo como muy bueno, nos pusieron por las nubes, y gracias
a ello estábamos en una posición muy favorable frente a la
administración de la Universidad. Aquella evaluación tan favorable nos dio la oportunidad de presentar una petición de dos
puestos al parlamento de Nevada; solicitamos una ampliación
del Programa y nos la concedieron, en una época de recorte
de presupuestos en la Universidad. Así que, con Zulaika, el
Programa casi ha doblado el personal. Joseba ha abierto una
serie de actividades muy acertadas. Yo estoy encantado de
la vida viendo lo que está haciendo. El Programa es ahora un
centro mucho más dinámico de lo que fue en mi época, aunque pienso que el Programa viejo hizo su trabajo y cumplió
su papel. Zulaika es antropólogo, pero se ha convertido en
bastante buen administrador. Le ha tocado hacer una especie
de seminario empresarial, ha tenido que aprender mucho en
dos o tres años en el puesto y créanme que ha hecho muy
buen papel. Además, tiene gran visión. Todo un acierto.
Hay mucha energía y mucha potencia. Yo formo parte
de una junta directiva del Centro, el Advisory Board. John
Echeverria es el chairman, y yo el vice-chairman. Recaudamos dinero del sector privado para el Centro de Estudios
Vascos. Trabajo en esa junta y juego el papel de dinosaurio. Precisamente por eso, Zulaika me toma el pelo. Soy una
de las atracciones del museo. Cuando vienen visitantes, los
recibo. Tenemos muchas conferencias y celebramos varios
congresos. Lo cierto es que ahora pasa por aquí el triple de
gente que antes. En cualquier momento puede haber aquí 15
personas del País.
Hay una evolución en mis años de carrera universitaria y
después. Sin darme cuenta, estaba estudiando la fase final
de la manifestación del fenómeno, tanto en América como
en Europa. En Etxalar y Murelaga estaba viviendo un mundo
que se terminaba: el mundo del caserío, en muchos casos sin
luz, sin carretera... El caserío aislado de su propio casco. En
Etxalar viví en Buxungoborda, a media hora a pie del pueblo.
Aunque tuviera el Volkswagen, debía dejarlo en el pueblo y
subir a Buxungoborda a pie. Así que tenía siempre un buen
par de abarcas. Muchas veces hacía el camino de noche, y
me encontraba con portugueses, que pasaban la frontera a
escondidas. Era un mundo que, si no agonizaba, cambiaba
y se reconstruía con el agroturismo, el chalé del industrial
de Bilbao que quería ir al pueblo los fines de semana, del
cazador de Donostia que pagaba una barbaridad por las palomeras... La agricultura estaba mecanizándose, asistíamos
a la modernización de los caseríos, de la cuadra, etc. Quizá
hoy Buxungoborda está abandonado porque el etxekojaun
murió hace dos o tres años. Para cuando murió, ya se podía
subir en coche hasta la puerta. Otro mundo.
En el Oeste americano ocurría lo mismo. Jon y yo documentamos un mundo que estaba pasando a la historia.
Al empezar Amerikanuak, el número de pastores vascos era
de 750, pero para cuando el libro se publicó no habría ni 100
vascos cuidando ovejas en el Oeste americano. A la vez, la
comunidad vasco-americana, los descendientes, se estaban
organizando como nunca. Era un mundo de transición.
He tenido la oportunidad de documentar dos modos de
vida que han dejado de existir durante mi propia existencia.
Actuando como antropólogo, resulta que estaba haciendo
historia; viva, pero historia.
Después de aquel trabajo de campo en Etxalar, durante
dos años, volví al País en verano, siempre con mis datos a
cuestas, a Etxalar y Murelaga. Cuando empecé con Amerikanuak en el Oeste dejé, prácticamente, de estudiar lo vasco
del Viejo Mundo. Me he interesado por el nacionalismo, he
escrito algo sobre el tema, pero siempre como trabajo de
biblioteca, no como trabajo de campo. Desde entonces, mi
trabajo de campo ha estado orientado a América, y también
a Australia. Mi esposa Jan y yo pasamos un año entre los que
habían sido cortadores de caña de azúcar, entrevistándoles
por todo el continente australiano. Hice otro año de trabajo de
campo en Italia, en Agnone (Molise), en la región del Abruzzo,
estudiando las causas y consecuencias de la emigración de
la zona, en plan comparativo con lo que hice en Etxalar y
Murelaga. Y publiqué el libro Azúcar amargo. Vida y fortuna
de los cortadores de caña vascos e italianos, editado por la
UPV. Luego he publicado dos libros más sobre italianos en
Australia. Y ahora estoy escribiendo un libro, Vascos en las
antípodas, para completar el panorama. Es mi proyecto principal en lo académico.
¿Qué imagen tiene de su propio país,
los Estados Unidos de América?
En este momento soy muy pesimista. No me va en absoluto la política exterior de mi país, ni la interior. Creo que vivimos
un período bastante triste en todos los aspectos. Osama Ben
Laden no podía haber tenido más éxito. El verdadero daño
que ha causado es autoinfligido. Me refiero a la política civil,
es un período de reaccionarios en nombre del contraterrorismo. Las medidas tomadas para restringir los derechos cívicos
47
Landázuri
en este país van muy lejos, mucho más de lo necesario para
enfrentarnos al terrorismo. Son medidas contraproducentes,
a mi modo de ver. Es una agenda oscura que va más allá de
Al Qaeda. Con Estados Unidos a la cabeza, en todas partes
del mundo se ve lo mismo. O la ilegalización de Batasuna
y el cierre de Egunkaria en el País Vasco: creo que está relacionada con las disposiciones de los Estados Unidos de
tomar medidas domésticas e internacionales. Parece que en
nombre del contraterrorismo hoy todo es lícito. En cuanto a
Irak, yo estaba completamente en contra de la invasión. Fuera
de Estados Unidos había unanimidad en contra, pero dentro
de este país no se daban cuenta de ello, o no lo tomaban en
consideración. Es un momento muy peligroso. No sé adónde vamos. El caso es que la economía va muy mal; la bolsa
ha bajado muchísimo. Los apoyos de Bush son los que más
sufren, irónicamente. Wall Street está descontento. Eso tiene
sus impactos internacionales, porque Estados Unidos es el
mercado más importante del mundo, y cuando nosotros andamos mal todo el mundo lo pasa mal.
¿Algún comentario sobre Reno y Nevada?
La economía de Nevada refleja esos problemas, pero
también diferentes. Tiene una economía turística y a raíz del
11 de septiembre lo ha notado. Hay menos movimiento de
gente, han quitado vuelos... Sobre todo Reno. Las Vegas ha
sufrido, pero Reno más. Antes del 11 de septiembre Reno
andaba mal. El juego en el Norte de Nevada lleva siete u ocho
años bastante mal. Los dos grandes casinos que yo tenía
tuvieron que cerrar. Ahora tengo en sociedad tres casinos
pequeños en los grandes restop de camioneros. En Reno no
48
tenemos casinos. Hemos cerrado, pero hemos sobrevivido,
a pesar de los problemas económicos y psicológicos fuertes.
Pero ya está hecho.
Nosotros tenemos la competencia de Las Vegas, por un
lado. Por otro, los indios en los Estados de Oregon, Washington y California , que eran mercado nuestro, han abierto muchos casinos, y Reno es muy vulnerable. Las cosas cambian
y se cerrarán más casinos. Un momento difícil de Reno que
no tiene que ver con el 11 de septiembre. Nadie sabe lo que
sucederá, si habrá más ataques o qué. En la nación parece
que las cosas van a mejor, que hay más turismo y que se está
recuperando un poco. También en Nevada, pero sobre todo
en Las Vegas.
¿Cómo es un día normal en la vida de Bill Douglass?
Yo ya estoy jubilado, pero sigo viniendo al Centro de Estudios Vascos varios días a la semana. También tengo un despacho en casa. Sigo investigando y sobre todo escribiendo. Y
soy miembro del Advisory Board del Centro, como he dicho.
Acabo de terminar un libro sobre pesca deportiva, una narración de mis aventuras, pero también un análisis de esa pesca
hoy en día. Y también sobre el turismo en el País Vasco y en
Las Vegas. He colaborado en un par de artículos y he dedicado parte de mis esfuerzos en el 2002 a ello. En junio impartí
una conferencia sobre minería en el Oeste americano en el
Max Planck Institut de Alemania con motivo de un congreso
sobre minería en el mundo contemporáneo. Es otra dimensión
de mi trabajo. Y ahora estoy escribiendo una novela sobre
casinos en Nevada. Cuento la vida y la muerte de un casino
en Reno. Pura fantasía, como ustedes se imaginan.
MARTÍN OSPITALETCHE
HISTORIADOR - MONTEVIDEO
Silvestre Umérez
Existe una imagen tópica sobre la emigración vasca a América que no por cierta ha hecho sombra sobre la
labor de una serie de personajes hoy casi olvidados pero que en su momento marcaron huella en esas nacientes repúblicas. Esa percepción tradicional del fenómeno migratorio vasco ha tenido dos aristas, presentando
por un lado a grandes figuras de talla épica, como ser libertadores, presidentes y militares, y por el otro a un
pueblo anónimo con una determinada escala de valores, concepción del trabajo y de la política, al que se le
atribuyen todo tipo de cualidades positivas.
Poco a poco, sin embargo, se ha comenzado a hacer justicia sobre la memoria de aquellos otros vascos de perfil
medio que en su tiempo brillaron por el
aporte que brindaron a la cultura americana, factor aglutinante por excelencia
si se tiene en cuenta el carácter plural
y masivo que tuvo la inmigración en
estos países en la segunda mitad del
siglo XIX.
En esa línea, precisamente, quisiéramos referirnos al maestro Silvestre
Umérez. Nacido en Oñati (Guipúzcoa)
el 14 de marzo de 1843, era hijo de José
Mateo Umérez y Juana Zatarain. Cursó
estudios de ciencias físico-matemáticas en Madrid y Valladolid, obteniendo
el título de Bachiller que le habilitó para
ejercer el profesorado en los institutos
de segunda enseñanza de España. En
1869 se inició en la docencia enseñando Matemáticas en la Universidad Libre
de Oñati, institución de la cual también
fue bibliotecario. Pero, llegado el año
1873, los avatares de la segunda guerra
carlista determinaron el cierre de la Universidad, y Umérez, como otros tantos
de sus compatriotas, se vio obligado a
emigrar, eligiendo Uruguay, país adonde llegó en mayo de 1874.
Todo indica que su adaptación
fue rápida, pues al año siguiente le encontramos fundando en la ciudad de
Durazno el Colegio Hispano Oriental,
y en 1876, como brazo derecho del
sacerdote Mariano Soler, futuro primer
Arzobispo del Uruguay, participando
activamente en la fundación del Liceo
de Estudios Universitarios. El 24 de
septiembre de ese mismo año contraía
matrimonio en Durazno con la maestra
Mercedes Sánchez.
La presencia de este guipuzcoano
en Uruguay coincidió en el tiempo con
la reforma educativa impulsada desde
el gobierno del presidente Lorenzo Latorre (1876-1880) por el maestro José
Pedro Varela, promotor de las ideas
pedagógicas que venían abriéndose
paso en los países más progresistas
de aquel entonces. Positivista convencido, Varela encontraba en la ciencia,
la observación y la experimentación,
los pilares básicos del sistema educativo. De ahí que con gran entusiasmo
incorporase como nueva asignatura
las “lecciones de objeto”, traduciendo
para ello el Manual de lecciones sobre
objetos de Norman Allison Calkins, preconizando constantemente su uso por
parte de los educadores. En esa visión
empírica todo conocimiento comenzaba
con el trabajo de los sentidos, puesto
que enseñar a observar era capacitar
para la autoeducación. Fue así que las
lecciones de cosas comenzaron a aplicarse en todos los ambientes escolares,
considerándose la premisa empíricoexperimental de cualquier proceso de
aprendizaje (1).
En ese contexto, en 1877 se inauguró en Maldonado, pequeña ciudad
del interior, un nuevo edificio para su
escuela pública, llamada Ramírez en
recuerdo de su benefactor, el diputado
José Pedro Ramírez, quien durante su
permanencia en el escaño había destinado la totalidad de su dieta a la concreción de este proyecto. Dos años más
tarde, al producirse la renuncia de su
director, se hizo un concurso de oposición para proveer la vacante y fue así
que Umérez accedió a la dirección de
esta escuela en junio de 1879. Como
dato curioso señalemos que en esa
misma ciudad, entre 1871 y 1876, había actuado como preceptor el navarro
Fermín Landa, otro inmigrante de larga
actuación en Uruguay y uno de los impulsores del asociacionismo vasco en
ese país. Landa, precisamente, había
sido maestro de muchos de aquellos
niños que ahora eran alumnos de Silvestre Umérez.
La Escuela Ramírez representó uno
de los primeros y mayores esfuerzos del
interior uruguayo por ponerse a la altura de la nueva etapa educativa que se
abría en el país. Todo ayudaba para que
fuese así, comenzando por el edificio,
que era un verdadero lujo para Maldonado. Pero fue la presencia de Silvestre
Montevideo, mayo de 1921.
Silvestre Umérez (a la derecha)
en compañía de Américo Pintos,
periodista y antiguo alumno suyo
de la Escuela Ramírez.
1. José Pedro Violante, en su conferencia “Ambiente filosófico de la reforma escolar”, pronunciada en
Montevideo el 18 de noviembre de 1968.
49
Landázuri
Uno de los
primeros
ejemplares
impresos de
El Porvenir del
Estudiante.
7 de septiembre
de 1879.
Primer número, manuscrito, de
El Porvenir del Estudiante.
17 de agosto de 1879.
Umérez el hecho que determinó la transformación de esta
escuela en un hito de la historia pedagógica del Uruguay. Al
igual que Varela y los demás reformadores de la enseñanza,
estaba profundamente convencido de que la misma debía
tener un carácter marcadamente participativo en donde los
alumnos no quedasen relegados a desempeñar el papel meramente pasivo que caracterizaba al sistema educativo de
aquella época. La clave para ello fue la fundación de un periódico escolar que constituyó toda una novedad, no sólo en el
pueblerino Maldonado sino en todo el país, ya que bien sabía
Umérez del efecto imborrable que ese tipo de publicaciones
tienen a la hora de despertar vocaciones y estímulos.
El Porvenir del Estudiante, que así se llamó este periódico
de frecuencia semanal, vio la luz el 17 de agosto de 1879. Fue
en sus inicios de factura tan artesanal que la edición de sus
primeros números fue totalmente manuscrita y recién a partir
del tercero pudo publicarse mediante una imprenta. Cuando
cesó su publicación, en noviembre de 1883, prácticamente
había perdido su carácter estudiantil, y pese a estar redactado y dirigido por adolescentes, se había transformado en
un verdadero órgano local de prensa. Su temática era variada, conteniendo artículos que iban desde la crónica del vivir
cotidiano de Maldonado hasta la descripción, 90 años antes
del vuelo del Apolo XI, de cómo sería un paseo por la Luna,
llamando siempre la atención el interés y pasión demostrado
por estos jóvenes redactores, cuyas edades no superaban
los trece o catorce años. Uno de sus alumnos recordaría años
más tarde: “Todo lo que interesaba al pueblo interesaba a la
Escuela Ramírez. Allí la preocupación de las minas, por las
turberas, por el puerto, por el ferrocarril, por el servicio de vaporcitos, por los caminos, por la vivienda, por el agua, por las
calles, por las industrias. Umérez veía al pueblo tal como era y
lo veía tal como debía ser. Y como un gran maestro transmitía
a sus alumnos la totalidad de la visión” (2).
Pese a su entusiasmo por estos proyectos, Umérez debió
trasladarse a Montevideo en enero de 1880. Sin embargo, dos
años más tarde logró regresar a Maldonado para permanecer
al frente de la Escuela Ramírez desde 1882 hasta 1889 y de
1906 a 1915. Alternando esos períodos, fue también director
de la Escuela San Vicente de Paul de Montevideo, profesor de
Física en el Colegio Seminario de los Jesuitas y de Gramática
y Aritmética en el Liceo de Maldonado.
El viejo profesor no olvidaría nunca sus orígenes. Cuando
hacia el final de sus días el periodista y antiguo alumno suyo
Américo Pintos (3) le pidió que le hiciese llegar una reseña
biográfica, agregó a la misma esta significativa posdata: “No
se olvide que soy vasco puro y algo más”. Por ello, no resulta
extraño que fuese miembro de Eusko Ikaskuntza y que en
1921 publicase Los fósiles de la gruta de Aitzquirri, fruto de
su interés por la paleontología y arqueología vascas. Trabajó
asimismo con incansable tesón para introducir en Uruguay
el culto a la Virgen de Arantzazu, logrando ver coronado su
propósito en la parroquia del Cerro, barrio montevideano que
en el siglo XIX se caracterizaba por ser el destino predilecto
de gran número de inmigrantes.
Silvestre Umérez falleció en Montevideo el 5 de noviembre de 1922, cuando se encontraba, precisamente, buscando
datos y documentos para escribir una monografía sobre el
santuario de Arantzazu.
2. Tomás Brena, en un artículo publicado en El Bien Público, Montevideo, 14 de marzo de 1951.
3. Américo Pintos Márquez (1866-1944). De su archivo hemos rescatado la mayor parte de la información incluida en este artículo.
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HENRIKE KNÖRR
En Terranova y Labrador tras
las huellas vascas Relato de viaje
El avión que lleva desde Londres a Terranova aterriza en la capital de la isla, Saint John’s, mediada la tarde, un día de
junio de 2000. La ciudad, de 175.000 habitantes, diseminados en una extensa área, es la más oriental de esta isla enorme
(112.300 km2) y poco poblada (medio millón largo de habitantes). Saint John’s es también la población más oriental de
América del Norte y Central, y una de las más antiguas entre las fundadas por los europeos en este continente. Tiene
una Universidad de cierto relieve, llamada Memorial University en recuerdo de los soldados de Terranova caídos en
las dos guerras mundiales.
Selma Huxley Barkham, la historiadora
inglesa con ascendencia canadiense,
que tanto ha escrito sobre los vascos en
Terranova y Labrador, había comunicado mi llegada a Augustin Etchegary, un
descendiente de labortanos, ya jubilado
después de muchos años en la industria
pesquera. Etchegary y su mujer, libanesa, me enseñan el centro y los alrededores de Saint John’s, ciudad agradable y tranquila. En muchos sitios se ven
todavía carteles y recuerdos hechos en
1999 con ocasión del 50º aniversario de
la entrada de esta ex colonia británica
en la Confederación canadiense. La
mejor perspectiva se obtiene desde la
llamada Signal Hill, sobre el activo puerto, al que los barcos acceden por una
estrecha bocana, como en el de Pasaia.
A lo lejos avistamos un gigantesco iceberg. Precisamente en Signal Hill hay
varios indicadores de distancia, uno de
los cuales reza: “Titanic 584 km”.
Otro avión me transporta después
a la costa oeste, distante unos 700 km,
hasta el pequeño aeropuerto de Deer
Lake, aproximadamente a 70 km de
Corner Brook (22.000 habitantes), a orillas de una gran bahía donde desemboca el ancho río Humber. Terranova
está toda estampada de ríos y lagos.
Las montañas no sobrepasan los 800 m,
pero algunas tienen nieve todo el año.
La temperatura es buena en este mes
de junio, en torno a 16 ºC de media, y el
día larguísimo, con el sol ya salido a las
cuatro y media de la mañana. Ni pensar en darse un baño en estas aguas.
Pero al contrario que en el Canadá continental, donde en invierno llegan con
facilidad a los -40 ºC, en Terranova es
raro que se registren temperaturas por
debajo de 10 ºC, gracias a la acción del
mar como termostato.
Han quedado atrás los años en
que prácticamente todas las comunicaciones de Terranova eran por mar.
Ahora, aunque la única línea de ferrocarril fue suprimida hace tiempo, la isla
tiene carreteras aceptables, e incluso
algunas excelentes. Salvo excepciones,
los automovilistas respetan el límite de
velocidad: 80 km/h. En los parques nacionales, como en el magnífico Gros
Morne, la limitación es más estricta, a
causa de los alces y otros animales que
con frecuencia cruzan la calzada. Una
expresiva señal de tráfico, con un coche abollado y los grandes cuernos del
alce, advierte de ese peligro real.
Selma Barkham se ha ocupado
también de buscarme alojamiento antes
de que recorra los casi trescientos kilómetros que quedan. Es en la bellísima
bahía de Norris Point, en casa del matrimonio Herbert Schuhmacher y Bettina
Lori, guías de montaña, de origen suizo
y establecidos aquí en 1992. Hablamos
alemán, y entre ellos el dialecto de Zürich, donde Herbert fue policía más de
veinte años. Pero ciertamente el mundo
es un pañuelo: menciono un profesor
de alemán, natural de Zürich, que tuve
en Madrid, y resulta que con él Bettina
aprendió italiano en el liceo. Entre los
muchos libros de la casa, en varios idiomas, un lugar destacado lo ocupa una
edición de la Biblia de Lutero, de 1886.
Vista general de Red Bay (Labrador). A la derecha, Saddle Island.
Foto de Michael Barkham.
51
Landázuri
Se respira una gran paz en aquel rincón,
al borde del agua y cerca de los espesos bosques y las montañas peladas.
Herbert elogia el carácter abierto de los
habitantes (“Nunca nos hemos sentido
extranjeros”) y el fuerte sentido de solidaridad existente en el pueblo. Después
he comprobado la verdad del aserto. La
gente es extremadamente amable y alegre, de una alegría que se trasluce en el
rico folklore de la isla. Éste es de raíces
británicas e irlandesas, aunque hay una
minoría (3%) de francófonos, aparte de
los habitantes de las islas Saint-Pierre
et Miquelon, al Sur, que pertenecen a
Francia y son mimadas por la metrópoli.
Un activo coordinador de la comunidad
francófona de Terranova me cuenta que
en su niñez se sentían semiclandestinos, por las severas restricciones que
había en materia de inmigración.
Al día siguiente continúo viaje con
Herbert, hacia el Norte, por esta costa
occidental, con algunas paradas para
ver diversos puntos de interés natural
o histórico, como faros, promontorios y
museos. La carretera tiene el nombre
de Viking Trail (“Ruta Vikinga”), como
nos recuerdan frecuentes carteles, al
cumplirse los mil años de la llegada de
aquel pueblo a la isla. En la punta más
septentrional existe un establecimiento
vikingo bien conservado, según parece
el único autentificado en toda América
del Norte. ¿Por qué dejaron la isla los
vikingos? ¿Acaso por conflictos con el
pueblo autóctono, los beothuk, que a
su vez se extinguió en el siglo XIX? ¿Y
qué relación hubo entre los vascos y los
beothuk? ¿Se llegó a formar un pidgin
o lengua mixta para el comercio, semejante a la que existió muy cerca, con los
indios micmac y la tribu de los montañeses, como ha demostrado el lingüista
Peter Bakker en varios artículos?
Nos detenemos en una antigua pesquería familiar dedicada al bacalao. Vemos la casa, que se diría casi de juguete,
y el almacén de secado del bacalao. Una
gran tristeza se desprende de la explicación de una mujer, de unos sesenta años,
que participó en estas labores. Hay una
moratoria desde hace diez años y mucha
gente ha tenido que abandonar la pesca
e incluso emigrar.
Un privilegio
Selma Barkham nos espera en Plum Point
(el Ferrol Zaharra, es decir “Viejo Ferrol”),
una pequeña población cercana al lugar
donde tiene lugar el seminario que, como
todos los años, reune por iniciativa suya
a historiadores de Terranova, Labrador y
regiones vecinas. Es un verdadero privilegio desplazarse con esta mujer inteligente, Cónsul honoraria de Bilbao, que
ha abierto tantos caminos para la investigación de la presencia vasca en estas
latitudes, así como en Islandia. Es de lectura obligada el espléndido libro dirigido
por ella, Itsasoa. Los vascos en el marco
Atlántico Norte, siglos XVI y XVII (San
Sebastián, 1987), o el más breve, pero
asimismo brillante, The Basque Coast of
Newfoundland (Saint John’s, 1989). Entre
los autores del primero de esos libros figura su hijo Michael, también destacado
historiador, residente en Donostia.
Lo de Costa vasca de Terranova no
es un invento de Selma. Así se llamaba,
en efecto, a causa de los pescadores de
ambos lados de Vasconia, que allí tuvieron casi el monopolio de la pesca durante
más de dos siglos y pusieron nombre a
varios lugares. Algunos de esos nombres
han resistido el paso del tiempo, mientras
que otros han desaparecido, como Baia
Ederra, hoy Bonne Bay, o han quedado
desfigurados, como Portutxoa, hoy Port-
La obra Itsasoko nabigazionea,
de Martin Oihartzabal, en su traducción vasca
por Piarres Etxeberri, Baiona, 1677.
au-Choix. También ha perdurado alguna
palabra vasca del léxico común, como
barratxo, “pequeña barra o trozo de tierra
en una bahía”, hoy en inglés de Terranova
barachois.
Además de dedicarse a la pesca del
bacalao y la ballena (cronológicamente
por este orden), los vascos escribieron
algunos libros de rutas marinas, de una
gran exactitud. El primero de ellos fue escrito en francés por Martin Oihartzabal,
natural de Ziburu, y publicado en 1579; la
cubierta dice Burdeos pero sabemos que
se imprimió en La Rochelle. Casi un siglo
después, Piarres Etxeberri, alias Dorre,
de San Juan de Luz, tradujo este libro al
euskara, con el título de Itsasoko nabigazionea, pero añadiendo muchos datos de
A la izda.: Excavación de un yacimiento ballenero vasco del siglo XVI en Red Bay (Labrador). El gabarrón está situado encima del pecio de un galeón ballenero.
A la dcha: Chalupa ballenera vasca del siglo XVI hallada debajo del pecio del galeón. Fotos de Michael Barkham.
52
emprender aquella aventura, como la que dice: “Ternua da mortu
hotza / eremu triste arrotza / laboratzen ez den lurra / neguan bethi elhurra” (“Terranova es un desierto frío / región triste y extraña
/ tierra que no se labra / en invierno siempre nieve”).
La infatigable Selma ha conseguido que en Plum Point se
haya hecho un pequeño jardín en recuerdo de Juan de Ea, marinero fallecido aquí en 1632, cuyo testamento se conserva en
un el Archivo de Protocolos de Guipúzcoa en Oñati. Una tarde
celebramos una sencilla ceremonia conmemorativa, presidida
por un pastor anglicano y un sacerdote católico. Durante la ceremonia cantamos tres canciones religiosas, una de ellas del
alemán Martin Rickart (contemporáneo de Juan de Ea, por cierto), arreglada por Felix Mendelssohn-Bartholdy, Nun danket, en
inglés Now thank we all our God.
Red Bay y su museo vasco
interés. El mismo Etxeberri es autor igualmente de un importante
mapa de la isla, descubierta en 1497 por Giovanni Caboto, más
conocido como John Cabot, quizá genovés, navegante bajo
bandera inglesa.
Esta actividad vasca en Terranova y Labrador, de la que se
hicieron eco historiadores como Garibay e Isasti, tuvo también
cierto reflejo en la literatura vasca. Algunas de las estrofas que
conocemos describen la isla en términos que no animaban a
Un ferry grande y cómodo (aunque de segunda mano tras muchos años de servicio en el Báltico) lleva en hora y media desde
Sainte Barbe, cerca de Plum Point, a Blanc Sablon, en la costa
de la provincia de Quebec, pero en el límite con Labrador. Desde
allí, con otros amigos de Selma, a quien saludan efusivamente,
vamos hasta el pequeño pueblo de Red Bay (el antiguo Buttus
de los marinos vascos del siglo XVI), distante unos ochenta kilómetros. Protegido por la isla Saddle, Red Bay, con su museo
de balleneros vascos inaugurado el 29 de julio, después de
nuestra visita, está clasificado como Lugar histórico nacional.
Las excavaciones llevadas a cabo durante los últimos veinte
años años aquí y en Chateau Bay, más al Norte, han sacado a la
luz numerosos objetos de los marinos, como gruesas camisas,
harpones, cerámica y monedas. Hay que mencionar sobre todo
las que ralizaron sendos grupos de la UPV en 1985 y 1989, con
arqueólogos de prestigio como Agustín Azkarate y Julio Núñez.
El centro de atención sigue siendo una chalupa de unos cinco
metros de largo, bien conservada.
En un diminuto bote, y a un tiro de piedra de un iceberg que
acaba de partirse con estruendo, llegamos a la isla. Ésta tiene
un encanto especial, y más en la tarde tibia y soleada que nos ha
tocado. En el recorrido por la isla, cuidadosamente señalizado,
se pueden ver abundantes trozos de tejas (no olvidemos que
éstas eran llevadas desde Vasconia), los restos de los hornos en
que se cocía la grasa de las ballenas (empleada principalmente
para alumbrado, como se sabe) y un sencillo cementerio. Muy
cerca de la costa observamos la presencia de varias ballenas,
de distintos tamaños. No tienen miedo alguno: por aquí los balleneros son cosa de antaño.
Batería de hornos excavados en Chateau Bay (Labrador) por investigadores
de la Universidad del País Vasco. Foto de Julio Núñez Marcén.
Barrica del siglo XVI, en Chateau Bay (Labrador), que en el momento de
excavación todavía estaba in situ. Foto de Julio Núñez Marcén.
53
Landázuri
ANTONIO ZAVALA
Parte de una autobiografía
Palabras pronunciadas en Tolosa en el acto de entrega
del título de hijo predilecto, el 6 de octubre del 2000
El texto que ofrecemos a continuación fue pronunciado por el académico vasco Antonio Zavala, S.J., conocido
especialista en literatura popular, en el acto de entrega del título de hijo predilecto de Tolosa. Por su interés,
pedimos al autor lo vertiera al castellano, petición a la que el autor accedió. Nuestro agradecimiento más
sincero. El título, “Parte de una autobiografía”, es nuestro.
Paisanos míos, señoras y señores:
Cuando llegó a mis oídos lo que las
autoridades de Tolosa proyectaban acerca de mí, me pareció que debía inclinar
la cabeza y acatarlo. Hace algunos años
se acuñó la expresión de ama-lur (madre
tierra). Podríamos también decir ama-erri
(madre pueblo), porque la localidad en
que hemos nacido es como una segunda
madre. Y las personas de nuestra edad
aprendimos bien a obedecer a los que
nos trajeron al mundo.
Pregunté en seguida quiénes eran,
hasta entonces, los hijos predilectos de
Tolosa. Me dieron los nombres siguientes: Felipe Dugiols, Eduardo Mocoroa,
Antoñita Bandrés y Juan Garmendia.
Es decir, un militar, un músico, una
que fue muy adelante en el camino de
la santidad y un escritor. Es como debe
ser: hombres y mujeres que hayan hecho
méritos en distintos campos.
Me ha costado llamarle Juan al cuarto. Porque para sus amigos de la infancia
ha sido siempre Juanito y lo seguirá siendo. Pero en aquel tiempo le aplicábamos
un nombre nuevo. Cuando en la Plaza
Santa María o donde fuera jugábamos
a fútbol, él tenía la costumbre de pegar
de vez en cuando una palmada. Así que
dimos en llamarle el jugador txalos. Lo
que entonces no se nos ocurría pensar
es que, primero él y después yo, íbamos
a recibir esta distinción.
No llegué a conocer a Antoñita Bandrés. Pero sí a su hermano médico. Fue
él quien atendió a nuestra difunta madre
en su última enfermedad.
Felipe Dugiols murió antes de nacer yo. Pero guardo un triste recuerdo
relacionado con él. Como sabéis, el
monumento con su estatua se alzaba
delante de la actual Casa de Cultura. A
su alrededor tenía un cerco: unos pilares
coronados por grandes bolas de hierro y
unidos por gruesas cadenas. Todos los
chicos nos sentábamos sobre ellas y nos
balanceábamos como en un columpio.
Pero una de las veces, cuando un com-
pañero nuestro se divertía de ese modo,
una de las bolas cayó sobre el vientre del
chico y murió el pobre a consecuencia
de ello. Se llamaba Ramón Eceiza, y sus
hermanos, Julián y Tomás.
Conocí mucho a don Eduardo Mocoroa. ¿Quién no en Tolosa a un músico
tan acreditado? Pero os contaré lo que
me sucedió con él un día.
Eran las vacaciones de Navidad.
Nuestra madre nos mandó a misa de
diez a mi hermano menor y a mí. Él tendría entonces nueve años, y yo doce.
Entramos en la parroquia y, en vez de
mezclarnos con los demás fieles, subimos al coro. Éste, como sabéis, consta
de tres partes, separadas por bastidores
de unos tres metros de altura.
Comenzó la misa. El coro de tiples
cantaba la misa de angelis. También nosotros teníamos voz de tiple y nos sabía-
mos bien esa misa. Empezamos, pues, a
cantar a una con los tiples. En los kyries
lo hicimos tímida y suavemente. A los
dominus vobiscum del celebrante respondimos con garbo. Durante el gloria
fuimos levantando la voz. Y ¡qué plétora
la nuestra cuando llegó el sanctus!
Pero al terminar éste, la puerta del
coro central se abrió de golpe, y apareció por ella, tan furioso como un toro
cuando sale del toril, don Eduardo. Nosotros echamos a correr de arriba abajo.
Pero él había cerrado bien nuestra vía
de escape. Nos agarró del cuello o de
la ropa y ¡vaya tanda de patadas la que
nos propinó! Aquel señor sería un gran
artista tocando el órgano con sus manos;
pero también calentando nuestros traseros con sus zapatones. Pero por turno; el
trabajo de uno lo hacía con un pie, y el
del otro con el otro.
Antonio Zavala (izq.) junto al alcalde de Tolosa, Antton Izagirre, después de recibir el título
de Hijo Predilecto de la villa, el 7 de octubre de 2000. Foto: El Diario Vasco.
54
Primer libro publicado por Antonio Zavala en su
colección Auspoa (1961).
Nosotros tirábamos con fuerza, a ver
si nos librábamos, pero todo era inútil.
Los dedos de don Eduardo, de tanto
tocar el órgano y manejar la batuta, se
habían vuelto garfios de hierro.
A todo eso, detrás de nuestro verdugo, estaba el coro de tiples en pleno,
todos ellos compañeros nuestros de colegio y de juegos, partiéndose de risa.
Pero más atrás había otro tercero,
que se reía más que nadie: el sacerdote
don Juan Gurruchaga, hijo del pueblo.
Cuando pudimos librarnos de las
garras de don Eduardo, bajamos volando por las escaleras. Era el momento
más sagrado de la misa: la consagración. Pero recuerdo que toda la gente,
en vez de al altar, miraba hacia atrás,
queriendo saber qué era aquel barullo.
Salimos afuera. Llovía a cántaros,
pero nosotros anduvimos de calle en
calle, mojándonos. Es que si volvíamos
a casa antes de tiempo, nuestra madre
empezaría a hacer preguntas. Y ése era
nuestro miedo: que ella se enterara. Pero
lo sucedido no llegó a sus oídos; no hubo
ningún chivato.
Al cabo de algún tiempo, una tarde,
nuestra madre y yo tomamos el camino
de Izaskun. Y en el camino nos encontramos con don Eduardo. Él bajaba y
nosotros subíamos. Se detuvieron, se
saludaron y charlaron un rato él y nuestra
madre. Entre tanto, yo no abría la boca
y miraba, por si acaso, a otro lado. Pero
no sucedió nada. Una de dos: o no me
conoció o prefirió portarse como un caballero.
De todas formas, esa anécdota nos
muestra que los hijos predilectos de Tolosa manteníamos entre nosotros relaciones del más alto nivel cultural.
Después de pasar revista a la cuaterna de hijos predilectos, sentí en mí el
cosquilleo de la vergüenza. Es que me
empecé a acordar de nombres de quienes no han recibido el honor que hoy a
mí se me otorga, unos ya difuntos y otros
vivos, mas no por no merecerlo. Me puse
a hacer la lista, pero iba un poco larga y
lo dejé, en parte porque es algo que no
me toca a mí y en parte por miedo a dejar
fuera bastantes nombres.
Al mismo tiempo, me llené de gozo
y satisfacción, precisamente por eso:
porque nuestro pueblo ha dado muchos
hombres ilustres.
Di entonces en pensar a qué se
debía esa abundancia. En cierta ocasión oí que el entorno de Tolosa era de
geología un tanto peculiar, porque entre
estas montañas se juntan varios ríos y
arroyos. Se deberá también a ello que
sea un cruce de caminos, y también un
cruce de aires.
Aquí se dan cita, ciertamente, varios vientos. Del norte nos viene la brisa casquivana de San Sebastián; del
este, por encima de Leitza y Betelu, el
cálido soplo de Navarra; del oeste, por
encima del Deba y del Urola, el fuerte
aliento de Vizcaya; y del sur las auras
del Goierri, que nos llegan desde Álava
tras lamer a su paso las cumbres y praderas de Aralar y Aizkorri. ¡Qué remolino
el de esos cuatro aires, cuando en este
nuestro rincón chocan unos con otros y
encuentran cerrado su camino! A ello se
deberá que nuestro pueblo haya dado
tantos hombres famosos. O sea, lo del
viejo refrán vasco: Viento en la cabeza y
¡hala, a patear el mundo!
Pero si el pueblo de Tolosa otorgó en
2000 un nombramiento de hijo predilecto y ahora otro, quiere decir que quiere
subsanar su descuido. A ver, pues, si el
próximo año nos reunimos otra vez aquí
para otro acto como el de hoy. A pesar de
que lo hagamos con frecuencia, pasará
bastante tiempo antes de que podamos
pagar todas las deudas atrasadas.
Pero no sólo en Tolosa, en todo el
País Vasco impera una mala costumbre.
Los reconocimientos como éste de hoy
se tributan a quienes son ya de edad
avanzada. Así que al homenajeado se le
dice, sin más, que es ya un anciano.
Urge que cambiemos; urge que
alarguemos una mano al hombre maduro
o al joven que ha mostrado su relevancia
en cualquier disciplina. Pero no lo hace-
55
mos así, y el pobre, sin más culpa que
la de haber abierto un camino nuevo, se
verá condenado a sobrevivir como pueda o, como dice un viejo cantar, hecho
un “arlote miserable”.
O se parecerá, ya que estamos en
Tolosa, a nuestro gran Patrono San Juan:
“vox clamantis in deserto”, tal como lo
pregonaban en latín, en nuestra parroquia de Santa Maria, los panegiristas del
santo en su fiesta. Ese joven será la voz
que suena en el desierto y en la soledad,
y muchos lo tomarán por loco.
Por eso precisamente no se le ayuda: porque basta con uno que haga el
ridículo. Pero él, si sabe hacer oídos sordos al que dirán, vivirá contento. Gozará
de muchos momentos felices, como yo
los he tenido. ¿Por qué, pues, mi queja?
Porque el solitario siempre estará solo y
chocará una y otra vez contra el muro de
la impotencia. Entre tanto, con un poco
de ayuda, en vez de producir como de
veinte, hubiera producido como de cuarenta.
Así que, aprovechando esta ocasión, hago un llamamiento a todas las
entidades del País Vasco. Que los honores los otorguen, si así les place, a
los mayores; a quienes hemos dado ya
nuestros mejores frutos; pero sobre todo
a los jóvenes o maduros que han demostrado su valer, a fin de que produzcan
más, para bien de todos.
El año pasado, cuando la Universidad de Deusto se dignó nombrarme
doctor honoris causa, dije así poco
más o menos: “Suele decirse que con
una sola boina no pueden cubrirse dos
cabezas. Ese proverbio queda en esta
ocasión desfasado. Con esta boina de
hoy se cubren muchas cabezas. Ya que
mi trabajo ha consistido en recopilar la
literatura popular, el honor que a mí me
concedéis se lo conferís también a todos
los hombres y mujeres que han contribuido a esa literatura y saber populares”.
Esas palabras valen también para
hoy. En este acto no me honráis con el
título de predilecto solamente a mí, sino
también a todos los autores de las estrofas y escritos que yo he recopilado.
Predilectos, pues, todos los antiguos
bertsolaris. Por ejemplo, los que en 1802
cantaron en nuestro viejo pueblo: Zabala
y Fernando de Amézqueta, Erroizena de
Hernani y Altamira de Tolosa.
Y los bertsolaris Xenpelar, Udarregi,
Txirrita... O Pello Errota, que tantas veces
vendría desde Asteasu. O José Bernardo
y Pedro María Otaño, que se trasladarían
desde Zizurkil.
O Iparraguirre, sobre todo tras lo
que le ocurrió en nuestra villa: “Zibillak
esan naute biziro egoki / Tolosan bihar
Landázuri
De izquierda a derecha: Henrike Knörr, Antonio Zavala y José Ramón Zubimendi, el dia de la investidura
de Zavala como Doctor honoris causa por la universidad de Deusto. 17 de noviembre de 1999.
dala gauzak erabaki...”. (“Los civiles me
han dicho, con buenas maneras, que en
Tolosa hace falta aclarar las cosas...”).
Hijo predilecto nuestro paisano Ramos Azcárate, uno de los más prolíficos
autores de composiciones en verso, por
más que hoy yazcan en el olvido. Y lo
mismo Ramón Artola y Emeterio Arrese,
por ejemplo.
O los que cantaron en Tolosa en el
campeonato de 1935: Txirrita y Saiburu;
Ezeiza, de Ibarra; Moxo, de Irura; Etxeberria, de Andoain; y Ondartza, Pantxo
Zarra, Ugartemendia y Txapartegi, de
Asteasu.
Y los que lo hicieron al cabo de diez
años, en 1945: Basarri, Uztapide, Saiburu, Zepai, Ondartza, Ernani-Txikia y
Mitxelena.
Predilectos también cuantos se movían en torno a los bertso-paperak (hojas volantes con estrofas en euskera).
En primer lugar, los autores de aquellas
composiciones en verso. Era uno de los
más fecundos Manuel Antonio de Imaz,
del vecino pueblo de Altzo. A esos bertsolaris acudían cuantos querían difundir
estrofas sobre algún asunto. Les explicaban lo sucedido, ellos las componían y
las cobraban, y el interesado las llevaba
a la imprenta.
Merecen, por tanto, este título de
hoy las casas que las imprimían. Sólo en
Tolosa había tres, que eran fuentes caudalosas de esa agua: la de la Viuda de
Mendizábal o de Eusebio López; la de
Gurruchaga y la de Muguerza.
Lo merecen asimismo los vendedores de tales hojas en el Mercado de Tolosa. Yo conocí a tres: a Prudencio Abarra-
tegui, Besamotza (el Manco), vizcaíno;
a Mendaro Txirristaka y a Pello Saikola.
A éste le compré una hoja en el verano
de 1954.
Y lo merecen, por último, cuantos se
reunían en torno a esos vendedores a escucharles cantar las estrofas. Y los que
compraban las hojas y se las llevaban a
casa. Los pliegos que de ese modo se
difundieron son los que un servidor ha
ido después recogiendo.
Pero tened en cuenta que yo no habría iniciado ese trabajo de recopilación,
si no hubiera visto a esos vendedores y a
esos compradores los sábados (día de
mercado en Tolosa), al pasar al mediodía
del colegio a casa.
¿Cuántos bertso-paperak se habrán vendido en el mercado de Tolosa?
¿Cuántas composiciones en verso?
Cientos, desde luego; y quizás millares.
Pero más de la mitad se habrán perdido para siempre, por culpa de la negligencia o de la vanidad de los hombres
de cultura. ¿Para qué tomar en cuenta
aquellas caseradas?
Más tarde, cuando los vascólogos
corrigieron sus criterios y cambió el
ambiente, hemos podido publicar las
composiciones de bastantes autores
de estrofas, pero directamente en libros,
sin que pasaran por las hojas volantes.
También ellos merecerían esta distinción.
Pero no los nombro, por falta de tiempo.
Me he esforzado también en sacar
adelante la prosa popular, con la publicación de varios libros, con las memorias
y vivencia de muchos hombres y mujeres
del pueblo. Más nombres, pues, merecedores de este honor y que deberían ci-
56
tarse, para dar a cada uno lo suyo. Pero
se nos haría largo.
Así que, con mi nombramiento, pensarías que a la cuaterna anterior se agregaba un nombre nuevo. Pues no; tras de
mí ha aparecido una lista interminable.
Algo parecido cuenta el evangelio.
En cierta ocasión, el Señor increpó a un
endemoniado. “¡Sal de este hombre, espíritu inmundo! ¿Cómo te llamas?”. Y el
otro le contestó. “Mi nombre es Legión,
porque somos muchos”. Es lo que a lo
mejor os ha ocurrido conmigo: que juzgábais que era yo sólo y ha resultado
una multitud.
El pueblo de Tolosa, por tanto, no
sólo me honra a mí, sino a toda la literatura popular vasca. Con ello se da un
paso para remedio de una vieja injusticia.
En los tiempos en que en el mercado de
Tolosa se vendían bersto-paperak todos
los sábados, a nadie se le ocurría pensar
que lo que se ofrecía en aquellas hojas
pudiera ser literatura. Por eso es que no
se recogían y guardaban. Aquellas composiciones, sin embargo, por más que se
tratara de un género montaraz y humilde,
comunicaban y transmitían un contenido
o mensaje. Y ése es el principal cometido
de toda lengua y toda literatura.
Por otro lado, aquellos pliegos reunían todos los requisitos necesarios para
ser considerados literatura: autores, imprentas, vendedores, compradores... Por
un lado la oferta y por otro la demanda,
ambas con excelente salud y vitalidad.
Esa relación de toma y daca, esa literatura, se mantuvo en pie mucho tiempo,
y ella solita, sin el apoyo y la ayuda de
nadie. No sabría decir cuántos libros de
hoy llegarían a tanto.
Nuestra literatura popular no la tomábamos en consideración hasta hace
poco. Que las cosas hayan empezado
a cambiar lo muestra claramente el acto
de hoy en nuestro pueblo.
Tolosa ha tenido siempre relaciones
muy estrechas con la literatura popular.
Como he dicho antes, una de las más
antiguas competiciones de bertsolaris
que se conocen, tuvo lugar aquí, en
1802. Aquí se han publicado, vendido
y comprado millares de bertso-paperak.
Tres de las imprentas que los publicaban
radicaban también aquí. Y que el recopilador de esa literatura sea hijo de esta
villa tiene asimismo su razón y motivo.
Pido, por tanto, que la buena voluntad que Tolosa ha demostrado en este
acto de hoy no sea flor de un día; que
nuestro pueblo siga siendo fiel a esa tradición que le honra.
••••••••
Veo delante de mí a muchos amigos
que no han podido entender mis palabras en euskera. Ruego a los demás que
me perdonen les dirija a ellos un breve
resumen.
He comenzado nombrando a los anteriores hijos predilectos de Tolosa: Felipe Dugiols, Eduardo Mocoroa, Antoñita
Bandrés y Juan Garmendia, detallando
la relación y contactos que tuve con
ellos, contacto muy intenso, ciertamente,
en uno de los casos.
Al concedérseme este nombramiento, he sentido un poco de vergüenza, por
los muchos tolosanos que lo merecían y
no lo recibieron. Empecé a hacer una lista y lo dejé, porque iba muy larga y temía
dejar muchos nombres fuera.
Por otro lado, la costumbre de este
país es hacer homenajes a los de edad
ya avanzada. No es que esté mal. Pero
he pedido que empecemos también a
ayudar a los jóvenes o personas en plena madurez que hayan demostrado su
capacidad, aunque no sea más que por
conveniencia propia, para que rindan
más que en solitario.
Hace casi un año, al recibir en la
Universidad de Deusto el doctorado honoris causa, dije que con aquel birrete
se cubrían muchas cabezas: la de todos
los autores que han contribuido a la literatura popular.
Del mismo modo, hoy no sólo me
nombráis a mí hijo predilecto, sino a todos esos hombres que han hecho que
nuestra literatura popular sea tan rica e
interesante.
Éste ha sido el meollo de mis palabras. Y ahora permitidme que termine en
euskera.
••••••••
De izquierda a
derecha: Félix
Maraña, Antton
Izagirre y Antonio
Zavala, en el acto del
7 de octubre de 2000.
Foto del Archivo
Municipal de Tolosa.
Muchas gracias, pues, por este
reconocimiento de hoy. Pero ¿cómo
agradecerlo? ¿Qué podré ofreceros a
cambio? Siguiendo adelante en mi labor,
hasta que Dios quiera.
Muchas gracias, sobre todo, por el
honor que le otorgáis a la literatura popular. Ya os he dicho que este nombramiento no me atañe solo a mí. Del mismo
modo, mi agradecimiento no es sólo mío.
En este momento no hablo sólo en mi
nombre, sino en el de muchos; en el de
todas las personas que han colaborado
en poner en pie nuestra literatura popular, y que os quieren decir dos palabras:
muchas gracias.
No recuerdo ahora a qué bertsolari
se debe esta sentencia: “Batek ainbat
deretxo badegu bestiak” (Tanto derecho
como cualquiera tenemos los demás).
Por tanto, si a vosotros os asiste la fa-
57
cultad de nombrarme a mí hijo predilecto, también yo me siento con autoridad
para concederle al pueblo de Tolosa, no
sólo en mi nombre, sino también en el de
todos cuantos han tenido algo que ver
con nuestra literatura popular, el título de
predilecto. Y estoy seguro de que nadie
levantará su voz en contra.
Con todo esto os habréis llevado
quizás una pequeña sorpresa: habéis
venido para ser testigos de un nombramiento y lo habéis sido de dos.
Antes de terminar os pediría, de parte de todos los aficionados a la literatura
popular, que hoy, a la hora de comer, hicierais dos brindis, para que estos dos
reconocimientos, el vuestro para mí o,
más bien, para nosotros, y el nuestro
para la villa de Tolosa, tengan validez
durante muchos años o in saecula saeculorum, amen. Y nada más.
Landázuri
ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO
Oraingogauzak
Como podrán apreciar los amables lectores, he cambiado de tercio al bautizar esta serie de artículos con un nuevo
título, “Oraingo gauzak”, que traducido al romance significa
“Temas de ahora”, en contraposición a los anteriores “Aspaldiko gauzak”, en los que trataba de asuntos de nuestro
pasado; más o menos glorioso, o más o menos mugriento,
que de todo ha habido. Estimo que es conveniente comentar
facetas del pasado, unas veces por curiosidad y, sobre todo,
porque resulta muy útil conocer los errores que hemos cometido a lo largo de la Historia para establecer las medidas
necesarias que nos impidan caer de nuevo en ellos. Pero también debemos decir que es preciso tratar de las cuestiones
actuales, con proyección de futuro, para intentar legar a las
generaciones venideras actuaciones de todo tipo de las que
puedan hablar de nosotros sin sonrojarse de vergüenza. Si
consiguiéramos no sólo eliminar este efecto, sino el contrario,
y que sea reconocida con orgullo la herencia que les hemos
transmitido, podíamos dar el salto al más allá con una sonrisa
de satisfacción, aunque mucho me temo que lo de la sonrisa
no sea más que pura figura metafórica.
Y después de esta aclaración, entraré en materia comentándoles un asunto urbanístico que me produce bastante inquietud, pues considero que, si se lleva a efecto, esas generaciones venideras de las que antes les he hablado no van a
tener un recuerdo muy grato de nosotros, precisamente.
Como no soy partidario de escribir en romance aljamiado
u otra jerigonza semejante, les desvelaré el contenido del
tema, que no deseo que por mi culpa no puedan conciliar el
sueño intentando descifrar el enigma.
Se trata de la posible construcción de varias torres de
quince alturas en el polígono vitoriano de Salburua, que rechazo enérgicamente por las causas que expongo a continuación:
Me da la impresión de que el tránsito brusco entre las
tierras de labor y humedales del entorno a esas construcciones mastodónticas no va a ser cosa fácil de digerir, desde un
punto de vista estético. Por otro lado, el vivir en una grillera
semejante no creo que pueda contribuir demasiado a mejorar
la salud física y mental de sus inquilinos.
A la vista de los proyectos que se han presentado, el
único que me convence ha sido el denominado como “Torres
Tumbadas”, pintoresco eufemismo, puesto que una torre tumbada no tiene nada que ver con una torre; de la misma manera
que el llamado crecimiento negativo, expresión tan utilizada
por políticos y economistas, tampoco tiene ningún parentesco
con el crecimiento, sino lo contrario; para designar este concepto existe la palabra decrecimiento o disminución.
Hace algún tiempo leí un informe de la profesora de la
UPNA, Mercedes Rubio, socióloga para más señas, en el que
se mostraba contraria a este tipo de edificaciones, argumentando, entre otras cosas, que en los EE.UU. están cuestionando la construcción de edificios de gran altura. La profesora
Rubio dio a conocer las conclusiones que en 1991 determinó
el Consejo de Parques de Nueva York, en las que se afirmaba
que la “construcción de edificios altos amenazaba con convertir en zonas de umbría a más de la mitad de los parques
58
neoyorquinos”. Más adelante, el Consejo aboga “por la construcción de edificios de poca altura, con patios y pequeños
jardines”. Esta modalidad constructiva se ha experimentado
en nuestra ciudad en el polígono de Lakuabizkarra de Vitoria,
cuya calidad urbanística es evidente. Y anteriormente, en el
ensanche del XIX, se hizo algo parecido.
Desde 1984 en la ciudad de San Francisco “La Ordenanza de Luz Solar” prohíbe la construcción de edificios de altura
superior a doce metros, puesto que, según dicha ordenanza,
“pueden proyectar una sombra apreciable sobre edificios,
espacios o recintos recreativos al aire libre”. En una palabra,
que los inventores del rascacielos han llegado a la conclusión
de que su invento no es todo lo bueno que ellos suponían.
Ahora invito a los lectores a cruzar el charco y volvamos
al Salburua de nuestros pecados. La razón que esgrime el
Ayuntamiento de Vitoria para propiciar la construcción de las
torres de marras es abaratar el coste de las viviendas, pues
la repercusión del precio del solar resulta altísima. Esta razón
es lógica en el caso de poblaciones que por su orografía
no dispongan de terrenos edificables, pero no creo que esta
situación se presente en nuestra ciudad. En la actualidad
el terreno es caro en Vitoria y esta carestía resulta ser más
complicada de entender que cualquier intrincado misterio del
dogma católico, por ejemplo.
Algo grave falla en la política del suelo, cuando contando
con terreno llano y abundante su precio alcanza cotas prohibitivas y por este motivo se llegue a la conclusión de que
para solucionar el problema sea preciso construir torres de
quince pisos.
El viajero que acuda a nuestra ciudad por la N-1, al contemplar semejantes maravillas, es muy posible que sufra la
impresión de que se esté acercando a los suburbios de Belgrado.
Esperemos que el buen sentido haga rectificar el cambio
de rumbo en materia de suelo urbano, de forma que se propicie la construcción de viviendas estéticamente amables, a la
vez que asequibles a la mermada capacidad adquisitiva de
nuestros jóvenes de hoy, censores en un futuro cercano.
El barrio de Salburua (Vitoria). Fea arquitectura suburbial.
Siglos de arquitectura para esto...
LEIRE RUIZ DE ZAROBE
PROFESORA DE LINGÜÍSTICA FRANCESA DE LA UPV/EHU
Dime cómo citas y te diré cómo eres
Cuando hablamos de citas tendemos
a referirnos a esas citas de los grandes
pensadores, que resultan solemnes, majestuosas, insertas en nuestro discurso, y
que apoyan, confirman, adornan etc. las
propias palabras de uno. Pero más allá de
esta concepción parcial de cita, y tomando el término en su dimensión más amplia, es decir, ‘cita como representación o
reproducción de discursos ajenos (reales
o no) en el propio’, puede afirmarse que
gran parte de los textos es cita.
Las citas son a menudo reconocibles. El procedimiento de citar puede ir
acompañado de marcas lingüísticas y/o
tipográficas que lo identifican: es el caso
de los llamados clásicamente estilo directo: “«Me gustaría ir a París», me dijo”;
estilo indirecto: “Me dijo que le gustaría ir a
París”, o del entrecomillado: “Dijo «París»
y no «Londres» ni ningún otro lugar”, que
el redactor/hablante selecciona y muestra transparentemente como recurso de
cita, y frente a los cuales el lector/oyente
reconoce que se enfrenta a una cita, y de
alguna manera se prepara para su lectura
e interpretación. No siempre es el caso:
frecuentemente, las citas no son anunciadas o están enmascaradas, pero el texto
es producto de una cita, de uno u otro tipo,
más o menos indirecto o soterrado, que
una observación minuciosa del texto permite desvelar: “El jefe tiene mal carácter,
¿eh?” retoma y cuestiona algo dicho anteriormente; “Ayer me encontré con Juan.
Se había divorciado, le habían echado del
trabajo, todo le iba mal... La verdad es que
estaba hecho una pena” reproduce algunas palabras de Juan; “¿Vargas Llosa?
Ayer le entregaban un premio” afirma algo
de una fuente ajena.
