El extractivismo… ¿cuestión económica, política, ética?

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El extractivismo… ¿cuestión económica, política, ética?
El extractivismo… ¿cuestión económica, política, ética?
Por Martha Inés Romero
Coordinadora para América Latina
y el Caribe de Pax Christi Internacional
Nos enfrentamos en estos tiempos post-modernos a un modelo de desarrollo neoextractivista, con un boom en los precios internacionales de las materias primas y los bienes
de consumo demandados cada vez más por los países centrales y las potencias
emergentes. Nuestros países de América Latina y el Caribe presentan una riqueza enorme
de minerales, atractivos para la inversión extranjera.
Este modelo presenta “ventajas comparativas” en lo económico y es altamente rentable
para quienes invierten mediana o pobremente, según el país o los países que dan millones
de hectáreas en concesión. Expertos calculan que los ingresos para los países por la
extracción minera oscilan entre el 1 y el 20% efectivo. Esto quiere decir que entre un 80 y un
99% queda en manos de las grandes empresas transnacionales, muchas de ellas con
presencia en Colombia.
Al mismo tiempo, el modelo produce nuevas asimetrías y conflictos sociales, económicos,
ambientales y político-culturales. Veamos: como producto de la política mineroenergética,
se implementan procesos de privatización, desregulación, venta de activos y empresas
estatales, apertura de zonas para la minería –que luego corren el riesgo de convertirse en
“distritos mineros”-, flexibilización laboral y ambiental. Se ofrecen muchas garantías y
ventajas para la Inversión minera, con el argumento de ser “competitivos” y así atraer más
inversión.
La minería en América Latina nos plantea entonces diversos desafíos, en los ámbitos
económico, laboral, de fiscalización y control; en el ámbito territorial, en la convivencia
social, debido a la conflictividad de diverso tipo que genera. Varios estudios analizan el
impacto de la industria minera en los territorios; afectaciones en el suelo, en las aguas.
Afectaciones por contaminación, por apropiación, por exterminio de fuentes hídricas que
antes eran para usos agropecuarios.
Todo lo anterior, con un impacto en la salud pública y comunitaria, en la forma de vida
locales, en la cultura y en la cosmovisión de las comunidades que tienen la “fortuna” de
estar sobre territorios de interés para la inversión minera y para los gobiernos de turno.
No ha sido indiferente frente a esta situación, Pax Christi Internacional, un movimiento
católico que trabaja desde hace cerca de 70 años en educación para la paz, acciones por
la justicia y con estatus consultivo ante las Naciones Unidas. En coordinación con sus
copartes en Guatemala, Perú y Colombia, Pax Christi Internacional ha desarrollado una
propuesta de fortalecimiento de capacidades comunitarias para la transformación no
violenta de conflictos por minería.
Al tiempo, combina con algunas de sus secciones en Europa, Estados Unidos y Canadá
acciones de incidencia política y monitoreo social a estas empresas transnacionales, en sus
estándares frente al Pacto Global que las Naciones Unidas vienen impulsando desde el año
2000. Este pacto es una plataforma para el desarrollo, la implementación y la apertura a las
políticas de responsabilidad social corporativa y sus prácticas (ver más en:
www.unglobalcompact.org/Languages/spanish)
Es un hecho que en algunas regiones la minería transnacional ha desarrollado prácticas no
suficientemente respetuosas de las comunidades y del entorno. Muchas veces no se hace
una consulta previa real y documentada, generando polarización entre la misma
comunidad.
En muchos casos, imponiendo el modelo acordado con el gobierno central y, si es el caso,
con represión. Las fotografías de La Puya, en Guatemala, muestran cómo comunidades
organizadas y desde principios de la no violencia, han resistido al embate de la minería. En
este caso, por fortuna se logró frenar el proceso de exploración, aunque ya están afectados
por la contaminación del arsénico en el agua. En los talleres que realizamos con las copartes
de Pax Christi Internacional, desde hace tres años sale recurrentemente el tema de
extractivas, y preguntas como estas:
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¿Cómo lidiar con los impactos de la minería en comunidades alejadas de los centros
urbanos?
¿Es factible o realista decir NO a la minería en un contexto en el que el modelo
extractivista se ha impuesto en todos los países de nuestra región?
¿Cómo hacer para que las comunidades puedan reconocer sus derechos y hacerlos
valer frente a esta realidad?
¿Cómo hacer para generar sensibilidad y solidaridad de la gente en los grandes
centros urbanos?
La respuesta está en las mismas comunidades, en su necesidad de desarrollar campañas
sencillas que refrenden su vocación y su cultura, en la necesidad de preservar su entorno de
la depredación que deja la explotación minera, y en la necesidad de establecer alianzas
con la sociedad civil nacional e internacional para que apoye sus luchas. Se han
desarrollado, entonces, una serie de talleres con principios básicos desde la no violencia
para el fortalecimiento de capacidades que transformen conflictos por minería.
Hasta ahora se han realizado talleres en Guatemala y en Perú. Para el caso de Colombia, el
taller se hará en mayo en el Tolima, en coordinación con la Comisión Justicia, Paz e
Integridad de la Creación de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Colombia, la CRC
y la JPIC de la Familia Franciscana.
En los talleres se promueve el desarrollo de habilidades para el análisis de conflictos y la
reflexión sobre el contexto. También se promueven elementos de comunicación no violenta
y el diseño de mapas de conflicto y mapas de poder, para diseñar, al final de la
experiencia, planes concretos de incidencia política, desde la perspectiva ciudadana de
Acciones Políticas Noviolentas.
Desde el acompañamiento, esa hermosa palabra que tiene un profundo significado para
congregaciones y organizaciones de sociedad civil que optan por hacer suyos los
sufrimientos y las luchas de comunidades vulneradas en sus derechos por intereses foráneos
en sus territorios, se busca desarrollar en las comunidades una Geografía de Pertenencia que
les permita resistir, construir sueños colectivos y fortalecer su organización comunitaria, desde
el aprendizaje de técnicas sencillas para aprender a dialogar y negociar con las empresas,
con las autoridades locales y nacionales. El término “Geografía de pertenencia” fue
acuñado en un proceso ecuménico católico-menonita acompañado en Colombia por
John Paul Lederach, experto en temas de paz y transformación de conflictos, profesor del
Instituto Kroc de Estudios de Paz de la Universidad de Notre Dame.
Esta experiencia sencilla y modesta, ha mostrado ser de utilidad para las comunidades y sus
organizaciones acompañantes, porque les da la esperanza de saber que es posible
balancear las inequidades desde el empoderamiento ciudadano. Además, porque les da la
certeza de que no están solos ni solas, que la solidaridad existe y que es posible proteger, ser
custodios de la creación, por el bien suyo y de las generaciones futuras.

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