La media muerte Luna Evans 1 La media muerte Una vez más, la

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La media muerte Luna Evans 1 La media muerte Una vez más, la
La media muerte
Luna Evans
La media muerte
Una vez más, la chica despierta sola en la oscuridad. Para ella sigue siendo media noche;
aunque en realidad el tiempo nunca se detuvo. Han pasado varios días desde que él se fue.
Las manecillas del reloj la trituran sigilosamente y ella envejece. Afuera solo es otra noche
fría, acompañada por el lúgubre sonido que las gotas de lluvia causan al impactar contra el
asfalto, sonido que alguna vez le fue romántico; en especial durante aquellos días— en los
que veía las cosas con otros ojos, cuando con ternura veía a la lluvia deslizarse sobre los
cristales de su ventana; aquellos días en los que regresaba mojada a casa y su amante, su
esposo, secaba su cabello, para después abrigarla y ofrecerle una taza de café o de
chocolate; aquellos días cuando la abrazaba por un rato largo y recitaba las palabras
mágicas que la harían enamorarse una vez más- lo recuerda, pasaron tantos días como esos,
juntos—pero ahora aquel ruido y esas memorias solo causan terror e incertidumbre. Vela en
casa esperando poder dormir, esperando no despertar, desea que por lo menos todo sea un
sueño; pero no lo es. Vive medio dormida y medio despierta, vive durante la medía noche;
vive medio muerta.
*
La mayoría iban ahí por el licor y las drogas baratas, otros por las prostitutas. Yo solo
buscaba a Casandra. Eran las 10 de la noche y la ciudad de la eterna primavera le hacía
honor a su sobrenombre. Me era difícil soportar el abrumador calor que se encerraba en
aquel pequeño lupanar. Con frecuencia daba largos tragos a mi bebida para calmar la sed.
Solo ron con cola, era lo único que podía pagar por el momento. Había pasado poco más de
un mes desde que acepté este trabajo. Una vez que pusiera mis manos sobre Casandra
podría beber algo mejor. Solo debía esperar; un poco más y Casandra saldría por la puerta
de una de las habitaciones de aquel prostíbulo.
Intenté distraer mi mente del asunto, comencé a pensar en cada una de las historias
que los personajes del lugar ocultaban: historias sobre mujeres letales y traiciones, sobre
criminales y asesinos. Luego lo recordé, eran personas reales. Solo eran hombres y mujeres,
talvez casados o divorciados, tal vez enamorados, seguro alguien los esperaba en casa
aunque era probable que estaban solos. Entre tanto pensar Casandra salió de la habitación y
con prisa se retiró del lugar. Pagué la cuenta y también salí.
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Caminé tras Cansandra con cautela, atravesamos la plaza Botero, las calles se
tornaban cada vez mas oscuras, de manera que en un momento poco se podía ver. Me
acerqué, estábamos solos. Saqué de mi bolsillo un revólver calibre 38 que había comprado
días atrás. Aún no sabía si servía, pero desde que la compré temí el momento en el que
tuviera que descubrirlo. Apunté con el arma.
*
A veces se levanta de la cama; husmea entre sus cosas buscando respuesta a la desaparición
de su esposo. Comienza a amanecer y ella aún camina impaciente, sube y baja las escaleras
de su pequeño departamento sin destino alguno. Los policías no concluyeron nada. Él no
tenía muchos amigos, aunque como a cualquier persona de su oficio, no podían faltarle los
enemigos ¿Quien era entonces? Un aficionado de las novelas y cuentos de detectives, quien
comenzó con dicha obseción desde que muy joven. Había perdido su cordura entre las
páginas de esos viejos libros, pero eso lo volvía la persona que era y ella lo amaba así: por
sus misteriosos argumentos, su complejo de héroe, su paranoica actitud y su estilo
anticuado de vestir. Sin embargo ambos sabían que el mundo en el que vivían no estaba
hecho para la ficción y los detectives de tinta que tanto él admiraba, para vivir debía hacer
algo disstinto. Por un momento dejó sus sueños quijotescos atrás y se volvió reporteo.
“Tal vez lo desaparecieron, no sería raro, a los reporteros siempre les pasa” Los
policías decían eso ¿Pero que habría de normal en aceptarlo? “A los reporteros siempre los
desaparecen” a ella también le parecería algo normal hace tiempo, antes de que su esposo
desapareciera. El viento carga muchos susurros “Seguro la dejó”, “Seguro se fue con otra”.
