LA EDUCACIÓN EN CONDICIONES DE EMERGENCIA POR

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LA EDUCACIÓN EN CONDICIONES DE EMERGENCIA POR
LA EDUCACIÓN EN CONDICIONES DE EMERGENCIA POR RAZONES DE
CONFLICTO ARMADO INTERNO
Tito Hernando Pérez
Universidad Santo Tomás Bogotá
[email protected]
Resumen
La presente ponencia tiene como propósito identificar la situación del conflicto
armado en Colombia y el papel que ha jugado la educación en contextos de guerra interna y
sus retos en procesos de posconflicto. En este sentido, se desarrollan algunas ideas sobre la
situación del conflicto armado en Colombia, para desde esta realidad identificar el papel de
la escuela en situaciones de emergencia y las posibilidades en un eventual escenario de
posconflicto. La tesis central gira en torno a señalar que en el caso colombiano no se
aplican los mínimos de una educación en emergencia y si no hay una decisión política que
vincule al sistema educativo podría repetirse la misma situación en un eventual
posconflicto.
Palabras clave: Colombia, educación, posconflicto
Introducción
La sociedad colombiana a lo largo de sus últimas décadas ha tenido que convivir
con un conflicto armado al interior del territorio, el cual no solamente afecta a sus
diferentes actores armados, sino que sus efectos se trasladan con gran preponderancia a la
población civil. En este sentido, el desplazamiento masivo de población, los secuestros, las
desapariciones forzadas, las masacres, el hacinamiento, la presencia de niños, niñas y
jóvenes en las filas de los grupos armados, son algunas de las situaciones que se han
constituido en parte de la vida cotidiana de gran parte de los colombianos.
En este desalentador panorama, se observa como una de las consecuencias
inmediatas que deja el conflicto armado, un sinnúmero de violaciones a los derechos
humanos de aquellos que por una u otra circunstancia son afectados por la guerra. La
imposibilidad de tener un techo, de compartir con su núcleo familiar y social, de gozar de
los servicios básicos de salud, agua potable,
junto con la garantía de sus libertades
individuales, y por supuesto el derecho a la educación, son algunos de los efectos que
produce la confrontación en Colombia.
Ante los hechos de violencia que afronta Colombia desde hace varios años, la
educación ha sido uno de los derechos más vulnerados, que produce un impacto negativo
en la formación intelectual, creativa, emocional y afectiva de los niños en edad escolar. La
escuela es el espacio propicio para el desarrollo de dichas competencias. Cuando se
presenten hechos violentos que impidan llevar a cabo dichas funciones, se deben tomar
medidas en las que el Estado, la comunidad, la escuela y la familia propendan por el
bienestar emocional y físico de los niños que, por una u otra razón, han sido víctimas de los
conflictos armados o de grupos al margen de la ley. Esas medidas deberán tomarse a través
del diseño de estrategias que permitan recuperar y reconstruir su proyecto de vida.
El derecho a la educación en situaciones de emergencia
Gustavo Cimadevilla (2008) analiza los términos urgente, urgencia y emergencia,
ubicados en la realidad y en la manera como cada una de las situaciones es vista desde
diferentes perspectivas. Define urgente como algo perentorio, que no puede dar espera, que
es de inmediato actuar, esta situación suele generar sufrimiento, falta de previsión, una
capacidad de respuesta inmediata y es tomada como una condición de consecuencia.
También se define la urgencia como toda razón primera, de carácter visible, la
manifestación radical que incomoda.
La emergencia es entendida como toda situación que aparece después de
presentarse una urgencia y requiere atención inmediata. Se constituye como algo extremo,
siempre impregnada de agencias humanas que la protagonizan y la edifican. Cuando
aparece exige atención y cuando desaparece se olvida.
El derecho a la educación es, sin duda, uno de los más importantes derechos que se
debe garantizar a cualquier individuo, y quizás el más importante de los sociales (Turbay
Restrepo, 2000: 176). Aunque no se puede, en sentido estricto, plantear que existan
derechos importantes y otros secundarios, la afirmación anterior se funda en el hecho según
el cual es a través de la educación en sus distintas formas y modalidades, como el ser
humano deviene en ser social, en persona, en hombre o mujer, y es por medio de ella que
adquiere las condiciones y capacidades necesarias para vivir en sociedad.
