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pampa 2
pensamiento/acción política
pampa
pensamiento/acción política
Responsable Editor
Claudio Lozano
Consejo Editor
Karina Arellano
Lucía De Gennaro
Sebastián Scigliano
Fernando Bustamente
Emilio Sadier
Arte de tapa e ilustraciones
Ana Celentano
Participan en este número
Emir Sader
Adrián Celentano
Pablo Alonso
Marina Mariasch
Raúl J. Cerdeiras
Nicolás Casullo
Mariano Garbarino
Alexis Oliva
Diseño y armado
Nahuel Croza
Agradecimientos
Rafael Gentili
Rafael Chinchilla
Soraya Giraldez
Héctor Maranessi
Instituto de Estudios e
Investigación CTA
Redacción
[email protected]
Administración
Piedras 1067
1070 – Buenos Aires
Teléfono: 4307-3637
sumario
pampa extendida
Emir Sader / El primer Gobierno Lula:
Aventuras y desventuras
13
Adrián Celentano / Desarrollismo y populismo
brasileño en los años sesenta,
el balance de Darcy Ribeiro
35
Pablo Alonso / Es - pec - ta - cu - lar
52
la cuestión política
Raúl J. Cerdeiras /
Los siete pecados capitales de la política
69
ENTREVISTA / Nicolás Casullo
Las posibilidades de reinvención de la política
78
Fernando Bustamante / Crítica a la acción política
UNA LECTURA MILITANTE DE LAS TESIS SOBRE
EL CONCEPTO DE HISTORIA
101
Karina Arellano / El archipiélago de la frustración
110
Mariano Garbarino / Crítica al lenguaje opositor
114
ser (es)clavos
Alexis Oliva / La tarea extra del tornero rebelde
126
a nuestro compañero
el negro ríos
amor, dolor, patria, amistad, historia y política
la experiencia cruza toda escritura sin dejarla concluir
verdaderamente, lo sentimos,
la escritura no actúa en la vida como la mayoría cree
algo ha usurpado la lectura a su propia esencia
editorial
El aporte de Pampa a su tiempo es una palabra que no
puede cerrar ni reducir porque existe una sola convicción profunda en esta escritura: intentar hablar políticamente separándose del propio interés. Esa convicción, seguramente, la aleja en algún grado de su propia institucionalidad pero
en el tiempo donde las escrituras políticas no pueden sustraerse
de la autoglorificación orgánica Pampa intenta inscribirse en un
espacio más complejo, independiente del beneficio o el perjuicio, de lo propio y lo extraño. Intenta sobreponerse al odio y al
interés para exponer las cosas humanas con libertad.
Es que toda escritura institucional tiene un origen y aquí se
intenta volver hacia allí. El paso de ser unos a ser miles, y de ser
miles a ser millones comprende también que en la experiencia de
los hechos políticos concretos, se sale en inicio de ser uno para
pasar a ser dos. Esa pluralidad, que empieza por dos y termina en
millones necesita un diálogo, una conversación que supera en
mucho a la asimilación del pensamiento abstracto que persigue
como único resultado cerrar filas. Hacer conversable la política
entre lo uno y lo otro es a la larga recrear las formas de intervención sobre el actual estado de las cosas.
Que los tiempos de este tipo de intervención crítico política
no corran por el mismo carril que corren los tiempos y los modos
organizativos del quehacer político, no niega en ningún sentido
su capacidad de respuesta a las operaciones que instalan la
culpa y la derrota en nombre del éxito y la razón. Nuestra escritura no correrá por izquierda, ni cantará ningún tipo de grandeza
hasta que no se reabran los diálogos existentes en el desarrollo
genuino de la construcción popular. Y, si esa operación no tiene
un lector aún definido es justamente porque al instalarse en el
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plano del origen –lugar donde la diferencia no resulta significante–, se escapa de la planificación estratégica para bucear en
las alcantarillas del sentido, de la memoria y la producción cultural con el objeto de traer a flote el compromiso material y simbólico de uno con el otro.
Pampa intuye que la obligación latente del cuidado amoroso
es la inscripción en la memoria humana de lo múltiple; su operación de intervención política, pues, no tiene el propósito profundo de salirle al cruce a ninguna animación del campo popular
porque desea contener todas las animosidades. No busca sustituir
sino sumarse ensayando el juego de lo recíproco y respetuoso
que tiene lo conversable.
Podría pensarse que estas significaciones y reapropiaciones de
la militancia política con sus consecuentes pujas de sentido, presentan al desnudo la cuestión generacional, la disputa por el derecho a intervenir en la historia. Desde esta perspectiva, durante
este tiempo sucede algo que se escapa en su densidad interpretativa. Hay dos verdades que son variables del mismo proceso histórico: primero, que existe un nuevo orden del sentido sobre el
estado de las cosas y las apropiaciones que se hacen del mismo
y, segundo, que en la esfera política nacional ya no posee gobernabilidad el sentido político, las formas de intervención, de la
década del 40/50/60’ más allá de sus honrosas evocaciones. Estas
dos realidades operan sobre todos los que pensamos y habitamos
política porque los setenta también están entre nosotros, se reinstalan y volvemos a evocar sus sueños. Parados sobre esta consideración, se sienten ruidos silenciosos que operan sobre esa conciencia vaga, apenas perceptible que marcan los hechos de naturaleza innecesaria como incontenible.
Existe una relación filial donde a nosotros nos toca escuchar las
palabras murmuradas que se despiden de otro tiempo, de otro
espacio, y que en el acto poético de una subjetividad política desgarrada reconocen ser artífices de una nueva significación política que no posee ninguna expectativa en la propuesta épica que
intenta llevar adelante el aparato.
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Existen momentos donde en la atmósfera se siente el desfazaje
del sentido, la convivencia de los tiempos, el azar que crea junto
a la herencia, un mecanismo ciego. Y es candoroso ver desdibujada la figura del heredero para la generación que nació con la
muerte de Perón. Entender, sin sentirnos sacrílegos, que la mitología sagrada de nuestra pertenencia política ya había sido desmitologizada durante la década del 70’.
editorial
En medio de esta experiencia concreta, tanto material como
simbólica, Pampa quiere aportar al testimonio del drama que nos
cruza. Es ausencia, amor, dolor, patria, amistad, historia y política. Sensibilidad frente a lo que tenemos en común algunos para
sumarnos a otros. Necesidad de valer la pena. | pampa
CONSEJO EDITOR
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pampa extendida
PARA OJOS habituados a las arideces pampeanas, Brasil ha
sido históricamente –y en los muchos niveles que quiera
pensarse– un territorio imaginario, construido a partir de
una casi siempre inexplicable cadencia distintiva que atraviesa paisajes, ritmos, cuerpos, formas de decir y de hacer. Fascinación, en fin, sostenida a tempo de samba, portuñol, alegría tropical y
jogo bonito. Claro, que, como en todo mito, la ambivalencia rumia
por lo bajo, y el entusiasmo convive con el recelo, la distancia y, por
supuesto, la frontera: pampa de la pampa, tierra finalmente otra de la
nuestra. En clave política, esta deriva se confirma muchas veces de
modos curiosos; entre estos, el desconocimiento liso y llano es quizás
el más sorprendente y el que obliga a aguzar la vista y atenazar alambrados varios –tanto reales como mentales– si se quiere dar solidez a
un nosotros que también pueda decirse nós.
En las siguientes páginas, la oportunidad de profundizar aspectos que
tienen que ver con el desarrollo político-cultural de Brasil en las últimas décadas se abre a la posibilidad de mirarnos como en el reflejo
de un espejo astillado, y encontrar una imagen en mucho cercana, en
algo lejana, en cualquier caso interrogante acerca de nuestras posibilidades y límites. Emir Sader propone una lectura donde el presente
del gobierno Lula y el PT es analizado a través de una doble genealogía: la de los procesos históricos de lucha del sindicalismo y los movimientos sociales a partir de los años ’80 y la de la consolidación del
neoliberalismo como esquema de reestructuración del capital. Doble
genealogía en sentido estricto, ya que lo que interesa aquí es destacar
las ambigüedades, los cruces y las contradicciones que van abriéndose camino entre uno y otro proceso, y desde allí repensar la situación política actual de Brasil, reelección de Lula mediante. Adrián
Celentano, por su parte, haciendo foco en la trayectoria intelectual
y política de Darcy Ribeiro –figura clave no sólo de la
antropología brasilera, sino de las ciencias sociales latinoamericanas–, despliega una serie de tensiones existentes entre ideología, pensamiento y práctica política
que, aunque ancladas en su análisis en la especificidad
de la década del ’60, siguen en buena medida proyectándose con insistencia en nuestro presente.
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El primer Gobierno Lula: Aventuras y desventuras
por EMIR SADER (*)
En la década pasada, el principal punto de resistencia al
neoliberalismo fue América Latina. En 1994 resonó el llamamiento de los zapatistas a las armas cuando el NAFTA entró en
vigor. Desde entonces, el continente presenció una serie de victorias de izquierda o centro-izquierda –Chávez en Venezuela,
Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Tabaré Vásquez en Uruguay,
Evo Morales en Bolivia, la caída de Sánchez de Losada y Mesa en
Bolivia y de Lucio Gutiérrez en Ecuador–, y el resurgimiento de
movimientos sociales, muchas veces liderados por campesinos y
pueblos indígenas, en Chiapas y El Alto; como también de los
piqueteros en Argentina y los trabajadores sin tierra de Brasil. Once
presidentes latinoamericanos fueron derrocados antes del final de
su mandato en los últimos quince años, no por el proceso tradicional de golpe militar apoyado por los Estados Unidos, sino por la
acción de movimientos populares contra las políticas neoliberales de sus gobiernos. En este período, el único intento de golpe
a la moda antigua –contra Chávez, en 2002– fue derrotado. Los
gobiernos de Evo Morales y de Hugo Chávez surgieron como los
acontecimientos más importantes de la izquierda en el continente
al pasar rápidamente de plataformas democráticas y nacionalistas
a posiciones anticapitalistas embrionarias, en una alianza estratégica con Cuba, en el caso de Venezuela, y de la constitución de
una fuerza social y política hegemonizada por el movimiento indígena, en Bolivia. Cuba consiguió superar las terribles dificultades
del Período Especial luego de la caída de la Unión Soviética en
1991 y su economía está nuevamente en una trayectoria ascendente, con el descubrimiento de petróleo en la Isla, los acuerdos
con Venezuela y China y la constitución del ALBA.
Una causa de esta ola de rebeliones es el carácter extremo de
la reestructuración económica sufrida por el continente a partir de
la década de 1980. América Latina fue el laboratorio preferido de
(*) Traducción: Emilio
Sadier. Buenos
Aires, Argentina,
Marzo de 2007.
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la experimentación neoliberal: Pinochet aplicó en Chile las fórmulas de la Escuela de Chicago años antes de que fueran adoptadas
como bandera global por Reagan y Thatcher; la terapia de choque
de Jeffrey Sachs fue probada en Bolivia por el ex-nacionalista Paz
Estensoro mucho antes de su implementación en el antiguo bloque
soviético. Introducido por la derecha, el modelo neoliberal fue en
seguida adoptado por fuerzas tradicionalmente nacionalistas –el
peronismo en Argentina, el PRI en México– y, después, por la
centro-izquierda: en Chile, con la alianza socialista-demócratacristiana; en Venezuela, con Carlos Andrés Pérez; en Brasil, con
Fernando Henrique Cardoso.
El continente se volvió modelo de la aplicación de las políticas
del Consenso de Washington: el desarrollo sería comandado por
el capital extranjero, atraído por la privatización de la industria y
de los recursos naturales, por la liberalización de las importaciones, por los intereses elevados, por la austeridad fiscal y, en
muchos casos, por la atadura del cambio. Previsiblemente, después de un período inicial de euforia a fines de la década del ’80
y comienzos de los años ’90 se sucedieron las crisis. La importación estalló cuando se redujeron las tarifas; la moneda sobrevaluada frustró las exportaciones; los déficits en transacciones
corrientes y los pagos de la deuda externa crecieron; los intereses
altos sofocaron la inversión nacional y la demanda de consumo,
llevando a la recesión, el desempleo y el aumento de la desigualdad social. A mediados de la década de ’90, el aumento de las
tasas de interés en los Estados Unidos volvió insoportable el fardo
de la deuda externa y provocó el colapso de la moneda: México
en 1994, Brasil en 1999, Argentina en 2001.
Pero, al contrario del sudeste de Asia y de África occidental, en
América Latina la crisis visible del modelo neoliberal se cruzó con
la antigua tradición de movimientos de masas radicales y revueltas políticas. En el último medio siglo el continente vivió tres ciclos
importantes de movilización popular y revueltas de izquierda. En
el primero, las corrientes nacionalistas eran en general hegemónicas, con los partidos comunistas desempeñando frecuentemente el
papel principal: los regímenes de Getúlio Vargas, en Brasil (193045 y 1950-54), Perón, en Argentina (1945-55), la revolución boliviana de 1952 y los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo
Arbenz en Guatemala dominaron la década de 1950, llevando
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muchas veces a una fase de intenso desarrollo industrial. La victoria de la revolución cubana en 1959 dio inicio a un nuevo período
que se extendió a través de las décadas de 1960 y 1970: el socialismo y la lucha armada contra dictaduras se colocaron a la orden
del día, en forma de guerrilla rural y después urbana. El fin de las
dictaduras del Cono Sur en la década de 1980, seguido por la victoria de Occidente en la Guerra Fría, aseguró una expansión sin
precedentes de las democracias representativas en el continente.
Este es el contexto del tercer ciclo de la izquierda latino-americana, aún en movimiento, marcado tanto por la práctica institucional como por la resistencia social, dentro del marco de la hegemonía liberal global.
En algunos aspectos, la victoria de Luiz Inacio Lula de la Silva,
del Partido de los Trabajadores, en las elecciones presidenciales
brasileras de 2002 marcó el punto alto de este proceso. Los 177
millones de habitantes de Brasil constituyen casi la mitad de la
población total de América Latina. El PT suele ser considerado el
mayor partido de izquierda del mundo capitalista y el Movimiento
de los Sin Tierra uno de sus movimientos sociales más importantes. En el nivel municipal, el gobierno del PT ya adoptó los pioneros presupuestos participativos y abrigó al Foro Social Mundial en
Porto Alegre, una asamblea del “Movimiento de los movimientos”
de la era globalizada. Era inevitable que la dirección adoptada por
el gobierno Lula tuviera impacto significativo sobre la dinámica de
la política latinoamericana. El peso de Brasil podía dar masa crítica a un programa continental de políticas socialmente redistributivas semejante al realizado por Chávez en Venezuela. O bien el
modelo económico de Fernando Henrique podía ser mantenido,
debido a la influencia global del liberalismo, a la incapacidad de
la izquierda de articular estrategias para la ruptura con los programas del Consenso de Washington o a la falta de fuerza social, política e ideológica suficiente para concretar la ruptura.
El desarrollo brasilero
Cualquier valoración del desempeño de Lula en el poder precisa
partir del análisis del origen y del contexto de la formación del Partido de los Trabajadores. Hasta hace algunas décadas atrás, las fuerpampa | 15 |
zas de izquierda de Brasil eran relativamente débiles en comparación con las de otros países de la región. Su lugar especial en el
escenario mundial actual se debe a una combinación de factores
que dieron al país lo que Trotsky llamaba “privilegio del atraso”. Esta
trayectoria es esencial para la comprensión del significado de la
llegada del PT al poder, así como de sus límites y contradicciones.
El golpe militar de 1964 en Brasil sucedió antes que en los países latino-americanos donde la izquierda era más fuerte, como
Chile, Argentina y Uruguay. En Brasil, la fragilidad de la oposición
popular, combinada con el apoyo firme de los Estados Unidos a
las FFAA, con su interés estratégico por el petróleo y por otros
recursos naturales del país, hizo que los militares consiguieran
derrocar al gobierno de João Goulart con un grado menor de
represión del que fue más tarde necesario en los otros países del
Cono Sur. El Poder Judicial y el Congreso fueron depurados por la
dictadura, pero no fueron cerrados o intervenidos, aunque los sindicatos fueron cerrados y la izquierda duramente golpeada,
dejando claro el carácter de clase del golpe. Los últimos años del
ciclo largo expansivo de la posguerra y el influjo de eurodólares
permitieron al régimen militar presidir una expansión económica
de 1967 a 1973 con tasas de crecimiento de más del 10% anual;
gracias a la rígida política salarial y al capital extranjero, el crecimiento continuó en 7% incluso después que la economía mundial
entró en recesión. Pero cada vez más el capital extranjero llegaba
al Brasil no como inversión, sino en forma de préstamos con intereses fluctuantes –una bomba de tiempo que estallaría luego de
1979 con el aumento global de los intereses–.
La dictadura puso fin al período histórico de hegemonía nacionalista en la izquierda brasilera. Tanto el Partido Comunista Brasilero como los líderes sindicales ligados a él fueron responsabilizados por el impasse del Movimiento popular de mediados del
siglo XX y por el fracaso de la resistencia al golpe. Pero la expansión económica de fines de la década del ’60 y comienzos de los
’70 provocó un cambio de la composición de la fuerza de trabajo,
sentando la base para el surgimiento de un nuevo Movimiento de
izquierda. Del mismo modo que en Argentina, las inyecciones de
capital extranjero, sobre todo norteamericano, llevaron a la creación de la industria automotriz concentrada en São Paulo a partir
de mediados de los años ’50. Al mismo tempo, a la sombra de las
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fuertes sequías de la región del Sertón, centenas de miles de nordestinos fueron atraídos hacia la región centro-sur, principalmente
hacia la región metropolitana de São Paulo, ahora centro económico y financiero del país.
Ya que el modelo económico del régimen se basaba en las
exportaciones y en el sector de bienes de lujo, buena parte del crecimiento de fines de la década del ’60 se concentró en la fabricación de automóviles y electrodomésticos, lo que a su vez aumentó
el peso de las fracciones de la clase obrera en la zona del ABC,
formada por los municipios de Santo André, São Bernardo y São
Caetano do Sul en la periferia de São Paulo. Fue allí que, a pesar
de la prohibición de los militares, se desarrolló durante los años 70
un sindicalismo de base que, a fines de la década, bajo el liderazgo de una nueva generación de sindicalistas, en la que se
encontraba el nordestino y ex-obrero de la industria automotriz,
Lula, realizó una serie de huelgas que hizo desmoronar la política
salarial del régimen.
Dictadura y oposición
El PT, fundado en 1980, creció principalmente a partir de la
base de este nuevo sindicalismo, cuando los activistas de la industria automotriz de São Paulo se unieron a los sindicalistas de los
sectores petrolero y bancario, una serie de movimientos sociales
–grupos de mujeres, ecologistas, pueblos indígenas, afrobrasileiros– y ex-militantes de la lucha armada de la década de 1960. La
Iglesia Católica también tuvo un papel fundamental en la organización comunitaria inspirada por la teología de la liberación.
Restringido inicialmente a São Paulo, el PT amplió su influencia en
el campo con las actividades de los dos mayores movimientos
sociales ligados a él, el MST y la CUT (Central Única de los Trabajadores, la más dinámica y radical de las dos grandes confederaciones sindicales del país). A pesar de su origen heterogéneo, la
identidad ideológica del partido estuvo, desde el comienzo, muy
condicionada por el modo de pensar de su núcleo sindical paulista. Este grupo fue educado políticamente por la lucha contra la
dictadura, con el Estado mostrándole primariamente su cara represora, lo que moldeó su línea anti-estatista.
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La ideología liberal creció y llegó a dominar la oposición a la
dictadura luego de la derrota de los movimientos de resistencia
armada a fines de la década de 1960. El PMDB (Partido del
Movimiento Democrático Brasilero), partido de oposición legal,
tuvo un papel dominante, junto a movimientos sociales y civiles y
ONGs de línea democrática liberal. La ideología de este frente de
oposición estaba determinada por la teoría del autoritarismo, en la
versión propuesta por Fernando Henrique Cardoso. Común a todos
esos elementos, existía un fuerte sentimiento contra el Estado
basado en el concepto de antagonismo entre el Estado y la sociedad civil. Fue en este período que la izquierda brasilera comenzó
a abordar seriamente la cuestión de la democracia, antes marginada por el PCB a favor de cuestiones nacionales y sociales. Pero
la revaloración de la democracia por la izquierda se dió dentro del
andamiaje de la hegemonía liberal en la oposición contra la dictadura, que también afecto al PCB. Como resultado, la democracia fue incorporada a los debates de la izquierda a costa de su
naturaleza de clase; el capitalismo como escenario histórico general desapareció por completo.
El eurocomunismo en los trópicos
1 CARLOS NELSON
COUTINHO, A democracia como valor
universal, Rio de
Janeiro 1980.
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El principal texto ideológico de la izquierda brasilera en este
período fue escrito en Italia por Carlos Nelson Coutinho, intelectual del PCB exilado. “La democracia como valor universal” fue el
producto más influyente de la corriente del PCB que entró en contacto directo con las ideas eurocomunistas1. Coutinho aprovechó
la interpretación de Enrico Berlinguer de la caída de la coalición
de la Unidad Popular, en Chile, como demostración de la necesidad de incorporar a las fuerzas demócrata-cristianas para impedirles desestabilizar un gobierno socialista. El énfasis recayó sobre la
preservación de la democracia y no en la dimensión anticapitalista
de la lucha. Coutinho también buscó articular los vínculos entre
democracia y socialismo, citando a Lenin y a Gramsci, pero
leyendo a este último más o menos del mismo modo que el PCI,
lo que redundó en contradicciones similares.
El texto de Coutinho tuvo gran repercusión en debates dentro
del PCB, mas su efecto principal fue sobre la configuración ideomayo 2007 | nro.2
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lógica adoptada por el PT. En cierto sentido, él previó la identidad
que el partido adoptaría, principalmente al afirmar que “la modernidad brasilera exige la creación de un partido socialista de masas,
secular y democrático, capaz de adoptar lo que es válido en la
herencia del comunismo brasilero, pero al mismo tiempo de incorporar las nuevas corrientes socialistas originarias de horizontes
políticos y ideológicos diferentes”2. Varias otras declaraciones de
Coutinho fueron reproducidas por el PT. Él hizo duras críticas al
“golpe militar” de Jaruzelski en 1981, que el PT también condenó,
identificándose con el Movimiento Solidaridad de Lech Walesa3.
Coutinho defendía que el eurocomunismo era “el representante
contemporáneo de la mejor tradición del Movimiento comunista”,
en busca de una “tercera vía” entre “el método burocrático de los
estalinistas y neo-estalinistas” y el “reformismo limitado de la socialdemocracia”4. El PT buscaría la misma equidistancia y, más tarde,
llegó a proclamarse “primer partido post-socialdemócrata”.
Al contrario de Coutinho, las corrientes de la oposición liberal
insistían en la relación entre democracia y liberalismo y no entre
democracia y socialismo. Aquí el principal exponente era FHC,
cuya teoría del autoritarismo se volvió hegemónica en la década
de 1980, durante la transición luego de la dictadura militar. En esta
versión, la democratización consistía en la “desconcentración” del
poder económico del Estado y del poder político del Ejecutivo. El
primer gobierno civil post-dictadura de Brasil, en 1985, y la nueva
Constitución de 1988 marcaron el surgimiento de la desconcentración política; su aspecto económico sería puesto en acción por el
propio FHC, como Presidente de Brasil de 1994 a 2002, con su
programa neoliberal.
El avance triunfante del liberalismo en el plano internacional en
la década de 1980 se reflejó en Brasil, sobre todo, en la naturaleza
estrictamente institucional del pasaje de la dictadura a la democracia; no hubo reformas sociales ni económicas significativas. El PT
se opuso a este modelo conservador de la transición, exigiendo
derechos para los ciudadanos y políticas sociales; pero no presentó ninguna concepción alternativa de democracia ni cuestionó
la idea de que la “democratización” era la respuesta para los problemas del país. Además, dejó de considerar que la caída de la
dictadura también trajo consigo el fin de un modelo específico de
acumulación de capitales iniciado por Vargas en 1930 y, junto
2 COUTINHO,
Democracia, p. 13.
Coutinho identificó el
PT como esta fuerza
y, conjuntamente con
otros militantes del
PCB, se afilió a ella
en 1989. Terminaría
dejando el partido en
el primer año del
gobierno Lula.
3 El primer viaje internacional de Lula fue
para encontrarse con
Lech Walesa a pedido del entonces
secretario internacional del PT, Francisco
Wefort.
4 Coutinho,
Democracia, p. 114.
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con él, el fin de una forma específica de Estado. La visión liberal
dominante, que enfatiza los procesos políticos y jurídicos, impidió
la visión de la crisis socioeconómica más profunda de aquel
momento histórico. El PT se identificó con la democracia. Aunque
mencionara al socialismo, este último nunca fue definido con
exactitud, a no ser para anunciar el distanciamiento del modelo
soviético. En verdad, con frecuencia el PT enfatizaba la “democracia” más que el “socialismo”, no sólo alterando el significado de
este último sino también zambulléndose de cabeza en las contradicciones que la democracia liberal entonces provocaba en Brasil.
El que quedó visiblemente ausente del manifiesto de creación y de
los documentos del PT a partir de la década de 1980 fue el capitalismo. Referencia indispensable para repensar el socialismo.
Los años FHC
5 Ver GEISA MARIA
ROCHA, “NeoDependency in
Brasil”, New Left
Review, nº 16, julioagosto de 2002, pp.
14-15.
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Simbólicamente, fue en 1989 cuando el PT comenzó a surgir
como alternativa genuina para el gobierno nacional, con la casi
victoria de Lula en las elecciones de aquel año que obtuvo el 44%
de los votos de la segunda vuelta contra el 50% de Fernando
Collor. Fue también en este momento que el PT inició el proceso
de transformación política e ideológica que lo llevaría al gobierno
en 2002. El contexto internacional de esta conversión fue la consolidación de la hegemonía neoliberal, con el colapso de la Unión
Soviética, la primera Guerra del Golfo y la inundación de la ideología de mercado en América Latina, en Rusia y en Europa oriental, seguidos por los gobiernos de la “Tercera Vía” de Clinton y
Blair, que dieron nuevo ímpetu al Consenso de Washington. En
América Latina, la extensión de la hegemonía neoliberal se reveló
en la adopción de su receta por parte, tanto de las fuerzas “socialistas” como de las nacionalistas, del PS chileno al PRI mexicano,
de los peronistas a la Acción Democrática de Venezuela. En Brasil,
en 1994, FHC implantó el Plan Real, que ató la moneda al dólar,
cortó tasas y elevó los intereses para atraer al capital extranjero. La
ola subsiguiente de privatizaciones, fusiones y compra de empresas brasileras llevada a cabo por multinacionales extranjeras
implicó no sólo el desalojo del capital nacional sino además un
buen grado de desindustrialización5.
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La base tradicional del PT fue devastada por las reformas. Buena
parte de la industria automotriz del ABC paulista fue desmantelada, con las empresas transfiriendo operaciones hacia fábricas
localizadas en otros puntos del país o, más frecuentemente, esparcidas por el mundo. El nivel oficial de desempleo de São Paulo,
centro económico del país, subió de 13% en 1995 a más de 20%
en 2002. El trabajo informal se expandió en todos los sectores de
la economía, debilitando todavía más al sindicalismo. Aun así, el
carisma de Lula como candidato a la presidencia francamente
oriundo de la clase trabajadora y el dinamismo de los militantes
del PT garantizaron la presencia creciente del partido en las instituciones políticas del país. La representación petista en el
Congreso subió de 16 diputados en 1986 a 35 en 1990, provenientes principalmente de la región centro-sur –São Paulo, Rio de
Janeiro, Minas Gerais– pero también de Rio Grande do Sul. A fines
de la década, el partido conquistaría prefecturas en Rio Grande do
Sul y en Minas Gerais y, más tarde, sumaría ciudades de Goiás, en
la región central del país, y en Pará, en el norte.
El carácter del PT fue alterado por su inserción cada vez mayor
en la vida institucional brasilera. El peso de los movimientos sociales afiliados al mismo se redujo con el crecimiento de la representación parlamentaria; a fines de la década de 1990, eran los parlamentarios, las prefecturas y la estructura nacional ampliada quienes
ejercían una influencia decisiva en su orientación El primer Foro
Social Mundial, realizado en Porto Alegre en 2000, tuvo el apoyo
del PT de Rio Grande do Sul, estado en que la tendencia izquierdista del partido era dominante hacía mucho tempo. Pero el liderazgo nacional del PT no participó directamente en él, forjando en
lugar de ello vínculos internacionales por medio del Foro de São
Paulo y de alianzas con la social-democracia europea, principalmente con el PS francés, en contrapartida a los vínculos de FHC
con la Tercera Vía. Lula e integrantes de la conducción participaron del Foro Social Mundial de 2000 y 2001, pero no estuvieron
en el proceso de su organización y no suscribieron sus tesis.
La actitud del PT ante las reformas económicas también sufrió
cambios. Al principio, el partido intentó adoptar una línea independiente, organizada a través del Foro de São Paulo que, a partir
de 1990, reunió partidos no afiliados a gobiernos neoliberales,
principalmente el PT, el PRD mexicano y el Frente Amplio del
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Uruguay. Mientras tanto, este agrupamiento no era inmune a las
ideas dominantes. El grupo participó del “Consenso de Buenos
Aires”, reunido alrededor de propuestas de Jorge Castañeda y
Roberto Mangabeira Unger, implícitamente alineadas con la
Tercera Vía al defender el ajuste fiscal y la estabilidad monetaria,
aunque añadiesen políticas sociales. El PT participó de la redacción del documento y únicamente se negó a firmarlo en el último
minuto porque, en las elecciones presidenciales brasileras de
1998, Lula iba contra Ciro Gomes, asesorado por Mangabeira
Unger y directamente identificado con el documento. (Del mismo
modo, Castañeda se unió a la campaña de Vicente Fox en el
México, compitiendo con el PRD para derribar al PRI en 2000.)
Pero en aquel momento no había diferencias esenciales entre el PT
y el Consenso de Buenos Aires.
FHC impulsó una enmienda a la Constitución para presentarse
a la reelección en 1998 y era el claro favorito. La campaña de Lula
no mencionó la crisis de la economía quebrada de Brasil, ni la
inminente devaluación del real. La meta era garantizar que la posible catástrofe no fortaleciera el vínculo de su imagen con situaciones negativas. Luego de una campaña en que no presentó alternativas, Lula fue derrotado en la primera vuelta, obteniendo 32% de
los votos contra 53% de FHC. En realidad, el entonces presidente
había negociado con el FMI durante la campaña y precisaba
desesperadamente vencer en la primera vuelta, antes que la crisis
estallase. En enero de 1999, menos de tres meses después de las
elecciones, FHC comenzó su segundo mandato decretando una
devaluación dura de la moneda, renegociando los préstamos del
FMI y elevando los intereses un 49%6.
Preparativos para el 2002
6 Sobre el despliegue
de la estrategia económica de Fernando
Henrique, ver Rocha,
“Neo-Dependency”,
pp. 20-25.
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Luego de la derrota de 1998, Lula y sus asesores concentraron
su acción en el Instituto de la Ciudadanía, un centro de estudios
fuera de la estructura del PT. Eso le permitió a Lula volverse cada
vez más independiente del PT, expresando en termos organizacionales la proyección pública mucho mayor que poseía en comparación a la del partido. El Instituto organizó seminarios con la participación de economistas y especialistas de otras áreas –política
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social, medio ambiente y reforma política, entre otras– para formular el programa de la campaña de Lula en 2002. La versión final
que sería ratificada por el PT afirmaba cuáles serían los dos temas
principales de la campaña: la “prioridad de lo social” y el volver a
tomar al desarrollo como su precondición. Se estableció la oposición entre capital productivo y capital especulativo, sin distinguir
capital extranjero y capital nacional, firmas grandes y pequeñas,
empresas industriales y otras. Reactivar la economía sería el principal objetivo, presagiando una salida lenta y gradual del modelo
neoliberal. La campaña publicitaria enfatizaba el “cambio” y la
“prioridad de lo social”. No había indicaciones concretas de lo
que esta prioridad quería decir, pero la forma que asumiría después que el PT estuviera en el gobierno ya podía ser vista: la campaña “Fome Zero” reflejaba declaraciones repetidas de Lula en
2002 y en disputas electorales anteriores en cuanto a que su meta
era que “todos los brasileros tengan tres comidas por día”. También fue mencionada la necesidad de mantener la estabilidad
monetaria, programa que, en consecuencia, ya incluía muchas
propuestas posteriores del gobierno de Lula, como la reforma de
la previsión social.
El lema de la campaña de FHC en 1998 era “Quien acabe con
la inflación va a acabar con el desempleo”. En 2002 el registro en
ambos frentes era conocido. La economía no se recuperará de la
crisis de 1999 y la estabilidad monetaria no traerá la renovación
del desarrollo, y menos aun la expansión de las políticas sociales.
Al contrario de 1998, Lula ahora surgía como candidato fuerte,
aunque las encuestas de opinión indicaran que los electores querían un presidente que combinase la estabilidad monetaria con
políticas sociales, criterios efectivamente alineados con el Consenso de Buenos Aires y que, entre los principales candidatos,
más acordaban con Ciro Gomes.
Dos factores ayudaron a determinar el resultado de la elección.
El primero fue la candidatura de Ciro Gomes y el otro el fuerte ataque especulativo al real realizado por el capital financiero en el
verano de 2002, algunos meses antes de la votación. En el inicio
de la campaña, tanto Lula como Ciro se vieron en mala situación
en las encuestas, lideradas en aquel momento por Roseana Sarney,
hija del ex-presidente José Sarney. El candidato del gobierno, José
Serra, entonces ministro de Salud, estaba en un distante cuarto
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lugar, antes de coordinar una serie de denuncias que terminaron
sacando a Roseana de la disputa. Pero Serra aun enfrentaba la eliminación en la primera vuelta y, así, comenzó una nueva rodada
de denuncias, esta vez contra Ciro. La posición de este último en
las encuestas cayó, pero Serra, como hombre de FHC, vulnerable
a las mismas críticas que Ciro hiciera al entonces presidente, no
consiguió vencer la distancia con respecto a Lula que, a su vez,
siguió incapaz de romper el techo histórico del PT de poco más
del 30% de los votos. El ataque al real fue una demostración de
fuerza por parte del capital financiero, como si quisiese resaltar
tanto su papel potencial de estabilizador como su capacidad de
sabotear a cualquier nuevo gobierno al que le hiciera objeciones.
El mensaje era que la vuelta del capital al país dependería del
resultado. El “riesgo Brasil” comenzó a ser llamado “riesgo Lula”,
insinuando que, en el caso de una victoria del PT, llegaría la desestabilización monetaria y la fuga descontrolada de capitales, lo que
resultó en la caída acentuada del valor del real en julio de 2002.