Tenía sentido, incluso ella lo pensó en algún momento. Pero él no era así, era un hombre
recto; fiel, alguien valiente y honesto, aunque estúpido. Él odiaba el amargo nudo que las
mentiras dejaban en su garganta. Aun así ya llevaba medio año mintiendo.Vivia bajo
amenzasas, si no hacia lo que se le pedía, lo pagaría ella ¿Que podía hacer? Le ofrecían
dinero si aceptaba algunos encargos; por lo general solo debía callarse y a veces debía
compartir lo que sabía. No afectaba a nadie, pero si no aceptaba correrían un riesgo
innecesario. Siguió así hasta que un día la oferta se volvió muy tentadora. Por medio millón
de pesos mexicanos salió de su casa y tomó un avión a Rionegro, diciendo la peor mentira
de su vida y dejando a su esposa atrás. Lo hacía por ella, se lo repitió tantas veces a sí
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mismo que se lo creyó. Aunque en verdad, era él quien más deseaba abandonar el pequeño
departamento que alquilaban e iniciar una nueva vida.
No quería involucrarse más; decidió que ésta sería la última vez. Tras su arduo
trabajo aceptarían dejarlo libre; el dinero sería suyo y podría irse. Quiso creerles, se negó a
toda idea que insinuara lo contrario, incluso se negó ese espacio que en su almohada
guardaba para las sospechas. Después de eso se mudarían a la ciudad de Guanajuato, un
lugar que visitaron cuando eran jóvenes novios y que recordaban con afecto; podrían volver
a soñar, solo debían olvidar hacerlo por un par de noches más.
*
— Casandra, lamento decirlo, pero debes venir conmigo. — Dije tras amartillar el revólver.
—Así que al final me encontraron…si no lo hago ¿Vas a matarme? — Respondió.
—No vengo a matarte; camina, te diré hacia donde vamos. No intentes nada listo, prefiriría
dejar de apuntarte tan pronto como sea posible, ésta chatarra podría dispararse sola en
cualquier momento. — No opuso mucha resistencia, se había rendido desde el momento en
que dije su nombre.
Caminamos un par de metros hacia el hotel en el que me hospedaba. El lugar era
viejo, estaba infestado por cucarachas y criminales de poca monta, pero con 12 mil pesos
colombianos podía pagar una noche y nadie preguntaría nada. El ruido no importaría, allí
ya estaban acostumbrados a no meterse en los asuntos de los demás.
—¿Ahora que? ¿Los llamarás?. — Pregunta temeroso y aunque le respondo que no, en
realidad ya lo había hecho; mentir se volvía una mala costumbre. —¿Sabes por que me
buscan? — Continúa hablando y hace otra pregunta. — ¿A acaso crees que merezco
esto?— Realiza la pregunta que menos deseaba escuchar. No le respondo, pero se que no lo
merce.
Tras eso relata varios capitulos de su desafortunada vida. Lo dejo hablar, quiero
saberlo, quiero saber que lo llevó a este momento.
—Casandra es solo un apodo— comienza a explicar-— puedo ver el futuro, por eso me
llaman así, puedo ver a la muerte antes de que llegue a la puerta. — Me es dificil creer esa
parte, pero me aterra su voz franca, parece seguro de si mismo.
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Sea un farsante o no, solo comprendo una cosa al final de su reltaos; el había visto
muchas veces a la muerte. Es un niño que cada noche muere en sus propios sueños. Ha
visto demasiado y lo entiende; entiende que en este mundo es peligroso saber muchas
cosas. Hay tintes de bondad en sus vacíos ojos, no es un tipo malo. Dejo que duerma; yo
me quedo despierto, sentado en una silla, pensando. Me avergonzaba de mis acciones,
había secuestrado a alguien y estaba forzandolo a encontrarse con un destino que no
deseaba, sus horas estaban en mis manos.
A las tres de la mañana, tras sudar y revolcarse en la cama, Casandra despierta y
comienza a hablar con dificultad—Debemos irnos… o nos van a matar… a los dos. No
intentaban capturarme… querían matarnos… hacerlo parecer una riña. No tenemos tiempo
para que lo explique ¡Debes creerme!— ¿ Acaso ese joven había soñado con la muerte una
vez mas o solo dijo disparates todo el tiempo?
