Hai Phong y Can Tho comenzaron una fabulosa trans

Transcripción

Hai Phong y Can Tho comenzaron una fabulosa trans
gios, el mismo Palacio Presidencial de donde partieron
en acelerado repliegue los helicópteros llevando a funcionarios del régimen depuesto...; pero también, el Hotel Rex, donde soldados del ejército estadounidense y
los corresponsales de guerra se animaban con el disfrute de mujeres bellas, muchas resultaron militantes
del Ejército de Cabellos Largos, parte de la guerrilla del
Viet Cong.
Cuatro décadas diferentes. No es la primera vez que
regreso a Vietnam, donde viví los tres últimos años de
la década de los setenta (mi primer hogar fue en el hotel Thong Nhat en Hanoi, cuyo refugio antiaéreo fue
probado por pacifistas como Joan Baez y otros solidarios del Viet Cong y opositores a la cruenta guerra; hoy
es un hotel de cinco estrellas, el Metropole, y su refugio
es un museo). Fueron años de carestía, se vivía con
abastos de cupones y el único supermercado, frente al
lago Hoa Kiem, no tenía sino estantes semivacíos con
algunos productos soviéticos y, eso sí, mucha propaganda cívica (hoy es la Plaza Trang Tien, donde, frente
a los ventanales de Dior, los novios se toman la foto
de su enlace matrimonial). En los años ochenta no se
vio mucho progreso, y no era para menos: en un país
que acababa de salir de una guerra atroz, en el que los
supervivientes, que emergieron de auténticas pesadillas, tuvieron que enfrentarse a la reintegración en una
sociedad en paz con las secuelas –físicas y psicológicas– del sufrimiento; en el que la amenaza de la invasión china se sintió real cuando sus países vecinos,
Laos y Kampuchea, vivían guerras civiles; y en el que
el gobierno nacional no tenía ni un dong (moneda nacional) para programas de desarrollo económico... En
un país así, la situación era comprensible.
A principios de los noventa, Vietnam salió de su aislamiento internacional gracias a los primeros resultados de la decisión radical del Congreso Comunista de
1986, innovadora para un país socialista: el programa
nacional Doi Moi (Renovación), la apertura económica
al mundo que vivía al ritmo de la globalización. Aprendieron de lecciones externas. El Doi Moi se rigió por el
fundamento de darle al pueblo la oportunidad de beneficiarse directamente de los programas económicos
globalizadores.
Para el nuevo milenio, Vietnam ya es una economía
emergente con crecimiento de doble dígito y un ingreso per capita de 1.998 dólares mensuales. De la noche a la mañana, las inversiones se dispararon, algunas
incluso provenientes de los vietnamitas que huyeron
durante la guerra y de los que se expatriaron «por el
temor –me dijeron en 1997– a que los comunistas los
aniquilaran en centros de reeducación». La cuestión
es que las grandes ciudades de Hanoi, Saigón, Danang,
2 2 zazpika
Hai Phong y Can Tho comenzaron una fabulosa transformación urbana, y con esta y los programas de empleo extensivos a las 58 provincias, se embarcaron en
la propuesta de Vietnam como destino de capitales y
de turismo, abriéndose al ingreso del empresariado,
sobre todo en el ramo de las telecomunicaciones y del
sector hotelero de lujo. Sus numerosos acuerdos de
libre comercio engordan al nuevo tigre económico.
Hoy, el vietnamita es un pueblo que progresa a un
ritmo endiablado, como se observa en Hanoi y en Ciudad Ho Chi Minh. A pesar de ello, aún existen vendedoras agrícolas en las calles ofreciendo productos del
día, como vegetales y frutas recogidos en las madrugadas en sus parcelas, para completar el ingreso familiar que les permita enviar a sus hijos a la universidad; y todavía es posible darse el lujo de un corte de
pelo en plena calle. Estas son ciudades donde la gente
se occidentaliza a un ritmo desenfrenado; incluso en
la religión se puede ver esta evolución: el Domingo
de Ramos, la catedral San José estuvo repleta de fieles
y la procesión de los chiquillos del catequismo fue la
más larga; comunistas como son, el ochenta por ciento
de la gente no profesa religión, pero se mantiene el
budismo con el 9,3 por ciento y el catolicismo ha subido al 6,7 por ciento.
Vietnam es un hervidero de actividad comercial,
donde el ingenio individual para mejorar el día a día,
tanto personal como familiar, no tiene límite. ¿Tendrá
que ver con el hecho de que la tasa de alfabetismo de
la población es del 92,3 por ciento? Lo cierto es que la
política del Doi Moi disparó el empleo informal, y
hoy, tanto en Hanoi como en Ciudad Ho Chi Minh no
hay casa cuyo frente no sea una tiendita, sobre todo
en los viejos centros urbanos, pues en los alrededores
lo que prima son los grandes malls y galerías con productos ad infinitum.
Los Héroes de ayer y de hoy. Vietnam tiene récord
bélico. De la guerra de independencia que acabó con
la Cochinchina de Francia, pasando por Japón, y la
cruenta guerra de Estados Unidos (¿quién puede olvidar la masacre de My Lai?), bien puede decirse que
dos tercios de la historia nacional reciente ha sido bañada en sangre; y se dice que, por ello, en cada corazón
vietnamita hay un insaciable amor a la paz y a la felicidad. Parece que a eso se dedican hoy. Es una sociedad
hiperactiva de jóvenes que empujan hacia el futuro.
El pasado… pasado es. No se dedican a echar leña al
fuego para alimentar resentimientos contra invasores
aún frescos en la memoria colectiva de los padres y
abuelos supervivientes y vencedores de las guerras
del siglo anterior; adoptan lo que Occidente les trae,
ya sea en materia de educación o hábitos de consumo.

Documentos relacionados