Carta a los brasileros
Pero, en junio de 2002, Lula, al condenar el ataque especulativo, divulgó un documento titulado “Carta a los brasileros” en el
cual prometía que, como presidente, mantendría todos los compromisos financieros del gobierno anterior. No habría renegociación de la deuda externa ni reglamentación del movimiento del
capital financiero. El PT atenuaría poco a poco su posición sobre
la deuda externa de la década anterior. El pasaje de la suspensión
de los pagos a la renegociación marcó los primeros pasos del
camino para volverse un potencial partido de gobierno y culminó
con el compromiso de Lula en 2002 de pagar la deuda integralmente. La estabilidad monetaria también iría cobrando importancia como objetivo estratégico desde la derrota en las elecciones de
1994; con la toma de posesión de Lula se volvió un filtro general
de toda la actividad del gobierno. Pero fue sobre todo la “Carta” la
que alteró el relacionamiento de la campaña de Lula con el capital financiero y, en el proceso, cambió su carácter social y su relación con el modelo neoliberal. La cara del futuro gobierno Lula
comenzó a tomar forma.
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La transformación fue visible incluso durante la campaña electoral de Lula cuando la toma de decisiones fue transferida al jefe
de marketing Duda Mendonça, que antes administrara las campañas de Paulo Maluf. Duda creó el lema “Lulinha Paz y Amor” en
el intento de atenuar la imagen conflictiva de Lula, forjada en la
organización sindical y en la crítica a las políticas y la corrupción
de la elite política. El lema y la Carta se mostraron como una combinación capaz de vencer, siendo el primero empleado con tanta
frecuencia que prácticamente se volvió contenido de una campaña cada vez más de Lula y menos del PT. Además, Lula escogió
al empresario de la industria textil José Alencar como su candidato
a vice y tuvo el apoyo de partidos como el PL y el PTB. Los comicios y el activismo de las calles tuvieron un papel mucho menos
importante que en las elecciones anteriores y el nivel de movilización del PT disminuyó aun más luego de 2002.
La toma de posesión
Esta fue la base para que Lula conquistara la presidencia en la
segunda vuelta de la elección, con 59% de los votos contra 41%
de Serra. En el Congreso, su gobierno dependía de una coalición
que incluía al centrista PMDB y, más tarde, al derechista Partido
Popular, así como los partidos menores de la izquierda. La ruptura
de Lula con las tradiciones del PT quedó aun más clara con el
anuncio de su primer ministerio a fines de 2002. El nombramiento
más importante fue el de Henrique Meirelles para la presidencia
del Banco Central. Ex-director del FleetBoston Financial Group,
con sede en los Estados Unidos, Meirelles volvió a Brasil para
comenzar la carrera política y consiguió una banca de diputado en
Goiás por el PSDB. Reunió un equipo de jóvenes cuadros neoliberales que ya habían trabajado en gobiernos anteriores. Ni un solo
economista del PT ni de ninguna otra fuerza de izquierda fue invitado a sumarse al gabinete.
El gobierno Lula argumentó en principio que, debido a la
“herencia maldita” de FHC, no podría cambiar inmediatamente el
rumbo de la economía. Las metáforas médicas de Palocci –“no se
cambia el tratamiento durante la enfermedad”– buscaban justificar
la continuidad de la política económica. Sería necesaria una polípampa | 25 |
7 Ver principalmente
LEDA PAULANI, “Brasil
delivery: razões, contradições e limites da
política econômica
nos primeiros seis
meses do governo
Lula”, en João
Antonio de Paula,
org., A economia
política da mudança:
os desafios e os equívocos do inicio do
governo Lula (Belo
Horizonte, 2003).
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tica económica de transición para conquistar la “confianza del
mercado” y atraer capitales; los intereses podrían, entonces, ser
reducidos poco a poco y el desarrollo volvería. La discusión se
concentraba en dos puntos: el riesgo de morosidad de la deuda
externa y el de perder el control de la inflación. En el primer caso,
existió justamente un acentuado deterioro de las cuentas externas
durante el mandato de FHC7. La abertura irrestricta del país al
capital extranjero aumentó la dependencia en sectores estratégicos
–automóviles, bancos, alimentos, electrónica– y colocó un gran
volumen del mejor capital nacional en manos extranjeras a bajo
precio. Las privatizaciones del sector estatal de servicios acentuaron esa tendencia. El déficit de la balanza de servicios y renta
(beneficios, dividendos e intereses) aumentó, esta última de una
media de 11 mil millones de dólares en la década de 1980 para
19 mil millones de dólares en 1997, debido en parte a la sobrevaluación del real pero, sobre todo, como consecuencia de la duplicación de la deuda externa. Fue la vulnerabilidad externa la que
llevó al gobierno de FHC a apelar repetidas veces al FMI: en enero
de 1999, junio de 2001 y agosto de 2002.
Pero el nivel de las reservas no fue afectado y en 2002 permaneció estable en aproximadamente 37 mil millones de dólares, a
pesar de la turbulencia financiera. Brasil aun era capaz de cumplir sus compromisos externos y la balanza comercial continuaba
en su tendencia ascendente rumbo al superávit. En términos generales, a fines de 2002, a las vísperas de la toma de posesión de
Lula, la situación estaba mucho mejor que un año antes. No había
nada que justificase mantener la política de ajuste fiscal, menos
aun la creación de nuevas medidas como la suba de la meta de
superávit fiscal primario al 4,5% del PBI, encima del nivel recomendado por el FMI. El segundo argumento conservador tenía
que ver con el riesgo de inflación, que impediría la reducción de
los intereses, en un nivel ya alto y elevado aun más en el primer
mes del gobierno Lula. La economía estaba estancada y el desempleo alto, lo que minaba toda y cualquier justificación basada en
la inflación de demanda; nada indicaba que la inflación estuviese
fuera de control.
La política económica de FFC no sólo se mantuvo sino que, con
la suba de los intereses y el aumento del superávit primario, fue
llevada un paso adelante. Para mostrar que esta era una opción
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estratégica, en su primer año el gobierno Lula dio prioridad a dos
reformas, la tributaria y la de la previsión social, al estilo de los
“paquetes” del Banco Mundial. La primera tenía una tendencia
claramente privatizadora. Les fue cobrado un nuevo impuesto a
los jubilados, que ya habían pagado toda su vida, para reducir el
déficit de la previsión; y la jubilación de los Trabajadores del sector público fue reducida, obligándolos a recurrir a los fondos de
previsión privados. La propuesta sufrió una fuerte resistencia de los
sindicatos y terminó en la expulsión de tres diputados del PT y uno
de sus senadores, indicando hasta qué punto el PT se disponía a
cortar su propia carne para promover las políticas del gobierno.
Mientras tanto, la reforma tributaria apuntaba a simplificar y reducir la carga de los impuestos sobre la inversión privada. Aunque
ello tuviera consecuencias sociales menos directamente dañosas
que la reforma de la previsión, el hecho de no apuntar a la reducción de la descomunal disparidad de la distribución de la renta en
Brasil, del sistema de tributación regresiva y del gran déficit
público, provocó mucha preocupación.
El reinado de Palocci
Hasta llegar a su cuarto año de mandato, el gobierno presentaba
una imagen contradictoria con dos ejes contrapuestos: por un lado,
los ministerios de la esfera social –Educación, Reforma Agraria,
Salud, Cultura, Ciudades– y el de Relaciones Exteriores, y, por otro
lado, el equipo económico. Las iniciativas del área social fueron,
en grande parte, paralizadas por la rígida austeridad fiscal del
ministerio de Economía, con el desempeño social del gobierno
condicionado por las metas de estabilización monetaria. Los ministros de esas áreas a veces hablaron contra la línea del gobierno,
aunque de forma limitada, debido a la insistencia de Lula en la disciplina del ministerio.
Mientras tanto, el ministerio de Relaciones Exteriores fue montando una serie de alianzas internacionales –tanto regionales, por
medio del Mercosur y de la Comunidad Sudamericana de
Naciones, como internacionales, con el G20 y los vínculos con
China, África del Sur e India, así como con los países árabes– que
a veces se chocaron con el deseo del ministerio de Economía de
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mantener buenas relaciones con Washington y con las instituciones financieras globales.
Pero fue el Ministerio de Economía el que se consolidó como
centro de gravedad del gobierno, aliado a los otros ministerios del
área económica. El dominio de este bloque se afirmó bien tarde,
cuando marcó su autoridad en las discusiones sobre el salario
mínimo y en las decisiones mensuales sobre las tasas de interés.
El gobierno Lula pasó de las insinuaciones iniciales de que adoptaría una política de transición hacia el presupuesto, a su segundo
año, en que el rumbo económico adoptado sería permanente. El
defecto se hizo virtud. En el inicio de 2005, Lula anunció que “la
catástrofe prevista no aconteció”, destacando que su gobierno
“revirtió un proceso que nos llevaba al abismo”. A pesar de todos
los indicios de lo contrario y de la admisión de su propio ministro
de Economía, Lula insistió que “no estamos dando continuidad a la
política del gobierno anterior (...) estamos reconstruyendo la economía, fortaleciendo las instituciones y, sobre todo, ganando credibilidad en el país y en el exterior”. Enfatizó la importancia, para el
crecimiento económico, de que los brasileros “recuperen la autoestima” y citó los números del crecimiento del PBI por encima de
las evaluaciones más optimistas, de los indicadores económicos
más saludables en diez años, del mayor aumento del empleo desde
1992, del éxito espectacular en el comercio exterior. No fue una
irrupción súbita de crecimiento, dijo, sino un proceso “estable y
constante”; la inflación sería controlada y las finanzas públicas,
gerenciadas de manera responsable.
Desempeño económico
La mini-recuperación económica de 2004 fue presentada por
el gobierno como prueba de que se estaba en el camino del crecimiento sustentable. Luego de estancarse en los dos años anteriores, la economía creció 5% en 2004 y dio al gobierno Lula una
media de 2,7% de crecimiento al año, comparada a la media de
2,3% de Fernando Henrique en 8 años. La capacidad excedente
está siendo utilizada y los productos primarios de exportación,
especialmente la soja transgénica, actuaron como palancas de la
recuperación.
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Mientras tanto, la concentración de los beneficios y el énfasis en
las exportaciones resultaron en la caída de 2,3% de la renta de los
empleados y autónomos, contra la caída de 0,7% en el tiempo de
FHC. Esto a pesar del aumento de la explotación de la mano de
obra: seis millones de jubilados continuaron trabajando en 2003,
contra 4,9 millones en 1996; el número de trabajadores con dos o
más empleos subió de 3,4 millones en 2001 a 3,8 millones en
2002 –de 4% para 4,3% de la fuerza de trabajo. El número de los
que hacen horas extras también aumentó de 27,1 millones en
1996 a 29,3 millones en 2003, mientras que el desempleo pasó de
5,1 millones (6,7% de la población trabajadora) a 8,5 millones
(9,6%) en el mismo período. Entre 1996 y 2003, se crearon 17,5
millones de empleos con remuneración de hasta 3 salarios mínimos, pero 6,3 millones de puestos con salarios más altos fueron
eliminados, siendo el saldo insuficiente para atender a la demanda
de nuevos empleos. La tendencia también refleja el grave deterioro de la calidad del empleo, con la predominancia cada vez
mayor de patrones de trabajo “asiáticos” –aumento de la jornada
de trabajo, salario bajo y pocos derechos laborales. La tendencia
histórica de Brasil a la concentración de renta prosiguió: mientras
empleados y autónomos recibían el 51,4% de la renta nacional en
1993, en 2003 esta proporción cayó al 40,1%, continuando en su
tendencia decreciente. Entre 2002 y 2003, 3,3 millones de personas con renta familiar mensual entre 1.000 y 5.000 reales (3001.500 dólares) vieron reducir su poder de compra, mientras que el
número de personas con renta familiar por debajo de 500 reales
(150 dólares) creció a casi 3,5 millones de personas8.
La “prioridad de lo social” prometida durante la campaña electoral de Lula fue así bloqueada por la prioridad dada a las metas
financieras –déficit público e inflación. Mientras tanto, ello no
redujo la fragilidad externa de la economía: las restricciones presupuestarias fueron compensadas en nombre de los intereses elevados de la Nación –en términos reales, los más altos del mundo–
que sólo hicieron aumentar el tamaño de la deuda de Brasil. La
deuda pública, que era de 623 mil millones de reales (257 mil
millones de dólares en la tasa de cambio actual) en 2002, subió a
812 mil millones de reales (335 mil millones de dólares) dos años
después, con casi la mitad de la deuda debiendo de ser pagada al
final del año. El superávit fiscal obtenido, de 4,6% del PBI, por
8 Ver “Número de dois
gumes”, Revista Carta
Capital, 15 de diciembre de 2004, y “No
torniquete”, Revista
Carta Capital, 17 de
noviembre de 2004.
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encima de la meta que Palocci determinara para 2004, correspondió a menos de la mitad del aumento de la deuda. Comparando
los niveles de inversión y de pago del servicio de la deuda, en
2003 6,9 mil millones de reales fueron invertidos, pero el pago de
los intereses de la deuda fue más de diez veces mayor –77 mil
millones de reales. La tendencia continuó en 2004, con 1,7 mil
millones de reales en inversiones y 50,8 mil millones en pagos del
servicio de la deuda. Así, el Estado brasilero siguió reproduciendo
su papel en el neoliberalismo de mecanismo para canalizar recursos de la esfera productiva, a través de los impuestos, hacia la
esfera especulativa.
Mantener el superávit fiscal primario en un nivel tan alto privó al
gobierno de recursos para promover el crecimiento. Por lo tanto, a
finales de 2004 el gobierno Lula decidió optar por las compañías
público-privadas como medio alternativo de garantizar la inversión
–una forma de financiamiento que garantiza al capital un gigantesco
retorno sin riesgos que constituye otro significativo paso rumbo a la
privatización del Estado. Una serie de otras reformas relativas al trabajo, a los sindicatos, a las universidades y a los partidos políticos,
tropezó en el Congreso, ya sea porque las propias propuestas eran
incoherentes, ya sea porque el gobierno no consiguió apoyo para
ellas dadas las tensiones políticas crecientes durante la campaña
para las elecciones municipales en el otoño de 2004.
Crisis y recuperación del gobierno Lula
Las elecciones municipales de 2004 fueron la primera prueba
electoral del gobierno Lula y del PT luego de conquistada la presidencia dos años antes. En términos generales, el PT obtuvo un
aumento del número de votos, como sería de esperar para un partido que recientemente había logrado el éxito en la disputa presidencial. Pero hubo también derrotas de importancia cualitativa,
como la pérdida de las prefecturas de Porto Alegre, Belém y São
Paulo, mantenidas por el partido hacía 16, 8 y 4 años respectivamente, además de las de Campinas, Caxias do Sul y Pelotas. Tanto
la ciudad como el estado de São Paulo fueron perdidos a favor de
José Serra, adversario de Lula en 2002; el centro político y económico del país pasó a las manos de la oposición.
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Si el primer año del gobierno Lula estuvo marcado por la oposición de izquierda, en especial de los movimientos sociales movilizados contra la reforma de la previsión social, el segundo vio el
resurgimiento de sus adversarios de derecha. Ello no es corolario
de algún cambio izquierdista por parte del gobierno, sino señal de
su debilitamiento político, consecuencia, a su vez, de una serie
de otros reveces. El gobierno no había conseguido implantar políticas sociales efectivas, aumentar de forma significativa el salario
mínimo ni reducir el desempleo. La reforma agraria llegó a un
impasse y la política ambiental del gobierno, que incluyó concesiones a empresas que cultivan transgénicos, sufrió una intensa oposición de los movimientos ecológicos. El PT fue incapaz de consolidar y ampliar su base de apoyo y de establecer una política de
divulgación que garantizara que no fuera más rehén de los lobbies
de las empresas privadas.
Las acusaciones de corrupción contra integrantes del gobierno,
cada vez más frecuentes desde enero de 2004, también tuvieron
su costo, así como la derrota en las elecciones municipales en
aquel mismo año. Las victorias sobre el PT, principalmente en São
Paulo, donde Lula se involucró más directamente en la campaña,
trajeron nueva vida a la derecha, centrada en la alianza entre el
PSDB y el PFL. Sus principales portavoces, entre ellos FHC, recibieron un generoso espacio en la prensa cuando comenzó el
debate sobre quién sucedería a Lula en 2006, con la presentación
de varios precandidatos.
Finalmente, la derecha percibió que, aunque pueda convivir
con el gobierno Lula, ya que reconoce como suya la política económica del gobierno, no está condenada a ello. El foco de sus críticas son los supuestos “gastos excesivos” del gobierno, considerados responsables de los intereses elevados del país. La derecha
atacó los aspectos progresistas del gobierno del PT, exigiendo la
represión del MST, resistiendo a todos los intentos de reglamentación contenidos en las políticas culturales y de comunicación del
gobierno y denunciando como “sin control” todas las políticas
sociales que apuntan a ayudar a los pobres. Su estrategia promete
grandes reducciones de la carga tributaria y achicamiento del
Estado.
Las denuncias de corrupción marcaron el tercer año del
gobierno Lula, aunque la crisis terminó siendo exportada hacia el
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PT, que se debilitó como partido. Mientras, el gobierno pudo ser
reformulado, con la caída de varios de sus pilares fundamentales,
recomponiéndose la capacidad de conquista de bases sociales de
apoyo. Fue substituido el eje Palocci-José Dirceu-Gushiken-Duda
Mendonça-José Genoino por el nuevo eje Dilma Roussef-Guido
Mantega-Luis Dulci-Tarso Genro-Marco Aurélio Garcia.
Pero la principal transformación que permitió la recuperación
del prestigio del gobierno fueron los efectos de las políticas sociales. A pesar de no estar fundadas en la universalización de derechos –característica de las políticas sociales del PT–, sino en la
extensión inédita de la bolsa familia –que llegaba a más de 11
millones de hogares–, además de programas como el de electrificación rural y el Pro-Uni, entre otros.
El gobierno y, por extensión, la candidatura de Lula, ganaron
un impresionante apoyo popular, polarizando socialmente el electorado como nunca antes había sucedido en Brasil. Los efectos
de las denuncias fueron paulatinamente neutralizados al punto
de llegar a conquistar la mayoría también en los sectores de clase
media –los más directamente afectados, inicialmente, por esas
denuncias. El voto por Lula fue sobre todo un voto social, no un
voto político.
La diferenciación ideológica quedó más clara cuando la oposición escogió a un candidato que asumió los supuestos neoliberales de manera dogmática –Geraldo Alckmin–, quien ayudó a
empujar a Lula a ocupar el espacio de la centro-izquierda en el
espectro político brasilero. Por otro lado, los sectores más radicalizados, al proyectar un perfil sectario –equidistancia en relación
a Lula y al bloque PSDB-PFL–, congregaron votos militantes, pero
sin mayor capacidad de movilización popular.
Balance y perspectivas
La elección de un gobierno de izquierda en Brasil, al revés, por
ejemplo, de la elección de Allende en Chile, no se dio como resultante de un auge de las movilizaciones populares. Al contrario, si
la elección de Lula fue consecuencia directa de los ocho años del
gobierno FHC –y su fracaso–, ese período estuvo marcado por una
reversión de la relación de fuerzas entre el Movimiento social y el
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bloque de derecha en el gobierno. Los movimientos sociales
sufrieron al mismo tiempo el impacto de las políticas neoliberales
–que elevaron el desempleo, acentuaron la precariedad de las
relaciones de trabajo, retrajeron los derechos sociales– y las políticas represivas del gobierno FHC.
Este fue el primer antecedente importante para comprender el
carácter asumido por el primer gobierno Lula. El segundo es la
transformación ideológica del PT, proceso desarrollado a lo largo
de la década anterior a la elección de 2002, especialmente acelerado después de la derrota en la elección presidencial de 1994. Un
proceso de adaptación a las condiciones de gobernabilidad que
tuvo en los cambios de posición en relación al tema del pago de
la deuda externa –por el significado y el peso que tiene– y al de la
política en relación al ajuste fiscal.
Esta transformación desembocó en la Carta a los brasileros, que
estuvo, mientras tanto, mediada por el ataque especulativo durante
la campaña presidencial de 2002 –que consiste en el tercer elemento central para la comprensión de la forma asumida por el
gobierno Lula.
El gobierno Lula, en los sus tres primeros años, se orientó ortodoxamente por la Carta a los brasileros, con una dictadura del
ajuste fiscal sobre las políticas sociales. La derrota electoral de
2004 y las denuncias –que debilitaron al gobierno–, llevaron a
reformulaciones –presionadas por la propia necesidad de sustitución de las víctimas de las denuncias– que inicialmente debilitaron la hegemonía del equipo económico comandado por Palocci,
hasta llegar a su sustitución por un ministro crítico de sus políticas
–Guido Mantega. El gobierno liberó más recursos para inversiones, créditos y especialmente para políticas sociales.
El primer mandato de Lula se terminó en un sorprendente
clima de poco interés político. El voto decisivo a Lula fue un voto
social –de los beneficiarios de sus políticas económicas y de los
que reconocen lo que ello significa en un país marcado históricamente por la desigualdad. Se instaló una especie de cansancio de
las denuncias, al mismo tiempo que una retracción de la militancia política y de la capacidad de acción de los movimientos
sociales. Como resultado de la decepción con el gobierno, pero
también de la incapacidad de la izquierda de formular un proyecto alternativo.
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El segundo mandato de Lula apunta hacia dos direcciones distintas. Por un lado, el éxito de las políticas sociales puede llevarlo
a mantener la política económica, creyendo que dicho éxito se
puede repetir, sin darse cuenta que no puede sobrevivir y, menos
aun, extenderse, en el marco del bajo nivel de crecimiento que el
modelo permite. Además de ello, el mantenimiento de las tasas
de interés reales más altas del mundo, así como de un superávit
fiscal superior al que el FMI demanda, reproduce una sangría en
la economía, que refuerza el papel hegemónico del capital especulativo y deprime las posibilidades de crecimiento del sector
productivo de la economía.
Además, las alianzas parlamentarias llevarán a un resultado
electoral en donde el gobierno tendrá mayor dependencia de
alianzas en el Congreso, lo que significa un peso mayor del PMDB
en el gobierno, con sus respectivas consecuencias. Es verdad que
el marco de alianzas del gobierno era peor en el primer mandato
–PTB, PL, PP–, aunque necesitaba menos votos de los que necesitará ahora.
Sin embargo, por otro lado, el cambio de equipo –y, principalmente, del ministro de economía–, permite prever posibilidades
de cambios positivos en el segundo mandato. De la misma forma,
el nuevo equipo se ha mostrado mejor que el primero, en particular por el mayor peso de las políticas sociales en el conjunto de las
políticas del gobierno. Además, el contexto regional es mucho más
favorable –desde 2002 se eligieron a Kirchner, Tabaré Vasquez,
Evo Morales, además de que Hugo Chávez se consolidó, debiendo
ser reelecto, así como el presidente argentino–. Esto permite avanzar en el proceso de integración regional –como la integración de
Venezuela al Mercosur revela– y, especialmente, salir del modelo
que tiene aprisionada a la economía brasilera.
El segundo mandato de Lula confirma y desmiente una serie de
tesis de la izquierda. El espacio de acumulación estratégica de
fuerzas sigue abierto para la izquierda, si sabe unirse, formular
alternativas, movilizar las fuerzas sociales y políticas interesadas
en salir del modelo actual. La lucha por el pos-neoliberalismo continúa a la orden del día, en la más importante disputa hegemónica
para la izquierda en la entrada al nuevo siglo. Brasil es uno de los
escenarios fundamentales de esa lucha. | pampa
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Desarrollismo y populismo brasileño en los
años sesenta, el balance de Darcy Ribeiro *
por ADRIÁN CELENTANO
La historia de las ideas latinoamericanas tiene en Brasil una
extensa trama de intelectuales que sostuvieron una compleja
relación con el proceso político, las clases sociales y el Estado. Lo
cual implica tanto impugnación a los poderes –en nombre del
control del conocimiento científico, de la autonomía estética o
situándose entre los sectores populares– o de movimientos de
subordinación de los intelectuales a ellos. Desde los años treinta
la discusión en torno a cuál elemento de la sociedad brasileña sintetiza la identidad nacional da paso al interrogante sobre cuál es
la forma en que esa sociedad se puede constituir en una nación
moderna.1 Este debate es cruzado en el plano político, por la
salida del poder de Getulio Vargas, comenzando una revisión por
parte de los pensadores de la visión establecida respecto del trabalhismo brasileño, que tiene rasgos similares al debate argentino
sobre el peronismo. Se anudan en ese momento –de diversos
modos– ideas del acervo nacionalista con tesis desarrollistas,
enmarcados en la construcción de instituciones educativas como
la Escuela de Sociología de la Universidad de San Pablo, que fue
un centro de trabajo en el cual se definió la interpretación del llamado “populismo”.2
Un conjunto de cientistas sociales independientes y otros vinculados al Partido Comunista Brasileño, se aproximan al populismo como se puede apreciar en economistas como Celso Furtado
y especialmente en el antropólogo Darcy Ribeiro (1922-1997)
reconocido por sus investigaciones con los indios 3. Este último se
convierte en 1958 en el “ideólogo” de la Universidad de Brasilia,
inaugurada por Joao Goulart, de quien Ribeiro fue ministro hasta
el golpe de Estado de 1964, asonada que inauguró la secuencia
militar sudamericana. A partir de ese momento, Ribeiro fue un exiliado que recorrió Uruguay, Chile, Perú y Venezuela donde desarrolló actividades académicas y editoriales. Su obra se popularizó
* Ponencia presentadas
durante las Jornadas de
Investigación del Departamento de Filosofía,
Facultad de Humanidades
y Ciencias de la Educación
de la Universidad Nacional de La Plata, 2006.
1 MARIZA G. S. Peirano,
“La antropología de la
antropología: el caso
brasileño”, Cambridge, 1981.
2 ROLIM CAPELATO, MARÍA
HELENA y SOUZA NEVES,
MARGARIDA, “Retratos
de Brasil. Ideas, sociedad y política”, p. 179,
en Terán, Oscar, Ideas
en el siglo, Buenos
Aires, Siglo XXI, 2004.
Recordemos que tanto
en Argentina –en la
Universidad de Buenos
Aires– como en Brasil
–en la Universidad de
San Pablo– tuvo amplio predicamento
Gino Germani –en la
USP junto a Jacques
Lambert– y en los jóvenes críticos Fernando
Henrique Cardoso,
Otávio Ianni y Francisco Weffort. Todos
ellos produjeron las
principales formulaciones del populismo
como objeto de análisis de las nuevas ciencias sociales.
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con títulos referidos a la antropología latinoamericana y mundial,
la historia de las universidades, además novelas y utopías. Tomo
aquí el tramo de la experiencia ribeiriana en los años sesenta, revisando su inserción militante en el campo político y los conceptos
antropológicos acuñados y aplicados por Ribeiro para definir el
problema de los brasileños. Considero central esta fase de su trayecto, dado que en su obra del período 1967-1969 –previa a su
fallido retorno a Brasil, donde fue encarcelado– es donde expone
la primera elaboración de un una teoría antropológica del “proceso civilizatorio” universal, aplicándolo a la historia latinoamericana y hace con estas ideas una precisa interpretación del
gobierno de Goulart.4
La ciudad universitaria para la ciudad ideal
3 RIBEIRO COELHO,
HAYDÉE, Darcy
Ribeiro, UFMG,
Minas Geraes, 1997.
4 RIBEIRO, DARCY,
Confissôes, Sâo Paulo,
Companhia das
Letras, 1997, p. 363.
5 RAMA, ÁNGEL, La ciudad letrada, Montevideo, Arca, 1984, p. 11.
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En el inicio, las ciudades son –al decir del uruguayo Ángel Rama–
producidas por el trabajo intelectual5, dentro de tal definición se
constituyen dos polos: Nueva España es la denominación para el
ideal conquistador entronizado en la centenaria ciudad azteca,
mientras que Brasilia es trazada ex novo en el planalto. De este
modo la capital del gigante sudamericano define un acto del pensamiento; ella es tan vanguardista y novedosa como histórica y
conciliada con el desarrollismo: la urbe ideal, planificada y construida como nueva sede del poder político, en ese momento ocupado por Juscelino Kubitschek, JK.
Este último se proponía realizarla como otro logro del “Plan de
Metas”, que sacaría a Brasil del atraso e integraría económicamente la estructura “dual” de ese país, esa combinación que opone
la ciudad moderna, industrial y progresista con el Brasil rural, atrasado y tradicional del interior, la fábrica versus la fazenda. Terminar con ese “atraso” en el plano internacional exigía a los países
periféricos avanzar en la industrialización que los sustrajera de
los efectos del deterioro de los términos del intercambio, o sea:
revertir el esquema de exportar materias primas cada vez más
desvalorizadas para importar productos industriales de los países
centrales cada vez más caros.
En el plano local esta es la convicción dominante: la capacidad del mundo urbano de arrastrar el avance de las áreas rurales
mayo 2007 | nro.2
pampa extendida
y aún no modernizadas por ausencia de contacto con occidente.
La ideología desarrollista explicaba así las diferencias regionales
dentro de los países sudamericanos y presentaba la vía para superarlas: el avance de los polos modernos constituidos por las ciudades con sus industrias tecnológicamente avanzadas. Por ello
cuando la novela Vidas Secas de Graciliano Ramos sea llevada al
cine por Nelson Pereira Dos Santos, se resalta la confianza de los
campesinos sin tierra que salen del sertón –el gran desierto– hacia
la ciudad donde suponen encontrar el bienestar.
El avance de la ciudad y la fábrica era estimulado por la entrada
del capital externo, el cual demanda trabajadores especializados
para operar las nuevas máquinas, pero en estas urbes terminan
amalgamados con los trabajadores marginados de la propiedad
rural por el régimen latifundista, que no dejaron de lados sus tradicionales culturas populares, ni sus lazos familiares. El proceso
desarrollista integraría tanto la economía como la urbanización
latinoamericana, impulsando el avance sobre las áreas no modernizadas.6 Juan F. Marsal señala cómo circulan en el mundo académico americano y norteamericano estos temas,7 impulsados por la
CEPAL (Comisión Económica para América Latina) a través de
Raúl Prebisch y Celso Furtado. A ellos debemos sumar el chileno
Aníbal Pinto y a Josué de Castro quién definió una cartografía de
Brasil –extensible a Latinoamérica– como geografía del hambre,
título que viajó por toda América Latina.
En este contexto Darcy Ribeiro participa con su investigación
–publicada en Estados Unidos–8 sobre los indios brasileños. Allí
difiere con las tesis de la aculturación en boga y acuña la categoría de transfiguración étnica, con la cual demostraba que los
pueblos
“no fueron asimilados a la sociedad como parte indiscernible de ella. Al contrario de esa expectativa, la mayoría de
ellos fue exterminada y los que sobrevivieron siguen siendo
indígenas: ya no en sus hábitos y costumbres, sino en la
autoidentificación como pueblos distintos del brasileño y
víctimas de su opresión. Así el estudio que pretendíamos
realizar para la UNESCO de un supuesto proceso ejemplar
de asimilación de poblaciones indígenas en el Brasil, derivó
hacia la conclusión de que los efectos del impacto de la
6 HAUSER, PHILIP (org) La
urbanización de América Latina, Buenos
Aires, Solar, Hachette,
1960, especialmente
los trabajos de T.
Accioly Borges,
Andrew Pearse, G.
Germani y J. R.
Brandao Lopes.
7 MARSAL, JUAN F.,
Cambio social en
América Latina. Crítica de algunas interpretaciones dominantes en las ciencias
sociales, Solar
Hachette, pp. 26-27
8 HARRIS, MARVIN y
WAGLEY, CHARLES,
Minorities in the New
World: Six case studies, New York,
Columbia University
Press, 1958. Asimismo
Ribeiro mantuvo su
reconocimiento a los
padres alemanes de la
antropología brasileña:
primero a C.
Nimuendaju, H.
Baldus, E. Schaden y
Koch-Grumberg;
luego con Robert
Redfield y por último
a Marx, Engels, Lenin,
Mao, Sartre, Althusser
y Trotsky, entre otros.
pampa | 37 |
civilización sobre las poblaciones tribales da lugar a una
transfiguración étnica y no a una asimilación plena”.9
9 RIBEIRO, DARCY, Frontera indígena de la
civilización, México,
Siglo XXI, 1971, p. 4.
Colaboradores e interlocutores de sus ideas
fueron –entre otros–
Eduardo Galvao y
Roberto Cardoso de
Olivera, quien acuñó
el concepto de “fricción interétnica” y le
cuestionó a Ribeiro
debilidades teóricas y
excesos descriptivos.
10 DE ALENCAR, HERON,
“La Universidad de
Brasilia”, en Ribeiro,
Darcy, La universidad
latinoamericana,
CEAL-Universidad
de la República,
Montevideo, 1968,
p. 243-262
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Estas conclusiones no impidieron que Ribeiro se integrara a
plantel de intelectuales reclutados por el desarrollismo en su país.
Durante la campaña por la educación pública en torno a la Ley de
Directrices y Bases de la Educación, Anisio Teixeira le encarga al
antropólogo que organice varios equipos de ese centro, Ribeiro
adhirió, a instancias de Oscar Nimayer y Lucio Costa, a las posturas de JK, para construir dentro de la ciudad ideal una ciudad universitaria que contribuya a la definición de las nuevas políticas
estatales: la Universidad de Brasilia. Poder político y espacio del
saber en Brasilia serán escenarios de la radicalización tanto de
Goulart como de la intelectualidad a su alrededor organizada y del
no menos importante movimiento estudiantil agrupado en la UNE.10
En la ciudad ideal se vivirán los últimos actos del gobierno de
Goulart y a partir de 1965 la ciudad universitaria fue blanco de la
represión generando la renuncia de cientos de profesores en un
gesto similar a la renuncia masiva de docentes e investigadores en
Argentina frente a la “Noche de los bastones largos” en 1966. Se
cierra una experiencia política de Ribeiro, atravesado por los dilemas de los intelectuales que eligieron trabajar dentro del poder
populista para impulsar el intento de Goulart de las llamadas
“reformas estructurales”. Los límites a su análisis político fueron el
internacional, al constatar los problemas derivados de la condición periférica de Brasil, y el local –e inclusive individual– cuando
aparece a los ojos del científico la frustración del político, exigiéndole al “intelectual” repensar el conjunto de su fundamento. De
allí, la reformulación argumental para asimilar en su aparato conceptual la experiencia con el populismo.
La protocélula brasileña
El capítulo dedicado a “los brasileños” en Las américas y la civilización –libro con el cual ganó el reconocimiento latinoamericano como intelectual de izquierda– busca insertar la historia brasileña en el proceso continental. Pero en realidad este texto resulta
de la crisis personal que atraviesa el autor luego de su primer
mayo 2007 | nro.2
intento en 1965 que consideró fallido por la falta de una teoría
para pensar su experiencia política. Esta crisis lo obligó a escribir
El proceso civilizatorio, luego la primera parte de Las américas y
allí animarse a presentar su teoría de los brasileños. Como lo
indica en nota al pie de la segunda edición en español, un
momento de decisión que lo movió a incursionar en la literatura,
al escribir su primera novela Maira.
Los brasileños son considerados en Las américas dentro de los
“pueblos nuevos” junto con Venezuela, Colombia, las Antillas,
parte de Centroamérica y sur de Estados Unidos.11 La situación
brasileña es considerada dilemática, ya que presenta la formación
de una “protocélula” forjada en la época colonial; sobre ella se
incorporaron diferentes elementos socioeconómicos con efectos
culturales diversos, los cuales ponen a esa sociedad en la disputa
por la vías para salir del “atraso” inscripto en esa protocélula.