Uno de los aspectos más interesantes de las citas es la posibilidad de manipulación que ofrecen. Se pensará, por
ejemplo, que el estilo directo o el entrecomillado tienden a reproducir fielmente la
voz de otro enunciador. En la prensa, por
ejemplo, la literalidad es una exigencia,
por su función de informar, exigencia no
pocas veces transgredida. Sin embargo,
en éste y otros casos no se puede dejar
pasar por alto otras intenciones del entrecomillado, altamente significativas, como
las siguientes: mediante el entrecomillado,
el redactor libera la responsabilidad de su
discurso en otro, o no está de acuerdo y
se distancia de él, o sí lo asume, o lo deforma por su contextualización tendenciosa,
o desea parecer objetivo etc. (Véase el
valor de las comillas en: “El Presidente de
Gobierno español advirtió que «el sentido
común se impondrá a través de la Ley»”
(Deia).
Por otra parte, podemos usar perfectamente el discurso directo para evocar
palabras que nunca jamás han sido dichas; por ejemplo, podemos narrarle a un
amigo un viaje con abundancia de relato
de conversaciones que en realidad nunca han tenido lugar así, con el objeto de
dramatizar o hacer más vivo el relato, y lo
aceptamos como natural. Aunque aparentemente la fidelidad a la fuente ofrece más
posibilidad de transgresión en el estilo indirecto, transmitir ese mismo viaje en tal
estilo nos plantea una exigencia de veracidad en el contenido, y si ese contenido
no se ajusta a la verdad somos acusados
de falsedad.
Con todo, la manipulación principal a
la que me refiero es otra. Los recursos de
cita son uno de los grandes actores de la
manipulación del discurso, en el sentido
de que guían totalmente su interpretación,
según las intenciones comunicativas del
locutor. Sucede, por ejemplo, en el lenguaje periodístico. Es llamativo comparar
la transmisión de un discurso de un personaje público o el resultado de una rueda
de prensa en uno u otro periódico. Todos
hacen uso, como es definitorio del discurso periodístico, de uno u otro recurso de
cita, pero las elecciones no son banales;
el manejo de los recursos de cita resultan
claves para el resultado de esa transmisión, de manera que el mismo discurso,
transmitido por uno u otro periódico, tiene
unos efectos y resultados muy diferentes
entre sí. La estrategia reside en el manejo
de las citas: los fragmentos de discurso
que se eligen referir, su lugar de aparición
en la noticia, sus formas lingüísticas y la
función asociada a cada una, la transgresión de éstas, su enmarcación argumentativa en el texto... todo un proceder
derivado del manejo de la cita que debe
ser desenmascarado para su ajustada interpretación. A título de ejemplo, compárense los siguientes titulares de distintos
periódicos a propósito del debate sobre
el estado de la nación del 16 de julio de
2002:
DEIA: Aznar rechaza la distensión y
el diálogo que le propone el PNV. Acusa
al tripartito de iniciar “un viaje a ninguna
parte” con el acuerdo del Parlamento.
GARA: Aznar sitúa el objetivo en la
derrota de ETA y asegura que “hemos
superado complejos”. Dice que la ley de
partidos acaba “con la impunidad” y pide
que se refuerce la unidad con el PSOE.
El PAÍS: Aznar acusa al PNV de “no
querer la desaparición del entramado terrorista y de sus cómplices”.
EL CORREO: El PNV ofrece al Gobierno 90 días de distensión, diálogo y
59
negociación. El presidente rechaza la
oferta y exige a los nacionalistas “lealtad
institucional cotidiana”.
Citar no es, pues, en contra de las
apariencias, una operación inocente. Citar es siempre asignar intencionalmente.
Citar es una estrategia. Citar es un funcionamiento lingüístico de mayor relevancia
de lo que se cree. Conocer y dominar los
mecanismos de cita significa poseer el
poder de provocar efectos calculados e
insospechados en el texto y consecuentemente sobre el destinatario.
Citar es además una actividad personalísima, en el sentido de que cada vez
que se cita, aunque se cite, el texto resulta
nuevo. Cada cita se recrea en cada texto, y resulta nueva en el nuevo marco. Y
es porque cada texto (aunque contenga
citas), cada enunciado es único y particular. Es, en este sentido, un hecho histórico. Por eso, dos enunciados, aunque
contengan las mismas palabras, no son
nunca los mismos, porque sus condiciones de producción y sus contextos han
variado, no son repetibles. De ahí también
la necesaria interpretación ajustada a ese
hecho único e individual que es cada acto
lingüístico. No es extraño, pues, si bien
su uso sirve a distintas intenciones, que
nuestros políticos y otros personajes se
quejen continuamente de que sus frases
son “descontextualizadas”.
Podríamos hablar largamente de este
potente y desconocido mecanismo que
es la cita o el discurso referido. Y si observamos con cierto detenimiento lo que
oímos o lo que leemos, comprobaremos
que casi todo es cita, una historia de transmisiones, un componer una representación de palabras, pensamientos, ideas...
explícitos o implícitos, una construcción
de proposiciones presentes en el espíritu
de los interlocutores, o en el contexto, o en
la memoria, un retomar opiniones ajenas,
un cruce de voces (polifonía) en el que no
siempre es evidente la frontera entre la voz
del autor y las intromisiones de voces ajenas. Los que acusan a otros de citar mucho probablemente citen tanto o más que
éstos, mediante uno u otro procedimiento,
de manera abierta o enmascarada, consciente o no. Este texto mío también contiene citas. El propio título es una cita, un eco
modificado de una enunciación anterior,
un refrán, sobrepuesto a su vez a millones
de voces que se han ido apropiando de
él, reconstruyéndolo, y disponible para sucesivas reelaboraciones. Citar es, pues,
muchas cosas, excepto un mecanismo
aislado o una operación ingenua.
Landázuri
LITERATURA
CARLOS AURTENETXE MARCULETA
Compañero de página y abismo
Para Ángel María Ortiz Alfau, en el día de partida
Cuando un hombre bueno muere
¿de qué está hecho el mundo?
¿Qué trampas de conciencia haremos
en privado, a solas,
para resistirlo?
Cuando un hombre de la palabra muere
¿qué modifica la palabra?
Del libro que tú harías,
que tú hiciste con tu vida, voces y ecos,
cuerpos y sombras pasaron por sus páginas,
y al cabo,
un poco de tristeza,
un rastro de melancolía en tu sonrisa
te define,
ahora que estás tan cerca, tan lejos
de nosotros.
Por mucho que quisiéramos,
por mucho que preguntes, que respondas,
nunca podremos explicar el hombre,
la trama de su tela, del velamen,
la furia, la música del viento
preso en las velas.
De algún Bilbao de piedra y agua,
de hierro y fuego y tierra y sacrificio,
que sueña,
y que trabaja y lucha
y que respira,
sea tu voz,
alcance aquella forma que vuela y que dijiste
y que persigue la mañana.
Siempre una parte de la andanza
rebasa al caminante,
una parte del edificio a su arquitecto
en la palabra,
hombre de la palabra,
del trabajo hecho arte de ser hombre
acuñado en tus manos,
la pura distinción hecha elegancia del ser,
minueto, adagio,
como una fina lluvia en el verdín
de la fuente,
juegos del agua,
equilibrio,
al caer la tarde hecha silencio,
presagio, dibujo del regreso.
Que Unamuno te persiga,
te consiga,
entre los tilos,
te encuentre, en sus rincones, en los juegos profundos, prohibidos,
de la tierra, del cielo.
Que mi padre te conozca por Artxanda,
o la Gran Vía, una tarde de lluvia, ahora que ello es imposible,
y os contéis tantas historias pendientes, comunes,
como fueron.
Que Aresti baraje vuestras cartas de amigo,
como si fueran naipes, para ganarte de nuevo la partida,
aunque sea con trampas.
Y que Blas nos siga congregando, incansable,
reuniendo en la palabra, a todos,
para siempre.
Escucha el viento hablar
entre la hierba,
rozar el filo de los ojos
la mirada, sentir lo inapresable,
el tibio caminar común,
guiar a lo imposible la vida,
al fondo de tu pecho,
simplemente la vida,
huyendo, huyendo.
Todos los mundos vividos, respirados en las páginas
del infinito libro que habitaste,
y flores y tristezas y alegrías mezcladas, harán aquel jardín
que abandonamos.
Ser lo que empieza y que termina,
compañero de página y tristeza,
la risa, el llanto, el fuego, la tormenta
sobre las márgenes del río,
la noche, la mañana,
el viento enloquecido en el camino,
los amores eternos, las verdades eternas.
Seguiremos hablando, y no es un eufemismo,
pues esto sigue,
seguiremos hablando de todo un poco,
en todo,
como el día y la noche, como la mar y el cielo.
De este poema incinerado del instante sin regreso
quede el silencio,
la tierra del afecto desgranado en nuestras manos.
De la contrariedad que tú sentías
por las almas voraces,
que sabías pequeñas,
te recuerdo,
prueba del nueve de las almas grandes.
Tuviste ese don imprescindible
ante el que todos se sienten desarmados, salvo los miserables,
y que ya nadie emplea:
saber ser vulnerable
ante el que debes serlo.
60
Valga lo que valga cada cual
ninguno de nosotros pudo, podrá sustituirte nunca
en escena, en jornada alguna.
Deja que fotografíe tu ausencia,
la forma del vacío que ha dejado tu cuerpo
al irse,
en las estancias.
LITERATURA
con fe de carbonero,
y beneficio,
de sangre en sangre y ley
se agrava el hombre, por momentos.
Quiero perder, quiero perder un poco,
de tu mano.
Que con tus grandes alas
orientes nuestros vuelos, tras tu sombra
en el valle,
nos muestres el camino, allí abajo,
donde tejer las flores,
donde latir los pechos,
al unísono,
como un redoble de conciencia que se eleva.
De izquieda a derecha: Santiago Aizarna, Angel Ortiz Alfau y Gabriel Aresti.
Según información del escritor Pako Aristi, la foto fue hecha por Ramón Velasco
en la Galería del Libro de Bilbao, en la Navidad de 1974, y es probablemente la
última foto en que aparece Gabriel, fallecido el 5 de junio de 1975.
Deja que fotografíe el silencio de tu voz
diciendo tu palabra,
para seguir reunidos.
Se accede y se abandona el mundo
por calles vacías, abandonadas.
Estamos solos,
pero entre nosotros, ambos lo supimos,
no cabe una despedida.
Que el agua clara que te dijo el sueño
nos lave, nos desaltere a todos.
A ratos, por las noches,
oyes decir al viento tus frases,
tus errores, tus silencios,
como si suyos fueran, como si fueran nuestros.
Ángel fieramente humano,
como fuiste, como Blas nos dijera,
ahora que todo es claro y obligado y ganado
Lo he soñado esta madrugada.
Estábamos todos juntos, por las Siete Calles,
tomando unos caldos.
Don Miguel protestaba por algo,
enarbolando el puño; Sabina, tú y yo nos reíamos,
y Blas, muy callado,
en el claro del bosque,
echaba unas migas de pan por la hierba
para poder perdernos.
Ya libre de libertad y cuidado
queda el aliento de la noche,
y nace
cuanto muere.
Guarda el secreto,
compañero de página y abismo.
Todo es palabra del silencio, trabajo del silencio.
Hasta el olvido.
No en palabra de mármol, en palabra de viento
te recuerdo,
no armado de palabra, desarmado.
Perdido en el abrazo.
Deja a la noche que diga con su brisa
tu silencio,
el silencio de todos y de nadie
en la maleza,
deja que diga su sombra tu palabra.
4 de abril de 2002
61
Landázuri
LITERATURA
HENRIKE KNÖRR
Zuri, euskal gazte horri
Negu hondarreko eguerdi eguzkitsua.
haurrideen artean ere sarri guduka;
Laino-itsasoan mendi-gailurra uharte.
nafar erresumaren amets goiztiarra
Agur-hitz batzuk jaulki ditugu herabe,
horrela zen hautsi.
eta ondoren
Gurasoen gaztaroan
solasari ekin diozu, gazte.
inoizko gerrate krudelena izan zen.
Mintzoak nekez du bidea bilatu,
Arbola santuaren inguruan sarraski latza;
antzeman dut, ordea,
doilorkeriaren berri artista ospetsuak eman zuen hobekien.
gogoan zenuena.
Menpean bizi nahi ez eta,
Egia maite duzu
oste ugari zen oldartu,
eta gezurra gorroto.
gazte eta heldu, gizon eta emakume,
Gizartean nagusituz doan hotzak zaitu larritzen.
azkar, eskuzabal.
Gizakiek gizakiro joka dezaten
Bortizkeriak, ordea,
nahi duzu;
bihotz on mukuru erakarri ditu zitalki.
mundua bizitoki txeratsua izan dadin
Besteren bidegabeak
nahi duzu,
ezin izan zio ez aitzakia.
hizkuntza guztien egonleku erosoa,
Herioa ez da inoiz ere zilegi,
iritzi eta ohituren zelai zabala,
mugak ditzagun aitor.
edozein larruazalen etxe gozoa.
Piztiekiko zer dugu, bada, bereizgarri?
Irriki duzu
Deus ere ezin datorke
Natura amultsuki erabilia izan dadin,
odolkeriaren besalagun.
eta zoroki egin zaizkion
Gurturik gaitezen oroit
zaurietatik sendatu-indarberritua.
indarkeriak hil dituenez,
Txori bakana pausatu da isiltasun-talaian,
nor ere baitatza hilobian,
eta ezeren beldurrik gabe hurbildu,
non ere baitago hilobia,
ogi-apurren eskale egonarritsua
zeren osoa behar baita gizatasuna.
eta jatun lasaia,
Bizien oinazea
lagunengana berriz hegaldatu arte,
gogora dezagun halaber.
ezkutuzko bidetik, kantari bipil.
Bakearen grina
Orduan,
orotara zabalduko ahal da!
behialako olerki-zatiaren haritik
gure Herria
Bego euskalduna,
izan dugu hizpide.
itsas-hegian zein lehorraldean,
Galdez zatozkit, gazte.
pagoak hazten diren mazeletan
Uzkur natzaizu, zinez,
zein olibondoen zabaldietan,
entzutea nahiago izaki.
bere orainaren eta geroaren jabe.
Horra zer zaidan ezpaineratu.
Begokie arbasoei leial,
ahaztura deitoragarriaren aurka.
Euskaldunen askazia guztiz zaharra,
Bedi haren ele maizkoena
itzuri joandako populu asko ikusia.
Garaziko erretoreak lehenik moldezko letretan ezarria
Jendaki kementsua,
edo latin-kume aspaldidanik guretua.
ibaiez haraindian, itsasoez bestaldean,
Biz on
antzina ugaritua,
–ume-begiak bagenitu beti!–.
izen on eta estimuan joria
Bekie etxekoei maitekor,
(nolanahi ere, ilargipe honetan nor hobengabea?).
kanpotarrei atsegin-lagunkari,
Mila ekaitzek inarrosi dute Herria,
guztiekin auzolankoi.
apaldua, ukatua,
Begi gogotsu lana,
62
LITERATURA
A ti, joven vasco
(Traducción del autor)
etekin zuzena ukatzen ez zaiola,
Mañana de las postrimerías invernales.
jauntxo zahar eta berriekiko eskubidedun.
La cima del monte es una isla en el mar de niebla.
Bihoa aspergaitz
Hemos dicho unas tímidas palabras de saludo,
jakitearen iturri agorrezinera.
y después,
Beuka uneoro lehen tokian hitza
-ahoz zein idatziz-,
adimenaren ate gailena,
has empezado a hablar, joven.
La expresión se ha abierto paso con dificultad,
pero he adivinado
lo que tenías en la mente.
munduko altxor ñabarraren gordailu aurrena,
Amas la verdad
basakeriaren borrokari onena,
y abominas de la mentira.
barne-kezken pizgarri eta eztigarri batera.
Te angustia el frío que se va adueñando de la sociedad.
Hitza dugu sortzetik opari,
Quieres
baina lantze neketsua zor eten gabe
que los hombres se conduzcan como humanos;
gogoeta etorriko bada,
quieres
bizitza betearen seinale,
que el mundo sea morada placentera,
egungo zorabio eta harrabots ergelaren etsai.
Pentsatze-mintzatzeak gaitu gizakitzen,
irakurtzeak gora-nahian hegalak ematen
donde vivan sin traba todas las lenguas,
ancho campo de creencias y costumbres,
acogedora casa para cualquier color de piel.
Anhelas
(eta goi horretan gure handi-txikitasunaz ohartarazten),
que la Naturaleza sea tratada con afecto,
bizi gareino gaitezen ikasle.
sanada y recuperada de las heridas
Bentzu orobat ustezko ezjakinen jakinduria,
que locamente se le han causado.
zuhurtzia oparo harrigarria,
Un pájaro solitario se ha posado en la atalaya del silencio,
belaunaldi joanen oihartzun preziatu hauskorra.
y sin ningún temor se ha acercado,
Kantu eta dantza
mendigo paciente de nuestro pan,
bekizkio gogo-altxagarri,
que ha comido con sosiego,
sentipen-bide eta –erakusle
(baina utikan sasimusika-merkatariak,
oro artaldeko nahi gaituztenak,
hasta remontar el vuelo hacia sus compañeros
por ocultos caminos, cantor brioso.
Entonces,
a propósito del fragmento de un viejo poema,
jostailu eta aberasgailu!).
hemos conversado
Bebil jaian alai,
acerca del País.
muinari begirunetsu,
Me interrogas, joven.
axalean gelditzen ez delarik zozoki.
No me decido, de verdad,
Iraganak utzi ondare ñabar aberatsa
prefiriendo escuchar.
zain beza.
He aquí lo que me ha venido a los labios.
Geriza bitez zorrozki
Izadiak -osagaikide dugunakbere esku leun miragarriez barreiatu mila leku bikainak.
Lukuruak edo burugabekeriak hondatu bazterrak
Es el de los vascos un linaje muy antiguo,
testigo de muchos pueblos ya desaparecidos.
Nación voluntariosa,
esparcida desde hace siglos
itzul daitezela lehengo xarmara eginahalean,
más allá de los ríos,
eta jende-erlauntzak etxe bihur.
allende los mares,
Beude oihan, erreka, bide eta hormak oro garbi eta aratz,
provista de estima y buen nombre
guztion laket-zoragarri,
(mas ¿quién hay de inocente en este mundo sublunar?).
arnasa bezain baitu gizakiak ederra nahitaezko.
País sacudido por mil tempestades,
63
Landázuri
LITERATURA
humillado, negado,
con peleas frecuentes también entre hermanos;
así se rompió
el sueño temprano del reino navarro.
En el tiempo de nuestros padres
hubo la guerra más cruel.
Terrible matanza cerca del Árbol sagrado;
un artista de fama fue quien mejor expresó aquella iniquidad.
No queriendo vivir sometidos,
una multitud se rebeló,
jóvenes y adultos, hombres y mujeres
fuertes, generosos.
Pero la violencia
ha arrastrado con perfidia a cientos de corazones buenos.
Las injusticias de los otros
no pueden ser excusa ni razón.
La muerte jamás es lícita,
reconozcamos los límites.
¿Cuál es, pues, nuestra diferencia con las bestias?
Nada puede venir
del brazo de la ferocidad.
Postrados acordémonos
de los muertos por la violencia,
quienesquiera que estén en las tumbas,
dondequiera que estén las tumbas,
pues entera ha de ser la humanidad.
Recordemos también
el dolor de los vivos.
Que se extienda a todas partes
el ansia de la paz.
Trabaje animoso,
sin que se le niegue la ganancia justa,
con derechos frente a los viejos y los nuevos señores.
Acuda sin descanso
a la fuente inagotable del saber.
Tenga sin cesar en sitio destacado la palabra
–la que sale de la boca o la escrita-,
puerta principal de la inteligencia,
recipiente exquisito de las abigarradas riquezas del mundo,
el mejor combatiente del salvajismo,
y a un tiempo acicate y bálsamo de inquietudes interiores.
Siendo la palabra regalo al nacer,
requiere, sin embargo, trabajoso y constante cultivo
para que surja el pensamiento,
signo de vida plena
y enemigo del necio vértigo y bullicio de esta época.
Pensar y hablar nos hace seres humanos,
leer nos da alas en el anhelo superior
(y en lo alto nos hace sabedores de nuestra grandeza y pequeñez),
mientras vivimos no dejemos de aprender.
Escuche asimismo la sabiduría de los supuestos ignorantes,
su sensatez abundante y pasmosa,
preciado y frágil eco de generaciones anteriores.
Que el canto y la danza
le sirvan de aliento para el espíritu,
cauce y expresión de sentimientos
(¡pero fuera los mercaderes de la pseudomúsica,
que nos quieren a todos en rebaño,
su juguete y su medio de enriquecimiento!).
Sea el vasco
a la orilla del mar o tierra adentro,
en las laderas donde crecen las hayas
o en las llanuras de los olivos,
dueño de su hoy y de su mañana.
Permanezca fiel a los antepasados,
contra el olvido deplorable.
Sea su lengua más frecuente
aquella que puso en letras de molde por vez primera el cura de Garazi
o bien idioma desde antiguo hecho nuestro, hijo del latín.
Sea bueno
-¡si tuviéramos siempre ojos infantiles!.
Sea cordial con los propios,
agradable y servicial con los forasteros,
Ande en la fiesta risueño,
solidario con todos,
pues tanto como el respirar es la belleza para el hombre imprescindible.
64
respetando su meollo,
sin quedarse tontamente en la superficie.
Cuide el rico y diverso patrimonio que nos dejó el pasado.
Presérvense con ahinco
los mil lugares espléndidos
que ha repartido con sus manos suaves y admirables la Naturaleza,
[constituida con los mismos elementos que nosotros.
Aquellos lugares dañados por la estupidez y la avaricia
vuelvan a su anterior estado en lo posible.
Conviértanse las colmenas de gente en casas humanas.
Manténganse limpios y pulcros los bosques, ríos, caminos y muros,
para deleite y gusto de todos,
LIBROS
Kurlansky cuenta la historia de
los vascos
Mark Kurlansky: La historia vasca del
mundo. Traducción de Joan Solé. Ediciones del Bronce, Barcelona 2000.
“A veces, los vascos se creen que
son el mundo” (pág. 16). De esta forma
el periodista americano Mark Kurlansky,
autor de obras como A Chosen Few:
The Resurrection of European Jewry
(1994) y el “bestseller” Cod: A Biography of the Fish That Changed the World
(1997), justifica el llamativo y algo inusual título de su reciente libro La historia vasca del mundo (2000), traducción
no siempre fiel del original en inglés The
Basque History of the World (1999).
Aunque el autor no lo dice específicamente, su ambicioso objetivo era
escribir una historia divulgativa de los
vascos -que en sus palabras “dan la
impresión de ser un pueblo mítico, casi
un pueblo imaginado” (pág. 29)- y de
su lugar en, y contribución a, la historia
global. El tomo, que abarca cronológicamente desde la prehistoria hasta finales del siglo XX, se divide en tres partes:
la primera, “La supervivencia de Euskal
Herria”, con seis capítulos; la segunda,
“El alba de Euskadi”, también con seis
capítulos, y la tercera, “Euskadi Askatuta”, con cuatro capítulos, sin contar una
introducción, un añadido al principio de
cada una de las partes y un epílogo.
Sin embargo, este paseo a través de
los siglos es desequilibrado, ya que las
decenas de centurias de las épocas
prehistórica y antigua, del Medievo y
de la Edad Moderna hasta la Revolución Francesa están resumidas en las
primeras 103 páginas o seis capítulos,
mientras que el siglo XIX es abordado
en 40 páginas o dos capítulos y el siglo
XX ocupa nada menos que 149 páginas u ocho capítulos (representando
la mitad de este cuerpo principal del
libro). Por lo tanto, La historia vasca del
mundo concierne a los vascos y su historia sobre todo durante los siglos XIX
y XX, siglos en los que se centran dos
terceras partes del volumen.
Precisamente puede que los mejores capítulos sean los últimos, aquellos después de 1789, o sea desde el
capítulo siete, “La chapela vasca”, en
adelante. Al menos las impresiones de
primera mano del autor acerca de la
situación en el País Vasco en los años
finales del régimen de Franco, en el período de la transición a la democracia
y en las décadas de 1980 y 1990 reflejan razonablemente lo que ocurrió.
Pero en la obra existen muchos errores,
inexactitudes y exageraciones injustificadas, una buena dosis de ficción y
una falta de atención hacia la precisión
histórica.
Por ejemplo, en el capítulo tres, “La
ballena vasca”, se nos comunica que
los pescadores vascos utilizaron en
primer lugar los recursos marinos del
Golfo de Vizcaya, y luego, sin aportar
cualquier dato corroborativo, que “si
se aventuraron más allá de los límites
del mundo conocido fue por perseguir
un gigante letal pero que reportaba
grandes beneficios: la ballena vasca”
(pág. 57). Algunas páginas más adelante (pág. 63) Kurlansky escribe que,
aparentemente en la Edad Media, “los
vascos perfeccionaron el proceso de
curación [del bacalao utilizado por los
vikingos] salando el bacalao antes de
secarlo”, pez que dice él “era desconocido en las aguas del norte de la península”, pero no especifica ni dónde
ni cuándo supone que lo hicieron. A
continuación, en estas líneas confusas
y ficticias, apunta que “como el bacalao se encontraba en las latitudes del
norte que la ballena ocupaba en verano [según parece las aguas de Noruega, Islandia y Groenlandia] podían
pescarlo los mismos botes de remos
que se varaban desde los barcos para
cazar ballenas”. No obstante, en el párrafo siguiente escribe, al parecer en
contradicción de lo arriba dicho y aun
sin proporcionar datos corroborativos:
“pero con la persecución del bacalao
del norte y el aprovisionamiento de sus
barcos con bacalao salado pudieron
65
invadir las latitudes veraniegas de la
ballena hasta Islandia, Noruega, las
islas Hébridas y las Feroe”.
Kurlansky sigue con su relato de
fantasía diciendo que “en el año 1000,
las ballenas que habían regresado a
las seguras aguas del norte y dejaban
resonar sus soplidos en fiordos silenciosos sufrieron el ataque repentino de
los vascos, que habían navegado más
de 1.000 millas para cazarlas” (págs.
63-64). Según él, esta inventada “caza
de ballena en alta mar [el original dice
“a larga distancia”] tenía la ventaja de
sustraerse a los tributos que exigían el
gobierno local y la Iglesia”. Haciendo
hincapié en esto, y aparentemente sin
ruborizarse por intentar hacer pasar su
fantasía por hechos documentados,
añade que “la evasión de impuestos
más efectiva consistía en alcanzar rincones del globo desconocidos donde
no resultaba fácil controlar las pescas”
(pág. 64). Desde luego que en ningún
momento menciona el hecho real, que
contradice lo que quiere hacernos
creer, de que en el siglo XVI (y no en
el Medievo) las expediciones vascas a
Terranova y Labrador a por bacalao y
ballenas pagaban un diezmo a la Iglesia, al igual que lo venían haciendo las
expediciones vascas que regresaban
de Irlanda sobre todo con merluza, congrio y arenque, tributos (y pesquería) de
los que Kurlansky tampoco habla. Sus
declaraciones siguientes de que “los
vascos prosperaron tanto en el comercio de este producto [el bacalao] que
se ha mantenido como plato tradicional
en el País Vasco, Cataluña, la Francia
mediterránea, Italia, Grecia y el norte
de África” -comercio que de hecho fue
llevado a cabo en buena medida por
barcos de otras naciones- y de que los
vascos se convirtieron “en los proveedores mundiales de productos de ballena y bacalao” (pág. 64) son enormes
inexactitudes y exageraciones.
Más adelante Kurlansky repite la
pretensión de un descubrimiento precolombino de Terranova y Labrador
por pescadores-balleneros vascos en
los siglos XIV o XV, desechando casi
del todo la posibilidad de que estuvieran allí “antes de los vikingos del siglo
X” (pág. 66). Nos haría creer que la
primera “teoría” es “de mayor aceptación y más razonada” que la segunda,
aunque no existen indicios que apoyen
cualquiera de las dos teorías. Al contrario, toda la documentación de archivos y, crucialmente, los escritos de
Landázuri
LIBURUAK
cronistas-historiadores vascos del siglo
XVI indican que los vascos llegaron a
Terranova por primera vez hacia 15151520, tras el descubrimiento de aquella
región en 1497 por el italiano Giovanni
Caboto, que navegaba bajo bandera
inglesa, y siguiendo los pasos de marinos portugueses, bretones, normandos
e ingleses que fueron los pioneros de la
pesca del bacalao en aquellas aguas
entre 1500 y 1520 y cuyos viajes están
corroborados. Sin embargo, en opinión
del autor, que no ha tomado en cuenta
toda la información histórica existente,
“los bretones llegaron a tratar de seguir
a los pescadores vascos” a América
antes de Colón (pág. 66) y el hecho de
que bacaladeros y balleneros vascos
estuvieron en Terranova y Labrador en
el siglo XVI podría sugerir que estuvieron allí en siglos anteriores.
¿De dónde o de qué autoridad ha
obtenido Kurlansky su afirmación de
que “a principios del siglo XV, muchos
europeos creían que dos barcos guipuzcoanos, uno capitaneado por Juan
de Echayde y el otro por Matais [sic]
de Echeveste, habían alcanzado tierra
a través del Atlántico a finales del siglo
anterior?” (pág. 66). ¡Los dos hombres
parecen haber sido en realidad personas del siglo XVI y no del siglo XIV!
Evidentemente no sabe que en 1619 el
clérigo de Zarautz, Juan de Echeveste, escribió: “Haviendo descubierto los
franceces à Tierra Nueba tán prospera
de ballenas y bacallaos cerca del año
de mil y quinientos y diez, ningun español havia navegado alli asta el año
de mil quinientos y quarenta y cinco [y
no en la centuria de 1300] en que el
piloto Matias de Echebeste mi padre
siendo de hedad de quince años por
carpintero de una nao de Cubiburu de
Francia del capitan Martinone havian
llegado por ballenas y bacalaos”. Investigaciones recientes demuestran
que hombres y barcos vasco-peninsulares ya navegaban a Terranova a finales de la década de 1520 y que, por lo
tanto, lo dicho por Juan de Echeveste
no es del todo preciso. Pero sabemos,
gracias a documentos de archivo del
siglo XVI, que su familia sí participó en
tales viajes en esa década de 1540, ya
que su abuelo, Juan Miguel de Olaso
de Zarautz (del que también habla el
clérigo), fue propietario de un barco (o
de dos barcos diferentes) que fue a la
caza de ballenas y a la pesca de bacalao en Terranova y Labrador en 1545
y 1548.
Kurlansky no nos dice cómo o por
quién “está atestiguado que en el 875
los vascos habían alcanzado las islas
Feroe” (pág. 67) y son erróneas sus
aseveraciones de que “en 1412, un
texto islandés refiere que veinte balleneros vascos rebasaron el extremo occidental de Islandia” (pág. 68), de que
“Jacques Cartier vio a numerosos vascos en su viaje de descubrimiento [a lo
que hoy día es Canadá] treinta y siete
años posterior al de Caboto [de 1497]”,
y de que “en los diarios vascos hay
anotaciones de haber visto a Cartier”
(pág. 67). También son erróneas sus
declaraciones de que “durante toda la
Edad Media los vascos desembarcaron
enormes cantidades de productos de
bacalao y ballena” (solo empezaron a
capturar cantidades significativas del
pez en el siglo XVI) y de que durante
la Edad Media los vascos fueron “los
mejores navegantes, provistos de los
mejores barcos y los mejores marineros
y acostumbrados a recorrer las mayores distancias” (pág. 67) que “durante
siglos” les llevó a tener a América del
Norte “tan a tiro”. Por consiguiente, sus
dos “razonamientos deductivos” a favor de un descubrimiento precolombino
de América por los vascos que siguen
a estas dos declaraciones no tienen
fundamento alguno. Es históricamente
incorrecto pretender que “al iniciarse
en los siglos XV y XVI la era de los descubrimientos, españoles y portugueses
recurrieron a marineros vascos y a sus
barcos” (pág. 69), lo cual es parecido a
la siguiente frase de la introducción: “en
la era de las exploraciones [los vascos]
fueron los aventureros que pusieron en
contacto Europa y América del Norte,
América del Sur, África y Asia” (pág.
16). Todo este capítulo tercero bien
merece el título del primer capítulo del
tomo: “el mito vasco”.
Una de las razones que explica los
importantes fallos del libro es que en
buena parte no está basado en documentos de archivo o en las mejores y
más recientes monografías especializadas, sino en fuentes o publicaciones
secundarias a menudo anticuadas y
poco fiables. El texto carece de notas,
lo que no permite al lector averiguar
dónde ha obtenido Kurlansky su información, y la bibliografía, además de ser
incompleta, en vez de estar organizada por capítulo o alfabéticamente por
autores, está organizada según cierto
número de temas. Esta bibliografía limitada es un reflejo del esfuerzo que
66
el autor dedicó a la investigación. Otra
razón es que su enfoque de la historia
es buscar acontecimientos, historietas
o viñetas amenos, lo cual no tiene nada
de malo en sí y funciona bien desde el
punto de vista periodístico, pero tiene
consecuencias negativas cuando muchas de las anécdotas que cuenta no
han sido corroboradas o documentadas. Conviene recordar aquí la experiencia profesional de Kurlansky como
pescador, corresponsal en la España
franquista de los años 1970 y en la década de 1980, en particular en el País
Vasco, adonde ha regresado frecuentemente durante el último cuarto de siglo,
y como periodista gastronómico.
A pesar de lo dicho, el resultado
de su estilo, que mezcla la historia económica, política y social con historias
humanas y anécdotas literarias y culinarias (recetas incluídas), es un texto o
libro divulgativo indudablemente interesante y ameno, y el grado de su éxito lo
indican los más de 40.000 ejemplares
vendidos antes de que el tomo apareciera en castellano. Al conseguir esta
parte de su objetivo Kurlansky ha dado
amplia publicidad al campo de los estudios vascos sobre todo en el mundo angloparlante, su mercado original, y por
esto, como lo señaló William Douglass
en su acertada recensión de este mismo libro (RIEV, 45, 1, 2000, 284-287),
se le debe felicitar y agradecer.
Pero desafortunadamente, debido,
entre otras cosas, a una falta de análisis
crítico y rigor histórico y a la combinación de ficción y realidad, el autor no ha
producido un resumen útil y fiable de la
historia vasca. Por lo tanto, la obra no es
una contribución a los estudios vascos
eruditos. Por último, espero que pronto
veamos la publicación de sumarios divulgativos parecidos de “la historia del
mundo” de los irlandeses, escoceses,
catalanes y otros pueblos o naciones
que también, para usar la palabras de
Kurlansky, “a veces se creen que son
el mundo” y que también han contribuido de forma destacada a la historia de
Europa y de su expansión en ultramar.
Esto ayudará al gran público a poner
en perspectiva el libro de Kurlansky y
a obtener un mejor entendimiento de la
(futura) Europa de las naciones y de la
configuración del mundo actual.
Michael Barkham Huxley
LIBROS
Historia polémica de la
Vasconia altomedieval
Manex Goyhenetche, Roldán Jimeno,
Aitor Pescador y Tomás Urzainqui: Vasconia en el siglo XI. Pamiela – Nabarralde, Pamplona 2004.
2004, el milenario de la coronación
de Sancho Garcés III de Pamplona, ha
inspirado la elaboración de “un libro divulgativo de la historia de Euskal Herria
en el siglo XI” (p. 10). El resultado es un
atractivo volumen de 174 páginas editado conjuntamente por Pamiela y Nabarralde y titulado Vasconia en el siglo
XI. Los autores son Manex Goyhenetche
(†), Roldán Jimeno, Aitor Pescador y Tomás Urzainqui, con una introducción de
Eugenio Arraiza. Una triste “dedicatoria imprevista” recuerda la inesperada
muerte, durante la última fase de redacción, de Manex Goyhenetche.
Es habitual en los estudios históricos fijar primero las coordenadas
espaciales y temporales, y el título de
esta obra parece hacer precisamente
eso. Sin embargo, aquí ya se empiezan
a observar contradicciones. Aunque el
título habla del siglo XI, algunos de los
autores centran su análisis en periodos
anteriores, incluso en la conclusión se
habla de “una visión de la Vasconia o
Euskal Herria del primer milenio” (p.
158), mientras los dos tercios del siglo
posteriores a la muerte de Sancho el
Mayor (en 1035) apenas se contemplan.
La falta de acuerdo en torno al espacio analizado supone un fallo mayor.
Ya se observa la tendencia a considerar
a Vasconia y Euskal Herria como sinónimos, pero, si nos centramos en el coró-
nimo epigráfico, ¿qué quiere decir aquí
Vasconia?
En la introducción Arraiza parece
apelar a una definición política: “una
época en la que todos los vascos estuvieron unidos en un estado propio”
(p. 16), pero entonces ¿cómo se justifica un capítulo dedicado a la Vasconia
musulmana, cuando Tudela, en la cual
se centra dicho capítulo, no caería en
manos navarras hasta el siglo XII? Si,
en cambio, la definición parte de circunscripciones territoriales actuales, las
siete provincias quizás, como la inclusión de Tudela sugiere, ¿por qué en la
contraportada se habla de un espacio
“desde el Garona a los Montes de Oca”?
Además, si Tudela se incluye dentro de
Vasconia, ¿por qué no Nájera? Pues
al hablar Jimeno de Iruñea como “la
única ciudad existente en la Vasconia
peninsular en la época de Sancho el
Mayor” (p. 68), y dado que Nájera sí se
considera una ciudad (p. 69), evidentemente la urbe riojana no se incluye en
Vasconia. Por último, esta exclusión de
Nájera pero inclusión de Tudela frustra
una posible definición lingüística para la
denominación cuando la evidencia del
euskera en la Rioja Alta (por ejemplo,
la abundante toponimia en –uri) en el
siglo XI es mucho más firme que en la
comarca de Tudela.
El problema es quizás sólo de coordinación, partiendo los distintos autores
de su propia definición de Vasconia /
Euskal Herria, pero la confusión estructural es sintomática de un libro muy
desigual.
No estamos en condiciones de hacer una crítica pormenorizada del sólido
capítulo de Manex Goyhenetche sobre
el “País Vasco Norte”, pues la materia,
fuentes y historiografía manejadas nos
son novedosas. De los autores citados
por Goyhenetche sólo Jimeno y los filólogos Michelena, Lafon y Ciérbide
nos son conocidos, y tampoco se cita a
estos autores en los otros capítulos del
libro. Evidentemente en gran medida
esto se debe a que se están analizando
distintos espacios, pero demuestra que
la división historiográfica es una realidad y supone la vindicación de una de
las ideas detrás del libro: que construcciones políticas posteriores ha tendido a
marginar ciertas realidades históricas, a
veces de manera deliberada e interesada, otras veces por razones tan banales
pero reales como las barreras lingüísticas, administrativas y archivísticas.
El capítulo firmado por Roldán Jimeno es una profesional y académica
67
excursión por aspectos socio-culturales del reino y reinado de Sancho III.
Al tratarse de un libro de divulgación,
el volumen y contenido de las citas bibliográficas nos parece acertado. Inevitablemente hay algunos errores (por
ejemplo, se refiere a la destrucción de
Auca por la conquista musulmana (p.
79), cuando en realidad fue objeto de
las campañas destructivas de Alfonso
I, c. 750), pero esto no desvirtúa el valor
sintético del capítulo. Quizás la sección
más débil es la dedicada a la lingüística. Por ejemplo, parece contradictorio
hablar de una Vasconia “monolingüe
cuya lengua natural y entonces mayoritaria era el vascuence”, y más que discutible si en este momento se refiere a
la Vasconia de la contraportada “desde
el Garona hasta los Montes de Oca”. De
nuevo el problema es el de la definición
espacial, pues los territorios analizados
presentan diferentes problemas y realidades.
Estos dos capítulos suponen casi
la mitad de la obra, y se los puede considerar contribuciones interesantes a
una realidad compleja. Los problemas
empiezan con los otros dos capítulos
(más el epílogo), a los cuales dedicaremos más atención. Si a un libro de divulgación se lo perdona la tendencia a
simplificar y a abreviar, el deber de este
tipo de publicación es no aprovechar la
tendencia (obligación) hacia la abreviación para tergiversar la verdad.
El breve capítulo (apenas diez
páginas de texto) que firma Tomás
Urzainqui, La Vasconia musulmana,
ofrece muy poco al libro, pero mucho
al crítico. Casi lo único de provecho es
el recordarnos los vínculos dinásticos
entre los Banu Qasi del valle del Ebro
y los Arista pamploneses. Que ambas
dinastías habían perdido el control de
sus respectivos territorios entre 80 y 100
años antes de la coronación de Sancho
el Mayor no impide que la mayor parte
del capítulo se dedique a relatar sus actividades bélicas.
En el nivel más banal, son numerosos los errores factuales. Por ejemplo, la
caída de los Omeyas no coincide con el
fin de los Banu Qasi, como se afirma (p.
138). En una sola frase especialmente
desafortunada reúne varios despropósitos: “En el año 912 Sancho Garcés
tras derrotar a los Banu Qasi recupera
Nájera, San Millán, Logroño, Alcanadre, Ausejo, Calahorra, Alfaro y todas
las plazas importantes hasta Tudela, así
como Tarazona y Garrai (Numancia)” (p.
145). En primer lugar, el año sería 922, y
Landázuri
LIBURUAK
no 912. La lista de plazas recuperadas
(¿en qué sentido recuperadas?) parece
en gran medida fruto de la imaginación
del autor, y en absoluto concuerda con
el escueto testimonio de las crónicas
contemporáneas (Sampiro, Albeldense, Ibn Hayyan, Al-Udri). En particular,
la inclusión de Garrai suponemos se
justifica exclusivamente por la resonancia vasca del topónimo, pues ninguna
de las fuentes menciona este lugar ni
sugiere extensión de la contienda hacia
tierras sorianas.
Peor todavía, calla completamente
que el monarca de Pamplona actuaba
con el rey leonés Ordoño II, pues esta
alianza no concuerda con la tesis de
solidaridad vascona ante las fuerzas
depredadoras externas, sean cordobesas (“Estas aceifas musulmanas contra
Pamplona pretenden quebrar la firme
alianza ente la Vasconia pamplonesa y
la Vasconia tudelana” (p. 144)), o castellano-leonesas: “la alianza matrimonial
sellada en 1017 entre Castilla y Barcelona fue contra Navarra”, una alianza que,
siempre según Urzainqui, fue resistida
heroicamente por los tudelanos en desafío al soberano zaragozano Mundir I
(p. 149).
Urzainqui centra su análisis de la
Vasconia musulmana exclusivamente
en los Banu Qasi y en Tudela, y sin embargo Tudela parece haber sido en origen un enclave defensivo omeya contra
los Banu Qasi, quienes se identifican
más consistentemente con las ciudades
riojanas de Calahorra, Arnedo y Viguera, apenas mencionadas por Urzainqui
(cf. Manzano Moreno, La frontera de alAndalus en época de los Omeyas, pp.
117-122). El resultado es que se da un
sabor exclusivamente navarro al fenómeno banuqasi, ignorando por completo la más importante vertiente riojana.
El estilo de este autor es presentar
una serie de afirmaciones que al lector
medio podrían parecer convincentes,
blindando el argumento con aparente
referencia a autoridades en la materia, quienes muchas veces no lo son, y
quienes incluso en ocasiones defienden
teorías opuestas.
Lo peor del capítulo es cuando se
ocupa de la cuestión lingüística y, en especial, de la posibilidad de que hubiera
contingentes vascófonos al sur del Ebro
antes de cualquier repoblación altomedieval. Es una cuestión muy interesante,
y merecedora de un trato más serio y
más honesto que el que recibe en estas
páginas. Urzainqui habla de “pruebas
irrefutables” (p. 138), y nombra a cinco
autores, citando extensivamente a uno,
Javier Sainz Pezonaga. Sin embargo, ni
siquiera el mismo pasaje que se extrae
de la obra de Sainz Pezonaga apoya
lo que pretende Urzainqui, pues habla
de posibilidades (“tampoco se puede
negar la posibilidad” (p. 139)) y no de
irrefutabilidad, postura recomendable
y cauta que contrasta con el dogmatismo de Urzainqui: “La hipótesis de
una convivencia del euskera junto a la
lengua árabe y el romance mozárabe
en el ámbito de nuestra comarca, creo
que ha de ser tenida en cuenta a la hora
de estudiar la cultura y la sociedad de
la Ribera en época medieval” (Sainz
Pezonaga, El Euskera en la Ribera de
Navarra, p. 37).
En el caso de Rufino Gómez, otro
de los cinco autores nombrados, se cita
su obra generalista Belorado y su comarca, 1700-1813, publicada en 2002.
Son unas 477 páginas entre las cuales
no acertamos a encontrar afirmaciones
del tipo que se refiere Urzainqui. Éste
no nos ofrece una referencia detallada,
práctica que dificulta enormemente
cualquier comprobación de la veracidad de la referencia. Extrañamente
Urzainqui no cita una monografía más
reciente del mismo autor dedicada
expresamente al euskera beliforano,
donde se habla de “una zona profundamente celtizada”, y cuyo lenguaje en
referencia a la hipotética pervivencia de
un sustrato vasco-ibérico en el sector
más montañoso es cauto (“no puede
descartarse totalmente la posibilidad”),
y muy lejos de las “pruebas irrefutables”
de Urzainqui (Gómez Villar, “Toponimia
vasca en la comarca de Belorado”, Fontes Linguae Vasconum, 92, 2003, pp.
165-182).
Sin menospreciar los cinco autores nombrados, cuyas aportaciones al
tema son mucho más serias que las del
mismo Urzainqui ¿por qué no citar a auténticos especialistas como Michelena,
Knörr, Joseba Lakarra, Trask o González
Bachiller? Aquí la referencia sirve más
para engañar al lector que otra cosa, y
para ofrecer una apariencia de metodología científica y objetiva.
Aitor Pescador cierra el libro con
un epílogo en el cual examina el legado
de Sancho el Mayor. También firma un
extenso capítulo anterior, igualmente
dedicado a temas políticos. La suma
de las dos aportaciones es la contribución más generosa al libro en términos
cuantitativos, y en estas páginas se en-
68
cuentran algunas ideas interesantes y
merecedoras de debate (la indivisibilidad de la herencia del rey pamplonés,
por ejemplo).
Sin embargo, Pescador tiende a recurrir al estereotipo para descalificar la
historiografía que no le agrada: “ciertos
investigadores españoles” (p. 17), “historiografía española” (p. 31), “autores
castellanistas” (p. 152) y “autores castellanos” (p. 157). Además, todo historiador navarro es más perspicaz que
cualquier castellano; así a Moret se le
perdonan sus “imprecisiones históricas”
(p. 157), Lacarra “muy inteligentemente, insinuó más de lo que dijo” (p. 157);
en cambio, cuando se habla de autores castellanistas, el lenguaje cambia:
“incomprensión... prejuicios... enorme
confusión... incapaces de entender” (p.
152).
En ocasiones calla por completo
la existencia de trabajos importantes y
recientes que versan sobre temas tratados directamente. Un ejemplo, sería la
cuestión de las relaciones entre Vasconia y los visigodos (pp. 18-20), Larrea
y Besga Marroquín. siendo los autores
ninguneados. En contraste, exagera la
importancia actual de corrientes historiográficas superadas. Por ejemplo,
gran parte de la conclusión se dedica
a la denuncia de un complot historiográfico (a veces tildado de castellano,
en otros momentos de español) en contra de la memoria de Sancho el Mayor:
“Todos los trabajos editados tras la publicación de las obras de Menéndez Pidal y Pérez de Urbel siguieron la estela
ideológica que identifica a Sancho el
Mayor como un soberano conjurador,
sediento de sangre, deseoso de acabar
con el noble imperio leonés, ambicioso y traicionero” (p. 157). Sin embargo,
cuando busca demostrar que la tesis de
Menéndez Pidal (1934) y Pérez de Urbel (1950) sigue “en la actualidad”, los
autores presentados como representativos de la actualidad historiográfica
son Sánchez Candeira (muerto hacia
1950), y Fernández del Pozo, escritor
de libros de divulgación que no recibe
cita en la extensa (aproximadamente
400 autores) bibliografía de la reciente
(2001) Introducción a la Historia de Castilla (ed. Juan José García González).
No es nuestro propósito criticar a Fernández del Pozo, sino a su elección por
parte de Pescador como representante de la actualidad de la historiografía
castellana.
LIBROS
Ciertamente los excesos nacionalistas de la historiografía franquista deberían denunciarse, y los tópicos historiográficos tardan años en erradicarse de
los libros de divulgación. Pero sugerir
que en algún sentido significativo una
tendencia anti-navarrista representa la
actualidad de la producción historiográfica castellana sobre el tema es un disparate. La mayoría de los autores que
se han acercado a la temática en los
últimos años no se dedican al tipo de
historia política apologética que denuncia Pescador, y por eso mismo no hace
falta denunciar una controversia que ya
no existe. El resultado es un discurso
maniqueo y polemicista, contra enemigos generalmente anónimos, si no imaginarios, muy cerca en estilo al tipo de
producto que, partiendo de otro tiempo
y escuela, el autor denuncia.
Si analizamos la propia cita de
Sánchez Candeira que utiliza Pescador para denunciar toda una vena historiográfica actual, observamos que,
tomada la frase entera, supone no una
declaración, y mucho menos para abanderar una corriente historiográfica, sino
una hipótesis sugerida de una manera
muy matizada: “Aunque en realidad no
exista ninguna prueba concreta que
nos permita sentar esta afirmación, en
la obra política realizada por Sancho,
si hemos de creer, que al menos como
regla general, las obras responden a las
ideas, nos parece se descubre la idea
oculta que presidió cada uno de sus
actos; la idea de suplantar en el trono
imperial leonés la dinastía Alfonsina por
la Jimena, análoga a la llevada a cabo
en Francia por la familia de Roberto el
Fuerte”. Por tanto, ante la ausencia de
información Sánchez Candeira propone
un análisis a partir de un principio digno
por lo menos de consideración: que los
acontecimientos políticos del reino de
Sancho el Mayor son fruto de un proyecto (observado en estados vecinos) y no
de la circunstancia.
En contraste con las matizaciones
de Sánchez Candeira hace más de 50
años observamos cómo Pescador se
enfrenta a la ausencia de datos empíricos: “Por otro lado, puede intuirse en
aquel golpe de mano la intervención de
Alfonso III de León, deseoso de conseguir un fiel aliado en su frontera oriental. Por desgracia las crónicas que nos
relatan los acontecimientos son muy
escuetas, seguramente queriendo silenciar un acto tan poco legal” (p. 22).
Aquí, en ausencia de datos, se formula
una hipótesis que atribuye motivos de
Realpolitik a un monarca medieval, lo
mismo que Pescador había denunciado
en Sánchez Candeira.
Pero el percibido conflicto historiográfico sigue, según Pescador: “En la
actualidad, los seguidores de esta corriente historiográfica, imposibilitados
para continuar por el camino trazado
tras las publicaciones de Lacarra, han
variado el guión y su objetivo se centra
en diluir la importancia política e histórica de Sancho el Mayor” (p. 158). En
cambio al rescate llega una “nueva generación de investigadores”, cuya heroica aportación se hace “pese a carecer
de una financiación estable”. Sobre las
condiciones económicas de los historiadores castellanistas (serviles ‘seguidores’ no heroicos ‘investigadores’), en
cambio, no dice nada.
El hecho de que en el momento
de su muerte Sancho III controlaba un
espacio mucho mayor que el Reino de
Pamplona de 1004 es incontestable.
Que tal expansión fuese resultado de
un proyecto político es una hipótesis a
priori tan válida como la que propone
Pescador, que tiende hacia una explicación más circunstancial (el resultado
de las debilidades de los rivales) pues
el actual ambiente político en el cual el
imperialismo es el peor de los insultos
obliga a Pescador a buscar una solución alternativa.
Esta solución parece ser el contexto
de los “nuevos reinos nacionales como
Hungría, Polonia, Inglaterra, Escocia,
Italia, Bulgaria o Croacia” (p. 159). La
lista contiene tantos anacronismos y
disparates que es imposible contestarlos a todos en esta reseña, pero para
tomar un ejemplo, el mismo “Canuto de
Dinamarca” (p.156), y por cierto, contemporáneo casi exacto de Sancho, era
rey de Inglaterra (uno de los “nuevos
reinos nacionales”) entre 1017 y 1035.
La Europa del año mil era mucho más
compleja que la visión nacionalista que
ofrece Pescador.
Para terminar, comentaremos el
análisis historiográfico que ofrece Pescador de uno de los documentos más
insólitos del altomedievo peninsular: el
pacto fronterizo entre Pamplona y Castilla de 1016. A los errores factuales (la
línea trazada pasa por Valvanera y no
por la Sierra de Neila) se añade la distorsión historiográfica. Afirma que los
“historiadores castellanos”, cuando no
lo ignoran, lo consideran como “un mero
pacto impuesto desde Pamplona a un
69
envejecido y débil conde de Castilla”
(p. 43). En realidad el que popularizó
la idea de que el acuerdo fuera desfavorable para Castilla y un triunfo para
Navarra, fue Ubieto Arteta: “el conde
castellano, Sancho Garcés (...) se vio
obligado en 1016 a fijar los límites comunes –desfavorables para su condado– entre Navarra y Castilla” (“Las
fronteras de Navarra”, Príncipe de Viana, 1953, p. 65). El influyente García de
Cortázar acoge la teoría, citando como
autoridad al mismo artículo de Ubieto:
“resultó fácil para Sancho III reivindicar de Castilla la revisión de los límites
comunes y conseguir que su suegro
Sancho García aceptara un acuerdo,
desfavorable para el condado, que confirmara la línea fronteriza entre Navarra y
Castilla en 1016” (El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, 1969,
p. 141), y la huella de Ubieto todavía se
observa en la historiografía actual: “El
acuerdo es desfavorable para el Condado. Castilla y Navarra siempre habían
disputado por las tierras riojanas” (Zabalza Duque, Colección Dipomática de
los Condes de Castilla, 1998, p. 540,
quien también cita como autoridad el
artículo de Ubieto). Pescador sabrá a
quién considera un “historiador castellano”, y sospecho que me encontraré
incluido en este grupo dentro de poco,
pero presenta a Ubieto como uno de los
dos (con Lacarra) grandes defensores
de Sancho el Mayor (p. 157), e incluso
le cede la penúltima palabra sobre el
gran monarca pamplonés (p.165).
Sin duda, en el milenario de su coronación, Sancho el Mayor, uno de los
más importantes e interesantes monarcas que han dado las tierras al sur del
Garona, merece un homenaje historiográfico. Tristemente este libro, quitando
las contribuciones de Goyhenetche y
Jimeno, no llega a la talla del gran monarca pamplonés. El libro toca muchos
temas de gran interés (las causas de la
expansión territorial de sus feudos, la
naturaleza de su herencia, la orientación
política de Álava y Vizcaya, la situación
lingüística de tan dispares territorios, los
vínculos pamploneses con el “País Vasco Norte”, sus contribuciones culturales
etc.), pero desafortunadamente se pierde en estériles debates historiográficos
en muchos casos ya superados.
David Peterson
Landázuri
LIBURUAK
Un excelente estudio
sobre Navarra
Juan José Larrea: La Navarre du IVe
au XIIe siècle. Peuplement et société.
Prólogo de Pierre Bonnassie. De Boeck
Université, París - Bruselas 1998.
Puede resultar extraño reseñar una
obra publicada hace siete años pero
voy a hacerlo. La Navarre du IVª au XIIª
siède. Peuplement et société, de Juan
José Larrea, profesor del campus alavés de la UPV/EHU, es una magnífica
obra de Historia insuficientemente conocida, quizá por el creciente e incomprensible abandono del aprendizaje de
la lengua francesa entre nosotros. La
obra, resumen en 650 páginas de una
tesis doctoral “a la francesa” (Université
de Toulouse-Le Mirail), está prologada,
nada más y nada menos, que por Pierre Bonnassie, recientemente fallecido,
y editada por De Boeck Université.
J.J. Larrea aporta en este libro una
conceptualización de “normalidad europeo occidental” para la época y el
espacio estudiado que contrasta con
una de las ideas-fuerza de la historiografía española contemporánea. Para
esta última (Caro Baroja, Barbero, Vigil,
etc) hubo una pervivencia hegemónica
de las estructuras pre-romanas en la
España septentrional hasta el siglo XI,
de tal manera que el feudalismo habría
sido, en ese espacio, el resultado de la
evolución interna de las sociedades tribales. “Normalidad” que, por supuesto,
no excluye las originalidades del feudalismo ibérico.
Los capítulos agrupados bajo el
título “Del Bajo Imperio a la llegada de
los árabes” constatan que, exceptuada la especificidad lingüística vasca,
la sociedad navarra de los siglos IV al
VIII presentó todas las características
de una sociedad europeo-occidental
de la tardoantigüedad. Ruptura desde
el Bajo Imperio de la estructura romana
de poblamiento contrastando con las
numerosas aldeas de los siglos IX y X,
al igual que en la Álava de la Reja de S.
