1 “La muerte en el Antiguo Testamento” Teología

Transcripción

1 “La muerte en el Antiguo Testamento” Teología
“La muerte en el Antiguo Testamento”
Teología del Antiguo Testamento
Prof. Arturo Mazón
Ezra Viveros Soto
Cada pueblo realiza la experiencia de la muerte dentro de una cultura, con la ayuda de un
lenguaje, en referencia a una antropología y una cosmología, con cuya ayuda se van
ordenando todos sus datos simbólicos. También Israel se enfrentó con la muerte y con la
vida desde unas condiciones particulares que se detallarán a continuación. Pero antes de
interesarnos por esta reflexión sobre la muerte del pueblo judío, para comprender mejor
desde dentro su itinerario, creo conveniente que busquemos el principio dinámico que va
a animar su experiencia.
En el Sinaí empieza una alianza indefectible entre Dios y su pueblo, ¡alianza para la vida
y la muerte!. Si queremos comprender algo de la pregunta que se hacía Israel sobre la
vida y la muerte, habrá que ponerla siempre en relación con su Dios. Hay tres
afirmaciones bien asentadas desde el punto de partida de su historia, y estas estarán
presentes siempre que Israel se enfrente con el enigma de la vida y de la muerte: primero,
su Dios es el Dios vivo; segundo, aliarse con él es escoger la vida; tercero, la vida que él
da a los hombres mantendrá siempre los acentos terrenos que la salida de Egipto y la
promesa de una tierra le había conferido.
“Mira: hoy te pongo delante de la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los
mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios,
siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y
crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra adonde vas a entrar para
conquistarla. Pero si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te
prosternas dando culto a Dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio,
que después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no
vivirás muchos años en ella”
Deuteronomio 30: 15-20;
La muerte no es un concepto aislado en el pensamiento hebreo sino que se contrapone y
se entiende en su plenitud solamente ante la vida. Así que analizaremos lo que el
concepto de vida implica en el pensamiento bíblico.
1. Vivir es tener largos días:
El sueño del Israelita es llegar a “anciano y colmado de años” (Gen. 35:29)
Detrás de esta afirmación está el convencimiento de que una larga vida es el signo
de la bendición de Dios, que distribuye los días de la existencia en función de los
méritos.
2. La vida es fuerza:
Para el Israelita, la vida no es simplemente la existencia. Es una fuerza que actúa,
un poder que se ejerce. Vivir es más que ser, es movilidad, espontaneidad,
mutación, progreso.
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3. La vida es un bien, el bien supremo:
De un modo general, la vida aparece a los ojos del israelita como un bien, el bien
supremo del que dependen todos los restantes bienes, la más preciosa de todas las
bendiciones, superior a la riqueza y a la gloria (Prov. 3:16).
4. Vivir es tener una posteridad:
En la comprensión de la “personalidad colectiva”, la vida de un israelita no se
reduce a su propio destino; se prolonga en toda su descendencia, gracias a la cual
él puede sobrevivir. (2 Sam. 14:7; 18:18).
5. Vivir es habitar la tierra prometida:
La tierra donde habita el pueblo de Israel es una tierra muy concreta, “por donde
corre leche y miel”. Allí solamente es donde puede llegar a su realización la vida
del israelita. Esta tierra, por otra parte, es, lo mismo que la vida, un don de Dios
(Dt. 4:38); está por consiguiente en dependencia de la bendición de Dios.
6. La vida depende de Yahvéh:
La vida sólo tiene sentido en Dios, la suprema felicidad es estar en comunión con
Dios y permanecer en él es la gracia de las gracias. Yahvéh es el Dios vivo que es
diferente al Dios de la vida y sólo en esta relación vital se da la prolongación de la
vida al pueblo a través de su alianza.
La vida no es equivalente a la existencia, no se define en abstracto, presupone el
éxito, la estabilidad, la seguridad, se manifiesta en la alegría, la luz, la victoria. La
vida son todos y cada uno de los aspectos de la existencia humana.
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La Muerte en el A.T.
“Cualquiera que sea el punto de vista desde el que se le aborde, y el de la tradición
bíblica no constituye una excepción, el problema de la muerte no es un problema simple”
P. Féret.
El A.T. no escapa a esta complejidad pues está constituido por diversas tradiciones,
escalonadas en el tiempo, que se superponen unas a otras; finalmente, parte de una
sicología diferente de la nuestra que acepta perfectamente afirmaciones que a nosotros
nos parecen excluirse.
El hecho fundamental sigue siendo la forma contradictoria como el hombre en
general y el Israelita en particular reaccionan ante la muerte y no la modificación de
sus creencias en el transcurso de los siglos, como consecuencia de diversas
influencias.
En el A.T. la muerte aparece pues, como un hecho general y normal, que afecta al ser
humano todo entero (nephesh).Así, el pensamiento del teólogo yahvista que escribió
Génesis 2 y 3 presupone la muerte como algo natural, de lo contrario el hombre no podía
haber pretendido la inmortalidad. El hombre nació, pues, mortal, pero por su pecado hace
la muerte efectiva, la muerte entra realmente en su existencia.
Una primera concepción sobre la muerte la define como un estado en que las fuerzas
vitales están reducidas al mínimo, un sueño del que no es posible despertarse. Y en el que
permanece una sombra, un no se qué sin consistencia del individuo, en otro tiempo lleno
de fuerza y actividad.