Sobre esa matriz de origen colonial se inserta la industrialización
del siglo XX, que Ribeiro considera tan “refleja” como la modernización en general. El movimiento de conceptos de la antropología
hacia el análisis político define desde la primer página la intención
del autor, que comienza por justificar el proyecto de Brasilia: “se
tuvo en cuenta la necesidad de constituir un núcleo capaz de promover la ocupación humana de la región y su efectiva integración
en la vida económica y social del país”,12 fundación enmarcada
por Ribeiro en una incipiente “conciencia latinoamericana”.
Y de allí se vuelve al análisis antropológico. La matriz étnica
brasileña está moldeada por la miscigenación, que resulta de una
deculturación compulsiva producida para la expansión del capitalismo. En ella se estructura la hacienda: “en cierto sentido la
hacienda colonial se anticipa a la fábrica moderna [...] una fábrica
singular, por ser rural y esclavista, [allí] no puede haber ciudadanía”,13 porque todo es controlado por el “patrón, padrino, protector y jefe político”. Deformada por estas relaciones sociales, las
posteriores instituciones republicanas son un mero simulacro que
disfraza a la oligarquía dominante y llega a desfigurar los efectos
modernizadores de la revolución industrial.
Al tener primacía el factor económico sobre el cultural, la
deculturación como proceso dejó poco de lo específico en los africanos, apenas en los actos religiosos y “aun estos, por estar impregnados de sincretismo son más expresivos de la protesta del negro
11 DARCY RIBEIRO,
Las américas y la
civilización, Buenos
Aires, CEAL, 1972
12 DARCY RIBEIRO, p. 217
13 Ibid, p. 206
pampa | 39 |
14 BUARQUE DE
HOLANDA, SERGIO,
Raíces del Brasil,
México, FCE, 1955.
15 RIBEIRO, Las américas
... p. 224
16 PRADO JUNIOR, CAIO,
Historia económica
del Brasil, Futuro,
Buenos Aires, 1960.
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contra la opresión que su afán de rescatar del olvido sus propias
creencias” apunta el autor diferenciándose del antropólogo norteamericano Melville Herskovitz. Fue la matriz indígena la que
brindó al blanco los elementos para la “adaptación ecológica”: de
la mestización con el tupí salió esa “protocélula étnico cultural”
sobre la cual se volcó el elemento afro y el europeo, en la forma
productiva de la fazenda. El negro costeó la producción destinada
a Europa, mientras era el vehículo para la europeización lingüística que facilitaba el entendimiento entre los esclavos africanos.
Fue este proceso de “destribalización” de millones de personas el
que definió la estratificación social de Brasil. En este punto Ribeiro
sigue a Freyre, convirtiendo un argumento reaccionario como lo
es esa justificación de la destrucción cultural de los esclavos, en
un concepto explicativo dentro del marxismo.
La sesmaría y la data minera14, como forma de propiedad cristalizaron en la fazenda y el ingenio según Ribeiro –y su maestro
Sergio Buarque de Holanda– en esos establecimientos se le otorgó
al mameluco una función económica, lo cual explica que éste se
haya vuelto contra el indio, el cual fue exterminado o huyó al bosque. La fazenda generó entonces nuevas interdependencias dentro
de la matriz: en el plano técnico, en la centralización directiva y
por su incidencia en la diferenciación rural-urbana. Y como toda
matriz social requiere de función intelectual, Ribeiro apela entonces a Mannheim,15 para explicar el rol en ella de los jesuitas, como
mucho antes lo había señalado Euclides Da Cunha.
Todo este proceso es una simple “proyección” sobre los núcleos
neobrasileños del progreso europeo, es por ello una “actualización histórica”, afirma el autor. Se trata de una configuración
sociocultural que controla nuevos espacios y transfigura sus pueblos en tanto sertanejos, caboclos, criollos, gauchos, caipiras, etc.
Lo cual se produce por el mecanismo de los “ciclos” económicos
–argumentado por Caio Prado Junior– ciclos marcados por el auge
y la posterior decadencia, con su consecuente “población residual”.16 Sólo la posterior industrialización del siglo XX, ampliando
el mercado interno, integrará aquellas regiones, mientras tanto,
todas las configuraciones son variantes del sistema de baja tecnología, organización adaptativa y de baja energía, que “reflejan” lo
agrario y autárquico de la fazenda colonial. Este atraso es condición necesaria de la dominación, mientras los agentes renovadomayo 2007 | nro.2
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res –en el siglo XX– son para las clases populares urbanas sus políticos, los cuales buscan aprovechar la modernización tanto como
los empresarios urbanos. Así aparece esbozada la justificación de
Ribeiro del carácter progresista de esos políticos.
Aquí es importante señalar que el autor pasa de la veta marxista
al antropólogo norteamericano Robert Redfield y de allí a los conceptos desarrollistas, un bricolage ideológico orientado a justificar
su apoyo al proceso que considera “moderno”, pero al cual tachará
mas abajo de neocolonial y “reflejo”. Por ejemplo, primero nos
dice que los pueblos nuevos tienen voluntad de progreso, que
cada carretera que se abre, quiebra una “isla arcaica... resultante
de la deculturación de las matrices originales”. Lo que explica que
cada miembro de ese pueblo quiere innovar, porque no está atado
a la tradición campesina, ni a una tribu, ni a la cultura folk –explicita así a Redfield– y, de ese modo, el progreso de la modernización va hacia la “unidad etniconacional” de hacer y pensar. Acto
seguido este argumento es refutado por el mismo Ribeiro, forzado
a cambiar de posición al tratar el latifundio, al cual adjudica haber
subordinado la formación del sistema vial y la estructura ferroviaria antes alabada.17
La sociedad desarrollada nacionalmente tiene al fazendeiro y
sus políticos, pero estos no son conductores de una sociedad
nacional, sino un “simple patronazgo privado” con una “ideología
fazendeira” que se considera civilizadora. Para Ribeiro esa clase
con su ideología combina forma feudal campesina, sujeta al señorío hereditario con el sistema capitalista de granjas. La coerción
sobre la mano de obra llevó a considerar feudal ese orden, pero
no se trata de relaciones esclavistas, feudales o semifeudales de
trabajo, sino de la “organización empresarial” que es capitalista
dice Darcy –ahora apoyado en Schumpeter. Luego vuelve a Marx:
se trata de un “modo de producción capitalista mercantil dentro de
una formación colonial-esclavista” que toma la forma grecorromana para constituir un “proletariado externo”.18 Cuando sea liberado, ese trabajador se hace aparcero, o sea que no accede a la
propiedad de la tierra y por eso no hay clase media rural sino simples grupos aislados entre sí.19
Ribeiro insiste en la reforma agraria como solución previendo
que en la medida en que el sector industrial no incorpore mano de
obra (por el aumento de la productividad tecnológica) no podrá
17 RIBEIRO, Las américas
... p. 247
18 Un análisis que se
basa en El capital y
en la obra anterior
Ribeiro, Darcy EL
PROCESO CIVILIZATORIO,
CEAL, Buenos Aires,
1968.
19 DARCY RIBEIRO, Las
américas ... p. 236238.
pampa | 41 |
20 JULIAO, FRANCISCO,
Brasil, antes y después, Latinoamerica,
México, 1967
21 En la bibliografía de
Las Américas...
incluye a Frondizi y
otros exponentes de
este pensamiento.
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absorber los contingentes de hambrientos, haciendo “inevitable”
una reforma agraria radical. Afirmación que le permite explicar
cómo la clase dominante presenta cientos de proyectos parlamentarios de reforma que son inconsistentes, a la vez que se apropia
de un análisis político-ideológico coincidente con los dirigentes de
las Ligas Campesinas20, las ideas de la nueva izquierda y con los
políticos trabalhistas como Brizola, quien estaba también exiliado
en Montevideo.
Jango impulsó la sindicalización rural y el Estatuto del Peón
apoyado en teorías desarrollistas, dice Ribeiro, esa es una aceleración progresista de la pequeña propiedad, que brindará estabilidad política a Brasil y cuenta con apoyo de grupos de izquierda y
el clero. Pero los campesinos fueron atacados por el ejercito, con
lo cual se había precipitado la división de las fuerzas políticas y
militares que sostenían las reformas. Éstas hubieran permitido la
“abolición progresiva del orden oligárquico”, eran la conquista de
dos millones de aparceros convertidos en enfiteutas con prerrogativas explícitas. El gobierno pagaba a los terratenientes una parte
en dinero y otra en títulos, ello bajaba el precio de la tierra, terminaba con la especulación y destruía la base electoral de la derecha, según el razonamiento ribeiriano.
Como se ve, la argumentación antropológica derivó en historia
económica y de allí en análisis político, sólo que este último no
requiere por parte de Ribeiro definiciones sobre los partidos ni
especificar las ideologías o mayores precisiones sobre los sectores
en disputa. Y ello es coherente con esa premisa que el desarrollismo impuso con vigor en Sudamérica, con expositores de la talla
de Rogelio Frigerio o Arturo Frondizi: habría un “movimiento
nacional” expresión de la “conciencia nacional” que podía subordinar los conflictos de clases y garantizar la realización de los intereses populares a través del control del Estado. Ribeiro aunque
adhiere a esa tesis21 –más aun lo hará a la vuelta del exilio– reconoce que su debilidad “esencial” estuvo constituida por esa dependencia de las fuerzas armadas. A su juicio, éstas fueron desviadas
del nacionalismo reformador y “retrocedieron” a defensores del
orden oligárquico-extranjero, por eso fracasó en la tentativa de
integrar y ampliar la base social brasileña.
Ribeiro presenta como “desvío” a la práctica militar por él
descripta, la cual se fundamenta en la “doctrina de la seguridad
mayo 2007 | nro.2
pampa extendida
nacional” a través del general-escritor Golbery de Couto Silva,
una corriente ideológica simétrica a la orientada en Argentina
por el general nacionalista Osiris Villegas.22 El problema para el
análisis ribeiriano reside en que esos militares también se definían precisamente como nacionalistas, eran industrialistas y, a la
vez, se mostraban muy dispuestos a sacar de los sistema políticos el populismo.
El dilema del reformismo
Al tratar el mundo urbano, Ribeiro lo señala resultante de la
civilización industrial “lejana” –europea– de la cual pasa a ser
“refleja” –brasileña-. Más tarde se impuso esa civilización neocolonial “incluido un sistema mundial que encuentra expresión en
centros industriales autónomos y rectores, como esferas periféricas y dependientes”.23 Al ser esa economía exportadora, con bajo
nivel tecnológico y sin calificación suficiente del trabajador, la
falta de capital y de mercado interno no llevan a la industrialización en Brasil, como sí ocurrió en Estados Unidos y Japón en el
siglo XIX. El primer período industrial local resulta de la máquina
de vapor aplicada al ingenio, a medios de transporte y a la hilandería. La segunda expansión industrial se basa en las centrales
hidroeléctricas que tendieron a concentrar fábricas en grandes
ciudades mientras las maquinarias de las unidades productivas,
obligan a la especialización y calificación obrera. Es a comienzos del siglo XX cuando Ribeiro ubica el desarrollo de una “conciencia nacionalista, conciente de la contradicción irreductible
entre los intereses nacionales y los extranjeros en materia de
industrialización”.24
A partir de 1930 la aceleración de la industrialización podía
dominar al sector agrícola y controlar el mercado interno, a pesar
de persistir algunas dificultades. Como tal industrialización dependía de la coyuntura internacional y de las guerras mundiales, faltaban maquinarias e insumos, y por eso Ribeiro no indica al elemento interno como determinante: “no fue el aislamiento en sí lo
que lo benefició, sino la interrupción del opresivo sistema de control e ingerencia externa”25 de los monopolios internacionales.
Pero, para el autor, la expansión se logra en 1943 por la instala-
22 DO COUTO E SILVA,
GOLBERY, Geopolítica
del Brasil, El Cid Editor, Buenos Aires,
1978 [1º ed 1963]
VILLEGAS, OSIRIS,
Guerra revolucionaria
comunista, Biblioteca
del Oficial, Buenos
Aires, 1962.
23 DARCY RIBEIRO, Las
américas ... p. 261
24 Al igual que con el
caso de las fuerzas
armadas, tal “conciencia” industrial no
demostró la práctica
prevista, en función
de tal “irreductible”
–según Ribeiro– contradicción.
25 DARCY RIBEIRO, Las
américas ... p. 267.
pampa | 43 |
ción de industrias básicas en Volta Redonda, o sea... lúcidas iniciativas estatales. Nuevamente el autor oscila desde la determinación en primera instancia económica a la verificación de la centralidad política –en este caso el Estado– que sólo pareció esbozada en términos de “conciencia”.
La industrialización protegida disputó las divisas al sector rural
de la economía, mientras entran los capitales norteamericanos que
explotan el consumo popular. Estos capitales instalaron “la bomba
que succiona los recursos naturales para solventar con ellos los
gastos de instalación”, de modo que, sin invertir en los sectores
básicos de la producción industrial, se imponen sobre el Estado
y las empresas locales atrasadas técnicamente. Pese a proponer
ejemplos muy concretos, Ribeiro define esa integración como
mecanismo “reflejo”, es una “industrialización inducida por la instalación de fábricas locales”. En realidad creemos que esta necesidad de expansión es inherente al capital, pero es convertida por
Ribeiro en un ejemplo de falsedad alienante:
“de las cuatro formas de dominación, la primera impedía la
industrialización; las otras dos, limitaban su expansión e
importaban la coparticipación de sus ganancias, la cuarta
resulta absorbente y alienadora”.26
26 Ibid. p. 269
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Es notable cómo la insistencia en la determinante estructural
obturó primero el razonamiento sobre la historia de la disputa
política del aparato estatal y luego llevó a nominar como “espontánea” la industrialización. Ribeiro no se detiene en sus obras a
explicar por qué un proceso institucional que primero señaló
como “falso” y “simulacro” pudo generar algo (el varguismo) que
luego él defiende como base de la autonomía nacional. Directamente nos dice que fortalecida la burguesía industrial, se definen
dos políticas industrialistas, una nacionalista estatal –de derecha–,
con centro en el sector básico; la otra política es más libreempresista, encarnada por Juscelino Kubitschek, alineado con la gran
corporación internacional instalada en Brasil. A este sector se le
cede de hecho el control del proceso de desarrollo, a lo cual Vargas
se negó con el suicidio. Pero recordemos aquí que el mismo
Ribeiro comenzó justificando las políticas de JK a quien ahora
convierte en agente imperialista. Debido al bajo poder de commayo 2007 | nro.2
pampa extendida
pra de las exportaciones, escasearon los “recursos nacionales”
para el Plan de Metas –demuestra Ribeiro– por lo cual salieron de
subsidios estatales y fueron pagados con inflación. Todos estos
fondos debían ir a la protección del sector estatal, pero no fue así
y se impuso una “recolonización” mero “reflejo” de carácter “neocolonial”, en palabras del autor. Del mismo modo que no le fue
necesario analizar el proceso político varguista, ni el de Dutra,
puede ahora Ribeiro asignar a Juscelino el papel de impulsorrepresentante de una política que afectó sectores concretos
como el mercado interno y las corporaciones extranjeras, las
cuales terminan definidas como puro “reflejo” distorsivo, cuando
el autor inició el análisis justificando el objetivo más ampuloso
del Plan de Metas: Brasilia.
A cambio del aporte de esas corporaciones extranjeras en el
plano tecnológico, se impone la industrialización “recolonizadora” sintetizada por las automotrices. El capital se transnacionalizó imponiendo un “sistema de plantas industriales extranjeras
instalado en su territorio”,27 que explica la ausencia de una burguesía combativa, la que existía terminó aliada al latifundio, que
era menos burgués pero más “nacional”. Si se suman los capitales
estatales con los privados nacionales, estos parecen superar a los
capitales externos, pero en la práctica política aquello se presentan unificados. Al actuar con esos criterios, concluye Darcy se
vuelven “extranjeros en su propio país” al cambiar las acciones de
sus empresas por acciones de las casas matrices.28 Recién aquí los
sectores populares urbanos 29 son atendidos por el análisis ribeiriano. Aparecen desencadenados por la inflación, que generó el
descontento obrero y la disputa por el ingreso. En esta disputa
cumplir el proyecto económico de la industrialización por sustitución de importaciones impuso el dilema político que llevó al suicidio de Vargas. A partir de ese momento ya no era posible evitar
las “reformas estructurales” y Joâo Goulart fue depuesto en 1964
justamente por intentar aplicarlas con la Ley de Remesas de Lucro,
una medida capitalista y nacionalista que no dio resultados.
Nuevamente el análisis antropológico presenta como “reflejas”
a fuerzas sociales que definieron una escena política en la cual el
intelectual Ribeiro jugó todos sus esfuerzos y terminó exigiendo al
político –la dirección populista– la realización de ese programa
estatista. La conclusión ribeiriana prescribe respecto de los gobier-
27 DARCY RIBEIRO, Las
américas ... p. 277
28 El autor –apoyándose
en Prebisch– indica
como esto constituye
un obstáculo a la
integración económica latinoamericana
por el poder de estos
capitales de influir en
cada mercado, los
ejecutivos de estas
empresas terminaran
teniendo más peso
que los presidentes.
Relaciona entonces el
aumento de la deuda
externa con el deterioro de los términos
del intercambio, que
afectan capacidad
brasileña de producción de divisas.
29 FRANCISCO WEEFORT,
“El populismo en la
política brasilera”, en
Brasil hoy, Siglo XXI,
1968.
pampa | 45 |
nos que él llama “reformistas” que cuanto más apoyo democrático
tienen, más próximo está el golpe militar y más distante la realización de las reformas, porque éstas terminan oponiendo sus
objetivos –que afectan a las clases dominantes– con los apoyos
en estructuras de poder inestables y conciliadoras. De este modo
es tratada la experiencia brasileña como la de otros países latinoamericanos, y caso por caso, la antropología, la sociología y la historia económica prestan sus conceptos al lenguaje con el cual
Ribeiro definió su política o –dicho de otro modo– intentaba revelar los límites del populismo y el desarrollismo, límites contra los
cuales se rebeló personalmente intentando volver a Brasil en
1969, donde fue rápidamente encarcelado por los militares, quienes lo forzaron al nuevo exilio hasta que terminaron los setenta.
A modo de conclusión
30 ALTAMIRANO, CARLOS,
“Intelectuales” en
Diccionario de Términos de Sociología
de la Cultura, Buenos
Aires, Paidos, 2002.
31 Cuestión ampliamente debatida entrados los setenta en
torno a la cuestión de
las “ideas-fuera-delugar” tratados por
Roberto Schwarz,
Silviano Santiago y
otros en torno al problema del liberalismo
brasileño y sobre la
crítica literaria, ver
AMANTE, ADRIANA y
GARRAMUÑO, FLORENCIA, Absurdo
Brasil, Buenos Aires,
Biblos, 2001, p 45-78
| 46 | pampa
El problema de lazo entre cientistas sociales y política ha tenido
un amplio debate en el siglo XX.30 En Ribeiro, esta relación se
construyó de modo tan permeable –como en un conjunto más
amplio de intelectuales– que le permitió trabajar con categorías
ideológicas e inserciones institucionales de un amplio espectro. Ya
señalé la inscripción de las preguntas antropológicas dentro una
construcción estatal de la ideología nacionalista vinculada con la
formación del mundo académico brasileño, en el sentido indicado
por Peirano, autora que muestra la definición de los antropólogos
brasileños en tanto científicos y ciudadanos. Pero aquí profundizamos en la relación de Ribeiro con el desarrollismo y el populismo
hasta 1964, y el trabajo de los conceptos de su antropología civilizatoria con las prácticas políticas, que él pretendía fusionar con
las científicas y que así las presenta al hacer su lectura política.
El reiterado concepto de “reflejo” está en contacto con el problema del original y la copia, de larga data en la historia de las
ideas latinoamericanas.31 En el análisis sobre los brasileños, para el
autor hay un lugar geográfico y económico que sería el verdadero,
el central, y otro que sería su copia o “reflejo”, el periférico.
Ribeiro rechaza el etapismo y el carácter unilineal de la historia,
lo que hace con el concepto de “reflejo” es evitar la sucesión temporal de un momento o proceso histórico detrás de otro, sino que
mayo 2007 | nro.2
pampa extendida
busca ubicarlos en una propuesta de multilinealidad evolutiva, de
modo que los momentos quedan situados a veces en forma sucesiva –por eso puede hablar de “atraso” y “progreso”– pero también
pueden quedar situados unos frente a otros –y la fazenda ser el
“proletariado externo” respecto de la revolución industrial–. El
“reflejo” pese a ser deformación se le presenta a Ribeiro en tanto
falsedad como materialidad, así ocurre con la señalada “modernización refleja”. Dentro de esta argumentación no estarían tan
“fuera de lugar” las ideas o líneas políticas en disputa, lo importante es dirimir cuál es la que se impone, si el original o el
“reflejo”. Y esta disputa se resuelve por medio de la fuerza, en un
esquema similar al empleado por Ribeiro para definir la transfiguración étnica, la diferencia reside entonces en la capacidad de
unos pueblos para desplegar la violencia y dominar a los otros, es
por ello que los elementos “reflejos” pueden ser simulacros pero a
la vez modificar situaciones políticas y la inversa: una nueva configuración “auténtica” por medio de esfuerzos tenaces podía romper con la configuración espuria-alienante-refleja.
El análisis histórico ribeiriano llega a lo político apelando a conceptos marxistas y desarrollistas, ambos acervos se sostienen en su
escrito casi autobiográfico en una extensión de fuerzas que evolucionan gradualmente en el plano económico social. Apelando al
acervo marxista el autor dispone la contradicción entre fuerzas
productivas y las relaciones de producción con las superestructuras ideológicas; apelando al desarrollismo, nos presenta relaciones
entre estructuras adaptativas, asociativas e ideológicas determinadas por el factor tecnológico-energético, junto con un movimiento
socioeconómico polarizado desde las ciudades. En tal conjunción
se puede comprender que hay cambio –o una revolución– cuyo
sujeto no está prescripto en una política sino que está subordinado
al funcionamiento de ese nivel económico social. Por eso decimos
que no es claro en esta tesis ribeiriana por qué aparecen los reformistas o cuál es la causa de que no haya revoluciones. No aparece
en la explicación del reformismo populista una fuerza, un exceso
–en el sentido planteado por Laclau– que explique la nominación
de “pueblo”. Éste está predefinido ya desde el mecanismo de la
“protocélula”. Está ahí, luego de la llegada de los inmigrantes y la
industrialización: disponible y dispuesto para un nuevo liderazgo.
Por eso podemos decir que hay una reivindicación ribeiriana del
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Estado, objeto en disputa y simultáneamente sujeto político, y la
certeza de ese Estado como garantía de la movilización popular.
En cierto modo se puede filiar aquella operatoria ribeiriana con el
actual planteo de Laclau sobre la revolución democrática
“Que ocurre si, en un determinado país, la tarea de derrocar
al feudalismo retiene toda su centralidad, pero la burguesía
como fuerza social es demasiado débil para llevar a cabo su
propia revolución democrática? En este caso la revolución
democrática permanece en la agenda histórica, pero su
carácter burgués se vuelve cada vez más problemático. Su
liderazgo debe ser transferido a diferentes actores históricos,
y todo tipo de articulaciones no ortodoxas entre actores y
tareas se vuelve posible”32.
32 LACLAU, ERNESTO, La
razón populista, FCE,
Buenos Aires, 2005
p.158
33 RIBEIRO, DARCY,
Frontera indígena de
la civilización,
México, siglo XXI,
1971, p. 4
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Una afinidad argumental, para la cual el argentino requiere dar
el paso previo de “desencializar” a las clases sociales, algo distante
de las ideas de Ribeiro, quien continuó desarrollando su historia
centrada en o povo brasileiro. Pero, dejar abierto a ese “todo tipo
de articulaciones” tal liderazgo, expuso ya en 1964 –y en otros
procesos latinoamericanos– a terminar esperando el apoyo de un
sostén que se siempre faltó a la cita: sean las Fuerzas Amadas, los
liderazgos o el mismo Estado.
Insistimos en que Ribeiro daba un espacio en la formulación
teórica al marxismo –y en varios tramos de su obra a Lenin– atribuyendo significativo peso a la “lucha de los pueblos” en las introducciones teórico-metodológicas de sus obras. Pero sostenemos
que Ribeiro en tanto político buscaba hacer las transformaciones
estructurales desde arriba –Servicio de Protección a los Indios,
Unesco, Poder Ejecutivo–. Desde las estructuras internacionales,
como indica en Frontera, su pretensión era salvar a los indios,
conseguir que “les abran perspectivas de supervivencia y un destino mejor”.33 Desde esta perspectiva, no se presenta como central la forma de protagonismo indio en tanto sujeto. Algo similar
ocurre en Las américas y la civilización, donde las determinaciones se pueden observar en categorías como “protocélula”, “actualización histórica” y “aceleración”, las cuales dejan poco espacio
para el conflicto y la emergencia de los sujetos. Esto último se
hace más evidente cuando debe explicitar su postura sobre el
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pampa extendida
proceso político brasileño: mínima presencia de los movimientos
intelectuales, militares u obreros y una módica presencia de los
campesinos. Basta confrontar –dentro de la misma obra– el análisis sobre Brasil con el de Argentina. Allí la lectura se puebla de
movimientos de obreros, de sectores populares y de ideologías,
aunque no deja de centralizar sus expectativas en algún sector
de las fuerzas armadas.34
Es Ribeiro quien queda atrapado en el dilema inicial. Reitera
que las Fuerzas Armadas eran la debilidad del esquema reformista,
lo cual implica romper con la base de apoyo en que se sostuvo ese
reformismo según la visión de la izquierda nacionalista de esa
época. Llega a impugnar tal base de apoyo, pero no puede definir
otro sujeto, porque ese camino llevaba a la definición contra el
parlamentarismo, postura que siguió la izquierda revolucionaria
que terminó adoptando la lucha armada en Brasil. También diverge
su análisis de otras obras que simultáneamente –entre 1966 y
1967– son producidas por los otros marxistas residentes en Chile,
agrupados en el CESO, Centro de Estudios Socioeconómicos en
Santiago de Chile. Estos impugnaban la vía populista para la revolución latinoamericana y brasileña, que estaba limitada estructuralmente por el desarrollo dependiente. Era la postura defendida
por parte de Tehotonio dos Santos, Francisco Weefort, Fernando
Henrique Cardoso y Enzo Faletto, tesitura que se difundía y discutía también en Francia incorporando a Helio Jaguaribe y Celso
Furtado, quien estaba en la Sorbona dando clases. Postura de
amplia repercusión europea al ser publicada en Les temps modernes, y de similar circulación latinoamericana al ser traducida por
la editorial Siglo XXI en forma de libro.35
Ribeiro diverge en esa época con la línea oficial del PCB encarnada por Prestes, quien negaba la existencia de un golpe de Estado
aún en marzo de 1964 –cuando afirmaba que “los comunistas
están en el poder”– a la vez que toma distancia de la lucha armada
emprendida por guevaristas y maoístas escindidos de ese partido.
Las definiciones del balance, en las categorías y aparato de citas
se contactan con la crisis de los Partidos Comunistas latinoamericanos, evidente en las citas al uruguayo Rodney Arismendi, las críticas a la izquierda argentina hechas desde una argumentación
afín a la radicalización peronista y la exaltación de los militares
peruanistas. Ribeiro se aproxima a la Revolución Cubana, impug-
34 RIBEIRO, DARCY,
Las américas...
pp. 474-479.
35 CARDOSO, FERNANDO
HENRIQUE y FALETTO,
OSVALDO, Desarrollo
y dependencia en
América Latina,
Santiago, Siglo XXI,
1969. Los trabajos
fueron debatidos en
1966, como asegura
en el prefacio. En
Francia A. Callado,
F. H. Cardoso,
O. M. Carpeaux,
F. Fernandes, C.
Furtado, H. Jaguaribe,
J. Leite Lopes y F.
Weffort escriben en
Les temps modernes,
num. 267, octubre de
1967.
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nando relativamente la transición pacífica al socialismo, para ello
se distancia del desarrollismos criticando el rol del capital externo
y apela al althusserianismo para retomar un marxismo renovado.
En última instancia, las oscilaciones entre introducciones socioantropológicas y las convocatorias históricas en clave revolucionaria presentan contradicciones que remiten a la frustración del
proceso desarrollista y populista, las cuales fueron el objeto de
cuestionamiento de la nueva izquierda –y de otros grupos intelectuales– en Brasil bajo la dictadura, cuestionamientos que
afectaban las ideas centrales de Ribeiro. Estos sometieron tales
oscilaciones y esas figuras políticas al rol de los impotentes personajes de Glauber Rocha en el film Terra em trance: intelectuales sumidos en el discurso nacionalista, subordinados a un líder
populista en el cual desconfían, terminan asistiendo a la entrega
pacífica del poder político al golpismo militar y las empresas
transnacionales, por parte de ese líder que argumenta que así
evita un baño de sangre. | pampa
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“El espectáculo percibido en su totalidad es tanto
el resultado como el proyecto del existente modo
de producción. No es un suplemento al mundo
real, una decoración adicional. Es el corazón de
la irrealidad de la verdadera sociedad. En todas sus específicas formas, como información o propaganda, como publicidad o directo consumo de entretenimiento, el espectáculo es el modo presente de la vida socialmente dominante.
Es la omnipresente afirmación de la elección ya realizada
en producción y su corolaria consumición. La forma y contenido del espectáculo son idénticamente la total justificación de las condiciones y metas del sistema existente. El
espectáculo es también la permanente presencia de esta justificación, desde que ocupa la mayor parte del tiempo
vivido fuera de la producción moderna”.
GUY DEBORD, LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO1
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por PABLO S. ALONSO
Pasó el verano, posiblemente –en segundo lugar tras los
mundiales de fútbol– el momento más irritante a la hora de
padecer la inventiva de los creativos publicitarios, los directivos de
televisión, los editores de prensa y, sobre todo, los que deciden en
cada gran empresa qué van a vender y cómo. La oferta y presentación de productos y temas de agenda en los medios de comunicación acentuaron –por la naturaleza estival– una tendencia
paradójicamente creciente –es decir, que en el invierno del próximo año muy posiblemente será aún más asfixiante–, de la visión
y consumición de todo bajo una lógica espectacularizante.
Pero no hay que caer en el error, no obstante, de pensar que la
lógica del espectáculo solo es promovida por los medios masivos
de comunicación y los aparatos publicitarios –la manifestación más
superficial para Debord. Tras esta razón aparentemente basada en
índices de mercado y necesidades sociales percibidas –la falacia
justificatoria, tantas veces escuchada, de “Es lo que quiere la
gente”– hay “una visión del mundo que se ha vuelto objetivada”2;
un sentido único travestido como sentido común.
Las tandas publicitarias en tv y radio, los afiches en medios gráficos y vía pública, la programación televisiva, las nociones de
“cultura”, la circulación de la información y temas de discusión
–incluyendo la política– están cada vez más enfilados tras un
mismo y único objetivo, que no es tan nuevo si se tiene en cuenta
esta cita de Feuerbach que Debord rescató cuatro décadas atrás:
“Ciertamente, para la era presente, que prefiere el signo a lo que
está siendo significado, la copia al original, la representación a la
realidad, la apariencia a la esencia... solo la ilusión es sagrada, la
verdad es profana”3.”Todo lo que era directamente vivido se ha
vuelto una representación.”4, sentenciaba Debord a continuación.
Y esta representación logra alimentarse de circulaciones simbólicas o matrices teóricas, mediante –según el caso– la apropiación,
1 DEBORD, GUY, La
Société du Spectacle .
París, 1967. Traducido
de la versión inglesa
publicada por Black &
Red en 1983. Capítulo
1, sexto postulado.
2 DEBORD, Capítulo 1,
quinto postulado.
3 LUDWIG FEUERBACH,
prefacio a la segunda
edición de La Esencia
del Cristianismo,
citado en DEBORD,
capítulo 1, introducción.
4 DEBORD, Capítulo 1,
primer postulado.
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la cooptación, el parasitazgo, el corrompimiento, cuando no directamente el robo o el vaciamiento.
En la licuadora se incluyen –por nombras algunos factores– la
parodia pero nunca la sátira (la diferencia entre una imitación de
Kirchner por Cherutti y el uso de la voz presidencial en Barcelona);
el humor absurdo (hace unos años El Turco García le explicaba
a unos alumnos de la escuela primaria el ciclo de la vida
humana en Todo por $2; hoy el Beto Acosta aparece en un spot
de Quilmes para que su apellido juegue con el significante
“costa”); una política estatal de derechos humanos que casi
nunca pasa de superficialidades significantes, la cópula de la
apología del pastiche y “el fin de la historia” y “la muerte de las
ideologías” (sentencias que no son otra cosa que productos ideológicos); el uso de cualquier herramienta académica como justificatoria de productos como Gran Hermano; la usufructuación
desde los medios y desde el Poder de la “cultura” (que cada vez
hay más y más, parece); la noción en aumento del cuerpo como
un auto tuneado (agua mineral “antioxidante”, yogur para el
“transito lento”5, una gaseosa para acompañar una vida al límite
pero eso sí, sin azúcar) vinculado a un plusvalor de consumo
como si el deseo originario fuese insuficiente y debiese complementarse con una necesidad (además de esos productos, el postre para niños que puede reemplazar a la leche diaria); el periodista “serio” o “comprometido” devenido en cara o voz de un
producto (Jorge Lanata, ya que está prohibida la publicidad de
cigarrillos, vendiendo gaseosa; María Laura Santillán, “periodista
de investigación” autentificando el poder purgante de un yogur);
el drama social como comidilla de la grilla de programación;
además de los casos a continuación comentados.
5 Actis Regularis, un
nombre a la medida
de las capacidades
lingüísitcas de
Mariano Grondona.
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Parrafaseando al musicalizador –y voz legitimante de la campaña de verano de CTI– Bobby Flores: “es muy difícil escapar al
tema del verano”. Más difícil era huir de una campaña como ésta,
todo un éxito de repercusión, que atacó por todos los flancos posibles que ofrecen los medios actualmente. Primer ejemplo del
cinismo metadiscursivo tan caro a los piolas, modernos, mandibuleantemente geniales y todopoderosos publicistas argentinos.
Como tantas otras publicidades actuales, presentaba la autoconciencia de estar vendiendo basura, o al menos utilizar basura para
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promocionar sus productos. El cinismo estaba simultáneamente
ocultado y mostrado sobre el doble discurso de la musicalización
del comercial. Por un lado, el yingle que parodiaba –pero no hacía
más que reproducir– el típico tema descartable, bailable, con inflexiones vocales caribeñas, que se manufactura con cada nueva
temporada de playa, importado desde regiones tropicales o craneado –como en este caso– en un estudio de la Capital Federal. Un
texto –y un acompañamiento visual– inclusivo –mecanismo típico
para cada verano y cada mundial de fútbol– que permitía reunir
todos los arquetipos o clichés del imaginario de una playa de la
costa bonaerense, presentes desde las aglomeraciones de las playas más populares y con más densidad por metro cuadrado de
arena, hasta en los balnearios más selectos. Todos eran retratados,
porque todos eran consumidores buscados. Rematese la canción
con un estribillo que burla como perpetúa –porque no deja de
cumplir una función ganchera que hace que hasta los nenes de
cinco años lo canten– las alusiones sexuales tan sutiles de este tipo
de canciones: “Claro que te clavo la sombrilla”. Ni las fuerzas
aunadas –mediante invocación ectoplasmática– de los hermanos
Sofovich y Enrique Carreras lo podrían haber hecho mejor.