Millán, signo de una ocupación intensa
del territorio en un contexto de crecimiento económico y demográfico. Entre
ambos periodos, ocupación inestable
del territorio rural paralela a la desaparición o decadencia de las “civitates” de
la Navarra media y septentrional, espacios estos sobre los que la primacía de
Pamplona será incontestable desde el
siglo III, aunque articule débilmente el
territorio. J.J. Larrea desmonta, en mi
opinión, los mitos de los vascos feroces / vascos indómitos, tribalizados,
presentando el pretendido expansionismo vascón como, probablemente,
las mediocres razzias de una población empobrecida. Y ahora pregunto
yo: los vascones en Novempopulania,
luego Gascuña ¿no podrían haber sido
los mercenarios de los ricos aquitanoromanos frente a los francos?
La irrupción islámica, aquí a partir del 714, selló la bifurcación entre la
región pamplonesa, la Navarra nuclear
estudiada por Larrea, donde la aristocracia optó por el pacto con los musulmanes, y el Valle del Ebro, donde sus
dirigentes fueron más lejos “convirtiéndose” al islam. La crisis de Al-Andalus,
en la segunda mitad del siglo VIII, posibilitó la autonomía de ambos núcleos
políticos, frente a Córdoba y a Aquisgrán, estableciéndose vínculos de todo
tipo entre los Iñigo y los Banu Qasi.
En los capítulos referentes a “la
Edad prefeudal (del s. IX a comienzos
del s. XI)”, J.J. Larrea destaca que la
colonización de los valles pirenaicos y,
posteriormente, de la frontera meridional presenta las mismas dinámicas que
en otras regiones de la Europa meridional: expansión campesina, multiplicación de la propiedad alodial a través de
la aprisio o escalio, desbrozamiento y
cultivo de tierras yermas, reacción defensiva y reconversión de los grandes
dominios monasteriales establecidos en
tierras antes del fisco, etc. En las tierras
de ocupación antigua, y también en las
Montañas, poco antes del año 1000,
70
aparecen una red de aldeas (= villas),
con su iglesia, sus términos precisos
donde coexistían la propiedad privada
y los derechos de uso colectivo. Todo
ello muy parecido a lo historiado por
Ernesto Pastor, también del campus
alavés de la UPV/ EHU, referente a la
Castilla del Arlanzón al Duero (siglos
VIII-XI). Como lo es lo que ocurrió en
las tierras de frontera con los musulmanes, donde el instrumento fueron
las franquezas que permitieron, en una
época posterior, resistir mejor que los
campesinos de más al Norte los ataques de los señores.
Señores, desde la segunda mitad
del s. XI, que hay que diferenciar de
los más antiguos “seniores”, funcionarios públicos de alto nivel, participes
de la “potestad” de un rey de Pamplona, Defensor (juez y jefe guerrero) del
pueblo, desde los poderosos hasta los
libres más pobres, y de la Iglesia. Un
rey con amplio patrimonio, incrementado tras las conquistas de la dinastía
Jimena (después 905) por las tasas de
la colonización de nuevas tierras. Un
rey controlador del dominio público
(aguas, bosques, pastos, vías públicas, salinas, etc), percibiendo censos
en especie de los libres, la mayoría, de
las aldeas como capitación. Aldeas disociadas, fiscal y judicialmente, de los
castillos cuya tenencia los reyes de la
dinastía Jimena procuran no se ligue de
manera duradera a una determinada familia de los “seniores”. “Seniores”, con
dispersos patrimonios inmobiliarios,
dependientes en su riqueza de su integración en el sistema monárquico de
gobierno.
En esa época pre-feudal el campesinado estuvo constituido fundamentalmente por libres, formando familias
conyugales sin rastros (tampoco entre
los aristócratas) de lo que después se
conocerá como derecho privado “pirenaico”. Campesinado con obligaciones
públicas (impuestos, deberes militares), con alodios en una proporción sin
duda grande, encuadrado desde todos
los puntos de vista en las aldeas. Un
campesinado igualitario jurídicamente
entre la mayoría libre pero no en la riqueza. Frente a la mayoría concejil, los
notables: “boni homines”, “filii bonorum
patrum” antecesores de los infanzones,
luego de los hidalgos, capaces de ejercer más eficazmente, al igual que los
caballeros villanos de Castrogeriz, p.
ej., los deberes guerreros, conquistar
LIBROS
mayor botín y vincularse privilegiadamente con el poder público.
En “La ruptura del viejo orden (c.
1035-c.1076)” J.J. Larrea describe una
serie de acontecimientos que posibilitaron la llamada mutación feudal. Resumiendo: muerte de García Sánchez
III de Nájera en Atapuerca, defección
de parte de los barones, dependencia
del nuevo rey, Sancho IV, de la fidelidad del resto de los barones que fueron pagados con la seguridad de poder
mantener, sin posibilidad de revocación
del monarca, heriditariamente sus honores siempre que se mantuviese la
fidelidad aristocrática, etc. Más tarde
(1076) asesinato en Peñalén de Sancho IV, división del reino, “contractualización” de la monarquía, entre el rey
y los barones. Una masa de derechos
sobre la tierra y sobre los hombres es
sustraída del dominio real e integrada
en los patrimonios de la aristocracia y,
en menor grado, como veremos pronto, de otros notables. Se reanuda con
fuerza la lucha contra los musulmanes,
la conquista del botín y de nuevas tierras. Se instaura, por acuerdo con el
rey o por la fuerza, el señorío banal:
“malos usos” (sobre-imposición fiscal,
modificación de los procedimientos
judiciales), limitación de los derechos
sobre los alodios campesinos, posibilidad de enajenación con sus tierras
de los campesinos más humildes, los
mezquinos, etc), exención fiscal para
los privilegiados, etc. Privilegiados
que no son únicamente la Iglesia y los
barones. Formarán parte de los privilegiados los “milites”, grosso modo, no
exactamente, los infanzones, y también
los vecinos, o algunos de ellos, de concejos aforados. Debe destacarse que,
en estos cruciales años, el servicio de
hueste de los privilegiados, a partir de
determinados días, empezó a ser retribuido. En perspectiva aparecían botín
de bienes muebles, las fértiles tierras
de la Ribera cultivadas por moros infieles, en contraste con tierras más septentrionales, más pobres en productos
almacenables, comercializables, más
densas demográficamente, con un patrimonio señorial muy fragmentado y
disperso.
Como ya señala en el prólogo P.
Bonnassie, la historia de Navarra y más
generalmente del mundo vasco deja de
ser fragmentaria en el siglo XII. No por
ello deja de ser interesante el último
capítulo de esta obra de J.J. Larrea,
titulado “Las dos caras de la Navarra
feudal (de mediados del s. XI a mediados del s. XII)” en el que se distingue lo
acontecido en la Vieja Navarra y en la
Nueva Navarra, grosso modo la Ribera.
En la Navarra primordial, salvo en los
caminos jacobeos, continuación del poblamiento pre-feudal y limitada, por la
presión demográfica campesina y por
la riqueza agrícola, apropiación de excedentes por los señores. En la Nueva
Navarra, sobre todo tras haber sido entronizado en 1134 sobre el pavés García Ramirez el Restaurador, es decir,
instaurada la monarquía “contractual”
con los aristócratas, estos recibieron
“honores” importantes y estables, pero
el rey se apoyó también en los infanzones, con estatuto privilegiado, contrarrestando así el poder de los barones.
En la Navarra meridional, los pueblos,
grandes, frecuentemente con fortaleza, constituyeron una cédula señorial
compacta, sin riesgo de fragmentación,
fácil de controlar.
En las últimas páginas de su libro
J.J. Larrea, tras señalar la existencia de
una Alta Justicia real y de unas cartas
de franqueza, describe la condición
campesina, en la segunda mitad del s.
XI y la primera del XII, a partir de los
“foros” otorgados por los señores. Los
mezquinos, más tarde llamados collazos y pecheros, es decir la mayoría de
los campesinos, sufrieron restricciones
sobre su libertad de movimiento, la disposición de su patrimonio, el gozo de
los frutos de su trabajo, de manera diferente en cada señorío. Se puede hablar
de una nueva servidumbre, de pertenencia al señor incluso del campesino.
Comienza en el final de esa época a
modificarse el antiguo régimen sucesorio entre los campesinos, implantándose la indivisión de su patrimonio, el
heredero único. El campesino, indudablemente, resistió cuando la situación
se hizo insoportable, p. ej., emigrando a
la Nueva Navarra necesitada de brazos
o beneficiándose de los conflictos entre
los señores.
Opino que tras los trabajos de J.J.
Larrea, de E.Pastor, de J.A. García de
Cortázar y su equipo, queda pendiente una investigación, la de la mutación
feudal en Álava. Investigación probablemente más difícil, por el menor número relativo de documentos que la de
las otras tierras circundantes de Álava,
pero investigación imprescindible.
Alberto Gárate Goñi
71
Escritoras en el siglo XVIII
Emilio Palacios Fernández: La mujer y
las letras en la España del siglo XVIII.
Ediciones del Laberinto, Madrid 2002.
Emilio Palacios (Elciego, 1944) es
un conocido y reconocido investigador
de la literatura española. Ha hecho ediciones de Garcilaso, Meléndez Valdés,
Samaniego, Maeztu, Gómez de la Serna, etc., pero sin duda sus preferencias
van hacia el siglo XVIII. Y en este campo
nos ofrece un interesante libro, La mujer
y las letras en la España del siglo XVIII,
que no debiera pasar desapercibido.
Se trata de una obra cuyos materiales el autor confiesa haber comenzado
a reunir tiempo atrás (p. 7), en gran parte empujado por la escasa bibliografía
existente. El fruto es un libro muy informativo, claro en la presentación de los
datos, que se abre con una cronología
y que se divide según los géneros. Este
criterio, como también dice Palacios,
planteaba un problema: el de las escritoras que habían cultivado más de uno.
Pero ciertamente era el más acertado.
No nos cuesta mucho entender las
dificultades de aquellas escritoras ante
una situación discriminatoria que de
modo magistral es resumida por M. Josefa Aznar y Borbón, nacida en Zaragoza
en 1749: “No contentos los hombres con
haberse reservado los empleos, las honras, las utilidades, en una palabra, todo lo
que puede animar su aplicación y desvelo, han despojado a las mujeres hasta de
la complacencia que resulta de tener un
entendimiento ilustrado” (p. 55).
Landázuri
LIBURUAK
Buena parte del combate feminista
(avant la lettre, si se quiere) se libraba
en la prensa, y en ella confiaba Jovellanos: “Creo que a las obras periódicas
deberemos el silencio de la ignorancia
y el principio de nuestra ilustración”. En
esas trincheras estaban, desde luego,
las Sociedades surgidas a imitación
de la Bascongada. Ahora bien, Palacios anota que nunca hubo “socias”
en la Bascongada. También recuerda
el autor que el proyecto, animado por
Samaniego, de establecer en Vitoria un
“Seminario o casa de educación para
señoritas”, acabó en fracaso.
Dos páginas están dedicadas a
María Rita Barrenechea, nacida en Bilbao hacia 1750. Condesa del Carpio
por su matrimonio, cultivó la poesía y el
teatro. La comedia Catalín, de un acto
y de ambiente vasco, se desarrolla en
Portugalete. Es curiosa la copla cantada por Marichu, uno de los personajes
(respetamos la grafía original):
de “mismo” cuando no corresponde;
por ejemplo, hablando de la sociedad,
leemos “para colaborar en la transformación de la misma”, en lugar de “en su
transformación” (p. 17). Las erratas no
abundan, pero en una frase aparece dos
veces “apitud” por “actitud” (p. 41).
Henrike Knörr
“Y lailá, y lailá, acsobac gustiác ibairá
Acsó, acsó, acsó, acsó,
Ilsirian saspi acsó. Aec sulora nibeguirá,
Acsorik empará se dilá.”
Es decir: “…. Atsoak guztiak ibaira,
Atzo, atzo, atzo, atzo,
Hil zirean zazpi atso. Haek zulora, ni begira,
Atsorik enpara ze dila.”
Palacios no ofrece traducción, que
parece fácil, salvo en el último verso.
Los tres primeros, en efecto, más o menos conocidos por variantes de la canción, significan: “… las viejas, todas al
río, ayer, ayer, ayer, ayer, murieron siete
viejas. Ellas al agujero, yo mirando”.
Pero ¿cómo hemos de traducir la última
línea? Quizá así: “… que nadie ampare a
las viejas”. Tendríamos así el testimonio
del antiguo verbo enparatu, ‘amparar’,
más un ejemplo de la negación ze con
un subjuntivo, eco tardío de lo que era
normal en el vizcaíno antiguo. De modo
que esa última línea sería en euskara
moderno: “Atsorik enpara ez dadila”, o
“Atsorik salba ez dadila”.
Hay que elogiar, en fin, el aparato
crítico del libro, completado con una
cuidada bibliografía, la cual incluye trabajos recientes, entre ellos el libro de
Josefina Mª Cristina Torales, Ilustrados
de la Nueva España. Los socios de la
Real Sociedad Bascongada de Amigos
del País (México, 2001).
El libro de Emilio Palacios habría ganado evitando algunas imperfecciones,
tales como el llamar inglés a Duns Escoto, que, como dice su apelativo, era de
las Tierras Altas. No es bonito el empleo
La marquesa de Montehermoso
Alexis Ichas: Madame de Montehermoso, marquise des plaisirs et dame de
Carresse. Ed. Atlantica, Anglet 2001
La marquesa de Montehermoso
(título traducido de la forma vasca original Oyaneder, como indica Francisco
Elorza Rada en su Nobiliario del Valle
de la Valdorba, publicado en Pamplona
en 1714) es mencionada en numerosos
libros y libelos que maltratan o tratan de
la época napoleónica. En 1999, Rafael
Abella publicó en la editorial Planeta
una biografía de José Bonaparte tópica y superficial, en la que se mantiene,
por ejemplo, que cuando en 1808 el rey
francés se encapricha en Vitoria de la
marquesa, era ésta “una señora ya otoñal” (tenía entonces veinticinco años) y
que, tras la huida de los afrancesados,
“acabó sus días de granjera”. De favorita a granjera, o el tópico de la ascensión
y caída de la mujer casquivana. Y, para
que nada falte, unas coplillas subidas
de tono que rezan así: “La Montehermoso / tiene un tintero / donde moja su
pluma / José primero.”
La biografía de Alexis Ichas, aunque reincide en el lugar común -difícil
de evitar tratándose de María Pilar de
Acedo, marquesa de Montehermoso y
72
condesa de Echauz-, tiene el mérito de
descubrir aspectos inéditos de su vida
en Francia donde residiría de 1813 hasta su muerte en 1869.
Marquesa de los placeres
El librito que vamos a comentar tiene
cien páginas y consta de tres partes:
los años españoles, los años franceses
y los últimos años.
En la primera parte se ofrece todo
un anecdotario de autores maledicentes (De Girardin, barón de Thiébault,
etc.) que han contribuido al cliché de la
marquesa ligera de cascos y arribista.
Se hace también alusión al espíritu volteriano del marqués y se insinúa que don
Hortuño de Aguirre, el marido consentidor, era “de la jacquette” (homosexual).
Consintió además en vender en trescientos mil francos el palacio familiar al rey
José, lo que hizo decir a un ayuda de
cámara que la casa no los valía ni con
la señora marquesa dentro. De Vitoria
pasamos al palacio Masserano de Madrid donde se instala la favorita. El autor
evoca ahora los inocentes juegos de
un Victor Hugo niño con Pepita (María
Amalia), hija única de la marquesa.Se
muestra una reproducción del retrato de
María Amalia pintado por Goya. Godoy,
exiliado en Francia, compraría el cuadro
a la Montehermoso. Hoy se encuentra en
Chicago en la Victor Hugo Gallery.
La segunda parte ofrece documentación sobre el matrimonio en segundas
nupcias en 1818 (don Hortuño había fallecido en París en 1811) con Amédée
de Carabène, un oficial de húsares francés. La pareja se instala en Carresse,
cerca de Salies-de-Béarn, alternando
la vida de “château” con estancias en
París y Biarritz. La Montehermoso se
hace llamar ahora condesa de Echauz,
quedando para su hija el título de marquesa. Durante la restauración, la policía vigila a los afrancesados, pero de
ninguna manera molestó a la ex favorita que se beneficiaba de apoyos en la
aristocracia y poseía una de las mayores fortunas del departamento de Bajos
Pirineos. Esa fortuna permitiría además
hacer carrera política a su marido.
Benefactora de la iglesia
En la tercera parte se evocan los últimos
años. Las fiestas y la vida mundana le
siguen atrayendo. La marquesa recibe
invitaciones de la emperatriz Eugenia
de Montijo. Frecuenta bailes y salones,
mas de la vida galante sólo queda el
recuerdo. Con la vejez, la aristócrata
vitoriana (que, en realidad, nació en
Tolosa) se ha convertido en una bea-
LIBROS
ta protectora del pueblo de Carresse.
Fundó una escuela con una monjas de
Biarritz, construyó una nueva iglesia y
un cementerio, y efectuó numerosos donativos a los pobres. Alexis Ichas, buen
conocedor de los archivos de Auterrive
y Carresse, insiste en este aspecto, así
como en la historia del palacio, refugio
de aristócratas más o menos grandes
de España. Pero las peripecias de los
ilustres moradores que sucedieron a la
coqueta y culta madame de Montehermoso son otra historia, crónica menor
que no interesa reseñar aquí.
A modo de conclusión diremos
que, a pesar del alarde de chascarrillos
y erudición, no cabe considerar este
libro como una biografía cumplida. Se
queda en esbozo, excesivamente dependiente de la bibliografía francesa, y
deja sin explorar aspectos esenciales
de la nobleza afrancesada: costumbres,
cultura e ideología. En ningún momento
se trata de explicar por qué una fracción
de la aristocracia, de la que los marqueses de Montehermoso fueron un ejemplo representativo, abrazó la causa de
Napoleón en España. Para responder
a esta cuestión, el señor Ichas debiera
habérsela planteado previamente.
Miguel Peciña Anitua
¡Paz y fueros!
Arturo Cajal Valero: Paz y fueros. El conde de Villafuertes. Guipúzcoa entre la
Constitución de Cádiz y el Convenio de
Vergara (1813-1839). Biblioteca Nueva,
Madrid 2002.
En este libro, su autor, Arturo Cajal,
relata documentada y fielmente la vida
pública de un prócer guipuzcoano del siglo XIX, Manuel José de Zavala y Acedo,
conde de Villafuertes, incidiendo particularmente en su activa participación en la
campaña que promovió el escribano Muñagorri conducente a crear una especie
de quinta columna para desmoralizar a
las tropas carlistas y propiciar el fin de la
primera guerra civil. Empresa que, como
es sabido, fracasó estrepitosamente.
Villafuertes, típico representante de
la jauntxeria guipuzcoana, fue un liberal convencido a la par que un ardiente
fuerista, y esta doble condición le llevó a
mantener durante toda su vida dos frentes ideológicos: uno, naturalmente, contra el carlismo, y otro, contra sus propios
correligionarios que no comulgaban con
sus ideas fueristas por razones que son
expuestas minuciosamente por el autor.
Sintetizándolas, Villafuertes, como hijo
espiritual de la Ilustración, se siente liberal y progresista, pero como noble y
rico hacendado defiende los Fueros a
machamartillo, ya que éstos favorecían
sus intereses y los de su clan. El sistema
foral era elitista, lo que permitía a un número reducido de familias, generalmente
emparentadas entre sí, controlar todos
los resortes de poder de la provincia, ya
que la mayoría de la población no tenía
derecho a voto; los concejales debían
poseer hidalguía acreditada y los alcaldes eran a su vez jueces. Como pueden
comprobar, todo quedaba en casa. En
fin, todo un típico sistema de gobierno
del Antiguo Régimen que forzosamente
tenía que chocar contra las ideas e intereses de los liberales doceañistas, o
partidarios de la Constitución de 1812,
quienes, en su mayor parte, eran comerciantes radicados en San Sebastián
y Pasajes.
A mi entender, este posicionamiento
político de Manuel José de Zavala era
manifiestamente imposible de mantener
por las contradicciones que suponía en
la práctica. Con el paso de los años, ya
en la segunda guerra carlista, la familia
Zavala se posicionó en el bando del Pretendiente. Pero ésta es otra cuestión.
También describe Arturo Cajal en su
obra una vertiente inédita del carlismo,
cual es su faceta, llamémosle revolucionaria, en cuanto que los carlistas, dirigidos por el bajo clero, confiscaron las
tierras de los oligarcas guipuzcoanos,
que fueron calificados como “enemigos
de la Patria y de la Religión”; con una
sola excepción: la de los propietarios
labradores.
Aunque la obra se desarrolla casi
exclusivamente en Guipúzcoa, puede
73
extrapolarse a lo que acaeció en Álava
y Vizcaya, pues las circunstancias fueron similares. Y dado que Villafuertes
fue suegro del vitoriano marqués de la
Alameda, con el que, aparte de las naturales relaciones de parentesco, estaba íntimamente ligado por afinidades
ideológicas, tiene para los alaveses otro
motivo más de interés, máxime teniendo
en cuenta que el actual conde de Villafuertes es vitoriano.
En resumen, se trata de un libro
documentado y ameno, que recomendamos a los interesados en conocer las
cuestiones relacionadas con el tema foral, con el consiguiente encaje del País
Vasco en España a partir de la Constitución de 1812. Encaje que todavía no está
definitivamente resuelto. Por este motivo,
las reflexiones que extraigamos tras su
lectura pueden sernos de gran utilidad
en las actuales circunstancias.
Antonio Sáenz de San Pedro Esnal
Una biografía desafortunada
Alfaro, Iñaki: Biografía de don Ramón
Fernández de Piérola. Pról. de Pedro
de Sancristóval Murua, diputado foral
de Cultura, y Miguel Asurmendi, obispo
de Vitoria. Diputación Foral de Álava,
Vitoria-Gasteiz 2000.
Como bien apunta el diputado prologuista, la biografía de un obispo de
aquella grande, aunque joven, diócesis
de Vitoria, erigida en 1861 para cumplir
el acuerdo plasmado en el Concordato
de 1851 de crear la que comprendiera
Landázuri
LIBURUAK
las tres Provincias Vascongadas, puede
constituir una contribución importante al
mejor conocimiento de la historia social
y eclesiástica del País, de la diócesis y,
particularmente, de Álava, donde se halla la sede, máxime si la biografía pertenece a un momento tan importante, por
sus profundas transformaciones y sus
largas consecuencias en la historia civil
y eclesiástica española en general y en
la del País Vasco y la diócesis de Vitoria
en particular (y así lo vienen mostrando
tantos estudios como existen ya de ese
período). Es lo que esperábamos de la
de don Ramón Fernández de Piérola
López de Luzuriaga (Otiñano, Navarra,
1829 – Vitoria 1904), obispo de Vitoria,
el cuarto, entre los años 1890 y 1904.
Tenemos, sin embargo, que confesar ya
desde ahora, y no sin pena, que la que
recensionamos no ha satisfecho, ni de
lejos, nuestras esperanzas.
Tras una introducción, el libro se
estructura en seis capítulos (infancia
y primeros pasos; su primer obispado:
don Ramón obispo de La Habana; retorno a España: obispo de Ávila; don
Ramón, obispo de Vitoria; su obra y
pensamiento; la obra del obispo Piérola
tras su muerte), tres anejos (resumen de
sus pastorales; boletines eclesiásticos
y nombramientos; cronología), concluyendo con la bibliografía.
Sabemos desde el principio que la
confección de la biografía no ha sido
fruto del interés directo del autor por la
persona y la actuación del biografiado,
sino que ha obedecido al interés y el
encargo de algunos familiares lejanos
de éste (p. 15), sin que sepamos qué
razones pudieron llevarles a la hora de
hacerlo, para elegir un autor desconocido como historiador y que, según confesión propia, ni siquiera había oído el
nombre del personaje antes de que se
le propusiera hacerla (p. 16).
El propio Alfaro comienza reconociendo en la primera página de su escrito (y el obispo prologuista lo recoge
con finura) que su trabajo “no es definitivo”, pues “faltarían por revisar todavía
documentos que pudieran dar luz sobre algunas etapas menos conocidas
de la trayectoria del obispo Piérola” (p.
15-16). El autor sólo menciona, aunque
como ejemplo, sus años como obispo
de La Habana (1879-1886), el primero
tras la guerra de Cuba. Pero habría que
añadir otros momentos de gran interés
para conocer su personalidad, como,
por ejemplo, los seis años anteriores a
su elevación al episcopado, de 1873 a
1879, pues, con motivo de su nombra-
miento, nos enteramos de que, después
de desposeído, por la primera República, de su cargo (nada de “probablemente honorífico”: p. 26) de rector de la
iglesia y del hospital del Buen Suceso
de Madrid, residió algún tiempo en Barcelona, residencia sobre la cual se pregunta al gobernador civil de Barcelona
(aunque el autor parece, aun así, dudar
de ella) (p. 27), y sabemos que en noticias de prensa fue tachado de haber
intervenido en política y de haber sido
desterrado a Elizondo durante la guerra
civil, sobre lo cual se pide información
al gobernador civil de Navarra (p. 34).
Pero Alfaro no ha indagado nada sobre
este período y nos deja en la ignorancia.
También por falta de la obligada
(y en muchos casos sencilla) investigación, hay asimismo bastantes otros
datos tocantes a la persona del obispo, aunque sean datos biográficos, si
se quiere, menores, que no se aclaran
debidamente. Por ejemplo, dónde y con
quién inició sus estudios (se nos dice
que “en Zuazo, donde ejercía de párroco un tío suyo de nombre don Manuel”,
p. 22, que nos hace pensar en el Zuazo
de Navarra, aunque más tarde se concreta que fue “en un pueblo de Álava”,
p. 64; pero en Álava hay tres Zuazos y
sólo mucho más adelante podremos
deducir, pues no se expresa, que fue
en el Zuazo próximo a Heredia, p. 108,
o sea, Zuazo de San Millán, donde fueron curas, pues en plural se refiere a
ellos el propio obispo como “parientes
próximos”, p. 65 y 66, los llamados don
Ramón, entre los años 1831-1836, y don
Manuel-Francisco, entre los años 18371864, apellidados ambos López de Vicuña, que era el apellido de su abuela
materna, alavesa de Gamarra Mayor);
o la fecha de su ordenación sacerdotal
(cfr. p. 24); o quién era ese su hermano
menor, también sacerdote, Domingo, a
quien llevó y tuvo consigo en cargos de
responsabilidad primero en La Habana y después en Ávila (1886-1890) y
Vitoria, y a cuya muerte aquí en 1893
se dedican las p. 83-86; o que no se
identifique a esos otros dos hombres
de confianza del obispo, don José Cadena y Eleta y don Santiago Ozcoidi, a
quienes hizo en Ávila Vicario general y
Secretario de Cámara, respectivamente
(p. 51), siendo tan fácil saber que ambos eran también navarros y llegarían
a ser asimismo obispos, de Vitoria el
primero, donde sucedió al biografiado, y de Tarazona y Tudela el segundo;
tampoco se ha enterado de “los motivos
74
exactos de su fallecimiento”, p. 129) y
no menciona que la oración fúnebre fue
pronunciada por el que había de ser
después también obispo de Vitoria, don
Mateo Múgica.
El autor se ha limitado a manejar
una documentación escasa (en gran
parte, al parecer, proporcionada por
terceros) y evidentemente insuficiente,
consistente prácticamente toda en los
Boletines oficiales de los obispados de
Ávila y Vitoria (cfr. p. 16), aprovechando
simplemente lo que en ella hallaba, sin
preocuparse por indagar acerca de lo
que en ella no figuraba. Ni se ha acudido a otras fuentes de documentación
eclesiática (por ejemplo, la de la Nunciatura del Papa en España), ni siquiera se han examinado los periódicos y
revistas de la época, ni aun los locales.
Defecto de documentación. Y de lecturas: ni un solo manual de historia de
la Iglesia en España, ni tan siquiera un
diccionario de la materia, figuran en la
bibliografía.
Ya hemos apuntado antes que un
conocimiento exacto y una justa valoración de la persona y la actuación
del obispo requerían que su biografía
estuviera encuadrada en el marco del
momento en que vive y actúa. Pero esta
tarea, que es la del biógrafo, nuestro autor se la deja al lector: “A la hora de leer
este trabajo tendremos que trasladarnos al siglo pasado y cada documento
original, cada cita directa de la época,
deberá ser leída teniento en cuenta el
momento y el contexto en el que fue escrito” (p. 16).
Lo que tenemos en las manos es,
así, más que una biografía, un simple,
superficial e incompleto haz de datos
de un “curriculum vitae”, más bien de
corte hagiográfico, del obispo Fernández de Piérola. Pero, aunque no fuera
más que esto, debería esperarse que
la obra se realizara con un cierto rigor.
No es así.
Parece que lo mínimo que se puede pedir, como requisito previo, a quien
se pone a historiar la vida de un obispo
de Vitoria es tener algún conocimiento,
aunque sea elemental o de enciclopedia, de la historia de la diócesis. Véase
lo que sabe nuestro autor. Sólo una vez
va a referirse a ella, en la p. 63, dedicándole veinte líneas; he aquí las cinco
primeras: “Ésta [la diócesis] había sido
recientemente creada ya que, con anterioridad al año 1862 todo el territorio de
las provincias vascongadas estaba bajo
la jurisdicción del Obispado de Calahorra. Sin embargo, la reivindicación de un
LIBROS
gobierno eclesiástico más cercano, el
deseo de una diócesis propia que restaurara la que en la Edad Media había
tenido su sede en Salvatierra de Álava,
estaba latente desde antiguo”. Jamás
nadie podría esperar encontrar estampado en una obra de contenido tocante
a Álava y publicada por su Diputación
Foral el más que enorme disparate de
la existencia de una sede episcopal en
Salvatierra de Alava, así fuera en lo más
oscuro de la Edad Media, que sí existió
en Armentia. Tampoco todo el territorio
de las provincias Vascongadas era de
la diócesis de Calahorra; Guipúzcoa
(excepto el valle del Deba) y la villa alavesa de Oion eran de la de Pamplona,
y partes en el occidente de Vizcaya y
Álava pertenecían a las de Santander
y Burgos (quizá por contagio en punto
de geografía eclesiástica, el diputado
prologuista dice que la gran diócesis
de Vitoria encomendada a Fernández
de Piérola incluía las parroquias de La
Puebla de Arganzón y de Treviño, siendo así que éstas, aun ahora burgalesas
administrativamente y calagurritanas
hasta entonces, sólo se le incorporaron
en 1950, cuando se la dividió y quedó
reducida a la pequeña que hoy es).
Cuando se reproducen textos de
terceros (y en la obra, así en el texto mismo como en recuadros, son numerosas
las copias de textos ajenos, una gran
parte de ellos publicados en el Boletín
del obispado de Vitoria), es obligado
que la reproducción sea exacta. Pues
bien, al cotejar en el libro aquellas citas
que, por algún motivo, nos han llamado
la atención, hemos podido comprobar
que no eran del todo fieles, sino que
estaban verdaderamente maltratadas.
De lo primero tenemos un ejemplo en
la primera pastoral como obispo de
Vitoria, cuyo comienzo se copia en recuadro en las p. 66-67 y donde se lee:
“…siendo Nos también de las Provincias Vascas…”, cuando en el texto dice:
“…siendo Nos oriundo también de las
Provincias Vascas…”, como había el
propio autor copiado en la p. 65. De lo
segundo, en la copia de otra pastoral,
de 1903, en la que trata de las causas
a que se debe que muchos cristianos
se extravíen hasta el extremo de perder la fe, menciona aquella que constituye (pongo entre corchetes lo omitido
o alterado) “…el principal medio que
vienen empleando los sectarios para
[omit.: impedir y] anular [omit.: si fuera
posible, la sobrenatural influencia de]
la Iglesia. Nos referimos a la lectura de
libros y periódicos [omit.: perniciosos],
de sus meditaciones [alt.: esas producciones] [omit.: que] salen… fascinan a
los pobres [omit.: menestrales] con promesas ilusorias… odios tan sofocantes
[atroces]…”. No queremos silenciar otro
cambio en un texto, que, por inexplicable, nos ha resultado jocoso; se halla en
el texto vasco (el único en esta lengua
que hay en el libro y en cuyo original
tampoco faltan las erratas) del mensaje
de los vascos que formaban parte de la
peregrinación obrera a Roma en 1894,
entregado en mano por el obispo al
papa León XIII; leemos con sorpresa:
“Ara bada orain, biar Banco Atlántico
dira…”, por asombrosa transmutación
en entidad bancaria de la simple partícula del original: “Ara bada orain, bihar
badira…”.
Abundan también en la obra las repeticiones de textos, las imprecisiones,
los descuidos en la redacción (sólo un
ejemplo de éstos: dice, p. 16, “conoció
cuatro monarcas” y nombra cinco) y
en la remisiones a textos ajenos y aun
al propio (así la única, que en la p. 64
hace a una “página cuatro”, que es, de
hecho, la cuarta de ese capítulo, pero la
66 del volumen, lo que nos hace pensar
que el libro fue escrito capítulo por capítulo, sin luego unificarlos). Hasta hay
yerros (y yerros notables, por otra parte
fácilmente detectables) en datos muy
próximos al personaje, de los que señalamos dos: en el árbol genealógico de
los Fernández de Piérola (con muchos
blancos y defectuosamente trazado), p.
18, el padre del obispo figura como nacido en 1799 y casado ¡en 1796! (y no
es errata fácil), y su hermano Gonzalo
nacido en 1836 y casado en 1847); y
el imperdonable de la p. 44, en que el
escudo que se reproduce se dice ser
el de la diócesis de La Habana, siendo
como es, precisamente, el episcopal de
su biografiado.
Las deficiencias que hemos señalado hasta aquí pueden ser consecuencia del apresuramiento con que la obra
fue realizada. Si son exactas la fechas
de 21 de febrero de 1998, que el autor
consigna como la de la recepción del
encargo (p. 16), y la de 10 de junio de
1998, en que data la introducción (p.
17), todo el trabajo fue hecho en tres
meses y medio. Ni de un autor bien
preparado y experto se podría esperar
gran cosa en una obra escrita en tan
poco tiempo sobre un personaje que
antes desconocía.
Mencionemos, por fin, la inobservancia de la metodología del trabajo
científico que se puede constatar en
75
prácticamente todas la páginas escritas: anarquía en la forma de hacer las
citas en las notas a pie de página (por
ejemplo, para indicar la página lo mismo da “p.” que “pp.” que “p.p.”); citar el
mismo escrito de formas distintas; remitir a obras no incluidas en la bibliografía
sin dar sus datos de edición y hasta sin
el título de la obra (por ejemplo: “según
refleja el Padre Manuel P. Maza Miquel
en una de sus obras”, p. 40); hacer referencias incorrectas (por ejemplo, “A
este respecto ver ‘La Iglesia como problema vasco’…”, p. 32, para remitir a
Lipuzcoa, Manu Elu, ‘La Iglesia como
problema en el País Vasco’); remitir a
un “apéndice documental” que no existe, p. 64)… Podríamos multiplicar los
ejemplos; mas quedémonos con el que
concluye el libro, el de la bibliografía (p.
155), en la que, aunque sólo contenga
quince referencias, se acumulan los
desaciertos: además de no observar
ningún orden, se citan libros sin consignar su pie de imprenta; se cita un
número de revista sin expresar qué artículo (ni autor, ni título, ni páginas) es el
que en él interesa (se trata del notable
trabajo de Tellechea Idígoras, J. Ignacio, “Para la historia de la diócesis de
Vitoria: Tres relaciones de las “Visitas ad
limina” del siglo XIX (1879-1900)”, la última de las cuales es del obispo Fernández de Piérola, que se encuentra en las
p. 413-458); se señala el tomo IX de la
monumental Historia de los obispos de
Pamplona, sin mencionar el nombre del
autor, el gran historiador navarro José
Goñi Gaztambide).
No es más lucida la veste (y no nos
referimos a la externa, pues en la impresión del volumen no se han escatimado
gastos en ilustraciones, recuadros con
documentos y tablas, hojas enteras con
los títulos de los capítulos…) que cubre
cuerpo tan canijo: el texto está plagado de erratas y de faltas de ortografía.
Como erratas más notables señalamos
la de latente en la p. 34 ( por patente,
con cambio de sentido), canónigo en
las p. 37 y 51, como adjetivo (inexistente, por canónico), Alfonso XIII. en la p.
49 (por Alfonso XII, pues lo dice muerto
en 1885)… En el capítulo de las faltas
ortográficas, además de anarquía en la
puntuación y la acentuación que reina
en todo el libro, mencionamos las más
sobresalientes: bastísima (p. 43), avulense (p. 50, 55, 58 y 94; en la p. 58 dos
veces, una de ellas como cita textual de
un documento en que, comprobado, se
lee abulense), callado (p. 58 y 66, en
ambas como citas textuales de dos do-
Landázuri
LIBURUAK
cumentos en los que, también comprobado, se lee cayado)… Lo asombroso
es que, después de transcribir la carta
de un oriental al obispo en solicitud de
dinero, con bastantes erratas, dice: “Las
faltas ortográficas no son errores de imprenta nuestros, sino que pertenecen al
texto original…” (p. 95).
Es obligado detenerse en las erratas que afectan a los nombres de los
pueblos de Álava que se mencionan en
los datos de las visitas pastorales efectuadas en Álava que se recogen (algunos por triplicado) en las p. 108-110:
Mataran, Uzaeta, Llárduga, Narváiz,
Eguleor, Arrizabala, Pagoeta, Gripan,
Arcinaga, Riviza, Pegaños. También
los hay en los de Vizcaya y Guipúzcoa,
pero ¿cómo entender que se estampen
tales disparates en una obra dedicada
en gran parte a Álava, editada por la
Diputación Foral de Álava e impresa en
su imprenta?
Todo ellos nos hace sospechar que
el texto fue entregado por el autor tal
como le había quedado en una redacción deficiente y apresurada, sin un simple repaso por su parte; que fue llevado
a la imprenta sin una revisión por la de
sus patrocinadores; que fue aceptado
por los responsables de la edición no ya
sin un examen o una valoración, sino ni
siquiera una previa lectura; y que salió a
la calle sin siquiera una mala corrección
de pruebas.
En suma, una edición desgraciada de una biografía desafortunada.
Ante ello, y teniendo en cuenta la falta
muchas veces de oportunidades y facilidades para la publicación de obras
más dignas, cualquiera tiene derecho
a preguntar: ¿Cómo se adopta en la
Diputación Foral la decisión de sus
ediciones?¿Con qué criterios?¿Qué factores se tienen en cuenta para aceptar o
desestimar la de una determinada obra?
¿Cómo se controla o sigue el proceso
de impresión?
Ángel Ibisate Lozares
Bibliografía capuchina
Casimiro J.J. Pérez Aguirre (O.F.M.
Cap.) y Vidal Pérez de Villarreal (O.F.M.
Cap.): Escritores de la Provincia de Navarra-Cantabria-Aragón: 1900-2000.
Curia Provincial de Capuchinos, Pamplona 2001.
Estamos ante una obra que bien
merece el calificativo de magna (y no
sólo, ni principalmente, por su volumen
material): la catalogación de todos los
escritos de los frailes capuchinos de esta
Provincia (que hoy abarca Navarra, el
País Vasco, La Rioja y Aragón), desde su
constitución en 1900 hasta el año 2000
de su centenario. Sólo quien ha intentado la confección de un repertorio de una
cierta amplitud puede estimar la magnitud del trabajo que presentamos.
La idea la concibió hace ya cincuenta años Casimiro Juan José Pérez Aguirre (Felipe de Fuenterrabia) (1919- 2003),
quien comenzó la recogida de datos, en
forma de fichas en que se consignaba
una descripción paleográfica de las
portadas, llegando en la tarea hasta el
año 1985. Pero ha sido Vidal Pérez de
Villarreal (Inocencio de Echávarri-Urtupiña) (1926- ), quien, además de complementar con más impresos la recogida
de datos hasta dicha fecha, la ha continuado hasta el año 2000 y le ha dado en
realidad su forma, sustituyendo para las
monografías el modelo descriptivo de su
antecesor por el estandarizado internacional (ISBD), informatizando el material
reunido y preparando la publicación y
confeccionado sus índices.
Tras una presentación introductoria,
la obra comprende cuatro partes:
1ª. Monografías, en que se recogen
los libros o folletos obra de capuchinos:
son 3.355 entradas, ordenadas alfabéticamente por su encabezamiento (el
nombre civil de sus autores, único desde 1970, indicando a continuación entre
paréntesis el nombre religioso de los que
lo tuvieron o, en los casos de las obras
anónimas, la palabra o palabras que se
han considerado más significativas del
contenido); muchas de las fichas con-
76
tienen notas explicativas o ampliatorias
y en todas, al final, se indica el lugar o
biblioteca donde se ha recogido la información.
2ª. Publicaciones seriadas, que contiene las colaboraciones de capuchinos
aparecidas en revistas y en obras de varios autores: son 195 registros, ordenados alfabéticamente (de la misma forma
que la primera parte), la mayoría de los
cuales incluye varios (en muchas ocasiones, numerosos) trabajos del mismo
autor.
3ª. Publicaciones periódicas, en que
se relacionan aquellas de cuya dirección
y/o preparación son responsables los religiosos de la Provincia: el listado comprende 84 títulos.
4ª. Índices, muy variados: de materias (uno para la primera parte y otro
para la segunda), onomástico de autores
(uno por nombres civiles y otro de equivalencia de los nombres de religión), de
voces de obras anónimas (uno para la
primera parte y otro para la segunda) y
de las publicaciones consignadas en la
segunda parte.
Los trabajos que se recogen en las
partes primera y segunda son muy variados, por géneros (hay también obras
musicales, bien impresas, bien en disco
o CD) y temas (en modo alguno limitados al ámbito de lo religioso o piadoso,
sino que abarcan todos los campos de
lo científico y de lo literario), por finalidad, por extensión, por materias (como
muestran los índices correspondientes)
y por importancia (como puede apreciarse, por ejemplo, en los nombres de las
revistas u obras colectivas en que existen colaboraciones capuchinas). Pero no
podemos entrar en más detalles.
Pensando en nuestro particular patrimonio cultural, nos vamos a limitar a
relacionar, guiados por los índices, los
capuchinos alaveses (naturaleza deducida de sus nombres en religión) que
en la obra se mencionan y el número de
las monografías (m.) y de los artículos
(a.) que de cada uno se reseñan. En el
mismo orden alfabético en que se hallan
en el índice de autores, son (s.e.u.o.) los
siguientes:
Azcárraga, Ángel (Prudencio de Salvatierra) (1898-1971): 16 m., 13 a.
Fernández de Landa, Fausto (Tomás de
Mendijur) (1908-1995): 12 m.
Galíndez de Castañiza, Sixto (Fidel de
Lecamaña) (1923-2001): 15 m., 10 a.
García Piédrola, Juan José (Teófilo de
Orbiso) (1895-1975): 3 m., 32 a.
LIBROS
García Remírez, Roberto Fernando
(Teodosio Mª de Orbiso) (1935- ):7 m.,
25 a.
Grijalba, Andrés (Nicolás de Laguardia)
(1899-1982): 13 m.
López de Guereñu, Gregorio (Benjamín
de Ilarduya) (1907-1987): 1 m.
Ortiz de Latierro, Fernando (Fernando Mª
de Mendoza) (1872-1966): 3 m., 64 a.
Pérez de Villarreal, Vidal (Inocencio de
Echavarri-Urtupiña) (1926- ):14 m.,
53 a.
Pol, Teodoro Salvador (Salvador de Vitoria) (1881-1978): 1 a.
Preciado, Dionisio (Pío de Salvatierra)
(1919- ): 12 m., 97 a.
Sáez de Eguilaz, Martín (Francisco de
San Román) (1902-1997): 1 a.
Sáez de Ocariz Ruiz de Azua, Demetrio
(Adolfo de Echavarri-Urtupiña) (19171964): 3 m.
Sáez de Ocariz Ruiz de Azua, Matías (Cipriano de Echavarri-Urtupiña) (1915[1939]): 2 m., 1 a.
Sáez de Ocariz Ruiz de Azua, Valentín (Leandro de Echavarri-Urtupiña)
(1909-1989): 6 m.
Sáez de Vicuña, Martín (Filomeno de Ezquerecocha) (1916-1985): 2 m.
No faltan tampoco colaboraciones
de capuchinos en revistas, periódicos o
publicaciones colectivas alavesas. Guiados por su índice particular, recogemos
(también s.e.u.o.) las siguientes: Boletín
de la Institución “Sancho el Sabio”, El
Periódico de Álava, Estibaliz, Gaceta
Municipal de Vitoria-Gasteiz, Homenaje
a Odón de Apraiz, Lumen, Miscelánea
José Zunzunegui, I: Estudios históricos,
Repertorio musical de la Academia “San
Gregorio Magno” del Seminario Diocesano, Scriptorium Victoriense, I-II Semana
de Estudios de Historia Eclesiástica del
País Vasco, Surge.
Tenemos que felicitar y agradecer al
docto capuchino alavés Vidal Pérez de
Villarreal por esta obra, que bien ha podido ser calificada de ejemplar y que él
tendrá que añadir (en, por ahora, último
lugar, por razón de cronología, que no
de importancia) a su ya riquísima bibliografía.
Ángel Ibisate Lozares
Nazionalismo espainolari buruz
José Alvarez Junco: Mater dolorosa. La
idea de España en el siglo XIX. Taurus.
Madril 2001.
Nazionalismoa modan dago, hemen
eta edonon. Partikularzki 1989tik aurrera (Berlingo harresiaren lurreratzea) ez
da izango munduan hura baino gizarte mugimendu indartsuagorik, ondorio
politiko larriagorik paratzen duenik. Ez
hemen soilik: bloke komunista ohiaren
baitan eztanda abertzalea ez da izan,
inola ere, ahuntzaren gauerdiko eztula;
ez letorke gaizki gogoratzea, bestalde,
Sadam Hussein alderdi nazionalista
klasiko eta tipiko baten buru izan zela
(Baas: Arabiarren Pizkundeko Alderdi
Sozialista), inguru hartako politikaren
protagonista gehienak bezala (Arafat,
Sharon, Peres...); Estatu Batuei buruz,
zer esango dugu: lehendik ere ez bazen
makala sukar abertzalea, 2001eko eraso
terroristak marka guztiak hautsi ditu eta
nazioaren patua da, agian inoiz baino
gehiago, hango politika eta kulturaren
ardatz bakarra, non eta badirudien (telebistaren arabera) estatubatuarrak goizetik gauera beren ereserkia kantatzen
eta beren ikurrina ohoratzen ematen
dutela eguna.
Eta Espainian? Gogoratu beharrik
dago euskal gaia deituak komunikabide
eta politikagintzan betetzen duen lekua,
beti klabe nazionalistan? Perejil uhartearen aferak ez ote du txiki utzi chauvinismoaz esan daitekeen oro?
Egoera hori Espainiako historiografiarekin erkatzea paradoxikoa gertatzen
da, zinez. Izan ere, ez da hainbeste
denbora Espainiako unibertsitateetan
nazionalismoa gainditzeko zorian (edo
guztiz gaindituta) zegoen gizarte fenomeno gisa aurkezten zela, modernitate
demokratikoaren aurrerabide saihestezinaren ondorioz. Testuinguru horretan ia
ikerketa guztiak euskal/katalan/galiziar
nazionalismoa argitzera bideratuta zeu-
77
den eta, neurri handi batean, haien gezurrak salatzera. Ikerketa akademikoez
ari naiz, haietan sarri agertzen zen asmo
desmitifikatzaileak lotura politiko nabariak
bazeuzkan ere. Horrela ikusi dugu pasatzen liburua liburuaren ondotik, artikulua
artikuluaren gain. Gaur egun ere horrela
bizi gara, agian inoiz baino gehiago. Era
berean, nazionalismoaren kontrako epai
morala inoiz baino esplizituagoa bihurtu
da; inoiz baino arruntago bihurtu da nazionalismoaren asmakeriak salatzea.
Nazionalismo espainolarenak ere?
Hortxe dago paradoxa: gaiaz arduratuta dagoenak ez duela, nazionalismoari
buruzko liburu erauntsiaren baitan, ia
ezer aurkituko espainiar nazionalismoaz.
Absurdua dirudiena eguneroko ogia izan
dugu azken hogeita hamar urteetan,
hots, nazionalismo espainolik ez dagoela
pentsatzea. Ebidentzia ororen aurka nazionalismo espainolik aipatzea ia-ia tabu
bat izan da eta, neurri batean, da.
Tabu horren aurka hasi dira ahots
batzuk altxatzen, adibidez, Inman Fox,
Javier Varela, Sisinio Pérez Garzón, Juan
Pablo Fusi edo gaur bereziki aipatuko
duguna, José Alvarez Junco. Badirudi
aurrerantzean arruntagoa izango dela
nazionalismoaz mintzatzean bere aldaki
espainola ere aipatzea, eta badirudi ere
ikerketa akademiko ireki eta eztabaidagarriak irakurtzeko aukera izango dela,
eta ez kasuko egilearen irizpide etiko-politikoen zuritze gutxiasko abilak.
Zeren hori baita, hain zuzen ere, liburu honetan bereziki azpimarratzekoa:
haren jite akademikoa, hitzaren zentzurik onenean. XIX. mendeko Espainiari
buruzko ikerketa zehatz eta aberats
baten aurrean gaude; ikerketa kritikoa,
hots, datuetan aztarrika interpretazio
baten bila abiatzen dena, epai moralak
(ahal den neurrian) beste mota bateko
tenoreetarako uzten direlarik. Epaitzea
baino ulertzea baita helburu.
Tesi nagusia, gure begietan, hauxe
da: Napoleonen inbasioaren ondorioz,
eta hark eragin zuen prozesu iraultzailearen eraginez, Espainiak nazionalismo
liberal goiztiar bat ezagutu zuen; maila
intelektualean bederen, XIX. mende
bukaerako espainiar nazionalismoa
guztiz garatua zegoen: “La situación
española, al acercarse el final del siglo
XIX, puede resumirse en una frase: los
intelectuales habían hecho sus deberes.
Como en cualquiera de las viejas monarquías europeas que, en el tránsito a la
modernidad, intentaban convertirse en
naciones, las élites habían conseguido
completar, o casi completar, la construcción de todo un edificio cultural que giraba en torno al pasado español, al arte
Landázuri
LIBURUAK
español o a la ciencia española. […] Los
mitos nacionales estaban construidos”
(271. or.). Baina eraikuntza intelektual
horren arrakasta aski mugatua izan zen.
Zergatik? Erantzuna, Alvarezen baitan,
ez da guztiz argia. Alde batetik, mito
berri horien gehiegizko artifizialtasuna
azpimarratzen da (“una combinación
de elementos culturales poco creíble
o directamente incomprensible para
una gran parte de la población” (277.
or.), baina, bestetik, Estatu liberalaren
ahulezia aipatzen da (“la tarea de construcción cultural realizada por las élites
intelectuales tenía que ser completada
por el Estado [...] el Estado realizó esta
tarea con dudas y ambigüedades” (278279. or.). Ez dugu bikoiztasun horren irtenbide garbirik aurkitzen; egilea bera da
arazoaren formulatzailea (bereziki 565.
orrialdean), baina erantzuna barik galdera paratzen du. Hobe horrela, araiz.
Izan ere, hauxe da dakiguna Alvarezen
arabera: arazoak arazo, Estatu espainiarra ez dela desegin, baina nekez esan
daitekeela XIX. mendeko nazionalizazio
prozesua arrakastatsua izan zela. Eztabaidak zabalik dirau.
Hainbat elementu gehiago ere aipatzen da; nagusia, katolikotasunaren
pisu erabakigarria, nazioaren garapen
modernoan oztopo salbaezin. Gai horri
dedikatzen zaizkio liburuaren pasarterik
gogoangarriarenak, gure ustetan. Baita
ere kanpo-etsai indartsu baten gabezia
(Frantzian edota Alemanian ez bezala).
Edo federalismoaren ahulezia historikoa.
Eta abar.
Liburuaren azken atala da, gure iritziz, eztabaidagarriena. Hauxe da mende
bateko ibilbidearen ondorioa, Alvarezen
aburuz: “Lo que significa que el nacionalismo español [ha] encontrado, por fin, el
reemplazo para aquel objetivo que cien
años antes se plantearon los liberales
gaditanos y que obstáculos posteriores
habían obligado a abandonar: la regeneración del país, la europeización, en
definitiva, la modernización. Sólo había
un problema con esta misión al fín hallada: que había llegado tarde” (593. or.).
1898ko krisiaz eta beronen ondorioez
ari da. Alegia, elite espainiarrek mende
bat behar izan dute benetako proiektu
nazional eta integratzaile bat sortzeko,
sektore katolikoak ere erakarriz, baina
ordurako berandu da lehiatzaile berriak
sortu direlako, nagusiki, katalan eta euskal nazionalismoak. Gure irudiko, analisi
horrek ez du kontuan hartzen laurogeita-hemezortzitarren nazionalismoaren
ezaugarririk behienena: katalana, euskara eta galiziera zokoratzeko, itotzeko
eta desagertarazteko asmoa. Alvarezen
arabera, berriz, “El problema específicamente español no fue tanto que el país
estuviera atrasado como que se desarrolló de forma desigual; lo que produjo,
naturalmente, un proceso de modernización cultural también desequilibrado”
(596. or.). Eta hori, dudarik gabe, egia da,
baina ez egia osoa, katalanek, adibidez,
nekez asumituko luketeelako Espainaren
kultur modernizazioak beren hizkuntzaren desagerpena ekartzea. Kontu horrek
merezi zuen aipamenen bat.
Azken orrietan, sintomatikoki, berriro
ere Estatuaren ahultasuna aipatzen da.
Eta harekin batera, nazionalismo periferiko leihakorrek eragindako espainolismo
erreaktiboa. XX. mendeari buruzko hausnarketa iradokor baina laburregi batzuk,
eta bukatzen da. Irakurlea zerbait gehiagoren esperoan utziz, apika.
Bi hitzetan, liburu guztiz gomendagarria: zehatza, aberatsa, ausarta. Ez du
aurrekaririk espainiar historiografian. Eta
lehen saio bat izateko oso goian uzten
du langa.
Pruden Gartzia Isasti
La buena memoria de Ignacio
Hidalgo de Cisneros
Ignacio Hidalgo de Cisneros: Cambio
de rumbo. Ikusager. Vitoria-Gasteiz
2001.
Las memorias de Ignacio Hidalgo
de Cisneros vieron la luz hace ya cuarenta años. A pesar de haberse editado
en Bucarest, alcanzaron cierta difusión
en Francia (a las dos ediciones rumanas
que distribuía el PCE en París hay que
78
añadir una traducción francesa en 1965,
en Editeurs Français Réunis). Algunos
ejemplares llegaron a Vitoria, donde
fueron celebrados por la progresía de
entonces, y leídos por la gente que aún
se acordaba del jefe de la aviación republicana. La edición actual de Cambio
de rumbo de la editorial vitoriana Ikusager presenta algunas novedades: varias fotografías y un epílogo de Ignacio
Hidalgo de Cisneros, sobrino del autor,
en el que nos da cuenta de algunas entrevistas familiares en territorio francés y
de la ceremonia del entierro en Bucarest
en 1966. Es una lástima que no se haya
aprovechado esta segunda edición
española (la anterior de 1977 contaba
con un prólogo de Tuñón de Lara que
se reproduce en la actual) para anotar
debidamente el texto y eliminar errores.
La fidelidad a la obra original no debe
impedir las correcciones a pie de página. Ejemplos: el autor se equivoca
de fecha en la página 246, a propósito
de la brutal actuación del prefecto de
policía de París señor Chiappe “el 6 de
febrero del 36” (fue el año 1934); o hace
morir en el exilio a su pariente y amigo Miguel Anitua (p. 536), que tuvo la
suerte de fallecer en su pueblo, etc. No
sé si considerar lo de las erratas como
plaga inevitable o encanto añadido; en
cualquier caso, no estaría mal que algún editor humorista insertase un aviso preliminar instaurando el juego del
cazagazapos. Sería la mejor forma de
evitar que un libro como el que nos ocupa haya llegado a publicarse por cuarta vez sin la menor corrección. Una vez
expuesta esta pequeña crítica, diremos
que la autobiografía de Hidalgo de Cisneros es, a la par que un testimonio histórico importante, una obra enjundiosa
y amena. Ikusager ha hecho muy bien
en reeditarla.
Cambio de rumbo, un título perfecto
Ignacio Hidalgo de Cisneros nació en
Vitoria en 1894. Tanto su ciudad natal
como las tierras de la Rioja, en donde
su familia paterna y materna poseían
fincas, le marcaron profundamente. Así
lo prueban las numerosas páginas dedicadas a su familia, infancia y juventud.
