Presencia de Dios – Nacimiento de Isaac – La prueba de Abraham

Transcripción

Presencia de Dios – Nacimiento de Isaac – La prueba de Abraham
Kapitel02
10.01.2007
13:59 Uhr
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Presencia de Dios – Nacimiento de Isaac –
La prueba de Abraham
Génesis 18:1-16; 21:1-8; 22
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Los emisarios del Señor se presentaron en la tienda de Abraham y fortalecieron su fe y la de su mujer Sara. Los tres hombres
predijeron nuevamente que Sara pronto daría a luz un hijo. La promesa de Dios se cumplió al año siguiente. El hijo recibió el
nombre Isaac, que significa: «hijo de la risa». El nacimiento de Isaac fue anunciado tres veces a Abraham. Pero el Señor volvió a
someter a Abraham a una dura prueba: debía ofrendar a su único hijo. Abraham debía demostrar que amaba más a Dios que
a su hijo Isaac. Abraham superó la difícil prueba, porque obedeció y confió en Dios. Dios mismo protegió a Isaac de la muerte.
Los niños experimentan que Dios cumple con sus promesas. En nuestro camino de fe y de
vida queremos confiar y obedecer a Dios. De esta manera seremos bendecidos en abundancia.
Dios está cerca de los suyos (de los que en Él creen).
A
braham descansaba delante de su tienda, protegiéndose del calor del mediodía. Aconteció entonces que
Abraham vio cómo se acercaban tres hombres por el polvoriento camino. Rápidamente se dirigió a su encuentro pensando: «Seguramente querrán descansar y refrescarse en mi
tienda antes de proseguir su camino». Cuando Abraham se
encontró frente a ellos se inclinó reverente y expresó: «Señor,
no pases delante de tu siervo, que se os traiga un poco de
agua para lavar vuestros pies, descansad debajo del árbol; yo
os traeré un bocado de pan. Después podréis continuar». Ellos respondieron: «¡Haz lo que acabas de decir!» Los tres se
sentaron a la sombra. Abraham fue rápidamente a la tienda y
pidió a Sara que horneara pan. Él mismo escogió el mejor
becerro y lo hizo sacrificar y asar por un criado. Durante la
comida los huéspedes preguntaron: «¿Dónde está tu mujer Sara?». Abraham contestó: «Allá en la tienda». Y uno de los invitados agregó: «Dentro de un año regresaré, entonces tu mujer
tendrá un hijo». En ese momento Abraham sintió una profunda alegría, sentía que Dios fortalecía su fe. También Sara
había escuchado las palabras del Señor, pero sonriendo para
sí pensó: «¡Eso es imposible!», pero se asustó cuando la misma voz preguntó: «¿Por qué se ríe Sara? ¿Hay algo imposible
para el Señor?» Sara negó: «Yo no me reí». Sin embargo nada
queda oculto a los ojos del Señor, por lo que éste le
contestó: «Sí, te has reído».
Entonces los huéspedes se levantaron y se marcharon. Abraham los acompañó durante un tramo. Se dirigieron a Sodoma
y Gomorra. Sara quedó atrás, se sentía avergonzada, pues
sabía perfectamente que para Dios nada era imposible. Ella
había escuchado la promesa de la boca de Dios con sus propios oídos y su corazón se colmó de alegría y paz; nuevamente podía creer en la promesa.
Un año después de haber pasado los tres hombres por la casa de Abraham, aconteció el gran milagro: Abraham y Sara
tuvieron un hijo. Dios había cumplido su promesa. Abraham
y Sara estaban muy felices, ellos alabaron y elogiaron a Dios.
Sara, a sus noventa años, mecía al pequeño niño en sus ancianos brazos, ella reía y esa risa era de agradecimiento y felicidad. Según lo dispuesto por Dios, llamaron a ese niño
Isaac, que significa «risa». Este niño trajo alegría a la silenciosa tienda y comenzó a reír, aprender a caminar, a hablar y a
jugar como todos los demás niños.