Y justo cuando el tema del verano era la condena inevitable a
la que había que resignarse si se quería ver un poco de sol, playa
y personas sexualmente atractivas, aparecía el Celular Salvador
con reproductor de mp3, gracias al cual el usuario de CTI –representado por un joven rigurosamente seleccionado en un casting
que lo proponía como referente de identificación de algunos sectores y modelo anhelado por otros–, podía calzarse los auriculares
y protegerse –como quien se pone bronceador para no quemarse–
escuchando reggae. Todo lo que se puede leer de este comercial
a partir de ese momento son contradicciones. Ese reggae, completamente anodino, libre de melodía, pasteurizado hasta las convenciones mínimas del género que postulan su función hedonista
despojándolo de cualquier carga política, social o espiritual –las
características del mejor reggae–, no sólo fue seguramente hecho
por la misma agencia de yingles publicitarios que “el tema del
verano” sino que incluso les requirió menos esfuerzo e imaginación. Hay muchas más marcas de autor e ideas en un yingle que
parodia un género comercial de temporada hasta ser tan o más
pegadizo e insoportable que el modelo original, que en un ejerpampa | 55 |
6 Momento en homenaje a la señora
Beatriz Sarlo, la Susan
Sontag argentina (y
más guapa aún).
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cicio de estilo completamente vacío de personalidad. Lo curioso
es que éste último es el que la compañía supuestamente proponía
como música “buena” o “de verdad” y como escape/antídoto/protector/repelente al hit masivo. Lo insulso de ese reggae deschava
la ilusión de personalidad, identidad o individualidad que se le
propone al usuario en esta clase de comerciales. Se le ofrece,
mediante el consumo del producto, una promesa de diferenciación que se resuelve en una masa de “individuos” que no son más
que un conjunto de sujetos atrapados por una gran red de pesca
donde la carnada era el caramelo de la autonomía y la libertad
estética. No por nada hay otro spot de CTI, más breve, donde la
letra del “tema del verano” cambiaba para presentar la propuesta
de la promoción. La empresa no comunicaba mediante la música
que supuestamente traía el escape de la masificación, la libertad
de elección del individuo; lo que vendía era el sol que quemaba
espaldas en pleno mediodía. Ese es el cinismo; un discurso a nivel
meta que podría rezar “Sí, te estamos vendiendo basura. No respondemos a una necesidad tuya; te la estamos creando ¿y qué?”
Ese relativismo contemporáneo es una herramienta más del Capital para maximizar beneficios, extrayendo ganancias hasta del
último rincón.
No por nada otra compañía de celular se llama “Personal”: se
vende un espejismo de personalidad, de distinción, un fetiche de
reafirmación para las clases más pudientes, una sensación de
nivelación de las clases medias para con las anteriores, y un
tótem de acceso, de inclusión, para los más carenciados. En ellos
está buena parte del negocio de la telefonía celular: el consumidor menos cautivo, el menos necesitado del aparato en un sentido práctico. Hace un par de años vi6, durante un viaje en colectivo, a una decena de chicos acompañados de un mayor, que se
dirigían a Retiro, compartiendo un único celular entre todos,
donde cada uno podía chequear sus mensajes de texto, o simplemente jugar con el menú. Ahí está uno de los mayores triunfos de
las multinacionales de las comunicaciones. La inclusión, entonces, funciona en tres planos: el socioeconómico, el estético y el
de conductas sociales, como se ve en la campaña de Movistar
protagonizada por el aparato/nerd Gerardo. En realidad, se trata
–como pasa en la sponsorización en el mercado musical– de que
todos nos podamos encontrar sanos, salvos y felices bajo una
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Gran Estética Identitaria Homogénea, como pasa en la playa de
CTI. Y para que todos nos encontremos en un mismo nivel de
competencias, la cultura del Celular propone un manejo de la
jerga técnica como herramienta propia de dialogo entre usuarios.
En poco tiempo, se ha logrado hacer un fetiche de las especificaciones de un modelo telefónico, que se puede convertir en un
tema de conversación, a un nivel que no se había logrado hacer
ni con las computadoras, ni los dvds, ni los equipos de audio. Por
supuesto, no importa que los usuarios puedan tener una noción
práctica de la diferencia entre 100000 y 1000000 de colores en
su pantallita, ni qué usos se le pueden dar; lo que cuenta es la funcionalidad del chiche-vuelto-fetiche tecnológico como proveedor
de small talk en el día a día.
Las marcas de telefonía celular se diferencian sólo en sus nombres. Casi lo mismo se puede decir de los medios gráficos. Los
estilos de comunicación, manejo de la estética, y propuestas de
sentido son cada vez más homogéneos. Este verano los kioscos
estuvieron pletóricos de ejemplos entre los distintos (pero parecidos) ejemplares. Ciertas revistas periodísticas de periodicidad
semanal –las que edita el Gobierno incluidas– se distinguen en su
tapa prácticamente nada más que por su nombre7. El calco de
contenidos de agenda ha mostrado este verano –además de la
saga Gran Hermano– una tendencia al morbo de poder ofrecer al
lector echar un vistazo a la noche vip de drogas y prostitución en
la costa y Buenos Aires, también atractivos para el turismo sexual
del exterior gracias al peso hundido, o simplemente proclamar un
nuevo auge de la clásica “trampa”. Hubo un desplazamiento desde
la denuncia, en pleno menemismo, de las fiestas negras que
gozaban los poderosos –con el caso María Soledad como paradigma– a esta propuesta de contemplación voyeurística donde lo
oscuro se espectaculariza, teñido de un glamour prohibido que
busca satisfacer la pulsión escópica del que lo mira desde afuera,
una mirada envidiosa que ya no se escandaliza, sino que sublima
una admiración por algo que no está a su alcance. El fin del uno
a uno redujo a muchos de protagonista a simple consumidor a
través de los medios, quien “cuando más contempla menos vive;
cuando más acepta reconocerse a sí mismo en las dominantes
imágenes de necesidad, menos entiende su propia existencia y
sus propios deseos.”8
7 A excepción de las
tapas que son operaciones –de medios en
el payroll del Estado
nacional– contra editoriales que operan
contra el Gobierno en
sus propias portadas.
8 DEBORD, Capítulo 1,
treintagésimo postulado.
pampa | 57 |
9 Nora (Dalmasso),
Matías (Bragagnolo),
Ariel (Malvino), Axel
(Blumberg)... en este
país, para que los
medios se refieran a
alguien sólo por el
primer nombre hay
que ser o un ídolo
masivo (Charly, Diego,
Fito) o un rico con
muerte violenta.
Nótese que la referencia a Jorge Julio López
por su segundo nombre suele darse sólo
en los que activamente piden por su
aparición y no en los
medios que informan
sobre el tema.
10 Aquel ciclo que pretende, bajo buenos
elencos y psicología
barata que presume
observar a las protagonistas bajo un estado
primal de niña; presentar como un producto serio y de calidad lo que no es más
que la explotación de
desgracias reales –lo
que, por supuesto,
agrega gancho morboso– siguiendo dos
coordenadas constantes y formulaicas:
sexo y violencia.
11 Eso sí, tal vez no
hubiese podido vender la lata al resto de
Latinoamérica.
12 Parrafaseando al
Voloshinov de El
signo ideológico y la
filosofía.
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La espectacularización de lo inalcanzable explica también la
fascinación por el caso Nora Dalmasso. “La apetecible Norita9
Dalmasso”, como la podría haber definido Héctor Ricardo García
en La Pavada. Si Adrián Suar produjese un telefilm sobre el crimen utilizándola estética de Mujeres Asesinas10, obtendría mejores resultados económicos11 –mejor rating y una producción más
barata– que con su traducción casi literal de Desperate Housewives,
demasiado norteamericana para interesar al espectador promedio,
más interesado en la clásica secuencia sexo-prohibido-seguidode-muerte, con su moralina castigadora tan típica de película de
terror protagonizada por adolescentes.
No es casualidad que el mercado se haya apoderado del Big
Brother que George Orwell creó como advertencia de un futuro
que estaba llegando donde las sociedades de control eliminarían
todo vestigio de autonomía individual. El cinismo del capitalismo actual resignifica sujetos y objetos; busca postergar lo más
posible el decrecimiento de la tasa de beneficio a la vez que trastorna los signos para que refracten y no reflejen12 sobre sus consumidores los tiempos que corren. La corporación que emprenda
estas farsas televisivas tendrá la aquiescencia de otras empresas
y medios que quieren su parte de la torta. Lo vimos el año
pasado con los Bailando y Cantando (y futuramente Patinando)
por Un Sueño y lo padecimos este verano (y este otoño) con Gran
Hermano ‘07, y el flamante Circo de Susana Giménez. Magazines
televisivos, noticieros conducidos por periodistas “serios”, suplementos de espectáculos con cobertura diaria y a página completa, revistas de chimentos, de actualidad y de publicaciones
masculinas que le dan la tapa, charlas distendidas y jocosas en
radio, y los programas que trabajan con el archivo que nos permiten consumir esa basura lavándonos las manos de culpa porque supuestamente estamos asistiendo a un retrato crítico de la
realidad; todos buscan su tajada. No importa si bien o si mal, lo
que importa es que se hable. Todos comen y se alimentan del
producto, lo reporten, lo celebren o lo denosten. Los medios
oscilan entre el debate “sesudo”, la búsqueda de carne –literalmente– para vender, o los “descubrimientos” vinculados a la
vida fuera de la Casa o al pasado de los involucrados, lo que
oscila desde el “novio oculto” de una de las participantes hasta
el pasado en el PC del productor del ciclo.
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El Paparazzi es un ejemplo explícitamente perfecto: una publicación de la Editorial Atlantida –parte del conglomerado que incluye
a Telefé– dirigida por Luis Ventura, el coequiper de Jorge Rial –quien
antes, fuera de la torta, claro, calificaba al programa de campo de
concentración– en Intrusos, el programa de chimentos de América
que es uno de los tantos satélites que tiene Gran Hermano. Actualmente la revista se dedica a producir objetos sexuales de consumo,
provenientes todos de las filas de GH. Hay un motivo para que este
año no haya habido ningún gran escándalo de vedettes en Mar del
Plata o Villa Carlos Paz: la renta estaba en otro lado. No casualmente, de toda la estampida de opiniones sobre este formato de programa, la más acertada fue de alguien que está muerto desde hace
unas semanas. Página/12 citó estas palabras de Jean Baudrillard:
“Una operación como Gran Hermano hace visible una imagen
de certeza de la realidad, una trasposición de la vida cotidiana,
según el modelo dominante. (...) No se trata de sexo aquí sino
del espectáculo de la banalidad que constituye hoy día la verdadera obscenidad. En el momento mismo en que le resulta imposible ofrecer una imagen de los eventos del mundo, la televisión
se dedica a “desocultar” la vida cotidiana, la banalidad existencial como el evento más escalofriante, la actualidad más violenta, el lugar mismo del crimen perfecto. Y la gente –yo, ustedes, cualquiera– queda aterrorizada y fascinada ante la indiferencia de este “nada que ver”, “nada que decir”, la indiferencia
de lo mismo, de su propia existencia, asumiendo la banalidad
como destino, como el nuevo rostro de la fatalidad.” 13
(y continuando con las citas de alto vuelo...)
Qué apuro
Ya está: Britney Spears dejó de ser una diva. ¿Por? Venía en su
auto cuando le agarraron ganas de hacer caca y se metió a
hacer en... ¡una estación de servicio!
El canje de París
Ron Jeremy es un actor porno feo como él solito, pero bien
dotado. París Hilton le pidió que le muestre el miembro y él,
pícaro, pidió trueque: “Vos mostrame tus tetas”.
Estas “noticias” fueron publicadas –junto a sendas fotos de las
damas– en el extremo superior de la página 3 del suplemento Espec-
13 De un coloquio brindado en Paris en
Mayo de 2004, parcialmente reproducido en el suplemento
Radar de Página/12,
el domingo 11 de
Marzo del presente
año.
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14 Aunque pueda llegar
a parecer un quejido
burgués, la crítica al
suplemento Espectáculos de Clarín no es
nada ingenua si se
piensa que muchos
argentinos tienen ese
medio como única
referencia de lo que
pasa en la actualidad
del cine, el teatro, la
televisión, la música,
la radio... y por cierto
no hay por qué pensar
que –permitiendo eso–
el resto del diario se
maneje por parámetros muchos más elevados de calidad y
rigor informativos y
críticos. También dice
mucho de qué tipo de
lector busca o quiere
construir el diario más
popular del país.
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táculos de Clarín, el viernes 4 y el domingo 9 de febrero, respectivamente. Son dos ejemplos de lo que ya se ha vuelto habitual en el
suplemento, además de los errores factuales, ortográficos y de sintaxis. Aparentemente la revista de los viernes Sal! funcionaba tan bien
que decidieron cerrarla –ahorrando de paso gastos de papel– e incorporar su formato “Semanario x E! Entertainment” al formato diario14.
Y es que la lógica E! se ha extendido transversalmente a (muchísimos) otros medios. El “Suplemento Joven” del mismo diario se
refería –en la última encuesta de fin de año– a los votos de músicos y personas de medios como la opinión de “los famosos”.
Parece una verdad difícil siquiera de conceptualizar para muchos:
la constante nivelación para abajo en la calidad, el vacío representativo, la farandulización total, lo espectacular y la “rascada
mutua y redituable de espaldas” como únicas lógicas; han llegado a un punto tal de saturación –que, empero, mientras los
beneficios no decaigan, va a seguir siendo cada vez mayor– mundial que parece ser tomado con tanta naturalidad e inevitabilidad
como el recalentamiento global.
La política y la manera en que ésta se explica no está para nada
ajena a esto. La información sobre la campaña electoral está organizada de la misma forma en que se chismorrotea sobre la farándula o se comentan los pases de futbolistas entre torneo y torneo.
El “menemato” (a decir de la corriente crítica Borón-Fucks) no se
terminó, pese a que el actual Gobierno no sea, o no parezca ser,
tan burdo. “Memoria con Botox, Malba y Pilates” es una ecuación espectacular un tanto más elaborada que “Pizza con champagne”, pero el resultado siempre es el mismo; sólo que, al compás de la maquinaria mundial del Entretenimiento, cada vez peor.
Sobre todo en un país como éste, con las contradicciones tan a
flor de piel, en el que –por dar un par de ejemplos típicos, sobre
todo en verano, de esta sociedad mediatizada– de repente somos
un país desinhibido para hablar de sexo porque una sexóloga gordita y simpática viene de visita con un programa –y una columna
en la revista dominical del mismo pulpo– donde las famosas
hablan de su punto G y los famosos revelan sus records amatorios
en una noche, mientras las deficiencias de educación sexual en
un país con cerca de la mitad de la población bajo la línea de
pobreza son atroces. Un país donde cada vez hay más mujeresobjeto con poca ropa o desnudas en tapas de revistas pero donde
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se muestra menos que hace dos décadas en pleno destape alfonsinista, reforzando la sublimación estética –denunciada hace 60
años por Adorno y Horkheimer15– que muestra y sugiere a la vez
que reprime.
No es necesario imaginar el fin del mundo por fuego o hielo –
hay otras dos posibilidades: una es el papeleo, y la otra es la nostalgia. Cuando computás la longitud de tiempo entre El Evento y
La Nostalgia Por El Evento, el span parece ser aproximadamente
un año menos en cada ciclo. Eventualmente dentro del próximo
cuarto de siglo, los ciclos de nostalgia estarán tan unidos entre
sí que la gente no será capaz de dar un paso sin estar nostálgica
por el paso que acaban de dar. En ese punto, todo se detiene.
Muerte por Nostalgia. FRANK ZAPPA16
La nostalgia sobre los 80 –y hasta en cierto caso los 90, como
el “tema del verano” de CTI– es el resultado de querer apelar a la
infancia y primera adolescencia de los nuevos integrantes de la
población económicamente activa y a la necesidad de encontrar
–o reflotar– viejos/nuevos objetos para su reentré en el circuito de
producción y consumo. Comparado con los retrofenómenos de
los 60 y 70s, hay un mayor sobreentendido irónico de saber que
se está exhumando y volviendo a vender y consumir algo que
debería haberse quedado en el recuerdo. No es simplemente reeditar una cuestión estética que, fuera de contexto, puede ser
material de risas. Lo que evidencia este revival es el deseo de
regenerar ganancias con productos de baja calidad cuyo ciclo
comercial en el mercado había concluido hace tiempo en la mesa
de saldos y en la bateas de usados. Sólo mediante el artificio de
un acto de consumo “irónico” se puede legitimar la regurgitación
de basura eximiendo de culpas a sus mercaderes y a sus consumidores. El canal VH1 está hoy estructurado sobre esa premisa, la
lógica E! mencionada anteriormente. Y así entramos en el octavo
año de una década que, salvo las manifestaciones ligadas expresamente al desarrollo tecnológico, prácticamente no ha aportado
ninguna estética propia.
Ninguna mayor corriente de música rock ocurrió jamás sin ser
capaz de vestirse para ello. En otras palabras, no podés tener una
15 En su Dialéctica del
Iluminismo (1947)
16 En The Real Frank
Zappa Book, de
Frank Zappa con
Peter Occhiogrosso.
© 1989 Frank
Zappa. La negrita es
del original.
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moda en música, en lo que a música pop respecta, a menos que
haya un uniforme que puedas vestir que encaje, que deje al consumidor participar en la fantasía (...) Las compañías no van a
invertir fuertemente para promocionar a un grupo sólo porque
canten bien, toquen bien, escriban bien. Los billetes van a ir a
ese grupo cuando alguien en una oficina huela la posibilidad de
publicidad co-operativa y promociones co-operativas con gaseosas, con bebidas alcohólicas, con fabricantes de ropa (...) Vos unís
tu producto al último grupo de rock con un video, sponsoreás la
gira de ese grupo, ponés tus carteles por sobre todo el lugar
cuando el grupo llega a la ciudad. No es sólo que el grupo ha aparecido en tu comercial en televisión; el grupo termina siendo un
vendedor para tu producto a todo lado al que vaya. FRANK ZAPPA17
No estoy cantando para Pepsi / No estoy cantando para Coca /
No canto para nadie / Me hace quedar como un chiste / Esta
nota es para vos / No estoy cantando para Miller / No canto
para Bud / No cantaré para políticos / Esta nota es para vos.
NEIL YOUNG, “THIS NOTE’S FOR YOU” 18
17 Entrevista revista Telos,
primavera 1991.
18 Del disco del mismo
nombre, editado en
abril de 1988. Letra
© Silver Fiddle
Music ASCAP.
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¿Qué más agregar a la elocuente lucidez de Zappa –una figura
cuya ausencia se hace sentir– y a la declaración de principios del
viejo Neil? Básicamente, con ciertas variantes, eso es lo que está
pasando en nuestro país con el rock local que cuenta con difusión
en los medios y (mayor o menor) rédito económico.
El beneficio que reporte una banda como observaba Zappa
tiene que ser horizontal: la discográfica multinacional, la compañía de telecomunicaciones, los fabricantes de ringtones, las disquerías (las tradicionales, las virtuales, y las piratas en connivencia con la política y la policía), las empresas de bebidas... si están
dentro del mismo conglomerado, mejor, como los artistas de
Sony/BMG que también trabajan para Sony Ericsson. Varias bandas con diferentes públicos, horizontes estéticos y musicales,
cedieron futuros cortes de difusión o tracks de albumes (con las
voces regrabadas o enteramente recreadas por yingleros) para
ponerle música al slogan de Pepsi “Animarse a más”. Ninguna
agencia de yingles reescribe/plagia la melodía de una canción
argentina; sus derechos se pagan en pesos, no en dólares. Hay
veces –como pasa con Gustavo Cerati– que las canciones se lanmayo 2007 | nro.2
es-pec-ta-cu-lar
zan casi simultáneamente como single y como yingle. Y es más:
el mismo tema termina teniendo un tercer uso: la cortina de la
publicidad del show que ese artista brindó como cierre del ciclo
de verano/adelanto de campaña de Jorge Telerman. Y entonces,
¿cuál es “la excepción de romper las reglas”? Nótese la práctica
igualdad entre el slogan de Pepsi y la frase de Cerati19. Nuevamente, la promesa imposible de satisfacer de la individualidad, la
diferenciación, la transgresión a lo establecido mediante el acto
de consumo, mediados por significantes, más que vacíos, huecos.
El fenómeno del sponsoreo resulta una práctica inclusiva y unificadora como lo son las campañas de celulares. En ambos casos
se trata de aunar estéticas dispares bajo la ya mencionada Gran
Estética Homogéna. No importa qué tipo de música haga el artista
o cómo se vista: bajo el cartel de la cerveza, el celular o la gaseosa todos son iguales. Las identidades de cada estilo o tribu se
vuelven secundarias frente al brillo y poder del logo corporativo.
Tanto el mundo de la publicidad como el Sponsor Rock se nutren
de lo mismo: Falsas promesas de identidad.
El rock en este verano alternó –en sus dos principales vertientes– entre el costero, con recitales gratuitos en paradores más o
menos exclusivos –bebidas, telefonía celular, televisión satelital
y medios televisivos o radiales que también participan de la horizontalidad del negocio– y las “actividades culturales y recreativas” del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, ya lanzado a la
reelección. Como parte de un discurso cada vez más extendido
que tiene a la cultura como una commodity más20, muchos artistas fuera de la exposición masiva y el paraguas multinacional terminaron obteniendo en el verano la vidriera que el Gobierno les
niega durante el resto del año. Es paradójico –sin pretender entrar
en teorías conspirativas– que el principal beneficiado político de
Cromañón, Telerman, sea también uno de los más retribuidos
económicamente, ya que la sala de espectáculos de la que es
copropietario –luego de la clausura a mansalva– ha prácticamente duplicado su actividad. El recital gratuito de verano es una
constante de gobierno a gobierno siempre bienvenida por el que
tiene ganas de ver y escuchar música en vivo, sólo que en este
contexto de clausuras y de ecuaciones Jefe de Gobierno = Cultura,
el emprendimiento es más sospechoso de lo habitual, sobre todo
cuando –casi subliminalmente– en el spot televisivo, cada dos o
19 La excepción es una
muy buena canción,
pero eso no es lo
que se discute aquí.
20 Qué es si no la
“revista” Ñ, la nueva
versión del suplemento cultural de
Clarín, que se vende
por separado del
diario.
pampa | 63 |
21 Una de las contadas
excepciones fue la
página “El rock del Sí
Logo”, de Pablo
Schanton, publicada
en el número 2 de La
Mano, Mayo de 2004,
acompañando un inusual informe sobre el
estado actual del
negocio en el rock
argentino. Allí,
Schanton desmenuza
agudamente el Pall
Mall Fest del verano
de 2003 en Mar del
Plata. Precisamente, la
industria tabacalera
–luego de las últimas
leyes antitabaco– tiene
que ver la fiesta desde
afuera.
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tres planos de músicos o bailarines, hay uno del Jefe de Gobierno
saludando gente o abrazándose con músicos de convocatoria.
Es un símbolo de desencanto y derrota, de falta de alternativas
–o de esfuerzo para generarlas; del estado de las cosas, que tantos
artistas se hayan convertido –aunque más no sea part-time– en
esos vendedores de productos de los que hablaba Zappa, prácticamente teloneros de la main attraction de la noche: la Pepsi, la
Quilmes, el Personal, el CTI; de que muchos tengan que agradecer el espacio al mismo poder que cierra los lugares donde podrían
tocar el resto del año. Y lo más grave de todo: la ausencia casi total
de discusión o debate. Muy pocos de los músicos participantes de
estas iniciativas estatales –como Ariel Minimal, de Pez, protestando por la falta de espacios para tocar, o Gabo Ferro, pidiendo
un debate para reflexionar por la asimetría material entre multinacionales y productores independientes– se molestaron o atrevieron
a hacer oír su opinión sobre la situación actual.
Y es que hubo un hiato entre el momento en que el sponsor era
poco menos que una mala palabra y este presente donde todo está
tan cínicamente naturalizado. Como en tantas otras cosas del desarrollo capitalista, aquí se llegó tarde, de golpe, sin tacto y sin mucho
pensarlo, sin debate. Claro que todo se complica cuando históricamente uno de los principales espacios para un intento de reflexión
–la prensa (más o menos) especializada de rock21– vive, no de la
venta de ejemplares, sino de la venta de espacios publicitarios
para... esos mismos productos. Pepsi Music, Quilmes Rock, Personal Fest... el simple reporte en un medio de esos acontecimientos
implica publicidad automática y gratis. Qué esperar entonces de
autonomía crítica cuando el comentario del evento en el principal
diario del país directamente presenta el logo comercial del festival.
Es lo mismo que pasa cuando se habla de Gran Hermano. Sea mención, elogio o crítica, lo que prima es la reproducción. Casi todo
no es más que otro engranaje en la maquinaria del espectáculo.
Por último, una situación, la más reciente de todas las nombradas y también una de las más paradigmáticas. No hace falta
comentar que en los primeros días del otoño se cumplió otro aniversario del Golpe genocida y regresivo que contribuyó mucho al
presente comentado en este texto. Un día después se cumplieron
30 años del asesinato de Rodolfo Walsh. El informe homenaje
emitido por Telenoche el 23 de marzo fue sintomático. Allí se
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es-pec-ta-cu-lar
recorrió la vida de Walsh: su obra de ficción, su labor en Cuba, su
periodismo investigativo –representado por Operación Masacre–
su trabajo en el órgano difusor de la CGT de los Argentinos, su
militancia –descripta sin eufemismos– en Montoneros. Y –como
leit motiv– su Carta Abierta a la Junta Militar. Una carta que,
según la locución de Mario Markic, “desnudó” y “puso al descubierto” las atrocidades del Proceso. Lo que, curiosamente, se omitió fue la fundamental tarea que Walsh desempeñó coordinando
la agencia clandestina de noticias ANCLA, que al igual que la
Carta –que en su momento ningún medio masivo publicó o
comentó, dato “olvidado” en el informe– decía las verdades que
el diario al que hoy pertenece Canal 13 –por entonces intervenido militarmente– estaba demasiado asustado y entongado para
difundir. Los fragmentos que se leyeron de la carta hablaban de
los cuerpos mutilados que aparecían en las costas uruguayas pero
no de los desastres económicos perpetrados por el Proceso,
cuando ambos hechos ocupan igual espacio en el original de
Walsh. Luego del informe, hubo una nota sobre la visita al país de
Juan Carlos Livraga, “el fusilado que vive”, donde se lo vio charlando con –más superficialidades del plano significante– Néstor
Kirchner y Alberto Fernández. Paradoja: en los medios periodísticos hoy en día es más fácil, más cómodo, más antiséptico, hablar
de/ explicar a un periodista como activista de una organización
armada antes que como periodista.
Donde la representación desplaza a lo real, las herramientas de
creación se vuelven armas de regresión, los signos ocultan en vez
de mostrar, la alienación se disfraza de comunicación; allí se
encuentra la falsa conciencia a desenmascarar y exponer como
“una negación de la vida que se ha vuelto visible.”22 | pampa
22 DEBORD, Capítulo 1,
décimo postulado.
pampa | 65 |
por MARINA MARIASCH *
De todo lo que me rodea nada me pertenece
En la casa hay sólo dos tipos de objetos: los objetos con
valor afectivo y los objetos con valor de mercado.
Debería, entre todo esto, buscar algo como yo, pero
quién soy yo, esta, aquella, la de más allá. Me siento
afiebrada, aunque es sólo el calor. Leo esa poesía, que
es pura inteligencia. No hay morbo, no hay especulación. Recurro a un procedimiento del cine: ponerle
música infantil a una escena de terror. Más allá, leo
“Guía para entrar y salir de la vida ajena”. Escucho esta
música, que es pura sensación. Aquel día que escribí
sobre las casas no sabía nada de los huracanes –ni tal
otro, ni tal otro, ni tal otro. Buscando entre las cosas de
la casa algo para regalar encuentro una tarjeta con
dedicatoria: “Para la música fuerte, la que despierta
vecinos”. Leo “Instrucciones para reconocer a tus ídolos”. Registro los movimientos que hacías mientras dormías. Leo “Mecánica del aquí y ahora”. Escucho todos
los sonidos del mundo rebotando contra las paredes.
Aprendo a leer la música.
* Marina Mariasch nació en Buenos Aires en 1973. Estudió Letras y
Sociología de la Cultura. Trabaja como periodista cultural. Publicó
tres libros de poemas en el sello editorial Siesta, que fundó y codirige.
la cuestión política
LA PREGUNTA sobre la política y sus condiciones de
posibilidad, las miradas sobre los modos en que se
piensa, dice y vive; aparecen como un evento reiterado en nuestro tiempo. Refiere, como toda cuestión,
al acto de asumir las transformaciones en la disposición del sentido y los límites de la determinación histórico social. Apunta
hacia el espacio para la crítica de la actual sociedad, y se constituye necesariamente sobre la crisis arrasadora de sentidos absolutos y los modos de inteligir la realidad.
En un tiempo que nos confronta constantemente con la traumática relación entre lenguaje y mundo –donde las palabras ahuecadas pierden su historia, su pertenencia, su identidad–; escribir
bajo la necesidad de saber qué tenemos entre manos cuando
hablamos de política es como andar a campo traviesa. Implica
no asumir ningún tipo de totalización ni destino, sino más bien
rastrear huellas para actualizar una cartografía.
Los textos de este apartado interpelan a sus propios grados de intervención porque asumen que toda producción teórica también
corre el riesgo de articularse con intereses hegemónicos. Atinados,
reflexionan para lograr su punto más alto de coincidencia y autoconciencia; en tanto producción que opera políticamente sobre las
lecturas del desarrollo de determinada forma de pensar y de hacer.
Sucede con las escrituras y conversaciones que Pampa presenta
en este bloque, entonces, que se preguntan sobre la política,
escriben al descampado, y no intentan bajo ningún concepto
escapar a la intervención más pura y genuina de actualización.
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julio 2006 | nro.1
Los siete pecados capitales de la política (*)
por RAÚL J. CERDEIRAS
Desde hace mucho tiempo se piensa que la política debe
existir estrechamente vinculada a los movimientos sociales.
Habría un lazo esencial entre ambos –sociedad y política– de tal
magnitud que haría casi imposible poder imaginarse alguna política que no estuviese sostenida en un movimiento social.
¿Cuál es la naturaleza de este vínculo? Existe una convicción
generalizada que ve en ese vínculo una relación de fundamento,
lo que puede expresarse diciendo: toda política se apoya en un
fundamento que le da sentido y éste es la sociedad. Inmediatamente se puede localizar en la representación el mecanismo casi
universal encargado de ligar los dos términos de esa relación. Sólo
habría que agregar que esta representación se detenta ante un tercero imparcial que exige ese mandato para habilitarlo legalmente
a ejercer el poder. Este tercero es, evidentemente, el Estado.
Esto quiere decir que la idea, hoy dominante, de que la política
debe ser la expresión de la sociedad, del lazo social, reconoce
finalmente el siguiente dispositivo: por un lado, tenemos los tres
términos señalados, la sociedad, las organizaciones políticas y el
Estado, a lo que hay que agregarle la representación como la
mediación interna que articula y pone a la política sobre un fundamento que es la sociedad.
Si ahondamos un poco más la mirada sobre este cuadro, podemos detectar que este dispositivo formal es común a las tres principales experiencias políticas que recorrieron el siglo que se acaba de
ir. Si el lugar de la sociedad lo identifico con la figura del ciudadano,
entonces tengo la forma política de la democracia parlamentaria. En
cambio, si pienso que la sociedad real no es otra cosa que las clases sociales y sus luchas, tengo la postura clásica de las políticas
marxistas. Por último puedo afirmar que la sociedad es la fuerza
de una raza pura, y me encuentro con el nazismo. En cuanto a la
mediación, lo que llamé la representación, ésta puede ser legalizada
(*) Conferencia pronunciada el 29 de septiembre de 2000
en la Universidad del
Comahue, Neuquén;
Revista Acontecimiento Nro. 21.
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por el voto, como lo propone el modo democrático; o puede ser una
vanguardia que expresa el devenir de un sujeto histórico –léase el
marxismo– o, asumir la forma de una encarnación como fue el caso
patético del nazismo. Finalmente, estas tres formas políticas coinciden en señalar que el Estado y su captura –pacífica o violenta– es el
lugar privilegiado de la política, puesto que toda representación de
lo social resulta estéril si no se poseen los resortes del poder del
Estado para hacerla efectiva. Así es que una misma matriz: sociedadpartidos políticos-Estado y la representación de la sociedad por la
política frente al Estado, conforma la estructura común del modo
dominante de considerar la política es sus diversas manifestaciones.
De este panorama podemos desprender una primera consecuencia: tal forma de ver las cosas condena a la política a ser tratada
como un simple medio o instrumento. Cuando las cosas toman este
cariz entonces la política deja de ser autónoma, se pone –como
medio que es– al servicio de cuestiones que no le son propias y
queda confundida y diluida entre el derecho, la economía, la
moral, la filosofía, la historia, etc. y pierde fuerza para proclamarse
afirmativamente como lo que es, precisamente una política.
Del núcleo antes analizado, sociedad-partidos-Estado y la representación como mediación, se extrae una segunda consecuencia:
la política debe responder al consenso establecido. Esto parece evidente puesto que los regímenes a los que hice antes mención, para
poder sostenerse como tales necesitaron de una aceptación, por
acción u omisión, de la población. Por ejemplo, hoy vemos que el
consenso para que la forma democrática de la política siga instalada es hegemónico en la casi mayoría de los países del mundo llamado occidental. Por otra parte, para nadie es una novedad que
un político que quiere ser gobierno no hace más que decir que
“hay que escuchar lo que la gente quiere, o estar junto a ella”.
Si se sigue pensando que la sociedad es la savia nutriente de la
política y ésta un medio para representarla e instalarla en el poder
del Estado, entonces, tercera consecuencia, la política será únicamente una política de lo posible. En efecto, un cuerpo social
expresa sus demandas a partir de necesidades reales y éstas, precisamente por ser reales, son posibles.
Pero una sociedad atravesada por diversos intereses y realidades antagónicas, deberá administrar, por medio de las políticas
que las representan, ese conflicto. No importa si el manejo de esa
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la cuestión política
situación se hace por medio de acuerdos o con el rigor de decisiones unilaterales, lo que debe destacarse es que la política tendrá
como tarea principal la gestión del complejo social. La política
como gestión es la cuarta consecuencia de esta matriz universal.
Como medio que es, la política así entendida se presenta como
agente transformador de la realidad social. Para ello debe producir un ajustado y objetivo conocimiento de la realidad que aspira a
cambiar y, a partir de él, mostrar la posibilidad efectiva de su proyecto de cambio que quedará fraguado en un programa de acción.
Con lo que detectamos una quinta característica de esta manera de
plantear la política: ella es programática, en el sentido de que sabe
de antemano lo que tiene que hacer y lo exhibe en un programa.
Por último, toda esta cadena de consecuencias convergen a
constituir al Estado como el lugar y el elemento esencial de la política. Lo que puede ser dicho así: para poder realizarse la política
necesita el poder y éste está en el Estado.
