MiCultura - Ministerio de Cultura

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MiCultura - Ministerio de Cultura
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Stephanie Paulino, licenciada en
Educación Temprana, egresada de
UNIBE, nos muestra su pasión por
las letras y por su tierra natal en
uno de sus poemas, titulado “Hija
de Santo Domingo”.
Juan García, estudiante de UNIBE e integrante del Taller Literario Letra Joven,
pone de manifiesto sus inclinaciones
literarias en dos de sus obras que han
sido publicadas en esta edición: “Control”
y “Flores del héroe”.
MiCultura
Ministerio de Cultura
Suplemento Bimestral
AÑO 1 | NÚMERO 5 | agosto-septiembre 2014
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MiCultura
agosto-septiembre 2014
“
Amargo es el jugo de la verdad, pero es su jugo” “Cuando no puedas ser justo por
virtud, sélo por orgullo”.
1839-1903. Eugenio María de Hostos, Político, pedagogo y escritor puertorriqueño.
Marjorie Rodríguez
S
Santo Domingo, 6 de septiembre, 1992. Es estudiante de la
carrera de Psicología en la Universidad Iberoamericana. Su
poema ‘’Amante, compañero y amigo’’ ganó el primer lugar
en el VII Certamen Literario de UNIBE.
Allá a lo lejos;
donde habite el olvido´´.
lagunadelasmusas.blogspot.
Luis Cernuda
A propósito del Taller
Literario Letra Joven
de UNIBE
“
El que escribe se escribe”, ha dicho alguien con acertada
razón. La escritura es un acto de franca exposición ante
los demás y su virtud radica en que, quien la practica de
forma continua estará capacitado en buena medida para
conocerse a sí mismo y comprender el mundo que lo rodea.
Con la presentación de estos poemas y relatos de los
integrantes del Taller Literario “Letra Joven” de la Universidad Iberoamericana, damos a conocer una parte de
lo que estos creadores van construyendo.
Cada semana, el taller se realiza siguiendo una metodología de lectura y práctica de escritura. José Lezama
Lima dijo alguna vez: “El que va a las fuentes, encuentra
orígenes nuevos”, por ello, nuestra continua lectura de
textos fundamentales de la literatura universal y ejercicios
alrededor de los mismos.
El espacio literario corresponde a la Coordinación de
Lengua y Literatura, apéndice de Ciclo General y Básico
de UNIBE.
Vale resaltar que varios de los textos poéticos y narrativos presentados en esta entrega han sido ganadores en
los concursos literarios que organiza la Universidad Iberocamericana (UNIBE)
MiCultura agradece a la Dra. Carmen Susana Caraballo,
directora de Ciclo General y Básico, así como también a la
Lic. Zoila Anitza Gutiérrez, coordinadora de Lengua y Literatura, por permitirnos la publicación de estos textos y por
promover y mantener un espacio de formación literaria.
Es nuestro deseo que esta publicación sirva de estímulo para todos los integrantes de tan singular espacio
creativo.
MiCultura
Amante, Compañero y Amigo
No es necesario describirte el
mundo,
sabes que existen mares
y continentes,
islas y archipiélagos.
En uno de esos continentes,
estás tú.
En una de esas islas,
estoy yo.
Ambos separados por océanos,
viviendo bajo el mismo cielo.
Pero allí donde estas
yo también quisiera estar.
Esta distancia
parece infinita.
Este silencio,
frio y melancólico
exige respuestas.
Porque esta ciudad
me resulta inmensa, sin ti.
Y las luces dibujan recuerdos,
de aquellas miradas
que narran una historia,
nuestra historia.
Y es que no quiero olvidarte
pero a veces me cuesta recordarte.
Es una lucha interna,
una batalla…
casi una guerra.
Una guerra de preguntas,
preguntas sin respuestas.
De dudas incoherentes,
de pensamientos ilógicos.
Sin quererlo entiendo
esto que vivimos
pero quizás no acepto
el curso del segundero.
El tiempo es eterno
y se va entre los dedos
aunque tu amor
sea mi aliento,
el olvido es mi sendero.
Un sendero
que recorro sin pensarlo,
asimilarlo
ni aceptarlo.
Porque al final
de este camino,
no estarás
tu conmigo.
Sin embargo,
por este trayecto
me acompaña tu recuerdo.
Tu recuerdo
que es mi amante,
compañero
y amigo.
Siendo Él
quien inspira
estas palabras
para que algún día
puedas escucharlas.
Aunque mi cuerpo
camine rumbo al olvido
mi corazón…
está contigo.