La Declaración Universal de los Derechos del Hombre, adoptada por las Naciones
Unidas, establece en su artículo 26 (ONU, 1948):
1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación tiene que ser gratuita,
al menos en lo referente a la enseñanza elemental y fundamental. La enseñanza elemental
es obligatoria. La enseñanza técnica y profesional debe ser generalizada; el acceso a los
estudios superiores tiene que estar abierto a todos en plena igualdad de condiciones, en
función del mérito.
2. La educación tiene que apuntar a un pleno desarrollo de la personalidad humana
y a un refuerzo del respeto por los derechos del hombre y por las libertades fundamentales.
Tiene que favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y
todos los grupos raciales o religiosos, así como el desarrollo de las actividades de las
Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
Como plantea Jacques Delors, de lo que se trata aquí es de “la función esencial de
la educación en el desarrollo continuo de la persona y las sociedades, no como un remedio
milagroso... sino como una vía, ciertamente entre otras pero más que otras, al servicio de un
desarrollo humano más armonioso, más genuino, para hacer retroceder la pobreza, la
exclusión, las incomprensiones, las opresiones, las guerras, etc.” (Delors, 1998: 13).
Por otra parte Pierre Bordieu, señala cómo la educación exige disponer de un
capital cultural para su aprovechamiento y debe garantizar a todas las personas, prestando
especial atención a las socialmente desposeídas o menos favorecidas, la adquisición de un
“mínimo cultural común” que cada país debe definir, entendiendo por este “el núcleo de
saberes y de habilidades fundamentales y obligatorias que deben poseer todos los
ciudadanos” ( Bourdieu, 1985:19).
Por lo tanto, la garantía del derecho a la educación -como un medio que contribuye
al mejoramiento del desarrollo humano, de las oportunidades y condiciones de los
individuos, y que permite el mejoramiento de esos mínimos culturales- debe ser un
elemento fundamental en los procesos de reparación a las diferentes víctimas que ha dejado
la violencia en Colombia. Una educación, que así como se orienta fuertemente a niñas,
niños y jóvenes desde una perspectiva de escolarización formal; tiene que avanzar hacia
aquellos que requieren otro tipo de formación que vaya más allá de los campos
escolarizados tradicionales.
El acceso al derecho de la educación es con frecuencia limitado durante los
momentos de crisis; sin embargo, la educación puede ayudar a la población afectada a
hacer frente a su situación de modo que pueda adquirir conocimientos y habilidades
adicionales para sobrevivir y recuperar la normalidad de sus vidas. Al mismo tiempo, se
pueden organizar actividades educativas durante las emergencias, aunque existe el peligro
de que los grupos vulnerables en particular no consigan recibir la educación ofrecida.
Qué es la educación en emergencias
El término “educación en emergencias se refiere a la educación formal y no formal
en situaciones donde los niños pierden el acceso al sistema educativo nacional y de su
comunidad debido a emergencias complejas o desastres naturales” (Triplehorn, 2005).
Como consecuencia del nivel de frecuencia, la larga duración y de que los conflictos
modernos son crónicos por naturaleza, la palabra emergencia se refiere no solo a programas
iniciales de educación informal y no formal, también denota el establecimiento de
programas de educación formal durante el conflicto. La educación informal se entiende
aquí como un proceso de aprendizaje dado a través de las experiencias cotidianas y de la
transferencia de conocimientos, habilidades y actitudes a partir de la tradición cultural,
familiar, comunitaria y de los medios de comunicación. La educación no formal es
entendida como una aproximación flexible a la educación empleando vías alternativas de
desarrollo fuera del sistema formal, cuyos contenidos pueden ser idénticos a los que están
disponibles en la escuela o pueden ser diferentes; como en el caso de programas de
alfabetización e iniciativas de educación popular que no llevan a una certificación. La
educación formal se refiere a un sistema educativo con estructuras jerárquicas y progresión
cronológica a través de niveles o grados con materiales de inicio y terminación que toma
lugar en una institución que involucra algún tipo de evaluación que conduce a un
certificado o calificación.
