Debo llevar la canasta

Transcripción

Debo llevar la canasta
Rendijas
Debo llevar la canasta. Es necesario.
Creo que no escuchan. No contestan.
Y las rejas, oxidadas.
Antes, cuando el sol estaba alto, algunos festejaban. Y un brote volvía a la rama.
Ahora los barrotes son incisivos como nuestros pelos.
Y una hoja ya es sombra.
Bajo la escalera al encuentro de ellas que almuerzan en el patio con la bandeja llena de pan.
Quiero llegar cantando. Mi canasta vacía.
Estoy al lado de ellas y de los madejones de lana. Piso la aguja de gancho.
Ser parte. Una de ellas me grita: -Abuela, ¿no ves por dónde vas?
Habla la otra: - Si ve, pero no quiere.
- Qué es lo que tengo que querer?
- Nada, abuela, nada- gritan.
En el cielo veo el pico devorador de un pájaro y el hambre de un tigre saltando.
El vuelo de las garzas me araña.
Mi cara, ,allá en mi tierra, tenía la blancura de las piedras.
Vestidos larguísimos usábamos hermanas, mamá, abuela.
Un día todos los hombres tuvieron que ir a pelear. Volvieron pocos.
Nos sentábamos a bordar encajes en hilos color espuma. Antes.
Subo por la otra escalera de la casa.
Llego a la ventana más alta. Golpeo fuerte. Nadie. Ventana negra.
- ¿ Qué es lo que quieren que entienda?
Bajo. Voy al patio. Me siento debajo del único árbol. Allá en mi tierra las raíces eran
enormes. Bosque lloroso de sombras. ¿Qué harán ahora?
Acá solo corren cadenas veloces de partículas de polvo sin destino.
Seco. Todo seco.
Ellas riegan las flores presas en la maceta.
Nosotras, con mamá, cargábamos en nuestros vestidos ramos de flores con perfume a...
Ay, quiero ese perfume....ay ¿cómo era? ¡Dios mío! Ayúdame...¡Ay!
...Era pálido, ligero, libre.
Cuando todas las flores murieron espesas lágrimas agrietaron la tierra.. Fue después de la
guerra. Éramos pocos.
-Abuela ¿qué murmurás?
Entonces llenamos un baúl buscando una tierra de ríos, pájaros y paz.
Acá aprendimos a esquilar las ovejas y tejer las camisetas solo para los que estábamos.
Creo que tejíamos con aguja de gancho, ¿o con dos agujas?
Cantábamos canciones de los bosques.
Aquellos nuestros
Subo, quiero encontrar arriba las mariposas blancas como la nieve.
Aprieto fuerte las tiras de mi delantal como fuerte ese abrazo.
Bajo como chicharra pegada a un árbol.
- Está anocheciendo. Abuela, ¿no vas a cenar?
- No
- Ella está vacía!
Mercedes Marcellini

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