antología literaria y de textos orales

Transcripción

antología literaria y de textos orales
EL HOLOCAUSTO MÁS ALLÁ DE LA CONMEMORACIÓN:
DAR A LEER, DAR A PENSAR, DAR TESTIMONIO Y RECORDAR.
ANTOLOGÍA LITERARIA Y DE TEXTOS ORALES
COORDINADORES DEL PROYECTO:
JOSÉ ÁNGEL RAMÍREZ COMPÉS
PEDRO GONZÁLEZ MORENO
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ANTOLOGÍA LITERARIA Y DE TEXTOS ORALES.
“El campo de concentración sólo es imaginable como literatura
no como realidad” IMRE KERSTEZ
INTRODUCCIÓN.
El objetivo fundamental es crear un corpus básico que nos permita DAR A LEER Y
DAR TESTIMONIO.
El porqué de esta antología responde a la necesidad de recoger en ella numerosos textos
ordenados temáticamente, a partir de un amplio abanico de lo que podríamos denominar
“literatura testimonio”. Sus autores o testimonios proceden de la experiencia propia de la
deportación o del universo concentracionario.
En los centros escolares es impensable poder acceder a este repertorio, incluso es difícil
hasta en bibliotecas públicas, a juzgar por la dificultad que hemos tenido para conseguir
algunas; por eso hemos creído oportuno incorporarla al trabajo ya que esto facilita
enormemente la labor a un profesorado interesado en el tema. Por otra parte, la antología es
muy operativa a la hora de trabajar en clase ya que nos evita el acarreo de decenas de libros
que previamente hemos tenido que localizar y trabajar. No obstante, también se podría
plantear el trabajo en clase a partir de dos o tres obras solamente, que no son más de las que
suelen tener los centros sobres estos temas, aunque esto, evidentemente, nos resta matices y
profundidad en los temas seleccionados.
El valor y la fuerza del testimonio literario es innegable. Nos permite trascender ese
marco, a veces, factual y frío de datos o períodos, para sumergirnos en las historias personales
que son las que dan una dimensión humana a la historia. Sólo a través de los testimonios
podemos intuir aquello que las frías cifras no nos dejan ver. La historia de esos hombres y
mujeres “sin historia”, cuyo lugar ha sido, a menudo, escamoteado en la Historia. En pocos
temas la voz de los testigos cobra la fuerza y dimensión como en éste.
La antología la concebimos como una herramienta transversal que puede ser
aprovechada para abordar el tema desde distintas asignaturas.
Podemos encontrar una aproximación al análisis de la literatura concentracionaria en
JAIME VÁNDOR, “Los campos en la literatura. Reflexiones y ejemplos de la literatura
concentracionaria”, Anthropos 203, Barcelona 2004, pp. 125-131.
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BREVE PERFIL BIOGRÁFICO DE LOS AUTORES.
JOAQUIM AMAT-PINIELLA, (Manresa 1913, Barcelona, 1974). Tuvo que
abandonar el país tras la derrota de la Segunda República y exiliarse a Francia, donde fue
movilizado como trabajador forzoso. Fue deportado junto a otros españoles al campo de
Mauthausen del que luego pasó a otros campos de la zona austriaca, hasta su liberación por las
tropas norteamericanas en 1945.
JEAN AMÉRY, Jean Améry es el pseudónimo que elige el filósofo austriaco de origen
judío Hans Mayer (=Améry) a raíz de la anexión de Austria por Alemania en 1938. Deportado
por los alemanes al campo de Gurs, se escapa y se une a la resistencia antinazi en Bélgica. En
1943 es arrestado de nuevo y deportado a Auschwitz. Sobrevivirá a las marchas de la muerte y
será liberado en Bergen- Belsen. En 1978 se suicidó en la ciudad austriaca de Salzburgo.
AHARON APPELFELD, judío rumano. Deportado a un campo de concentración en
Transnistria cuando apenas tenía 8 años, consiguió sobrevivir tras huir y permanecer oculto en
los bosques ucranianos durante tres años. Emigró a Israel en 1946.
ROBERT ANTELME, francés, entro en la Resistencia a partir de 1943.En 1944 es
detenido por la Gestapo al igual que su hermana y deportado a Aalemania. Pasará por los
siguientes campos: Buchenwald, Gandersheim y Dachau. Escribe esta obra en 1947. Estuvo
casado con la escritora Marguerite Duras. Muere en 1990.
TADEUSZ BOROWSKI. Nació en Zhitomir, Ucrania, en 1922, hijo de padres polacos
exiliados. Durante la ocupación de Polonia por los nazis, acaba el bachillerato en un instituto
clandestino. Más tarde cursa estudios de Filología polaca también en la universidad
clandestina. En 1942 consigue publicar, con una vieja ciclostil, su primer libro de poemas,
“Donde esté la tierra”, que circula clandestinamente por Polonia, cosechando un notable éxito.
Aunque no está implicado en tareas subversivas, es detenido por la Gestapo y acusado de
crímenes políticos. Tras pasar por la terrorífica prisión de Pawiak, es enviado a Auschwitz,
donde permanecerá durante dos años. En los últimos meses de la guerra será trasladado a
Dachau. Terminada la guerra decide narrar su experiencia en los campos. En 1948 ingresa en
el Partido Comunista Polaco, de la mano del cual iniciará una exitosa carrera periodística
como propagandista del régimen comunista. Tras desengañarse políticamente, pues ve claras
semejanzas entre el régimen comunista y el nacionalsocialismo, y sentimentalmente, pues su
mujer, María, cuya vida había ido en paralelo a la suya, inicia otra relación amorosa, se quita
la vida abriendo el gas de su apartamento de Varsovia. Es el 1 de julio de 1951. Borowski
tiene veintinueve años. “Nuestro hogar es Auschwitz” es una antología que reúne ocho relatos
de ficción, de gran calidad literaria, que tienen, al mismo tiempo, un indudable valor
documental: el narrador no es otro que el propio autor y muchas situaciones y personajes son
verídicos. El tono del libro es descarnado y distanciado, al mismo tiempo, sobrecogedor e
impasible, a la vez.
MARGARETE BUBER-NEUMAN, nació en Berlín en 1901. Militante comunista
durante su juventud. Se casó con el dirigente del Partido Comunista alemán (KPD) Heinz
Neumann. Fue detenida por las autoridades soviéticas, su marido “desapareció”,
presumiblemente ejecutado. En 1940, tras el pacto entre Hitler y Stalin fue entregada a la
Gestapo y recluida en el campo de concentración para mujeres de Ravensbrück. Allí conoció a
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Milena. Fue víctima tanto del régimen soviético como del nazi: En las cárceles de Hitler y
Stalin.
MARIANO CONSTANTE, de origen aragonés, combatió en las filas de la República,
después en el ejército francés y finalmente hecho prisionero y deportado al campo de
Mautausen. Ha vivido en el exilio en Francia. Ha recibido varios reconocimientos por parte de
instituciones españolas por su difusión sobre el holocausto de los republicanos españoles.
CHARLOTTE DELBO, nació en las cercanías de París en 1913.Vinculada al mundo
del teatro. Fue detenida, encarcelada y deportada a Auschwitz por participar en la Resistencia.
En 1944 fue trasladada al campo de Ravensbrück, de donde sería liberada. Toda su producción
es un homenaje a las víctimas del totalitarismo. Murió en París en 1985.
GENEVIÈVE DE GAULLE ANTHONIOZ, nació en 1920 y es sobrina del general De
Gaulle. En la Resistencia desde 1940, es detenida en 1943 e internada en la cárcel de Fresnes
en París, luego en el campo de Ravensbrück. Desde 1956, es presidenta de la Asociación
nacional de antiguas deportadas e internadas de la resistencia. Murió en 2002.
MICHEL DEL CASTILLO, Michel del Castillo nace en Madrid en 1933. Hijo de un
rico terrateniente francés y de una española comprometida con el Frente Popular. Con sólo 9
años será deportado a un campo de concentración nazi. En 1957 publica Tanguy, novela
autobiográfica en la que narra su experiencia en los campos.
FANIA FENELON, nacida como Fania Goldstein, en Paris, en 1922. Estudió en el
Conservatorio de París y, al mismo tiempo, por las noches, cantaba en bares, bajo el nombre
artístico de Fania Fenelon. Miembro de la Resistencia francesa, fue arrestada y torturada.
Deportada a Auschwitz-Birkenau, donde formó parte de la orquesta femenina del Campo (bajo
la dirección de Alma Rose, sobrina del compositor Gustav Mahler), fue después trasladada a
Bergen-Belsen, donde fue liberada en 1945. Sobrevivió a pesar de haber contraído el tifus.
Entre 1973 y 1976 escribió Tregua para la orquesta, donde narra su experiencia en los
Campos. Murió en París en 1983.
ANA FRANK, Anneliese Marie (Anna) Frank (1929-1945). Nació en Francfort del
Meno (Hesse). Emigró con su familia a Holanda, en 1933. Se instalaron en Amsterdam. A la
llegada de los alemanes no pudieron abandonar el país y, el lunes 6 de julio de 1942, se
refugiaron en el "anexo secreto", ubicado en las mismas oficinas de Otto Frank.
Menos de un mes antes, Ana, la hija menor de sólo trece años, había comenzado a
escribir su Diario. Lo hace hasta el 1° de agosto de 1944. Tres días después, hacia las 10.30 de
una mañana de verano, irrumpe en el anexo la Grüne-Polizei y sus ocho habitantes, más sus
protectores Kraler y Koophuis, son arrestados y enviados a campos de concentración. El
fascista holandés que los denunció ganó 60 florines —7,50 por cabeza— por entregar al grupo.
El Diario de Ana Frank fue encontrado, en medio del caos dejado por la Gestapo en el
refugio, por las buenas amigas Miep y Elli. Será su padre Otto Frank, el único superviviente de
la familia, quien lo publicará en alemán en 1954.
Después de la detención, son llevados al campo de concentración de Westerbork, en
Holanda. Más tarde a Auschwitz, en Polonia.
Hacia fines de octubre de 1944, Margot y Ana son trasladadas al campo de concentración
de Bergen-Belsen, en Alemania. Margot muere en febrero de 1945, Ana en marzo del mismo
año, ambas de fiebres tifoideas, dos meses antes de la liberación de Holanda y la entrada de las
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tropas británicas en el campo de Bergen-Belsen. Ana Frank todavía no había cumplido los
dieciséis años, había nacido el 12 de junio de 1929... ].
V. FRANKL, nació en Viena, de familia judía, en 1905.Se doctoró allí en Medicina.
Estuvo internado durate tres años en Auschwitz, Dachau y otros campos. La
Logoterapia/análisis existencial, que él fundó, es denominada también “la tercera vía vienesa
de psicoterapia”. Ejerció la docencia en varias universidades de Estados Unidos. Falleció en
1997 en Viena.
PAVEL FRIEDMANN, nacido el 7-1-1921, deportado al gueto de Terezín el 28-41942. Deportado de Terezín a Auschwitz el 29-9-1944. El poema “La Mariposa” está escrito
a máquina, en un papel de copia, formato A3. Fechado el 4-6-1942.
VIOLETA FRIEDMAN, Judía nacida en un territorio húngaro que acabó perteneciendo
a Rumanía. Superviviente de Auschwitz. Residió en España desde 1965. Dedicó buena parte
de su vida a luchar contra la intolerancia y la xenofobia. Por eso no pudo soportar, en julio de
1985, unas declaraciones que hizo a la revista Tiempo el ex jefe de las SS de Hitler León
Degrelle, a quien Franco permitió vivir en España. Degrelle ponía en duda que hubieran
existido las cámaras de gas; afirmaba que en los campos de concentración no se había
exterminado a los judíos y decía que el doctor Mengele, conocido como “El ángel de la
muerte”, era un médico «normal».
Al leer esas declaraciones, presentó una demanda contra él. Pero un juez la desestimó
por entender que, al no haberse referido a ella, Degrelle no había atentado contra su honor. La
Audiencia Territorial de Madrid y el Tribunal Supremo tampoco le dieron la razón.
Ella no se dio por vencida y recurrió al Tribunal Constitucional. El 10 de noviembre de
1991 fue uno de los días más felices de su vida: los magistrados sentenciaron que Degrelle
había ofendido al pueblo judío y había atentado contra el honor de Violeta Friedman y de
todos los que estuvieron en los campos nazis. Tardó casi siete años en ganar un pleito vital
para ella, pero al fin lo consiguió, asistida gratis por el abogado Jorge Trías. Murió en Madrid
en el año 2000.
PETR GINZ, nació en Praga en 1928, de padre judío y madre checa y aria. A los pocos
años destacó por su gran talento, tanto en el plano literario como en el artístico. A finales de
1942 fue trasladado al gueto de Terezin. En 1944 fue deportado a Auschwitz, donde murió
asesinado por la barbarie nazi. Tiene catorce años cuando escribe el diario y dieciséis cuando
muere.
ETTY HILLESUM, deportada desde el campo holandés de Westerbork, donde escribe
su Diario y sus Cartas, a Auschwitz, en donde encuentra la muerte junto con sus padres y sus
dos hermanos el 30 de noviembre de1943.
RUDOLF HOESS, Obersturmbannführer de las SS. Nació en Baden-Baden en 1900, en
el seno de una familia católica. Tras “hacer carrera” en los campos de Dachau y
Sachsenhausen, es nombrado, en 1940, comandante del campo de Auschwitz. Ejecutor de la
“Solución final”, especialmente, la tristemente conocida como “Aktion Hoess”: el exterminio
de los judíos húngaros. Condenado a morir ahorcado en Polonia, fue ejecutado en Auschwitz
el 2 de abril de 1947.
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IMRE KERSTEZ, nacido en Budapest en 1929 fue deportado a Auschwitz en 1944.
Después de regresar a Hungría trabajó como periodista y traductor. Ha recibido numerosos
premios literarios, entre ellos el Nobel de Literatura.
EUGEN KOGON, nació en Munich en 1903 hijo de un diplomático ruso. Estudió
economía y sociología. Se opuso al nacionalsocialismo y fue arrestado por la Gestapo en
1936.En 1939 fue deportado al campo de Buchenwald donde pasaría seis años. En 1945,
después de su liberación, redactó, a instancias de los servicios de inteligencia aliados, un
informe sobre el sistema de los campos de concentración en Alemania que inmediatamente
se refundiría en un libro, El Estado SS. Publicada en 1946, y reeditada sin cesar desde
entonces, la obra se utilizaría como referencia en los juicios de Nuremberg.
VICTOR KLEMPERER, nace en 1881 en Landsberg an der Warthe (hoy Polonia), se
traslada a Berlin en 1891. Se convierte al protestantismo. Profesor de Filología Románica.
Lucha en la Primera Guerra Mundial .Es expulsado de su cátedra en Dresde en 1935 como
consecuencia de su origen judío. Casado con una alemana. Es obligado a vivir en casas de
judíos y a trabajar en fábricas. Después de la guerra se reincorpora a la cátedra de Dresde.
Será diputado en el Parlamento de la RDA. Entre sus obras destacan LTI, que es un estudio
de la lengua bajo el Tercer Reich. Su obra Diarios. Quiero dar testimonio hasta el final, está
considerada un clásico. Falleció en 1960.
RUTH KLÜGER, nació en Viena, en 1931, en el seno de una familia judía. A los 11
años fue deportada a Theresienstadt, junto con su madre (su padre, médico de profesión, había
huido a Italia y Francia, donde fue detenido, y acabó sus días en la cámara de gas). Más tarde
fue deportada a Auschwitz y finalmente a Gross-Rosen (Christiandstadt). Al acabar la guerra
emigró a Estados Unidos con su madre. Se especializó en Literatura angloamericana y
alemana, y actualmente da clases en California y Gotinga. Publicó “Seguir viviendo” en 1991,
casi cincuenta años después de los hechos.
HANNA KRALL, “Ganarle a Dios”, Ed. Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la
figura de MAREK EDELMAN [Miembro de la ZOB: Organización Judía de Combate.
Comandante de la insurrección del ghetto de Varsovia en 1943. Sobrevivió y permaneció en
Polonia, donde llegó a ser un conocido cardiólogo y cardiocirujano].
CLAUDE LANZMANN. Claude Lanzmann (nacido en 1925 en París), director de cine
francés.
Lanzmann fue uno de los organizadores de la resistencia francesa contra el nazismo. Tras
la Segunda Guerra Mundial, fue distinguido con la Medalla de Resistencia con Rosetón, como
comandante de la Legión de Honor y comandante de la Orden Nacional al Mérito.
En 1949, luego de obtener la licenciatura en literatura y una maestría en filosofía, fue
catedrático en la Universidad Libre de Berlín.
Dirigió el periódico Les Temps Modernes, fundado por Jean-Paul Sartre y Simone de
Beauvoir con quienes trabajó a partir de 1952.
Filmografía:
Why Israel (1974)
Shoah (1985)
Tsahal (1994)
A Visitor from the Living (1997)
Solibor / 1943 / 4pm (2001)
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Para algunos autores Shoah, obra cinematógráfica de nueve horas de duración, es un
referente indiscutible a la hora de abordar la cuestión sobre la representación del Holocausto.
PRIMO LEVI, (Turín 1919-1987) nació en el seno de una familia judía asentada en el
Piamonte después de la expulsión de España en 1492. Estudio Química. Se unió a la
Resistencia. Fue capturado y deportado a Auschwitz, donde trabajó en una planta industrial.
En 1945 fue liberado.Su obra Si esto es un hombre es un referente literario sobre el horror
concentracionario.
HANNA LEVY-HAAS, nacida en Sarajevo en 1913, en el seno de una familia de judíos
sefardíes.Estudió Magisterio y Literatura.. Mantuvo contactos con los partisanos. En febrero
de 1944, fue deportada al campo de concentración de Bergen-Belsen, donde permanecería
recluida hasta la liberación del campo.
ALFONSO MAESO HUERTA, Republicano español nacido en 1920.Vivió cinco años
en Mauthausen y sobrevivió. Falleció en Toulouse en 2007. Sus memorias fueron publicadas
por su sobrino Ignacio Mata Maeso.
LIANA MILLU, Liana Millu nació en Pisa en 1914 en el seno de una familia judía. Se
dedicó a la enseñanza, pero fue apartada de la docencia por las leyes racistas del estado
italiano en 1938. En 1943 se integra en la Resistencia, fue arrestada por la Gestapo al año
siguiente y deportada a Auschwitz-Birkenau, de donde logró sobrevivir. Murió en febrero de
2005.
BORIS PAHOR, nació en 1913 en Trieste (Italia), es un importante escritor en lengua
eslovena. Tras la anexión de Trieste por Italia, Boris Pahor, de la minoría eslovena, presenció
aún siendo niño cómo en julio de 1920 la casa de la cultura eslovena de esa ciudad era
incendiada por los fascistas. Tras la caída del régimen fascista en Italia en 1943 se alistó en el
Frente yugoslavo de liberación. En 1944 fue hecho prisionero por los colaboracionistas y
después trasladado al campo de concentración de Dachau. Sobrevivió a cuatro campos de
concentración. A principios de los años sesenta realizó una visita al antiguo campo de
Vorgesen, con ello sus recuerdos se revivieron y tiempo después, en 1967, escribió su novela
más galardonada: Nekropolis, que es posiblemente el más artístico de todos los testimonios de
la literatura del Holocausto. Está considerado uno de los principales escritores eslovenos.
MIKLÓS RADNÓTI. Poeta de origen judío, nacido en Budapest, en 1909. Prisionero
en distintos campos de trabajo desde 1940, fue ejecutado por los nazis, en una “marcha de la
muerte” desde Serbia hacia Alemania, en 1944. De los 3.200 judíos húngaros que
emprendieron la marcha muy pocos llegaron con vida. Al llegar a Abda, en Hungría, el grupo
de enfermos, entre los que se encontraba Radnóti, fue fusilado y enterrado ahí mismo. Después
de la guerra, su cadáver fue descubierto y reconocido por su esposa. Llevaba unos poemas en
el bolsillo.
EMANUEL RINGELBLUM, judío polaco. Estudió Economia e Historia. Ejerció la
docencia y la investigación. La invasión nazi le sorprendió en Ginebra en el XXI Congreso
Sionista Mundial. Regresó a Varsovia y creó un archivo para registrar “en caliente” el
fenómeno de la ocupación. Sus notas personales dieron pie a la Crónica del gueto de Varsovia,
y fueron encontradas al final de la guerra, junto con algunas de sus colaboradores, en unas
latas enterradas en las ruinas del gueto. Fundó la Organización Judía de Combate, crucial en el
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levantamiento del gueto de 1943.Junto con su mujer y su hijo, fue descubierto y fusilado en
1944.
MARCEL REICH-RANICKI, judío polaco, educado en Berlín. Deportado en 1938 a
Polonia. Superviviente del ghetto de Varsovia, junto con su esposa Teófila, “Tosia”. Después
de la guerra se convirtió en el, quizá, más afamado, influyente y controvertido crítico literario
alemán.
DAVID ROUSSET, nació en 1912 y, antes de la ocupación, había ingresado en el
partido socialista, acercándose a los grupos que se inspiraban en el trostkismo. Tras la
fulminante derrota de Francia en 1940, se incorporó a la Resistencia, desarrollando una intensa
actividad clandestina de oposición al nazismo. En 1943 es detenido y trasladado
sucesivamente a los campos de Porta, Westphalica, Neuengamme, a las minas de sal de
Helmstedt y, por último, a Buchenwald, donde le sorprenderá el hundimiento del Reich y la
liberación. Las penalidades de los dos años de cautiverio le provocarán una severa pérdida de
memoria, diagnosticada tras un ataque de tifus y de la que sólo se irá recuperando poco a poco.
Murió en París en 1997.
AGNES SASSON, siendo niña fue sacada de la escuela de Budapest un día de octubre
de 1944 y deportada a Dachau y, más tarde, a Bergen-Belsen, sobrevivió.
GITTA SERENY, historiadora judía autora entre otras obras de En aquellas tinieblas,
Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes.
Este libro transcribe las conversaciones que a partir del 2 de abril de 1971 mantuvieron,
durante más de 70 horas, en la cárcel de Dusseldorf, la historiadora judía, Gitta Sereny
(Viena, 1923) y Franz Stangl, jefe de policía en el Instituto de Eutanasia de Schloss
Hartheim, Programa T4, (noviembre de 1940-febrero de 1942) y comandante de los campos de
exterminio de Sobibor (marzo-septiembre de 1942) y Treblinka (septiembre de 1942-agosto de
1943). Stangl, detenido en Brasil, gracias a la colaboración de Simon Wiesenthal, fue
extraditado a Alemania Federal y juzgado y condenado a cadena perpetua en diciembre de
1970. Murió en prisión, de un infarto, el 28 de junio de 1971, diecinueve horas después de la
última entrevista con Gitta Sereny.
LYN SMITH, profesora de Relaciones Internacionales en la Webster University de
Londres. Ha trabajado durante dos décadas en el archivo sonoro del Imperial War Museum así
como en su exposición permanente sobre el Holocausto. La selección de más de un centenar
de entrevistas de este archivo sonoro, le ha permitido con la colaboración del citado museo la
publicación de un “libro testimonio”, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006. Aparte Del valor innegable de sus testimonios, el libro nos ayuda
a entender la naturaleza del comportamiento humano en condiciones extremas.
TADEUSZ SOBOLEWICZ nació en 1923 en Poznan. Al estallar la segunda guerra
mundial, junto con su madre y su hermano, fue obligado a abandonar su ciudad natal. Poco
después, como su padre (oficial del Ejército Polaco), empezó su actividad en una organización
militar clandestina (Armia Krajowa, Fuerza Armada Nacional). Fue detenido y encarcelado en
Czestochowa, en otoño de 1941. Permaneció como prisionero del Campo de Concentración de
Auschwitz y otros campos (Buchenwald, Leipzig, Mülsen, Flossenbürg y Regensburg) hasta el
final de la guerra.
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PAUL STEINBERG, judío alemán, natural de Berlín. Refugiado en Francia, es
detenido por la policía francesa, el 23 de septiembre de 1943, con apenas 17 años, y
deportado, tras pasar por Drancy, a Auschwitz. Aquí es destinado al comando de químicos de
la Buna (gracias a que se ha aprendido de memoria, en su estancia en Drancy, un libro de
química que compra cuando va detenido), del que también forma parte Primo Levi. Escribió
este libro de memorias, después de cincuenta años de silencio.
SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba, Barcelona 2006.
Escritora polaca nacida en 1916.Se incorporó a la Resistencia.Fue detenida y enviada a
Auschwitz. En 1946 declaró como testigo en los Procesos de Núremberg, y Una mujer en
Birkenau fue admitida como prueba ante el Tribunal. Siguió escribiendo hasta su muerte en
1992.
WLADYSLAW SZPILMAN, judío polaco. Pianista en la radio polaca hasta la invasión
nazi en 1939. Trasladado con toda su familia al ghetto de Varsovia. Sólo él sobreviviría al
traslado a Treblinka. Su vida, narrada por él mismo, fue llevada al cine por Roman Polanski]
ELIE WIESEL, judío nacido en Transilvania. Fue deportado de niño al campo de
Auschwitz, con toda su familia. Logró salvarse. Le fue concedido el premio Nobel de la Paz
en 1986.
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ÍNDICE DE AUTORES Y OBRAS. (En el orden en que aparecen en la Antología).
JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Barcelona, Tusquets, 2004.
JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío, Barcelona, Tusquets,
2001.
PRIMO LEVI, Si esto es un hombre Barcelona, Muchnick, 1998.
PRIMO LEVI, La tregua, Ed. El Aleph. Diciembre 2005. 2ª edición.
PRIMO LEVI, Los hundidos y los salvados, Barcelona, Muchnik, 2000.
IMRE KERTESZ, Sin destino Barcelona, Círculo de Lectores, 2000.
MARIANO CONSTANTE, Republicanos aragoneses en los campos nazis, Editorial
Pirineo, 2000.
SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau Barcelona, Alba, 2006.
ELIE WIESEL, La noche, el alba, el día, Barcelona, Muchnik, 1986.
MARGARETE BUBER-NEUMAN, Milena Barcelona, Tusquets, 1987.
IGNACIO MATA MAESO, Mauthausen. Memorias de un republicano español en el
holocausto Barcelona, Ediciones B, 2007.
HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945, Barcelona, Galaxia
Gutemberg, 2006.
AGNES SASSON, He sobrevivido, Barcelona, Ed. Flor del viento., 2001.
ETTY HILLESUM, El corazón pensante de los barracones. Cartas, Barcelona, Ed.
Anthropos, 2001.
LIANA MILLU, El humo de Birkenau, Barcelona, Ed. Acantilado, 2005.
VIOLETA FRIEDMAN, Mis memorias Ed. Planeta. Mayo, 1996.
PRIMO LEVI, La tregua, Ed. El Aleph. Diciembre 2005. 2ª edición.
V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Barcelona, Ed. Herder, vigésima edición,
1999.
CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después I. Ninguno de nosotros volverá, Madrid,
Turpial, 2003.
ROBERT ANELME, La especie humana, Madrid, Arena libros, 2001.
GENEVIÈVE DE GAULLE ANTHONIOZ, La travesía de la noche, Madrid, Arena
Libros, 2006.
ITSJOK KATZENELSON, El canto del pueblo judío asesinado, Herder, Barcelona
2006.
DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Barcelona, Ed. Anthropos, 2004.
HANNA KRALL, Ganarle a Dios, (Reportaje literario sobre la figura de MAREK
EDELMAN), Barcelona, Ed. Edhasa, 1982.
MARCEL REICH-RANICKI, Mi vida, Ed. Círculo de lectores, Barcelona, Galaxia
Gutenberg, 2000.
WLADYSLAW SZPILMAN, El pianista del gueto de Varsovia, Madrid, Ed. Turpial y
Amaranto, 2000.
AHARON APPELFELD, Historia de una vida, Barcelona, Ed. Península., 2005.
JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de superación de una
víctima de la violencia, Valencia, Ed. Pre-textos, 2004.
LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Barcelona, Galaxia Gutemberg,
2006.
EUGEN KOGON, El Estado SS.El sistema de los campos de concentración alemanes,
Barcelona, Editorial Alba, 2005.
VICTOR KLEMPERER, Diarios 1942-1945. Quiero dar testimonio hasta el final,
Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2003.
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RUDOLF HOESS, “Yo, comandante de Auschwitz” (Autobiografía), Barcelona,
Muchnik Editores, 1979.
CLAUDE LANZMANN, Shoah, (guión íntegro de la película), Madrid, editorial Arena
Libros, 2003.
ANA FRANK, El diario de Ana Frank, Ed. Pehuén, 1984 (Edición electrónica, 2002).
GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión
Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes.
PAUL STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, 1999.
RUTH KLÜGER, Seguir viviendo, Barcelona, Editorial Círculo de lectores. Galaxia
Gutenberg, 1997.
MICHEL DEL CASTILLO, Tanguy, historia de un niño de hoy, Editorial Ikusager.
Colección Correría, 1999.
“Dibujos infantiles en la parada hacia la muerte. Terezín 1942-944. Editado por el Museo
Judío de Praga en 1959.].
PETR GINZ, Diario de Praga (1941-1942), Barcelona, Ediciones Acantilado, 2006.
J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de españoles en los campos nazis, Barcelona,
El Aleph, 2002.
E. RINGELBLUM, Crónica del gueto de Varsovia, Barcelona, Alba editorial, 2003.
FANIA FENELON, Tregua para la orquesta, Barcelona, Ed. Noguer, 1981.
TADEUSZ BOROWSKI, Nuestro hogar es Auschwitz, Barcelona Editorial Alba, 2004.
TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de
Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005.
BORIS PAHOR, Nekrópolis, Lleida, Pagés editors (edición en catalán) 2004.
11
ÍNDICE DE TEMAS RECOGIDOS EN LA ANTOLOGÍA.
Tema: El viaje, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona 2004, p. 27.
Tema: Buchenwald: el crematorio, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets,
Barcelona 2004, p. 27.
Tema: Actitud de los alemanes corrientes, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje,
Tusquets, Barcelona 2004, p. 28.
Tema: Una ejecución, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona 2004, p.
28.
Tema: Ejecuciones especiales, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona
2004, p. 28.
Tema: Viaje trenes de judíos, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona
2004, pp.28-29.
Tema: Llegada al Lager, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona
2004, p. 29.
Tema: Imagen del fin del Lager, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets,
Barcelona 2004, p. 29.
Tema: Muerte de niños judíos en Buchenwald, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje,
Tusquets, Barcelona 2004, pp.29 y ss.
Tema: Resistencia, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona 2004, pp.
31-32.
Tema: Llegada al Lager, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona
2004, pp 32-33.
Tema: “Si esto es un hombre” PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona
1998, p.33.
Tema: El viaje, los trenes, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona,
1998, pp. 33-34.
Tema: Llegada a Auschwitz, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona, 1998, pp.34-35.
Tema: El despojo de la identidad, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona 1998, pp. 35-36.
Tema: El porqué del silencio de las víctimas tras ser liberados, PRIMO LEVI, Si esto
es un hombre, Muchnick , Barcelona 1998, p. 36.
Tema: Trabajo esclavo, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona
1998, p. 36.
Tema: El “musulman”, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona
1998, pp.36-37.
Tema: Perfil de un “salvado”, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona 1998, p. 37.
Tema: La inhumanidad, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona
1998, p. 37.
Tema: Olor, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick , Barcelona 1998, p. 37.
Tema: Sabotaje, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick , Barcelona 1998, p. 38
Tema: Destrucción del hombre, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona 1998, p.38.
Tema: Marcha de la muerte desde Auschwitz, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre,
Muchnick, Barcelona 1998, p. 38.
12
Tema: El fin del Lager, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona
1998, p. 39
Tema: Fin del campo con represalias, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona 1998, p. 39.
Tema: preguntas hechas a Primo Levi.PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona, 1998. Apéndice de 1976, p. 39.
Tema: El engaño, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona 2000,
p. 40.
Tema: Comida y olores, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona
2000, p. 40.
Tema: Selección y muerte, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de Lectores,
Barcelona 2000, pp. 40-41.
Tema: De Auschwitz a Buchenwald, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de
Lectores, Barcelona 2000, p. 41.
Tema: Hambre, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona 2000, p.
41.
Tema: Palizas, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona 2000, pp.
41-42..
Tema: Cuidados médicos y enfermedades, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de
Lectores, Barcelona 2000, p. 42.
Tema: Cuidados médicos y enfermedades, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de
Lectores, Barcelona 2000, p. 242.
Tema: Parásitos, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona 2000, p.
42.
Tema: La vuelta a casa, IMRE KERSTEZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona,
2000, p. 43.
Tema: el Trabajo esclavo Mauthausen. TESTIMONIO DE MARIANO
CONSTANTE: www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración, p. 43.
Tema:
Maltrato.
TESTIMONIO
DE
MARIANO
CONSTANTE:
www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración, pp. 43-44.
Tema: Los SS y los “kapos”. TESTIMONIO DE MARIANO CONSTANTE:
www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración, p. 44.
Tema: Frío. TESTIMONIO DE MARIANO CONSTANTE:
www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración, p. 44.
Tema: Liquidación de presos checos en Mauthausen. TESTIMONIO DE MARIANO
CONSTANTE: www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración, p. 44.
Tema: Traición de un preso español. TESTIMONIO DE MARIANO CONSTANTE:
www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración, pp. 44-45.
Tema: Fuga de presos españoles de Mauthausen. TESTIMONIO DE MARIANO
CONSTANTE: www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración, pp. 45-46.
Tema: Boix y García, fotógrafos de Mauthausen. TESTIMONIO DE MARIANO
CONSTANTE: www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración, p. 46.
Tema.: Testigos de Jehová. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el
mío, Tusquets, Barcelona 2001, pp. 46-47.
Tema: comida. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío,
Tusquets, Barcelona 2001, p. 47.
Tema: letrinas. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío,
Tusquets, Barcelona 2001, p. 47.
Tema: Dios. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío, Tusquets,
Barcelona 2001, pp.47-48.
13
Tema: Muerte en los campos de concentración. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su
nombre, morirá con el mío, Tusquets, Barcelona 2001, p. 48.
Tema: Trabajo forzado. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío,
Tusquets, Barcelona 2001, p. 48.
Tema: Deshumanización. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el
mío, Tusquets, Barcelona 2001, p. 48.
Tema: Icineración en una fosa y olores. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer
en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 49.
Tema: Sopa y despiojamiento. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 49.
Tema: El hospital. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba,
Barcelona 2006, p. 49.
Tema: Niños recién nacidos. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 49.
Tema: Enfermedades. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau,
Alba, Barcelona 2006, pp. 49-50.
Tema: El hambre. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba,
Barcelona 2006, p. 50.
Tema: Vida y muerte, los prisioneros no son los mismos. SEWERYNA
SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 50.
Tema: Selección para la muerte. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, pp. 50-51.
Tema: Judíos griegos. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau,
Alba, Barcelona 2006, p. 51.
Tema: Noche y piojos. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau,
Alba, Barcelona 2006, p. 51.
Tema: Visión de Birkenau. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, pp. 51-52.
Tema: Recuerdo de una prisionera. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 52.
Tema: Tifus y otras enfermedades. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 52.
Tema: Palabras de una moribunda llamada Bárbara. SEWERYNA
SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, pp. 52-53.
Tema: Imágenes de las prisioneras e imagen de las kapo. SEWERYNA
SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 53.
Tema: Judíos de Lódz. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau,
Alba, Barcelona 2006, pp. 53-54.
Tema: Gitanos . SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba,
Barcelona 2006, p. 54.
Tema: La antesala de la cámara de gas. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer
en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 54.
Tema: Experimentos médicos. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, pp. 54-55.
Tema: Desmantelamiento del campo. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer
en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p.55.
Tema: Incredulidad sobre la realidad de la deportación, año 1942. ELIE WIESEL,
La noche, el alba, el día, Muchnik, Barcelona 1986, pp. 55-56.
Tema: El tren, pillaje y terror en 1944. ELIE WIESEL, La noche, el alba, el día,
Muchnik, Barcelona 1986, p. 56.
14
Tema: Llegada a Birkenau. ELIE WIESEL, La noche, el alba,, el día, Muchnik,
Barcelona 1986, p. 56.
Tema: Ejecuciones. ELIE WIESEL, La noche, el alba, el día, Muchnik, Barcelona 1986,
p. 57.
Tema: Pensamientos sobre Dios. ELIE WIESEL, La noche, el alba, el día, Muchnik,
Barcelona 1986, p. 57.
Tema: Campo de mujeres de Ravensbrück. MARGARETE BUBER-NEUMAN,
Milena, Tusquets, Barcelona 1987, pp. 57-58.
Tema: La vida de un día en Mauthausen. IGNACIO MATA MAESO, Mauthausen.
Memorias de un republicano español en el holocausto, Ediciones B, Barcelona 2007, p. 58.
Tema: Kapos polacos en Gusen. IGNACIO MATA MAESO, Mauthausen. Memorias
de un republicano español en el holocausto, Ediciones B, Barcelona 2007, pp. 58-59.
Tema: Camión de la muerte en Mauthausen. IGNACIO MATA MAESO,
Mauthausen. Memorias de un republicano español en el holocausto, Ediciones B, Barcelona
2007, p. 59.
Tema: Escenas y recuerdos de crueldad en Mauthausen. IGNACIO MATA MAESO,
Mauthausen. Memorias de un republicano español en el holocausto, Ediciones B, Barcelona
2007, p. 59.
Tema: Secuelas del Lager y epílogo de un republicano español. IGNACIO MATA
MAESO, Mauthausen. Memorias de un republicano español en el holocausto, Ediciones B,
Barcelona 2007, p. 60.
Tema: Hombres y mujeres. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 19441945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 60.
Tema: La pérdida de referentes del mundo anterior al Lager. HANNA LEVYHAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 60-61.
Tema: Recuento. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 61.
Tema: Degradación, envilecimiento. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen
1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.61.
Tema: El viaje. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 61-62.
Tema: Hambre y enfermedades. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen
1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 62.
Tema: Llegada de convoy desde Aschwitz. HANNA LEVY-HAAS, Diario de BergenBelsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 62.
Tema: Reducidos a la inhumanidad, muerte en vida. HANNA LEVY-HAAS, Diario
de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 62-63.
Tema: Niños. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 63.
Tema: El fin se acerca, HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 63.
Tema: Mujeres procedentes de Auschwitz (temen que su historia nadie la crea).
HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona
2006, p.64.
Tema: Piojos, disentería e inanición. HANNA LEVY-HAAS, Diario de BergenBelsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 64.
Tema: La ética en el campo, HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 19441945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 64-65.
Tema: Es el final, ¿qué han hecho con el ser humano? HANNA LEVY-HAAS, Diario
de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 65.
15
Tema: Condiciones inhumanas. AGNES SASSON, He sobrevivido, Ed. Flor del viento.
Barcelona, 2001, pp. 65-66.
Tema: Kapos y “privilegios”. AGNES SASSON, He sobrevivido, Ed. Flor del viento.
Barcelona, 2001, p. 66.
Tema: Irma Grace, guardiana de las SS y la crueldad. AGNES SASSON, He
sobrevivido, Ed. Flor del viento. Barcelona, 2001, p.66.
Tema: Preguntas sin respuesta. ETTY HILLESUM, El corazón pensante de los
barracones. Cartas. Ed. Anthropos, Barcelona, 2000, pp. 66-67.
Tema: Incomprensión del horror. ETTY HILLESUM, El corazón pensante de los
barracones. Cartas. Ed. Anthropos, Barcelona, 2001, p. 67.
Tema: El sufrimiento como resistencia. ETTY HILLESUM, El corazón pensante de
los barracones. Cartas. Ed. Anthropos, Barcelona, 2001, p. 67.
Tema: Deportación [Última carta de Etty Hillesum]. ETTY HILLESUM, El corazón
pensante de los barracones. Cartas. Ed. Anthropos, Barcelona, 2001, pp. 67-68.
Tema: Selección. LIANA MILLU, El humo de Birkenau. Ed. Acantilado, Barcelona,
2005, p. 68.
Tema: María, la del milagro. LIANA MILLU, El humo de Birkenau. Ed. Acantilado,
Barcelona, 2005, pp. 68-69.
Tema: Historia de Bruna y Pinin. LIANA MILLU, El humo de Birkenau. Ed.
Acantilado, Barcelona, 2005, p. 69.
Tema: Llegada a Auschwitz y primera selección de Ménguele. VIOLETA
FRIEDMAN, Mis memorias Ed. Planeta. Mayo, 1996, 3ª edición, p. 69.
Tema: La menstruación. VIOLETA FRIEDMAN, Mis memorias Ed. Planeta. Mayo,
1996, 3ª edición, p. 69-70.
Tema: Solidaridad en el campo. VIOLETA FRIEDMAN, Mis memorias, Ed. Planeta.
Mayo, 1996, 3ª edición, p. 70.
Tema: Hambre. VIOLETA FRIEDMAN, Mis memorias, Ed. Planeta. Mayo, 1996, 3ª
edición, p. 70.
Tema: Hurbinek, un hijo de Auschwitz, un hijo de la muerte. PRIMO LEVI, La
tregua. Ed. El Aleph. Diciembre 2005. 2ª edición, pp. 70-71.
Tema: Selección. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder, vigésima
edición, 1999, pp. 71-72.
Tema: Número, trabajo esclavo y hambre. V. FRANKL, El hombre en busca de
sentido, Ed. Herder, vigésima edición, p. 72.
Tema: Llegada a Auschwitz. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, p. 72.
Tema: Hacinamiento, frío y hambre. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed.
Herder, vigésima edición, 1999, pp. 72-73.
Tema: La primera selección. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, p. 73.
Tema: El “musulmán”. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, p. 73.
Tema: “Muerte emocional”. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, p. 73-74.
Tema: El insulto. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder, vigésima
edición, 1999, p. 74.
Tema: Huída (hacia el interior). V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed.
Herder, vigésima edición, 1999, p. 74.
Tema: La belleza. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder, vigésima
edición, 1999, p. 75.
16
Tema: Liberación, confusión y suerte. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido,
Ed. Herder, vigésima edición, 1999, p 75.
Tema: Intentos de suicidio. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, p. 76.
Tema: La curación por la palabra. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed.
Herder, vigésima edición, 1999, p. 76.
Tema: Después de la liberación: rehumanización. V. FRANKL, El hombre en busca
de sentido, Ed. Herder, vigésima edición, 1999, p. 76.
Tema: Recuerdo de Marie. CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después I. Ninguno de
nosotros volverá, Madrid 2003, pp. 76-77.
Tema: La sed. CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después I. Ninguno de nosotros
volverá, Madrid 2003, p. 77.
Tema: Imágenes de Auschwitz. CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después I.
Ninguno de nosotros volverá, Madrid 2003, p. 77.
Tema: Auschwitz. CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después II. Un conocimiento
inútil, Turpial, Madrid 2004, p. 78.
Tema: Degradación, CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después II. Un conocimiento
inútil, Turpial, Madrid 2004, p. 78.
Tema: La difícil comunicación de la experiencia concentracionaria, CHARLOTTE
DELBO, Auschwitz y después II. Un conocimiento inútil, Turpial, Madrid 2004, pp. 78-79.
Tema: Cómo contarlo, cómo explicarlo, CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después
III. La medida de nuestros días, Turpial, Madrid, 2004, pp. 79-80.
Tema: El hambre, ROBERT ANTELME, La especie humana, Arena libros, Madrid
2001, p. 80.
Tema: Imagen de la enfermería (revier) en Gandersheim, ROBERT ANTELME, La
especie humana, Arena libros, Madrid 2001, pp. 80-81.
Tema: Piojos, la degradación física. ROBERT ANTELME, La especie humana, Arena
libros, Madrid 2001, p. 81.
Tema: Llegada al campo, pérdída de la condición humana. GENEVIÈVE DE
GAULLE ANTHONIOZ, La travesía de la noche, Arena Libros, Madrid 2006, p. 81.
Tema: Resistencia y perdón al verdugo.(Testimonio de Maïti Girtanner),
GENEVIÈVE DE GAULLE ANTHONIOZ, La travesía de la noche, Arena Libros, Madrid
2006, p. 81.
Tema: Silencio de la deportación durante cuarenta y cinco años. ¿Por qué?
Testimonio de Dense Holstein: Hijos de Auschwitz nunca os olvidaré. GENEVIÈVE DE
GAULLE ANTHONIOZ, La travesía de la noche, Arena Libros, Madrid 2006, pp. 81-82.
Tema: El canto del pueblo judío asesinado. ITSJOK KATZENELSON, El canto del
pueblo judío asesinado, Herder, Barcelona 2006, p. 82.
Tema: Deportaciones desde el gueto de Varsovia. ITSJOK KATZENELSON, El canto
del pueblo judío asesinado, Herder, Barcelona 2006, pp. 82-83.
Tema: Gueto de Varsovia. ITSJOK KATZENELSON, El canto del pueblo judío
asesinado, Herder, Barcelona 2006, p. 83.
Tema: La degradación humana. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario,
Ed. Anthropos, Barcelona, 2004, pp. 83-84.
Tema: Revisión médica. Selección. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario,
Ed. Anthropos, Barcelona, 2004, p. 84.
Tema: Recuento y traslado. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, Barcelona, 2004, p. 84.
Tema: Un día cualquiera en Buchenwald: trabajo esclavo y maltrato. DAVID
ROUSSET, El universo concentracionario, Ed. Anthropos, Barcelona, 2004, pp. 84-85.
17
Tema: El musulman. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, Barcelona, 2004, p. 85.
Tema: Buchenwald, campo normal. DAVID ROUSSET, El universo
concentracionario, Ed. Anthropos, Barcelona, 2004, p. 85.
Tema: Los SS. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed. Anthropos,
Barcelona, 2004, pp. 85-86.
Tema: La finalidad del campo de concentración: la expiación. DAVID ROUSSET, El
universo concentracionario, Ed. Anthropos, Barcelona, 2004, p. 86.
Tema: Una historia macabra. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, Barcelona, 2004, p. 86.
Tema: La liberación. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, Barcelona, 2004, pp. 86-87.
Tema: Reflexión final. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, Barcelona, 2004, p. 87.
Tema: La “verdad” de Treblinka.Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a
Dios, Ed. Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, p. 87.
Tema: Desmantelamiento del ghetto de Varsovia. (“Grossaktion Warschau”). HANNA
KRALL, Ganarle a Dios, Ed. Edhasa, Barcelona, 1982. Reportaje literario sobre la figura de
MAREK EDELMAN, p. 87.
Tema: El hambre: objeto de investigación científica. Guetto de Varsovia HANNA
KRALL, Ganarle a Dios, Ed. Edhasa, Barcelona, 1982. Reportaje literario sobre la figura de
MAREK EDELMAN, pp. 87-88.
Tema: Humillación. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a Dios, Ed.
Edhasa, Barcelona, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, p. 88.
Tema: Los números de la vida. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a
Dios, Ed. Edhasa, Barcelona, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK
EDELMAN, pp.88.
Tema: Mila 18 y Anielewicz. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a Dios,
Ed. Edhasa, Barcelona, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, p.
89.
Tema: Un sueño acusador: Usurpación. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL,
Ganarle a Dios, Ed. Edhasa, Barcelona, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK
EDELMAN, p. 89.
Tema: Primera victoria militar. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a
Dios, Ed. Edhasa, Barcelona, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK
EDELMAN, pp. 89.
Tema: Ganarle a Dios. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a Dios, Ed.
Edhasa, Barcelona, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, p. 89.
Tema: Detención y deportación. MARCEL REICH-RANICKI, “Mi vida”. Ed. Círculo
de lectores. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, p. 90.
Tema: Ghetto de Varsovia: La caza del judío. MARCEL REICH-RANICKI, “Mi
vida”. Ed. Círculo de lectores. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, p. 90.
Tema: Reunión entre Höfle y Czerniaków. MARCEL REICH-RANICKI, Mi vida. Ed.
Círculo de lectores. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, p 91.
Tema: Fuga de la muerte. MARCEL REICH-RANICKI, Mi vida. Ed. Círculo de
lectores, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, p. 91-92.
Tema: Janusz Korczak y sus huérfanos. WLADYSLAW SZPILMAN, El pianista del
gueto de Varsovia, Ed. Turpial y Amaranto. Madrid, 2000, pp. 92-93.
Tema: Umschlagplatz. WLADYSLAW SZPILMAN, El pianista del gueto de Varsovia,
Ed. Turpial y Amaranto. Madrid, 2000, pp. 93-94.
18
Tema: Testimonio (Entrevista al periódico “Yerushalaim”, 15-III-2002) AHARON
APPELFELD, Historia de una vida, Ed. Península. Barcelona, 2005, pp. 94-95.
Tema: Testigo de la generosidad en medio de la desgracia. AHARON APPELFELD,
Historia de una vida, Ed. Península. Barcelona, 2005, pp. 95-96.
Tema: El hombre de espíritu (humanista e ilustrado) frente a Auschwitz. JEAN
AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la
violencia. Ed. Pre-textos, Valencia, 2004, p. 96.
Tema: La herencia espiritual del prisionero. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la
expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos, Valencia,
2004, p. 96.
Tema: Especificidad del nazismo. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación.
Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos, Valencia, 2004, p. 97.
Tema: Tortura en Fort Breendonk (Bélgica). JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y
la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos,
Valencia, 2004, p. 97.
Tema: La patria perdida. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación.
Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos, Valencia, 2004, pp.
97-98.
Tema: Resentimiento moral. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación.
Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos, Valencia, 2004, p. 98.
Tema: Jerarquía de presos en Auschwitz- Monowitz. JEAN AMÉRY: Más allá de la
culpa y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos,
Valencia, 2004, pp. 98-99.
Tema: Rebelión. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de
superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos, Valencia, 2004, p. 99.
Tema: La pérdida de la confianza en el mundo. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa
y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos,
Valencia, 2004, p. 99.
Tema: Testigos de Jehová y el nazismo. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 100.
Tema: Acoso, intimidación (paliza), muy pronto en 1933. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 100-101.
Tema: Intimidación en el colegio, en las calles. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 101.
Tema: Antisemitismo en Polonia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 101.
Tema: Antisemitismo en Hungría. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.101-102.
Tema: Situación de los judíos (1937-39). LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 102.
Tema: Antisemitismo en Austria (1938). LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.102.
Tema: Antisemitismo en la Checoslovaquia anexionada. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 102-103.
Tema: “Noche de los cristales rotos” (Kritallnacht). LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 103.
Tema: “Noche de los cristales rotos” (Kristallnacht). LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 103.
Tema: Transporte de niños (kindertransport) a Inglaterra. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 104.
19
Tema: Transporte de niños a Inglaterra. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 104.
Tema: Comienzo de la guerra en Polonia para los judíos. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 104-105.
Tema: Comienzo de la guerra en Polonia, saqueo a los judíos. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 105.
Tema: Comienzo de la guerra en Polonia, matanzas de judíos. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 105-106.
Tema: Eutanasia en Alemania (1940). LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 106.
Tema: Testigos de Jehová. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 106.
Tema: Acoso, violencia y humillación. Polonia 1940. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 107.
Tema: Cooperación local y asesinatos en Lituania. LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 107.
Tema: Persecución a los judíos y colaboradores ucranianos. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 107-108.
Tema: Fusilamientos en el Este, Einsatgruppen. LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 108.
Tema: Deportaciones al este de judíos alemanes. LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 108.
Tema: Deportación al Este. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 108-109.
Tema: Guetos. Breve información básica. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 109.
Tema: Gueto de Varsovia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 109-110.
Tema: Gueto de Varsovia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 110.
Tema: Gueto de Riga, exterminio. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 110.
Tema: Masacres en el gueto de Riga. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 110-111.
Tema: Gueto de Lublin, colaboración de los polacos. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 111.
Tema: Gueto de Varsovia, incredulidad ante las noticias de campos de exterminio.
LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp.
111-112.
Tema: La policía judía en el gueto de Varsovia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 112.
Tema: Sacrificios extremos: muerte de un bebé. Gueto de Varsovia. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 112.
Tema: El sacrificio de Korczak, médico y encargado del orfanato, gueto de
Varsovia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona
2006, pp. 112-113.
Tema: Gueto de Lodz, papel de Rumkowski. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 113.
Tema: Gueto de Lodz, otro punto de vista sobre Rumkowski. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 113.
20
Tema: Matanza de gitanos en el gueto de Lodz. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 114.
Tema: Sublevación del gueto de Varsovia, información básica. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 114.
Tema: Ejemplos de guetos y deportaciones. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 114-115.
Tema: La pérdida de dignidad y humillación le condujo a la muerte. LYN SMITH,
Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 115-116.
Tema: Llegada a Auschwitz. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 116.
Tema: El Sonderkommando. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 116-117.
Tema: Morir en la cantera de Mauthausen. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 116-117.
Tema: Perspectiva femenina y supervivencia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 17.
Tema: La orquesta de Auschwitz. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 117-118.
Tema: Esconderse (resistir) para sobrevivir. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 118.
Tema: Raoul Wallenberg, Justo entre las Naciones. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 118-119.
Tema: Volumen de cremación en Auschwitz en 1944. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 119.
Tema: Auschwitz, llegada de los judíos húngaros 1944. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 119-120.
Tema: Sonderkommando. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 120.
Tema: Sonderkommando. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 120-121.
Tema: Decencia frente a inhumanidad. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 121.
Tema: Crueldad e indiferencia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 121.
Tema: Mano de obra esclava. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 121-122.
Tema: Marchas de la muerte. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 122.
Tema: Marchas de la muerte. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 122
Tema: Marchas de la muerte. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 122-123.
Tema: La liberación. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 123.
Tema: La liberación. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 123-124.
Tema: Llegada del ejército británico a Bergen Belsen. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 124.
Tema: Ayuda de los cuáqueros en Bergen-Belsen. LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p 124.
21
Tema: La dura realidad del regreso a casa (sus casas ocupadas). LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, pp. 124-125.
Tema: La vuelta a casa. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 125.
Tema: Pogromo de vuelta a casa (1946 Polonia). LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 125.
Tema: ¿Era conocida la existencia de los campos y la desaparición de los judíos?
LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.
126.
Tema: Sed de venganza. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 126.
Tema: El porqué del silencio. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 126-127.
Tema: Desconocimiento en Inglaterra (el caso de un profesor) de lo que había
ocurrido en la Europa del Este. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p.127.
Tema: El silencio y la imposibilidad de comprender el holocausto hasta para un
superviviente. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg,
Barcelona 2006, pp. 127-128.
Tema: La pérdida (de tus padres). LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 128.
Tema: Desaparición de una comunidad. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 128.
Tema: Exterminio de una población. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 129.
Tema: Falta de conciencia en el Reino Unido sobre el Holocausto. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 129.
Tema: La difícil comunicación del Holocausto para los supervivientes. LYN SMITH,
Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 129.
Tema: Superviviente que difunde la memoria del Holocausto. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 129-130.
Tema: La ausencia de tus antepasados te acompaña. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.130.
Tema: Perdonar y olvidar. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p 130.
Tema: Aprender a odiar. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 130-131.
Tema: ausencia de odio. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 131
Tema: La rutina diaria en el campo de concentración (referida a Buchenwald).
EUGEN KOGON, El Estado SS.El sistema de los campos de concentración alemanes,
Editorial Alba, Barcelona 2005, pp. 131-133.
Tema: Vida cotidiana de un judío alemán en marzo mayo de 1942. VICTOR
KLEMPERER, Diarios 1942-1945. Quiero dar testimonio hasta el final, Galaxia Gutemberg,
Barcelona 2003, pp. 133-134.
Tema: Exterminio (“Porrajmos” en romaní) de gitanos en Auschwitz (con macabro
sarcasmo). RUDOLF HOESS, Yo, comandante de Auschwitz (Autobiografía). Muchnik
Editores, 1979, p. 134.
22
Tema: Incapacidad de pensar y juzgar por uno mismo: Heteronomía moral (Todo lo
demás son excusas). RUDOLF HOESS, Yo, comandante de Auschwitz (Autobiografía).
Muchnik Editores, 1979, p. 135.
Tema: Primera utilización del Zyklon B. RUDOLF HOESS, Yo, comandante de
Auschwitz (Autobiografía). Muchnik Editores, 1979, pp. 135-136.
Tema: Excusa en forma de metáfora. RUDOLF HOESS, Yo, comandante de Auschwitz
(Autobiografía), Muchnik Editores, 1979, p. 136.
Tema: La “acción” húngara. RUDOLF HOESS, Yo, comandante de Auschwitz
(Autobiografía), Muchnik Editores, 1979, p.136.
Tema: Exterminio de judíos en Auschwitz. RUDOLF HOESS, Yo, comandante de
Auschwitz (Autobiografía), Muchnik Editores, 1979, pp. 136-137.
Tema: Exterminio en el campo de Chelmno. Testimonios de la película “SHOAH” de
CLAUDE LANZMANN, cuyo guión íntegro está publicado en la editorial Arena Libros,
Madrid 2003, pp. 17-18. SIMÓN SREBNIK [Junto con Michael Podchlebnik, únicos
supervivientes del campo de exterminio de Chelmno, al noroeste de Lodz, en la Polonia
anexionada al Reich (Wartheland). 400.000 judíos fueron asesinados aquí, mediante la
utilización del gas de escape de los motores de los camiones.], p. 137.
Tema: Exterminio de los judíos de Grabow (Polonia) en Chelmno. Testimonios de la
película “SHOAH” de CLAUDE LANZMANN, cuyo guión íntegro está publicado en la
editorial Arena Libros, Madrid 2003, pp.89-90. JACOB SCHULMANN, Rabino de Grabow
[Carta a sus amigos de Lodz, leída por Claude Lanzmann, delante de lo que, en otro tiempo,
fue la sinagoga de Grabow], pp. 137-138.
Tema: Trabajo del Sonderkommando en Auschwitz. Testimonios de la película
“SHOAH” de CLAUDE LANZMANN, cuyo guión íntegro está publicado en la editorial
Arena Libros, Madrid 2003, pp. 64-66. PHILIP MÜLLER [judío checo, superviviente de las
cinco liquidaciones del “Sonderkommando” de Auschwitz], p. 138.
Tema: Sonderkommando. Testimonios de la película “SHOAH” de CLAUDE
LANZMANN, cuyo guión íntegro está publicado en la editorial Arena Libros, Madrid 2003, p.
151. RICHARD GLAZAR [Superviviente del Sonderkommando de Treblinka], pp 138-139.
Tema: Situación de los judíos holandeses en la primera fase de la ocupación. ANA
FRANK, El diario de Ana Frank, Ed. Pehuén, 1984 (Edición electrónica, 2002), p. 139.
Tema: Miedo, siempre. ANA FRANK, El diario de Ana Frank, Ed. Pehuén, 1984
(Edición electrónica, 2002), p. 139.
Tema: Detención. Campo de tránsito de Westerbork. Deportación al Este.
Exterminio. ANA FRANK, El diario de Ana Frank, Ed. Pehuén, 1984 (Edición electrónica,
2002), pp. 139-140.
Tema: Fanatismo: Nación y Líder. El mejor remedio: El humor. ANA FRANK, El
diario de Ana Frank, Ed. Pehuén, 1984 (Edición electrónica, 2002), p. 140.
Tema: Lo primero: Las mismas manidas e irritantes excusas. GITTA SERENY, En
aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos
volúmenes, vol. I, pp. 140-141.
Tema: Programa T4 (Tiergartenstrasse, 4): Programa de Eutanasia. GITTA
SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977.
Dos volúmenes, vol. I, p. 141.
Tema: Einsatzgruppen. Babi Yar. GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de
amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I, p. 141.
Tema: Campos de exterminio. Datos. GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo
de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I, p. 142.
23
Tema: Stangl visita el campo de Belzec, al mando de Wirth. GITTA SERENY, En
aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos
volúmenes, vol. I, p. 142.
Tema: Primer informe a los aliados sobre el exterminio en Polonia por un testigo
presencial. GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión
Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I, p. 142.
Tema: Llegada, selección y gaseamiento en Sobibor. GITTA SERENY, En aquellas
tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I,
p.143.
Tema: La esposa de Stangl se entera del verdadero “trabajo” de su marido. GITTA
SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977.
Dos volúmenes, vol. I, pp. 143-144.
Tema: Stangl, nuevo comandante de Treblinka, visita el campo por primera vez.
GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial
S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I, p. 144.
Tema: La “fase álgida” de Treblinka. Richard Glazar, “Sonderkommando”. GITTA
SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977.
Dos volúmenes, vol. II, pp. 144-145.
Tema: La “falsa estación” de Stangl, en Treblinka. GITTA SERENY, En aquellas
tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. II,
p. 145.
Tema: La historia del padre de Blau. La repulsiva catadura moral de Stangl. GITTA
SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977.
Dos volúmenes, vol II, p. 145.
Tema: Los 340 de la Buna y la regla de Auschwitz. PAUL STEINBERG, Crónicas del
mundo oscuro. Ed. Montesinos, pp. 145-146.
Tema: Steinberg sobrevive a la Selektion de Mengele en Auschwitz. PAUL
STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, p. 146.
Tema: El combate por la vida. PAUL STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed.
Montesinos, p. 146.
Tema: ¿Relaciones humanas…? Muerte, muerte, muerte. El combate por la vida.
PAUL STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, p. 147.
Tema: Hauptscharführer SS, Rakasch: el mal metafísico y la impunidad. El
combate por la vida. PAUL STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, p.
147.
Tema: La bofetada. El combate por la vida. PAUL STEINBERG, Crónicas del mundo
oscuro. Ed. Montesinos, pp. 147-148.
Tema: Diálogo imposible con Primo Levi. El combate por la vida. PAUL
STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, pp. 148-149.
Tema: ¿Se es culpable por sobrevivir? El combate por la vida. PAUL STEINBERG,
Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, pp. 149-150.
Tema: El viaje en tren. [El tren real vs el tren de ficción] desde Theresienstadt a
Auschwitz, al B2B, Campo familiar de Theresienstadt. RUTH KLÜGER, Seguir viviendo,
Editorial Círculo de lectores. Galaxia Gutenberg, 1997, p.150.
Tema: La sed y el miedo. RUTH KLÜGER, Seguir viviendo, Editorial Círculo de
lectores. Galaxia Gutenberg, 1997, p. 151.
Tema: La poesía como consuelo, como pasatiempo, como orden en el doloroso caos
del campo. RUTH KLÜGER, Seguir viviendo, Editorial Círculo de lectores. Galaxia
Gutenberg, 1997, p. 151.
24
Tema: Doble selección. RUTH KLÜGER, Seguir viviendo, Editorial Círculo de lectores.
Galaxia Gutenberg, 1997, pp. 151-153.
Tema: Redada de judíos en Francia para la deportación. Brutalidad. MICHEL DEL
CASTILLO, Tanguy, historia de un niño de hoy, Editorial Ikusager. Colección Correría, 1999,
p. 153.
Tema: Viaje en tren al campo. Muerte de un niño. MICHEL DEL CASTILLO,
Tanguy, historia de un niño de hoy, Editorial Ikusager, Colección Correría, 1999, pp. 153-154.
Tema: Frío en el cuerpo y vacío en el alma. MICHEL DEL CASTILLO, Tanguy,
historia de un niño de hoy, Editorial Ikusager, Colección Correría, 199, p. 154.
Tema: Llegada de un convoy ruso. Insolidaridad. Culpa. MICHEL DEL CASTILLO,
Tanguy, historia de un niño de hoy, Editorial Ikusager. Colección Correría, 1999, p. 154-155.
Tema: Dibujos y poemas de niños. “NO HE VISTO MARIPOSAS POR AQUÍ”
DIBUJOS Y POEMAS DE LOS NIÑOS DE TEREZÍN. [Basado en el libro “Dibujos infantiles en la
parada hacia la muerte. Terezín 1942-944. Editado por el Museo Judío de Praga en 1959], pp. 155156.
Tema: Poema, “la mariposa”. PAVEL FRIEDMANN [Nacido el 7-1-1921,
deportado al gueto de Terezín el 28-4-1942. Deportado de Terezín a Auschwitz el 29-9-1944.
El poema “La Mariposa” está escrito a máquina, en un papel de copia, formato A3. Fechado
el 4-6-1942], p.156.
Tema: Praga, “el gueto sin muros”, Petr.Ginz, Diario de Praga (1941-1942). PETR
GINZ, Diario de Praga (1941-1942), Ediciones Acantilado, Barcelona 2006, pp. 157-158.
Tema: Algunos datos sobre los judíos de Praga y Dibujo sobre la Luna. PETR
GINZ, Diario de Praga (1941-1942), Ediciones Acantilado, Barcelona 2006, pp. 158-159.
Tema: Castigos arbitrarios y degradantes. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles
de españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, pp. 159-160.
Tema: Perfil de un jefe de campo. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de
españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, p. 160.
Tema: Actitud ante un prisionero recién llegado, vejación y maltrato. J. AMATPINIELLA, K. L. Reich .Miles de españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002,
p. 160.
Tema: Castigos públicos, azotes. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de
españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, pp. 160-161.
Tema: De Holanda a Mauthausen. El pillaje. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich
.Miles de españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, p. 161.
Tema: Horno en Mauthausen. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de españoles
en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, pp. 161-162.
Tema: Suicidio en la cantera. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de españoles
en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, p. 162.
Tema: Exterminio de rusos prisioneros de guerra. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich
.Miles de españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, p. 162.
Tema: La cámara de gas de Mauthausen. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles
de españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, pp. 162-163.
Tema: Los salvados de Auschwitz. PRIMO LEVI, Los hundidos y los salvados,
Muchnik, Barcelona 2000, pp. 163-164.
Tema: La vida en el gueto de Varsovia. E. RINGELBLUM, Crónica del gueto de
Varsovia, Alba editorial, Barcelona, 2003, pp. 164-167.
Tema: La orquesta marca el paso de los “comandos de trabajo”. FANIA
FENELON, Tregua para la orquesta. Ed. Noguer, 1981, pp. 167-168.
Tema: La menstruación. FANIA FENELON, Tregua para la orquesta. Ed. Noguer,
1981, pp. 168-169.
25
Tema: Música para el Reichsführer S.S. Heinrich Himmler. FANIA FENELON,
Tregua para la orquesta. Ed. Noguer, 1981, pp. 169-170.
Tema: El doctor Ménguele. FANIA FENELON, Tregua para la orquesta. Ed. Noguer,
1981, p. 170.
Tema: Mandel [Lagerführerin: Jefe del Campo femenino ] y el niño. FANIA
FENELON, Tregua para la orquesta. Ed. Noguer, 1981, pp 171-172.
Tema: Viví sobre esta tierra, MIKLÓS RADNÓTI, Fuente: El poder de la palabra.
www.epdlp.com., p. 172.
Tema: Tres llegadas sucesivas de convoyes a la rampa de Birkenau. TADEUSZ
BOROWSKI, Nuestro hogar es Auschwitz, Barcelona, Editorial Alba, 2004, pp. 173-176.
Tema: Selección en la enfermería (Krankenbau). TADEUSZ SOBOLEWICZ, He
sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia,
2005, p. 176.
Tema: “Matado en la fuga”. TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno,
Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, p. 177.
Tema: Muerte del padre. TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno,
Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, p. 177.
Tema: Testigo, como escribiente, de una selección de judíos holandeses. TADEUSZ
SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau,
Oswiecim, Polonia, 2005, pp. 177-178.
Tema: Cocina y solidaridad: la “comida organizada”. TADEUSZ SOBOLEWICZ,
He sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim,
Polonia, 2005, p. 178.
Tema: De Auschwitz a Buchenwald. TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al
infierno, Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, pp. 178179.
Tema: Fritsch, antiguo asesino de Auschwitz, ahora asesino de Flossenbürg.
TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de
Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, p. 179.
Tema: La evacuación del campo de Regensburg. La última “marcha de la muerte”.
TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de
Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, pp. 179-180.
Tema: Liberación y venganza. TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al
infierno, Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, pp. 180181.
Tema: Recuerdos y testimonio de un judío esloveno. BORIS PAHOR, Nekropolis,
Lleida, Pagés editors (edición en catalán) 2004, pp. 181-183.
26
Tema: El viaje, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona 2004, p.11.
“En el torbellino de la subida, en Compiégne, bajo los golpes y los gritos, cayó a mi lado.
Parece no haber hecho otra cosa en su vida, viajar con otros ciento diecinueve tipos en un
vagón de mercancías cerrado con candados. «La ventana», dijo escuetamente. En tres zancadas
y otros tantos codazos, nos abrió paso hasta una de las ventanillas de ventilación, atrancada
con alambre de espino. «Respirar es lo más importante, ¿entiendes?, poder respirar.» -¿De qué
te sirve reír? -dice el chico-. Cansa para nada.”.
Tema: El viaje, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona 2004, p.12.
“Llevamos cuatro días y tres noches encajados el uno en el otro, su codo en mis costillas,
mi codo en su estómago. Para que pueda colocar sus dos pies en el suelo del vagón tengo que
sostenerme sobre una sola pierna. Para que yo pueda hacer lo mismo y sentir relajados los
músculos de las pantorrillas, también él se mantiene sobre una pierna. Así ganamos algunos
centímetros, y descansamos por turno”.
Tema: El viaje, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona 2004, p.30.
“Cae la noche, la cuarta; la noche despierta los fantasmas. En la negra turbamulta del
vagón, los hombres se vuelven a encontrar a solas con su sed, con su angustia y su cansancio.
Se ha hecho un silencio pesado, entrecortado por algunas quejas confusas y prolongadas.
Todas las noches igual. Después vendrán los gritos enloquecidos de quienes creen que van a
morir. Gritos de pesadilla, que hay que detener como sea. Sacudiendo al tipo que aulla, convulso y con la boca abierta. Abofeteándole si es preciso”.
Tema: Buchenwald: el crematorio, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets,
Barcelona 2004, pp. 36-37.
“Nos quedábamos en la oscuridad, oyendo cómo en la noche resonaban aviones más o
menos lejanos. Pero a veces el crematorio estaba sobrecargado de trabajo. El ritmo de los
muertos es difícil de sincronizar con la capacidad de un crematorio, por bien equipado que
esté. En tales casos, como el crematorio funcionaba a pleno rendimiento, grandes llamaradas
anaranjadas sobresalían ampliamente de su chimenea, en un torbellino de densa humareda.
«Convertirse en humo», es una expresión de los campos. Ten cuidado con el Scharfuhrer, es
un bruto, si tienes un problema con él, vete preparando para «convertirte en humo». Tal
compañero, en el revier, estaba en las últimas, iba a convertirse en humo. Las llamaradas
sobrepasaban, pues, la chimenea cuadrada del crematorio. Entonces se escuchaba la voz del
miembro de las SS de servicio, en la torre de control. Se oía su voz por los altavoces:
«Kremato-rium, ausmachen», repetía varias veces. Crematorio, apagad, crematorio, apagad.
Les preocupaba, desde luego, tener que apagar los fuegos del crematorio, eso disminuía el
rendimiento. El de las SS no estaba contento, ladraba: «Kretna-toñum, ausmachen", con voz
opaca y rabiosa. Estábamos sentados en la oscuridad y oíamos el altavoz: «Krematorium,
ausmacben». «Vaya», decía alguno, «las llamas sobresalen»”.
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Tema: Actitud de los alemanes corrientes, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje,
Tusquets, Barcelona 2004, p. 38.
“Hay gente en el andén de la estación, y acaban de comprender que no somos un tren
como otro cualquiera. Han debido de ver agitarse las siluetas a través de las aberturas cubiertas
con alambre de espino. Hablan entre sí, señalan el tren con el dedo, parecen excitados. Hay un
chaval de unos diez años, con sus padres, justo ante nuestro vagón. Escucha a sus padres, mira
hacia nosotros, agacha la cabeza. Luego se va corriendo. Luego vuelve también corriendo, con
una piedra enorme en la mano. Al poco se acerca a nosotros y arroja la piedra, con todas sus
fuerzas, hacia la abertura cerca de donde estamos. Nos echamos hacia atrás, deprisa, la piedra
rebota en los alambres, pero por poco le da en la cara al chico de Semur”.
Tema: Una ejecución, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona 2004,
p. 54.