Si recapitulamos lo dicho hasta aquí, podríamos organizar una
cierta concepción —sin duda hoy hegemónica— de lo que es la
política. Esta concepción podría enunciarse así: si la política tiene
como fundamento REPRESENTAR a la sociedad o a cualquier realidad que la preexista, entonces queda transformada en un simple
MEDIO para transformar cierto estado de cosas; el plan de transformaciones se exhibirá previamente en un PROGRAMA que será
tanto realista y POSIBLE como representativo del CONSENSO
mayoritario, lo que obliga a contar con GESTORES eficientes que
organizados en un partido se propongan, como tarea esencial,
alcanzar el poder del ESTADO para llevarlo a cabo.
Voy, entonces, a enumerar los siete pecados capitales de la política, advirtiendo que ¡desgraciadamente no son solamente siete!,
pero baste este número para empezar la partida.
1)
La política como representación.
2)
La política como medio.
3)
La política del consenso.
4)
La política de lo posible.
5)
La política como gestión.
6)
La política programática.
7)
La política de Estado.
Estamos tan comprometidos con esta idea de la política que nos
parece natural. Natural en este caso no es una palabra inocente,
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proyecta un sentido equivalente a decir que la política es algo
como un objeto, una realidad ya dada que está allí para que nosotros la usemos, la habitemos, la miremos o la dejemos. Algo parecido como sucede con la luna, que está en su lugar sin que los
hombres nos sintamos responsables de que exista dando vueltas a
la Tierra. Pero, afortunadamente, la política no es como la luna, la
política es una creación y si no se la piensa y se la hace no existe.
Es hora que les diga que mientras sigamos tratando a la política
en el interior del dispositivo que tejen sus siete pecados capitales,
ésta no hará otra cosa que producir y reproducir orgánicamente a
este sistema social y, además, trabajará en el sentido de ser un obstáculo formidable para la invención de nuevos pensamientos y
acciones políticas de emancipación. Dicho de otra manera: lo que
hoy circula como política es una maquinaria dedicada a impedir
que advenga una subversión de la política.
No se podrá comprender el significado profundo de la actual
impotencia y resignación de los pueblos, si no asumimos plenamente que hoy las políticas de emancipación están ausentes en la
vida de la gente. Debemos tener el coraje de decir que la secuencia revolucionaria del siglo XX agotó sus posibilidades para producir efectos políticos de emancipación, con todo lo grandioso y
también con todos los desastres que tuvo esa experiencia. Mi convencimiento es, entonces, que ha llegado el momento de re-fundar la política, una nueva política de emancipación. No se trata
de insistir con el viejo esquema de los siete pecados capitales, ni
de modificar algún aspecto parcial, sino de poner nuevas bases
fundacionales para pensar-hacer la política.
La consigna “hay que subvertir la política” es una consigna política para nuestra época, porque opera como un tajo que libera la
posibilidad de desprendernos de la serie de evidencias y saberes
coagulados que hoy guían nuestras acciones políticas de manera
casi natural. Nos permite ubicarnos en otro lugar desde el que
podremos, con la audacia propia de toda creación, formulamos
nuevas preguntas, inventar otros trayectos, hacer nuevas apuestas,
realizar prácticas inéditas, en definitiva, realizar actos de libertad.
Para empezar a caminar este camino –que no se hace sino al
andar– tenemos que realizar un severo cuestionamiento al primero de los pecados capitales que opera como la llave maestra
de la cadena pecaminosa.
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la cuestión política
Plantear que la política depende de las relaciones sociales a las
que finalmente expresa por medio de la representación, implica ubicar a la política como un simple medio. Esta idea hay que desbaratarla, cuestionarla, y afirmar la autonomía de la política como pensamiento. La política es una invención del pensamiento y de la conciencia subjetiva. La política no es del orden de la objetividad ni de un
supuesto conocimiento de la realidad sino de la esfera de la creación.
En este sentido deberíamos tratar a la política como al arte, que
no existe si no se lo hace. Hay que tomar conciencia que lo que
definí como el entramado de los siete pecados capitales, no es una
fatalidad ni mucho menos una realidad objetiva dada desde siempre
para que los hombres hagan con ella lo que puedan. No, no es así.
Ese dispositivo es una invención humana, es un pensamiento político que tiene sus grandes textos, sus personajes emblemáticos y sus
encarnizadas luchas contra las viejas maneras de concebir la política que existían al momento de su nacimiento. Tenemos que afirmar
que Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Marx, Lenin, Gramscí, Mao,
el Che, y tantos otros, fueron grandes pensadores de la política, que
pusieron en marcha creaciones e ideas de la política antes inexistentes y que en su interior se realizaron colosales transformaciones.
En Marx, por ejemplo, hay una invención radical de la política
que implica una visión revolucionaria de lo que es la historia, las
clases, el poder, el Estado y la realizó rompiendo profundamente
con otras concepciones vigentes en aquella época. Así como hay
una historia del arte, o de la ciencia, también hay una historia de
la política. Y así como la historia del arte o de la ciencia no es otra
cosa que la historia de sus grandes subversiones internas, que concluyen una época y comienzan otra, de igual manera tenemos que
considerar a la política y ponernos a trabajar para producir en su
interior una ruptura que nos abra el camino que haga posible la
realización de prácticas inéditas que serán los embriones de lo que
será, o no —puesto que lo nuevo es siempre una apuesta y nunca
una certeza— una nueva radicalidad en política.
Por eso propongo, pero sólo como una metáfora, invertir la vieja
imagen congelada que hace de la política un simple apéndice de
lo social y afirmar que la política, es política, justamente por ser
una excepción al entramado social y a las meras prácticas sociales. Si la política tiene capacidad para emancipar a los hombres de
los lazos sociales es precisamente porque su esencia es la de rompampa | 73 |
per con el orden social. Cualquiera que sea un orden social —y
esto es una afirmación política— siempre se rige por un principio:
la de producir y reproducir sus condiciones materiales de existencia. Esto se puede decir de otra manera: toda estructura realiza
siempre lo posible que es la repetición de la ley que la gobierna.
Cuando el ciclo de una política de emancipación se agota,
cuando su capacidad de desligar los lazos sociales se paraliza,
entonces poco a poco se integra con el cuadro social vigente, se
plasma orgánicamente, se funde con la estructura social de la que
empieza formar parte de una manera natural. Entonces, finaliza la
política y comienza la gestión. Es nuestra realidad.
Ni bien la política pierde su autonomía y se integra al sistema
empieza a someterse a sus secretas leyes. Una de esas leyes —y
cuyos efectos se pagan muy caro— es que en toda estructura la posición de estar en contra forma parte de la misma estructura. Todo
proyecto de oposición y de sentido contrario a los contenidos de un
sistema dependen, en última instancia, de ese sistema. Es una característica general de los pueblos sin política que la creación sea substituida por la reacción, por la constante “oposición a”; que la mayor
aspiración sea “defendernos de” y, lo que es el peor de los pecados,
ponerse en papel de víctimas. Un pueblo sin políticas activas, inventadas, se conforma con lo menos malo y sólo aspira a evitar lo peor.
Que estamos en épocas de ruptura y de re-fundación de la política significa que debemos volver a plantearnos ¿qué es la política?
También significa la imperiosa necesidad de realizar un balance crítico de la secuencia política anterior que podríamos abreviarla en la
expresión “experiencia revolucionaria y socialista”. Pero no debemos
permitir que ese balance se lo haga desde viejas y reaccionarias concepciones, como la socialdemocracia, cuyo cadáver histórico es
casi centenario. El balance será una dura actividad crítica y productiva que sólo una nueva radicalidad en política podrá ir construyendo al mismo tiempo que va procesando su propia experiencia.
Si queremos apuntar a un nuevo pensar-hacer políticas de emancipación debemos, como ya lo expresé, declarar la plena autonomía de la política que no será fundada sino en ella misma, separándola claramente de la sociología, el derecho, la economía, la
historia, la filosofía, las clases, etc. A partir de aquí se pueden bosquejar algunas ideas que las quiero presentar bajo la forma de un
cierto contrapunto con lo que llamé los siete pecados capitales.
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la cuestión política
Abolida la política como representación o “expresión de” (1º
pecado), por la afirmación de su autonomía, deja de tener sentido
entenderla como un simple medio (2º pecado). En su lugar declaramos que la política no debe apuntar a la transformación desde
un proyecto previo, sino que aspira a la creación de posibilidades
anteriormente informulables.
Respecto al consenso (3º pecado) diremos que lejos de expresar un consenso establecido la política debe desarticularlos. El arte
del nuevo militante consiste en impedir que una opinión aceptada
pueda ser hegemónica en una situación, pero no contraponiéndole otra de sentido contrario supuestamente verdadera, sino
potenciando todo lo que aconteciendo en el interior de esa situación y que escapa a ese consenso establecido, obliga a pensarhacer otra cosa, lo que justamente hay que inventar.
En relación con lo posible (4º pecado) decimos que la política
recién comienza cuando nos topamos con lo imposible propio de
una situación. Lo imposible de una situación es aquello que para
ser formulado requiere como condición absoluta desestructurar los
saberes establecidos, pasar por encima de ellos, ser indiferentes al
murmullo ensordecedor del sentido común.
El tema de la gestión (5º pecado) debe ser desplazado por el
reconocimiento de que las grandes políticas que atravesaron la
historia de la humanidad siempre crearon colectivamente horizontes de ruptura con lo existente y no simples recetas para la administración de la realidad del momento. Dicho de otra manera, para
que una política sea digna de ese nombre deberá ser de ruptura;
sino será una simple gestión de negocios.
Una política programática (6º pecado) sostenida en un plan de
acción, es siempre reformista, puesto que parte de la base de que
el político “sabe”, tiene un saber, acerca de lo nuevo. Desde el pensamiento de una nueva radicalidad en política afirmamos que si lo
nuevo se sabe de antemano, producto del conocimiento objetivo de
la situación, entonces no es más que una variante de la situación, una
posibilidad más de lo mismo. Esa es la esencia de la gestión la que,
repito, es todo lo contrario de lo que entiendo por política. Lo nuevo
se construye en apuestas, en creaciones colectivas a partir de situaciones concretas, sin amos y sabiondos que dicen saber lo que es bueno
o malo para la gente a la que siempre tratan como pobres víctimas.
Por eso dije antes que la política debe hacer posible que advenga
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lo impensado de una situación. Declarar de otra manera, manifestar
otra cosa en exceso a lo que es capaz de asimilar una situación coagulada, eso es lo que tiene chance de cambiar radicalmente algo.
Respecto al Estado (7º pecado) hay que producir una profunda
transformación de la visión clásica del mismo heredada del pasado.
Se afirmaba que era el lugar esencial de la política y la llave maestra
a capturar para realizar cualquier innovación. Hoy podemos decir
que el Estado es el reaseguro para que nada cambie, no importa qué
fuerza política lo detente ni el contenido de su programa. El Estado
es impotente para transformar de raíz nada. Hay que pensar que la
política, en tanto subversión de los lazos sociales, está en otro lugar
y no debe asumir la figura de un contrapoder para enfrentar al del
Estado. Esto siempre termina en un desastre. Debemos meditar intensamente por qué la toma del poder fue la tumba de las grandes revoluciones del siglo XX. Por el contrario, la política, una nueva política,
comienza a construirse alrededor de los fenómenos, movimientos,
declaraciones, formas de lucha, modalidades colectivas, que escapan a la capacidad del Estado para representarlas, inscribirlas y absorberlas. La política que pueda crearse en el interior de un movimiento
colectivo crece y se potencia en la misma medida en que el Estado
fracasa en representarlo, en incluirlo en su dominio. Es por eso que
proponemos una política a distancia del Estado, que la esencia de
su estrategia no esté comandada por el objetivo de tomar el poder
del Estado. Ni que decir que todo esto requiere una revisión a fondo
de lo que hasta ahora entendíamos como poder. En fin, igual que
todo lo dicho hasta aquí, es cuestión de comenzar.
Si queremos avanzar con la metáfora de los pecados, podemos
desplegar en forma paralela las siete virtudes de una nueva forma
de pensar-hacer la política por venir.
Frente a la representación proponemos la capacidad creadora y
afirmativa de la PRESENTACIÓN que nada representa sino que es
la potencia de irrupción de las voces, los actos y pensamientos
colectivos y de la gente.
A la política como medio enfrentamos la política como pensamiento AUTÓNOMO, que se funda en sí misma y es del orden de
la invención.
Ante la política como consenso, afirmamos que toda política
digna de ese nombre, es decir, toda política de emancipación, sólo
existe en RUPTURA CON EL SENTIDO COMÚN, puesto que la
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la cuestión política
matriz de todo poder reside en el consenso establecido.
A la política de lo posible ofrecemos otra alternativa, aquella
que hace posible lo IMPOSIBLE.
Ante la política como gestión, sostenemos la política como
RUPTURA DE LOS LAZOS SOCIALES.
Frente a la política de programas, proponemos el trabajo creativo alrededor de la incertidumbre de una APUESTA.
Por último, a la política de Estado, contraponemos una política
que se constituya a DISTANCIA DEL ESTADO y abriendo una multiplicidad de lugares para la política por fuera del interior de los partidos que son instituciones dependientes del Estado.
Propongo considerar y discutir entre todos, libremente, ya que
estamos convocados en el marco de un NUEVO PENSAMIENTO,
una política cuyas siete virtudes comunes —no capitales, porque
los capitales son siempre pecados— son:
1) La presentación.
2) Su autonomía e invención como pensamiento.
3) Sorda al consenso.
4) Que posibilite lo imposible.
5) De ruptura de los lazos sociales.
6) De la apuesta sin garantías.
7) A distancia del Estado.
Para concluir quiero citar unas palabras con las que el Subcomandante Marcos le contestaba a Juan Gelman en un reportaje que
le hizo hace más de cuatro años. Dice Marcos: “Pensamos que lo
que está fallando es una forma de hacer política, que hay que
encontrar una nueva, que no tenemos una puta idea de cómo sea
esa forma nueva, pero sí de cómo no debe ser, y que para dar con
esa forma nueva necesitamos otras voces y otros pasos. Eso si lo
sabemos [...] Nosotros apostamos a una premisa fundamental: no a
la toma del poder, no a los cargos gubernamentales, no a los puestos de elección popular, y vamos a ver qué tipo de políticos produce
una organización de esa naturaleza” (Página 12, 14-4-96). Y en otro
lugar: “No sabemos qué sigue [...] necesitamos muchos encuentros
para poder construir juntos ese camino, si es que existe [...] compartir la angustia de no saber qué sigue”. | pampa
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Ent r ev i st a a Ni c o l ás Casull o
NICOLÁS CASULLO ha transitado acontecimientos y prácticas histórico-políticas que van desde la militancia
peronista en Montoneros hasta su trayectoria intelectual en el ámbito académico, pasando por el Paris de
mayo del ‘68 y su exilio en México durante la dictadura militar. Lo
que se vuelve novedoso y gratamente sorprendente ante su pensamiento es que dichas prácticas no han cristalizado en una mera
cronología militante, sino que han servido de sustento para desentrañar el estado de las cosas desde una subjetividad crítica que se
ha dejado imprimir por estas circunstancias.
Su compromiso con la tarea intelectual como modo de intervención política para repensar la actualidad de manera crítica; el rescate
a lo mejor de la tradición filosófico ensayista argentina, para eludir
los formatos que tienden a estandarizar las expresiones del pensamiento bajo la lógica del abstract, el paper y el periodismo massmediático con sus consecuentes empobrecimientos del lenguaje y las
miradas posibles sobre lo real; la decisión de participar
de la angustia de la incerteza ante las actuales circunstancias; es lo que hizo que la conversación con Casullo
se vuelva inevitable para Pampa. Cruzan a esta conversación varias cuestiones superpuestas: la de las nuevas
* NICOLÁS CASULLO ES
configuraciones políticas, la de las producciones subjeACTUALMENTE PROFESOR
tivas y culturales, la de los mitos nacionales, la del penDE LAS UNIVERSIDADES DE
BUENOS AIRES Y QUILMES,
samiento y sus misiones, éticas y estéticas.
TITULAR DE LA MAESTRÍA DE
COMUNICACIÓN Y
CULTURA POLÍTICA DE LA
UBA Y MIEMBRO DE LA
COMISIÓN DE DOCTORADO
DE LA FACULTAD DE
CIENCIAS SOCIALES.
ADEMÁS, DIRECTOR DE LA
REVISTA DE CRÍTICA CULTURAL Y FILOSÓFICA PENSAMIENTO DE LOS CONFINES.
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la cuestión política
Las posibilidades de reinvención de la política
Entrevista a NICOLÁS CASULLO *
Durante diciembre 2001 vos sostuviste una posición muy
clara respecto al deseo fundante de las movilizaciones
asamblearias. ¿Qué reflexión hacés a cinco años de ese debate?
Y, cómo crees que se reconstituyen las posibilidades de lo político luego del slogan “que se vayan todos”?
Respecto al acontecimiento del 2001, en su primera fase que
fue básicamente la caída del gobierno por rebelión de ciertos sectores populares y la protesta de los ahorristas, fui bastante escéptico en cuanto a las posibilidades de que eso fuese una apertura,
el nacimiento de algo o el punto político culminante de un proceso consistente. Por el contrario, pensé y escribí que en muchos
aspectos ese era el punto más bajo de un largo comportamiento
social que estallaba de esa manera frente al hartazgo y el descubrimiento de la estafa del modelo, culminado con un robo concreto de los ahorros de inmensos sectores medios. Yo polemicé en
ese sentido planteándome que los sectores medios que estaban
saliendo a las calles no anunciaban algo nuevo sino que eran los
últimos creyentes dolarizados del modelo menemista y que esto,
en el marco de la ausencia de otros mundos como habían sido, en
otras épocas, el mundo de lo sindical, el mundo de la clase obrera,
el mundo universitario concientizado, marcaba una muy particular y atípica protesta que yo situaría más cercana a ser interpretadas en términos de cultura postmoderna-urbana-masiva. Cerrada
en su reclamo, autista, contrapolítica, pero a la vez necesaria de
que estallara para re-dibujar una vieja escena política calcinada
ya. Luego, en la etapa donde aparece el piqueterismo en Capital
—porque las luchas piqueteras tenían ya una historia durante la
época menemista en el interior del país—, concentrado y masivo,
también fui absolutamente escéptico en cuanto a lo que podía ser
la alianza de estos sectores medios con los piqueteros. Escéptico,
simplemente por conocer la historia de donde venía ese mundo
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medio que en Buenos Aires es conservador, básicamente antipopular, racista y anti-peronista apenas siente que lo perturban.
Recuerdo perfectamente el desagrado con que esta ciudadanía
porteña, protestataria, recibió al gobierno “peronacho” de
Duhalde y la forma despreciativa con que se le borró el sueño
menemista del peronismo liberal cuando se volvió a encontrar con
los morochos en musculosa y con bombos y que se había terminado el peronismo de Punta del Este.
En cuanto al “que se vayan todos” creo que fue un grito histérico porteño. Estuvo producido por el espacio, capitalino por excelencia, de la histeria nacional que al mismo tiempo, como toda
histeria, da elementos interesantes de analizar, pero nunca podrá
ir más allá de ser un grito. Es decir, considero que para generar,
efectivamente, un “que se vayan todos” tiene que haber un largo
proceso de flujo de luchas que en el 2001 no hubo. Después de
diez o doce años de luchas sociales, después de aquello que nos
llevó al 73’, por ejemplo, sí pudimos decir “que se vayan todos”.
Pero después de Menem, después de la cuota y el crédito, después
del “deme dos”, después del Barrio Norte exaltado, ahí no se
puede construir una práctica del “que se vayan todos” porque
indudablemente, no hay ningún sustituto, ninguna alternativa, ni
ninguna creación popular genuina que pueda alcanzar el carácter
de un proyecto real de corte popular societal. En realidad el “que
se vayan todos” fue un grito de despecho de los que pedían orden
sin políticos como cuando las asonadas militares.
En general, mi postura, bastante particular y solitaria en ese
entonces, no fue para nada optimista. No obstante me daba cuenta
de que sí había sucedido un acontecimiento fuerte que era el
desfonde de un país. El desfonde palpable, ahora, de las grandes
estructuras partidarias, de las grandes identidades que ahí comenzaban a mostrar el naufragio definitivo de lo que habían sido en
términos históricos. Y, efectivamente, eso se está rompiendo todavía como un lento hundimiento. Tanto el radicalismo de manera
aguda, como el peronismo de manera ralentada, evidentemente
están en un tránsito, una metamorfosis, una mutación hacia variables que son bastante difíciles de predecir pero que de distintas
formas van adquiriendo los tintes con que el heredero de todo
esto, el gobierno de Kirchner, debe transitar en el presente.
Este episodio del 2001 fue un acontecimiento del cual Kirchner
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la cuestión política
estuvo muy atento. Lo vivió como el nuevo modelo de golpe de
Estado. Un golpe de Estado de corte popular contestatario que
viene a reemplazar a los golpes de estado económicos o militares
del pasado y le cambia el signo a la destitución. Kirchner, a partir
de esto, intenta la reconstitución de un centro izquierda y un centro derecha. Así lo dice de entrada. Absurdamente, increíblemente, asombrosamente, un peronismo que ya había pasado a los
“luderes”, a los “cafieros”, a los “herminios”, a los “menem” sobre
todo, a los “alsogaray” que también había dejado atrás el sueño
del FREPASO que quiso entrar en una suerte de neoliberalismo de
izquierda ética; ese peronismo de golpe se encuentra con que su
presente adquiere un tinte que se creía absolutamente enterrado
en la crisis del 73’/74’ y que es una constitución del país de centro-izquierda. Un peronismo nacional reformista democrático, y
una constitución del país de centro-derecha al lado y confrontándolo, que es la forma embrionaria con que sigue gravitando la crisis del 2001, en cuanto a un antes y un después partidario. Podría
decirse que el peronismo vuelve en muchos sentido a la sobria
tesis de un “desarrollismo nacional” en el mar de los sargazos del
mundo, tal cual lo pensó Perón en 1973 y no pudo cumplir.
En esta etapa que vos definís de metamorfosis, ¿cuál es tu opinión
sobre las reconstrucciones y transformaciones míticas del peronismo teniendo en cuenta el grado de des-mitologización que el
propio peronismo, en los 70’ o los 90’, ya había producido?
Yo creo que en estos momentos se está viviendo un acontecimiento cultural muy complicado, muy complejo, no solamente en
la Argentina. Me refiero a que estamos viviendo una suerte de
tardo modernidad o de post-historia que no es el fin de la historia
sino la conclusión de determinados relatos fuertes de esa historia.
Un momento que nos deja situados en un afuera de película sobre
esa misma historia. Es decir, permanentemente estamos situados
en el campo de algo que ya aconteció y que quiere repetirse,
quiere reiterarse, reaparecer. O así se lo vive. Es lo que hoy algunos teóricos llaman el deja vu, lo “ya visto”. Por ejemplo, cuando
Chavez habla de socialismo, hoy, uno piensa ¿qué socialismo?,
¿aquel que ya vimos?, ¿uno nuevo? Podríamos decir que estamos
viviendo sobre un mundo de una alta culturalización de la política
donde en realidad todo es pura disputa cultural. Todo tiene una
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inmensa sobrecarga cultural acumulada con las décadas del siglo
XX. Pura disputa de representaciones. Pura disputa simbólica.
Entonces, Chavez dice que vivimos un nuevo socialismo y el diario La Nación dice que estaríamos viviendo un populismo mussoliniano. Es decir, todo sería mundos simbólicos que se recuperan
y se reponen. Estas variables hablan de una tardo historia, de una
post-historia donde el pasado pesa de tal manera que es la única
referencia que nos queda para enhebrar los futuros en términos de
inteligibilidad político ideológico.
Respecto al peronismo, podríamos decir que hoy acumula también toda su historia como forma compleja de seguir siendo. Hoy
hay en danza tres mitologías peronistas. Está la de los 70’, la militante, comprometida, provocadora. Está la mitología del peronismo clientelista, del peronismo que gana las elecciones en el
2003 a través del pacto de intendencias duhaldistas. Y está el peronismo del 45’ aquel que podríamos llamar industrialista-nacionaldesarrollista que también es citado permanentemente en la voz
presidencial y en muchos actos bonaerenses. El de la “clase obrera”
como columna vertebral, el de una resucitada “burguesía nacional”, el del trabajo y la productividad y la presencia sindical en la
Rosada. O sea, que tendríamos tres peronismos en danza y un
cuarto, los restos del peronismo liberal menemista. Estos tres peronismos juegan como mitológicas, juegan también como una suerte
de deja vu, de ya visto, de ya acontecido, como si saliesen de un
desván y volviesen a posicionarse en la historia para volver a
vivirlo, repetirlo, retomarlo, acusarlo, evocarlo, condenarlo, llevarlo a un consumación postergada, o, para el gorilismo, convertirse en una pesadilla de la que nadie puede salir y que hace del
gorila un ser cada vez más desorbitado y patético. Permanentemente estamos viviendo la experiencia de algo que ya aconteció
y quiere volver a acontecer. Desde esta perspectiva te diría que la
mitología del peronismo, en este caso, está danzando como nunca.
Desde estas tres formas el peronismo sigue siendo el piso de una
memoria de justicia, de dignidad popular mínima, malversada históricamente por el propio peronismo, y que hace 50 años quiere
ser aniquilada por la reacción liberal.
Ahora, la pregunta es si esto indica la lozanía y la vigencia del
peronismo. Y no. Yo creo que esto indica la forma en que el peronismo se va desarticulando, desagregando, desintegrando. Hay que
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la cuestión política
pensar que las evocaciones salen al atardecer, en el crepúsculo de
las cuestiones. Las evocaciones no hablan de un vigor peronista sino
más bien de un mundo simbólico que se retuerce sobre sí mismo
y, en donde, es muy difícil pensar de aquí a cinco o diez años cuál
sería la salida peronista. Sí, es fácil decir que el peronismo va a
seguir existiendo pero no podemos saber la figura que adquirirá o
qué significará decir “soy peronista” o nombrar a Eva Perón en el
futuro. Para adelante el peronismo se está desarticulando igual que
el radicalismo en tanto las dos grandes fuerzas con que la Argentina
del siglo veinte se constituyó políticamente. Es decir, estamos asistiendo a la muerte del siglo veinte político argentino.
En el sentido de lo que se reconstituye después de esta muerte,
no está mal la idea del centro izquierda y el centro derecha que
plantea Kirchner, porque además la sociedad se adapta claramente a eso. Siempre fue eso desde hace medio siglo: un peronismo como monstruo amenazante que se puede articular también cada tanto por izquierda y mete miedo a la dominación histórica política, económica y cultural, y un país blanco conservador, antiperonista, que habla de morales y éticas que nunca practicó y que lo que no soporta es un peronismo de centro-izquierda.
No lo soporta desde 1945. Es fácil ver que lo que está opuesto a
Kirchner –salvo una izquierda marxista eternamente situada en los
márgenes de lo que está pasando, como sin haber conseguido
comprar entradas– es una política que utiliza todos los argumentos económicos, sociales, religiosos, militares que hoy puede,
efectivamente, tener una derecha. Desde esa perspectiva te diría
que esta mítica peronista es en parte su forma de despedida. Pero
también el peronismo vivió siempre la obsesión de superarse a si
mismo y dejar atrás una vieja encarnadura propia por otra nueva:
un hijo de sus entrañas. Podríamos rastrearlo hasta en el Evitismo
de 1950, 1951: una apuesta superadora a partir de un molde original demasiado limitado en relación al desafío de la circunstancias. Hoy sería lo mismo, a partir del 2001 y la crisis. En 1973 era
la liberación nacional incumplida, que exigía también un postperonismo radicalizado. Y hasta el menemismo puede ser pensado
así, en ese caso como un Allen engangrenado.
En este estado de las cosas donde vos planteás la totalización del
sentido de la política mediante un proceso de alta culturalización,
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por un lado, y la polarización cetro izquierda-centro derecha por
otro, ¿qué posibilidad tiene una crítica radical que alimente luchas
emancipatorias y no esté atravesada por el lenguaje “opositor”?
La crítica radical necesita hoy estar situada en el campo del
pensamiento. El pensamiento es el lugar privilegiado donde uno
puede ejercer de manera político intelectual una crítica a lo que
acontece en las distintas esferas de la política. La crítica radical es
como una savia imprescindible, aunque así no lo parezca. Es retener la idea de otra sociedad posible. Aunque en política uno se
sitúe mucho más condescendientemente en lo posible.
Hoy, a diferencia de otras épocas, se vive un divorcio, un
abismo que se ensancha, entre idea e historia. Y el único que
puede saldar esta crisis es un nuevo sujeto político que inaugure y
retenga sentidos perdidos y propuestos. Pero que haga las dos
cosas, no una de las dos. Acontecimiento de ruptura, y entramado
organizativo articulante. Un sujeto que recupere su experiencia
histórica, su idea de otra historia y, luego, lo corporice en la historia misma. Hoy esto está ausente, está en tránsito. Estamos en la
espera. Vivimos más bien una tensión entre acontecimientos que
aparecen, se producen, suceden, pero con un cierto engaño. Aquellos que hacen la apología del acontecimiento como si este contuviese un mundo de significados absolutos, olvidan que el acontecimiento siempre es codificado por otro acontecimiento que en
definitiva dice qué es lo que acontece. En ese sentido, podríamos
decir que no hay un acontecimiento político puro, incontaminado,
cargado de un significado de ruptura casi absoluta, sino que desde
un nuevo acontecimiento, que es estarlo pensando, uno le acota
esa variable de ruptura. Lo bautiza. Desflora a la doncella, diría un
rey machista.
Esto tiene una relación directa con lo estético. El arte siempre
pensó desde esa capacidad de re-significar lo que había acontecido con la propia obra. El obrar, la obra, remite al arte y deja atrás
el arte. En la política hoy estamos en una situación similar. Están
aquellos que plantean la posibilidad de un acontecimiento en ruptura total y están aquellos, como por ejemplo el filósofo Jacques
Rancière, que plantean que el acontecimiento en sí, no se produce
nunca. Que en todo caso, hoy, estaríamos viviendo el drama de
algo que no se termina de armar y que no encuentra el equilibrio
entre lo que podríamos llamar el acontecimiento y la organiza| 84 | pampa
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la cuestión política
ción. La organización es aquello que le da una continuidad al
acontecer, le permite pasar de su estado de desagregación, de su
estado de autismo e individualidad. Es decir, la organización vinculada a una nuevo acontecimiento es lo que podría romper con
esta suerte de parcelamiento o balcanización de los acontecimientos que se comen a si mismo. A su vez, la organización sin acontecimiento teofánico, esto es, que nos muestre nuevos rostros en lo
caduco, también es una cosa estéril, despolitizadora, domesticadora. Es algo que lo único que hace es desesperadamente sustentarse y agotarse en sí misma, como organización, para poder
seguir siendo una organización sin acontecimiento de ruptura, sin
revitalización fuerte, radical.
Hoy podríamos decir que esta relación acontecimiento-organización no sucede. No solamente por una cuestión teórica que critica las totalizaciones y a los viejos partidos de izquierda con tendencias totalitarias. Tampoco está aconteciendo en lo social. En el
mundo de la vida, de la sociedad. Hoy la política aparece claramente fuera de la política. Hoy la política de los políticos des-politiza, y la única forma de recuperar la política es cuando aparece
fuera de toda representación política instituída. Pero, así dada, tal
politización tiene infinitas patas cortas. Se desvanece, pierde capacidad de confrontación real. Sobre todo en una sociedad massmediática que lo que busca diariamente es el escándalo del “acontecimiento”, del pseudo acontecimiento, de “lo nuevo” registrable.
Un mundo massmediático que es profundamente antipolítico,
cualunquista, sectorizador porque se maneja por géneros de
masas (mujeres, chicos con paco, violadas, asesinatos, piqueteros,
huelga, ecologistas, seguridad) y que constituye hoy la real derecha política operativa y actuante en la sociedad
Entonces, en este momento podríamos decir que hay un nivel de
acontecimientos sin organización que lo sustente en el tiempo. Por
otro lado, organizaciones que desesperan por acontecimientos de
ruptura, de reprotagonización de lo social, y no lo logran. Y un
mundo mediático que se ubica allá arriba de todo como el gran
padre narrador, y que es mucho más proclive a emitir, enunciar o
trasmitir acontecimientos que a la tarea de estructuración política
que poco le interesa, en su papel de Gran Hermano mensajero que
incluye o expulsa. Es decir, lo mediático nunca va a ir a la CTA a
hacer una entrevista sobre cómo está actuando internamente o de
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qué manera se organizan cursos porque eso no lo considera noticia. Ahora, el día que algunos obreros le tiren diez piedras a la sede
Central seguro van a estar ahí diez cámaras y van a producir el
acontecimiento. Entonces, lo que tiene que deslindarse es una cosa
de la otra. Un problema muy difícil porque la sociedad mediática
nos contiene a todos, todos los días, desde la actividad o desde la
inactividad; desde la pasividad o desde el protagonismo.
En este sentido es que sostengo que la estructura organizativa
sin ruptura, despolitiza. El radicalismo y el peronismo despolitizan
y lo único que exigen es que te politices el día del comicio. Ese día
te politizás y después te despolítizás totalmente. Lo mediático también despolitiza porque lo único que quiere es informarte y
hacerte ver que siempre estás afuera viendo lo que le está sucediendo a otros y que menos mal que no sos vos: o sea que nunca
formás parte de eso, sino que te enterás. Te informás que los maestros están en huelga. Lo único que podría politizar el asunto es que
el acontecimiento, se llame protesta, cuestionamiento, rebeldía,
huelga, confrontación o crítica pueda encontrar una organización,
vinculación, relación de unas y otras variables que le quiten su
estado de fragmentación y cosa esporádica.
La Argentina vive permanentemente la cosa esporádica. Los
maestros están en huelga; a los maestros le pagan tal guita y ya
está, la Argentina vuelve a la “paz social”, hasta que aparecen los
problemas de los trabajadores del subte, y con ellos las imágenes
de los trenes parados y la gente enojada en los andenes y, después,
todo desaparece. Este es un tema muy importante para la CTA en
el sentido de cómo esto se puede reconducir. Qué viene de afuera,
qué viene de adentro. Los partidos políticos ya no lo quieren
hacer. Ellos tienen asegurado que cada dos años la propia institución les reúne todo y ellos solo tienen que poner candidatos, boletas sobre las mesas. El problema está en las bases sociales y su
capacidad para una nueva invención de la política. Porque a todo
esto que estamos discutiendo lo sobrevuela la pregunta sobre si la
política es plausible de ser inventada otra vez, o si la política ya
llegó a su límite total y más allá de lo que dio la burguesía y lo que
dio el proletariado, hoy en crisis profunda, no hay ninguna invención política más. Si fuera esta segunda respuesta, nos esperaría
solamente una sociedad del control, sociedad de la domesticación, del consumo y nada más. Sociedad policíaca, como vamos
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la cuestión política
viendo. Desde esa perspectiva es una época fascinante en cuanto
a discutir lo político, pero sumamente peligrosa porque sucede
que siempre la derecha es “más realista”, más “veraz” en sus consejos, que una izquierda que sigue pensando cambiar las cosas,
cambiar el mundo.