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agosto-septiembre 2014
Ariel Contreras
S
anto Domingo, 12 de diciembre, 1992. Ganador del primer lugar en la categoría Cuento del VII Certamen Literario
de UNIBE con el relato “Qué hacen los adoctrinados”, y mención de honor por su cuento “Algo que nunca se hizo”. En
el 2012, fue ganador del segundo lugar con el poema “Campanadas de vida y muerte” en el V Certamen Nacional para
Talleristas que organiza el Ministerio de Cultura de la República Dominicana. Es estudiante de la carrera de Psicología
en la Universidad Iberoamericana. Integrante activo del Taller Literario Letra Joven de UNIBE. Ha participado en recitales
y ponencias en versiones de la Feria Internacional del Libro, así como en recitales y talleres de la ciudad. Se define como un
estudiante y aprendiz de la vida, amante de los horizontes que esconde el mundo.
¿Qué hacen los adoctrinados?
—Tranquilo Juanjo, no te va a pasar
nada. Esto es algo que todos tienen
que hacer para poder ir al cielo, confía
en mí. Ya después de unas cuantas veces serás todo un hombrecito. Vamos,
abre las piernas que Dios se encarga
de abrirte sus puertas—
Esas palabras todavía resuenan dentro de su cabeza mientras duerme, de
madrugada, cuando nadie más escucha, justo igual que aquel día. Nadie
sabe que más de una vez por semana
se despierta sudando con una taquicardia incontrolable y cerrando las
piernas con fuerza anormal. A pesar
de los años aún tiembla cuando escucha las campanadas que anuncian la
llegada del mediodía.
Su temor a los crucifijos lo convirtió
en blanco de burla. Tuvo la más perra
infancia siendo alumno de un colegio
católico, donde por reglamento, tenía
que colgarse del cuello esa cruz donde modelaba un muñeco agujereado
y ensangrentado. Estaba solo. Solo
en el pupitre, solo sin el papá que lo
abandonó desde la fecundación, solo
sin su madre que quedó colgada del
techo con una silla tumbada a sus pies,
solo en ese orfanato que también era
su escuela y el único sitio donde era
recibido no más que por pura pena.
—¿Sabes Juanjo? Dios quiere que
hoy conmemoremos su nacimiento,
es navidad y no podemos cuestionar
sus órdenes de ninguna manera. ¿Por
qué no entramos al cuarto de confesiones tú y yo solos? — le preguntó el
muy cabrón tomándolo de la mano y
caminando con él hacia las sombras,
con las campanas del techo sonando.
Ese día, a sus doce años, Juan José
corrió lo más lejos que pudo y no
volvió más al orfanato. El único rastro que dejó fue una nota escrita con
carboncillo que en latín decía “Redibo
pro vobis” y que el padre Franco Gulías sin titubear guardó en su bolsillo,
sin que nadie más viera y ordenando a
todos no buscar a ese hereje.
Mientras corría iba dejando atrás las
saladas lágrimas del dolor, lo que nunca se desprendió de él fue el recuerdo
de cómo un hijo de puta le castró su
inocencia vez tras vez, así no más.
Ahora, trece años después Juanjo es
el encargado de una tienda que confecciona uniformes. De algo le sirvió
pasar tiempo con las monjas cosiendo
hábito tras hábito. También le sirvió
caerse mientras huía y terminar en los
pies de la anciana que le dio un lugar
en su casa, que le dio trabajo y le dio
comida todos los días hasta morir.
Un día la Santa Sede anunció la
celebración de la primera década de
adoctrinamiento social. Toda la prensa se encargó de cubrir esta noticia; se
publicó tantas veces hasta convertirse
en algo asqueante. Días antes de la
celebración los fanáticos empezaron
a predicar de voz en cuello, llenando
las esquinas de versículos que se esparcían por el aire y se pegaban en los
oídos de los peatones. Y como si fuera
poco, empezaron las ventas de camisetas serigrafiadas. ¡La fe está más viva
que nunca!, ¡Arriba la iglesia!, ¡Bendito seas padre Franco!, ¡Soy un adoctrinado!, ¡Se acerca la segunda venida!
A Juan José le aterraba tanta ceguera, estupidez y glorificación. Faltando
dos semanas para que llegara el día de
la celebración, decidió cerrar el negocio temprano para hacer algo que rara
vez hacía. Encendió la radio y el vaso
de cristal que sostenía cayó al suelo
desgranándose en mil pedazos. Reconoció la voz que decía:
—Dios quiere que conmemoremos
los diez años que llevamos trabajando
para hacer que los niños crezcan enfocados en los valores de bien y amor
que se predican en nuestra iglesia, casa
de muchos que dentro de poco, serán
hombres correctos como sus mentores—
Con las manos temblando apagó
la radio y pasó corriendo por encima
de los cristales con los pies descalzos.