“Contemplamos subir a la plataforma a aquel ruso de veinte años, y los de las SS
imaginan que vamos a padecer su muerte, a sentirla fundirse sobre nosotros como una
amenaza o una advertencia. Pero esta muerte, en realidad, estamos aceptándola para nosotros
mismos, si llegara el caso, la estamos escogiendo para nosotros mismos. Estamos muriendo la
muerte de este compañero, y por tanto la negamos, la anulamos, hacemos de la muerte de este
compañero el sentido mismo de nuestra vida. Un proyecto de vivir perfectamente válido, el
único válido en este preciso momento. Pero los de las SS son unos pobres diablos y nunca
entienden estas cosas”.
Tema: Ejecuciones especiales, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona
2004, p.73.
“Pero había, en el pabellón de vestuarios, una sala de duchas especial. Introducían al
oficial soviético, le daban un jabón y una toalla, y el oficial soviético esperaba a que saliera el
agua de la ducha. Pero el agua no salía. A través de una aspillera, disimulada en un rincón, un
miembro de las SS disparaba una bala a la cabeza del oficial soviético. El de las SS estaba en
el cuarto de al lado, apuntaba sosegadamente a la cabeza del oficial soviético, y le disparaba.
Retiraban el cadáver, recogían el jabón y la toalla y hacían correr el agua de la ducha para
borrar las huellas de sangre. Cuando comprendan el simulacro de la ducha y del jabón,
entenderán la mentalidad de los de las SS”.
Tema: Viaje trenes de judíos, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona
2004, pp. 99-100.
“Más tarde, dentro de algunos meses, sabré qué clase de viaje mandan hacer a los judíos.
Veré llegar los trenes a la estación del campo, durante la gran ofensiva soviética de invierno,
en Polonia. Evacuaban a los judíos de los campos de Polonia, los que no habían tenido tiempo
de exterminar, o a quienes tal vez creían poder hacer trabajar todavía. Fue un invierno duro el
invierno del siguiente año. Vi llegar los trenes de judíos, los transportes de judíos evacuados
de Polonia. Iban cerca de doscientos en cada vagón cerrado con candados, casi ochenta más
que nosotros. Esta noche, junto al chico de Semur, no he intentado imaginar lo que eso podía
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representar, ir doscientos en un vagón como el nuestro. Después, sí, traté de imaginármelo,
cuando vimos llegar los trenes de los judíos de Polonia. Y fue un invierno duro el invierno del
año siguiente. Los judíos de Polonia viajaron seis días, ocho días, en ocasiones diez días, en el
frío de aquel duro invierno. Sin comer, claro está, y sin beber. A la llegada, cuando abrían las
puertas corredizas, nadie se movía. Era necesario apartar la masa helada de los cadáveres, de
los judíos polacos muertos de pie, helados de pie, que caían como bolos en el andén de la
estación, para poder encontrar algunos supervivientes. Pues había supervivientes. Una lenta y
vacilante cohorte echaba a andar hacia la entrada del campo. Algunos caían para no volver a
levantarse, otros se levantaban, otros se arrastraban literalmente hacia la entrada del campo.
Un día, en la masa aglutinada de los cadáveres de un vagón, encontramos tres niños judíos. El
mayor tenía cinco años. Los compañeros alemanes del Lagerschutz los escamotearon bajo las
barbas de los de las SS. Vivieron en el campo, se salvaron finalmente aquellos tres huérfanos
judíos que habíamos encontrado en masa congelada de los cadáveres. Así será como, durante
aquel duro invierno del año que viene, sabré cómo hicieron viajar a los judíos”.
Tema: Llegada al Lager, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona
2004, p.121.
“En el campo, el agua era mala, era preciso tener cuidado y no beber demasiado. Lo
recuerdo, la noche en que llegamos muchos enfermaron como perros por atracarse de aquel
agua tibia y nauseabunda. El chico de Semur se había quedado en el vagón. Desde que murió
le estuve aguantando en mis brazos, con su cadáver contra mí. Pero los de las SS abrieron las
puertas correderas, subieron dando golpes y gritos, en medio de los ladridos de los perros policías. Saltamos al andén, descalzos en el barro del invierno, y dejé en el vagón a mi amigo de
Semur. Tendí su cadáver al lado del viejecito que había muerto diciendo: «¿Os dais cuenta?».
Yo ya empezaba a darme cuenta, desde luego”.
Tema: Imagen del fin del Lager, JORGE
Barcelona 2004, p.142.
SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets,
“Dentro de tres o cuatro días los americanos iban a traer al campo a grupos enteros de
habitantes de Weimar. Van a enseñarles los barracones del campo de cuarentena, donde los
inválidos siguen muriendo en medio de la hediondez. Les enseñarán el crematorio, el bloque
donde los médicos de las SS hacían experimentos con los presos, les enseñarán las pantallas de
piel humana de la señora Ilse Koch, las preciosas pantallas apergaminadas donde se dibujan
las líneas azules de los tatuajes sobre la piel humana. Entonces, las mujeres de Weimar, con
sus tocados primaverales, y los hombres de Weimar, con sus gafas de profesores y de tenderos
de ultramarinos, se echarán a llorar, a gritar que no sabían nada, que ellos no son responsables.
Tengo que decir que el espectáculo me revolvió el estómago y fui a refugiarme en un rincón
solitario, escapé para hundir mi rostro en la hierba de la primavera, entre los rumores de la
primavera en los árboles”.
Tema: Muerte de niños judíos en Buchenwald, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje,
Tusquets, Barcelona 2004, pp. 165-169.
“La historia de los niños judíos, de su muerte en la gran avenida del campo, en el corazón del último invierno de aquella guerra, esta historia jamás contada, hundida como un
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tesoro mortal en el fondo de mi memoria, royéndola con un sufrimiento estéril, tal vez ha
llegado ya el momento de contarla, con esa esperanza de la que estoy hablando. Quizás haya
sido por orgullo por lo que nunca he contado a nadie la historia de los niños judíos, llegados de
Polonia, en el frío del invierno más frío de aquella guerra, llegados para morir en la amplia
avenida que conducía a la entrada del campo, bajo la mirada tétrica de las águilas hitlerianas.
Tal vez por orgullo. Como si esta historia no incumbiera a todos, y sobre todo a esos
adolescentes que hoy tienen dieciséis años, como sí yo tuviera el derecho, incluso la
posibilidad, de guardármela para mí durante más tiempo. Es verdad que yo había decidido
olvidar. En Eisenach, también, había decidido no ser jamás un ex combatiente. Está bien, ya lo
había olvidado, ya había olvidado todo, a partir de ahora ya puedo recordarlo todo. Ya puedo
contar la historia de los niños judíos de Polonia, no como una historia que me haya sucedido a
mí particularmente, sino que les sucedió ante todo a aquellos niños judíos de Polonia. Es decir,
que ahora, tras estos largos años de olvido voluntario, no sólo puedo ya contar esta historia,
sino que debo contarla. Debo hablar en nombre de lo que sucedió, no en mi nombre personal.
La historia de los niños judíos en nombre de los niños judíos. La historia de su muerte, en la
amplia avenida que conducía a la entrada del campo, bajo la mirada de piedra de las águilas
nazis y entre las risas de los de las SS, en nombre de esta misma muerte.
Los niños judíos no llegaron a medianoche, como nosotros, llegaron bajo la luz gris de la
tarde.
Era el último invierno de aquella guerra, el invierno más frío de esta guerra cuya suerte
se decidió en medio del frío y de la nieve. Los alemanes habían sido expulsados de sus
posiciones por una gran ofensiva soviética que se desplegaba a través de Polonia, y evacuaban,
cuando tenían tiempo, a los deportados que habían reunido en los campos de Polonia.
Nosotros, cerca de Weimar, en el bosque de hayas por encima de Weimar, veíamos llegar,
durante días y semanas, aquellos convoyes de evacuados. Los árboles estaban cubiertos de
nieve, cubiertas de nieve las carreteras, y en el campo de cuarentena nos hundíamos en la
nieve hasta la rodilla. Los judíos de Polonia llegaban apiñados en vagones de mercancías,
cerca de doscientos por vagón, y habían viajado durante días y días sin comer ni beber, en el
frío de este invierno que fue el más frío de aquella guerra. En la estación del campo, cuando se
abrían las puertas correderas, nada se movía, la mayoría de los judíos había muerto de pie,
muertos de frío, muertos de hambre, y era preciso descargar los vagones como si hubiesen
transportado leña, por ejemplo, y los cadáveres caían, rígidos, en el andén de la estación,
donde los apilaban para llevarlos después, por camiones enteros, directamente al crematorio.
Pese a todo, había supervivientes, había judíos todavía vivos, moribundos en medio de aquel
amontonamiento de cadáveres helados en los vagones. Un día, en uno de aquellos vagones en
que había supervivientes, al apartar el montón de cadáveres congelados, pegados a menudo
unos a otros por sus ropas rígidas y heladas, se descubrió a un grupo entero de niños judíos. De
repente, en el andén de la estación, sobre la nieve y entre los árboles cubiertos de nieve,
apareció un grupo de niños judíos, unos quince más o menos, mirando a su alrededor con cara
asombrada, mirando los cadáveres apilados como troncos de árboles ya podados y
amontonados al borde de las carreteras, esperando ser transportados a otro lugar, mirando los
árboles y la nieve sobre los árboles, mirando como sólo miran los niños. Y los de las SS al
principio parecían molestos, como si no supieran qué hacer con aquellos niños de ocho a doce
años, poco más o menos, aunque algunos, por su extrema delgadez y la expresión de su mirada, parecieran ancianos. Se hubiera dicho que, en primer lugar, los de las SS no supieron qué
hacer con estos niños y los reunieron en un rincón, tal vez para tener tiempo de pedir
instrucciones, mientras escoltaban por la gran avenida las escasas decenas de adultos
supervivientes de aquel convoy. Y una parte de aquellos supervivientes todavía tendrá tiempo
para morir, antes de llegar a la puerta de entrada del campo, pues recuerdo que se veía a
algunos de estos supervivientes derrumbarse en el camino, como si su vida latente en medio
30
del amontonamiento de los cadáveres helados de los vagones se apagara de repente, algunos
caían de repente, muy rectos, como árboles fulminados, de bruces sobre la nieve sucia y en
ocasiones fangosa de la avenida, en medio de la nieve inmaculada sobre las altas hayas
estremecidas, otros cayendo de rodillas primero, haciendo esfuerzos para levantarse, para
arrastrarse todavía unos metros más, quedando finalmente tendidos, con los brazos estirados
hacia adelante, con las manos descarnadas arañando la nieve, se hubiera dicho como en una
última tentativa de arrastrarse unos centímetros más hacia aquella puerta de allá abajo, como si
aquella puerta estuviera al final de la nieve y del invierno y de la muerte. Pero al final, sólo
quedó en el andén de la estación esta quincena de niños judíos. Las SS regresaron en tromba,
entonces, como si hubieran recibido instrucciones precisas, o tal vez les hubieran dado carta
blanca, quizá ya les habían permitido improvisar la manera en que iban a matar a aquellos
niños. De todas formas volvieron en tromba, con perros, se reían estrepitosamente, se gritaban
bromas que les hacían estallar en carcajadas. Se desplegaron en arco de círculo y empujaron
ante ellos, por la gran avenida, a aquellos quince niños judíos. Lo recuerdo, los chavales
miraban a su alrededor, miraban a los de las SS, debían de creer al principio que les escoltaban
sencillamente hacia el campo, como habían visto hacer con sus mayores unos momentos antes.
Pero los de las SS soltaron los perros y empezaron a golpear con las porras a los niños, para
obligarles a correr, para hacer arrancar esta montería por la gran avenida, esta caza que habían
inventado, o que les habían ordenado organizar, y los niños judíos, bajo los porrazos,
maltratados por los perros que saltaban a su alrededor, mordiéndoles en las piernas, sin ladrar
ni gruñir, pues eran perros amaestrados, los niños judíos echaron a correr por la gran avenida
hacia la puerta del campo. Quizás, en aquel momento, no comprendieran todavía lo que les
esperaba, quizá pensaran que se trataba solamente de una última vejación, antes de dejarles
entrar en el campo. Y los niños corrían, con sus enormes gorras de larga visera hundidas hasta
las orejas, y sus piernas se movían de manera torpe, a la vez lenta y sincopada, como cuando
en el eme se proyectan viejas películas mudas, o como en las pesadillas en las que se corre con
todas las fuerzas sin llegar a avanzar un solo paso, y lo que nos persigue está a punto de
alcanzarnos, nos alcanza ya, y nos despertamos en medio de sudores fríos, y aquello, aquella
jauría de perros y de miembros de las SS que corría detrás de los niños judíos bien pronto
devoró a los más débiles de entre ellos, a los que sólo tenían ocho años, quizás, a los que
pronto perdieron las fuerzas para moverse, y que eran derribados, pisoteados, apaleados por el
suelo, y que quedaban tendidos a lo Sargo de la avenida, jalonando con sus cuerpos flacos,
dislocados, la progresión de aquella montería, de esta jauría que se arrojaba sobre ellos. Pronto
no quedaron más que dos, uno mayor y otro pequeño, que habían perdido sus gorras en la
carrera desesperada, y cuyos ojos brillaban como reflejos de hielo en sus rostros grises, y el
más pequeño comenzaba ya a perder terreno, los de las SS aullaban detrás de ellos, y los
perros también comenzaron a aullar, pues el olor a sangre les volvía locos, y entonces el mayor
de los niños aminoró la marcha para coger de la mano al más pequeño, que ya iba tropezando,
y recorrieron juntos unos cuantos metros más, la mano derecha del mayor apretando la mano
izquierda del pequeño, rectos, hasta que los porrazos les derribaron juntos, con la cara sobre la
tierra y las manos unidas ya para siempre. Los de las SS reunieron a los perros, que gruñían, y
rehicieron el camino al revés, disparando a bocajarro una bala en la cabeza de cada uno de los
niños, caídos en la gran avenida, bajo la mirada vacía de las águilas hitlerianas”.
Tema: Resistencia, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona 2004, pp.
178-179.
“Michel estaba en el Primer Ejército y había conseguido un permiso, justo después de la
capitulación alemana. Estuvimos buscando el rastro de Hans, pero ya no había ni rastro de
31
Hans. Era primavera, y circulamos hasta Joigny, pues Michel se las había apañado para
conseguir un coche y una orden de misión. En Joigny, Irene no había regresado. Murió en
Bergen-Belsen, de tifus, pocos días después de la llegada de las tropas inglesas. Su madre nos
dio de comer, en una cocina como las de antes, y en la bodega seguía flotando el olor pertinaz
a plástico. Nos enseñó un recorte del periódico local, que relataba la muerte de Irene en
Bergen-Belsen. Albert había sido fusilado. OIivier había muerto en Dora. Julien también había
muerto, le sorprendieron en Laroche, se defendió como un diablo y la última bala la había
guardado para sí mismo. Recuerdo que decía: «La tortura, ni hablar, no es para mí, si puedo
me pego un tiro». Y se mató. Michel y yo escuchábamos a la madre de Irene, oíamos su voz
cascada. Comimos conejo a la mostaza, en silencio, con todas las sombras de los compañeros
muertos a nuestro alrededor”.
Tema: Llegada al Lager, JORGE SEMPRÚN, El largo viaje, Tusquets, Barcelona
2004, pp.220-222.
“Frente a nosotros, sobre un andén bastante amplio iluminado por los proyectores, a
cinco o seis metros de los vagones, una larga fila de miembros de las SS espera. Están
inmóviles como estatuas, con sus rostros escondidos por la sombra de los cascos que la luz
eléctrica hace brillar. Están con las piernas abiertas, el fusil apoyado en la bota que calza su pie
derecho, sostenido por el cañón con el brazo extendido. Algunos no tienen fusil, y llevan en su
lugar una metralleta colgada con una correa sobre el pecho. Ésos mantienen los perros en
trailla, perros lobo que ladran hacia nosotros, hacia el tren. Son perros que saben a qué
atenerse, desde luego. Saben que sus dueños les van a permitir abalanzarse hacia estas sombras
que van a salir de los vagones cerrados y silenciosos. Ladran rabiosamente hacia sus futuras
presas. Pero los de las SS permanecen inmóviles, como estatuas. El tiempo pasa. Los perros
dejan de ladrar y se echan, gruñendo, con el pelo erizado, al pie de los de las SS. Nada se
desplaza, nada se mueve en la fila de las SS. Tras ellos, en la zona iluminada por los
reflectores, unos árboles altos tiemblan bajo la nieve. El silencio vuelve a caer sobre toda esta
escena inmóvil, y me pregunto cuánto tiempo va a durar. En el vagón, nadie se mueve, nadie
dice nada.
Resuena una orden breve, en algún lado, y brotan silbidos por todas partes. Los perros
están otra vez erguidos y ladran. La fila de las SS, con un único y mecánico movimiento, se ha
aproximado al vagón. Y los de las SS se ponen a vociferar también. Esto provoca un alboroto
ensordecedor. Veo a los de las SS agarrar sus fusiles por el cañón, la culata en el aire.
Entonces, las puertas del vagón se corren brutalmente, la luz nos golpea en el rostro, nos ciega.
Como un ritornello gutural, estalla el grito que ya conocemos, y que sirve a los de las SS para
formular prácticamente todas sus órdenes: «Los, los, los!». Los compañeros comienzan a
saltar al andén, por grupos de cinco o seis cada vez, empujándose. A veces no calculan bien el
impulso, o se estorban mutuamente, y caen de bruces sobre la nieve embarrada del andén.
Otras veces tropiezan bajo los culatazos que los de las SS distribuyen al azar, resoplando
ruidosamente, como leñadores en la faena. Los perros se abalanzan sobre los cuerpos, las
fauces abiertas. Y siempre este grito, que domina todo el alboroto, restallando secamente por
encima del desordenado remolino: «Los, los, los!».
Se hace el vacío a mi alrededor, y sigo sosteniendo al chico de Semur por las axilas. Voy
a tener que dejarle. Tengo que saltar al andén, en medio del barullo, pues si espero demasiado
y salto solo todos los golpes serán para mí. Ya sé que a los de las SS no les gustan los
rezagados. Se ha acabado, este viaje se ha acabado y voy a dejar a mi compañero de Semur. Es
decir, es él quien me ha dejado, estoy solo. Tiendo su cadáver en el suelo del vagón, y es como
si depositara mi propia vida pasada, todos los recuerdos que me unen todavía al mundo de
32
antes. Todo lo que le había contado en el transcurso de estos días, de estas noches
interminables, la historia de los hermanos Hortieux, la vida en la prisión de Auxerre, Michel y
Hans, y el muchacho del bosque de Othe, todo eso que era mi vida va a desvanecerse, puesto
que él ya no está aquí. El chico de Semur ha muerto y estoy solo. Pienso que había dicho; «No
me dejes, tío», y ando hacia la puerta, para saltar al andén. Ya no me acuerdo si había dicho
eso: «No me dejes, tío», o si me había llamado por mi nombre, es decir, por el nombre por el
que me conocía.
Tal vez había dicho: «No me dejes, Gérard», y Gérard salta al andén, en medio de la luz
cegadora”.
Tema: “Si esto es un hombre” PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick , Barcelona
1998, p. 11.
Si esto es un hombre
Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
Tema: El viaje, los trenes, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick , Barcelona,
1998, p. 117.
“Los vagones eran doce, y nosotros seiscientos cincuenta; en mi vagón éramos sólo
cuarenta y cinco, pero era un vagón pequeño. Aquí estaba, ante nuestros ojos, bajo nuestros
pies, uno de los famosos trenes de guerra alemanes, los que no vuelven, aquéllos de los cuales,
temblando y siempre un poco incrédulos, habíamos oído hablar con tanta frecuencia.
Exactamente así, punto por punto: vagones de mercancías, cerrados desde el exterior, y dentro
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hombres, mujeres, niños, comprimidos sin piedad, como mercancías en docenas, en un viaje
hacia la nada, en un viaje hacia allá abajo, hacia el fondo. Esta vez, dentro íbamos nosotros”.
Tema: El viaje, los trenes, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona,
1998, pp. 17-18.
“Fueron las incomodidades, los golpes, el frío, la sed, lo que nos mantuvo a flote sobre
una desesperación sin fondo, durante el viaje y después. No el deseo de vivir, ni una
resignación consciente: porque son pocos los hombres capaces de ello y nosotros no éramos
sino una muestra de la humanidad más común.
Habían cerrado las puertas en seguida pero el tren no se puso en marcha hasta por la
tarde. Nos habíamos enterado con alivio de nuestro destino. Auschwitz: un nombre carente de
cualquier significado entonces para nosotros pero que tenía que corresponder a un lugar de
este mundo.
El tren iba lentamente, con largas paradas enervantes. Desde la mirilla veíamos desfilar
las altas rocas pálidas del valle del Ádige, los últimos nombres de las ciudades italianas.
Pasamos el Breno a las doce del segundo día y todos se pusieron en pie pero nadie dijo una
palabra. Yo tenía en el corazón el pensamiento de la vuelta, y se me representaba cruelmente
cuál debería ser la sobrehumana alegría de pasar por allí otra vez, con unas puertas abiertas por
donde ninguno desearía huir, y los primeros nombres italianos... y mirando a mi alrededor
pensaba en cuántos, de todo aquel triste polvo humano, podrían estar señalados por el destino.
Entre las cuarenta y cinco personas de mi vagón tan sólo cuatro han vuelto a ver su
hogar; y fue con mucho el vagón más afortunado.
Sufríamos de sed y de frío: a cada parada pedíamos agua a grandes voces, o por lo menos
un puñado de nieve, pero en pocas ocasiones nos hicieron caso; los soldados de la escolta
alejaban a quienes trataban de acercarse al convoy. Dos jóvenes madres, con sus hijos todavía
colgados del pecho, gemían noche y día pidiendo agua. Menos terrible era para todos el
hambre, el cansancio y el insomnio que la tensión y los nervios hacían menos penosos: pero
las noches eran una pesadilla interminable.”
Tema: Llegada a Auschwitz, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona, 1998, pp. 19-21.
“Nos soltaron de repente. Abrieron el portón con estrépito, la oscuridad resonó con
órdenes extranjeras, con esos bárbaros ladridos de los alemanes cuando mandan, que parecen
dar salida a una rabia secular. Vimos un vasto andén iluminado por reflectores. Un poco más
allá, una fila de autocares. Luego, todo quedó de nuevo en silencio. Alguien tradujo: había que
bajar con el equipaje, dejarlo junto al tren. En un momento el andén estuvo hormigueante de
sombras: pero teníamos miedo de romper el silencio, todos se agitaban en torno a los
equipajes, se buscaban, se llamaban unos a otros, pero tímidamente, a media voz.
Una decena de SS estaban a un lado, con aire indiferente, con las piernas abiertas. En
determinado momento empezaron a andar entre nosotros y, en voz baja, con rostros de piedra,
empezaron a interrogarnos rápidamente, uno a uno, en mal italiano. No interrogaban a todos,
sólo a algunos. «¿Cuántos años? ¿sano o enfermo?» y según la respuesta nos señalaban dos
direcciones diferentes.
Todo estaba silencioso como en un acuario, y como en algunas escenas de los sueños.
Esperábamos algo más apocalíptico y aparecían unos simples guardias. Era desconcertante y
desarmante. Hubo alguien que se atrevió a preguntar por las maletas: contestaron: «maletas
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después»; otro no quería separarse de su mujer: dijeron «después otra vez juntos»; muchas
madres no querían separarse de sus hijos: dijeron «bien, bien, quedarse con hijo». Siempre con
la tranquila seguridad de quien no hace más que su oficio de todos los días; pero Renzo se
entretuvo un instante de más al despedirse de Francesca, que era su novia, y con un solo golpe
en mitad de la cara lo tumbaron en tierra; era su oficio de cada día.
En menos de diez minutos todos los que éramos hombres útiles estuvimos reunidos en un
grupo. Lo que fue de los demás, de las mujeres, de los niños, de los viejos, no pudimos saberlo
ni entonces ni después: la noche se los tragó, pura y simplemente. Hoy sabemos que con
aquella selección rápida y sumaria se había decidido de todos y cada uno de nosotros si podía
o no trabajar útilmente para el Reich; sabemos que en los campos de Buna-Monowitz y
Birkenau no entraron, de nuestro convoy, más que noventa y siete hombres y veintinueve
mujeres y que de todos los demás, que eran más de quinientos, ninguno estaba vivo dos días
más tarde. Sabemos también que por tenue que fuese no siempre se siguió este sistema de
discriminación entre útiles e improductivos y que más tarde se adoptó con frecuencia el
sistema más simple de abrir los dos portones de los vagones, sin avisos ni instrucciones a los
recién llegados. Entraban en el campo los que el azar hacía bajar por un lado del convoy; los
otros iban a las cámaras de gas.
Así murió Emilia, que tenía tres años; ya que a los alemanes les parecía clara la
necesidad histórica de mandar a la muerte a los niños de los judíos. Emilia, hija del ingeniero
Aldo Levi de Milán, que era una niña curiosa, ambiciosa, alegre e inteligente a la cual, durante
el viaje en el vagón atestado, su padre y su madre habían conseguido bañar en un cubo de zinc,
en un agua tibia que el degenerado maquinista alemán había consentido en sacar de la
locomotora que nos arrastraba a todos a la muerte.
Desaparecieron así en un instante, a traición, nuestras mujeres, nuestros padres, nuestros
hijos. Casi nadie pudo despedirse de ellos. Los vimos un poco de tiempo como una masa
oscura en el otro extremo del andén, luego ya no vimos nada.
Emergieron, en su lugar, a la luz de los faroles, dos pelotones de extraños individuos.
Andaban en formación de tres en tres, con extraño paso embarazado, la cabeza inclinada hacia
adelante y los brazos rígidos. Llevaban en la cabeza una gorra cómica e iban vestidos con un
largo balandrán a rayas que aun de noche y de lejos se adivinaba sucio y desgarrado.
Describieron un amplio círculo alrededor de nosotros, sin acercársenos y, en silencio,
empezaron a afanarse con nuestros equipajes y a subir y a bajar de los vagones vacíos.
Nosotros nos mirábamos sin decir palabra. Todo era incomprensible y loco, pero
habíamos comprendido algo. Ésta era la metamorfosis que nos esperaba. Mañana mismo
seríamos nosotros una cosa así”.
Tema: El despojo de la identidad, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona 1998, p. 28
“Al terminar, nos quedamos cada uno en nuestro rincón y no nos atrevemos a levantar la
mirada hacia los demás. No hay donde mirarse, pero tenemos delante nuestra imagen, reflejada
en cien rostros lívidos, en cien peleles miserables y sórdidos. Ya estamos transformados en los
fantasmas que habíamos vislumbrado anoche.
Entonces por primera vez nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para
expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre. En un instante, con intuición casi profética,
se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una
condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro:
nos han quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos; si hablamos no nos escucharán, y si
nos escuchasen no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre: y si queremos conservarlo
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deberemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo
nuestro, algo de lo que hemos sido, permanezca”.
Tema: El porqué del silencio de las víctimas tras ser liberados, PRIMO LEVI, Si esto
es un hombre, Muchnick, Barcelona 1998, p. 64.
“Aquí está mi hermana, y algún amigo mío indeterminado, y mucha más gente. Todos
están escuchándome y yo les estoy contando precisamente esto: el silbido de las tres de la
madrugada, la cama dura, mi vecino, a quien querría empujar, pero a quien tengo miedo de
despertar porque es más fuerte que yo. Les hablo también prolijamente de nuestra hambre, y
de la revisión de los piojos, y del Kapo que me ha dado un golpe en la nariz y luego me ha
mandado a lavarme porque sangraba. Es un placer intenso, físico, inexpresable, el de estar en
mi casa, entre personas amigas, tener tantas cosas que contar: pero no puedo dejar de darme
cuenta de que mis oyentes no me siguen. O más bien, se muestran completamente indiferentes:
hablan confusamente entre sí de otras cosas, como si yo no estuviese allí. Mi hermana me
mira. Se pone de pie y se va sin decir palabra”.
Tema: Trabajo esclavo, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona
1998, p. 77.
“La Buna es grande como una ciudad; allí trabajan, además de los dirigentes y los
técnicos alemanes, cuarenta mil extranjeros, y se hablan quince o veinte idiomas. Todos los
extranjeros viven en distintos Lagers, que rodean la Buna como una corona: el Lager de los
prisioneros de guerra inglesa, el Lager de las mujeres ucranianas, el Lager de los voluntarios
franceses, y otros que no conocemos. Nuestro Lager (Judenlager, Vernichtunslager, Kazett)
aporta, sólo él, diez mil trabajadores, que provienen de todas las naciones de Europa; y
nosotros somos los esclavos de los esclavos, a quienes todos pueden mandar, y nuestro nombre
es el número que llevamos tatuado en el brazo y cosido en el pecho.
La Torre del Carburo, que surge en medio de la Buna y cuyo pináculo es raramente
visible entre la niebla, la hemos construido nosotros. Sus ladrillos han sido llamados Ziegel,
briques, tegula, cegli, kamenny, bricks, téglak, y el odio los ha cimentado; el odio y la
discordia, como la Torre de Babel y así la llamamos: Babelturm, Bobelturm; y odiamos en ella
el demente sueño de grandeza de nuestros amos, su desprecio de Dios y de los hombres, de
nosotros los hombres.
Y todavía hoy, como en aquella fábula antigua, todos nosotros sentimos, y los mismos
alemanes sienten, que una maldición no trascendente y divina sino inmanente e histórica se
cierne sobre la insolente trabazón, fundada en la confusión de las lenguas y erigida desafiando
al cielo como una blasfemia de piedra.
Como ya diremos, de la fábrica de la Buna, por la cual se afanaron los alemanes durante
cuatro años y en donde sufrimos y morimos miles de nosotros, no salió nunca un solo kilo de
goma sintética”.
Tema: El “musulman”, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick , Barcelona
1998, p. 96.
“Sucumbir es lo más sencillo: basta cumplir órdenes que se reciben, no comer más que la
ración, atenerse a la disciplina del trabajo y del campo. La experiencia ha demostrado que, de
este modo, sólo excepcionalmente se puede durar más de tres meses. Todos los «musulmanes»
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que van al gas tienen la misma historia o, mejor dicho, no tienen historia; han seguido por la
pendiente hasta el fondo, naturalmente, como los arroyos que van a dar a la mar. Una vez en el
campo, debido a su esencial incapacidad, o por desgracia, o por culpa de cualquier incidente
trivial, se han visto arrollados antes de haber podido adaptarse; han sido vencidos antes de
empezar, no se ponen a aprender alemán y a discernir nada en el infernal enredo de leyes y de
prohibiciones, sino cuando su cuerpo es una ruina, y nada podría salvarlos de la selección o de
la muerte por agotamiento. Su vida es breve pero su número es desmesurado; son ellos, los
Muselmänner, los hundidos, los cimientos del campo; ellos, la masa anónima, continuamente
renovada y siempre idéntica, de no-hombres que marchan y trabajan en silencio, apagada en
ellos la llama divina, demasiado vacíos ya para sufrir verdaderamente. Se duda en llamarlos
vivos: se duda en llamar muerte a su muerte, ante la que no temen porque están demasiado
cansados para comprenderla”.
Tema: Perfil de un “salvado”, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona 1998, p. 105.
“Henri es en cambio eminentemente social y culto, y su estilo de supervivencia en el
Lager cuenta con una teoría completa y orgánica. Sólo tiene veintidós años; es inteligentísimo,
habla francés, alemán, inglés y ruso, tiene una óptima cultura científica y literaria. Su hermano
ha muerto en Buna el invierno pasado, y desde aquel día Henri se ha desvinculado de todo
afecto; se ha encerrado en sí mismo como en una coraza y lucha para vivir sin distraerse, con
todos los recursos que puede obtener de su inteligencia pronta y de su educación refinada.
Según la teoría de Henri, para huir de la aniquilación tres son los métodos que el hombre
puede poner en práctica sin dejar de ser digno de llamarse hombre: la organización, la
compasión y el hurto”.
Tema: La inhumanidad, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick , Barcelona
1998, p. 29.
“Los personajes de estas páginas no son hombres. Su humanidad está sepultada, o ellos
mismos la han sepultado, bajo la ofensa súbita o infligida a los demás. Los SS malvados y
estúpidos, los Kapos, los políticos, los criminales, los prominentes grandes y pequeños, hasta
los Häftlinge indiferenciados y esclavos, todos los escalones de la demente jerarquía querida
por los alemanes, están paradójicamente emparentados por una unitaria desolación interna.
Pero Lorenzo era un hombre; su humanidad era pura e incontaminada, se encontraba
fuera de este mundo de negación. Gracias a Lorenzo no me olvidé yo mismo de que era un
hombre”.
Tema: Olor, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona 1998, p. 150.
“Y luego, a nuestro olor nosotros estamos acostumbrados pero las chicas no, y no
desperdician ocasión de manifestárnoslo. No es el olor genérico del mal lavado, sino el olor a
Häftling, suave y dulzón, que se nos ha agarrado a nuestra llegada al Lager y se exhala tenaz
de los dormitorios, de las cocinas, de los lavaderos y de los retretes del Lager. Se lo adquiere
en seguida y no se lo pierde nunca: «¿tan joven y ya hiedes?», así se suele acoger entre
nosotros a los recién llegados”.
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Tema: Sabotaje, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona 1998, p.
156.
“El mes pasado, uno de los crematorios de Birkenau ha sido hecho saltar por los aires.
Ninguno de nosotros sabe (y tal vez no lo sepa nunca) cómo ha sido exactamente realizada la
empresa: se habla del Sonderkommando del Kommando Especial adscrito a las cámaras de gas
y a los hornos, el cual viene siendo periódicamente exterminado, y que es mantenido
escrupulosamente segregado del resto del campo. Lo que es cierto es que en Birkenau un
centenar de hombres, de esclavos inermes y débiles como nosotros, han sacado de sí mismos
la fuerza necesaria para actuar, para madurar los frutos de su odio.
El hombre que va a morir hoy entre nosotros ha tomado parte de algún modo en la
revuelta. Se dice que mantenía relaciones con los insurrectos de Birkenau, que ha llevado
armas de nuestro campo, que estaba tramando un amotinamiento simultáneo también entre
nosotros. Morirá hoy bajo nuestras miradas: y quizás los alemanes no comprendan que la
muerte solitaria, la muerte de hombre que le ha sido reservada, le servirá de gloria y no de
infamia”.
Tema: Destrucción del hombre, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona 1998, p.157.
“Destruir al hombre es difícil, casi tanto corno crearlo: no ha sido fácil, no ha sido breve,
pero lo habéis conseguido, alemanes. Henos aquí dóciles bajo vuestras miradas: de nuestra
parte nada tenéis que temer: ni actos de rebeldía, ni palabras de desafío, ni siquiera una mirada
que juzgue.
Alberto y yo hemos vuelto a la barraca y no hemos podido mirarnos a la cara. Aquel
hombre debía de ser duro, debía de ser de un metal distinto del nuestro, si esta condición por la
que nosotros hemos sido destrozados no ha podido plegarlo.
Porque también nosotros estamos destrozados, vencidos: aunque hayamos sabido
adaptarnos, aunque hayamos, al fin, aprendido a encontrar nuestra comida y a resistir el
cansancio y el frío, aunque regresemos.
Hemos puesto la menaschka en la litera, hemos hecho el reparto, hemos satisfecho la
rabia cotidiana del hambre, y ahora nos oprime la vergüenza”.
Tema: Marcha de la muerte desde Auschwitz, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre,
Muchnick, Barcelona 1998, pp. 162-163.
“Todos los sanos (quitado algún bien aconsejado que en el último instante se desnudó y
se echó en cualquier litera de la enfermería) partieron duran te la noche del 18 de enero de
1945. Debían de ser cerca de veinte mil, procedentes de varios campos. En su casi totalidad,
desaparecieron durante la marcha de evacuación: Alberto entre ellos. Quizás alguien escriba
un día su historia.
Nosotros nos quedamos, pues, en nuestras yacijas, solos con nuestras enfermedades y
con nuestra inercia más fuerte que el miedo.
En todo el Ka-Be éramos quizás ochocientos”.
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Tema: El fin del Lager, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick, Barcelona
1998, p. 167.
“Cuando quedó reparada la ventana desvencijada y la estufa empezó a calentar, pareció
como si algo se ensanchase en cada uno de nosotros, y fue entonces cuando Towarowski (un
franco-polaco de veintitrés años, con tifus) propuso a los otros enfermos que cada uno de ellos
nos diese una rebanada de pan a los tres que trabajábamos, y su proposición fue aceptada.
Sólo un día antes un acontecimiento semejante habría sido inconcebible. La ley del
Lager decía: «Come tu pan y, si puedes, el de tu vecino», y no dejaba lugar a la gratitud.
Quería decir que el Lager había muerto.
Fue aquél el primer gesto humano que se produjo entre nosotros. Creo que se podría fijar
en aquel momento el principio del proceso mediante el cual, nosotros, los que no estábamos
muertos, de Häftlinge empezamos lentamente a volver a ser hombres”.
Tema: Fin del campo con represalias, PRIMO LEVI, Si esto es un hombre, Muchnick,
Barcelona 1998, p. 173.
“Algunos SS, probablemente dispersos, pero armados, penetraron en el campo
abandonado. Se encontraron con que dieciocho franceses se habían instalado en el refectorio
de la SS-Waffe. Allí los mataron a todos metódicamente, de un tiro en la nuca, y alinearon
después los cuerpos retorcidos en la nieve del camino; hecho lo cual, se fueron. Los dieciocho
cadáveres se quedaron expuestos hasta la llegada de los rusos; nadie tuvo fuerzas para darles
sepultura”.
Tema: preguntas hechas a Primo Levi. PRIMO LEVI, Si esto es un hombre,
Muchnick, Barcelona, 1998. Apéndice de 1976, pp. 184 y ss.
1. En su libro no hay expresiones de odio hacia los alemanes, ni rencor, ni deseo de
venganza. ¿Los ha perdonado?
2. ¿Los alemanes sabían? ¿Los aliados sabían? ¿Cómo es posible que el genocidio, el
exterminio de millones de seres humanos, haya podido llevarse a cabo en el corazón de
Europa sin que nadie supiese nada?
3. ¿Había prisioneros que lograban escapar de los Lager? ¿Cómo es que no hubo
rebeliones en masa?
4. ¿Volvió usted a Auschwitz después de la liberación?
5. ¿Por qué habla usted sólo de los Lager alemanes, y no también de los rusos?
6. De los personajes que aparecen en Si esto es un hombre, ¿cuáles ha vuelto a ver
después de la liberación?
7. ¿Cómo se explica el odio fanático de los nazis por los judíos?
8. ¿Qué sería usted hoy si no hubiera estado preso en los Lager? ¿Qué siente cuando
recuerda esa época? ¿A qué atribuye el haber sobrevivido?
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Tema: El engaño, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona 2000,
p. 88.
“Después me puse a escuchar los llamamientos sin hacer mucho caso; me acuerdo que
preguntaron si había entre nosotros mecánicos o gente que supiera de mecánica, luego por
gemelos o mellizos, gente con deficiencias físicas y -en medio de alguna que otra risita- si
había algún enano; siguieron por los niños, asegurándonos que todos ellos recibirían un trato
especial, estudios en lugar de trabajo, en fin, todo tipo de ventajas. Algunos de los adultos nos
animaban: decían que no perdiéramos la ocasión de pasar por niños. Pero me acordé de los
consejos de los presos que habían subido a nuestro vagón; de todas formas, yo prefería trabajar
a vivir como un niño, claro que sí”.
Tema: Comida y olores, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona
2000, pp. 105-107.
“«De todas formas -añadió con otra sonrisa- la primera regla que debe cumplir un buen
soldado es comerse todo lo que le den porque nunca sabe si al día siguiente se lo volverán a
dar.» Dicho esto, empezó a comerse su ración, tranquilo y circunspecto, sin hacer una sola
mueca de disgusto hasta que la terminó. Yo había decidido tirar la mía a un lado de la barraca,
como había visto hacer a algunos adultos y muchachos. Sin embargo cambié de idea al ver que
nos observaba un soldado, representante de la autoridad, y temí que pudiera ofenderse; aunque
lo único que advertí en su rostro fue una mirada extraña y una sonrisa indefinida. Devolví
entonces el plato y la cuchara y a cambio me entregaron una gruesa rebanada de pan con un
cubito blanco encima que, por su forma y tamaño, se parecía a los cubitos de los juguetes de
construcción y que resultó ser mantequilla, margarina, nos decían. Me lo comí todo a pesar de
que nunca había probado un pan como aquél: era cuadrado y no tenía corteza ni miga, parecía
estar hecho de barro negro y al masticarlo, unos trocitos de paja y de granos crujían entre los
dientes. Pero al fin y al cabo era pan y yo tenía hambre después de un viaje tan largo. A falta
de mejor instrumento, extendí la margarina con el dedo, a la manera de Robinson, como lo vi
hacer a otros. Luego me fui a buscar agua pero con gran disgusto comprobé que no había:
«Vaya, otra vez a pasar sed, como en el tren», pensé con irritación.
Entonces percibimos claramente aquel olor difícil de definir que ya nos había llamado la
atención: era un olor dulzón y pegajoso, con un deje a residuo químico ya conocido, un olor
tan intenso que casi me hizo devolver el pan. No nos fue difícil descubrir que procedía de una
chimenea situada a nuestra izquierda, en la dirección del camino asfaltado pero mucho más
lejos. Parecía la chimenea de una fábrica y, según la respuesta que nos habían dado alguno de
los soldados, era en realidad la chimenea de una fábrica de cuero…No sé cómo, pero poco a
poco fuimos descubriendo que aquella chimenea no era de ninguna fábrica de cuero sino del
«crematorio», el lugar donde se incineraba a los muertos”.
Tema: Selección y muerte, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de Lectores,
Barcelona 2000, pp. 109-110.
“A pesar de que durante el paseo no entablé conversación con ningún desconocido, tuve
ocasión de conocer detalles muy precisos. Allí, enfrente, estaban quemando a nuestros
compañeros de viaje, los que habían llegado con nosotros en el mismo tren, todos los que
habían pretendido subir a los camiones, todos los que en el examen médico resultaron no aptos
para trabajar, por ser demasiado viejos o por cualquier otra razón, todos los niños con sus
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madres y las futuras madres a las que se les notaba ya el embarazo. Como nosotros, todos ellos
desde la estación, habían ido a ducharse. También a todos ellos les habían informado sobre las
perchas, los números y la organización de la ducha. Después de pasar por el barbero y recibir
el jabón entraron en una sala llena de duchas y de tuberías, pero de los grifos no salía agua
sino gas. De todos los detalles me fui enterando poco a poco; algunos eran discutidos, otros
admitidos, otros adornados y exagerados. Me contaron que esos guardias se mostraban muy
amables con ellos; los trataban con consideración; los niños jugaban a la pelota y cantaban. El
lugar donde acaban con ellos está situado en medio de un terreno con césped, entre un prado y
un bosquecillo: todo eso me pareció una broma o una pifia típica de niños. Como también la
manera tan hábil de cambiar nuestra vestimenta con el truco de las perchas y los números, y de
arrancarnos nuestras pertenencias con la amenaza de los rayos X, que resultó ser un bulo”.
Tema: De Auschwitz a Buchenwald, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de
Lectores, Barcelona 2000, p. 118.
“Por sorprendente que parezca, sólo estuve tres días en Auschwitz. En la noche del
cuarto día me encontraba de nuevo sentado en un tren, en uno de los conocidos vagones de
tren de mercancías. Nuestro destino, según nos habían dicho, era Buchenwald”.
Tema: Hambre, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona 2000, p.
153.
“Sin embargo, ni la terquedad, ni las oraciones, ni nada pudo liberarme de una
cosa: del hambre. Ya antes había experimentado -o así lo creía- el hambre; había tenido
hambre en la fábrica de ladrillos, en el tren, en Auschwitz e incluso en Buchenwald, pero no
conocía el hambre «a largo plazo», por decirlo de alguna manera. Tenía un hueco, un espacio
vacío, y quería, con todos mis esfuerzos, llenar ese hueco sin fondo, ese espacio cada vez más
vacío, aniquilar, silenciar el hambre. Mis ojos no veían otra cosa que comida, mis
pensamientos, mis actos, todo mi ser se ocupaba exclusivamente de eso, y si no me comía la
madera, el hierro o los guijarros, era sólo por la imposibilidad de masticarlos y digerirlos. Sin
embargo, he comido arena y también hierba; las comía sin pensar, pero no había mucha hierba
ni en el campo, ni en el territorio de la fábrica. Por un solo cebollín se pedían dos rebanadas
completas de pan, y por el mismo precio se vendía una remolacha azucarera o una forrajera. A
mí, me gustaba más la forrajera porque era más jugosa y por lo general más grande, aunque los
entendidos decían que las azucareras tenían más valor nutritivo, más cosas que aprovechar;
pero apenas había elección, aunque la forrajera fuera más dura y tuviera un sabor más
picante”.
Tema: Palizas, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona 2000, p.
158.
“Como último recurso -esperándolo o no, provocándolo o tratando de evitarlo- siempre
quedaban las palizas. Yo también recibí las mías, naturalmente, ni más ni menos que otros, el
promedio, como cualquiera de nosotros, en justa correspondencia con las condiciones
generales de nuestro campo, nada personal ni nada accidental. Parece ilógico, pero así fue: a
mí no me tocaron los más autorizados o los designados habitualmente para ello, los miembros
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de las SS, sino un soldado de los llamados Todt, un cuerpo menos definido, cuyos miembros
llevaban uniforme amarillo y desempeñaban funciones de capataz en el trabajo”.
Tema: Cuidados médicos y enfermedades, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de
Lectores, Barcelona 2000, p. 163.
“Al llegar me obligaron a sentarme sobre una mesa y me dijeron que probablemente me
iba a doler, puesto que era necesario operarme de inmediato y sin anestesia, ya que no
disponían de ella. Con una navaja me hicieron dos cortes entrecruzados encima de la rodilla y
me sacaron todo lo que se había acumulado en mi muslo; luego me vendaron con papel.
Enseguida reclamé mi cena, y me aseguraron que ellos se cuidarían de ese asunto, y resultó ser
verdad. La sopa era de remolacha y colinabo, una de mis favoritas, y a los que estábamos
«hospitalizados» nos dieron la parte más espesa. Yo estaba muy contento. Pasé la noche en la
tienda del dispensario, en uno de los compartimientos de arriba, totalmente solo. Lo único
desagradable fue que, a la hora habitual de la diarrea, no pude utilizar mi propia pierna, por lo
que tuve que pedir ayuda -primero en voz baja, luego más alto y al final a gritos-, pero nadie
acudió a socorrerme. Al día siguiente por la mañana, junto con otros cuerpos, el mío fue
arrojado encima del suelo mojado de un camión y trasladado a la cercana localidad de
«Gleina» -no sé si me enteré bien del nombre-, donde se encontraba el hospital propiamente
dicho de nuestro campo”.
Tema: Cuidados médicos y enfermedades, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de
Lectores, Barcelona 2000, p. 166
“Observaba las heridas de los demás en la consulta: eran parecidas a las mías, sobre todo
en las piernas y los muslos, aunque también las había más arriba, en caderas, traseros, brazos e
incluso cuellos y hombros: las llamaban «infecciones», y su aparición y masiva propagación
no eran -según los médicos- extrañas ni anormales en los campos de concentración. Más tarde
empezaron a llegar enfermos a quienes había que amputar algún dedo de los pies, en el peor de
los casos todos, pues, según contaban, fuera, en el campo era invierno, y sus pies se habían
congelado en los zapatos de madera”.
Tema: Parásitos, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona 2000,
p.171.
“También tuve la ocasión de conocer a fondo todo tipo de bichos. Las pulgas resultaban
imposibles de agarrar, eran más rápidas que yo, claro, estaban mejor alimentadas. Los piojos
eran más fáciles de cazar pero no tenía mucho sentido hacerlo. Cuando estaba muy enfadado
con ellos, pasaba la uña del dedo gordo a través del camisón por cualquier sitio de mi espalda,
y podía apreciar la magnitud de la venganza por el número de ejemplares que se dejaban
aplastar con un chasquido; yo disfrutaba de la matanza, pero al cabo de un escaso minuto
podía repetir la operación en el mismo sitio y con idéntico resultado. Estaban en todas partes,
escondidos en todos los rincones, mi gorro verde parecía gris por la cantidad de piojos allí
acumulados: casi se movía solo”.
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Tema: La vuelta a casa, IMRE KERTESZ, Sin destino, Círculo de Lectores, Barcelona,
2000, p. 229.
“Reconocí enseguida nuestra casa. Allí estaba, intacta, entera, igual que antes. El portal
olía igual, me recibieron las mismas escaleras desgastadas, el mismo ascensor destartalado, y
más arriba, en un rincón de la escalera me acordé de un momento especialmente íntimo de mi
vida. Subí hasta nuestro piso y toqué el timbre. La puerta se abrió pronto pero sólo un poco,
justo lo que permitía el cerrojo, la cadena de dentro; me sorprendí porque no me acordaba de
tal artilugio. Desde la rendija de la puerta me miraba una cara desconocida, una mujer de
mediana edad, de cara amarillenta y huesuda. Me preguntó a quién deseaba ver y le dije que
vivía allí. «No -me respondió-, aquí vivimos nosotros.» Ya iba a cerrar la puerta pero no pudo
hacerlo porque yo se lo impedí, metiendo el pie. Intenté explicarle que había un error puesto
que yo me había ido de allí y estaba segurísimo de que aquélla era mi casa. Me respondió, con
voz amable y simpática, que estaba equivocado puesto que eran ellos los que vivían allí,
mientras intentaba cerrar la puerta, cosa que yo seguía impidiendo. Levanté entonces la vista
para mirar el número, por si resultaba verdad que estaba equivocado; al hacerlo disminuí la
presión del pie, y ella consiguió lo que quería; oí cómo cerraba la puerta, dándole dos vueltas a
la llave”.
Tema: el Trabajo esclavo Mauthausen. TESTIMONIO DE MARIANO
CONSTANTE: www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración.
“A nuestra llegada, el campo no estaba rodeado más que por alambradas de púas
electrificadas. Fueron los republicanos españoles quienes iniciaron la construcción de la
fortaleza, tal como se la ve hoy en día. Fueron necesarios miles y miles de metros cúbicos de
tierra para colmar un barranco que corría más abajo del campo y delimitar la explanada sobre
la que fue construido más adelante el campo ruso, es decir, el campo de los enfermos. Esa
tierra era transportada en vagonetas desde la parte alta del campo hasta el barranco. Eran
tiradas por deportados que volvían a arrastrarlas hasta arriba cuando habían quedado vacías.
Sin embargo, la parte más peligrosa de la operación era frenar su descenso cuando estaban
cargadas. Eran los propios presos quienes hacían las veces de freno, ayudados por otro
deportado encargado de aminorar el movimiento de las ruedas, utilizando para ello una
palanca de madera. Si la palanca se rompía o el hombre la soltaba, la vagoneta arrastraba su
"tiro" de presos y no se detenía hasta llegar abajo o al descarrilarse. Los SS y los kapos se
regodeaban cuando se producían estos accidentes y aprovechaban la circunstancia para apalear
o para rematar, llegado el caso, a los heridos”.
Tema : Maltrato. TESTIMONIO DE MARIANO CONSTANTE:
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“Al igual que los demás presos, llevábamos una especie de sandalias con suela de
madera que dejaban el talón al descubierto, a semejanza de las chinelas, y que nos hacían
mucho daño en los pies. En cuanto llovía, chapoteábamos en el barro que nos llegaba hasta las
rodillas y acabábamos perdiendo nuestro calzado. Se veía entonces obligado uno a trabajar
descalzo hasta la noche. Bajábamos la cuesta corriendo, asaeteados por los golpes de los SS y
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de los kapos. Las escenas espeluznantes se sucedían durante el día entero. Cuando uno de
nosotros se desplomaba agotado, los SS le ahogaban hundiéndole la cabeza en el barro. Cada
noche regresábamos al campo, cargando con los muertos”.
Tema: Los SS y los “kapos”. TESTIMONIO DE MARIANO CONSTANTE:
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“Los mandos del kommando en cuestión, eran de lo más "escogido". Eran suboficiales
SS, seleccionados entre los más implacables, que habían ido ascendiendo gracias a sus hazañas
sanguinarias. Se habían rodeado de los kapos más abyectos, siendo el kapo en jefe, un tal
Matucher, un sádico que se mordía la lengua cuando golpeaba a los presos y cuyos ojos se
inyectaban en sangre a medida que se ensañaba con sus víctimas. Se rodeó a su vez de los
asesinos que, más tarde, mandarían la Strafkompanie, la compañía disciplinaria: Mayer, un
antiguo boxeador; Christian, proxeneta en Hamburgo y Barcelona, que hacía las veces de
intérprete; Schmidt, un asesino a sueldo; Pelzer Sup, un homosexual. Todos ellos se habían ya
ejercitado sobradamente cuando exterminaron a los judíos holandeses a su llegada al campo.”
Tema: Frío. TESTIMONIO DE MARIANO CONSTANTE:
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“Por la noche, hiciera el tiempo que hiciera, los SS hacían abrir las contraventanas de los
dormitorios. Cuando la nieve caía abundantemente, tal como ocurrió durante la primavera de
1941, nos hacían levantar para apisonarla con los pies, y a la mañana siguiente, nos hacían
levantar temprano para barrerla antes de que marchásemos a trabajar. Hiciera el tiempo que
hiciera, nos obligaban a comer el rancho fuera del barracón.”
Tema: Liquidación de presos checos en Mauthausen. TESTIMONIO DE MARIANO
CONSTANTE: www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración.
“Habían hacinado unos 600 checos en nuestro barracón, y los SS, acompañados por toda
la horda de criminales, se lanzaron contra ellos, torturándolos día y noche, exterminando la
casi totalidad de éstos en poco tiempo. Los SS habían decidido que los checos del barracón 13
no tenían derecho a acudir a la enfermería. Muy pronto quedaron todos ellos cubiertos de
llagas infectadas. La gangrena se enseñoreó de sus cuerpos. Trozos enteros de carne putrefacta
se desprendían de éstos. Casi resultaba imposible entrar en el dormitorio por la mañana por el
hedor insoportable que reinaba en éste.”
Tema: Traición de un preso español. TESTIMONIO DE MARIANO CONSTANTE:
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“Muy pocos fueron los españoles que pactaron con el enemigo. Conocí a uno de ellos en
el barracón 13, que era stubendienste como yo. Provenía del barracón 19, donde se había
caracterizado por su crueldad hacia nuestros compatriotas. Azaustre era peluquero del
barracón y decidimos hacerle una advertencia, pero no quiso atender a razones e incluso nos
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amenazó con denunciarnos a los SS. Cuando se fundó el kommando Stayer, compuesto
únicamente de españoles, nuestra organización clandestina era ya lo suficientemente fuerte
para poderlo integrar en éste, a pesar de la protección de que se beneficiaba por parte de los
SS. Más tarde, ese traidor, que nos cubría de deshonra, fue ejecutado por nuestros
compatriotas.”
Tema: Fuga de presos españoles de Mauthausen. TESTIMONIO DE MARIANO
CONSTANTE: www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración.
“En julio de 1941, tras haber estudiado las posibilidades de una fuga colectiva o de una
insurrección, cuatro camaradas que se llamaban Izquierdo, Velasco, López y Cerezo
decidieron evadirse, pues consideraban que un grupo pequeño tenía mayores probabilidades de
éxito. Partieron un domingo, duranté la noche, y para no dejar rastro a los perros de los SS
caminaron durante largo trecho por el lecho del riachuelo. Tenían la intención de llegar hasta
Francia. Pero, al estar desprovistos de brújula y de dinero, al llevar su uniforme a rayas y al
desconocer el idioma, decidieron no caminar más que de noche y siempre en dirección del sol
poniente. Introduciéndose en las bodegas y en los sótanos de las casas, consiguieron encontrar
ropa civil y alimentos.
Tras un mes de huir, en agosto, Izquierdo, sintiendo que ya no podía seguir, decidió
abandonar su intento y, aprovechando que pasaban al lado de un stalag de prisioneros de
guerra franceses, se refugió cerca de ellos, protegiéndole éstos y procurando ocultarlo a los
ojos de sus guardianes. Al ver que su camarada estaba momentáneamente a salvo entre los
franceses, los demás prosíguieron su marcha.
A principios de septiembre, cierta noche, los tres fugitivos se encontraron con un
individuo vestido de tirolés, quien amenazándoles con un arma les obligó a detenerse. Velasco
trató de explicar que eran italianos y que se dirigían a Innsbrück (recordaba haber leído ese
nombre en una encrucijada), donde tenían familia. El hombre exigió que le enseñasen su
documentación y como ellos dijeron que no tenían, asió a Velasco de un brazo y ordenó a los
otros dos que echaran a andar. Al llegar a una revuelta del camino, cerca de un pueblecito,
trataron de cegar al tirolés echándole tierra en los ojos, pero el hombre hirió a Velasco de una
puñalada en la espalda y, aun cuando este último pudiese emprender la huida, se desplomó al
cabo de pocos metros. Sangraba abundantemente y ya no podía seguir a sus compafieros. Por
añadidura, plegándose al ruego de Velasco, los otros dos decidieron abandonarle.
Unos días más tarde, aprovechando la densa niebla que cubría la región, proseguían su
huida en pleno día, siguiendo los raíles del ferrocarril. Desgraciadamente, la niebla se disipó
bruscamente a principios de la tarde y se encontraron de pronto ante una patrulla de policía
que detuvo primero a Cerezo y al cabo de unos Ías a López, a quien habían perseguido y
acabado por cercar. Los llevaron a la cárcel del pueblo de Swatch, donde les dieron café y
tabaco. Seguidamente iniciaron el interrogatorio. Por mucho que dijesen que eran franceses
evadidos de un stalag, los policías acabaron descubriendo que procedían de un kommando de
Mauthausen. Como todo hay que decirlo, hay que reconocer que en aquella cárcel fueron bien
tratados.
En los primeros días de octubre, Cerezo fue enviado de regreso a Maúthausen; unos días
después le tocó el turno a López. Y se produjo un milagro: los SS trataron a Cerezo como a un
simple Zugänger, un recién llegado. Por lo que a López respecta, fue enviado a una compañía
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disciplinaria por espacio de un mes y tuvo que llevar el distintivo rojo y negro (fugitivo) que le
significaba especialmente a los ojos de los SS.
Seis meses más tarde llegaría a Mauthausen Velasco, procedente de un hospital militar;
le fueron administrados dos series de veinticinco vergajazos cada una.
Izquierdo, por su parte, pasó varios meses en compañía de los prisioneros de guerra
franceses, y cuando fue descubierto le enviaron a Neubrandenburg. Cuando supo que iba a ser
devuelto a Mauthausen pidió que en vez de eso le fusilasen. Fue trasladado a, una prisión de
Berlín, donde se rompió adrede un brazo. Finalmente le enviaron a Dachau, donde permaneció
hasta la Liberación, regresando posteriormente a París.
En cuanto López fue trasladado a la compañía disciplinaria, los españoles le ayudaron
dándole cada uno de ellos una cucharada de sopa y un trocito de pan. Ahora bien, todo resultó
verdaderamente extraordinario en esta aventura: los prisioneros alemanes, en señal de
admiración ante su hazaña y, disponiendo como disponían ellos de diversos "trucos" para
"organizar", le proporcionaron alimento en abundancia y le protegieron, lo que permitió a su
vez a López ayudar a otros españoles del campo.”
Tema: Boix y García, fotógrafos de Mauthausen. TESTIMONIO DE MARIANO
CONSTANTE: www.webcindario.aragoneses en los campos de concentración.
“El camarada Boix (fallecido en París en 1951) consiguió introducirse en el kommando
del servicio de identidad y de fotografía. Merced a su audacia, y a cambio de tareas de carácter
personal que le encomendaban los SS, logró colocar en puestos de trabajo interesantes a los
camaradas que le habían sido designados por la organización clandestina. Junto con García
Antonio, que trabajaba en el laboratorio fotográfico y había conseguido hacerlo entrar en dicho
servicio, tomaba fotos de los personajes que venían a visitar el campo, revelaba las fotografías
que tomaban los SS de los muertos, de los fusilados, etc. Siempre que podía, hacía copias y
enviaba éstas a la organización clandestina que pronto pudo disponer de esta suerte de una
documentación de vital importancia que sirvió, más adelante, como pruebas en los procesos
entablados contra los criminales nazis.
Toda la actividad de los fotógrafos Boix y García fue ordenada y dirigida por la
organización nacional. Lo cual demuestra, una vez más, que habíamos conservado la
esperanza de que algunos de los nuestros lograrían salir con vida de Mauthausen para testificar
y denunciar los crímenes nazis.
Esa documentación fue escondida durante dos años por los camaradas que trabajaban en
el taller de carpintería; algunos de los clichés fueron cosidos en los forros de chaquetas, en las
hombreras, A principios de 1945, se sacaron los clichés del campo y fueron ocultados en la
población misma de Mauthausen. Otros fueron disimulados en jergones hasta la Liberación.
Después de ésta, toda esa documentación fotográfica fue llevada a Francia.”
Tema.: Testigos de Jehová. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el
mío, Tusquets, Barcelona 2001, pp23-24.
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“Los Bibelforscher, “investigadores de la Biblia”, también llamados Testigos de
Jehová, que llevaban un triángulo violeta, ya no eran muy numerosos en Buchenwald en el
invierno de 1944. Internados debido a negarse por sus convicciones religiosas a usar armas,
años atrás habían sido objeto de castigos colectivos y represalias asesinas. No obstante, desde
hacía algún tiempo, sobre todo desde que Buchenwald había entrado en la órbita de la
industria de guerra nazi, los Bibelforscher supervivientes habían sido destinados por lo común
a puestos privilegiados de criados, ordenanzas o secretarios de los jefes SS.
Algunos de ellos aprovechaban su situación para prestar servicios considerables a la
Resistencia organizada por los comunistas alemanes, sus compatriotas, que en Buchenwald
manejaban los resortes principales del poder interno.
De este modo casi todas las decisiones importantes de Berlín referentes al campo eran
conocidas por la organización clandestina, que podía prepararse para evitar o atenuar sus
efectos más negativos”.
Tema: Comida. JORGE SEMPRÚN,
Tusquets, Barcelona 2001, pp. 29-30.
Viviré con su nombre, morirá con el mío,
“Al despertarnos, a las cuatro y media de la mañana, antes de pasar lista y de que se
reunan los comandos de trabajo, el Stubendiest, que se ocupa del servicio de la cuadra, -primer
peldaño de la administración interior, que está a cargo de los propios presos-, nos reparte un
vaso de líquido caliente y negruzco al que se llama “café”, para abreviar y hacerse entender
por todo el mundo.
Al mismo tiempo se recibe la ración de pan y margarina para aquél díaa la que se añade,
de manera irregular, una rodaja de sucedáneo de salchichón de una consistencia extrañamente
esponjosa, desde luego, pero enormemente apetecible: esas mañanas a uno se le hace la boca
agua.
Después de la jornada de trabajo, la lista de la tarde y el regreso a los barracones, el
Stubendienst reparte la ración de sopa: un caldo muy aguado en el que flotan restos de
verduras –sobre todo col y rutabaya- y unas escasas hebras de carne. La única sopa
relativamente espesa de la semana es la de los fideos del domingo…”
Tema: Letrinas. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío,
Tusquets, Barcelona 2001, pp. 46-47.
Era un barracón de madera, de dimensiones análogas a todos los de Buchenwald, Pero en
el espacio disponible no había tabiques…Aquí una zanja de cemento, por la que corría sin
cesar un hilillo de agua, atravesaba el edificio en casi toda su longitud. Una gruesa viga,
apenas desbastada, en cima de la zanja, servía para sentarse. Otras dos vigas, más ligeras,
paralelas, fijadas a mayor altura, permitían a el apoyo de la espalda de los que se agachaban:
dos hileras de deportados culo contra culo.
Habitualmente eran docenas los deportados que defecaban al mismo tiempo, en medio de
un olor pestilente característico de las letrinas.
Tema: Dios. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío, Tusquets,
Barcelona 2001, pp. 130-131.
“ Acerca del silencio de Dios yo carecía de inquietudes metafísicas.En efecto, ¿Qué
había de asombroso en el silencio de Dios? ¿Cuándo había hablado? ¿Con ocasión de que
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matanza del pasado había dejado oír su voz ¿Qué conquistador, qué caudillo cruel había sido
condenado alguna vez?
Si uno no quería ver fábulas en los escritos bíblicos, si quisiera atribuirles alguna
realidad histórica, estaba claro que Dios, en la historia de la humanidad no había vuelto a
hablar desde el monte Sinaí. ¿Qué había, pues, de sorprendente en que continuara guardando
silencio? ¿Cómo íbamos a asombrarnos, indignarnos o angustiarnos, por un silencio tan
habitual, tan arraigado en la Historia: tal vez incluso constitutivo de nuestra historia, a partir
del momento en que ella –la Historia- dejó de ser sagrada?
De lo que se trataba, decía yo a los otros dos, no era del silencio de Dios, sino del
silencio de los hombres. Sobre el nazismo, por ejemplo, Mal Absoluto. Era demasiado largo,
demasiado temeroso, aquel silencio de los hombres”.
Tema: Muerte en los campos de concentración. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su
nombre, morirá con el mío, Tusquets, Barcelona 2001, p. 157.
“Porque la mayoría de los muertos de los campos de concentración –no hablo, por
supuesto, de los campos de Polonia, con la selección y las cámaras de gas, programados sobre
todo para el exterminio del pueblo judío-, la mayoría, pues, de estos muertos, las decenas de
millares de muertos políticos, resistentes de todos los países de Europa, guerrilleros de todos
los bosques y todas las montañas, no murieron víctimas de palizas, ejecuciones sumarias, o
torturas; la mayoría murieron de extenuación, de imposibilidad súbita de superar una
creciente fatiga de vivir, muertos de abatimiento, a causa de la lenta destrucción de todas sus
reservas de energía y de esperanza”.
Tema: Trabajo forzado. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío,
Tusquets, Barcelona 2001, p.182.
“Dora era una fábrica subterránea en construcción en la que los nazis empezaban a
producir armas secretas…¡Cohetes! ¡Era el campo exterior más terrible, más mortífero de
Buchenwald! Los SS habían confiado la administración del campo, el poder interno, a los
Verdes, los criminales y presos comunes. El ritmo de trabajo era aterrador, las palizas
constantes. Excavaban un túnel en medio de una polvareda que atacaba los pulmones. En
comparación, Buchenwald era un sanatorio”.
Tema: Deshumanización. JORGE SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el
mío, Tusquets, Barcelona 2001, p. 210.
“No hay nada peor que la transparencia absoluta de la vida privada, cuando cada uno se
convierte en el big brother del otro.
Dormir en medio de la respiración colectiva, los miasmas comunes de las pesadillas, sus
ronquidos y gemidos, el ruido inmundo de las vísceras; defecar ante la vista de docenas de
individuos acuclillados como uno mismo en las letrinas colectivas, en la delicuescencia
apestosa, sonora de las entrañas doloridas: ni un solo instante de intimidad salvado de la
exhibición, de la presencia infernal de la mirada de los demás”.
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Tema: Icineración en una fosa y olores. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer
en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, pp 37-38.
“Entre las ramas de los árboles, a poco que te acerques, puedes ver con claridad cómo los
hombres bajan con unas varas unos cuerpos desnudos de los carros y los tiran a las llamas.
Entre el humo aparecen y desaparecen las siluetas de los prisioneros y los cadáveres desnudos
que arrojan desde los carros y que las llamas iluminan; pronto el humo se hace denso, oscuro y
tupido…El olor a carne quemada, que acompañará a los prisioneros día y noche hasta que
logren salir del Lager, ese olor terrible y tan característico, te impregna la boca, la nariz, la
garganta”.
Tema: Sopa y despiojamiento. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 39.
“El descanso para la comida dura una hora, pero al menos la mitad se te va en
esperar en la cola en la que te dan la sopa. Puedes decir que la sopa es excelente si consigues
pescar unos trozos de patata o un cachito de carne en conserva; pero eso sólo lo consiguen
aquellas mujeres que tienen la suerte de recibir una ración del fondo de la caldera. El resto del
tiempo puedes dedicarlo al descanso…Como has entrado en calor y aún hay bastante luz,
dispones de una ocasión única para quitarte rápido la ropa y ponerte a matar piojos. Ésta es la
ocupación a la que la mayoría dedica más tiempo libre, incluso los ratos perdidos”.
Tema: El hospital. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba,
Barcelona 2006, p. 47.
“En el hospital los exámenes los realiza un médico de las SS. Si sospecha que tienes una
enfermedad contagiosa aplica a los pacientes una inyección letal. De ahí que las prisioneras
eviten a toda costa los reconocimientos médicos. Dicen:
-Mejor estar tumbada en el fango bajo la lluvia que ir al hospital, porque allí te espera la
muerte.”
Tema: Niños recién nacidos. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, pp 48-49.
“En el grupo aguarda tranquila y paciente una mjer embarazada,.Los rasgos de su cara
expresan un dolor sordo.La tranquilidad aparente de su rostro contrasta con la desesperación
que se esconde en sus ojos. Pronto su cuerpo alumbrará a una criatura viva, para perderla de
inmediato. Le quitarán el bebé y se lo llevarán a algún sitio fuera de Oswiecim (Auschwitz).
Ni la madre ni nadie de su familia lograrán encontrarlo jamás”.
Tema: Enfermedades. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau,
Alba, Barcelona 2006, pp. 51-52 y ss.
“De 1941 a 1945, no se cambiaron las mantas ni los colchones de los muertos. En los
coyes vacíos se quedaron las mantas llenas de nidos de piojos. La epidemia de tifus
exantemático esperaba la llegada de sus próximas víctimas. En la primavera de 1942 las
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autoridades trasladaron a miles de judías eslovacas desde el superpoblado campo femenino de
Oswiecim a Birkenau.La epidemia que viajaba oculta en las mantas empezó a extenderse de
nuevo. Nadie llamaba a esta enfermedad por su nombre. En recuerdo de los prisioneros rusos
que murieron en los barracones de ladrillo, se conoce a este mal como “la fiebre rusa”.
Las mujeres aquejadas de tifus exantemático se vuelven locas de sed .Ése es uno de los
principales síntomas de esta enfermedad .Algunas llegan hasta el punto de beber de las zanjas
de aguas residuales, de los charcos que deja la lluvia o del agua que se queda estancada en el
foso que rodea el campo. Entonces al tifus se le une la disentería. La combinación de esas dos
enfermedades suele ser casi siempre mortal.
Al mismo tiempo, la malaria se extiende por el campo…
¿Y adónde irán las mujeres que tienen en su cuerpo las huellas del tifus? ¿Acaso
recibirían” una inyección de refuerzo” tras la cual su corazón dejaría de latir, o se las llevarían
en un camión a la cámara de gas? Un velo de secreto oculta el método que se aplicará a estas
enfermas, un método que depende en todo caso de lo que decida el SS que ese día realice el
examen. Poco importa cuál sea el método empleado en esta ocasión ya que el único
tratamiento que aplican las autoridades del campo de Oswiecim a las diagnosticadas de tifus
es la muerte”.
Tema: El hambre. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba,
Barcelona 2006, p. 116.
“En cuanto cruzan el umbral del campo, los prisioneros reciben su ración diaria de sopa
de naba y de pan negro, cuya composición incluye castañas molidas y serrín picado fino. A eso
hay que añadir un suplemento adicional: una cucharadita de mermelada de remolacha o una
cucharada de margarina o bien una loncha de salchicha de carne de caballo. Eso es todo. El
hambre, que según el momento adopta formas diversas, es un viejo conocido de todos los
prisioneros”.
Tema: Vida y muerte, los prisioneros no son los mismos (Pág. 161). SEWERYNA
SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 161.
“Un observador ajeno al Lager que vea desde el tren a miles de prisioneros moviéndose a
lo largo de la vía puede llegar a conclusiones erróneas. Podría pensar con alivio que, si hay
tantas cuadrillas de trabajadores abriendo zanjas en cualquier periodo del año, eso significa
que muchas personas consiguen evitar la muerte.