Aunque sus destinos militares le alejaron muy pronto de los suyos, mantuvo
a gala su origen vasco en una época
–todo hay que decirlo- en la que los de
Vitoria se consideraban menos vascos
que hoy. No encontraremos aquí homenajes vibrantes a la patria chica o a la
familia. La amistad o el amor son mucho
más importantes. Ejemplo de lo primero
es el elogio dedicado a José Martínez
LIBROS
de Aragón, su mejor amigo, republicano
y aviador como él. En el capítulo amoroso, la conocida historia de su unión con
Constancia de la Mora, primera mujer
que pudo acogerse a la legislación sobre el divorcio. Más prosaicamente se
elogian también el clarete de Cordovín,
protagonista de diversos episodios, un
caballo, los toros o las fiestas de Sevilla. Lo del vino es bastante recurrente
y alcanza su apogeo en una cata en el
Kremlin, donde, ante el mismísimo Stalin, el vitoriano no dio su brazo a torcer,
manteniendo la superioridad de los caldos de la Rioja sobre los georgianos.
El texto está redactado un poco a
la pata la llana, con cierto abuso de términos coloquiales (pinta de, chismes,
ideíca, etc.), e Hidalgo de Cisneros
advierte constantemente sobre su ausencia de talento literario: él no sabe
escribir, la pluma no es lo suyo. Sin embargo, durante más de quinientas páginas demuestra tener humor, gracia y
talento. Algunas descripciones, dentro
de su sencillez, tienen un gran poder
de evocación como bien lo muestran,
por ejemplo, estas líneas consagradas
al viento del desierto:
“Cuando se llega a Cabo Juby […]
la arena entra a formar parte de la existencia […]. Piensa uno que aquel viento
cargado de arena es una cosa eventual,
que terminará de soplar de un momento
a otro y que todo entrará en la normalidad. No se concibe que la normalidad
sea precisamente aquel viento soplando
día y noche, semanas y meses sin parar
un instante. Es de pesadilla, sobre todo
al principio, cuando se despierta uno
por la noche y siente el ruido del viento
y de la arena pegar contra la ventana, o
cuando, después de haber estado encerrado en una habitación, al salir se
recibe el ramalazo” (p. 178-179).
La ausencia de retórica y afectación también es estilo y, si no, que se
lo digan a escritores como Baroja. Otro
acierto que cabe señalar es el del título
de estas memorias. Cambio de rumbo
resume a la perfección la trayectoria
de quien, traicionando a su clase, pero
sin traicionarse a sí mismo, supo volar
cuando el viento de la historia se levantaba impetuoso.
«Franco es antipático
desde que era célula»
Los lectores de memorias suelen devorar con fruición los chismorreos sobre
las personalidades y famosos que se
cruzaron en el camino del memorialista. De anécdotas nuestro libro está bien
surtido; de maledicencias, en cambio,
más bien escaso. Obedece esto al carácter cordial y amable de Hidalgo de
Cisneros, que nunca fue un resentido.
Llama la atención la ecuanimidad de
sus juicios cuando habla de enemigos
políticos o de los militares franquistas
contra quienes luchó. Alguna habladuría
se le escapa a propósito de Queipo de
Llano y de algún otro generalote, pero
antes que la violencia verbal prefiere la
fina ironía. De Francisco Franco hubiera podido decir que fue un criminal de
guerra. Pues no. Deja caer tan sólo la
frase “Franco es antipático desde que
era célula” (p. 144). Esto de antipático
lo entenderán muy bien aquellos que
lean el libro. Según Cisneros, el mundo
se divide, por un lado, en “simpáticos”
y “buenas personas” (calificativos que
emplea profusamente), y en réprobos
aviesos o antipáticos, por otro. Es interesante observar que los juicios expresados por Constancia de la Mora sobre
Primo de Rivera o Alfonso XIII (por ejemplo: “producía verdadera sensación de
náusea ver a aquella joven, tan hermosa, bailando tan cerca de las repugnantes y malolientes nariz y aliento del rey”
(p. 84), en Doble esplendor, ed. Crítica,
1977) son violentos y agresivos, mientras que en los de su marido sobre las
mismas personas asoma cierta benevolencia. Quizá haya que explicarlo por la
diferencia de carácter, aunque tampoco
debemos excluir las fechas de escritura, 1939 el libro de Constancia y 1962
el de Ignacio. Los años y la distancia
contribuyeron, sin duda, a suavizar el
tono de Cambio de rumbo sin por ello
renunciar un ápice a las ideas por las
que había luchado.
Los cojos de la Rioja
Entre las cualidades de este libro hemos
señalado el sentido del humor. Hay, en
efecto, gran acopio de sucedidos graciosos. No puedo resistirme a citar una
de estas historias que Luis Buñuel bien
pudiera haber incluido en alguna de
sus películas. A propósito de Trinidad
Manso de Zúñiga, conde de Hervías,
aristócrata algo tronado conocido por
sus extravagancias, refiere el autor la
siguiente anécdota: “Se contaba de él
una faena muy comentada en la Rioja y
sus alrededores. En una discusión no sé
con quién, el tío Trinidad afirmaba que la
cojera de la mayor parte de los mendigos de la Rioja era fingida, que se hacían
los cojos para sacar más limosna. El otro
no estaba conforme y le dijo que era un
malpensado y que tenía poco respeto
para las desgracias ajenas. A los pocos días el tío Trinidad invitó a una gran
79
comida en su finca a todos los cojos de
la comarca. A los postres, cuando más
tranquilos y contentos estaban, soltó un
toro que tenía como semental. Todos los
cojos salieron corriendo, con una ligereza sorprendente. Entonces el conde,
muy serio, señalándolos con el dedo,
preguntó a su contradictor: “¿Ves cómo
tenía razón?”” (p. 307).
Saint-Exupéry, cazador de leones
Otro aspecto notable es el repaso
desmitificador que da a una serie de
figuras literarias. Hidalgo de Cisneros
fue quien primero rompió la imagen legendaria de un André Malraux, as de la
aviación y héroe de la guerra de España. Algunos autores como Jorge Semprún siguen sin querer enterarse, porque ellos mismos construyen mitos. Los
figurones precisan de otros figurones.
No obstante, el testimonio del jefe de
la aviación republicana sobre Malraux
(ver p. 457-458) hoy día es tenido en
cuenta por los biógrafos serios, guste o
no guste a quienes confunden historia
y literatura.
El relato sobre las andanzas de
Antoine de Saint-Exupéry en el Sáhara
(p. 180-182) es muy ilustrador de esta
faceta de desmonta-leyendas. Ironiza
Cisneros sobre las fantásticas aventuras
en las que el autor del Principito salva
de las garras de los moros a un montón de aviadores, y cuenta la historia de
unas fotografías que dieron pábulo a la
leyenda de los leones de Cabo Juby.
Un buen día Saint-Exupéry y unos pilotos españoles hicieron unas fotos en
el desierto. Uno de ellos, cubierto con
una piel vieja de león y a cuatro patas,
subía por una duna, marcando en la
arena las huellas con las garras de la
piel. Las fotos, tomadas desde el aire,
daban la impresión de que el león era
de verdad. La revista L’Illustration publicó un reportaje sobre los fieros leones
de Cabo Juby. La leyenda es tenaz y
no hace mucho todavía, en 1994, en
el álbum de la prestigiosa Pléiade dedicado a Saint-Exupéry, se afirma con
toda inocencia que en “Cap Juby […] il
découvre les autruches, chasse le lion”
(p. 87). Jean-Daniel Pariset y Fréderic
d’Agay, autores de la muy seria Maison
Gallimard, reproducen una fotografía de
los avestruces, pero lamentablemente
no nos muestran la caza del célebre
león. A estos franceses no les basta con
Tartarin de Tarascon.
Visión comunista de la guerra civil
Para los aficionados a la historia, los
platos de resistencia son, sin duda,
Landázuri
LIBURUAK
los capítulos dedicados a la guerra del
Rif, la sublevación de Cuatro Vientos,
el periodo republicano (las relaciones
con Indalecio Prieto y Manuel Azaña) y
la guerra civil. La evocación de aquellos años, las distintas peripecias en
que se vio involucrado el protagonista,
mantienen al lector en vilo y poseen un
inconfundible sabor de época. La parte
más discutible, sin que por ello quepa
cuestionar su sinceridad, es la relativa a
la guerra y puede reprochársele al autor
su visión comunista del conflicto. Hoy
día, ningún historiador se atrevería a
dar por bueno el angelismo de Stalin, la
ayuda desinteresada de la Unión Soviética y otros clichés que recorren el libro.
Se repiten, pues, una serie de tópicos
de la historiografía comunista al uso en
aquel entonces.
Valga como muestra la tendenciosa
versión que se ofrece de los hechos de
mayo de 1937 en Barcelona, en el capítulo décimo bajo el epígrafe Rebelión en
Cataluña. Una vez más se nos sirve lo
del importante papel desempeñado por
los agentes provocadores de Franco y
la referencia al informe de von Faupel,
el embajador alemán en Salamanca, explicando la acción de la ”quinta columna”. Todas las obras estampilladas por el
partido comunista repetían machaconamente la misma versión. Era muy difícil,
por tanto, que el libro escapase a esta
influencia. Pese a ello, es de agradecer
para el lector actual que Cisneros, a diferencia de otros comunistas, huya como
de la peste de las digresiones ideológicas. Por eso, estas memorias siguen
guardando un encanto y una frescura
que se echan en falta en otras obras
publicadas en los años sesenta. Ignacio
Hidalgo de Cisneros era una roca demasiado dura para la trituradora moscovita.
Para alcanzar a este quijote, siempre en
las nubes, había que volar muy alto.
Miguel Peciña Anitua
UN CIMARRÓN CUENTA
Miguel Barnet: Cimarrón: historia de un
esclavo.Siruela, Madrid 2002
Cimarrón: historia de un esclavo,
publicado por primera vez en 1966
como Biografía de un cimarrón, editado con el mismo título por Ediciones
Ariel en Barcelona (1994), y traducido
al inglés como Biography of a runaway
slave, llega de nuevo al lector en el año
2002 por el quehacer de la editorial Siruela, esta vez con 224 páginas.
Esta es una obra escrita por el
escritor, etnólogo, sociólogo, presi-
dente de la fundación Fernando Ortiz,
y actual vicepresidente de la UNEAC,
Miguel Barnet (1940). En su aval también cuenta el título de Máster en Historia Contemporánea y el de Doctor en
Ciencias Históricas concedido por la
Comisión Nacional Cubana de Grados
Científicos. Barnet, el escritor cubano
vivo más publicado dentro y fuera de
Cuba, es sin duda una de las más altas
voces de la literatura de habla hispana
contemporánea. Ha incursionado en la
poesía, el ensayo y la novela, y su arte
se extiende a otros ámbitos y modos de
creación como son la ópera, el teatro
y el cine. Como consecuencia, ha sido
merecedor de múltiples distinciones y
premios nacionales e internacionales.
Cimarrón: historia de un esclavo narra pasajes de la vida del esclavo Esteban Montejo, a quien el escritor conoció
en 1963. Por entonces Esteban tenía 103
años y acumulaba en su experiencia el
haber sobrevivido a la esclavitud atada
a la vida en los ingenios y la producción
del dulce, el cimarronaje resultado de
romper con su condición de esclavo, y
la segunda guerra por la independencia
de su patria. Sus experiencias constituyen un testimonio de la influencia de la
cultura africana en la formación de la
cubanía y rescatan detalles del trabajo
del esclavo en la Cuba colonial. A través
de Montejo sabemos de la discriminación racial, política y económica; de las
ceremonias religiosas, las creencias
(güijes, visiones, luces, muertos, brujerías, sirenas y apariciones), y de las
fiestas criollas con sus delicias culinarias, muchas de los cuales ya hoy no
80
existen en la isla. Esteban muere a los
113 años, de modo que pudo saber que
sus memorias ya eran leidas por cientos
de ávidos lectores.
Es un relato en primera persona
que se deja leer; es ágil, lúcido, como
quien, con ingenua sabiduría, cuenta un
cuento de niños. Su verbo está matizado por innumerables vocablos y giros
idiomáticos que acentúan su riqueza
también en el orden lingüístico. Para regocijo de los lingüistas y por necesidad
de los lectores, estas muestras de la
lengua de Montejo aparecen recogidas
en un glosario al final del libro. Muchas
de estas voces y giros aún sobreviven
en el castellano de Cuba y se pueden
escuchar en las calles de La Habana.
Para aquellos cercanos a la historia
cubana las anécdotas del cimarrón timbran a los oídos como parte de lo que
nos han contado. Sin embargo, también
resaltan otros detalles que la historia de
Cuba ha sabido obviar. El testimonio de
Esteban deja ver la fuerte influencia de
las religiones africanas en sus creencias y el impacto de la dura soledad y
el oscuro monte en sus sentimientos.
Quizá por eso es tan llano y directo al
calificar a algunos de los héroes de la
gesta libertadora del 95 de bandoleros,
cuatreros, y valentones más que independentistas.
Montejo se muestra de forma natural, por eso no escapa a los límites
del mundo en que vivió y adolece de
la confusión que lo lleva a comparar el
pasado con el presente favoreciendo
claramente al primero. En su percepción las mujeres de ayer eran más trabajadoras que las actuales, la partera
del ingenio azucarero tenía más éxitos
que un médico de los de hoy, y así sucesivamente.
Montejo no sólo cuenta a partir de
sus vivencias (“yo lo vide”, “yo lo sé
bien”), sino que también incluye lo que
había escuchado de otros ( “hay quien
dice”, ”me enteré”, “a mí me dijeron”), de
modo que él elabora sus propias conjeturas, sus hipótesis y juicios. Como consecuencia, nos encontramos con relatos
de relatos donde la realidad y la ficción
se dan la mano armoniosamente.
El biógrafo, por su parte, no desentraña sentidos ni evalúa, sólo cuenta,
organiza y escribe la recopilación de
enseñanzas, resultado de sus conversaciones durante tres años con el
cimarrón. Barnet cuenta que tuvo que
ordenar el relato e inclusive parafrasear
algunas de las confesiones de Montejo.
Por eso lo que leemos, aun a pesar del
LIBROS
esfuerzo bastante bien logrado por conservar su originalidad, deja entrever la
existencia del escritor. Esteban a veces
coquetea con la Historia, pero su voz
encuentra el refuerzo de Barnet, quien
en ocasiones incluye citas de estudios
y notas de publicaciones que corroboran, amplían o aclaran elementos que
Esteban cuenta en sus relatos, con lo
que les da credibilidad.
La obra es didáctica. Montejo parte
del pasado, se liga al presente y luego
se proyecta al futuro, y termina muchas
de sus anécdotas con una sentencia
semejante a un refrán popular. Sin embargo, en su propia vida se contradice,
con lo cual también nos hace reflexionar
sobre la compleja dinámica de la vida
donde no siempre actuamos como deseáramos. La lucha por la subsistencia
ha llevado al cimarrón a violar los mismos valores éticos que sus enseñanzas
destacan. Montejo censura cualquier
tipo de robo; sin embargo, ha robado.
Resalta el papel de la amistad cuando
él, por principio, es desconfiado y huye
de la compañía humana.
Este libro, sin lugar a dudas, merece ser leído. No podría terminar estas
valoraciones sin hacerle una invitación
al lector a pasear por la Cuba española de la mano de Esteban Montejo: el
cimarrón.
Francisco Luis Hernández Reinoso
Serrahimaren egunkariak
(oraingoan osoak)
Maurici Serrahima: Del passat quan era
present. I. 1940-1947. Josep Poca i Ga-
yaren ardurapean. Hilari Reguer-en hitzaurrea. Edicions 62, Bartzelona 2003.
Maurici Serrahima (1902-1979),
abokatua, idazlea, kultura zabaleko
gizona, errotik katalanista. Horrela defini genezake liburu honen egilea. Haren oroitzapenak dira, bigarrenez atereak, baina oraingoan osoak. Izan ere,
1972an argitaratu ziren lehendabizikoz,
arras moztuak. Hiru arrazoi izan ziren
mozte horretan. Alde batetik, Ministerio
de Información y Turismo delakoak zati
asko zentsuratu zituen. Bestetik, argitaletxeak kendu zituen testu ugari, eta,
azkenik, Serrahimak berak pasarte anitz
utzi zituen kanpoan, lotsaz, beldurrez
eta ingurukoak ez mintzeko asmoz. Baina gogoan izan zuen egun batez osoosorik plazaratu behar zirela oroitzapenak. Horrela ziotsan editoreari orduan
(xxxii. orr.): “Li agrairé que conservi íntegrament el manuscrit, en el qual hi ha
molts fragments, entre els suprimits –i,
sobretot, entre els que només han estat
ratllats en vermell perquè no siguin copiats-, que podrien ser utilitzats en una
possible edició més completa”.
Edizio hori iritsi da, hortaz, eta hemen dugu dokumentu bikain bat zinez.
Burulangile, pentsalari eta kulturazale
porrokatua baitzen Maurici Serrahima.
Eta argia, zentzuduna, praktikoa, posibilista, kolore guztien gainetik Katalunia
berreraiki behar zela sinesten zuena.
Unió Democràtica de Catalunyakoa (1958 arte), kristau zintzoa, gerra
zibilean hainbat apaiz lagundu zituen
ezkutatzen eta heriotik libratzen, eta
Vidal i Barraquer artzapezpikuarekin
batera konponbidea eta adiskidetzea
bilatu zuen gogotik. Horrengatik egon
zen preso, Servei d’Informació Militar
izenekoak salaturik. Zorionez, epaiketa
gabe eman zioten askatasuna. Gauzak
horrela, Frantziara joan zen 1939an. Bordelen urtebete egon ondoren, 1940eko
irailaren 8an itzuli zen Bartzelonara.
Hendaia-Irungo muga pasatzean
hasten da liburua. Une larriak, ez baitaki Serrahimak zer egingo dioten, agian
Mirandako preso-zelaira eramango.
Baina etxeranzko bidean oztoporik ez.
Hara ustekabe polita, ordea: trenean,
egun batzuetako baimena zuten katalan soldaduek baliatu zuten tunel bat Els
Segadors himnoa kantatzeko.
Ez beza inork pentsa, ordea, burutapenek bakarrik dutela lekua orrialde
hauetan. Sentipenek ere bai. Besteak
beste, aurkitzen dugu (19-22. orr.) “oroitzapen polit bat”, Paristik Bordelerako
trenean nola maitemindu zen emakume
gazte batez, eta nola besarkatu zuten
81
elkar, zenbait minutuz, igarobidean
zutik, emakumea bere geltokira heldu
arte, zorion-labur hori ongi neurtu balu
bezala.
Liburu interesgarria, alde askotatik.
Historiarako lekukotasuna eskaintzeaz
gain, Serrahimak urteetako irakurgaietatik ederki jaso duen altxorra agertzen
du. Idazle handia da, fina, adjektiboak
hautatzen dakiena.
Halako mingostura batek zeharkatzen du liburua, esperantzarekin batera.
Garai bateko ilusioak, 1931an piztuak,
errekaratuak ziren, eta garbi dakusa
Serrahimak, errepublikazale izan arren,
nolako huts handiak egin ziren orduan.
Emmanuel Mounier filosofoari egin zion
gutunean (hori bigarren liburukian argitaratu da) ezin hobekiago laburbiltzen
du bere pentsamoldea: “La causa republicana era la bona. Però ha estat espantosament mal servida”. Ideal anitzez
gauza bera esan liteke, jakina.
Edizioa zaindua da. Atzean bada
izen-aurkibidea, luzea, Serrahimaren
adiskide, ezagun eta autoreen zerrenda
joria. Edizio honi ipiniko niokeen aitzakia
bakarra hau da: egunkaria denez gero,
komeniko zatekeen hilaren egunaz gain,
asteko zer egun zen esatea.
Henrike Knörr
Onaindia y sus recuerdos
Mario Onaindia: El precio de le libertad.
Memorias (1948-1977). Espasa Calpe,
Madrid 2001
Mario Onaindia era una figura conocida del socialismo vasco que, aun
en plena vorágine política, tuvo el tem-
Landázuri
LIBURUAK
ple de no renunciar a la escritura. En
El precio de la libertad narra los treinta
primeros años de su vida. Un tiempo
-el paraíso perdido de la infancia en
Lekeitio- que evoca con nostalgia, y un
tiempo -la utopía revolucionaria y la interminable cárcel del franquismo- que
describe desde la distancia. Los nueve
capítulos de la autobiografía, titulados
sobriamente con el nombre del pueblo
o de la ciudad en que transcurre la vida
del protagonista, pueden dividirse en
tres partes: 1) la infancia y la adolescencia; 2) la militancia; 3) el proceso de
Burgos y la cárcel. El sentido de la composición hace que sean también tres
los capítulos dedicados a cada uno de
esos periodos. Desde el punto de vista
formal estamos, por tanto, ante un texto
estructurado de manera clásica, aunque Onaindia no lleva su obsesión por
el orden (literario) tan lejos como García
Márquez, quien al parecer calcula hasta
el número de palabras de cada capítulo.
Se respeta el sentido de la proporción,
pero existe cierto desequilibrio entre la
parte central, consagrada al peculiar 68
vasco, y las otras dos. Ahora bien, esa
mayor abundancia de páginas está cargada de significación, puesto que es allí
donde se explica la trayectoria de una
generación que creyó que el compromiso de la lucha antifranquista en Euskadi
pasaba por ETA.
noir, un inmigrante en la ETA sesentista
[…] que no llegó a dominar las claves
de la tribu fundacional”. Mi sospecha
es que bastantes etarras de entonces
no dominaban las claves, sin que esto
les impidiese manifestarse acérrimos
partidarios de la violencia. Habían bebido en otras fuentes que las del país.
No hubo un único huevo sino varios y,
muy probablemente, alguno de ellos
tenía bastante que ver con el fantasma
que aquellos años recorría Europa. En
efecto, el marxismo-leninismo con todos
sus matices era el nuevo evangelio, una
droga muy dura que arrasaba en campus y fábricas.
Mario Onaindia nos explica que,
tras haber leído a Sabino Arana, no tardó mucho en abominar de las concepciones trasnochadas del fundador del
partido nacionalista. Sus entusiasmos
apuntaban en otra dirección. Carlos, su
nombre de guerra, no era una ingenua
alusión a los reyes carlistas, sino un
guiño cómplice a Karl Marx, cuya autoridad y prestigio permitían reinventar el
nacionalismo.
Preguntarse por el huevo es ciertamente interesante, pero caben otras
preguntas. ¿Por qué en 1968 los dirigentes de la organización decidieron
cometer el primer asesinato? ¿Por qué
en aquel verano se produjo el terrible
passage à l’acte?
El huevo de la serpiente
Historiadores como Antonio Elorza sostienen que el germen, el antecedente
de ETA, se encuentra en el grupo JagiJagi. El independentismo, la exaltación
guerrera, el racismo y el recurso a la violencia, rasgos característicos del etarra,
fueron codificados antes de 1936 por
Elías Gallastegi. Elorza, para referirse a
este modelo, utiliza la imagen del huevo de la serpiente. Existe, sin embargo,
cierta dificultad para explicar la ETA de
los sesenta con arreglo a este esquema. El caso de Onaindia, desde luego,
no encaja, y los lectores buscarán en
vano referencias a un adoctrinamiento
sabiniano o de tendencia Jagi-Jagi supuestamente en vigor en la época que
le tocó vivir. El único Gallastegi mencionado en sus memorias es Mikel, el
famoso pelotari eibarrés.
Jon Juaristi ha considerado siempre que el etarra de los orígenes es
bilbaino como él y conforme al modelo elorziano. Por eso, en su reseña de
El País (10 de marzo de 2001) ha de
explicar la ausencia de este pedigree
con una pirueta: Onaindia fue un “pied-
El atentado contra Manzanas
En El precio de la libertad se analiza
la lógica de la inmolación; la entrega
a Dios (el noviciado) se transforma en
la entrega a la colectividad oprimida.
De ahí a querer desempeñar el papel
de Juan el Bautista, precursor de la
revolución, no hay más que un paso.
Etxebarrieta, por ejemplo, lo dio y se
sacrificó. Se admite el martirio y se admite la muerte del otro. La fascinación
que ejercía la pistola no es ajena a esta
manera de pensar. Todo esto se expone
con claridad. No obstante, prevalece la
impresión de que en lo relativo al atentado contra Manzanas sigue pesando un
tabú. Onaindia se autocensura y reprime, no atreviéndose a decirlo todo.
La acción se había decidido llevar a
cabo antes de la muerte de Etxebarrieta el 7 de junio de1968. Según leemos
aquí, cuando el Biltzar Ttipia se reunió
en julio en el convento de los sacramentinos de Villaro, “no hacía falta votar si
se cometía o no un atentado porque nadie cuestionaba en el fondo que había
que hacerlo tarde o temprano. Tampoco era preciso discutir cuál en concreto
82
porque ya estaban preparados desde
antes de la muerte de Txabi Etxebarrieta. Era una especie de Fuenteovejuna”
(p. 336). Este testimonio lleva implícito,
por tanto, que la decisión de ejecutar
a Manzanas ya había sido tomada una
primera vez en vida de Etxebarrieta y
contaba con su asentimiento. ¿Cuándo?
No se precisa en qué reunión, pero el retrato de Etxebarrieta, Quijote con pistola
ante el espejo en la casa de Ondarroa,
permite suponerlo. En la página 312 escribe Onaindia: “Fue la última vez que
vi a Pepe (Txabi). Siempre lo recordaré
tal como estaba en aquella escena, en
calzoncillos y haciendo gala de una extrema delgadez mientras simulaba que
sacaba del cinto una enorme pistola del
9 largo que había hecho la guerra civil,
para apuntar precisamente a un espejo
que reflejaba su imagen quijotesca. Era
el símbolo de un suicidio que expresaba
mejor que ningún discurso lo que éramos en aquel momento y el espíritu de
inmolación que nos animaba, particularmente a él”.
No se da la fecha, pero esta última imagen parece corresponder al 2
de junio de 1968. ¿Fue allí, en aquella
casa, donde se decidió atentar por primera vez contra la vida de Manzanas?
Se comprende que Onaindia no quiera
entrar en detalles y que su objetivo sea
explicar, sobre todo, cuál era su estado
de ánimo y el de sus compañeros, pero
hubiéramos apreciado que se pronunciara y nos diera su opinión de hoy. ¿El
atentado contra Manzanas, policía franquista y ex colaborador de la Gestapo,
fue una acción justa o una vendetta política? Sabemos muy bien que la ETA de
1968 que operaba durante la dictadura
poco tiene que ver con la actual. No es
legítimo amalgamarlas. Sin embargo,
fue entonces cuando se cruzó el Rubicón, y el acto fundacional sangriento
que constituyó el asesinato de Manzanas incidirá irremediablemente en todo
lo ocurrido después. Onaindia en su
libro guarda en torno a este problema
un silencio que no nos satisface. Con
todo, nadie puede exigirle justificaciones o palinodias.
El mar -la libertad-, principio y final
El compromiso y la lucha ocupan, cierto
es, un lugar central, pero el hombre no
es sólo animal político. Onaindia también sabe describir los paisajes de su
infancia, rememorar a sus familiares, a
sus amigos de Lekeitio, Eibar o el noviciado de Sarría en Lugo. Cuenta con
emoción historias de las que ha sido
LIBROS
testigo, algunas tan franciscanas como
la del motín del pajarillo que protagonizaron los presos comunes en el penal
de Burgos (p. 443-445). Reconstruye
con excelente memoria el ambiente
–canciones, cine, lecturas- que vivían
los jóvenes en Euskadi en los años sesenta. El conjunto de estos elementos
hace que no decaiga el interés y que
esta confesión autobiográfica se lea con
fruición de principio a fin. El libro se abre
con una descripción de Lekeitio -sus
montes, su mar, sus playas- y se cierra
con el paisaje del golfo de Vizcaya, la
larga línea blanca de la costa landesa
vista desde el avión que conducía a Mario camino de la libertad.
Miguel Peciña Anitua
Crónica de unos tiempos
difíciles
Pedro de Yrizar: Memorias de un vascólogo. Mis relaciones con lingüistas
y colaboradores. Edición revisada y
anotada por Henrike Knörr e Íñigo de
Yrizar. Delegación en corte de la Real
Sociedad Bascongada de Amigos del
País, Madrid 2001.
A principios del mes de julio de
2002 se presentó en la Biblioteca Nacional este libro de memorias que el dialectólogo Pedro de Yrizar ha reconstruido a partir de su correspondencia con
lingüistas y colaboradores de medio
mundo y con la ayuda de otro vascólogo, Henrike Knörr, y de su hijo Íñigo.
Fue el momento de rendir homenaje a
uno de los hombres que, en medio de
la indigencia cultural de la posguerra,
contribuyó a mantener viva en España
la llama de una disciplina, la vascología,
los estudios sobre la lengua vasca, que
en esos años sólo unos pocos pero brillantísimos especialistas –cada uno de
los cuales tiene reservado un espacio
principal en el recuerdo de Yrizar: Caro
Baroja, Tovar, Mitxelena- hacían crecer.
Es, por tanto, gracias a ellos y al mismo
Yrizar que se pudieron atravesar esos
años difíciles y legar a generaciones
posteriores las bases de unos conocimientos que a partir de finales de los
años setenta han avanzado en proporciones ni tan siquiera imaginadas en
el mejor de los sueños. Hoy sabemos
sobre el euskara muchísimo más, pero
debemos comprender que eso ha sido
posible de manera fundamental porque,
cuando las cosas pintaban mal, hubo
personas como Pedro de Yrizar que se
empeñaron contra viento y marea en
ensanchar ese conocimiento para provecho de los que habían de seguirlo.
Son estas personas, sus circunstancias
y los trabajos de esos días lo que este libro nos acerca por encima de cualquier
otra cosa.
El libro está organizado en dos partes: la primera permite seguir los avances de Yrizar en la vascología a partir
de su correspondencia con otros estudiosos, desde los años cuarenta hasta
mediados los ochenta. La segunda, de
interés algo diferente, nos habla de las
personas que colaboraron con él y le
suministraron información imprescindible para su trabajo acerca de las variedades contemporáneas del euskara.
Va acompañado todo ello, además de
algunos mapas y numerosas fotos, de
una presentación a cargo del delegado en corte de la RSBAP, Pablo Beltrán
de Heredia, en la que se cuentan las
circunstancias que dieron lugar a la publicación de estas memorias, y de un
prólogo del entonces vicepresidente
de Euskaltzaindia y coeditor de la obra,
Henrike Knörr, que permite conocer los
detalles más relevantes de la trayectoria
personal y profesional de Pedro de Yrizar. Bien situado como profesional –ingeniero industrial, geográfo y economista de prestigio-, una vocación capaz de
sobrellevar cualquier dificultad lo lleva
a principios de los años cuarenta y de
la mano de Julio de Urquijo al campo
de la vascología hasta convertirlo en el
principal especialista de la época en los
dialectos vascos, el eslabón que une al
príncipe Luis Luciano Bonaparte, padre de la clasificación clásica de los
dialectos del euskara, con los dialectó-
83
logos contemporáneos formados en la
Universidad del País Vasco ya en plena
década de los noventa.
Es la primera parte, sin duda, la que
proporciona una información de mayor
interés y la que suministra el retrato de
unas personas irrepetibles, una manera
de trabajar que a los lingüistas de hoy
en día nos causa auténtico asombro
por su naturaleza absolutamente sacrificada y, sobre todo, una época que de
tan diferente nos parece perdida en el
tiempo, a pesar de que en realidad era
ayer mismo. Por estas páginas desfilan
pioneros como el padre Azkue y Julio
de Urquijo, que iniciaron la construcción
de este edificio hoy día notable que es
la vascología. Pero también están los
que supieron dibujar como nadie los
límites de la disciplina y fueron responsables del salto más formidable en su
expansión: Antonio Tovar y, sobre todo,
Koldo Mitxelena. Y además, están los
que desde fuera impulsaban sin descanso este saber, gente cuya admiración por la lengua vasca ayudaba a
arrostrar las dificultades que se encontraban los especialistas nacionales: el
holandés Uhlenbeck, el alemán Bouda,
el sueco Holmer, los franceses Gavel,
Lafon o Allières… Con todos ellos estuvo en contacto Pedro de Yrizar y con
ellos intercambió sus conocimientos y
publicaciones cuando la vascología era
un pequeño mundo y el trabajo se hacía con un mínimo de disponibilidades:
sin ordenadores, con bibliotecas muy
pequeñas, sin dinero para viajar y conocer a los colegas, con escasísimas
reuniones, sin alumnos ni estudios especializados, en la práctica sin Universidad, a costa de enormes inversiones
de esfuerzo y tiempo robado a otras
obligaciones y a la familia, en un trabajo en esos años ciertamente ingrato y,
por encima de todo, muy, muy solitario.
Todo esto y más es lo que se vislumbra
a través de estas páginas y por eso no
podemos sino maravillarnos ante los resultados salidos de entre tanta dificultad: Yrizar fue construyendo a lo largo
de estos años difíciles una obra de un
nivel y magnitud excepcional, una auténtica summa de la dialectología vasca
y en especial de la morfología verbal. Y
como prueba de la excelencia de la labor de Yrizar, la moderna vascología ha
hecho de su obra el cimiento sobre el
que se sustenta hoy en el ámbito universitario la expansión del conocimiento de
las variedades habladas del euskara.
Al contemplar en estos días el desarrollo de los estudios acerca de la len-
Landázuri
LIBURUAK
gua vasca, los libros, revistas y artículos
especializados, los congresos, reuniones, seminarios y cursos, la atención
que se les presta en las Universidades
europeas y americanas, la abundante
nómina de jóvenes investigadores formados en el País Vasco y, en definitiva,
el cúmulo de actividad por ellos generado, conviene no olvidar que todo esto
ha sido posible por la dedicación de
personas como Pedro de Yrizar y otras
tantas cuyos nombres han quedado impresos para siempre en este libro que
reseñamos. A todos ellos debemos estar por siempre agradecidos.
Bruno Camus
Bizitzaren aldeko
soziolinguistika
Xabier Erize Etxegarai: Nafarroako euskararen historia soziolinguistikoa 18631936. Soziolinguistika historikoa eta hizkuntza gutxituen bizitza. Nafarroako
Gobernua, Iruñea 1997.
Xabier Erizeren liburu hau azken
urteotan euskal pentsamendu soziolinguistikoak izan duen ekarpenik interesgarrienetakoa da, eta zoritxarrez,
bakanetakoa.
Argitaratu zenean, liburuak interes
berezia piztu zuen eta bazen horretarako arrazoirik. Batetik, liburuaren edukiak ikuspegi berritzailea eransten zion
Euskal Herrian landutako soziolinguistikari; heriotza edo atzerakada bezalako
kontzeptuak nabarmendu beharrean
“bizitza” nabarmentzen baitzuen egileak. Bestetik, Erizek berak ere interes
berezia sortzen zuen, horren lan mardul
eta erakargarriaren egilea guztiz ezezaguna baitzen euskal soziolinguistikan
gutxi edo gehiago aritzen ginen gehienon artean; bizpahiru artikuluz gain ezer
gutxi argitaratua baitzuen orduan. Eta
azkenik, soziolinguistika historikoari
buruz Euskal Herrian eta nazioartean
landutako teoria desberdinen analisia
eta laburpenik osatuena eskaintzen zizkigun euskaraz.
Horrelako libururik ez zen eta ez da
hilero argitaratzen gurean. Eta eragin
kualitatiboa izan badu ere, eta euskal
komunikabide batzuetan aipatua izan
den arren, argitaratu eta bost urtetara,
liburua ezezaguna egingo zaio oraindik
ere, euskalgintzan diharduen bati baino
gehiagori. Iruzkin honekin, beraz, beronen irakurketa bultzatu nahi nuke. Eta gomendio hau bereziki, Arabaren historia
soziolinguistikoan interesaturik daudenei
luzatuko nieke, erreferentzia interesgarri
franko aurkituko baitute bertan.
Xabier Erizeren lanak hiru berezitasun edo ezaugarri nagusi ditu: bilakaera
diakronikoaren azterketari, soziolinguistika sinkronikoaren ekarpenak egokitu
dizkio, diziplinarteko lana burutu du eta
lan konparatiboa egin du beste hizkuntza eta lurralde batzuekin.
Liburuan bi atal nagusi bereziko
genituzke, sarreraz gain. Bata, soziolinguistika historikoa landu duten ikertzaileen teoria eta ikuspegiak bildu eta
ikerketaren oinarri zientifikoak ezartzen
dituena. Bestea, 1863tik 1936ra, Nafarroan izandako bilakaera soziolinguistikoa aztertzen duena, Uitzin burututako
landa ikerketarekin eta garaiari buruz
bildutako dokumentazioaren azterketarekin osatua.
Euskararen bilakaeraren subjektutzat hizkuntza komunitatea hartzen du
egileak, eta aurreiritzirik gabeko ikerketa
historiko-soziolinguistikoa egitera abiatzen da. Ikerbide horretan, protagonisten ikusmoldea ezagutu nahi izan du
Xabier Erizek. Nafarroako euskal hizkuntza komunitatearen bilakabidea esplikatzeko ez zitzaion aski “atzerakada” edo
“faktore soziopolitikoen” esplikazioa.
Zerbait gehiago behar zuen, eta horretarako, soziolinguistikaz gain, beste diziplinen ekarpen teoriko metodologikoak
ere txertatu ditu bere ikerketan.
Eta tresneria metodologiko doitu
eta ongi findutakoarekin, Xabier Erizek
ikerketaren planteamendua bera irauli
egin du eta begirada, soziolinguistikak
horren ohiko dituen hizkuntzen heriotzan
edo atzerakadan jarri beharrean (“heriotzaren ikerkuntza programa” egilearen
hitzetan) hizkuntzaren bizitzan jarri nahi
84
izan du. Horixe baita egilearen ustez nabarmenena euskararen kasuan: “hizkuntzaren biziraupena eta bizi indarra”.
Liburuaren sarreran bertan, haren
lanaren muinean sustraitzen den ideia
eztabaidagarria aurkezten digu Erizek:
“Oro har, ez klabe politikoek ez klabe
sozial orokorrek ez digute euskararen,
hizkuntzaren historiaren gakoa argitzen. Muina erakusten diguna klabe
linguistikoa da: hizkuntza komunitateen
terminoetan egindako azterketa”. Hain
zuzen ere, egileak berezko izaera duen
gizarte-egituratzat hartzen du hizkuntza
komunitatea, eta beronetan zentratzen
du ikerketa. Eta ideia honen osagarri,
ikerlanaren oinarrizko beste kontzeptu
bat: hizkuntza desoreka estrukturala.
Nafarroako erakundeak eta gizarte dinamika orokorrak, komunitate erdaldunaren inguruan eta haren mesedetan
antolatuak izan direla defendatu eta
frogatuko digu egileak.
Ikerketa berari heldu baino lehen,
hizkuntza komunitate bakoitzaren portaera-ereduak aztertzen ditu, “iraupen
luzeko” bost gaitan sakonduz: XIX.
mendearen ezaugarri orokorrak, herri
hizkuntzen biziraupena XVIII. mendeko
Frantzian, indoeuroparren ideologiaren
hastapenak, Frantziako hizkuntza politikaren eredua eta Nafarroako hizkuntza
eta kultur tradizioa.
Ikerketaren muina, berriz, honako
atal hauek osatzen dute:
- Garai horretako euskararen azterketa
geografikoa eta demografikoa.
- Bonaparte printzeak eta haren laguntzaileek euskal hizkuntza komunitateaz
zuten ikuspegia.
- Euskal hizkuntza komunitatearen sistema, Uitziko landa ikerketaren bidez.
- Erdal hizkuntza komunitatea eta euskara.
- Epe horretako euskararen aldeko lan
eta mugimenduak.
- Aipatu gaiei buruzko eranskinak eta
bibliografia zabala.
Ikerketaren bide guztiek. ordea,
gune berera garamatzate: euskararen biziraupenera eta garai berrietara
egokitzeko erakutsi duen ahalmenera.
“Euskarak iraun du azpian gizarte edo
komunitate egituratu bat izan duelako”
esango digu egileak; “galera, berriz, hizkuntza komunitatea puskatzen denean
gertatzen da”, eta nabarmentzen duen
bezala, ezin da ahaztu nafar gizarteko
integrazio-baldintza nagusia, erdaraz
jakitea izan dela.
Erizek argitzen eta frogatzen duenez, erdal munduaren kezken artean
ez zegoen euskara. Erdal mentalitatea
estereotipoz josita zegoen eta, gainera,
LIBROS
erdal komunitateak izugarrizko presioa
egiten zuen euskal hizkuntza komunitatean. Eta irakurlea harritu egingo da,
duela ehun urte esaten ziren eta gaur
egun entzuten ditugun argudioen artean dagoen antzekotasuna frogatzerakoan.
Bestalde, euskararen historiarako
axola handiko argibide eta aurkikunde
berriak ere bildu ditu egileak. Besteak
beste, euskaldunen euskararekiko
atxikimendu historikoaren frogak, euskararen demografia historikoak, maisumaistra erdalduntzaileen etortze/ekartze
jendetsuaren gezurtapena eta Bonaparte printzearen lankide nafar berrien
izenak.
Amaitzeko, eta “historiaren irakaspenez” mintzatzean, 3 nabarmentzen
ditu egileak:
- Euskararen biziraupenaren gakoa, familian, lagunartean, herrian eta lurralde euskaldunetako eguneroko bizimoduan zuen indarrean eta euskaldunen
atxikimenduan egon dela. Transmisio
naturalean, alegia.
- Nafarroan hizkuntza desoreka estrukturala egon dela eta dagoela.
- Orduko euskaltzaleek, mugimendu
euskaltzaleak behar zituen ezaugarri
berriak sumatzera iritsi zirela: euskal
hiz kuntza komunitatearen beharren
ikuspegitik jardun behar zela, menpekotasun politikoetatik aske eta bide politiko hutsetatik gehiegi espero gabe.
Alegia, lehentasun osoa eman behar
zitzaiola komunitatearen beraren eraginkortasuna areagotzeari.
Kike Amonarriz
Los hablantes como lingüistas
Johannes Kabatek: Os falantes como
lingüistas. Tradición, innovación e interferencias no galego actual. Traducción
al gallego por el autor. Edicións Xerais,
Vigo 2000.
Die Sprecher als Linguisten, publicado en 1996 en una prestigiosa colección filológica alemana1, es una versión
revisada de la tesis doctoral defendida
por Johannes Kabatek en la Universidad de Tubinga bajo la dirección de
Eugenio Coseriu y Brigitte SchliebenLange. Con un enfoque y una metodología altamente originales, Kabatek
(Stuttgart, 1965) centra su atención en
el gallego contemporáneo para ocuparse del estudio de diferentes aspectos
relacionados con el contacto de lenguas, las interferencias, la variación
lingüística, el proceso de constitución
de la variedad estándar y las relacio-
nes entre sistema, norma y habla desde la perspectiva de los hablantes. La
publicación de la obra suscitó elogiosos comentarios y recensiones en los
medios especializados, tanto de la teoría lingüística, la estandardología o la
lingüística románica2 como en el campo
más específico de la filología gallega3.
En el año 2000 apareció la traducción al
gallego, en versión del propio Kabatek4,
con ligeras modificaciones que revisan
o amplían algunas cuestiones de la edición original.
El interés por la lengua gallega
de este investigador que en la actualidad ejerce como profesor en Tubinga
arranca de sus años de estudiante de
Filología Románica en esa misma universidad alemana, donde tuvo como
maestro al llorado Eugenio Coseriu.
Sucesivas estancias en la Universidad
de Santiago de Compostela le permitieron aprender la lengua de Galicia y
acercarse a su realidad sociolingüística
en un período singular (finales de los 80,
comienzos de los 90), caracterizado por
la consolidación del nuevo status legal
de cooficialidad y la fijación del estándar normativo. Los primeros frutos de
este acercamiento fueron apareciendo
en diversas publicaciones de Galicia y
Alemania y en la tesis de licenciatura
(Magisterarbeit) de Johannes Kabatek
sobre el estándar gallego contemporáneo, presentada en Tubinga en 1991,
también bajo la dirección de Coseriu.
El objeto expreso de la obra que
nos ocupa son los fenómenos de interferencia y cambio lingüístico en el
gallego actual, tal como indica el subtítulo. De entre los ejemplos europeos
de convivencia de dos lenguas en un
mismo territorio, el caso gallego presenta algunas singularidades debidas a la
proximidad gramatical de las lenguas
en contacto, derivada de su parentesco
genético, lo que favorece un complejo
abanico de interferencias examinado
por Kabatek con impecable rigor metodológico. Pero más allá de los aspectos descriptivos o especificamente
gallegos, la obra ofrece interesantísima
reflexión sobre otras cuestiones más
teóricas de carácter sociolingüístico o
psicosociolingüístico, sugeridas en el
propio título al referirse a los hablantes
como lingüistas: cómo y en qué medida
los hablantes intervienen individualmente en la configuración de la lengua, no
sólo de la empleada por ellos mismos
en las diferentes situaciones comunicativas, sino también, en última instancia,
de la lengua de la comunidad.
La primera parte de la obra expone
los presupuestos teóricos del estudio
(p. 17-63): conceptos de lengua y niveles lingüísticos, de lengua histórica, de
variantes diatópicas, diafásicas y dias-
85
tráticas, la tríada sistema-norma-habla,
la creación o creatividad lingüística en lo
relativo a interferencias, la especificidad
de la lengua escrita, etc. En muchas de
las formulaciones es manifiesta la vinculación con el pensamiento lingüístico
de Coseriu, de quien procede también
la frase del título (die Sprecher als Linguisten) que, como hemos dicho, alude
al objetivo teórico último del estudio de
Kabatec.
En la segunda parte de la obra (p.
65-96), tras una introducción sobre la
lengua gallega, con referencia a su historia y a la situación actual, expone el
método de estudio y los procedimientos
empleados, que siguen la estela de los
trabajos de Lavob sobre los fenómenos
de variación lingüística en el inglés de
diferentes grupos sociales de Nueva York. Para ello Kabatek se vale de
entrevistas con 30 informantes gallegos
pertenecientes a ámbitos sociales específicos (profesionales de los medios de
comunicación y estudiantes de filología
gallego-portuguesa). Esta selección,
que por razones prácticas deja para
ulteriores investigaciones la atención a
lo que Coseriu denomina hablante naïf,
favorece la densidad y la precisión de
la información, pues la valoración que
estos informantes hacen de las formas
lingüísticas tiende a ser en general una
valoración consciente, dado el grado de
reflexión metalingüística que les impone
su dedicación profesional.
Un paso preliminar del estudio consistió en el análisis de textos gallegos
tomados de discursos parlamentarios
y de la radio para la detección de las
interferencias de la lengua dominante
en la dominada (gallego con sintaxis
y léxico castellanos, uso de formas
diferencialistas e hipercorrecciones,
etc.). A continuación se procedió a las
entrevistas, que responden a cuestionarios diseñados con objeto de poner de
relieve los procesos de interferencia y la
intervención consciente de los hablantes. Para este último propósito, Kabatek
no dudó en formular preguntas que interrogan directamente a los informantes
sobre sus criterios de intervención, sus
modelos lingüísticos, sus preferencias
entre formas alternativas, etc., además
de orientar las cuestiones hacia una
serie de indicadores fonéticos, morfológicos, sintácticos o léxicos que el autor
considera significativos para definir el
grado de interferencia, sin desatender
formas coloquiales, dialectales, populares y vulgares.
Dos modelos de cuestionario, uno
de carácter más abierto y otro más
cerrado, orientado a obtener información de aspectos específicos, se completan con la grabación y el análisis
espectrográfico de cuatro textos leídos
Landázuri
LIBURUAK
por cada uno de los informantes (un texto literario y una noticia de radio, ambos
en versiones gallega y castellana). Tras
un primer examen de los resultados
Kabatek se vio obligado a una segunda serie de entrevistas tras advertir que
las informaciones más interesantes
aparecían en general en la conversación espontánea o en cualquier caso
al margen de las entrevistas, y en ocasiones una y otras ofrecían aparentes
contradicciones. Los cuestionarios, los
textos para las lecturas grabadas y la
transcripción completa de las entrevistas figuran en un anexo que ocupa toda
la segunda mitad del libro (p. 259-447),
junto con la biografía lingüística de cada
uno de los informantes, realizada también bajo la forma de un cuestionario y
sus respuestas.
Esta segunda parte concluye con
una reflexión sobre el alcance y los límites del método empleado y su aplicabilidad a otras coordenadas temporales
o geográficas.
El cuerpo central de la obra lo ocupa la tercera sección, “Parte empírica”
(p. 97-226), dedicada al análisis de la
lengua de los informantes y de sus juicios metalingüísticos. En primer lugar
el autor centra su atención en las biografías lingüísticas de los informantes,
dedicando particular atención a los
neohablantes, que tuvieron el castellano
como lengua materna y en determinado
momento optaron por hacer del gallego
su lengua habitual (p. 98-103). A continuación se expone una sucinta caracterización de las variedades lingüísticas
que los informantes identifican y las
diferentes valoraciones que hacen de
ellas, atendiendo sobre todo a la variedad estándar, a los castellanismos y al
gallego de los medios de comunicación
(p. 104-114), para establecer finalmente algunas conclusiones acerca de la
finalidad de la selección de variedades y variantes (p. 115-116). Entre los
criterios de valoración observados en
los entrevistados destaca el deseo de
“autenticidad”, que suscita una tendencia de aproximación al habla popular y
los lleva a preferir formas dialectales
o vulgares divergentes de la variedad
estándar o incluso evidentes castellanismos léxicos que, aun reconocidos
como tales, son identificados como
propios del gallego popular genuino, al
tiempo que se rechazan ciertas formas
del estándar que no tienen presencia
tradicional en ese gallego y que por lo
tanto son valoradas como inauténticas
o artificiales. Por razones semejantes,
los informantes también tienden a manifestar una opinión negativa del gallego
de la radio y la televisión. En general
todas las valoraciones oponen un
gallego popular, que puede presentar
interferencias del castellano en el léxico
pero no en la fonética ni en la sintaxis,
frente a un neogalego caracterizado por
una menor presencia de castellanismos
léxicos pero abundantes castellanismos
fonéticos y gramaticales.
El apartado más extenso del estudio
se centra en el análisis de la lengua de
los informantes atendiendo a aquellos
aspectos que Kabatek consideró significativos para medir el grado de interferencia del castellano: vocalismo, consonantismo, sistema verbal, pronombres,
artículo y una serie de elementos léxicos.
En el vocalismo se atiende a la distinción
de las siete vocales tónicas y pretónicas
del gallego y a la realización de las postónicas. El análisis acústico hace evidente
la estrecha relación entre la biografía lingüística de los informantes y las diferentes realizaciones fónicas, lo que permite
hablar de dos patrones fonéticos: por un
lado el de los gallegohablantes naturales
y aquellos que poseen un modelo lingüístico gallego bien definido y, por otro, el
de los informantes con modelos lingüísticos basados en el castellano. Resulta
significativa, asimismo, la falta de diferenciación fónica entre ambas lenguas
dentro de cada grupo, pues mientras los
informantes pertenecientes al primero
tienden a articular también el castellano
según patrones fónicos gallegos, los del
segundo mantienen en gallego los patrones fónicos de su lengua originaria. En el
consonantismo, la atención se centra en
fonemas gallegos inexistentes en castellano (la prepalatal fricativa sorda, la N
velar...), en los grupos consonánticos de
los cultismos y en la gheada (realización
aspirada de la oclusiva velar sorda). El
86
estudio del sistema verbal atiende igualmente a estructuras y usos del gallego
inexistentes en castellano, lo mismo que
en los apartados dedicados al pronombre, el artículo y las cuestiones de léxico.
La cuarta parte del libro (p. 227-239)
contiene una recapitulación y las conclusiones. Kabatek, si bien reconoce la existencia de un continuum en las actitudes
y la actuaciones lingüísticas de todos
los informantes entrevistados, establece entre ellos tres grupos de hablantes,
fuertemente determinados por la biografía lingüística:
a) Hablantes que tienen el gallego como
lengua materna y del ambiente en que
se formaron, que asimilan el estándar
como una nueva variedad de su propia lengua. Sus patrones fonéticos
espontáneos coinciden con los de la
norma gallega, en algún caso con la
salvedad de que omiten fenómenos
fonéticos considerados vulgares o
locales, como el seseo y la gheada,
defendidos en cambio para registros
no formales por otros informantes, que
los valoran como marcas de autencidad. En el léxico defienden asimismo
ciertos castellanismos tradicionales
valorados positivamente como elementos de autentificación lingüística,
en contraste con determinadas formas
del estándar que son rechazadas por
artificiales debido a que no tienen
correlato en el habla popular.
b) Un segundo grupo es el formado por
hablantes de español como lengua
materna y ambiental que por razones
profesionales o ideológicas usan el
gallego, que debieron aprender como
una nueva lengua. Las interferencias
del español son muchas en el nivel
fónico y en la sintaxis, mientras que
en el léxico resultan significativos los
casos de interferencia negativa (tendencia a evitar formas gallegas coincidentes con las castellanas, dando
preferencia a los diferencialismos y en
ocasiones a formas gallegas ultracorrectas). En la medida en que avanza
la instalación en el gallego y aumenta
la competencia lingüística, los hablantes pertenecientes a este grupo tienden a aproximarse en sus actitudes y
valoraciones a los del grupo precedente o al que veremos a continuación; en
caso contrario, representan un modelo
de gallego artifical, valorado negativamente por los otros hablantes y con
frecuencia identificado con el estándar
normativo.
c) Un tercer grupo de informantes está
representado por hablantes de lengua
materna española pero con presencia
del gallego en el ambiente en que se
formaron. Si en una primera fase su
comportamiento lingüístico puede
LIBROS
coincidir con el del segundo grupo, en
el proceso de instalación en el gallego pueden abandona esos patrones
y aproximarse al primero, adoptando
sus modelos y actitudes: incorporación de castellanismos legitimados por
el habla popular, rechazo de formas
del estándar, etc.
Para el estudio de los procesos
de normalización y normativización del
gallego interesa, pues, la dinámica establecida por las tendencias marcadas por
estos grupos. Llama particularmente la
atención la aparición de una nueva diglosia interna, determinada por la valoración
negativa de ciertas formas del estándar
normativo.
Completan la obra la bibliografía
(p. 241-258) y los apéndices a los que
hemos hecho referencia, que ocupan
cerca de doscientas páginas (p. 259447) y reproducen los esquemas para
las preguntas metalingüísticas, el cuestionario biográfico-lingüístico, los textos
de lectura, los criterios de transcripción y
las transcripciones de las entrevistas.
1. Johannes Kabatek, Die Sprecher als Linguisten: Interferenz- und Sprachwandelphänomene dargestellt am Galicischen
der Gegenwart, Beihefte zur Zeitschrift für
Romanische Philologie, Bd. 276, Tübingen:
Max Niemeyer, 434 p.
2. Sybille Grosse, en Lusorama 33, 1997, pp.
104-108; Ulrike Mühlschlegel, en Romanistik
in Geschichte und Gegenwart, 3/1, 1997,
pp. 123-125; Bernard Pöll, en Romanische
Forschungen. Vierteljahrsschrift für romanische Sprachen und Literaturen, 110/ 2, 1998,
pp. 311-313; Alf Monjour, en Zeitschrift für
romanische Philologie, 115/3, 1999, pp.
553-555; Angela Bartens, en Ibero-Romania
52, 2000, pp. 100-103; Martin Haase, en
Sociolinguistica 14, 2000, pp. 231-234; Ana
Iglesias Alvarez, en Estudios de sociolingüística, 2,1, 2001, pp.153-157, etc.
3. Xosé Luís Regueira, en Cadernos de lingua,
14, Real Academia Galega 1996, pp. 125130; Ramón Lorenzo, en Verba, 25, Universidade de Santiago de Compostela, 1998,
pp. 432-436; Anxo Lorenzo, en Cadernos de
Lingua, 23, 2001, pp. 117-123.
4. Johannes Kabatek, Os falantes como lingüistas. Tradición, innovación e interferencias no
galego actual. Edicións Xerais de Galicia,
Vigo 2000, 452 p.
Gonzalo Navaza
Universidade de Vigo
Rubioren bide galdua
Jesus Rubio: Euskararen garabideak.
Alberdania, Irun 2002.
Jesus Rubio jaunak, Ekonomian doktoreak, iraultza bat proposatu du liburu
honen bitartez. Haren ustez, euskarak
ez du etorkizunik, ez salbamenik, ez
bada errotik aldatzen hitz ordena, orain
arte ezagutzen duguna.