La educación en emergencias no es normalmente una
intervención de un mes o un año, por el contrario, es de largo plazo, un proceso de muchos
años que emerge eventualmente con modelos de desarrollo normales.
Los programas de educación en emergencias pueden ser implementados en
espacios comunales o en campos de refugiados y de personas desplazadas; éstos buscan
apoyar la variedad de respuestas que las comunidades pueden emprender para iniciar la
ayuda educativa para sus niños. En una emergencia aguda, antes del aseguramiento total de
agua, comida y refugio, las personas afectadas por la crisis siempre empiezan por brindar
educación informal y por la restauración de sistemas de educación no formales para sus
hijos. Los padres o acudientes instruyen a sus hijos en permanecer a salvo y saludables,
proveyéndolos con habilidades para su futuro. Algunos días después de la emergencia, los
padres pueden reunir a sus hijos en grupos para actividades similares a las escolares, tales
como ejercicios de matemáticas y de lectura, sin material curricular, así como también con
deportes y juegos. Esta educación no formal puede convertirse eventualmente en un
sistema de educación formal.
Aunque las comunidades afectadas por la crisis emprenden usualmente esfuerzos
educativos como una de sus mayores prioridades, ellos frecuentemente no pueden
mantenerse y expandirse por sí solos. Las comunidades regularmente carecen de los
recursos materiales para reconstruir y reabastecer las escuelas o para brindar los materiales
escolares básicos para sus hijos. Es más, ellos casi siempre carecen de habilidades técnicas
para dirigir el entrenamiento y las necesidades administrativas de un sistema de educación
después de la crisis. Por ejemplo, el currículo de una época pacífica puede necesitar la
revisión para incluir temas de supervivencia, tales como vivir con minas terrestres, SIDA,
educación para la tolerancia y el lidiar con los impactos de la crisis.
A pesar de que la educación en emergencias puede tener algunos de los retos de la
educación en países pobres, un ambiente en emergencia requiere programas educativos con
prioridades diferentes, considerar diferentes factores y diseñar diferentes actividades a las
que podrían desarrollarse en un ambiente pacífico. Esto se hace evidente durante las
primeras fases de la programación educativa en situaciones de emergencia, allí, las
actividades educativas inicialmente se enfocan en la protección, brindando mensajes de
supervivencia, apoyo psicológico y estabilidad para los niños que han sido forzados a huir
de sus hogares.
Cuando la situación se estabiliza, los programas educativos pueden
enfocarse en expandir el acceso para todos los niños y en mejorar la calidad de los servicios
educativos y luego la atención puede enfocarse en el desarrollo curricular y en estándares
educativos.
De la emergencia a los tiempos de paz
Los programas de educación en tiempos de paz surgen para mejorar o establecer
entrenamiento y estructuras. En una emergencia, todos los sistemas de entrenamiento y
estructuras educativas se pierden normalmente al mismo tiempo y deben ser rápidamente
reestablecidas: se tienen que identificar los salones de clase, se deben proveer los materiales
educativos y se deben reconstruir los estándares de certificación.
También deben
direccionarse temas de calidad, ya que personas no calificadas ni entrenadas llegan a ocupar
el puesto de profesores y de administradores educativos durante una emergencia y período
de transición. Esto se da simultáneamente con la necesidad de materiales, entrenamiento, y
restablecimiento de sistemas dentro de un ambiente inestable y en un corto período de
tiempo que hace que la implementación de programas de educación en emergencias se
convierta en un gran reto.
Es así, como surge la necesidad de brindar una educación para las emergencias y
crisis humanitarias, la cual debe trascender la visión clásica de este tipo de intervenciones,
orientada a brindar apoyo solamente a niñas, niños y jóvenes; dejando de lado a un grueso
número de la población adulta, conformada por hombres y mujeres que requieren
igualmente oportunidades de formación en contextos de adversidad.