Cada paso que daba para llegar a su
habitación le recordaba las aceras que
recorrió mientras huía, luego de salir
del cuarto de confesiones, las veces
que por las noches su mentor entró
a su habitación y a su cama, todas las
lágrimas que guardó porque según el
padre, a Dios le desagradan los niños
llorones que no se comportan como
les ordenan.
Al día siguiente las puertas del negocio permanecieron cerradas. Lo
mismo pasó durante doce noches,
nadie podía entrar ni ver hacia el interior, los clientes se amotinaban en la
entrada gritando su nombre y lo mucho que le desagradaría a doña Alma
ver que su tienda de confecciones tenía dos semanas estancada y que en su
puerta un candado exigía la retirada
de quienes visitaban.
—Ha llegado el día—, dijo en voz
alta Juan José. —Redibo, pro bobis— murmuró luego. En su habitación las paredes habían perdido su
color pálido por los trazos fuertes en
latín que las cubrían de arriba abajo,
de lado a lado. Toda una pandemia de
letras. Era de madrugada, por primera
vez en más de una década se dirigía
a la iglesia donde había sido violado
y manoseado por el perverso gusto de
un santo.
Irrumpió en la iglesia por la parte de
atrás donde se encontraba la cocina,
miró su reloj y dijo: — “A ver si todavía sigues la misma maldita rutina”
PASE A LA PAGINA SIGUIENTE
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VIENE DE LA PAGINA ANTERIOR
—, pasaron dos minutos y de la escalera empieza a
descender una bata blanca que con cada escalón empieza a tomar forma humana. Era él, Franco Gulías,
acercándose al refrigerador para tomarse un vaso de
leche, como todos los días, a la misma hora. Riendo
y llorando Juan José corrió a esconderse detrás de los
árboles, donde esperó hasta el amanecer. Vio cómo
en el edificio de la otra acera el sol hacía nacer una
cruz de sombra, entonces supo que era hora de actuar. Que el “Volveré por usted” que había escrito en
latín pasaría de la amenaza infantil al accionar de un
hombre traumado. De su bolso sacó un martillo con
el que rompió el candado de la puerta trasera y con
cautela caminó por los pasillos hasta dar con la puerta
del cuarto de confesiones. Leyó las palabras escritas
en la pared “Dios prefiere a los adoctrinados sociales”, sintió tanto asco que la escupió con la saliva del
desprecio y allí, tras una cortina, se sentó a esperar la
entrada del padre. Sabía que ese era el sitio donde se
cambiaba antes de dar la cara al público.
Los minutos van pasando, a lo lejos escucha a las
monjas afinando las voces para el canto de inauguración, de repente, sin aviso previo, oye el rechinar del
manubrio. No puede ver nada tras la cortina, no sabe
quién está con él en ese cuarto de frustrantes recuerdos.
—Si estas paredes hablaran estaría yo quemándome en el infierno—-, se escuchó dentro del pequeño cuarto. Sin dudas era él, su voz se escuchaba más
vieja y oxidada, pero era él, Juan José no lo dudo ni
un instante. Sacó lentamente de su bolsillo un trapo
sucio con el que se limpiaba el sudor mientras confeccionaba trajes, lo estrujó dentro de su puño y con el
rencor que añejaba dentro, saltó encima del maldito,
obligándolo a abrir la boca mientras le apretaba la tráquea con todo el odio que un humano puede sentir.
Le metió el trapo sudado hasta la garganta y con su
mano le hizo cerrar la boca.
—Mírame bien, mírame bien cabrón de mierda—,
el padre abrió los ojos del tamaño de dos lunas llenas. —Ahora me recuerdas hijo de puta, cómo irías a
olvidar al Juanjo que tantas veces pusiste boca abajo
en la cama— el padre intenta voltear la mirada atragantándose todo el sucio del pañuelo, sin poder toser
ni hablar.
—A Dios no le gustan los niños desobedientes
¿No? Por eso vine a cumplir mi palabra, a regresar por
usted como el día que huí le dije —. El padre perdía
fuerzas y se le notaba la debilidad en el rostro, hasta
que en un momento, movido por lo innato de sobrevivir, levanta los brazos y le clava los dedos en los ojos
a Juan José. Lo soltó, el padre intentó sacar de su boca
el pañuelo y Juan, casi sin ver y en un frenesí rabioso,
le clava el puño en los labios varias veces, cada vez que
lo levantaba más y más sangre. Lo dejó inconsciente
a puros golpes. Sacó de su boca el pañuelo y de sus
bolsillos pequeñas cruces que luego entró todas en la
boca del santo. Buscó su bolso tras la cortina, sacó dos
clavos y el martillo.
—Déjeme enseñarle la nueva crucifixión— dijo.