Y, para que la política llegara a ofrecer una apertura a su propia
reinvención y al tránsito hacia un nuevo sujeto que encarne políticas emancipatorias, qué deben encarnar las comisiones obreras
y las organizaciones sociales en la actualidad.
Lo que está en discusión hoy a nivel político, y que la teoría trata
de percibir, es la cuestión de los sujetos sociales. El concepto de
sujetos sociales es un molde, una lógica moderna clásica que se
piensa en el XVIII y se asienta definitivamente en lo político en el
siglo XIX. De allí emana aquello que desde el momento en que se
constituye un sujeto, ese sujeto es igual a sí mismo y permanece.
También el sujeto político. Así, el sujeto clase obrera, el sujeto proletariado, el sujeto revolucionario, era una suerte de figura que una
vez que se labraba a sí misma, nos daba la tranquilidad de lo ya
constituido, por lo tanto plausible de remitir a ello en cualquier circunstancia o problema. Un reaseguro: el hogar del dilema. La primera pregunta es, ¿se volverá a constituir eso en términos sociales,
en términos culturales, en términos económicos?; ¿habrá la posibilidad de referir a un sujeto que permanezca y adquiera la profundidad que tuvo el proletariado para Marx o el campesinado para
Mao? Nosotros seguimos trabajando con la idea de sujeto, pero
diciendo que desaparecieron los sujetos de la revolución y hay que
volver a ver quiénes son los nuevos sujetos del cambio social, de la
transformación social, de la otra historia por hacerse.
Por otro lado, dentro de esta problemática del sujeto aparece
una cuestión más sutil que es el tema de las subjetividades. Hoy
estamos en una cultura que hace política, más que en una política
que hace cultura o que se dedica a la cultura los viernes a la noche
en el salón de actos. Esto segundo ya no ilumina. Porque el tema
que nos atañe a todos es en realidad un tema cultural: la confrontación ahora es por legitimidades en un mundo deslegitimado. Es
por imaginarios a imponer, por estados de ánimo a “operar”, por
ficcionalizaciones de lo real, y por el realismo de las ficcionalizaciones. Y refiere a esta pregunta sobre cuáles son las nuevas subjepampa | 87 |
tividades, cuáles son sus mundos resimbolizados, resignificados.
Cuál es el status de las representaciones que definen los nuevos
subjetivos. Esta es una pregunta de corte estético más que político.
Atañe a la sensibilidad, al yo, a lo privado, a la puesta en escena,
al inconsciente, a la imaginación, a la fantasía, a la imagen de las
cosas, a la edición de las cosas, al mito de la individualidad. Es
decir, territorio estético. ¿De qué se tratan las nuevas subjetividades
urbanas? Desde la teoría nosotros siempre estuvimos diciendo que
este era obrero y ya estaba destinado a ser esa determinada esencialidad que planteaba la producción industrial. Y el obrero era un
mismo ser en lo sustancial. Era un explotado en la aseveración más
concreta y a la vez más abstracta que se le podía otorgar. Eso éramos todos. Lo que significa que tampoco sabíamos muy bien qué
éramos cada uno. Hoy, en cambio, las subjetividades juegan a partir de un mundo culturalizado al máximo de una forma distinta. Lo
constitutivo de esa subjetividad es errático, despertenece, deambula de manera nómade en lo urbano, remite a mercado, no retiene
mucho tiempo identidad, pasa fuera de “fábrica” en cuanto a mi
relación fundamental con esa idea de “política” y democracia.
Discutir las subjetividades es lo que acontece en este momento.
¿Qué subjetividades son las que hoy dominan?, ¿la subjetividad de
una maestra de la provincia de Buenos Aires, cuál es?, ¿desde qué
se constituye?, ¿cómo se identifica con una determinada política?,
¿de qué manera se relaciona con la producción?, ¿cómo se vive a
ella misma?, ¿cómo vive a su empleador?, ¿cómo vive el Estado?,
¿cómo vive la noticia?, ¿cómo vive la inseguridad?, ¿cómo vive la
relación que tiene con la sociedad?, ¿cómo vive con su memoria o
desmemoria?, ¿cómo refugia a sus hijos, los suyos y los no suyos?
Entre ella y los mundos del mundo se esparce una maraña de discursividades que tratan de nominarla, desde el gremialista amigo
hasta la protagonista rebelde de un teleteatro, desde su alumno con
síntomas de raquitismo hasta la mujer líder del socialismo francés
que ve en un noticiero parisino de la TV por cable, desde el libro
con que enseña hasta el libro que le gustaría y no puede comprar.
Esa es una subjetividad que se nos escapa permanentemente, desde
el punto de vista de que hemos perdido la confianza en la lectura
meramente socioeconómica a pesar de su enorme peso, y que era
una lectura que antes nos daba definitivamente una respuesta
–equivocada o no–, pero que nos tranquilizaba en el sentido que
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podíamos decir: la maestra era parte de los sectores medios que a
medida que se profundizaba la crisis en la sociedad y se pauperizaba se iban acercando cada vez a la lucha del proletario porque,
finalmente, todos eran trabajadores fraternales en potencia. Y ese
era el punto donde el capitalismo iba a encontrar la oposición
máxima, o sea, la proletarización de los sectores medios. Las
inmensas mayorías socialistas que dejarían atrás el tradeunionismo,
el reformismo y la limitada “lucha sindical”. Hoy vemos que no es
así. Vemos que una maestra puede pedirle a Blumberg una seguridad, rayana y comparable a la que le está pidiendo una señora del
country. Que puede ser más feminista que empleada docente. Que
lo que la determina ideológicamente no es el sueldo sino el rol que
debió asumir en su casa. Que su imaginario rompe rotundamente
con los esquemas de “clase” que propone el maniqueísmo marxista. Que lo privado es un universo que sobre-determina todo el
resto. Que todo esto, al mismo tiempo puede no significar una
derechización, sino reaperturas de un yo social permanentemente
reactivado por lo cultural. Y a la vez puede significar lo contrario:
que las nuevas subjetividades se constituyen en lo que yo llamaría
un peligroso cualunquismo fascistoide.
El cualunquismo vendrían a ser esas variables protofascistas que
existieron en un momento en la Italia o en la Francia de posguerra,
en el sentido de gente muy despolitizada, muy antipolítica, muy
rechazante de todo lo que sea político, muy pensante de que lo
único que se legitima en la sociedad es, por un lado, el empleador
que te da el trabajo y el jornal, y por otro lado, el empleado que
yuga. Somos todos empleados. No hay clases ni identidades ni
agrupaciones. Desde esa perspectiva se puede producir un cualunquismo de tintes fascistas. Yo creo que en Argentina hay variantes
muy claras de estos tintes fascistoides antipolíticos, alentados por
una derecha y por un neoliberalismo que juega, desde hace
muchos años, una batalla cultural que viene ganando en el sentido
que establece a la política como una intrusa. Así, la política sindical es una intrusa. La política universitaria es una intrusa. Los derechos humanos es lo intruso. La política es pura corrupción, robo,
algo por afuera del “empleador y empleado” que signa toda la vida.
Una herencia de nuestros abuelos inmigrantes también, para quienes la política era solo “chanchuyos de criollos” que no querían ir
a laburar. Desde esta lógica, la política es aquello foráneo a una
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“vida normal”, a un “sentido común”, algo que viene a interferir
una lógica dada básicamente por la relación económica, que es la
“verdad verdadera” frente al diputado parásito. Esto tiene que ver
con la corrupción política que padeció el país en democracia, pero
mucho más tiene que ver con la campana de epoca cultural liberal
que denigra a la política y al Estado como un palo en la rueda de
los apetitos del mercado global. De eso tiene poca conciencia el
argentino medio y la izquierda. Desde esta perspectiva hay que
pensar las subjetividades a partir de estos niveles. Es decir, el peso
que tenían en una época las variables peronistas comunistas, socialistas, en el sentido de identidades políticas que arremetían contra
esta especie de cualunquismo social, contra esta especie de sentido
común reactivo y reaccionario, anticuerpos muy fuertes que hoy no
están. La crisis de la política desampara, lleva a orfandad, a descreimiento cínico, a recelo absoluto, a ajenidad despreciativa.
Este cualunquismo a la vez trae otro planteo y es lo siguiente:
toda protesta que se queda en lo suyo, en su isla, es una propuesta
en definitiva reaccionaria. Toda propuesta que no puede hilvanar
su protesta con algo mayor, con un espíritu superior albergante,
con una situación en donde inserte la protesta en un determinado
proyecto popular mediante el cual lea al otro y a lo propio de una
manera integral, se transforma en una propuesta que deviene en
simple protesta reactiva, cualunquista. Eso es Cromañón, si lo pensamos en relación a qué política se inscriben los padres con respecto al país que quisieran. Lo acotado pasa de supuesta izquierda
a derecha instrumentable. Una protesta que puede decir en algún
momento “queremos caños de agua”, “queremos que no haya violadores por el barrio” “queremos que haya luz eléctrica”, “queremos que pongan una barrera”, o “saquen un basural”, o “saquen
una villa”, o “no nos traigan a villeros” en un principio aparecen
legitimas, sustentables, están pidiendo aquello de lo que el
Gobierno no se hace adecuadamente cargo. Pero se cierra en su
propio adentro de una manera extrema, y aquí aparece nuevamente aquella idea de cómo se re-inventa una política que permita
reponer lo imprescindible para un gradual cambio de las circunstancias históricas: una reapertura de las nociones de justicia, fraternidad, solidaridad, identificación, por lo cual se participa de los
perjuicios y negatividades de una situación general y no solo de
una, desagregada.
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la cuestión política
A lo que voy es a que, desde el momento en que una protesta
o un acontecimiento no tiene una perspectiva que se enlace con
algo mayor que le de sentido en términos de izquierda, la protesta
termina alimentando al proto-fascismo de la sociedad. De eso no
quepa la menor duda de que es así, por más que la protesta esté
en función de denunciar a una violada por su padrastro. Ahí, hay
mucho más potencial y síntoma de derecha que de izquierda.
En ese campo el sindicalismo, la organización social, tendrá que
partir de esa base segura que otorga la organización de trabajadores,
pero reconocer que, sobredeterminado eso, hay un mundo cultural
de 78 canales de televisión que tanto el pobre como el rico ven en
el café, en su casa, en el barrio, y que está reconfigurando una variable de difícil pronóstico. Donde yo me inclino a pensar –ya no sólo
a nivel argentino–, que las grandes masas urbanas van a tender a irse
hacia la derecha en reacción a los que protestan, a los que quieren
un cambio porque la cosa va mal. Es decir, la sensación que tengo
respecto a aquí como de Francia, donde va a ganar la derecha,
como en España donde Zapatero ya está perdiendo, como en
México donde ha ganado una ultraderecha republicana con
Calderón; es que, frente a la no posibilidad de cambio histórico,
las grandes masas urbanas, sus subjetividades, implosionan protestatariamente hacia la derecha. Quieren un cambio, sin duda.
¿Cómo se lee esta derechización urbana con respecto a la estrategia regional latinoamericana?
Hoy el cuadro de situación todavía mantiene la preponderancia
del centro izquierda. Y hay que defenderlo. En ese caso, coyunturalmente y a nivel de gobiernos, soy optimista, en el sentido de
que como hay una tendencia de grandes sectores que se van hacia
la derecha porque el cambio histórico no aparece a la orden del
día y cada uno trata de sobrevivir individualmente plantando otra
historia de “seguridades”, también hay causes políticos en perspectivas contraria, como la integración regional de los pueblos. En
ese caso, creo que la izquierda argentina se equivoca. A mi me da
la sensación de que producto sus lecturas del 2001, de una historia larga y de los traumas que generó el peronismo en Argentina,
hoy podríamos decir que se nota la carencia de un amplio frente
de centro izquierda que tendría que ir de Kirchner hacia la
izquierda y que tuviese capacidad de lectura verdadera sobre los
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signos positivos y negativos que hoy se están dando desde una
perspectiva de gobierno. Creo que la izquierda radical y sus grupos hacen una mala lectura del 2001 y nuevamente quedan afuera
de hacer una historia mucho más grande y participativa que llevando militantes a la Plaza con consignas incomprensibles al resto
de la sociedad, sabiendo que en toda historia popular latinoamericana, aquí y en cualquier parte, te embarrás también las botas, te
podés ensuciar algo las manos, pero protagonizás en pleno una
circunstancia por demás excepcional del continente y de tu país
en el continente, que jamás se dio, y que nadie esperaba. Pero en
fin, ciertas izquierdas no necesitan contratar sepultureros. Este es
un país post 2001 en el que de casualidad no volvió a ganar
Menem (trampa de Duhalde), o Duhalde que se baja demasiado
de apuro, o Reuteman que era “el candidato de todos”, o De La
Sota que iba en punta en las encuestas, o Lopez Murphi que saca
muy poquito menos que Kirchner. Entonces, de no plantear un
articulación de centro izquierda, la Argentina sale de un posible
fracaso kirchnerista por derecha. Sin duda. Porque así lo quería el
grueso de la sociedad en el 2003, una salida por derecha, y sólo
un milagro y una serie de azares lo impidió.
La única forma de quebrar esta suerte de derechización del
mundo –que yo creo que se va a ir agudizando–, es construir alianzas de izquierda democrática, estatales, populares potentes, donde
cada sector conserve su postura, la diferencia, pero donde haya “un
programa mínimo” de acuerdo por donde muchas medidas puedan
marchar. En este caso me refiero a un apoyo –crítico– al gobierno
de Kirchner. Esto aquí, con respecto a los núcleos de izquierda radicales, está totalmente ausente. A mi me da la sensación, de que en
Argentina –por una tendencia a una crispación, al no reconocimiento del otro, a la violencia verbal, a cómo ha quedado el 2001
en la cabeza de varios–, no aparece claramente esta alternativa,
como debiera ser entendido. El teoricismo, el gorilismo, el tradicionalismo de un pensar de izquierda, el sectarismo político, impide a
esa izquierda, como en otras grandes coyunturas nacionales, estar
con su identidad y autonomía, donde debiera estar. Afortunadamente este ensamble también está ausente en la derecha, que
también está fragmentada. Y eso hace que vivamos con menos
temor una mala lectura que hace la izquierda en cuanto a cómo
poder reunirse o articularse sin que cada uno pierda su perfil.
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la cuestión política
Es evidente que cuando aparece, mal o bien, un momento
popular con cierta capacidad de actuación en Argentina se produce la traumática y ridícula unificación de izquierda y derecha,
que en último termino terminan coincidiendo en la confrontación
en muchas circunstancias. Es una problemática que debe romperse con el fin de poder llegar a constituirse, frente a esta suerte
de neofascismo de las derechas que avanza con mucha inteligencia culturalmente, “democráticamente” por parte de la derecha. Es
así que hoy, si hay un tipo tildado de fascista es Kirchner, también
de montonero, guerrillero. No obstante el neofascismo real se da
precisamente en aquellos que tratan de reconstruir una sociedad
generando miedo, generando seguridad extrema, muros urbanos
entre el bien y el mal, orden represivo frente a la protesta social.
Es decir, Blumberg sería para muchos un pobre padre acongojado
que no tendría que hacer política, mientras que para Lilita Carrio,
por ejemplo, Kirchner es fascista. Entonces, cuando se produce esa
torpeza de centro izquierda merma la posibilidad del avance.
En tal sentido, América Latina y la región está viviendo un
momento excepcionalmente bueno de gobiernos, de proyectos,
de perspectivas, de alianzas: un momento excepcional por los
mundos que abarcan esas distintas izquierdas. Habría que retroceder a las instancias independentistas del XIX para un escenario tan
amplio. Y nuestro país está inserto de una manera oportuna en ese
proceso, más allá de lo que uno podría quejarse. Sin embargo, esto
que la derecha lee como un avance del populismo puro, autoritario, temerario, no contiene en la Argentina lecturas ni planteos que
la pongan a la altura del acontecimiento latinoamericano. No estamos a la altura de ese acontecimiento. Seguramente, si hacés una
mesa redonda para hablar del tema, te vas a encontrar con diez
posiciones diferentes de las cuales nueve van a aprovechar la
situación para acusar al gobierno, en vez de plantearse que tales
cosas están bien pero en tal cosa somos críticos. Y el gobierno, a
su vez, hace todo desde una perspectiva solitaria, desde una perspectiva autárquica, cerrada en sí misma, desde una perspectiva
soberbia y contradictoria. No admite, ni lleva esta discusión hacia
los verdaderos sectores de la centro izquierda que deberían estar
discutiendo con él las políticas. En ese sentido, Kirchner hasta
ahora, fue un hombre de muy buenas ideas, de muy buenos perfiles, de muy buenas aplicaciones de tales ideas, de paradigmas y
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horizontes que comparto claramente, pero es un mal constructor
de la política en los planos de un armado democrático y delegador.
Es decir, no puede salir de sus acuerdos super-estructurales, chequeo de encuestas y del pequeño círculo decisorio, que lo vuelven
negativamente “irremplazable” llegadas las circunstancias.
En tu último ensayo en la revista Pensamiento de los Confines, vos
establecés las condiciones fetichizadoras que actualmente ahuecan la experiencia política discursiva. ¿Cómo pensás que pueden
establecerse nuevas relaciones del lenguaje con la práctica política
que reconstruyan, a la vez, aperturas a nuevas condiciones de lo
posible, con plena conciencia y deseo de intervención histórica?
Creo que ahí tiene que haber un nuevo momento de relación
entre teoría y práctica. Evidentemente, acá falta –yo no digo teórico refiriéndome a “exquisito”– pero sí falta un espacio reflexivo
que esté planteándose de qué manera el lenguaje político habita
entre nosotros. Eso falta. Es una ausencia que evidentemente se
nota. Por otro lado, lo mediático en ese sentido es hegemónico en
cuanto a que constituye nuestro lenguaje, la comprensión de las
cosas y los consecuentes posicionamientos frente a esas mismas
cosas. Desde esta perspectiva yo diría que como crisis política y
crisis ideológica que atraviesa la Argentina –sobre todo desde el
2000-2001 en adelante pero que viene de antes–, se ha desvinculado en gran parte la práctica política, de la práctica de un lenguaje político genuino en su hacer y crear. La práctica del lenguaje
es un ejercicio permanente con sus propios espectros, con su propio pasado linguístico. Las palabras tienen eco, resonancia, remembranzas, simpatías, correspondencias. Hay como una especie de
remisión a lo espectral, a aquello que tiene –en la palabra– una
carga simbólica muy fuerte. Y, entonces, yo te digo: “yo soy pueblo” “vos sos antipueblo”. Y eso pesa de manera muy fuerte porque está desvinculado de la verdadera práctica política. Es un
juego de set. Es un juego donde yo puedo decir “salvo Aschwitz,
Kirchner es Hitler” o Kirchner puede decir “salvo el kirchnerismo,
son todos antinacionales”. Es decir, al desvincularse la voz de las
bases concretas de un acontecer político la palabra navega y flota
sola. Entonces, es una utilización del lenguaje ficcional, mediática. Se puede decir cualquier cosa en cualquier momento y en
cualquier lugar cuando se rompe la frontera entre lo que es real y
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lo que es ficción, que es a lo que tiende lo mediático. Así el político queda habilitado para plantearse cualquier cosa porque en
realidad son políticos sin estructuras, que flotan en el aire. Son
ellos que remiten a ellos mismos. Desde esa perspectiva estamos
viviendo una época muy particular donde la enunciación política
casi tiene un pleno de espectáculo, de show. Falta una apertura
hacia la sociedad –sobre todo la sociedad media– que reponga
lenguaje y política en estado de relación genuino. La derecha ha
acusado a Kirchner desde subversivo a nazi, a partir precisamente
de un desligarse del lenguaje de la política cierta, donde todo es
trabajo comunicativo, producción de set, desfasaje entre voz y realidad, entre palabra y mundo. La propia crisis de la política hace
que las palabras pierdan pertenencia, historia, memoria, identidad,
enlace con las cosas concretas. Entonces Castells puede coincidir
con Macri, Patricia Walsh con Patricia Bullrich, Lilita Carrió decir
que Nilda Garre agravia a las fuerzas armadas, o que los ganaderos
son perseguidos injustamente, o que la actual iglesia es atacada sin
razón. El lenguaje político no ancla en nada, es un simple estado
de ánimo diario, una frase estridente, algo sobre el cual nadie va a
pedir cuenta mañana porque todos estamos en el mismo juego aparencial y da lo mismo que algo sea dicho o que no sea dicho. La
palabra pertenece al “fenómeno comunicacional de masas”, a su
lógica de impacto, no a los políticos, partidos o sindicatos y sus
“grises” (y sin raiting) proyectos para el bien común.
En el sentido de desprendimiento de la idea más esencialista que
comprendían la definición de sujeto social del marxismo ortodoxo. ¿Cómo se articula la exterioricidad de las nuevas relaciones
con el concepto de nuevas subjetividades?
El problema está en que las nuevas subjetividades sólo son
apreciables si renunciamos a una pura lectura política. Porque la
lectura política es reductora permanentemente. Cuando yo digo
que hay que recurrir al plano de lo estético no lo digo porque haya
que recurrir al arte sino por el acercamiento que lo estético propone hacia los enigmas sociales de la sensibilidad. Hacia lo todavía no catalogado, no situado, no codificado, no reconocido. Es
decir, en este momento, lo que te da más la posibilidad de
emprender un trabajo político o una elaboración de las nuevas
subjetividades son todos aquellos elementos pre-políticos, o despampa | 95 |
plazados o salvados de la política establecida. Salvados de la política, porque la política no los alcanzó con su capacidad despolitizadora. Con esa despolitización de la politica que te dice: “usted
va a hacer politica cada dos años solamente, los días de comicio,
y luego va a sentarse en la ventana a ver cómo los políticos hacen
política y usted se queda mirando”. Hoy la política de la democracia bajo cúneo liberal, la democracia sin cambio, la democracia
de la institucionalidad hueca, la democracia de las moralinas, de
la pura retórica, es una política despolitizadota. Frente a esto hay
muchos elementos y factores de lo social y de lo cultural que aparecen ya de plano fuera de lo político. En ese sentido esto se confunde con cultura popular, cultura de masas, cultura mediática y
hay que desenredar esa cuestión. Pero podríamos decir que hoy
está mucho más capacitada una lectura estético-político para
entender de qué manera se pueden constituir las nuevas subjetividades. No solamente desde la relación del sujeto con la producción, sino, básicamente, de qué manera el sujeto es todavía político
porque está fuera de la política. De qué manera el sujeto se despolitiza cuando entra en la esfera política establecida. Rancière los
llamaría “aquellos que luchan porque no tienen parte”, otros autores dirían “aquellos que quedan fuera de la representación”. O
sea, que hoy para plantearte la política vos mismo tenés que
construir la representación. Lo primero que vas a negar es la
representación que quiere plantearte la política ahuecada. Vos
sos de un barrio donde hay cinco chicas violadas en los últimos
tres meses. Vos planteás la variable desde la politización absoluta, en tanto vos no estás para hacer política y sin embargo la
empezás a hacer, en tanto vos sos un representado que deviene
representante del problema, porque no querés que ninguna representación política te sitúe. Inaugurás, habilitás, abrís el cause con
los vecinos, con los padres, con todos aquellos que no se sienten
parte, que no tienen parte en la política, aquellos que tienen
prohibido hacer política, que no tienen tiempo para hacer política, que no son profesionales. A partir de esa variable vos construís política. Ahora, esa política es en parte trágica de entrada,
porque es una política que tiene que negar toda política para politizarse. Porque en su desplazamiento hacia la política se distancia de la política visible, reconocida. Porque en ese juego de despolitización-politización se corren riesgos ideológicos y cultura| 96 | pampa
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la cuestión política
les de no entender qué es la política, cómo trabajar la política,
cómo producir política y no una simple indignación, un simple
parche, una simple bronca, una semana excepcional en tu vida,
que se prendió y se apagó. Esto es lo que no está totalmente
resuelto en este tránsito entre la muerte de muchas dimensiones
políticas y su esforzada reinvención. Si ante el problema de las
violaciones aparece un diputado y dice, dejénlo en mis manos,
ahí el sujeto se despolitiza y espera. La condición es trágica porque si vos sos un democrático, sos un republicano, sos un tipo
que respeta a las instituciones, o sea, un tipo que actúa en términos democráticos, estás totalmente despolitizado. Y si te politizás,
dejás de creer en la política de los políticos, que es la que contiene poderes viabilizadores, de resistencia real, de cambio posible más allá de lo circunscripto que te pasa. Porque evidentemente aquello que te está cubriendo te está despolitizando en términos concretos. Y si, por otro lado, rompes con todo esto, si
efectivamente vas a generar una intervención política concreta,
tuya, será una política de patas cortas porque, bueno, en Nuñez
donde había violaciones ahora pusieron diez policías, luz, y dos
garitas de vigilancia. Listo, se acabó. Volvés a tu casa y en ningún
momento reconstituiste la idea de que esto se pudiese juntar con
algo mayor. Es más, corres el peligro de que ese mismo barrio o
sector social salga autistamente pensando que todas las cosas se
solucionan con diez policías: para el lado de la derecha. Pero hoy
las problemáticas mayores pasan por afuera de las organizaciones
instituídas, y por eso son problemas: son intemperie, son zonas
desprovistas. Es tu vida, la de muchos, la de los que no tienen
parte en la política. En un mundo que te crea diariamente miles
de mundos posibles o imposibles, logrados o solamente deseados, pero fuera de tu lugar de trabajo, la política entonces desaparece y reaparece en ese afuera de tu lugar, de tu puesto y función. Y se despliega en “otros lugares, puestos y funciones” desguarnecidos de política, o anestesiados por la política
En ese plano, de las nuevas subjetividades, hay que estudiar
muy acabadamente el mundo de la sensibilidad, el mundo de lo
privado, de tu relación individual o grupal e incompleta con el
mundo. Que es una cosa que a la izquierda le cuesta muchísimo
poder pensar. Es decir, la legitimidad de lo individual todavía
sufre enormes descalificaciones en el pensamiento de izquierda.
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Es decir, el mundo individual puede ser percibido desde el ser
obrero, ser campesino, desde las identidades ya constituidas que
evidentemente existen pero no desde lo que le ocurre a ese obrero
en su relación sensible y compleja con el mundo. Desde lo particular intransferible. Sí, las identidades existen, pero evidentemente
están atravesadas por algo que se nos escapa totalmente desde la
política a secas, y más viviendo en Capital Federal o en el conurbano. Lo que pasa es que la política se sostiene porque ha sabido
edificar claramente la institución del comicio, la institución electoral. La ha sabido edificar de tal manera que cuando llega el ritual
la sociedad va y vota, vota y obedece. Por más que al día siguiente
diga que el que votó es un hijo de puta. No importa, lo votó.
Ahora, la subjetividad real no es totalmente la que va al comicio.
La subjetividad real es la que al día siguiente comienza a circunscribir el comicio. Así aparece una cadena de subjetividades donde
uno se pregunta dónde se pone la política para que no sea sólo el
voto ni sólo el grito destemplado y ciego.
Hay que buscar la subjetividad como una variable desde lo sensible político que rompa las configuraciones ya dadas, la mirada
del otro que ya te ubica, te sitúa y cristaliza, y que reabra la posibilidad de otras variables. La nueva politización es conciencia de
una carencia muy grande. Porque vos les preguntás “cómo unificas la lucha tuya con la de las compañeras que están a favor del
aborto” y la tipa de Nuñez que se movilizó por las violoaciones
te dice: “andá a la mierda vos con el aborto”. Porque no hay la
posibilidad de volver a relacionar palabra e historia y mundo
deseado como la hubo en un momento. El partido comunista o el
partido peronista lo reunían pero finalmente lo reunían mal. Todo
esto ya está en revisión, ya está en crítica, es cierto, pero lo reunían. Hoy no podríamos reunirlo, entonces, las subjetividades flotan y lo que priva por un lado es la exterioridad que te dibuja un
ser desustancializado de todo. Pero por otro lado es la interioridad que vuelve a necesitar comunidad, colectividad. Es decir, “yo
soy irrepresentable” eso es lo que piensa cada sujeto social que
sale a la pelea: “aquel que quiera venir a representarme, es un
ladrón o un tipo de dudosa calaña”.
Desde esta configuración cultural extrema ¿no corremos el riesgo
de exacerbar una posición cínica frente a la política?
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la cuestión política
Creo que el cinismo ya está dado como una situación de época
que hay que revertir. Por eso yo aclaraba que existe una posición
radical que es una crítica político intelectual y, por otro lado, una
crítica que es la que te permite la política democrática instituida
como ningún otro modelo político por ahora. Yo puedo estar
diciéndote todo esto y al mismo tiempo estar sosteniendo que voy
a votar a Kirchner. Digo, “ya que la sociedad nos encarcela, permitámonos el pensamiento crítico radical”. Ahora, en términos
políticos concretos estoy mucho más situado en lo que fue la historia argentina, en el avance de la derecha, y en el cómo hay que
confrontar tratando de reunir fuerzas en un momento de crisis
política donde va muriendo el radicalismo y el peronismo. Y, en
ese sentido, soy mucho menos radical, soy más bien alguien que
se pregunta ¿quién me permite a mí un pensamiento radical acompañando un tránsito de época? Y me respondo, alguien como
Kirchner, que está haciendo política apuntando a un pos-peronismo. Con dificultad, con altibajos, pero intentando un cierre de
época difícil: dejar atrás la maraña de un peronismo que como tal
fracasó en la historia, y además prohijó demasiada mierda. Si yo
le dejo a él eso, con todas sus equivocaciones, con todas sus
variables, yo puedo permitirme la crítica y una necesaria distancia para pensar cómo se reiventan las cosas y a partir de qué
estado de las cosas se las reinventa. Sería absurdo que yo piense
igual que un presidente, porque entonces mi tarea sería totalmente en vano, y sería absurdo que él piense como yo porque él
está en la casa de gobierno y nosotros estamos en un bar. Desde
esa perspectiva yo trato de articular esas dos cosas. Y es una discusión que tengo siempre en el sentido de cómo construir política
con lecturas de apoyo crítico y posturas armonizables con lo
mejor en la encrucijada histórica.
Yo hablo con vos así porque el medio, esta revista, el sitio, el
mensaje admite esta trayectoria de la entrevista y sus posibles
receptores de una letra escrita que da un tiempo particular del
pensar. Pero si estoy invitado a un programa de televisión no voy
a hablar en cuatro minutos así, porque lo que está en debate ahí
es qué políticas posibles se pueden llegar a hacer, y no plantear un
país imaginario. Creo que el modelo sindical donde vos estás
situada atraviesa un gran momento para pensar las circunstancias
porque supuestamente ya instituyó su historia, es un sindicalismo
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de tránsito hacia una dimensión a articular con otras políticas, y
está por verse si efectivamente aporta a la constitución de otra
escena histórica o no puede, no ya por determinada persona ni
incapacidad institucional, sino porque es muy brutal la forma económica, política y cultural con que el sistema nos avasalla, nos
aterroriza, nos vulnera, nos confunde. Pero hay que hacer inteligentemente pie. Y cinchar juntos. | pampa
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Crítica a la acción política
Una lectura militante de las Tesis sobre el Concepto de Historia
Por FERNANDO BUSTAMANTE
Los movimientos sociales y las organizaciones e instituciones del campo popular –aunque también el espacio de lo
político en general–, en los que muchos de nosotros pretendemos
intervenir, están regidos por los discursos de la construcción, que
conforman su comunicación oficial. Sin embargo, como intelectuales militantes, trabajadores del desarrollo y otros motes similares, nos recorre el pensamiento deconstructivo, la ética del escepticismo y la experiencia de la pérdida.
Persistimos aquí, porque es nuestro único lugar posible. Accionamos como si incidiéramos en el proceso histórico, esperando
que la historia alguna vez vaya en el mismo sentido; y si así fuera,
sabremos que sólo tendremos esa fiesta que no merecemos, pero
que de todas maneras será un disfrute justo. Así concientes, aunque decidiéramos dedicarnos a cualquier otra cosa, tampoco creeríamos en ello, ni seríamos menos miserables. Muchas veces el
“pesimismo de la razón y optimismo de la voluntad” de Antonio
Gramsci parece acentuar nuestra propia disociación, que no podemos más que aceptar trágicamente.
En esa desolación aparece Walter Benjamin como una excepción que podría, a la vez, inspirar y afinar nuestro relato.
Crítica al progresismo
Las Tesis Sobre el Concepto de Historia es un texto en el que
Walter Benjamin se esfuerza por poner en forma el pensamiento
que también expresó explícitamente: la necesaria conjunción del
marxismo con la teología1. Esta última no es objeto de contemplación, ni el estudio del Ser divino, sino un instrumento al servicio
de la lucha de los oprimidos. La teología debía devolverle al marxismo lo que su versión progresista le había quitado: su hálito, su
1 Seguiremos aquí planteos de Michael Löwy
en su Walter Benjamin.
Aviso de incendio,
Buenos Aires, FCE,
2002.
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fuerza explosiva y revolucionaria, portadora de palabra transformadora como lo fue en Latinoamérica con los movimientos sociales alrededor de la Teología de la Liberación.
El apremio que se lee en este texto de Benjamin por los cambios
revolucionarios pueden ser acogidos desde nuestra posmodernidad
de la misma forma que toda la tradición revolucionaria moderna.
Es decir, exudando fe todavía en los procesos revolucionarios como
vía para una sociedad sin clases, libre y justa. Acto seguido habrá
que leer con cuidado, y descubrir que a pesar de ello contamos con
el escepticismo de Benjamin, de que una acción política revolucionaria –o un cambio socio político radical– ocurra, y en eso disputa
Benjamin con la izquierda progresista de su tiempo. La ocurrencia
de la acción política transformadora no sería una consecuencia
segura y mecánica del desarrollo de las fuerzas de trabajo y del progreso del capitalismo hacia una sociedad sin clases, como pensaba
la socialdemocracia de la República de Weimar. Todo el texto de
Las tesis se dedica a criticar la noción de historia implícita en ese
pensamiento, y a proponer otra mucho más dramática y política.
Para Benjamin no se trata de un proceso de desarrollo progresivo,
sino de una guerra donde se podía ganar, pero mayormente perder.
Más bien se trata de un sujeto político que debe hacer acontecer
el cambio radical. Y para ello, la acción política debía ser de un
tipo tal que transformara no el futuro, ni siquiera sólo el presente,
sino además el pasado. Debía suspender la historia para luego
redimirla. El deseo colectivo de cambio haría ocurrir al Mesías.
Herbert Marcuse escribió, sobre esta idea de la suspensión de la
historia, que “en contadas ocasiones se expresó de forma tan
ejemplar la verdad de la teoría crítica: la lucha revolucionaria
exige la detención de lo que sucede y lo que ha sucedido; antes
de asignarse cualquier meta positiva, esta negación es el primer
acto positivo. Lo que el hombre ha hecho a otros hombres y a la
naturaleza debe cesar, y cesar radicalmente; recién después podrán
comenzar la libertad y la justicia.”2
2 citado en Löwy, M.
op. cit. (p. 152).
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Esta redención de la historia, de los oprimidos y de los muertos
victimados es un trabajo de sentido que une las injusticias del presente con todas las injusticias del pasado, que se encuentran encubiertas como elogio de los opresores victoriosos; y tiene motor, no
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la cuestión política
tanto en la libertad de las generaciones futuras, como en los martirios de los ancestros derrotados, aquellas injusticias que son reveladas por la nueva luz que el Mesías ha traído para romper los
cerrojos del sentido del pasado.