Transcurridos muchos años Abraham continuaba ofreciendo
sacrificios a Dios, al hacerlo ofrendaba siempre el mejor animal; él no podía imaginar una vida sin el amado Dios. Pero
Abraham también amaba, por encima de todas las cosas, a su
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Dios cumple sus promesas – Abraham
hijo Isaac. Cada vez que Abraham lo contemplaba se alegraba
pensando: «Ahora también se pueden cumplir las demás promesas que Dios me ha hecho».
1
que pensó: «Si bien yo no comprendo por qué Dios pide algo
tan tremendo de mí, Él sí lo sabe, por esta razón quiero hacerlo».
2
Mas ahora Dios nuevamente sometía a Abraham a una dura
prueba. Abraham debía manifestar a quién amaba más, si a
Dios o a su hijo.
Durante la noche el Señor llamó: «¡Abraham!».
Abraham se despertó y le contestó: «Aquí estoy», pero nuevamente escuchó decir al Señor: «¡Abraham, tienes que devolverme a tu único hijo, ve con Isaac a un monte en la tierra
de Moriah y ofrécemelo!» Abraham se asustó en gran manera,
pensando que tenía que ofrendar a su hijo, el mismo que
Dios le había obsequiado. «¿Acaso Dios no había prometido
que haría de mi descendencia una gran nación?», pensó.
Abraham no podía comprenderlo, paralizado permaneció en
su cama. El anciano, quien estaba siendo probado en su fe,
estaba librando una tremenda batalla en su interior; debía tomar una decisión. Abraham no podía alejarse de Dios, por lo
A la mañana siguiente se levantó muy temprano, despertó a
dos de sus criados y a su hijo Isaac. Abraham enalbardó un
burro y partió leña para el sacrificio y así comenzó el viaje.
Durante tres días estuvieron caminando, hasta que Abraham
encontró el lugar que Dios le había indicado. Entonces dijo a
sus criados: «Quedaos aquí con el burro; Isaac y yo continuaremos solos y después de hecha la ofrenda regresaremos». Subieron juntos al monte por una estrecha senda. Arriba en la montaña Abraham construyó un altar de piedras y en el momento
en el que se disponía a sacrificar a su hijo, un ángel le indicó
desde el cielo: «¡Abraham, no mates a tu hijo, pues ya sé que
amas más a Dios que a tu hijo!».
Con indescriptible alegría Abraham tomó a su hijo Isaac en sus
brazos, mas repentinamente escucharon ruido detrás de ellos.
Un carnero había enredado sus cuernos en un matorral. Era
obra de Dios. Abraham e Isaac ofrendaron ese animal con corazón agradecido a Dios, alabándole y honrándole. Otra vez
escucharon la voz del ángel que les dijo desde el cielo: «¡Dado
que no has rehusado a ofrendar a tu propio hijo, te bendeciré!
De tus descendientes haré un gran pueblo que será tan numeroso como las estrellas en el cielo y la arena en el mar. Por ti
serán bendecidos todos los pueblos sobre la tierra».
Agradecidos regresaron Abraham, Isaac y sus siervos de nuevo
a su hogar.
3
Abraham obedeció al amado Dios, incluso estuvo
dispuesto a sacrificar a su hijo.
El amado Dios salvó a Isaac de la muerte.
Quien obedece a Dios, es ricamente bendecido por Él.
1 Contemplemos nuevamente la imagen de la última clase.
2 Abraham confiaba en el amado Dios, no se decidió según el razonamiento humano. ¿Cómo pensáis que acabará la historia? ¿morirá Isaac? (Los niños reflexionan y piensan sobre las promesas que ha hecho Dios a
Abraham. Si Dios cumple sus promesas, Isaac no debería morir.)
3 Observamos conjuntamente con los niños la imagen. Antiguamente el sacrificio de animales era la expresión
de agradecimiento por la conducción y protección divina, además del agradecimiento por una buena cosecha. Asimismo era la expresión de amor hacia Dios, por ello se obsequiaba lo mejor a Dios.
¿Qué le regalamos nosotros a Dios? (Todo el corazón, dinero para la caja de ofrendas, el tiempo para el Señor.)
Cuando oramos podemos hablar con Dios y agradecerle su amor, su paciencia, su protección y su conducción.
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