Posposiziotik datorkio euskarari
gaitza, edo gaitzaren zati handi bat,
Rubioren aburuz. Preposizioen esparrua landu behar da gure hizkuntzan,
edo euskararenak egin du. Demagun,
hemendik aitzina hobe dugu, “baliabide linguistikoei buruz” baino beste hau
esatea: “buruz-eta baliabide linguistikoak” (62. orr.). Interneteko eztabaida
batean, 2004ko uztailaren 3an, perpaus
hau ezarri zuen Rubiok eredu: “Kurtso
honen helburua da eskaintzea ikuspegi
orokor bat gain gertaera sozial eta kultural garrantzizkoak…”. Ildo beretik, zilegi ez ezik, guztiz beharrezko iruditzen
zaio egileari “kontra mediokritatea”, eta
abar.
Mundu guztiak daki euskarak
malgutasun gehiago behar duela, hitz
ordenari dagokiola, garbizale askok
gomendatu eta gomendatzen dutena
baino. “Garai hartan, zeinetan gure gurasoak…”, edota “Pello, nire adiskidea
baita, gaur iritsi da”, eta abar, ez dira
inola ere arbuiatzekoak. Aitzitik, batzuetan molde horiek dira hautatu beharrekoak. Urruti gelditzen zaigu, zorionez,
Azkuerekin hasi zen “antizeñismoa”,
hots, zein, non eta antzekoak galde-perpausetik kanpo erabiltzearen aurkako
joera. Jakina denez, joera horren Biblia
(nolabait esateko) Patrizio Orkaiztegiren
liburua da: Observaciones para hablar y
escribir tolerablemente en nuestro idioma éuskaro (Tolosa 1906)
Baina Jesus Rubiok proposatzen
duena oso bestelakoa da. Eta proposamenaren ondorioa datorkeena ez da
euskara. Rubioera dateke, gehienez
ere.
87
Gainerakoan, hizkuntzari buruzko
liburu batean, eta estiloaz diharduen
liburu batean, kontu pixka bat eska liteke hizkuntzan, hain zuzen ere. Eta
argi esan behar da, zorigaiztoz, ugariugariak direla hemen akatsak. Besteak
beste, “nola” baten ondoan “litzateke”
bat dugu 78. orrialdean, eta “munduko
hainbat hizkuntzek” 114.ean. Komak
maiz falta dira. Frantsesezko aipamenetan hutsak ez dira bakanak. Adibidez,
“example” dakusagu 54. orrialdean,
“exemple” behar denean; “Le basque
ne se prête beucoup […] Il va mieux…”
ageri da 70. orrialdean, “beaucoup”
eta “vaut”-ren ordez, eta abar. Azken
adibide honetan, bestalde, Rubiok dio
oharrean: “P. Lafitte, Grammaire basque […] 896.or.”, baina liburuak 489
orrialde ditu bakarrik; 896.a paragrafoa
da. Ingelesez ez da esaten “syntaxis”,
“syntax” baizik (143. orr). Zertako jarraitu? Argitaletxe eta moldiztegietan izan
ohi dira zuzentzaileak; betiko joanak
ote dira? Horiek ez zuketen liburu hau
ona egingo, baina hain zabar ikustean,
askoz arrazoi gutxiago dugu seriotan
hartzeko.
Henrike Knörr
Euskara-katalan hiztegi txar bat
Rafael Azkarate: Euskara-katalana izendegia. Vocabulari català-basc. Katalana
Argitaldaria, Bartzelona 2002.
Irrikian ginen, euskara-katalan hiztegi bat noiz agertuko, eta etorri dena
txarra, oso txarra da, arinki egina eta
arinki inprimatua. Tamala.
Liburua aurkeztu zenean, Bartzelonan, Generalitataren eta Eusko Jaurlaritzaren ordezkariekin, pentsatu ge-
Landázuri
LIBURUAK
nuen liburu ona zela eta gure irriki hura
berdindu ahal genuela. Horrelakorik ez;
urruti gelditu gara.
Egileak aitortzen du ez duela “inolako indar akademikorik”. Baina liburua
egin du, eta hona zergatik: “Niretzat
aberriari eta moralari lotutako arrazoiek
arrazoi tekniko hutsak [sic] baino pisu
handiagoa daukate”.
Azkarate jaunak lan neketsua
burutu du. Euskara-katalan atalak 241
orrialde ditu, eta katalan-euskara atalak
264. Interesgarri gerta daiteke zerrenda
hauetan ibiltzea. Baina ordain asko eta
asko gaizki hautatuak daude. Adibidez,
kalte egin ez da bakarrik ‘damnificar’;
ebakera ez da ‘articulació d’ossos’,
e.a. Katalan-euskara sailean, hospitalentzako lehen ordaina ‘erietxe’ litzateke,
eta ez da aipatzen; català ez da katalaniar, baizik ‘kataluniar’ eta ‘katalan’, e.a.
Irakurleak, eta euskaraz ongi ez badaki,
kontuz ibili beharko du, zinez: Mossos
d’Esquadra de Catalunya-ren ordain hemen ‘Ertzaintza autonomo kataluniarko’
da… Eta inprenta hutsak guztiz ugariak
dira.
Pertsona-izenei dagokiela, Sabino
Aranaren bidea jarraitu du Rafael Azkaratek gehienbat: Endika, Kepa eta antzekoak ditugu, baina ez Eneko, ez Peru.
Eta hemen ere hutsak ez dira gutxi: Sorkunda (Sorkunde izan beharrean), edo
Joquin (Jokin da sabindiar forma).
Henrike Knörr
El Baroja de Gil Bera:
¿biografía o panfleto?
Eduardo Gil Bera: Baroja o el miedo.
Biografía no autorizada. Península, Barcelona 2001.
De la vida de Pío Baroja sabíamos
muchas cosas y pensábamos saberlo
casi todo. El novelista vasco no tuvo
una vida aventurera con zonas de
sombra, ni fue un personaje complicado de vida secreta y recovecos. Aparentemente, no había puntos oscuros,
nada por desvelar. Eduardo Gil Bera
responde, desde el principio de su libro, con una objeción de talla: todo lo
que sabemos de la vida de Baroja está
contenido en la versión que él mismo
dio en sus escritos y memorias -en los
siete volúmenes titulados Desde la última vuelta del camino, sobre todo-, o en
las biografías de buena fe que publicaron sus turiferarios y admiradores. En el
retrato resultante, como es lógico, sale
muy favorecido. A Gil Bera no le gustan
las fotografías retocadas, ni los trucos
embellecedores, y, todavía menos, “la
turbamulta de mentiras que, procedentes de la autoapología veneranda, se
han incensado en devocionarios y bufonarios” (p. 19). No quiere dejar la última palabra a los barojianos y examina
con ojo hipercrítico el álbum de clichés.
Pasa así revista a la colección de estampas, desde la cuna -con incursión
inicial sobre los ancestros del héroehasta la sepultura. Los iconoclastas van
a disfrutar. Los destrozos en el embalsamado cadáver, tras el brutal ejercicio
de disección, son irreparables. Difícil lo
tienen los restauradores de momias.
El miedo
El título del libro lo pregona bien claro:
Baroja o el miedo. El terrible don Pío,
buceador en los bajos fondos de Madrid, era un miedoso superlativo. El inventario de sus miedos es exhaustivo:
pánico infantil a la oscuridad, al trayecto en solitario de su casa al instituto, al
paso de una vacada, a las mujeres, a
la enfermedad, a quedarse sin dinero…
Tenía miedo hasta del cobrador de la
luz y, ¡fuera máscaras!, era además un
cobarde. Como muestra de su cobardía
se narran dos edificantes episodios: de
cómo se escaqueó de un duelo ocultando su identidad ante el retador Dicenta,
y de cómo fraguó su (hu)ida a Londres
para escapar de la onda expansiva
de la bomba del anarquista Morral, a
quien negaría conocer sin que por ello
le cantase el gallo como a San Pedro.
Estas aventurillas sucedían en 1905 y
1906 cuando todavía le podían quedar
ciertos arrestos de juventud, pero ni
por ésas. Bien, sabíamos que Baroja
no era valiente; lo de la pluma y el sable no iba con él, sino con Aviraneta.
Otros intelectuales como Azaña, metidos a políticos, tampoco conocían el
valor físico (léase, por ejemplo, lo que
el presidente de la República cuenta en
sus memorias sobre la crisis de mieditis aguda que le atenazó en Barcelona
durante los sucesos de mayo en 1937).
El dato no es desdeñable, pero el regodeo resulta excesivo. Gil Bera, para
compensar, podía haber señalado que
Ricardo, el hermano pintor, a quien no
olvida cuando se trata de ajustar cuentas, cruzó la frontera en enero de 1931
con una ametralladora que le habían
entregado en París los sublevados de
Jaca. Rememorar esta peripecia hubiera sido reconocer un atisbo de gallardía
en un miembro del clan, y a los Baroja
¡ni agua!
88
Biografía-panfleto
Algunos capítulos de este libro, pese
a su beligerancia y hostilidad, aportan
una riqueza de datos apabullante, por
lo que será difícil rebatirlos. El episodio
del prendimiento en Narbarte por una
columna de requetés, titulado aquí “la
guerra era de verdad”, completa y rectifica la versión barojiana. Se nos ofrece,
gracias al testimonio del médico Ochoteco, un buen relato que puede equipararse a la reconstrucción efectuada
por Ronald Fraser del famoso discurso
de Unamuno en el paraninfo de la universidad de Salamanca. La inclusión
de éste y otros materiales inéditos da
por momentos la impresión de estar
leyendo una biografía que, como la de
Gibson sobre García Lorca, sale de lo
trillado. Sin embargo, no cabe esperar
ecuanimidad de Gil Bera, que opta por
el tono panfletario y decide devolver
a Baroja los denuestos que con tanta
profusión lanzaba: impostor, farsante y
mixtificador. El maestro del improperio
y la caricatura ha encontrado la horma
de su zapato. Véase, como muestra, el
retrato sangriento que le dedica:
“Tenía una frente abombada que
le daba aire de raquítico; la boina se la
disimulaba bastante.
Andaba con el interesante testuz
abombado tendido hacia adelante
y zambeando los pies todo-para-mí,
como si le fueran a quitar las pilongas
del suelo. Pero, sobre todo, ¿dónde le
veía Nordau a Baroja la boca sumida,
seca y maliciosa de Voltaire? La boca,
que lo dice todo, la tenía de amargalagua; por más que se la disimulaba la
LIBROS
barba, era la mueca acibarada de su
mamá y de Carmencita” (p. 193).
Comentarios asesinos y sarcasmos
se suceden. El arsenal vituperador alcanza a toda la familia, a críticos (Lasagabaster, Mainer, Senabre, Sobejano,
Urrutia) y admiradores. En el arte de
despertar enemistades Gil Bera supera
también al abominable hombre malo de
Itzea.
De vascos ¡ni idea!
Las peripecias políticas -los diferentes
intentos por ser nombrado concejal o
diputado, la admiración por Lerroux- se
estudian en detalle. Se quiere acreditar la idea de que también en política
el gran novelista fue inconsecuente. Le
motivaban, principalmente, la prebenda
y el título. No era radical, sino burgués.
Dejémoslo en burgués radical.
Dos aspectos que apenas se abordan son los relativos al anticlericalismo
y al antinacionalismo. Quizá porque
saldría airoso de la prueba, ya que
fueron dos fobias constantes y, ahí, no
cabe aducir fisuras e incoherencias. En
efecto, desde que un cura (don Tirso
Larequi) estuvo a punto de acogotarlo,
cuando era niño, en la catedral de Pamplona, Baroja abría fuego contra toda
sotana que asomase por el horizonte.
Sobre el anticatalanismo se proporcionan más datos que sobre el antibizkaitarrismo. No hubiera sido irrelevante
explicar que, si bien abominó de los sabinianos confesos y confesionales, tuvo
mejor contacto con los laicos de Acción
Nacionalista Vasca, que jalearon en su
prensa el lema de los txapelaundis -un
Bidasoa libre “sin moscas, sin frailes y
sin carabineros”- y publicaron por entregas La leyenda de Jaun de Alzate.
A Gil Bera no le gustan nada las
novelas vascas, ni los paisajes, ni los
vascos que en ellas aparecen. A propósito de Zalacaín utiliza los amenos
términos de “bodrio”, “pegote”, ”refrito”
y “descripciones zarzueleras”. En una
confesión humilde el autor remata así la
faena: “La vasquidad coreográfica barojiana siempre ha sido celebrada por
los entendidos. En cambio, a mí, que no
es por presumir, pero he pasado toda
la vida en pueblos como los que pretende describir Baroja, sus bambalinas
vascas siempre me parecen de pega”
(p. 161).
A tan definitiva y legítima opinión
opondremos la de Mitxelena, quien, en
1956, emitía el siguiente juicio: “Baroja
también nos ofrece algo a los escritores
en euskera. En primer lugar, ha captado
nuestra tierra como pocos: salvo Pierre
Loti y, de otro modo, Lizardi, ¿quién podría comparársele? Ha dedicado largas
páginas a describirnos, de forma harto
precisa y viva, la imagen de nuestras
tierras interiores y costeras” (Koldo Mitxelena entre nosotros, Ed. Alderdania,
2001, p. 282).
Barojicidio
El mensaje, una y otra vez repetido a
lo largo del libro, es que sobre Baroja
nadie ha sabido ver claro, casi todos se
han equivocado. El único clarividente, el
autor. Tanta insistencia resulta cargante, lo mismo que juzgamos ridícula la
idea de considerar a Juan Errandonea
“un sabio de verdad” frente al impostor
Julio Caro. No obstante, hemos de reconocerlo: el panfleto es brillante y la
erudición sin falla. Pero, ocurre siempre,
también se desliza algún que otro error
o errata. Si fuésemos malévolos, diríamos que Gil Bera de italiano y de Roma
ni idea, porque, en lugar de Esèdra, escribe Esdra (p. 17 y 20), que de París
otro tanto, pues llega a afirmar que Baroja, desde el Barrio Latino, “cruzaba el
Sena” para visitar el cementerio de Vitry
(p. 120), o que tampoco anda fuerte en
anarquistas, ya que a Casanellas por
dos veces (p. 311 y 319) le guillotina la
ese final. No, eso sucede en las mejores
libros.
Por último, podemos preguntarnos:
¿por qué, si Pío Baroja fue tan sólo un
pequeño miserable y de su obra únicamente se salvan un puñado de páginas,
el señor Gil Bera no ha escatimado esfuerzos ni tiempo en escribir su biografía? El barojicidio se explica, sin duda,
porque necesitaba matar a su padre
literario.
Miguel Peciña Anitua
Un modélico
Catálogo munumental
Micaela Josefa Portilla: Catálogo monumental. Diócesis de Vitoria. T. VIII.
Los valles de Aramaiona y Gamboa.
Por Ubarrundia, a la Llanada de Alava.
Monografía: Fernando Tabar Anitua:
“La pintura de caballete en los valles
de Aramaiona, Gamboa y en tierras de
Ubarrundia”, pp. 139-154. Planos: José
Eguía López de Sabando. Colaborador:
José Iturrate Sáenz de Lafuente. Fotografías: Miguel Angel Quintas. Fundación Caja Vital Kutxa, Vitoria-Gasteiz
2001.
89
Los alaveses nunca podrán pagar a
Micaela Portilla por la magnífica obra de
un catálogo que compendia la historia y
el patrimonio diocesano de esta provincia y que, como el buen vino, se engrosa y mejora en cada nuevo volumen. El
que hace el número VIII, presentado en
diciembre del 2001, comprende 22 pueblos de los valles de Aramaio y Ganboa
y las tierras de Ubarrundia más los dos
Miñanos, en transición a la Llanada, en
lo que fuera el antiguo arciprestazgo de
Villarreal. Sus casi 1.000 apretadas páginas son fáciles de consultar gracias al
útil índice onomástico de artistas con la
relación cronológica de sus obras. Junto a colaboraciones habituales como las
de José Iturrate y Josetxu Eguía, autor
de los planos que lo ilustran, destaca en
esta obra el capítulo sobre la pintura de
caballete a cargo de Fernando Tabar,
verdadero especialista, a quien debemos la correcta catalogación y atribución de los mejores lienzos de la pintura
hispana llegados a este territorio.
Aunque no resulta frecuente en catálogos monumentales, Micaela Portilla
dota a éste del gran rigor histórico al que
nos tiene acostumbrados, al reconstruir e
interpretar el espacio y las realizaciones
de sus gentes en los siglos pretéritos.
Con esa visión privilegiada de estratega
nos enseña a ver la confluencia de influjos norteños y de la Llanada en tierras de
transición como Ganboa y Ubarrundia,
a través de los caminos por los que circulaban hombres, mercancías, ideas y
corrientes artísticas.
A lo largo de sus páginas encontramos numerosas muestras de integración
de la microhistoria de estos pequeños
pueblos en las grandes coordenadas
históricas. Así por ejemplo, fundamenta
la temprana cristianización y la antigüedad de los templos del valle de Aramaio
en las advocaciones de algunas ermitas,
suprimidas del rito visigótico-mozárabe
Landázuri
LIBURUAK
en 1080, como San Antolín, San Torcaz
o San Torcuato y San Tirso. Debido a la
estrecha relación entre las esferas civil
y religiosa en los siglos analizados, la
autora resalta en sus introducciones históricas la condición de territorios de realengo del valle de Ganboa, y señorial de
la Hermandad de Ubarrundia, en tierras
del duque del Infantado.
La geografía del románico en Álava
se va completando con la correcta catalogación de edificios y restos medievales, unos con sus peculiaridades comarcales y otros derivados de Estibaliz,
como los capiteles de la iglesia de Nanclares de Ganboa o el ventanal de San
Martín de Moio. Este último se conserva
en el Museo Marès de Barcelona, donde se identificaba erróneamente como
procedente de San Martín en Nanclares
de la Oca. Merecen ser reseñados finalmente los elementos protogóticos de las
iglesias de los dos Miñano.
Como ocurre en el resto del territorio
alavés, la gran floración de la arquitectura religiosa correspondió también aquí
al siglo XVI, siglo en el que se amplían,
abovedan o construyen de nueva planta
la mayor parte de los templos, entre los
que podemos señalar las iglesias de Ullíbarri Ganboa, Ziriano y Betolatza y otras
con cubiertas de madera como las de
Arexola y Etxaguen. De las pinceladuras
que ornaban sus muros, confiriéndoles
un carácter más renacentista todavía,
se pueden admirar las grisallas de Ziriano, que hacen lamentar más la pérdida de otros conjuntos similares como
los de Betolatza. Otro capítulo singular
del Bajo Renacimiento lo constituyen los
sagrarios tardorromanistas del valle de
Aramaio, salidos a comienzos del siglo
XVII tanto de talleres vitorianos como guipuzcoanos.
Los siglos del Barroco contemplaron una actividad artística desigual,
destacando en torno a 1660 un buen
grupo de retablos clasicistas que remedan las trazas, el estilo naturalista
y la iconografía contrarreformista de
Gregorio Fernández, como los mayores de Azkoaga, Luku y Ziriano, ejecutados en el taller de Antonio de Alloitiz.
Manifiestan el esplendor del XVIII, una
vez superado el ecuador de ese siglo,
complementos de fábrica como las
torres de Luku y Betolatza, ermitas de
nueva planta como la de Andra Mari de
la Concepción de Ibabe en Ibarra y las
piezas de platería y servicios de altar
enviados por indianos devotos desde
México a localidades como Untzilla o
Ibarra de Aramaio. Entre los lienzos barrocos catalogados aquí, sobresale con
luz propia el Cristo crucificado de Uribarri, atribuido certeramente por Fernando
Tabar a Luis Tristán, discípulo destacado de El Greco, por sus peculiaridades
estilísticas e iconográficas, que le inducen a considerarlo obra temprana del
pintor toledano.
Un original broche de oro al corpus
de nuestro patrimonio sacro en estos valles norteños lo constituye la parroquia
de San Martín de Ibarra de Aramaio, calificada por la autora como verdadero
monumento escultórico. Proyectada en
1800 por el arquitecto Alejo de Miranda
en estilo neoclásico, presenta un interés suprarregional por su planta central,
pureza de líneas, amplitud espacial y
solidez de su fábrica. Solo faltan dos volúmenes para la conclusión de un ambicioso proyecto que se inició en 1967 y
al que esta historiadora irrepetible que
es Micaela Portilla ha dedicado más de
30 años, sacrificando otras parcelas
de su vida. Para poder llegar a un resultado similar sería necesario poseer
el bagaje de conocimientos, amor a la
tierra y capacidad de trabajo de esta investigadora, por lo que pido a todos los
santos, que con tanto rigor ha “retratado”, le permitan culminar con salud esta
magna empresa cultural para Alava.
Post scriptum. Al escribir las líneas
precedentes en el año 2002, nada
presagiaba aún el fatal desenlace de
Micaela. Su fe, su “cabeza” y su catálogo constituían, como a lo largo de
toda su vida madura, una eficaz terapia para contrarrestar sus crecientes
“goteras” y afrontar con alegría la
vida y un descomunal trabajo, sólo
asumible por colosos. Si es cierto que
“las palabras pasan, pero los escritos
permanecen”, Micaela y su calidad
humana siguen entre nosotros, por lo
que desde aquí deseo rendirle todo mi
cariño, admiración y homenaje.
Pedro Luis Echeverría Goñi
Jorge Oteiza,
egonezinaren laudorioa
Félix Maraña: Jorge Oteiza, elogio del
descontento. Editorial Bermingham, Donostia 1999. Félix Maraña: Jorge Oteiza,
egonezinaren laudorioa. Bermingham
argitaletxea, Donostia 2001.
Jorge Oteizaren (1908-2003) izaera
artistiko eta intelektualaren konplexutasuna aztertzea dute segidan aipatuko
ditugun liburu biek helburu nagusia.
Horretarako, ezinbesteko da onartzea
haren lanak eta ibilbideak, XX. mendeko
arte garaikideko izatearen zentzu nabarmena azaldu eta oinarritu egiten dutela.
Jorge Oteiza artista, Jorge Oteiza idazlea, Jorge Oteiza pentsalaria, poesiaz,
eskulturaz, bizitzaz baliatu da artearen
beraren mugak gainditzen dituen proposamena gauzatu ahal izateko. Abangoardia eta oroimena uztartuz, esanahi
90
anitzeko atalak –mundu ikuskera mugagabeak– ekarri dizkio garapen kulturalari eta intelektualari. Herriratzen den
sortzailea eta giza-eragilea da Oteiza,
nabarmenki oso, joan mendeko azken
erdialdetik gaurdaino, eta ezaugarri horrek, artistak bere garaiarekin izan duen
harremana agerian jartzearekin batera,
azterketa berezia merezi du.
Euskaraz zein gazteleraz
Ezagun da Félix Maraña donostiar kazetari eta idazleak euskal kultura eta
euskal sortzaileenganako gordetzen
duen itzala, arreta mina. Hamaika dira
haren barnean eta haien gainean eratu,
antolatu, sortu, suspertu eta gauzatu
dituen lanak. Euskal pentsalari, idazle,
poeta edota eskulturagileen inguruan
kaleratu dituen saiakerak hamaika diren
bezala. Horietako bat dugu, beste inoiz
eta beste inon ez bezala, euskaraz zein
gazteleraz, Jorge Oteizaren ibilbidea,
izakera, jarrera eta kulturatik haratago
dagoen herri proposamena, sakon, serio
eta erraz dakarkigun erreportai-lan oso
berezi hori. Jorge Oteiza, egonezinaren
laudorioa saiakera-lanaren euskarazko
itzulpenak, gainera, gaurkotu edukinak
eta argazki ineditoak ezezik, Orio herriak Oteizagan izan duen ezinbestekotasunari dagokion atal berri ederra ere
jaso du.
Orio: itsasadarraren arnasa
“Haurtzaroko nire oroitzapen baikorrak,
intimitatea zaintzeko berezkoa babesak baino ez dira. Gerora jakin izan dut
iturburu estetikoa zuten babesak zirela:
zeru biribila eta hutsa nire harea zuloen hondotik, harriagan egindako zuloa,
gure izeba Candelariaren istorio miragarriak, itsasadarraren arnasa, alde egiten
zuen itsasadarra, baina puntualki itzuliko zela nekien eta gogo biziz haren zai
ematen nituen orduak, itsasadarra zen
ama bezala niretzat...”.
Aurreko horren gisako erreferentzia ugariek azpimarratzen dute eskulturagilearen oroimenean, Oriok hartzen
duen betiko lekua. 50eko hamarkadako
lehen urteetan, Arantzazuko frisoak
jasoko duen iruditegia, bere ikur lana,
lantzen hasten denean, multzo hartako
lehen apostolua sortzeko gertu dagoela, Oteizak, Inaxio Sarasua, Orioko
estropadaren aurraunlari eta patroi historikoaren aupegikera beraren isla den
burua egiten du.
Pedro Manterola irakasleak, Oteizaren lanaren aparteko aztertzaileak,
oroimenaren lehen erro hartatik, Orioko
hondar ibaiertzean, hondartza zuloko
babes hartatik, artista, guztiz jaiotzen
dela azpimarratzen du.
LIBROS
Testigantza berri batek, Oteiza haurragan, haren hezurdura irudimenekoan
eta sortzailean, izeba Candelaria ipuin
kontalariaren aztarna azaltzen du. Bihotzeko izeba Candelariaren ipuin kontakizunen eragin osasungarria. Eta oinarrizko
bigarren bat, Joakina izeba (Germán Arín
haren osabaren emaztea), euskal artistak gizatasunezko irudi sendo, kuttun eta
osoentzat jo duena.
Berea bezalako espresiobide eta
gaitasun unibertsalak dituen artista, hemengoa, hangoa eta inongoa dela esan
badezakegu ere, Orio da haren idazlanetan gehien azaltzen zaigun herria. Haurtzaroaren eremuan bereziki, artistaren
memoria iturburua, lehen sei haur urte
haietako argira oroi minez, irudi minez,
dardar minez itzultzen delarik, Enbil bere
aitonaren eskutik, Orioko hamaika bazterrak zeharkatuz, mundua sentitu, amestu,
marraztu eta eraikitzen duen haurraren
izakera gorpuzten duen espazioan.
Abangoardia eta historia
Oteiza, mende hasierako euskal historia, politika eta artearen sentimentaltasunari –eta 98ko belaunaldikideek baino
adore gehiagorekin– aurka egiten dion
lehen intelektualetarikoa da. Horrela,
bilakaeraren lekuko, garaian egoteko
modua egiaztatzen du bere lanak; arte
garaikidea eta horren sustrai historiko eta
sentimentalak ulertu ahal izateko ahots
berezienetarikoaren irudia den garaian,
hain zuzen ere. Hortara dator Jorge Oteiza, egonezinaren laudorioa testuaren
muina.
Jorge Oteiza Enbil pentsalaria, esteta, poeta eta eskultorea, XX. mendeko
arte-abangoardien ezinbesteko erreferenteetariko bat da. Formalki 50eko
hamarkadaren azken urteetan amaitzen duen eskultura-lan garrantzitsuaren
egilea izaki, hainbatetan irabazi du eskerrona, esaterako Sao Pauloko Bi urtez
behingo IV Eskultura lehen saria, Brasil
(1957), besteak beste. Bere asmo esperimentala eta abangoardiazko helburua,
1930eko hamarkadako lehen urteetan
agertzen dira, Nikolas Lekuona edo Narkis Balenciaga bezalako beste hainbat
artistarekin batera, Donostian, arte-mugimendu aurrerakoi eta berritzaileenekin
harremanetan jartzen denean. 1934an
Oteizak, Lekuonak eta Balenciagak, lehen talde-erakusketa gauzatuko dute
Kursaalen, Donostian, orain Rafael Moneoren kuboak altxatu diren lekuan.
Oteizak, baita donostiarra ere zen
Aizpurua arkitektoaren bulegoan, abangoardietako mezu erakargarrienak ezagutu zituen, gerra zibileko lehen egunetan hil zen arkitektoak Europatik jasotzen
zituen aldizkarien bitartez, hain zuzen
ere. Diskurtso berritzaile hura, joera tradizionaleko kulturaren begien aurrean,
iraultza modukoa bezala agertzen zen.
1935. urtean, Oteizak Ameriketara
egiten du bidaia, Narkis Balenciagarekin batera bere lana han erakutsiz. Espainiako Gerra Zibilak (1936-39), aipatu
kontinentean harrapatzen ditu. Oteizak,
Txileko Herri-Frontean bertakotu eta
Antzerki Politiko Esperimentala sortzen
du. Txileko Herri-Fronteak hauteskundeak galtzearekin bat, Buenos Airesera
abiatzen da (1941), eta han Zeramikako
Eskola Nazionalean irakasten du. Oteiza,
hain zuzen, espezialista handia izan den
gaietariko bat hori da. Bai Ameriketan,
bai Europan, horren gainean lan ugari eta
zeramikaren ikerkuntzan burutu zenbait
lan idatzi ditu. Ezin ahaztu, gainera, han,
Ameriketan, ezkontzen dela Oteiza Itziar
Carreñorekin, 1938an. Bogotan, 1942.
urtean, kolonbiar gobernuak, zeramika
ofizialki erakusteko egitaraua antolatzeko kontratatzen du. Kolonbian, Ekuadorren eta Perun hitzaldiak eskaintzen ditu,
beste gaien artean, Goyari, Picassori,
amerikar megalitikari buruzkoak, eta
muralista handiak aztertzen.
1948ko abuztuan itzultzen da Bilbora, egoitza hiri horretan lekutuz hasieran,
eta kultur-fronte bat antolatzearren, lehen
egunetik ekiten dio lotura ezberdinak antolatzeari, Gerra Zibilaren ondoren barne-exilioa jasaten aritu ziren intelektualak
bilduz.
Euskal kulturgintza
garaikidearen gunea
Horregatik da Oteizaren ekarri handienetariko bat ere, azken mende-erdiko eus-
91
kal kulturaren bizimoduan, ekintza kulturalaren aldeko bere jarrera dinamikoa.
1950etik 1970era bitarteko urteetan zehar, Oteizak, Euskal Herria gurutzatzen
du alde batetik bestera, sortzaileen arteko harremanen zabalkunde kulturala eta
dinamikoa landuz. 1948 urteaz geroztik,
Ameriketan hamalau urte eman ondoren,
Bilbora itzultzen den une beretik, talde-interesa duten kultur ekitaldi eta proiektuak
proposatzen, suspertzen eta bultzatzen
etengabe aritu da. Jarrera berberari eutsi
zion 30eko hamarkadan Donostian, arte
abangoardiak gogo biziz besarkatzen
dituenean, berritzailea zen kultur giro
sorkuntzan Lekuona, Balenciaga edo
Sarriegi bezalako beste artistekin batera parte hartuz. Non ez zen egon Oteiza: Bilboko Ateneo Berriaren eraketan
(1949), Akademia Ibiltariarekin (195963), “Ez dok amairu” taldearen musika
proposamenarekin bat (1965), Barandiaran Galerian, Elorrioko Haur Unibertsitatean (1965), Gasteizko Antropologia
Museoaren proiektuan (1965), Euskal Eskola izeneko horren sorkuntzan (1966),
Ama lur filmaren prestakuntzan (1968),
Arantzazuko eraikuntza lan osoan (1969.
urtean burutua), Debako Eskolan (1970),
Iruñeko Topaketetan (1972) izan zen. Eta
abar luzeko kide.
Talde-interesdun kultur saiakuntza
horiei, Euskal Herrian bezala, bai Madrilen, bai Frantzian, arte unibertsitate
eta ikerketa estetikorako institutuen sorkuntza proiektu multzoa gehitu behar
zaie. Eginahal intelektuala onartu nahi
badugu, Ameriketako bere ibilbidea
kontuan izan behar dugu, bertan, zenbait Unibertsitatetan barna, pedagogiari
eskaini baitzen. Guzti horrek Oteiza artistaren indarra, sen sortzailea eta bihotz
zabaltasuna guztiz ez azaldu arren, bere
garaiari osotasunean ematen dela iradokitzen du, nahiz eta proposatzen duen
guztia betetzeko ezintasunak etsipenera,
larritasunera edo oinazera bultzatu. “Jartzen nuen lekuan galdu nuen bihotza”.
Hala ere, denbora laburrean, proposamen ezberdinenetan zehar, Oteiza ausart
aritzen da. Nekatuta, baina birakari, bere
poemak zehazten duen moduan.
Poetika
Oteizaren poesiaz dugun lehen berria,
Androcanto y sigo liburua da, edizio
murritzean argitaratua, 1954an. Existe
Dios al Noroeste (1990) eta Itziar elegía
y otros poemas (1992) dira haren lan
poetiko ezagutzera eman diguten beste bi liburuak, argitaratu gabe oraindik
dauden poema laburrak sortzen jarraitu
bazuen ere.
Landázuri
LIBURUAK
Noiz edo noiz, harentzat poesia
bizi-arrazoia dela esan digu Oteizak.
“Niretzat poesia”, baieztatzen du, “bizitzan galdutako denbora berreskuratzeko modua da. Erakusleiho bat, leiho
bat, babeslekua aurkitzeko modua da
–gogoratu ditzagun Mallarméren trasposizioak, gogoratu Hegelekin–, izakiaren
helmuga lengoaia dela argitasunez ikusi
ahal izateko”.
Jorge Oteizaren ideia poetikoaren
espresio aipagarriena, Gabriel Aresti,
Joxe Azurmendi, Mikel Lasa eta Juan
San Martín “Otsalar” idazleen antologia
poetikoa behar zuenaren hitzaurre gisara 1964an idatzi zuen testuan dago.
Hitzaurre horretan, gero Ejercicios espirituales en un túnel bere liburuan argitaratua, Oteizak baieztatzen du: “Bere
lengoaian guztiz sendatzen eta den
gizon hura da Poeta”. Oteizarentzat,
“hizkuntza, hitzak gizakiaren bihotzean
sortu daitezen beharrak bihurtzen du
poesia”.
Juan Mari Lekuona euskaltzain eta
poetak dio: “Oteizaren pentsamendu
poetikoaren esistentziak, euskal poesia
gutxigotasun-konplexutik aske uzten
duela”.
Eta edukia
Hemen proposatzen den liburua, intelektual hitza zentzuz alde guztietatik
gainditzen duen pertsonalitatea duen
gizonaren kultur jarrerak, ekintzak eta
planteamenduak agertzen dituen erreportaia zabala da. Erreportaia luzea den
legez irakurri behar da. “Orio: Itsasadararen arnasa” atal berriaren ondoan,
modu guztietako kronikak, artikuluak,
elkarrizketak, komentarioak biltzen dira,
Félix Marañak, denboran zehar, egunkari, aldizkari eta talde-liburu ezberdinetan
argitaratuak.
Aurkibidea gainbegiratzea baino ez
dago, Jorge Oteiza, egonezinaren laudorioa, osotasunean hogei urtez landutako kazetaritza lan arretatsuaren emaitza dela ulertzeko. “Atzera arraunean”
hitzaurre apartak, “Itsasadarraren
arnasa”, “Oteiza, bere garaian”, “Oteiza, bere Herrian”, “Oteiza poesiagan”,
“Oteizarekin hiru elkarrizketa” atalek,
orain artean argitaratu gabeko argazki ederrak eta dokumentazio gehigarri
ikusgarri eta eredugarri batek osatzen
dute eskolan, unibertsitatean eta oro
har, irakurlegoan, Oteizak beti pizten
duen jakinmina sakontzeko eta areagotzeko esku liburua edota erreferentzia
izatera deitua dagoen Jorge Oteiza,
egonezinaren laudorioa.
José Luis Padrón
La tanqueta «Guernica» entra en París. 26 de agosto de 1944.
Soldados desconocidos de
Salamina y de otras partes
Javier Cercas: Soldados de Salamina.
Tusquets, Barcelona 2001.
Soldados de Salamina, la novela
de Javier Cercas, ha conseguido un reconocimiento unánime por parte de los
lectores, excelente crítica, traducciones
e incluso una adaptación cinematográfica. También nosotros hemos disfrutado
con su lectura. No obstante, haremos
alguna que otra objeción, pues, si no
pusiéramos peros, si sólo fuera para
unirse al coro de admiradores ¿qué interés tendría reseñar en Landázuri un
libro de tanto éxito que les recomendarán por doquier?
El fusilamiento
de Rafael Sánchez Mazas
Javier Cercas, el narrador de esta aventura de guerra, se propone reconstruir
sesenta años después los hechos que
llevaron a escapar del pelotón de ejecución a Rafael Sánchez Mazas, uno de
92
los fundadores de Falange Española.
Este intelectual, hoy bastante olvidado,
de padre extremeño y madre vasca (Rosario Mazas Orbegozo), evocó su infancia entre Neguri y Busturia en la novela
La vida nueva de Pedrito Andía (1951).
Estuvo además vinculado a Bilbao a través de la fascistoide Escuela Romana
del Pirineo, pretenciosa tertulia que se
reunía en el café Lyon d’Or.
La investigación que lleva a cabo el
autor no nos ahorra digresiones, entrevistas y artículos de periódico. El propio
Cercas y su novia Conchi participan en
el reparto de personajes en una puesta en escena algo teatral, contaminada
quizá por la personalidad histriónica
de Sánchez Mazas. Guiños aparte, el
objetivo de la pesquisa es contarnos la
historia extraordinaria del jefe falangista
que logró escapar a las balas del fusilamiento y sobrevivir en las inmediaciones
de Banyoles en los últimos días de la retirada republicana en Cataluña. El acontecimiento capital tiene lugar cuando,
descubierto en el bosque dentro de un
LIBROS
hoyo por un soldado que le encañona,
el perseguidor no señala la novedad. A
la pregunta de su oficial ¿Hay alguien
por ahí? responde: Aquí no hay nadie.
Después de unos segundos de silencio,
da media vuelta y se aleja.
¿Qué pasó en el instante en que estos dos hombres cruzaron sus miradas?
¿Por qué el miliciano decidió perdonar
a la víctima? Responder a este enigma,
nudo gordiano del relato, se convierte
en una obsesión para el novelista que
examina el comportamiento del “fusilado”, imagina su desamparo y se pone
en su lugar. Luego se lanza en busca
del republicano anónimo, el soldado
desconocido que permitió a Sánchez
Mazas salvar el pellejo, y llega al convencimiento de haberlo descubierto en
la persona de Miralles.
El soldado desconocido
y la liberación de París
En la tercera y última parte, Cita en
Stockton, se incluye la historia del soldado desconocido completándose así
la peripecia del fusilamiento. A mi parecer, la obra aquí chirría ligeramente,
aun cuando, según el principio de que
el entretenimiento todo lo justifica, habrá
quien opine que tampoco desentona
(incluso el desafinado pasodoble Suspiros de España que nos hartaremos de
oír en la película). Si digo chirría es porque se recrea demasiado en las aventuras guerreras de Miralles contadas
por el escritor chileno Roberto Bolaño.
El problema no estriba en la existencia
del comunista catalán, ya que todo lo
que se cuenta (la columna Leclerc en
África, las gestas de Murzuch y Cufra,
el desembarco en Normandía, liberación de París) es cierto. Poco importa
saber si estamos ante un Miralles real
o ficticio.Nunca antes oí hablar de él.
Sí, en cambio, del subteniente Elías, del
sargento Campos, de Abenza, Lozano,
Solana, etc., comunistas y anarquistas
españoles de la célebre Nueve que fueron los primeros en llegar a la plaza del
Hôtel-de-Ville de París. El problema es
que Javier Cercas y su informante Bolaño incurren en errores de detalle, y, en
las novelas históricas (o de no ficción,
como dicen los críticos serios) que narran hazañas bélicas, las minucias de
ambientación tienen su importancia.
El fallo principal es el de unos supuestos tanques de la división Leclerc
con nombres que pregonaban el origen
español de los veteranos que los tripulaban. En la página 160 se mencionan
por primera vez, y se insiste de nuevo
en la página 195: “Inevitablemente pensé en Miralles entrando en París por la
Porte-de-Gentilly la noche del 24 de
agosto del 44, con las primeras tropas
aliadas, a bordo de su tanque que se
llamaría Guadalajara o Zaragoza o Belchite”. Restablezcamos los hechos. La
avanzadilla de la columna, al mando del
capitán Dronne, estaba compuesta por
150 voluntarios y tan sólo tres tanques
cuyos nombres eran Montmirail, Champaubert y Romilly. Había vehículos halftracks y éstos sí que habían sido bautizados por los combatientes españoles
con nombres de la guerra civil: Madrid,
Guernica, Teruel, Brunete, Ebro, Guadalajara… Estos datos no son precisamente confidenciales; en 1994, con ocasión
del cincuenta aniversario de la liberación de París se reprodujo la llegada al
Hôtel-de-Ville y en 2004 se ha celebrado casi la misma fiesta con uniformes y
armamento militar de la época.
En Salamina y en otras partes
En la parte final del relato el enigma se
diluye, ya no interesa el significado de la
mirada del hombre que salvó a Sánchez
Mazas, sino la desaparición del héroe
que ha defendido los valores de nuestra
civilización. Javier Cercas parece sostener con Thomas Hardy que se muere
dos veces: la primera muerte no es real
porque sigue habiendo personas que
se acuerdan del difunto; la segunda y
definitiva se produce cuando ya no queda ningún vivo a cuya memoria pueda
aferrarse el muerto. Por eso, porque no
soporta la idea de que nadie se acuerde de Miralles que luchó por nosotros
en aquel tiempo de oscuridad, ha es-
93
crito un libro que lo resucitará cuando
esté muerto. Y para que no olvidemos
a aquellos soldados de Salamina y de
otras partes que levantaron la bandera
“de un país que no es su país, de un
país que es todos los países y también
el país de la libertad” (p. 194). Una historia de guerras, como ven, escrita sin
excesos de grandilocuencia en memoria de luchadores desconocidos y en
defensa de valores universales.
Miguel Peciña Anitua
Paradisua... hemen
Bernardo Atxaga: Soinujolearen semea.
Pamiela, Iruñea 2004.
Zerbaiten esperoan denbora luzeegiz egon garenean, gure igurikimenak
zapuztuta geratu ohi dira gehienetan.
Ez da hala gertatu Bernardo Atxagaren
Soinujolearen semea eleberriarekin, eta
azken aldian gurean harrera berorik izan
duen literatur lanik egon bada, ezbairik gabe, Atxagaren eleberria izan da.
Kritikariek egindako gorespenez gain,
berriki jakin dugu Beterriko Liburua
Saria eman diotela, edo Espainiako
Sari Nazionalerako hautatua izan dela
berriro ere. Atxagaren kasuan ohikoak
bihurtu zaizkigun berriak dira, egilearen
arrakasta literarioaren adibide direnak.
Eta oraingoan ere, irakurleei ez diela
huts egin esan nahiko genuke, testuaren ia bostehun orriek hastapenetatik
harrapatu gaituztela. Begietatik ez ezik,
belarrietatik sartzen den prosa jorian,
Atxagak, aurreko lan askotan bezala,
deserriaz hitz egin digu, euren etxea
etxetik kanpo eraikitzen ahalegintzen
diren pertsonaiez. Liburuko protagonis-
Landázuri
LIBURUAK
taren, Daviden, memoriek txikitako aberria, Obaba, dute hizpide Califoniako Tulare County-n dagoen bere arrantxotik.
Haurtzaroa eta bere amaiera, Gerra Zibilaren osteko gertakizun larrien eskutik
dator. Protagonistaren esnatzea, beraz,
ustez Arrazoiaren jabe zenaren, aitaren,
gabeziak (= kastrazioa) salatuz lortzen
da nobelan.
Liburu honetako Obaba urruti dago
gertakari fantastikoak jazotzen ziren antigoaleko mundu hartatik, Soinujolearen
semea eleberriko Obaba Virgiliok goretsi zituen nekazariak bizi diren locus
amoenusa baita, iraganeko Arkadia
galdua. Historia eta memoria, errealitatea eta fikzioa, amodioa eta heriotza,
bikoiztasuna bere egiten duen eleberri
honen oinarrian dauden dikotomiak ditugu. Eta liburuan tartekatzen diren narrazioen artean, Obabako lehen amerikanoaren ingurukoak, Don Pedro jaunaren
ingurukoak nabarmenduko genituzke,
literaturaren funtzioa bera hizpide duten
narrazio bikainak. I. Lopez de Aranak
Berrian (2004-2-1) kaleratu zuen artikulu interesgarrian, eleberriko Don Pedro
pertsonaiaren oinarrian zegoen benetako
pertsonaia, Arabako Foru Aldundiko diputatu errepublikazale izandako Pedro
Salinas Arregi (1887-1962), jakinarazi
zigun. Alaskako muga ondoan, Alice
Arm herrixkan zegoen meategi batean
aurkitu zuen zilarra Don Pedrok. Handik
aurrerakoak pertsonaia historiko honen
biografiari badagozkio ere (Galarretara
itzuli behar izan zuela aitaren osasun arazoengatik, ordurako Baldomero anaia istripu batean hila zuela, Galarretan ezkondu eta ez zela Kanadara itzuli....), 1936ko
abuztuaren 6an gertatutakoen fikziozko
aldakia da Soinujolearen semea eleberrian kontatzen zaiguna. Eszenategia eta
gertakarien bilakaera aldatzen badira
ere, aldatzen ez dena faxistek harrapatuko zituzten maisuen izenak, Bernardino, Miguel eta Mauricio dira.
Euren patua, eleberriaren azken aldakian, “Don Pedro Galarretak 1936ko
abuztuaren 15ean gertatutakoa kontatzen du” izenekoan, kontatzen denarekin bat dator: erreketeek mendirantz
eramaten dituzte eta han fusilatu hiru
maisuak. Amerikanoak ihes egitea lortzen du, Bakaikun familiako batzuen
etxean gordetzen da eta handik lortzen
du urte haietan Araban ezagunak ziren
bi jaunen babesa. Soinujolearen semeak
gertakari beraren bi aldaki eskaintzen dizkigu, literaturak errealitatearekin duen
harremanaren inguruko hausnarketa
metaliterario bat burutzeko: “errealitatea
tristea da eta literaturak edertu egiten du”
(464). Finean, Literatura eta Historia interpretazio bat eskaintzen duten diskurtso
narratiboak besterik ez direla ohartarazi
nahi digu narratzaileak, boterea dutenek eskainitako interpretazioa noski, M.
Foucaultek erakutsi bezala. Horregatik dira funtsezkoak Gernikari eta han
gertatutakoei buruz eleberrian esaten
direnak: narratzaileak argi utzi nahi baitu Gernikan, lehenengo aldiz historian,
proba militarrak egitearren jende zibila
masakratu egin zela, gezurrak direla
gertakari krudel horren inguruan hedatu
ziren baieztapen eta diskurtsoak. Hortik, eleberriak hartzen duen dimentsio
etiko duda ezinezkoa. Testuan esaten
den bezala, beharrezkoa zaigu Bigarren
Begiarekin begiratzen ikastea, zeharka
luzatutako begirada horietan lortzen baitugu kolore eta ahots bakarreko mintzoa
pitzatzea. Pertsonaia eta mundu ikuskera
bakoitzari bere ahotsa egokituz, euskal
errealitatea ikusteko eta bizitzeko modu
desberdinak aldarrikatzen ditu Atxagak.
Horixe da, finean, Soinujolearen semea:
bizitzaren aldeko aldarri sutsua, paradisua hatz mamiekin ukitzeko ahalegina.
“Egun finlandiar bat” poema ezagunean
esandakoen ildotik, paradisuak berriro
hasteko aukera eskatzen digula aldarrikatzen du egileak.
Esandakoaz gain, irakurtzea oroitzea
dela azpimarratu nahi izan digu Atxagak,
eta hori onartuz, bere aurreko lanetako
pertsonaia, metafora nahiz gertakariak
barneratzen dituen unibertso literarioa
eraiki du. Keats-ek esan bezala, poeta
bere testuetan bizi da. Modu honetan,
Soinujolearen semea aipu eta erreferentzia multzo amaiezina bihurtzen da, egileak berak aitortu moduan, aurreko bere
liburu guztiak biltzen dituen eleberria.
Unibertso horretan, Virgilioren eskutik
zeharkatzen ditugu protagonistaren esnatzea deskribatzen duten infernuzko
pasarteak.. Eleberri iradokitzailea, literatura mugak iraultzea dela sinesten duten
irakurleentzat. Atxagaren azken eleberriak Kafkak liburuei eskatutakoa betetzen duela esango nuke: nobela hau, ezer
baino lehen, barruan daramagun itsaso
izoztua apurtzen duen aizkora baita.
Mari Jose Olaziregi
De la vida hacia acá: una
novela que llega
Imanol Zurutuza: Errautsera arteko sugarra. Elkar, Donostia 2002.
Recuerdo que cuando acudí a la
librería en busca del entonces recién
publicado libro de Imanol Zurutuza,
94
la librera “de por la tarde” (la literatura en euskera es cosa “de la de por la
mañana”, que es euskaldún y controla
un poco más), al pedírselo usando una
traducción ad hoc del un tanto intrincado título (Llama hasta la ceniza) me dijo
más o menos: “Sí, va a ser ése de un
chico de Vitoria, esa novela con pinta
de libro de autoayuda”. No pude menos
que dibujar una sonrisa de aceptación,
y guardarme la carcajada que me producía pensar en la posible reacción del
autor ante las involuntarias ironías que
albergaba aquella frase.
Y es que es preciso reconocer que
a veces una buena idea (los tulipanes
y el prado florido de la portada son significados motivos en el relato) no siempre da el resultado esperado. Está bien
comprobado que el aspecto exterior de
un libro influye no sólo en la decisión
de compra, sino también en el modo
de leer, en la forma de encajar mental
y culturalmente el discurso literario que
el producto editorial alberga: no afrontamos con la misma actitud lectora un
best-seller reciente o un clásico bien
contrastado; y, aunque pueda parecer
accesorio, el diseño de la colección, las
características visuales y táctiles del volumen, nos predisponen a ello. En este
caso, la composición un tanto naïve de
la ilustración de portada tiene un efecto
que lleva a pensar en, efectivamente, un
manual de esos que llamamos de autoayuda, o bien en una novela romanticona con efluvios erótico-rurales.
Sin embargo, nada más lejos de la
realidad. Esta primera novela de Zuru-
LIBROS
tuza es –sirvan las redundancias– una
novela ante todo literaria, un ejercicio
de plena literatura que relata una dura
experiencia humana, un relato literario
pleno de vitalidad que es al mismo tiempo hermoso y triste. Desde la contraportada se avisa un tanto ambiguamente
(¿el “escritor” que se cita es el autor, el
narrador, uno de los personajes?) de
que tras una larga enfermedad “el escritor ha perdido a su esposa”. La novela se centra básicamente en el relato
de esa enfermedad con final conocido
y amargo, y de esa pérdida. Pero no se
trata, sin más, de un testimonio; no estamos ante un nido de morbo ni frente a
un muestrario de aspavientos trágicos.
Sin sentimentalismos, con un pudor muy
“de la tierra”, con la atención puesta en
el detalle y la anécdota significativos,
en los ecos que palabras e imágenes
suscitan en los frontones del recuerdo
y la imaginación.
Zurutuza trabaja como traductor en
la Administración. Su nombre no es desconocido, sin embargo, en el mundo de
la traducción literaria, y había publicado
ya un libro de relatos y ganado un premio importante de narrativa en euskera.
Se trata de un traductor concienzudo,
paciente, muy formado; y su prosa de
creación lo refleja con su léxico rico y
ajustado, su sintaxis compleja y diáfana,
su ritmo pausado y elegante. Su escritura combina con rigor la precisión y la
ligereza, de lo que resulta un euskera
modélico en más de un sentido.
La novela consiste en un puzzle que
reúne piezas del más diverso origen:
recuerdos, pequeñas ficciones, citas y
juegos literarios, repeticiones y ecos, reflexiones en jirones sobre la propia creación… Las piezas encajan suavemente,
el equilibrio y la naturalidad presiden el
diseño del marco general y el dibujo que
completan o sugieren las piezas. Esas
abstracciones que acostumbramos a
llamar “realidad” y “ficción” están permanentemente en tensión, de tal forma
que esa misma tensión pasa a formar
parte del juego literario.
Zurutuza ha conseguido hacer literatura de la vida, sobrepasando con
éxito envidiable los riesgos ciertos que
amenazaban su proyecto literario, y no
eran pocos: el autobiografismo, el sentimentalismo, el negativismo. A todos se
los ha llevado por delante con una escritura auténtica, con instrumentos literarios de buena ley. Como dice Eduardo
Chirinos acerca del poeta peruano José
Watanabe en Elogio del refrenamiento,
en la novela de Zurutuza “el silencio
está al servicio de la palabra y la descripción al servicio de la reflexión, de
allí la sensación de ser partícipes de un
ojo meditativo que sabe extraerles a los
hechos más cotidianos su oculta condición de parábola universal”.
La novela, es cierto, relata una
muerte, pero es de la vida de lo que
habla.
Gerardo Markuleta
Historias de amor y
cementerios de Ramon
Saizarbitoria
Ramon Saizarbitoria: Guárdame bajo
tierra. Traducción de F. Eguía Careaga.
Alfaguara, Madrid 2002.
Ramon Saizarbitoria ha publicado
en castellano Guárdame bajo tierra, libro que se compone de cinco novelas
cortas, algunas no tan cortas ya que “La
obsesión de Rosetti” tiene casi doscientas páginas. Las cinco narraciones son
muy diferentes en cuanto a personajes
y escenarios, pero en todas ellas asistimos a inhumaciones y, sobre todo, a
exhumaciones de cuerpos.
Crítica literaria
El título del libro, Guárdame bajo tierra, es bastante explícito y, por si fuera poco, la fúnebre cubierta nos invita
a visitar unos cuantos cementerios: el
londinense de Highgate donde reposan
Marx, Engels y Dante Gabriel Rossetti,
el parisino del Père Lachaise, el donos-
95
tiarra de Polloe, el más humilde de Artajona, sin olvidar el de Pedernales con
el panteón de Sabino Arana. Pero no
todo es muerte (tánatos), hay también
amores (eros), y no precisamente de los
que matan.
Si esto fuera una crítica literaria al
uso hubiese comenzado escribiendo
más o menos lo que sigue. Lejos de
anteriores propuestas vanguardistas,
Ramon Saizarbitoria se olvida aquí del
cosmopolitismo al que nos tenía acostumbrados, desdeñando metaliteratura
e intertextualidad. Bien, no creo que esta
cháchara sea la más apropiada para comunicar entusiasmos. Además, mentiría
como un bellaco, pues desconozco las
propuestas anteriores del escritor. Guárdame bajo tierra es lo primero que leo
de Saizarbitoria y, a decir verdad, lo he
pasado estupendamente. He sonreído,
e incluso reído con las cosas que pasan
en esta Euskadi, adusta como todas las
patrias. “Pero, ¿qué os pasa a los vascos?”, repite una y otra vez Eugenia en
“La obsesión de Rossetti”.
Humor vasco
en los tiempos que corren
El autor es un humorista, maestro del
humor negro en réplicas y situaciones.
El relato, en mi opinión, más logrado
es “Dos corazones en una tumba”. La
humorada en castellano no es aquí la
de “Reina mete cabesa” que decía el
bañero de Lekeitio a Isabel II, o la de
“¿General de brigada dises? Aquí tienes Mola”. Según José María Iribarren,
este mismo soldado telefonista en la
comandancia de Pamplona solía contestar “¿Quieres al general? Ya te pongo
despacho”. No, Saizarbitoria caracteriza sin recurrir a estas tretas, porque ya
ningún vascohablante se expresa así y
porque prefiere salpimentar más finamente el discurso de sus personajes.
Por otra parte, las caracterizaciones no
se limitan al nacionalista de base, Flora
y su madre en “Dos corazones”. Con
igual regocijo podemos leer los tics del
concejal socialista (“-Pasa, pasa, compañero; -¿En qué puedo ayudarte, compañero?… -Eso no es problema, yo te
consigo un esqueleto de puta madre”)
o el retrato de Benito, quien -bastante
desgracia tenía- pues, aun siendo de
Artajona, no era bruto ni muy bruto ni
entró con los famosos cuarenta del capitán Ureta que tomaron San Sebastián
en septiembre de 1936.
A través del narrador, un hombre
pusilánime vendedor de enciclopedias,
se plantea el problema de las dificul-
Landázuri
LIBURUAK
tades de la relación entre el hombre y
la mujer. Pero la anécdota y sus escenarios (Donostia, París, Artajona) aportan una dosis de entretenimiento que
aniquila cualquier pretensión filosófica
de tratar seriamente el tema de la incomunicación. El final, con trifulca en el
cementerio, es jocoso. El sepulturero de
Artajona persuadido de que Flora, cada
día más fuerte, maltrata a su marido, increpa a la mujer: “Vete de aquí, loca;
que a ti un hombre te tenía que haber
metido en cintura”. No quisiera destripar
el cuento; solo diré que interviene hasta
la Guardia Civil, si bien su actuación no
es decisiva.