De acuerdo con la Constitución Nacional de Colombia, es competencia de las
autoridades asegurar a la población en situación de desplazamiento, en especial a los
menores, una educación gratuita y obligatoria. Esta inclusión en ámbitos educativos
diferentes al suyo deberá promulgar el respeto por su identidad cultural, su idioma y su
religión, en igualdad de oportunidades.
Todos las personas tienen derecho a la educación y está articulado en
convenciones y documentos internacionales, como la Declaración Universal de los
Derechos Humanos (1948); la Convención sobre el Estatus de los Refugiados (1951); el
Convenio de Ginebra relativo a la protección de las personas civiles en Tiempo de Guerra;
el Pacto sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966); la Convención sobre
los Derechos del Niño (1989); y el Foro Mundial de Educación de Dakar Marco de Acción
(2000), que promovió la Educación para Todos. (Normas Mínimas para la Educación en
Emergencia, Crisis Crónicas y Reconstrucción Temprana INEE, 2005).
La educación como proceso de construcción humana, social y cultural influye en
la vida y forma del ser humano, debe propender por la defensa de los derechos
fundamentales y preservarlos al presentarse una situación de emergencia, ya sea por
desastres naturales o por conflictos armados que ponen en peligro la vida, el bienestar y la
dignidad de las poblaciones involucradas. Es aquí donde las comunidades, gobiernos,
autoridades y entidades humanitarias deben proteger y procurar el cumplimiento y el
reconocimiento del derecho a la educación durante dichas emergencias.
La educación debe ser vista como una respuesta humanitaria prioritaria con
compromiso social que vele por un nivel mínimo de calidad, que garantice el acceso y
permanencia en la educación, así sea en situaciones de emergencia. Es importante definir la
educación en emergencia como un conjunto de estrategias a implementar una vez se
presente el conflicto armado y después de él para asegurar y garantizar el derecho
vulnerado.
La educación en situaciones de emergencia: una posibilidad en la adversidad
La respuesta en atención de emergencias y crisis humanitarias no debe ser vista
sólo como una muestra de solidaridad para con las comunidades e individuos afectados,
sino como el cumplimiento del deber que los Estados y la sociedad en general tiene para
garantizar los derechos humanos y el caso concreto el de la educación. Una emergencia es
una situación inesperada que afecta la vida, el bienestar, la cotidianidad y la dignidad de
una población o de un grupo de individuos, por causas naturales, sociales, políticas u otras.
Por lo tanto, las personas que se encuentran inmersas en una situación de emergencia son
sujetos de derecho y no objetos de caridad, esta premisa debe ser la pauta motivadora para
la asistencia humanitaria.
Las personas en situación de emergencia, no son sujetos pasivos de ayuda; son
sujetos de derecho a los cuales se les está garantizando el ejercicio y goce de los mismos, y
por lo cual deben estar involucrados en los procesos de asistencia y recuperación, escuchar
e incluir su opinión y necesidades para una respuesta más efectiva.
En una intervención en emergencia, donde usualmente es necesario priorizar
actividades y grupos de mayor vulnerabilidad, es indispensable conservar la visión de que
los derechos humanos, son indivisibles e interdependientes entre ellos. Aunque sea
necesario priorizar sectores de intervención para agilizar y efectivizar las actividades, las
metas deben permanecer integrales, tomando en cuenta que estos derechos no son
transitorios, y que muchas veces las situaciones extremas evidencian y agudizan los vacíos
preexistentes a la emergencia. (UNICEF, 2008).
La educación, por lo tanto, es un recurso vital de apoyo personal y emocional para
los afectados por situaciones de emergencia, en tanto que ella es fuente de conocimientos y
ambiente de socialización. Es por ello que la educación es un derecho que debe ser
protegido y considerado siempre como una prioridad, más aún en situaciones de
emergencia. En situaciones de emergencia se debe dar importancia tanto a la restauración
de la educación formal como a aquellos procesos que permitan identificar mejores
aprendizajes que se puedan incluir en las actividades cotidianas y de interacción según sean
aprendizajes sociales, actitudes grupales, los valores colectivos que nos van formando,
reformando, según sea el caso. Muchas veces en las situaciones de emergencia se prioriza
las necesidades de los niños más pequeños a expensas de los adolescentes, sin embargo es
necesario incorporarlos también en las actividades educativas que se contemplen ejecutar.