De cualquier manera siento que debo escucharlo, yo también quiero salir por esa
puerta. largarme y no volver jamás. Mi estomago se revuelve, voy al baño, me acerco al
lavamanos y vomito una sustancia ácida y espesa; luego mojo mi rostro y me veo en el
espejo, parezco muerto. Pero ya no podía retroceder; si escapaba matarían a mi esposa, si
me quedaba nos matarían a Casandra y mí. Alguien golpea la puerta. Escapar ya no es un
opción. Las ventanas del lugar no son amplias, no hay forma de salir. Nadie vendrá al
rescate, a nadie le importa los asuntos ajenos. Golpean la puerta con mayor fuerza, parece
que la patean. Alguien entra por la fuerza.
*
Es media noche de nuevo; hora de despertar. Han pasado más días ¿Qué escucha?
No, hoy no escucha a la lluvia. Ésta semana compró un disco de acetato y lo reproduce
constantemente en el gramófono, que habían comprado en una tienda de antigüedades;
seguro le habría disfrutado escucharlo junto a él. Ésta es otra de sus artimaña para opacar el
sonido de la lluvia, el cual tanto odia; pero solo es un agosto lluvioso y pronto va a
terminar. Últimamente bebe más vino, se ve más delgada. A veces recoge la
correspondencia, espera una carta en la entrada de su casa, una corta carta diciendo “Estoy
bien, te extraño amor, deseo estar a tu lado pronto. Lamento no haber podido comunicarme,
pero creeme, estoy bien” solo eso esperaba. Solo quiere saber que pasó. Justo cuando siente
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que no lo volverá a ver, cuando cree que se terminó, alguien toca su puerta. Ella recupera su
sonrisa y sale corriendo a abrir sin siquiera pensarlo ¿ Será su amado? ¿En verdad será él?
*
No quiero morir, me aterraba la simple idea de ello ¿Qué pasará contigo querida? ¿Qué
pasará conmigo? Aún hay mucho por lo cual vivir. El tipo está armado y nos apunta con
una beretta. Se terminó para nosotros. Lo siento Casandra. Lo siento amor. Yo nos meti a
todos en esto.Tomo mi oxidado revólver. No lo pienso dos veces y apunto. Casandra está
inmóvil; es inútil esperar que ayude.
El matón me ve apuntando; dice que solo quiere al chico, que tire mi arma ¿ Pero si
el miente y Casandra dice la verdad? ¿A quien debo creerle? No dejo de apuntar. Con furia
me reclama, dice que no sea un estúpido, que tiene el dinero; arroja un maletín frente a mi.
Casandra se sienta en el suelo, a lado de la cama, temblando; cubre sus oídos y comienza a
llorar. Sabe que está jodido, que todos lo estamos. Pero no es justo, menos para Casandra.
A pesar de ello recojo la maleta. Me arriesgo una ultima vez, pongo el arma sobre la mesita
de noche que se encuentra junto a la cama, esperando que tal vez Casandra la alcance; el
matón no se percata de ello. Paso sin parpadear a lado de aquel tipo y salgo de la
habitación. Mi corazón se detiene por unos segundos, dejo a mis espaldas a un pobre
hombre, entre las fauses del diablo. El matón ni siquiera me ve ahora. Solo dice que me
largue y que si volteo me matará a mi y después a a ti mi amor. Comienzo a caminar, da
inicio mi marcha. Doy el primer paso y respirar ya se vuelve dificil; dos pasos y las cosas
comienzan a difuminarse, tres pasos y siento que Casandra va a desaparecer.
Quiero regresar a la habitación y ayudarlo; pero temo que si doy la vuelta también
yo desapareceré. Cuatros pasos y abrazo la maleta con el dinero ¿En verdad era lo que
quería? Tantos lios por un maletín lleno de papeles. Cinco pasos y cierro los ojos; escucho
a Casandra gritar, pide piedad, quiere que le salven. Me pide que no me vaya, que no lo
deje solo. Siete pasos, comienzo a rezar. ¿Qué habrías hecho tu mi cielo? Me siento mal por
haberlo dejado atrás, queda esperar que se salve solo. Ocho pasos, no volteo; ya no se si el
matón sigue apuntando a Casandra o si está apuntando hacia mí. La idea me pone algo
paranoico, se me calienta la cabeza. Diez pasos, otra vez estoy pensando demasiado. Once,
la curiosidad me mata. Doy el doceavo paso, abro los ojos y antes de voltear ¡Bang!
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