La aventura de contar
Las tres restantes historias cuyos títulos
no hemos mencionado son: “La guerra
perdida del viejo gudari”, “La paternidad negada de Marcel Martin (o la femme, elle, sait)” y “El huerto de nuestros
mayores”. La primera presenta a un
gudari entrañable que busca la pierna
que perdió y enterró en el conocido escenario bélico de los Intxortas. Allí se
ilustraron jefes como Beldarrain que siguen alimentando la leyenda de aquella guerra. La segunda se inspira en un
suceso real y nos ha gustado menos,
probablemente porque conocíamos la
historia, con desenlace incluido. No
será cosa de desvelar las vicisitudes
del cadáver de Yves Montand en torno
a una demanda judicial por paternidad
negada. Los lectores de prensa francesa y consumidores de televisión quedamos en su día más que hartos. Quizá
esto no invalide el postulado de Ricardou que hace suyo Saizarbitoria -“antes
que contar aventuras, mejor la aventura de contar”-; pero, en nuestro caso,
cuando el cuento es muy conocido, por
grande que sea el arte del cuentista, la
historia no sorprende ni encandila de la
misma manera.
“El huerto de nuestros mayores”, el
relato que cierra el conjunto, es el que
más implicaciones tiene con nuestra
esquizofrénica actualidad. Se mezclan
en esta última narración historia, actualidad y ficción. El autor declaraba a El
País (23 de marzo de 2002): “Caí en la
cuenta de que aquí, en casa, tenemos
el trasiego con el cadáver del fundador
del PNV, Sabino Arana. Me di cuenta de
que, al final, ésa era la historia que más
me interesaba”. Y en la misma entrevista añadía: “Esa carga que recibimos los
hijos de los nacionalistas, ese encargo,
ese mandato de defender la casa del
padre y todo eso […} Esto de que para
ser buen vasco tengas que ser un héroe…”. Pues bien, se trata, como adivinarán, de una historia de padres e hijos
en la que unos huesecillos de Sabino
Arana terminan siendo tirados al agua.
En resumen, la lectura de este libro,
magníficamente traducido del euskera
por Eguia Careaga, es un placer. Cómprenlo y no lo presten, porque es de los
que no se devuelven.
Miguel Peciña Anitua
Viaje a través
de una caracola
Luis Arturo Hernández: Escalera de
caracola. Arte activo, Vitoria-Gasteiz,
2004.
Escalera de caracola, la segunda
obra del profesor, crítico y escritor vitoriano Luis Arturo Hernández, es una
colección de parábolas para lectores
de cualquier edad –ese público que
hoy eufemísticamente se conoce con el
marchamo comercial de “familiar”-.
Escalera de caracola es un oasis
de nitidez expresiva, de transparencia
conceptual y estilo naïf, una obra serena
y luminosa que, desde la fórmula tradicional “érase una vez” de su primer
cuento a la fantasía onírica de la cara-
96
cola final, se ordena con arreglo a la estructura simbólica del ascenso por una
escalera, como la sucesión de aproximaciones a una realidad -la de cada
cual-, en forma helicoidal, una espiral
en acción –puesto que de acción se trata en la narrativa-, y que, como imagen
emblemática que abarca desde el microcosmos de la información genética
al macrocosmos de la galaxia, va de lo
infinito a lo infinitesimal, dimensiones
ambas de la condición humana, en este
libro de bolsillo para la navegación de
la fantasía que es guía de viaje por los
mundos de la imaginación.
Estrategia de la caracola
Estructurada en tres tramos de tres peldaños cada uno, Escalera de caracola
se abre al lector como un juego de variaciones sobre tres grandes líneas temáticas que, luego, se cuestionarán en
el último peldaño de cada tramo. Así, se
aborda, en la primera parte, el impulso
de viajar del nómada, empujado por un
destino inconsciente y arrastrado por
la necesidad de encontrar un lugar en
el mundo. El arte y, muy en particular,
la Literatura, como transformación de
la vida que abre nuevas dimensiones
al ser, constituye el común denominador del segundo. Y la rebeldía contra
el destino de la vida sedentaria, tejido
de servidumbres humanas, da unidad
al tramo final en su afán por cambiar,
aquí y ahora, la vida, antes del epílogo
-La caracola- que concilia viaje, poesía
y tesón contra el Destino.
Inocentes siluetas, como ingenuos
hilos en el tapiz de la existencia, los personajes de Escalera de caracola son arquetipos de ideas o emociones, etopeyas, y apenas esbozos de retrato físico
nacidos en ocasiones de imágenes de
humor gráfico o dibujos animados –Ogh
y Agh, la mujer de La vieja, la montaña y
la luna-, diáfanos incluso frente al Mal.
Y, en cuanto al espacio se refiere,
tanto el primero y el último como el 5º
–La vida es un cuento–, relato central que
marca el ecuador de nuestro pequeño
planeta azul, tienen como escenario un
mar de islas solitarias y están protagonizados por navegantes que, en veleros,
acortan -o ahondan- las distancias que
separan la compañía de la soledad –ida
y vuelta-, componiendo un puente de
dos ojos –sendas parábolas por las que
se avista la vida en tierra firme-, como
catalejos mediante los que el lector contempla, en cubierta, la extensión de un
cuaderno de bitácora, azul como el azul
marino de la tipografía o de esas cuida-
LIBROS
das ilustraciones ingenuistas del también
vitoriano Ángel Benito Gastañaga.
Sin embargo, si hay un elemento
de la narración que adquiere especial
relevancia en la Escalera ése es el tiempo. Porque el tiempo, más allá de una
circunstancia de la acción, es en esta
Escalera una dimensión subjetiva, de
una muy elástica consistencia, poética
o mágica, relativa a la física de las emociones, expresión poemática de la vida
interior que altera la apariencia exterior
en virtud o defecto de la intensidad o la
inanidad de la vida.
Y esa capacidad de metamorfosis
se ve en el ir y venir de la infancia a la
vejez, o de la ancianidad a la niñez, de
la iniciación a la experiencia merced al
afán de búsqueda, o de rebeldía, o de
Literatura; y un caso prototípico quizá
sea el de Jo, un niño con complejo de
Peter Pan, un viejo punk que perpetúa
su infancia fuera de la espiral del Tiempo en la que los juegos de niño y los
roles adultos se confunden, encerrado
en un círculo vicioso.
Modo de empleo
Precedido de un Modo de empleo, el
prólogo de Escalera tal vez pudiera
hacer pensar en reminiscencias de Instrucciones para subir una escalera o en
el tablero de Rayuela, aunque la sombra
de Cortázar es alargada y su legado se
ha integrado ya en la tradición.
En la línea de obras del estilo de
Los niños tontos, de Ana Mª Matute,
Caperucita en Manhattan, de Carmen
Martín Gaite, o, más recientemente, del
nórdico Jostein Gaarder, Escalera de
caracola es una pequeña joya narrativa, cuajada de humor blanco, límpido,
y melancolía azul de saludos y despedidas, que brilla con los destellos del patio
de luces –o la claraboya- en la caja –o
estuche- azul de la escalera, proporcionándole al lector un remanso de calma,
de paz interior, en el seno del torbellino
vertiginoso de la actualidad, en su reiterado afán por acotar, por retener, por
limitar con sus palabras lo innombrable:
Una palabra mágica.
José María Plaza
Enterrado
entre cuatro paredes
Roberto Lastre: El tiempo de la vida.
Arte Activo Ediciones, Vitoria-Gasteiz,
2004.
El tiempo de la vida, primera novela
publicada del escritor y editor cubano
afincado en Vitoria Roberto Lastre (Camagüey, 1958), constituye, al mismo
tiempo que un ácido fresco sobre la revolución castrista, una buena muestra
de narrativa existencialista que, tomando como punto de partida la circunstancia histórica particular de la nueva
Cuba, se eleva a la condición de alegoría universal del absurdo consustancial
al ser humano.
El tiempo de la vida es la reconstrucción del pasado que llevará a cabo
un presidiario desde El Castillo del Morro de La Habana, a fin de recomponer
su identidad armando el rompecabezas
de esos años –desde 1959 a 1979- que
pasó “emparedado”, “encerrado” entre
cuatro paredes en casa, sin otro trato humano que su madre y el médico
Oswaldo –lejanos su padre Román, romántico y novelesco, y Leticia, su amor
incestuoso-, ni más contacto con la calle que la mirilla en una ventana desde
la que verá pasar la existencia.
20 años y una noche
Lastre plantea, basándose en hechos
reales, el peculiar caso de un “enterrado” en vida, de un exiliado interior, de un
“quedao”, de un cómplice del régimen
de Batista que, por indolencia, se repliega a la celda de su cuarto, al “zulo” de
su propia casa, condenado a 20 años y
un día de inexistencia oficial, al margen
de la Historia y del tiempo de la vida.
Buena parte de la novela constituye, pues, ese ejercicio de construcción
97
de un pasado ajeno al devenir y en que
el protagonista roza la eternidad, fuera
del Tiempo –la nada es eterna en cinco
minutos-, reviviendo su pasado propio
y familiar mediante el recuerdo e imaginando el presente –sin futuro- hasta el
delirio de la deconstrucción de su identidad, de la posible heterogeneidad del
ser, de todos sus seres posibles –de lo
que pudo haber sido y no fue-, a falta
de alteridad, y que va encontrando en
el resto de los habitantes de la cuartería, entrevistos por la rendija de la ventana, sus complementarios –mujeres
que evocan a las que conoció; “el niño
transparente” que él acabará siendo; la
ceguera de la vecina de arriba como
epidemia del país; el médico, su alter
ego contrarrevolucionario-.
Y, al mismo tiempo, la crónica de la
intrahistoria de la revolución cubana por
parte de una primera persona central
que se hace testigo parcial –muy parcial-, “observador y limitado” –pero que
muy limitado-, un narrador periférico
–pero bastante feérico- que, mediante el símbolo del encarcelamiento y la
progresiva – ¿o regresiva?- disolución
de su individualidad en un no-ser nihilista, traza la alegoría de la privación
de libertad del Régimen, del carnaval
sangriento de la Revolución y de la Utopía de la Abundancia del Totalitarismo,
de la alineación –aleada o aliada con la
enajenación- de un Pueblo por el Socialismo, mediante imágenes emblemáticas del proceso como el derrumbe de
muros y las mudanzas, las montañas de
basura –basura omnipresente- o las plagas –de gallinas domésticas, palomas
mensajeras o lechuzas espías, y desde
los mosquitos al dragón afrodisíaco del
orgasmo-.
Ojo al visor
Sin embargo, lo que hace de El tiempo
de la vida una obra auténticamente original es la focalización de la realidad
a través del agujero perforado con el
dedo índice –el dedo de la deixis, para
indicar, señalar, nombrar las cosas-, ese
círculo dorado, el foco de luz horadado
en la isla amarilla de su autocondena
por el propio testigo invisible, ojo avizor
–a visor-, lejos de la llamada “escuela
de la mirada”, notarial y objetivista, que
hace de El tiempo de la vida –“instrucciones de uso”- una perspectiva imaginaria puesta en pie a partir de las sensaciones de la vista y el oído –y la obra
es pura sensualidad que fluye-, una
introspección psicologista, minuciosa
y obsesiva, de Juan –no en vano psicó-
Landázuri
LIBURUAK
logo-, de divagación inmóvil, histórica
–de Gaumá a Gautama, el común denominador indio- o metafísica –entre Buda
y Nietzsche–, que da cuerpo a entelequias conceptuales –la nada, tiempo
o noche-, materializándolas con igual
plasticidad que la conceptualización
de un mundo sensorial fruto de su extravagancia interior, de la reelaboración
de la crónica del instante atrapado en
la tela de araña del lenguaje, en virtud
de un ritmo asociacional que liga el olor
–alquitrán-, la imagen –los gestos, el
contemplar, con temple, cómo templan
los demás-, el tacto –la lluvia-, el sabor
o el sonido a la memoria, merced a la
sinestesia o al tropo tropical –ma non
troppo- del ajiaco, síntesis dialéctica
-y dialectal- de Cuba, y lejos del puré
literaturizante de tanta narrativa caribeña, acicateado siempre por la duda y
un creciente fatalismo, el pensamiento
paradójico –“estoy pero no estoy”-, las
fobias y la manía persecutoria de quien
delira –de Juan Lira- camino del absurdo, y todo con una lucidez que evoca
Memorias del subdesarrollo de Tomás
Gutiérrez Alea o el estilo de Virgilio Piñera y la fresca espontaneidad característica de la oralidad del costumbrismo
cubano.
La humana farsa
o vísperas del ascenso al infierno
Pero será a partir del momento en que
Juan concibe la posibilidad de tener un
futuro y volver a la vida, cuando el “centroamericano impasible”–nuestro hombre en La Habana- se dispone a coger
una balsa y abandona su balsa de aceite, deserta -el anacoreta- de su celda,
la cucaracha kafkiana deja su escondite
en la noche, el gusano se hace crisálida
y el mirón –“mirador” diríamos aquí- se
ve abocado a huir a la Yuma –a Miami-,
cuando cobra sentido la alegoría de la
regresión intrauterina al claustro materno -de Aurora-, al Paraíso del nasciturus
que, a lo largo de 20 años, ha flotado en
el líquido amniótico –de la amnistía- de
la Nada, y que tras romper aguas junto
al Mar, de la mano de Virgilio, su guía y
cómplice, abandona la caverna de Platón –en su versión habanera de una ventana indiscreta- y conocerá el Purgatorio
del Juicio –la farsa del “juicio popular”
es descrita por el autor con verdadero
conocimiento de causa- y posterior encarcelamiento -bajo la condena de tres
años, los mismos que el recién nacido
necesita para ser domesticado en una
sociedad en que todo niño es extranjero-, antes de dar el salto a la Utopía”
–“No hay ningún sitio”-, del ascenso del
antihéroe ad inferos, al Infierno existencialista de la vida.
Ni divina comedia, ni comedia humana, sino la “humana farsa” que mediante el bucle del salto atrás –Epílogo.
El día cero- cierra el naturalista círculo
dantesco de El tiempo de la vida trocando las memorias del pasado -paso
a paso- en diario del presente –de un
preso del régimen y a régimen-, rehén
del futuro bajo el nuevo resplandeciente
símbolo del dominó –símbolo del azar
aparente y orden profundo del dominio
de una sociedad-.
Y seguramente sólo la distancia
geográfica con respecto a la realidad y
la perspectiva, relativista y crítica -que
amplía la mirilla del observador al periscopio transatlántico-, en relación con la
Revolución Cubana, ha permitido que
el autor drene sus experiencias y ajuste cuentas con su pasado en aquella
isla, soltando lastre en forma de obra de
arte. Y, como no hay mal que por bien
no venga, haya hecho posible saludar
la aparición de un novelista cubano -de
raza-, en Vitoria, en este redescubrimiento narrativo de América.
Luis Arturo Hernández
Fantástico mundo éste, señores
Carlos Pérez Uralde: Layla y el amante
soñado. Papeles de Zabalanda, VitoriaGasteiz 1997.
La irrupción de lo extraordinario
-lo extraño, lo sorpresivo, lo “raro”- en
la vida cotidiana, esa presencia de lo
fantástico instalándose en la realidad
más verosímil, ha dado en la literatura
98
contemporánea fruto en la categoría
artística de lo insólito. En esa fecunda
corriente del realismo fantástico se inscribe -y escribe- Layla y el amante soñado, colección de relatos del escritor y
periodista Carlos Pérez Uralde.
Efectivamente, se trata de relatos
góticos -de fantasma- poblados por
intangibles amantes de ultratumba y
pacientes sombras con querencia por
la vida terrena y en los que no son extrañas las esporádicas y repugnantes
visiones de insectos propias de cuentos
de terror, en un mundo doméstico de
apacibles matrimonios sin pasión, de
“tediosas y rutinarias” soledades emparejadas por un compromiso entre mujeres insatisfechas e indolentes varones
entregados a una única obsesión de por
vida que alimenta la dipsomanía -entre
el delirio de la pasión secreta y el delirium tremens-, de jóvenes pusilánimes
e incapaces, incluso, de inclinarse al
Mal si no es mediante un empujón que
los precipite en una espiral de iniquidad
proyectada al infinito. Y así surge una
galería de tipos -con mucho carácter,
eso sí-, de hombres sin escrúpulos y
canallas redomados, cuyo sueño es la
perversidad desde la legalidad -Lección
de cirugía-, con una falta de sentimiento que rebasa lo patológico -Morrison
vende a su madre-, de unos profesionales del crimen cuya crueldad roza lo
grotesco -el serial killer de la excesiva
Biografía de Ernest Killerman, asesino
en serie propio de un serial gore o folletín de pulp fiction digno de figurar por su
atrocidad en la Historia universal de la
infamia y a cuyas sucesivas matanzas,
narradas por una voz clasista, sexista
y tan políticamente incorrecta como el
personaje, pondrán fin los “dioses” paganos, pues no hay Dios que pudiera
tolerar más-, seres depravados que, a
pesar de todo, se pueden permitir un
gesto de ternura -El gigante y el mago,
relato de serie negra que tira por tierra
el ilusionismo de los cuentos de hadas
o de lo real maravilloso-.
Si bien es verdad que las coordenadas espaciales y temporales se presentan con una minuciosa precisión,
tanto en su ubicación geográfica cosmopolita -el mundo es ancho y ajeno, no
se olvide- como en la puntualísima datación cronológica, no es menos cierto
que se produce a partir de un momento
dado una alteración de las dimensiones
del mundo narrado que lleva a situar a
los personajes en improbables países
sometidos a leyes arbitrarias y costumbres bárbaras –así la idea de Estado,
LIBROS
por (su) excelencia, no sin carga satírica hacia las fuerzas vivas, como La
hoguera, El traje o Parte de guerra-, o a
hacerlos transitar por el túnel del tiempo, en busca del tiempo perdido -como
en Perdiendo el tiempo, de gran“fluidez”
narrativa, o en Un hombre en la playa, en una distorsión del espacio-tiempo
que se hace extensivo a los personajes
por exceso y por defecto: mediante la
multiplicación o clonación de los mismos -del desdoblamiento de La dama
doble a la docena de álter egos de un
Cadáver sin sombra o la personalidad
múltiple del kafkiano juez de El proceso, o gracias a la mutilación -el brazo izquierdo de “un tal Lucas”, una división o
resta, ya que entramos en operacioneso a la pérdida -del habla en La voz a ti
debida a los sentidos en El hombre sin
sentido, tras pasar revista al desfile de
mutilados de El brazo de Lucas Romero-; o dando rienda suelta, en fin, a una
fantasía desatada de híbridos en el catálogo grotesco y manual de teratología
de Gracias a la tía Marga, amplio museo
provincial de los horrores, en virtud de
las peculiares reglas de su fantasía.
Porque, de hecho, la imaginación
responde en Layla y el amante soñado
a unas leyes cuya observancia se comprueba, sin ir más lejos, en la reiteración
de un tipo de desenlace simétrico, recíproco y reversible -como en La tragedia de Guillermo Lombardo, La voz a
ti debida o el que da título al libro-, que
conforma un mundo narrativo hecho
de piezas sueltas, aparentes compartimentos estancos que se van ensartando como las cuentas -o cuentos- de un
collar en busca de Un guante para elegir collar, mediante el engarce del eco
de los nombres propios u otros motivos
recurrentes como vasos -comunicantesde leche, copas -no menos comunicativas- de brandy, las re/des/apariciones
o la invisibilidad de Laura o el teniente
Sapo.
Y todo ello narrado con un tono
escéptico y descreído -la fina socarronería hacia Dios destaca en el ejercicio
de humor negro de Segunda representación-, que va de la ironía sobre los
fantasmas -descritos con mucha sombra- o el puro sarcasmo a la comicidad
-el disparate del “movimiento perpetuo”
del Vuelo nocturno llevado a sus últimas
consecuencias- o el absurdo kafkiano
-los mutantes de La tragedia...-, y que
se manifiesta en el uso del lenguaje
desde el doble sentido, con guiño burlón, de citas literarias -”La voz a ti debida” o “Vuelo nocturno”- a frases hechas
-nunca mejor dichas- que incardinan
la anécdota narrativa -ahogarse en un
vaso de agua o perder el tiempo-, con
un estilo hiperbólico, lo mismo en la
adjetivación -en la que acaso resuene
el realismo mágico- que en profusas
enumeraciones hilarantes -y un caso
particular es la perífrasis cultista y atildada que busca el regodeo verbal-, y
ello desde una tercera persona omnisciente -y distante- que sólo accede a la
forma autobiográfica en tan contadas
como brillantes ocasiones -Un guante...,
La voz ... o el desasosegante relato que
cierra el libro, Un hombre en la playa,
por ejemplo-.
En un desenfadado calidoscopio
de tan impresionantes como horrendos
crímenes al lector, finalmente, los dedos
se le hacen huéspedes en “el guante
de elegir el collar” al escoger entre las
perlas y los abalorios de Layla...
cios de la Toledo de Alfonso X el Sabio,
incluidos templarios, moros, judíos y...
alcornoques en las inmediaciones de
Estella.
Dentro de esta tendencia, un fenómeno que debe destacarse es el número considerable de mujeres medioevoadictas. Algunas, por cierto, excelentes
escritoras, como Zoé Oldenbourg, especialista de Montségur, o Marguerite
Yourcenar. Esta última, conocida sobre
todo por sus Mémoires d’Hadrien, escribió también L’oeuvre au noir -traducida
con el título de Opera nigra- en donde
Zenón, el héroe, es un médico alquimista del siglo XVI. Entre nosotros, Toti Martínez de Lezea ha recreado en La calle
de la Judería (cuya acción transcurre
en la Vitoria del siglo XV) la historia de
los Sahadia, familia en la que médicos,
rabinos y comerciantes son figuras protagonistas.
Luis Arturo Hernández
Adicción a la Edad Media
Toti Martínez de Lezea: La calle de la
Judería. Ttarttalo, Donostia 1998.
Las novelas históricas, en particular las de tema medieval, conocen una
gran boga. Los lectores devoran con
avidez todo lo que suene a misterio,
trátese de catedrales, cátaros, griales,
unicornios, brujas o sectas malditas. Un
hábil compendio de este batiburrillo se
ofrece, por ejemplo, en Peón de Rey, de
Pedro Jesús Fernández: ambiente del
siglo XIII, recorrido por el camino de
Santiago, estancia en los mejores pala-
99
Truculencia medieval
y mentalidades
La calle de la Judería, a pesar del acopio documental sobre costumbres y
tradiciones judías, no funciona del todo
bien. La mentalidad de los vitorianos del
siglo XV frente al poder, la Iglesia, los
negocios y las diversiones parece ser
la de la gente de hoy día. El defecto se
agrava a causa de un estilo que hace
milagros y permite expresarse a los personajes con tacos de lo más actual. Si
el objetivo era dar vida a la truculencia
medieval con “judío de mierda”, “hijo
puta”, “cojones”, temo que sea fallido,
ya que este reducido y repetido número de voces, en lugar de aproximarnos,
nos aleja de aquella realidad. Tanto más
si, como sucede en el relato, los deslenguados se desquitan con borracheras
sanfermineras a fuerza de beber -página 486- “gran cantidad de vino, cerveza
y licores” (sic).
Si bien se aprecia un esfuerzo de
reconstitución histórica, algunos detalles resultan poco convincentes. Por
ejemplo, el físico maese Pedro sabía
reconocer “el mal francés” (la sífilis) en
¡1434!, cuando los primeros casos descritos en Italia no se mencionan hasta
finales del siglo XV.
En cuanto al paisaje urbano, los
edificios con más protagonismo son la
iglesia de Santa María, el convento de
San Francisco y la casa del Cordón, palacio de los Sánchez de Bilbao, a cuya
construcción asistimos en la novela. En
nuestra opinión, se descuidan el imaginario y la simbólica tardomedievales
(¡qué partido se pudiera haber sacado
Landázuri
LIBURUAK
del gran salón abovedado y su decoración de grifones!). De la poesía hebraica, por el contrario, hay un amplio
florilegio.
Los resortes del folletín
Quizá nuestras objeciones carezcan de
relevancia frente al dato importante de
las 13 ediciones, en cuatro años, alcanzadas por La calle de la Judería. Y, ante
eso, cabe preguntarse : ¿por qué el libro
se ha vendido y leído tanto?, ¿por qué lo
recomienda la gente?, ¿cuáles han sido
las claves del éxito?
El estilo es sencillo, desaliñado a
veces, con adjetivaciones pintorescas.
En la página 217 encontramos una referencia a “los hombres… seres volátiles”; la autora querría decir, suponemos,
volubles (a lo mejor esto tiene que ver
con la deliberada confusión que cultivamos desde la famosa anécdota de las
zapatillas aviraneta-barojianas). Pero,
aun con defectos, ese estilo es eficaz y
bien adaptado a la folletinesca historia
que se nos narra. Los personajes son
de una pieza. Los buenos: muy buenos. Los malos: malísimos. Los amores:
sempiternos. Los odios: africanos. Las
venganzas: sicilianas. Si a esto unimos
el exotismo de una población de judíos
y conversos en el casco antiguo gasteiztarra, excursiones a Miranda, Viana,
Toledo… (¡quién da más!), para muchos
lectores, mejor que mejor.
Debemos reconocer, no obstante,
que Toti Martínez de Lezea ha rescatado a algunos personajes históricos secundarios, no dudando en ocasiones en
sacarlos de sus tumbas. Este es el caso
de la señora doña María de Mendoza,
casada en segundas nupcias con Juan
de Mendoza, quien yacía ignorada de
todos en el desaparecido convento de
San Francisco hasta que nuestra novelista pensó en desenterrarla. Y así con
otros. Además, la escritora vitoriana
maneja con maestría los resortes del
folletín, gracias a lo cual las quinientas
páginas del libro no pesan. Amenidad,
por tanto, garantizada. Pero, como ocurre con los vinos, el catador exigente tal
vez considere que la botella, o la novela, no es de las que dejan un recuerdo
imborrable.
Miguel Peciña Anitua
Poeta gazte bat
Katia Agirre: Kapela berdea pianoaren
gainean. Arabako Foru Aldundia, Kultura, Gasteiz, 2004.
Katia Agirre izen-abizenetako Gasteizko poeta gazte honek plazaratu berri
du bere lehenengo liburua, Kapela ber-
100
dea pianoaren gainean izenburua duen
poema bilduma, hain zuzen, 2004an Arabako Diputazioiak antolatutako “Ernestina de Champourcín” XIV. Poesia Sariketan, Euskarazko Sailean, irabazi zuena.
Metapoesia ala poesia meta?
Kapela berdea pianoaren gainean izenburuko poema liburuak bost ataletan
biltzen ditu poeta gazte baten joan eta
etortzeko bidaiaren horrenbeste etapa,
bizitzatik hizkuntzara, Gasteiztik Londreseraino, umetasunaren inozokeriatik
udazkenaren heldutasuneruntz...
Egia baldin bada, La selva del lenguaje liburuan J.A. Marinak esaten duen
moduan, edozein emozioren barruan
narrazio labur bat datzala, Agirrerenak,
poesia diskurtsiboaz, ideien erritmoaz
eta pentsamenduaren kulunkaz garatuak, gertakizun narratibo baten bidez,
pirueta moduko amaieran bilatzen du
bere ustekabea, esperientzia-poesia
delakoaren erara.
Narratiboa, alegia, edota dialektikotasunari esker -ni lirikoa bere buruarekiko barne-eztabaidan ere-, poemaren
hizketan, kutsu metafisikoduna, metahizkuntzalaritzan zehar barneratzen dena
-poesia meta honen 1. atalean-, kontrakoen txandaketan oinarrituta, nortasunaren bipolaritatean, hain zuzen: bai
eta ez, argi eta ilun, kondaira eta fikzioa,
iparra eta hegoa.
Eta bikoizketa horixe -aurkakoen
batuketan- gauzatu egiten da, hain
zuzen, Gasteiz izeneko atalean, bere
amodio-gorrotozko sentimendua egileak bere jatorrizko hiriari leporatzen
dionean: ume paisaiak eta zaporeak,
haurtzaroaren sekretu aitorrezinak, gazte batentzako lo-etxebizitza propio bat
-poesi eta kafez osaturik, noski- eskatzen duenean.
LIBROS
Hemendik hara ala handik hona?
Exilio boluntarioa atalean, ordea, lekuz
aldatzeak zabalerazten dio ni lirikoari
berarengan barne-denborarako pasabidea, Gasteiztik Londresera, bidaiakoaderno moduko atalean, bizitza
kosmopolita -kilikagarria eta polita-,
hemendik hara eta handik honako bidaia
subjektiboa, trenaren doinuaz, kulturalismoz jantzita -Virgina Woolfek Londonera itzuli nahi du, adibidez-, apostilla
bezalako amaieraz eten egiten duelarik
burutazio poetikoa.
Hasierako bere kutsu naïf hura baztertu gabe, ume Peter Pan-zale baten
inozokeriari uko egin gabe -Ume galdua,
adibidez-, eusten zaio Oda tenporalak
izeneko bukaerari, transzendenteago
dirudiena, elegiazko tonuaz noizean
behin, denboraren iheskortasunaz aritzen denean, jendearen esanak -omeneta ni subjetiboarenak kontrajarriz, Uda-
zkena ataleko maitasun-heldutasuna
onartzearren, beti Kafeari egindako
“oda elemental” horretaz lagunduta baldin badator. Poesia argia eta garbia,
haize boladatxoa, emanaldi honetakoa,
kapela -berdea nahiz edozein koloretakoa- kentzekoa, piano baten doinupean konposatua.
Luis Arturo Hernández
CARTAS
Julio Caro Baroja,
más un elogio
De la entrevista a Caro Baroja [se refiere a la entrevista del último número] me quedo con las ganas de saber algo concreto
sobre la costumbre de la placenta, puesto que la pregunta sobre el tema se queda sin responder. Y a fe que me gustaría,
puesto que en mi propia familia hay noticias antiguas de la práctica consistente en el entierro de la placenta de la madre,
plantándose un árbol encima, en el momento del nacimiento de un hijo. […] Celebro que Henrike Knörr diga con todas las
letras lo que algunos ya sospechamos de “El Bulli”: que se trata de algo así como de una muy sofisticada tomadura de pelo
de tipo más o menos daliniano con la que el cocinero Adrià, cual Lazarillo que ha prosperado, se da el gusto de sablear a los
ricos con sus excentricidades de bufón de corte. […] En fin, muchas gracias por haberme dado esta oportunidad de conocer
un poco mejor vuestra cultura de más calado. Hace doscientos años, como decís en la portada, el País Vasco era considerado
la punta de lanza de la Ilustración. Hoy, por desgracia, esta “modernidad” no se recuerda mucho. Pero con revistas como
Landázuri cabalgan de nuevo los “caballeritos de Azkoitia” del XXI. ¡Que sea por muchos años!
Oriol Pi de Cabanyes • Vilanova i la Geltrú
Bien por la revista
Me ha impresionado la calidad de Landázuri, su extensión y la
altura de muchos de los textos. Os felicito por la operación y os
animo a seguir adelante.
Antonio Rivera • Vitoria-Gasteiz
Y bien por el homenaje
Em sembla d’una enorme generositat i d’un alt sentit de la justícia que homenatgeu l’amic Ernest Lluch.
Isabel-Clara Simó • Barcelona
Variada
La revista Landázuri és molt variada i toca alguns punts neuràlgics del País Basc.
Albert Manent • Barcelona
Conmovido
Me conmueve el recuerdo de nuestro común amigo Ernest Lluch.
Berdin
Iraun eta eutsi. Horra nik bihotzean idatzirik ditudan euskarazko
bi aditz nagusiak.
Eugenio Agirretxe (†) • Zarautz
Más
La revista Landázuri me ha parecido muy interesante.
Leopoldo Zugaza • Zarautz
Idem
Encuentro la revista Landázuri muy interesante y grata para mí
por varias razones.
Miguel Herrero de Miñón • Madrid
Con entusiasmo
He leído la revista vitoriana Landázuri con verdadero entusiasmo, ya que está llena de artículos y entrevistas interesantes. Os
felicito por ese acierto y os deseo el mayor de los éxitos.
José Ángel Sánchez Asiain • Bilbao
Goresmenak
Arreta handiz irakurri dut Landázuri aldizkariaren alea. Batez
ere atsegin izan zait Kubari dedikatua. Lan horretan era oso
egokian elkartu dira informazio kulturala eta gaurko Kubari dagozkion eguneroko bizimoduaren zehaztasun batzuk. Ederto
idatzita dago.
Yo quiero ser francés
A la vista de los desastres de nuestro paisaje, no se me ocurre más que esto: yo quiero ser francés. En efecto, si fuera
francés yo viviría en un país donde se respetara el paisaje,
donde no se permitirían agresiones constantes a la vista,
donde no tendríamos que sufrir ante horrorosas construcciones que nada tienen que ver con el entorno.
Muchos se rasgan las vestiduras y gritan por la destrucción
de los restos romanos y altomedievales de la pamplonesa
Plaza del Castillo, y otras barbaridades por el estilo. Ahora
bien, oigo muy pocas voces ante los desmanes del paisaje en
pueblos y ciudades. Curioso. Y lamentable hemiplejia estética
y anímica.
Xabier Gereño • Bilbo
Daniel Martínez de Mandojana . Vitoria
Javier Tusell (†) • Madrid
Sorprès gratament
El número de Landázuri, amb un homenatge en portada al comú
amic Ernest Lluch, ominosament assassinat per uns brètols,
m’ha sorprès gratament per la varietat dels seus articles.
Francesc Vallverdú • Barcelona
101
Landázuri
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Landázuri. Papeles de opinión
Indices de los números 1-10 [Indices elaborados por Ikertu Organización S.L.]
C ATÁ L O G O S UM ARI OS
Nº 1 • JULIO 1993
ANTONIO SÁENZ
DE SAN PEDRO ESNAL
Salutación
Declaración fundacional de la Sociedad
Landázuri.
Declaración de la Sociedad Landázuri
sobre el campus de Álava de la Universidad del País Vasco.
Petición de la Sociedad Landázuri para
que se limite la violencia en la televisión.
Declaración de la Sociedad Landázuri
sobre la reforma del derecho foral de
Álava.
JOSE MIGUEL DE AZAOLA
Triste entierro
AUGUSTO BORDERAS GAZTAMBIDE
Mostar: Yo estuve allí
HENRIKE KNÖRR
Gora auzalana!
JOSE MARIA ELEJALDE
Un dibujo “sorprendente” grabado sobre una losa en Villanueva de Valdegobía (Álava)
JOSE JAVIER OCHOA DA SILVA
Juanma Bajo Ulloa, el impulso creativo:
el cineasta vitoriano estrenará su nueva
película en el Festival Internacional de
Venecia (entrevista)
MANUEL URIARTE ZULUETA
El derecho civil alavés en 1993
FEDERICO VERÁSTEGUI
La corrupción, Aristóteles y un hortelano
ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL
Increible pero tristemente cierto
CARLOS MARÍA HERNÁNDEZ
Álava en Madrid
LUIS BERASATEGUI
Soneto que el socio Luis Berasategui
Garaizábal dedica a la Sociedad cívico-cultural Landázuri y a su naciente
boletín.
BABAZORRO
Bakero y el txupinazo: (a propósito de
una declaración académica)
Cartas a la revista
Fotos elogio
Fotos denuncia
Resumen de 15 meses de la Sociedad
Landázuri
Nº 2 • DICIEMBRE 1993
Gracias y adelante. Itxaropena
FEDERICO VERÁSTEGUI
Aparecen las actas originales de la fundación de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País
LUIS ANGEL DE APRAIZ
Sobre el derribo de las casas frente al
Parlamento Vasco
MANUEL M.ª DE URIARTE ZULUETA
Ricardo III en Álava o la publicidad en el
siglo XIV
HENRIKE KNÖRR
Instrucción religiosa, cultura religiosa
JOSE JAVIER OCHOA DA SILVA
Escribo para divertirme: Paloma Díaz
Mas necesita tranquilidad y varios años
para acabar una novela.
FEDERICO VERÁSTEGUI
Las impresiones de Don Prudencio
MIGUEL PECIÑA ANITUA
El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano
ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL
Mis conversaciones con Helmut (entrevista)
MANUEL M.ª URIARTE ZULUETA
Treviño y la frontera de Inglaterra
FEDERICO VERÁSTEGUI
“Yo nací el siglo pasado”. Justo Gárate
(entrevista)
Dos cartas
Ayer y hoy
Fotos elogio
Fotos denuncia
BEOLARRA
Eusko Ikaskuntza
HENRIKE KNÖRR
Atauriko zubia ere bota dute
ENCINA SERRANO
Consumo o desgaste
Noticiario de la Sociedad
Nº 3 • JUNIO 1994
De nuevo en la calle. Berriro ere zuen artean
HENRIKE KNÖRR
La lengua vasca y las Juntas Generales
de Álava: aparece el decreto prohibiendo el euskera en 1682
JOSE ITURRATE
Se descubre un ventanal románico en la
parroquia de Zarate
GUADALUPE LOPETEGI
Un estudio de los documentos de la
Cancillería de Sancho el Sabio de Navarra (1150-1194)
MANUEL M.ª URIARTE ZULUETA
Vitoria y sus barrios en 1291
HENRIKE KNÖRR
Brugge eta euskaldunak
JOSE M.ª SEDANO
Lápidas en las calles vitorianas
ANTONIO SÁENZ
DE SAN PEDRO ESNAL
102
De leyes, normativas y demás parientes
FEDERICO VERÁSTEGUI
Recuerdos de un vitoriano en Argentina
JOSEBA MIKEL AGIRRE OAR
Calidoscopio cubano (1)
JOSE JAVIER OCHOA DA SILVA
Félix González Petite. Anhelos de calidad teatral: el programador del Principal
apuesta por los espectáculos de categoría (entrevista)
MIGUEL PECIÑA ANITUA
Isaac Puente (1896-1936) y Federica
Montseny (1905-1994)
JUNGITUARRA
Etxezarra
J. ORTEGA MUNILLA
Recuerdos históricos: Napoleón en Vitoria
ALFONSO DE OTAZU
Los monumentos civiles de mi pueblo
(Zurbano)
Reseñas de libros
Cartas
Ayer y hoy
Fotos denuncia
Fotos elogio
Noticiario
Nota de la Sociedad Landázuri sobre el
traslado de servicios policiales a Bilbao
Una nueva asociación cultural y una nueva
revista
Nº 4 • ABRIL 1995
Nota de la Sociedad Landázuri sobre las
obras en la plaza de Peñacerrada
Justificación y solicitud. Berandu, baina...
LUIS ANGEL DE APRAIZ
Jesús Guinea y González de Peñalba
MANUEL M. URIARTE ZULUETA
La primera batalla de Vitoria
AUGUSTO BORDERAS GAZTAMBIDE
El hayedo
ALBERTO GÁRATE
Sobre musulmanes y judíos
VENANCIO DEL VAL
Chimeneas industriales
JAVIER OTAOLA
San Juan de Luz
BEOLARRA
Aspaldiko gauzak
IGNACIO HIDALGO DE CISNEROS
ALONSO
La inhumación de los restos de Ignacio
Hidalgo de Cisneros
HENRIKE KNÖRR
In memoriam Jon Bilbao (1915-1994)
CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN
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JOSEBA MIGUEL AGIRRE OAR
Calidoscopio cubano (2): (continuación y
fin)
Reseña de libros
ENEKO MALIZHAEZA
Viejos txistularis y una sugerencia
ALFREDO DONNAY
Un recuerdo de la Cruz Banca, hoy en
algún depósito municipal: Caminos de la
Cruz Blanca (poesía)
Cartas
Ayer y hoy
Fotos elogio
Fotos denuncia
Noticiario de la Sociedad
La Fundación Otazu Zulueta
Nº 5-6 • MAYO 1997
Presentación. Lehengo asmo bera
JOSE GARMENDIA ARRUABARRENA
Álava marinera o algunos pilotos y dueños
de barcos en Cádiz
JOSE ITURRATE
Una visita a la villa de Domaikia
MIGUEL PECIÑA ANITUA
Cipayos en clave carlista
HENRIKE KNÖRR
El Orfeón Vitoriano
JAVIER OTAOLA
Ética y estética de la novela policiaca
MANUEL URIARTE ZULUETA
El diputado que quería ser obispo (sobre
Mariano Rodríguez Olmedo)
EMILIO PALACIOS FERNANDEZ
Las hormigas nunca fueron en peregrinación a la tumba de Samaniego (sobre de
La derrota de los fabulistas, de José A.
Ramírez Lozano)
JESUS Mª ESTARRONA
Roberto Ugarte, director de la Escuela de
Música Luis Aramburu. “Las instituciones
deben fomentar el intercambio de músicos” (entrevista)
ELENA MARTINEZ DE MADINA SALAZAR
Eco de las obras de Azkue en El Heraldo
alavés
Mª ANGELES MARTIN MIGUEL
Arte y cultura en Vitoria durante el siglo
XVI
ANTONIO SZ. DE SAN PEDRO ESNAL
¿Cómo encarcelar al carcelero?
LUIS ANGEL APRAIZ
La arquitectura en Vitoria en sus monumentos desparecidos
ZOILO CALLEJA ANSOTEGUI
D. Juan Bernal Díaz de Luco (1495-1556)
y su lápida sepulcral en Luco
JOSEBA MIKEL AGIRRE OAR
Abandono y ruina de la iglesia de Tortura
Reseñas de libros
Cartas
Ayer y hoy
Fotos elogio
Fotos denuncia
Noticiario de la Sociedad
Nº 7 • JULIO 1998
Paisaje y cultura. Eginkizun handiak
MIGUEL PECIÑA ANITUA
Conmemoraciones sin pedestal, Puente, Durruti y Malraux
JOSÉ MIGUEL DE AZAOLA
Judíos y cristianos
HENRIKE KNÖRR
Santiago Onaindia oroitzapenean
ALVARO MORENO BERGARETXE y ESTEBAN ANTXUSTEGI IGARTUA
Sobre la identidad vasca desde la perspectiva de la tradición foral
ANTONI PERIS
El poema latino en honor de Roncesvalles (recensión de El ritmo de roncesvalles, estudio y edición Antoni Peris. En:
Cuadernos de filología Clásica Estudios
Latinos 11, 1996, pp. 171-209)
IGNACIO HIDALGO DE CISNEROS
ALONSO
De vuelta a las raíces
AUGUSTO BORDERAS GAZTAMBIDE
Una semblanza de José María de Areilza
HENRIKE KÑÖRR
José Miguel de Azaola, un intelectual
europeísta (entrevista)
JOSE GARMENDIA ARRUEBARRENA
Una correspondencia alavesa en Sevilla
ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL
Aspaldiko gauzak. II. Boinas subversivas
HENRIKE KNÖRR
A través de Alba. Impresiones de un
viaje por Escocia
VENANCIO DEL VAL
Más sobre el Orfeón Vitoriano
VENANCIO DEL VAL
En torno a Celedón
Reseñas de libros
Recuerdos de antaño
Noticiario de la Sociedad
Cartas
Fotos elogio
Fotos denuncia
Seis años de distinciones Landázuri
Nº 8-9-10 • JULIO 2001
Darnos a conocer. Bakea gauza guztien
gainetik
MIGUEL PECIÑA
Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas: entrevista inédita (entrevista)
MIGUEL PECIÑA
Southworth y Gernika
JON ARRIETA ALBERDI
Derechos históricos y constitución: en
torno al último libro de Herrero de Miñón (recensión de Derechos Históricos
y Constitución, de Miguel Herrero de
Miñon. Taurus, Madrid 1998)
103
MANUEL ORTUÑO MARTINEZ
Fermín Tastet, banquero de Bilbao y el
primer exilio liberal en Londres (18141820): notas sobre los inicios del liberalismo en el País Vasco.
ESTEBAN ANTXUSTEGI
Muñagorriren bertsoak o el fuerismo popular
FERNANDO TABAR ANITUA
Sobre El cazador de Murillo
JUAN PARDO SAN GIL
(Aunque la guerra civil en Euskadi...) (recensión de La Marina de Guerra Auxiliar
de Euzkadi (1936-39), de Juan Pardo
San Gil. Diputación Foral de Guipúzcoa,
San Sebastián)
JAVIER DIAZ NOCI
Textos periodísticos alaveses en lengua
vasca (1888) (recensión de Gure Izarra.
Euscalerrico berriac astean bein. Reprod. Facsímil. En: Sancho el Sabio, nº
6, segunda época, 1996, pp. 393-417)
PEDRO J. NOVELLA
El dintel de Pilar en Marquínez
HENRIKE KNÖRR
Dos relatos de viaje. I. Del Canigó al Empordà (1996)
Dos relatos de viaje. II. Cuba: lo que he
visto: Notas de unos días en La Habana
(1999)
CARLOS HERNANDEZ
De cuando el Diputado General de Álava convocaba a la guerra internacional
ÁNGEL IBISATE LOZARES
El euskara en Galarreta en 1748
ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL
Aspaldiko gauzak III. Cualquier tiempo
pasado no fue mejor.
VENANCIO DEL VAL
El monumento a Dato
ORTUÑO BUSTITE
Notas sobre la casa Etxezarra, sita en
Vitoria
HENRIKE KNÖRR
Selma Huxley, la gran investigadora de
los marinos vascos (entrevista)
BERNARDO ATXAGA
Antonio de Murgiak esan zuena
PEDRO IGNACIO GONZALO-BILBAO
Los equinos de los santos
Reseñas de libros
Cartas
Recuerdos de antaño
Fotos elogio
Fotos denuncia
Elogio de una fachada restaurada
Noticiario de la Sociedad Landázuri
Landázuri
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C ATÁ L O G O de MAT E RI AS
A
Administración
Santiago, Rosario Isabel de
No se responde
Nº 2 (dic. 1993), p. 11
Águeda, Santa-Culto
Santiago, Natividad de
Uso y abuso de la fiesta de Santa Águeda (carta)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Aguirre Lecube, José Antonio de
Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos
Los vericuetos del lehendakari Aguirre
(recensión de Diario de Aguirre, José
Antonio Aguirre y Lecube. Edición de
Iñaki Egaña. Txalaparta, Tafalla 1998)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 84-85
Ajuriaguerra, Julián de
Rrecensión de Vie et oeuvre de Julián
de Ajuriaguerra, J. M. Aguirre Oar y J.
Guimón Ugartechea. Masson, París
1994
Nº 4 (abr. 1995), p. 20
Álava - Descripción
López, Luis
Astúlez (carta)
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Un grupo de montañeros
La fuente de la Trinidad (de Kuartango)
(carta)
Nº 7 (julio 1998), p. 34
X.X.
Karobia Elgean (carta)
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Álava - Fotografías
Fotos elogio: Casa en Lasarte; Autovía
Arangiz. Material gráfico
Nº 1 (jul. 1993), p. 12
Fotos denuncia: Vertedero entre Zurbano y Arzubiaga; Basura en La Puebla de
Arganzón; Vertidos en Vitoria y Gardelegi; Casa en Salvatierra/Agurain; Casa
en Lasarte; Construcción y ex picadero
en Lasarte. Material gráfico.
Nº 1 (jul. 1993), p. 13
Fotos elogio: Casa “Mendira begira” de
Vitoria; Ciudad Jardín de Vitoria; Estación
Renfe de Vitoria. Material gráfico.
Nº 2 (dic. 1993), p. 12
Fotos denuncia: Sobre la placa “Erregeak Katolikoak kalea” de Vitoria; Pegatinas sobre señal de tráfico de Vitoria; Iglesia de Arana (Treviño); Centro
Municipal de Formación en Técnicas
Medioambientales (Armentia). Material
gráfico.
Nº 2 (dic. 1993), p. 13
Ayer y hoy: Iglesia de Gardelegi; Restaurante La Antonia de Armentia. Material gráfico.
Nº 3 (jun. 1994), p. 25
Fotos elogio: Restauración de la Fuente
de los Patos de Vitoria. Material gráfico.
Nº 3 (jun. 1994), p. 26
Fotos denuncia: Escombros tras la sede
de Osakidetza de Vitoria; Suciedad en
la campa de la Fuente de los Chorros
(Treviño). Material gráfico.
Nº 3 (jun. 1994), p. 13
Fotos elogio: Fundación Escudero (Gopegi); Casa de San Vicentejo (Treviño);
Casa restaurada en calle Manuel Iradier
de Vitoria. Material gráfico.
Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27
Fotos denuncia: Granja Agrícola de Arkaute; Depósito de agua (Gardelegi);
Basuras junto al pueblo de Montoria;
Aparcamiento de camiones en Salburua
de Vitoria; Falta de ortografía en señalización. Material gráfico.
Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27
Fotos elogio: Café Caruso de Vitoria;
Albergue de Ozaeta. Material gráfico.
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25
Fotos denuncia: Basuras en Lasarte;
Cables en una casa de Laguardia; Insulto al paisaje en Peñacerrada. Material gráfico.
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25-26
Fotos elogio: Casa en Barrio; Casa en
Armentia de Treviño; Albergue en el Parque de Valderejo; Gasolinera en Gardelegi. Material gráfico.
Nº 7 (julio 1998), p. 35
Fotos denuncia: Garaje en Franco (Treviño); Fuente en Luzuriaga; Casona en
Marquínez; Puente en Foronda; Casa en
Ollerías. Material gráfico.
Nº 7 (julio 1998), p. 35
Foto elogio: Casa en Zabalain (Legutiano). Material gráfico.
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91
Foto denuncia: Pabellón junto a la iglesia de Arkaute. Material gráfico.
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91
Álava - Historia - 1794 - Fuentes
Hernández, Carlos María
De cuando el Diputado General de Álava convocaba a la guerra internacional
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 41-42
Álava. Juntas Generales - 1682 - Actas
Knörr, Henrike
La lengua vasca y las Juntas Generales
de Álava: aparece el decreto prohibiendo el euskara en 1682
Nº 3 (jun. 1994), p. 2
Álava. Juntas Generales - Actas
Ibisate Lozares, Angel
Más sobre el euskara y las Juntas Generales (carta)
Nº 4 (abr. 1995), p. 22-23
104
Alaveses - 1936-1937
Jiménez de Aberasturi, Juan Carlos
Recensión de La Marina de Guerra
Auxiliar de Euzkadi (1936-39), de Juan
Pardo San Gil. Diputación Foral de Guipúzcoa, San Sebastián.
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 66-67
Alaveses en América - S. XVIII
- Fuentes
Garmendia Arruebarrena, José
Una correspondencia alavesa en Sevilla
Nº 7 (jul. 1998), p. 18
Alaveses en Argentina
Verástegui Cobián, Federico
Recuerdos de un vitoriano en Argentina
Nº 3 (jun. 1994), p. 9
Alaveses en Cádiz - S. XVIII
Garmendia Arruebarrena, José
Álava marinera, o algunos pilotos y dueños de barcos en Cádiz
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 2
Garmendia Arruebarrena, José
Una correspondencia alavesa en Sevilla
Nº 7 (jul. 1998), p. 18
Alaveses en Cuba
Aguirre Oar, José Miguel
Calidoscopio cubano (1)
Nº 3 (jun. 1994), p. 10-12
Aguirre Oar, José Miguel
Calidoscopio cubano (2 - Continuación
y fin)
Nº 4 (abr. 1995), p. 12-14
Knörr, Henrike
Dos relatos de viaje. II. Cuba, lo que he
visto. Notas de unos días en La Habana
(1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 38-40
Alaveses en Madrid
Hernández, Carlos María
Álava en Madrid
Nº 1 (jul. 1993), p. 11
Alsacia (Francia) - Descripción
Hidalgo de Cisneros Alonso, Ignacio
Sugerencias ciudadanas de un viaje a
Alsacia (carta)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 90
Álvarez Bachiller, Fernán
Lebario, Andrés
Un homenaje a Fernán Álvarez Bachiller
(carta)
Nº 4 (abr. 1995), p. 22
Amson, Daniel
Knörr, Henrike
El tenista pétainista (recensión de Borotra. De Wimbledon à Vichy, de Daniel
Amson. Tallandier, París 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001, p. 88-89
CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN
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NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE
Anarquismo
Peciña Anitua, Miguel
Isaac Puente (1896-1936) y Federica
Montseny (1905-1994)
Nº 3 (jun. 1994), p. 15-16
Peciña Anitua, Miguel
Conmemoraciones sin pedestal: Puente, Durruti y Malraux
Nº 7 (jul. 1998), p. 3-5
Apraiz (Familia)
Sociedad Landázuri
Noticiario de la Sociedad. Un recuerdo
para los Apraiz
Nº 2 (dic. 1993), p. 15
Arcaya, Juan de
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Juan de Arcaya y la historiografía alavesa (recensión de Compendio historial y
antigüedades de la provincia de Álava
(Un manuscrito del siglo XVII para la
historia de Álava), de Juan de Arcaya.
Silvestre Portilla Ogueta (1993)
Nº 3 (jun. 1994), p. 21-22
Archivo General de Indias (Sevilla)
Garmendia Arruebarrena, José
Una correspondencia alavesa en Sevilla
Nº 7 (jul. 1998), p. 18
Areilza Martínez Rodas, José María de
Borderas Gaztambide, Augusto
Una semblanza de José María de Areilza
Nº 7 (jul. 1998), p. 14-15
Argentina - Descripción
Verástegui Cobián, Federico
Recuerdos de un vitoriano en Argentina
Nº 3 (jun. 1994), p. 9
Asilo de Santa María de las Nieves
(Vitoria-Gasteiz)
Sociedad Landázuri
Recuerdos de antaño (Material gráfico).
1901
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91
Asociación Cultural Okoa
(Vitoria-Gasteiz)
Sociedad Landázuri
Una nueva asociación cultural y una
nueva revista
Nº 3 (jun. 1994), p. 27
Astúlez (Álava)
López, Luis
Astúlez (carta)
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Atauri (Álava)
Knörr, Henrike
Atauriko zubia ere bota dute
Nº 2 (dic. 1993), p. 14
Atxaga, Bernardo
Ortiz de Urbina, Antonio
Bernardo Atxaga, Dos hermanos (recensión de Dos hermanos, de Bernardo
Atxaga. Ollero & Ramos, Madrid 1995)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 22
Azaola, José Miguel de
Knörr, Henrike
José Miguel de Azaola, un intelectual
europeísta (entrevista)
Nº 7 (jul. 1998), p. 16-17
Azkue Aberásturi, Resurrección
María de
Martínez de Madina Salazar, Elena
Eco de las obras de Azkue en El Heraldo Alavés
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 12
Azúa, Félix de
Peciña Anitua, Miguel
La guerra según Félix de Azúa (recensión de Cambio de bandera, de Félix de
Azúa. Anagrama, Madrid 1991)
Nº 4 (abr. 1995), p. 18-20
B
Bajo Ulloa, Juanma
Ochoa da Silva, José Javier
Juanma Bajo Ulloa, el impulso creativo:
el cineasta vitoriano estrenará su nueva
película en el Festival Internacional de
Venecia (entrevista)
Nº 1 (jul. 1993), p. 6-7
Becerro de Bengoa, Ricardo
Knörr, Henrike
Una oportunidad perdida (recensión de
Descripciones de Álava, de Ricardo Becerro de Bengoa. 2ª ed. Ángel Martínez
Salazar. Papeles de Zabalanda, VitoriaGasteiz 1996)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 79
Betolaza, Juan Pérez de - Comentarios
Lur-zale
Una sugerencia para Betolatza (carta)
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Bilbao, Jon
Knörr, Henrike
In memoriam Jon Bilbao (1915-1994)
Nº 4 (abr. 1995), p. 10-11
Bilingüismo
L.L.
Dignidad de las dos lenguas (carta)
Nº 1 (jul. 1993), p. 12
Boinas
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Aspaldiko gauzak. II. Boinas subversivas
Nº 7 (jul. 1998), p. 19
Borgia
Peciña, Miguel
El toro de los Borgia (recensión de O
César o nada de Manuel Vázquez Montalbán. Planeta, Barcelona 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 80-81
Brujas (Bélgica)
Knörr, Henrike
Brugge eta euskaldunak
Nº 3 (jun. 1994), p. 5
Buchenwald
Borderas Gaztambide, Augusto
El hayedo
Nº 4 (abr. 1995), p. 4-5
105
C
Caballos
Gonzalo-Bilbao, Pedro Ignacio
Los equinos de los santos
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 57
Campos de concentración
(Buchenwald)
Borderas Gaztambide, Augusto
El hayedo
Nº 4 (abr. 1995), p. 4-5
Carlismo
Peciña Anitua, Miguel
Cipayos en clave carlista
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 4
Caro Baroja, Julio
Peciña Anitua, Miguel
Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas: entrevista inédita (entrevista)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 3-5
Castigos (Educación)
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Aspaldiko gauzak (El testimonio de Pablo de Mendibil)
Nº 4 (abr. 1995), p. 8
Cataluña - Descripción
Knörr, Henrike
Dos relatos de viaje. I. Del Canigó al Empordà (1996)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 34-37
Cocina - Alava
Aguirre Oar, José Miguel
Curiosidades de la cocina alavesa de
Fernando González de Heredia
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23
Consumismo
Serrano, Encina
Consumo o desgaste
Nº 2 (dic. 1993), p. 14
Convento de los Carmelitas Descalzos
(Vitoria-Gasteiz)
Sociedad Landázuri
Recuerdos (El convento de los Carmelitas)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 28
Convento de San Francisco
(Vitoria-Gasteiz)
Urquizu, Francisco S.