Lo despojó de su bata blanca, toda manchada, extendiendo sus brazos como mismo los extiende un pecador arrepentido. La fuerza fue tanta que de un solo
martillazo le dejó la mano adherida a la madera que
servía de piso. Repitió lo mismo en la mano izquierda.
Luego pasó a abrirle las piernas y a poner una cruz
entre ellas.
—Después de esto será todo un hombrecito, no se
preocupe, no le va a pasar nada—, golpeó la cruz con
la misma fuerza que hacía mientras cerraba las piernas
de madrugada. Después del golpe la cruceta terminó
siendo parte del padre.
—¿Sabe Franco? Hoy conmemoramos la primera
década del adoctrinamiento social. Qué bueno que
entramos usted y yo solos al cuarto de confesiones—
agosto-septiembre 2014
Eloisa Jacomelli
T
icino, Suiza, 17 de junio, 1989. Estudiante de la carrera de
Medicina en UNIBE donde ganó el primer lugar en la Segunda
Olimpiada de Matemáticas. Es integrante de Letra Joven. Se
considera una estudiante aplicada con muchas experiencias en
la vida. “Me atrae lo desconocido, probablemente por haber viajado toda
mi vida y por casi todo el mundo”. Es amante de los libros y considera que
cualquier libro es bueno para leer, ya que los considerados “libros malos”
son los que nos permiten evitar ciertos errores al momento de escribir.
Te encuentras en el mercado de Altdorf, es el 18
de noviembre del 1307. El día es luminoso pero
frío. Te vestiste con la ropa más caliente que tenías
pero igual, sientes esa brisa fría atravesar la tela
de tu ropa, a veces es tan fría que parece que te
atraviesa completo hasta llegar a los huesos. Te
miras alrededor, has hecho este recorrido muchas
veces, siempre pasando entre estos mercantes
que venden sus alimentos, sus objetos extraños y
siempre hablas con ellos. La brisa sopla en tu cara
y te cubres hasta la nariz con tu manto.
El mercado de Altdorf siempre ha sido frenético,
siempre hay muchísima gente hablando, riéndose,
niños que corren por todos lados, animales que
con el murmullo que produce la concentración de
gente y animales que hay en el mercado se ponen
nerviosos. Pero este día te das cuenta que no es así.
La gente susurra, le notas una cierta tensión en la
cara y esta tensión se refleja en sus movimientos,
ya no gesticula tanto, ya los niños no corren; se
quedan tranquilos cerca de sus padres. Te parece
captar una noticia, más que captarla, te enteras de
un evento que sucedió esta misma mañana. ¿Será
cierto? ¿Guillermo Tell, el más famoso ballestero
de este país está preso?
Un dolor lacerante te devuelve a la realidad.
Estás sentado en una mesa de un bar, con el
cigarrillo todavía entre tus dedos. Se quemó casi
por completo, le das la última calada y lo apagas
en el cenicero que está justo cerca de tu taza de
café. Levantas la tacita, el aroma de café inunda
tu nariz, todavía sigue caliente. De nuevo ese
dolor, tu hombro no se ha mejorado; sería tiempo
de ir a ver un médico. Pides otro café, miras a tu
alrededor; hay poca gente en esta tarde de otoño.
Estás sentado justo frente a un lago; que ya no es el
lago que tus tras tatarabuelos conocieron.
Casi no se distinguen los días de las noches si no
es por las farolas que hay en las calles, fluorescente
en el día y halógena en la noche. La luz del sol
ya casi no pasa a través de estos rascacielos, de
estas autopistas aéreas, de estos carros y motores
que vuelan sobre tu cabeza. Miras hacia arriba, un
carro de policía persigue a un motociclista. Miras
hacia abajo y te das cuentas de que la colilla sigue
prendida, el humo se eleva en el aire dibujando
figuras. ¡Ahí va! Reconoces la figura de un niño
parado con algo en su cabeza. Prendes otro
cigarrillo.
Es cierto, agarraron a Guillermo Tell y su hijo
pasando frente al palo donde colgaba el sombrero
del gobernador en la plaza grande de Altdorf, y
no inclinarse frente a él como signo de respeto.
Apresuras tu paso para llegar a la plaza grande y
ver lo que sucede. Siendo sus habilidades como
ballestero muy conocidas, el gobernador decidió
ponerlo a prueba. “¡Deberá perforar la manzana
que estará a 100 pies de distancia!” Sonríes y te
dices que esto es demasiado fácil para el gran
ballestero. Miras al ballestero, una gota de sudor
le fluye sobre su frente, su mirada es tensa. Le
percibes, por un instante, en sus ojos un poco de
temor, que se desvanece rápidamente.
