El honor de los japoneses

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El honor de los japoneses
El honor de los japoneses
Un Japón jerárquico hasta el extremo impidió que el cuadro de mando de la marina señalara
las críticas al complejo plan urdido por el almirante Yamamoto para destruir la armada
norteamericana del Pacífico. Una sociedad norteamericana mucho más igualitaria y libre fue
capaz de generar un ambiente de pensamiento crítico entre su inteligencia militar que resultó
en la descodificación del sistema de transmisión de la marina imperial nipona. El resultado es
que en Midway el almirante norteamericano Nimitz conocía a la perfección los esdrújulos
planes de Yamamoto, y la disposición de los efectivos de los EEUU en dicha batalla fue
fundamental para infligir una derrota decisiva a Japón, derrota que marcó el curso de la guerra.
Tradicionalmente he sido escéptico con Japón. Su clase política, incapaz de reformas
estructurales, me provoca aspavientos sólo superados por los que genera la clase política
patria. La política estructural de gastar dinero público por encima de los ingresos, llevada a su
máximo exponente en el país nipón (“construir puentes hacia islas deshabitadas”) ha sido uno
de los mayores fracasos de los experimentos neo-keynesianos y un exponente de la
equivalencia Ricardiana, al responder los sufridos ciudadanos japoneses con mayor ahorro en
previsión de una futura confiscación masiva de sus rentas o activos por parte del Estado, que ya
acumula deudas al 200% del PIB. Los fortísimos crecimientos económicos de la segunda mitad
del siglo XX se vieron truncados cuando llegó la fase más difícil: hacer subir el PIB vía
productividad total de los factores, como en su momento le ocurrió a la URSS y en el futuro le
tocará a China. La burbuja de activos que explotó a finales de los ochenta llevándose por
delante el sistema bancario japonés nos enseñó que sólo tras limpiar los balances de la banca
el circuito financiero volvería a funcionar. Lamentablemente llevó a Japón más de quince años
a decidirse a semejante limpia (asesorado precisamente por Ben Bernanke). En España
llevamos ya cuatro.
Contaba Andrés S. Braun en El País el pasado 17 de Marzo, existe un mito de lealtad y sacrificio
que está muy arraigado en la cultura japonesa y se inculca a los niños: los 47 ronin, o samuráis
que en el siglo XVIII esperaron con paciencia para ejecutar al responsable de la muerte de su
señor y se entregaron a las autoridades antes de cometer el ritual de suicidio (seppuku). Tras el
terrible terremoto y su efecto en la central nuclear de Fukushima, quizás este mito explique la
lección de heroísmo, civismo y sacrificio del pueblo japonés, lección que me ha impresionado.
Una vez más ciudadanos anónimos salvan la civilización in extremis, superando la mediocridad
de sus dirigentes. Una masa ciudadana que corta la calefacción a pesar de vivir temperaturas
bajo cero, con el objetivo de ahorrar al país la preciada energía que ahora escasea. Capaz de
organizarse entre voluntarios y su ejército “de autodefensa” para rescatar supervivientes sin el
más mínimo atisbo de pillaje. Unos ciudadanos que ven cómo sus héroes trabajadores de la
central acuden a Fukushima dispuestos a salvar Japón a costa de sus vidas, como hace ahora
quince años 32 bomberos ucranianos decidieron inmolarse adentrándose en el incendio de
Chernobyl para limitar la intensidad del fuego y su impacto en la central. Unos japoneses que
demuestran hora a hora su coraje, y que no levantan sus voces al viento para culpar al
gobierno de sus desgracias, sino que se centran con su esfuerzo colectivo en sacar su país
delante de tan terrible desgracia, como hicieron en 1945.
Probablemente el terremoto suponga un 4% del PIB japonés, menos que el impacto de la crisis
financiera. Este daño es equivalente al 1% del ahorro. Sin embargo, entre nieve, sangre,
muertos, radiación y escombros, los japoneses han sacado lo mejor de sí mismos, dando una
lección al mundo. Quizás tamaña desgracia actúe como revulsivo y permita a Japón recuperar
el puesto al que está llamado entre las potencias mundiales. Ojalá semejante ejemplo nos
sirva también de lección a los españoles.
Japón emergerá de este desastre sobre las espaldas de sus héroes anónimos. Porque este
terremoto que ha asolado su país nos ha hecho ver a todos el mayor activo de este pueblo: el
honor de los japoneses.

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