Pero estos prisioneros no son los mismos. Cada mañana sale del Lager al trabajo un
número idéntico de filas de a cinco, que visten los mismos uniformes a rayas cada vez más
desgastados, pero en cada estación del año los números que llevan cosidos encima son
nuevos, y también los prisioneros que los llevan.
Las tandas de prisioneros se suceden unas a otras como generaciones de abejas.
En los meses de verano queda sólo una parte de los prisioneros que llegaron en
primavera. La reducción de prisioneros suele ser drástica en otoño. Por último, pocos de los
que llegan en los transportes de otoño llegan a primavera, porque el invierno es la estación
más dura”.
Tema: Selección para la muerte. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 170.
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“Apartan no sólo a las viejas y enfermas, sino también a aquellas que tienen las piernas
hinchadas o cubiertas de úlceras y corren con dificultad. Apartan a muchas prisioneras
francesas, que son más delicadas y no están acostumbradas al severo invierno polaco. Basta
con que resbales y te caigas para que te envíen a la muerte”.
Tema: judíos griegos. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau,
Alba, Barcelona 2006, pp. 189-90.
“En la primavera de 1943 llegan al campo los transportes de Grecia. Este país inunda
Birkenau con su rico sentido del individualismo. Las judías griegas traen consigo la belleza
exótica de un país soleado… El volumen de sus voces es capaz de acallar el de otros idiomas
que se hablan ruidosamente cuando se rompen filas después de la formación.
Hay muchas prisioneras griegas. Sus cuerpos de piel morena, a menudo de gran belleza,
están cubiertos por harapos de viejos uniformes. Les han cortado el pelo. El largo viaje desde
Salónica a Oswiecim ha sido suficiente para cubrir sus cuerpos de piojos y llagas. Quizá
ningun otro de los transportes que ha llegado al campo ha sido una fuente tan numerosa de
piojos como el de Grecia….
La mayoría de los transportes de Grecia acabó directamente en los crematorios. Al
Lager, como siempre, han dejado entrar sólo un pequeño porcentaje. Pero, en general, ese
poco es mucho. La superpoblación del Birkenau femenino que ya anteriormente resultaba
molesta, ahora es insoportable. En las noches calurosas es difícil respirar en el asfixiante
bloque donde hay diez personas encogidas por cada dos metros cuadrados”.
Tema: Noche y piojos. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau,
Alba, Barcelona 2006, p. 229.
“Es imposible que te quedes dormida aquí. Cuando las mujeres se acuestan, salen
millones, mil millones de chinches de las ranuras y recovecos de los coyes. Ésta es la época
del año en la que se reproducen. Junto a algunos que son grandes, corren otros pequeños que
pican de forma dolorosa. Están tan hinchados de sangre que su piel está tan estirada y tan fina,
que se rompe con sólo rozarla. Al estallar producen manchas sangrientas, un sinfín de
diminutas motitas de sangre.
Las noches de verano como ésta, el barracón se llena de un aire sofocante, de gritos y
maldiciones pronunciadas en varios idiomas…Es mejor salir al exterior y pasar la noche en
cualquier otro lugar con la espalda recostada en el césped”.
Tema: Visión de Birkenau. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 230.
“Ahora que te han instalado en el corazón de Birkenau, cuando tienes una visión
completa del campo y tienes delante de ti hileras interminables de barracones, te das cuenta de
que Oswiecim es tan sólo tapadera pulida sobre la caldera estertórea y humeante que es
Birkenau.
Con Oswiecim pasa lo mismo que con los vestíbulos de los crematorios, que están
equipados con elegancia y lujo para vencer la desconfianza de los hombres, pero que no tienen
nada en común con lo que hay dentro del crematorio, de lo que importa en ellos. En Oswiecim
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hay unos cuantos barracones representativos, que nada tiene que ver con ese cenagal que es
Birkenau, donde una multitud inabarcable de barracones, como embarcaciones ancladas en el
puerto de la muerte, aguardan con cientos de miles de pasajeros abordo”.
Tema: Recuerdo de una prisionera. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, pp. 243-246.
“¿Quién no se acuerda de Alegri? Alegri que tenía unos ojos bellos como de terciopelo
negro o de noche de tormenta. Su pelo negro como el azabache apenas asoma ahora en forma
de pequeños rizos por debajo del pañuelo blanco. El pelo corto no ha conseguido afearla. La
tez oscura de su rostro es tan hermosa que al contemplarla te preguntas si los artistas aprenden
de la naturaleza o, por el contrario, es ñla naturaleza la que imita las manos de los artistas.
Alegri tiene quince años. La han traído de un país lejano, la han dejado entre una
muchedumbre plurilingüe, en la que ella es como una sordomuda. No conoce ningún otro
idioma aparte del griego, sólo puede hablar con sus compatriotas…
Los cuerpos de las prisioneras se convierten en humo en el crematorio, como las de
tantas predecesoras y sucesoras suyas. Una generación del Lager murió para hacer sitio a la
siguiente.
Murió Alegri, una flor blanca, una de las muchas flores sobre las cuales la guerra puso su
pie irrespetuoso”.
Tema: Tifus y otras enfermedades. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 266.
“La fuerza con la que se extiende el nuevo brote de tifus exantemático, pone los pelos de
punta. De un día a otro mueren transportes enteros de judías que llegan ahora en masa
procedentes de Bélgica, Francia, Holanda y Alemania…
Si has logrado superar el tifus, entonces sufres otras enfermedades, causadas quizá por
una infección general del organismo. La piel de las prisioneras se cubre de llagas, aparecen en
multitud y en todo el cuerpo. Estalla un brote de malaria. Además, las empleadas del hospital
avisan de la aparición, de una nueva enfermedad que nadie sabe definir. Los diagnósticos son
contradictorios. No se sabe si es meningitis o viruela y algunas doctoras afirman que es una
variedad de peste. La enfermedad dura poco, sus síntomas son la lividez del cuerpo, los labios
oscuros, a menudo el vientre hinchado y grandes manchas en el cuerpo. La muerte sobreviene
veinticuatro horas después de la aparición de estos síntomas”.
Tema: Palabras de una moribunda llamada Bárbara. SEWERYNA
SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, pp. 281-283.
“Pasado un rato se sienta en la cama con los ojos bien abiertos y grita, susurrando:
-¡Alemanes! ¡Abrid las puertas! ¡Que viene el mundo, que llega el gran concierto de las
naciones que se han unido para luchar contra la barbarie. ¡Apresuraos! ¡Borrad las huellas!
¡Limpiad la tierra!
La tierra de muchos países está empapada de la sangre de las personas que habéis
asesinado. El trigo que crecerá en estos campos estará impregnado de la sangre derramada
durante muchos años más. Así, las generaciones venideras obtendrán el conocimiento de los
hechos con el pan que se coman. Sabrán quiénes sois, sabrán que no se puede negociar ni
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colaborar con vosotros; de nada os servirá el dinero y el oro robado a los judíos, ni los
brillantes arrancados a las judías en los vestíbulos de los crematorios. ¡Todo eso no os servirá
de nada!
No somos primitivos hasta el punto de gritar “diente por diente”. No queremos
retroceder al punto de igualarnos con vosotros en nuestra bestialidad. Nosotros no
pretendemos hundir el cuchillo hasta la empuñadura en el cuerpo de los indefensos, como
hacéis vosotros.
Apresuraos alemanes borrad las huellas. Aunque no podéis borrarlas todas. Quedará al
menos una parte pequeña. La verdad estallará. La tierra se lo contará a la gente.
Como la negra columna de humo del crematorio que día y noche nos impide respirar con
normalidad, así la verdad se impondrá sobre nuestros hechos; como el llanto de los niños que
arrojáis vivos a las llamas, así la verdad os golpeará; como la muchedumbre ingente de
miserables de todos los países unidos por el lazo fraterno de la muerte, así las naciones
hermandadas se alzarán contra vosotros; como las cenizas humanas esparcidas por los campos,
así se desintegrará vuestra nación que vosotros mismos estáis llevando al exterminio. Os
quedaréis sin hogar en mayor número que los judíos y los gitanos.
Bárbara cae entre los cuerpos agonizantes…
Todas las mañanas y todas las tardes se forma delante de cada uno de los barracones del
hospital una montaña no muy alta de cadáveres. En los meses que van desde el otoño de 1943
al invierno de 1944, la mortalidad media en los dos campos de mujeres es de 300 personas al
día”.
Tema: Imágenes de las prisioneras e imagen de las kapo. SEWERYNA
SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 320.
“Está lloviendo pero puedes encontrarte con una prisionera que lleva una camisa de
manga corta, sin nada debajo. Ves unas figuras de mujeres cada vez más demacradas, llevando
la caldera a través del barro, descalzas, con unos harapos que dejan al descubierto los muslos,
o vestidas con una falda y los pechos desnudos. Ellas no tienen la más mínima oportunidad de
organizar nada, desde hace semanas caminan de día y duermen de noche con los mismos
retales que recibieron al llegar…
A tu lado pasa una encargada vestida con ropa de abrigo, con botas y un chubasquero de
goma multicolor. Al otro lado de la pared del barracón donde duermen las prisioneras se sienta
una jefa ( de bloque).Cualquiera de ellas está vestida a la última moda de los pies a la cabeza,
lleva ropa interior delicada y un vestido bien confeccionado, unas medias de fábula, de gasa
finísima, y unos zapatos bonitos de tacón alto, huele a buenos perfumes, lleva peinados
bonitos, está orgullosa de sí misma y tiene siempre una sonrisa de satisfacción en los labios”.
Tema: Judíos de Lódz. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau,
Alba, Barcelona 2006, p. 321.
“Un poco más tarde, a principios de agosto, llegan a Birkenau los judíos de Lódz.
Como de costumbre, la selección se hace en la rampa. Después de que los prisioneros
hayan dejado sus provisiones y sus equipajes al lado de los vagones, envían a la mayoría al
crematorio y sólo un porcentaje mínimo entra en el Lager.
Muchos de los “afortunados” se vuelven locos o están al borde de la locura, cuando se
dan cuenta de que sus allegados los han quemado o los están quemando en ese momento. Éste
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fue el caso de una joven judía….que se quedó con la mirada inmóvil clavada en la columna e
humo…La joven repetía todo el tiempo lo mismo:
-Los alemanes son personas. Nosotros judíos también somos personas, ¡verdad?
Nosotros judíos somos personas y los alemanes también son personas.
Tema: Gitanos. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en Birkenau, Alba,
Barcelona 2006, p. 321.
“Unas semanas más tarde el campo de hombres se levanta sobresaltado por los gritos de
varios miles de personas. Basta salir de los barracones para ver lo que está sucediendo. El
campo de los gitanos está muy bien iluminado, hombres, mujeres y niños salen corriendo al
camino azuzados por los SS. Tienen orden de formar en columnas de a cinco y dirigirse al
crematorio. Los gitanos oponen resistencia y sus gritos se oyen en todo Birkenau. Los gritos se
prolongan toda la noche, pero por la mañana el campo de gitanos está vacío. El heroísmo, si
está indefenso, tampoco puede hacer nada para combatir a la bestialidad armada”.
Tema: La antesala de la cámara de gas. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer
en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 324.
“Los electricistas que a menudo cruzan el umbral de los crematorios por razones de
trabajo cuentan que sus vestíbulos son unas salas limpias, donde al igual que en la cabina de
un barco no hay objetos que se puedan mover. Todo está bien fijado. Junto a las paredes hay
unos baños de metal, similares a los de la sala de espera de una consulta médica. A la entrada
de un largo corredor hay una flecha roja de grandes dimensiones con una inscripción debajo en
, al parecer, seis idiomas, que reza: “AL BAÑO Y A LA DESINFECCIÓN DE ROPA”. La
gente que se desviste en ese pasillo y coloca sus cosas con cuidado con la esperanza de
recogerlas en un corto espacio de tiempo. A continuación, después de recoger las toallas que
les entregan los prisioneros judíos empleados en el Sonderkomando, recorren tranquilos el
largo pasillo que les conduce al “ baño y a la desinfección de ropa”. Entran en una sala enorme
en la que sólo hay unos agujeros, ahora cerrados, que parecen destinados a la ventilación del
lugar. Las lámparas eléctricas están empotradas en el techo. Cuando se cierra la puerta detrás
de la última persona del grupo, caen de los agujeros de arriba unos terroncillos azules. Es el
gas Zyclon.
No, no es tan fácil morir a causa del gas, no es una muerte rápida. Se sabe que debido al
gran número de judíos que los alemanes planean gasificar, o quizá también por otros motivos,
ahorran con el gas. Con una dosis suficiente de Blaugas (gas azul o Zyclon) la muerte es
instantánea); pero la que se suministra aquí causa una lenta agonía”.
Tema: Experimentos médicos. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer en
Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 323.
“En el bloque 10 se hacen experimentos médicos con jóvenes prisioneras judías. Todas
las pacientes, varios centenares en total, tienen derecho a decidir si prefieren una inyección o
una operación de ginecología”.
La inyección consiste en un virus que produce una enfermedad, tras la cual la mayoría de
las mujeres muere rápidamente bajo observación médica. La operación consiste en cortar
trozos de útero, en estirparles los ovarios y cosas parecidas. Hay prisioneras que consiguen
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sobrevivir a estas operaciones y que incluso se encuentran bien después, pero la mayoría
muere al cabo de un tiempo y entonces los SS van por un nuevo contingente de conejillos de
Indias. La más joven de las prisioneras de este bloque es una judía alemana que se llama Hedi
Schlesinger y tiene 16 años.Experimentan con Hedi y con su madre al mismo tiempo”.
Tema: Desmantelamiento del campo. SEWERYNA SZMAGLEWESKA, Una mujer
en Birkenau, Alba, Barcelona 2006, p. 387.
“Los crematorios no echan humo. Una cuadrilla numerosa acude a estos edificios
lúgubres cada mañana para trabajar en su derribo.
La cuadrilla “crematorio” trabaja con ahínco. Algunas mujeres se unen a esta cuadrilla
voluntariamente, ya sea movidas por la curiosidad y el afán de contemplar el espectáculo, o
por la esperanza de encontrar entre sus muros joyas. También hay otras mujeres que quieren
contribuir con sus propias manos a convertir el crematorio en ruinas.
En la rampa aguardan vagones en los que se transporta a Gross-Rosen y a otros campos
de concentración cascote de los barracones, camastros, edredones y mantas enrolladas,
maquinaria e instrumental de los crematorios.
Birkenau tiene que desaparecer. Están expulsando la Vida que vibró en su día entre las
alambradas, mientras que la muerte se marcha a Alemania siguiendo a los prisioneros que
transportan de un campo a otro.
Algunos prisioneros de guerra rusos capturados en los últimos combates colaboran con
las mujeres en el desmontaje de los barracones. Los tratan de forma vergonzosa, violando los
derechos de los prisioneros de guerra. Los oficiales, a veces, de alto rango, están demacrados y
hambrientos; trabajan muy duramente, a menudo más que otros prisioneros del Lager”.
Tema: Incredulidad sobre la realidad de la deportación, año 1942. ELIE WIESEL,
La noche, el alba, el día, Muchnik, Barcelona 1986, pp. 19-20.
Sighet, pequeña ciudad de Transilvania en la que llegó a haber una comunidad donde
unos 15000 judíos, hoy sólo quedan un puñado. Lugar de nacimiento de Wiesel.
“Un día, cuando iba a entrar en la sinagoga, divisé, sentado en un banco, próximo a la
puerta, a Moshé-Shames.
Relató su historia y la de sus compañeros. El tren de los deportados había atravesado la
frontera húngara y, en territorio polaco, la Gestapo se había hecho cargo de él. Detenido allí,
los judíos tuvieron que descender y subir a unos camiones. Los camiones se dirigieron a un
bosque. Se les hizo bajar. Se les hizo cavar amplias fosas. Cuando terminaron su tarea, los
hombres de la Gestapo comenzaron la suya. Sin pasión, sin apresurarse, abatieron a sus
prisioneros. Cada uno de ellos debía acercarse al foso y presentar la nuca. Los bebés eran
lanzados al aire y las ametralladoras los tomaban como blanco. Fue en el bosque de Galitzia,
cerca de Kolomaie. ¿Cómo había logrado salvarse él, Moshé. Shames? Por milagro. Herido en
una pierna, lo creyeron muerto…
Durante muchos días y noches, iba de una casa judía a otra y relataba la historia de
Malka, la joven que agonizó durante tres días, y la de Tobías, el sastre, que imploraba que lo
mataran antes que a sus hijos […].
Moshé había cambiado. Sus ojos ya no reflejaban alegría. Ya no cantaba. Tampoco
hablaba ya de Dios o de la Cábala sino Sólo de lo que había visto. La gente no sólo se negaba
a dar crédito a sus historias sino aun a escucharlo.
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-Trata de que nos compadezcamos de su suerte. Qué imaginación…
O bien:
-el pobre se ha vuelto loco.”
Tema: El tren, pillaje y terror en 1944. ELIE WIESEL, La noche, el alba, el día,
Muchnik, Barcelona 1986, p. 35.
“El tren se detuvo en Kashau, una pequeña ciudad en la frontera checoslovaca.
Comprendimos entonces que no nos íbamos a quedar en Hungría. Nuestros ojos se abrieron
demasiado tarde.
La puerta del vagón se corrió. Se presentó un oficial alemán acompañado de un teniente
húngaro, que traduciría sus palabras:
-Desde este momento ustedes están bajo la autoridad del ejército alemán. Aquel que
todavía posea oro, plata, relojes, tendrá que entregarlos ahora. Aquél a quien después se le
encuentre cualquiera de estas cosas será fusilado inmediatamente. Segundo: aquél que se
encuentre enfermo puede pasar al vagón-hospital. Eso es todo.
El teniente húngaro pasó entre nosotros con una canastilla y recogió los últimos bienes
de aquellos que no querían sentir más el gusto amargo del terror.
-Ustedes son ochenta en el vagón –agregó el oficial alemán- .Si falta alguno todos serán
fusilados como perros…”
Tema: Llegada a Birkenau. ELIE WIESEL, La noche, el alba,, el día, Muchnik,
Barcelona 1986, pp. 39-44- 45.
“Desde las ventanas se divisaban alambradas de púas; comprendimos que debía ser el
campo…
-¡Judíos, miren! ¡Miren ese fuego! ¡Miren esas llamas!
Y como el tren se había detenido, esta vez, en el cielo negro, vimos las llamas que salían
de una alta chimenea…
Jamás olvidaré esa noche, esa primera noche en el campo que hizo de mi vida una sola
larga noche bajo siete vueltas de llave.
Jamás olvidaré esa humareda.
Jamás olvidaré las caritas de los chicos que vi convertirse en voltas bajo un mudo azur.
Jamás olvidaré esas llamas que consumieron para siempre mi Fe.
Jamás olvidaré ese silencio nocturno que me quitó para siempre las ganas de vivir.
Jamás olvidaré esos instantes que asesinaron a mi Dios y a mi alma, y a mis sueños que
adquirieron el rostro del desierto.
Jamás lo olvidaré, aunque me condenen a vivir tanto como Dios. Jamás…
La barraca donde nos hicieron entrar era muy larga…
Algunos oficiales SS recorrían el cuarto buscando hombres robustos. Si el vigor era tan
buscado, tal vez había que mostrarse fuerte. Mi pare pensaba lo contrario. Era mejor no
ponerse en evidencia .El destino de los otros sería el nuestro. Más tarde nos enteramos de que
habíamos tenido razón. Aquellos que fueron elegidos ese día fueron incorporados a la SonderKommando , el comando que trabajaba en los crematorios. Bela Katz –hijo de un fuerte
comerciante de mi ciudad- había llegado a Birkenau en el primer transporte una semana antes
que nosotros. Cuando se enteró de nuestra llegada nos hizo pasar una nota en la que decía que,
elegido por su robustez, había introducido él mismo el cuerpo de su padre en el horno
crematorio”.
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Tema: Ejecuciones. ELIE WIESEL, La noche, el alba, el día, Muchnik, Barcelona 1986,
pp 69-70.
“Los tres condenados subieron junto a sus sillas. Los tres cuellos fueron introducidos al
mismo tiempo en las sogas corredizas.
-¡Viva la libertad! – gritaron los adultos.
Pero el pequeña callaba.
-¿Dónde está el buen Dios, dónde está?- preguntó alguien detrás de mí.
A una señal del jefe de campo, las tres sillas cayeron.
Silencio absoluto en todo el campo. En el horizonte, el sol se ponía.
- ¡Descúbranse! –aulló el jefe de campo. Su voz estaba ronca. Nosotros llorábamos.
-¡Cúbranse!
Luego comenzó el desfile. Los dos adultos ya no vivían. Su lengua colgaba hinchada,
azulada. Pero la tercera soga no estaba inmóvil: el niño, muy liviano, vivía aún…
Más de media hora quedó así, luchando entre la vida y la muerte, agonizando ante
nuestros ojos. Y nosotros teníamos que mirarlo bien de frente. Cuando pasé delante de él
todavía estaba vivo. Su lengua estaba roja aún, sus ojos no se habían apagado.
Detrás de mí oí la misma pregunta del hombre:
-¿Dónde está Dios, entonces?
Y en mí sentí una voz que respondía:
-¿Dónde está? Ahí está, está colgado ahí, de esa horca…
Esa noche, la sopa tenía gusto a cadáver.
Tema: Pensamientos sobre Dios. ELIE WIESEL, La noche, el alba, el día, Muchnik,
Barcelona 1986, pp. 71-72.
“¡Alabado sea el nombre del Eterno!
¿Por qué, por qué lo alabaría yo? Todas mis fibras se rebelaban. ¿Por qué había hecho
quemar a millares de niños en los fosos? ¿Porque (sic) hacía funcionar seis crematorios noche
y día, hasta los días de Sabbat y los días de fiesta? ¿Porque su omnipotencia había creado
Auschwitz, Birkenau, Buna y tantas fábricas de la muerte? ¿Cómo decirle: “Bendito seas Tú,
el Eterno, Señor del Universo, que nos has elegido entre todos los pueblos para ser torturados
noche y día, para ver a nuestros padres, a nuestras madres, a nuestros hermanos, terminar en
el crematorio, Alabado sea Tu Santo Nombre, Tú que nos has elegido para ser degollados en
Tu altar”?...
Y yo el místico de antaño, pensaba:”Sí, el hombre es más fuerte, más grande que Dios.
Cuando Tú fuiste defraudado por Adán y Eva los expulsaste del Paraíso. Cuando la
generación de Noé Te desagradó, hiciste venir el Diluvio. Cuando Sodoma no obtuvo gracia
ante Tus ojos, hiciste llover fuego y azufre sobre ella. Pero estos hombres a quien Tú has
engañado, a quienes Tú has dejado torturar, degollar, gasear, calcinar, ¿qué hacen ¿ ¡Oran ante
Ti! ¡Alaban Tu nombre!
Tema: Campo de mujeres de Ravensbrück. MARGARETE BUBER-NEUMAN,
Milena, Tusquets, Barcelona 1987, pp. 230-231.
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“Comparado con los horribles tiempos que aún nos tocaría vivir, el primer año y medio
en Ravensbrück puede calificarse casi de idílico. Pues, tras los transportes de enfermas, las
crueldades no cesaron. La ley marcial era aplicada a las prisioneras políticas polacas, sin
distinción de edad. A ala caída de la tarde, tras el último recuento, cuando reinaba en el campo
un silencio sepulcral, se llevaban a cabo fusilamientos detrás del “Muro de las
Lamentaciones”. Otros sucesos incrementaron el pánico: operaciones quirúrgicas de ensayo
practicadas a las condenadas a muerte, eutanasia mediante la utilización de inyecciones de
Evipán. Todas las enfermas graves, todas las presas débiles tenían que contar con ser
ejecutadas. Pero fue el invierno de 1944 al 1945 cuando el hasta entonces “campo modélico”
de Ravensbrück se convirtió entonces en campo de exterminio y llegamos al punto álgido del
horror. Se construyó una cámara de gas. Se llevó a la práctica, como decía una publicación de
las SS “la eliminación de todos aquellos elementos despreciables por su raza o por su biología
y la radical supresión de la oposición política que se niega con intransigencia y de manera
sistemática a reconocer los fundamentos de la visión del mundo que ofrece el estado
nacionalsocialista”.
Tema: La vida de un día en Mauthausen. IGNACIO MATA MAESO, Mauthausen.
Memorias de un republicano español en el holocausto, Ediciones B, Barcelona 2007, pp. 6162.
“El día a día en Mauthausen era tan duro como rutinario. Sometidos a una férrea
disciplina, nos levantaban a las seis de la mañana. Fris se encargaba de hacerlo a gritos. Nos
lavábamos como podíamos aliviábamos el cuerpo de noche y salíamos de la barraca. Este
proceso duraba pocos minutos Tras el recuento matinal, de incierta duración, como decía
antes, nos dirigíamos a la appelplatz: un enorme pasillo rectangular que separaba las barracas
de la fila de edificios en la que se encontraba la cámara de gas y el crematorio. Aquí nos
organizaban en grupos o comandos para dirigirnos a nuestros lugares de trabajo, la mayoría en
la temible cantera.
A las doce del mediodía, un silbato nos indicaba que había llegado la hora de comer. Allí
donde estuvieras se organizaban unas filas con dirección a los calderos, que alojaban aquellas
aéreas sopas a las que me refería antes. Muchos de nosotros, armados con los viejos platos
castrenses, una vez recibida nuestra ración o “litro”, como la llamábamos, volvíamos a
situarnos en la cola con la esperanza de poder repetir. Esto, desgraciadamente, ocurría de tarde
en tarde. Cuando lo conseguíamos era como una bocanada de vida que reconfortaba nuestros
maltrechos estómagos. Cuando no, la frustración nos embargaba, sabiendo además que
habíamos desperdiciado los escasos minutos que teníamos para descansar.
Concluida la jornada laboral, otro toque de silbato nos anunciaba que debíamos regresar
a la barraca. En invierno, el retorno a los dormitorios era a las cinco de la tarde, una
vezanochecido. En verano, con más horas de luz,la tortura se ampliaba como mínimo una
hora. Los que trabajábamos en la cantera, que éramos mayoría, sabámos que tras el silbato aún
no había terminado la jornada. Quedaba la guinda. Nos esperaba una pesada piedra que
debíamos transportar escaleras arriba hacia el campo Tras esto, llegaban la cena, el recuento y
el descanso de nuestros cuerpos deshechos. Muchas noches, mi último pensamiento antes de
cerrar los ojos era una pregunta: “he sobrevivido un día más, ¿lo conseguiré mañana?”
Tema: Kapos polacos en Gusen. IGNACIO MATA MAESO, Mauthausen. Memorias
de un republicano español en el holocausto, Ediciones B, Barcelona 2007, p. 69.
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“Sin restar un ápice de responsabilidad al nazismo, fueron los polacos quienes marcaron
la diferencia entre Mauthausen y Gusen, convirtiendo a este último en un infierno para miles
de españoles.En ambos campos existía la misma disciplina, el mismo ritmo de trabajo. Lo que
hacía diferente uno de otro era la presencia mayoritaria de polacos al frente de la organización
interna, como jefes de barraca y kaposEstos hacían que los castigos fueran peores que en
Mauthausen, regido fundamentalmente por alemanes, e imponían mayores restricciones de
comida, además de endurecer otros aspectos de la reclusión. Siempre he creído que la causa
de tanto odio era su desprecio hacia los rusos y el hecho de que para la mayoría de ellos, los
españoles, los “rojos” eran lo más parecido a un ruso que encontraron”.
Tema: Camión de la muerte en Mauthausen. IGNACIO MATA MAESO,
Mauthausen. Memorias de un republicano español en el holocausto, Ediciones B, Barcelona
2007, p. 73.
“Nunca podré olvidar al yugoslavo, ni tampoco a aquellos que, engañados, eran subidos
a un camión que los alemanes utilizaban como rudimentaria cámara de gas portátil. Pobres, no
sabían que ese era su último viaje. Estoy hablando de finales de 1943, cuando comenzó a
funcionar, si no recuerdo mal, aquel camión de la muerte…El sistema era tan cruel como
sencillo utilizaban un conducto que engarzaba con el tubo de escape del vehículo. El otro cabo
del tubo era introducido en el camión, donde sus ocupantes morían de asfixia lentamente”.
Tema: Escenas y recuerdos de crueldad en Mauthausen. IGNACIO MATA MAESO,
Mauthausen. Memorias de un republicano español en el holocausto, Ediciones B, Barcelona
2007, pp. 99-100.
“En estos meses (1944) tuve que ser testigo de multitud de atrocidades, a cuál más
espantosa. Jamás olvidaré aquellas terribles noches y días en los que no paraban de entrar en el
campo camiones con cientos de personas, en muchos casos familias, unas con dirección a la
cámara de gas y otras directamente al crematorio. Eran verdaderos crímenes en masa de seres
humanos inocentes e indefensos, entre ellos mujeres embarazadas e incluso niños, algunos de
sólo unos meses en su mayoría yugoslavos que en los últimos meses de la guerra formaron
parte de la resistencia contra los alemanes.
Nosotros mientras tanto, permanecíamos impotentes, encerrados en las barracas, con las
ventanas cerradas, tal y como habían ordenado los SS, que sin embargo no podían impedir que
por las rendijas asistiéramos a aquel desfile del horror. Tampoco podían taparnos los oídos,
con los que escuchábamos los gritos de desesperación y dolor que aquellas personas lanzaban
al viento, conscientes de que nadie podría ayudarles, acosados por los soldados nazis y los
perros. Aquellas imágenes y sonidos me marcaron profundamente. Nunca los he podido
olvidar. Nunca, y aún me conmocionan, especialmente cuando recuerdo a las mujeres
preñadas, cuyas lágrimas y sollozos me calaron el alma de por vida.
Tan terribles son estos recuerdos, que hubo un tiempo en que decidí no hablar de mi
experiencia en Mauthausen. Ahora, en el ocaso de mi vida, sé que mi testimonio será útil a las
nuevas generaciones y servirá como homenaje a todos esos españoles que no tuvieron mi
suerte, la de disfrutar de la libertad que merecíamos y empezar una nueva vida. Mientras
nosotros contemos a la humanidad o que allí pasó nunca serán olvidados del todo”.
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Tema: Secuelas del Lager y epílogo de un republicano español. IGNACIO MATA
MAESO, Mauthausen. Memorias de un republicano español en el holocausto, Ediciones B,
Barcelona 2007, pp. 121-122.
“En cuanto a lo psicológico, debo decir que no fue fácil vivir conmigo los primeros años
tras la liberación. Durante mucho tiempo conviví con terribles pesadillas…
También recuerdo que durante años me fue imposible comer en restaurantes Aún no sé
explicar la razón, quizás un psicólogo pueda hacerlo, pero cuando me servían la comida mi
cuerpo sufría un extraño contraste de temperatura que me estremecía hasta ponerme a temblar
compulsivamente. Tan evidente era aquella reacción que la gente a mi alrededor no podía
evitar sorprenderse al ver aquel espectáculo. Cuando aquello sucedía, avergonzado, salía del
establecimiento, la mayoría de las veces apoyado en el brazo de mi Cande (su mujer).
Pero quizá la mayor secuela que en mí dejó Mauthausen fue la inseguridad, la falta de
confianza en mis posibilidades. Creo que llegué a sufrir una especie de síndrome de
Estocolmo, no porque llegara a encariñarme con mis verdugos, cómo iba a hacerlo, sino
porque, acostumbrado a recibir órdenes para todo, descubrí que no sabía actuar por mí mismo.
El paso del tiempo curó aquel mal.
Ya jubilado, tras la muerte de Franco y con la restauración de la democracia en España,
en 1981 regresé a España. Era la época del primer gobierno socialista; El PSOE había ganado
las elecciones por mayoría absoluta.
Temblando como un niño, crucé la frontera por primera vez desde el 10 de febrero de
1939, cuando huía a través de la Tour de Carol en dirección al infierno nazi. Volvía a mi país.
Mi esencia, arrancada a la fuerza, seguía en aquel lugar, y decidí ir a su encuentro. Había
vivido el Apocalipsis y necesitaba que se supiera. Muchos estuvimos allí, luchando por la
libertad y la democracia. Pronto me convencí que nos habían enterrado muy hondo, tanto que
hoy día siguen si ser exhumados todos nuestros recuerdos. Se ha gritado fuerte, pero no creo
que hayamos sido escuchados como merecemos. España tiene una deuda con nosotros que
aún no ha saldado. Espero que lo haga pronto. Que este libro, mi historia, sirva para encontrar
la memoria perdida, quién sabe si arrebatada. Que así sea”.
Tema: Hombres y mujeres. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 19441945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 50-51.
“BB 26-8-44. Hay algo que me desconcierta profundamente, y es ver que los hombres
son mucho más débiles, menos resistentes que las mujeres. Física e incluso, en muchos casos,
moralmente. No saben dominarse y con frecuencia manifiestan una penosa falta de valor. En
sus caras y gestos, el hambre provoca expresiones mucho más alarmantes que en los de las
mujeres”.
Tema: La pérdida de referentes del mundo anterior al Lager. HANNA LEVYHAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 55.
“BB. 29.8.44. Sin libros estamos enfermos. Tengo la impresión de que lo esencial de mi
ser ha sido aniquilado. Qué cantidad de oras perdidas, de riquezas esfumadas, inaccesibles…
Qué existencia tan mísera, tan esteril… Tengo la mente atrofiada.Reflexiono, aprendo mucho
en medio de esta desgracia, aprendo a comprender cosas que antes se me escapaban. Pero
pienso con nostalgia en la vida verdadera, en la de la humanidad libre, en el conocimiento que
no he adquirido en los últimos años o incluso aquí. En tantas lagunas de mi saber.
60
Una especie de desconfianza general reina en el campo y en nuestro barracón. Una falta
total de interés por la suerte del prójimo, de solidaridad y de cordialidad que hace que apenas
sea concebible cualquier tiempo de intercambio de ideas, de libros, de contacto intelectual o
simplemente humano”.
Tema: Recuento. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 57-58.
“Se ensañan en humillar y despreciar a los judíos, aunque está claro que no ignoran que
el fin está próximo. Cualquier momento y circunstancia es bueno para manifestar su desprecio.
El ‘recuento’ (obligación diaria de los internos de salir al gran patio –Appellplatz- y
permanecer firmes, en fila de a cinco, para ser contados) les ofrece mil y una ocasiones de
exteriorizar su odio a los judíos.
Cada día el ‘recuento’ se prolonga al menos dos o tres horas o por cualquier ‘azar’ dura
cinco o seis horas […].
El espectáculo es penoso… Sobre todo cuando se ve a los ancianos y a las ancianas,
como los de nuestros países del Sur, tiritar de frío y angustia ante un prusiano barbilampiño,
ante un criminal. Toda una existencia humana, sencilla y honesta, largos años ocupados, en la
mayoría de los casos en una existencia honrada y en el respeto humano tradicional… y nos
vemos a estar plantados firmes ante unos depravados que nos escupen a la cara su rabia
demente, pisotean nuestra alma y nuestra dignidad”.
Tema: Degradación, envilecimiento. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen
1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 63-64.
“B.B 4.9.44. Nuestro barracón es una casa de locos […].
En medio de ese caos de sopa, excrementos, escobas, polvo, en medio de los gritos y
llantos de los niños, circulan infatigablemente los ‘comerciantes’, insolentes, molestos, y tan
desgraciados como sus clientes. Cambian ropa por pan, pan por cigarrillos y viceversa. Este
extraño comercio va acompañado de largas discusiones y de interminables negociaciones.
Una miseria sin límites, expuesta de un modo ostentoso y degradante, hedionda y
chillona. Eso es exactamente lo que querían los nazis. ¡Exactamente eso! Envilecernos hasta
un grado tan infame, humillarnos hasta la locura y matar en nosotros hasta el recuerdo de
haber sido seres humanos”.
Tema: El viaje. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 67-68.
“¡Qué calvario! Quince días en vagones para ganado. De cuarenta a sesenta personas
amontonadas en cada furgón, hombres, mujeres, viejos, niños. Herméticamente encerrados, sin
aire, sin luz, sin agua, sin comida… Nos ahogábamos en ese exiguo espacio saturado de
suciedad, de sudor, de vapor, de pestilencia… en medio de la estrechez y de una sed
devastadora.
Durante esas dos semanas, sólo en dos ocasiones, nos repartieron un poco de agua y
algunas conservas […] Los alemanes se negaban abrirnos los vagones ni siquiera para hacer
las necesidades más elementales. Sólo pudimos salir para aliviarnos tres veces en todo el
trayecto. Era tan humillante y vergonzoso que todavía me sonrojo […].
61
Y todo ello acompañado de insultos, de burlas, de gritos salvajes y sádicos contra
aquellos que enfermos, mortificados, agotados por tanto tiempo de hambre y sed, intimidados
y lastimosos, no lograban terminar de hacer sus necesidades. Ni una sola vez he visto en uno
de esos soldados el menor atisbo de un gesto human, la menor sombra de un sentimiento
normal, el mínimo asomo de incomodidad o malestar ante la obligación de comportarse de ese
modo. ¡Nada! Sus rostros no reflejan nada humano…”
Tema: Hambre y enfermedades. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen
1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 70-71.
“B.B. 25.9.44 […] El hambre nos mina. Una epidemia de nombre desconocido y que
afecta sobre todo a las mujeres y los niños está invadiendo el campo. Se manifiesta por una
fiebre alta que se apodera del enfermo durante dos o tres semanas, con pérdida de conciencia,
agotamiento absoluto y una carencia total de apetito. No hay dolores perceptibles. Los
médicos la denominan ‘fiebre del campo’, ‘fiebre paratifoidea’ qué sé yo- y dicen que esos
síntomas no permiten hacer un diagnóstico más preciso. Una de cada dos literas, está casi
siempre ocupada por un enfermo. Por no hablar de los abscesos y llagas provocados por los
parásitos o por la subalimentación; úlceras que no dejan de supurar, forúnculos, contusiones,
edemas, calambres, infecciones diversas… nada de eso es ya extraordinario para nosotros”.
Tema: Llegada de convoy desde Aschwitz. HANNA LEVY-HAAS, Diario de BergenBelsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 92-94.
“B.B. 6.11.44. Otro gran convoy ha llegado estos últimos días. Lo componen mil
setecientas mujeres de distintas nacionalidades, la mayoría de origen judío, vienen de
Auschwitz. Según los rumores han cerrado este campo o están a punto de hacerlo. Las recién
llegadas están entre los pocos supervivientes. Algunas proceden de nuestras regiones del norte
(Voivodina o Croacia). Todas han sido deportadas recientemente, de manera que no pueden
dar información precisa sobre el destino de aquellos de los nuestros que fueron enviados a
Polonia en 1941 y 1942. Parece ser que no quedan testigos vivos de los horribles crímenes
perpetrados entonces.
Han hacinado en tiendas de campaña a las recién llegadas. Duermen sobre una fina capa
de paja o, para ser más exactos, sobre la tierra desnuda y húmeda. Tienen un aspecto que
asusta: cubiertas de heridas repugnantes, enfermas, ajadas […].
Diariamente someten a los barracones a un riguroso control. La encargada es una joven
SS, elegante y coqueta con su uniforme impecable, calzada con unas bonitas botas hasta las
rodillas, resplandecientes […]. Cada día castigos a unos siete u ocho internos por barracón,
privándoles de pan o de sopa, por cualquier nimiedad,. Intimidar, humillar, armar escándalos
por nada es su único objetivo. Sus visitas no tienen otro sentido. Pues, en el fondo, los
alemanes no toman,-ni tienen intención de hacerlo- ninguna medida contra las infecciones y la
suciedad, que, por otra parte, tienen consecuencias desastrosas e irremediables en las
condiciones degradantes en las que ellos mismos nos han obligado a ‘vivir’ y a morir”.
Tema: Reducidos a la inhumanidad, muerte en vida. HANNA LEVY-HAAS, Diario
de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 94-95.
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“B.B. 8.11.44. Me encantaría sentir algo agradable y estético, que se despertasen en mí
sentimientos elevados y afectivos, emociones dignas. Es difícil. Estrujo mi mente pero no
acude nada. Nuestra existencia tiene algo de salvaje, de cruel. Lo humano se ha reducido a
cero. Los vínculos de amistad sólo se mantienen por la fuerza de la costumbre, y normalmente
domina la intolerancia. Los recuerdos de lo bello se han borrado, los disfrutes artísticos de
antaño son algo inconcebible en el estado en el que nos encontramos. El cerebro está como
paralizado, la mente violada.
Las heridas morales son tan hondas que nuestro ser entero se ha atrofiado. Tenemos la
impresión de que un muro espeso y macizo nos separa del mundo normal de antes. La
capacidad emocional está embotada, ha desaparecido. Uno ya no se acuerda ni de su propio
pasado. Por muchos esfuerzos que haga para reproducir algo de mi vida anterior, por mínimo
que sea, no acude a mi mente ningún recuerdo humano.
No estamos muertos pero somos unos muertos”.
Tema: Niños. HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 96-97.
“B.B. 18.11.44. El trabajo con los niños continúa, a pesar de todo. Los demás, los
‘adultos’ y los ‘competentes’, en lugar de ayudarme, no hacen más que crearme dificultades.
Aprovecho desesperadamente cualquier ocasión por pequeña que sea, para reunir a los niños y
mantener en ellos y en mí, una mente un poco despierta y un poco de dignidad humana.
Se ha decidido que los sábados estén dedicados a las diversiones de los niños, en su
mayor parte de carácter religioso. Nosotros, en nuestro barracón, aprovechamos también ese
día para organizar un programa infantil que los entretenga adaptándolo la mayoría de las
veces a la mentalidad de nuestra gente: recitados, cantos en coro o individuales, breves piezas
de teatro”.
Tema: El fin se acerca, HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 98-100.
“B,B 22.11.44. Ch se acaba de morir, de repente. Era un hombre robusto y bien plantado;
tenía sesenta y cinco años, había conservado incluso aquí en el campo algo de su admirable
apostura de antaño. De pronto, agobiado por el peso de la desgracia, estuvo tendido en la
cama, sin levantarse, tres días y, luego, por inanición y hambre, se apagó…Tres días bastaron.
Ayer, nos tuvieron todo el día en el recuento, hasta bien entrada la noche, bajo el viento
y la lluvia. Faltaban cinco personas. Esta mañana las ‘encontraron’.
Hace ya más de un mes que nuestra comida se reduce a una escudilla de sopa al día.
¿Sopa? Bueno, es una forma de hablar. Es rutabaga hervido en agua ¡Sólo colinabos en agua!.
Esos nabos grises, que normalmente sirven de alimento para los animales, nos los dan a
comer, nos hacen desearlos, a base de abandonarnos a un hambre que devora […].
Los que tienen la ‘suerte’ de trabajar fuera, con los alemanes, nos transmiten noticias
reconfortantes: Alemania se encuentra en un callejón sin salida, la población padece hambruna
y continuos bombardeos. No hay duda de que el fin está próximo. Pero aquí, el soldado y el
oficial alemán no han cambiado. La misma arrogancia, la misma brutalidad, la misma
crueldad”.
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Tema: Mujeres procedentes de Auschwitz (temen que su historia nadie la crea).
HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona
2006, pp. 107-108.
“B.B. enero de 1945. He conseguido hablar con algunas mujeres del convoy que llegó
de Auschwitz. La mayoría de ellas son judías de Polonia, Grecia y Hungría. Nos cuentan lo
que han vivido allí, en Auschwitz. Sólo en la época en que estuvieron ellas, entre 1943 y 1944,
centenares de miles de personas fueron exterminadas- Ellas están entre los pocos centenares
que han sobrevivido de milagro.
‘No existen palabras para describir por lo que hemos pasado’, nos dicen. Y nos hablan
de un 99% de los detenidos asesinados en masa, liquidados con gas; del comportamiento
perverso de sus verdugos. Nos hablan interrogándonos con la mirada para ver si las creemos,
pues, -añaden- ellas mismas comienzan a dudar de la veracidad de lo que cuentan. Teme, en
efecto, que nadie las crea nunca, que se interpreten sus palabras como propias de personas
dementes, sin juicio. Sólo unos centenares de mujeres han sobrevivido de todas las que fueron
deportadas a Auschwitz. A los hombres y los niños los liquidaron enseguida, así como a los
ancianos y a los enfermos. Una judía de Grecia me cuenta que de los setenta mil judíos griegos
deportados con ella a Auschwitz, sólo sobrevivieron trescientas mujeres. Ella misma vio a sus
padres y a toda su familia desvanecerse en humo”.
Tema: Piojos, disentería e inanición. HANNA LEVY-HAAS, Diario de BergenBelsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 111.
“B.B. Enero de 1945. El campo está invadido por los piojos y todo tipo de parásitos, por
no hablar de la disentería, que ha adquirido unas proporciones insólitas. Está causada por una
infección general de intestinos que se propaga con rapidez. No hay forma de detenerla, no hay
medicamentos. Devora literalmente los cuerpos, y todo se ensucia; fetidez, inmundicia, en las
tablas, en las camas, los lavaderos, los patios y las letrinas (unos agujeros comunes); todo
inundado.
Aunque estemos consumidos por este cólera y nos muramos de desfallecimiento,
hacemos lo que podemos para dejar todo limpio. Triste e inútil tarea. Es desesperante. Estamos
a punto de volvernos locos. Tantos cuerpos hambrientos, extenuados, moribundos, reducidos a
esqueletos. ¡Y tantos excrementos!
B.B. Enero de 1945. La inanición es general. Apenas podemos movernos. Nadie es capaz
de caminar derecho con normalidad. Nos tambaleamos y arrastramos los pies. Familias enteras
desaparecen en unos pocos días.
Tema: La ética en el campo, HANNA LEVY-HAAS, Diario de Bergen- Belsen 19441945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 125-126.
“El profesor K. opina que la ética tal como la concebimos está fuea de lugar en este
campo de concentración, no tiene cabida. Según él, incluso es inútil aquí; debemos olvidarnos
de ella, si queremos sobrevivir para contribuir, más adelante, a crear un mundo donde esa ética
sea la regla. El espíritu se subordina ala materia, sólo es emanación de ella[…].
No sé… no me cabe en la cabeza. Concretamente en los casos que nos interesan: ¿qué
significa el triunfo de la materia? Significa sencillamente pactar con el enemigo, traicionar los
principios de uno, renegar del alma para conservar el cuerpo. Y llevando más lejos este
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razonamiento, con ejemplos concretos, significa coquetear con los verdugos, prostituirse y
cerrar cobardemente los ojos ante la calamidad y la muerte colectiva, comer lo que has robado
a los demás y merodear en torno a las pilas de cadáveres. Significa vender la razón humana, la
dignidad, los principios que uno tiene, significa, finalmente, salvar el pellejo a costa de los
demás…Y por último: ¿la vida de un hombre tiene acaso tanto valor como para tolerar tantos
horrores para conservarla?
Tema: Es el final, ¿qué han hecho con el ser humano? HANNA LEVY-HAAS, Diario
de Bergen- Belsen 1944-1945, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 128-130.
“B.B. Abril de 1945. Siento una vergüenza terrible por vivir todo esto. Los hombres se
pudren y descomponen en medio del fango. Se cuenta que en uno de los bloques vecinos se
han dado casos de canibalismo. Según un médico alemán, que se presentó por fin en nuestro
bloque, para verificar en persona el ‘avance’ de la muerte colectiva, en el transcurso de los dos
últimos meses febrero y marzo- han muerto más de 17.000 internos al mes, o sea, 35.000 sobre
un total de 45.000.
Si al menos se tratase de una muerte sencilla, humana…¡No, no quiero, yo morir así!
¡Me niego! Más vale acabar de una vez, lo antes posible… como un ser humano. ¿Cómo
permitir que tu cuerpo y tu alma se pudran y se confundan con su propia inmundicia,
desaparecer lenta pero irrevocablemente por inanición total, hundirse en la nada, devorado por
el pus, la pestilencia y pasado por todas las fases de la descomposición antes de reventar?[…]
¿De qué sirve esperar? Es una ofensa para la dignidad humana. Qué vergüenza, que inmensa
vergüenza…
Observo este lúgubre barracón de fantasmas, de humillación, de odio; esos enfermos
inmóviles, sumidos en la impotencia, esos cadáveres vivientes y ya putrefactos..¡No!
¡Jamás!¡Mientras mi cerebro sea capaz de funcionar normalmente, no me permitiré terminar
así! El ser humano tiene el deber de morir como ser humano, evitar un final peor que todas las
muertes, una muerte que no lo es.
B.B. Abril de 1945. Se trata, en efecto, de un plan cruel que busca provocar y garantizar
el fin sistemático de miles de vidas humanas. De ello NO EXISTE LA MENOR DUDA, LA
MENOR DUDA. Basta con abrir los ojos y observar con atención todo lo que ocurre para
extraer esa conclusión: este campo no esta hecho para concentrar durante un tiempo a
deportados civiles o a prisioneros de guerra, para privarlos provisionalmente de libertad, por
razones políticas, diplomáticas o estratégicas, con la intención de mantenerlos y entregarlos
vivos al finalizar las hostilidades. ¡No, se trata de eso! Este campo ha sido planificado de
manera consciente y deliberada, acondicionado para exterminar metódicamente a miles de
seres humanos. Si esto se prolonga un mes más, no creo que ni uno de nosotros logre
salvarse”. (Esto es lo último que escribió).
Tema: Condiciones inhumanas. AGNES SASSON, He sobrevivido, Ed. Flor del viento.
Barcelona, 2001. [Deportada a Dachau y, más tarde, a Bergen-Belsen], p. 38.
“Empecé a ver mi vida en el campo como una lucha diaria por la supervivencia. Cada
día en que despertaba era un milagro renovado. La desnutrición, la falta de higiene y las
inhumanas condiciones de vida estaban pasando factura y diezmando las filas de los presos.
Veía ante mí enormes sufrimientos y pesar, mucha gente anciana que moría de hambre o
congelada por la exposición a la intemperie y el maltrato. Yo caí enferma de tifus pero, de
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algún modo, seguí adelante. Cualquiera que pudiera propagar la epidemia era arrojado a la
temida furgoneta negra y transportado a las cámaras de gas o directamente a los hornos,
reduciendo así el número de presos.”
Tema: Kapos y “privilegios”. AGNES SASSON, He sobrevivido, Ed. Flor del viento.
Barcelona, 2001, pp. 45-46.
“Un día de invierno nos hicieron levantar de nuestras literas, desnudarnos y permanecer
de pie desnudos en medio de un gélido frío. Teníamos que permanecer quietos tanto tiempo
como pudiéramos soportar los feroces elementos. Mucha gente, en un estado debilitado por la
enfermedad, fue incapaz de sobrevivir a este cruel ejercicio. Los que se derrumbaban y morían
de agotamiento y exposición al frío se ahorraban al menos otras palizas por parte de los
guardianes. Los kapos u hombres de confianza, elegidos de entre las filas de criminales con largas
condenas o a veces de entre judíos seleccionados por los alemanes por su aspecto o por su
prometedora fuerza física, eran a menudo peores que los guardianes. Muchos se habían ganado
su estatus privilegiado informando sobre sus compañeros presos o tratando a los llamados
prisioneros políticos o a los judíos con extrema crueldad. Una de las “recompensas” consistía en
ser seleccionado bien por las mujeres guardianas como amantes o por los hombres para pasar a
ser prostitutas del campo.”
Tema: Irma Grace, guardiana de las SS y la crueldad. AGNES SASSON, “He
sobrevivido”, Ed. Flor del viento. Barcelona, 2001, pp. 62-63.
“No recuerdo dónde ni cómo las encontré, pero el caso es que conseguí una pequeña
patata. ¡Qué premio! Fui saltando hasta una de las hogueras encendidas y dejé caer mi patata
sobre sus ascuas para cocerla. El olor de los restos calcinados de ropa y quién sabe de qué más
era espantoso, pero el hambre hace que las personas no seamos demasiado remilgadas, y, en
aquel momento, yo no podía pensar en otra cosa que en la comida. Me senté cerca del fuego
mirando mi patata y vi muchos pares de ojos, profundamente hundidos en los rostros
macilentos, mirándome a ver si caía algo. Me volví y vi dirigiéndose hacia mí a una mujer SS
muy hermosa. Alta, de ojos azules y rubia, tenía una figura atractiva, unos encantadores
dientes simétricos y […] un par de botas que por el aspecto debían de ser caras. Más tarde me
dijeron que se trataba de la famosa Irma Grace, pero, como el setenta por ciento de las mujeres
guardianas tenían ese aspecto, habría podido ser cualquiera. Sonriente, se me acercó.
_ Qué bien que puedas calentarte las manos cerca del fuego, ¿verdad?_ dijo en voz
queda. De repente cambió su expresión. Me empujó acercándome más al fuego, me ordenó
que cubriera la patata con la mano y, con su pesada bota, me la pisoteó y hundió mis dedos en
el fuego, aplastando la patata todavía dura bajo mi mano. El dolor era insoportable, tenía los
huesos de la mano aplastados y llevaría después durante muchos años las cicatrices de las
quemaduras”.
Tema: Preguntas sin respuesta. ETTY HILLESUM, El corazón pensante de los
barracones. Cartas. Ed. Anthropos, 2000. [Deportada desde el campo holandés de
Westerbork, donde escribe su Diario y sus Cartas, a Auschwitz, en donde encuentra la muerte
junto con sus padres y sus dos hermanos el 30 de noviembre de1943], pp.76-77.
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“Westerbork, lunes 7 de junio de 1943[…] Primero pasamos por un proceso de
desinfección, ya que los trenes procedentes de Vught estaban saturados de piojos. De 4 a 9
peleaba con niños llorones y acarreaba el equipaje de mujeres exhaustas. Duro y lacerante. Un
total de 1.600 mujeres y niños (y esta noche llegarán otros 1.600…). A los hombres se les deja
en Vught premeditadamente. El tren que sale mañana por la mañana ya está listo… Jopie y yo
acabamos de pasar por ahí mientras paseábamos: son vagones para transporte de ganado,
enormes y vacíos. En Vught mueren de dos a tres niños por día. Una anciana desvalida me
preguntaba si le podía explicar por qué los judíos debíamos sufrir tanto. Y no, no le pude
explicar nada. Y otra mujer con un niño de cuatro meses al que durante días sólo pudo
alimentar de sopa de col, comentaba: ‘Lo digo continuamente: Dios mío, Dios mío… ¿existes
aún?’”.
Tema: Incomprensión del horror. ETTY HILLESUM, El corazón pensante de los
barracones. Cartas. Ed. Anthropos, 2001, pp. 79-80. [Deportada desde el campo holandés de
Westerbork, donde escribe su Diario y sus Cartas, a Auschwitz, en donde encuentra la muerte
junto con sus padres y sus dos hermanos el 30 de noviembre de1943.]
“Westerbork, martes 8 de junio de 1943 […]. El cielo está salpicado de pájaros, los
altramuces lila asoman por doquier, tan armoniosos y apacibles… En el arcón dos mujeres de
edad se sientan mientras charlan… El sol me rebulle en el rostro, y cerca de nuestros ojos se
perpetra una masacre. Es todo realmente incomprensible. Pero yo sigo bien”.
Tema: El sufrimiento como resistencia. ETTY HILLESUM, El corazón pensante de
los barracones. Cartas. Ed. Anthropos, 2001, pp. 115-116. [Deportada desde el campo
holandés de Westerbork, donde escribe su Diario y sus Cartas, a Auschwitz, en donde
encuentra la muerte junto con sus padres y sus dos hermanos el 30 de noviembre de1943.]
“Westerbork, sábado 10 de julio de 1943[…] Miles de personas se han visto obligas a
abandonar este lugar: vestidos o desnudos, jóvenes o viejos, enfermos o sanos (y yo he podido
seguir viviendo, pensando, trabajando… y siendo optimista). Mis padres también serán
deportados la próxima semana, si no ocurre ningún milagro en los días que quedan. Tengo que
aprender a aceptar. Mischa quiere irse con ellos, lo cual me parece, al fin y al cabo, lo mejor:
si él los viera partir acabaría perdiendo la razón. Yo no me voy, no puedo. Es mejor rezar
desde la lejanía que ver sufrir de tan cerca. No es el miedo el que me impide ir a Polonia, sino
el miedo de verlos sufrir. Una forma de cobardía, lo sé.
La gente no quiere admitirlo, pero a partir de un momento dado no se puede hacer nada,
excepto “ser” y “aceptar”. El proceso de aceptación, en mi caso, ya comenzó hace mucho
tiempo, pero no tiene validez más que para una misma, no para los demás. Por eso es tan
desesperante estar aquí justo ahora. Mi madre y Mischa no se resignan, pretenden mover cielo
y tierra, y yo me siento impotente como para asistirles. No puedo hacer nada, jamás he podido
hacer algo…Solo puedo asumir la realidad y sufrir. Ésa es la base de mi fuerza, y no es poca la
que tengo. Pero, repito, para mí, no para otros.”
Tema: Deportación [Última carta de Etty Hillesum]. ETTY HILLESUM, El corazón
pensante de los barracones. Cartas. Ed. Anthropos, 2001. [Deportada desde el campo
holandés de Westerbork, donde escribe su Diario y sus Cartas, a Auschwitz, en donde
encuentra la muerte junto con sus padres y sus dos hermanos el 30 de noviembre de1943.]
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“Cerca de Glimmen, martes 7 de septiembre de 1943[…] Estoy sentada en un abigarrado
vagón de mercancías, en mi propia mochila. Papá, mamá y Mischa están unos vagones más
allá. El aviso de nuestra deportación ha llegado de manera inesperada; orden súbita emitida
desde La Haya. Orden de la que éramos únicos y exclusivos destinatarios. Hemos dejado el
campamento cantando. Papá y mamá muy serenos, muy enteros. Otro tanto podría decir de
Mischa. Viajaremos tres días. Gracias por todos vuestros desvelos.”
NOTA: Desde el convoy que la lleva a Auschwitz con toda su familia y 938 personas
más, arroja una tarjeta-postal con estas palabras: “Vosotros me esperaréis, ¿verdad?”.
Tema: Selección. LIANA MILLU, El humo de Birkenau. Ed. Acantilado, 2005, pp. 4648. [Judía italiana superviviente de Auschwitz-Birkenau]
“ -¡Selección, Lianka!- exclamó Aërgi volviéndose hacia mí, con la expresión resignada
del animal conducido al matadero.
- ¡Selección!, ¡Hay una selección!- exclamó la huesuda Elenka, y empezó a arreglarse el
pañuelo y a restregarse enérgicamente el pálido rostro para darle un poco de color.
Casi todas hacían lo mismo, se ayudaban unas a otras para conseguir el aspecto más
limpio, más fuerte posible. Las espaldas doloridas se enderezaban, erguidas por la fuerza de
voluntad; los ojos se encendían, las mejillas pellizcadas con violencia se sonrojaban […]. Le
tocaba el turno a nuestro grupo y, siguiendo el ritmo alegre de la música, volvimos a marcar el
paso. Mengele nos miró y vi bien su cara descolorida e impasible, los ojitos miopes y la figura
erguida, rígida en el uniforme impecable. Sostenía el lápiz en el aire sin apuntar nada cuando
Mia dio un paso hacia él.
- Ésta, Herr Doctor- dijo señalando a Lily-, siempre kaputt. No puede trabajar.
- Fuera- dijo simplemente el doctor indicándole que saliera de la fila.
Y Lily salió de la fila. Tendió el brazo: la eslovaca leyó el número y lo apuntó en su
libreta”.
Tema: María, la del milagro. LIANA MILLU, El humo de Birkenau. Ed. Acantilado,
2005, pp. 191-193. [Judía italiana superviviente de Auschwitz-Birkenau].
“Lillike empezó a contarnos cómo la pobre señora María había dejado Viena por haber
ocultado un poco de azúcar para el marido enfermo. Fue enviada a Birkenau y, como era de
prever, al cabo de poco tiempo fue a parar al Revier, y un mal día la marcaron para una
selección. Pasó unas cuantas semanas en el Block de reposo, y una noche llegó el camión para
la hornada. Las montaron a todas, más muertas que vivas, y las depositaron en la entrada del
crematorio número 2, el que está justo fuera del campo: una casita con su bonita torre roja y
sus parterres floridos delante, pero cuyas ventanas tenían barrotes y en cuyo interior había
unas pocas luces amarillas, espectrales.
Como de costumbre, cuando estuvieron en la puerta, las mujeres se pusieron a gritar y se
negaron a entrar; gritaban tanto, que sus gritos se oían hasta en los barracones, y las
muchachas que al día siguiente tenían que ir a trabajar rezongaban, molestas.
A fuerza de patadas y palos, los Posten las hicieron entrar a todas en la gran sala. Cuando
uno de ellos se disponía a cerrar la puerta contra la que se agolpaban las desesperadas, se
encontró con que una se le plantó delante: era Frau Marie, que lo miraba.
- ¡Adentro!- le ordenó él.
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Era un muchacho muy joven, de mejillas rosadas y ojos azul claro; quería irse y trató de
empujar a la mujer, que, de repente, lo agarró de las muñecas y lo miró con expresión
trastornada.
- ¡Soy tu madre!- decía la vieja loca, y el muchacho reconoció el fresco acento de Viena.
- ¡Soy tu madre! ¿Por qué quieres matarme? ¡No matarás a tu madre!
Seguía aferrándolo con fuerza de las muñecas, escupiéndole a la cara aquellas palabras
enloquecidas, y el muchacho se sintió violento, sobre todo porque la puerta todavía no estaba
del todo cerrada y las demás hacían fuerza. Era la primera vez que hacía aquel trabajo y no
quería líos.
No se le ocurrió nada mejor que cerrar la puerta y dejar a María fuera, y cuando se dio
cuenta del error, se encogió de hombros y tomó una gran decisión.
- ¡Será para la próxima vez!_ amenazó_. ¡Eres una vieja bruja! ¡Una vieja bruja y me la
has jugado!
Y así Marie regresó al campo y se convirtió en María, la del milagro, porque
posiblemente no hubiera un milagro mayor que el logrado por ella: ablandarle el corazón a un
joven de las SS.”
Tema: Historia de Bruna y Pinin. LIANA MILLU, El humo de Birkenau. Ed.
Acantilado, 2005, pp. 93-117. [Judía italiana superviviente de Auschwitz-Birkenau].
Capítulo: Alta tensión. [No lo reproducimos debido a su extensión, pero lo
recomendamos por estar cargado de trágica emoción y rabia impotente. No se trata de
recrearnos en la suma crueldad que narra, sino de reflexionar, en la medida de lo posible, sobre
el odio y la violencia. También pretende ser un recuerdo de las víctimas. Sus vidas no vividas,
son una injusticia todavía pendiente.]
Tema: Llegada a Auschwitz y primera selección de Ménguele. VIOLETA
FRIEDMAN, Mis memorias Ed. Planeta. Mayo, 1996, 3ª edición, p. 42. [Judía rumana,
superviviente de Auschwitz].
“Nos ordenaron bajar de los vagones y dejar allí nuestras pertenencias […] Nos gritaban
que formásemos en filas de a dos, los hombres a un lado y las mujeres a otro. El recuerdo de
aquellos momentos es para mí imborrable: mi padre y mi abuelo alejándose de nosotras, mi
madre cogiendo a mi abuela el brazo, yo agarrándome a mi vez al de mi hermana… En una
esquina, frente a nosotras, un hombre [el doctor Mengele] observaba con displicencia la fila
que nos precedía, y hacía un leve gesto con el brazo_ izquierda, derecha_ al que los soldados
respondían empujando a los seleccionados hacia un lado u otro. Cuando llegamos a su altura,
nos hicieron detenernos durante unos segundos. A mi hermana y a mí nos empujaron hacia la
izquierda. A mi madre y a mi abuela hacia la derecha.
Nunca más volví a verlas. Ni a mi madre, ni a mi abuela, ni a mi padre, ni a mi abuelo, ni
tampoco a mi bisabuela, que se había quedado en el tren con otros ancianos porque, según nos
dijeron, se los llevarían más tarde en camillas. No pude despedirme de ninguno de ellos. Ni
siquiera comprendí realmente que todos habían muerto hasta mucho después.”
Tema: La menstruación. VIOLETA FRIEDMAN, Mis memorias Ed. Planeta. Mayo,
1996, 3ª edición, p. 52. [Judía rumana, superviviente de Auschwitz].
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“A veces me han preguntado cómo nos arreglábamos las mujeres durante los días de
menstruación. Lo cierto es que ninguna de nosotras tuvo la menstruación mientras estuvimos
allí. A veces hablábamos del asunto, y algunas decían que nos ponían cosas en la comida para
cortárnosla. Pero no parece que eso fuera verdad. Simplemente, según los médicos, a las
mujeres sometidas a un estrés tan terrible y a tan extremada falta de alimentación, la
menstruación les desaparece de una manera espontánea.”
Tema: Solidaridad en el campo. VIOLETA FRIEDMAN, Mis memorias, Ed. Planeta.
Mayo, 1996, 3ª edición, pp. 53-55. [Judía rumana, superviviente de Auschwitz].
“Afortunadamente, también guardo en la memoria gestos de generosidad, rasgos de
bondad de algunas personas […] Recuerdo de una manera muy especial a la señora Rodan. En
algún momento de aquellos meses -no sé muy bien cuándo, pues perdí el sentido del tiempome puse muy enferma. Un día me levanté ardiendo de fiebre, pero las compañeras no me
permitieron que fuera al barracón de la enfermería. Allí se habían llevado a algunas enfermas,
y también a las mujeres que habían ingresado encinta en el campo, cuando les llegaba el
momento del parto. Ninguna de ellas había vuelto. Tampoco habíamos sabido nada de los
bebés. Parecía claro que acercarse a la enfermería significaba la muerte. Pero mi fiebre seguía,
y alguien me diagnosticó la malaria con sus síntomas inconfundibles. Necesitaba quinina para
curarme. En el campo existía un mercado negro de medicinas, del que solían ocuparse las
enfermeras, y que era fomentado por los nazis, tal vez porque de esa forma lograban mantener
a los internos enemistados. La moneda de cambio en ese mercado negro era el pan, la ración
diaria de pan. Para conseguir mi medicina, mi hermana y yo le dábamos nuestro pan a una de
las enfermeras de la enfermería. El gesto de mi hermana era generoso, pero normal. Más
sorprendente fue la generosidad de la señora Rodan, quien también renunció a su pan para
ayudarme a comprar la quinina, sin pedir nada a cambio. La señora Rodan era la madre de
Muci, una amiga nuestra. Una mujer de aspecto débil y enfermizo que, sin embargo, fue capaz
de renunciar a una parte fundamental de su sustento por mí. Nunca olvidaré su nombre y su
bondad.”
Tema: Hambre. VIOLETA FRIEDMAN, Mis memorias, Ed. Planeta. Mayo, 1996, 3ª
edición, p. 55. [Judía rumana, superviviente de Auschwitz].
“Nuestro único alimento consistía en una especie de agua caliente en la que flotaban
algunas cáscaras sucias de patata. Nos daban una olla grande de aquel brebaje para cada doce
personas, y nos turnábamos para beber una tras otra, de la misma forma que lo harían los
animales, mientras la arena y la tierra rechinaban en nuestros dientes. También recibíamos la
ración de pan negro de la que ya he hablado -menos de doscientos gramos diarios- con una
pizca de queso podrido y viscoso. Así día tras día…”
Tema: Hurbinek, un hijo de Auschwitz, un hijo de la muerte. PRIMO LEVI, La
tregua. Ed. El Aleph. Diciembre 2005. 2ª edición, pp. 19-20.
“Hurbinek no era nadie, un hijo de la muerte, un hijo de Auschwitz. Parecía tener unos
tres años, nadie sabía nada de él, no sabía hablar y no tenía nombre: aquel curioso nombre de
Hurbinek se lo habíamos dado nosotros, puede que hubiera sido una de las mujeres que había
interpretado con aquellas sílabas algunos de los sonidos inarticulados que el pequeño emitía de
vez en cuando. Estaba paralítico de medio cuerpo y tenía las piernas atrofiadas, delgadas como
70
hilos; pero los ojos, perdidos en la cara triangular y hundida, asaeteaban atrozmente a los
vivos, llenos de preguntas, de afirmaciones, del deseo de desencadenarse, de romper la tumba
de su mutismo. La palabra que le faltaba y que nadie se había preocupado de enseñarle, la
necesidad de la palabra, apremiaba desde su mirada con una urgencia explosiva: era una
mirada salvaje y humana a la vez, una mirada madura que nos juzgaba y que ninguno de
nosotros se atrevía a afrontar, de tan cargada como estaba de fuerza y de dolor.
Ninguno, excepto Henek: era mi vecino de cama, un muchacho húngaro robusto y
florido, de quince años. Henek se pasaba junto a la cuna de Hurbinek la mitad del día. Era
maternal más que paternal: es bastante probable que, si aquella convivencia precaria que
teníamos hubiese durado más de un mes, Henek hubiese enseñado a hablar a Hurbinek; seguro
que mejor que las muchachas polacas, demasiado tiernas y demasiado vanas, que lo mareaban
con caricias y besos pero que rehuían su intimidad.
Henek, tranquilo y testarudo, se sentaba junto a la pequeña esfinge, inmune al triste
poder que emanaba; le llevaba de comer, le arreglaba las mantas, lo limpiaba con hábiles
manos que no sentían repugnancia; y le hablaba, naturalmente en húngaro, con voz lenta y
paciente. Una semana más tarde, Henek anunció con seriedad, pero sin sombra de presunción,
que Hurbinek ‘había dicho una palabra’. ¿Qué palabra? No lo sabía, un palabra difícil, que no
era húngara: algo parecido a ‘mass-klo’, ‘matisklo’. En la noche aguzamos el oído: era verdad,
desde el rincón de Hurbinek nos llegaba de vez en cuando un sonido, una palabra. No siempre
era exactamente igual, en realidad, pero era una palabra articulada con toda seguridad; o
mejor dicho, palabras articuladas ligeramente diferentes entre sí, variaciones experimentales
en torno a un tema, a una raíz, tal vez a un nombre.
Hurbinek siguió con sus experimentos obstinados mientras tuvo vida. En los días
siguientes todos los escuchamos en silencio, ansiosos por comprenderlo, entre nosotros había
gente que hablaba todas las lenguas de Europa: pero la palabra de Hurbinek se quedó en el
secreto. No, no era un mensaje, no era una revelación: puede que fuese su nombre, si alguna
vez le había tocado uno en suerte; puede (según nuestras hipótesis) que quisiese decir ‘comer’,
o ‘pan’; o tal vez ‘carne’ en bohemio, como sostenía con buenos argumentos uno de nosotros
que conocía esa lengua.
Hurbinek, que tenía tres años y probablemente había nacido en Auschwitz, y nunca había
visto un árbol; Hurbinek, que había luchado como un hombre, hasta el último suspiro, por
conquistar su entrada en el mundo de los hombres, del cual un poder bestial lo había exiliado;
Hurbinek, el sinnombre, cuyo minúsculo antebrazo había sido firmado con el tatuaje de
Auschwitz; Hurbinek murió en los primeros días de marzo de 1945, libre pero no redimido.
Nada queda de él: el testimonio de su existencia son estas palabras mías.”
Tema: Selección. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, p. 19.
“Pongamos como ejemplo las veces en que oficialmente se anunciaba que se iba a
trasladar a unos cuantos prisioneros a un campo de concentración, pero no era muy difícil
adivinar que el destino final de todos ellos sería sin duda la cámara de gas. Se seleccionaba a
los más enfermos o agotados, incapaces de trabajar, y se les enviaba a alguno de los campos
centrales equipados con cámaras de gas y crematorios. El proceso de selección era la señal
para una abierta lucha entre los compañeros o entre un grupo contra otro. Lo único que
importaba es que el nombre de uno o el del amigo fuera tachado de la lista de las víctimas
aunque todos sabían que por cada hombre que se salvaba se condenaba a otro. En cada
traslado tenía que haber un número determinado de pasajeros, quien fuera no importaba tanto,
puesto que cada uno de ellos no era más que un número y así era como constaban en las listas.