El cielo se oscureció un poco y la brisa se calmó,
esta tarde lloverá. Miras hacia donde mira
Guillermo Tell con su mirada aseguradora. Es
una imagen aterrorizadora. Ahora entiendes. ¡La
manzana estará puesta sobre la cabeza de su mismo
hijo! Para liberarse y no ser ejecutados por la falta
de respeto frente al sombrero del gobernador, él
deberá traspasar el fruto y solo entonces lo dejaran
marcharse libre con su hijo. En el caso contrario,
los dos serán ejecutados.
Guillermo prepara su ballesta y dos flecha de
las cuales una
se coloca en su
camisa cerca del
corazón. Lo ves
halar la cuerda vegetal
de su ballesta, fijarla,
colocarle la otra flecha en
el carril acanalado del arma
y posicionarse para disparar.
Toma la mira y después de un rato
presiona el gatillo. Cierras los ojos,
este momento te parece muy largo e
insoportable. ¿Qué será del niño, qué será de
Guillermo si mata a su proprio hijo? La saeta
perforó a algo. Entonces se levanta una
ligera brisa y junto a ella un grito desde la
muchedumbre.
Apagas el cigarrillo, pagas la cuenta
y te vas paseando por la plaza. Esta
ciudad se ha vuelto totalmente
peatonal desde que los carros y los
motores circulan en el aire en vez de
circular en el suelo. ¿Será mejor así?
Piensas en las vidas pasadas y como
la gente vivía antes. Has refutado
comprar un carro volante, tampoco
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agosto-septiembre 2014
tienes mascota robotizada. Y piensas, la gente
se ha vuelto loca. Una mujer joven y linda te
pasa al lado. Su perfume te hace perder el hilo
de tus pensamientos. ¿Hace cuanto tiempo no
has estado con una mujer? Demasiado tiempo.
Sacas un cigarrillo y lo agarras con tus labios,
secos y rugosos. De otro bolsillo sacas un viejo
encendedor. Hoy en día ya no se encuentran
encendedores de este tipo. Lo acercas al
cigarrillo que intentas prender pero una briza
se levanta y apaga su llama. Vuelve a intentarlo
pero no logras encender tu cigarrillo. Sigues
caminando en la calle pensando si visitarlo
o no. Si te dejaron solo es porque pasabas
demasiado tiempo con él. Pero le debes esta
visita. Eres el único ser en esta era que todavía
comparte con él, que lo reconforta, además
quieres saber cómo termina la historia que te
ha estado contando durante todo este periodo.
Mientras caminas hacia este lugar muy
especial, vuelves a prender otro cigarrillo.
¡La saeta dio en el mismo medio de la manzana!
Un grito de alegría surge desde la multitud de
personas que están ahí presentes. Abres los
ojos y observas como el niño corre hacia su
padre y se lanza en sus brazos. Todos aclaman
la destreza de Guillermo. Lo que enfurece
aun más al gobernador quien al parecer no
acabó con ellos todavía. Le pregunta por
qué tenía una flecha escondida cerca de su
corazón y Guillermo queriendo salir de esta
situación le responde sin gran interés que
era una costumbre que los ballesteros tenían.
Entonces Gessler abusa de su poder y le ordena
de decirle la verdad para dejarlos marcharse
libre. Fue entonces que el famoso ballestero
confeso que si hubiera asesinado a su hijo, la
segunda flecha hubiera perforado su corazón
Austriaco y así mismo hubiera liberado el país
de su dominio.
El hijo se ve alejarse de nuevo de los brazos
de su padre que están deteniendo otra vez
por conspiración. Logran llevárselo hasta
los barcos que lo llevarán a la prisión que se
encuentra en la isla del lago de esta región.
Los habitantes de Altdorf armaron una
resistencia al gobierno austriaco y de este
momento en adelante se lucho con más
rigor para la independencia del país.
Unos tres o cuatro días después de la
deportación de Guillermo Tell, se
anunció el asesinato del
gobernador
Hermann Gessler.
Llegaste al lugar. Sacas tu identificación y el
conserje te deja entrar con una cierta pena en
la mirada. Aparentemente sabe quién eres y
se enteró de tu divorcio. No le haces caso y
recorres los pasillos interminables de este
centro. Subes escaleras para llegar a otra ala
de la edificación, bajas otra escalera y llegas
a la recepción del área que te interesa. Le
enseñas tu identificación, firmas unos papeles
de rutina e informas la secretaria de la persona
que quieres visitar. Te acompañan, no puedes
creer que todavía tengan que acompañarte.
Has ido al mismo lugar, a ver la misma
persona tantas veces que ya te conocen hasta
intercambian discusiones breves y noticias en
toda confidencia. Increible.