(UNICEF, 2008).
Algunos retos de la educación en emergencia
La educación en situaciones de emergencia debe constituirse en un medio de
protección y desarrollo, donde se pueda plantear una estructura que permita mejorar la
comprensión acerca de los acontecimientos, proporcionar vías de expresión de sentimientos
y permita a las personas que han sido afectadas tener una diversidad de escenarios que les
coadyuven al empoderamiento social, económico, político y cultural. Por lo tanto la labor
de la educación en emergencia debe estar orientada hacia diferentes aspectos que permitan
superar la excepcionalidad e incorporar al sujeto a sus nuevos roles, o retornar y reasumir
aquellos que tuvo que interrumpir abruptamente por las condiciones de la adversidad.
Un primer reto de la educación en emergencia, consiste en realizar tareas de
protección y desarrollo, orientadas especialmente a las personas escolarizadas, para que se
pueda controlar o evitar la vulnerabilidad de los sujetos frente a los actores que propician la
violación de sus derechos. Otra tarea indispensable está relacionada con la posibilidad de
proveer una estructura, propósito y significado cotidiano para los niños, niñas y
adolescentes; ya que uno de los impactos más frecuentes en situaciones de emergencia es
que tienden a perturbar o a destruir las instituciones sociales como la escuela. Luego es
fundamental evitar que estos espacios de socialización sean afectados por los actores
inmersos en el conflicto. Por ello la educación casi siempre es identificada, por los propios
afectados, como de urgente necesidad, sin importar cuán complicadas sean las
circunstancias.
Otro aspecto importante de la educación en emergencia es mejorar la comprensión
de los afectados acerca de los acontecimientos. La educación debe jugar
un papel
fundamental al permitir que compartan sus experiencias de violencia, peligro,
desplazamiento, y demás, y de esta manera desarrollar su comprensión individual y
compartida del significado de los sucesos. Recordemos que cuando se habla de una
verdadera reparación, ella comienza por saber toda la verdad y por la reconstrucción de los
hechos, luego la memoria, y el diálogo entre los diferentes sectores afectados, se constituye
en una piedra angular de no repetición y de una auténtico medio para la reparación.
Lo anterior indica que la educación no puede ser entendida solamente como aquel
proceso en el que se adquieren informaciones que se consideran necesarias o pertinentes en
una propuesta curricular, sino que es además un espacio de socialización, donde a partir de
las interacciones que se dan en la vivencia cotidiana se construyen los valores y se validan
los conocimientos que permiten el acceso a la información. En este sentido, los integrantes
de la comunidad educativa pertenecientes a la comunidad afectada pueden convertirse
intencionalmente en una Comunidad de Apoyo en la que maestros, estudiantes y padres de
familia participan en la construcción de ambientes apropiados para acoger a niños y
adolescentes afectados emocionalmente por las huellas que deja la situación de emergencia.
(UNICEF, 2008: 15-17).
Algunas estrategias que debe asumir la educación en situaciones de emergencia
Las estrategias para la educación en emergencia que buscan satisfacer las
necesidades de las poblaciones afectadas deben basarse en un claro entendimiento del
contexto, y en la protección física, social y cognitiva de los niños y jóvenes víctimas del
conflicto. Es importante analizar la naturaleza de la emergencia y su efecto en la población,
las capacidades de las personas afectadas y los recursos locales disponibles, al mismo
tiempo que sus necesidades, aspectos vulnerables y deficiencias en los servicios esenciales.
