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SALUD EXTREMADURA 12 COOPERANTES COOPERANTES Septiembreo de 2009 El cuento de Yaomé, una niña de Togo El cooperante Juan José Domínguez nos ofrece, a través de la historia de la niña Yaomé expuesta en forma de cuento, una mirada sobre la realidad de Togo, uno de los países más pobres de África a vida allí siempre es un permanente deambular. Por las mañanas acarreaba agua para las necesidades domésticas desde un pozo situado a una hora de distancia de la cabaña que compartía con sus ocho hermanos, sus dos abuelas y su padre. Ella era la mayor, y sentía los días transcurrir con una inquietante velocidad. Después de dejar el agua en la cabaña, todavía le esperaba otra caminata de más de dos horas hasta llegar a la escuela. A pesar del cansancio, lamentaba no poder ir el próximo año –ya era mayor--, porque presentía que aprender era lo único que podía ayudar a mejorar su vida. Nunca faltaban a clase ni ella ni ninguno de los compañeros, y jamás dejaba atrás los ejercicios y deberes. Algo interno le hacia comprender el valor de lo que su maestro trasmitía, en una clase para todas las edades con ningún medio, sin pupitres para todos; L Juan José Domínguez Médico y Cooperante por eso se esforzaba en llegar temprano, para poder sentarse y escribir apoyada. Tampoco olvidaba llevar el tronco que cada niño aportaba para calentar la reclamando agua. También la árida tierra que iba dejando tras sus pies parecía desearla. Tiene un cuerpo largo y unos andares de felino que desplazan comida que les daban: sopa de ñame o maíz, raramente arroz y carne o pescado nunca. Aquella tarde hacía calor, y el viento ardiente resecaba los pequeños y tupidos matorrales su peso con el mínimo gasto de energía, resaltando su piel negra y bruñida y una sonrisa en la cara que muestra una cadena de blanquísimos dientes. Destacan en su rostro unos brillantes ojos negros, de esos que cuando miran ven todo tu interior y te hacen sentir transparente. Desde su profundidad infinita, vierten al exterior tal sabiduría que parece que su dueña hubiera visto y vivido mil años. Una mirada que no pide nada y desea todo. Muy hermosa. Los mosquitos, con su persistente zumbido, taladraban sus oídos y continuamente le dejaban constancia de su presencia en la piel, curtida a pesar de su juventud. Sus 14 años ya la habían convertido en mujer, pronto sería madre y quizá contrajera matrimonio. Los baobabs invitaban a sentarse a su perezosa sombra, aunque la idea del descanso era algo que no solía pasar por su cabeza. Repentinamente, notó un abrazo poderoso y quemante que se adueñaba de su tobillo y tiraba hacia atrás de ella, impidiéndole avanzar. Sintió un insoportable dolor y un fuego vivísimo