Llegaste. Pasan una tarjeta en un sistema y la
puerta se abre. Por fin te dejan solo. Sacas un
cigarrillo de la cajita de metal que heredaste
de tus ancestros; estas tampoco ya no se
encuentran en las tiendas. Lo miras y por
primera vez desde hace mucho lo observas de
cerca; la parte con el filtro es más firme y dura,
la parte con el tabaco es más sensible basta una
ligera presión para partirla en pedazos, es suave
al tacto, y huele a tabaco. Decides esperar
antes de prenderla, entras en la habitación. El
está ahí, de pie en un contenedor ajustado a su
tamaño y lleno de líquido de un color blanco
transparente. Te sonríe, le devuelves la sonrisa.
Te acercas y le dices que pensaste mucho en
lo que te contó, que los héroes siguen en vida
aunque no obligatoriamente hay que tenerlo
entre nosotros. Entonces le preguntas: “¿qué
pasó después?” Y prendes el cigarrillo que
tenias entre tus dedos le das una calada, el
humo entra en tus pulmones.
“Imagínate la tormenta que estalló. Los
guardias me liberaron para que yo los ayudara
a regresar a la orilla porque no podían
controlar el bote solos. Logré llegar a la orilla
y entonces, de un empujón devolví el barco en
medio de la tormenta y hui. Tres días después
me encontré cerca de Küssnacht y tendiéndole
una emboscada, de un solo tiro asesiné el
gobernador montado en su caballo. Estaba
justo de camino a la prisión para ejecutarme.
Estaba bien escondido así
que no supieron de
donde
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Shantal Mesa
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0 de septiembre 1989.
Estudiante de la carrera
de Psicología en Unibe.
Comenzó a escribir
activamente desde el 2007 en
espacios de comunicación virtual. Se considera una persona
nostálgica por naturaleza, amante de las palabras y con la
necesidad de expresar un mundo mediante ellas.
Tus ojos, un enigma
un campo de fuerza
que traen y llevan
a veces no me miran, tiemblan
cuando ya no hay palabras
Tus ojos me acechan
como un león a su presa
y me encuentro indefensa, desnuda
porque no hay centímetro que no vean
Tus ojos se oscurecen
se llenan de espera
de un miedo visible
como cuando un niño
le teme a la noche
Gabriela Mejía
3
de enero 1987). Diseñadora
gráfica egresada de La
Escuela de Diseño de Altos
de Chavón y Licenciada en
Educación Temprana, egresada de
UNIBE.
La carta que nunca me enviaste
No hubo predicción meteorológica
pero hace varios días todo era igual
la alarma, las sorpresas
y ese olor a muerte de la rutina.
Me perdía entre las sábanas y tú caías muerto en la cama
yo pendejamente te miraba mientras dormías
como si al mirarte podrían cambiar las cosas.
Cuando llegó el mes de octubre
la verdad que todo había cambiado
se avecinaba una gran tragedia
que sólo el estómago intuía
ahora estoy aquí en el mismo apartamento
donde nos vimos por última vez
muriéndome de frío
y atreviéndome a todo menos a amar.
Dicen los sabios que lo mejor que Dios inventó
fue un día tras otro
el problema está en que yo no creo en Dios
debí notarlo aquella vez que regresaste vestido de blanco
con la mierda esa en los bolsillos
un collar que te protegería de todo lo malo
hasta de ti mismo.
Te fuiste lejos a lavar platos
y a metérselo a la primera gringa que encontraras
ya vi las fotos de tu hijo y tu gordura norteamericana
tú que siempre comiste como un animal salvaje
de seguro ya eres experto ordenando los combos
de McDonald´s “Double size it”
te imagino decir con tu uniforme de bombero
y tu sonrisa de que lo lograste.
No hubo predicción meteorológica
pero hace varios días que todo era igual
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MiCultura
Juan García
S
anto Domingo, 22 de
diciembre, 1994. Estudiante
de la carrera de T.I.C en la
Universidad Iberoamericana.
Integrante activo del Taller Literario
Letra Joven de UNIBE. Afirma que
“la vida es como la ves, yo la veo como
un gran reto el cual contaré algún día
como un chiste”.
agosto-septiembre 2014
Abro los ojos y me doy cuenta de que todo
es lo mismo. Estoy cansado de esto. No soy
más que un niño jugando con los mismos
juguetes.
Desearía volver al pasado. Poder deshacer
lo que soy, encontrar el punto clave de mi
vida donde abrí la caja de pandoras y no dejar libre estas sombras que me acosan.
Soy un maestro en lo que hago, pero siento que si sigo en esto mi alma se quebrará
como un viejo y delgado hilo. Controlo todo
lo que me rodea. Otra noche más donde estos ojos sin vida me persiguen, miran dentro
de mí, riéndose de lo que soy.
Recuerdo a Bob con su cuerpo de madera
mal pintado y solo un par de hilos que salían
de él. Era divertido jugar con él, pero incluso
él no es más que una de mis herramientas.