La posibilidad revolucionaria está en la “capacidad de apertura
hacia un compartimento bien determinado del pasado, cerrado
hasta entonces. La entrada en ese compartimento coincide con la
acción política”3.
La suspensión mesiánica de la historia permite una unidad perfecta entre todas aquellas derrotas de los oprimidos del pasado y
esta lucha de hoy. Se hace evidente a los ojos de todos los oprimidos que aquellas son idénticas a ésta, y el pasado, iluminado así,
se convierte en fuerza revolucionaria en el presente.
Este es el método del historiador que profese el materialismo
histórico, dirá Benjamin. Esto es pasar el cepillo a contrapelo de la
historia. La rememoración y la redención mesiánica del pasado y
de todos sus habitantes vencidos, que suspende el tiempo. Se debe
conocer el pasado, no tal como fue, sino como a un recuerdo en
el momento de peligro4. El historiador o revolucionario debe captar ese relámpago, esa oportunidad única, precaria y fugaz de salvación. Ese recuerdo que aparece en el momento de peligro puede
ser lo que lo salve. Resuenan aquí fuertes ecos del guerrero de
Nietzsche, amigo de la muerte, que la busca y la enfrenta, no para
morir sino para asumirla. El peligro en Benjamin ha acechado
siempre a quienes luchan por una transformación radical, pero en
ambos pensadores la experiencia de la finitud es la puerta a la lucidez. Esto escribía Benjamin bajo amenaza de captura y de envío a
un campo por la GESTAPO, antes de suicidarse.
La fracción de segundo en que todo se ilumina por un relámpago en la noche oscura de la historia puede mostrarnos la situación histórica. Con esa claridad, que transparenta la opaca estructura de lo real, un último acto de lucidez y de coraje nos permitirá
arrebatarnos frente al peligro y salvarnos. Allí todo está claro, la
convicción es infinita, el pasado ha cambiado, la última clase
combatiente se realiza en la acción política.
La teología, así utilizada por Benjamin, es un intento por explicar
y fomentar las motivaciones de los oprimidos, pero puede alentar
reducciones de su pensamiento a arenga y panfleto. Los espacios
3 citado en Löwy, M.
op. cit.
4 idem
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militantes buscan discursos que sinteticen, buscan palabra instituyente, sentido social, motivación. Demasiadas veces no producen
sentido alguno, no contamos con discursos con poder, que transformen lo real. Como dicen los indígenas wichí del chaco argentino:
palabra potente.
En estos espacios, la lectura de Benjamin en esta clave podría ser
muy bien recibida. Sin embargo, si esa lectura es apresurada –en
parte debido a su gran utilidad política– puede llevarnos a reducir
el trabajo de Benjamin en su rigurosidad y en su aguda percepción
de lo real. Luego, puede hacernos creer en la disociación definitiva
entre pensamiento crítico y práctica política inspirada, esta última
como necesariamente plagada de concepciones esencialistas. Muy
por el contrario, Benjamin tiene el valor de aquello más escaso para
nosotros: ninguna concesión ante lo real, sorteando la inmovilidad
a la que lleva la inmensa mayoría del pensamiento social actual.
Esta preocupación actual
1. El relato iba como sigue: “en los alrededores de Tartagal, algunos indígenas wichí alfabetizados en castellano –pero no en su lengua– están imponiendo la pronunciación castellana al alfabeto
wichí.” Tenía un tono apesadumbrado pero también condenatorio.
El relato fue discutido: “no nos enojemos con los cambios en la lengua, no miremos la lengua como algo esencial”. Me sentí interpelado: “Sí, es esencialista, sin embargo, así lo viven los wichí. Prefiero
verlo como un pueblo haciendo política lingüística.”
Quedé pensando en mi propia respuesta. Me pregunté por qué
había relacionado la práctica política con un pensamiento esencialista. ¿Por qué me pareció el pensamiento esencialista una
estrategia política? ¿La denuncia de esencialismos es útil sólo para
el quehacer intelectual? ¿Hacer política lingüística y cultural es
necesariamente concebir esencialmente? Me sentí entrampado,
como intelectual que se desenvuelve en el campo social.
2. El fetichismo tiene algo de esencialismo. Si el esencialismo es
sostener que cualquier porción o aspecto de lo real tiene alguna
nervadura, algún fundamento absoluto, que le otorga el carácter
de lo que es, el fetichismo reduce un elemento complejo o abs| 104 | pampa
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la cuestión política
tracto a un elemento simple, y además este elemento es tangible.
Cuando Marx explica que el fetichismo de la mercancía consiste
en pensar el valor de una mercancía como si éste fuera una característica intrínseca de aquella, muestra que se está negando así la
compleja trama de productos y mercancías que, en el sistema de
producción y consumo, generan las magnitudes del valor de una
mercancía y de todas las que tienen un valor equivalente. Hay, aquí
también, algo similar a un esencialismo. También aquí se niega el
carácter relacional y dinámico de la determinación del valor de una
mercancía, y se concibe este valor como una característica estática y absoluta de una mercancía en particular.
Perón, el rito, el peronismo burocrático, el fetiche fue a San
Vicente. ¿Qué sentido tiene para las instituciones y las mitologías
políticas que los restos de un presidente sean confiados, no a la
estatalidad, sino a un partido? El relato político, el recurso metonímico de adherir algo del prestigio de Perón a un partido. El sentido
del peronismo, de su origen, se descompone como la momia, no
fétidamente como un ser vivo hasta hace días. Sino ya quedando
sólo polvo seco de los iconos míticos de la prehistoria, expuestos
ya otras veces a las inclemencias de tiempos políticos de hundimientos. Sin embargo, ellos disputaron, por un espacio físico junto
al fetiche, por el entorno. ¿Por qué sentidos habrán disputado?
¿Por la esencia del peronismo?
3. La vanguardia –decía Arellano inaugurando pampa– pretende
trastocar todo, supone ser lo que le falta al movimiento popular,
supone quiebre de la historia, el fin de las identidades, revolución,
vuelco, como la Iglesia de Güell de Gaudi, donde el arriba sea el
abajo, y se construya invirtiendo la ley de gravedad, la transformación de lo negativo en positividad, la producción de la nada.
El militante anarquista y profesor de filosofía en Carolina del
Sur, Todd May advirtió que el término revolución pareciera referir
a un cambio concreto clave que garantizaría el cambio de sentido
de todo, la ocurrencia de dicha revolución. No habría, entonces,
algunos puntos esenciales para hacer una revolución. Más bien,
habría que preguntarse qué es lo que necesita cambiarse y cómo
necesita ser cambiado. Contra ese esencialismo, quizás, Luis E.
Rodeiro propuso desde La Intemperie, la sugestiva fórmula “dejar
de pensar en clave revolucionaria”.
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Crítica a la acción
El conocimiento, para Benjamín, –la acción de conocimiento–
es, a la vez, una acción política radical. En la tesis XII se lee: “El
sujeto de saber histórico es la clase combatiente...”. Este conocimiento producido en la acción política es un trabajo de sentido
sobre la historia, ya lo dijimos. Benjamin comparte con Nietzsche
este uso de la historia, que es más bien, una urgencia. Para este
último, la historia (la historiografía) tiene que servir para la vida y
para la acción. Tiene que ser una operación “sobre el tiempo” y
acelerar “el advenimiento del tiempo futuro”5 en el presente. Sin
embargo, Nietzsche lo propone en nombre del individuo rebelde,
el héroe, y más adelante el superhombre, mientras que Benjamin
lo hace en nombre de los oprimidos de todos los tiempos.
Para Benjamin no hay acción –obra liberadora– posible si se
olvida a los ancestros martirizados. No hay lucha por el futuro sin
memoria del pasado. Esta memoria no es para Benjamin una melancolía ni una meditación, sólo se justifica si se convierte en fuente de
energía moral y espiritual para los vengadores de la historia.
5 idem.
6 ZIZEK, S. (comp.)
Ideología. Un mapa
de la cuestión,
Buenos Aires, FCE,
2003 (p. 276)
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Sin embargo, la acción humana es ficción, dijo Nietzsche.
Supone un agente de acuerdo a sí mismo, creencias de tipos varios
con firme fundamento que lo guían, y marcas predecibles y seguras de la acción en lo real. Todo ello es ilusión para Nietzsche.
Agreguemos la idea de que artefactos culturales como obras de
arte, hechos históricos pero también valores –las banderas de la
derecha– son propiedad esencial de tal o cual grupo social.
Aunque Gramsci advirtió que los elementos ideológicos no son
pertenencia de clase6.
Continúa Nietzsche, la acción es necesaria, pero simplifica hasta
violentar lo real, que es de una complejidad inabarcable. La acción
no tolera coexistir con la reflexión. Es que el hacer necesita suspender el pensar. Y las condiciones profundas de nuestra existencia
deben salir de la conciencia al momento de la acción. Todo hacer
necesita ignorar sus condiciones de posibilidad, como el equilibrista
debe ignorar el vasto desfiladero debajo de la cuerda por la que
camina. A esa posibilidad casi imperceptible se refiere Benjamin en
la tesis IV. “Quien profese el materialismo histórico no puede sino
ingeniárselas para discernir ése, el más imperceptible de todos los
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la cuestión política
cambios.” Ese cambio es el potencial revolucionario latente en cada
situación. La tenue posibilidad de victoria se debe a la complejidad
de lo real en donde se actúa. Sin embargo, esa victoria es posible
por un movimiento intelectual que no veremos todavía.
También Althusser y Lacan: sólo la ideología da al sujeto coherencia suficiente, aunque provisional, para volverse un ser práctico
y social. Ya el niño pequeño, frente a su imagen en el espejo ignora
feliz su condición incipiente y poco coordinada, e imagina su
cuerpo como regulado por un mayor orden interno. Así las cosas,
es posible, para él, el actuar aceptable y apropiado para el entorno
social, mediante esa “alienación del sujeto” 7.
Debido a que sólo podemos actuar en la incertidumbre, estamos obligados a suturar las partes de nuestro cuerpo significante y
las fallas del escenario bajo nuestros pies. Las condiciones de las
prácticas posibles se imponen como necesidad de alguna estabilidad tolerable de los contextos, de los escenarios, de las identidades y los elementos culturales asociados a ellas.
La necesidad –ésta y otras– pone el norte a la invención del
saber, eso es Nietzsche. La modernidad produjo la técnica, y dentro de un mundo técnico un lugar nos es asignado, de dominación
de la naturaleza, de producción y de proyectos. La acción, como
forma moderna de ser, nos rige.
Si seguimos a Laclau y Mouffe, la reducción del complejo real
por la acción podría ser –quizás se me conceda– un esencialismo,
de la misma forma que el esencialismo de clase en el marxismo es
la reunión, en la clase social, de procesos, sistemas y realidades más
complejas. Queda pendiente si no es toda reducción un esencialismo. Parece más cierto que todo esencialismo es una reducción.
Pero más allá de ello, la necesidad del accionar, el apremio por
suturar las brechas de lo real sería la fuente privilegiada de esencialismos. Esencialismos sobre el sujeto, el objeto de la acción, y los
elementos culturales como pertenecientes a los sujetos. Lo esencial
según los actores políticos serían los otros pero también el mundo,
mis interlocutores y sus pertenencias y todo lo que se me opone. Es
que necesitamos tener de donde agarrarnos.
Benjamin, sin embargo, no habla de esencias sino de mónadas.
7 J. LACAN, “El estadio
del espejo como formador de la función
del yo (je) tal como se
nos revela en la experiencia psicoanalítica”,
en Zizek, S. op. cit. Sin
embargo, hay que
señalar que en este
momento de la imaginería del niño, frente
al espejo, él no establece ninguna distinción real entre sujeto y
objeto. Se da un movimiento continuo en
ambos sentidos entre
los términos.
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Como el esencialismo, la construcción de mónadas es un procedimiento del pensamiento pero además de la acción política revolucionaria. El primero es condenado por las ciencias sociales, el
segundo alentado por Benjamin. La mónada sería una forma cristalizada en que ciertos elementos de lo real se presentan al pensamiento materialista histórico, y que permiten la acción. Pero a la
vez esta construcción de mónadas es sólo posible en la acción
política. En la tesis XVII se lee: “En esta estructura (la mónada) (se)
reconoce el signo (...) de una posibilidad revolucionaria en el
combate por el pasado oprimido”.
La mónada es una definición hecha patente, una síntesis de la
historia. Por lo tanto, desencadena deseo colectivo de transformación, y ella misma es ese deseo.
Continúa Benjamin: “En realidad, no existe un sólo instante en
que no lleve en sí su posibilidad revolucionaria; esta sólo aspira a
ser definida como específica, a saber, como una posibilidad de una
solución enteramente nueva frente a una tarea enteramente nueva.”
Si se logra definirla como tal, toda situación tiene potencial
revolucionario, es decir, de abrir a lo nuevo. La posibilidad revolucionaria de cada momento se verifica en la situación política,
pero también por la “capacidad de apertura hacia un compartimento bien determinado del pasado, cerrado hasta entonces. La
entrada en ese compartimento coincide con la acción política”. A
la historia clausurada por la socialdemocracia con el concepto
lineal y vacio, es necesario oponersele con la apertura de esos
momentos historicos clausurados a múltiples y nuevas interpretaciones. Y esa entrada, esa acción política, por destructiva que sea
puede considerarse como mesiánica.
Esa entrada en los compartimentos del pasado clausurado es
para unirlo con el presente, y la clausura es de sentido. La unión
se da en la acción política que suspende el tiempo histórico, y lo
cristaliza en mónadas que unen el presente y el pasado, los combatientes de hoy con los de todas las eras humanas, y la batalla
presente es la “venganza”, la reivindicación de todas las derrotas
y todos los vencidos de “la noche de los tiempos”.
Debemos entrar en el pasado, debemos adueñarnos de él como
de un recuerdo en el momento de peligro. En ese instante un relámpago puede mostrarnos una oportunidad única, precaria y fugaz de
salvación. Una fracción de segundo en que todo se ilumina y la
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situación histórica se cristaliza en una mónada. El coraje es lucidez
ante el peligro y el último reflejo puede salvarnos.
La mónada sería esa estructura, latente en toda situación, esperando ser definida, y que condensa el momento histórico, lo objetiva en un elemento de pensamiento que nos da de dónde agarrarnos, de forma similar a la esencia. Sin embargo, no aisla el elemento de la trama de relaciones históricas que son su condición.
La objetividad de la mónada, al contrario, incluye dentro de sí esas
relaciones. Las hace asibles al cristalizarlas. Esta es su potencia, pero
también su precariedad: al cambiar el momento histórico, las relaciones históricas pasan a ser otras, y la mónada anterior pierde su
eficacia. No produce ya sentido.
Algo similar intentó Laclau, aunque 47 años después, en términos mucho más correctos para los espacios intelectuales, es decir,
mucho menos teológicos: “El esencialismo se puede mantener si
se invierte su significado: No sería esencial una verdadera representación, sino aquella representación que se dé como completamente cerrada, que niegue su precariedad.”8 | pampa
8 Zizek, S. op. cit.
(p. 291)
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Archipiélago de la f r ustración
Por KARINA ARELLANO
“Las grandes ciudades de provincia han delegado en Buenos
Aires ricas porciones de la vida superior del espíritu y
cuanto significa continuidad con lo anterior y responsabilidad del
futuro”, afirmó Martínez Estrada retomando a Alberdi1. ¿Cuál es
el estado actual de esa vida delegada?¿Dónde situar los dispositivos que generan su condición astillada; su pretensión irresuelta?
El primer reconocimiento es que en el campo de lo político se
encuentra la usina más significativa de tal delegación concentrada. El segundo, que la política de y en nuestra ciudad genera
su propio conflicto constitutivo: una esfera pública amenazada
por su auto-absorción destructiva.
Buenos Aires no es para ser vivida sino contemplada. Por aquí,
la política se ve ante la dificultad de acontecer porque existe un
fondo de verdad donde transcurre la idea de que la comunidad es
la resultante de un acto de auto-descubrimiento mutuo. Así, se
subestiman las relaciones comunitarias nacidas por fuera de esta
supuesta “autonomía” y Buenos Aires termina siempre siendo su
propia carga principal sin que le hagan mella ninguna de las delegaciones simbólicas que las provincias le han conferido.
1 EZEQUIEL MARTÍNEZ
ESTRADA, La cabeza de
Goliat. Microscopía
de Buenos Aires.
Editorial Lozada 1983.
Buenos Aires.
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La atmósfera narcisista porteña termina consolidando un mercado inmaterial de relaciones personales. La imaginación psicológica de que en esta ciudad la gente puede zafarse de las morales
conservadoras provinciales para participar plena y racionalmente
en una vida fuera de los límites de su deseo, es falsa. Aquí, los
miembros de la comunidad resuelven en términos de sentimientos
personales aquellas cuestiones públicas que sólo pueden ser tratadas a través de códigos de significado impersonal. En vez de creer
en la acción emocional creen en los estados emocionales, con lo
cual, toda convicción que sustente la transformación y gobernabimayo 2007 | nro.2
la cuestión política
lidad de las condiciones de existencia es neutralizada por un
moralismo temperado que desnuda a lo político de su carácter trágico y lo espectaculariza.
La subjetividad porteña es una vorágine donde el movimiento
es sin centro. En Buenos Aires la pregunta y negación sistemática
es sobre quién es uno. Existe una atmósfera donde cada quién no
sabe bien con quién está hablando y en la cual todo el mundo termina siendo sospechoso y cuestiona vanamente a todo el mundo.
Bajo este signo, evidentemente, no se puede establecer centralidad en tanto permanencia, casa o demora.
La esfera política porteña es incapaz de pensar críticamente los
síntomas que provocaron tal situación. Por el contrario, con el
correr de los años, se ha transformado en tal usina de insatisfacción
y destrucción que todo evidencia que es una de sus peores víctimas. Los ámbitos que en esta ciudad, debían garantizar la productividad política pasaron a estar tan frustrados, paranoicos, enojados,
rosqueados, provocadores y caprichosos que inauguraron modos
de un decir político ajeno a lo conversable, modos que pusieron en
peligro su propia permanencia dentro de la vida pública.
La “pergolinización” de la política es en Buenos Aires la operación que garantiza su declive en la esfera pública. En el nuevo
modelo de intercambio, la auto-absorción de lo político se articula
con un objetivo del poder mediático que termina dejándolo al
margen de la escena pública. Más aparece en clave de estado
emocional o sagacidad personal, más se retrotrae en términos
públicos, políticos e impersonales. Por otro lado, cuando se coloca
el foco en el carácter de las representaciones políticas, se arrojan
a la vida “pública” expresiones que tienen que ver, sí con la
puesta en escena del producto mediático, pero también con
emociones que comparten entrevistado –o mejor dicho interceptado–, y audiencia: aflora la racionalidad porteña en búsqueda de
autorrealización; el resentimiento de no vivir el confortable hecho
de la gratificación; la necesidad capitalista de sacarle provecho a
la relación con los otros; la risa por la acción social devaluada.
Cuando el significante pasa a estar por encima de la vida misma
es cuando se produce la totalización del sentido en la política. El
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valor mayúsculo que merecen los intereses permanentes de la
nación avanza sobre prácticas minúsculas y sencillas –lo que no
quiere decir personales–. Sucede que dentro de la esfera política,
cuando esas prácticas son despojadas del ideal, automáticamente,
se convierten en innobles y despreciables. Ahí, lo espectacular
opera al interior de la esfera. Los pensamientos se anudan y ocurre que ya nada se oculta tras supuestos objetivos políticos impersonales porque aparece al desnudo el significante que cada uno
vive para encarnar.
Cuando la sociedad no se permite una dimensión pública de su
accionar social, la destructividad es desenfrenada. Cuando la realidad se moldea de acuerdo a sentimientos privados esos grados de
destructividad son más considerables, ya que es muy difícil establecer cómo y por qué se debe vivir para la comunidad. Dos resortes que operan claramente a favor de tal capacidad destructiva
son el aburrimiento y el mérito. Si en este nuevo mercado de
intercambio emocional las personas no encuentran revelaciones
todo deviene aburrimiento e insuficiencia. Si hace mucho tiempo
que en Buenos Aires no hay personas premiadas no será porque
haya cesado en su actitud de someter, todos los días, a examen.
Consecutivamente, aparece en la experiencia el sentimiento de
culpa-enojo por no poder crear un lazo real con los otros; luego la
perturbación-certeza de que tal experiencia no es tan digna de ser
vivida. A partir de allí la única decisión que cabe es el “afuera de
juego” que deja a la luz una subjetividad frustrada. Una subjetividad que siente que su relación con lo social no termina de ser
“verdaderamente real”, por lo cual pierde su dignidad esencial,
ah, el dominio de la experiencia.
Si Buenos Aires siente que el tiempo y la tierra le han fallado,
¿qué garantía puede ofrecer la continuidad con su pasado? La responsabilidad de seguir con lo anterior, de proseguir el pasado,
implica un grado de redefinición de los valores morales y políticos. Desafía la capacidad de establecer alternativas básicamente
críticas y des-mitologizantes. En este caso, entonces, se esperan
profanaciones a la heredada idea de la totalidad del sentido de la
política. Alguna herejía que proclame incierta la funcionalidad de
los acontecimientos en la historia. La responsabilidad con el futuro,
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la cuestión política
dentro de este archipiélago de frustración que es Buenos Aires,
sentencia que la generación heredera de los setenta, no puede ser
patrulla en busca del conjuro gratificante, ni establecer como único
punto de vista la continuidad histórica. Para encontrar el aire, después de un pasado demasiado largo, habrá de ser bisagra a-histórica o historia puesta al servicio de la vida. | pampa
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Crítica al lenguaje opositor
Por MARIANO GARBARINO
I.
Las urgencias de tiempos pasados y las decisiones trascendentes que acarreaban, se convirtieron en objeto de fetiche para
ciertos “opositores” que, en su acción de homologar nuestro presente histórico con acontecimientos de antaño, han creado un
horizonte pletórico de promesas, sin la asunción de los riesgos
y de los peligros que traían aparejados otrora. En tal sentido,
hablar de nazismo o de fascismo para caracterizar al gobierno de
Kirchnner no es otra cosa que la presentificación de la tragedia de
la historia real de la humanidad para darle algo de enigma a nuestro capitalismo subdesarrollado y monótono.
Cuestionar las palabras, nos lleva a cuestionar el pensamiento
habitual, el estado de interpretado del mundo. El “como si” mediático-opositor estructura nuestra experiencia de la realidad. Abre un
mundo “como si” fuera totalitario. Su idealización obsesiva denuncia la “maldad” intrínseca de ciertos individuos y grupos, cuando
en realidad no hubo ninguna acción por parte de esos individuos
o grupos que concuerde con esas apreciaciones. Bajo su operación discursiva, una organización social puede ser un grupo de
choque al estilo de la SS o un gobierno presidencialista el preludio
de un genocidio. Su razón de ser es la denuncia del autoritarismo
estatal, viejo resabio del liberalismo más miope y vetusto, que
elude, a grosso modo, las demás formas de dominación. Así, la
parte maldita de la historia habita en el Estado, que no es más que
ese Estado que corrompe, que conspira y que tiene como huésped
a Dionisio. El oportunismo liberal junto a la izquierda dogmática
confluyen en un humanismo de la época de las luces socavado
por la misma historia terrena y subterránea que ellos construyeron.
La política representativa, las instituciones y la República “siem| 114 | pampa
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la cuestión política
pre ausentes” son las puntas de lanza de un liberalismo, que
esconde la violencia de su constitución y de su dominio. Lo más
nauseabundo del liberalismo no son sus principios sino el escamoteo de la violencia que está en sus instituciones, en su república.
Como diría Merleau Ponty, lo que diferenció al “marxismo” de los
“socialismos reales” del liberalismo son diferentes usos de la violencia. No está en ninguna agenda política la discusión sobre la
violencia como condición de vida en sociedad. La condición de
posibilidad de nosotros como sujetos del siglo XXI es la violencia
pasada, presente y futura. La idea no es virar hacia un fatalismo
antihumano, muchas veces funcional al discurso purista-platónico de nuestra derecha vernácula, sino de dar cuenta de las
acciones y de sus consecuencias. Hay que pasar de la negación
de la violencia a la discusión sobre la violencia. Negar la violencia no es más que hipocresía burguesa, que al mismo tiempo que
la defenestra es el a priori de su dominación. La apuesta será tratar de reconciliar el pensamiento, la política y la ética para que
nuestra experiencia como sujetos sociales esté signada por la
reflexión, la responsabilidad, el respeto por el otro y la meditación sobre el corolario de nuestra acción. Evocando la arquelogía
foucaultiana, hay que desarrollar ese saber que busca la verdad
en las alcantarillas de la historia y no en los escenarios espectaculares de la videopolítica.
II.
A ese pastiche que conforman actores sociales procedentes tanto de la izquierda como de la derecha los une el modo de
abrir la realidad a través de dicotomías abstractas. Civilización o
barbarie. Democracia o tiranía. Dicotomías que tienen más que
ver con un idealismo oligarca –que privilegia la eficacia mediática del slogan maniqueo y desdeña el deseo de los sectores
populares–, que con la intención de fomentar un saber y un pensar responsables sobre nuestra realidad. Los 90 no sólo nos legaron la profundización de la polarización social, sino también
conocimientos económicos: maximización de beneficios y reducción de costos parece el principio que rige a la actividad periodística-opositora. La reflexión sobre lo dicho no cuestionado da
cuenta del despropósito en el que incurren los “opositores” al
tratar de simbolizar lo real; testimonia la ausencia de un pensapampa | 115 |
miento crítico preocupado por una comprensión profunda de
nuestra experiencia colectiva.
En sintonía con los relatos más pueriles de héroes y villanos,
cierta oposición no puede evitar la emergencia de su pretensión
de historicidad. Cuando no es poder, quiere ser Historia, verdad
incomprendida, víctima de una argentina bárbara signada por la
manipulación. Demanda de historicidad a bajo costo que cuando
no se salpica con la estulticia se empapa de deshonestidad intelectual. La historia liberal es la historia de la traición del otro, de los
valores espurios y del purismo melancólico. Las ideas, la razón, la
república son esos sustantivos que suelen repetir hasta el hartazgo,
como fuente de legitimación y a modo de distinción. Estos sustantivos no significan algo tangible, ni empírico, sólo tienen eficacia
comunicacional. Están bien vistos y no se sabe a ciencia cierta por
qué. Podríamos decir que tienen el mismo modo de funcionamiento que Scioli o Reuteman, nadie sabe lo que piensan o lo que
van a hacer, pero funcionan. Es el mismo encantamiento que le
endilgan a algunas “artistas” o “vedettes”, a las que al no podérseles encontrar ningún atributo que las haga especiales, se apela a la
trillada frase: “Tiene ángel”. O, directamente, se cae en la tautología: “es famosa porque tiene fama”.
III.
Salir de los parámetros simbólicos que consagran valores
hegemónicos parece ser el obstáculo de todo pensamiento progresista, que defiende la república y la democracia burguesa por
miedo de ser encasillados como “terroristas” o “autoritarios”. La
victimización y la traición de las aspiraciones propias en aras de
un fin deseable, es un modo de operar recurrente en las acciones
políticas del progresismo y la izquierda tradicional. La obsesión
de ambos es la seducción de la clase media. La retórica democrátista u obrerista, respectivamente, quedó hacinada en los pasquines partidarios cuando la izquierda demostró obsecuencia
hacia la clase media. En la crisis de 2001-2002 cuando la situación ameritaba una crítica radical al contrato social destructor de
la solidaridades sociales de los 90, la izquierda “radical” tomó
como suyos tanto los reclamos de los ahorristas como la filosofía de la historia de la pequeña burguesía, que cuando está
depresiva y desmonetizada no cesa de sindicar a la corrupción
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la cuestión política
como el motor de la historia. Tanto la pequeña burguesía como
los radicales de izquierda comparten el desprecio hacia el libre
pensamiento. Si se piensa diferente y eso significa una crítica
hacia “ellos” es porque uno ha sido comprado. Según ellos, no
hay ninguna buena razón para pensar de otra manera, excepto la
adjudicación de algún cargo o la obtención de dinero. En el
ámbito de la política, si se está en las antípodas de lo que ellos
piensan, por más que también se asuma un lugar crítico con respecto al gobierno de turno, a uno se le endilga irremediablemente el mote de “corrupto”. Tanto la clase media como los liberales abominan lo distinto asociándolo al “Poder”, asumiendo un
rol moralizador y filántropo en el terreno de la política y de las
ideas. Aunque no tuvieron ningún prurito para rubricar el contrato devastador de los 90 que monetizó el derecho a la vida. Ese
contrato que corrió el límite de lo soportable hasta límites inauditos, donde era tolerable dejar a una persona morir de hambre
porque no tenía trabajo. La pequeña y alta burguesía son sectores tan ligados al dinero y a los imaginarios de prestigio supeditados a él que en su esquema de comprensión no cabe que la
acción de una persona o de un grupo sean motivados por fines
éticos, altruistas o político-culturales.
Viene a mi mente una entrevista que un periodista de Todo
Noticias le hizo a un militante de la FUBA, el día en que se eligió
al rector de la UBA en el Congreso. Recuerdo que el periodista
que hacía un instante despotricaba contra el accionar de los militantes se quejaba junto al estudiante por la represión emprendida
por la policía. El militante enfatizaba que en la columna de la
FUBA había madres con sus hijos que fueron golpeados por la
policía. Lo importante, tanto para el periodista como para el militante en ese momento, no era ya la discusión en sí sobre la vida
institucional de la UBA, sino sobre la inhumanidad de lo malo y la
familia. Imagen desgarradora, la brutalidad policial no humaniza
a sus objetos, da igual que sea hombre, mujer o niño. La desazón
se apodero de mí, no tanto por el periodista, sino por el militante,
por su oportunismo. En la medida que apeló a la violencia policial sobre niños y mujeres para conmover a la clase media, massmediatizó su discurso para vaciarlo, lo hizo digerible a gusto del
medio pelo, usó el lenguaje hipócrita de la familia para que las
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señoras de Belgrano tuvieran empatía con su causa. La represión
policial era una opción que los estudiantes y los militantes de la
FUBA manejaban. Enfrentar a las instituciones del Estado conlleva
riesgos previsibles que a una acción política responsable no se le
puede escapar. Victimizarse ante los medios, apelar al estereotipo
del “pibe idealista” e inocente que desconoce la monstruosidad del
sistema para despertar simpatía en el televidente, no sólo es un
retroceso político, sino también ético. Decir nuestro deseo es el
mejor camino para emprender una acción política, por más que no
se tenga “boca para sus oídos” y nos resignemos a quedar solos.
La acción es un pensamiento y crear lenguajes para anclarla es
un deber en pos de una sociedad pluralista. El ejercicio de la libertad no es otra cosa que el cuestionamiento de “el lenguaje” hecho
por otros. El militante para defender una causa tuvo que apelar al
lenguaje dominante: en sí no la defendió sino que la aniquiló. No
obstante, la izquierda partidaria pudo comprobar que la táctica de
cooptación de los sectores medios muchos resultados no dio y que
su aislamiento es más penoso ya que viene del la mano de la complacencia y de la obsecuencia.
IV.
El periodismo es otro escenario de la pequeñez. De la
pequeñez en forma de story, del eterno retorno del culebrón histórico. Lo que sucede en términos políticos no es muy atrayente o
digamos que es más de lo mismo: una economía que crece y que
no distribuye, los pobres siempre pobres, los ricos más ricos, consumo dispendioso al estilo cosmopolitan para una cuarta parte del
país, un poco de derechos humanos, retórica setentista desde los
estrados, mucho de travestismo político, el que era liberal hace
un rato ahora es un progre acérrimo, un capitalismo de amigos
que concede prebendas y respeta las corporaciones. Es decir, ninguna subversión del sistema, sino continuidad con cambios. Ni
nazis ni montoneros. Pero la censura, el terror, retornan como
productos, como farsas, como historias atrapantes, que le dan un
poco de trascendencia a esta abulia. La blasfemia más aguda no
es la mercantilización del dolor, sino el trato frívolo que se le dispensa al mismo. Frivolidad no es otra cosa que indiferencia por
la dignidad del prójimo ultrajada y por las secuelas latentes que
han dejado los sistemas de crueldad en las personas. Aventar
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la cuestión política
genocidio como un gancho periodístico en pos del aumento de
audiencias o de la materialización de estrategias políticas es un
recurso abominable del sistema mediático-opositor.
Y como siempre el verdugo es el Estado, el blanco perfecto
que produce plusvalía en el mercado editorial y periodístico.
Eliaschev, Lanata, Longobardi son las nuevas víctimas del autoritarismo estatal. Desde sus múltiples lugares de enunciación denuncian la persecución, la falta de libertad de expresión. Es la paradoja
de nuestra Argentina “hegemónica”: cuanta mayor falta de expresión hay, mayor es la visibilidad y los lugares de expresión de los
opositores. La heroicidad sale barata en un país pesificado, devaluado. Longobardi rompe con el estereotipo del perseguido cuando
dice estar censurado, más trabajo tiene, se lo puede ver en la TV
y escuchar en la radio. Es un eterno agorero, un supuesto enmudecido que siempre está hablando. Eliaschev se molesto porque
le levantaron el programa en Radio Nacional, pero no se lo vio
movilizarse cuando alguna radio comercial despide o no permite
trabajar a algún colega por falta de rating o por no congeniar con
la línea del medio, que es otra cara de la censura. La riña encarnizada y la intransigencia mediática es sólo con el Leviatán, no
incluye a las formas de dominación capitalista. Y qué casualidad,
luego de esta vicisitud una editorial le da la oportunidad para que
saque un libro que habla de las listas negras, de la vuelta de los
70 y de las augurios más terribles, que, por supuesto, no fue prohibido. Porque no molestan tanto al “Poder” como ellos creen, sino
que son un engranaje más del circo capitalista. El modus operandi
de Lanata refleja esta división vetusta propia de la modernidad
entre lo público y lo privado que es el núcleo duro conceptual de
la gimnasia opositora. La realidad del Estado-Nación pasa a ser
independiente de la forma de vida capitalista. La crítica al Estado
nos remite a la opinión pública raciocinante que luchaba contra el
Antiguo Régimen en pos de un Estado de derecho burgués, mientras la dominación capitalista no es cuestionada en su esencia por
estos críticos que actúan muchas veces publicitando marcas.
Denuncia la “hegemonía” del gobierno y la falta de libertad de
expresión y por la noche actúa como la voz de una marca de
gaseosas en una publicidad televisiva. Es evidente que el viejo
esquema de comprensión de la realidad del pensamiento político
del siglo XVIII y XIX se hizo trizas en este capitalismo del siglo XXI.
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Cuesta imaginar a Rodolfo Walsh escribiendo para ANCLA y al
mismo tiempo siendo la cara de algún producto o servicio. La de
la Lanata no es más que otra contribución a la frivolización de lo
político que él mismo se cansó de denunciar. El rol del periodista
y del escritor es subsumido a la categoría de marca, que en tanto
creíble y carismático puede ser tanto un éxito editorial o periodístico como la cara visible de una multinacional de gaseosas.