71
Al entrar en el campo se les quitaban todos los documentos y objetos personales (al menos ése
era el método seguido en Auschwitz), por consiguiente cada prisionero tenía la oportunidad de
adoptar un nombre o una profesión falsos y lo cierto es que por varias razones muchos lo
hacían. A las autoridades lo único que les importaba eran los números de los prisioneros;
muchas veces estos números se tatuaban en la piel y, además, había que llevarlos cosidos en
determinada parte de los pantalones, de la chaqueta o del abrigo. A ningún guardián que
quisiera llevar una queja sobre un prisionero —casi siempre por "pereza"— se le hubiera
ocurrido nunca preguntarle su nombre; no tenía más que echar una ojeada al número (¡y cómo
temíamos esas miradas por las posibles consecuencias!) y anotarlo en su libreta”.
Tema: Número, trabajo esclavo y hambre. V. FRANKL, El hombre en busca de
sentido, Ed. Herder, vigésima edición, 1999, p. 21.
“Yo era un prisionero más, el número 119.104, y la mayor parte del tiempo estuve
cavando y tendiendo traviesas para el ferrocarril. En una ocasión mi trabajo consistió en cavar
un túnel, sin ayuda, para colocar una cañería bajo una carretera. Este hecho no quedó sin
recompensa, y así justamente antes de las Navidades de 1944 me encontré con el regalo de los
llamados "cupones de premio", de parte de la empresa constructora a la que prácticamente
habíamos sido vendidos como esclavos: la empresa pagaba a las autoridades del campo un
precio fijo por día y prisionero. Los cupones costaban a la empresa 50 Pfenning cada uno y
podían canjearse por seis cigarrillos, muchas veces varias semanas después, si bien a menudo
perdían su validez. Me convertí así en el orgulloso propietario de dos cupones por valor de
doce cigarrillos, aunque lo más importante era que los cigarrillos se podían cambiar por doce
raciones de sopa y esta sopa podía ser un verdadero respiro frente a la inanición durante dos
semanas”.
Tema: Llegada a Auschwitz. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, p. 27.
“Las portezuelas del vagón se abrieron de golpe y un pequeño destacamento de
prisioneros entró alborotando. Llevaban uniformes rayados, tenían la cabeza afeitada, pero
parecían bien alimentados. Hablaban en todas las lenguas europeas imaginables y todos
parecían conservar cierto humor, que bajo tales circunstancias sonaba grotesco. Como el
hombre que se ahoga y se agarra a una paja, mi innato optimismo (que tantas veces me había
ayudado a controlar mis sentimientos aun en las situaciones más desesperadas) se aferró a este
pensamiento: los prisioneros tienen buen aspecto, parecen estar de buen humor, incluso se
ríen, ¿quién sabe? Tal vez consiga compartir su favorable posición”.
Tema: Hacinamiento, frío y hambre. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed.
Herder, vigésima edición, 1999, p. 28y ss.
“A la espera de trasladarlos a otros campos más pequeños, metieron a 1100 prisioneros
en, un barraca construida para albergar probablemente a unas doscientas personas como
máximo. Teníamos hambre y frío y no había espacio suficiente ni para sentarnos en cuclillas
en el suelo desnudo, no digamos ya para tendernos. Durante cuatro días, nuestro único
alimento consistió en un trozo de pan de unos 150 gramos.”
72
“La primera noche en Auschwitz dormimos en literas de tres pisos. En cada litera (que
medía aproximadamente 2 X 2,5 m) dormían nueve hombres, directamente sobre los tablones.
Para cada nueve había dos mantas. Claro está que sólo podíamos tendernos de costado,
apretujados y amontonados los unos contra los otros, lo que tenía ciertas ventajas a causa del
frío que penetraba hasta los huesos. Aunque estaba prohibido subir los zapatos a las literas,
algunos los utilizaban como almohadas a pesar de estar cubiertos de lodo. Si no, la cabeza de
uno tenía que descansar en el pliegue de un brazo casi dislocado. Y aún así, el sueño venía y
traía olvido y alivio al dolor durante unas pocas horas”. Pp. 36-37.
“Durante la última parte de nuestro encarcelamiento, la dieta diaria consistía en una
única ración de sopa aguada y un pequeñísimo pedazo de pan. Se nos repartía, además, una
"entrega extra" consistente en 20 gr de margarina o una rodaja de salchicha de baja calidad o
un pequeño trozo de queso o una pizca de algo que pretendía ser miel o una cucharada de jalea
aguada, cada día una cosa. Una dieta absolutamente inapropiada en cuanto a calorías, sobre
todo teniendo en cuenta nuestro pesado trabajo manual y nuestra continua exposición a la
intemperie con ropas inadecuadas”. P.53.
Tema: La primera selección. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, pp. 29-30.
“Nos dijeron que dejáramos nuestro equipaje en el tren y que formáramos dos filas, una
de mujeres y otra de hombres, y que desfiláramos ante un oficial de las SS[…]Ninguno de
nosotros tenía la más remota idea del siniestro significado que se ocultaba tras aquel pequeño
movimiento de su dedo que señalaba unas veces a la izquierda y otras a la derecha, pero sobre
todo a la derecha[…]El hombre de las SS me miró de arriba abajo y pareció dudar; después
puso sus dos manos sobre mis hombros. Intenté con todas mis fuerzas parecer distinguido: me
hizo girar hasta que quedé frente al lado derecho y seguí andando en aquella dirección.
Por la tarde nos explicaron la significación del juego del dedo. Se trataba de la primera
selección, el primer veredicto sobre nuestra existencia o no existencia. Para la gran mayoría de
aquella expedición, cerca de un 90%, significó la muerte; la sentencia se ejecutó en las horas
siguientes. Los que fueron enviados hacia la izquierda marcharon directamente desde la
estación al crematorio.”
Tema: El “musulmán”. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, p. 40.
“¿Sabéis a quién llamamos aquí un "musulmán"? Al que tiene un aspecto miserable, por
dentro y por fuera, enfermo y demacrado y es incapaz de realizar trabajos duros por más
tiempo: ése es un "musulmán". Más pronto o más tarde, por regla general más pronto, el
"musulmán" acaba en la cámara de gas. Así que recordad: debéis afeitaros, andar derechos,
caminar con gracia, y no tendréis por qué temer al gas”.
Tema: “Muerte emocional”. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, p. 43.
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“Estuve algún tiempo en un barracón cuidando a los enfermos de tifus; los delirios eran
frecuentes, pues casi todos los pacientes estaban agonizando. Apenas acababa de morir uno de
ellos y yo contemplaba sin ningún sobresalto emocional la siguiente escena, que se repetía una
y otra vez con cada fallecimiento. Uno por uno, los prisioneros se acercaban al cuerpo todavía
caliente de su compañero. Uno agarraba los restos de las hediondas patatas de la comida del
mediodía, otro decidía que los zapatos de madera del cadáver eran mejores que los suyos y se
los cambiaba. Otro hacía lo mismo con el abrigo del muerto y otro se contentaba con
agenciarse -¡imagínense qué cosa!- un trozo de cuerda auténtica. Y todo esto yo lo veía
impertérrito, sin conmoverme lo más mínimo”.
Tema: El insulto. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder, vigésima
edición, 1999, p. 46.
“En una ocasión teníamos que arrastrar unas cuantas traviesas largas y pesadas sobre las
vías heladas. Si un hombre resbalaba, no sólo corría peligro él, sino todos los que cargaban la
misma traviesa. Un antiguo amigo mío tenía una cadera dislocada de nacimiento. Podía estar
contento de trabajar a pesar del defecto, ya que los que padecían algún defecto físico era casi
seguro que los enviaban a morir en la primera selección. Mi amigo se bamboleaba sobre el raíl
con aquella traviesa especialmente pesada y estaba a punto de caerse y arrastrar a los demás
con él. En aquel momento yo no arrastraba ninguna traviesa, así que salté a ayudarle sin
pararme a pensar. Inmediatamente sentí un golpe en la espalda, un duro castigo, y me
ordenaron regresar a mi puesto. Unos pocos minutos antes el guardia que me golpeó nos había
dicho despectivamente que los "cerdos" como nosotros no teníamos espíritu de
compañerismo”.
Tema: Huída (hacia el interior). V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed.
Herder, vigésima edición, 1999, p. 62.
“Oíamos gritar las órdenes:
"¡Atención, destacamento adelante! ¡Izquierda 2,3,4! ¡Izquierda 2,3,4! ¡El primer
hombre, media vuelta a la izquierda, izquierda, izquierda, izquierda! ¡ Gorras fuera!
Todavía resuenan en mis oídos estas palabras. A la orden de: "¡Gorras fuera!"
atravesábamos la verja del campo, mientras nos enfocaban con los reflectores. El que no
marchaba con marcialidad recibía una patada, pero corría peor suerte quien, para protegerse
del frío, se calaba la gorra hasta las orejas antes de que le dieran permiso.
En la oscuridad tropezábamos con las piedras y nos metíamos en los charcos al recorrer
el único camino que partía del campo. Los guardias que nos acompañaban no dejaban de
gritarnos y azuzarnos con las culatas de sus rifles. Los que tenían los pies llenos de llagas se
apoyaban en el brazo de su vecino. Apenas mediaban palabras; el viento helado no propiciaba
la conversación. Con la boca protegida por el cuello de la chaqueta, el hombre que marchaba a
mi lado me susurró de repente: "¡Si nos vieran ahora nuestras esposas! Espero que ellas estén
mejor en sus campos e ignoren lo que nosotros estamos pasando." Sus palabras evocaron en mí
el recuerdo de mi esposa”.
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Tema: La belleza. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder, vigésima
edición, 1999, pp. 66-67.
“Una tarde en que nos hallábamos descansando sobre el piso de nuestra barraca, muertos
de cansancio, los cuencos de sopa en las manos, uno de los prisioneros entró corriendo para
decirnos que saliéramos al patio a contemplar la maravillosa puesta de sol y, de pie, allá fuera,
vimos hacia el oeste densos nubarrones y todo el cielo plagado de nubes que continuamente
cambiaban de forma y color desde el azul acero al rojo bermellón, mientras que los desolados
barracones grisáceos ofrecían un contraste hiriente cuando los charcos del suelo fangoso
reflejaban el resplandor del cielo. Y entonces, después de dar unos pasos en silencio, un
prisionero le dijo a otro: "¡Qué bello podría ser el mundo!".
Tema: Liberación, confusión y suerte. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido,
Ed. Herder, vigésima edición, 1999, pp. 92-94.
“El último día que pasamos en el campo fue como un anticipo de la libertad. Pero
nuestro regocijo fue prematuro. El delegado de la Cruz Roja nos aseguró que se había firmado
un acuerdo y que no se iba a evacuar el campo; sin embargo, aquella noche llegaron los
camiones de las SS trayendo orden de despejar el campo. Los últimos prisioneros que
quedaban serían enviados a un campo central desde donde se les remitiría a Suiza en 48 horas
para canjearlos por prisioneros de guerra. Apenas podíamos reconocer a los SS, de tan amables
como se mostraban intentando persuadirnos para que entráramos en los camiones sin miedo y
asegurándonos que podíamos felicitarnos por nuestra buena suerte. Los que todavía tenían
fuerzas se amontonaron en los camiones y a los que estaban seriamente enfermos o muy
débiles les izaban con dificultad. Mi amigo y yo -que ya no escondíamos nuestras mochilasestábamos en el último grupo y de él eligieron a trece para la última expedición. El médico
jefe contó el número preciso, pero nosotros dos no estábamos entre ellos. Los trece subieron al
camión y nosotros tuvimos que quedarnos. Sorprendidos, desilusionados y enfadados
increpamos al doctor, que se excusó diciendo que estaba muy fatigado y se había distraído.
Aseguró que había creído que todavía teníamos intención de evadirnos. Nos sentamos
impacientes, con nuestras mochilas a la espalda, y esperamos con el resto de los prisioneros a
que viniera un último camión […]. El estruendo de los rifles y cañones nos despertó. Los
fogonazos de las bengalas y los disparos de fusil iluminaban el barracón. El médico jefe se
precipitó dentro ordenándonos que nos echáramos a tierra. Un prisionero saltó sobre mi
estómago desde la litera que quedaba encima de la mía con zapatos y todo. ¡Vaya si me
despertó! Entonces nos dimos cuenta de lo que sucedía: ¡ la línea de fuego había llegado hasta
nosotros! Amenguó el tiroteo y empezó a amanecer. Allá afuera, en el mástil junto a la verja
del campo, una bandera blanca flotaba al viento. Hasta muchas semanas después no nos
enteramos de que, durante aquellas horas, el destino había jugado con los pocos prisioneros
que quedábamos en el campo. Otra vez más pudimos comprobar cuán inciertas podían ser las
decisiones humanas, especialmente en lo que se refiere a las cosas de la vida y la muerte. Ante
mí tenía las fotografías que se habían tomado en un pequeño campo cercano al nuestro.
Nuestros amigos que pensaron viajar hacia la libertad aquella noche, transportados en los
camiones, fueron encerrados en los barracones y seguidamente murieron abrasados. Sus
cuerpos, parcialmente carbonizados, eran perfectamente reconocibles en la fotografía”.
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Tema: Intentos de suicidio. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed. Herder,
vigésima edición, 1999, pp. 116-117.
“Recuerdo dos casos de suicidio frustrado que guardan entre sí mucha similitud. Ambos
prisioneros habían comentado sus intenciones de suicidarse basando su decisión en el
argumento típico de que ya no esperaban nada de la vida. En ambos casos se trataba por lo
tanto de hacerles comprender que la vida todavía esperaba algo de ellos. A uno le quedaba un
hijo al que él adoraba y que estaba esperándole en el extranjero. En el otro caso no era una
persona la que le esperaba, sino una cosa, ¡su obra! Era un científico que había iniciado la
publicación de una colección de libros que debía concluir. Nadie más que él podía realizar su
trabajo, lo mismo que nadie más podría nunca reemplazar al padre en el afecto del hijo”.
Tema: La curación por la palabra. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Ed.
Herder, vigésima edición, 1999, pp. 118-119.
“Había sido un día muy malo. A la hora de la formación se había leído un anuncio sobre
los muchos actos que, de entonces en adelante, se considerarían acciones de sabotaje y, por
consiguiente, punibles con la horca. Entre estas faltas se incluían nimiedades como cortar
pequeñas tiras de nuestras viejas mantas (para utilizarlas como vendajes para los tobillos) y
"robos mínimos. Hacía unos días que un prisionero al borde de la inanición había entrado en el
almacén de víveres y había robado algunos kilos de patatas. El robo se descubrió y algunos
prisioneros reconocieron al "ladrón". Cuando las autoridades del campo tuvieron noticia de lo
sucedido, ordenaron que les entregáramos al culpable; si no, todo el campo ayunaría un día.
Claro está que los 2500 hombres prefirieron callar. La tarde de aquel día de ayuno yacíamos
exhaustos en los camastros. Nos encontrábamos en las horas más bajas. Apenas sé decía
palabra y las que se pronunciaban tenían un tono de irritación. Entonces, y para empeorar aún
más las cosas, se apagó la luz. Los estados de ánimo llegaron a su punto más bajo. Pero el jefe
de nuestro barracón era un hombre sabio e improvisó una pequeña charla sobre todo lo que
bullía en nuestra mente en aquellos momentos”.
Tema: Después de la liberación: rehumanización. V. FRANKL, El hombre en busca
de sentido, Ed. Herder, vigésima edición, 1999, pp. 129-130.
“Un día, poco después de nuestra liberación, yo paseaba por la campiña florida, camino
del pueblo más próximo. Las alondras se elevaban hasta el cielo y yo podía oír sus gozosos
cantos; no había nada más que la tierra y el cielo y el júbilo de las alondras, y la libertad del
espacio. Me detuve, miré en derredor, después al cielo, y finalmente caí de rodillas. En aquel
momento yo sabía muy poco de mí o del mundo, sólo tenía en la cabeza una frase, siempre la
misma: "Desde mi estrecha prisión llamé a mi Señor y él me contestó desde el espacio en
libertad."
No recuerdo cuanto tiempo permanecí allí, de rodillas, repitiendo una y otra vez mi
jaculatoria. Pero yo sé que aquel día, en aquel momento, mi vida empezó otra vez. Fui
avanzando, paso a paso, hasta volverme de nuevo un ser humano”.
Tema: Recuerdo de Marie. CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después I. Ninguno de
nosotros volverá, Madrid, Turpial, 2003, p. 45.
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“Su padre, su madre, sus hermanos y hermanas fueron gaseados a su llegada.
Los padres eran demasiado viejos, los hijos demasiado jóvenes.
-Qué guapa era mi hermanita –dice ella.
>>No podéis haceros idea de lo guapa que era.
>>No debieron mirarla.
>>Si la hubieran mirado no la habrían matado.
>>No habrían podido.
Tema: La sed. CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después I. Ninguno de nosotros
volverá, Madrid 2003, pp. I02-103.
“De la sed hablan los exploradores en los libros de nuestra infancia. Ocurre en el
desierto. Los personajes ven espejismos y caminan hacia un oasis inalcanzable. Pasan sed
durante tres días. Es el capítulo patético del libro, al final del cual llega la caravana con
provisiones: se había extraviado borradas las huellas por la tormenta de arena. Los
exploradores rajan los odres, beben. Beben y dejan de tener sed. Es la sed del sol, del viento
cálido. El desierto. Palmera en filigrana sobre la arena roja.
Pero la sed del pantano es más abrasadora que la del desierto. La sed del pantano dura
semanas. Los odres no llegan nunca. La razón se tambalea. Cae derribada por la sed. La razón
lo resiste todo, pero cede ante la sed. En los pantanos no hay espejismos, no hay esperanza de
oasis. Barro y más barro. Barro sin agua.
Está la sed de la mañana y la sed de la tarde.
Está la sed del día y la sed de la noche
Por la mañana, al despertar, los labios hablan sin emitir ningún sonido. La angustia se
apodera de todo tu ser, una angustia tan fulgurante como la del sueño. ¿Será esto estar muerto?
Los labios intentan hablar pero la boca está paralizada. La boca no forma palabras cuando está
seca, cuando no tiene saliva. Y la mirada va a la deriva, es la mirada de la locura. Las demás
dicen:’Está loca, se ha vuelto loca durante la noche’, y recurren a las palabras que deben
despertar la razón. Habría que explicarles lo que ocurre. Los labios se niegan. Los músculos de
la boca intentan los movimientos de la articulación pero no articulan. Y me desespera no
poder decirles que me oprime la angustia, la impresión de estar muerta y saberlo”.
Tema: Imágenes de Auschwitz. CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después I.
Ninguno de nosotros volverá, Madrid 2003, pp. 122-123.
“Un cadáver. El ojo izquierdo comido por una rata. El otro abierto, con su orla de
pestañas.
Intentad mirar. Intentad ver.
Un hombre que ya no puede seguir. El perro se le engancha al trasero. El hombre no se
detiene. Camina llevando detrás al perro sobre dos patas, con el hocico en su trasero.
El hombre camina. No ha dejado de escapar un solo grito. La sangre tiñe las rayas del
pantalón. Una mancha que se extiende desde el interior como sobre papel secante.
El hombre camina con los colmillos del perro en su carne.
Intentad mirar. Intentad ver.
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Tema: Auschwitz. CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después II. Un conocimiento
inútil, Turpial, Madrid 2004, pp. 134.
“Ese punto en el mapa
esa mancha negra en el centro de Europa
esa mancha roja
esa mancha de fuego esa mancha de hollín
esa mancha de sangre esa mancha de cenizas
para millones
un lugar sin nombre.
De todos los países de Europa
de todos los puntos del horizonte
convergían los trenes
hacia lo innombrado
cargados de millones de seres
que eran descargados allí y no sabían dónde estaban
eran descargados con su vida
con sus recuerdos
con sus pequeños dolores
y su gran asombro
con su mirada que preguntaba
y no veía sino fuego,
que ardieron allí sin saber dónde estaban.
Hoy se sabe
Desde hace algunos años se sabe
Se sabe que ese punto del mapa
es Auschwitz
Se sabe eso
Y se cree saber el resto”.
Tema: Degradación, CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después II. Un conocimiento
inútil, Turpial, Madrid 2004, p. 80.
“Diréis que a un ser humano se le puede quitar todo salvo la facultad de pensar e
imaginar. No sabéis. Se puede hacer de un ser humano un esqueleto borboteante de diarrea,
quitarle el tiempo para pensar, la fuerza para pensar. La imaginación es el primer lujo del
cuerpo que recibe alimentos suficientes, disfruta de un margen de tiempo libre, dispone de
elementos rudimentarios para dar forma a sus sueños. En Auschwitz no soñábamos,
delirábamos”.
Tema: La difícil comunicación de la experiencia concentracionaria, CHARLOTTE
DELBO, Auschwitz y después II. Un conocimiento inútil, Turpial, Madrid 2004, p. 64.
“He vuelto de entre los muertos
y he creído
que eso me daba derecho
a hablar a los otros
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y cuando he estado frente a ellos
no he tenido nada que decirles
porque
había aprendido
allí
que no se puede hablar a los otros”.
Tema: Cómo contarlo, cómo explicarlo, CHARLOTTE DELBO, Auschwitz y después
III. La medida de nuestros días, Turpial, Madrid, 2004, pp. 67-69.
“Querríais saber
hacer preguntas
y no sabéis qué preguntas
y no sabéis cómo hacerlas
por eso preguntáis
cosas sencillas
el hambre
el miedo
la muerte
y nosotros no sabemos responder
no sabemos responder con vuestras palabras
y las nuestras
no las entendéis
así que preguntáis cosas más sencillas
decidnos por ejemplo
como era un día cualquiera
que no tendríais paciencia
y cuando respondemos
seguís sin saber cómo era un día cualquiera
y creéis que no sabemos responder.
No os creéis lo que contamos
Porque
Si fuera cierto
Lo que contamos
No estaríamos aquí para contarlo.
Habría que explicar lo inexplicable
explicar
por qué Viva que era tan fuerte
murió
y no yo
por qué Mounette
que era apasionada y audaz
murió
y no yo
por que Ivonne
que era decidida
y no Lulu
por qué Rosie
que era inocente y aún no sabía
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por qué vivir
ni por que morir
por qué Rosie
y no Lucie
por qué Marriette
y no Poupette
su hermana
que era más joven y más frágil
por qué Madelaine
y no Hélène
que dormía cerca de ella
por qué por qué
porque todo es inexplicable aquí”.
Tema: El hambre, ROBERT ANELME, La especie humana, Arena libros, Madrid
2001, p. 89.
“Cuando llegamos aquí, la mayoría podía pensar aún en otra cosa que en el hambre.
Ahora nos hemos sumido en el sonambulismo. Una masa envejecida, conducida a empellones
hacia delante de meta en meta: del pan a la fábrica, de la fábrica a la sopa, de la sopa al jergón.
A todas horas el peso del estómago vacío, las mandíbulas inmóviles, la pesadez de los
huesos Los dientes se mantienen blancos. Listo para engullir lo que le echen, el aparato se
mantiene atado y tranquilo como las máquinas paradas. Sólo arrancará al morir”.
Tema: Imagen de la enfermería (revier) en Gandersheim, ROBERT ANTELME, La
especie humana, Arena libros, Madrid 2001, p. 93.
“Ese mismo domingo de diciembre he ido al revier a ver a un compañero enfermo. El
revier no es otra cosa que el fondo de la iglesia. Sólo nos separa de ella un delgado tabique.
Por otra parte es la zona más fría del edificio. Por las aberturas sin cristales, mal taponadas con
papel alquitranado, entra un aire glacial.
Hay una decena de literas y los enfermos duermen de dos en dos en cada jergón, como
nosotros, cada uno enrollado en su manta. En su mayoría son italianos que acaban de llegar en
un traslado de Dacha. Hay también algunos franceses. Sobre todo pulmonías. El único
medicamento del revier son aspirinas; algunas veces, un ladrillo o una piedra que se calienta
en la cocina.
Los catres están hacinados unos contra otros, apenas se puede circular entre ellos. La luz
que alumbra el reducto es débil. El suelo está combado, no hay piso, es tierra,.Un italiano que
tiene una fiebre muy alta, reluciente de sudor, tiene los brazos desnudos, muy flacos, sobre las
sábanas. En su rostro afilado, en el cual la barba ennegrece aún más la piel pegada a los
huesos, la boca permanece abierta y le cuelga la mandíbula; le brillan los ojos, abiertos de par
en par, fijos. De cuando en cuando, balbucea. El cuerpo está solo, con la fiebre. No hay nada
que hacer. Sólo se puede mirar cómo actúa la fiebre. Se le deja hacer, pero uno no puede
quedarse ante él. Resulta tan insoportable como mirar a un hombre hundiéndose en el agua.
Varios enfermos deliran y se agitan. El compañero que hace de enfermero intenta calmarlos.
Les habla con dulzura. No puede hacer más. Comprende que la mayoría de los tipos que están
ahí van a morir delante de él. Les ayuda a ir a mear y no les maltrata cuando gritan; pero rara
vez gritan.
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A veces incluso estos le dan un trozo de su pan. Gracias al pan de los enfermos y al pan
de los que muere tienen cigarrillos algo más llenos que los que trabajan”.
Tema: Piojos, la degradación física. ROBERT ANTELME, La especie humana, Arena
libros, Madrid 2001, pp. 117-118.
“Cuando estoy a punto de dormirme, la quemazón empieza bajo los brazos y entre los
muslos. Trato de moverme, de no rascarme, pero si me contraigo, siento los piojos andar sobre
la piel. Entonces me rasco para no sentir esta soledad tranquila del piojo, esta independencia,
para no experimentar ya la quemazón.
Los hay en la camisa, en los calzoncillos. Aplastamos, aplastamos. Las uñas de los
pulgares están rojas de sangre. A lo largo de las costuras duermen decenas de liendres, hay
más, más, es algo grasiento, inmundo. Hay sangre en mi camisa, en mi pecho rojo de
picaduras despellejadas. Empiezan a formarse costras, yo las arranco y sangran. No puedo
más, voy a gritar. Soy mierda. Es verdad, soy mierda “.
Tema: Llegada al campo, pérdída de la condición humana. GENEVIÈVE DE
GAULLE ANTHONIOZ, La travesía de la noche, Arena Libros, Madrid 2006, pp. 45-46.
“Evoco el terrible viaje, la llegada a Ravensbrück, el despojamiento total, los perros, los
golpes, el terror. Luego, intentando seguir un orden cronológico, describo la destrucción
progresiva de lo que constituye un ser humano, de su dignidad, de su relación con los demás,
de sus derechos más elementales. Somos ‘stucks’ , es decir trozos; cualquier vigilante, e
incluso las policías del campo, las jefas de las barracas –detenidas como nosotras- con toda
impunidad pueden injuriarnos, golpearnos, matarnos, sólo significa un piojo menos. He visto,
he sufrido este aplastamiento, cuando ya el cuerpo no puede más. Cierto que el hambre, el frío,
el trabajo forzado son sufrimiento pero no de los peores”.
Tema: Resistencia y perdón al verdugo.(Testimonio de Maïti Girtanner),
GENEVIÈVE DE GAULLE ANTHONIOZ, La travesía de la noche, Arena Libros, Madrid
2006, pp. 53-54.
“Joven y brillante pianista, torturada por la Gestapo en 1943 cuando tenía 21 años por un
joven médico de la Gestapo que, al alcanzar su sistema nervioso, la encierra definitivamente
en una” redecilla de dolor”, lo que destruirá su carrera de pianista. Cuarenta años más tarde,
este médico, poco antes de morir, hace investigaciones para encontrar a la que bajo tortura,
había dado testimonio de su fe. Ella acepta recibirle y, al terminar el encuentro, él le pide
perdón. De regreso en su país, este hombre revelará su pasado desconocido a su familia y a sus
amigos. Maïti dice: ‘El perdón es más fuerte que el mal’ “.
Tema: Silencio de la deportación durante cuarenta y cinco años. ¿Por qué?
Testimonio de Dense Holstein: Hijos de Auschwitz nunca os olvidaré. GENEVIÈVE DE
GAULLE ANTHONIOZ, La travesía de la noche, Arena Libros, Madrid 2006, p. 53.
“Ella tenía 18 años cuando salió de este campo. Los nueve niños que la acompañaban
nunca regresaron. A la vuelta de Auschwitz, ella no quiere hablar. Durante cuarenta y cinco
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años no dirá nada a nadie, ni a su marido ni a sus hijas ni a sus amigos. ¿Las razones de ese
silencio? ‘Pensaba que era el único homenaje que podía hacer a los niños. Después, con la
Liberación, los resistentes eran admirados, pero nosotros, los supervivientes, éramos otra cosa.
Un día, en el metro, porque yo había engordado, alguien dijo: ‘esta ha regresado porque se
acostó con los alemanes’. En lugar de gritar me metí en mi caparazón’. Un profesor de historia
de un colegio de Antibes la invita a su clase: ‘me senté en la mesa, empecé a hablar… era
como una liberación’ “.
Tema: El canto del pueblo judío asesinado. ITSJOK KATZENELSON, El canto del
pueblo judío asesinado, Herder, Barcelona 2006, pp 19-21.
“¡Griten de entre el polvo, desde bajo las piedras,
desde las arenas, desde las llamaradas, desde las columnas de humo, es vuestra savia y
sangre, la médula de vuestro hueso!
¡Alcen la voz , griten con fuerza!
¡Griten desde las entrañas de las fieras del bosque, desde los peces del río
que los devoraron! Griten desde los hornos crematorios, hombres, mujeres y niños.
¡Yo quiero un escándalo, yo quiero un clamor dolorido, quiero escuchar vuestra voz!
¡Grita pueblo judío asesinado! ¡Deja que estalle tu grito! […]
Vengan todos, de Treblinka, de Sobibor, de Auschwitz;
Vengan de Belzhitz, de Ponar, de todo lados; vengan
De entre musgos podridos, desde los pantanos, desde las profundas ciénagas,
Vengan con ojos desorbitados, con gritos congelados y sin voz. […]
Déjense ver, muéstrense ante mí, vengan, vengan;
Quiero verlos a todos, quiero mirarlos, quiero
Echar una mirada muda sobre mi pueblo asesinado,
Y voy a cantar… Si´… ¡tomo el violín y canto!.
Tema: Deportaciones desde el gueto de Varsovia. ITSJOK KATZENELSON, El canto
del pueblo judío asesinado, Herder, Barcelona 2006, p. 69
“¡Cuenten! ¡Cuenten! Si no, voy a ser yo
quien cuente…
Sí, yo voy a contar
Y llorar a un tiempo…
Oh, ataúdes, mudos ataúdes,
yo voy a contarles. ¿Saben acaso
cómo, de seis mil, se llegó
a diez mil judíos diarios?
Anteayer ustedes se llevaron seis mil,
llevaron a la muerte
‘solamente’ seis mil judíos.
¡Por qué ayer de pronto más?
¡Diez mil! ¡Y que no vaya a faltar
82
siquiera un!
¡Tras los primeros seis mil, al día siguiente mismo
un salto así! ¡Oigan!
Irrumpieron como bestias salvajes en la Casa de la Comunidad,
ante el ‘Mayor’ de los judíos,
ante el presidente de la Comunidad,
ante Czerniakow,
y le dijeron: ‘¡Ya no bastan
seis mil judíos!
¡Queremos diez! ¡Diez mil!
Agregaron de modo lacónico y brutal”.
Tema: Gueto de Varsovia. ITSJOK KATZENELSON, El canto del pueblo judío
asesinado, Herder, Barcelona 2006, p. 85
“Y se echo a andar a diez por día;
de a diez mil judíos cada día.
Y eso no duró mucho tampoco; enseguida se los llevaron
de a quince.
¡La ciudad de judíos, Varsovia,
la ciudad tapiada, amurallada,
encogía los ojos vista, se deshacía,
se derretía como nieve!
¡Varsovia, ciudad colmada de judíos desde siglos,
como un Templo en el Día del Perdón!
Judío varsoviano, mercando en la feria,
Orando en la sinagoga,
Tan triste y tan alegre; ¡oh, judío perseguidor de sustento
Y perseguidor de Dios!
¡Varsovia, la encerrada, la segregada entre muros,
sólo contigo, judío, estaba entera!
¡Ahora estás vacía, Varsovia,
totalmente vacía y desierta!
Eres un cementerio ahora, un cementerio
Desolado y yermo;
Tus calles están muertas y ya ni un cadáver siquiera
Se ve por ellas.
Edificios abiertos y nadie entra ni sale
Por sus puertas…”.
Tema: La degradación humana. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario,
Ed. Anthropos, 2004, p. 12.
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“Hombres venidos de todos los pueblos, de todas las creencias, en el momento que la
nieve y el viento batían sobre las espaldas, congelaban los abdómenes con ritmos militares,
estridentes como una blasfemia desgarrada y sarcástica, bajo las luces ciegas, en la Plaza
Mayor de las noches heladas de Buchenwald; hombres sin convicciones, famélicos y
violentos; hombres portadores de creencias destruidas, de dignidades menospreciadas; todo un
pueblo desnudo, interiormente desnudo, despojado de toda cultura, de toda civilización […] un
pueblo destruido por los golpes, obseso por paraísos de alimentos borrados de la memoria;
preso inseparable de la degradación… todo ese pueblo a través del tiempo”.
Tema: Revisión médica. Selección. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario,
Ed. Anthropos, 2004, p. 17.
“De modo imprevisto, a las seis de la tarde la orden ha llegado. Tres mil hombres deben
pasar la revisión médica y ponerse la vestimenta azul rayada de los transportes. Los grupos se
encuentran ente una espera interminable. La nieve ennegrece más allá de los recintos, y los
faros alumbran con intervalos, luces giratorias de un espacio lejano. Los hombres entran en la
pieza calurosa con el torso desnudo. El SS se encuentra arrellanado en un sillón. Sus botas
brillan. Confortablemente instalado, las piernas colocadas en lo más alto de una mesa, el SS
fuma un cigarro. Cerca de él, dos escribientes Häftling (=prisioneros) inclinados sobre sus
hojas, humildes y respetuosos como unos figurines del antiguo Egipto. Un enfermero presenta
uno por uno a los concentracionarios. Tiene el gesto duro, comprende en un instante la
humillación inevitable del hombre que se acerca. Y pregunta con rapidez las cuestiones
habituales. Prontamente, abre el pantalón y palpa los músculos del abdomen. Rápido y amable,
siempre atento al amo. El SS levante la vista, muestra, brevemente, una mirada impasible
sobre el detenido, lanza una bocanada de humo, hace un gesto indicando: el siguiente”.
Tema: Recuento y traslado. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, 2004, p. 18.
“Los hombres están reunidos en lo alto de la Plaza Mayor, cerca de la puerta principal,
en el andén de espera de los vagones. Por enésima vez son contados. La gran ciudadela
silenciosa y cerrada se encuentra a sus pies. Rodeando un inmenso espacio, la muralla china
electrificada, con sus torres y metralletas, edificada sobre una tala de abetos cercenados. Los
bloques de piedra macizos son testigos de un sufrimiento intenso y doloroso legado para la
eternidad”.
Tema: Un día cualquiera en Buchenwald: trabajo esclavo y maltrato. DAVID
ROUSSET, El universo concentracionario, Ed. Anthropos, 2004, pp. 21-22.
“Todas las mañanas, antes del alba, el mercado de los esclavos. Los Gummi (= porras
de caucho) golpean los cráneos y las espaldas. Los puños se estrellan sobre los rostros. Las
botas golpean, golpean, y los riñones devienen negros, azules y amarillos. Las injurias
truenan. Unos hombres corren y se extravían en la confusión. Algunos lloran. Algunos gritan.
Los concentracionarios se golpean unos con otros, enronquecen a fuerza de blasfemias, van de
un Kommando (= cuadrilla de trabajo) a otro. El alba se encuentra ligeramente fría en
cualquier estación del año. Los equipos de trabajo se conforman. Kapos (= “jefecillos”
escogidos por los S.S. para dirigir los Komandos) y Vorarbeiter (= capataz), unos negreros.
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Su aguardiente mañanero: golpear, golpear hasta el cansancio. A las cuatro de la madrugada,
la sirena ametralla los sueños […] Los insultos inician la jornada en las mentes, en francés, en
ruso, en polaco, en alemán, en griego. La larga espera molesta, perturbadora, ruidosa, por un
pan y un agua ligeramente tibia […] Un poco antes de las seis, el S.S. pasa revista a los
equipos de trabajo. Se mantiene firme, delante de los hombres grises, un puño sobre la cadera,
las piernas separadas, el látigo, una larga tira de cuero trenzada, en la otra mano. Las botas
están relucientes, lustrosas, limpias, sin una pizca de barro.
La dura y lenta jornada hecha de una angustiosa espera y de hambre. Palas, picos,
vagonetas, la sal espesa en la boca y en los ojos, bloques por llevar, rieles por colocar,
hormigón por fabricar, transportar, derribar, máquinas por arrastrar, y S.S., Kapos,
Vorarbeiter,[…], que golpean hasta el agotamiento”.
Tema: El musulman. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, 2004, p. 22.
[…] Mientras tanto en la noche, los Häftlinge (= prisioneros) se matarán por diez
gramos de pan y por un poco de espacio. A la mañana siguiente, los cadáveres cubiertos de
equimosis (= manchas amoratadas, cardenales) en los fosos […] Esqueletos dantescos, las
concavidades de los ojos vacías, caminan a merced de las circunstancias sobre desechos
pestilentes. Se apoyan en una viga, la cabeza caída, y permanecen inmóviles, una hora, dos
horas. Un poco más tarde, el cuerpo abatido. El cadáver en vida se transforma en un cadáver
muerto”.
Tema: Buchenwald, campo normal.
concentracionario, Ed. Anthropos, 2004, p. 35.
DAVID
ROUSSET,
El
universo
“Buchenwald tenía su infierno: Dora, la fábrica subterránea de los V2; semanas enteras
sin regresar a la superficie, acostarse once personas en dos jergones, comer y dormir en el
subterráneo al lado de las letrinas; todas las tardes ahorcados, y era obligatorio asistir a la lenta
y refinada ejecución en la horca; frecuentemente, el domingo, control de lista; y los
musulmanes, los enfermos, aparte, enviados en transporte de aniquilación para los campos del
Este. En Neuengamme les colgaban en el patio, y todo el tiempo los detenidos reunidos debían
cantar durante toda la ceremonia. En Helmstedt, se les colgaba en el dormitorio”.
Tema: Los SS. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed. Anthropos,
2004, p. 59.
“El aparato SS se encuentra íntegramente fuera del campo. Los SS vigilan las rutas que
conducen al universo concentracionario. En el boquete de los abetos se levantan el mirador y
las ametralladoras preparadas para hacer fuego. A lo largo de unos troncos, a la orilla del
camino, se trenzan las alambradas. Como unos mojones, unas calaveras sobre dos tibias
observan. Un movimiento de palancas y la red invisible electrizada cubre la franja desierta con
su presencia. Los perros bien alimentados ladran en medio de esta soledad. Una mano alzada
sobre un SS, una injuria proferida por unos labios, y el hombre es colgado. El SS levanta la
mano, un hombre es azotado, se arrastra, grita, suplica […] El SS habla y millares de hombres,
metódicamente, mueren por los gases. ¡Achtung! (=¡Atención!), el SS pasa, los cuerpos se
paralizan, se hace el silencio. ¡Scheiss-stück! (=¡Pedazo de mierda!), dice el SS, y observa a
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decenas de miles de seres alineados en una plaza a los que puede matar impunemente. La
palma de su mano es como la de Dios. Y no obstante, el SS es nada menos que un ser
todopoderoso para el populacho. Una calamidad del destino, pero el destino es la divinidad
soberana de los campos.”
Tema: La finalidad del campo de concentración: la expiación. DAVID ROUSSET, El
universo concentracionario, Ed. Anthropos, 2004, pp. 65-66.
“El propósito de los campos es, por supuesto, la exterminación física, pero la finalidad
real del universo concentracionario va mucho más lejos. El S.S. no concibe a su adversario
como un hombre normal. El enemigo, en la filosofía S.S., representa la fuerza del Mal
intelectual y físicamente manifestada. El comunista, el socialista, el liberal alemán, los
revolucionarios, los resistentes extranjeros, son representaciones actuantes del Mal. Pero la
existencia objetiva de ciertos pueblos y razas: los Judíos, los Polacos, los Rusos, representa la
expresión permanente del Mal. No es necesario para un Judío, un Polaco o un Ruso actuar en
contra del nacional-socialismo; por nacimiento, por predestinación, son unos herejes no
asimilables destinados al fuego apocalíptico. La muerte por sí misma no tiene pleno sentido.
Únicamente la expiación puede ser satisfactoria, apaciguadora para los Señores. Los campos
de concentración son una impresionante y compleja máquina de expiación. Los que deben
morir van hacia la muerte con una lentitud calculada para que su degradación física y moral,
llevada a cabo gradualmente, les haga, al fin, conscientes de que son unos malditos, unas
personificaciones del Mal y no unos hombres. Y el sacerdote justiciero siente una especie de
oculto placer, de íntima voluptuosidad, en aniquilar los cuerpos.
Tema: Una historia macabra. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, 2004. p. 74.
“En noviembre de 1944, Robert Darnan […] trabajaba en Neuengamme, en la Clínica.
Un día, encuentra una mandíbula humana en su sopa. Así que sorprendido, muestra el objeto a
Jacob.[…] Le parece sumamente curioso el descubrimiento y elabora un informe al
Obersturmbahnnführer (= Máximo responsable del campo). La investigación reveló que el
Küchekapo (=jefe de cocina) y el kapo del Krematorium se habían entendido para vender la
carne a los civiles y dar cadáveres de alimento a los concentracionarios. La operación
beneficiaba a todos. La carne desaparecía para gran beneficio de los dos compadres y, como de
todos modos los concentracionarios no se habrían dado cuenta del color, era una acto de
caridad, bastante extraño por cierto, ofrecerles un cadáver. La carne de muerto sigue siendo
carne. Los dos Kapos fueron colgados en la Plaza Mayor de Neuengamme. Juraría que muchos
lamentaron el descubrimiento de Robert Darnan”.
Tema: La liberación. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, 2004, pp. 96-97.
“A la mañana, se avistaron los primeros signos de la partida de los SS, pero los
centinelas continuaban vigilando el campo. Por la mañana, mataron a una treintena de
hombres que intentaron huir. Cerca de las diez llegó la orden de que los alemanes debían
partir. Hacia la tarde, en efecto, los primeros grupos de alemanes se formaron cerca de la
puerta, pero la mismo tiempo circulaba el rumor de que se trataba de voluntarios.[…] Sobre
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las 13 horas, pudo verse a los SS al otro lado de la alambrada entregar fusiles a los Kapos,
inclusive a los políticos. A las 14.30, la mayoría de los SS y los centinelas se habían
marchado, pero un buen número de Kapos permanecieron armados. Debían ser cerca de las 3
horas cuando un extraordinario grito se elevó en el campo: Los americanos. Un primer
vehículo acababa de pasar por la carretera. Los últimos centinelas así como los Kapos habían
desaparecido. Algunos fusiles quedaban en el suelo. Los Rusos y los Polacos se precipitaron
sobre los vagones y las barracas de los SS, donde se encontraban las reservas de los víveres”.
Tema: Reflexión final. DAVID ROUSSET, El universo concentracionario, Ed.
Anthropos, 2004, p. 103.
“El universo concentracionario se cierra una vez más sobre sí mismo. Sigue viviendo
ahora en el mundo como un astro muerto repleto de cadáveres.
El hombre corriente no tiene ni idea de que todo es posible. Por más que los testimonios
le obliguen a reconocerlo, los sentidos no se lo permiten. Los concentracionarios lo saben. El
combatiente que ha estado durante meses en escenarios de guerra, ha tenido conocimiento de
la muerte. La muerte habitaba entre los concentracionarios durante todas las horas de su
existencia. Ella les ha mostrado todos sus rostros. Ellos palparon sus despojos. Vivieron la
angustia como una obsesión siempre presente. Supieron de la humillación de los golpes, de la
debilidad del cuerpo bajo el látigo. Sintieron los estragos del hambre. Durante años se
encaminaron por el fantástico escenario de todas las dignidades destruidas. Se separaron de los
otros por una experiencia imposible de transmitir”.
Tema: La “verdad” de Treblinka.Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a
Dios, Ed. Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, pp. 15-16.
“En el cuarenta y dos mandamos a un compañero, Zygmunt, para averiguar qué pasaba
con los transportes. Fue con los ferroviarios de la estación Gdanska. En Sokolów le dijeron
que allí la línea se bifurcaba: un ramal iba a Treblinka; cada día salía un tren de mercancías
lleno de gente y volvía vacío; no había suministro de alimentos.
Zygmunt volvió al ghetto; escribimos sobre esto en nuestra gaceta: y no lo creyeron”.
Tema: Desmantelamiento del ghetto de Varsovia. (“Grossaktion Warschau”). HANNA
KRALL, Ganarle a Dios, Ed. Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK
EDELMAN, p. 16.
“La acción se realizó entre el 22 de julio y el 8 de septiembre de 1942: seis semanas.
Durante esas seis semanas yo estuve junto a la entrada. Aquí mismo. Acompañé a
cuatrocientas mil personas a esa plaza (=Umschlagplatz) […].
En el hospital, los enfermos estaban acostados en el suelo esperando que los cargaran en
los vagones, y las enfermeras buscaban en la muchedumbre a sus padres y madres y les
inyectaban el veneno. Lo guardaban sólo para los allegados; ¡ella -la médica- usó su propio
cianuro para los pequeños!”.
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Tema: El hambre: objeto de investigación científica. Guetto de Varsovia HANNA
KRALL, Ganarle a Dios, Ed. Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK
EDELMAN, pp. 27-29.
“En el ghetto, los médicos hacían investigaciones sobre el hambre, porque el mecanismo
de la muerte por hambre estaba entonces poco estudiado en medicina y había que aprovechar
la oportunidad. […].
He aquí algunos de los resultados de los estudios incluidos en el trabajo “Inanición.
Estudios clínicos sobre el hambre, hechos en el ghetto de Varsovia en 1942”.
El peso promedio era de 30 a 40 kilos… La piel es pálida, a veces, lívida… Las uñas,
sobre todo las de las manos, asemejan garras… Los edemas se observan primero en la cara,
alrededor de los párpados, en las piernas. Al pinchar el tejido subcutáneo, fluye fácilmente
líquido… La cara es inexpresiva, como una máscara. Se observa abundante vello en todo el
cuerpo, principalmente en las mujeres, en la cara, como bigote y patillas… El estado psíquico
se caracteriza por la pobreza de ideas… la gente se vuelve apática y somnolienta…No se
acuerda del hambre… pero, sin embargo, al ver pan, caramelos, o carne, se pone
repentinamente agresiva… El paso de la vida a la muerte es lento, casi imperceptible. La
muerte se asemeja a la muerte fisiológica por vejez”.
Tema: Humillación. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a Dios, Ed.
Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, p. 48.
“Una vez, en la calle Zelazna, vi aglomerarse a la gente. Se amontonaron alrededor de un
barril, un simple barril de madera, sobre el cual había un judío de pie. Era viejo, bajito, y tenía
una larga barba.
A su lado había dos oficiales alemanes. (Dos hombres hermosos y exuberantes junto a un
pequeño judío jorobado). Y esos alemanes, con unas enormes tijeras de sastre, le cortaban al
judío, poco a poco, su larga barba, riendo carcajadas.
La gente que los rodeaba también reía. Porque, objetivamente, era en verdad ridículo: un
hombrecito sobre un barril de madera, con una barba cada vez más corta, que desaparecía bajo
las tijeras de sastre. Como en un gag cinematográfico.
Todavía no había ghetto, así que en esa escena no se percibía el horror. Con el judío,
pues, no pasaba nada grave: sólo que era posible arrastrarlo impunemente y hacerlo subir a un
barril, que la gente ya empezaba a darse cuenta de que el hecho quedaría sin castigo, y que eso
provocaba risa.
¿Sabes una cosa? Allí comprendí que lo más importante de todo es no permitir que te
fuercen a subir a un barril. Nunca, por nadie. ¿Entiendes?
Todo lo que hice después, lo hice para impedir que me forzaran a subir allí”.
Tema: Los números de la vida. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a
Dios, Ed. Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, p. 57.
“Había cuarenta mil números: unos papelitos blancos con un sello. Los alemanes los
entregaron en el Ayuntamiento y dijeron: ‘Repártanlos ustedes mismos. El que tenga número,
se quedará en el ghetto. Todos los demás irán a Umschlagplatz’[…].
La Tenenbaumowa, la supervisora de enfermería, recibió uno de esos números […].
Tenía una hija, a quien la directora del hospital no le dio número. La Tenenbaumowa le dio a
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su hija su propio número y le dijo: ‘Guárdalo un ratito, vuelvo en seguida…’; subió y se tomó
una ampolla de luminar”.
Tema: Mila 18 y Anielewicz. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a Dios,
Ed. Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, p. 84.
“El 6 de mayo vinieron Anielewicz (=Comandante de la insurrección) y Mira. Teníamos
que hacer una reunión, pero, en realidad, ya no había de qué hablar, de modo que él se acostó a
dormir y yo también.
Al despertar al día siguiente les dije:’Quedaos, ¿para qué vais a volver?’, pero él quería
irse. Los acompañamos y a los dos días, el 8 de mayo, fuimos a su bunker, en Mila 18; ya era
de noche y gritamos: nadie contestó; finalmente, un muchacho dijo:’No están. Se suicidaron’”.
Tema: Un sueño acusador: Usurpación. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL,
Ganarle a Dios, Ed. Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN,
p. 93.
“…una vecina que vive… en la calle Mila le contó un sueño muy raro.
La vecina lo soñó el día en que se mudó al nuevo apartamento. En realidad, no se sabe si
es un sueño, porque ella sueña que no duerme y que está acostada en su cuarto, que no es su
cuarto. Hay en él viejos muebles, una estufa de azulejos, una ventana que da a la pared
interior. Como pasa todas las noches en este cuarto, ya se ha acostumbrado a los objetos… A
veces le parece que hay alguien detrás de la puerta; la impresión de la presencia de alguien en
el apartamento es tan fuerte que se levanta de la cama y va a mirar si ha entrado un ladrón,
pero no hay nadie.
Una noche, vuelve a encontrarse en ese cuarto, que es y no es de ella. Todo está en su
lugar… y de pronto se abre la puerta y entra una muchacha joven, una judía.
Se acerca a la cama.
Se detiene.
Se miran atentamente. Ninguna dice nada, pero se sabe muy bien lo que quieren decir.
La muchacha mira: ‘Ah, así que está usted aquí…’ y la vecina empieza a justificarse, que la
nueva casa, que le dieron ese apartamento… La muchacha hace un gesto tranquilizador: todo
está en orden, quería solamente ver quién vive aquí ahora, una simple curiosidad. Después se
acerca a la ventana, la abre y salta del cuarto piso a la calle”.
Tema: Primera victoria militar. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a
Dios, Ed. Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, pp. 101102.
“Hay 220 insurrectos y 2.090 alemanes.
Los alemanes tienen la aviación, la artillería, los carros blindados, lanzaminas, 82
metralletas, 135 pistolas y 1.358 carabinas; por cada insurrecto… hay un revólver, 5 granadas
y 5 botellas incendiarias. Por cada sector, 3 carabinas. En todo en ghetto hay 2 minas y una
pistola automática.
Los alemanes entran el 19 de abril (de 1943) a las cuatro. Primeras luchas: Plaza
Muranowski, calle Zamenhofa, Gesia. A las dos de la tarde, los alemanes se retiran sin haber
llevado a Umschlagplatz una sola persona. (‘Nosotros todavía considerábamos muy
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importante que ese día no se hubieran llevado a nadie. Hasta lo considerábamos una
victoria’)”.
Tema: Ganarle a Dios. Guetto de Varsovia. HANNA KRALL, Ganarle a Dios, Ed.
Edhasa, 1982. Reportaje literario sobre la figura de MAREK EDELMAN, p. 98.
“Es que en eso consiste mi papel.
Dios quiere apagar la vela, y yo tengo que apresurarme a proteger la llama,
aprovechando su momentánea distracción. Que arda al menos un poco más de lo que Él
pretende.
La cuestión es importante. Dios no es demasiado justo. Y, además, lo que resulta grato es
saber que si algo sale bien, es porque le has hecho una jugarreta…
_ ¿Una carrera contra Dios? ¡Qué vanidad!
_ ¿Sabes? Cuando uno acompaña a otros a los vagones, le pueden quedar algunas
cuentas que arreglar con Él. Y todos pasaron a mi lado, porque estuve allí desde el primer
hasta el último día. Todos, cuatrocientas mil personas, pasaron junto a mí”.
Tema: Detención y deportación. MARCEL REICH-RANICKI, “Mi vida”. Ed. Círculo
de lectores. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, pp. 148-149.
“El 28 de octubre de 1938 fui despertado enérgicamente muy de mañana, antes de las
siete, por un guardia […] . Tras examinar mi pasaporte con todo detalle, me alargó un
documento en el que leí que era expulsado del Reich alemán […]. Sólo se me permitió
llevarme cinco marcos y una cartera. Pero no sabía qué meter en ella. Me limité a coger a toda
prisa un pañuelo de repuesto y, sobre todo, algo para leer. En aquel momento estaba leyendo la
novela de Balzac La mujer de treinta años, así que me la llevé […].
Enseguida me vi en medio de diez o veinte compañeros de fatigas: eran judíos, y
únicamente hombres, todos mayores que yo, que sólo tenía dieciocho años […].
Tuvimos que esperar una o dos horas y, a continuación, nos transportaron en furgones
celulares verdes a un lugar de reunión: una comisaría superior de policía en la plaza SophieCharlotte. Allí, a la intemperie, había ya cientos de judíos que, según supe enseguida, eran
también ciudadanos polacos. En ese momento comprendí que mis sospechas habían sido
falsas: nadie me había difamado, pero pertenecía a un grupo condenado; de momento,
únicamente a ser deportado […].
Los vagones estaban llenos a rebosar: Las puertas se cerraron enseguida con violencia y
fueron precintadas; el tren partió…”.
Tema: Ghetto de Varsovia: La caza del judío. MARCEL REICH-RANICKI, “Mi
vida”. Ed. Círculo de lectores. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, pp. 167 y 174-175.
“Apenas se hubo rendido Varsovia, y nada más entrar el ejército alemán en la ciudad,
estalló la fiesta y comenzó la gran diversión de los vencedores, el placer incomparable de los
conquistadores: la caza de judíos […].
Así era: cualquier alemán uniformado y armado podía hacer en Varsovia lo que quisiera
con un judío. Le podía obligar a cantar o bailar, a cagarse en los pantalones o a arrodillarse
delante de él y suplicar por su vida. Podía matarlo de pronto de un disparo, o liquidarlo de
forma más lenta y dolorosa. Podía ordenar a una judía que se desnudara y limpiara los
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adoquines de la calle con su ropa interior y que, a continuación, orinara a la vista de todos.
Nadie les aguaba la fiesta a los alemanes que se permitían aquellas bromas, nadie les impedía
maltratar a los judíos, nadie les pedía responsabilidades. Allí se vio claramente de qué son
capaces las personas cuando se les concede un poder ilimitado sobre otros seres humanos”.
Tema: Reunión entre Höfle y Czerniaków. MARCEL REICH-RANICKI, Mi vida. Ed.
Círculo de lectores. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, pp. 222-224.
[El Sturmbannfürher de las SS Höfle se reune con el Presidente del Consejo Judío de
Varsovia Adam Czerniaków, el 22 de julio de 1942. Höfle anuncia la “acción de
desplazamiento” de los judíos del gueto de Varsovia. Esta eufemística expresión enmascara la
pura y dura verdad: el plan para la deportación al campo de exterminio de Treblinka, donde
serán, inmediata y sistemáticamente asesinados. Marcel Reich-Ranicki asistió a esa reunión
como secretario encargado de tomar actas].
“Höfle abrió la sesión con estas palabras: ‘En el día de hoy comienza el traslado de los
judíos de Varsovia. Ya sabéis que hay aquí demasiados judíos. Es una acción que os
encomiendo a vosotros, al Consejo Judío. Si se realiza con precisión, los rehenes volverán a
quedar en libertad; de lo contrario, os colgaré a todos…’ […]
Nos dimos cuenta de que aquel hombre rechoncho, a quien calculaba una edad de
cuarenta años, […] no habría tenido el más mínimo reparo en hacer que nos fusilaran o nos
ahorcaran de inmediato […]
De vez en cuando, Höfle me lanzaba una mirada para cerciorarse de que le seguía. Sí, lo
hacía: estaba escribiendo que ‘todas las personas judías’ residentes en Varsovia, ‘al margen de
su edad y sexo’, serían desplazadas hacia el este. ¿Qué significaba allí la palabra
‘desplazamiento’? ¿Qué se entendía por la palabra ‘este’? ¿Con qué fin iban a ser llevados allí
los judíos de Varsovia? En el “Comunicado y condiciones para el Consejo Judío” no se decía
nada sobre ello […].
Höfle siguió dictando. A continuación se decía que los ‘desplazados’ podían llevar
consigo quince kilogramos de equipaje, así como ‘todos sus objetos de valor, dinero, joyas,
oro, etc.’ […]. Aquel mismo día, el 22 de julio de 1942, el servicio de orden judío, encargado
de efectuar el desplazamiento bajo la supervisión del Consejo Judío, hubo de conducir a 6.000
judíos a un lugar situado junto a una línea de ferrocarril, el lugar de carga. De allí partieron los
trenes en dirección este. […].
En el último apartado del “Comunicado y condiciones para el Consejo Judío” se daba a
conocer qué les amenazaba a quienes intentaran ‘eludir u obstaculizar las medidas de
desplazamiento’. Sólo había una pena, repetida a modo de estribillo al final de cada frase: ‘…
será fusilado’ […].
Momentos después, los dirigentes de las SS dejaron la casa junto con sus acompañantes.
Apenas hubieron desaparecido […] los numerosos empleados del Consejo Judío […] parecía
como si supieran o sintieran ya lo que acababa de suceder, el hecho de que se había dictado
sentencia contra la mayor ciudad judía de Europa, una sentencia de muerte”.
Tema: Fuga de la muerte. MARCEL REICH-RANICKI, Mi vida. Ed. Círculo de
lectores, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, pp. 251-254.
“El 18 de enero [de 1943], poco antes de las seis de la mañana, nos despertó el ruido de
la calle. Corrí a la ventana y, a pesar de la oscuridad, vi a cientos, si no miles, de judíos
formando una columna de marcha. Desde la escalera llegaban órdenes bruscas impartidas en
91
voz alta. Entendí que todos los que no dejaran enseguida sus viviendas y se reunieran en la
calle serían fusilados donde se les encontrase. Nos vestimos lo más rápidamente posible y
bajamos […]
Al cabo de unos minutos emprendimos la marcha. No teníamos ninguna duda de a dónde
nos llevaba: al “lugar de carga” (=Umschlagplatz). También estaba claro que llegaríamos
pronto a aquella sala de espera, siempre abarrotada y repulsivamente inmunda, para los
pasajeros destinados a la cámara de gas […].
Como el camino al “lugar de carga” era muy corto, teníamos que conseguir huir de la
columna en ese momento o no lo lograríamos nunca, sobre todo porque la huida del ferrocarril
a Treblinka era prácticamente imposible.
Los alemanes disparaban de inmediato contra quienes se salían de la columna; más de
uno quedó tumbado en la calzada. Pero teníamos que correr aquel riesgo.
Hice una señal a Gustawa Jarecka, que se hallaba en nuestra fila con sus dos hijos, el
signo de que íbamos a escapar y que debía seguirnos. Respondió con una señal de
asentimiento. Me disponía a huir, pero temiendo el disparo mortal vacilé aún un momento.
Entonces, Tosia tiró de mí fuera de la fila y corrimos hacia el portal de una casa destruida ya
en septiembre de 1939 en aquella amable calle, la calle Mila. Gustawa Jarecka no nos siguió y
halló la muerte junto con sus dos hijos en el vagón que iba a Treblinka.
Otros componentes de nuestra columna que huyeron después de nosotros nos informaron
de que uno de los guardias había intentado dispararnos. ¿Erraron sus tiros el blanco? ¿No le
funcionó el arma? ¿O, tal vez, aquel alemán o austriaco no quiso disparar e, ignorando las
órdenes impartidas, se sintió reticente a matarnos?
Del portal de la casa en ruinas de la calle Mila saltamos a un sótano que, para nuestra
sorpresa, estaba unido a otros […] En aquel lugar no se oían gritos ni disparos; reinaba un
absoluto silencio; y allí nos quedamos hasta el anochecer. Nadie nos buscó […]
Nuestra salvación fue posible porque la “segunda acción” se interrumpió ya al segundo
día, es decir, el 21 de enero de 1943, tras el “desplazamiento” de unos cinco o seis mil judíos
[…]. La razón fue que durante aquella “segunda acción” había ocurrido algo con lo que los
alemanes no contaban: los judíos ofrecieron resistencia armada. Sin embargo, era evidente que
se trataba de un mero aplazamiento y que las SS, teniendo ya en cuenta la oposición armada,
asesinarían al resto de los judíos y liquidarían el gueto definitivamente […].
Tema: Janusz Korczak y sus huérfanos. WLADYSLAW SZPILMAN, El pianista del
gueto de Varsovia, Ed. Turpial y Amaranto. Madrid, 2000, pp.88-8
“Un día, hacia el 5 de agosto, en el que había hecho un breve descanso en el trabajo y
caminaba por la calle Gesia, vi a Janusz Korczak y sus huérfanos abandonar el gueto. Se había
ordenado que la evacuación del orfanato judío que dirigía Janusz Korczak se realizara esa
mañana. Los niños tenían que salir solos. Él tuvo la oportunidad de salvarse, pero consiguió
con muchas dificultades que los alemanes se lo llevaran también. Había dedicado largos años
de su vida a los niños y ahora, en el último viaje, no iba a dejarlos solos. Quería facilitarles las
cosas. Les dijo a los huérfanos que se iban al campo, así que debían estar alegres. Por fin
podrían cambiar los horribles y agobiantes muros de la ciudad por praderas llenas de flores,
arroyos en los que bañarse, y bosques rebosantes de bayas y setas. Les dijo que se pusieran sus
mejores ropas y así salieron al patio, de dos en dos, bien vestidos y de excelente humor.
Al frente de la pequeña columna iba un SS que, como buen alemán, amaba a los niños,
incluso cuando estaba a punto de verlos en camino hacia el otro mundo. Sentía especial
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aprecio por un muchacho de doce años, violinista, que llevaba su instrumento bajo el brazo. El
SS le dijo que se pusiera en cabeza del cortejo y tocara, y así iniciaron la marcha.
Cuando me los encontré en la calle Gesia iban sonrientes y cantando a coro; el pequeño
violinista tocaba para ellos y Korczak llevaba en brazos a dos de los niños más pequeños, que
también sonreían, y les contaba algún cuento divertido.
Estoy seguro de que incluso en la cámara de gas, cuando el fluido letal los estuviera
ahogando y convirtiendo en terror la esperanza de sus corazones, “el viejo doctor” les
susurraría en un último esfuerzo que todo estaba bien y que todo iba a salir bien, para ahorrar a
sus pupilos, al menos, el miedo ante el paso de la vida a la muerte”.
Tema: Umschlagplatz. WLADYSLAW SZPILMAN, El pianista del gueto de Varsovia,
Ed. Turpial y Amaranto. Madrid, 2000, pp. 100-109.
El Umschlagplatz estaba en el límite del gueto. Era un recinto junto a las vías muertas
del ferrocarril, rodeado por una maraña de calles, callejuelas y senderos mugrientos […] La
zona había sido cerrada con puertas en las desembocaduras de las calles y podía contener hasta
ocho mil personas [….].En uno de los márgenes del recinto, junto a la desembocadura de una
calle, había un espacio sin ocupar. Todo el mundo lo evitaba y lanzaba miradas de horror hacia
él. Había unos cuerpos tendidos en el suelo: los cadáveres de quienes habían sido asesinados el
día anterior por algún delito, tal vez incluso por intentar escapar. Entre cadáveres de hombres
se veían los cuerpos de una mujer joven y dos muchachas con el cráneo destrozado […].
Nos habíamos instalado lo mejor que habíamos podido para esperar el tren. Mi madre
estaba sentada sobre el fardo con nuestras cosas y Regina a su lado, en el suelo; yo permanecía
de pie y mi padre caminaba nervioso con los brazos a la espalda, dando cuatro pasos en una
dirección y cuatro pasos de vuelta.
[…] Había una joven sentada en el suelo no lejos de nosotros. Tenía el vestido
desgarrado y el pelo en desorden, como si hubiera peleado con alguien. Sin embargo,
permanecía allí sentada bastante tranquila, con el rostro inexpresivo y los ojos fijos en algún
punto del espacio. Se agarraba la garganta con los dedos muy abiertos y de cuando en cuando
preguntaba, con monótona regularidad:
— ¿Por qué lo he hecho? ¿Por qué lo he hecho?
Vi a un grupo de personas de edad tendidas en el suelo en una zona del recinto, hombres
y mujeres que probablemente habían sido evacuados de una residencia de ancianos. De una
delgadez espantosa, agotados por el hambre y el calor, era evidente que estaban al límite de su
resistencia. De algunos, tumbados con los ojos cerrados, era imposible decir si ya estaban
muertos o sólo muriéndose.
Si íbamos a ser mano de obra, ¿qué hacían allí esos ancianos?
Mujeres con niños en brazos se arrastraban de grupo en grupo mendigando una gota de
agua.
Los alemanes habían cortado a propósito el abastecimiento de agua del Umschlagplatz.
Los ojos de los niños estaban como sin vida, con los párpados caídos: las cabecitas colgaban
de los delgados cuellos y los labios resecos se abrían como bocas de pececillos arrojados a la
orilla por los pescadores.
[…] A primera hora de la tarde vimos cómo conducían al recinto a un nuevo grupo de
personas destinadas al reasentamiento. Nos heló la sangre descubrir a Henryk y Halina entre
ellos. Así que iban a compartir también nuestro destino, con lo que nos había consolado pensar
que al menos ellos dos se salvarían.
[…] Me senté junto a nuestra madre muy abatido.
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La mujer que estaba junto a nosotros seguía con la eterna pregunta —« ¿Por qué lo he
hecho?»— que nos crispaba los nervios más que ninguna otra cosa. Para ese momento ya
sabíamos de qué hablaba. Lo había averiguado nuestro amigo el comerciante. Cuando a todo el
mundo le dijeron que abandonara el edificio, esa mujer, su marido y su hijo se habían
escondido en un lugar preparado de antemano. Al pasar la policía por delante, el bebé empezó
a llorar y la madre, aterrorizada, lo asfixió con sus propias manos. Pero, por desgracia, ni
siquiera eso sirvió. La policía había oído el llanto del niño y descubrió el escondite.
En determinado momento se abrió paso entre la multitud en dirección a nosotros un
chico con una caja de dulces colgada de una cuerda en torno a su cuello. Los vendía a precios
ridículos, aunque sólo el cielo sabe qué pensaba que iba a hacer con el dinero. Reuniendo los
últimos céntimos que nos quedaban, compramos un caramelo de nata. Nuestro padre lo dividió
en seis trozos con su cortaplumas. Fue nuestra última comida juntos[…].
A los pocos minutos divisamos el tren: más de una docena de vagones de ganado y de
mercancías rodaban lentamente hacia nosotros […].
Cuando conseguimos abrirnos paso hasta el tren, los primeros vagones estaban ya llenos.
La gente se apiñaba de pie dentro de ellos. Los SS seguían empujando con la culata de sus
rifles, a pesar de que desde el interior llegaban fuertes gritos y lamentos por la falta de aire
[…] Estábamos hacia la mitad del tren cuando, de repente, oí a alguien gritar:
— ¡Aquí, Szpilman! ¡Aquí!
Una mano me agarró por el cuello y tiró de mí hacia atrás, fuera del cordón de policía.
¿Quién se atrevía a hacer algo así? No quería que me separaran de mi familia. ¡Quería
estar con ellos!
Lo que veía ahora eran apretadas hileras de policías de espaldas. Me lancé contra ellas,
pero no se abrieron. Entre las cabezas de los policías pude ver a nuestra madre y a Regina que,
ayudadas por Halina y Henryk, se encaramaban a los vagones, mientras nuestro padre me
buscaba con los ojos.
— ¡Papá! —grité.
Me vio y dio unos pasos en dirección a mí, pero entonces vaciló y se detuvo. Estaba
pálido y le temblaban los labios. Esbozó una dolorida sonrisa de impotencia, levantó la mano y
me dijo adiós con ella, como si yo estuviera colocado en el lado de la vida y él me saludara ya
desde la tumba. Dio media vuelta y se dirigió a los vagones.
Me lancé de nuevo con todas mis fuerzas contra los hombros de los policías.
— ¡Papá! ¡Henryk! ¡Halina!
Grité como si estuviera poseído, aterrorizado al pensar que en ese instante crucial no iba
a llegar hasta ellos y quedaríamos separados para siempre.
Uno de los policías se volvió y me miró colérico:
— ¿Qué demonios estás haciendo? ¡Vete, sálvate!
¿Salvarme? ¿De qué? En una fracción de segundo supe lo que le esperaba a la gente de
los vagones de ganado. Estaba aterrorizado […] Habían cerrado las puertas de los vagones y el
tren estaba poniéndose en marcha, lenta y penosamente.
Volví la cara y avancé tambaleante por la calle vacía, llorando en voz alta, perseguido
por los gritos apagados de la gente encerrada en los vagones. Sonaban como un gorjeo de
pájaros enjaulados destinados a morir”.
Tema: Testimonio (Entrevista al periódico “Yerushalaim”, 15-III-2002) AHARON
APPELFELD, Historia de una vida, Ed. Península. Barcelona, 2005.
"Mi madre fue asesinada al comienzo de la guerra, cuando los rumanos y los alemanes
invadieron nuestra región en la frontera entre Rumania y Ucrania. Fui enviado con mi padre a
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un lugar central de reunión y allí empezó una larguísima caminata. Caminábamos sin comida;
era un duro invierno y la gente se caía, y cuando se caían, les disparaban. Caminamos así hasta
que llegamos a un lugar cerrado, y ahí me separaron de mi padre y desde entonces no lo volví
a ver. Con él estaba mucho mejor. Mi padre me cuidaba, me protegía; vendimos ropa, un
abrigo, un suéter, todo lo que teníamos puesto, aunque hacía mucho frío, para comprar
comida. Tenía ocho años cuando me quedé solo. Un niño judío solo entre alemanes y
ucranianos, teniendo por delante cinco años de guerra y la sensación intuitiva de que debía
ocultar su judaísmo y su identidad."
"Imaginaba que mi madre me estaba esperando, que vendría a buscarme. De eso no tenía
dudas. Me quería tanto y estaba tan ligada a mí, que no había ninguna posibilidad de que no
viniera. Yo sabía que no estaba en este mundo, pero esa fantasía me acompañó durante toda la
guerra."
Tema: Testigo de la generosidad en medio de la desgracia. AHARON APPELFELD,
Historia de una vida, Ed. Península. Barcelona, 2005, pp. 49-51.
“En aquellos largos años de la guerra encontré a gente maravillosa […]. Durante la
guerra, los niños no contaban. Eran paja pisoteada por todos y, aún así, hubo unas cuantas
personas maravillosas que, entre tanta confusión, adoptaron por un instante a un niño
abandonado, le dieron un trozo de pan y lo arroparon con un abrigo.
En el camino a Ucrania vi, en una estación de tren repleta de deportados, a una mujer que
había acogido en su regazo a un niño abandonado de unos cuatro años […]. El semblante
pálido del niño estaba lleno de estupefacción, como si hubiera comprendido que aquélla era
una gracia que se obtenía sólo una vez en la vida.
Por la tarde irrumpió en la estación un gran tren de carga y las puertas se abrieron de par
en par. Gendarmes ucranianos azotaban a la gente con sus látigos; cundía el pánico. La mujer,
que seguramente sabía lo que nos esperaba, le suplicó al niño que huyera mientras le mostraba
un lugar situado debajo de las escaleras por el que podía escaparse; pero el niño se aferraba a
sus piernas mientras suplicaba: No quiero. Cuando lo apartaba, él murmuraba: Tengo miedo.
- No puedes tener miedo_ dijo la mujer en voz alta.
- Tengo miedo_ volvió a repetir el niño como si quisiera introducir esas palabras en el
corazón de ella.
- Está prohibido tener miedo- dijo ella en un tono tajante.
Al oír su voz, el cuerpo del niño se encogió […].