Este don que me maldice ya sólo me queda aceptar lo que soy: un titiritero.
encanto, no fue hasta el sábado de esa misma semana
que no soporte mas y decidí
visitar la tienda me acerque
al mostrador para ver si había
alguien.
Me acababa de levantar
en mi nuevo apartamento
tome una ducha y me vestí con mi mejor vestido;
me dirigí al barcón para
poder apreciar la vista mañanera, pero fue otra cosa
lo que me distrajo, al frente
había una floristería.
En un florero que había en
la ventana del frente habían
unas flores eran blancas con
detalles rojos precian de plástico pero caí en cuenta de que
no lo eran, parecían brillar con
el sol estar llenas de vida me
quede mirándola horas, no
fue hasta que escuche en
la radio de algún carro
que eran las 11:00am.
Salí corriendo para
llegar al trabajo y poder disculparme con
mi jefe por llegar
tarde pero ese día
era feriado me sentí un poco estúpida
por haberlo olvidado, volví a
casa prepare algo de comer
y leí algunos libros que tenía
pendientes.
Ya era de noche decidida a
dormir me prepare pero antes de irme a dormir sentí un
fuerte deseo de volver a ver las
flores, esta vez ellas parecían
distintas era como si también
tuvieran un encanto nocturno
y como un hechizo me quede ahí pegada hasta tarde en
la noche, paso una semana
en un abrir y cerrar de ojos la
flores con cada día eran más
encantadoras.
Invite a varias de mis amigas para que vean las flores a
todas le paso lo mismo ellas
quedaron enganchadas en su
En una cilla de la parte de
atrás casi escondido por el
mostrador había un señor
mayo que parecía el dueño de
la tienda.
-que desea joven?
-disculpe me gustaría poder
conocer un poco de aquellas
flores.
-esas flores son unos de mis
tesoros no están a la venta.
-solo me gustaría saber un
poco sobre ellas, nunca había
visto flores iguales.
Esas flores son algo especial, hace ya un tiempo cuando la maldad intento entrar
en esta ciudad un joven salió
en rescate de todos.
Cuando todo parecía perdido aquel joven lucho con
todo lo que tenía hasta el último aliento solo por proteger a
su amada y como recompensa por tan heroica l pelea los
dioses nos dieron un recuerdo, flores blancas del campo
que se tiñeron con su sangre
tomaron su esencia.
Estas flores se llenaron del
espíritu de aquel héroe
Esta es la historia detrás
de estas flores la historia de
nuestra ciudad, pero lo más
importante la historia de mi
hijo.
MiCultura
agosto-septiembre 2014
7
Gretchenh de la Cruz
N
ació un primero de enero. Es estudiante de la carrera de Derecho en
la Universidad Iberoamericana. Pertenece al Taller Literario Letra
Joven de Unibe. Su poesía ha sido galardonada en el VI Certamen
Literario de Unibe y el V Concurso Nacional para Talleres Literarios
del Ministerio de Cultura de República Dominicana. Afirma que escribe poesía
porque es la forma más sublime que he encontrado de derramar su corazón. Se
define como “una traductora de las corrientes líricas del espacio sideral de la
filosofía de la humanidad y sus gajes, y una amante apasionada de vivir”.
Stephanie Paulino
S
anto Domingo, 23 de enero, 1992. Es
estudiante de término de la carrera de
Psicología en la Universidad Iberoamericana.
Se define como una coleccionista de
momentos e historias.
I
Me siento y cuento las pajitas que me caen en los ojos
Dibujo la curvilínea que describe mi pesar
Que traza desde el primero hasta el último
Que aun no ha llegado.
La presunción es que son millones los matices
De los billones de colores en mi iris
Y es exactamente la misma cantidad
Las desilusiones que cuelgan de cada contracción
que mi corazón comete.
Y es que si hablar de mí se trata
Soy la persona menos indicada para recurrir
Tengo las manos llenas de grasa
Astigmatismo en la vista
Poco oído
Y pies torcidos
Un gusto adquirido por la miel
Un pequeñísimo grado de falta de concentración
Y una cuchara de plástico para remenear todo el asunto.
Que si me enamoro de Arjona
De Sanz y de Leto también
Que si Marc Anthony me roba con mi consentimiento
Que si el aparataje de las palabras no me compran
Pero un par de acciones decididas me tumban de los pies
Que si duermo dando vueltas como el reloj
Y ronco cuando duermo exhausta
Que si me revuelca el estomago una risa astridente
Que si bostezo por gusto
Que si soy muy liberal con mis cejas
Que si me gozo en la soledad.
Todo eso pregúntenselo a mi abogado
Porque si de hablar de mí se trata
Lo juro que no lo hice
No lo escuché y no lo sé.
