Artigo de Javier González Lamelas, Chandrexa de Queixa.

Transcripción

Artigo de Javier González Lamelas, Chandrexa de Queixa.
Sobre una construcción de la relación en "Baúles", de Jorge Emilio Bóveda
Artigo de Javier González Lamelas, Chandrexa de Queixa.
'Baúles', LiberLIBRO.com .
El ritmo en la alternancia se puede referir a los diálogos. En esta situación las razones de
los personajes se construyen por separado. Hay violencia, desesperación, abandono,
muerte, pero la vida todavía queda allá, más allá de la cumbre de esta iridiscente
certidumbre y sus situaciones. Aquí surge entonces el monólogo: porque en cada escena
la persona teje la trama para su interior y éste vale en la medida en que nos emociona,
nos incumbe.
Entonces, vemos las actitudes sicológicas superables como un yo que se martiriza con
las relaciones extremas, pero poco más, poco más... Porque todo lo que cae fuera del
monólogo es inútil para cualquier cosa que no forme esta construcción. En cambio,
cuando el ritmo se refiere a las escenas primero, se tiende a la construcción
costumbrista. En ella la explanación de los sucesos es tan poderosa que incluso un relato
predominantemente moral quedará limitado a escenas primero y luego al recuerdo o a la
acción o a un hecho orientado como futuro. Como si en la protección de los límites de
uno mismo no hubiera moralidad. Cuando aquí se establece como centro, como si no
hubiera implicación; cuando aquí se establece como caos, como si no hubiera calma;
cuando aquí retumba como la paz plena en la vida causada.
Cuando la primera construcción, más autobiográficamente plena, se refiere a vidas paralelas, el mismo diálogo, si es suficientemente intenso
para alguien, puede no ser más que un monólogo encubierto: de vez en cuando se pueden colorear estos o aquellos aspectos que
interesará resaltar más: palabras por separado, pertenencias por separado, intuiciones por separado, pero no deja de llevar todo sino al
mismo escenario de la soledad sonora inscrita sobre las preocupaciones exclusivamente de uno mismo.
En la segunda, la naturaleza gobierna las leyes para que las leyes acaben despareciendo detrás de los hechos. Como si la compañía fuera
algo predispuesto a entablar un ánimo desde que uno se siente necesitado de comprensión sincera, implicada en algo más que la vida en
monólogo o en diálogo. La naturaleza gobierna pero a la vez va cerrando caminos para sí misma también, como tras la selva horadamos una
vida más intensa o más sencilla, sentido mortecino como el que nos hizo vivir algún día. La naturaleza desata esas incertidumbres y las lleva
a ser partícipes en un algo alto pero que no acaba completamente por hacerse con nuestro interior. (Todo lo que hay en la naturaleza se
purifica, y principalmente por este hecho.)
En Selva oscura se va hablando en un transcurso de un jardín luminoso que, en tanto que comparado consigo mismo, se va haciendo cada
vez más oscuro. La naturaleza establece el marco: los ojos que se encuentran en una penumbra inmensa y siempre en un sendero porque
sólo al final reconocen otro jardín todavía más inmenso y no importa ya si luminoso o nocturno. El cuerpo establece la causa: las manos son
el vigía, y bien palidecen también trastocando todo en lo propio o en lo ajeno. En Selva oscura la compañía es muy poderosa y se da
ciertamente junto a otros sucesos, junto a la noche, a la sangre, en las praderas, en el estanque, en el terreno umbroso, en el regreso a casa,
y también en las miradas, de camino al habla y a la alegría, en la misma compañía; y la naturaleza ofrece ese frío interior de negrura y
podredumbre desde una tristeza infinitamente palpable, pero ¿palpable de qué?...
Al final, la selva oscura lo es porque ni los ojos que guiaron ni las manos que probaron fueron testigos de algo. No se puede ser testigo de
uno mismo en el sufrimiento propio porque el testigo es lo exterior y lo anunciado a cada momento, poco nos queda cuando nos desnudan,
cuántas pequeñeces separan a una persona cuando no sabe superarlas, pienso en mis venas y en el misterio, etc.
Nosotros todavía tenemos dominio sobre nuestra propia muerte: la ira se libera en la podredumbre; nosotros cambiamos el destino en la hora
de la sangre marchita: es añojo, se arremolina al tiempo, tiembla en tiempo brumoso, cada cual con la miseria que mostraba su propia
muerte. Ella está rodeada y establecida en su casa y el bar, los cristales, el amorío, las compañías, los estudios, los paseos... todo reverbera
y está en el centro de su propia vida. Él viene como con muérdagos triste y a aquel a quien tan alto le ha ido todo se le acaba enfrentando a
su propia mentira, pero ¿qué destruye una mentira? Esperanza de cristal, esperanza retraída; fue un suceso de agosto y cada hombre brilla
en su oscuridad: silbaba continuamente el presagio y reverdecía continuamente y llegaba a tu idea continuamente una lejana voz: toda una
vida... toda una vida. El baúl vale de trampa y también de vida, y todo cuanto sucedo lo hace desmesuradamente, desmesuradamente...
Tantos años ocupando el reino de las raíces, oyendo el cálido restañar de los niños en la tarde... Teníamos las fuerzas desconocidas, cielo
profundo y calmo vivía de tanto encanto, eso es lo que vimos. Había palabras, había otra fuerza desconocida que nunca pudimos penetrar
más adentro, nosotros; nunca tuviéramos en tantos desvelamientos así, y así descendimos.

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