Para que las estrategias sean efectivas, es importante contar no sólo con la
participación del docente y la comunidad afectada, sino también con el gobierno local y los
actores humanitarios que trabajan en aspectos educativos y no educativos. Las valoraciones
también deben considerar la educación formal y no formal para todos los sectores de la
población. La educación no puede considerarse aislada de otros sectores como la economía,
las creencias religiosas y tradiciones, las prácticas sociales, los factores políticos y de
seguridad, ya que son aspectos que están ligados a la vida y la cultura de una comunidad.
Esto ayudaría a entender y resolver de manera eficaz las necesidades que se presenten y a
responder de manera apropiada con la participación de toda la comunidad.
De este modo, los programas educativos de emergencia considerados efectivos
están basados tanto en una amplia comprensión de la comunidad afectada por la crisis
como en su activa participación en el diseño de los mismos. El término participación
comunitaria se refiere por un lado a los procesos, y por otro a las actividades que permiten a
miembros de una población afectada ser escuchados, tener facultad para ser parte de los
procesos de toma de decisiones y permitirles acción directa en los aspectos educativos.
Es importante señalar que la mayor parte de las estrategias propuestas por la
diversa literatura en materia de educación en emergencias, se orientan fundamentalmente a
lo que comúnmente se denomina la educación escolarizada o formal, dejando de lado
aquellas opciones que sin estar mediadas por procesos formales de educación, son valiosas
en los procesos de reparación y reintegración de los afectados a situaciones de normalidad.
Me refiero a todos los procesos que tienen que ver con educación informal y/o educación
para el trabajo. Por lo tanto, para los efectos del presente proyecto, mencionaremos algunas
de las propuestas que se establecen para educación formal y
retomaremos aquellos
aspectos que consideramos pueden aportar a una visión más amplia de la educación en
emergencia frente a los adultos.
Las diferentes propuestas coinciden en mencionar el juego y las actividades
lúdicas como un escenario de socialización, comprensión e interacción entre niños, niñas y
adolescentes y entre ellos mismos para entender lo que sucede. A pesar de las variaciones
culturales, el juego repetitivo, modelos de roles, la fantasía y la recuperación de la vida
diaria son necesarios para el desarrollo de los individuos. Curiosamente, se indica que estas
actividades están orientadas hacia niñas, niños y jóvenes, desconociendo que el juego
también se puede constituir en un elemento central en procesos de socialización y diálogo
sobre la adversidad entre adultos con adultos, adultos y jóvenes; adultos, jóvenes y niños.
Lo que puede contribuir a que se establezcan lazos de confianza, de solidaridad y
colaboración entre las víctimas afectadas por el conflicto.
Otra estrategia que se plantea está relacionada con la escuela amigable, referida
especialmente a la atención que debe asumir la escuela frente a los sujetos afectados por las
condiciones de emergencia, donde ésta debe estar preparada para recibir adecuadamente e
incorporar a los niños, niñas y jóvenes a sus procesos de la manera menos traumática. Sin
embargo, se sigue pensando solamente en una población focalizada, y se desconoce que
existen otras personas que si bien no están en las edades escolarizadas, también requieren
espacios y escenarios amigables, que más allá de la escuela tradicional, les permitan
superar las adversidades y les brinden escenarios posibles de un mejor vivir.
Incorporar en los currículos de estudio para convertir en aprendizajes útiles las
circunstancias adversas, es otro de los aspectos que se resalta en los procesos de educación
en emergencia. Lo anterior implicaría tener elementos para aprender a entender y manejar
situaciones traumáticas, para lo cual se requiere hacer la educación menos formal y más
flexible, que permita tener una educación verdaderamente incluyente, que además brinde
alternativas de acogida e integración a través del reconocimiento y de vivencias de
convivencia no discursivas. Nuevamente, la flexibilidad aunada a procesos de
sensibilización de los maestros se constituye en un factor determinante en los procesos de
educación para aquellos afectados por la emergencia.