V.
El problema es la representación, el lenguaje, que es el fundamento mismo a partir del cual re-construimos nuestra experiencia como seres humanos. O por lo menos aquello que hace concepto-sólido un modo de ser que sólo se podía percibir a través del
cuerpo propio. El lenguaje es pedagógico, revelador, restituye
aquello que muchas veces no se da en forma de lenguaje, sino de
acción mediante un acto individual o colectivo. Por eso se hace
urgente emanciparse de los lenguajes que nos hacen hablar por
boca de otros y no hablan de nosotros, es decir, de nuestro deseo.
Hay que desconfiar de los lenguajes que no están vinculados con
nuestras experiencias de vida como sujetos políticos. La creación
de “otro” lenguaje es la cuenta pendiente que tiene el pensamiento alternativo. Democracia, República, son categorías desgastadas que no son una morada grata para experiencias y espacios
de libertad reales y estuvieron vinculadas a prácticas de aniquilamiento de personas en nombre de proyectos “humanos” no tan
humanos. Por eso se hace menester un nuevo lenguaje para una
nueva experiencia política. Producir nomenclaturas nóveles para
prácticas autónomas no sólo cristaliza la conceptualización de la
acción sino que no nos obliga a pelearle ideas-fuerza a los predicadores del desinterés por el otro. En vez de tratar de anclar el significante vacío antes que llegue otro y nos madrugue, habrá que
dejarlo a la deriva y hacerse de una embarcación propia.
El sueño burgués de la “paz social” no sólo mistifica el verdadero funcionamiento social y determina el statu quo como
modelo ideal de convivencia, sino que repele cualquier pregunta
sobre las violencias que subyacen y conviven en el ejercicio del
poder. El pensamiento sobre la práctica se hace imprescindible
en momentos en que hacer colapsar la división social del trabajo
intelectual es la condición sine qua non para recuperar la digni| 120 | pampa
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la cuestión política
dad de las personas. La negación de los sujetos como seres de
deseos es el mecanismo de dominación más “terrorista” que tienen los racionalistas nativos.
La otra cara de la negación del sujeto es la omisión del móvil
de la acción para obtener réditos porcentuales en la carrera contra reloj para seducir a la opinión pública. Es momento de decir
verdades con una ética propia, aunque Doña Rosa se indigne,
aunque nos expongamos al escarnio de la “gente”. Cuando hablo
de verdad no estoy definiendo una verdad absoluta al estilo
mesianismo bolchevique, sino al deseo de los sujetos que para mí
son verdad, es decir, tienen existencia.
Es hora de distinguirse en la acción, con una ética y una responsabilidad. Ser responsables significa hablar sobre nuestros
deseos sin ninguna auto-coacción, sin medir consecuencias, porque no hay nada que perder. Los que tienen que perder son los
seres pequeños. Esos mismos que se burlaban de las palabras de
Zaratustra, que se parapetaban en las puertas de los bancos llorando por sus dólares o que hoy son los militantes antihuelga que
se agolpan en los locales de los shoppings. | pampa
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por MARINA MARIASCH
Movimientos demasiado vivos
o demasiado lentos no percibidos
Los chicos dan vueltas en algo parecido a El Pulpo. Una
nena se enrosca el pelo en el volante y tienen que
raparla. Aquí cualquier epiléptico sufriría un ataque.
Yo, por las dudas, siguiendo el camino de Keyserling, o
de Jaspers, me retiro hacia una zona aislada.
Estamos en plena paradoja. Hay cierto confort en esa
fatalidad (pienso en el amor fati de Nietzsche, el serpara-la-muerte de Heidegger, el pesimismo heroico del
prefascismo y del fascismo, etc.). Pero sólo por ahora:
no hay manera de eternizar este estado de cosas.
Viniste a escuchar, pero has confundido los brincos de
la maravilla, el cuero del desastre. Te fuiste de manera
brusca y después, contrapuesto, volviste para engrosar
la lista de los que dicen mi nombre en diminutivo. Me
encanta que me llamen así, por cierto.
ser (es)clavos
LA POTENCIALIDAD de la crónica que ocupa las páginas
siguientes, radica en su capacidad de reinstalar aquellos ritmos, gestos, modos del decir que han sido excluidos; aquellos que de alguna forma pueden
situarse, por un instante, por fuera de las prohibiciones y barreras de su tiempo. Pampa incorpora esta crónica de los hechos
que culminan con la muerte de un patrón a manos de un obrero
en Cruz del Eje durante la década del treinta, para ver, en las
resonancias de este “ajusticiamiento”, cómo se hacen visibles
las operaciones con que cada tiempo histórico enmarca la circulación de sus verdades. Cercana a la “arqueología del silencio” aspirada por Foucault, en tanto permite rastrear el poder
allí donde se realiza –en la experiencia subjetiva–, nos plantea,
en la contraposición con ese pasado reconstruido, una interrogación a las lecturas posibles en nuestro presente en torno a la
verdad, la justicia, la condena pública. Es la posibilidad de
poner en discurso aquellos momentos en que los sujetos intentaban enfrentarse al poder, forcejeaban “con él para reutilizar
sus fuerzas o escapar a sus trampas”1.
Conviven en esta crónica, dos modos del decir
diferenciados. Por un lado, los comentarios de los
compañeros obreros del “tornero rebelde”, las
reproducciones de los diálogos, las reconstrucciones de las experiencias cotidianas de trabajo, en
donde se ubica la potencialidad de la historia en
tanto capacidad para desarticular el presente. Es
en esos momentos cuando el discurso puede escaparse a la voluntad de verdad del segundo modo
del decir que se registra en este relato, el del lenguaje jurídico, periodístico, político-institucional;
1 FOUCAULT,
que opera sobre estas experiencias en un intento
MICHEL, La vida
por volverlas “legibles”, es decir, velarlas. Es en el
de los hombres
infames.
primer anclaje discursivo donde radica la poten| 124 | pampa
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cialidad política de las batallas libradas contra las formas de
sujeción y los efectos del poder y del saber.
Cada tiempo histórico establece formas de relación del sujeto
con su cuerpo, con la verdad, con los relatos del poder, que
concluyen en producciones subjetivas similares, en tecnologías
del yo. Donde el orden se articula en formas discursivas y se
configura en una fisonomía específica e histórica de gestualidades, afectos, sentimientos, sensaciones. Hoy, los modos de la
experiencia subjetiva de los que trabajan, activan violenta y
microfísicamente una esfera que nos pone frente a la pregunta
sobre la suerte que correría el obrero rebelde setenta años después. ¿Qué formas ha adquirido la rebeldía en este corto tiempo
histórico transcurrido? Un tiempo histórico donde la intervención de los nuevos lenguajes y lógicas discursivas mediáticas
dejan huellas, tanto en el relato de los trabajadores al momento
de dar sentido a su práctica laboral cotidiana, como en los formatos periodísticos, donde la crónica ha quedado reducida a
un recurso para la “nota de color”. ¿Qué distancia existe entre
la palabra utilizada para la reconstrucción de la experiencia
subjetiva de trabajo y la nota mediática?
La sociedad disciplinaria genera dispositivos de
poder que, como la máquina de La Colonia Penitenciaria de Kafka, inscriben en la propia carne del
condenado la sentencia desobedecida. Maquinaria de formación y aprendizaje que genera métodos de control minucioso sobre las operaciones de
los cuerpos que se vuelve dóciles y útiles. ¿Quién
puede, hoy, escapar a su sentencia? ¿Cuáles son
las lógica a desarticular para librarse de esa carga
inscripta en la piel? Esta crónica de la muerte de
un patrón en manos de un obrero anarquista, nos
coloca frente a la pregunta por nuestros propios
velos e invisibilidades.
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El cr imen de un capat a z fer roviar io en la década del ’30
La t area ex t ra del t or ner o rebelde
Por ALEXIS OLIVA
“Para que algo de esas vidas llegue hasta nosotros fue preciso por tanto que
un haz de luz, durante al menos un instante, se posase sobre ellas, una luz
que les venía de fuera: lo que las arrancó de la noche en la que habrían
podido, y quizá debido, permanecer, fue su encuentro con el poder; sin este
choque ninguna palabra sin duda habría permanecido para recordarnos su
fugaz trayectoria”.
MICHEL FOUCAULT – “LA VIDA DE LOS HOMBRES INFAMES”
Cruzarse es lo que no hacen los rieles del tren. Pero eso
hicieron la realidad y la ficción en el taller ferroviario de
Cruz del Eje, en un episodio que tuvo como contexto la convulsionada década del ‘30 del siglo pasado, cuando los ferrocarriles
eran la principal fuente de trabajo de una ciudad que llegó a ser
la tercera más importante de la provincia. Un capataz autoritario
y un obrero rebelde confrontaron sus destinos, en un tiempo en
que las opuestas ideologías del fascismo y el anarquismo también
solían cruzarse con violencia.
El tornero llegó a las siete de la mañana al taller masticando
todavía la bronca de la tarde anterior por la discusión con el capataz. Hacía frío y al respirar exhalaba nubes de vapor que acentuaban el aspecto sombrío de su rostro. Palpó la pistola en el bolsillo
de su abrigo, subió la escalera de ingreso y se dirigió a la oficina.
No iba a tolerar más provocaciones y menos que lo estafaran con
su trabajo. Lo que vio en el tablero lo terminó de decidir: una “S”
al lado de su nombre indicaba que había sido suspendido.
El capataz no quiso darle explicaciones.
-Vamos al jefe –dijo con cerrado acento alemán.
-Vos no vas a ningún lado –contestó el obrero y lo empujó dentro del despacho.
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El corpulento alemán se zafó e hizo recular al tornero, que
sacó el arma y disparó una, dos, tres... siete veces.
Antes de salir, alcanzó a ver al escribiente parapetado bajo la
mesa.
-No te asustés, pibe, que no te voy a hacer nada.
Promediaban los años ‘30, un decenio que inauguró en nuestro país una larga serie de violaciones al orden constitucional.
Gobernaba el general Agustín P. Justo, quizá el símbolo de esa
época que pasaría a la historia como “década infame”. La escandalosa corrupción, el autoritarismo militar, el conservadurismo
clerical ultramontano y un institucionalizado fraude electoral, se
combinaban con una pronunciada y masiva exclusión social.
Una clase obrera explotada y reprimida, pero cada vez más combativa a la luz del ideario socialista, comunista y anarquista, completaba un caldo de cultivo que hacía pensar en una inminente
explosión social, que finalmente contendría el advenimiento del
peronismo en la década siguiente.
Mientras tanto, no pocos comenzaban a mirar con admiración a
Europa, y más precisamente a Alemania, donde la agonía del mariscal Pablo Von Hindemburg y el asesinato del canciller de Austria,
Engelberto Dollfus, liberaban de obstáculos al nacionalsocialismo
de Adolfo Hitler y lo impulsaban en una delirante carrera de poder.
Mientras sus émulos locales apaleaban a mendigos y arrojaban
bombas de gases lacrimógenos en los cines, los obreros ferroviarios
protestaban contra el “prorrateo”1, una más entre tantas injusticias
laborales que padecían a manos de la administración inglesa del
ferrocarril. Una de estas injusticias fue la causa material del crimen.
Un capataz y un obrero. El alemán José Zeller llegó a Cruz del
Eje con su esposa y dos hijos a principios de la década, durante la
dictadura de José Félix Uriburu. Fue trasladado desde Tafí Viejo,
Tucumán, para hacerse cargo de la jefatura de la tornería del estratégico nudo vial de la línea General Belgrano en el noroeste cordobés; cargo que obtuvo por concurso. Tenía 35 años, era casado
con una compatriota y tenía dos hijos de siete y seis años. Su solvencia técnica, el control implacable de los obreros a su cargo y
un celo obsesivo en la defensa de los intereses de la empresa, fueron su tarjeta de presentación y su rutina de trabajo.
pampa | 127 |
Segundo Agustín Aguirre fue uno más entre tantos obreros politizados de aquella “infame” década, quizás uno de los más esclarecidos y combativos en el taller ferroviario. Años atrás, había
sido uno de los principales oradores y agitadores durante los actos
que los anarquistas locales organizaron en consonancia con la
campaña de solidaridad con Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti,
condenados a muerte en Estados Unidos. Aguirre tenía 32 años y
estaba casado con una partera diplomada. Algunos recuerdan
que solía jugar al frontón en el Lawn Tennis Club con el médico
del ferrocarril, quien hacía pocos años había llegado al pueblo
proveniente de la localidad bonaerense de Pergamino, el doctor
Arturo Umberto Illia.
En el taller, Zeller perseguía a Aguirre, como a todos, porque
ésa era la función que le correspondía como capataz y en esto
contaba con la anuencia de sus superiores. Pero en su caso también existía un motivo adicional, no menos importante: él era alemán, simpatizante del por entonces ascendente nazismo, y el operario profesaba abiertamente las ideas del anarquismo. Con tantas
contradicciones en juego, el autoritarismo que ejercía el capataz
debía tarde o temprano granjearle algo más que el rencor silencioso de los obreros.
La causa evidente. Aguirre, uno de los mejores torneros del
taller, fabricaba “robinetes atrás tender y tanque”, canillas para el
depósito que proveía de agua a la locomotora. Según el tarifero de
las tareas adicionales, cada pieza debía abonarse 5,70 pesos, pero
Zeller dispuso que cuando la cantidad superaba las diez unidades,
se efectuara un descuento de 1,50 pesos por pieza. Incluso confeccionaba la boleta sin carbónico para que los obreros no advirtieran la maniobra ni pudieran reclamar. El tornero no pasó por
alto la estafa y ése fue el motivo del crimen.
“Este Hitler de mierda ya me jodió los 1,50 por robinete”, cuenta
el ex ferroviario Héctor Del Olmo que dijo Aguirre cuando él
mismo le presentó la planilla que había confeccionado el capataz.
“Yo en aquel momento (1934) no tenía la menor idea de quién era
Hitler –dice Del Olmo–. Después me enteré. Aguirre sí sabía, porque como era anarquista leía mucho; y por eso mismo no se tragó
el chanchullo que le hizo Zeller. Ese mismo día discutieron fiero y
no quiso firmar la planilla. Al otro día, cuando llegó a las siete de
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la mañana al taller y fue a dejar la chapa a la oficina, se encontró
con la ‘S’ de suspendido”.
Fue la gota que rebalsó el vaso. Sobre todo porque algunos habían
alcanzado a escuchar que la discusión del día anterior terminó con
una promesa del alemán: “Seguir mañana... seguir mañana...” 2.
“...era para ellos un azote”. Así relató el acontecimiento Félix
Brizuela, corresponsal del diario La Voz del Interior en Cruz del
Eje: “A la interpelación del obrero en cuestión, el capataz Zeller,
contestó en forma descomedida al subalterno (Según así refieren
personas que trabajan en los tornos cercanos al lugar de la
escena). Y expresó, al tiempo de intentar salir, de que ‘él no admitía discusión alguna’. Aguirre, dominado por una fuerte impresión,
ante la serie de hechos abusivos que con él se venían cometiendo,
tomando enérgicamente al superior, le hizo entrar nuevamente a
la Oficina y sacando una pistola descerrajó sobre el capataz un
balazo que le alcanzó la caja toráxica. Zeller cayó casi debajo de
la mesa del escribiente de la oficina, donde le alcanzó otro proyectil disparado por Aguirre, el que penetró en la muñeca derecha.
La víctima se incorporó ya gravemente herida, recibiendo un tercer
balazo, cuyo proyectil, como el primero, le penetró en el cuerpo, a
la altura del corazón, desplomándose ya, sobre la puerta de salida
de su oficina, en donde quedó hasta la llegada de las autoridades,
expirando de inmediato”.
Todo esto ocurrió ante el aterrorizado escribiente, Ernesto Knor,
que sólo atinó a tirarse bajo su escritorio. “No te asustés pibe, que
no te voy hacer nada”, lo tranquilizó Aguirre.3
Más adelante al indagar sobre las causas del homicidio, el cronista de La Voz del Interior refiere que “el carácter autoritario del
capataz y sus procedimientos, un tanto reñidos con la equidad y la
justicia, le habían rodeado de una malquerencia única dentro de su
personal y del ajeno a su sección también. Hemos tenido oportunidad de conversar con muchos obreros de la sección y todos están
contestes en afirmar que Zeller era para ellos un azote”. Luego hace
una llamativa, casi culposa, aclaración: “En forma objetiva estamos
relevando los hechos. No queremos justificar el asesinato del desgraciado capataz, pero nos hacemos un deber decir estas cosas en
cumplimiento de nuestra misión informativa”. Y sigue: “Quería
Zeller, imponer una disciplina casi militar, llegando a cometer
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injusticias graves con los obreros, muy especialmente, en la asignación de precios a las tareas encomendadas a los oficiales”4.
-Algún día voy a explotar –había avisado varias veces Aguirre a
sus compañeros5.
“¿Qué pasará que suenan las sirenas?”. Antes de que se apagara
el eco de los disparos, un puñado de trabajadores rodeó el ensangrentado cuerpo de Zeller: Del Olmo, el secretario Knor, Carlos
Ahremburg, Francisco Díaz, el ingeniero José Cuellar, entre otros.
Uno de ellos, cuyo nombre pidió que se omita, fue el primero
en quebrar el silencio: “Che... Llámenlo a Aguirre para que le
pegue un par de tiros más, porque todavía se mueve”.
Pero ya Aguirre, a quien nadie quiso detener, había salido por
la puerta principal y caminaba muy tranquilo a entregarse a la
comisaría. Sobre el escritorio del jefe depositó la pistola homicida
Browning 7.5, todavía caliente, de la que había disparado todas
las balas –dos pegaron en la pared de la oficina y el resto en el
cuerpo del capataz–6. En la otra mano sostenía una bolsa de manzanas que compró por el camino.
Al rato, salieron los trabajadores y aprendices ferroviarios.
“Venían gritando y algunos cantaban el himno de los trabajadores,
Hijos del Pueblo. Hijos del pueblo, te oprimen cadenas. / Esta
injusticia no puede seguir. / Si esta existencia es un mundo de
pena, / antes que esclavo, prefiero morir, / prefiero morir / Esos
burgueses que son egoístas / y así desprecian a la humanidad, /
serán barridos por los anarquistas, / al fuerte grito de libertad. / Rojo
pendón, no más sufrir. / Sólo la unión lo podrá exigir. / Nuestro
paves no pasarás. / Chancho burgués / atrás, atrás”7, recita Florencio
Bustos, el decano de los fotógrafos del pueblo, quien en aquel
entonces tenía 9 años. La recuerda bien porque la aprendió en su
casa, donde su padre, Bautista Bustos, se reunía con sus compañeros. Florencio se ganaba 20 centavos por noche cebándoles mate.
Mientras tanto, a pocas cuadras de ahí, Ana Harlt de Zeller
escuchaba sorprendida las sirenas del taller. Así lo recuerda José
Zeller (h): “Cuando el cadáver de nuestro padre era retirado por la
entrada principal de los talleres, sonaron todas las sirenas de todos
los talleres y de todas las locomotoras existentes en los depósitos y
de maniobras en playas, que tantas veces lo vieron, máquina fotográfica en mano para retratarlas. A dos cuadras de dicha entrada,
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nuestra madre, con sus dos hijitos de 6 y 7 años, se preguntaba:
‘¿Qué pasará que suenan las sirenas ferroviarias?’”. A su vez, su
hermano Hugo relata que Aguirre “ingresó a la oficina de mi padre
y tras insultarlo sacó un arma que descargó en él, con cinco disparos se desplomó instantáneamente falleciendo de inmediato,
sólo pudo pronunciar tres palabras: “...Ana, los chiquitos...”; el criminal posteriormente se lamentó de no contar con más municiones pues era su intención de terminar también con el Jefe de Taller.
Posteriormente se tocó la sirena y se paralizó la labor de ese día.
Dos amigos personales se dirigieron a su domicilio y tras llamar y
ser atendidos por mi madre le comunicaron la infausta noticia, la
desesperación hizo crisis en ella y casi al borde del desmayo la llevaron hasta una cama, donde desconsoladamente lloraba, sin
poder comprender lo que había sucedido”.8
Sucedió un 27 de julio en el invierno de 1934.
La causa latente. Pero este hecho que conmocionó a todo un
pueblo que aún hoy lo recuerda con estupor, se gestó tres meses
antes, sobre las tablas del teatro. El 1º de mayo del mismo año, se
había estrenado en la sala de la Asociación Española una obra del
grupo local de teatro anarquista. En ella, un peón de campo, cansado de los abusos a los que lo sometía el patrón, lo mataba con
una escopeta de dos caños. El actor no era otro que Segundo
Agustín Aguirre.
“La escopeta era de mi padre –cuenta el mismo Del Olmo–.
Aguirre fue a casa y ahí mismo cortó los cartuchos y les sacó las
municiones que me quedaron a mí. Después, durante la obra,
cuando se escucharon los tiros, yo saqué las municiones del bolsillo y se las mostré a un amigo. ‘Mirá, esa es la escopeta de mi
viejo’. A los tres meses Agustín hizo exactamente lo mismo, pero
con una pistola bien cargada”.
De pequeño, Florencio solía actuar en las producciones teatrales de los anarquistas. Aquella obra se titulaba Tierra Madre y él
representaba a uno de los hijos del protagonista: “Era un personaje
Aguirre en las tablas. Hacía muy bien los papeles. Esa obra hizo
llorar a la gente. Cuando nos vienen a desalojar, dice él: ‘¡Aquí no
la entra!’. Porque hablaba en italiano. ‘¡Aquí no la entra, patrón!’
Y me dice: ‘¡Alcánceme la chupeta!’. Y yo le alcanzo la escopeta
y... ¡pum! Hizo un tiro como un cañón”.
pampa | 131 |
Aparentemente, la obra era una creación colectiva del grupo y
quizás haya sido el propio Aguirre el autor de ese texto que
narraba las peripecias de un trabajador rural. Teniendo en cuenta
lo que después ocurrió, es posible que la experiencia de la injusticia y la explotación que vivía en el taller ferroviario inspiraran en
él ese argumento y ese final dramático, que quedó latente en su
interior para salir a la superficie en el momento del crimen, cerrándose así el círculo realidad-ficción-realidad.
Casi como una ironía de la historia, en el lugar donde sucedió
este drama hoy se levanta un escenario, el de la Fiesta Nacional
del Olivo9.
¿La causa genética? Nada dice del crimen el diario Los Principios en su edición de ese fatídico día. Sí, en cambio, informa que
“El doctor Courel presentó el proyecto para la construcción de un
dique en Cruz del Eje”. Y fue justamente ese doctor Carlos Courel,
un prestigioso dirigente del Partido Demócrata, quien ejerció la
defensa y logró la libertad de Aguirre, pretendiendo ganarse la
simpatía del pueblo al sacar de la cárcel a quien para muchos
era un paladín de la justicia popular.
Durante su breve estadía como procesado en la Penitenciaría
de barrio San Martín, el obrero alcanzó a recibir una visita de su
joven amigo Héctor. Éste recuerda dos cosas que le llamaron la
atención. Debió esperar un largo rato en una sala vacía, ya que
Aguirre había tenido una pelea con un guardia y estaba castigado.
También le sorprendió que, al llegar, el tornero sonrió y le tendió
la mano encogiendo el dedo anular: “Después pude saber que así
se saludaban los anarquistas”.
Tal vez haya sido el mismo diputado nacional Courel quien le
consiguió trabajo, porque luego de salir de prisión y durante los
diez años posteriores al crimen, Aguirre volvería a ejercer su viejo
oficio de tornero en la obra del Dique Cruz del Eje –inaugurado
finalmente durante la gestión del gobernador radical Amadeo
Sabattini, quien así cumplía su promesa de proveer de “agua para
el norte”–. Finalmente, Aguirre se trasladó a la Capital Federal
donde llegó a ser jefe de los talleres gráficos donde se imprimía la
revista Damas y Damitas.
Por si hicieran falta más hechos increíbles en esta historia y para
dar letra a quienes creen más en las causalidades genéticas que en
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las sociopolíticas, Aguirre tenía en una cárcel de Buenos Aires un
hermano preso por haber matado en su trabajo a un superior.
La bienvenida. El 12 de septiembre de 1934, el fiscal Julio
Carreras pidió la pena de ocho años de prisión para Segundo
Agustín Aguirre por el homicidio de José Zeller. Carlos Courel alegó
que su defendido actuó bajo emoción violenta y en defensa propia
ante la agresión de su superior. Finalmente, el lunes 29 de octubre,
tres meses después del crimen, el doctor Manuel D. Tissera, titular
del juzgado de 2da. Nominación en lo Criminal, condenó a Aguirre
a un año de prisión en suspenso por “homicidio con exceso en la
defensa”, por lo cual el obrero recuperó su libertad.
Días después, recibió una especial bienvenida en Cruz del Eje.
Una prueba más de la condición de vindicador popular que el
pueblo le había otorgado. En la sede de la Sociedad Italiana, se
llevó a cabo una “velada cinematográfica” para recuperar parte de
los gastos del Comité de Defensa del Obrero Segundo Aguirre, formada por la Unión Ferroviaria con el objetivo de “prestar todo su
apoyo moral y material a la defensa del obrero” 10. Después de la
película hubo un acto de recepción, en el que hablaron –ante un
salón colmado de cruzdelejeños– Ramón Moya, de la Comisión
de Defensa, y el letrado Courel. Por último, su defendido “agradeció en cálidas y emocionantes palabras la colaboración prestada
por todo el pueblo trabajador de Cruz del Eje para quienes, dijo,
tiene una deuda de gratitud” 11. Pero no pudo ejercer sus conocidas dotes de orador por “la intensa emoción que lo embargaba”.
No era para menos. Setenta años después, desde el imaginario
social de nuestros días, resulta mucho más asombrosa la imagen
de aquella sociedad que colmó un salón para festejar el regreso de
un hombre cuya libertad se logró en gran medida gracias a la presión de ese mismo pueblo, que supo arrancar a uno de los suyos
de los engranajes de la justicia penal.
El testigo y el cronista. Héctor Del Olmo, jubilado ferroviario y
cruzdelejeño, murió a los 90 años el 2 de noviembre de 2004. Era
el último sobreviviente de aquel círculo de obreros que rodeó al
cuerpo agonizante del capataz José Zeller cuando él tenía apenas
veinte y era uno de los aprendices más jóvenes en el taller ferroviario. Siendo amigo de Agustín Aguirre, también respetaba a Zeller,
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porque “como jefe conmigo se portó muy bien, era inteligente y se
podía aprender mucho de él”. También ideológicamente era “equidistante” entre ambos, ya que entonces simpatizaba con el radicalismo irigoyenista y luego fue “peronista desde el ‘45 hasta hoy”.
El destino lo puso en los lugares y momentos cruciales del drama
(la obra de teatro, la discusión laboral, el crimen, la visita a la cárcel). Y lo dotó, además, de una memoria prodigiosa, que le ha permitido aportar a esta historia una profusión de detalles y hasta
datos numéricos, como la diferencia de 1,50 pesos en el pago de
la tarea. Diferencia que el cronista de La Voz del Interior refiere
pero no detalla, porque no estuvo ahí, porque la Policía no lo dejó
entrar, según señala en su crónica.
Que Aguirre haya recuperado tan pronto su libertad se debe en
gran medida al trabajo constante, valiente y riguroso de este periodista, que optó por buscar la verdad más allá de la evidencia física
de una víctima y un victimario. Él defendió desde el principio al
obrero y tuvo el coraje de levantar la mira y atribuir la responsabilidad del crimen al jefe de los talleres. En una foto publicada en el
diario a propósito de un premio de lotería ganado por los mineros
de las canteras de Quilpo, aparece uno de los beneficiarios “junto
a nuestro activo corresponsal, señor Félix Brizuela”. Así se llamaba, tenía menos de treinta años, era arquero de fútbol y secretario del Centro Socialista local, aunque luego llegaría a ser,
durante el primer gobierno de Juan Perón, ministro de Gobierno
de Catamarca, su provincia natal. | pampa
NOTAS:
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El llamado prorrateo consistía en un descuento de entre el 8 y el 13 por ciento
del salario del obrero ferroviario, vigente desde noviembre de 1931. Se implementó en un principio por seis meses hasta superar los supuestos problemas
financieros de las empresas. 33 meses después los descuentos aún persistían
a pesar de que el aumento de material rodante, tonelaje transportado y una
drástica reducción de más del 25 por ciento del personal habían mejorado
sensiblemente la rentabilidad. El prorrateo fue implementado con el acuerdo
de la Unión Ferroviaria a cambio de asuetos equivalentes que nunca se otorgaron. Comparado con el más generoso patrón que representaría el Estado
peronista entre 1946 y 1955, el capital inglés ejercía una explotación laboral
sistemática e implacable.
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5
6
El dato lo aporta Ismael Brion, último jefe del ferrocarril hasta el cierre en
mayo de 1978. A él se lo contó su suegro, Ernesto Maldonado, quien trabajaba en la tornería del taller.
Del relato de Maldonado a Brion.
Más adelante en la crónica, se lee en un subtítulo: “DE DONDE VIENE EL MAL
– Creemos que el mal debe venir de arriba, y debe buscarse en la jefatura de
talleres. No podemos creer que el jefe de talleres no haya conocido toda esta
serie de injusticias, que se cometían en la sección tornería y valido de su autoridad, poner coto a ello”. Se refiere al entonces jefe de los talleres ferroviarios
de Cruz del Eje, Juan B. Ansaldi. En una nota publicada el 8 de agosto siguiente,
el cronista insistirá en la responsabilidad de Ansaldi. “LA ADMINISTRACIÓN
DE LOS FF.CC. DEL ESTADO DEBE TOMAR ENÉRGICAS MEDIDAS CON EL
JEFE DE TALLERES”, titula, y escribe: “Significamos con una claridad absoluta
desde dónde venía el mal. Y el único culpable, en lugar de rectificar procedimientos y encauzar el funcionamiento de la importante repartición ferroviaria
a su cargo por el camino del cual, por su propia conveniencia no debía apartarse, no sólo no ha rectificado ni enmendado nada, sino que abusando del
cargo que detenta, ha iniciado una sorda persecución contra los capataces y
obreros que no le secundan en sus propósitos nada confesables”.
Citado en “El misterio de adiós que siembra un tren”, Ediciones el Copista,
2000, de Lucila Nieto. A partir del testimonio de miembros de la Unión Ferroviaria, la autora también reconstruye un diálogo que ilustra el creciente hartazgo de Aguirre ante la hostilidad de Zeller:
“Una jornada, apenas empezaba el trabajo y se escuchó al capataz:
- Ayer apareció un tornillo de Arquímedes con el eje torcido, y el único que
tiene acceso a ese artificio es usted.
- Señor, yo hace un mes que trabajo sólo en el torno con soporte.
- Está húmeda una de las tenazas del torno. Cuide mejor los elementos de trabajo que le brinda el capitalismo para que usted viva- siguió el capataz.
- No, señor. Aparte de secarla con un paño, les puse el ventilador.
- Claro, total usted no paga la luz, la paga el Estado explotador. Mientras está
torneando una rueda no se puede hablar, mejor dicho, adoctrinar.
Esa tarde, cuando regresaba a su casa, el obrero le dijo a unos compañeros:
- O renuncio, o lo mato.
- Estás loco –le contestaron los muchachos–, no le hagás caso al gringo ese,
es un amargado.
- Pero... ¿por qué se agarró conmigo?
- Porque sos un señor, tenés manos de oro y una mente brillante. Además
todos te queremos como un gran compañero.
Al día siguiente se repitió la escena:
- Haga bien esos clavos con resalto helicoidal. Porque demasiado clavo es
usted”.
En el certificado de defunción consta que José Zeller murió “a consecuencia
de heridas de bala en el estómago y espalda, ambos brazos y muñeca”, lo cual
coincide con el testimonio de Héctor Del Olmo, quien afirma que, de los siete
proyectiles que cargaba la pistola, dos pegaron en la pared de la oficina y el
resto en el cuerpo del capataz. También es coincidente con lo que refiere
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Hugo Zeller, hijo de la víctima: “El criminal posteriormente se lamentó de no contar con más municiones pues era su intención de terminar también con el Jefe de
Taller”. En cambio, el cronista de La Voz del Interior habla de sólo tres balazos,
dos en el tórax y uno en la muñeca.
7 Hijos del Pueblo ganó el primer premio del certamen socialista de música revolucionaria, organizado por el Centro de los Amigos de Reus –miembro de la Primera
Internacional– en 1885. Se cree que su autor fue el director de una banda militar
de Barcelona.
8 Ambos hermanos escribieron su propia versión sobre la tragedia de su padre. El
mayor, José Zeller, escribió una suerte de cuento inédito, titulado “El crimen y las
sirenas ferroviarias”, donde atribuye la causa del homicidio exclusivamente a la
cuestión ideológica: “Y el odio, producto del resentimiento y de la naturaleza de
algunos individuos, es como la fe que mueve montañas y aglutina a los de su
clase, encontró un blanco, un joven alemán de 34 años, culto, concertista de
piano, campeón de ajedrez, con auto último modelo (había sólo dos autos en Cruz
del Eje así), con propiedades en Tucumán, de donde fue trasladado para ser jefe
en los talleres de Cruz del Eje y que por sus conocimientos y sentido del deber y
disciplina le auguraban un brillante porvenir. Apolítico por su condición de
extranjero y jefe por sus condiciones, representaba en cierta forma un poder de
opinión, que para los anarquistas de la época había que silenciar... y se dio!”.
Hugo Zeller, ya fallecido, relata la muerte de su padre en el marco de un libro que
no llegó a terminar sobre la historia de su familia. Allí refiere que “fue siempre exigente, comenzando por sí mismo, defensor de la empresa a la cual estaba agradecido, actuando siempre con total corrección, sin preferencia, molestando esto a
algunos de los exhuelguistas, que reclamaban una mejor paga por las tareas complementarias que realizaban no acorde con las que realmente efectuaban, cosa
que no accedió mi padre pues estimaba que de así hacerlo se perjudicaba a la
empresa a la cual todos tenían la obligación de tutelar pues era la fuente de trabajo y sustento de nuestras familias. Fue así que se tramó su eliminación y un anarquista de apellido Aguirre se encargó de su ejecución”.
9 El decreto 2164/78 de la dictadura militar de Jorge Rafael Videla cerró definitivamente los talleres ferroviarios de Cruz del Eje el 15 de mayo de 1978, dejando a
mil obreros sin trabajo y precipitando la debacle económica de la región. En sus
mejores épocas, la industria ferroviaria cruzdelejeña llegó a cobijar a tres mil trabajadores.
10 Una asamblea extraordinaria de la Unión Ferroviaria dispuso la conformación del
Comité de Defensa, integrado por Demetrio Spadoni y Domingo Bravo, y resolvió que los asociados aporten un día de jornal. (La Voz del Interior – 9/ 8/1934).
11 En cierto modo, ya estaba pagando esa deuda, y no sólo en Cruz del Eje. Florencio Bustos recuerda que su padre recibía correspondencia de otros ferroviarios
anarquistas que le informaban que después del homicidio del capataz Zeller, en
Tafi Viejo (Tucumán), Laguna Paiva (Santa Fe) y otros centros ferroviarios la prepotencia de los capataces experimentó una sensible mengua.
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mayo 2007 | nro.2

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