toda ciencia trascendiendo
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toda ciencia trascendiendo
toda ciencia trascendiendo Una reciente exposición (a principios del 2007) en la Kunsthalle Schirn en Frankfurt, comisariada por Martina Weinhart, ha mostrado que el arte cinético y el llamado Op Art no son una estética simple, reducible a efectos ópticos sino que posee una cosmovisión del mundo, una intención educadora y subversiva tanto como los happenings y los environments de los años 60. El vertiginoso espacio de los espejos de Christian Megert en la Documenta 4 de Kassel en 1968, las instalaciones de Rafael de Soto, Davide Boriani, Gianni Colombo, Francois Morelet, etc… son consecuencia de la lección combativa de Victor Vasarely y de Bridged Riley y de una estética internacional que recorre Europa de este a oeste y América de norte a sur. Estos artistas, como antes los constructivistas rusos o los miembros de la alemana Bauhaus o los neoplasticistas holandeses de De Stijl, y después de la Segunda Guerra Mundial los racionalistas italianos y el poeta arquitectónico que fue Gio Ponti se propusieron romper las fronteras entre diseño y el arte, entre ciencia y técnica, entre producción industrial y arquitectura, más e allá de fronteras culturales, políticas o sociales, sin perder en ello el claro conocimiento de la diferencia entre lo que es un objeto funcional y lo que es pintura o escultura. Las práctica de la escultura de Ramon Vinyes, uno de los cinetistas más virtuoso en su temprana juventud, viene constituyendo estos últimos años una singular poética que mezcla lo constructivo con sus orígenes en la estética del op-art, creando una serie de obras como cuerpos platónicos, como módulos donde representación y presencia real se modulan en la interpenetración. Vinyes consigue el dominio de experiencias claramente diferenciadoras: antes la bidimensional del plano pictórico (en la que siempre ha sido un maestro, con sus excelentes dibujos a plumilla) y ahora, en los últimos diez años, la tridimensional del volumen escultórico. Este virtuosismo de pensamiento visual – de manejo de la geometría y de sus reglas – permite a Vinyes jugar en los dominios del pensamiento espacial puro, en los valores ocultos de la realidad más allá de las apariencias. Vinyes utiliza tanto la organización espacial (la permutación y combinatoria de los espacios interiores) como el conocimiento de las reglas de la percepción (sus sistemas de profundidad, los efectos de rotación y variación) para construir una obra con estricto rigor que constituye o se presenta como un cuerpo compacto. Los elementos modulares, las formas resultantes de sus desarrollos, de sus articulaciones, componen una imagen en evolución que a la vez es una poética de la esencialidad. Hay en su obra no obstante un ascetismo, propio de todos los geómetras, no sólo en el sentido de prescindir de todo lo superfluo sino también en la manera de presentarse despojado de cualquier ornamentación. Sin embargo, ritmo y volumen, pausa y vacío, se interpenetran en una obra escultórica que no se basa en el pedestal sino en la dinámica interna, en la abstracción pura que la geometría manifiesta, como si se constituyeran en poema místico, en su cántico espiritual. Si San Juan de la Cruz intenta adaptar la estructura del poema al esquema del itinerario místico (las tres vías y los tres estados correlativos), Vinyes quiere construir una escultura liberada de su terrenalidad, de su basamento. La existencia de las tres vías (purgativa, iluminativa, unitaria) del místico se corresponde con las tres potencias clásicas del alma (memoria, entendimiento y voluntad), que son reducidas a un estado de perfecto silencio. Desde la memoria de la escultura del siglo XX, desde el entendimiento de la geometría pura, y con una voluntad de acero, con lo que los americanos llaman skill, habilidad, construye Vinyes estos poemas en acero, en madera o en cromo-aluminio, como respondiendo a la copla del poeta castellano: Entréme donde no supe, Y quedéme no sabiendo, Toda ciencia trascendiendo. Yo no supe dónde entraba, Pero, cuando allí me vi, Sin saber dónde me estaba, grandes cosas entendí; no diré lo que sentí, que me quedé no sabiendo, toda ciencia trascendiendo. La actual obra de Vinyes, sintetizando su pasado en la experiencia cinética y en la esencialidad del minimal, precipita en su alquimia una obra diferente, que nos atrapa en el dinamismo interno de toda materialización bien concebida y bien realizada. Kosme de Barañano · OCTUBRE 2008