Así, la muerte puede ser aceptada como un hecho natural, que llega a su hora, un
acontecimiento normal, acogido con tranquila resignación. (2 Sam. 14:14)
Ritos Funerarios:
Los ritos de duelo en el A.T. se explican, pues, por la actitud paradójica que adopta el
hombre en general, y el israelita en particular, ante la muerte: los muertos están dotados
de una ciencia superior, poseen un poder casi divino; hay que rendirles honores, y al
mismo tiempo, evitar todo contacto con ellos e impedirles toda posibilidad de retorno al
mundo de los vivos. Por esta razón, un conjunto de prescripciones estrictas, de tabúes,
regulan los funerales, con el fin de impedir a la fuerza del muerto, a su “maná”,
expandirse e infectar al grupo familiar o al pueblo entero; lo que ha estado en contacto
con el difunto debe ser alejado o destruido. Mas, por otra parte, los difuntos son pobres
seres, sombras inconsistentes, sin recursos, a merced de los vivos; dependen
especialmente de su parentela; ésta es, en efecto, la que les proporcionará el alojamiento,
el alimento, los vestidos, de los que tienen necesidad y la que reanimará su fuerza
desfalleciente.
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La mayor parte de las prácticas de duelo en Israel se encuentran en otros pueblos, y no
tienen primitivamente nada que ver con la revelación de Yahvéh; algunas fueron
condenadas por los legisladores yahvistas, como las incisiones y las ofrendas de los
cabellos, otras fueron toleradas y acabaron por obtener un puesto en las costumbres
religiosas del pueblo de Yahvéh; sirvieron incluso para expresar los sentimientos
experimentados por el pueblo elegido ante su Dios en épocas de aflicción y de calamidad;
es así como Israel manifiesta su arrepentimiento “cubriéndose de saco y de ceniza”,
ayunando como si se tratase de un día de duelo (Jl 1:8 ss.)
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Se descalza, suelta sus cabellos, se desnuda (Miq. 1:8)
Se revuelca por el suelo, se cubre la cabeza de polvo y de ceniza (1 Sam. 4:12; 2
Sam. 1:2)
Se golpea el pecho y los costados, se hace incisiones (Is. 32:12; Jer. 16:6)
Se mesa al barba, arranca sus cabellos, (Is. 3:24; 22:12; Jer. 48: 37)
El hebreo no deja de dar gritos, lamentaciones, cantadas por plañideras
profesionales, acompañadas a veces de música (Am. 5:16; Jer. 9:17; Zac. 12:10)
No estar enterrado es una pena terrible (2 Rey. 9:10; Jer. 16:4; Ez. 29:5)
Los muertos:
Comúnmente se entiende que el alma deja de vivir cuando llega la hora de la muerte, y
entonces prosigue su existencia monótona y precaria, ya en los parajes próximos de la
tumba y de la mansión familiar, ya en un mundo subterráneo y lejano donde se reagrupan
todos los fallecidos. Parece que la primera eventualidad es la más antigua. Sin embargo,
hay que recalcar sobre todo que las dos posibilidades fueron admitidas simultáneamente.
El alma del difunto está vinculada a la vez al sepulcro y al Sheol. La diversidad de
opiniones de los Israelitas acerca de sus muertos se refleja en la variedad de nombres que
les dan, y que expresan su poder o debilidad.
Los nombres:
• Los Elohim, los dioses, o mejor, los espíritus divinos (1 Sam. 28:19)
• Los abhoth, el término es oscuro, pero quizá signifique aparecido, según Lev.
20:27, estos “espíritus” pueden introducirse en un hombre, tomar en alguna
manera posesión de él y hablar por su medio.
• Rephaim, se trataría de seres sin consistencia, sombras que recuerdan los Manes
de los romanos. Estos seres, en tanto que habitantes del Sheol, aparecen como
seres impotentes y difusos, condenados a conocer una experiencia triste en el
mundo del polvo.
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El mundo de los muertos:
Los israelitas creían, como la mayor parte de los pueblos primitivos, que los muertos se
encuentran reunidos en un vasto territorio que les está reservado, en general, bajo la
tierra. El mundo de los muertos, el Sheol de los hebreos, es totalmente compatible con el
hades de los griegos y el Arallu de los babilonios.
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El Sheol es la tumba qebhedh (Sal. 88:12)
La destrucción o la perdición abhadhodh, es decir, el lugar de perdición (Job
26:6; 28:22)
Sahath, tiene igualmente el sentido de tumba (Sal. 9:16; 16:10)
Al igual que los asirio-babilonios, los hebreos colocan el Sheol bajo la tierra, puesto
que el difunto debe descender a él (Gén. 37:35; 42:38). El Sheol está constituido por
una serie de tumbas gigantes, de las que la tumba individual no es más que una
manifestación particular. Se semeja a un cementerio gigante, donde cada uno tiene su
sitio y , con él, los objetos indispensables para su existencia.
El infierno en el pensamiento israelita, no son los otros, como afirma J.P. Sartre, sino
precisamente la ausencia de los otros y especialmente, el alejamiento del mismo
Yahvéh y de todos los que caminan piadosamente bajo su guía (Sal. 88:9; 38:12).
El Sheol, no designa un simple lugar; expresa más bien un estado, una situación en la que
la vida deja de ser vivible para el hombre. El israelita no desciende al mundo infernal
solamente en el momento en que muere; cuando la adversidad o la enfermedad le ataca,
cae ya en poder de la muerte.
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Bibliografía consultada:
Marchadour, Alain; “Muerte y Vida en la Biblia”, Cuadernos Bíblicos,
Edit. Verbo Divino
Archard-Martín, Robert; “ De la muerte a la resurrección”, Bibliotheca Oecuménica,
Edit. Marova
Scott, Nathan A.; “The modern vision of death”,
Edit. John Knox Press
Riemer, A; “The meaning of death”,
Edit. Charles Scribner Sons
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