El convento de San Francisco
Nº 3 (jun. 1994), p. 24
Apraiz, Luis Ángel de
La arquitectura en Vitoria en sus monumentos desaparecidos (1)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 16-17
Convento de Santo Domingo
(Vitoria-Gasteiz)
Apraiz, Luis Ángel de
La arquitectura en Vitoria en sus monumentos desaparecidos (2)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 16-17
Corrupción política
Verástegui Cobián, Federico
La corrupción, Aristóteles y un hortelano
Nº 1 (jul. 1993), p. 9
Landázuri
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Covada
Peciña Anitua, Miguel
Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas: entrevista inédita (entrevista)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 3-5
Cuba - Descripción
Aguirre Oar, José Miguel
Calidoscopio cubano (1)
Nº 3 (jun. 1994), p. 10-12
Aguirre Oar, José Miguel
Calidoscopio cubano (2): (continuación
y fin)
Nº 4 (abr. 1995), p. 12-14
Knörr, Henrike
Dos relatos de viaje. II. Cuba, lo que he
visto. Notas de unos días en La Habana
(1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 38-40
D
Dato, Eduardo
Val, Venancio del
El monumento a Dato
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 46-47
Delay, Florence
Knörr, Henrike
La incursión “africana” de una novelista
(recensión de Etxemendi, de Florence
Delay. Gallimard, París 1990)
Nº 4 (abr. 1995), p. 15
Derecho civil foral - Álava
Sociedad Landázuri
Declaración de la Sociedad Landázuri
sobre la reforma del derecho foral de
Álava
Nº 1 (jul. 1993), p. 3
Uriarte Zulueta, Manuel María de
El derecho civil alavés en 1993
Nº 1 (jul. 1993), p. 8
Derecho históricos
Arrieta Alberdi, Jon
Derechos históricos y Constitución: en
torno al último libro de Herrero de Miñón
(recensión de Derechos Históricos y
Constitución, de Miguel Herrero de Miñon. Taurus, Madrid 1998)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 7-13
Díaz de Arcaya, Blas J.
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Una página semiolvidada de la historia
vitoriana (recensión de Vitoria y los 43
pueblos de la antigua jurisdicción, de
Blas J. Díaz de Arcaya. Ed. facsímil, Vitoria 1850. París-Valencia, Valencia 1994)
Nº 7 (jul. 1998), p.
Díaz de Luco, Juan Bernal
Calleja Ansótegui, Zoilo
D. Juan Bernal Díaz de Luco (1495-1556)
y su lápida sepulcral en Luco
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 18
Díaz-Mas, Paloma - Entrevistas
Ochoa da Silva, José Javier
Escribo para divertirme: Paloma Díaz
Mas necesita tranquilidad y varios años
para acabar una novela (entrevista)
Nº 2 (dic. 1993), p. 4-6
Distinciones Landázuri - 1992-1997
Sociedad Landázuri
Seis años de distinciones Landázuri
Nº 7 (julio 1998), p. 36
Domaikia (Álava)
Iturrate Sáenz de Lafuente, José
Una visita a la villa de Domaikia
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 3
Durruti, Buenaventura
Peciña Anitua, Miguel
Conmemoraciones sin pedestal: Puente, Durruti y Malraux
Nº 7 (jul. 1998), p. 3-5
E
Ecología
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Increíble pero tristemente cierto
Nº 1 (jul. 1993), p. 10
Kantoi ibiltari
Avisos, pegatinas y demás
Nº 2 (dic. 1993), p. 15
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
¿Cómo encarcelar al carcelero?
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 15
Sociedad Landázuri
Paisaje y cultura; Eginkizun handiak
Nº 7 (jul. 1998), p. 1
Tamanes, Kepa
Cigüeñas (carta)
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Eleizalde, Luis de
Aizpuru Murua, Mikel Xabier
Eleizalde berriro gure artean (recensión
de Países y razas. Las aspiraciones nacionalistas en diversos pueblos (19131914), de Luis de Eleizalde. Universidad
del País Vasco, Bilbao 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 72
Escocia - Descripción
Knörr, Henrike
A través de Álba: impresiones de un viaje por Escocia
Nº 7 (jul. 1998), p. 20-22
Espinàs, Josep Maria
Morvay, Károly
El viajero Espinàs (recensión de A peu
per Biscaia, de Josep Maria Espinàs. La
campana, Barcelona 2000)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 74-75
Etnografía
Santiago, Natividad de
Uso y abuso de la fiesta de Santa Águeda
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Etxezarra (Vitoria-Gasteiz)
Verástegui Cobián, Federico
Etxezarra
Nº 3 (jun. 1994), p. 17
Ortuño Bustite
Notas sobre la casa Etxezarra, sita en
Vitoria
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 48
Euskal Herria
v. Vasconia
106
Euskara - Álava
Ibisate Lozares, Angel
El euskara en Galarreta en 1748
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 43-44
Knörr, Henrike
La lengua vasca y las Juntas Generales
de Álava: aparece el decreto prohibiendo el euskera en 1682
Nº 3 (jun. 1994), p. 2
Ibisate Lozares, Angel
Más sobre el euskara y las Juntas Generales (carta)
Nº 4 (abr. 1995), p. 22-23
Díaz Noci, Javier
Textos periodísticos alaveses en lengua
vasca (1888)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 28-30
Euskara - Defensa y difusión
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Aspaldiko gauzak (sobre Pablo de Mendibil)
Nº 4 (abr. 1995), p. 8
Euskara - Normalización
L.L.
Dignidad de las dos lenguas (carta)
Nº 1 (jul. 1993), p. 12
Euskara - Ortografía
Knörr, Henrike
Bakero y el txupinazo (a propósito de
una declaración académica)
Nº 1 (jul. 1993), p. 12
Eusko Ikaskuntza
Beolarra
Eusko Ikaskuntza (carta)
Nº 2 (dic. 1993), p. 13
Alli Aranguren, Juan Cruz
Juan Cruz Alli responde a Landázuri sobre Eusko Ikaskuntza
Nº 3 (jun. 1994), p. 23
F
Fernández de la Cuesta (Familia)
Ortuño Bustite
Notas sobre la casa Etxezarra, sita en
Vitoria
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 48
Fernández de Montoya Magaña, Eloy
Ruiz de Urrestarazu, Manuel María
Una visión de Valderejo (recensión de
La vida en el parque natural de Valderejo, de Eloy Fdez. de Montoya Magaña y
Pedro M.ª Uribe-Echebarría Díaz. Diputación Foral de Álava, Gobierno Vasco e
Instituto Alavés de la Naturaleza, VitoriaGasteiz 1991)
Nº 4 (abr. 1995), p. 17-18
Folklore - Vitoria-Gasteiz
Val, Enrique del
Un monumento a Celedón
Nº 4 (abr. 1995), p. 24-25
Val, Venancio del
En torno a Celedón
Nº 7 (jul. 1998), p. 24
CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN
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Peciña Anitua, Miguel
Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas: entrevista inédita (entrevista)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 3-5
Fuerismo
Moreno Bergareche, Alvaro y Antxustegi Igartua, Esteban
Sobre la identidad vasca desde la perspectiva de la tradición foral
Nº 7 (jul. 1998), p. 9-10
Ortiz de Orruño Legarda, José María
Liberalismo de la tierra (recensión de
Fausto de Otazu a Iñigo Ortés de Velasco, Cartas 1834-184. 2 vols., editores:
Juan Vidal-Abarca, Federico Verástegui
y Alfonso Otazu. Diputación Foral de
Alava, Vitoria-Gasteiz 1995)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 60-61
Fundación Otazu Zulueta
(Vitoria-Gasteiz)
La Fundación Otazu Zulueta
Nº 4 (abr. 1995), p. 28
G
Ganboa
Lizundia, José Luis
Sobre el topónimo mayor Ganboa (carta)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Gárate Arriola, Justo
Verástegui Cobián, Federico
“Yo nací el siglo pasado”. Justo Gárate
(entrevista)
Nº 2 (dic. 1993), p. 10-11
Gascón
Azaola, José Miguel de
Triste entierro
Nº 1 (jul. 1993), p. 4
González de Gaona, Ruy
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Ricardo III en Álava o la publicidad en el
siglo XIV
Nº 2 (dic. 1993), p. 3
González de Heredia, Fernando
Aguirre Oar, José Miguel
Mario López de Guereña y Fernando González de Heredia, Zaldibartxo
(1941-1991). Vitoria 1995 (recensión
de 50 años de Zaldibartxo (1941-1991),
de Mario López de Guereña y Fernando
González de Heredia. Vitoria 1993)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23
Aguirre Oar, José Miguel
Fernando González de Heredia, Curiosidades de la cocina alavesa. Vitoria
1995 (recensión de Curiosidades de la
cocina alavesa, de Fernándo González
de Heredia, Vitoria 1995)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23
González de Mendoza, Pedro
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Ricardo III en Álava o la publicidad en el
siglo XIV
Nº 2 (dic. 1993), p. 3
González Petite, Félix
Ochoa da Silva, José Javier
Félix González Petite. Anhelos de calidad teatral: el programador del Principal
apuesta por los espectáculos de categoría (entrevista)
Nº 3 (jun. 1994), p. 13-14
Guerra carlista, 1833-1840
Peciña Anitua, Miguel
El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano
Nº 2 (dic. 1993), p. 7
Guerra civil, 1936-1939
Peciña Anitua, Miguel
Southworth y Gernika
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 6
Guinea González de Peñalba, Jesús
Apraiz, Luis Angel de
Jesús Guinea y González de Peñalba
(necrológica)
Nº 4 (abr. 1995), p. 2
Gure izarra (Periódico) - 1888 Artículos periodísticos
Díaz Noci, Javier
Textos periodísticos alaveses en lengua
vasca (1888)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 28-30
H
Herrero Rodríguez de Miñón, Miguel
Arrieta Alberdi, Jon
Derechos históricos y constitución: en
torno al último libro de Herrero de Miñón (recensión de Derechos Históricos
y Constitución, de Miguel Herrero de
Miñon. Taurus, Madrid 1998)
Nº 8-9-10 (jul. 2001) , p. 7-13
Hidalgo de Cisneros y López
Montenegro, Ignacio
Hidalgo de Cisneros Alonso, Ignacio
La inhumación de los restos de Ignacio
Hidalgo de Cisneros (López-Montenegro)
Nº 4 (abr. 1995), p. 9-10
Hidalgo de Cisneros (Familia)
Hidalgo de Cisneros Alonso, Ignacio
De vuelta a las raíces
Nº 7 (jul. 1998), p. 13-14
Hospital Santiago Apóstol
(Vitoria-Gasteiz)
Ayer y hoy (sobre el derribo de la capilla
del hospital de Santiago). Material gráfico.
Nº 2 (dic. 1993), p. 12
Hostelería
Landázurizale
Teléfonos en los bares (carta)
Nº 1 (jul. 1993), p. 12
Huxley, Selma
Knörr, Henrike
Selma Huxley, la gran investigadora de
los marinos vascos (entrevista)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 49-53
107
I
Ibérico
Knörr, Henrike
El ibérico seguirá esperando (recensión
de El origen ibérico de la lengua vasca.
(según los primeros testimonios escritos
en lengua ibérica de Andalucía, Aragón,
Cataluña, Valencia y Portugal), de Juan
L. Román del Cerro. Aguaclara, Alicante, 1993)
Nº 3 (jun. 1994), p. 22
Iglesia católica
Azaola, José Miguel de
Judíos y cristianos
Nº 7 (jul. 1998), p. 6-7
Iglesia de San Andrés (Tortura, Álava)
Aguirre Oar, José Miguel
Abandono y ruina de la iglesia de Tortura
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 19-21
Iglesia de San Ildefonso
(Vitoria-Gasteiz)
Apraiz, Luis Angel de
La arquitectura en Vitoria en sus monumentos desaparecidos
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 16-17
Imágenes religiosas - Marquínez
(Álava)
Novella, Pedro J.
El dintel del Pilar en Marquínez
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 31-33
Inscripciones - Vitoria-Gasteiz
Sedano Laño, José María
Lápidas en las calles vitorianas
Nº 3 (jun. 1994), p. 6-7
J
Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos
Zabaleta, Mikel
Recensión de De la derrota a la esperanza. Políticas vascas durante la II
Guerra Mundial (1937-1947), de Juan
Carlos Jiménez de Aberasturi. Instituto
Vasco de Administración Pública – Herri Arduralaritzaren Euskal Erakundea,
Oñati 1999
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 64-65
Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos
Peciña Anitua, Miguel
Mugalaris en la II Guerra Mundial (recensión de En passant la Bidasoa. Le
réseau “Comète” au Pays Basque, de
Juan Carlos Jiménez de Aberásturi.
Txertoa, San Sebastián 1996)
Nº 7 (jul. 1998), p. 25
Judíos
Gárate, Alberto
Sobre musulmanes y judíos
Nº 4 (abr. 1995), p. 5-6
Azaola, José Miguel de
Judíos y cristianos
Nº 7 (jul. 1998), p. 6-7
Landázuri
ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI
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NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESI
K
Knörr de Santiago, Garikoitz
Morvay, Károly
Ikusi dudan neska ederrena zara... (recensión de Kaixo!: Manual de conversación castellano-euskara, de Garikoitz,
Knörr. Txertoa, Donostia 2000)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 73
L
Laguardia (Álava) - Urbanismo
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
De leyes, normativas y demás parientes
Nº 3 (jun. 1994), p. 8
Landázuri (Revista)
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Salutación
Nº 1 (jul. 1993), p. 1
Sociedad Landázuri
Gracias y adelante; Itxaropena
Nº 2 (dic. 1993), p. 1
Dos cartas (comentarios de José Miguel
de Azaola y Miguel Vivanco sobre la revista Landázuri y su contenido)
Nº 2 (dic. 1993), p. 11
Sociedad Landázuri
Noticiario de la Sociedad. Presentación
de la revista Landázuri; Más de cien socios
Nº 2 (dic. 1993), p. 15
Sociedad Landázuri
De nuevo en la calle; Berriro ere zuen
artean
Nº 3 (jun. 1994), p. 1
Sociedad Landázuri
Justificación y solicitud; Berandu, baina...
Nº 4 (abr. 1995), p. 1
Sociedad Landázuri
Presentación; Lehenengo asmo bera
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 1
Liberalismo - Vasconia - S.XIX
Ortuño Martínez, Manuel
Fermín Tastet, banquero de Bilbao y el
primer exilio liberal en Londres (18141820): notas sobre los inicios del liberalismo en el País Vasco
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 14-16
Libros – Recenciones
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Juan de Arcaya y la historiografía alavesa (recensión de Compendio historial y
antigüedades de la provincia de Álava.
(Un manuscrito del siglo XVII para la
historia de Álava), de Juan de Arcaya.
Edición de Silvestre Portilla Ogueta,
(1993)
Nº 3 (jun. 1994), p. 21-22
Knörr, Henrike
El ibérico seguirá esperando (recensión
de El origen ibérico de la lengua vasca.
(según los primeros testimonios escritos
en lengua ibérica de Andalucía, Aragón,
Cataluña, Valencia y Portugal), de Juan
L. Román del Cerro. Aguaclara, Alicante, 1993)
Nº 3 (jun. 1994), p. 22
Knörr, Henrike
La incursión “africana” de una novelista
(recensión de Etxemendi, de Florence
Delay. Gallimard, París 1990)
Nº 4 (abr. 1995), p. 15
Rechazo, Máximo
Un hombre extraordinario: José María
Murga. Recuerdos marroquíes del Moro
Vizcaíno (recensión de Recuerdos Marroquíes del Moro Vizcaíno, José María
de Murga Mugartegui. Ed. facsímil. BBK
; Federico Verástegui, Bilbao 1994)
Nº 4 (abr. 1995), p. 15-16
Martínez de Madina Salazar, Elena
Los viajeros en Vitoria (recensión de
Historias de una ciudad. Vitoria en los
libros de viajes, de Ángel Martínez Salazar. Txertoa, San Sebastián 1994)
Nº 4 (abr. 1995), p. 16-17
Ruiz de Urrestarazu, Manuel María
Una visión de Valderejo (recensión de
La vida en el parque natural de Valderejo, de Eloy Fdez. de Montoya Magaña y
Pedro M.ª Uribe-Echebarría Díaz. Diputación Foral de Álava, Gobierno Vasco e
Instituto Alavés de la Naturaleza, VitoriaGasteiz 1991)
Nº 4 (abr. 1995), p. 17-18
Peciña Anitua, Miguel
La guerra según Félix de Azúa (recensión de Cambio de bandera, de Félix de
Azúa. Anagrama, Madrid 1991)
Nº 4 (abr. 1995), p. 18-20
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Isaac Puente (1896-1936) y Federica
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Muñagorri Otaegui, José Antonio de
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Muñagorriren bertsoak o el fuerismo popular
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Landázuri
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Muñoz Molina y Vitoria (recensión de Ardor guerrero, de Antonio Muñoz Molina.
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Música - Vitoria-Gasteiz
Estarrona, Jesús María
Roberto Ugarte, director de la Escuela
de Música Luis Aramburu, “Las instituciones deben fomentar el intercambio
de músicos” (entrevista)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 10-11
Musulmanes - Álava - Comentarios
Gárate, Alberto
Sobre musulmanes y judíos
Nº 4 (abr. 1995), p. 5-6
N
Nacionalismo - Vitoria-Gasteiz - 1931
Recuerdos. Nacionalismo vasco en Vitoria
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 28
Aizpuru Murua, Mikel Xabier
Eleizalde berriro gure artean (recensión
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Necrológicas
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Jesús Guinea y González de Peñalba
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Novela policíaca
Otaola, Javier
Etica y estética de la novela policíaca
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 5
O
Okoa, Asociación cultural
Sociedad Landázuri
Una nueva asociación cultural y una
nueva revista Nº 3 (jun. 1994), p. 27
Onaindia, Santiago
Knörr, Henrike
Santiago Onaindia oroitzapenean
Nº 7 (jul. 1998), p. 8
Orfeón Vitoriano
Knörr, Henrike
El Orfeón Vitoriano
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 4
Val, Venancio del
Más sobre el Orfeón Vitoriano
Nº 7 (jul. 1998), p. 23
Otazu Balencegui, Fausto de
Ortiz de Orruño Legarda, José María
Liberalismo de la tierra (recensión de
Fausto de Otazu a Iñigo Ortés de Velasco. Cartas 1834-184. 2 vols.; editores
Juan Vidal-Abarca, Federico de Verástegui y Alfonso Otazu. Diputación Foral
de Álava, Vitoria-Gasteiz 1995)
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P
Pardo San Gil, Juan
Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos
Recensión de La Marina de Guerra
Auxiliar de Euzkadi (1936-39), de Juan
Pardo San Gil. Diputación Foral de Guipúzcoa, San Sebastián 1998.
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 66-67
Parto
Peciña Anitua, Miguel
Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas: entrevista inédita (entrevista)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 3-5
Pastor Díaz de Garayo, Ernesto
Gárate, Alberto
Franquicias condales castellanas (recensión de Castilla en el tránsito de la
Antigüedad al feudalismo. Poblamiento,
poder político y estructura social del Arlanza al Duero (siglos VII-XI), de Ernesto
Pastor. Junta de Castilla-León, Consejería
de Educación y Cultura, Valladolid 1996)
Nº 7 (jul. 1998), p. 29
Pavic, Milorad
Hernández Pérez de Landazabal, Luis
Arturo
Novela bizantina serbia (recensión de
El último amor en Constantinopla, de
Milorad Pavic. Akal, Madrid 2000)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 76-77
Peñacerrada (Álava)
Sociedad Landázuri
Nota de la Sociedad Landázuri sobre
las obras en la plaza de Peñacerrada
Nº 4 (abr. 1995)
Periódicos - Vitoria-Gasteiz
Díaz Noci, Javier
Recuperar los albores de prensa alavesa: el primer periódico vitoriano, en
facsímil (recensión de El Correo de
Vitoria (1813-1814) y los orígenes del
periodismo en Álava, edición y estudio
introductorio de Javier Fernández Sebastián. Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, Vitoria-Gasteiz 1993)
Nº 7 (jul. 1998), p. 30
Poesía épica - S. XIII
Peris, Antoni
El poema latino en honor de Roncesvalles
Nº 7 (jul. 1998), p. 11-12
110
Policía
Sociedad Landázuri
Nota de la Sociedad Landázuri sobre
el traslado de servicios policiales a Bilbao
Nº 3 (jun. 1994), p. 27
Puente, Isaac
Peciña Anitua, Miguel
Conmemoraciones sin pedestal: Puente, Durruti y Malraux
Nº 7 (jul. 1998), p. 3-5
Peciña Anitua, Miguel
Isaac Puente (1896-1936) y Federica
Montseny (1905-1994)
Nº 3 (jun. 1994), p. 15-16
Ramírez Lozano, José Antonio
Palacios Fernández, Emilio
Las hormigas nunca fueron en peregrinación a la tumba de Samaniego (recensión de La derrota de los fabulistas,
de José A. Ramírez Lozano. Aguaclara,
Alicante 1994)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 8-9
R
Real Sociedad Bascongada
de los Amigos del País
Verástegui Cobián, Federico
Aparecen las actas originales de la fundación de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País
Nº 2 (dic. 1993), p. 2
Rehabilitación urbana - Vitoria-Gasteiz
Apraiz, Luis Angel de
Sobre el derribo de las casas frente al
Parlamento Vasco
Nº 2 (dic. 1993), p. 2-3
Religión
Knörr, Henrike
Instrucción religiosa, cultura religiosa
Nº 2 (dic. 1993), p. 4
Renacimiento - Vitoria-Gasteiz
Martín Miguel, María Ángeles
Arte y cultura en Vitoria durante el s. XVI
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 13-14
Repoblación forestal - Álava
Sáenz de San Pedro, Antonio
Repoblación, recuperación, paisaje
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Ricardo III – S. XIV
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Ricardo III en Álava o La publicidad en
el siglo XIV
Nº 2 (dic. 1993), p. 3
Riquer, Martí de
Mota, Carlos
Riquer y sus ancestros (recensión de
Quinze generaciones d’una família catalana, de Martí de Riquer. Quaderns
Crema, Barcelona 1998)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 68-69
Rodríguez Olmedo, Mariano
Uriarte Zulueta, Manuel María de
El diputado que quería ser obispo (sobre Mariano Rodríguez Olmedo)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 6-7
CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN
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Román del Cerro, Juan Luis
Knörr, Henrike
El ibérico seguirá esperando (recensión
de El origen ibérico de la lengua vasca.
(según los primeros testimonios escritos
en lengua ibérica de Andalucía, Aragón,
Cataluña, Valencia y Portugal), de Juan
L. Román del Cerro. Aguaclara, Alicante, 1993)
Nº 3 (jun. 1994), p. 22
Roncesvalles
Peris, Antoni
El poema latino en honor de Roncesvalles
Nº 7 (jul. 1998), p. 11-12
Rubio Pobes, Coro
Portillo Valdés, José María
Liberalismo y carlismo en la primera mitad del XIX (recensión de Revolución y
tradición. El País Vasco ante la Revolución liberal y la construcción del Estado
español, 1808-1868, de Coro Rubio Pobes. Siglo XXI e Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, Madrid 1996)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 82-83
S
San Juan de Luz (Lapurdi) Descripción
Otaola, Javier
San Juan de Luz
Nº 4 (abr. 1995), p. 7
Samaniego, Félix María de. Fábulas Crítica e interpretación
Palacios Fernández, Emilio
Las hormigas nunca fueron en peregrinación a la tumba de Samaniego (recensión de La derrota de los fabulistas,
de José A. Ramírez Lozano. Aguaclara,
Alicante 1994)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 8-9
Sánchez Domingo, Rafael
Gárate, Alberto
Rafael Sánchez Domingo, Las Merindades de Castilla Vieja y su Junta General.
La Olmeda. Burgos 1994 (recensión de
Las Merindades de Castilla Vieja y su
Junta General, de Rafael Sánchez Domingo. La Olmeda, Burgos 1994)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23
Sancho el Sabio
Lopetegi Senperena, Guadalupe
Un estudio de los documentos de la
Cancillería de Sancho el Sabio de Navarra (1150-1194)
Nº 3 (jun. 1994), p. 3
Sarasola, Ibon
Knörr, Henrike
Ibon Sarasola, Euskal Hiztegia. Gipuzkoako Kutxa, Donostia 1996 (recensión de Euskal hiztegia, de Ibon Sarasola. Gipuzkoako Kutxa, Donostia 1996)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 22
Knörr, Henrike
Euskara txukunaren bila (recensión de
Euskara batuaren ajeak, de Ibon Sarasola. Alberdania, Iruñea 1997)
Nº 7 (jul. 1998), p. 28
Schlau, Helmut
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Mis conversaciones con Helmut (entrevista)
Nº 2 (dic. 1993), p. 8
Sepulcros - Luku (Álava)
Calleja Ansótegui, Zoilo
D. Juan Bernal Díaz de Luco (14951556) y su lápida sepulcral en Luco
Nº 5-6 (mayo 1997) , p. 18
Serrano de Pablo, José Antonio
Autobiografías
Serrano de Pablo, José Antonio
Mi vitorianismo
Nº 3 (jun. 1994), p. 24-25
Sévillia, Jean
Knörr, Henrike
Contra el gauchismo y demás (recensión de Le terrorisme intellectuel de
1945 à nos jours, de Jean Sévillia. Perrin, París 2000)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 86-87
Sociedad Landázuri - 1992
Declaración fundacional de la Sociedad
Landázuri
Nº 1 (jul. 1993), p. 1-2
Sociedad Landázuri - 1992-1993
Resumen de 15 meses de la Sociedad
Landázuri (febrero 1992 – mayo 1993)
Nº 1 (jul. 1993), p. 13-15
Sociedad Landázuri - 1993-1994
Noticiario (noviembre 1993 – mayo
1993)
Nº 3 (jun. 1994), p. 26-27
Sociedad Landázuri - 1994-1995
Noticiario de la Sociedad: actividades
julio 1994 - marzo 1995
Nº 4 (abr. 1995), p. 15
Sociedad Landázuri - 1995-1997
Noticiario de la Sociedad: actividades
mayo 1995 – abril 1997
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 26
Sociedad Landázuri - 1997-1998
Noticiario de la Sociedad Landázuri:
junio 1997 - julio 1998
Nº 7 (julio 1998), p. 31-33
Sociedad Landázuri - 1998-2001
Noticiario de la Sociedad Landázuri
(septiembre 1998 – junio 2001)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92-95
Sociedad Landázuri
Sociedad Landázuri
Noticiario de la Sociedad. Presentación
de la revista Landázuri; Un recuerdo
para los Apraiz; Más de cien socios
Nº 2 (dic. 1993), p. 15
Sociedad Landázuri
Seis años de Distinciones Landázuri
Nº 7 (julio 1998), p. 36
Garmendia Arruebarrena, José
Unos deseos para Landázuri y Vitoria
Nº 3 (jun. 1994), p. 23
111
Legardagutxi
Gora zuek! (carta)
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Southworth, Herbert Rutledge Crítica e interpretación
Peciña Anitua, Miguel
Southworth y Gernika
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 6
Steiner, George
Knörr, Henrike
George Steiner mintzo (recensión de
Entretiens, de George Steiner y Ramin
Jahanbegloo. Félin, Paris 2000)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 75
T
Taibo, Carlos
Camus Bergareche, Bruno
Algo de luz sobre los conflictos yugoslavos (recensión de Para entender el conflicto de Kosova, dede Carlos Taibo. Los
libros de la Catarata, Madrid 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 78
Tastet, Fermín - Biografías
Ortuño Martínez, Manuel
Fermin Tastet, banquero de Bilbao y el
primer exilio liberal en Londres (18141820): notas sobre los inicios del liberalismo en el País Vasco
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 14-16
Teatro - Vitoria-Gasteiz
Ochoa da Silva, José Javier
Félix González Petite. Anhelos de calidad teatral: El programador del Principal apuesta por los espectáculos de
categoría (entrevista)
Nº 3 (jun. 1994), p. 13-14
Televisión - Aspectos sociales
Sociedad Landázuri
Petición de la Sociedad Landázuri para
que se limite la violencia en la televisión
Nº 1 (jul. 1993), p. 3
Terrorismo - Vasconia
Darnos a conocer; Bakea gauza guztien
gainetik
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 1
Testamentos
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Aspaldiko gauzak. III. Cualquier tiempo
pasado no fue mejor
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 45
Toponimia - Álava
Lizundia, José Luis
Sobre el topónimo mayor Ganboa
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Tortura (Álava) - Iglesias y templos
Aguirre Oar, José Miguel
Abandono y ruina de la iglesia de Tortura
Nº 5-6 (mayo 1997) , p. 19-21
Treviño, Condado de
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Treviño y la frontera de Inglaterra
Nº 2 (dic. 1993), p. 9
Landázuri
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Sociedad Landázuri
Ayer y hoy (de la desaparecida torre
medieval del puente de Treviño). Material gráfico
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25
Txistularis - Vitoria-Gasteiz Fotografías
Malizhaeza, Eneko
Viejos txistularis y una sugerencia
Nº 4 (abr. 1995), p. 21
U
Ugarte Alvarado, Roberto - Entrevistas
Estarrona, Jesús María
Roberto Ugarte, director de la Escuela
de Música Luis Aramburu: “Las instituciones deben fomentar el intercambio
de músicos” (entrevista)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 10-11
Ugarte Tellería, Javier
Peciña Anitua, Miguel
El carlismo vascónico en 1936 (recensión de La nueva Covadonga. Orígenes
sociales y culturales de la sublevación
de 1936 en Navarra y el País Vasco,
de Javier Ugarte. Biblioteca Nueva e
Instituto de Historial Social Valentín de
Foronda, Madrid 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 62-63
Unamuno, Miguel de
Granja Pascual, José Javier
Esbozos de Unamuno (recensión de Escritos inéditos sobre Euskadi, de Miguel
de Unamuno; edición y notas de Laureano Robles. Ayuntamiento de Bilbao,
Bilbao, 1998)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 58-59
Universidad del País Vasco.
Campus de Álava
Sociedad Landázuri
Declaración de la Sociedad Landázuri
sobre el campus de Álava de la Universidad del País Vasco
Nº 1 (jul. 1993), p. 2-3
Uranga, José Ignacio de
Peciña Anitua, Miguel
El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano
Nº 2 (dic. 1993), p. 7
V
Vasconia - Historia - Guerra carlista,
1833-1840
Antxustegi Igartua, Esteban
Muñagorriren bertsoak o el fuerismo popular
Contiene: Berso berriyac, egui garbiyac
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 17-20
Peciña Anitua, Miguel
El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano
Nº 2 (dic. 1993), p. 7
Vasconia - Historia - Guerra civil, 19361939
Pardo San Gil, Juan
Álava y la marina de guerra auxiliar de
Euzkadi (1936-1937)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 24-27
Vasconia - Historia - S. XII-XIV
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Treviño y la frontera de Inglaterra
Nº 2 (dic. 1993), p. 9
Lopetegi Senperena, Guadalupe
Un estudio de los documentos de la cancillería de Sancho el Sabio de Navarra
(1150-1194)
Nº 3 (jun. 1994), p. 3
Vascos en Brujas (Bélgica)
Knörr, Henrike
Brugge eta euskaldunak
Nº 3 (jun. 1994), p. 5
Vascos en Canadá
Knörr, Henrike
Selma Huxley, la gran investigadora de los
marinos vascos (entrevista)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 49-53
Vázquez Montalbán, Manuel
Peciña Anitua, Miguel
El toro de los Borgia (recensión de O César o nada, de Manuel Vázquez Montalbán. Planeta, Barcelona 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 80-81
Velasco (Familia)
Verástegui Cobián, Federico
Etxezarra
Nº 3 (jun. 1994), p. 17
Verástegui Mariaca, Prudencio María de
Hernández, Carlos María
De cuando el Diputado General de Álava
convocaba a la guerra internacional
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 41-42
Vereda
Knörr, Henrike
Gora auzalana!
Nº 1 (jul. 1993), p. 5
Villanueva de Valdegovía (Álava) - Restos
arqueológicos romanos
Elejalde, José María
Un dibujo “sorprendente” grabado sobre
una losa en Villanueva de Valdegobia
(Álava)
Nº 1 (jul. 1993), p. 5
Violencia
Sociedad Landázuri
Petición de la Sociedad Landázuri para
que se limite la violencia en la televisión
Nº 1 (jul. 1993), p. 3
Virgen del Pilar
Novella, Pedro J.
El dintel de Pilar en Marquínez
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 31-33
Vitoria, Primera batalla de, (1367)
Uriarte Zulueta, Manuel María de
La primera batalla de Vitoria
Nº 4 (abr. 1995) , p. 3-4
112
Vitoria-Gasteiz - Barrios - 1291
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Vitoria y sus barrios en 1291
Nº 3 (jun. 1994), p. 4
Vitoria-Gasteiz - Casas
Verástegui Cobián, Federico
Etxezarra
Nº 3 (jun. 1994), p. 17
Ortuño Bustite
Notas sobre la casa Etxezarra, sita en
Vitoria
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 48
Apraiz, Luis Angel de
Sobre el derribo de las casas frente al
Parlamento vasco
Nº. 2 (dic. 1993), p. 2-3
Vitoria-Gasteiz - Comentarios
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Mis conversaciones con Helmut (entrevista)
Nº 2 (dic. 1993), p. 8
Vitoria-Gasteiz - Cultura - S. XVI
Martín Miguel, María Angeles
Arte y cultura en Vitoria durante el siglo
XVI
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 13-14
Vitoria-Gasteiz - Descripción
Val, Venancio del
Chimeneas industriales
Nº 4 (abr. 1995), p. 6
Vitoria-Gasteiz - Fotografías
Ayer y hoy (sobre el derribo de la capilla
del hospital de Santiago). Material gráfico.
Nº 2 (dic. 1993), p. 12
Fotos elogio: Casa “Mendira begira”,
Ciudad Jardín; Estación Renfe. Material
gráfico.
Nº 2 (dic. 1993), p. 12
Fotos denuncia: Sobre la placa “Erregeak Katolikoak kalea”; Pegatinas sobre
señal de tráfico; Iglesia de Arana (Treviño); Centro Municipal de Formación en
Técnicas Medioambientales (Armentia).
Material gráfico.
Nº 2 (dic. 1993), p. 13
Ayer y hoy: Iglesia de Gardelegi; Restaurante La Antonia de Armentia. Material gráfico.
Nº 3 (jun. 1994), p. 25
Fotos elogio: Restauración de la fuente
de los Patos. Material gráfico
Nº 3 (jun. 1994), p. 26
Fotos denuncia: Escombros tras la sede
de Osakidetza; Suciedad en la campa
de la Fuente de los Chorros (Treviño).
Material gráfico.
Nº 3 (jun. 1994), p. 13
Ayer y hoy: Plaza de Bilbao. Material
gráfico.
Nº 4 (abr. 1995), p. 26
Fotos elogio: Fundación Escudero (Gopegi); Casa de San Vicentejo (Treviño);
Casa restaurada en calle Manuel Iradier
de Vitoria. Material gráfico.
Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27
CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN
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Fotos denuncia: Granja Agrícola de Arkaute; Depósito de agua (Gardelegi);
Basuras junto al pueblo de Montoria;
Aparcamiento de camiones en Salburua; Falta de ortografía en señalización. Material gráfico.
Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27
Fotos elogio: Café Caruso; Albergue de
Ozaeta. Material gráfico.
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25
Recuerdos de antaño: Fielato en Vitoria.
Material gráfico.
Nº 7 (jul. 1998), p. 31
Recuerdos de antaño: Asilo de las Nieves (Vitoria). Material gráfico.
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91
Elogio... de una fachada restaurada
Restauración del n.º 17 de la calle Florida (Vitoria). Material gráfico.
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92
Vitoria-Gasteiz - Historia - 1808
Ortega Munilla, José
Recuerdos históricos: Napoleón en Vitoria
Nº 3 (jun. 1994), p. 17-18
Vitoria-Gasteiz - Historia - 1813
Uriarte Zulueta, Manuel María de
La primera batalla de Vitoria (1367)
Nº 4 (abr. 1995), p. 3-4
Vitoria-Gasteiz - Monumentos
Sedano Laño, José María
Lápidas en las calles vitorianas
Nº 3 (jun. 1994), p. 6-7
Val, Enrique del
Un monumento a Celedón
Nº 4 (abr. 1995), p. 24-25
Val, Venancio del
En torno a Celedón
Nº 7 (jul. 1998), p. 24
Vitoria-Gasteiz - Plazas
Moraza Bastida, Pedro M.
Preguntas sobre la plaza de los Fueros
Nº 4 (abr. 1995), p. 25
Vitoria-Gasteiz - Fielatos
Recuerdos de antaño (Fielato en Vitoria)
(Material gráfico)
Nº 7 (jul. 1998), p. 31
Vitoria-Gasteiz - Urbanismo
Apraiz, Luis Angel de
Sobre el derribo de las casas frente al
Parlamento Vasco
Nº 2 (dic. 1993), p. 2-3
Verástegui Cobián, Federico
Las impresiones de don Prudencio
Nº 2 (dic. 1993), p. 6
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Increíble pero tristemente cierto
Nº 1 (jul. 1993), p. 10
Arabar bat
Más sugerencias
Nº 4 (abr. 1995), p. 23-24
Moraza Bastida, Pedro M.
Preguntas sobre la plaza de los Fueros
Nº 4 (abr. 1995), p. 25
Vitoria-Gasteiz - Folklore
Val, Enrique del
Un monumento a Celedón
Nº 4 (abr. 1995), p. 24-25
Val, Venancio del
En torno a Celedón
Nº 7 (jul. 1998), p. 24
Vizcaya
Morvay, Károly
El viajero Espinás (recensión de A peu
per Biscaia, de Josep Maria Espinás. La
campana, Barcelona, 2000)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 74-75
Y
Yugoslavia - Historia
Borderas Gaztambide, Augusto
Mostar. Yo estuve allí
Nº 1 (jul. 1993), p. 4
Z
Zarate (Álava) - Iglesia
Iturrate Sáenz de Lafuente, José
Se descubre un ventanal románico en la
parroquia de Zarate
Nº 3 (jun. 1994), p. 2
Zurbano, Martín
Peciña Anitua, Miguel
El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano
Nº 2 (dic. 1993), p. 7
Zurbano (Álava) - Casas
Otazu Llana, Alfonso
Los monumentos civiles de mi pueblo
Nº 3 (jun. 1994), p. 19-20
CORTAR POR LA LINEA DE PUNTOS Y ENVIAR A:
SOCIEDAD CÍVICO-CULTURAL
LANDÁZURI
Registro de Asociaciones nº A/3.273/92
Aptdo. de Correos 828
01080 VITORIA-GASTEIZ
SOLICITUD DE INFORMACIÓN sobre la Sociedad Landázuri y sus actividades
Landázuri elkarteaz eta haren ekintze ARGIBIDE ESKARIA
[PONER UNA CRUZ A LA DERECHA / GURUTZE BAT EZAR BEDI ESKUIN ALDEAN]
Quisiera recibir / Hartu nahi nuke:
Sobre la Sociedad / Elkarteaz argibidea .................................
Sobre las actividades / Ekintzez ..............................................
Nombre y apellidos / Izen deiturak:
Calle, plaza, etc. / Kalea, plaza, e.a.:
Población / Herria:
Código postal / Posta kodea:
Correo electrónico / Posta elektronikoa:
113
Landázuri
야
ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI
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C ATÁ L O G O d e AUT O RE S
A
Agirre Oar, Joseba Mikel
Calidoscopio cubano (1)
Nº 3 (jun. 1994), p. 10-12
Calidoscopio cubano (2)
Nº 4 (abr. 1995), p. 12-14
Viejos txistularis y una sugerencia
Nº 4 (abr. 1995), p. 21
Abandono y ruina de la iglesia de Tortura
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 19-21
Fernando González de Heredia, Curiosidades de la cocina alavesa. Vitoria
1995 (recensión de Curiosidades de la
cocina alavesa, de Fernándo González
Heredia. Vitoria 1993))
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23
Mario Lopez de Guereña y Fernando González de Heredia, Zaldibartxo
(1941-1991). Vitoria 1995 (recensión
de 50 años de Zaldibartxo (1941-1991),
de Mario López de Guereña y Fernando
González de Heredia. (Vitoria 1995))
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23
Nacionalismo vasco en Vitoria
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 28
Aguirre Oar, José Miguel
v.a. Agirre, Joseba Mikel
Aizpuru Murua, Mikel Xabier
Eleizalde berriro gure artean (recensión
de Países y razas. Las aspiraciones nacionalistas en diversos pueblos (19131914), de Luis de Eleizalde. Universidad
del País Vasco, Bilbao, 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 72
Alli Aranguren, Juan Cruz
Juan Cruz Alli responde a Landázuri sobre Eusko Ikaskuntza
Nº 3 (jun. 1994), p. 23
Antxustegi Igartua, Esteban
V. a. Moreno Bergareche, Alvaro
Sobre la identidad vasca desde la perspectiva de la tradición foral
Nº 7 (jul. 1998), p. 9-10
Muñagorriren bertsoak o el fuerismo
popular. Contiene: Berso berriyac egui
garbiyac
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 17-20
Apraiz, Luis Ángel de
Sobre el derribo de las casas frente al
Parlamento vasco
Nº 2 (dic. 1993), p. 2-3
Jesús Guinea y González de Peñalba
(necrológica)
Nº 4 (abr. 1995), p. 2
La arquitectura en Vitoria en sus monumentos desaparecidos
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 16-17
El convento de San Francisco
Nº 3 (jun. 1994), p. 24
Arabar bat
Más sugerencias
Nº 4 (abr. 1995), p. 23-24
Arduia
v. Santiago, Natividad de
Arrieta Alberdi, Jon
Derechos históricos y constitución: en
torno al último libro de Herrero de Miñón (recensión de Derechos Históricos
y Constitución, de Miguel Herrero de
Miñon. Taurus, Madrid (1998)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 7-13
Atxaga, Bernardo
Antonio de Murgiak esan zuena
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 54-56
Azaola, José Miguel de
Triste entierro [sobre el olvido del gascón]
Nº 1 (jul. 1993), p. 4
Judíos y cristianos
Nº 7 (jul. 1998), p. 6-7
CORTAR POR LA LINEA DE PUNTOS
야
SOCIEDAD CÍVICO-CULTURAL LANDÁZURI
Registro de Asociaciones nº A/3.273/92 • Aptdo. de Correos 828 • 01080 VITORIA-GASTEIZ
SOLICITUD DE INGRESO • SARRERA ESKARIA
Nombre / Izena:
Apellido 1º / 1. deitura
Apellido 2º / 2. deitura
Domicilio particular / Etxeko helbidea
Número / Zenbakia:
Piso / Solairua:
Letra/Letra:
Código Postal / Posta kodea:
Población / Hiria:
Provincia / Herrialdea
Teléfono / Telefonoa:
e-mail:
Profesión / Lanbidea:
Nacido-a / Noiz sortua:
Entidad bancaria / Banketxea:
Nº de cuenta / Kontu Zenbakia (20 dígitos):
Fecha y firma / Data eta sinadura
— — — — — — — — — — — — — — — — — — — —
CUOTA ANUAL / URTEKO SARIA: 30,05 €
CUOTA DOS CONYUGES / BI EZKONTIDEREN SARIA: 48,08 €
LANDÁZURI GIZARTE ETA KULTUR ELKARTEA
Elkarteen erregistroa A/3.273/92 zk.
114
828 Posta kutxa • 01080 VITORIA-GASTEIZ
CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN
SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC
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NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE
B
Babazorro
v. Knörr, Henrike
Beolarra
v. Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Berasategui Garaizábal, Luis
Soneto que el socio Luis Berasategui
Garaizábal dedica humildemente a la
Sociedad Cívico-Cultural Landázuri y a
su naciente boletín
Nº 1 (jul. 1993), p. 11
Borderas Gaztambide, Augusto
Mostar. “Yo estuve allí”
Nº 1 (jul. 1993), p. 4
El hayedo [sobre Buchenwald]
Nº 4 (abr. 1995), p. 4-5
Una semblanza de José María de Areilza
Nº 7 (jul. 1998), p. 14-15
Bustite, Ortuño
v. Rotaeche, Manuel
C
Calleja Ansótegui, Zoilo
D. Juan Bernal Díaz de Luco (14951556) y su lápida sepulcral en Luco
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 18
Camus Bergareche, Bruno
Algo de luz sobre los conflictos yugoslavos (recensión de Para entender el
conflicto de Kosova, de Carlos Taibo.
Los libros de la catarata, Madrid 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 78
D
Díaz Noci, Javier
Recuperar los albores de prensa alavesa: El primer periódico vitoriano, en
facsímil (recensión de El Correo de
Vitoria (1813-1814) y los orígenes del
periodismo en Álava, edición y estudio
introductorio de Javier Fernández Sebastián. Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, Vitoria-Gasteiz 1993)
Nº 7 (jul. 1998), p. 30
Textos periodísticos alaveses en lengua
vasca (1888) (Gure Izarra. Euscalerrico
berriac astean bein).
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 28-30
Donnay, Alfredo
Un recuerdo de la Cruz Blanca, hoy en
algún depósito municipal: “Caminos de
la Cruz Blanca” (poesía)
Nº 4 (abr. 1995), p. 21
E
Elejalde, José María
Un dibujo “sorprendente” grabado sobre una losa en Villanueva de Valdegobía (Álava)
Nº 1 (jul. 1993), p. 5
El dintel del Pilar en Marquínez
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 31-33
Estarrona, Jesús María
Roberto Ugarte, director de la Escuela
de Música Luis Aramburu. “Las instituciones deben fomentar el intercambio
de músicos” (entrevista)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 10-11
G
Gárate, Alberto
Sobre musulmanes y judíos
Nº 4 (abr. 1995), p. 5-6
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Pastor. Junta de Castilla-León, Consejería de Educación y Cultura, Valladolid
1996)
Nº 7 (jul. 1998), p. 29
Garmendia Arruebarrena, José
Unos deseos para Landázuri y Vitoria
Nº 3 (jun. 1994), p. 23
Álava marinera, o algunos pilotos y dueños de barcos en Cádiz
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Una correspondencia alavesa en Sevilla
Nº 7 (jul. 1998), p. 18
Gonzalo-Bilbao, Pedro Ignacio
Los equinos de los santos
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Granja Pascual, José Javier
Esbozos de Unamuno (recensión de Escritos inéditos sobre Euskadi, de Miguel
de Unamuno; edición y notas de Laureano Robles. Ayuntamiento de Bilbao,
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Un grupo de montañeros
La fuente de la Trinidad [de Kuartango]
(carta)
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H
Hernández, Carlos María
Álava en Madrid
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De cuando el Diputado General de Álava convocaba a la guerra internacional
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Hernández Pérez de Landazabal, Luis
Arturo
Novela bizantina serbia (recensión de
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Hidalgo de Cisneros Alonso, Ignacio
La inhumación de los restos de Ignacio
Hidalgo de Cisneros [López-Montenegro]
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De vuelta a las raíces
Nº 7 (jul. 1998), p. 13-14
Sugerencias ciudadanas de un viaje a
Alsacia (carta)
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I
Ibisate Lozares, Ángel
Más sobre el euskara y las Juntas Generales
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El euskara en Galarreta en 1748
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Iturrate Sáenz de Lafuente, José
Se descubre un ventanal románico en la
parroquia de Zarate
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Una visita a la villa de Domaikia
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Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos
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Los vericuetos del lehendakari Aguirre
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Jungituarra
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K
Kantoi ibiltari
v. Knörr, Henrike
Knörr, Henrike
Gora auzalana!
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Bakero y el txupinazo (a propósito de
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Instrucción religiosa, cultura religiosa
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Atauriko zubia ere bota dute
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Avisos, pegatinas y demás
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La lengua vasca y las Juntas Generales
de Álava: aparece el decreto prohibiendo el euskara en 1682
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Landázuri
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Brugge eta euskaldunak
Nº 3 (jun. 1994), p. 5
El ibérico seguirá esperando (recensión
de El origen ibérico de la lengua vasca.
(según los primeros testimonios escritos
en lengua ibérica de Andalucía, Aragón,
Cataluña, Valencia y Portugal), de Juan
L. Román del Cerro. Aguaclara, Alicante
1993)
Nº 3 (jun. 1994), p. 22
In memoriam Jon Bilbao (1915-1994)
Nº 4 (abr. 1995), p. 10-11
La incursión “africana” de una novelista
(recensión de Etxemendi, de Florence
Delay. Gallimard, París 1990)
Nº 4 (abr. 1995), p. 15
El Orfeón Vitoriano
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 4
Ibon Sarasola, Euskal Hiztegia. Gipuzkoako Kutxa, Donostia 1996 (recensión de Euskal hiztegia, de Ibon Sarasola. Gipuzkoako Kutza, Donostia 1996)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 22
Santiago Onaindia oroitzapenean
Nº 7 (jul. 1998), p. 8
José Miguel de Azaola, un intelectual
europeísta (entrevista)
Nº 7 (jul. 1998), p. 16-17
A través de Alba: impresiones de un viaje por Escocia
Nº 7 (jul. 1998), p. 20-22
Euskara txukunaren bila (recensión de
Euskara batuaren ajeak, de Ibon Sarasola. Alberdania, Iruñea 1997)
Nº 7 (jul. 1998), p. 28
Dos relatos de viaje. I. Del Canigó al Empordà (1996)
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Dos relatos de viaje. II. Cuba, lo que he
visto. Notas de unos días en La Habana
(1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 38-40
Selma Huxley, la gran investigadora de
los marinos vascos (entrevista)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 49-53
Marianistak oroitzen direnean (recensión
de Recuerdos de la guerra del 36. Informes de 27 marianistas movilizados. Publicaciones Marianistas, Madrid 1993)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 71
George Steiner mintzo (recensión de
Entretiens, de George Steiner y Ramin
Jahanbegloo. Félin, Paris 2000)
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Una oportunidad perdida (recensión de
Descripciones de Álava, de Ricardo Becerro de Bengoa. Ed. de Ángel Martínez
Salazar. Papeles de Zabalanda, VitoriaGasteiz 1996)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 79
Contra el gauchismo y demás (recensión
de Le terrorisme intellectuel de 1945 à
nos jours, de Jean Sévillia. Perrin, París
2000)
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El tenista pétainista (recensión de Borotra. De Wimbledon à Vichy, de Daniel
Amson. Tallandier, París 1999)
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L
L.L.
Dignidad de las dos lenguas [carta]
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Landazurizale
Teléfonos en los bares [carta]
Nº 1 (jul. 1993), p. 12
Lebario, Andrés
v. Uriarte Zulueta, Manuel María de
Legardagutxi
Gora zuek! [carta]
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Lizundia Askondo, José Luis
Sobre el topónimo mayor Ganboa
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Lopetegi Senperena, Guadalupe
Un estudio de los documentos de la Cancillería de Sancho el Sabio de Navarra
(1150-1194)
Nº 3 (jun. 1994), p. 3
López, Luis
Astúlez [carta]
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Lur-zale
Una sugerencia para Betolatza [carta]
Nº 7 (julio 1998), p. 34
M
Malizhaeza, Eneko
v. Agirre Oar, José Miguel
v. Mali
Martín Miguel, María Ángeles
Arte y cultura en Vitoria durante el siglo
XVI
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Martínez de Madina Salazar, Elena
Los viajeros en Vitoria (recensión de
Historias de una ciudad. Vitoria en los
libros de viajes, de Ángel Martínez Salazar. Txertoa, San Sebastián 1994)
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Eco de las obras de Azkue en El Heraldo Alavés
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Martínez Fernández, Eukene
Recensión de Pays Basque roman. Álava, Biscaye, Guipúzcoa, de José Javier
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Moraza Bastida, Pedro M.
Preguntas sobre la plaza de los Fueros
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Moreno Bergareche, Alvaro
V. a. Antxustegi Igartua, Esteban
Sobre la identidad vasca desde la perspectiva de la tradición foral
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Morvay, Károly
Ikusi dudan neska ederrena zara... (recensión de Kaixo!: Manual de conversación castellano-euskara, de Garikoitz
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Mota, Carlos
Riquer y sus ancestros (recensión de
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N
Novella, Pedro J.
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Ochoa da Silva, José Javier
Juanma Bajo Ulloa, el impulso creativo:
el cineasta vitoriano estrenará su nueva
película en el Festival Internacional de
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Escribo para divertirme: Paloma Díaz
Mas necesita tranquilidad y varios años
para acabar una novela (entrevista)
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Félix González Petite. Anhelos de calidad teatral. El programador del Principal apuesta por los espectáculos de
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Ortega Munilla, José
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Muñoz Molina y Vitoria (recensión de Ardor guerrero, de Antonio Muñoz Molina.
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Ortuño Martínez, Manuel
Fermín Tastet, banquero de Bilbao y el
primer exilio liberal en Londres (18141820): notas sobre los inicios del liberalismo en el País Vasco
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Otaola, Javier
San Juan de Luz
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Ética y estética de la novela policíaca
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CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN
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Otazu Llana, Alfonso
Los monumentos civiles de mi pueblo
(Zurbano)
Nº 3 (jun. 1994), p. 19-20
P
Palacios Fernández, Emilio
Las hormigas nunca fueron en peregrinación a la tumba de Samaniego (recensión de La derrota de los fabulistas,
de José A. Ramírez Lozano. Aguaclara,
Alicante 1994)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 8-9
Pardo San Gil, Juan
Álava y la marina de guerra auxiliar de
Euzkadi (1936-1937)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 24-27
Peciña Anitua, Miguel
El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano
Nº 2 (dic. 1993), p. 7
Isaac Puente (1896-1936) y Federica
Montseny (1905-1994)
Nº 3 (jun. 1994), p. 15-16
La guerra según Félix de Azúa (recensión de Cambio de bandera, de Félix de
Azúa. Anagrama, Madrid 1991)
Nº 4 (abr. 1995), p. 18-20
Cipayos en clave carlista
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 4
Conmemoraciones sin pedestal: Puente, Durruti y Malraux
Nº 7 (jul. 1998), p. 3-5
Mugalaris en la II Guerra Mundial (recensión de En passant la Bidasoa. Le
réseau “Comète” au Pays Basque, de
Juan Carlos Jiménez de Aberásturi.
Txertoa, San Sebastián 1996)
Nº 7 (jul. 1998), p. 25
Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas: entrevista inédita
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 3-5
Southworth y Gernika
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 6
El carlismo vascónico en 1936 (recensión de La nueva Covadonga. Orígenes
sociales y culturales de la sublevación
de 1936 en Navarra y el País Vasco, de
Javier Ugarte. Biblioteca Nueva / Instituto de Historial Social Valentín de Foronda, Madrid 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001) , p. 62-63
El toro de los Borgia (recensión de O
César o nada, de Manuel Vázquez Montalbán. Planeta, Barcelona 1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 80-81
Peris, Antoni
El poema latino en honor de Roncesvalles
Nº 7 (jul. 1998), p. 11-12
Portillo Valdés, José María
Liberalismo y carlismo en la primera mitad del XIX (recensión de Revolución y
tradición. El País Vasco ante la Revolución liberal y la construcción del Estado
español, 1808-1868, de Coro Rubio Pobes. Siglo XXI e Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, Madrid 1996)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 82-83
Rechazo, Máximo
v. Verástegui Cobián, Federico
Rotaeche, Manuel
Notas sobre la casa Etxezarra, sita en
Vitoria
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 48
Ruiz de Urrestarazu, Manuel María
Una visión de Valderejo (recensión de
La vida en el parque natural de Valderejo, de Eloy Fdez. de Montoya Magaña y
Pedro M.ª Uribe-Echebarría Díaz. Diputación Foral de Álava, Gobierno Vasco e
Instituto Alavés de la Naturaleza, VitoriaGasteiz 1991)
Nº 4 (abr. 1995), p. 17-18
S
Sáenz, Antonio
v. Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Salutación
Nº 1 (jul. 1993), p. 1
Increíble pero tristemente cierto
Nº 1 (jul. 1993), p. 10
Repoblación, recuperación, paisaje
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Mis conversaciones con Helmut (entrevista)
Nº 2 (dic. 1993), p. 8
Eusko Ikaskuntza
Nº 2 (dic. 1993), p. 13
De leyes, normativas y demás parientes
Nº 3 (jun. 1994), p. 8
Aspaldiko gauzak
Nº 4 (abr. 1995), p. 8
¿Cómo encarcelar al carcelero?