- Vete de aquí, vete- Cambió el tono de voz hablándole como si no fuera un niño, sino un
cachorro.
El niño se aferró a ella con más fuerza aún […]. La gente empujaba a la mujer por
doquier, y levantó la voz gritando de desesperación: ‘Lleváoslo lejos de mí. No puedo más’
[…].
Todo el mundo se amontonaba en las puertas del tren, que parecían demasiado estrechas
para permitir la entrada de tanta gente. Finalmente, uno de ellos pisoteó el cuerpo del niño y
éste se soltó de sus piernas. La mujer se sintió aliviada y levantó su hatillo mientras era
arrastrada por la gente hacia una de las puertas. El niño desapareció engullido por el mar de
piernas.
- Tina- se oyó de pronto la voz de un niño por encima del resto de las voces.
- ¿Qué quieres de mí?- la mujer levantó la voz para que se oyera.
-Tina- volvió a llamarla el niño en un evidente tono de súplica.
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La mujer tiró el hatillo y, dándose la vuelta con decisión, se liberó de la presión de los
que empujaban y regresó al lugar desde donde la gente la había arrastrado.
- ¿Dónde estás?- lo llamó mientras lo buscaba por el suelo.
Por fin lo descubrió. Estaba tirado en el suelo sangrando […]. Se inclinó hacia él, le
limpió la cara de sangre con el vestido y le susurró:
- ¿Qué has hecho?
El niño abrió los ojos [...].
- Vete directo al pasadizo que está debajo de las escaleras. Te sacará fuera de los
andenes, directamente a los campos. No le digas a nadie que eres judío. ¿Me oyes? Levántate,
¿me oyes? […].
- Huye- le urgió al niño.
Al ver que él no reaccionaba, lo sujetó con un movimiento brusco, lo levantó y, con una
voz que no era la suya, gritó: ‘Abran paso, llevo a un niño herido’.
La tensión era enorme, nadie se percató de su presencia, pero, con unas fuerzas más
poderosas que ella misma, se fue abriendo paso a empujones en dirección a la puerta del vagón
e inmediatamente desapareció en su interior”.
Tema: El hombre de espíritu (humanista e ilustrado) frente a Auschwitz. JEAN
AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la
violencia. Ed. Pre-textos. 2004, pp. 72-73 y 78-79.
“El espíritu, a menos que se aferrase a una fe religiosa o política, no ayudaba nada o casi
nada. Nos abandonaba a nuestra propia soledad. Siempre nos desamparaba cuando tratábamos
de cosas que antaño se llamaban ‘últimas’.
El hombre de espíritu en Auschwitz ¿cómo reacciona ante la muerte? […]. Es, creo, de
dominio público que el prisionero del campo no vivía puerta con puerta, sino en la misma
estancia con la muerte. La muerte estaba omnipresente. Las selecciones para la cámara de gas
se realizaban a intervalos regulares. Por una nadería, los presos eran ahorcados en el patio, y al
son de una alegre música de marcha, los camaradas eran forzados a desfilar -‘¡atención a la
derecha!’- ante los cuerpos que se balanceaban en el patíbulo. Se moría en masa, en el lugar de
trabajo, en la enfermería, en el búnker, en el barracón. Recuerdo momentos en que pasaba,
ausente, sobre pilas de cadáveres, pues nos encontrábamos todos harto extenuados y apáticos
siquiera para arrastrar a los muertos fuera del barracón […].
En el campo de concentración, el espíritu se declaraba incompetente. Fracasaba como
instrumento útil para superar los problemas planteados […]. Los ejes de sus sistemas
tradicionales de referencia se fragmentaban. La belleza no era más que una ilusión. El
conocimiento se manifestaba como simple juego de conceptos. La muerte se desvelaba en toda
su ininteligibilidad”.
Tema: La herencia espiritual del prisionero. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la
expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos. 2004, p.
79.
“En Auschwitz no nos hemos hecho más sabios […]. Tampoco en el campo hemos
llegado a ser más “profundos”[…]. Salta a la vista, creo, que en Auschwitz ni siquiera nos
hemos hecho mejores, más humanos, más filantrópicos ni más maduros moralmente. No se
puede ser testigo de los crímenes del hombre deshumanizado sin cuestionar todas las nociones
sobre la dignidad innata del ser humano. Del campo salimos desnudos, expoliados, vacíos,
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desorientados, y tuvo que pasar mucho tiempo antes de que reaprendiésemos el lenguaje
cotidiano de la libertad. Por cierto, todavía hoy lo contamos con malestar y sin verdadera
confianza en su validez”.
Tema: Especificidad del nazismo. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación.
Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos. 2004, p. 95.
“El nacionalsocialismo, vacío de ideas, aunque propietario de todo un arsenal de
confusos pseudoconceptos, ha sido el único sistema político de este siglo que no sólo ha
ejercido el dominio del anti-hombre, como hicieron también otros regímenes de terror rojos y
blancos, sino que también lo había profesado expresamente como principio […].
Los nazis torturaban, al igual que otros, porque mediante la tortura querían apoderarse de
informaciones importantes desde el punto de vista político. Pero además torturaban con la
buena conciencia de su maldad. Martirizaban a sus prisioneros para determinados fines, de vez
en cuando exactamente especificados. Pero torturaban sobre todo porque eran verdugos. Se
servían de la tortura. Pero aún con mayor fervor actuaban como sus siervos”.
Tema: Tortura en Fort Breendonk (Bélgica). JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y
la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos. 2004,
pp. 97 y 107-108.
“Oí entonces una crujido y una fractura en mis espaldas que mi cuerpo no ha olvidado
hasta hoy. Las cabezas de las articulaciones saltaron de sus cavidades. El mismo peso corporal
provocó una luxación, caí al vacío y me encontré colgado de los brazos dislocados, levantados
bruscamente por detrás y desde ese momento cerrados sobre la cabeza en posición torcida.
Tortura, del latín torquere, luxar, contorcer, dislocar: ¡Toda una lección práctica de
etimología! Además sobre mi cuerpo crujían los golpes con el vergajo, y algunos de ellos
desgarraron los pantalones ligeros de verano que vestía ese 23 de julio de 1943 […].
Quien ha sufrido la tortura, ya no puede sentir el mundo como su hogar. La ignominia de
la destrucción no se puede cancelar. La confianza en el mundo, que ya en parte se tambalea
con el primer golpe, pero que con la tortura finalmente se desmorona en su totalidad, ya no
volverá a restablecerse. En el torturado se acumula el terror de haber experimentado al prójimo
como enemigo: sobre esa base nadie puede otear un mundo donde reine el principio de la
esperanza. La víctima del martirio queda inerme a merced de la angustia […]. La angustia y
además todo aquello que solemos llamar resentimientos. También estos sentimientos
permanecen y apenas tienen oportunidad de concentrarse en una espumeante y catártica sed de
venganza”.
Tema: La patria perdida. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación.
Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos. 2004, p. 113.
“De repente, el pasado había quedado sepultado, ya no sabíamos quiénes éramos […].
Mi identidad estaba vinculada a un nombre modestamente alemán y al dialecto de mi región
de origen (El pueblo de Bad Ischl en Austria). Pero yo mismo renuncié a hablar el dialecto
desde el día en que un decreto oficial me prohibió llevar el traje regional que desde mi más
tierna infancia había vestido casi siempre. También había perdido sentido el nombre con que
los amigos me habían llamado toda la vida con una inflexión dialectal […]. Y también se
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habían desvanecido los amigos con quienes hablaba en mi dialecto natal. ¿Sólo ellos? No, por
supuesto, todo cuanto había colmado mi conciencia, desde la historia de mi país que ya no era
el mío, hasta las imágenes del paisaje, cuyo recuerdo reprimía: se me habían vuelto insufribles
desde aquella mañana del 12 de marzo de 1938, cuando incluso desde las ventanas de las
granjas apartadas flameaba la bandera roja como la sangre, con la esvástica negra sobre su
fondo blanco. Me había convertido en un ser humano que ya no podía decir ‘nosotros’ y que
por tanto decía ‘yo’ sólo por costumbre, pero sin el sentimiento de poseerse plenamente a sí
mismo”.
Tema: Resentimiento moral. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación.
Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos. 2004, pp. 151-152.
“Wajs, el lacayo de las SS de origen flamenco, alentado por sus amos alemanes, que me
golpeaba en la cabeza con el mango de la pala cuando no excavaba lo suficientemente rápido,
sentía la herramienta como la prolongación de su mano y los garrotazos como embates de su
dinámica psicofísica. Sólo yo estaba, y estoy en posesión de la verdad moral de los golpes que
aún hoy me resuenan en el cráneo y, por tanto, me siento más legitimado a juzgar, no sólo
respecto a los ejecutores, sino también a la sociedad que sólo piensa en su supervivencia. La
comunidad social no atiende sino a su propia seguridad, y no se deja afectar por la vida
dañada: mira hacia delante, en el mejor de los casos para que no se repita algo similar. Mis
resentimientos existen con el objeto de que el delito adquiera realidad moral para el criminal,
con el objeto de que se vea obligado a enfrentar la verdad de su crimen.
Wajs, el SS de Amberes, asesino en serie y torturador particularmente experimentado, ha
pagado con la vida. ¿Qué más puede exigir mi malvada sed de venganza?[…]. Wajs, el
hombre de las SS, cuando se situó frente al pelotón de ejecución, experimentó la verdad moral
de sus crímenes. En aquel instante estaba conmigo- y yo ya no me encontraba a solas con el
mango de la pala-. Quiero creer que en el momento de su ejecución deseó, exactamente como
yo, revertir el tiempo, cancelar los hechos. Cuando se le condujo al patíbulo dejó de ser
enemigo para convertirse de nuevo en prójimo. Si todo se limitase a un asunto entre el SS
Wajs y yo […] habría podido, al menos así me lo parece hoy día, morir sereno y reconciliado
con el prójimo que exhibe la insignia de la calavera.
Pero Wajs de Amberes no era más que un caso entre mil…”.
Tema: Jerarquía de presos en Auschwitz- Monowitz. JEAN AMÉRY: Más allá de la
culpa y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos.
2004, pp. 175-176.
“En el campo mismo, pero también entre los llamados trabajadores libres, en el lugar de
trabajo, regía una férrea jerarquía étnica impuesta a todos por los nazis. Un alemán del Reich
valía más que un alemán oriundo. Un belga flamenco era más valioso que uno valón. Un
ucraniano procedente de la Polonia ocupada disfrutaba de una posición superior a su
compatriota polaco. Un obrero de Europa oriental gozaba de menor consideración que un
italiano. En los escalones más bajos de la jerarquía se encontraban los presos del campo de
concentración, y entre ellos el rango inferior correspondía una vez más a los judíos. Ni
siquiera el profesional del crimen más depravado se situaba por debajo de nosotros. Los
polacos, ya fueran auténticos combatientes por la libertad, arrojados al campo tras la
desafortunada insurrección de Varsovia, o tan sólo pequeños rateros, nos despreciaban de
forma unánime. Lo mismo valía para los obreros medio analfabetos de Bielorrusia. O para los
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franceses. Todavía me parece oír a un obrero libre francés discutir con un compatriota judío
recluido en el campo de concentración: ‘Je suis Français’ decía el preso. ‘Français toi? Mais,
tu es juif, mon ami’, le objetó de forma realista y sin animadversión, su paisano que, con una
mezcla de miedo e indiferencia, recitaba la lección impartida por los amos alemanes de
Europa. Insisto una vez más: el mundo estaba de acuerdo con el lugar que los alemanes nos
habían asignado, el microcosmos concentracionario y el macrocosmos exterior, que sólo en
raros y heroicos casos particulares protestaba cuando en Viena o Berlín, en Ámsterdam, París
o Bruselas venían por la noche a sacarnos por la fuerza de nuestras casas”.
Tema: Rebelión. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de
superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos. 2004, pp. 178-179.
“Recuerdo al capataz Juszek, un profesional del crimen polaco, cuya robustez era
aterradora. Cierta vez, en Auschwitz, por una bagatela, me propinó un puñetazo en plena cara;
estaba acostumbrado a tratar así a los judíos que se encontraban bajo su mando. En ese
momento, lo sentí con una lucidez aguda, me tocaba avanzar un paso en mi largo proceso de
apelación contra la sociedad. Rebelándome abiertamente, le devolví el golpe en el rostro: mi
dignidad se estampó en forma de mamporro sobre su mandíbula, y el hecho de que, al final,
fuera yo, corporalmente mucho más débil, quien sucumbiera y recibiera una buena paliza, no
tuvo ya ninguna importancia. Apaleado y dolorido, estaba empero satisfecho conmigo mismo
[…]. La violencia física, en situaciones como la mía, es el único medio para restablecer una
personalidad dislocada […]. Ser judío significaba, por un lado, aceptar como universal la
sentencia de muerte dictada por el mundo, frente a la cual fugarse hacia la interioridad habría
sido sólo ignominia, pero, por otro lado, también cabía oponer la rebelión física. Afirmé mi
condición de ser humano sin apelar en mi fuero interno a una esencia humana abstracta, sino
descubriendo y cumpliendo completamente en la realidad social concreta mi identidad de judío
rebelde”.
Tema: La pérdida de la confianza en el mundo. JEAN AMÉRY: Más allá de la culpa
y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Ed. Pre-textos. 2004,
pp. 184-185.
“Ser judío no significa sólo soportar en mi interior una catástrofe acontecida ayer y que
no cabe excluir en el futuro, sino que, además de un deber, entraña miedo. Cada día por la
mañana, cuando me levanto, puedo comprobar sobre mi antebrazo la numeración de
Auschwitz: es una cuchilla que roza las entrañas enmarañadas de mi existencia, y ni siquiera
estoy seguro de si queda algún centro ileso. Cada día vuelvo a sentirme, más o menos, como
antaño, cuando la policía me propinó el primer puñetazo en el rostro. Cada día pierdo de nuevo
la confianza en el mundo […]. La vecina saluda educadamente: Bonjour monsieur, por mi
parte devuelvo el saludo, quitándome el sombrero: Bonjour madame. Pero madame y
monsieur están separados por distancias astronómicas, pues ayer fue precisamente una
madame quien esquivó la mirada cuando se llevaban detenido a un monsieur, y un monsieur
observaba a la madame a través de las rejas del coche celular, como a un ángel pétreo oriundo
de un cielo claro y duro, eternamente vedado a los judíos. Leo un bando público en que se
exhorta a la population para que adopte cierta conducta: sacar puntualmente los cubos de
basura u ondear la bandera con motivo de la fiesta nacional. De nuevo uno de estos reinos
extraterrestres donde todo se me antoja tan lejano como en el castillo de Kafka, pues todavía
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ayer la population no se atrevía a ofrecerme refugio y desgraciadamente no está claro que
mañana el vecino demostrase mayor coraje, si me viese precisado de llamar a su puerta”.
Tema: Testigos de Jehová y el nazismo. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 43-44.
Magdalena Kusserow Reuter.
Colegiala alemana testigo de Jehová, Bad Lippspringe.
“Cuando empezó la época de Hitler, veían que nosotros no decíamos Heil Hitler y cada
año se volvía más difícil cuando no lo decíamos. Mi padre quería enseñarnos religión y nos
sacó de las clases e religión. Y una profesora dijo:’los nños Kusserow no son para Hitler,
tienen que irse a Moscú, son comunistas’. Entonces los niños se divertían con nosotros
diciendo. ‘Marchaos a Moscú, no sois de los nuestros, no sois para Hitler’. Mi padre nos
enseñó que decir Heil Hitler significaba que la salvación venía de Hitler, pero la Biblia dice
que la salvación viene de Jesucristo. Nos dijo que teníamoa que elegir, que los auténticos
cristianos serían perseguidos, y que un día quizá también nos perseguirían a nosotros, porque
la Biblia dice que algunos serán asesinados por su fe, por creer en Cristo. Yo nunca imaginé
que esto ocurriría en nuestra propia familia, hasta que llegó”.
Tema: Acoso, intimidación (paliza), muy pronto en 1933. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 46-47.
Beate Bea Green.
Colegiala judía alemana, Munich.
“Un día de 1933 pillé un buen resfriado (tenía ocho años por entonces). Mi madre dijo:
‘quédate en ama’. Así que estaba en la cama cuando se abrió la puerta principal. Normalmente
cuando llegaba mi padre abría la puerta muy resuelto y silbaba y mi hermano y yo corríamos
por el pasillo para ver quién llegaba primero y le daba un beso. Pues bien, para empezar no era
la hora indicada para que él volviese, así que supuse que sería mi madre o la doncella, ninguna
de las cuales estaba en casa, por lo que yo sabía. Pero no entró nadie en mi habitación, al
contrario de lo que yo esperaba. Al cabo de un rato salí de la cama y fui al pasillo, donde, en la
entrada del cuarto de baño, vi la ropa destrozada de mi padre y empapada de sangre.
Fue un gran impacto para una niña de ocho años, pero no había ningún adulto cerca de
quien poder preguntar:’Qué ha pasado’. Así que avancé por el pasillo hasta el dormitorio de
mis padres. La puerta estaba cerrada e hice algo que no había hecho en toda mi vida: llamé a la
puerta y luego abrí. Vi a mi padre subiéndose las sábanas hasta los ojos. Obviamente,
considerándolo ahora, sé que lo hizo para que yo no le viera la cara apaleada. Simplemente me
dijo:’Espera hasta que tu madre vuelva a casa’. Era raro porque él nunca la había llamado ‘tu
madre’, siempre decía ‘Mutti’ [mamá]. Y por supuesto, a su debido tiempo llegó mi mare a
casa. Desde entonces sentí que me protegían de la verdad. Pensaban que si no me explicaban
lo que ocurría realmente no me preocuparía, pero cuando eres niño sin duda te preocupas
mucho más si no sabes las cosas que si las sabes, por muy duro que sea conocer la verdad.
Más tarde oí que mi padre, que era abogado, aquél día -el 10 de marzo de 1933- había
ido al cuartel de la policía para presentar una queja en nombre de uno de sus clientes judíos,
propietario de un gran establecimiento en Munich, que había sido arrestado.Cuando llegó al
cuartel de la policía, alguien le dijo: ‘Doctor Siegel, le llaman en la sala número tal’, que
resultó estar en el sótano. Al llegar allí vio que estaba lleno de matones con camisas pardas
que empezaron a darle una paliza. Le pegaron en los dientes y le reventaron los tímpanos. Lo
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que más le preocupaba a mi padre es que le dañasen los riñones. Así que mantuvo los brazos
en la espalda y por supuesto eso significaba que la cabeza le quedaba desprotegida, y por eso
tenia todas las heridas que tenía. Pero afortunadamente nuestra familia era de cabeza dura y
mucho hueso, y aparte del hecho de que lo apalearon, de que sangró y de que le pegaron en los
dientes, no le rompieron el cráneo
Entonces le cortaron las perneras de los pantalones y le quitaron los zapatos y los
calcetines y le colgaron un cartel en el cuello con la frase’ Soy judío y nunca volveré a
quejarme a los nazis’. Le dieron una vuelta por Munich de ese modo. Se cansaron al cabo de
una hora aproximadamente y le soltaron cerca de la estación de ferrocarril. Cuando se metía en
un taxi, nos explicó que un hombre fue hacia él y dijo con un ligero acento norteamericano:
‘Le acabo de hacer una foto, ¿le importa si se publica?’. Mi padre dijo:’Haga lo que quiera’.
Es decir, no era algo que le preocupase en aquél momento. La fotografía apareció en la prensa
mundial, publicada por Hearst [William Randolph Hearst, magnate de los medios de
comunicación norteamericanos]”.
Tema: Intimidación en el colegio, en las calles. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 50-51.
John Silberman
Colegial judío alemán, Berlín.
“Yo sólo tenía siete años de edad en 1933 y acababa de empezar el colegio el año
anterior. Hubo advertencias de mis padres y otros para que no nos metiésemos en peleas con
las Hitler Jugend (Juventudes Hitlerianas). Las Hitler Jugend eran una especie de boy scouts,
si se le quiere dar esta amable interpretación. Por supuesto no aceptaban a judíos, a los judíos
había que perseguirles y pegarles. A partir de 1933 simplemente se aceptó el hecho de que si
eras un niño judío eras susceptible de ser golpeado, intimidado o lo que quiera que decidieran
hacer contigo. No servía de nada llamar a la policía o a los profesores porque se suponía que
no debían interferir o interesarse siquiera en ayudarte, ya que eras percibido como un enemigo
del Estado […] como no llevábamos insignias con la svástica ni uniformes de las Hitler
Jugend éramos fácilmente identificables. La intimidación y los ataques verbales no se
limitaban a los niños alemanes: era bastante común que algún adulto que no era más que un
matón ignorante te llamara de todo o te pegara. Nos intimidaban continuamente y era algo
totalmente aceptado”.
Tema: Antisemitismo en Polonia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 53.
Roman Halter
Colegial judío polaco, Chodecz
“El antisemitismo existía en Polonia sencillamente porque la enseñanza de la Iglesia
católica era muy mala. Lo que ocurría era que todos los judíos, incluidos los niños, eran
acusados –sobre todo en Pascua y navidades- de haber matado a Cristo…”.
Tema: Antisemitismo en Hungría. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 54.
Gertrud Trude Levi
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Niña judía hungara, Szombathely
“Los domingos mi padre solía llevarme de paseo; sabía mucho de plantas e insectos y
siempre era fascinante ir con él. Recuerdo un domingo en que yo llevaba un bonito abrigo
rojo con calcetines y zapatos negros, y él dijo que quería pasar a ver a una señora que había
dado a luz la noche anterior. Me llevó a una parte de la ciudad que era muy pobre y me dejó en
medio de un gran patio mientras él iba dentro para ver a su paciente. De repente se abrieron las
puertas y empezaron a salir niños, y los mayores empezaron a lanzarme piedras y a llamarme
‘sucia, cerda, judía’. Cuando mi padre salió, yo estaba sangrando y llorando. Le dije a mi
padre: ‘no soy una cerda porque eso es un animal, y no soy sucia porque me he bañado, y ¡qué
significa judía?’. Nunca había oído esa palabra. Me habló de las minorías y de que a veces a
los judíos se les trataba mal. Y yo dije:’Bien, desde ahora seré una judía’ “.
Tema: Situación de los judíos (1937-39). LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.63.
John Silberman
Colegial judío alemán, Berlín
“El negocio de mi padre sencillamente murió. Nadie comerciaba con judíos: no había
género, ni clientes, ni se podía contratar a ningún trabajador. Si lo hacías, estabas a su merced;
podían hacerte lo que les pareciera, podían robarte o asaltarte y no había nada que hacer. Un
judío no tenía derechos. Recuerdo que los amigos gentiles de mis padres no les apoyaron. Al
alemán medio no le importaba: cuantos más judíos se quitasen de en medio, mayor cantidad de
sus activos quedarían a su disposición. La masa de la población alemana estaba
completamente satisfecha con lo que estaba ocurriendo y apoyaba absolutamente a Hitler
siempre que ellos estuvieran en el bando ganador”.
Tema: Antisemitismo en Austria (1938). LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 65.
John Lawrence
Joven judío austriaco, Viena
“Me arrestaron el lunes de Pascua de 1938 y me llevaron al cuartel del barrio. Me dieron
con un rifle y me hicieron tumbar entre el colchón y los muelles de una cama y cuatro de ellos
se pusieron a saltar encima del colchón. Luego me llevaron al piso de arriba (para entonces ya
me habían desnudado hasta dejarme en calzoncillos). Me colgaron por la ventana. ‘¿Le
dejamos ir ahora?’¡Yo tenía dieciséis años, por el amor de Dios, ni siquiera los había
cumplido! Entonces me llevaron escaleras abajo.’Nos hemos olvidado de una cosa: hay que
limpiar las letrinas’. Y tres de ellos me sostenían mientras limpiaban las letrinas con mi
cabeza, con mi pelo. Yo estaba aterrorizado, aterrorizado. No podía defenderme. ¡Si contara
con todo detalle lo que ocurrió en aquel cuartel, no me creerían! Y todos eran austriacos. Vino
un oficial de alto rango de las SS y me salvó de una muerte segura. Les dijo a los austriacos
que querían ley y orden,’no unos matones como vosotros’. Le debo mi vida, de eso no cabe
ninguna duda”.
Tema: Antisemitismo en la Checoslovaquia anexionada. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 69.
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Josef Perl
Colegial judío checo,Veliki Bochkov
“Cuando los húngaros entraron después de anexionarse nuestra parte de Checoslovaquia
a finales de 1938, se deshicieron de inmediato de nuestros profesores y pusieron en su lugar a
profesores húngaros de formación antisemita. El primer día fuimos a la escuela. A partir de
entonces, les dijeron a los niños cristianos que no volvieran a relacionarse con nosotros;
incluso a ellos les costaba entender por qué un día estábamos jugando juntos y amistosamente,
y de repente nosotros éramos diferentes. No me daba cuenta de lo fácil que es lavarle el
cerebro a la gente, porque al cabo de unos días, un amigo con el que solía jugar a la pelota y
que venía a comer a mi casa o yo iba a la suya, de repente me llamó ‘Sucio judío’. Cuando
entraron los húngaros consfiscaron mi poni, y un día volvía caminando de la escuela casa y vi
que había un montón de soldados descansando junto a una alcantarilla. Como niño judío
religioso, yo llevaba unos tirabuzones que caían sobre los hombros, y uno de esos soldados se
levantó, vino hacia mí, sacó su bayoneta y me cortó los tirabuzones. Llegué a casa temblando;
sentía que había perdido una parte de mi cuerpo. Después de eso, me negué a volver a la
escuela; mi educación finalizó, se interrumpió antes de los nueve años de edad”.
Tema: “Noche de los cristales rotos” (Kritallnacht). LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 70.
Susan Sinclair
Colegiala judía alemana, Nuremberg
“Un grupo de hombres, entre siete y diez, irrumpieron en nuestra casa y empezaron a
destrozarlo todo. Encerraron a mis padres en el cuarto de baño, y ellos estaban desesperados
por saber qué estaba ocurriendo con sus hijas. En Aquél momento sólo dos de nosotras
estábamos en casa: mi hermana mayor estaba fuera, en la universidad, y mi hermana pequeña
y yo compartíamos una habitación grande y vi que su cama estaba llena de cristales y que todo
estaba destrozado y los muebles estaban patas arriba. Entonces me sacaron de la cama e
hicieron trizas mi camisón y yo estaba muy acomplejada, como muchas chicas de quince años.
Oí las carajadas de aquellos hombres jóvenes que parecían que estuvieran borrachos, y me
dijeron: ‘Venga, ponte tu ropa, ¿dónde está?’ Y yo dije: ‘En ese armario’ (era un mueble
robusto). ‘Muy bien cógela’. Así que fui a cogerla y cuando llegué ellos se pusieron detrás y lo
empujaron. La verdad es que me habría matado seguro si no fuese porque antes habían
volcado una mesa bastante grande; durante un breve instante la mesa sostuvo al armario y yo
me arrastré debajo. Entonces se pusieron a destrozar el resto de la casa. Mis padres gritaban y
chillaban porque no sabían qué nos estaba pasando; fue realmente espantoso. Luego fueron a
destrozar otras casas. Fue entonces cuando terminó la vida tal como yo la conocía”.
Tema: “Noche de los cristales rotos” (Kristallnacht). LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 74.
John Fink
Electricista judío alemán
“La palabra alemana Kristallnacht –‘la nche de los cristales rotos’- es muy limpia y
bonita, pero no describe de forma apropiada lo que ocurrió. En realidad fue un pogromo
porque mucha gente fue arrestada y asesinada, y se incendiaron tiendas y sinagogas en toda
Alemania [y Austria]. Fue una destrucción planificada de los bienes judíos. Después de eso las
cosas se pusieron muy, muy serias”.
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Tema: Transporte de niños (kindertransport) a Inglaterra. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 79.
Margarita Burkill
Civil británica no judía, Cambridge
“Cuando ocurrió la Kristallnacht en noviembre de 1938, atravesó Gran Bretaña como
una corriente eléctrica: en cada pueblecito, en cada localidad de Inglaterra decían: ‘Debemos
salvar a los niños’. Fue algo bastante fantástico. Gente que nunca antes había pensado en los
nazis, cuando se enteraba de los asesinatos y los incendios, reaccionaba así. En Cambridge nos
lanzamos muy pronto a la acción; yo lo empecé y conseguí que Sybil Hutton se uniera a mí.
Nos responsabilizamos de un buen número de niños en otros lugares, en los pueblos que
rodean a Cambridge. Al cabo de nueve meses, antes del inicio de la guerra, el Kindertransport
había trído a poco menos de diez mil niñoa no acompañados, y habría llegado a los diez mil si
un tren cargado procedente de Checoslovaquia no hubiera sido detenido en Alemania justo al
declararse la guerra. Eran niños checoslovacos huérfanos que, por supuesto, desaparecieron.
Tema: Transporte de niños a Inglaterra. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 81-82.
Hedy Epstein
Colegiala judía alemana, Kippenheim
“Mis padres intentaban ofrecerme una imagen maravillosa de Inglaterra: iría a una gran
ciudad e iría a la escuela.’Aprenderás unn nuevo idioma, harás nuevos amigos, y pronto
volveremos a estar todos juntos, si no en Inglaterra, en Estados Unidos. Sólo es algo
temporal’. Yo quería creer todo eso, pero tenía esa mezcla de sentimientos, y entonces se me
metió en la cabeza, la idea de que mis padres querían desembarazarse de mí. Se lo dije, cosa
que debió de ser muy dolorosa para ellos, porque aunque nunca mostraron su pena, debían de
sentirla. Además, también había judíos que les decían: ‘En momentos como éste, la familia no
se separa, permanece unida’.
Mientras me metían en el tren, seguían sonriendo por lo maravilloso que era lo que yo
iba a hacer. La ventana estaba abierta y me dieron los últimos consejos’: sé siempre educada,
di siempre por favor y gracias (dos palabras que formaban parte de mi limitadísimo
vocabulario). Entonces alguien gritó: ‘Alles einsteigen’ (¡Todos al tren!). Luego vinieron la
sacudida y los quejidos del tren, luego un silbato, y el tren empezó a moverse muy despacio. Y
mis padres, con esa sonrisa casi artificial en la cara, comenzaron a moverse con el tren
mientras este iba saliendo de la estación, y a medida que iba más deprisa ellos también corrían
más, con lágrimas cayéndoles por las mejillas y diciendo adiós con el pañuelo.
Entonces lo supe: realmente me querían, aquello era un gran acto de amor. Me quedé
mirando y vi cómo empequeñecían cada vez más hasta que fueron sólo dos puntos y después
desaparecieron. En aquel momento yo no sabía que nunca volvería a verles. Pero
inmediatamente me senté y les escribí una carta disculpándome y diciéndoles que sabían que
me querían mucho y me habían enviado fuera por eso. Más tarde me respondieron que habían
recibido esta carta”.
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Tema: Comienzo de la guerra en Polonia para los judíos. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp.100-101.
Michael Etkind
Colegial judío polaco, Lodz
“Entonces aparecieron distinto avisos; por ejemplo, no se permitía a los judíos circular
por la calle principal, que había sido rebautizada como Adolf Hitler Strasse. No se les permitía
ir a los parques, a las piscinas, a los cines ni a los teatros. Todo el dinero de los bancos estaba
congelado y las propiedades pertenecientes a judíos quedaron automáticamente confiscadas.
Luego, los judíos tuvieron que llevar un brazalete con la estrella de David para mostrar que
eran judíos; alguien empezó a hacerlos y los comprabas en las esquinas de las calles. La más
mínima desviación del orden comportaba la pena e muerte. Se colgaba a la gente por nada,
sólo para aterrorizar a la población. Yo soy muy escrupuloso y me parecía muy raro que la
gente, movida por el morbo y la curiosidad, fuese a las plazas donde colgaban a los
cadáveres”.
Tema: Comienzo de la guerra en Polonia, saqueo a los judíos. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 104
Michel Etkind
Colegial judío polaco, Lodz.
“Cada pocos días llamaban a la puerta e invariablemente era un soldado alemán, a
menudo con un volksdeutche [un polaco de origen alemán] con una svástica en la solapa, y
simplemente entraban y robaban: a mi madre le quitaron del dedo el anillo de boda, o miraban
en un armario y se llevaban lo que les daba la gana. Era simplemente que un soldado se
asociaba con un vecino que le decía dónde vivían los judíos ricos y entonces iban y se los
quedaban”.
Tema:Comienzo de la guerra en Polonia, matanzas de judíos. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 104.
Roman Halter
Colegial polaco, Chodecz
“ Pocos días después de que empezase la guerra, la mujer del Sturmbahnfürer de las SS
(comandante de las SS) para la que trabajaba entonces dijo:’Tienes que venir esta tarde,
quiero que entregues un mensaje’. Me dio un pedazo de papel e instrucciones y yo fui a hacer
el recado y cuando estaba volviendo a casa del Sturmbahnfürer con la mochila que me habían
dado, oí unos disparos. Así que cogí un atajo a través del bosque hacia la zona donde había
oído los disparos –conocia el lugar como la palma de mi mano- y llegué a un barranco. Fui
hasta el borde del barranco y miré abajo.
Estaban fusilando a mis amigos judíos y las personas que disparaban eran los hombres
que había reclutado el Sturmbahnfürer: todos los gendarmes iban muy bien arreglados y los
jóvenes reclutas llevaban uniforme. El zapatero, tenía dos hijos, un niño y una niña. Eran
gemelos y los pusieron contra un montículo; el niño no quería soltar a su hermana y el
Sturmbahnfürer dijo: ‘Aplastádle el cráneo’, y le aplastaron el cráneo. Yo lo vi todo. Su
hermana gritó y los arrastraron a ambos a un punto determinado y les dispararon.
Me quedé petrificado. Tenían mi edad. Esto ocurrió muy temprano, aún estábamos en el
treinta y nueve. Comprendí que si me pillaban allí me fusilarán al instante, así que me
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escabullí entre los arbustos y finalmente di un rodeo y regresé con esa mochila y se la di a la
mujer del Sturmbahnfürer. Luego me fui a casa. No quise contárselo a mis padres, me lo callé
todo… Llevé ese secreto conmigo, pero me provocó pesadillas durante mucho tiempo.
Después de eso, la vida fue cada vez peor”.
Tema: Eutanasia en Alemania (1940). LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.117
Fritz Moses
Niño alemán, Strehlen, Alemania
“Debo decir que mi padre empezó a tener algunas dudas [respecto al partido] cuando
deportaron a los judíos, y también cuando desaparecieron personas discapacitadas. Ya saben,
en los viejos tiempos cada ciudad tenía alguna clase de… en fin, ahora les llamaríamos ‘tontos
del pueblo’. En nuestro pueblo teníamos a la ‘pobre Marie’, y había una persona que tenía
‘patas de ganso. Siempre estaba delante de las tiendas y ponía la mono para pedir. Siempre
sacaba algo, y había tres o cuatro así y estaban en todas partes. Sólo sé que en esa época mi
madre le dijo a mi padre: ‘Konrad, ese hombre de las patas de ganso… hace tiempo que no lo
veo’ Y él dijo: ‘A él también le han cogido’. La gente sabía lo que había pasado… ya saben, lo
de la eutanasia, la deportación de los judíos; pero la gente lo expulsaba de su mente”.
Tema: Testigos de Jehová. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 117-118.
Magdalena Kusserow Reuter
Joven testigo de Jehová alemana Bad Lippspringe
“Un día, en 1940, la Gestapo vino y se me llevó. Toda mi familia estaba en la cárcel y yo
estaba muy contenta porque me habían dejado sola, siempre con la Gestapo detrás de mí. Pasé
unos dos meses en la cárcel de Bielefed; mi padre, mi madre y mi hermana Hildegard estaban
en prisión. Mis dos hermanos mayores habían sido asesinados. A los niños más pequeños los
metían en reformatorios junto con niños criminales. En la cárcel, todos estábamos en celdas
diferentes y nos veíamos los unos a los otros.
Dos meses después nos sentenciaron: para mi padre, cinco años en la cárcel y cinco años
en un campo de concentración; para mi madre, tres años; para mi hermana, uns dos años en
una cárcel de menores. A mi me cayeron seis meses por ser menor. Estuve sola en una cela
hasta el fin de los seis meses. Cuando llegó mi hora, la supervisora de la cárcel dijo: ‘Mira,
tengo una carta de la Gestapo, debes firmar conforme no seguirás siendo testigo de Jehová y
entonces te dejaré libre’. Le explique que no podía; se puso muy triste, casi se echó a llorar.
Dijo: ‘Ay, qué lástima; cuanto lo siento’. Me llevaron a la Gestapo. Me pidieron que firmase.
Dije: ‘No, creo en la Biblia y así seguiré’; la muerte de mis hermanos Wilhelm y Wolfgang me
dio fuerzas. Tuve que quedarme cuatro meses más hasta cumplir los dieciocho. Entonces me
llevaron al campo de concentración”.
Tema: Acoso, violencia y humillación. Polonia 1940. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 119-120.
Barbara Stimler
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Niña judía polaca, Kutno
“Era febrero de 1940 y yo estaba en la cama con gripe. Hacia las doce de la noche se
oyeron unos golpes terribles en la puerta. Normalmente, cuando entraban, pensábamos que no
tocarían a las mujeres, sólo a los hombres, así que mi padre y su amigo salieron corriendo.
Subieron directamente a nuestra habitación. Mi madre dijo: ‘¡Corre!’. Yo iba en camisón, y
corrí por la nieve sin zapatos; quería ir hasta el ferrocarril, donde nuestros amigos. Pero
atraparon a mi madre en la calle y empezaron a golpearla; más tarde me contó que le habían
dicho que me llamara, pero ella no quiso que yo volviera. Pero cuando la oí gritar de dolor
bajo los golpes que le estaban dando, volví. Me llevaron a la cocina, me desgarraron el
camisón y todas las joyas que llevaba guardadas cayeron al suelo Pero ya vi que no era eso lo
que les interesaba, estaban interesados en otra cosa .Me hicieron ir a la cama. No voy a
explicar lo que hicieron conmigo, pero no me violaron. Mi madre entró y cuando los vio
inclinados sobre mí, corrió a la cocina a por un cuchillo, y pensaba apuñalar a uno de ellos.
Entonces oímos voces alemanas y llegó esa gente. No puedo decirles más. Yo me encontraba
en tal estado que estuve enferma durante seis semanas…
En mayo de 1940 nos llevaron a una fábrica de tabaco abandonada donde sólo había paja
en el suelo. Un día estábamos tumbados en la paja cuando vinieron y llamaron a mi padre. Le
dijeron que se desnudara y bailara. Mi padre era un hombre corpulento y le dieron un libro de
plegarias, y cogieron una pistola y le apuntaron en la oreja. Creímos que iban a dispararle.
Entonces con tres hombres de las SS a un lado y tres más en el otro, lo trataron como si fuese
una pelota, pateándolo. ¡Qué humillación! Luego lo tiraron a la paja. Unos días después nos
despertaron en mitad de la noche y nos hicieron ira una fábrica de azúcar abandonada; todos
los judíos de Kutno estaban allí, unos diez u once mil. Al principio no fue tan malo, pero
luego, cuando llovía se inundaba y teníamos que estar encima de las mesas y las sillas. Unas
semanas después, la gente se moría de hambre; era horrible. Empezaron a arrojar pan por
encima de la valla; si podías pillarlo, para ti, y si no, te quedabas sin”.
Tema: Cooperación local y asesinatos en Lituania. LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 124.
Joseph Harmatz
Joven judío lituano, Vilna
“Cuando estalló la guerra entre Rusia y Alemania yo tenía dieciséis años y medio. Aquel
día habíamos salido a dar un largo paseo y estábamos fuera de la ciudad, cuando oímos caer
las bombas. Al llegar a casa, nos dijeron que había empezado una guerra entre Rusia y
Alemania; pero nadie se esperaba que los alemanes aparecieran en Vilna al cabo de dos días y
medio; creíamos que los rusos tenían un ejército magnífico. Los lituanos apoyaron a los
alemanes; habían estado en contra de la ocupación rusa, así que cooperaron con los alemanes
en contra de los judíos. Para nosotros fue una horrible sorpresa, porque antes de la guerra
convivíamos como amigos; y lo que vimos y oímos después era absolutamente increíble…
Mataron a los judíos de casi todos los pueblos y ciudades en julo y agosto de 1941; sólo
sobrevivieron algunos en los guetos de Vilna, Kaunas y Siaulai. Sin su cooperación, los
alemanes no habrían sido capaces de hacerlo”.
Tema: Persecución a los judíos y colaboradores ucranianos. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 126.
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Alicia Adams
Niña judía polaca, Drobhobycz
“Los alemanes entraron en nuestro pueblo durante la invasión de Ucrania en 1941. Fue
una experiencia aterradora. Llegaron en motocicletas y recuerdo que los miré y eché a correr
hacia casa. No tomaron posesión del pueblo inmediatamente, pero dejaron que los ucranianos
camparan a sus anchas y empezaron el primer pogromo de judíos de Drobhobycz. La familia
entera se ocultó en el desván, les oíamos debajo, entraban y robaban y mataban. Al cabo de
tres o cuatro días los alemanes tomaron el control. Antes de eso habíamos mantenido buenas
relaciones con los ucranianos: yo había vivido cerca de ellos en el campo y jugaba con sus
hijos; nunca me di cuenta de que fuesen antisemitas. Aunque los ucranianos que crearon el
pogromo no eran granjeros, eran gente de ciudad; también odiaban a los rusos y destrozaban
las imágenes de Lenin y Stalin en medio del pueblo”.
Tema: Fusilamientos en el Este, Einsatgruppen. LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 127-128.
Jack Shepsman
Joven judío polaco, Nowogrodek, Bielorrusia
“Un día los alemanes llegaron con camiones y recogieron a todos los judíos y los
arrojaron a los camiones. Al ver lo que estaba ocurriendo, les supliqué a mis padres: ‘Venid
conmigo; yo no me meto en ese camión’. Teníamos un jardín muy grande con un pequeño
montículo al final y yo me subí allí y miré a la calle, donde lo vi todo: recogían a gente que
gritaba y lloraba. Vi a mi familia saliendo de la casa; los soldados les estaban gritando y
pegando…’¡Deprisa al camión!’. Entonces todo quedó en silencio. Me escondí durante cuatro
días bajo el heno del cobertizo y salí la noche del cuarto día. Más tarde supe que mi familia no
había tenido ninguna oportunidad: los llevaron a un lugar donde empezaba el bosque y donde
habían cavado largas fosas, y cuando bajaron del camión había soldados esperándoles con
ametralladoras que disparaban a la gente día y noche. En aquella época fusilaron a unas
cincuenta mil personas, no sólo de Nowogrodek sino de toda la zona circundante”.
Tema: Deportaciones al este de judíos alemanes. LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 133-134.
Ruth Foster
Joven judía alemana, Lingen
“En diciembre de 1941, mis padres recibieron instrucciones para ser deportados al ‘Este’
el 10 o el 12 de diciembre. Siendo hija única, me ofrecí a ir con ellos. Mientras tanto los judíos
tuvieron que abandonar sus casas y meterse en casas Juden, sólo para judíos. Habá toque de
queda desde las seis de la tarde hasta las siete de la mañana, también teníamos cartillas de
racionamiento especiales marcadas con una J, que significaba Juden [judio]. Y sólo en
determinados momentos podíamos ir a comprar e incluso en determinadas tiendas…El
transporte en el que estábamos nosotros se llamaba ‘Bielefeld Transport’. Acabamos en el
gueto de Riga, en Letonia”.
Tema: Deportación al Este. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 134.
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John Fink
Electricista judío alemán, Berlín
“La población judía de toda Alemania tenía que trabajar. Mi padre tenía que trabajar en
el ferrocarril, mi madre tenía que trabajar en una fábrica y mi hermana trabajaba como
modista. Supimos que estaban enviando fuera a la gente a principios de 1941. Cogían a
personas, sobre todo a las personas mayores, y nadie sabía lo que ocurría con ellas. Oímos que
los enviaban al ‘Este’. En aquella época no sbíamos gran cosa de los países extranjeros, ni
siquiera de dónde estaba el ‘Este’. No sabíamos que los enviaban a Riga o a Lublin, en guetos.
En 1943, Goebbels quiso hacerle a Hitler un regalo de cumpleaños: decirle que Berlín estaba
Judenfrei [libre de judíos]. A mí me enviaron fuera de Berlín el 12 de marzo de 1943, en uno
de los últimos grandes transportes”.
Tema: Guetos. Breve información básica. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 139-141.
“Los primeros guetos se montaron en Polonia e iban a establecer un modelo para la red
que más tarde se extendería por todo el mapa de Europa oriental. En octubre de 1939,
siguiendo las directrices del jefe del Departamento de Seguridad Reinhard Heydrich, se instaló
el primer gueto en Piotrkow. A éste pronto le siguió otro, establecido en Ramdomsko en
diciembre de 1939. Hacia mediados de 1941, casi todos los judíos de la Polona ocupada
habían sido obligados a entrar en guetos, incluidos los de las ciudades de Lodz y Varsovia
(1940) y Cracovia y Lublin (1941). En noviembre de 1941 se instaló un gueto modelo con
categoría de interés turístico en la fortaleza del siglo XVIII de Terezin (Theresienstadt en
alemán). Con la invasión alemana de la Unión Soviética se establecieron otros guetos,
incluidos los de Kovno, Riga, Vilna y Minsk, para albergar a las grandes comunidades judías
de la Unión Soviética occidental y los Estados bálticos […].
Además del hacinamiento extremo, a los judíos se les hacía pasar hambre
sistemáticamente y trabajar hasta morir […].
La vaga frontera entre cooperación y colaboración creó enormes dilemas alos líderes
judíos. Con la intensificación de las deportaciones al ‘Este’ entre marzo de 1942 y febrero de
1943, una de sus prestaciones más penosas consistía en proporcionar listas de deportados.
Algunos, como Adam Czerniakow, del gueto de Varsovia, al enterarse de que era l a muerte y
no el trabajo lo que esperaba a sus judíos ‘realojados’, se suicidó para no formar parte de los
crímenes nazis. Otros, como Chaim Rumkowski, del gueto de Lodz, cooperaron hasta lo que
más bien parecía colaboración, alegando que al menos parte de la comunidad sobreviviría”.
Tema: Gueto de Varsovia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 146.
Jerry Koenig
Niño judío polaco, gueto de Varsovia
“La situación en el gueto de Varsovia era verdaderamente horrorosa; la comida, el agua y
las condiciones higiénicas eran inexistentes. No podías lavar, la gente tenía hambre y era muy
vulnerable a las enfermedades debido a su estado debilitado. Es asombroso lo que le ocurre a
la gente cuando se ve privada de sus necesidades básicas. Mi hermano y yo no teníamos
escuela y la única distracción era pasear. Era increíble la cantidad de personas muertas que
veías en las calles. Cuando volvíamos a casa después de pasear, era obligatorio quitarse la ropa
para buscar piojos, porque eran los que traían el tifus y la fiebre tifoidea. La única forma de
109
poder sobrevivir era complementar la dieta con productos comprados en el mercado negro.
Pero ya se imaginaran que si los vendedores arriesgaban su vida para obtener esos productos,
el precio tenía que ser extremadamente alto. Así que no era ningún secreto en la familia que
nuestros recursos económicos acabarían terminándose y que nos enfrentaríamos a la misma
situación que los demás”.
Tema: Gueto de Varsovia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 149.
María Ossowski
Joven polaca, Varsovia
“La tragedia de los niños que salían del gueto para mendigar comida era que no hablaban
polaco -procedían de lugares remotos de la Polonia oriental y sólo hablaban yiddish- , así que
era realmente difícil ayudar a esa gente porque si no les explicas unas cuantas cosas, ¿cómo
prestarles la ayuda realmente adecuada? Un día, lo recuerdo perfectamente, uno de estos
chicos apareció en nuestra calle. Mi tía le hizo entrar y le dio un baño, porque el pobrecito
estaba lleno de piojos y suciedad, así que lo limpió y lo alimentó. Y yo tuve que ir corriendo a
casa de una amiga donde había niños pequeños y llevarle al chico algo de ropa limpia, sin
decir por qué la necesitaba de pronto Antes del toque de queda volvimos a dejarlo en la calle;
no había otra salida y él se alejó en la única dirección que podía. Esperábamos que volviera
otra vez, pero nunca lo hizo. Polonia era el único país donde había pena de muerte por ayudar
a un judío, y era para ti y para tu familia”.
Tema: Gueto de Riga, exterminio. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 149-150.
Ruth Foster
Joven judía alemana, gueto de Riga
“Cuando dejamos el tren estábamos entumecidos, apenas podíamos andar porque
estábamos a veinte grados bajo cero y un montón de gente sufría congelación. Tuvimos que
dejar nuestro equipaje de ano en una pila. El viento aullaba y había hielo y nieve en la
carretera. Tuvimos que ponernos en filas de a cinco y caminar hacia el gueto de Riga.
Hombres de las SS con rifles, porras y perros grandes nos arreaban y gritaban por los
megáfonos: ‘Los que no puedan andar –gente mayor y madres con sus hijos-, no hace falta que
sigan caminando, hay unas furgonetas esperándoles. Súbanse a esos camiones y pronto
volverán a encontrarse con sus seres queridos’. Más tarde supe que esos camiones eran
cámaras de gas móviles donde se gaseaba a la gente y luego los llevaban al bosque y los
enterraban, a algunos aún vivos. Pero en aquel momento no lo sabíamos, sólo sabíamos que
esas furgonetas grises nunca llegaban al campo. Por el camino ocurrió un incidente horrible.
Delante de nosotros había una pareja joven que vivía no muy lejos de Lingen. El padre llevaba
aun niño pequeño de la mano y la madre llevaba a otro en brazos. Uno de los S se acercó y le
dijo al niño: ‘¿Quieres un caramelito?’. El niño respondió que sí muy tímidamente. Así que el
SS dijo: ‘Abre la boca’. El niño la abrió y le disparó en la boca. Mi padre dijo:’¡Dios mío, qué
es lo que va a ocurrir aquí!’ “.
Tema: Masacres en el gueto de Riga. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 151.
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Ruth Foster
Joven judía alemana, gueto de Riga
“Más tarde descubrimos que tres días antes de nuestra llegada, habían matado a treinta
mil letones judíos que vinieron al gueto desde Riga y los pueblos circundantes. Les hicieron ir
a un bosque cercano donde previamente los prisioneros de guerra rusos habían cavado tumbas
para ellos; tuvieron que desnudarse completamente, dejar su ropa bien ordenada y luego ir
hasta el borde de las fosas, donde los acribillaron con ametralladoras. Así, pues, cuando
llegamos al gueto de Riga vivimos en las casas de las que habían sacado a aquella pobre gente
para asesinarla”.
Tema: Gueto de Lublin, colaboración de los polacos. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 152.
Kitty Hart-Moxon
Joven judía polaca, gueto de Lublin
“La saturación en el gueto de Lublin era lo peor, porque en 1942 trajeron a miles de
personas de otros países, personas que no conocían el idioma, no podían comunicarse con la
población local y no tenían un lugar donde vivir. Al menos nosotros conocíamos el idioma, no
podían comunicarse con la población local y no tenían un lugar donde vivir. Al menos
nosotros conocíamos el idioma y pudimos encontrar alojamiento porque mi padre aún tenía
algunas posesiones con las que pudo hacer un trueque. Pero la gente de esos otros países no
podía hacer lo mismo, no tenía ningún medio de ganarse la vida o encontrar comida. A mí me
cogieron muchas veces saliendo en busca de comida y la mayoría de las veces me
denunciaban y los polacos me cogían. Ya ven que no lo hacían los alemanes, realmente ellos
no podían identificar a los judíos; desgraciadamente los polacos identificaban a los judíos para
los alemanes. Así que cuando iba en busca de comida al lado ‘ario’ y cambiaba bienes que mi
padre me había dado –a lo mejor aún le quedaban algunas joyas que yo tenía que vender- eran
los polacos quienes decían: ‘¡Eh ésta es judía! ¡Oh, deprisa, ahí hay una patrulla, será mejor
que se la entreguemos!’. Y muy a menudo me entregaban a una patrulla, ésta me pegaba y me
devolvía al gueto sin haber podido traer nada; o incluso me llevaban a algún cuartel alemán a
fregar suelos.
Creo que el gueto fue una época de un miedo increíble pero poco a poco te
acostumbrabas al miedo y creo que corrías riesgos y realmente te volvías temerario. Fui testigo
de un montón de ejecuciones en el gueto; la mayoría tenía lugar durante las redadas. Arrojaban
a las personas por las ventanas y a los que se resistían simplemente les disparaban o les
aporreaban hasta la muerte con las culatas de los rifles; la gente moría antes que hubieran
podido meterla en los camiones”.
Tema: Gueto de Varsovia, incredulidad ante las noticias de campos de exterminio.
LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.
157.
Stanley Faull
Joven judío polaco, gueto de Varsovia
“ La opción más fácil ra presentarse en la estación de ferrocarril para el trabajo que
habían prometido en el Este y decirte a ti mismo:’ Mira, tendremos nuestro pan, tendremos
nuestro trabajo, estaremos juntos como una familia, y si tenemos que ayudar en la campaña
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militar, bueno, pues tenemos que ayudar; al menos sobreviviremos’. Decenas de miles de
personas fueron y desde entonces nunca se supo de ellas. El’ trabajo’ no era trabajo sino
exterminio: iban a Treblinka y a otros centros de exterminio. En 1942 una gente se escapó de
esos campos y volvió y contó la historia. Y los ancianos de la comunidad escucharon y
dijeron: ‘Es increíble, no podemos creerlo porque no podemos imaginar que una raza culta
como la alemana tenga una política por la que gasean a la gente y la queman; no es posible.
Yo escuchaba –entonces tenía unos doce años- y aún hoy puedo visualizar a esa gente;
a mí me parecían unos fantasiosos que contaban esa historia para asustarnos, porque era
inhumano hacer algo así: ¡llevarlos en vagones de ganado, seleccionarlos, quitarles la ropa,
gasearlos y quemarlos! La verdad era inconcebible en 1942. Y mi padre dijo: ‘Pase lo que
pase, aun si tienen razón, nos quedaremos aquí el mayor tiempo posible”.
Tema: La policía judía en el gueto de Varsovia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 160-161.
Martin Parker
Interno judío polaco, gueto de Varsovia
“En julio de 1942, cuando empezaron las grandes deportaciones, la policía judía recibió
la orden de llevar cada día a seis mil personas para ir al ‘este’ y si no llevaban a sie mil
entonces tenían que llevar a sus propios parientes y amigos. Esta policía se volvió despiadada;
tenían carros tirados por caballos, cerraban una casa, todo el mundo tenía que bajar e iban a la
puerta sacando a la gente. No les apreciábamos: sabíamos que eran traidores y les
detestábamos por cooperar con los alemanes. Yo no lo haría por nada del mundo. Trabajaban
porque pensaban que podían salvarse así mismos y a sus familias y conseguir un poco de
comida. Finalmente, cuando se hizo más difícil cubrir el cupo, rompían las puertas y
arrastraban a las personas afuera, las empujaban escaleras abajo y las metían en los carros”.
Tema: Sacrificios extremos: muerte de un bebé. Gueto de Varsovia. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 161.
Edyta Klein Smith
Niña judía polaca, gueto de Varsovia
“Durante la época de las severas selecciones de 1942, intentaban coger a la gente cuando
corría a sus casas después del trabajo. Aquel día nosotros estábamos corriendo y vimos que no
conseguiríamos llegar a nuestra casa. Entonces mi padrastro recordó que alguien tenía un
escondrijo en un edificio cercano y corrimos hacia ese edificio. El escondrijo era muy
pequeño y estaba atestado, pero nuestros parientes estaban allí y nos dejaron entrar. El muro
estaba tan completamente cerrado por el lado exterior que no podías ver nada. Los alemanes
recorrían el edificio gritando y aporreando las puertas. Una de las mujeres tenía un bebé que
comenzó a ponerse inquieto y a llorar. Nadie dijo nada. Ella no dijo nada y ahogó al bebé. Yo
sólo me di cuenta de que lo había matado cuando terminó la batida y abrieron el muro. Ella
sencillamente nos miró y se alejó caminando”.
Tema: El sacrificio de Korczak, médico y encargado del orfanato, gueto de
Varsovia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona
2006, pp. 161-162.
112
Danny Faklner
Interno judío polaco, gueto de Varsovia
“En esta época yo estaba escondido en un sótano de una calle que daba a las
Umschlagplatz, la plaza donde congregaban a los deportados qe enviaban aTrablinka. Era un
caluroso día de verano y Korczak conducía a un grupo de niños –quizá unos cien o doscientos, y los conducía a la Umschlagplatz. Korczak era médico de profesión pero no quería entrar en
el servicio médico normal y tratar a quienes podían pagar. Quería darle a la sociedad lo que
creía que la sociedad necesitaba. Se convirtió en director de un orfanato judío, y luego de un
orfanato mixto con niños judíos y no judios. En el gueto le resultaba muy difícil mantener el
orfanato, porque no había fondos, pero solía hacer la ronda con un saco para recolectar comida
para los huérfanos. Era una figura destacada en los círculos científico y educativo y escribió
muchos artículos sobre la crianza y el cuidado de los niños. Me contaron que se le acercó un
alemán antes de que entrara en la Umschlagplatz y le dijo que él podía salvar la vida, pero que
los niños tenían que ir. Rechazó el ofrecimiento, diciendo: ‘Adonde vayan mis niños, debo ir
yo también’. Y por supuesto, pereció en Treblinka”.
Tema: Gueto de Lodz, papel de Rumkowski. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 163.
Roman Halter
Joven judío polaco, gueto de Lodz
“En un momento dado vinieron las SS y le dijeron a Rumkowski [lider del Consejo
Judío] que tenía que suministrar un número determinado de niños. Y Rumkowski convocó una
reunión a la que teníamos que asistir. Se puso en la plaza de Lodz y dijo: ‘Hago un
llamamiento para que entreguéis a vuestros hijos. Nos lo han exigido; para que podáis
sobrevivir vosotros, vuestros hijos deben de ser entregados’. Ahí estaba, de pe, profiriendo
esas palabras. El discurso de Rumkowski me pareció terrible. Llegado cierto punto tienes que
decir:’No, esto no lo haré, esto no lo diré’ “.
Tema: Gueto de Lodz, otro punto de vista sobre Rumkowski. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 163-164.
Michael Etkind
Joven polaco, gueto de Lodz
“Algunos le reprocharon a Rumkowski su comportamiento, pero muchos otros no. De
haber sobrevivido, alguien le habría matado después de la guerra; tal como fue, le mataron en
Auscwitz. Pero indirectamente, gracias a él sobrevivieron más personas en el gueto de Lodz
(por más tiempo) que en ningún otro; no los que él quiso que sobrevivieran –él mismo, su
familia y sus amigos- sino personas como yo. Él colaboraba, pero ¿podríamos acusar de
colaboración a los soldados británicos que construyeron el puente sobre el río Kwai? Aquellos
a quienes puso en la lista de deportados porque no estaban trabajando le odiaban y estaban
resentidos; pero las personas que sobrevivieron gracias a él le estaban muy agradecidas.
Czernikow, en el gueto de Varsovia se encontró en la misma situación, y cuando allí tuvo
lugar el toque de queda para las deportaciones en masa, más o menos en la misma época en
que el gueto de Lodz estaba siendo liquidado, se suicidó, tomó veneno y se mató. ¿Qué
pensarían de un capitán que, cuando el barco está a punto de hundirse, toma veneno o salta por
la borda? Es imposible juzgar”.
113
Tema: Matanza de gitanos en el gueto de Lodz. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 167.
Mitchael Etkind
Joven judío polaco, gueto de Lodz
“Hacia 1942 se formó un campo de gitanos en el extremo del gueto.Creo que llevaron
allí a unos cinco mil. Era invierno, hacía mucho frío. Cogieron un bloque de casas de pisos y
rompieron todas las ventanas para que se congelaran hasta morir. A uno de los carteros le
venía de camino en su ruta al cementerio y vio lo que estaba ocurriendo. No les dieron nada
de comida, y luego la Kripo, que era la policía criminal, una rama de la policía alemana, entró
para apuñalarlos y asesinarlos. Y mientras lo hacían obligaban a alguno de los gitanos a tocar
el violín. El cartero cuya ruta pasaba por allí vino con unas historias espantosas durante un par
de semanas, mientras duraron esos asesinatos. Entonces los conductores judíos de carros de
caballos tenían que llevar los cadáveres al cementerio, donde los enterraban en fosas comunes:
hombres, mujeres y niños…hambrientos, congelados hasta morir o asesinados, unos cuantos
cientos de cadáveres cada día. Se dio el caso de que los alemanes estaban montando guardia
entre el gueto y el campo de los gitanos y uno de los alemanes lanzó un bebé envuelto en una
manta; el guardia lo estuvo pateando como si fuese un balón de fútbol hasta que quedó
colgado de la alambrada”.
Tema: Sublevación del gueto de Varsovia, información básica. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 173-174.
“El levantamiento del gueto de Varsovia es quizá la más célebre de todas las rebeliones
en guetos […]. Cuando empezó la liquidación definitiva del gueto en abril de 1943, los
setecientos cincuenta –mal armados- hombres y mujeres judíos miembros de la ZOB se
alzaron en una batalla desesperada contra las dos mil experimentadas Waffen de las tropas de
las SS y su apoyo ucraniano. Lucharon durante veinte días […]. El 16 de mayo, la resistencia
ya prácticamente había cesado y los alemanes empezaron a arrasar el gueto. Cincuenta y seis
mil judíos fueron capturados y enviados a campos de concentración, y unos siete mil murieron
durante la rebelión”.
Tema: Ejemplos de guetos y deportaciones. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 181.
“El modelo gueto-campo de Terezin (Theresienstadt en alemán) se había instaurado en
noviembre de 1941 para alcanzar un objetivo: el propósito principal, como explicó Eichmann,
era ‘mantener las apariencias’. Entre los internos estaban los llamados ‘Prominente’,
personalidades famosas: judíos alemanes de más de sesenta y cinco años, veteranos inválidos
de la Gran Guerra y judíos condecorados con la Cruz de Hierro de Primera Clase durante esa
misma guerra. Dada su categoría de lugar de interés turístico, el gueto se exhibió bajo la
supervisión de Adolf Eichmann, a los delegados de la Cruz Roja alemana el 28 de junio de
1943 y al Comité Internacional de la Cruz Roja el 23 de junio de 1944, cuando se realizaron
dos filmes con fines propagandísticos. Al aceptar inspeccionar solamente esas dos zonas
cuidadosamente elegidas y calificadas de Verchönerungsaktionen -embellecimiento- por los
nazis,los delegados jugaron según las normas de los alemanes, otorgando a Terezin una pátina
de respetabilidad en un momento en el que estaban trabajado a todo ritmo metiendo a sus
114
prisioneros en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau, por entonces el principal campo de
exterminio.
La guetización y deportación de judíos de Tesalónica tuvieron lugar en la primavera de
1943. La deportación de judíos desde el centro, el oeste y el sur de Grecia y las islas de Rodas
y Corfú tuvo lugar en la primavera y el verano de 1944. En total, más del 85% de la
comunidad judía griega previa a la guerra, unas ochenta mil personas, perecieron en el
holocausto. Los ultimos guetos fueron los que se establecieron en Hungría después de la
ocupación alemana de marzo de 1944. Para entonces, la mayoría de los guetos anteriores
habían sido despoblados o liquidados (los internos en mejor forma eran seleccionados como
mano de obra esclava, y a la mayoría se les deportaba para ser exterminados). Debido a su
utilidad para la campaña militar, el gueto de Lodz no fue liquidado hasta agosto de 1944.
Terezin duró hasta el final de la guerra”.
Tema: La pérdida de dignidad y humillación le condujo a la muerte. LYN SMITH,
Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 193-194.
Roman Halter
Joven judío polaco, gueto de Lodz
“Hacia 1944 nos estábamos convirtiendo en una fábrica de metal bastante importante.
Realizábamos un trabajo más delicado y preciso, y muchos pensábamos que eso nos daba
mayores oportunidades de sobrevivir. Entonces, a principios de verano de 1944, nos dijeron
que habría una inspección de alto nivel y todo tenía que estar muy limpio y el trabajo en orden.
En esa época teníamos una pareja llegada de Alemania. Él era un ingeniero altamente
cualificado, un espíritu muy creativo y capaz. Todos hacíamos cola para recoger nuestra sopa
con nuestros recipientes de aluminio y luego volvíamos y la devorábamos, pero él y su esposa
–que también trabajaba en la fábrica de metal- se sentaban y extendían unas servilletas encima
de la mesa, primero se tomaban el líquido de la sopa y luego ponían las patatas sobre la tabla
de cortar el pan, espolvoreaban sal y pimienta, cortaban las patatas y conversaban mientras
comían. Era algo que me tenía fascinado; parecía ridículo y un día les pregunté por qué lo
hacán. Respondieron: ‘Si pierdes tu dignidad, entonces estás perdido y realmente te conviertes
en lo que ellos quieren: Untermenshen [subhumanos].
El ingeniero alemán lo sabía todo sobre los metales e inventó una máquina para hacer
balas rápidamente sin que se estropearan. Así pues, cuando llegó la inspección, todos los jefes
de la metalstería formaron una fila junto con este ingeniero. Albert Speer [Ministro de
Armamento y Producción de Guerra] llegó con otros de su departamento y algunos SS. Fue
hombre por hombre a lo largo de esa fila de jefes de sección sin estrecharles la mano. Entonces
le señalaron que aquel ingeniero era el hombre que había inventado la máquina de hacer
balas. Y aquel escuálido ingeniero estaba ahí de pie, con la más alta condecoración alemana en
el pecho, que había ganado durante la Primera Guerra Mundial. Y Speer habló con él; por
supuesto, el ingeniero hablaba muy bien alemán: él mismo se sentía alemán y su familia
llevaba cientos de años viviendo allí. Hablaron casi como iguales.
El equipo de inspección pasó, y entonces el coronel de las SS vio la condecoración. Se
paró y dijo: ‘¿Dónde la has comprado?’ Y él contestó: ‘Luche por ella’, y dio los nombres de
los lugares donde había luchado. El SS dijo algo a otro SS que estaba detrás de él y éste tiró de
la condecoración; el ingeniero cayó al suelo. Entonces el SS le puso el pie en el pecho y la
arrancó. Speer se quedó ahí mirándolo, impasible, como si viese volar una mosca. No dijo
absolutamente nada. Su rostro no mostró sorpresa, pena ni empatía; se limitó a mirar. Y
cuando a ese hombre ya lo habían despojado de su Cruz de Hierro, nuestro jefe dijo: ‘pido
permiso para recogerlo, porque tiene que explicar la máquina’.
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Al día siguiente murió, y dos días después murió su esposa. De algún modo, parecía que
le hubieran arrancado el corazón junto con esa medalla”.
Tema: Llegada a Auschwitz. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 205.
Leon Greenman
Interno judío británico, Auschwitz-Birkenau
“Nos echaron del tren y nos dejaron ahí esperando. Debían de ser las dos y media de la
madrugada. Estaba oscuro y una luz azul pálido brillaba en el andén. Vimos a unos cuantos
hombres de las SS paseándose arriba y abajo. Separaron a los hombres de las mujeres. Así que
yo estaba a la derecha al frente de los hombres y podía ver a mi esposa ahí con el niño en
brazos. Me lanzó un beso y me mostró al bebé. De pronto, una de las mujeres corrió desde
donde estaba hacia su esposo, histérica. Tal vez intuyó algo. A mitad del recorrido fue
interceptada por un oficial de las SS que la golpeó en la cabeza con la porra. Ella cayó al suelo
y él le pateó el estómago. Luego, un prisionero con uniforme a rayas nos ordenó seguirle. En
fin, giramos a la izquierda y recorrimos un breve trecho durante dos o tres minutos. Llegó un
camión, se detuvo cerca de nosotros, y en el camión estaban todas las mujeres, niños y bebés,
y en el centro estaba mi esposa de pie con el niño. Estaban de pie bajo la luz, como hecho a
propósito para que yo pudiera reconocerlos. Una imagen que no olvidaré nunca. Se suponía
que todas esas personas tenían que ir al baño a limpiarse, comer y vivir. Pero en lugar de eso
tuvieron que desnudarse y entrar en las cámaras de gas, y dos horas más tarde aquella gente se
había convertido en cenizas, incluidos mi esposa y mi hijo”.
Tema: El Sonderkommando. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 212.
Michael Honey
Joven judío checo, Auschwitz-Birkenau
“El capataz de los Sonderkommando [personal judío obligado a trabajar en las cámaras
de gas y los crematorios] me dijo:’Tenemos que vaciar las cámaras de gas cargando los
cuerpos en unos carros, carros sobre rieles como se ven en las construcciones. Tienes que
tirarlos a esos carros porque no son carros fijos, son volquetes. Así que tenemos que lanzarlos
en alto hacia esos volquetes y luego llevarlos sobre raíles al crematorio, donde se queman. Hay
varias hileras de hornos y cada uno es lo bastante grande para que quepan tres. Así que
cogemos a un hombre o una mujer gordos, a una persona más pequeña y a un niño. De este
modo ahorramos combustible. La grasa de la persona gorda ayuda a quemar a los otros’. Dijo
que lo más difícil era colocar a los que venían del campo y morían por causa natural, porque
estaban tan consumidos que no había nada de grasa en ellos. Necesitaban tanto combustible
que los alemanes detenían la cremación y dejaban allí los huesos para que el siguiente lote los
quemase hasta convertirlos en ceniza’.
Tema: Morir en la cantera de Mauthausen. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 215.
Premsyl Dobias
Interno checo de los Sudetes, Mauthausen
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“No han sobrevivido muchos que puedan recordar la cruel matanza de los judíos
prisioneros en 1942 en aquella cantera de granito. Yo fui testigo. Mientras estábamos
trabajando debajo de la cantera, nos dimos cuenta de que arriba, en un precipicio muy
escarpado, estaban reuniendo a prisioneros. Nos pidieron que despejásemos una zona allí
debajo. Posteriormente supimos que las personas asesinadas eran judíos, porque cuando los
vimos muertos en el fondo, nos dimos cuenta de que llevaban marcada la estrella de David en
las chaquetas.
De repente vimos que habían tirado a un prisionero desde el precipicio empinado; se
golpeó en un costado; podíamos ver la sangre, y cayó directamente al fondo, donde había un
pequeño lago o estanque. Mientras lo mirábamos, horrorizados, nos dimos cuenta de que, en lo
alto, había un círculo de SS detrás de los prisioneros. Éstos eran empujados cerca del borde
mientras lo mirábamos; obligaban al de atrás a empujar a la persona que tenían delante hasta
que llegaba su turno. Por debajo había un escarpado desnivel de unos cien pies, diría yo, y se
ahogaban en el lago. Ahora hay un monumento en ese lago que conmemora tal acción. En
aquel momento, los nazis se reían llamando ‘paracaidistas’ a aquellos que eran empujados
hacia la muerte”.
Tema: Perspectiva femenina y supervivencia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 226.
Kitty Hart- Moxon
Joven judía polaca, Auschwitz-Birkenau
“Los hombres jugaban con una enorme ventaja porque muchos tenían entre veinte y
cuarenta años y tenían profesiones, y los alemanes necesitaban sus aptitudes para el campo;
había cerrajeros, carpinteros, constructores, albañiles, sastres…Los alemanes los valoraban
mucho. También había profesionales: médicos, farmacéuticos…En cambio, las mujeres eran
sobre todo adolescentes; si eran mayores, no podían entrar en el campo: en primer lugar
estaban en edad de procrear, así que tal vez pudieran quedarse embarazadas, y a una mujer
embarazada no se le permitía vivir. Además, muchas mujeres llegaban con sus hijos y, puesto
que no dejaban vivir a ningún niño, las mujeres y los niños iban directamente a la cámara de
gas. Así, la mayoría de las mujeres que entraban en el campo eran adolescentes sin aptitudes, a
lo mejor eran enfermeras, pero no necesitaban ninguna aptitud especial para ser enfermera en
Auschwitz. Por lo tanto, las adolescentes eran utilizadas para trabajo manual y por supuesto la
mortalidad era muy alta. Dicho esto, las chicas eran más fuertes mentalmente, no eran
propensas a la depresión, como creo que eran los hombres. Cuidaban las unas de las otras,
formaban pequeñas familias. Yo creía fervientemente que no podías sobrevivir por ti mismo;
protegías a tus amigas, luchabas por ellas del mismo modo que luchabas por tu propia vida.