El trabajo con los docentes y otros actores del proceso educativo es un elemento
sustancial cuando se habla de la educación en emergencia, es importante identificar a los
maestros y demás actores del sistema educativo para desde allí adelantar unas prácticas que
generen confianza y se establezcan los canales de comunicación básicos que permitan
cumplir con los propósitos y las tareas que mancomunadamente junto con la comunidad
afectada se proponen. Esos otros agentes educativos pueden salir de la misma comunidad y
de adultos cercanos a los niños, niñas y adolescentes que por su capacidad afectiva y
voluntad de trabajar con ellos están en la posibilidad de ejercer roles de influencia y apoyo.
Tal es el caso de algunos líderes adultos, de las Madres comunitarias o Cuidadoras o de
voluntarios de Salud.
Los educandos, niños, jóvenes y adultos, deben participar en el desarrollo y diseño
de estrategias para su educación, deben ser capacitados en las prácticas que los ayuden a
protegerse a ellos mismos y a otros niños en su comunidad y en el reforzamiento y
recuperación de valores para la reconstrucción de sus proyectos de vida.
Arias, Erazo y Álvarez (2012) proponen que un enfoque basado en la comunidad
ayudará a crear estructuras y fortalecerá las existentes de modo que se respete la cultura
local y las tradiciones educativas. También se indica por estos autores que que los planes de
acción también deben incorporar un código de conducta para velar por el seguimiento y
evaluación frecuentes de la comunidad y ayudar a establecer una cultura de participación
amplia por parte de ella. Esto puede incluir tareas tales como planificación, protección de
niños y jóvenes, promoción de la participación de niñas y mujeres, así como de personas
pertenecientes a grupos vulnerables, diseño de actividades de enseñanza y aprendizaje,
seguimiento, uso de recursos, capacitación de docentes, coordinación con organismos
externos pertinentes, e integración con la salud, higiene, nutrición y atención psicosocial.
En la medida de lo posible, es importante incorporar a los padres de familia y la
comunidad en general en las actividades educativas, puede ser organizando comités de
educación que apoyen el trabajo de los docentes y otros agentes comunitarios que
desarrollan la labor educativa, puede ser en aspectos logísticos como asegurar instalaciones
adecuadas para la recreación a través de programas de educación y comunitarios, en la
coordinación con las autoridades de educación, entre otras.( Save the Children, 2007:17-23)
Luego, los estándares mínimos que debe cumplir una educación en emergencia
implican tener en cuenta los siguientes aspectos: propiciar la participación de los miembros
de la comunidad afectada en la valoración, planificación, implementación, seguimiento y
evaluación del programa educativo. Sumado a ello, hacer un plan de trabajo efectivo que
tenga en cuenta los recursos con los que se cuenta, tanto los humanos, intelectuales,
monetarios y materiales que existan al interior de la comunidad, los que brinde el Estado y
aquellos que provienen de la comunidad internacional, las ONG y la sociedad civil.
También es necesario hacer una valoración inicial de las necesidades y recursos
educativos para los diferentes niveles y tipos de educación y para todos los lugares
afectados por la emergencia, con la participación de los beneficiarios esenciales. Estas
valoraciones deben incluir un especialista en educación o protección de niños en el equipo
de emergencia para obtener datos sobre necesidades y recursos para la educación y
protección de los niños. Los organismos deben designar recursos y desarrollar el personal y
la capacidad organizacional para llevar a cabo estas actividades.
Lo que indica que es necesario adelantar una respuesta educativa que incluya una
descripción clara del problema y una estrategia documentada para la acción. Los datos de
línea de base se obtienen sistemáticamente al inicio de un programa; lo que implica que las
estrategias de respuesta educativa de emergencia reflejen una comprensión clara de los
datos globales.
El seguimiento es otro de los elementos centrales de los procesos que se adelantan
en los procesos de educación en emergencia. Todos los beneficiarios pertinentes siguen
regularmente las actividades de respuesta educativa y las necesidades de educación en
desarrollo de la población afectada; lo anterior permitirá hacer los ajustes a los programas,
como resultado del seguimiento, cuando sea necesario.