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 15
Aspaldiko gauzak. II. Boinas subversivas
Nº 7 (jul. 1998), p. 19
Aspaldiko gauzak. III. Cualquier tiempo
pasado no fue mejor
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 45
Santiago, Natividad de
Uso y abuso de la fiesta de Santa Águeda
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Santiago, Rosario Isabel de
No se responde
Nº 2 (dic. 1993), p. 11
Sedano Laño, José María
Lápidas en las calles vitorianas
Nº 3 (jun. 1994), p. 6-7
Serrano, Encina
Consumo o desgaste
Nº 2 (dic. 1993), p. 14
Serrano de Pablo, José Antonio
Mi vitorianismo
Nº 3 (jun. 1994), p. 24-25
Sociedad Landázuri
117
Declaración fundacional de la Sociedad
Landázuri
Nº 1 (jul. 1993), p. 1-2
Declaración de la Sociedad Landázuri
sobre el campus de Álava de la Universidad del País Vasco
Nº 1 (jul. 1993), p. 2-3
Declaración de la Sociedad Landázuri
sobre la reforma del derecho foral de
Álava
Nº 1 (jul. 1993), p. 3
Petición de la Sociedad Landázuri para
que se limite la violencia en la televisión
Nº 1 (jul. 1993), p. 3
Resumen de 15 meses de la Sociedad
Landázuri (febrero 1992 – mayo 1993)
Nº 1 (jul. 1993), p. 13-15
Gracias y adelante; Itxaropena
Nº 2 (dic. 1993), p. 1
Ayer y hoy. Sobre el derribo de la capilla
del hospital de Santiago. Material gráfico.
Nº 2 (dic. 1993), p. 12
Noticiario de la Sociedad. Presentación
de la revista Landázuri; Un recuerdo
para los Apraiz; Más de cien socios
Nº 2 (dic. 1993), p. 15
De nuevo en la calle; Berriro ere zuen
artean
Nº 3 (jun. 1994), p. 1
Ayer y hoy: Iglesia de Gardelegi; Restaurante La Antonia de Armentia. Material gráfico.
Nº 3 (jun. 1994), p. 25
Noticiario (noviembre 1993 – mayo
1993)
Nº 3 (jun. 1994), p. 26-27
Nota de la Sociedad Landázuri sobre
el traslado de servicios policiales a Bilbao
Nº 3 (jun. 1994), p. 27
Una nueva asociación cultural y una
nueva revista (okoa)
Nº 3 (jun. 1994), p. 27
Justificación y solicitud; Berandu, baina...
Nº 4 (abr. 1995), p. 1
Nota de la Sociedad Landázuri sobre
las obras en la plaza de Peñacerrada
Nº 4 (abr. 1995), p. 1
Noticiario de la Sociedad: actividades
julio 1994 - marzo 1995
Nº 4 (abr. 1995), p. 15
Ayer y hoy: Plaza de Bilbao. Material
gráfico.
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La Fundación Otazu Zulueta
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Presentación; Lehenengo asmo bera
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Ayer y hoy: De la desaparecida torre
medieval del puente de Treviño. Material
gráfico.
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25
Noticiario de la Sociedad: actividades
mayo 1995 – abril 1997)
Landázuri
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Nº 5-6 (mayo 1997), p. 26
Recuerdos. El convento de los Carmelitas; Nacionalismo vasco en Vitoria
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 28
Paisaje y cultura; Eginkizun handiak
Nº 7 (jul. 1998), p. 1
Recuerdos de antaño. Fielato en Vitoria.
Material gráfico
Nº 7 (jul. 1998), p. 31
Noticiario de la Sociedad Landázuri:
junio 1997 - julio 1998
Nº 7 (julio 1998), p. 31-33
Seis años de Distinciones Landázuri
Nº 7 (julio 1998), p. 36
Darnos a conocer; Bakea gauza guztien
gainetik
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 1
Recuerdos de antaño: Asilo de las Nieves (Vitoria). Material gráfico.
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91
Elogio de una fachada restaurada (restauración del n.º 17 de la calle Florida
de Vitoria). Material gráfico.
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92
Noticiario de la Sociedad Landázuri
(septiembre 1998 – junio 2001)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92-95
T
Tabar Anitua, Fernando
Sobre El cazador de Murillo
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 21-23
Tamames, Kepa
Cigüeñas [carta]
Nº 7 (julio 1998), p. 34
U
Uriarte Zulueta, Manuel María de
El derecho civil alavés en 1993
Nº 1 (jul. 1993), p. 8
Ricardo III en Álava o la publicidad en el
siglo XIV
Nº 2 (dic. 1993), p. 3
Treviño y la frontera de Inglaterra
Nº 2 (dic. 1993), p. 9
Vitoria y sus barrios en 1291
Nº 3 (jun. 1994), p. 4
Juan de Arcaya y la historiografía alavesa
(recensión de Compendio historial y antigüedades de la provincia de Álava (Un
manuscrito del siglo XVII para la historia
de Álava), de Juan de Arcaya. Silvestre
Portilla Ogueta (1993)
Nº 3 (jun. 1994), p. 21-22
La primera batalla de Vitoria (1367)
Nº 4 (abr. 1995), p. 3-4
Un homenaje a Fernán Álvarez Bachiller
Nº 4 (abr. 1995), p. 22
El diputado que quería ser obispo (sobre
Mariano Rodríguez Olmedo)
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 6-7
Una página semiolvidada de la historia
vitoriana (recensión de Vitoria y los 43
pueblos de la antigua jurisdicción, de
Blas J. Díaz de Arcaya. Ed. facsímil, Vitoria 1850. París-Valencia, Valencia 1994)
Nº 7 (jul. 1998), p. 26
Urquizu, Francisco S.
v.a. Apraiz, Luis Angel de
V
Val, Enrique del
Un monumento a Celedón [carta]
Nº 4 (abr. 1995), p. 24-25
Val, Venancio del
Chimeneas industriales
Nº 4 (abr. 1995), p. 6
Más sobre el Orfeón Vitoriano
Nº 7 (jul. 1998), p. 23
En torno a Celedón
Nº 7 (jul. 1998), p. 24
El monumento a Dato
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 46-47
Verástegui Cobián, Federico
La corrupción, Aristóteles y un hortelano
Nº 1 (jul. 1993), p. 9
Aparecen las actas originales de la fundación de la Real Sociedad Bascongada
de Amigos del País
Nº 2 (dic. 1993), p. 2
Las impresiones de don Prudencio
Nº 2 (dic. 1993), p. 6
“Yo nací el siglo pasado”. Justo Gárate
(entrevista)
Nº 2 (dic. 1993), p. 10-11
Recuerdos de un vitoriano en Argentina
Nº 3 (jun. 1994), p. 9
Etxezarra
Nº 3 (jun. 1994), p. 17
Un hombre extraordinario: José María
Murga, recuerdos marroquíes del Moro
Vizcaíno (recensión de Recuerdos Marroquíes del Moro Vizcaíno, José María
de Murga Mugartegui. Ed. facsímil. BBK,
Bilbao 1994)
Nº 4 (abr. 1995), p. 15-16
X
X.X.
Karobia Elgean (carta)
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Z
Zabaleta, Mikel
Recensión de De la derrota a la esperanza. Políticas vascas durante la II Guerra
Mundial (1937-1947) de Juan Carlos Jiménez de Aberásturi. Instituto Vasco de
Administración Pública – Herri Arduralaritzaren Euskal Erakundea, Oñati 1999
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 64-65
C ATÁ L OG O de T Í T U LOS
A
A través de Alba: impresiones de un viaje
por Escocia
Knörr, Henrike
Nº 7 (jul. 1998), p. 20-22
Abandono y ruina de la iglesia de Tortura
Aguirre Oar, José Miguel
Nº 5-6 (mayo 1997, p. 19-21
Álava en Madrid
Hernández, Carlos
Nº 1 (jul. 1993), p. 11
Álava marinera, o algunos pilotos y dueños de barcos en Cádiz
Garmendia Arruebarrena, José
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 2
Álava y la marina de guerra auxiliar de
Euzkadi (1936-1937)
Pardo San Gil, Juan
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 24-27
Algo de luz sobre los conflictos yugoslavos
Camus Bergareche, Bruno
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 78
Antonio de Murgiak esan zuena
Atxaga, Bernardo
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 54-56
Aparecen las actas originales de la fundación de la Real Sociedad Bascongada
de Amigos del País
Verástegui Cobián, Federico
Nº 2 (dic. 1993), p. 2
Arquitectura en Vitoria en sus monumentos desaparecidos
Apraiz, Luis Angel de
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 16-17
Arte y cultura en Vitoria durante el siglo
XVI
Martín Miguel, María Angeles
118
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 13-14
Aspaldiko gauzak I
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 4 (abr. 1995), p. 8
Aspaldiko gauzak. II. Boinas subversivas
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 7 (jul. 1998), p. 19
Aspaldiko gauzak. III. Cualquier tiempo
pasado no fue mejor
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 45
Atauriko zubia ere bota dute
Knörr, Henrike
Nº 2 (dic. 1993), p. 14
Avisos, pegatinas y demás
Knörr, Henrike
Ayer y hoy
Ayer y hoy. Material gráfico
Nº 2 (dic. 1993), p. 12
CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN
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Ayer y hoy. Material gráfico
Nº 3 (jun. 1994), p. 12
Ayer y hoy. Material gráfico
Nº 4 (abr. 1995), p. 26
Ayer y hoy. Material gráfico
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25
B
Bakero y el txupinazo (a propósito de una
declaración académica)
Knörr, Henrike
Nº 1 (jul. 1993), p. 12
Berandu, baina...
Justificación y solicitud
Resumen euskera: Berandu, baina...
Nº 4 (abr. 1995), p. 1
Berso berriyac egui garbiyac
Antxustegi Igartua, Esteban
Muñagorriren bertsoak o El fuerismo popular
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 17-20
Boinas subversivas
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Aspaldiko gauzak. II. Boinas subversivas
Nº 7 (jul. 1998), p. 19
Brugge eta euskaldunak
Knörr, Henrike
Nº 3 (jun. 1994), p. 5
C
Calidoscopio cubano (1)
Aguirre Oar, José Miguel
Nº 3 (jun. 1994), p. 10-12
Calidoscopio cubano (2)
Aguirre Oar, José Miguel
Nº 4 (abr. 1995), p. 12-14
Caminos de la “Cruz Blanca”
Donnay, Alfredo
Precede al tít.: Un recuerdo de la Cruz
Blanca, hoy en algún depósito municipal
Nº 4 (abr. 1995), p. 21
Carlismo vascónico en 1936, El
Peciña Anitua, Miguel
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 62-63
Cartas
Astúlez / Luis López. Gora zuek! / Legardagutxi. Cigüeñas / Kepa Tamames. La
fuente de la Trinidad / Un grupo de montañeros. Karobia Elgean / X.X. Una sugerencia para Betolaza / Lur-zale
Nº 7 (julio 1998), p. 34
Cartas a la revista
Dignidad de las dos lenguas / L.L. Teléfonos en los bares / Landázurizale
Nº 1 (jul. 1993), p. 12
Chimeneas industriales
Val, Venancio del
Nº 4 (abr. 1995), p. 6
Cipayos en clave carlista
Peciña Anitua, Miguel
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 4
¿Cómo encarcelar al carcelero?
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 15
Conmemoraciones sin pedestal, Puente,
Durruti y Malraux
Peciña Anitua, Miguel
Nº 7 (jul. 1998), p. 3-5
Consumo o desgaste
Serrano, Encina
Nº 2 (dic. 1993), p. 14
Contra el gauchismo y demás
Knörr, Henrike
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 86-87
El convento de San Francisco
Urquizu, Francisco S.
Nº 3 (jun. 1994), p. 24
Una correspondencia alavesa en Sevilla
Garmendia Arruebarrena, José
Nº 7 (jul. 1998), p. 18
La corrupción, Aristóteles y un hortelano
Verástegui Cobián, Federico
Nº 1 (jul. 1993), p. 9
Cualquier tiempo pasado no fue mejor
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 45
Cuba, lo que he visto
Knörr, Henrike
Dos relatos de viaje. II. Cuba, lo que he
visto. Notas de unos días en La Habana
(1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 38-40
D
D. Juan Bernal Díaz de Luco (1495-1556)
y su lápida sepulcral en Luco
Calleja Ansótegui, Zoilo
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 18
Darnos a conocer
Resumen en euskera: Bakea gauza guztien gainetik
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 1
De cuando el Diputado General de Álava
convocaba a la guerra internacional
Hernández, Carlos
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 41-42
De leyes, normativas y demás parientes
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 3 (jun. 1994), p. 8
De nuevo en la calle
Resumen en euskera: Berriro ere zuen
artean
Nº 3 (jun. 1994), p. 1
De vuelta a las raíces
Hidalgo de Cisneros Alonso, Ignacio
Nº 7 (jul. 1998), p. 13-14
Declaración de la Sociedad Landázuri sobre el Campus de Álava de la Universidad del País Vasco
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Nº 1 (jul. 1993), p. 2-3
Declaración de la Sociedad Landázuri
sobre la reforma del derecho foral de
Alava
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Nº 1 (jul. 1993), p. 3
Declaración fundacional de la Sociedad
Landázuri
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Nº 1 (jul. 1993), p. 1-2
Del Canigó al Empordà (1996)
Knörr, Henrike
Dos relatos de viaje. I. Del Canigó al Empordà (1996)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 34-37
El Derecho civil alavés en 1993
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Nº 1 (jul. 1993), p. 8
119
Derechos históricos y constitución
Arrieta Alberdi, Jon
Derechos históricos y constitución: en torno al último libro de Herrero de Miñón / N.
8-9-10 (jul. 2001), p. 7-13
Unos deseos para Landázuri y Vitoria
Garmendia Arruebarrena, José
Nº 3 (jun. 1994), p. 23
Dibujo “sorprendente” grabado sobre
una losa en Villanueva de Valdegobía
(Alava), Un
Elejalde, José María
Nº 1 (jul. 1993), p. 5
El dintel del Pilar en Marquínez
Novella, Pedro J.
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 31-33
El diputado que quería ser obispo
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 6-7
Dos cartas
Comentarios de José Miguel de Azaola y
Miguel Vivanco sobre la revista Landázuri
y su contenido
No se responde / R.I. de Santiago
Nº 2 (dic. 1993), p. 11
Dos relatos de viaje
Knörr, Henrike
Dos relatos de viaje. I. Del Canigó al Empordà (1996)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 34-37
Knörr, Henrike
Dos relatos de viaje. II, Cuba, lo que he
visto. Notas de unos días en La Habana
(1999)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 38-40
E
Eco de las obras de Azkue en El Heraldo
Alavés
Martínez de Madina Salazar, Elena
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 12
Eleizalde berriro gure artean
Aizpuru Murua, Mikel Xabier
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 72
Elogio de una fachada restaurada
Material gráfico
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92
En torno a Celedón
Val, Venancio del
Nº 7 (jul. 1998), p. 24
Los equinos de los santos
Gonzalo-Bilbao, Pedro Ignacio
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 57
Esbozos de Unamuno
Granja Pascual, José Javier
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 58-59
Escribo para divertirme
Ochoa da Silva, José Javier
Escribo para divertirme: Paloma Díaz Mas
necesita tranquilidad y varios años para
acabar una novela
Nº 2 (dic. 1993), p. 4-6
Un estudio de los documentos de la Cancillería de Sancho el Sabio de Navarra
(1150-1194)
Lopetegi Senperena, Guadalupe
Nº 3 (jun. 1994), p. 3
Etica y estética de la novela policíaca
Otaola, Javier
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 5
Landázuri
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Etxezarra
Verástegui Cobián, Federico
Nº 3 (jun. 1994), p. 17
Euskara txukunaren bila
Knörr, Henrike
Nº 7 (jul. 1998), p. 28
El euskera en Galarreta en 1748
Ibisate Lozares, Angel
El euskera en Galarreta en 1748
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 43-44
Eusko Ikaskuntza
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 2 (dic. 1993), p. 13
F
Félix González Petite. Anhelos de calidad
teatral
Ochoa da Silva, José Javier
Nº 3 (jun. 1994), p. 13-14
Fermín Tastet, banquero de Bilbao y el
primer exilio liberal en Londres (18141820)
Ortuño Martínez, Manuel
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 14-16
Foto denuncia
Foto denuncia. Material gráfico
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91
Foto elogio
Foto elogio. Material gráfico
Nº 3 (jun. 1994), p. 12
Foto elogio. Material gráfico
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91
Fotos denuncia
Fotos denuncia. Material gráfico
Nº 1 (jul. 1993), p. 13
Fotos denuncia. Material gráfico
Nº 2 (dic. 1993), p. 13
Fotos denuncia. Material gráfico
Nº 3 (jun. 1994), p. 13
Fotos denuncia. Material gráfico
Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27
Fotos denuncia. Material gráfico
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25-26
Fotos denuncia. Material gráfico
Nº 7 (julio 1998), p. 35
Fotos elogio
Fotos elogio. Material gráfico
Nº 1 (jul. 1993), p. 12
Fotos elogio. Material gráfico
Nº 2 (dic. 1993), p. 12
Fotos elogio. Material gráfico
Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27
Fotos elogio. Material gráfico
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25
Fotos elogio. Material gráfico
Nº 7 (julio 1998), p. 35
Franquicias condales castellanas
Gárate, Alberto
Nº 7 (jul. 1998), p. 29
El fuerismo popular. Berso berriyac egui
garbiyac
Antxustegi Igartua, Esteban
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 17-20
La Fundación Otazu Zulueta
Nº 4 (abr. 1995), p. 28
G
J
El General Uranga y el cadáver de Martín
Zurbano
Peciña Anitua, Miguel
Nº 2 (dic. 1993), p. 7
George Steiner mintzo
Knörr, Henrike
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 75
Gora auzalana!
Knörr, Henrike
Nº 1 (jul. 1993), p. 5
Gracias y adelante
Resumen en euskera: Itxaropena
Nº 2 (dic. 1993), p. 1
Guerra según Félix de Azúa, La
Peciña Anitua, Miguel
Nº 4 (abr. 1995), p. 18-20
Jesús Guinea y González de Peñalba
Apraiz, Luis Angel de
Nº 4 (abr. 1995), p. 2
José Miguel de Azaola, un intelectual
europeísta
Knörr, Henrike
Nº 7 (jul. 1998), p. 16-17
Juan Cruz Alli responde a Landázuri sobre Eusko Ikaskuntza
Alli Aranguren, Juan Cruz
Nº 3 (jun. 1994), p. 23
Juan de Arcaya y la historiografía alavesa
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Nº 3 (jun. 1994), p. 21-22
Juanma Bajo Ulloa, el impulso creativo
Ochoa da Silva, José Javier
Nº 1 (jul. 1993), p. 6-7
Judíos y cristianos
Azaola, José Miguel de
Nº 7 (jul. 1998), p. 6-7
Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas
Peciña Anitua, Miguel
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 3-5
Justificación y solicitud
Resumen en euskera: Berandu, baina...
Nº 4 (abr. 1995), p. 1
H
El Hayedo
Borderas Gaztambide, Augusto
Nº 4 (abr. 1995), p. 4-5
Un Hombre extraordinario, Un
Rechazo, Máximo
Un hombre extraordinario: José María
Murga. Recuerdos marroquíes del Moro
Vizcaíno
Nº 4 (abr. 1995), p. 15-16
Homenaje a Fernán Alvarez Bachiller
Lebario, Andrés
Nº 4 (abr. 1995), p. 22
Las hormigas nunca fueron en peregrinación a la tumba de Samaniego
Palacios Fernández, Emilio
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 8-9
I
El Ibérico seguirá esperando
Knörr, Henrike
Nº 3 (jun. 1994), p. 22
Ikusi dudan neska ederena zara...
Morvay, Károly
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 73
Las impresiones de don Prudencio
Verástegui Cobián, Federico
Nº 2 (dic. 1993), p. 6
In memoriam Jon Bilbao (1915-1994)
Knörr, Henrike
Nº 4 (abr. 1995), p. 10-11
Increíble pero tristemente cierto
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 1 (jul. 1993), p. 10
La incursión “africana” de una novelista
Knörr, Henrike
Nº 4 (abr. 1995), p. 15
La inhumación de los restos de Ignacio
Hidalgo de Cisneros
Hidalgo de Cisneros Alonso, Ignacio
Nº 4 (abr. 1995), p. 9-10
Instrucción religiosa, cultura religiosa
Knörr, Henrike
Nº 2 (dic. 1993), p. 4
Isaac Puente (1896-1936) y Federica
Montseny (1905-1994)
Peciña Anitua, Miguel
Nº 3 (jun. 1994), p. 15-16
120
L
Lápidas en las calles vitorianas
Sedano Laño, José María
Nº 3 (jun. 1994), p. 6-7
Lehenengo asmo bera
Presentación
Resumen en euskera: Lehenengo asmo
bera
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 1
La lengua vasca y las Juntas Generales
de Alava: aparece el decreto prohibiendo el euskera en 1682
Knörr, Henrike
Nº 3 (jun. 1994), p. 2
Liberalismo de la tierra
Ortiz de Orruño Legarda, José María
Fausto de Otazu a Iñigo Ortés de Velasco:
cartas 1834-1841 de Juan Vidal-Abarca,
Federico de Verástegui y Alfonso Otazu
(eds.)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 60-61
Liberalismo y carlismo en la primera mitad del XIX
Portillo Valdés, José María
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 82-83
Libro sobre Julián de Ajuriaguerra
Nº 4 (abr. 1995), p. 20
Libros
Aguirre Oar, José Miguel
Zaldibartxo (1941-1991) de Mario López
de Guereña y Fernando González de Heredia
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23
Aguirre Oar, José Miguel
Curiosidades de la cocina alavesa de Fernándo González Heredia
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23
Aizpuru Murua, Mikel Xabier
Eleizalde berriro gure artean
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 72
CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN
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NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE
Camus Bergareche, Bruno
Algo de luz sobre los conflictos yugoslavos
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 78
Díaz Noci, Javier
Recuperar los albores de prensa alavesa:
el primer periódico vitoriano, en facsímil
Nº 7 (jul. 1998), p. 30
Gárate, Alberto
Las Merindades de Castilla Vieja y su Junta General de Rafael Sánchez Domingo
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23
Gárate, Alberto
Franquicias condales castellanas
Nº 7 (jul. 1998), p. 29
Granja Pascual, José Javier
Esbozos de Unamuno
Nº 8-9-10 (jul. 2001) p. 58-59
Hernández Pérez de Landazabal, Luis
Arturo
Novela bizantina serbia
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 76-77
Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos
La Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi
(1936-39) de Juan Pardo San Gil
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 66-67
Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos
Los vericuetos del lehendakari Aguirre
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 84-85
Knörr, Henrike
El ibérico seguirá esperando
Nº 3 (jun. 1994), p. 22
Knörr, Henrike
La incursión “africana” de una novelista
Nº 4 (abr. 1995), p. 15
Knörr, Henrike
Euskal hiztegia de Ibon Sarasola
Nº 5-6 (mayo 1997) , p. 22
Knörr, Henrike
Euskara txukunaren bila
Nº 7 (jul. 1998), p. 28
Knörr, Henrike
Marianistak oroitzen direnean
Nº 8-9-10. (jul. 2001), p. 71
Knörr, Henrike
George Steiner mintzo
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 75
Knörr, Henrike
Una oportunidad perdida
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 79
Knörr, Henrike
Contra el gauchismo y demás
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 86-87
Knörr, Henrike
El tenista pétainista
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 88-89
Libro sobre Julián de Ajuriaguerra
Nº 4 (abr. 1995), p. 20
Martínez de Madina Salazar, Elena
Los viajeros en Vitoria
Nº 4 (abr. 1995), p. 16-17
Martínez Fernández, Eukene
Pays Basque roman: Alava, Biscaye, Guipúzcoa, de José Javier López de Ocariz
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 70-71
Morvay, Károly
Ikusi dudan neska ederrena zara...
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 73
Morvay, Károly
El viajero Espinàs
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 74-75
Mota, Carlos
Riquer y sus ancestros
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 68-69
Ortiz de Orruño Legarda, José María
Liberalismo de la tierra
Fausto de Otazu a Iñigo Ortés de Velasco:
cartas 1834-1841 de Juan Vidal-Abarca,
Federico de Verástegui y Alfonso Otazu
(eds.)
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 60-61
Ortiz de Urbina, Antonio
Dos hermanos, de Bernardo Atxaga
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 22
Ortiz de Urbina, Antonio
Muñoz Molina y Vitoria
Nº 7 (jul. 1998), p. 27
Peciña Anitua, Miguel
La guerra según Félix de Azúa
Nº 4 (abr. 1995), p. 18-20
Peciña Anitua, Miguel
Mugalaris en la II Guerra Mundial
Nº 7 (jul. 1998), p. 25
Peciña Anitua, Miguel
El carlismo vascónico en 1936
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 62-63
Peciña Anitua, Miguel
El toro de los Borgia
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 80-81
Portillo Valdés, José María
Liberalismo y carlismo en la primera mitad
del XIX
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 82-83
Rechazo, Máximo
Un hombre extraordinario: José María
Murga. Recuerdos marroquíes del Moro
Vizcaíno
Nº 4 (abr. 1995), p. 15-16
Ruiz de Urrestarazu, Manuel María
Una visión de Valderejo
Nº 4 (abr. 1995), p. 17-18
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Juan de Arcaya y la historiografía alavesa
Nº 3 (jun. 1994), p. 21-22
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Una página semiolvidada de la historia
vitoriana
Nº 7 (jul. 1998), p. 26
Zabaleta, Mikel
De la derrota a la esperanza: políticas
vascas durante la II Guerra Mundial
(1937-1947), de Juan Carlos Jiménez de
Aberásturi
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 64-65
M
Marianistak oroitzen direnean
Knörr, Henrike
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 71
Más sobre el euskara y las Juntas Generales
Ibisate Lozares, Angel
Nº 4 (abr. 1995), p. 22-23
Más sobre el Orfeón Vitoriano
Val, Venancio del
Nº 7 (jul. 1998), p. 23
Más sugerencias
Arabar bat
Nº 4 (abr. 1995), p. 23-24
Mi vitorianismo
Serrano de Pablo, José Antonio
Nº 3 (jun. 1994), p. 24-25
121
Mis conversaciones con Helmut
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 2 (dic. 1993), p. 8
Un monumento a Celedón
Val, Enrique del
Nº 4 (abr. 1995), p. 24-25
El monumento a Dato
Val, Venancio del
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 46-47
Los monumentos civiles de mi pueblo
Otazu Llana, Alfonso
Nº 3 (jun. 1994), p. 19-20
Mostar, yo estuve allí
Borderas Gaztambide, Augusto
Nº 1 (jul. 1993), p. 4
Mugalaris en la II Guerra Mundial
Peciña Anitua, Miguel
Nº 7 (jul. 1998), p. 25
Muñagorriren bertsoak o El fuerismo popular. Berso berriyac egui garbiyac
Antxustegi Igartua, Esteban
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 17-20
Muñoz Molina y Vitoria
Ortiz de Urbina, Antonio
Nº 7 (jul. 1998), p. 27
N
Napoleón en Vitoria
Ortega Munilla, José
Napoleón en Vitoria: reuerdos históricos
Nº 3 (jun. 1994), p. 17-18
No se responde
No se responde / R.I. de Santiago
Nº 2 (dic. 1993), p. 11
Nota de la Sociedad Landázuri sobre el
traslado de servicios policiales a Bilbao
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Nº 3 (jun. 1994), p. 27
Nota de la Sociedad Landázuri sobre las
obras en la plaza de Peñacerrada
Nº 4 (abr. 1995), p. 1
Notas sobre la casa Etxezarra, sita en
Vitoria
Ortuño Bustite
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 48
Noticiario
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Nº 3 (jun. 1994), p. 26-27
Noticiario de la Sociedad
Contiene: Presentación de la revista Landázuri; Un recuerdo para los Apraiz; Más
de cien socios
Nº 2 (dic. 1993), p. 15
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Noticiario de la Sociedad: actividades julio
94, marzo 95
Nº 4 (abr. 1995), p. 15
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Noticiario de la Sociedad: actividades
mayo 1995-marzo 1997
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 26
Noticiario de la Sociedad Landázuri
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Noticiario de la Sociedad Landázuri : junio
1997-julio 1998
Nº 7 (julio 1998), p. 31-33
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Noticiario de la Sociedad Landázuri
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92-95
Landázuri
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Novela bizantina serbia
Hernández Pérez de Landazabal, Luis
Arturo
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 76-77
Una nueva asociación cultural y una nueva revista, Una
Nº 3 (jun. 1994), p. 27
O
Una oportunidad perdida
Knörr, Henrike
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 79
El orfeón Vitoriano
Knörr, Henrike
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 4
P
Una página semiolvidada de la historia
vitoriana
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Nº 7 (jul. 1998), p. 26
Paisaje y cultura
Resumen en euskera: Eginkizun handiak
Nº 7 (jul. 1998), p. 1
Petición de la Sociedad Landázuri para
que se limite la violencia en la televisión
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Nº 1 (jul. 1993), p. 3
El poema latino en honor de Roncesvalles
Peris, Antoni
Nº 7 (jul. 1998), p. 11-12
Preguntas sobre la Plaza de los Fueros
Moraza Bastida, Pedro M.
Nº 4 (abr. 1995), p. 25
Presentación
Resumen en euskera: Lehenengo asmo
bera
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 1
La primera batalla de Vitoria
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Nº 4 (abr. 1995), p. 3-4
La publicidad en el siglo XIV
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Ricardo III en Álava o La publicidad en el
siglo XIV
Nº 2 (dic. 1993), p. 3
Un recuerdo de la Cruz Blanca, hoy en
algún depósito municipal
Donnay, Alfredo
Caminos de la “Cruz Blanca”
Nº 4 (abr. 1995), p. 21
R
Recuerdos
Recuerdos
Contiene: El Convento de los Carmelitas;
Nacionalismo vasco en Vitoria
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 28
Recuerdos de antaño
Recuerdos de antaño. Material gráfico
Nº 7 (jul. 1998), p. 31
Recuerdos de antaño. Material gráfico
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91
Recuerdos de un vitoriano en Argentina
Verástegui Cobián, Federico
Nº 3 (jun. 1994), p. 9
Recuperar los albores de prensa alavesa
Díaz Noci, Javier
Recuperar los albores de prensa alavesa:
el primer periódico vitoriano, en facsímil
Nº 7 (jul. 1998), p. 30
Repoblación, recuperación, paisaje
Sáenz, Antonio
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Resumen de 15 meses de la Sociedad
Landázuri
Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz)
Nº 1 (jul. 1993), p. 13-15
Ricardo III en Álava o La publicidad en el
siglo XIV
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Nº 2 (dic. 1993), p. 3
Riquer y sus ancestros
Mota, Carlos
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 68-69
Roberto Ugarte, director de la Escuela de
Música Luis Aramburu, “las instituciones deben fomentar el intercambio de
músicos”
Estarrona, Jesús María
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 10-11
S
Salutación
Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio
Nº 1 (jul. 1993), p. 1
San Juan de Luz
Otaola, Javier
Nº 4 (abr. 1995), p. 7
Santiago Onaindia oroitzapenean
Knörr, Henrike
Nº 7 (jul. 1998), p. 8
Se descubre un ventanal románico en la
parroquia de Zárate
Iturrate Sáenz de Lafuente, José
Nº 3 (jun. 1994), p. 2
Seis años de distinciones Landázuri
Nº 7 (julio 1998), p. 36
Selma Huxley, la gran investigadora de
los marinos vascos
Knörr, Henrike
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 49-53
Una semblanza de José María de Areilza
Borderas Gaztambide, Augusto
Nº 7 (jul. 1998), p. 14-15
Sobre el cazador de Murillo
Tabar Anitua, Fernando
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 21-23
Sobre el derribo de las casas frente al
Parlamento Vasco
Apraiz, Luis Angel de
Nº 2 (dic. 1993), p. 2-3
Sobre el topónimo mayor Ganboa
Lizundia, José Luis
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
Sobre la identidad vasca desde la perspectiva de la tradición foral
Moreno Bergareche, Alvaro
Nº 7 (jul. 1998), p. 9-10
Sobre musulmanes y judíos
Gárate, Alberto
Nº 4 (abr. 1995), p. 5-6
122
Soneto que el socio Luis Berasategui
Garaizábal dedica humildemente a la
Sociedad Cívico-Cultural Landázuri y
a su naciente boletín
Berasategui Garaizábal, Luis
Nº 1 (jul. 1993), p. 11
Southworth y Gernika
Peciña Anitua, Miguel
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 6
Sugerencias ciudadanas de un viaje a
Alsacia
Hidalgo de Cisneros, Ignacio
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 90
T
Tenista pétainista, El
Knörr, Henrike
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 88-89
Textos periodísticos alaveses en lengua
vasca (1888)
Díaz Noci, Javier
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 28-30
El toro de los Borgia
Peciña Anitua, Miguel
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 80-81
Treviño y la frontera de Inglaterra
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Nº 2 (dic. 1993), p. 9
Triste entierro
Azaola, José Miguel de
Nº 1 (jul. 1993), p. 4
U
Uso y abuso de la fiesta de Sta. Agueda
Santiago, Natividad de
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24
V
Los vericuetos del lehendakari Aguirre
Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 84-85
El viajero Espinàs
Morvay, Károly
Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 74-75
Los viajeros en Vitoria
Martínez de Madina Salazar, Elena
Nº 4 (abr. 1995), p. 16-17
Viejos txistularis y una sugerencia
Malizhaeza, Eneko
Nº 4 (abr. 1995), p. 21
Una visión de Valderejo
Ruiz de Urrestarazu, Manuel María
Nº 4 (abr. 1995), p. 17-18
Una visita a la villa de Domaikia
Iturrate Sáenz de Lafuente, José
Nº 5-6 (mayo 1997), p. 3
Vitoria y sus barrios en 1291
Uriarte Zulueta, Manuel María de
Nº 3 (jun. 1994), p. 4
Y
“Yo nací el siglo pasado”. Justo Gárate
Verástegui Cobián, Federico
Nº 2 (dic. 1993), p. 10-11
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NOTICIARIO
octubre de 2001- diciembre de 2004
de la sociedad landázuri
2001
7 de octubre. Excursión de la Reja de
Álava (es decir, según la lista de
pueblos alaveses del año 1025 que
pagaban un tributo al monasterio de
San Millán). Se visitan Elgea, Gebara, Etura y Arrieta. Dirige la visita
Alberto Gárate.
21 de octubre. Excursión de la Reja
de Álava. Se visitan Ezkerekotxa,
Langarika, Txintxetru, Gereñu y Ullibarri-Jauregi. Dirige la visita Alberto
Gárate.
25 de octubre. Sala de la Casa Pando-Argüelles de Vitoria. Conferencia
de Santiago Ramos Navarro sobre
“Valores de la juventud alavesa.
Explicación psicológica”.
8 de noviembre. Salón de actos del
Instituto Los Herrán de Vitoria. Mesa
redonda de Joseba Alonso (UPVEHU), Maite Arandia (UPV-EHU) y
Ramón Flecha (Director del Centro
de Investigación Social y Educativa)
sobre “El papel de la Universidad y
de la investigación en la educación
de las personas adultas”.
15 de noviembre. Salón de actos del
Instituto Los Herrán de Vitoria. Mesa
redonda de Benedicto Burgos (Helduak), Esther Gambra (Aldaka) y
Miguel Loza (Berritzegune) sobre
“Los formadores ante la educación
de personas adultas”.
18 de noviembre. Excursión de la Reja
de Álava. Se visitan Trespuentes,
Mendoza y Estarrona. Dirige la visita
Alberto Gárate.
22 de noviembre. Salón de actos del
Instituto Los Herrán de Vitoria. Mesa
redonda de representantes de la
Asociación Cultural Paulo Freire,
Asociación Cultural de EPA de Galdakao, Asociación Cultural de EPA
Zuloaga (Guipúzcoa) y Ana Lebrón,
presidenta de la Confederación de
Asociaciones de Participantes en
Educación de personas adultas,
sobre “La participación en la educación de personas adultas”.
28 de noviembre. Casa de Cultura de
Vitoria. Mesa redonda sobre “El futuro auditorio de Vitoria-Gasteiz. La
cultura musical en la ciudad”. Participan Manuel Sagastume (musicólogo), Francisco Ibáñez (director del
Conservatorio Jesús Guridi), Joseba
Lobera (crítico musical) y Juan Carlos Pérez-Cobo (crítico musical).
2 de diciembre. Excursión social y
asamblea de socios. Se visitan
Tuesta, Valpuesta y Angosto. En la
La Junta Directiva de la Sociedad, recibida por el Diputado General de Álava, Ramón Rabanera.
Acompaña a éste el Diputado Foral de Cultura, Pedro Sancristóval. 31 de enero de 2002.
asamblea, celebrada en Angosto, es
elegido presidente Federico Verástegui. También se votan las Distinciones 2000, que recaen en Joseba
Lobera, crítico musical y escritor de
montañismo, y en la Villa de AlegríaDulantzi, como organizadora de la
representación teatral de la batalla
de 1834. Comida en San Millán de
San Zadornil.
2002
31 de enero. El Diputado general de
Álava, Ramón Rabanera, recibe a
la Junta Directiva de Landázuri, con
motivo del X Aniversario de la entidad.
Sala de la Casa Pando-Argüelles de
Vitoria. Conferencia de Lydia Zapata
Peña sobre “Los origenes de la agricultura en el Pais Vasco”.
3 de febrero. Recorridos de la Reja de
Álava. Se visitan Aztegieta, Crispijana y Zuazo de Vitoria. Dirige la visita
Alberto Gárate.
14 de febrero. Celebración del décimo
aniversario de la Sociedad Landázuri. Palacio de Villa Suso, de Vitoria.
Conferencia de Javier Elzo (Universidad de Deusto) sobre “La sociedad del siglo XXI, entre el localismo
y la globalidad”. Reparto de las Distinciones 2000 a Joseba Lobera y a
la Villa de Alegría-Dulantzi.
17 de febrero. Recorridos de la Reja de
Álava. Se visitan Lermanda, Margarita, Ariñez y Zumeltzu. Dirige la visita Alberto Gárate.
3 de marzo. Día del Árbol. Con la ayuda de la Diputación Foral de Álava,
se hace una plantación en Ariñez.
Terminada esta labor, se visita Villo-
123
das, dentro de los recorridos de la
Reja de Álava. Como es habitual,
las explicaciones corren a cargo de
Alberto Gárate.
22 de marzo. Casa de Cultura de Vitoria. Mesa redonda sobre el acoso
en el trabajo. Participan: Mª Teresa
Rodriguez Barahona, Jesús Uzcudun y José Manuel Farto.
23 de abril. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia de Ramón Loza
sobre “Las excavaciones de Arkaia,
25 años después”.
24 abril. Sala de la Casa Pando-Argüelles de Vitoria. Conferencia de
Ricardo Izquierdo (Universidad de
Castilla-La Mancha) sobre “Vascos,
una ciudad hispano-musulmana”.
Armando Llanos hace la presentación del conferenciante. Posteriormente, hay una cena ofrecida al
Prof. Izquierdo.
16 de mayo. Sala de la Casa PandoArgüelles de Vitoria. Conferencia
de Roldán Jimeno Aranguren (UPVEHU) sobre “El culto a los santos en
la frontera navarro-alavesa”.
20 de mayo. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Conferencia de Miguel Peciña Anitua (Centro de la UNED de
París) sobre “El anarquismo en el
País Vasco”.
2 de junio. Excursión de la Sociedad:
Briviesca, Oña y Frías. Asamblea
general de socios en Oña. Se votan
las Distinciones Landázuri 2001.
Resultan elegidos Víctor Mendialdua, organista de Aramaio, y la Asociación Belenista de Álava.
6 de junio. Sala de la Casa PandoArgüelles de Vitoria. Conferencia de
Francisco Luis Hernández Reinoso
sobre “Cuba: la cultura desde un
Landázuri
NOTICIARIO
octubre de 2001- diciembre de 2004
de la sociedad landázuri
La Sociedad en Oña (Burgos). 2 de junio de 2002.
punto de vista no oficial”. Despues se
ofrece una cena al Prof. Hernández.
27 de junio. Audiencia del Rey a la
Junta Directiva de la Sociedad, con
motivo del X Aniversario de su fundación.
30 de junio. Excursión a Chillida Leku
(Hernani), y Museo Zuloaga y Museo
Julio Beobide (Zumaia).
26 de septiembre. Visita a la nueva
biblioteca del campus universitario
de Vitoria, con el arquitecto restaurador José Luis Catón.
29 de septiembre. Recorridos de la
Reja de Álava. De Mendiguren a
Apodaka. Dirige la visita Alberto
Gárate.
12 de octubre. Inicio del ciclo “El hábitat
en la Antigüedad”. Paleolítico: Cue-
La Junta Directiva de la Sociedad Landázuri es recibida por el Lehendakari,
Juan José Ibarretxe. 13 de marzo de 2003.
vas de Arrillor y Asunkorta (macizo
del Gorbeia). Dirección: Armando
Llanos.
13 de octubre. Segunda excursión del
ciclo “El hábitat en la Antigüedad”.
Paleolítico. Se visita el museo y
neocueva de Altamira (Cantabria).
Dirección: Armando Llanos.
14 de octubre. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Conferencia de Borja Aguinagalde sobre “Genealogías y archivos: veinte años de experiencias”. A
continuación se ofrece una cena al
conferenciante.
16 de octubre Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Conferencia de Santiago de
Pablo (UPV-EHU) sobre “Cine, cultura e identidad en el País Vasco. 1ª
parte”.
Audiencia real a la Junta Directiva de la Sociedad Landázuri, acompañada por Pedro Sancristóval,
Diputado Foral de Cultura. 27 de junio de 2002.
124
27 de octubre. Recorridos de la Reja de
Álava. De Zigoitia a Manurga. Dirige
la visita Alberto Gárate.
2 de diciembre. Sala de la Caja de
Euskadi. Conferencia de Blanca
Urgell (UPV-EHU) sobre “El padre
Larramendi y la vascología del siglo
XVIII”. La conferenciante es presentada por Henrike Knörr.
5 de diciembre. Palacio de Villasuso.
Debate sobre el Plan Ibarretxe. Intervienen el ex Diputado general Emilio
Guevara y el catedrático de la UPV
José Manuel Castells.
2003
17 de enero. Sala de la Escuela de
Música Luis Arámburu. Entrega de
la Distinciones Landázuri 2001 a
Víctor Mendialdua y a la Asociación
Belenista de Álava. Concierto a cargo de Itxaso y Josu Estarrona.
4 de febrero. Sala Luis de Ajuria. Conferencia de Emilio Palacios Fernández
(Universidad Complutense) sobre
“La mujer y las letras en la España
del siglo XVIII”. El conferenciante es
presentado por Henrike Knörr.
9 de febrero. Recorrido Reja de Álava.
Se visitan Letona, Zaitegi, Olano y
Manurga. Dirige la excursión Alberto
Gárate.
9 de marzo. Recorrido Reja de Álava.
Se visitan Ondategi, Gopegi, Larrinoa, Murua, Etxaguen y Gorostitza.
Dirige la excursión Alberto Gárate.
13 de marzo. La Junta de la Sociedad
es recibida por el Lehendakari, Juan
José Ibarretxe.
NOTICIARIO
octubre de 2001- diciembre de 2004
de la sociedad landázuri
15 de marzo. Excursión del ciclo “El
hábitat en la Antigüedad. El hábitat
humano”. Se visita el Castro de Lastra, “Uxama Barca” (Álava). Dirección: Armando Llanos.
16 de marzo. Excursión del ciclo “El
hábitat en la Antigüedad. El hábitat humano”. Se visitan Inestrillas y
“Contrebia Leukade” (Cervera del
Río Alhama, La Rioja). Dirección:
Armando Llanos.
6 de abril. Recorrido de la Reja de
Álava. Se visitan Okoizta (Acosta),
Zestafe, Eribe, Buruaga y Berrikano.
Dirige la excursión Alberto Gárate.
12 de abril. Excursión del ciclo “El Hábitat en la Antigüedad. Romanización:
Ciudades”. Se visita el oppidum
de Iruña Veleia (Álava). Dirección:
Armando Llanos.
13 de abril. Excursión del ciclo “El hábitat en la Antigüedad. Romanización:
Ciudades”. Se visita la Ciudad “Clunia Sulpicia” en Coruña del Conde
(Burgos). Dirección: Armando Llanos.
11 de mayo. Recorrido de la Reja de
Álava. Se visita Goiuri (Gujuli), Oiardo, Uzkiano y Unzá. Dirige la excursión Alberto Gárate.
22 de mayo. Excursión del ciclo “El
hábitat en la Antigüedad. Núcleos
agrícolas”. Se visitan las villas romanas de la Olmeda, en Pedrosa de
la Vega y La Tejada. en Quintanilla
de la Cueza (Palencia). Dirección:
Armando Llanos.
31 de mayo. Excursión a Itxina, siendo
guía José Santos de la Iglesia (autor
de un libro sobre la zona). Después
de la comida, visita al Museo etnográfico de Orozko, con explicaciones de Armando Llanos, responsable del diseño del museo.
8 de junio. Recorrido de la Reja de Álava. Se visitan Izarra, Abezia, Larrazkueta y Beluntza. Dirige la excursión
Alberto Gárate.
21 de junio. Excursión del ciclo “El
hábitat en la Antigüedad. Núcleos
cenobíticos”. Se visitan las cuevas
artificiales de Laño y Faido. Dirección: Armando Llanos.
22 de junio. Excursión del ciclo “El
hábitat en la Antigüedad. Núcleos
cenobíticos”. Se visitan las cuevas
artificiales y el Museo de Nájera (La
Rioja). Dirección: Armando Llanos.
12 de octubre. “El arte en el tiempo.
Torres medievales”. Se visitan las
Torres en el Valle de Ayala: Murga,
Respaldiza, Quejana y Artziniega.
Es nuestro guía Salvador Velilla.
Asamblea de socios. Es nombrado
presidente Rafael Fernández de
Carranza. Se votan las Distinciones
Landázuri 2002, siendo elegidos el
historiador Saturnino Ruiz de Loizaga y la Asociación de Amigos de los
Caminos de Santiago en Álava.
21 de octubre. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Conferencia “La medicina en
nuestro tiempo”, por Justo Sádaba.
29 de octubre. Inicio del Ciclo de cine
“Vitoria filmada”. Proyección de
Mañana de Domingo, de Antonio
Giménez Rico (1966). La película es
presentada por J. Miguel Beltrán.
4 de noviembre. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Conferencia “Historia de la
arqueología de Álava”, por Armando
Llanos.
9 de noviembre. Recorrido de la Reja
de Álava. Se visitan Andagoia, Anda,
Eskolunbe, Katadiano y Tortura. Dirige la excursión Alberto Gárate.
11 de noviembre. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. El sacamantecas, de
Jesús Mª del Val y Juan Carlos Ruiz
de Gordoa (1979). La película es
presentada por J. Miguel Beltrán.
23 de noviembre. Visita a la Fundación
Jorge Oteiza, en Alzuza (Navarra).
Después, visita al Baluarte de Pamplona, acompañados por su arquitecto Francisco Mangado.
30 de noviembre. Recorrido de la Reja
de Álava. Se visitan Zuazo de Kuartango y Urbina de Eza. Dirige la
excursión Alberto Gárate.
2 de diciembre. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Conferencia “La diversidad
cultural en el mundo árabe”, por Salah Serour (UPV/EHU).
14 de diciembre. Recorrido de la Reja
de Álava. Se visitan Etxabarri de
Kuartango y Sendadiano. Dirige la
excursión Alberto Gárate.
15 de diciembre. Sala Luis de Ajuria
de Vitoria. Conferencia de Ernesto
García (UPV/EHU) sobre “El gobierno de Vitoria en la Edad Media”.
2004
9 de enero. Sala de la Escuela de
Música Luis Arámburu. Entrega de
la Distinciones Landázuri 2002 a
D. Saturnino Ruiz de Loizaga y a la
Asociación Amigos de los Caminos
de Santiago de Álava. Concierto de
Vocalia Taldea.
14 de enero. Casa de Cultura de Vitoria. Debate: “El soterramiento del
ferrocarril. Oportunidad urbanísti-
125
ca”. Ponentes: Juan Adrián Bueno,
Fernando Bajo, Pedro Arriola, Jorge
Ibarrondo.
28 de enero. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”.
Proyección de La espía de Castilla,
de Robert Z. Leonard (1937). La
película es presentada por J. Miguel
Beltrán.
31 de enero. Visita a las Bodegas
YSIOS, de Laguardia. Después se
visita Santa María de los Reyes y su
belén articulado.
2 de febrero. Visita al Artium acompañados del director del Museo,
Javier González de Durana, y del
arquitecto autor del proyecto, José
Luis Catón.
11 de febrero. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Y llegó el día de
la venganza, de Fred Zinnemann
(1961). La película es presentada
por J. Miguel Beltrán.
12 de febrero. Presentación del proyecto del Palacio de la Música, del
arquitecto Juan Navarro Baldeweg,
por los técnicos del Ayuntamiento,
acompañados por el Alcalde, Alfonso Alonso.
25 de febrero. Casa de Cultura de Vitoria. Debate: “Reforma PERI del Casco Medieval”. Ponentes: Ana Aguirre, Agustin Azkarate, Juan Ignacio
Lasagabaster, Paulino Medina.
2 de marzo. Casa de Cultura de Vitoria.
Conferencia “Imágenes de Carnaval”, por Antxon Agirre Sorondo.
17 de marzo. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Fiesta, de Pierre
Boutron (1994). La película es presentada por J. Miguel Beltrán.
24 de marzo. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Conferencia: “Alfa. Historia
de una cooperativa eibarresa”, por
Javier Izagoñola.
31 de marzo. Casa de Cultura de Vitoria. Debate: “Vitoria-Gasteiz. Comunicación interna y externa”. Ponentes: Álvaro Amann, Rodolfo Sáenz
de Ugarte, Jorge Ibarrondo y Javier
Alejo.
7 de abril. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”.
Proyección de El Sur, de Víctor Erice (1982). La película es presentada
por J. Miguel Beltrán.
25 de abril. Día del Árbol. Plantación
de árboles en el puerto de Aiurdin,
con la ayuda de la Diputación Foral
de Álava.
8 de mayo. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”.
Proyección de Todo por la pasta, de
Landázuri
NOTICIARIO
octubre de 2001- diciembre de 2004
de la sociedad landázuri
Enrique Urbizu (1991). La película es
presentada por J. Miguel Beltrán.
2 de junio. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”.
Proyección de Alas de mariposa, de
Juanma Bajo Ulloa (1992). La película es presentada por J. Miguel
Beltrán.
9 de Junio. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Mesa redonda: “Juan Pérez de
Lazárraga y su manuscrito (siglo
XVI): la importancia de un descubrimiento”. Ponentes: Federico
Verástegui, Borja Aguinagalde, Juan
Vidal-Abarca, Pruden Gartzia Isasti
y Henrike Knörr.
15 de junio. Casa de Cultura de Vitoria.
Presentación del libro De piel adentro y otros poemas, de José Luis de
las Heras. Intervinienen Rafael Fdez.
de Carranza, José Ángel Cuerda y
Henrike Knörr.
23 de julio. Iglesia de San Miguel de
Vitoria, Concierto medieval con las
Cantigas de Santa María de Alfonso
X a cargo del grupo Charamella, con
la colaboración de la Cofradía de la
Virgen Blanca.
8 de septiembre. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de La madre muerta, de Juanma Bajo Ulloa (1996). La
película es presentada por J. Miguel
Beltrán.
19 de septiembre. Comienzo del ciclo
“Un otoño arqueológico”, en colaboración con el Instituto Alavés de
Arqueología, el Museo de Arqueo-
logía de Álava y la Sociedad AVNIA.
Visita a las ruinas de Andelos (Mendigorria, Navarra). Dirige: Armando
Llanos.
26 de septiembre. Laguardia. Visita
a las Bodegas Viña Real del grupo CVNE. Después, Asamblea de
socios. Se votan las Dstinciones
2003 y 2004. Por lo que toca a 2003,
resultan elegidos el músico Antxon
Lete y la Sociedad de Amigos de
Laguardia. Y en 2004, el etnógrafo
José Antonio González Salazar y los
Colaboradores del Museo de Ciencias Naturales de Álava.
3 de octubre. Visita al desolado navarro
de Rada, dentro del ciclo “Un otoño
arqueológico”, bajo la dirección de
Armando Llanos. A continuación,
recorrido por la Laguna de Pitillas.
Finalmente, visita a San Pedro de
Olite y aperitivo en la Cofradía del
Vino. Nuestro guía en Olite es Javier
Corcín.
10 de octubre. Recorrido de la Reja de
Álava. Se visitan Ibisate, Sabando
y San Vicente de Arana. Dirige la
excursión Alberto Gárate.
6 de octubre. Sala Luis de Ajuria de
Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Suerte (1997),
de Ernesto Tellería. La película es
presentada por José Miguel Beltrán.
24 de octubre. Visita a Briones y posteriormente al Museo de la Cultura
del Vino de la Fundación Vivanco,
en ese pueblo. Es nuestro guía Fernando Andrés Barrio.
6 de noviembre. Excursión por el Camino Real de la Sopeña, a los pies de
la Sierra Sálvada, desde Lendoño
de Arriba hasta Añes. Son nuestros
guías Félix Mugurutza y Juan José
Hidalgo. Por la tarde, visita al Museo
Etnográfico de Artziniega.
7 de noviembre. Recorrido de la Reja
de Álava. Se visitan Korres, Bujanda y Antoñana. Dirige la excursión
Alberto Gárate.
10 de noviembre. Sala Luis de Ajuria
de Vitoria. Finaliza el ciclo de cine
“Vitoria filmada”. Proyección de Asesinato en febrero, de Eterio Ortega
(2001). La película es presentada
por J. Miguel Beltrán.
26 de noviembre. Palacio de Montehermoso. Conferencia: “La Marquesa de Montehermoso”, por Alexis
Ichas, autor de su biografía.
28 de noviembre. Recorrido de la Reja
de Álava. Se visitan Kontrasta, Alda
y Ullibarri Arana. Dirige la excursión
Alberto Gárate.
15 de diciembre. Entrega de las Distinciones Landázuri 2003 a Antxon
Lete (individual) y Sociedad de Amigos de Laguardia (colectivo). Actuación del Coro Samaniego.
Hay que recordar que ha continuado
la publicación semanal de la sección
“Nuestro patrimonio”, en la edición
alavesa de El Correo, actividad iniciada el 28 de noviembre de 1996.
Nuestros socios difuntos: María del Rosario Zubía Guinea. 24 de febrero de 1994. María de Oar Larrañaga. 22 de enero de
1997. M. Ángeles Estibalez. 15 de octubre de 1998. José Antonio Serrano de Pablo. 26 de julio de 2001. Antonio Ortiz de Urbina.
10 de septiembre de 2001. Xabier Sainz Calderón. 7 de marzo de 2004. M. Luisa Solano Urriza. 10 de agosto de 2004. Venancio
del Val. 29 de octubre de 2004.
Distinciones Landázuri • Relación de galardonados (1992-2004)
1992 - Individual: José Mª Mtz. de Mandojana, cura de Alegría
/ Dulantzi, por su trabajo en la conservación de las ermitas, etc.
Colectiva: Proyecto Hombre.
1993 - Individual: Faustino Ayala, encargado del Belén de
Laguardia. Colectiva: Coro Araba.
1994 - Individual: Pilar Alonso. Colectiva: Instituto Alavés de
Arqueología.
1995 - Individual: Micaela Portilla. Colectiva: Programa de
Ayuda al Extranjero (PAEX), de Cáritas de Álava.
1996 - Individual: Alberto Schommer. Colectiva: Bodegas
Remélluri.
1997 - Individual: Venancio del Val. Colectiva: Enciclopedia
general Ilustrada del País Vasco (Auñamendi)
1998 - Individual: Victorino Palacios.Colectiva: Instituto de
Historia Social Valentín de Foronda.
126
1999 - Individual: Jesús Olaizola, ex bibliotecario de Sancho
El Sabio. Colectiva: Asociaciones de Amigos de Valdegovía y
de Valpuesta.
2000 - Individual: Joseba Lobera. Colectiva: Participantes
en la representación teatral que todos los años tiene lugar en
Dulantzi / Alegría, y en especial a la Asociación Cultural Tullonium.
2001 - Individual: Víctor Mendialdua, organista de Aramaio.
Colectiva: Asociación Belenista de Álava.
2002 - Individual: Saturnino Ruiz de Loizaga. Colectiva: Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago en Álava.
2003 - Individual: Antxon Lete, músico. Colectiva: Sociedad
de Amigos de Laguardia.
2004 - Individual: José Antonio González Salazar, estudioso
del folklore y de la toponimia de Álava. Colectiva: Colaboradores del Museo de Ciencias Naturales de Álava.
NOTICIARIO
de la sociedad landázuri

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