Los hombres tenían tendencia a sobrevivir solos, y eso era algo muy difícil de hacer.
Tema: La orquesta de Auschwitz. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 230.
Anita Lasker-Wallfisch
Concertista de chelo judía alemana, Auschwitz-Birkenau
“Nuestro trabajo era tocar marchas por la mañana y por la noche en el umbral del campo,
mientras la gente salía –había un montón de fábricas por allí, como Buna e I.G. Farben- y
miles de personas iban a trabajar, y marchaban al ritmo de la música. Eso hacíamos por la
mañana y por la noche, y durante el día volvíamos al bloque y sacábamos toda clase de
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música y teníamos un equipo de gente que copiaba la música después de ser orquestada…Así
es como se salvó todo un grupo de gente, haciendo de copistas. Y luego nos aprendimos esas
piezas y tocábamos para entretener a los alemanes: venían y querían escuchar un poco de
música, especialmente después de las selecciones, cuando estaban bastante agotados por el
esfuerzo de seleccionar a gente para enviarla a la cámara de gas”.
Tema: Esconderse (resistir) para sobrevivir. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 247-248.
Adam Adams
Joven judío polaco, Lublin
“María Cekalska vivía en una casita a las afueras de Lublin con sus tres hijos: un chico
de quince, otro de siete y una niña de un0s diez. Era católica, una mujer corriente con muy
buen corazón. Fueron su buen corazón y su fe en Dios los que la llefaron a escondernos. Tras
la liquidación del gueto de Majdan-Tataarski, la policía colgó el aviso de que fusilarían a
cualquiera que escondiera judíos, por lo que estaba terriblemente asustada. Entonces, un primo
suyo, un volksdeustche [polaco de origen alemán], vino a vivir a la casa, así que cavamos un
agujero en el sótano, de poco más de un metro de largo por un metro de ancho, y nos
trasladamos a ese agujero.
Era como una tumba pero con una abertura con tapa por si acaso los alemanes entraban a
mirar.. En el suelo teníamos paja, con un cubo para nuestras necesidades que el chico venía y
vaciaba por las noches. Vivimos allí entre siete y ocho meses, en completa oscuridad y
devorados por los piojos. Los primeros días lloramos amargamente por la pérdida de nuestros
padres. Entonces nos entró el hambre y fue cuando empecé a vivir otra vez. Estábamos
realmente hambrientos porque aquella mujer era muy pobre y tenía que alimentar a sus tres
hijos y al primo volksdeutsche. A veces hacía pastel de patatas y el chico más pequeño nos
lanzaba un poco. Por lo tanto, ocho meses de un hambre terrible y un miedo terrible porque el
volksdeutsche, que no sabía de nuestra existencia, estaba arriba.
Imaginen: ocho meses sin lavarse, sin cambiarse y en total oscuridad. Perdí la noción del
tiempo. Sobrevivimos sólo porque éramos muy jóvenes. Teníamos tanta hambre que una vez,
cuando nos dieron una patata hervida y la dividimos, los dos pensamos que el otro había
cogido la parte más grande y nos peleamos; nos arañamos y nos hicimos sangre por esa patata.
Vivimos así durante unos ocho meses, y entonces el ejército ruso avanzó hacia Lublin. Cuando
el ejército alemán se estaba retirando, salimos de ese agujero. Parecíamos cadáveres”.
Tema: Raoul Wallenberg, Justo entre las Naciones. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 254-255.
John Dubai
Niño judío-católico húngaro, Budapest
“Los rumosres sobre la recogida de judíos y las presiones crecientes a los judíos en las
zonas rurales debieron llegar a Budapest a principios de 1944. Pero la implicación real de todo
aquello llegó a casa el 19 de marzo, cuando el ejército alemán ocupó Hungría. Y con la llegada
de los alemanes, y por supuesto de Eichmann, comenzó el transporte de judíos, primero en las
zonas rurales
Debió de ser hacia mediados de noviembre cuando mi padre reapareció después de
trabajar como esclavo. Fue por esa época cuando oyó hablar, a través de unos amigos, de
Roaul Wallenberg. Los judíos de Budapest eran trasladados desde la llamada Estación del Sur,
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queestaría a una media hora andando de donde estábamos nosotros. Y ahí era donde Roul
Wallenberg entregaba pasaportes suecos. Así que mi padre se quitó la estrella amarilla y se
dirigió no sé si a la Estación del Sur o a la embajada sueca. Pero en cualquier caso, obtuvo
pasaportes suecos para nosotros con la dirección a la que debíamos ir a vivir, en una de las
casas que raoul Wallenberg y la legación sueca habían comprado. Así pues, nos mudamos otra
vez, al Distrito Quinto, al otro lado del río; nos mudamos, creo, al número once de la calle que
ahora se ha rebautizado con el nombre de Raoul Wallenberg y que tiene una pequeña placa en
su memoria. Era una zona que tradicionalmente había tenido una alta concentración de judíos,
pero no formaba parte del gueto.
Raoul Wallenberg nos salvó absolutamente la vida. La Cruz Flechada [colaboracionistas
fascistas húngaros] iba avanzando por la calle, vaciando las casas sistemáticamente; una
semana más y se nos habrían llevado también a nosotros, no me cabe ninguna dudad. No
vacilaré en agradecerle profundamente el hecho de que nos salvara la vida, ni en admitir con
toda certeza que hubo un hombre que fue totalmente altruista, pues no buscaba medallas ni
ascensos, era joven y apuesto, tenía dinero, tenía contactos, tenía todo lo que una persona de su
edad pudiera desear, y sin embargo lo arriesgó todo por unos completos desconocidos sin
juzgarlos… Y no sólo a judíos, sino a comunistas y en algunos casos a criminales. Decía:’Si
puedo hacer algo, no permitiré que maten a la gente’ “.
(Información complementaria: después de la invasión de Hungría en marzo de 1944,
cuatrocientos mil judíos fueron deportados a Auschwitz. Las deportaciones desde
Theresienstadt se aceleraron. En poco más de seis meses desde la primavera de 1944, más de
seiscientas mil personas, el 95% de las cuales eran judías, fueron a parar a AuschwitzBirkenau).
Tema: Volumen de cremación en Auschwitz en 1944. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 271.
María Ossowski
Joven polaca, Auschwitz-Birkenau
“En Mayo de 1944, cuando llegó la población judía de Hungría, quemaban tres mil
cuerpos al día”.
Tema: Auschwitz, llegada de los judíos húngaros 1944. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 273.
Kitty Hart- Moxon
Joven judía polaca, Auschwitz-Birkenau
“En el Kanada Kommando la vista daba directamente a la gente que llevaban a ese
complejo. Entre mayo y septiembre de 1944 se prepararon para llevar aproximadamente tres
cuartos de millón de judíos húngaros, y por eso se formó un nuevo grupo para seleccionar las
cosas porque esperaban un montón de posesiones. Yo estaba en el turno de noche, por lo que
pude observar lo que ocurría durante el día.
Lo que observé fue que las mujeres y los niños los habían separado de los hombres y
estaban sentados en un bosquecillo justo enfrente de nuestra barraca; los niños recogían flores,
las mujeres se sentaban y comían y daban a los niños la comida y la bebida que aún
conservaban. Luego conducían a un grupo al edificio bajo que era el crematorio 4, y oías una
especie de ruido apagado. Entonces, desde una de las ventanas de mi barraca veía a una
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persona subiendo una escalera con una máscara antigás puesta, y vaciaba un bote por una
abertura, una especie de claraboya, en lo alto, y bajaba las escaleras muy deprisa.
No se oía gran cosa, aparte del ruido apagado; a veces se oían gritos. Después de una
pausa, veías salir humo por la chimenea del crematorio 4, y al cabo de un rato se veía actividad
en la parte de atrás del crematorio; se vertían cenizas en un estanque trasero Lo que n podía
entender era que la gente que estaba sentada en el bosque estaba muy tranquila, no tenía ni
idea de que las personas que se habían ido por delante de ellos ya estaban muertas.
Simplemente no tenían ni idea.
La capacidad del crematorio en aquella etapa no daba abasto con la llegada de tres
cuartos de millón de personas, así que muchas de las ejecuciones tenían lugar en fosas de la
parte de atrás del bosque. Veíamos a hombres recogiendo maleza donde iban a hacer grandes
fuegos. No pudimos asimilarlo hasta al cabo de mucho, mucho tiempo. Pero claro, estuvimos
allí durante ocho meses y lo veíamos día sí y día también. La enorme acumulación de ropa
también daba idea de la cantidad de personas a las que realmente estaban matando”.
Tema: Sonderkommando. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 277.
Kart Klappholz
Joven judío polaco, Blelchhamer
“Cuando Blechhamer se convirtió en un campo de Auschwitz en 1944, teníamos un
crematorio y yo participaba en la icineración de cadáveres del hospital. Recuerdo claramente
lo que hacíamos. Alguien mantenía los hornos calientes para que se quemasen los cuerpos.
Había otro tipo que me ayudaba. Lo que hacíamos era poner uno o dos cuerpos en una camilla
de metal con ruedas en un extremo y que se colocaba dentro del horno; y en el otro extremo
había asas con las que la otra persona empujaba la camilla hacia dentro del horno. Luego
tenías una horca enorme que colocabas entre las piernas de los cadáveres para despegarlos de
la camilla una vez dentro del horno, y así podías arrastrarla afuera En cuanto los cuerpos
estaban dentro, estaba tan caliente que empezaban a moverse, luego se cerraba la puerta del
horno y los cuerpos se quemaban.
Tendría que haber sentido unas punzadas de profundo desagrado –para decirlo
suavemente-; en especial, el movimiento de los cadáveres era una visión espeluznante; pero al
cabo de un tiempo era algo que hacías sin prestar demasiada atención. Recuerdo que yo
prefería estar detrás empujando esa camilla, pues manejar esa horca era una experiencia
desagradable. El tipo que lo hacía conmigo era un hombre grande y torpe. Un día pilló alguna
enfermedad y al cabo de pocos días estaba muerto. Entonces lo icineré a él”.
Tema: Sonderkommando. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 277.
Albin Alex Ossowski
Interno polaco, Auschwitz-Birkenau
“El contacto más trágico que teníamos en el campo era el Sonderkommando [unidades
judías especiales obligadas a trabajar en las cámaras de gas y en el crematorios].
Lo que describían, lo que tenían que hacer, era horrible. Un hombre dijo que en el grupo
que había tenido que quemar estaban los cuerpos de su esposa y sus hijos. Estuvo llorando
toda la noche y no podías ayudarle ni hacer nada. Los Sonderkommando vivían sentenciados a
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muerte, porque al cabo de tres o cuatro meses los alemanes temían que se volvieran locos y los
mataban”.
Tema: Decencia frente a inhumanidad. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 283.
Hugo Gryn
Joven judío ruteno-eslovaco, Auschwitz-Birkenau, Lieberose, Sachsenhausen,
Mauthausen y Gurnskirchen.
“Una forma de resistir en los campos era mantener la decenca. El objeto de nuestro
encarcelamiento era, creo yo, arrebatarnos nuestra humanidad para justificar el estereotipo nazi
de Untermensch [subhumano]. Hubo muchas personas que mantuvieron su decencia.
Igualmente hubo mucha gente que se vio reducida a la insensibilidad, incluso a la crueldad.
Puedo recordar ejemplos de ambas cosas y experimenté ambas cosas”.
Tema: Crueldad e indiferencia. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 287.
Premysl Josef Dobias
Interno checo de la región de los Sudetes, Mauthausen
“Un día, un SS que no era médico pero que llevaba una bata blanca como si lo fuese, me
llamó, me dio una tarjetas y dijo:’Reúne a estos prisioneros y tráelos de uno en uno’.Yo no
tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero traje al primero. Le hicieron desnudarse y
tumbarse. Yo traducía. El SS me dijo:’Lo que vas a ver, no lo contarás nunca; si lo haces, eres
hombre muerto’.
Entonces abrió una pequeña vitrina, sacó una jeringuilla con capacidad para medio litro,
abrió una botella de gasolina y la llenó. El SS aplicó la aguja entre las costillas del prisionero y
le inyectó la gasolina en el corazón. Entonces esperó, le buscó el pulso y entonces el prisionero
ya había muerto. Los camilleros, también prisioneros, recibieron la orden de llevarse el cuerpo
y arrojarlo a un lado. Luego me pidió que trajera al siguiente. Aquel día mató a unas tres
decenas de personas. Yo no pude dormir, estaba muy alterado, aterrorizado, horrorizado por
cómo un hombre podía matar a sangre fría. De hecho, el hombre de las SS tenía una actitud
indiferente, como si estuviera horneando pan. No podía importarle menos, incluso bromeaba
sobre ello:’Ya está bien por hoy’. Los prisioneros al entrar o tenían ni idea de lo que pasaría.
Pensaban –no me cabe ninguna duda- que los iba a examinar un médico”.
Tema: Mano de obra esclava. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.293.
Anna Bergman
Joven checa, mano de obra esclava, Freiberg
“No lográbamos entender lo que estábamos haciendo. Remachábamos lo que parecían
alerones de un aeroplano, sólo que eran mucho más pequeños. Era un trabajo tan esmerado
que pensábamos: no podrán poner a una persona aquí, no aguantará. A posteriori supimos que
eran alerones para la V I, o Doodlebugs, y que se necesitaban para un solo viaje. Para entonces
mi embarazo era evidente y no podían enviarme de vuelta a Auschwitz porque los alemanes se
habían ido el 18 de enero de 1945 […].
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Yo debía estar de cinco meses, era un esqueleto embarazado, con el bebé moviéndose
dentro de mí. Me dieron un trabajo más ligero; me encargaron barrer la fábrica, tres pisos
durante catorce horas al día. En comparación, era un trabajo fácil, pero ¡catorce horas al día
con la escoba y el cubo! Lo hacía de manera automática. Después del trabajo teníamos que
atravesar andando la ciudad con pinta de Dios sabe qué, y con la gente gritándonos y
escupiéndonos”.
Tema: Marchas de la muerte. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 310-311.
Helen Stone
Joven judía polaca, de Aschwitz a Ravensbrück por Gross Rosen
“ ¡Aquella marcha desde a Auschwitz en enero del cuarenta y cinco! La mitad de la gente
iba desnuda; bueno, no exactamente, pero ¡qué llevábamos? Un vestido. ¡Algunas no tenían
zapatos, y caminamos sobre la nieve durante veintiún días! Yo llevaba un vestido. ¿Saben?,
caminaba, marchaba y me dormía marchando. Pasamos por varios campos; lo que me gustaba
era pasar por los pueblos, donde veíamos que la vida aún continuaba. Realmente no sabías que
la gente podía llevar una vida normal con electricidad en las habitaciones.
En cualquier caso llegamos a Gross Rosen. No podían dejarnos entrar: no había espaco.
Pero a partir de ahí fuimos en trenes, trenes abiertos, y hacía un frío glacial. Recuerdo a la
chica italiana que estaba a mi lado: tenía que hacer pis y cayó al suelo congelada y ya no pudo
levantarse. Por el camino vimos otro tren con hombres…¡oh, qué aspecto tan terrible y que
hambrientos! Yo llevaba algunos mendrugos de pan en mi pañuelo y se los lancé y ellos los
despedazaron como animales. Tenían aspecto de animales, mucho peor que las mujeres.
Estábamos más bien calladas, no hablábamos mucho para no gastar energía. Todo el
mundo que tenía algún trocito de algo se lo lanzaba a los hombres porque estaban fatal,
realmente fatal. Bebamos nieve, y cuando el tren paraba comíamos remolacha congelada de
los campos. Entonces llegamos a Ravensbrück, donde me pasé dos semanas sobre un cubo
porque tenía disentería”.
Tema: Marchas de la muerte. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 313.
Helen Pelc
Joven polaca, de Kurzbach a Bergen Belsen
“Marchamos y marchamos y finalmente entramos en Bergen Belsen. Llorábamos:’Oh,
Dios, queremos un techo sobre nuestras cabezas y algo de comer’. De mil, unas cuatrocientas
sobrevivieron a la marcha. Mi madre y yo queríamos sobrevivir, hablábamos de cómo
sobreviviremos y recuerdo que me dijo en yiddish: ‘por ti, hija mía, sigo aún contigo. Yo te
sostendré’. Cuando ahora miro el mapa, ¡imaginense! De Kurzbach a Mauthausen, luego a
Gross Rosen y luego a Bregen Belsen. Como los guardias necesitaban descansar
descansábamos un poco, pero nada de comida normal, nada de pan, sólo lo que recogíamos en
la nieve. Ni bebida. Nada”.
Tema: Marchas de la muerte. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 318.
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Zdenka Ehrlich
Joven checa, de Kurzbach a Bergen Belsen
“Un día volvimos de nuestro duro trabajo en el bosque a aquél lugar llamado Kurzbach y
en lugar de regresar a la barraca, el Kommandant dijo:’ Tenemos que largarnos de aquí; esta
noche emprendemos la marcha’. Esto fue el 21 de enero de 1945. Al cabo de una media hora
de haber salido del campo, oímos una fuerte explosión y las noticias fueron que habían
destruido la enfermería, así que mataron a todos los que estaban dentro. Marchamos durante os
semanas, día y noche, sobre los campos llanos, ventosos y gélidos. Una noche debíamos estar
a treinta y cinco grados bajo cero. Nunca lo había visto antes, pero todas teníamos la nariz
completamente blanca, como pedazos de hielo, completamente congelada. Y aprendimos algo
que yo no sabía que era posible: podías dormir y andar al mismo tiempo. Nos inventamos un
sistema en que cinco de nosotras sostenían a la chica que estaba en el medio, que se aguantaba
dormida mientras sus pies y piernas seguían moviéndose. De esta forma podías descansar y
aliviarte un poco, y nos cambiábamos para que todo el mundo pudiera echar una cabezada
mientras andábamos…Un modo distinto de caminar sonámbulo”.
Tema: La liberación. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 334.
Jan Hartman
Joven judío checo, Buchenwald
“Al llegar a Bucenwald, yo estaba entre los Muselmäner. Me llevaron al rivier, el
hospital del Kleinelager, donde me cortaron los dedos congelados de los pies como si fuesen
chapiñones. Debieron de devolverme al Grosslager, donde me juntaron sobre todo con
prisioneros de guerra rusos que morían como moscas. Estaban completamente desnutridos.
Hay una cosa que recuerdo bien: había un hombre moribundo que estaba solo; le habían dado
una especie de gachas y mientras se estaba muriendo escupió una gran mancha roja en medio
del plato. No recuerdo si fui yo quien se comió eso con la sangre o si fue otra persona. La
oscuridad de la barraca fue completa hasta que un día, bajo la luz del sol en un extremo de la
barraca, apareció un soldado norteamericano con un elegante uniforme. Era la liberación.
Después, me veo a mí mismo en aquel lugar soleado con los americanos, y ellos se
interesaron por mí y por mi hermano porque sabíamos inglés y podíamos hablar con ellos. Fue
maravilloso para ellos y fue maravilloso para nosotros. Jamás en mi vida olvidaré lo que nos
dieron para comer, porque entre todas las cosas había compota de melocotón. Era como un
milagro. Ése sería mi recuerdo de Buchenwald de no ser por una cosa: ni siquiera en
Auschwitz había tantos muertos. Aquí estaban apilados por todas partes, varios metros de
altura; ya no eran humanos, sólo huesos secos. Este es mi recuerdote Buchenwald, liberado el
11 de abril. Creo que Roosevelt murió al día siguiente”.
Tema: La liberación. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 335-336.
Josef Perl
Joven judío checo, Buchenwald
“Cuando entraron los americanos, tres cuartas partes de mí estaban muertas. Abrí los
ojos y todo se movía; ni siquiera podía ver sus rostros. Entonces, de repente vi una cara
sonriente, y me cogió la mono y me levantó y miré a mi alrededor y pensé: ‘Estoy soñando’.
Me dio una barrita de chocolate. Los más jóvenes de nuestro bloque y algunos de otros
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bloques fuimos a vivir a los cuarteles de las SS. Teníamos madera; yo acostumbraba a hacer la
comida y la compartíamos.
Recuperé fuerzas. Los más jóvenes teníamos una concepción distinta de la vida. La
voluntad de vivir era muy fuerte: sólo necesitábamos un poco de espacio donde movernos y
había montones de campos con repollos, zanahorias, nabos, y si alguien quería impedir que te
llevaras las cosas amenazabas con matarlo.
Unos chicos alemanes vinieron a decirnos que había cuatro SS escondidos en una granja
cercana y que nos llevarían allí. Así es que nos presentamos en la granja con armas, los
cogimos y los estábamos llevando a los americanos cuando un oficial ruso nos detuvo.
Dijo:’¿Qué es esto?’. Le explicamos que estábamos llevando los SS a los americanos. Nos
preguntó si nuestras armas estaban cargadas y dijimos: ‘¡Bang, bang, bang!!. Dijo: ‘Sois
tontos’, ¿qué creéis que harán los americanos? Les darán una palmadita en la espalada y
dirá:’No vuelvas a portarte mal’. Les disparó sin vacilar”.
Tema: Llegada del ejército británico a Bergen Belsen. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 344-345.
Hill Essex
Soldado británico, Ingenieros Reales, Bergen –Belsen
“Lo primero que vimos de Belsen fue una barraca alemana que estaba impoluta, y
pensamos: ‘¡Caray, deben de vivir con todo lujo!’. Pero aquél era el primer campo; había tres
más después de ése y ahí es donde estaban todos los muertos. Entramos en los campos
números dos y tres; había unos catorce o quince mil muertos, creo yo, y tuvimos que
enterrarlos a todos. Cavamos zanjas junto a las pilas de muertos, a una profundidad de unos
ocho o diez pies y de unos ocho o diez pies de ancho. Queríamos colocar los cuerpos dentro de
forma que tuvieran un entierro decente, pero no podíamos manipularlos: si podías agarrar un
brazo, acababas con ese brazo en la mano. Así pues, como estaban podridos, utilizamos un
tractor para recogerlos de la plaza y los empujamos a todos hacia dentro. No era fácil, y al
revolver los cuerpos soltaban un olor terrible. Llevábamos máscaras y nos cambiábamos de
ropa cada noche. Yo estaba trabajando cuando entró la BBC y me grabaron en ese tractor en el
campo. Los trabajos duraron tres semanas”.
Tema: Ayuda de los cuáqueros en Bergen-Belsen. LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 349.
Leslie William Clarke
Estudiante de medicina británico, Bergen- Belsen
“Las personas que hicieron incluso más que nosotros por ayudar fueron los cuáqueros.
Proporcionaron agua fresca Belsen. Y no parecían temer nada; no pensaban en lo que hacán y
trabajaban muy duro; siento un gran respeto por ellos. Y por supuesto el agua era seguramente
más importante que la comida, y proporcionaba un mínimo de higiene; cogían el extremo de
una manguera y lograban sacar al menos un poco de agua con que lavarse”.
Tema: La dura realidad del regreso a casa (sus casas ocupadas). LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 372.
Jan Hartman
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Superviviente judío, checo, Praga
“Llegamos a Praga en carro, todavía con nuestras gorras a rayas. Bajamos cerca de
nuestra casa para averiguar si nuestros padres habían sobrevivido. Al salir del carro con las
gorras, que ponían en evidencia que acabábamos de salir de un campo de concentración, en la
esquina de la calle nos encontramos a una persona muy amable que vivía en una de nuestras
casas. Le preguntamos: ‘¿Podría decirnos si han vuelto nuestros padres?’. Él dijo: ‘No, pero
me alegro de veros, hay una gotera en mi techo’.Así fue nuestro regreso a casa”.
Tema: La vuelta a casa. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 374-375.
Josef Perl
Superviviente judío checo, Veliky Bochkov, Checoslovaquia
“Finalmente llegue a mi propia ciudad y a nuestra casa, que estaba cerca de la carretera
principal. Cuando vi la casa sentía una llama que prendía en mi interior, y pensé que realmente
estaba en casa: en casa y seguro, en casa y con la esperanza de encontrar a alguien de mi
familia con vida. Abrí la verja y entré. Antes de que tuviera siquiera tiempo de alcanzar la
puerta de entrada, se me enfrentó un hombre al que yo conocía de toda la vida, con una
escopeta en la mano.
‘Vaya –dijo-. ¡Estás aquí! ¿Sigues vivo! ¡Fuera de mi propiedad!’ Yo le contesté: ‘Pero
si es mía’. ‘Ya no, ahora es sólo mía’.
Le supliqué que me dejase morir en los establos, pero me echó.
Yo tenía una pistola y dije: ‘¿Qué se cree que es esto?, ¿un tirachinas? Si viene a por mí
vendrá conmigo
Y vino a por mí. Pero entonces pensé:’ No voy a dar mi propia vida por una casa’, y me
di la vuelta y me alejé. Me senté en el suelo de la verja y lloré un buen rato. Luego le eché el
seguro a mi pistola, volví a la estación y me fui a Bucarest, donde me habían dicho que
encontraría ayuda”.
Tema: Pogromo de vuelta a casa (1946 Polonia). LYN SMITH, Las voces olvidadas
del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 375.
Jerry Koening
Superviviente judío polaco, Kossow, Polonia
“Inmediatamente después de nuestra liberación por los rusos, uno de los hombres del
bunker, un nativo de la ciudad de Kossow, fue muerto a tiros en una calle de su ciudad natal
cuando regresó. Por supuesto, fue para evitar que reclamase su casa y sus propiedades,
obviamente; así que una vez más la avaricia y posiblemente el antisemitismo fueron la causa.
En 1946, el 4 de julio para ser exactos, un grupo de supervivientes –creo que eran cuarenta y
dos- que volvió a su ciudad natal de Kielce fue masacrado. Eso pasó un año después de que
terminase la guerra y mi padre lo vio como una señal de que no había futuro para nosotros en
nuestra ciudad de Kossow ni en Polonia y tuvimos que marcharnos; porque si pueden ocurrir
esas cosas después de la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, entonces nuestras vidas
no estaban seguras. Fue la señal para muchos otros supervivientes que hicieron lo mismo.
La mayoría simplemente hizo las maletas y se fue y muchos emigraron a lo que después
sería el Estado de Israel, y muchos a Estados Unidos o a Canadá o a Sudamérica. En nuestro
caso se trató sencillamente de subirse a un tren rumbo a la frontera y, después de muchas más
experiencias, al final llegamos a Iowa, en Estados Unidos, en febrero de 1951”.
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Tema: ¿Era conocida la existencia de los campos y la desaparición de los judíos?
LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.
379.
Inga Haag
Mujer alemana, miembro de la resistencia contra Hitler
“No culpo a las personas que no actuaron, pero decir que no sabían lo que estaba
pasando es una absoluta estupidez: en la escuela, en la universidad, sabías… no exactamente
lo que pasaba, pero sí que los judíos habían desaparecido. Nosotros pensamos lo peor porque
mi marido dijo: ‘Si aún estuvieran vivos sabríamos algo de ellos’. Pero el hecho era que
habían desaparecido, simplemente ya no estaban. Eso, creo, para mi familia y mis amistades
que estaban en contra de Hitler fue el mayor estímulo [ para resistir]: que los ciudadanos
podían desparecer sin más. Como decía mi padre, Alemania es un país sin ley”.
Tema: Sed de venganza. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 379-380.
Joseph Harmatz
Superviviente judío lituano
“Al principio nos decían que debíamos hacerles el mayor daño posible y estuvimos
buscando los medios y material. Queríamos hacerlo en cinco ciudades alemanas y a mí me
designaron para encabezar al grupo de Nuremberg; yo quería ése porque Nuremberg era la
cuna del nazismo en Alemania. Éramos muy implacables y muy duros en aquella época, y
muy jóvenes. Habíamos planeado encargarnos de todo el sistema subterráneo de suministro de
agua, evitando las conexiones de donde vivían los norteamericanos y otros soldados y los que
no era alemanes. Pero aquello falló.
El plan que seguimos realmente fue inyectar ‘material’ –no diré su nombre- en el pan.
Entonces nos encontramos con que el calor del horno disminuía su potencia. Por lo tanto
llegamos a la conclusión de que podíamos untarlo en la parte de debajo de las barras de pan,
pero había que mezclarlo con cola y tenía que ser del mismo color, y había un ingeniero
químico entre nosotros que hizo todo lo posible. Se eligió la noche del 13 de abril de 1946 –la
noche del sábado al domingo- , porque los guardias americanos del campo Estalag 13, que era
SS, sólo comían pan blanco los sábados, y pintamos con esa cosa solamente el pan negro (los
alemanes sólo comían pan negro).
Estaba muy bien planeado pero, aparte del apoyo moral de algunos, sin ayuda de
Palestina. Preparamos unas tres mil barras que tenían que comerse doce mil SS, y sabemos que
mataron a muchos hombres de las SS. La cuestión nos el número. La cuestión es, si puedo
decirlo, que había un grupo de gente de la clandestinidad judía durante la guerra que combatió
a los alemanes y que buscaba venganza, porque estuvimos en los guetos, en los campos de
concentración, en búnkeres y en viejos castillos donde tenían a los judíos, y vimos
‘¡Venganza, venganza, venganza!’ escrito en las paredes. Y algunos lo habían escrito con
sangre. Sentíamos que aquélla era la última voluntad, el último legado de lo que esas personas
esperaban de nosotros, los supervivientes”.
Tema: El porqué del silencio. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p.383.
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Kitty Hart-Moxon
Superviviente judía polaca, Birmingham
“Mi tío nos fue a buscar a Dover y nos llevó a Londres y nos buscó un hotel. De camino
al hotel no sabíamos muy bien qué podíamos decirle a alguien con quien no tenías nada en
común, y estuvimos muy callados. Y cuando llegamos al hotel y nos llevó abajo a comer, dijo:
‘Mirad, hay algo de lo que quiero hablaros antes de que salgamos hacia Birmingham y dijo-:
Recordad esto: en mi casa no quiero oír ni una palabra de lo que os pasó durante la guerra. No
quiero oírlo. No quiero saberlo. No quiero que mis hijas se disgusten y no quiero que habléis
nunca de ello en mi casa”.
Tema: Desconocimiento en Inglaterra (el caso de un profesor) de lo que había
ocurrido en la Europa del Este. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 384.
Kurt Klappholz
Superviviente judío polaco, Londres
“Poco después de mi llegada a Londres en 1946 observé una ignorancia general
consierable acerca de lo que había ocurrido en Europa, en especial a los judíos. Tuve una
experiencia muy elocuente en la London School of Economics (LSE), donde solicité el ingreso
en Económicas. En aquella época podías hacer un examen intermedio en la universidad, o bien
sacarte un certificado de bachillerato en el colegio. Yo hice el examen intermedio; si querías
especializarte en económicas necesitabas una nota determinada. Yo no había llegado y fui a
ver al profesor encargado, el profesor Lionel Robbins (posteriormente lord Robbins). Le dije
algo respecto al hecho de que no había recibido educación secundaria porque habia estado en
un campo de concentración. Me miró a la cara y dijo:’¿Y que educación recibían en los
campos?’.
Ante mí tenía a u hombre que había pasado la guerra en la secretaría de economía y que
era prosemita hasta un punto sencillamente increíble; quedé francamente sorprendido de su
pregunta. Le hice un breve relato de lo que había ocurrido. Cuando me fui, lo dejé con
lágrimas en los ojos. Estoy seguro de que a él le debo mi carrera en la LS.”.
Tema: El silencio y la imposibilidad de comprender el holocausto hasta para un
superviviente. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg,
Barcelona 2006, p. 390.
Stanley Faull
Superviviente judío polaco, Windermere
“Cuando llegué a Inglaterra con los ‘Muchachos’, nos llevaron a Windermere, en el
Distrito de los Lagos. En Windermere había cosas maravillosas: barracones con habitaciones
individuales, nuestra propia cama y por primera vez teníamos una manta y una cama de
plumas, y una mesa y un baño y otras comodidades y una zona central para comer con una
cocina y por supuesto nos daban raciones triples.
Fue en esa época cuando al encontrarme con mi hermano por primera vez, me
preguntó:’¿Qué llevas en el bolsillo?’. Y yo dije: ‘Un poco de pan’.’¡Es que no te dan de
comer?’. ‘Oh, sí, nos han dado un desayuno fantástico, pero ¡y si se agotan los alimentos?
Con lo que he pillado puedo mantenerme’.
127
Él no podía entenderlo. Ésa era la mentalidad: tenías que llevar provisiones encima para
asegurarte de sobrevivir. Entonces fue cuando me preguntó por primera vez: ‘Ahora cuéntame
exactamente lo que pasó desde que me fui’.
Y me puse a explicarle cronológicamente lo que había pasado desde que nos dijimos
adiós en 1937: el recuerdo de mi madre llorando y lo que pasó en los dos años anteriores al
inicio de la guerra. Luego lo que pasó cuando estalló la guerra, cómo empezó el gueto y como
se marchó la mayor parte de mi familia con decenas de miles que iban hacia el Este, directos a
los campos de exterminio, y cómo perdí el contacto con mi padre y con mi hermana. Y así
seguí durante dos horas Su oficial superior estaba presente, y se marchó. Y alas tres cuartas
partes del relato, cuando le estaba contando lo que había visto: mi madre, el horror, la
enfermedad, el trato bárbaro de seres humanos por parte de los guardias hasta el punto de que
me parecía lo normal… Y ahí tenía a ese hombre en uniforme, un piloto, mi hermano mayor,
llorando histéricamente.
Y en aquel lugar me hice la promesa de no hablar de todo aquello con nadie. Mi propio
hermano estaba emocionalmente tan alterado que me dije:’Nunca volveré a repetir esto ni a
hablar de ello’. Y me he encontrado con que sólo podemos hablarlo entre nosotros, porque no
son cosas verosímiles para personas normales; las acciones inhumanas y brutales de los
guardias, que en su mayoría no eran alemanes, eran tan bárbaras y tan sádicas que resulta
increíble. Incluso ahora pienso que debió de ser un sueño, porque cómo una nación como
Alemania una nación culta, mucho más que los polacos, una nación civilizada- pudo meterse
en esa situación para destruir a los judíos, una raza de personas, además de gitanos, tullidos –
su propia gente, sus prisioneros políticos-, para exterminarlos como si lo dictase la ley, es algo
que aun hoy me resulta incomprensible”.
Tema: La pérdida (de tus padres). LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto,
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 395.
Hedy Epstein
Superviviente judía alemana, Estados Unidos
“No fue hasta 1980, cuando me encontraba en la rampa de Auschwitz, cuando comprendí
de repente que no había forma de que mis padres hubieran podido sobrevivir. Lo supe en aquel
momento y tuve que aceptarlo. Todavía tengo problemas con ello. Sé que ya no están vivos.
Es muy importante, creo yo, que tengamos rituales: vemos el cuerpo sin vida, enterramos a la
gente, vamos al cementerio y vistamos la tumba. Necesitamos ver a los que fallecen y tener un
sitio que poder visitar. Yo nunca vi a mis padres muertos; no tengo un lugar donde poder
visitar su tumba. No hay nadie que me diga: ‘Yo vi a tus padres cuando murieron’, o que me
diga dónde están enterrados”.
Tema: Desaparición de una comunidad. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 397.
Roman Halter
Superviviente judío polaco, Reino Unido
“En Codecz, de nuestra comunidad judía de ochocientas personas, sólo sobrevivimos
cuatro”.
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Tema: Exterminio de una población. LYN SMITH, Las voces olvidadas del
Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 397.
Alicia Adams
Superviviente judía polaca, Reino Unido
“No sólo mis padres, mis tíos, tías y mi hermano, sino también mis amigos de infancia y
todas las personas a las que conocía de niña, la población de Drobhobycz al completo, fue
aniquilada, unas treinta mil personas, todas fusiladas. Así que no sólo se trató de ver cómo
mataban a mis familiares más cercanos, vi a todo el mundo. Cada día veía cómo mataban a
alguien: formó parte de mi infancia”.
Tema: Falta de conciencia en el Reino Unido sobre el Holocausto. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 400.
Anne Karpf
Periodista y escritora judía británica, hija de supervivientes, Reino Unido
“Por las charlas con mi madre, lo que está claro es que en este país no había ninguna
conciencia en en absoluto sobre el holocausto. Hoy en día, que hay más conocimiento, nos
parece extraordinario, pero hace cincuenta años la gente no quería tratar el tema. He oído
explicar a un montón de supervivientes que cuando intentaban hablar de ello, la gente decía:
‘Oh, no nos hables e eso, nosotros tuvimos el Blitz’ (bombardeo alemán sobre Londres en
1940-1941). Mi madre me contó que estaba en una fiesta y una mujer vino y le dijo:’¿Qué
lleva en el brazo? ¿Es su número de teléfono?’. Y mi madre dijo: ‘Sí, el número de teléfono de
Auschwitz’”.
Tema: La difícil comunicación del Holocausto para los supervivientes. LYN SMITH,
Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 403.
Halina Khan
Superviviente judía polaca, Reino Unido
“Mis hijos conocen mi pasado pero no quieren hablar de ello. Les entristece mucho, ya lo
ven demasiado en las películas y saben que sufrí, así que es muy doloroso para ellos. Cuando
lo menciono, mi hijo dice:’Crecí con los campos de concentración, lo sé todo, para, no hables
más de ello, habla de otras cosas’. Mis nietos igual: saben que soy de Polonia pero no conocen
las circunstancias porque sus padres no se las cuentan. A veces me preguntan:’Cuandoestabas
en el campo, ¿qué hacías?’, y yo no puedo darles una respuesta. ¿Cómo describir lo que es
morir de hambre y de tanto trabajar?”.
Tema: Superviviente que difunde la memoria del Holocausto. LYN SMITH, Las
voces olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 405.
Gertrud Trude Levi
Superviviente judía austriaca, Reino Unido
“En los últimos dos años y medio he dado cincuenta y ocho charlas a estudiantes de
colegios y universidades. Lo hago por lo que está pasando en el mundo hoy en día; creo que es
correcto combatir la discriminación racial en todos los sentidos. Siempre comento que hubo
otros afectados: los testigos de Jehová y los comunistas también fueron perseguidos, aunque
129
los judíos eran la categoría más baja, y estamos muriendo: somos la última generación que
puede hablar de ello. Obtengo unas respuestas tremendas de los estudiantes, unas cartas
maravillosas. Una chica, por ejemplo, escribió:’Le prometo que si algo ocurre donde yo esté,
no me voy a quedar mirando, aunque me cueste la vida’”.
Tema: La ausencia de tus antepasados te acompaña. LYN SMITH, Las voces
olvidadas del Holocausto, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2006, p. 406.
Rena Quint
Superviviente judía polaca, Israel
“Hay veces en que no quieres pensar en absoluto en todas las cosas que ocurrieron, y
piensas que eres perfectamente normal, como cualquier otra persona; y entonces vas al médico
y te dice:’Hábleme de su historial médico; ¿algún problema de corazón en su familia?’. ‘No lo
sé’.’¡Murió alguien de cáncer?’ ‘No lo sé’.’¿Diabetes?’ ‘No lo sé’.’¿Qué quiere decir que no lo
sabe? Parece usted alguien que debería saber estas cosas’.
Y tú querrías dejarlo pero entiendes que no es posible y tienes d que decir:’Mire, no
tengo historial porque todas esas personas fueron asesinadas antes de poder desarrollar estas
enfermedades’.Cosas así ocurren muy a menudo y tienes que explicarlo”.
Tema: Perdonar y olvidar. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 417.
Hedy Epstein
Superviviente judía alemana, Estados Unidos
“Continué odiando a los alemanes al otro lado de la frontera excepto a aquellos que eran
demasiado jóvenes en la época. No compraba productos fabricados en Alemania, y si conocía
a alguien que era de una determinada edad y alemán, le preguntaba de forma muy agresiva
’¿Dónde estaba usted? ¿Qué hizo? Pero a principios de mayo de 1970, se hizo público que
Estados Unidos, como parte de la guerra de Vietnam -a la que yo me opuse desde el principioestaba bombardeando Camboya. Me enfureció mucho que estuviéramos haciendo eso y
protesté en contra.
De repente, aquello desencadenó acciones al otro lado del océano y a lo largo de los años
y pensé: si los alemanes hubieran hecho las cosas que yo estoy haciendo aquí, manifestándose
y enviando telegramas de protesta a mi presidente y a los representantes del Congreso, si los
alemanes hubieran hecho eso, habrían acabado en un campo de concentración, habrían
recibido un severo castigo, habrían perdido la vida; por lo tanto, ¡cómo puedo condenar a una
nación entera por no haber sido unos héroes? ¿Habría sido yo una heroína si me jugase la vida
y la de mis familiares? Y así, de pronto, todo el odio que había acarreado durante demasiado
tiempo desapareció”.
Tema: Aprender a odiar. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, p. 420.
Steven Frank
Superviviente judío holandés, Reino Unido
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“Una de las cosas que me preguntan a menudo los niños cuando doy charlas en las
escuelas es: ‘¿Qué es lo peor que le ocurrió en los campos?’. Siempre les digo que lo peor que
me pasó fue que aprendí a odiar”.
Tema: Ausencia de odio. LYN SMITH, Las voces olvidadas del Holocausto, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2006, pp. 420-421.
Igancz Rüb
Superviviente judío húngaro, Reino Unido
“Había un profesor auxiliar en la universidad que también estuvo en los campos; no era
judío, sino socialdemócrata. Un día nos llamó a todos y dijo:’Mirad, sé lo que significa para
vosotros estudiar en alemán. Conozco los campos, yo también estuve allí. Sé cómo os sentís,
pero sabed que si odiáis a alguien, no herís a quien odiáis os herís a vosotros mismos. Y si
odiáis, no podéis juzgar las cosas correctamente; procurad no hacerlo; no olvidéis, no podéis
olvidar, pero no odiéis’. ¿Saben?, nunca olvidé aquel tipo. Más tarde, en mi negocio, tuve
máquinas de Alemania y amigos en Alemania. No odio. Lo único que me hace sentir muy
incómodo es cuando veo a un alemán anciano pienso: ¿Qué hiciste tú durante la guerra?”.
Tema: La rutina diaria en el campo de concentración referida a Buchenwald).
EUGEN KOGON, El Estado SS.El sistema de los campos de concentración alemanes,
Editorial Alba, Barcelona 2005, pp. 119-129.
“Al amanecer, los pitos despertaban a los prisioneros: en verano, entre las cuatro y las
cinco; en invierno, entre las seis y las siete. En treinta minutos había que lavarse, desayunar y
hacer la cama; una tarea a veces casi imposible […].
Plaul el jefe del campo fue uno de los más brutales verdugos de los prisioneros. Odiaba
a los presos políticos y era con los criminales con los que más a gusto trabajaba. Media hora
antes de la hora señalada para despertarse tenían que estar todos fuera de los bloques para
hacer gimnasia, a un ritmo frenético, durante veinte o treinta minutos; en la gimnasia se
incluía un continuo levantarse y arrojarse sobre la suciedad. A consecuencia de las
pulmonías y de los casos de muerte este ejercicio no consiguió mantenerse en ninguna parte
demasiado tiempo.
El desayuno de los prisioneros consistía en un pedazo de pan, de la ración que cada uno
recibía todos los días y, o bien medio litro de sopa clara, o bien medio litro de ‘café’ sin
leche y sin azúcar […].
Seguidamente se iba a la revista de mañana. Los habitantes de los bloques se reunían, a
una indicación, en las calles del campo y marchaban en prietas filas de a ocho al patio de
revista.[…]. La revista de la mañana en la que se contaba a todos los prisioneros, duraba, por
lo general, una hora, hasta que se hacía suficientemente de día para poder empezar a trabajar
[…]. Retumbaba para el ejército de infelices pelados al rape la orden: ‘¡Quitaos los gorros!’ y
‘¡Poneos los gorros!’. Éste era el saludo mañanero que dirigía por el altavoz el jefe de partes
al jefe de campo que estuviera de servicio. Si las órdenes no se ejecutaban ‘resueltamente’
tenían que repetirse una y otra vez. El requerimiento tenía más o menos la siguiente forma:
‘¡Malditos hijos de puta, si sois tan vagos para ventilar vuestras sucias calvas, os voy a
obligar a hacerlo yo hasta que os hierva el agua en el trasero, perros cochinos!’.
Después venía la temida citación: ‘Los prisioneros que han de presentarse, ¡al
portalón!’[…]. A la citación seguía inmediatamente la orden: ‘Cuadrillas de trabajo, ¡a
formar!’[…]. A los compases de la banda de música del campo, que en invierno tenía que
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tocar los instrumentos con los dedos rígidos, se procedía a la salida en filas de a cinco
disciplinadamente formadas.[…].
Se trabajaba o bien hasta entrada la tarde, con una pausa al mediodía al aire libre de
media hora –estuvo prohibido durante mucho tiempo llevarse pan-, o bien volvían las
cuadrillas al campo durante media hora o por tres cuartos para tomar el almuerzo. Esta única
comida caliente del día consistía, por lo general, en un litro de un cocido con más o menos
sustancia […].
Después de terminar el trabajo –en invierno alrededor de las cinco de la tarde, en
verano alrededor de las ocho- tenía lugar la marcha de regreso; de nuevo en filas de a cinco
[…].
Las revistas de recuento eran en todos los campos el terror de los prisioneros. Después
de trabajar duramente, cuando todo el mundo deseaba el merecido descanso, había que estar
horas de pie en el patio de revista, a veces con un tiempo tormentoso, bajo la lluvia o con un
viento helado, hasta que la SS acababa de contar s sus esclavos, comprobando, que nadie se
había escapado por el camino (a veces faltaba alguien)[…] Por todo ello era raro que la
revista de la tarde durara menos de una hora y media.[…].
En la revista de la tarde del 14 de diciembre de 1938 se echaron de menos en
Buchenwald dos. A pesar del frío de 15 grados bajo cero y de la insuficiente indumentaria,
los prisioneros tuvieron que esperar de pie en el patio de revista diecinueve horas. Aquella
noche murieron de frío veinticinco; al día siguiente el número de muertos se elevaba a más
de setenta […].
A la revista tenían que comparecer todos: tanto los vivos como los muertos, los que
tenían alta fiebre como los que habían sido sanguinariamente golpeados. Se exceptuaba solo
a los prisioneros ‘jefes’ y a aquellos camaradas que se hallaban en el hospital. El que había
fallecido durante el día, en el bloque o en su cuadrilla de trabajo, era arrastrado hasta el patio.
En las épocas duras había siempre docenas de prisioneros muertos a golpes o por el frío, y
docenas de desfallecidos y moribundos, colocados ordenadamente ‘en formación’ al borde de
las filas de prisioneros. La SS guardaba el orden hasta el último suspiro. Sólo después de la
revista los moribundos podían ser llevados al hospital y los muertos al depósito del sótano.
Cuando, por fin, se acababa el recuento de la tarde y el jefe había proferido el ‘¡quitaos
los gorros!’ y ‘¡poneos los gorros!’, solía ordenarse acto seguido un: ‘¡Media vuelta a la
izquierda!’; entonces se procedía a los castigos en público […].
Se equivoca quien crea que al término de la jornada acababan el esfuerzo y el
sufrimiento de cada día y que todos podían comer y descansar cómodamente. No era raro
encontrarse al llegar al bloque con el resultado de los controles de bloques que efectuaban a
lo largo del día los jefes de bloque: armarios derribados o brutalmente registrados […].
La comida que se daba por la noche, después de haber trabajado ininterrumpidamente
todo el día, estaba fría tras una revista de tan larga duración […].
Al sonar el toque de queda en el campo –que según la época del año era entre las ocho
y las diez de la noche- tenían que estar todos, a excepción de los que aún trabajaban, en los
bloques; y media hora más tarde en la cama.
Sólo se podía dormir en camisa, incluso durante los meses más duros del invierno, a
pesar de que los dormitorios estaban completamente helados y sus húmedas paredes de
piedra recubiertas de hielo en las esquinas y alrededor de las ventanas. A menudo los jefes
de bloque organizaban controles nocturnos; ordenaban colocarse a todos los ocupantes al
lado de las camas o incluso fuera del bloque, para sorprender a los que llevasen alguna otra
prenda de vestir. El que, por ejemplo, era cogido con calzoncillos o con calcetines tenía que
contar con los castigos más duros. A veces se obligaba a los prisioneros a correr alrededor
del bloque, descalzos y con la camisa, durante media hora o una hora entera”.
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Tema: Vida cotidiana de un judío alemán en marzo mayo de 1942. VICTOR
KLEMPERER, Diarios 1942-1945. Quiero dar testimonio hasta el final, Galaxia
Gutemberg, Barcelona 2003, p. 46 y ss.
“(Marzo abril de 1942). Estos días he oído hablar de Auschwitz (o algo parecido) como
el más horrible de todos los campos […]. Muerte a los pocos días.[…]. No forzosamente
mortal ni tan rápidamente, pero ‘peor que trabajos forzados’ dicen que es Buchenwald, junto
a Weimar. Allí llevaron a Stricher […],
Un consuelo general judío son las Esquelas de defunción con la cruz gamada.Todos
cuentan cuántas son. Todos cuentan cuántos siguen cayendo ‘por el Führer’.
Así que ayer tarde, en la Judenhaus de la Strhlener Strasse.En cada puerta un papel:
‘Aquí vivia el judío Weiler…’.-‘Aquí vivía la judía …’. Son los evacuados, cuyo mobiliario
está incautado y va siendo recogido poco a poco […].
Situación entre los judíos no deportados.-Pp. 60 y ss.
“Balance de los días de fiesta: hasta este momento cuatro suicidios de judíos. Un
matrimonio, citado ante la Gestapo tras el registro, tomó Veronal. Un sastre y un comerciante
se ahorcaron en la prisión antes de su traslado al campo de concentración.-Han salido de
Berlín y de otras ciudades nuevos convoyes de evacuación. Frente a eso: a partir del 15 de
abril, los funcionarios del Partido llevarán revólver. Síntoma de cómo está el ambiente. La
tensión y, por consiguiente, la crueldad in judazos aumentan cada día. Última disposición:
hay que poner una estrella judía en las puertas de las casas de los judíos […]
Otros dos suicidios (el quinto y el sexto en esa pensión) en el ‘Turmeck’, donde
acababan de hacer un registro; horrendo registro en ‘el bastión judío’, el gran bloque de
viviendas para judíos de la Strehlner Strasse, adonde ya hemos ido a ver a los Reichenbach,
a los Selikson, a los Auchfrichting. Allí se presentó la Gestapo, quince hombres en total, el
jueves o el sábado, en cualquier caso en vísperas de fiesta, a las cinco, a una hora en la que
todo el mundo había hecho la compra. Las provisiones (¡compradas con cupones!) que
encontraron: grasas, carne, legumbres, se las llevaron todas. Y tampoco han faltado las
palizas.[…].
Nuevas disposiciones in judaeos. 1) A partir del 15 de abril, todas las casas estarán
marcadas por fuera con una estrella judía. 2) Incluso para ir al trabajo, los judíos sólo podrán
utilizar el tranvía cuando la distancia entre su casa y el lugar del trabajo sobrepase Dresde 5
kilométros, en Berlín 7.
Ayer una novedad Tarjeta de Ernest Kreidl, desde Buchenwald. La alegría que ausó fue
conmovedora. Está vivo no l han llevado a Auschwitz, le permiten escribir y recibir correo
cada dos semanas, le permiten tener 15 Marcos mensuales […].
Neuman contó que el miércoles habían estado en su casa nueve hombres de la Gestapo.
No registraron, sólo registraron el piso con vistas a quedarse con él. Los hombres le dieron
una paliza sin ningún motivo, golpes en la cara, escupitajos, rompieron un candelabro de la
Januká, desde entonces no salía de ese estado de abatimiento […].
Noticias del frente ruso.- (P. 67).
“Eva tropezó en la parada del tranvía con el carpintero Lange (en uniforme de alférez).
Se fue con él a un café y él empezó a contarle cosas ante un vaso de cerveza. Había estado en
Rusia varios meses de invierno (hasta navidad), como coger del cuerpo militar de la policía.
En Kiev, atroces asesinatos en masa de judíos. Niños pequeños, con la cabeza estrelada
contra la pared, hombres, mujeres, adolescentes, amontonados y ametrallados a millares, una
133
colina dinamitada y la masa de cadáveres enterrada bajo la tierra que se levantó con la
explosión […].
Nuevos registros nuevos suicidios,- (P. 75).
“Un médico el doctor Korn, católico-judío, esposa aria. Pillnitzer Strasse. La esposa
aria fue apaleada, el marido tenía que presentarse al día siguiente a la gestapo. Suicidio
aquella noche. Lo usual […].
Noticias de Buchenwald.- (P. 91).
“lo que sospechábamos es cierto: telegrama de un Oberturmbanfühern a Elsa Kreidl:
‘Ernst Kreidl ha muerto hoy, 22 de mayo, por la mañana, sigue la carta’.Probablemente no se
sabrá nunca por qué y cómo ha muerto el pobre hombre. Hace seis meses lo citaron en la
Gestapo y no volvió. Estuvo cinco meses preso en la PPd. Su mujer no pudo tener contacto
con él. Al abogado Neumark le dijeron que se trataba de un asunto de poca monta, que
pronto estaría en libertad. Lo esperaban aquí primero por Navidad, después para Año Nuevo.
Después yo sospeché que quizá estaba implicado en el asunto de Checoslovaquia. Su mujer
lo negó vehementemente. Hace un mes dejaron de aceptar la ropa limpia que su mujer le
llevaba cada semana. Dos semanas después, recibió una postal de Ernst Kreidl, enviada desde
Buchenwald. Decía que estaba relativamente bien, que podía escribir y recibir correo cada
quince días, y recibir también quince marcos mensuales. Después, nada más y hoy, el
telegrama. Un destino semejante se cierne sobre mí hora tras hora”.
Tema: Exterminio (“Porrajmos” en romaní) de gitanos en Auschwitz (con
macabro sarcasmo). RUDOLF HOESS, Yo, comandante de Auschwitz (Autobiografía).
Muchnik Editores, 1979, pp. 125-126
“En agosto de 1944, quedaban todavía en Auschwitz alrededor de cuatro mil gitanos
destinados a la cámara de gas. Hasta entonces habían ignorado la suerte que les esperaba. Sólo
se dieron cuenta cuando, por barracas enteras, se los llevó al crematorio I [En la noche del 31
de julio al 1 de agosto de 1944]. No era nada fácil hacerles entrar en la cámara de gas. No
asistí personalmente a la exterminación, pero Schwarzhüber, mi colaborador, me aseguró que
ninguna ejecución de judíos le había resultado tan penosa como ésta. Conocía bien a todas las
víctimas y había mantenido con ellas relaciones amistosas […].
Cuando iba a Oranienburg para la inspección general de los campos, me ocurría verme
interpelado por gitanos que me habían conocido en Auschwitz y esperaban obtener de mí
noticias de sus parientes. A menudo, éstos ya habían pasado por la cámara de gas y era muy
penoso para mí tener que darles respuestas evasivas a esa gente que me abordaba con tanta
confianza. En Auschwitz me causaron no pocas preocupaciones, pero, si se me permite
decirlo, eran mis presos preferidos”.
Tema: Incapacidad de pensar y juzgar por uno mismo: Heteronomía moral (Todo lo
demás son excusas). RUDOLF HOESS, Yo, comandante de Auschwitz (Autobiografía).
Muchnik Editores, 1979, pp. 145-146.
“Según la voluntad de Himmler, Auschwitz estaba destinado a ser el mayor campo de
exterminio de toda la historia de la humanidad.
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En el verano de 1941, cuando me dio personalmente la orden de preparar en Auschwitz
una instalación destinada al exterminio en masa y me encargó la operación, yo no podía
hacerme una idea de la envergadura de esta empresa y del efecto que produciría.
Cierto que en esta orden había algo monstruoso que sobrepasaba de lejos las medidas
precedentes. Pero los argumentos que Himmler me presentó me hicieron parecer
perfectamente justificadas sus instrucciones. No podía reflexionar: tenía que ejecutar la
consigna. Mi horizonte no era lo bastante amplio para permitirme elaborar un juicio personal
sobre la necesidad de exterminar a todos los judíos.
Desde el momento que el propio Führer se había decidido a una “solución final del
problema judío”, un miembro veterano del partido nacionalsocialista no podía plantearse
preguntas, sobre todo si era un oficial SS. “Führer, ordena, nosotros te seguimos” era para
nosotros mucho más que una simple fórmula, un eslogan. Para nosotros, esas palabras tenían
el valor de un compromiso solemne.
Después de mi arresto, me han señalado varias veces que hubiera podido negarme a la
ejecución de esta orden o bien, llegado el caso, matar a Himmler. No creo que una idea
semejante haya podido siquiera rozar el espíritu de uno solo de los miles de oficiales SS. Era
algo imposible, impensable. Hubo, ciertamente, muchos casos de oficiales que criticaron tal
orden, especialmente severa, de Himmler. Protestaron, gruñeron; pero no hubo un solo caso en
que se negaran a obedecer”.
Tema: Primera utilización del Zyklon B. RUDOLF HOESS, Yo, comandante de
Auschwitz (Autobiografía). Muchnik Editores, 1979, pp. 147-149.
“Durante uno de mis viajes, mi suplente, el Schutzhaftlagerführer Fritzsch usó gases para
matarlos [a prisioneros del Ejército Rojo]. En esa oportunidad empleó una preparación de
cianuro (cyclon B) que tenía a su alcance porque se lo utilizaba como insecticida. Me informó
de esto a mi regreso; para el convoy siguiente se utilizó otra vez el mismo gas.
Se mataba a los prisioneros por medio del gas en las celdas del bloque 11. He asistido a
la escena, protegido por una máscara antigás. El amontonamiento en las celdas era tal que las
víctimas morían apenas entraba el gas. Un breve grito, casi ahogado, y todo había terminado.
Yo estaba quizá demasiado impresionado por ese primer espectáculo de matanza con gases
como para tomar conciencia de manera suficientemente clara de lo que veía. Por el contrario,
recuerdo con mayor precisión la manera como, poco después, fueron matados con gas
novecientos rusos […]. Los rusos se desnudaron en una antecámara y franquearon
tranquilamente el umbral: se les había dicho que se les iba a despiojar. Cuando todo el convoy
estuvo reunido, se cerraron las puertas y se hizo entrar el gas por los tubos […]. Durante un
buen rato se oyeron todavía las voces de las víctimas. Primero, algunas voces aisladas gritaron:
’¡Los gases!’ y después fue un alarido general. Todos se precipitaron hacia las dos puertas,
pero éstas no cedieron a la presión. Al cabo de algunas horas, se abrió la pieza y fue entonces
cuando vi por primera vez los cuerpos amontonados de los muertos […].
Pero debo confesar, con toda franqueza, que el espectáculo al que acababa de asistir
había producido en mí una impresión más bien tranquilizadora. Cuando nos enteramos de que
pronto se procedería al exterminio masivo de los judíos, ni yo ni Eichmann estábamos
informados sobre los métodos a emplear. Sabíamos que se emplearían gases, pero no qué
gases ni cómo se utilizarían. Ahora teníamos los gases y habíamos encontrado la manera de
usarlos […] De ahora en adelante estaría tranquilo: ya no asistiría a esos “baños de sangre” y
la angustia les sería ahorrada a las víctimas hasta el último momento”.
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Tema: Excusa en forma de metáfora. RUDOLF HOESS, Yo, comandante de Auschwitz
(Autobiografía), Muchnik Editores, 1979, p. 187
“Yo era una ruedecilla inconsciente de la inmensa máquina del III Reich”.
Tema: La “acción” húngara. RUDOLF HOESS, Yo, comandante de Auschwitz
(Autobiografía), Muchnik Editores, 1979, p. 201.
“La cifra máxima de muertos e incinerados en veinticuatro horas superó apenas los 9.000
en todas las instalaciones, excepto el Bunker III, en el verano de 1944. Era el momento de la
“acción” húngara […] Nos llegaban cinco trenes en veinticuatro horas, en lugar de los tres
esperados y los convoyes eran más numerosos que de costumbre”.
Tema: Exterminio de judíos en Auschwitz. RUDOLF HOESS, Yo, comandante de
Auschwitz (Autobiografía), Muchnik Editores, 1979, pp. 209-210.
“En Auschwitz, el proceso de exterminio de judíos se efectuaba de la manera siguiente.
Hombres y mujeres eran conducidos separadamente a los crematorios de la manera más
tranquila posible. En la pieza donde se desnudaban, los detenidos del comando especial
(=Sonderkommando) les explicaban, en su propia lengua, que se les había llevado allí para
ducharles y despiojarles. Les invitaban a que ordenaran bien sus ropas, recordando el lugar
donde las dejaban, para recogerlas a la salida. Los detenidos del comando eran los primeros
interesados en que esta operación se realizase rápidamente, con calma y sin tropiezos. Luego
de haberse desnudado, los judíos entraban en la cámara de gas, donde efectivamente había
duchas y cañerías de agua, lo que les daba el aspecto de una sala de baños. Primero entraban
las mujeres con sus niños. Los hombres, siempre en minoría (los hombres eran seleccionados
para trabajar), las seguían […].
Entonces se echaba rápidamente el cerrojo a la puerta y los enfermeros “desinfectores”,
ya preparados, dejaban entrar de inmediato el gas por las claraboyas del techo. Los recipientes
que contenían el gas eran arrojados a tierra y los gases se expandían rápidamente. Por el
agujero de la cerradura de la puerta se podía ver que aquéllos que se encontraban más cerca del
recipiente caían muertos en redondo. Se puede afirmar que para un tercio del total la muerte
era inmediata. Los demás temblequeaban, se ponían a gritar cuando les faltaba el aire. Pero sus
gritos pronto se transformaban en estertores y en unos minutos todos quedaban tendidos. Al
cabo de veinte minutos a lo sumo, nadie se movía ya […].
Una media hora después el envío del gas, se abría la puerta y se ponía en marcha el
ventilador […] Luego, el comando especial se ocupaba de arrancar los dientes de oro y cortar
los cabellos de las mujeres. En seguida, los cuerpos eran subidos en el ascensor a la planta
baja, donde los hornos ya estaban encendidos. Según la dimensión de los cadáveres se podía
introducir en cada uno de ellos hasta tres a la vez. […].
Durante la incineración, que se producía sin pausa, las cenizas caían por los tubos.
Reducidas a polvo se las llevaba al Vístula en camiones; con ayuda de palas se las arrojaba al
río, donde de inmediato se disolvían y eran arrastradas por la corriente”.
Tema: Exterminio en el campo de Chelmno. Testimonios de la película “SHOAH” de
CLAUDE LANZMANN, cuyo guión íntegro está publicado en la editorial Arena Libros,
136
Madrid 2003, pp. 17-18. SIMÓN SREBNIK [Junto con Michael Podchlebnik, únicos
supervivientes del campo de exterminio de Chelmno, al noroeste de Lodz, en la Polonia
anexionada al Reich (Wartheland). 400.000 judíos fueron asesinados aquí, mediante la
utilización del gas de escape de los motores de los camiones.]
“Es difícil de reconocer, pero era aquí. Aquí se quemaba a la gente. Mucha gente fue
quemada aquí. Sí, este es el lugar. Jamás volvía nadie.
Los camiones para gasear llegaban ahí… Había dos inmensos hornos… e,
inmediatamente, arrojaban los cuerpos a esos hornos y las llamas subían hasta el cielo […].
Sí, era terrible. Es algo que no se puede contar. Nadie puede imaginarse lo que ocurrió
aquí. Imposible. Y nadie puede comprender esto. Incluso yo mismo, hoy día… No me creo
que yo esté aquí. No, no puedo creerlo. Aquí, estaba todo siempre tan tranquilo, siempre.
Cuando cada día se quemaba a dos mil personas, judíos, estaba también tranquilo. Nadie
gritaba. Cada uno hacía su trabajo. Era un lugar silencioso. Apacible. Como ahora”.
.....................................................................
“En cada camión había ochenta personas. Cuando llegaban, los SS decían: “¡Abrid las
puertas!”. Nosotros lo hacíamos. E inmediatamente, los cuerpos caían rodando. Un SS decía:
“¡Dos hombres dentro!” […] Otro SS aullaba: “¡Arrojad más deprisa. Más deprisa! ¡Está
llegando el otro camión!”. Y se trabajaba hasta que el transporte fuera quemado en su
totalidad. Y así, durante todo el día… Así era la cosa. […]
Sólo tenía trece años y todo lo que había visto hasta entonces eran muertos, cadáveres.
[…] Nunca había visto otra cosa. En el gueto yo veía… En Lodz, en el gueto, en el momento
en que uno daba un paso, caía muerto, muerto. Yo pensaba: debe ser así, es normal, es así.
Andaba por las calles de Lodz, recorría, digamos, cien metros y había doscientos muertos.
La gente tenía hambre. […] El hijo cogía el pan del padre, el padre el pan del hijo, todos
querían seguir viviendo. Entonces, cuando llegué aquí, a Chelmno, yo ya estaba… Todo esto
me daba igual…
También pensaba: […] Si salgo de aquí, no quedará nadie en el mundo más que yo”.Pp.
105-107.
Tema: Exterminio de los judíos de Grabow (Polonia) en Chelmno. Testimonios de la
película “SHOAH” de CLAUDE LANZMANN, cuyo guión íntegro está publicado en la
editorial Arena Libros, Madrid 2003, pp.89-90. JACOB SCHULMANN, Rabino de Grabow
[Carta a sus amigos de Lodz, leída por Claude Lanzmann, delante de lo que, en otro
tiempo, fue la sinagoga de Grabow].
“ ‘Muy queridos míos: hasta ahora no os he respondido porque no sabía nada concreto
sobre todo lo que me han dicho. Pero ¡ay! Para nuestra desgracia, ahora ya lo sabemos todo.
He estado con un testigo ocular que, gracias al azar, se salvó. Lo he sabido todo gracias a él. El
lugar donde fueron exterminados se llama Chelmno, cerca de Dombie, y a todos los entierran
en el cercano bosque de Rzuszow. Los judíos son asesinados de dos maneras, por fusilamiento
o mediante el gas. Después de algunos días, trasladan a miles de judíos de Lodz y hacen con
ellos lo mismo. No penséis que todo esto os lo está escribiendo un hombre que se ha vuelto
loco. ¡Ay! Es la trágica, la horrible verdad. “Horror, horror, hombre, rasga tus vestiduras,
cubre tu cabeza con cenizas, corre por las calles y danza, preso de locura”. Estoy tan
137
sumamente cansado, que mi pluma ya no puede escribir. Creador del universo, ¡ven en nuestra
ayuda!’.
El creador del universo no vino en ayuda de los judíos de Grabow. Todos fueron
asesinados, con su rabino, en los camiones para gasear de Chelmno algunas semanas después.
De Grabow a Chelmno hay, exactamente, diecinueve kilómetros”.
Tema: Trabajo del Sonderkommando en Auschwitz. Testimonios de la película
“SHOAH” de CLAUDE LANZMANN, cuyo guión íntegro está publicado en la editorial
Arena Libros, Madrid 2003, pp. 64-66. PHILIP MÜLLER [judío checo, superviviente de
las cinco liquidaciones del “Sonderkommando” de Auschwitz].
“-Philip, aquel domingo de mayo de 1942 en el que, por primera vez, entraste en el
crematorio de Auschwitz I, ¿qué edad tenías?-.
Veinte años […] Estábamos encerrados en una celda […] cuando llegaron algunos SS [..]
Yo ignoraba adónde se nos llevaba, creía que se nos iba a ejecutar. De golpe, […] un joven
Unterscharführer aulló: “¡Dentro, basura, cerdos!” […].
Nos arrojó al corredor. Inmediatamente, el hedor, el humo, me sofocaron. Corrimos,
todavía, y entonces distinguí los rasgos de los dos primeros hornos. Y entre los hornos, se
agolpaban algunos detenidos judíos […]. Y desde allí, se nos empujó a otra gran sala. Y
recibimos la orden de desnudar a los cadáveres. Miro a mi alrededor… Hay centenares de
cuerpos. Estaban vestidos. Entre los cadáveres, en desorden, maletas, paquetes… Y, un poco
diseminados por todas partes, extraños cristales azul-violeta. Todo me resultaba
incomprensible. Era como un golpe en la cabeza, como si hubiera sido fulminado. ¡Ni siquiera
sabía dónde me encontraba! ¡Y cómo era posible matar a tanta gente a la vez!
Habíamos desnudado ya, a algunos, cuando se nos dio la orden de alimentar los hornos.
De repente, un Unterscharführer se volvió hacia mí y me dijo: “¡Sal de aquí, vete a trasladar
los cadáveres!”. Pero, ¿qué significaba “trasladar los cadáveres”? Entré en la sala de
cremación. Allí estaba un detenido judío, Fischel, […] me miró y yo vi cómo hurgaba en el
horno con una gran barra. Entonces me dijo: “Haz como yo, si no, el SS te mata”. Yo cogí una
pica y le imité”.
Tema: Sonderkommando. Testimonios de la película “SHOAH” de CLAUDE
LANZMANN, cuyo guión íntegro está publicado en la editorial Arena Libros, Madrid 2003, p.
151. RICHARD GLAZAR [Superviviente del Sonderkommando de Treblinka]
“La ‘temporada mala’, como se la ha llamado, comenzó en febrero de 1943, después de
los grandes transportes de Grozno y Byalistok. La calma chicha. Ya a finales de enero, todo
febrero y hasta marzo, se producía un período de calma. Nada, no llegaba ningún transporte, el
campo entero estaba vacío; y, de repente, por todas partes, comenzó el hambre. Y el hambre
no dejaba de aumentar… Y un día […] el Obersharführer Kurt Franz apareció delante de
nosotros y nos soltó: ‘Bien… a partir de mañana, vuelven los transportes’. Nosotros no dijimos
nada, simplemente nos miramos y cada uno pensó: ‘Mañana se acabará el hambre’ ”.
Tema: Situación de los judíos holandeses en la primera fase de la ocupación. ANA
FRANK, El diario de Ana Frank, Ed. Pehuén, 1984 (Edición electrónica, 2002), p. 3.
138
Sábado 20 de junio de 1942
“Después de 1940 terminaron los buenos tiempos. Primero vino la guerra, luego
la rendición, enseguida la entrada de los alemanes a Holanda. Y así comenzó la miseria. Un
decreto dictatorial siguió a otro y los judíos se vieron especialmente afectados. Tuvieron que
llevar una estrella amarilla en su vestimenta, entregar sus bicicletas y ya no podían viajar en
tranvía, para no hablar de automóviles. Los judíos sólo podían hacer compras entre 3 y 5 de la
tarde, y sólo en tiendas judías. No podían salir a la calle después de las ocho de la tarde y
tampoco salir a sus balcones o jardines después de esa hora. Los judíos tenían vedados los
teatros y los cines, así como cualquier otro lugar de entretenimiento público. No podían ya
nadar en las albercas públicas o practicar el tenis o el hockey. Se les prohibieron todos los
deportes. Los judíos tenían prohibido visitar a sus amigos cristianos. Los niños judíos deben
acudir exclusivamente a escuelas judías. Así se amontonan las prohibiciones arbitrarias. Toda
nuestra vida estaba sometida a este tipo de presiones. Jopie suele decirme: "Ya no me atrevo a
hacer casi nada, pues siempre pienso que puede estar prohibido"”.
Tema: Miedo, siempre. ANA FRANK, El diario de Ana Frank, Ed. Pehuén, 1984
(Edición electrónica, 2002), p. 21.
Jueves 1° de octubre de 1942
Querida Kitty:
Ayer tuve un miedo terrible. A las ocho sonó el timbre con persistencia. Sólo se me
ocurrió una cosa: que eran ellos. Pero todo el mundo afirmó que sólo se trataba de mendigos o
del cartero, y me tranquilicé.
Tema: Detención. Campo de tránsito de Westerbork. Deportación al Este.
Exterminio. ANA FRANK, El diario de Ana Frank, Ed. Pehuén, 1984 (Edición electrónica,
2002), p. 21-22.