Un elemento fundamental es la evaluación sistemática e imparcial de la respuesta
educativa para mejorar la práctica y aumentar la responsabilidad. La evaluación de
políticas, programas y resultados de las intervenciones se conduce a intervalos apropiados
comparando con las estrategias de respuesta generales, los objetivos educativos específicos
y de protección. Las evaluaciones deben obtener tanto los datos cualitativos como los
cuantitativos para desarrollar un cuadro integral. Los datos cualitativos proporcionan
información contextual y ayudan a explicar los datos estadísticos obtenidos. Los datos
cualitativos pueden obtenerse mediante entrevistas, observaciones y documentos escritos,
mientras que los cuantitativos, por medio de encuestas y cuestionarios. ( Save the Children,
2007).
Conclusiones
Es importante resaltar que las guerras privan a las diferentes generaciones del
conocimiento y las oportunidades que una educación les puede ofrecer. La educación en
situaciones de emergencia, crisis crónicas y reconstrucción temprana debe ser enfocada en
un contexto amplio: es la educación la que protege el bienestar, promueve las
oportunidades de aprendizaje e impulsa el desarrollo general (social, emocional, cognitivo
y físico) de las personas afectadas por un conflicto o por un desastre.
La educación en emergencias es una necesidad que puede salvar vidas,
proporcionando protección física, psicosocial y cognitiva. Sustenta la vida porque ofrece
estructura, estabilidad y esperanza para el futuro en tiempos de crisis, en especial a los
niños, niñas y adolescentes, y suministra los elementos básicos esenciales para la
estabilidad económica futura. Además de brindar ayuda a la superación de los impactos
emocionales surgidos de conflictos o desastres, permite desarrollar capacidades para
fomentar la resolución de conflictos y la construcción de la paz. (Baxter & Betkhe, 2009).
En situaciones de emergencia existen numerosos vacíos en la oferta educativa, los
cuales van desde la falta de acceso, calidad y coordinación de la respuesta en general hasta
la exclusión de grupos específicos al interior de la población, por ejemplo, aquellos adultos
que no son escolarizados, pero que pueden tener en los procesos educativos y formativos un
escenario que les brinde mejores posibilidades de superación frente a la adversidad. Otro
vacío clave tiene que ver con la falta de financiamiento: tradicionalmente, la educación en
situaciones de emergencia no ha sido considerada una prioridad de la acción humanitaria,
sino más bien una actividad de desarrollo a largo plazo.
Por lo tanto es necesario cambiar algunas de las lecturas y acciones que se tienen
sobre la educación en emergencias, en primer lugar, aquel supuesto de que es demasiado
difícil incluir a todos en la educación durante una situación de emergencia; el supuesto de
que se precisan muchos conocimientos especializados o establecimientos separados para
que un programa de educación sea más inclusivo. Por lo tanto es necesario el conocimiento
sobre si los servicios educativos abarcan o no a todos, el reconocimiento - por parte de los
educadores- de la situación y los derechos de aquellos que son o han sido excluidos del
aprendizaje y la participación.
Lo anterior coloca al sistema educativo en una situación de repensarse su labor,
donde la educación debe adaptar el sistema al estudiante, en lugar de esperar que el
estudiante se adapte al sistema. Recordemos que cada estudiante tiene sus propios
constructos sociales y culturales, por lo tanto tiene derecho a una educación de buena
calidad y adecuada a sus necesidades. De ahí que es necesario incorporar a todas las
personas afectadas, para que la educación sea más acogedora y alentadora.
Una respuesta de emergencia suele dar la oportunidad de mirar la educación desde
unas nuevas perspectivas y puede ser una oportunidad de mejorar el nivel anterior y abordar
problemas que antes no habían sido considerados. Resulta fundamental incorporar un
enfoque inclusivo desde el comienzo de una respuesta de emergencia, más que tratar de
cambiar infraestructuras y prácticas excluyentes más adelante.
Un enfoque inclusivo de la educación no puede comenzar por sentimientos de
culpa o ansiedad acerca de las dificultades de incluir a todos en la educación. En cambio,
comienza por preguntarse quiénes son las personas actualmente excluidas del aprendizaje y
de la participación, qué podemos hacer nosotros en primer lugar para mejorar la situación, y
qué podemos hacer a continuación.
Referencias
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