II
Me pesan las pupilas
Me arde el pensamiento
Me salen ulceras en el deseo
Se me secan las puntas de los dedos
Se me va lejano el perfume de las lilas
Se me pierde la suavidad del perdón
Me pierdo contando las desdichas
Se me corta la respiración
Se me aceleran los latidos
Se me fulmina la lógica
Se me solidifica la sangre
Me voy derritiendo en el frío
Me voy alejando de la realidad
Me voy volviendo una con la sed
Se me cortan los sueños
Se me escapan las estocadas
Se me acaba el aire
Y no me perdono
III
Reptilmente se arrastra el rayo de luz
Ese mismo que teletransporta pedacitos de cielo
como un pasadizo secreto
Y los trae a la tierra
A escondidas me toca
Firmemente
Ardiente
Pero delicado como el primer beso que me diste
Me toca y no lo puedo detener
Como gotas de aceite del paraíso
Se desliza por todo lo que llamo yo
La cosa brillante se apodera de mis sentidos
Veo luz
Saboreo luz
Escucho luz
Huelo luz
Siento luz
Penetra mi ser hasta la carne
Hasta los huesos
Hasta las lágrimas
Hasta los deja-vu’s
Hasta donde ni yo misma me conozco
Ahí donde solo me conoces tú
Hasta ahí llega la luz
Digamos que ya no estás tan solo
En ese cuarto secreto de allá atrás
Donde te mudaste por el complejo de ser independiente
Donde la dependencia te persiguió
Y ahora son tres
Tú
La dependencia
Y la luz
Yo soy hija de Santo Domingo
De atardeceres rojos y fríos.
Soy hija de la lluvia
Dueña de la tinta y de la paz.
Emperadora de mi cuerpo en la embajada del olvido.
Motivo de la pena, lástima, lucha y demás.
Soy quien limpia los desastres a la hora de merendar,
Quien te da el mundo con cuchara,
Quien te despierta en las mañanas.
Yo soy hija del caos y la marejada,
Quizás incluso de una noche larga.
Del humo, del alcohol.
Hija incluso del perdón.
Soy hija de esta ciudad que me dejo huérfana,
Hija de la ciudad que me destruyó.
Yo soy hija de Santo Domingo,
De la furia del sol quemando al mar
Hija de la sonrisa dada y de las manos atadas
Soy hija del conformismo de un pueblo
Que aun hoy intenta.
8
MiCultura
agosto-septiembre 2014
Jaime Lindo
S
anto Domingo, 11 de agosto, 1993. Es
estudiante de la carrera de Odontología en
la Universidad Iberoamericana. Pertenece
al taller literario Letra Joven de UNIBE. Se
define como aquel que busca la hermosura hasta en lo
más profundo de la tristeza.
Gazcue, escondido y olvidado.
Esto se vuelve poco a poco en cementerio abandonado.
Es como si la muerte rondara por
estas calles.
Sus ojos brillantes me tragan y me
digieren
como carne fresca acabada de cortar.
Los árboles me saludan y me llaman para respirar
lo que me queda de juventud
simplemente para seguir vivos
y volverme un cadáver más.
¿O ya me habré vuelto un muerto
más
de este panteón sin salida?
No sé,
pero a la vez me gusta pertenecer a
este centro de locos.
Es como si no importase lo que
pasó
o lo que fuese a pasar.
Las casas son castillos de arena
que se desmoronan a mi alrededor.
Los gigantes vienen por ellas a crecer
y fortalecerse con el olor de concreto antiguo.
En las noches,
las estrellas salen a vigilar cada paso
que doy
y la luna se burla de cada intento
fallido
de escapar de este mundo apocalíptico
que nos hemos creado los que tenemos la oportunidad
y, al mismo tiempo, la desgracia de
vivir aquí.
Oigo gritos.
Acaban de atrapar a un muerto que
logró salir
ojalá hubiera sido yo
y entonces la pregunta,
¿No me atrevo o no quiero?
(A partir de “Homenaje a Albee”
de Elsa Núñez)
Eres la soga que inspira suicidio
y me veo ahí
sentado, encorvado, viejo, abandonado
y me llevas a aquel rincón
donde me envuelve el azul
que me acaricia y me enamora
donde el violeta me da paciencia
y me seduce
donde la sombra negra me siembra tristeza
me lleva a perder y a perderme
a olvidarme
donde la soledad se oye
se respira
se saborea
donde se rompen los árboles con el soplar
del viento
donde el hierro se oxida de tan sólo tocarlo
donde la desesperación es algo admirable
donde caemos y giramos sin querer
donde no hay camino, ni quien nos guíe
donde se encuentra un corazón sin dueño.

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