Viernes 9 de octubre de 1942
“ Querida Kitty:
Hoy no tengo que anunciarte más que noticias tristes y deprimentes. Nuestros muchos
amigos judíos son poco a poco embarcados por la Gestapo, que no anda con contemplaciones;
son transportados en furgones de ganado a Westerbork, un gran campo para judíos, en Drente.
Westerbork debe ser una pesadilla: un solo lavabo cada cien personas, y faltan retretes. La
promiscuidad es atroz. Hombres, mujeres y niños duermen juntos.
Imposible huir. La mayoría está marcada por el cráneo afeitado, y muchos, además, por
su tipo judío.
Si eso sucede ya en Holanda, ¿qué será en las regiones lejanas y bárbaras de las que
Westerbork no es más que el vestíbulo? Nosotros no ignoramos que esas pobres gentes serán
exterminadas. La radio inglesa habla de cámaras de gas. Después de todo, quizá sea la mejor
manera de morir rápidamente. Eso me tiene enferma. Miep cuenta todos esos horrores de
manera tan impresionante, que ella misma se siente convulsionada. Un ejemplo reciente: Miep
encontró ante su puerta a una vieja judía paralítica, aguardando a la Gestapo, que había ido a
buscar un auto para transportarla. La pobre vieja se moría de miedo a causa de los bombardeos
de los aviones ingleses y temblaba viendo los haces luminosos que se cruzaban en el cielo
como flechas. Miep no tuvo el valor de hacerla entrar en su propia casa; nadie se hubiera
atrevido a hacerlo. Los alemanes castigan tales acciones sin clemencia. Elli también tiene
motivo para estar triste: su novio tiene que partir para Alemania. Ella teme que los aviadores
139
que vuelan sobre nuestras casas dejen caer su cargamento de bombas, a menudo de millares de
kilos, sobre la cabeza de Dirk. Bromas tales como que "nunca recibirá mil" y "una sola bomba
basta", me parecen fuera de lugar. Cierto que Dirk no es el único obligado a partir; todos los
días salen trenes atestados de jóvenes de uno y otro sexo destinados al trabajo obligatorio en
Alemania. Cuando se detienen en el trayecto, en tal o cual cruce, algunos tratan de escapar o
pasar a la clandestinidad; eso resulta a veces, pero en muy pequeña proporción.
Aún no he terminado con mi oración fúnebre. ¿Has oído hablar alguna vez de rehenes?
Es su último invento para castigar a los saboteadores. La cosa más atroz que pueda imaginarse.
Ciudadanos inocentes y absolutamente respetables son arrestados, y aguardan en la cárcel su
condena. Si el saboteador no aparece la Gestapo fusila a un número de rehenes sin más rodeos.
Los diarios publican a menudo las esquelas mortuorias de esos hombres, ¡bajo el título de
accidente fatal! ¡Hermoso pueblo, el alemán! ¡Y pensar que yo pertenecía a él! Pero no, hace
mucho tiempo que Hitler nos hizo apátridas. Por lo demás, no hay enemigos más grandes que
estos alemanes y los judíos.”
Tuya,
ANA
Tema: Fanatismo: Nación y Líder. El mejor remedio: El humor. ANA FRANK, El
diario de Ana Frank, Ed. Pehuén, 1984 (Edición electrónica, 2002), p. 38.
“El "Führer de los germanos" ha hablado a sus soldados heridos. ¡Triste audición!
Preguntas y respuestas poco más o menos de esta clase:
— Mi nombre es Heinrich Scheppel.
— ¿Dónde fue usted herido?
— En el frente de Stalingrado.
— ¿Qué heridas tiene?
—Ambos pies helados y fractura del brazo izquierdo.
Así transcurría esta tremebunda función de títeres. Los heridos parecían estar muy
orgullosos de sus heridas, cuantas más, mejor. Uno de ellos parecía muy turbado, apenas podía
hablar, por la simple razón de que le era permitido tender al Führer la mano (si es que le queda
alguna).”
Tuya,
ANA
Tema: Lo primero: Las mismas manidas e irritantes excusas. GITTA SERENY, En
aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos
volúmenes, vol. I, p. 25.
“Una vez solos, empezó en seguida a rebatir algunas de las acusaciones hechas durante
su juicio […]: no había hecho nada malo; y siempre hubo otros por encima de él; se limitó a
obedecer órdenes; jamás fue violento con nadie. Todo había sido una de tantas tragedias de la
guerra, y, por desgracia, las hubo en todas partes…”.
Tema: Programa T4 (Tiergartenstrasse, 4): Programa de Eutanasia. GITTA
SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977.
Dos volúmenes, vol. I, pp. 77-78.
140
“Según una carta fechada el 16 de mayo de 1941, y dirigida por la Audiencia de
Francfort al ministro de Justicia Gürtner, el Programa de Eutanasia era ya del dominio público
[…]. “Los pacientes son llevados a la cámara de gas vestidos con camisones de papel”,
continúa la carta. “Los cadáveres pasan al horno en una cinta transformadora y el humo de la
chimenea del crematorio es visible a varios kilómetros. De noche, los operarios de Wirth,
elegidos por la Gestapo de Berlín…, se emborrachan para olvidar en la pequeña hostería de
Hadamar, donde los clientes tienen buen cuidado de evitarlos”. […].
La oposición de varios obispos protestantes y católicos durante 1940 y 1941 alcanzó su
cumbre en el sermón que Galen pronunció el 3 de agosto de 1941, en la iglesia de San
Lamberto en Münster.
Fue también durante ese verano cuando Hitler, en el curso de una excursión a Hof, cerca
de Nuremberg, en la que su tren se detuvo cuando algunos enfermos mentales eran cargados
en camiones, tuvo al parece la experiencia inédita de ser abucheado por un público enfurecido.
Cualquiera que fuese la razón, lo cierto es que el 24 de agosto de 1941 el doctor Kart Brandt
(según declararía más tarde) recibió instrucciones verbales de Hitler, en su cuartel general,
para detener el Programa de Eutanasia.”
“Por su parte, el Papa Pío XII sólo habló contra la eutanasia, clara y sucintamente, en su
encíclica “Mystici Corporis”, hecha pública el 29 de junio de 1943. Tenía ya poca importancia
para los niños y adultos, entre 60.000 y 80.000 […] que habían sido ya asesinados […].
Un portavoz del Vaticano, el jesuita Burkhart Schneider, comentando el sermón de
Galen, afirmó que no tuvo gran trascendencia, porque ‘el Programa había ya casi terminado;
habían matado más o menos a cuantos proyectaban matar ‘ ”. Pp. 101-102.
Tema: Einsatzgruppen. Babi Yar. GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de
amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I, pp. 128-129.
“Albert Hartl, ex jefe del Servicio de Información Eclesiástica de la Oficina de
Seguridad del Reich, enviado a Rusia en enero de 1942 […] me habló del día en que fue
invitado a cenar en la dacha, la villa de fin de semana en las afueras de Kiev, del
Brigadeführer (general de división) Max Thomas […].
‘Fui en compañía del Standartenführer (coronel) Blobel. Apenas le conocía, pero estaba
también invitado a cenar y fuimos juntos. Oscurecía, mientras pasábamos junto a un largo
barranco. Noté extraños movimientos en el suelo, trozos de tierra saltaban al aire como por
propio impulso, y había humo, como en un volcán durmiente, como si hubiese lava hirviendo
bajo la superficie. Blobel, riéndose, hizo un amplio gesto con el brazo, señalando atrás y a
nuestro frente, todo a lo largo del barranco, el barranco de Babi Yar, y dijo: ‘Ahí yacen mis
treinta mil judío’” [El movimiento de la tierra era causado porque el deshielo liberaba los
gases de los cadáveres] .
Tema: Campos de exterminio. Datos. GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo
de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I, pp. 132-133.
“Fueron creados con el único propósito de acabar ante todo con los judíos europeos, y
también con los gitanos. Hubo cuatro de estas instalaciones proyectadas exclusivamente para
el exterminio. La primera, a modo de prueba, fue la de Chelmno (Kulmnof), montada en
diciembre de 1941. Después, tras la Conferencia de Wansee, de enero de 1942, que, presidida
por Reinhardt Heydrich, dio el visto bueno oficial al programa de exterminio, vinieron Belzec
141
(marzo, 1942), Sobibor (mayo, 1942) y, el mayor de ellos, Treblinka (junio, 1942). Todos se
hallaban dentro de un radio de trescientos kilómetros en torno a Varsovia. […].
Ninguno de los campos de exterminio llevaba más de diecisiete meses de existencia
cuando fueron, uno tras otro, totalmente borrados por la SS. Los cálculos oficiales polacos, los
más conservadores, y no universalmente aceptados, son de que aproximadamente 2.000.000 de
judíos y 52.000 gitanos (de los que al menos una tercera parte eran niños) fueron muertos en
los cuatro campos durante ese período […].
Ochenta y dos personas, todas ellas adultas, sobrevivieron de los cuatro campos de la
muerte nazis de Polonia”.
Tema: Stangl visita el campo de Belzec, al mando de Wirth. GITTA SERENY, En
aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos
volúmenes, vol. I, p. 148.
“Fue en Belzec donde comenzaron, en marzo de 1942, los exterminios en gran escala
realizados en cámaras de gas de escape.
No puedo explicarle cómo era dijo Stangl […]. Fui en coche. Al llegar, lo primero que se
encontraba era la estación de Belzec, a la izquierda de la carretera. El campo estaba también
allí, pero sobre una altura. La Kommandantur se hallaba a unos doscientos metros, al otro lado
de la carretera. Era un edificio de una sola planta. Y el olor… aquel olor que lo invadía todo.
Wirth no estaba en su despacho. Recuerdo que me llevaron hasta donde se encontraba… allí,
en una colina, junto a los pozos: Los pozos… llenos… estaban llenos. No sé cómo decirlo…
no eran centenares, sino millares de cadáveres. Dios mío… allí fue donde Wirth me habló…
me dijo para qué era Sobibor”.
Tema: Primer informe a los aliados sobre el exterminio en Polonia por un testigo
presencial. GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión
Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I, p. 150.
“Jan Karski, que fue un indomable enlace del gobierno polaco en el exilio, pasó una
jornada en Belzec disfrazado de guardia ucraniano. Su informe sobre el exterminio de los
judíos en Polonia estaba ya en Londres y Washington en octubre de 1942 (y, seguramente, a
través del correo diplomático, en el Vaticano). […] La detallada información de Karski a la
prensa mundial, miembros de la Cámara de los Comunes y del Congreso norteamericano y
autoridades eclesiásticas de Londres y Washington, y sus reuniones con Anthony Eden y el
presidente Roosevelt, constituyeron el primer testimonio de un testigo presencial. Si había
existido alguna duda, después de hablar con Karski o leer su informe, los jefes aliados
supieron bien a qué atenerse sobre lo que estaba sucediendo en Polonia”.
Tema: Llegada, selección y gaseamiento en Sobibor. GITTA SERENY, En aquellas
tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I,
pp. 164-171. [Testimonio de Stanislaw Szmajzner: Superviviente de Sobibor y Treblinka,
donde trabajó como joyero. Testigo en el juicio contra Stangl. Stanislaw, sus padres, su
hermano Moize, de doce años, su hermana mayor y el hijo de ésta, Jankus, de once, un primo
de veinte y algunos otros parientes lejanos llegaron a Sobibor el 24 de mayo de 1942].
“Tras una noche en un cercado de alambre de espino […] nos metieron en un
mercancías, cien o ciento cincuenta en cada vagón […]. No había ventanillas ni evacuatorios,
142
ni luz ni aire. La gente orinaba, defecaba y vomitaba. Algunos, los más débiles, murieron de
pie […].
Cuando se abrió la puerta de nuestro vagón, […] lo primero que vi fueron dos guardias
con látigos; después supimos que era SS ucranianos. Inmediatamente empezaron a gritar ‘raus,
raus’, y a golpear ciegamente a los que estaban en la puerta. […].
Cuando salté abajo con mi familia, me apresuré a tomar de la mano a mi hermano y a mi
sobrino. Incluso grité: ‘¡no os soltéis!’. Mi primo el mayor consiguió también quedarse con
nosotros, pero en seguida perdimos de vista a mi padre. […] el ruido, la prisa, el miedo y la
confusión eran indescriptibles […]. A unos veinte metros de allí, al otro lado del patio, vi una
fila de oficiales de la SS que disparaban. Me fijé sobre todo en Stangl porque llevaba una
guerrera blanca… Destacaba entre todos. También él disparaba […]. Lo que pretendían era
que entrásemos todos a la carrera por una puerta y una especie de pasillo que iba a dar al patio.
[…].
Al salir del pasillo al segundo patio -prosiguió Stan- otros dos ucranianos dividían a los
que llegaban en dos grupos: mujeres y niños pequeños a la derecha, hombres y muchachos a la
izquierda. Las mujeres fueron inmediatamente formadas en filas de a cuatro (mi madre y mi
hermana entre ellas) y marcharon por otra puerta que había a la derecha, no sabíamos a dónde.
Después, también a nosotros nos formaron de cuatro en fondo. Fue entonces cuando vi por
primera vez a Gustav Wagner, un tipo muy alto, algo contrahecho, que ondulaba el cuerpo al
andar. Gritó: ‘Carpinteros, sastres y mecánicos, un paso al frente’. Aquello me convenció de
que se trataba de un campo de trabajo. No sé todavía lo que me hizo dar un paso al frente. Pero
lo cierto es que salí de la fila, me acerqué a él y le dije -en alemán, por supuesto-: ‘¿No
necesitan un joyero?’ Yo era sólo un chiquillo. Me miró desde su altura y dijo: ‘¿Tú? ¿Qué tú
eres joyero?’ Le dije que sí, que lo era, y también mis dos hermanos y mi primo y se los señalé
[…].
Nos mandó salir de la fila y señaló hacia una esquina: ‘Sentaos allí’, dijo […].
Llevábamos siete días allí cuando vino un guardia ucraniano […] y me dijo que tenía un
mensaje para mí; que me lo daría si yo le daba un poco de oro. Le dije que le daría el oro al día
siguiente. La nota era de otro primo mío que estaba, al parecer, en el Campo III (donde se
gaseaba y enterraba). Me decía que recitase el Kaddish por mi padre. ‘Aquí no queda nadie
vivo – escribía- Reza por ellos […].
Después de recibir la nota de mi primo, el del Campo III, estuve mucho tiempo sin
preguntarle [a Stangl ] por mi padre. Pero un día, sólo para ver qué contestaba, le pregunté
otra vez: ‘¿Cómo está mi padre?’ Habían pasado ya semanas, pero volvió a decir: ‘Está bien;
no te preocupes por él. Limítate a tu trabajo’”.
Tema: La esposa de Stangl se entera del verdadero “trabajo” de su marido. GITTA
SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977.
Dos volúmenes, vol. I, pp. 183-185
“Y un día […] vino Ludwig con otros a comprar pescado o no sé qué. Traían
aguardiente, y se sentaron en el jardín a beber. Ludwig se me acercó […] y empezó a hablarme
de su mujer y de sus chicos, y siguió. Me tenía ya harta, sobre todo porque apestaba a alcohol
y se ponía cada vez más llorón. Pero pensé que estaba solo… Debía por lo menos
escucharle… Y, de pronto, dijo: Fürchterlich… horrible, es horrible, no tienes ni idea de lo
horrible que es. Le pregunté: ‘¿Qué es horrible?’ […]. ‘Los judíos. Están liquidando a los
judíos. […]. Con gas. Y en cantidades fantásticas (Unheimliche Mengen)’.
143
Siguió hablándome de lo horrible que era, y después dijo, en el mismo tono sensiblero:
‘Pero lo hacemos por nuestro Fürher. Por él nos sacrificamos y hacemos esto; obedecemos sus
órdenes. […].
Volvimos a casa, yo llorando, argumentando y pidiéndole una y otra vez que me
explicase cómo podía estar en semejante sitio, cómo se había dejado arrastrar a tal situación
[…]. Él, lo único que hacía una y otra vez era tranquilizarme, o intentarlo […].
Al final, me dejé convencer de que su papel en el campo era puramente administrativo.
Naturalmente, quería convencerme [a mí misma]”.
Tema: Stangl, nuevo comandante de Treblinka, visita el campo por primera vez.
GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial
S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. I, pp. 209-210.
“Llegué allí en coche, con un chofer de la SS. Se olía a kilómetros de distancia […].
Cuando estábamos a quince o veinte minutos de Treblinka, empezamos a ver cadáveres a lo
largo de la vía; primero dos o tres, después cada vez más; y al llegar a la estación encontramos
lo que me parecieron centenares, allí tirados. Se veía que llevaban días al sol. En la estación
había un tren lleno de judíos, algunos ya muertos. También ellos parecían llevar allí días […].
Lo de aquel día en Treblinka fue lo más horrible que vi durante todo el III Reich […]. Era el
infierno de Dante […]. Cuando entré en el campo y me apeé del coche en el patio, me encontré
inmerso en dinero hasta la rodilla. No sabía por dónde tirar. Todo el patio estaba cubierto de
billetes. El olor era inimaginable; centenares, millares de cadáveres en descomposición, en
putrefacción. Más allá, en el bosque, a solo unos cientos de metros de la cerca de alambre de
espino y todo alrededor del campo, había tiendas y hogueras con grupos de guardias
ucranianos y chicas (fulanas, según supe más tarde) de toda la región, emborrachándose,
bailando, cantando, tocando…”.
Tema: La “fase álgida” de Treblinka. Richard Glazar, “Sonderkommando”.
GITTA SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial
S.A., 1977. Dos volúmenes, vol. II, p. 18.
“El período entre finales de octubre y comienzos de enero fue la fase álgida, cuando
llegaron la mayoría de los transportes, a veces seis por jornada, con un promedio de 20.000
personas diarias. Al principio, la mayoría eran judíos de Varsovia y del Oeste, con sus
riquezas; sobre todo, enormes cantidades de alimentos, dinero y joyas. Era realmente increíble
lo que comíamos. Recuerdo a un chico de dieciséis años que, a las pocas semanas de llegar,
dijo una noche que nunca había vivido tan bien como en Treblinka […].
No llevábamos uniforme a rayas, ni andábamos andrajosos y llenos de parásitos o
muertos de hambre la mayor parte del tiempo, como los internados en los campos de
concentración. Los de mi grupo […] vestían muy bien. Al fin y al cabo, no faltaba ropa. Yo
solía llevar pantalones de montar, chaqueta de terciopelo, botas de color, camisa, corbata de
seda y, cuando hacía frío, un jersey. […]. Me limpiaba las botas una o dos veces al día, hasta
dejarlas como un espejo. Cambiaba de camisa a diario, y, por supuesto, de ropa interior.
Nosotros no teníamos parásitos, pero en los barracones sí los había; era inevitable con lo que
venía en los transportes. Se daba el caso de llevar un pijama un par de noches y tenerlo ya
cubierto de manchas de sangre donde había matado a los bichos que me corrían por encima, y
pensaba para mí: ‘Mañana tengo que conseguir uno nuevo; espero que sea de seda. Ya está en
camino’. ¿Suena terrible, no?”.
144
Tema: la “falsa estación” de Stangl, en Treblinka. GITTA SERENY, En
aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977. Dos
volúmenes, vol. II, p. 23.
“Fue en las Navidades de 1942 cuando Stangl ordenó construir la falsa estación de
ferrocarril. Un reloj (con números pintados y manecillas inmóviles, pues se pensó que no era
probable que nadie llegase a notarlo), ventanillas para el despacho de billetes, y horarios y
flechas con la indicación de los empalmes ‘A Varsovia’, ‘A Wolwonoce’ y ‘A Bialystock’
fueron pintados en la fachada de los ‘barracones de clasificación’; todo con el fin de inducir a
quienes llegaban en los transportes […] que se trataba de un campo de paso”.
Tema: La historia del padre de Blau. La repulsiva catadura moral de Stangl. GITTA
SERENY, En aquellas tinieblas, Círculo de amigos de la historia. Unión Editorial S.A., 1977.
Dos volúmenes, vol II, pp. 34-35.
“Con Blau era con el que más hablaba […]. Lo había nombrado cocinero del campo de
abajo, y él sabía que lo ayudaría cuanto pudiese.
Recuerdo un día en que me llamó a la puerta de mi despacho hacia media mañana, se
puso firme y me pidió permiso para hablarme. Parecía muy preocupado. Le dije: ‘Claro, Blau;
pase. ¿Qué le ocurre?’ Me dijo que se trataba de su padre, un anciano de ochenta años. Había
llegado en el transporte de aquella mañana. Si yo pudiese hacer algo… Le dije: ‘Realmente,
Blau, debe comprenderlo; me es imposible. Un hombre de esa edad…’. Se apresuró a decir
que sí, que lo comprendía, pero que si podía darle permiso para llevar a su padre al Lazarett en
vez de a las cámaras de gas. Y si podía llevarlo primero a la cocina y darle de comer. Le dije:
‘Vaya y haga lo que mejor le parezca. Oficialmente, no sé nada; pero extraoficialmente puede
decir al Kapo que le he dado permiso’. Por la tarde, cuando volví a mi despacho, me estaba
esperando. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Se puso firme y dijo: ‘Herr Hauptsturmfürher,
quiero darle las gracias. Di de comer a mi padre, y vengo de dejarlo en el Lazarett… Ya acabó
todo. Muchísimas gracias’. Le dije:’Bueno, Blau, no es preciso que me dé las gracias; pero si
se empeña…’”.
Tema: Los 340 de la Buna y la regla de Auschwitz. PAUL STEINBERG, Crónicas del
mundo oscuro. Ed. Montesinos, p. 30.
“Al llegar a la Buna nos amontonaron a todos, a los trescientos cuarenta varones de
quince a cincuenta años en estado de aparente buena salud, balo la gran carpa reservada a los
recién llegados. Nos inscribieron, nos tatuaron, nos dieron cuatro nociones sobre los saludos,
los recuentos, el protocolo del campo. Tuvimos que responder a las órdenes ladradas en
alemán, y los de reacciones lentas empezaron a probar el garrote. Yo hice bien mi trabajo.
Conseguí que inscribieran […] a los que sabían hacer cualquier chapuza los registré como
carpinteros, cerrajeros o pintores de brocha gorda; yo mismo me inscribí como químico. Era
de los dos o tres más jóvenes de la remesa, rosado e imberbe, lo que contribuyó a crearme
algunas simpatías, no todas confesables, entre los altos dignatarios; de ellos aprendí
prácticamente todo lo necesario para sobrevivir más tiempo.”
“Habíamos superado la etapa de los sentimientos, de las relaciones de amistad. Cada
cual, replegado en sí mismo, luchaba por sobrevivir. La máquina de deshumanizar había
funcionado de maravilla. Ya sólo existíamos en la indignidad”. (p. 39).
145
“Los trescientos cuarenta que éramos al principio se redujeron en un cuarenta por
ciento en tres meses; en un sesenta por ciento en ocho meses, al ser el verano menos letal que
el invierno; en un ochenta y cinco por ciento al cabo de un año. El quince por ciento restante
formó un residuo incompresible, porque se había adaptado a la vida del campo y disfrutaba
de distintos privilegios”.(p.61).
Tema: Steinberg sobrevive a la Selektion de Mengele en Auschwitz. PAUL
STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, pp.54-55.
“El Tren se detuvo la mañana del tercer día. Era un 10 de octubre […]. Frente a
nosotros se había formado una fila de unos cincuenta metros en dos o tres hileras. Las
familias se cogían de la mano, los ancestros artríticos se agarraban a toda costa a su
descendencia. Algunos niños solos se habían pegado a adultos con aire adoptivo. Se había
constituido una sociedad en continuidad con el pasado. A esa sociedad le quedaban diez,
cinco, un minuto para descomponerse absolutamente y emprender el último viaje. Enseguida
hubo seiscientas o setecientas personas detrás de nosotros. Hice observar a Philippe que más
valía estar delante, ya que los que estaban al final corrían el riesgo de hacer cola en vano.
Había pasado el brazo alrededor de su cuello y me apoyaba en él para descansar mi pie.
Nos encontramos delante de tres suboficiales SS. A Philippe le mandaron a la fila de la
izquierda. El más viejo, que estaba en el centro (más tarde supe que era Mengele), me
preguntó:’Was ist mit dem Fuss gebrochen?’. Yo respondí:’Nein Herr Offizier ein Abces an
der Fuss sole’. (‘¿Qué te pasa? ¿Un pie roto?’. ‘No, oficial, un absceso en la planta del pie’.)
Me miró, sorprendido de mi acento, consultó con la mirada a uno de sus acólitos y me
mandó con Philippe a la fila de los vivos. Los de la fila de la derecha, a excepción de algunas
mujeres jóvenes, no vieron salir el sol al día siguiente”.
Tema: El combate por la vida. PAUL STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed.
Montesinos, p. 63.
“Era plenamente consciente de estar abandonado a mi propia suerte y de que iba a tener
que librar solo el combate por la vida; de que ese combate, y no lo sabría hasta más tarde, no
me dejaría muchos recursos para ayudar a mis amigos en lo más bajo de la pendiente.
Bajo la carpa, cuando todos los sufrimientos no habían hecho más que empezar, todavía
sentía el lastre de toda la gama de los sentimientos humanos: amistad, compasión, solidaridad. No iba a recuperarlos hasta mucho más tarde, demasiado tarde para mis amigos, a
tiempo para otros que conocí después.
No traduje a mis compañeros la frase fatídica con que terminaban la mayoría de
alocuciones oficiales: ‘In sechs Woche seit ihr alle Muselmaner’. (Dentro de seis semanas,
seréis todos musulmanes). ‚Von hier geht es nur durch den Schernstein raus’. (De aquí sólo
se sale por la chimenea)“.
Tema: ¿Relaciones humanas…? Muerte, muerte, muerte. El combate por la vida.
PAUL STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, pp. 90-91.
“De aquellas semanas no conservo más recuerdo que los sufrimientos, el frío y la
humillación. ¿El quid de las relaciones humanas? No existen. Estoy rodeado de sombras in146
consistentes que apenas puedo discernir y que se evaporan a medida que pasan los días. A
uno le hospitalizan, seguro que morirá; a otro le seleccionan para la cámara de gas. Tres caras
nuevas, parece que italianos, pronto estarán quemados, valga la expresión. Me he encerrado
en mi caparazón, toda la energía vital que me queda está destinada a mi propia supervivencia.
[…] Todos los seres humanos que me rodean son intercambiables. El que me frota la espalda
en la explanada, el que anda a mi lado hacia las obras de la Buna, el que me precede por la
noche en la cola de la sopa. [...]
Mi último sentimiento se extinguió con Philippe. La carne y los músculos se funden,
los dientes se descarnan, las tripas se licúan, se envenenan las heridas y morimos, morimos,
morimos”.
Tema: Hauptscharführer SS, Rakasch: el mal metafísico y la impunidad. El
combate por la vida. PAUL STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, pp.
111-112.
“Me desperté sobresaltado por unos gritos y la orden de un SS en el que reconocí al
sádico Rakasch, el terror del campo. [...] Rakasch, Hauptscharführer Rakasch. El mal
absoluto. Hoy, con cincuenta años de distancia y de vivencias, soy consciente de que se
trataba de un perverso profundo. En aquella época, el candor de mis diecisiete primaveras me
empujaba a esquivarlo todo lo posible sin buscar más explicaciones.
Rakasch, al contrario que el atajo de brutos primitivos de sus colegas, no inspira un
miedo simple, elemental. Hace reinar un terror metafísico. Anda siempre solo, mientras que
los SS van en parejas. Probablemente crea malestar incluso entre los suyos.
Lo vi en acción por primera vez unas semanas después de mi llegada. Mató a un viejo
gitano, después de haberle pegado una paliza, ahogándole en un charco de agua de unos
veinte centímetros de profundidad, apoyando la bota contra su cabeza. Creo que
experimentaba un profundo placer haciendo sufrir y matando luego”.
“Quién sabe si Rakasch cambió su nombre por Schultz, se casó con su propia mujer y
adoptó a sus propios hijos bajo su nueva identidad, dejando transcurrir apaciblemente los días
al borde del azul Danubio, sin escrúpulos, sin pesadillas, dándose cachetes en los muslos,
como en los bailes tiroleses, vestido con unos Lederhose, los calzones de cuero.
Me hubiera gustado verle muerto con mis propios ojos. La partida acabó sin que
conociéramos el resultado”.
Tema: La Bofetada. El combate por la vida. PAUL STEINBERG, Crónicas del
mundo oscuro. Ed. Montesinos, pp. 143-144.
“Octubre. Hace un año desembarcaba aquí un chico de buena familia apoyándose en el
hombro de un compañero para aliviar su pie herido. En este año me he hundido, he tocado
fondo, remontado, salido a la superficie y recuperado el aliento. Soy un veterano,
correctamente vestido según los cánones de la moda local. [...]. Todavía no pertenezco,
hablando con propiedad, a la Prominenz, la aristocracia del campo, pero me consideran un
hombre influyente. Me atribuyen protectores poderosos, entre ellos el jefe del campo.
Aparentemente, la naturaleza humana es de tal manera que una situación horrible se hace
soportable a poco que uno pueda distinguir categorías todavía más desposeídas, todavía más
maltratadas. Éste es mi caso. Uno se conforma con lo que puede. He visto moribundos saltar
de alegría ante la idea de un cacillo suplementario de sopa, y puros musulmanes alegrarse por
147
media hora más de descanso. He llegado a ser envidiado. Así pues, debo ser feliz.
Relativamente feliz”.
“Una mañana, al levantarnos, inspecciono la fila que tengo a mi cargo para asegurarme
de que las camas están hechas, y me encuentro cara a cara con un viejo que se ha quedado
acostado en la litera de en medio. Es un judío polaco en las últimas, uno de esos que en el
lenguaje del campo se dice que van a eingehen, un término que en alemán se aplica a las
plantas que se están marchitando. Le digo que se baje enseguida y que haga la cama. Me
mira y masculla algo en yiddish, creo comprender que me está provocando. Furioso, tuve el
reflejo de levantar la mano y abofetearle. En el último momento, contuve mi gesto y la mano
tocó levemente su mejilla. Durante esa fracción de segundo, vislumbré y sondeé los abismos.
Vi sus ojos. Unos ojos que expresaban la espera, la resignación, el desprecio, la
desesperación. Unos ojos que derramaban cansancio y repugnancia de sí mismo y de los
demás. Unos ojos que veían la proximidad de la muerte, que la temían y al mismo tiempo la
llamaban. Unos ojos sin lágrimas y sin reproches. Apenas un aleteo de las pestañas en espera
del contacto con la mano. Mi mano. Y tal vez lo inventara todo. Tal vez se limitaba a mirar al
vacío, como las bestias antes de ser sacrificadas, y quizás el mensaje de sus ojos fue un
invento mío. En ellos proyecté todos los fantasmas que llevaba en mi interior. Tal vez era
simplemente la imagen de lo que yo había sido ocho meses antes. Aquella anticipación de mi
propia muerte, de la que no tuve conciencia en esa época, y que odiaba en ese preciso
instante.
Librarme de aquel recuerdo barriéndolo con un ademán... [...] Me quedé petrificado.
Luego me alejé, y esta escena, banal en la vida cotidiana de un campo de la muerte, me ha
atormentado toda la vida. El contagio se había producido y yo no había escapado a la norma.
En aquel mundo de violencia tuve un gesto de violencia con el que demostraba que había
ocupado el lugar que me correspondía.
El viejo judío polaco debió morir en los días siguientes, pero desde entonces lo llevo en
mí como un embrión. El recuerdo de mi gesto no deja de perseguirme. Es una de las heridas
abyectas y no cicatrizables que me acompañan a todas partes”. Pp. 148-149.
Tema: Diálogo imposible con Primo Levi. El combate por la vida. PAUL
STEINBERG, Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, pp. 151-153
[Primo Levi escribe sobre Paul Steinberg en Si esto es un hombre. Se refiere a él con el
nombre de Henri. Steinberg intenta “defenderse” de la descripción que de él hace Levi. (Cfr.
“Perfil de un salvado” Primo Levi, Si esto es un hombre ].
“De su descripción se desprende la imagen de un individuo bastante antipático,
esterilizado, cuya compañía le parece ciertamente agradable aunque no experimente el menor
deseo de volver a verle jamás […].
¡Seguramente tuvo buen ojo! Probablemente yo era aquél ser obnubilado por la idea de
sobrevivir. ‘Encerrado en sí mismo como en una concha’, dice que sabía atraerme la
benevolencia y la compasión de los poderosos, si era necesario ‘mostrando las heridas de su
pierna’. Un combatiente solitario, frío, calculador, que poseía una <teoría completa y
articulada sobre las formas de sobrevivir en el Lager’ […].
Siento ahora un vivo pesar. Primo Levi ya no existe. Nunca fui consciente de su
opinión. Dijo que ‘daría mucho por conocer mi vida de hombre libre>. A lo mejor hubiera
conseguido que modificara su veredicto alegando mis circunstancias atenuantes.
Nunca sabré si tengo el derecho de apelar a la clemencia del jurado.
148
¿Se es culpable por sobrevivir?”.
Tema: ¿Sé es culpable por sobrevivir? El combate por la vida. PAUL STEINBERG,
Crónicas del mundo oscuro. Ed. Montesinos, pp. 180-186.
“Mi retorno no se distinguió en nada del de otros que han sabido describirlo. Los que
me esperaban se taparon los oídos. Los que pudieron me esquivaron. El precipicio era
infranqueable. Saqué las conclusiones pertinentes y me callé. Corté los lazos que me ataban
al campo: a Olchanski volvía verle una vez, a Robert y a Pierre Bloch dos, y una vez también
al doctor Freze. Imagino que ninguno de nosotros soportaba las miradas de comprensión de
los demás. Así ha sido durante cuarenta años. [...]. Volví a la vida civil sin emociones
particulares, conectando, como si nada, con la vida de antes. […].
Así que un día, después de tres o cuatro años de vagabundeo, acabé por decidirme a
compartir la suerte común. Inicié una existencia normal, me casé, tuve hijos, ejercí una
profesión. De vez en cuando, más bien en invierno, después de dos o tres copas, contaba
alguna cosa.
Como las ollas a presión cuando sueltan vapor. He tardado años en darme cuenta de
que Auschwitz ha sido el acontecimiento determinante de mi vida, que se operó en mí un
cambio profundo. Mi visión del mundo era otra, como era otra la manera de mirarme los
demás.
Auschwitz es un diablo en una caja cuya tapa salta al mínimo contacto; de rebote, sus
secuelas han afectado a mis allegados, a la vida de mi mujer y al equilibrio de mis hijos. [...].
Cada acontecimiento era sinónimo de reactualización y luego de desencadenamiento
mediático y, para mí, tan pronto de exasperación como de sobreexcitación incontrolable, de
insomnio, de reflujo de recuerdos que me hacían insoportable para los que amaba. [...].
¿Cuáles son las secuelas de mis años de internado, como me gusta llamarles, además
del número marcado en mi brazo izquierdo que, en verano, antes de que el moreno lo disimule, suscita a veces una palabra emocionada por parte de un desconocido sagaz y cómplice? La
incapacidad de expresar mi amor a pesar del calor que siento en mi interior, los gestos que no
me salen, como abrazar a los que amo, las caricias de las que soy incapaz, ¿son obra del
campo, o son el resultado de una infancia sin madre y sin ternura? Tal vez de los dos.
También perdí la noción de respeto. Durante mucho tiempo, cuando conocía a alguien,
lo veía desdoblado: por un lado, bajo su apariencia humana en la sociedad y, por el otro, bajo
los rasgos del Häftling que hubiera sido en caso de suerte adversa.
A buen seguro, la indiferencia ante la muerte es un subproducto neto. La muerte de los
demás me resulta banal, y la mía también. Creo poder decir que si me anunciaran mi fin para
esta tarde a las seis no me emocionaría demasiado.
Habrá que verlo llegada la ocasión.
La vertiente rosa de esta corona de espinas es que me he convertido en invulnerable: las
pequeñas desgracias de la vida cotidiana me resbalan como la lluvia en el parabrisas. Acepto
los problemas y las contrariedades sin perder el sueño. Dispongo de un sistema de referencias
que me permite minimizarlos y clasificarlos en la categoría de incidentes menores. Al mismo
tiempo, le saco partido a las cosas de la vida. No ha habido demasiados días durante estos
cincuenta años en que no haya sentido, aunque fuera sólo durante un instante, una felicidad,
incluso una alegría intensa. De este modo, he recibido más regalos de los que puede
transportar un ejército de Papás Noel. Y todo ello porque, a diferencia de Philippe, del
Campeón, de Robert Levy, de Feldbaum, de Jacques el actor, del viejo judío polaco y de
miles más, he sobrevivido para recogerlos. No tendría sentido quererle llamar otra cosa que
felicidad.
149
Y sin embargo.
Queda el punto crítico, que me parece personal, al que los demás, afortunadamente para
ellos, han escapado: el de la dignidad, mi dignidad de ser humano. Inicié mi segunda vida a
los dieciocho años. Aparte de las enfermedades que acabo de evocar y que sé irremediables,
creo haber llevado una existencia honesta, cuya palabra clave habrá sido «ética». Pero jamás,
jamás de los jamases, me ha sido posible librarme de mi existencia anterior. He vivido y vivo
en la indignidad. Nunca he logrado lavar mi imagen. Soy, y sigo siendo, el testigo pasivo de
la muerte de Philippe, el que abofeteó al viejo judío, el enchufado de las letrinas, el cortesano
que aduló a brutos y asesinos para proporcionarse un suplemento de sopa cotidiana. ¿Tal vez
me quejaba de vicio, poniendo mi imagen lejos de mi alcance? Orgullo, o vanidad. He
pagado la cuenta. (...). Sin duda, ha llegado la hora de dar una respuesta a mis dudas. La
respuesta es: sí, la escritura me ha hecho bien. He atravesado la vida lastrado con plomo,
esforzándome en arrastrar este peso excesivo: ¿Por qué yo? ¿Cómo justificar esta sucesión
increíble de azares favorables que han hecho de mí este ser incombustible e insumergible?
Acabaré mis días como guardián del Templo, y estas ciento ochenta páginas de
recuerdos parciales y reflexiones me proporcionan por fin la coartada que necesitaba.
¿Quizás he sobrevivido para dar el último testimonio al mundo entero?”.
Tema: El viaje en tren. [El tren real vs el tren de ficción] desde Theresienstadt a
Auschwitz, al B2B, Campo familiar de Theresienstadt. RUTH KLÜGER, Seguir viviendo,
Editorial Círculo de lectores. Galaxia Gutenberg, 1997, pp. 110-111.
“Todavía hoy, cuando veo trenes de mercancías, siento un escalofrío […].
Las puertas estaban herméticamente cerradas, el aire entraba por un pequeño
cuadrilátero que hacía de ventana. Puede que al otro extremo del vagón hubiese otra ventana
semejante, pero allí estaba amontonado el equipaje. En las películas o los libros sobre tales
transportes, que han sido ficcionalizados desde entonces con relativa frecuencia, el héroe,
sumido en sus pensamientos, está en la ventana o más bien en la claraboya, o levanta a un
niño hasta la claraboya, o uno que está fuera ve a un recluso que asoma por la claraboya.
Pero en la realidad solamente podía estar allí una persona, y ésa no cedía su puesto tan
fácilmente y era por principio alguien que estaba habituado a salirse con la suya. Y es que el
vagón estaba de bote en bote. Pues la gente había cargado con todo lo que tenía. Se les había
dado a entender que debían llevarse todo. Con el cinismo de la avaricia, los nazis hicieron
que los propios judíos les entregaran en la rampa de Auschwitz sus últimas pertenencias, con
la tortura que significaba tal escasez de espacio. No era mucho lo que poseía quien venía de
Theresienstadt, pero aún era demasiado para un vagón de mercancías repleto de gente.
¿Éramos 60 u 80? Pronto olía el vagón a orina y a excrementos, para ello había que
procurarse recipientes de entre los propios enseres, y para vaciarlo sólo había aquella única
claraboya”.
Tema: La sed y el miedo. RUTH KLÜGER, Seguir viviendo, Editorial Círculo de
lectores. Galaxia Gutenberg, 1997, p. 121.
“La sed me agobiaba mucho más que el hambre. […]. En Birkenau, la comida, aquella
sopa diaria, tenía que ser muy salada, pues yo siempre tenía sed allí, en especial durante el
recuento, que duraba horas, a pleno sol. ‘¿Qué hacíais los niños en Auschwitz?- me preguntó
uno hace poco-. ¿Jugábais?’ ¡Jugar! Esperábamos a pie firme que acabara el recuento. En
150
Birkenau estuve de pie durante el recuento, tuve sed y un miedo mortal. Eso fue todo, no fue
más”.
Tema: La poesía como consuelo, como pasatiempo, como orden en el doloroso caos
del campo. RUTH KLÜGER, Seguir viviendo, Editorial Círculo de lectores. Galaxia
Gutenberg, 1997, pp. 125- 128.
“Muchos de los reclusos del campo de concentración hallaron consuelo en los versos
que sabían de memoria. […].
Las baladas de Schiller se convirtieron […] en mis poesías-del-recuento, con ellas yo
podía estar horas y horas al sol y no caerme, porque quedaba algún verso por decir, y cuando
se me iba de la memoria un verso, entonces uno podía cavilar antes de pensar en la propia
debilidad. Entonces a lo mejor ya habían terminado el recuento, y el gramófono de la cabeza
podía desenchufarse, por ejemplo en el pasaje que dice: ‘Sólo a cosas eternas y graves / esté
consagrada su metálica boca’. Una podía quitarse de en medio y correr a beber agua. Hasta el
recuento siguiente.
En ese mismo año de 1944 compuse dos poesías sobre Auschwitz […].
En la segunda poesía, quise darle voz a la propia chimenea, quería cosificar la
deshumanización, al encarnarla en una cosa y al presentar la máquina de la muerte como al
señor del campo […].
He aquí la primera estrofa:
Cada día, al final de las barracas,
humo y fuego veo salir.
Baja la cerviz, judío; aquí
a ella nadie se le escapa;
¿es que no ves en el humo
un rostro desfigurado?
¿No exclama, lleno de burla:
ya tengo cinco millones?
Auschwitz está en mi poder,
todo arde, todo arde.
[…] Son poesías infantiles, que en su regularidad querían crear un contrapeso al caos,
un intento poético y terapéutico de contraponer a aquel absurdo y destructivo circo en el que
sucumbíamos, algo lingüísticamente completo, rimado; o sea, en realidad, la más antigua
pretensión estética”.
Tema: Doble selección. RUTH KLÜGER, Seguir viviendo, Editorial Círculo de
lectores. Galaxia Gutenberg, 1997, pp. 130-140.
“Selección, iba a haber una selección; las mujeres de 15 a 45 años debían apuntarse
para un transporte de trabajo […].
Mi madre, en el campo de exterminio, reaccionó bien desde el principio. Como ella
entendió al momento lo que allí estaba en juego, nada más llegar propuso el suicidio para las
dos, y cuando yo me negué percibió la primera y única escapatoria […].
Dando la espalda a la puerta posterior de la barraca había, a ambos lados de la
chimenea, […] un hombre de las SS. Delante de cada uno, una cola de mujeres desnudas. El
151
de la cola en la que yo estaba tenía un rostro redondo, maligno, como una máscara. Era alto,
yo tenía que levantar la mirada. Dije mi edad, me dijo que no sacudiendo la cabeza, eso fue
todo. Junto a él había una escribienta, que no debía escribir mi número. Rechazada […].
Mi madre había sido seleccionada para el convoy, ella tenía la edad adecuada, una
mujer adulta. Habían escrito su número, en breve abandonaría el campo. Estábamos en la
calle del campo y discutíamos. Ella trataba de convencerme de que debía intentarlo otra vez,
en la otra cola […]. Y por favor, esta vez no seas tan tonta y no digas que tienes doce años.
[…] ‘Pero si yo no parezco mayor’, dije desesperada […]. ‘Hazlo de una vez […] Cobarde
es lo que eres -dijo despectivamente- yo nunca he sido tan cobarde’. ‘Bueno, lo intentaré.
Pero quince años no los digo pase lo que pase, todo lo más trece. Y si la cosa no sale, la culpa
es tuya’ […].
Los SS que procedían a la selección y sus ayudantes me daban la espalda. Yo me fui
rápidamente y sin llamar la atención a la puerta delantera, me desvestí otra vez como estaba
prescrito y me coloqué con un suspiro de alivio en la fila del otro SS. Lo había conseguido y
me dio satisfacción el haber infringido las reglas. Mi madre ya no podía llamarme cobarde,
pero yo era la más baja y, con toda evidencia, la más joven de la fila, una niña, aún no
desarrollada, desnutrida, completamente impúber […].
Junto al SS en funciones, que sentado, relajado y de buen humor, mandaba de vez en
cuando a alguna de las jóvenes desnudas hacer movimientos gimnásticos, probablemente
para que la aburrida tarea tuviese también su lado placentero, estaba en pie la escribiente, la
reclusa. ¿Qué edad podía tener, diecinueve, treinta años? Me vio en la cola cuando yo estaba
ya prácticamente delante. Abandonó entonces su puesto, y, casi tan cerca que el SS podría
haberla oído, vino rápidamente hacia mí y me preguntó a media voz, con una inolvidable
sonrisa de su irregular dentadura:’¿Cuántos años tienes?’. ‘Trece’.
Y ella, mirándome fijamente, con enorme insistencia en la voz:’Di que tienes quince’.
Dos minutos después me llegó el turno, aún miré un momento de reojo a la otra fila,
temblando de que el otro SS pudiese mirar casualmente en mi dirección y reconocer en mí a
una que ya había sido rechazada. Pero estaba ocupado con su propio trabajo. Tampoco es
seguro que me hubiese reconocido al echar una mirada lateral. Pues nosotras también
seríamos para él una confusa masa de seres humanos inferiores. A la pregunta sobre mi edad
di la respuesta decisiva que yo no quise aceptarle a mi madre pero sí a aquella joven que
estaba a la derecha del maestro de Alemania [Referencia a un verso de Paul Celan en “Fuga
de la muerte”:’La muerte es un maestro de Alemania’]: ‘Tengo quince años’.
‘Pues qué poco crecida está aún’, dijo el señor de la vida y la muerte, no en tono
desagradable, sino como se pasa revista a las vacas y las terneras.
Y ella, evaluando con el mismo tono la mercancía:’Pero de constitución fuerte sí que
es. Tiene unas piernas bien musculosas, ésta puede trabajar. Mírela usted’.
Allí había una que trabajaba para aquella administración y que ponía todo su empeño
en ayudarme sin conocerme en absoluto. El hombre, a quien ella quizás le era un poco menos
indiferente que lo era yo, cedió. Ella escribió mi número, yo había conseguido una
prolongación de mi vida. […]
Las personas que hoy llevan el número de Auschwitz en el brazo son prácticamente
todas mayores que yo, tienen por lo menos los dos o tres años más que yo me eché encima
con el embuste […].
Del pequeño campo familiar pasamos, las elegidas, al campo femenino, más grande,
donde, hacinadas como siempre, instaladas en las literas, en grupos de cinco por piso,
esperamos unos días a que nos transportasen al campo de trabajo […].
El 7 de julio de 1944, los prisioneros del campo familiar de Theresienstadt que aún
quedaban allí murieron en la cámara de gas de Birkenau. Eso está en los libros, yo lo he
leído”.
152
Tema: Redada de judíos en Francia para la deportación. Brutalidad. MICHEL
DEL CASTILLO, Tanguy, historia de un niño de hoy, Editorial Ikusager. Colección
Correría, 1999, pp. 63-64.
“Los prisioneros estaban de pie, cara al muro. Detrás de ellos, los soldados alemanes
iban y venían. Sus botas resonaban sobre el suelo. En la pared, frente a Tanguy, había un
enorme cartel que representaba a un soldado de infantería alemán lanzándose al ataque. […].
La puerta se abrió y los prisioneros recibieron la orden de volverse. Había entrado un
hombre. Era alto, delgado, con cabellos casi blancos y ojos verdes e inexpresivos. No traía
uniforme. En la mano sostenía un papel. Con voz firme, ordenó:
- ¡Los semitas, a la izquierda!
Tanguy titubeó. No sabía lo que quería decir ‘semita’. Buscó con los ojos a la señora
Puigdellivol y ésta le hizo señas de que no se moviera. Obedeció. Entonces, a un gesto del
hombre que acababa de entrar, los soldados se aproximaron y comenzaron a mirar el
‘pajarito’ de los que no habían formado a la izquierda. Tanguy estuvo a punto de reir. Sin
embargo, se sonrojó mientras el soldado lo examinaba cuidadosamente. Se preguntó qué
podían buscar en tal parte. El soldado hizo con la cabeza un signo negativo y prosiguió el
examen. El joven apuesto que Tanguy había advertido al entrar, fue empujado hacia la
izquierda. Se puso a gritar:
- No soy judío, señor comandante… Lo juro… Es una operación… Juro que no soy
judío…
El joven se debatía con todas sus fuerzas. Había caído de rodillas e intentaba agarrarse
a las piernas del hombre que había dado la orden de proceder a aquella inspección. Éste
retrocedió y le propinó una patada al joven. El pie del alemán le alcanzó en pleno rostro. Se
llevó las manos a la nariz y las retiró llenas de sangre”.
Tema: Viaje en tren al campo. Muerte de un niño. MICHEL DEL CASTILLO,
Tanguy, historia de un niño de hoy, Editorial Ikusager, Colección Correría, 1999, pp. 75-76.
“Después de sesenta y dos horas de viaje, al amanecer del tercer día, el pequeño Guy
dejó de respirar. Al principio Tanguy no se dio cuenta de ello; luego le pareció que Guy
estaba demasiado tranquilo. Zarandeó el cuerpecillo y éste permaneció rígido.
El primer reflejo que tuvo fue ponerse a gritar. Después comprendió que gritar no
arreglaría nada. Así pues, se quitó el abrigo y cubrió el rostro de Guy, cuyos ojos miraban
fijamente el techo del vagón. Hecho esto, trató de distraerse. Miró la hermosa campiña que
seguía desfilando ante sus ojos. En su pecho sentía un extraño silencio y no se movía,
temeroso de turbar aquella especie de vacío. Le entraron ganas de volver la cabeza y de ver
un rostro humano. Sin embargo, no lo hizo. Largos escalofríos estremecían su flaca espalda.
Un niño gritó:
_ ¡Hay un muerto! ¡Un muerto!... ¡Tengo miedo!
Otros niños comenzaban a llorar. Tanguy se levantó. Abrió la boca, pero la voz se
apagó en su garganta. Hubo de hacer un esfuerzo sobrehumano para entonar:
Au clair de la lune, mona mi Pierrot…
Algunas voces acudieron en su ayuda…, voces inseguras… Varios muchachos
cantaban desafinadamente.
Durante una nueva parada, el cadáver del pequeño Guy fue sacado del vagón. Los
soldados de la escolta lo dejaron allí, en una vía muerta…
153
Durante cuatro días y cuatro noches, Tanguy había luchado contra la sed y el hambre,
contra los recuerdos, la desesperanza y el miedo. Cuando el tren se detuvo definitivamente al
amanecer del quinto día, siguió como un sonámbulo a la columna.Ya no sentía nada. Ya no
se atrevía a pensar ni a alzar la cabeza. Estaba dispuesto a aceptarlo todo sin sublevarse. Sólo
tenía la impresión de ser viejo, muy viejo. La certeza de que sólo tenía nueve años le parecía
ridícula”.
Tema: Frío en el cuerpo y vacío en el alma. MICHEL DEL CASTILLO, Tanguy,
historia de un niño de hoy, Editorial Ikusager, Colección Correría, 199, p. 100.
“La temperatura alcanzó los treinta grados bajo cero. La nieve no cesaba de caer. Un
viento procedente del este soplaba sobre el campo de concentración. La madera de los
barracones crujía. El trabajo exterior tuvo que ser interrumpido. Pero las revistas continuaban
realizándose. Mañana y tarde, los prisioneros debían permanecer formados en el patio
grande. Los kapos iban y venían. Siempre faltaba alguien. A veces, las revistas se
prolongaban más de hora y media. Los deportados se desplomaban allí mismo.
Tanguy ya ni se indignaba. Miraba todas aquellas cosas como si hubieran existido
siempre en su vida. Ya casi no pensaba en su pasado y sus recuerdos se habían desvanecido,
dejándole sólo una especie de vacío en su interior: una secreta nostalgia por un pasado que,
en realidad, jamás había existido para él. Había perdido toda esperanza de ser liberado algún
día. Sabía que la guerra mataba también a los niños, mujeres y ancianos; ya no oponía a la
muerte más que la inercia de su cuerpo esquelético y la inmensidad de la ternura que
experimentaba hacia Gunther. Estaba en un mundo distinto al que le vio nacer. En el campo
de concentración, ni el bien ni el mal, ni la tristeza ni la alegría tenían sentido. Uno se
contentaba con no morir; se aprendía a disfrutar de cada fugaz minuto que se le arrancaba a
la muerte como una inmensa victoria. Se aprendía a hablar poco y cada gesto adquiría un
sentido nuevo, casi simbólico. Y era por aquellos gestos por los que se afirmaba, frente a los
otros, la existencia”.
Tema: Llegada de un convoy ruso. Insolidaridad. Culpa. MICHEL DEL
CASTILLO, Tanguy, historia de un niño de hoy, Editorial Ikusager. Colección Correría,
1999, pp. 107-109.
“Cuando una tarde regresaban de la ‘cantera’, se enteraron de que la revista se llevaría a
efecto por barracones y de que no habría Reunión. Era un convoy de rusos. Su viaje había
debido de ser mucho más largo que el de Tanguy, o más penoso aún, porque el patio de
Reunión se hallaba sembrado de cadáveres. Se les veía desde los barracones. Hacían pensar
en hombres abrumados de fatiga que se hubieran dormido. En cuanto a los vivos, éstos se
mantenían de pie en el patio, completamente desnudos, como Tanguy lo había estado un día.
El niño miraba con tristeza aquel rebaño humano, a aquellos seres como despojados de sí
mismos. Los recién llegados, con las manos en las axilas, hacían cola ante la Desinfección.
Ya habían pasado por la peluquería, pues estaban todos pelados. Sus cráneos brillaban bajo la
luz blanquecina de un cielo nuboso. Al observarlos, Tanguy comprobó que, ante un mismo
sufrimiento, los hombres repiten siempre los mismos gestos.
El primer problema fue encontrarles alojamiento. Los jefes de barracón ordenaron a sus
hombres que entraran en ellos y cerraran las puertas. […]. Instantes más tarde se dejaron oír
las primeras llamadas:
154
_ ¿Tenéis catres? ¡Por piedad, en nombre del cielo, responded! ¿Tenéis catres? _
suplicaba alguien desde afuera.
- ¿Eres ruso? - interrogó el jefe de barracón.
- Sí.
- No hay sitio. Hay que ir más allá, al nueve, al diez, al once.
-Os lo ruego, ellos no tienen nada. Hemos logrado colocar a algunos, pero no hay más
sitio. ¡Sólo por una noche! Hay niños entre nosotros. Van a morir de frío. Os suplico que
dejéis entrar a algunos niños…
-No hay sitio. […].
Al día siguiente, cuando los prisioneros del ‘12’ salieron para la revista matinal, más de
treinta cadáveres de rusos yacían en los alrededores. Aquellos infortunados se habían
aproximado todo lo posible al barracón, esperando en vano que les alcanzara un poco de su
tibieza. Se habían agarrado a los salientes del barracón y así se habían quedado. El frío los
había sorprendido en ese último gesto para aferrarse a la vida.
Tanguy miró largamente aquellos cuerpos. Los contempló como si nunca hubiera visto
cadáveres. Le pareció que habían muerto tendiendo los brazos hacia él, él que había dormido
al abrigo, que era en parte responsable de sus muertes.”
Tema: Dibujos y poemas de niños. “NO HE VISTO MARIPOSAS POR AQUÍ”
DIBUJOS Y POEMAS DE LOS NIÑOS DE TEREZÍN. [Basado en el libro “Dibujos infantiles en la
parada hacia la muerte. Terezín 1942-944. Editado por el Museo Judío de Praga en 1959.]
MARGIT KORETZOVÁ [Nacida el 8-4-1933, deportada al gueto de Terezín el 18-11942. Deportada de Terezín a Auschwitz el 4-10-1944. Acuarela sobre papel de color, firmado en la
esquina superior derecha: Margit Koretzová, 11 let (11 años)]
155
PAVEL FRIEDMANN [Nacido el 7-1-1921, deportado al gueto de Terezín el 28-4-1942.
Deportado de Terezín a Auschwitz el 29-9-1944. El poema “La Mariposa” está escrito a máquina, en
un papel de copia, formato A3. Fechado el 4-6-1942]
LA MARIPOSA
La última, precisamente la última.
De un amarillo tan brillante.
Quizás si las lágrimas del sol
tocaran la piedra blanca…
Tan, tan amarilla
volaba, se movía ligeramente hacia lo alto.
Se fue, seguramente quería dar al mundo
un beso de despedida.
Hace siete semanas que vivo aquí
encerrado en este guetto.
Pero he encontrado a mi gente aquí,
me llaman las florecillas
y la blanca rama del castaño del patio.
No he visto más mariposas.
Aquélla fue la última
Las mariposas no viven aquí,
en el guetto.
Tema: Praga, “el gueto sin muros”, Petr.Ginz, Diario de Praga (1941-1942). PETR
GINZ, Diario de Praga (1941-1942), Ediciones Acantilado, Barcelona 2006.
“VIERNES 10 de OCTUBRE DE 1941 Por la mañana en el colegio Erlich, de la clase de
al lado, irá en el primer transporte de judíos a Polonia.
Está permitido llevar 50 kilos de equipaje por persona, dinero, mantas, comida y póliza
de seguros […].
DOMINGO, 23 DE NOVIEMBRE DE 1941 por la mañana en casa, por la tarde con la
familia de Miluska en Maniny.
Los transportes a Polonia han quedado provisionalmente suspendidos (hasta ahora
salieron 5.000 personas en cinco transportes) y vuelven a llevarse a la gente a trabajar a
Terezin.[…].
VIERNES 28 DE NOVIEMBRE DE I941 por la mañana en el colegio. Los Mautner, que
viven en el mismo piso que nosotros, tienen que irse a Terezin con otras mil personas.
También se van los Reach, Ervin Mautner y muchos más. El señor Mautner fue a la
comunidad (judía) a preguntar si no se trataba de un error (ya tiene más de cincuenta años y
está enfermo) […].
156
JUEVES 11 DE DICIEMBRE DE 1941 por la mañana se fueron los Mautner, todo el
mundo lloraba, iban como galeotes, cada uno con su número en el abrigo. Los empleados de la
comunidad (religiosa judía) les llevaban las maletas.
Iba a venir Karen desde Lipa pero hasta ahora no ha llegado.
La señora Mautner nos pidió llorando que la despidiéramos de él. Las llaves del piso se
las tienen que entregar a los alemanes. A la señora Mautner le daban ataques de llanto […].
JUEVES, 22 DE ENERO DE 1942 Salen nuevos transportes para Terezin, a la señora
Traub también se la llevan. Por eso fui a casa de los Popper, a preguntarle si también iban
ellos porque les ha tocado a muchos que empiezan por P.
En todas las calles hay carteles con una declaración del gobierno diciendo que creen en
la victoria del Reich, etc., etc. […].
DOMINGO, 5 DE ABRIL DE 1942 fui con la tía Anda a Maniny, cruzamos en barca
hasta el acantilado que está debajo de Bulowka. La tía quería visitar a Vilman Tapfer, pero ya
se la habían llevado a Terezin. La casa estaba cerrada y le habían pegado unos carteles en
alemán que ponía ‘requisado’ […].
MARTES 14 DE ABRIL DE 1942 Han autorizado poner carne de perro en las
salchichas. ¡Unos amigos de los Bloch se comieron una corneja asada! […].
MIÉRCOLES, 27 DE MAYO DE 1942 hubo un atentado con una bomba contra el
Gruppenfhürer de las SS, Heyndrich.
Hay estado de excepción, y los que salgan hoy a la calle entre las nueve de la noche y las
seis de la mañana y no se detengan a la primera advertencia serán fusilado. Ofrecen una
recompensa de 10.000.000 de coronas al que denuncie a los autores del atentado, y si alguien
los conoce y no los denuncia lo fusilarán con toda su familia.
LUNES, 1 DE JUNIO DE 1942 Han fusilado a 18 personas, a casi todas por dar acogida
a gente que no estaba registrada.
VIERNES 12 DE JUNIO DE 1942 Al tío Milos se lo llevan. ¿A Terezin? ¿A Polonia?
-Puede que también a los abuelos.
De nuestro curso se va Baum (el gordito).
VIERNES 19 DE JUNIO DE 1942 Parece que han cogido a los autores del atentado en
la Iglesia de San Carlos Borromeo. Los ocultaba el capellán. Eva pasaba por allí y oyó los tiros
y vio las ventanas destrozadas. Volvieron a fusilar a 153 personas.
PETR GINZ EN TEREZIN, pp.135 y ss.
“De pronto sonó el timbre, era la tía Nalda, que venía a avisarnos de que yo estaba en el
transporte, pero nosotros ya lo sabíamos […]. Tenía que presentarme a las seis de la tarde en el
palacio de congresos […].Me pusieron un bocadillo de salami un bolsillo y los demás bolsillos
también los llevaba llenos de comida, aunque yo no sé en que consistía. A las ocho de la noche
me incorporé al transporte […].
(Eva GINZ, su hermana, nació en Praga en 1930. A los catorce años fue deportada a
Terezin, donde sobrevivió al holocausto).
Petr vivió dos años en Terezin, durante los cuales, a pesar de la dureza de la situación,
dibujó y escribió y fue redactor de la revista Vedem.
157
Al cabo de dos años, cuando a mí también me llevaron a Terezin, a los catorce años, tuve
ocasión de verlo durante algún tiempo, de abrazarlo y despedirme de él antes de que un
transporte lo condujera a Auschwitz. En mi diario de Terezin tomé nota de los terribles
instantes de nuestra despedida. P. 161.
27 DE SEPTIEMBRE DE 1944 Petr y Pavel están incluidos en el transporte (a
Auschwitz).
28 DE SEPTIEMBRE DE 1944 El tren ya llegó y los dos chicos ya están dentro. Petr
tiene el número 2392 y Pavel el 2626. Están en el mismo vagón.
2 DE NOVIEMBRE DE 1944.Ayer encontré el diario de Petr. Al leerlo no me pude
contener y me puse a llorar. Pobrecito mío.
Tema: Algunos datos sobre los judíos de Praga y Dibujo sobre la Luna. PETR
GINZ, Diario de Praga (1941-1942), Ediciones Acantilado, Barcelona 2006, pp. 176-177.
“El 1 de enero de 1940 había en Praga 14.290 hogares judíos registrados. Para depositar
los muebles de los primeros 2.101 hogares fueron necesarios 36.400 m. cuadrados. Para el
resto hicieron falta 145.600, un espacio tres veces y media mayor que el que ocupa la plaza de
Wenceslao. Un documento del Truhanstelle indica que hasta esa fecha se habán reunido
2.900.000 piezas de vestir e igual cifra de útiles de cocina, más de un millón de piezas de
porcelana y cristal, más de 61.000 aparatos eléctricos, casi 9.000 instrumentos ópticos y
técnicos, más de 3.200 máquinas de coser, 2.500 bicicletas, 34.500 abrigos de piel, 52.000
alfombras, 144.000 cuadros. 1.200.000 toneladas de carbón y madera etc (Miroslav Karny, La
solución final.)
Y el latrocinio final se producía cuando los judíos llegaban a los campos de exterminio,
donde se les quitaban
sus equipajes personales y, después de matarlos, los dientes de oro”
158
En el accidente de la nave
Columbia, el 16 de enero
del
2003,
falleció
un
astronauta
israelí,
el
primero de su país, Ilan
Ramon, que había llevado
como recuerdo y homenaje
al espacio un dibujo que
Petr Ginz había realizado
en
el
campo
de
concentración de Terezín
(Theresienstadt),
en
la
República Checa, durante
la segunda guerra mundial.
El dibujo, titulado “Paisaje
lunar”, representaba una
curiosa visión de la Tierra
desde las montañas de la
luna, y se convirtió en un
símbolo del holocausto.
.
Tema: Castigos arbitrarios y degradantes. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de
españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, pp. 58-59.
“A la hora de acostarse, el rabioso Blockälstelster anunció ‘revista de pies’ y dispuso un
balde de agua en la puerta del barracón. Se suponía que los cuatrocientos hombres tenían que
lavarse los pies con aquella agua, sin jabón ni toallas de ninguna clase; no obstante, después
que el primer centenar de presos así lo hizo, el cubo ya no contenía sino un fondo de limo
espeso, de tal forma que la mayoría de sus compañeros optaron por recurrir a la saliva o los
orines propios. Remedio extremo pero no desorbitado, pues un diminuto tiznajo o una
callosidad algo más oscura que el resto de la piel bastaban para recibir una manta de
vergazos[…].
El tercer acto tuvo lugar a media noche. Con el pretexto de quienes salían a los urinarios
hacían demasiado ruido, Popeye despertó al barracón entero y, a bastonazo limpio, obligó a los
presos a formar a la intemperie. Descalzos o medio desnudos, pues entre las prisas, los palos y
el sueño, casi ninguno tuvo tiempo de recordar que en el exterior estaba helando, los hombres
guardaron formación sobre la nieve durante media hora larga”.
159
Tema: Perfil de un jefe de campo. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de
españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, p. 63.
“Hans Guper el Negro, entró en su despacho. Todos los días, hacia las nueve, salía de su
casa, una villa construida por los mismos presos y situada a unos dos kilómetros del campo, y
en unos pocos minutos recorría dicho trayecto a lomos de su motocicleta. Gupper era el
comandante efectivo del campo y el SS más temido por los presos. Militante fundador del
partido nazi en territorio austríaco, el Negro había jugado un papel destacado en todos los
altercados de aquellos días, de manera especial en el putsch contra Dollfuss, cuyo fracaso le
llevó a buscar refugio en Alemania, de la que volvió después de que el ejército alemán
consumó el Anschluss. Gupper entró en Viena con el cuello y la pechera del uniforme
sembrado de quincalla en honor a los méritos logrados. Cada grado y cada condecoración
hablan de centenares de vidas inmoladas a la Gran Alemania. El flamante Obersturmführer de
la SS se había ganado su condición de héroe a fuerza de asesinar a judíos y comunistas”.
Tema: Actitud ante un prisionero recién llegado, vejación y maltrato. J. AMATPINIELLA, K. L. Reich .Miles de españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002,
pp. 79-80.
“-¿Tu profesión? –preguntó el SS al llegar junto a ellos.
El dibujante alzó el rostro para asegurarse que no se lo preguntaban a él.
-Médico –respondió el judío.
-Con que médico, ¿eh…? –repuso el SS con sarcasmo-. Pues estás de suerte. En el
campo necesitamos médicos, cuantos más mejor…Para acarrear piedras claro está. –Con una
risotada, antes de que el otro pudiera reaccionar, el SS le asestó un tremendo puñetazo en
pleno rostro-. Ahí queda eso añadió a continuación-. Así no pierdes la práctica mientras te
curas la nariz.
El judío había ido a parar sobre un montón de cajas de madera. La nariz le sangraba
profusamente cuando se levantó aturdido por el golpe. Al SS, los ojos le relucían de
satisfacción”.
Tema: Castigos públicos, azotes. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de españoles
en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, pp. 99-100.
“- ¡La silla de los veinticinco azotes! –musitó August.
Como los castigos sólo eran públicos en casos excepcionales, Francesc nunca la había
visto con sus propios ojos, si bien había oído hablar de ella a otros internos. La silla en
cuestión era el tormento más corriente en los campos de concentración alemanes. La menor
nimiedad, una pequeña muestra de indisciplina, el olvido de descubrirse al pasar ante un SS,
el hurto de una patata, la inutilización accidental de una herramienta de trabajo bastaba para
que un hombre se viera doblado sobre el caballete y recibiera veinticinco azotes con cun
vergajo empuñado por diversos verdugos de los SS más robustos. Entre estos solía
establecerse una especie de competición deportiva. Quien conseguía propinar el azote más
vigoroso y dejar la señal más visible en las nalgas del desventurado adquiría el estatus de
recordman. Y ahí no acababa la cosa. La víctima estaba obligada a contar los azotes en voz
alta, y peor para ella si el dolor le llevaba a perder la cuenta, pues el suplicio entonces volvía a
160
empezar de cero. Recibido el último vergazo, todavía tenían que ponerse firmes ante el
verdugo como si le dieran las gracias […].
La añagaza psicológica empleada por los alemanes en sus castigos colectivos saltaba a la
vista: cuanto más injustos fueran, cuanto más denso el clima de terror, cuanto más aparatosa su
mise en scène, más eficaces resultaban tales castigos. Los escasos presos cuyos cuerpos
escapaban al hambre y a la fatiga generalizadas veían cómo su espíritu decaía ante la ansiedad
constante, el desasosiego nervioso, el feroz batallar por la supervivencia”.
Tema: De Holanda a Mauthausen. El pillaje. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles
de españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, pp.103-104.
“La llegada de centenares de judíos holandeses inauguró la temporada de las carnicerías
en masa (1941) […].
Una vez culminada la ocupación de Holanda los alemanes hicieron un llamamiento a las
juventudes sionistas de dicho país, ofreciéndoles la libertad a cambio de trabajo y
colaboración. Encubiertos bajo una piel de cordero, los alemanes hacían una exaltación
propagandística de sus modélicos ‘campos de internamiento para los trabajadores voluntarios’.
Los incautos que cayeron en la trampa fueron así concentrados; después que los nazis tomaron
buena nota de filiaciones, direcciones y referencias, el tiempo pasó sin que se emprendiera
labor alguna. Con el estupor que es de suponer, los retenidos vieron un día cómo parientes,
amigos y conocidos ingresaban en el campo a hacerles compañía. Los alemanes habían sabido
hacer un buen uso de la información obtenida. El supuesto destino de trabajo se convirtió en
camino hacia la muerte para familias enteras.
Al campo de exterminio acababan de llegar trescientos judíos holandeses, algunos de
ellos simples muchachos de catorce o quince años. La mayoría de los recién llegados cargaba
con abundante equipaje con provisiones, con dinero y joyas.
Los judíos fueron obligados a desnudarse después de vaciar sus bolsillos y abrir paquetes
y maletas. Los SS que acudían en tropel se quedaban boquiabiertos ante aquel providencial
cuerno de la abundancia. Vestidos, abrigos, ropa interior (¡de seda!), cigarrillos de los buenos,
cajas de bombones vitaminados, tabletas de chocolate, frutas confitadas, relojes, anillos,
pasadores de corbata, carteras atiborradas de florines ¡ y hasta monedas de oro! […].
Tampoco es que los SS tuvieran especial empeño en cubrir las apariencias, pero a fin de
que no se dijera que lo que les movía era la codicia, procuraban dar expresiva de fervor
antisemita al entrar y salir de la turbamulta. Primero repartían cuatro puñetazos o puntapiés
entre quienes se les ponían delante, eso sí, sin entretenerse demasiado; luego se tomaban su
tiempo revolviendo equipajes y agenciándose bienes antes de despedirse con muestras
adicionales de la sagrada furia que les animaba, más bien escasas, no fuera que el botín
acabara cayéndoseles de los bolsillos”.
Tema: Horno en Mauthausen. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de españoles
en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, p. 199.
“Como el horno no era grande y tan solo podía consumir un centenar de cuerpos cada
veinticuatro horas, promedio en ocasiones superado por la mortalidad del campo, no tenía
nada de extraño que algunos cadáveres llevasen semanas y semanas en el depósito”.
161
Tema: Suicidio en la cantera. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de españoles en
los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, p. 216.
“Los presos que trabajaban a pie de cantera contemplaban aquellos asesinatos con horror
y aunque finalmente también acabaron por acostumbrarse, todos se emocionaban al recordar el
caso de un judío eslovaco, hombre de gran entereza personal, que al comprender lo fatal de su
destino durante su segundo viaje escalera arriba, se cogió de la mano con cuatro de sus
compañeros. Así unidos, los cinco hombres dieron unos pasos hacia el abismo, sin que nadie
les conminara a ello Antes de saltar, el abogado habló, y lo hizo con una voz profunda y
estentórea que resonó como un augurio apocalíptico en aquel pozo gigante. ‘La sangre y la
vergüenza que enrojecen estas piedras –dijo en alemán- , la sangre y la vergüenza que cubren
Europa entera, acabarán por ahogaros algún día. ¡Criminales! Vuestro salvajismo está
provocando que el mundo entero se revuelva en vuestra contra, y os hará merecedores de un
castigo tan terrible como vuestros propios crímenes. ¡Nosotros morimos dignos; vosotros
moriréis en la abyección”.
Tema: Exterminio de rusos prisioneros de guerra. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich
.Miles de españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, p. 217.
“Con todo, donde los alemanes de veras se lucieron fue en la organización del exterminio
de los dos mil rusos ingresados como prisioneros de guerra. Si en el invierno murieron unos
quinientos de ells, los mil quinientos restantes fueron aniquilados en un lapso de quince días.
Alimentados con poco más que unos escasos nabos hervidos, fueron forzados a trabajos
intensivos en el interior del campo especialmente dispuesto para ellos. Todos los mediodías y
todas las tardes, cuando los demás presos llevaban ya un buen rato en formación, entraban en
el campo sosteniéndose los unos a los otros y tiritando de frío, mientras entre la comitiva, cada
vez más diezmada, se abrían paso unos carros regimentales que habían pertencido al ejército
francés, atestados de muertos y agonizantes dispuestos de cualquier manera y que no tardaban
en ser descargados ante la puerta del crematorio”.
Tema: La cámara de gas de Mauthausen. J. AMAT-PINIELLA, K. L. Reich .Miles de
españoles en los campos nazis, El Aleph, Barcelona 2002, p. 226.
“En todo caso, ningún procedimiento era tan expeditivo como la cámara de gas
recietemente instalada en el subterráneo del crematorio del campo. En apariencia una
inofensiva sala de duchas, tenía el suelo de mosaico y las paredes ornadas con un friso de
baldosas esmaltadas que relucía a la potente luz de las lámparas de globo colgadas del techo.
Las peras del techo brotaban a intervalos regulares del emparrillado de tuberías situado contra
las paredes. La puerta era maciza y cerraba a presión sobre su bastidor recubierto de caucho.
Cuanto sucedía en el interior era visible a través de una ventanilla.
Si los condenados al gas eran recién llegados desconocedores del campo, se les hacía
desnudar en una antesala dotada de colgadores y, en el momento de entrar en la sala, recibían
algunas toallas y minúsculas pastillas de jabón. Las operaciones de esta clase no estaban a
cargo de la dirección del campo, sino que eran directamente ejecutadas por la Gestapo.
Familias enteras, hombres, mujeres y niños, habían pasado por allí. Una vez cerrada la puerta,
los desventurados, desnudos de pies a cabeza y en absoluta promiscuidad, aguardaban en vano
a que el agua les rociara. En unos segundos el gas empezaba a envenenar el aire mientras sus
víctimas se sumían en una agonía desgarradora. Unos tosían violentamente y, desesperados, se
162
arrojaban contra las paredes; otros se lanzaban contra sus mismos compañeros y, con uñas y
dientes, se cobraban absurda venganza; algunos se llevaban los dedos a la garganta, como si
así pudieran abrir paso a un aire puro que distaba de existir… Poco a poco iban cayendo, los
unos sobre los otros, hasta que de ellos no quedaba sino un informe montón de cadáveres
verdosos.
A todo esto, con los ojos brillantes, los músculos tensos y los dientes apretados,
especialistas en gases, oficiales de la SSS y agentes de la Gestapo contemplaban el
espectáculo desde la ventanilla”.
Tema: Los salvados de Auschwitz. PRIMO LEVI, Los hundidos y los salvados,
Muchnik, Barcelona 2000, pp.71-73.
“Los ‘salvados’ de Auschwitz, no eran los mejores, los predestinados al bien, los
portadores de un mensaje; cuanto yo había visto y vivido me demostraba precisamente lo
contrario. Preferentemente sobrevivían los peores, los egoístas, los violentos, los insensibles,
los colaboradores de la ‘zona gris’, los espías. No era una regla segura ( no había, ni hay, en
las cosas humanas reglas seguras), pero era una regla. Yo no me sentía inocente, pero enrolado
entre los salvados, y por lo mismo en busca permanente de una justificación, ante mí y ante los
demás. Sobrevivían los peores, es decir los más aptos; los mejores han muerto todos.
Murió Chajim, el relojero de Cracovia, judío piadoso que, a despecho de las dificultades
de la lengua se había esforzado por entenderme y hacerse entender, y por explicarme a mí,
extranjero, las reglas elementales de supervivencia en los primeros y cruciales días del
cautiverio; murió Szabó, el taciturno campesino húngaro que medía casi dos metros y por eso
tenía más hambre que nadie y que, sin embargo, mientras tuvo fuerzas nunca dudó en ayudar a
los compañeros más débiles a tener fuerza y a empujar; y Robert profesor de la Sorbona, que
emanaba fe y valor, hablaba cinco lenguas, se desgastaba registrando todo en su memoria
prodigiosa y, si hubiese vivido habría encontrado las respuestas que yo no he sabido encontrar;
y murió Baruch, estibador del puerto de Liorna, inmediatamente, el primer día, porque había
contestado a puñetazos al primer puñetazo que había recibido y fue asesinado por tres Kapos
coaligados. Ellos, e incontables otros, murieron no a pesar de su valor, sino precisamente por
su valor.
Mi religioso amigo me había dicho que yo había sobrevivido para que diese testimonio.
Lo he hecho, lo mejor que he podido, y no habría podido dejar de hacerlo; y lo sigo haciendo,
siempre que se presenta la ocasión; pero pensar que este testimonio mío haya podido
concederme por sí solo el privilegio de sobrevivir, y de vivir durante muchos años sin graves
problemas, me inquieta, porque encuentro desproporcionado el resultado en relación al
privilegio.
Lo repito, no somos nosotros, los sobrevivientes, los verdaderos testigos. Ésta es una
idea incómoda, de la que he adquirido conciencia poco a poco, leyendo las memorias ajenas, y
releyendo las mías después de los años. Los sobrevivientes somos una minoría anómala
además de exigua: somos aquellos que por sus prevaricaciones, o por su habilidad, o su suerte,
no han tocado fondo. Quien lo ha hecho, quien ha visto a la Gorgona, no ha vuelto para
contarlo, o ha vuelto mudo; son ellos, los ‘musulmanes’, los hundidos, los verdaderos testigos,
aquellos cuya declaración habría podido tener un significado general. Ellos son la regla,
nosotros la excepción”.
163
Tema: La vida en el gueto de Varsovia. E. RINGELBLUM, Crónica del gueto de
Varsovia, Alba editorial, Barcelona, 2003.
“26 de abril de 1941.
La mortalidad entre la población judía es enorme. Creció de 150 a 500, incluso 600
personas semanales. La gente muere en las calles. Preguntaron a una mujer por qué salió con
sus hijos a la calle. Respondió que no quería morirse en casa. En la calle había muchas
personas tiradas en el suelo, desmayadas. Además de gente que de verdad había perdido el
sentido, también hay otros que fingen y se desmayan cada par de minutos. Es posible dar de
lado a una persona que pide pan, pero resulta imposible no detenerse al lado de un hombre que
yace en el suelo a consecuencia de un desmayo, por lo genral se le da pan, un vaso de té,
etcétera”. P. 217.
“Del 6 al 11 de mayo de 1941
La población judía está muy deprimida ahora. La derrota en los Balcanes, las victorias
alemanas en África del Norte y la cercanía de los ejércitos alemanes a Palestina, la carestía,
los campos de trabajo, la mortalidad… Hay razones más que sobradas para que cunda el
desánimo, incluso entre las personas más optimistas. Muchos consideran que estamos
perdidos, que todos morirán en las garras del hambre. Últimamente ha habido muchos
suicidios. La gente se tiraba desde el cuarto piso [los más altos del gueto]”. P. 222.
“26 de agosto de 1941
Aparte del hambre, el tifus se ha convertido en la principal preocupación de toda la
sociedad judía. En los últimos tiempos ésa es la cuestión más apremiante. La curva [de la
epidemia] de tifus sigue avanzando hacia arriba. Así por ejemplo, ahora, a mediados de agosto,
hay entre 6000 y 7000 enfermos de tifus en sus casas, y cerca de 900 más en los hospitales. La
desproporción existente entre el número de los enfermos que permanecen en sus casas y en los
hospitales se puede explicar de la siguiente forma: los hospitales que, debido a múltiples
razones, han perdido su función sanitaria se han convertido –en palabras del doctor
Milejkowski- en ‘centros de ejecución’. Los enfermos, que reciben una sopa y alguna ración
miserable de comida, se mueren allí de hambre. Así que los enfermos no mueren de tifus sino
de inanición”. P. 249.
“Octubre de 1941
En los últimos tiempos se puede observar cómo se borra de los corazones el sentimiento
de compasión. La gente pasa por las calles, ve niños esqueléticos, descalzos y desnudos que
estiran sus pequeños pies lívidos y congelados de frío, y nadie se conmueve. La gente se ha
hecho de piedra”. P. 268.
“12 de mayo de 1942
Hoy, 12 de mayo, ha sucedido una historia parecida a la del viernes 18 de abril. Esta
noche, como aquella vez mataron a tiros a cuatro judíos: Szklar, Fas, Zaks (el deportista) y
Tenenbaun. Todo indica que estas personas tuvieron contacto con el movimiento de liberación.
Les sacaron por la noche de la prisión de Pawiak y les mataron en calles diferentes. Éste es –
desde principios de abril- el método: fusilar a la gente en las calles. El objetivo es que cunda
el pánico y el terror entre la población.
El gueto de Varsovia recibió 200.000 uniformes de soldados muertos. Los uniformes
estaban plagados de piojos y manchados de sangre. Teniendo en cuenta esta cifra de
doscientos mil sólo en Varsovia, es fácil imaginarse cuántos cientos de miles y de millones
cayeron este invierno en el este.[…]. Además en los uniformes se pueden encontrar cartas para
164
amigos y familiares en el país [en Alemania], que reflejan el estado de ánimo entre los
soldados y también en la retaguardia. La sensación es que la moral de los soldados está por
los suelos”. Pp. 309-310.
“30 de mayo de 1942
Todo indica que la hambruna forma parte del plan de aniquilación de los judíos en las
grandes ciudades de Polonia. Así está sucediendo en Lodz. Lo mismo empieza a suceder ahora
en Varsovia, en donde [los ocupantes] pretenden acabar con el contrabando a cualquier precio,
obligando así a la población judía a mantenerse con 75 gramos de pan al día.[…].
Llegan sin cesar nuevas noticias sobre el exterminio sistemático de niños y ancianos
judíos. Lo ocurrido en la ciudad de Pabianice sucede ahora en Bala Podlaska: 60 vagones
fueron cargados con niños de menos de 10 años y ancianos de más de 60. Es evidente que no
se trata de mandarlos a ningún campo de concentración, sino simplemente de aniquilar a la
juventud…”. Pp. 336- 337.
“26 de junio de 1942
Este viernes, 26 de junio de 1942, es un gran día para Oneg Shabat (organización
clandestina fundada para mantener el archivo del gueto de Varsovia). Hoy, antes del mediodía,
la radio inglesa emitió un programa para los judíos polacos. Contaron todo lo que ya sabemos
muy bien: Slonin y Vilna, Lwow y Chelmo etcétera. Durante largos meses sentíamos pena de
que el mundo estuviese sordo y mudo ante nuestra tragedia, que no tiene igual en la historia.
Teníamos muchos reproches que hacer a la opinión pública polaca, a las personas que
mantenían contacto con el gobierno polaco [en el exilio] por no informar obre la matanza de
los judíos polacos, les podíamos reprochar que el mundo no supiera nada sobre lo que estaba
ocurriendo. Acusábamos a los elementos polacos de callar nuestra tragedia de forma
consciente para que no ensombreciera su propia tragedia. Al parecer todos [nuestros] desvelos
han tenido al final sus frutos […].
Hoy emitieron el resumen del informe sobre la situación de los judíos polacos y dijeron
que los alemanes mataron en Polonia a 700.000 judíos. Al mismo tiempo anunciaron medidas
de represalia y el modo en el que castigarían los crímenes cometidos.
De esta forma el grupo Oneg Shabat ha visto cumplida su gran misión histórica: avisar al
mundo sobre nuestro destino y quizá salvar a cientos de miles de judíos polacos del
exterminio. Por supuesto, esto último está aún por ver”. Pp. 339-340.
“Umschlagplatz
Las heroicas enfermeras del hospital eran las únicas que salvaban a la gente de la
deportación sin pedir dinero a cambio Szmerling (miembro de la policía judía) es un verdugo
con látigo.
Escenas del cargamento en los vagones. El celo de la policía judía.Separaciones de
padres e hijos, esposas y maridos, el rabino Kanal, Lubliner.
El fusilamiento en la plaza de aquellas personas que intentaron escapar a través de los
agujeros de los muros. Se libera a los que se hacen pasar por médicos, por enfermeras del
hospital. Las batas blancas salvaron a miles de intelectuales y de funcionarios del CLP
[Comité local de Protección] […]”.P 353.
“Los guetos de los bloques de viviendas
El Departamento de Trabajo sabe que se envía a la gente a la muerte.
El suicidio de Czerniakóv ( Presidente del Consejo judío del gueto): demasiado tarde,
una prueba de debilidad. Debería haber hecho un llamamiento a la resistencia. Un hombre
débil”. P. 360.
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“Las señas de los esclavos contemporáneos
1. Numerados y sellados.
2. Viven en cuarteles, sin sus esposas.
3. Les han arrebatado a sus mujeres e hijos, puesto que los esclavos no deben de tener
familia.
4. Andan en formación, en grupos, nunca por separado.
5. Se les golpea y aterroriza durante el trabajo.
6. Se les explota de forma inhumana (trabajo a destajo…)
7. Se les prohíbe asociarse
8. No pueden protestar ni manifestar su descontento.
9. la vida de cada esclavo depende de su amo y del ayudante judío de éste. En cada
momento se puede enviar a alguien a la Umschlagplatz.
10. La disciplina es mortífera; llegar tarde se castiga con la deportación a un campo de
trabajo forzado.
11. Obligación de trabajar incluso con fiebre.
12. Están en peor situación que los esclavos, ya que tienen que procurarse ellos mismos
los alimentos.
13. No tienen derecho a las pertenencias de sus familiares [muertos], ya que se abolió el
derecho a la herencia.
14. Viven encerrados en bloques de viviendas, y tienen prohibido salir a la calle después
del trabajo.
15. Se les prohíbe abandonar los pisos después del trabajo y pasear por las calles.
16. Tienen limitada su libertad personal y de movimientos.
17. Son tratados peor que los esclavos ya que sobre estos últimos no prendía almenaza de
la muerte y tenían la esperanza de ser libres algún día. Los judíos son morituri, están
condenados a muerte; la pena máxima, aunque su ejecución se encuentre aplazada
por algún tiempo, ya ha sido dictada en su contra.
18. Los enfermos y los débiles no son necesarios; por eso liquidaron los ambulatorios,
los hospitales etcétera”. Pp. 367-368.
“Treblinka
Trelinka a los ojos de la población judía. En los últimos tiempos se tiene conciencia de
[la amenaza] del exterminio.
Los judíos de la Europa occidental no saben que es Treblinka. Pienso que se trata de una
colonia de trabajo y cuando están en el tren preguntan cuánto queda para llegar a
Treblinka, ‘der industrieler betrib’ [el complejo fabril]. Si hubieran sabido que se
dirigían a la muerte, seguro que habrían ofrecido resistencia. Llegan con maletas de
primera calidad”. Pp. 368-369.
“5 de diciembre de 1942
“Así que el más sórdido pesimismo se ha apoderado de la población judía. Morituri es un
término adecuado para los judíos de Varsovia. La mayoría de la gente está dispuesta a ofrecer
resistencia. Creo que ya no irán al matadero como corderos. Pretenden que el enemigo pague
caro por su vida. Se echarán encima de él con cuchillos, palos, ácido. No permitirán ningún
tipo de redadas. No se dejaran cazar en las calles, ya que saben que los campos de trabajo lo
son ahora de muerte, y prefieren morir en casa a hacerlo en tierra extraña.[Los otros]
encontrarán resistencia; por supuesto, es necesario antes organizarse y confiar en que el
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enemigo no lleve a cabo un exterminio fulminante como el de Cracovia, por ejemplo. Allí a
finales de octubre, por la noche, en apenas siete horas detuvieron a 5500 judíos y los metieron
en vagones.
La vieja ley psicológica se confirma: un esclavo derrotado por completo ya no puede
ofrecer resistencia. Sin embargo, parece que los judíos se han enderezado un poco después de
los duros golpes, se han recuperado algo tras todas estas experiencias y hacen el siguiente
cálculo: acudir dócilmente a la matanza no ha logrado disminuir la tragedia; al contrario, la ha
aumentado. Todas las personas con las que uno habla dicen lo mismo:’No se debería haber
permitido la deportación. Tendríamos que haber salido a las calles, haber quemado todo, haber
hecho saltar por los aires los muros y pasar al otro lado. Los alemanes se habrían vengado.
Quizá la hazaña hubiese costado decenas de miles de víctimas pero no 300.000. Ahora
sentimos vergüenza de nosotros mismos y ante el mundo, porque nuestra sumisión fue inútil.
Nada de esto puede volver a repetirse, ahora tenemos que ofrecer resistencia, todos sin
excepción tienen que enfrentarse al enemigo’”. Pp. 375-376.
Cronología de la sublevación y destrucción del gueto de Varsovia.
En enero de 1943 se produce algún episodio de resistencia por parte de la Organización
Militar Judía.
19 de Abril comienza el levantamiento del gueto de Varsovia.
8 de agosto. Los nazis capturan el búnker de la dirección de la Organización Militar
Judía en la calle Mila 18. Anielowicz muere.
10 de mayo. Un grupo de 30 combatientes de la Organización Militar Judía logra
escapar a través del alcantarillado.
16 de mayo. Los nazis arrasan el gueto. El general Jürgen Stroop, que ha dirigido el
combate contra la Organización Militar Judía, prende fuego personalmente a la Gran
Sinagoga de Varsovia como símbolo de su victoria.
1944
7 de marzo. Emanuel Ringelblum ejecutado, junto con su esposa y su hijo, en la prisión
de Pawiak .
Tema: La orquesta marca el paso de los “comandos de trabajo”. FANIA FENELON,
Tregua para la orquesta. Ed. Noguer, Barcelona, 1981, pp. 68-69.
“En el cruce de los campos A y B se alza nuestro estrado con sus cuatro escalones y las
sillas alineadas ¿por qué no un kiosko de música? Ocupamos nuestros puestos. Alma mira la
extensión, se vuelve a las músicas, levanta la batuta y mientras las oficiales, las kapos,
vociferan su Achtung! cuyo eco repercute a través de las callejas de los campos, estalla una
marcha marcial arrebatadora, casi alegre.
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Eins, zwei, la batuta de Alma lleva el compás; Eins, zwei… drei… vier… ordenan las
kapos y comienza el desfile. Acuden de todos los caminos y callejones y pasan delante de
nosotras. Ahora me atrevo a mirarlas. Me esfuerzo, debo acordarme de todo pues más tarde
atestiguaré.
Esta resolución toma consistencia y me sostendrá hasta el final.
Macilentas, andrajosas, chapoteando en el fango y la nieve, luchando para no tropezar, a
veces se sostienen una contra otra, se les permite ese derecho, la cohorte de las deportadas
avanza hacia la salida. Una mirada de odio o de desprecio me atraviesa como una herida. Un
insulto me llega como un escupitajo: ‘¡Enchufadas, guarras, judas!’. Sufro por todas esas
infelices, por cada una, en conjunto y por separado. Otras, alzan los hombros huesudos que
emergen de los andrajos, algunos, rayados. ¡Cuánto dolor se oculta en las mujeres que ni
siquiera levantan la cabeza, que pasan amorfas, desprendidas del odio y del amor, en el umbral
de la muerte! Pero quizá las que me sonríen son las que más daño me causan; su comprensión
me acongoja como una complicidad que no merezco.
Únicamente en este instante empiezo a darme cuenta del lugar donde me encuentro, de
su locura. En el barracón de la cuarentena, anulada por la ducha, el tatuaje, el afeitado,
hambrienta, atónita, golpeada, no tenía conciencia de lo que pasaba. Aquí, en este paisaje
geométrico de barracones chatos, aplastados sobre el suelo, dominados por las alambradas, las
torres de control, sin un solo árbol en el horizonte, bajo este techo de humo estancado, me doy
cuenta del campo de exterminio de Birkenau y de su espantosa payasada: la de esta orquesta
dirigida por esta mujer elegante, esas jóvenes cómodamente vestidas, sentadas en sillas,
tocando para marcar el compás de los pasos de esos esqueletos, de sombras que nos muestran
unos rostros que ya no existen.
En aquella madrugada siniestra, como una mañana de patíbulo, las Arbeitkommandos
parten hacia el trabajo regenerador, la alegría por el trabajo. ¿Qué alegría? ¿Qué trabajo? Ni
siquiera consigo representármelo. Van, ni más ni menos, que a apresurar su muerte. Esas
mujeres que apenas pueden arrastrarse, todavía tienen que imprimir a sus pasos un aire militar,
y me percato, espantada, de que sólo estamos allí para acentuar su martirio.
Un, dos, un, dos, la batuta de Alma acompasa ese desfile que no termina nunca. Un SS
marca el compás con la punta de la bota, mientras que la última mujer, seguida del último
soldado y del último perro, cruza la puerta del campo”.
Tema: La menstruación. FANIA FENELON, Tregua para la orquesta. Ed. Noguer,
1981, pp. 133-134.
“-Esos paños han tenido que prepararlos -afirma Florette- ; me gustaría saber de entre
nosotras ¿quién tiene la regla?
Las miradas se vuelven hacia Lili, que teniendo horror a ducharse protesta
continuamente: ‘No puedo ducharme, tengo el período…’ provocando las burlas de las polacas
[…].
La pequeña Irene se encoge de hombros; es inconcebible, […] es a todas luces evidente
que ella, lo mismo que nosotras, ya no tiene la regla. Sencillamente, no le gusta el agua.
¿Entonces…?
El centro de interés se desvía, se abandona; la busca de la culpable a la que todas
envidian: ha de ser una rusa o una polaca, ya que sólo entre ellas se encuentran mujeres que
aún tengan la menstruación. Son las únicas que resisten la anemia.
Florette y Jenny pretenden que en la sopa nos ponen cualquier guarrada y en eso se
equivocan; el trauma sufrido y la miseria fisiológica bastan para provocar el cese. Es una
suerte que así sea, pues para aquéllas que al principio tienen todavía la regla su situación es
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sumamente desagradable; no tienen nada con qué lavarse ni qué ponerse. Como perras. La
sangre les corre por los muslos, se escurre entre las piernas. Exigentes con la limpieza, las
blockovas les pegan, las obligan a limpiar las huellas. Otra humillación, otra miseria más. Sin
embargo, en aquel momento todas envidian a la sucia desconocida y Margot, la checa, resume
el sentir general: ‘Me gustaría estar en su sitio’ y Hilde completa, con aire ensimismado:
_ Es muy triste no pasar ya por ese período impuro, una no se siente mujer; ¡es como si
fuéramos viejas!
Tímidamente, Irene la alta pregunta:
_ ¿Y si ‘después’ no vuelve?
Sus palabras suscitan un gesto de sobresalto, como si nos atravesara una corriente de
terror. Las que apenas entienden francés se las hacen traducir. Las católicas se persignan, otras
recitan el Shema, todas buscan el modo de exorcizar aquella maldición que los alemanes hacen
pesar sobre ellas: la esterilidad”.
Tema: Música para el Reichsführer S.S. Heinrich Himmler. FANIA FENELON,
Tregua para la orquesta. Ed. Noguer, 1981, pp. 249-251.
“Alma nos llama de nuevo:
- Dentro de un momento, estaréis en presencia del Reichsführer, tenéis que saber que
ama la música, sabe tocar el piano. Debéis tocar, pues, con toda la perfección para no herir sus
oídos y no disgustarle. No le miréis, no cuchicheéis, permaneced erguidas, a él le gusta la
corrección en los modales. Y sobre todo, tocad bien.
- ¡Es como para vomitar! -repite Florette. ¡Está superexcitada porque tiene que actuar
delante de ese monstruo!
Las chicas no pueden contener su rabia:
- Si la intención de Alma fuese la de obtener una comida más decente aún se
comprendería; pero no, no. Es por sí misma, para merecer, temblorosa de felicidad, una nota
favorable, un cumplido. ¡Qué pena! […].
Ya no sé cuánto tiempo llevamos esperando, cuando de repente desemboca por la
Lagerstrasse un grupo de uniformes entre los que domina el negro y las gorras adornadas con
una calavera. En medio de sus oficiales distingo mal a Himmler, pequeño, enclenque,
ligeramente cargado de hombros. Pálido y cetrino, ese acérrimo defensor de la superioridad de
la raza germánica, jamás podrá encarnar el mito del ario, alto, rubio, de ojos azules… ¡qué
error de la naturaleza! Me divierte un poco, pero no puedo reír. Ese Führer implacable, ese
asesino desnaturalizado, aparece en medio de los demás como un pobre hombrecillo
cualquiera, con mirada huidiza tras los cristales de sus anticuadas gafas de funcionario.
Apenas 20 metros nos separan de él. En cuanto Alma lo ve se cuadra, y casi oímos
chocar sus tacones. Una señal, y nuestra orquesta ataca La Viuda alegre; bajo ese sol, sobre
esa tarima, junto a las torres de vigilancia, rodeadas de alambradas, delante de esos hombres
con uniforme, todo me parece increíble, ridículo, grotesco… Eva, adrede, vuelve la cabeza,
mirando hacia los Cárpatos, hacia nuestros polacos… Irene la pequeña prefiere mirarles con
insistencia a los ojos, con un desprecio y una insolencia, que inquietan a Marta y harían
temblar a Alma si la viera. Pero Alma no ve nada, dirige su orquesta que toca para el
Reichsführer Heinrich Himmler, cuyo rostro insignificante se graba en mi memoria: su
bigotito, que copia respetuosamente el del Kamerad Hitler, corona un labio que ni siquiera es
delgado, el labio inferior es redondo, pero la mirada es sensible, aguda, inquisidora,
desprovista de cualquier expresión.
El grupo oficial permanece en pie, delante de nuestra tarima, no han colocado sillas, no
han venido a escuchar un concierto, y esto debe preocupar a Alma; Himmler parece aburrirse,
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sin embargo, se queda ahí, bajo el sol, sin duda por… corrección. A su lado, Mandel me
contempla mientras canto mi fragmento de los Doce Minutos de Peter Kreuder. Con tal que no
se le antoje pedir Madame Butterfly… Sé que no podría cantar el aria, ni aún amenazándome.
Afortunadamente, apenas acabamos la pieza cuando Himmler habla a los oficiales que se
cuadran, y todos, volviéndonos la espalda, se alejan mientras un SS nos dice de parar. Alma se
lo toma como un desprecio y mientras nosotras respiramos de alivio, estalla:
_ ¡Habéis desafinado horriblemente! No le habéis gustado. ¡Nos va a enviar a todas a la
cámara de gas!
Y le falta poco para añadir, como una niña rabiosa:
‘¡Lo que os estaría muy bien empleado!’.
Tema: El doctor Ménguele. FANIA FENELON, Tregua para la orquesta. Ed. Noguer,
1981, pp. 300-301.
“Todavía no he visto a María hoy. No vendrá. Bajo las órdenes del doctor Mengele es
tan atenta, tan concienzuda; él ha pasado tres días a la cabecera de una operada, ha empleado
toda su ciencia, y cuando estuvo seguro de que su operación había tenido éxito, la envió al gas.
Este hombre me obsesiona.
María me dijo que, después de los enanos, se interesaba por los gemelos. Para
conseguirlos, recorrió el campamento de los zíngaros, asistió a numerosas llegadas de
convoyes. Esos gemelos le son indispensables para proseguir sus observaciones sobre la
herencia de la raza. ¿Qué hace con ellos? Numerosos experimentos. Entre otros, hace que los
dos sujetos mueran al mismo tiempo, de la misma manera, y después les hace la autopsia y
registra meticulosamente las observaciones recogidas. ¿Eran estos órganos perfectamente
idénticos y han sido atacados de la misma forma?
Mengele es un hombre inteligente, cultivado, refinado, no tiene nada en común con un
ser brutal, de una sola pieza, como Kramer, ni con un bruto rudimentario como Tauber, y sin
embargo es un SS fanático. Sin duda procede de una buena familia, ha debido tener una
infancia y una juventud fáciles; posee esa seguridad y esa facilidad que da una educación
perfecta. Nunca ha tenido hambre; ni las luchas sociales ni la miseria son lo que le han
convertido en un fanático redomado. ¿Y entonces? ¿Es suficiente que el racismo se convierta
en religión para encontrar la explicación de un Mengele?
¿En qué se convertirá? Me obsesiona una idea imposible: la guerra ha terminado, el
mundo se encuentra libre del nazismo, de nuevo todo está en orden, volvemos a casa y yo me
encuentro con Mengele; ¿dónde?, ¿cómo? No lo sé, pero me lo encuentro. Y le pregunto:
¿POR QUÉ?
Cuando les confieso mi deseo, las chicas chillan y me dicen que soy yo la loca, que no
hay nada que saber, nada que comprender”.
Tema: Mandel [Lagerführerin: Jefe del Campo femenino ] y el niño. FANIA
FENELON, Tregua para la orquesta. Ed. Noguer, 1981, pp. 322, 325.
“Nuestra más fiel defensora, Frau María Mandel, tan atildada en su uniforme, viene
hacia nosotras, camina en medio de los cuerpos esparcidos, de esas mujeres agachadas, como
si caminara por una fosa de serpientes: furiosa y asqueada. Bajo el sol, sus cabellos aparecen
como trenzados con el oro de los trigos. Con los brazos tendidos se tambalea hacia ella una
maravilloso chiquillo, un angelote rizado; dos, tres años; corre hacia ella, se agarra a sus botas,
170
se cuelga de su falda. Mi corazón se angustia; va a mandarlo a paseo de una patada. No, se
inclina, lo levanta, lo coge en sus brazos, lo cubre de besos. Esta escena resulta tan
extravagante que por un instante dejamos de tocar; con sus duros ojos azules, Mandel se va,
llevándose al niño en los brazos. Las mujeres la miran al pasar. Más lejos, una polaca, de pie,
grita un nombre llorando; sin duda es su madre, una masa humana la separa de su pequeño.
Mandel le vuelve la espalda, entre ellas dos la distancia se alarga […].
Irene, la alta, con su dulce mirada azul perdida a lo lejos, se inquieta:
_ Y Mandel, ¿qué habrá hecho con el niño?
_ ¡Lo habrá devuelto!
Error; durante nuestro ensayo, nos anuncian: ‘La Lagerführerin Mandel’. Entra con el
bebé en los brazos. Lo ha vestido como a un crío de los ricos, ¡una maravilla! Seguro que nada
habrá sido lo suficientemente bueno para él. Con un trajecito azul, marinera y pantalón, está
adorable. Su mirada de jacinto se eleva, confiada, hacia ella. En sus manitas regordetas aprieta
una tableta de chocolate y se la tiende balbuceando. Y ella melindrosa: ‘No, no’; él insiste con
una risa de perlas mojadas. Es el juego de las madres con sus niños. Hace como si comiera,
sacude la cabeza… ¡Cómo se divierten los dos juntos!
¿Por qué ha venido a nuestro bloque? ¿Quiere que yo le cante Madame Butterfly? ¿Por
qué no? No, ha venido para enseñar al huérfano cuya madre ha sido enviada al gas esta noche.
¿Piensa ella en eso? Seguro que no, las dos cosas se encuentran disociadas. Su cerebro, como
el de todos los alemanes, se encuentra dividido en compartimentos […]. La ejecución de las
polacas no la concierne.
Sentada en una silla de nuestra sala de música, con el niño en las rodillas, se siente
encantada de ver que la rodeamos, orgullosa; posee el orgullo de una madre: ‘¿Verdad que es
guapo?’. El bebé, de pie sobre sus muslos, la patea alegremente; ella no se preocupa de que sus
zapatitos le ensucien su falda de uniforme; él le pasa un brazo alrededor del cuello y la besa
con una boca redonda embadurnada de chocolate y nosotras vemos, oímos, a Mandel reír.
Después se va, llevándose de la mano al niño que corretea a su lado. Ya no lleva el paso
militar; Frau Mandel ha disminuido el paso adaptándolo al del niño…
Durante varios días, ocho creo, se pasea orgullosamente con el niño por todo el campo
[…].
Cada día, el bebé lleva un traje nuevo; parece ser que ella es un quebradero de cabeza
para las chicas del ‘Canadá’; les hace desembalar todas sus mercancías, exige únicamente
trajes azules. Este niño es para ella una verdadera pasión. Después, una noche, bastante tarde,
[…] nos anuncian a Mandel. Entra, envuelta en una gran capa negra. Pálida, fuera de sí, con
ojeras, los ojos hundidos, solicita el dúo de Butterfly. ¿Lo escucha? Con la boca apretada, el
rostro duro, parece estar lejos. En sus ojos hay una angustia que no me puedo explicar. Cuando
el dúo ha terminado, se levanta y, sin ninguna muestra de satisfacción, sin decir ni una palabra,
sale.
Al día siguiente, Ingrid, la hermana de Marta, nos da la noticia de que Mandel ha llevado
ella misma al niño a la cámara de gas. […].
Irene, la alta, ha vuelto hacia mí sus bellos ojos brillantes de lágrimas:
- ¿Puedes explicar tú por qué?
- Puedo dar una explicación. Mandel es una nazi convencida, una fanática. No tiene el
derecho de entregar su corazón ni su espíritu a otra cosa que no sea el nacionalsocialismo, no
tiene derecho a anteponer un sentimiento a la doctrina. No tiene derecho a sustraer a un ser de
la cámara de gas, aunque sea un niño. No es ella quien sabe lo que es bueno para el partido,
para el Reich; son sus jefes. No podía continuar desobedeciendo”.
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MIKLÓS RADNÓTI [Poeta de origen judío, nacido en Budapest, en 1909. Prisionero
en distintos campos de trabajo desde 1940, fue ejecutado por los nazis, en una “marcha de la
muerte” desde Serbia hacia Alemania, en 1944. De los 3.200 judíos húngaros que
emprendieron la marcha muy pocos llegaron con vida. Al llegar a Abda, en Hungría, el grupo
de enfermos, entre los que se encontraba Radnóti, fue fusilado y enterrado ahí mismo. Después
de la guerra, su cadáver fue descubierto y reconocido por su esposa. Llevaba unos poemas en
el bolsillo. En una estrofa de estos poemas se lee:
Caí junto al cadáver, que giró
y se rompió como un resorte.
Tenía el tiro de gracia. “Así terminarás
- me dije en voz muy baja-. Quédate quieto,
que la paciencia nace con la muerte”.
Pude escuchar “Der springt noch auf”
junto a mi oído
en donde sangre y lodo se secaban.]
Viví sobre esta tierra
"Viví sobre esta tierra en una época
en la que el hombre cayó tan bajo
que mataba gustosamente, por placer, sin recibir órdenes.
Locas obsesiones tejían su vida,
creía en dioses falsos. Desilusionado, echaba espuma por la boca.
Viví en esta tierra en una edad
en la que era un honor traicionar y matar,
el traidor y el ladrón eran héroes
quienes estaban en silencio, no deseando regocijarse,
fueron odiados como si tuvieran una peste.
Yo viví en esta tierra en una época
en la que si un hombre hablaba, debía esconderse
y podía sólo morderse los puños con vergüenza
borracha de sangre y escoria, la nación enloqueció
y sonreía ante su horrible destino.
Yo viví sobre esta tierra en una edad
en la que una maldición era la madre de un niño,
las madres eran felices si abortaban,
un vaso de denso veneno espumaba en la mesa,
y los vivos envidiaban el podrido silencio de los muertos.
Viví sobre esta tierra en una época
en la que los poetas también hacían silencio
y esperaban que Isaías, el sabio
de terribles palabras, hablara de nuevo
pues sólo él podía proferir la justa maldición. "
Fuente: El poder de la palabra. www.epdlp.com
Tema: Tres llegadas sucesivas de convoyes a la rampa de Birkenau. TADEUSZ
BOROWSKI, Nuestro hogar es Auschwitz, Barcelona, Editorial Alba, 2004, pp. 116-143.
Narradas desde la perspectiva de un prisionero (el narrador-autor) privilegiado (= prominente)
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perteneciente al “Canadá”(=zona del campo de Auschwitz destinada a almacén para las
riquezas robadas a las personas asesinadas en la cámara de gas). [Extracto del relato “Pasen al
gas, señoras y señores”, contenido en Nuestro hogar es Auschwitz.
“[…] Desde hace algunos días no llegan transportes. Han liquidado una parte de Canadá
y asignado a sus habitantes a un pelotón de trabajo […]. Henri, enorme y empapado de sudor,
sueña en voz alta con el vino francés que traen los que vienen en los transportes de
Estrasburgo, de los alrededores de París o de Marsella…
- Escucha, mon ami, amigo mío, cuando vayamos a la rampa te traeré champán
auténtico. Seguro que no lo has probado nunca, ¿verdad?
- No. Pero no podrás pasarlo al campo, así que no me tomes el pelo. Mejor consígueme
unos zapatos, ya sabes, no me importa que estén agujereados, pero que tengan doble suela.
[…].
- Paciencia, paciencia, cuando lleguen nuevos transportes te traeré de todo […].
Cuando estamos acabando de comer, se oye en la puerta del Block un movimiento mayor
del habitual. En seguida los musulmanes se apartan y se esconden entre los camastros. En la
Buda (=choza) del Blockältester (=veterano del bloque) entra un mensajero. Al cabo de un
rato sale de ella, majestuoso, el responsable del bloque.
- ¡Canadá! Antreten! ¡A formar! ¡Pero corriendo! ¡Viene un transporte!
- ¡Alabado sea Dios!_ grita Henri, bajando de un salto del camastro. […]
- ¡Henri, acuérdate, los zapatos!_ grito despidiéndome de él.[…]
- Allez, allez, vite, vite!_ Henri me mete prisa en francés y yo le pregunto qué le pasa en
alemán:
- Was is los? ¿Qué pasa?
- ¿Quieres venirte con nosotros a la rampa?_ me pregunta.
- Vale.
- ¡Entonces, rápido, coge la chaqueta! Faltan un par de personas, ya he hablado con el
kapo […].
La rampa tiene un aire bucólico, como el de las pequeñas y perdidas estaciones de
provincias […].
Los Posten (=guardias del campo) se colocan en las vías, encima de unas vigas, o bajo la
sombra verde de unos castaños silesios: la rampa está completamente rodeada. Se limpian el
sudor de la frente, beben de sus cantimploras. El calor es terrible, el sol está en lo más alto
[…].
Los SS entran en la plaza montados en sus ruidosas motos; hombres de rostros brutales,
fuertes, gruesos, que llevan botas de oficial relucientes y brillantes, y la pechera adornada con
la plata de sus condecoraciones. Algunos llevan maletines; otros, unas varas que les dan un
aire dinámico […].
- El transporte está a punto de llegar- dice alguien y todo el mundo se levanta. De detrás
de la curva emergen unos vagones de mercancías […]. A través de los ventanucos cerrados
con tela metálica se ven rostros pálidos, arrugados, somnolientos, seres desgreñados, mujeres
asustadas, hombres que, por muy exótico que pueda parecer, tienen pelo. El tren se detiene, y
las caras que hay detrás de la tela metálica observan en silencio la rampa. De repente, los
vagones comienzan a agitarse, la gente golpea las paredes de madera.
- ¡Agua! ¡Aire!_ Se oyen unos gritos secos y desesperados. Por las ventanas se asoman
rostros humanos, los labios atrapan el aire con angustia […]. Los gritos y el estertor se hacen
cada vez más fuertes.
Un hombre de uniforme verde, que lleva más adornos plateados que el resto, pone cara
de asco. Da una calada a su cigarrillo y lo tira al suelo con fuerza, se pasa el maletín de la
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mano derecha a la izquierda y hace una señal al Post. Éste descuelga la ametralladora que lleva
al hombro, se pone en posición y dispara una ráfaga a los vagones. Un tenso silencio se
apodera del lugar […].
El gigante con maletín hace una señal con la mano.
- Aquel que coja oro o cualquier otra cosa no comestible será ejecutado por robar
propiedades del Reich. ¿Entendido? Verstanden?
- Jawohl! ¡A la orden!- contestamos todos, sin excepción, aunque a destiempo […].
Se oye el ruido de los cerrojos y se abren los vagones. Una ola de aire fresco entra en los
vagones. Dentro la gente está terriblemente hacinada, no sólo por la enorme concentración de
personas, sino por el elevado número de equipajes, valijas, maletas, maletines, mochilas y
hatillos de todo tipo (cogieron todo lo que formaba parte de su antigua vida con la esperanza
de empezar una nueva) […].
- Atención. Bajad con el equipaje. Recogedlo todo. Colocad todos vuestros bultos en una
pila al lado del vagón. Entregad los abrigos. No os hacen falta, estamos en verano. Marchad
hacia la izquierda, ¿entendido?
-Señor, ¿qué será de nosotros? […].
- ¿De dónde sois?
- Sosnowiec, Bedzin. Señor, ¿qué será de nosotros?_ nos preguntan machaconamente,
escrutando en nuestros ojos cansados una respuesta.
- No sé, no entiendo polaco.
Ésta es la ley del campo: a los condenados a muerte se les engaña hasta el último
momento. Ésta es la única forma de compasión permitida […].
Los camiones, llenos de gente hasta los topes, abandonan la plaza con un zumbido
infernal entre los gritos y los lamentos de las mujeres que lloran por sus hijos y el necio
silencio de los hombres que se sienten de repente abandonados. Ellos han ido a la derecha: son
jóvenes y sanos e irán al Lager. No escaparán al gas, pero primero tendrán que trabajar […].
Los canadienses que están apostados a ambos lados de las escaleras de madera no paran
ni un momento; separan a los que van al gas de los que van al Lager, empujan a los primeros
hacia las escaleras, les obligan a apretujarse más en los camiones; en cada uno caben unas
sesenta personas, más o menos.
Cerca de los camiones hay un SS joven, con un afeitado muy apurado, que sostiene un
bloc de notas en su mano; por cada camión hace una raya, es decir, dieciséis camiones hacen
mil, más o menos. El hombre es equilibrado y concienzudo. Ningún camión se aleja sin que él
lo sepa y lo marque en su bloc: Ordnung muss sein, el orden debe imperar. Las rayas ya son
miles; transportes enteros reducidos a una breve anotación: ‘de Salónica’, ‘de Estrasburgo’,
‘de Rotterdam’. De este trasporte en concreto escribirá ‘de Bedzin’. Pero nosotros lo
recordaremos siempre por su nombre completo: ‘Bedzin-Sosnowiec’. A quienes se libren del
gas y pasen al Lager les asignarán los números del 131 al 132; es decir, del 131.000 al
132.000, pero para acortar todos nos referiremos a ellos como los 131-132 […].
Los vagones ya están vacíos. Un SS delgado, con el rostro picado de viruela, revisa,
tranquilamente, su interior; mueve la cabeza con disgusto, nos mira y señala el interior.
- Rein, ¡A limpiarlo!
Entro de un salto en el vagón. Tirados en los rincones, entre los excrementos humanos y
los relojes perdidos, yacen unos bebés estrangulados y pisoteados, pequeños monstruos
desnudos de enormes cabezas y barrigas hinchadas. Los sacamos como a pollos, sujetando
varios en la mano.
- No los lleves al camión. Entrégaselos a las mujeres_ dice el SS encendiendo un cigarro.
El encendedor se le atasca y el hombre está completamente absorto intentando encenderlo de
nuevo.
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- Por Dios, coged a estos bebés_ les grito a las mujeres, que huyen de mí despavoridas,
tapándose los ojos. […].
- ¿Qué pasa, no queréis cogerlos?_ dice con sorpresa y reproche el SS picado de viruelas,
y empieza a desenfundar su revolver.
- No tiene que disparar, yo los cogeré.
Una mujer alta y de pelo canoso coge a los bebés y por un momento me mira
directamente a los ojos.
- Hijo mío, hijo mío- susurra sonriéndose. Se aleja de mí, trastabillando por culpa de la
grava.
Me apoyo sobre la pared del vagón. Estoy muy cansado. Alguien me tira del brazo.
- Ven, te daré algo de beber. Parece que fueras a vomitar en cualquier momento […].
Lo miro fijamente, pro de pronto su rostro comienza a disolverse en mis ojos […].
Parpadeo fuerte: Henri.
- Henri, escucha, ¿crees que somos buena gente?
- ¿Por qué haces esas preguntas tan estúpidas?
- Sabes, amigo, siento en mí un odio creciente e incomprensible hacia estas personas,
pienso que si estoy aquí, es por su culpa. No siento compasión porque los vayan a gasear. Que
se los trage a todos la tierra. Me liaría a puñetazos con ellos. Mi comportamiento debe de ser
patológico, supongo, no lo puedo comprender.
- Oh no, al contrario, es lo normal, lo previsible. La rampa te agota, te rebelas contra lo
que has visto; lo más fácil es descargar la ira sobre el más débil. Incluso es aconsejable que te
descargues. Es de sentido común, compris?, ¿comprendes? […].
Ya no hay gente. Los últimos camiones levantan sus nubes de polvo lejos de aquí; el tren
se ha marchado […].
En fin, ya estamos cargando los bultos. Llevamos unas maletas enormes que pesan un
montón y están repletas de riqueza; nos cuesta mucho cargarlas en los camiones […]. Una de
las maletas se abre y de su interior sale ropa, camisas, libros… Cojo uno de los hatillos: pesa
mucho. Lo desenvuelvo: dos puñados grandes de oro, cajas de reloj, brazaletes, anillos,
collares, brillantes…
- Gib hier, ponlo aquí- dice tranquilamente un SS acercándome un maletín abierto […].
Este oro irá al Reich […].
Cuando el último camión desaparece tras los árboles y nosotros nos dirigimos, ¡por fin!,
a los raíles apilados para descansar y beber algo […], oímos el sonido de un silbato de
ferroviario que llega de detrás de la curva. Despacio, muy despacio, entran nuevos vagones en
la rampa […].
Ahora no puedo controlarme. Les arranco las maletas y los abrigos de las manos sin
miramientos. Vamos, vamos, avanzad con rapidez. Ellos avanzan, desaparecen. Hombres,
mujeres y niños. Algunos saben lo que les espera […].
Entro en los vagones, saco a los bebés y arrojo fuera los equipajes. Toco los cadáveres
sin ahuyentar el miedo cerval que se está apoderando de mí. Intento no mirarlos, pero los
cadáveres están por todas partes, yacen en la grava uno junto a otro, en el bordillo del andén,
en los vagones: bebés, mujeres desnudas y repugnantes, hombres retorcidos por los estertores
de la muerte. Huyo de ellos lo más lejos posible […].
- ¿Has conseguido las botas?- me pregunta Henri.
- No.
- ¿Por qué?
- ¡Pues porque no puedo!, porque estoy harto, estoy harto de todo esto!
- ¡Tranquilo, es tu primer transporte! Mírame a mí, desde las fiestas de Navidad han
pasado por mis manos un millón de personas, más o menos. Los peores son los transportes
procedentes de los alrededores de París; siempre me tropiezo con algún conocido.
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- ¿Y qué les dices?
- Que se van a bañar y que después nos veremos en el campo. ¿Qué les dirías tú?
Me quedo callado. […]
Un nuevo toque de silbato, un nuevo transporte[…]. De nuevo ocurre lo mismo, la última
sesión de la misma película […].
Cojo un cadáver, y de pronto siento que su mano aprieta la mía. Aparto su mano y huyo
gritando. Mi corazón late con fuerza, siento un nudo en la garganta. De repente me mareo. Me
pongo en cuclillas y vomito debajo del vagón. Después me escabullo tambaleándome hasta las
vías apiladas […].
El señor del bloc en la mano hace las últimas rayas, y cuadra los números: quince mil.
Muchos, muchos camiones han ido al crematorio.
Queda poco para acabar […].
De los crematorios se alzan unas columnas enormes de humo que confluyen en lo alto,
en un río grande y oscuro que transcurre lentamente por el cielo de Birkenau y desaparece
detrás de los bosques, en dirección a Trzebinia. El transporte de Sosnowiec es sólo humo.”
Tema: Selección en la enfermería (Krankenbau). TADEUSZ SOBOLEWICZ, He
sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia,
2005, pp. 67-68.
“En la primavera de 1942 el médico del campo de la SS multiplicó las selecciones de los
enfermos en el bloque 20, tanto en las salas de enfermos de tifus como en las de
convalecientes. Me ordenaban entonces que limpiara los camastros, fregara el suelo con un
trapo empapado en agua, pusiera en orden las mantas de los enfermos. De costumbre, en la
sala entraban dos SS acompañados del responsable del bloque y de los médicos que se
ocupaban de los enfermos. El responsable de la sala gritaba en alto: - ¡Achtung!- y daba parte
del número de enfermos al médico SS. Después de una visita superficial a los enfermos
tumbados en sus camastros, los SS se sentaban a la mesa en medio de la sala, junto a la
ventana. Exigían las fichas de los prisioneros enfermos y los miraban […].
El responsable de sala leía los números. […] Los enfermos formaban filas y, uno tras
otro, se acercaban a la mesa. El médico SS cogía las fichas y, tras una mirada, decidía sobre la
vida del enfermo […]. Yo también figuraba en la lista de enfermos. Cuando oí llamar mi
número tuve que quitarme la camisa y acercarme al médico SS. Tenía miedo pero él dijo: ¡Hau ab! (¡Lárgate!)- y entregó mi ficha al médico que llevaba el traje de prisionero. Eso
significaba que yo me quedaba en el hospital. La revista duró una media hora. Para más de
cuarenta enfermos significó la condena a muerte. Todos los enfermos de mal aspecto, de otras
salas también, fueron unidos al grupo de convalecientes y todos fueron transportados en los
camiones a Birkenau. Allí iban a ser asesinados con gas y sus cadáveres, cada vez más
numerosos, eran quemados”.
Tema: “Matado en la fuga”. TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno,
Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, p.79.
“El canalla más grande era el propio Kommandoführer: un joven Unterscharführer SS.
Él elegía a sus víctimas entre los prisioneros judíos: les quitaba los gorros y los tiraba fuera de
la línea de puestos de vigilancia y les mandaba presentarse para dar parte. El prisionero estaba
obligado a quitarse el gorro ante el SS, ponerse firme y anunciar su número. Vi varias veces
cómo el prisionero que volvía con el gorro en la mano anunciaba mal su número. Entonces el
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militarote furioso volvía a quitar el gorro al prisionero y lo tiraba fuera de la línea de los
puestos de vigilancia. Cuando la víctima de la bestia corría a por el gorro, el SS le disparaba
por la espalda. Eso se llamaba ‘matado en la fuga’”.
Tema: Muerte del padre. TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno,
Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, pp. 79-80.
“A mediados de junio, después del trabajo, me dirigí al bloque 20. Una semana antes
había visto allí a mi padre. Quería saber cómo estaba, quizá verlo. Logré llamar a Rospenk.
Vino un poco confundido. Noté que algo le preocupaba. Por fin soltó: - Ayer tuvo lugar una
selección. Hice todo lo posible, pero fue en vano. Cogieron a tu padre.
Me quedé inmóvil. Rospenk me estrechó la mano y añadió:
- Ánimo. Tienes que vivir […].
Permanecí allí solo un rato más. Poco a poco me hacía a la idea de que mi padre había
muerto. No tenía a mi padre, la única persona que me había dirigido como una brújula, que
había cuidado de mí. El había luchado por la libertad de la patria, pero no lo consiguió. Y a mí
me dejó la soledad y el sufrimiento por ella. Todo eso me hundió. Sentí el vacío y luego un
gran dolor y un rencor enorme […].
¿Cuánto hay que aguantar para sobrevivir? ¿Cuántos días y cuántas noches? No, no. - De
aquí hay una sola salida: por la chimenea.- Aquella frase de bienvenida del comandante del
campo, dirigida a los prisioneros recién llegados, volvía con insistencia. Aquella noche comí
un pedazo de pan sin agrado a pesar de que tenía hambre. Me llenó una apatía y una
resignación absolutas”.
Tema: Testigo, como escribiente, de una selección de judíos holandeses. TADEUSZ
SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau,
Oswiecim, Polonia, 2005, pp. 85-87.
“Resultó que íbamos a trabajar como escribientes. Para el Rottenführer lo más
importante era anotar la dirección a la que el recién llegado podía enviar correo desde el
campo. Nos entregó los lápices, tinta y nos dio disposiciones claras y rigurosas: _ Sólo podéis
hacer preguntas. Tenéis que anotar las respuestas en las fichas. Está prohibido charlar o
informar. Si a alguno de vosotros le sorprendo charlando, acompañará a los prisioneros, ¿está
claro?
Yo no entendí bien pero el prisionero que estaba sentado al lado y tenía un número
inferior al mío me explicó en voz baja:
- Seguramente vamos a anotar los datos de los judíos seleccionados. Sus familiares serán
gaseados […].
Un rato después vi a una multitud de gente que iba al búnker para ser gaseada_ como me
explicó en voz baja mi vecino.
Eran mujeres, personas mayores, niños. Caminaban normalmente por el camino principal
del campo nuevo charlando un poco, sin miedo alguno. Antes de que saliera el transporte les
decían que iban a un lugar donde podrían trabajar y vivir tranquilamente […].
Los SS trajeron a más de diez hombres de edad diferente. Resultó que venían de
Holanda. Por lo visto se había suprimido un ghetto. Nosotros teníamos que anotar la gente que
venía de allí. Pero no a todos. Solamente a los que permanecerían un tiempo en el campo.
Después a esos últimos también se les ‘tratará de una manera especial’.Primero, los
seleccionados para permanecer en el campo enviarán los mensajes lacónicos a sus parientes de
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Holanda, ‘que están bien de salud’. La Gestapo de allá se interesará por los parientes que,
tranquilizados por las cartas de un Auschwitz desconocido, vendrán de buen grado a unirse a
los suyos […].
De vez en cuando miraba fijamente los ojos de esa gente- qué pensaban, qué sentían, si
sabían lo que les esperaba.- Pues no. Todos estaban tranquilos […]. Si cualquiera de nosotros
les dijera dde qué se trataba, no lo creerían. Ellos creyeron a sus verdugos, los alemanes […].
Por la noche no pude dormirme. Continuamente aparecían las caras de la gente a la que
nada podía salvar. Desde la ventana del bloque vi a lo lejos, allí donde se hallaba Birkenau, un
resplandor rojo: quemaban a los familiares de los pobres judíos de Holanda cuyos datos
personales anotábamos para admitirlos en el campo. Otra vez volvió la idea obsesiva: ¿Cuándo
me quemarán a mí? ¿Cuándo será mi turno? Por fin conseguí dormirme”.
Tema: Cocina y solidaridad: la “comida organizada”. TADEUSZ SOBOLEWICZ, He
sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia,
2005, p. 108.
“Generalmente los cocineros se daban cuenta de su responsabilidad y papel que tenían
con sus compañeros en esa fábrica de la muerte. El trabajo con los productos alimenticios
hacía que pudieran considerarse como prisioneros privilegiados, figuras del campo. Pero había
una diferencia importante entre las figuras y los prisioneros funcionarios como p. ej.: kapos,
escribientes, miembros de Arbeitseinsatz y Arbeitsdienst. Los últimos no tenían que trabajar
duro y tampoco corrían tanto peligro como los cocineros que, además de sus deberes, asumían
la responsabilidad en el caso de ‘organizar’ la comida para compañeros desfavorecidos. Los
cocineros no vigilaban ni perseguían a los demás. Ellos cedían sus propias raciones y
‘organizaban’, muchas veces por propia iniciativa, comida para sus amigos y compañeros del
campo, que les debían muchas veces vivir más tiempo o sobrevivir.
La ‘comida organizada’ iba dirigida, la mayoría de las veces, al hospital del campo”.
Tema: De Auschwitz a Buchenwald. TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al
infierno, Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, pp. 120121.
“El 10 de marzo de 1943 formamos una columna cerca de la cocina. Nos acercábamos
uno a uno a la plataforma donde los prisioneros del almacén nos entregaban medio pan y un
tercio de conserva de carne por persona. Además, nos daban medio litro de café en la
escudilla. Luego nos unimos a la columna. En las ventanas de la cocina se asomaban Pietrek,
Lutek, Chmura y Szymanek que se despedían de nosotros haciendo señas con la mano. Junto a
mí estaban Leszek Werwicki, Jurek Strzelecki y Mietek Albin. Nos sentíamos incómodos. Se
nos ponía un nudo en la garganta. Abandonábamos el campo situado en la tierra polaca.
Sabíamos que íbamos al territorio de un país hostil […].
La columna empezó la marcha hacia la estación de trenes. Por el camino un SS mandó:
_¡Ein Lied!- pero nadie se puso a cantar. Entonces, varios SS dieron un salto hacia los que
marchaban y, con las culatas, obligaron a los prisioneros a entonar una canción tonta Im Lager
Auschwitz war ich zwar… (Pues yo estaba en el campo de Auschwitz). Después de llega a la
plataforma donde estaban estacionados los vagones de mercancías, nos hicieron subir a ellos
en grupos de 50 personas. Tres o cuatro SS que vigilaban, contaban a los que subían. Nos
empujaron y apretaron como sardinas en lata.
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Esperábamos qué pasaría. Cundió el pánico. Algún prisionero empezó a quejarse que lo
del transporte era una mentira y que seguramente nos llevarían a una cámara de gas. Sentí un
hormigueo pero otro prisionero contestó: - No nos habrían dado medio pan. Además, ellos nos
necesitan para trabajar. Tranquilos. No estamos perdidos todavía.
Se hizo silencio en el vagón. Luego subieron los SS de vigilancia y el tren arrancó.
Apretados, intentábamos acostarnos de alguna manera. El ruido rítmico de las ruedas del tren
nos adormecía pero también nos alejaba del lugar que iba a ser nuestro sepulcro”.
Tema: Fritsch, antiguo asesino de Auschwitz, ahora asesino de Flossenbürg.
TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de
Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, p. 162.
“Un día, el Blockführer SS, al recibir el recuento de los prisioneros le hizo observar al
responsable del bloque que allí había mal olor. Al día siguiente, Hume condujo a dos
prisioneros débiles, manchados con excrementos (él mismo les obligó a mancharse), ante el
Lagerführer (director del campo) Fritsch. Le comunicó que uno de ellos acusaba al otro de
haberle ensuciado con los excrementos y él, teniendo unos prisioneros tan sucios, recibía
partes del Blockführer en materia de limpieza en el bloque. El viejo bandido Fritsch, antiguo
Lagerführer de Auschwitz, sacó un revolver y mató a los dos ensuciados. En cambio, a Hume
le dio dos bofetadas por haberse presentado con una tontería. A partir de aquel día, en el
bloque 23 aumentó el número de muertos. Hume rabiaba con los débiles, hundiéndolos
cruelmente en la letrina”.
Tema: La evacuación del campo de Regensburg. La última “marcha de la muerte”.
TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno, Editorial Museo Estatal de
Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, pp. 199-205.
“Sobre la una de la madrugada del 25 al 26 de abril, el comandante del campo ordenó la
alarma y la evacuación de los prisioneros […]. Tras dos horas de marcha, los prisioneros más
débiles se quedaron detrás alargando la columna. Empezaron unas escenas dramáticas.
El Unterscharführer que mandaba la escolta, un sádico excepcional, empezó a disparar a
cada uno de los se quedaban atrás. Otros SS lo imitaban. De vez en cuando, por detrás de la
columna extendida sobre una distancia de un kilómetro y medio se oían disparos de metralleta
o de carabina.
Marchábamos en tensión, asustados […]. La columna moderaba el paso. Lo
conseguimos durante una hora. Pero, de repente, por delante apareció el Oberscharführer
Plagge y nos amenazó diciendo: - Me parece que ya no podéis. ¿Quizá otros van a sustituiros
y vosotros iréis al final de la columna?
Aceleramos el paso un momento para moderarlo un poco después. Detrás se oyeron
varios disparos que terminaron con la vida de unos cuantos prisioneros […]. Tras seis horas de
marcha se decidió parar. Los prisioneros querían tumbarse junto a la carretera para descansar,
pero no se permitió […].
Durante la tercera noche de la marcha de evacuación pasamos por Landshut y por la
mañana nos hallamos cerca de Mühldorf. Las filas de la columna que, al salir de Regensburg,
contaba mil personas, se redujeron mucho. Por la noche, los SS persiguieron a un grupo de
quince prisioneros que, aprovechando la oscuridad, se dieron a la fuga cuando la columna
pasaba por un bosque. Dos o tres prisioneros fueron matados a tiros […].
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La cuarta noche, durante la marcha, se escaparon de la columna tres SS […]. Los demás
SS parecían más dóciles pero eran las apariencias. Detrás, de nuevo, se oían los disparos. Los
vigilantes remataban a los débiles […].
Ya anochecía cuando pasamos al lado del espléndido castillo medieval de Burghausen.
En una de las curvas de la carretera miré atrás. […] Asustado, me di cuenta de que de los mil
prisioneros, sólo quedaban unos trescientos. Fue un descubrimiento terrible […].
Intentaba dominar la idea obsesiva de que acabaría en la cuneta, a pesar de todo […].
Repetía: aguantar, aguantar. No rendirme. En cualquier momento podía suceder un cambio del
destino”.
Tema: Liberación y venganza. TADEUSZ SOBOLEWICZ, He sobrevivido al infierno,
Editorial Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, Oswiecim, Polonia, 2005, pp. 212-216.
“Al día siguiente, muy temprano, nos llegó desde la carretera un zumbido característico
de los vehículos acorazados y tanques. Desde nuestro punto de observación, situado en el
tejado del henil, vimos las estrellas blancas de cinco puntas sobre los tanques que pasaban a lo
lejos. No había duda. Eran los tanques americanos.
No, no podía creer que estuvieran tan cerca, delante de mis ojos, los que iban a
liberarnos. Por mis mejillas corrieron lágrimas.
En aquel momento, Zbyszek, siempre atento y listo, gritó: - ¡Chicos, escondeos, que
vienen los SS! Efectivamente, por un camino vecinal venían en motocicleta […] dos SS.
Probablemente pensaban esconderse de los americanos. Henek cogió la metralleta y,
escondiéndose entre las casas, fue a su encuentro. Zbyszek gritó: - ¡Qué haces, idiota! ¡Vuelve,
Henek! Por desgracia, era demasiado tarde.
Desapareció tras una de las casas. Todo fue rapidísimo. Por un momento se oyó el
zumbido de la motocicleta y, de golpe, una serie de disparos de la metralleta. Y luego se hizo
silencio. En vez de escondernos en el henil corrimos hacia Henek.
Estaba en medio del camino vecinal dando patadas a los cadáveres de los SS. Cuando
nos acercamos, notamos que tenía una mirada terrible y con una voz ronca echaba
maldiciones: - Canallas, hijos de puta, me las vais a pagar por mi Sara, por Chaimek, por todos
los asfixiados en la cámara de gas, granujas, malditos animales, vais a pagar, vais a pagar…
[…].
Unos kilómetros antes de llegar a Laufen, al borde de un bosquecillo, vimos a un grupo
de prisioneros vestidos con los trajes rayados. Paramos. La mayoría eran judíos polacos de
nuestro comando y unos cuantos rusos. Estaban reunidos alrededor de un árbol del que pendía
un hombre, con la cabeza hacia abajo. Nos preguntaron si lo reconocíamos.
Era el Scharführer SS, jefe de pelotón de vigilancia, que asesinaba durante la marcha, en
la cola de la columna de evacuación, a todos los prisioneros débiles, enfermos y agotados. A
veces, él mismo remataba a la gente indefensa, tumbada en el suelo. Supimos por nuestros
compañeros que le mandaban hacer ‘deporte’ desde hacía tres días. Por la mañana, le
ordenaban correr en cuclillas. A mediodía, recibía 30 golpes con el bastón. Antes de la noche,
le daban de beber su propia orina y le metían en la tierra hasta el cuello en el hoyo que él
mismo había tenido que cavar para su tumba. Por la mañana del día siguiente lo excavaban y
colgaban del árbol para que ‘se quedara frío’.
En los campos de concentración fui testigo de cosas horrorosas y me parecía que estaba
endurecido. Sin embargo, cuando miré a aquel hombre, me estremecí. No tenía una sola parte
blanca en el cuerpo. Estaba azul, ensangrentado por la paliza y el ‘deporte’. Zbyszek, sin
pensar mucho, apuntó su metralleta hacia él.
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En aquel mismo momento, cinco antiguos prisioneros se echaron sobre él, impidiendo el
disparo. Uno de los judíos jóvenes, con una mirada ardiente y una obstinación cruel, gritaba: _
Déjalo, Zbyszek. No hay perdón. Ese canalla asesinó a mi padre ya viejo dos días antes de la
liberación. Esos hijos de puta quemaron a mi madre y a mi hermana en Auschwitz. Éste debe
pagar por todo […].
Cabizbajos, volvimos a la motocicleta. De nuevo me vinieron unas ideas irresistibles.
¿Debemos hacer lo mismo si a nosotros nos hacían sufrir y nos mataban? ¿Debemos quitar la
vida a otro porque nosotros la hemos salvado? Si se lo mereció- sí. Pero hay tribunales para
eso. Seguro que ese Scharführer se mereció la muerte, seguro que cualquier tribunal lo
condenaría. Pero, ¿para qué ensañarse, maltratar a otro? ¿Es necesario? ¿Ojo por ojo, diente
por diente?”.
Tema: Recuerdos y testimonio de un judío esloveno. BORIS PAHOR, Nekropolis,
Lleida, Pagés editors (edición en catalán) 2004. Traducción de estos párrafos Patricia Bellver.
“A mi, cuando aun era bien pequeño, me habían quitado de la mente todas las ilusiones
y me habían acostumbrado a aceptar que la única expectativa posible era la llegada de un mal
aun más profundo, más apocalíptico. Quien en la edad escolar haya conocido el pánico de una
comunidad destruida que es forzada a mirar como las llamas destruyen su teatro, tal como pasó
en el centro de Trieste, a éste le han desfigurado para siempre la visión del futuro. El cielo
sangrante sobre el puerto, los fascistas convertidos en fieras que rocían con gasolina el
solemne edificio y bailan alrededor de la hoguera -todo esto se graba en el interior de una
criatura y la traumatiza. Y eso no era más que el principio, ya que después esta misma criatura
se convirtió en culpable sin saber por qué ni como pecó ya que no podía comprender que
alguien pudiera ser condenado por usar la lengua que le había servido para querer a sus padres
y comenzar a conocer el mundo.
Lo más monstruoso de todo llegó cuando comenzaron a cambiar los nombres y los
apellidos de la población eslovena, pero no solamente los de los vivos sino también los de
aquellos que estaban en el cementerio. Bien, esta anulación que duró un cuarto de siglo, llegó
al límite extremo en el ambiente de los campos donde el hombre fue reducido a un número.
Así mismo, en medio de todos aquellos numerosos uniformes de rayas blancas y
azuladas que ondeaban y se inclinaban resultaba que estaba precisamente yo, aquella larga
serie de sonidos alemanes retorcidos que el encargado del bloque acababa de pronunciar
exaltaron el ambiente sordo.
Era, así es como lo sentí, como si alguien hubiese descolgado una cuerda que me sacaría
de mi mudo abismo.
La felicidad me sobrevino porque de repente me di cuenta que es posible ser útil a la
comunidad condenada y a la vez me podía salvar a mi mismo de una aniquilación anónima.
Sentía también que estaba sereno, me sentía humilde y tranquilo esperando que la cuerda
ofrecida fuese lo bastante larga para llegar hasta el fondo. Si, era humilde. Pero esto no era
ninguna virtud. Se trataba solo de un sentimiento nacido instintivamente de una convicción
también instintiva de que las fuerzas de la destrucción tienen una infinita supremacía sobre el
germen microscópico que aún conservaba la fe en la posibilidad de sobrevivir” (pp. 30-31).
“¿No os parece que después de todo esto la palabra de amistad nacida dentro del mundo
de los crematorios llegaba tarde? ¿Es que el hombre italiano de Trieste era capaz de acercarse
a nosotros sólo cuando él también se sentía amenazado de desaparecer? Aunque no le dije
nada sobre mis dudas, me alegraba que hubiese dicho lo que dijo, pero dejé de lado sus
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palabras como si las quisiera dejar para aquella vida que se desarrolla en una distancia infinita
de esta escala de aniquilación.
Cuando volvimos a sentarnos uno al lado del otro ya no hablamos de Trieste. Como
compartíamos los lazos con el mismo lugar del mundo vivo, compartíamos también la manera
de hablar sobre el hambre y giramos la cabeza en silencio los dos juntos, persiguiendo las
delgadas rebanadas del pan de munición que ahora se encaminaban hacia nosotros, ahora se
alejaban. En aquel momento, la vida vegetativa debía tener supremacía sobre la armonía de los
gestos de la misma ciudad de origen. Las células hambrientas gritaban más fuerte que todo, de
manera que cada uno de nosotros veía venir la rebanada cuadrada de pan solo en dirección a él
mismo, porque era prácticamente imposible que el “kapo” premiase a los dos a la vez” (pp.3637).
“La arena vuelve a crujir mientras me encamino hacia el lado del bosque donde está la
entrada al edificio más secreto de todos. Pero no son ni las piedrecillas ni el ambiente de
domingo la causa de que el pesado horno me parezca tan poco terrorífico. Como la puerta está
abierta de par en par, parece la garganta de un gran pez, de un dragón grande y ciego delante
del cual habían puesto una tabla una tabla con ruedas para que la bandeja de la comida se
deslizara rápidamente hacia dentro de la profunda garganta.
Nosotros, sin embargo, moríamos lejos del monstruo de hierro con las mandíbulas
abiertas y excepto esos pocos que venían aquí llevando la litera, los otros, no tuvimos nunca la
ocasión de verlo. Yo también lo veo ahora por primera vez. Los días que veníamos con Tola
íbamos a ese lugar a ras del suelo, por debajo de él. Bien, quiero decir que la consciencia de
que la vida se nos escapaba fatalmente estaba dentro de nosotros, dentro de los núcleos de
nuestras células, dentro del cristal húmedo de nuestros ojos. El aliento de la muerte venía
también de esa boca imponente, pero principalmente lo exhalaba el fondo gélido del
pensamiento en el que nuestra mente se unía con la consciencia de una cautividad irrevocable.
Cuando el cuerpo llegaba delante de la boca de esta ballena metálica, estaba tan deshidratado
que parecía haberse convertido en ramas secas, torcidas. El difunto ya se había unido
completamente con sus miedos, encima de sus miembros de madera había unos ojos abiertos
de par en par, pero no porque mirara las llamas dentro de la parada trampa, sino porque hacía
tiempo que había visto el vacío infinito, y, al verlo, los ojos se le habían petrificado.
En cambio, los visitantes quedan impresionados cuando se ponen delante de la gran
garganta. Ahora están delante de una máquina de destrucción que no exige ningún esfuerzo de
imaginación. Todo el mundo puede verlo, no hace falta hacerse a la idea siguiendo las
explicaciones del guía. Puede hasta tocar el hierro, puede intentar mover una de las dos
ventanas del horno, hechas de dos gruesas capas. Ahora mismo el guía avisa:
-Atención. No os ensuciéis porque el horno acaba de ser engrasado.
Realmente brilla de tanta grasa, parece una máquina jubilada, la cual han limpiado y
vestido de gala para mostrarla con orgullo porque ha funcionado durante años a la perfección.
Me ha atrapado la oleada de turistas y me aparto. Reflexiono sobre el hecho de que el
hombre les haya avisado de que tengan cuidado de no mancharse y la utilización de este verbo,
por muy correcta que sea, me suena mal y me aparta aún más de la multitud que ha llenado el
espacio. Pero en algún lugar hay un altavoz, de manera que las palabras del guía me persiguen
aunque no se haya movido de delante del horno” (pp 49-50).
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