LA ALEGRÍA Y EL ENTUSIASMO

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LA ALEGRÍA Y EL ENTUSIASMO
LA ALEGRÍA Y EL ENTUSIASMO
Mensaje a la Asamblea diocesana de pastoral
03 de noviembre de 2012
Queridos hermanos:
Junto a la Iglesia universal estamos recorriendo los inicios del “Año de la Fe”,
convocado por el Papa Benedicto XVI. Es un tiempo que nos invita a redescubrir personal
y comunitariamente el valor de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, para una
respuesta más consciente y vigorosa. Es un llamado a comprometernos a favor de una
nueva evangelización para, desde la alegría de creer, encontrar el entusiasmo de comunicar
la fe. Dios bendiga esta Asamblea para que juntos realicemos estos objetivos.
La Conferencia Episcopal Argentina, en sus Orientaciones Pastorales para el trienio
2012–2014, propone algunas actitudes prioritarias que deben caracterizar el estilo
evangelizador en nuestro tiempo: la alegría, el entusiasmo y la cercanía.
Una semana atrás, con los catequistas de la diócesis compartía algunas reflexiones
acerca de la cercanía en nuestro ser y hacer pastoral. Hoy, junto a ustedes, actores de la
pastoral parroquial y diocesana, me referiré a las otras dos actitudes, la alegría y el entusiasmo.
El gozo pascual. Jn 20,19-31
El Evangelio de Juan da testimonio de lo que sucedió entre los discípulos en las
horas que siguieron a la pasión y muerte de Jesús: vacilaciones, dudas y temores, esperanza
que renace al escuchar a los primeros testigos de que Jesús se les manifestó vivo, alegría en
el encuentro con Él, paz, entusiasmo para contar que lo han visto, y finalmente un
horizonte que se abre, la misión.
Dos temores se enfrentaban en aquella “Hora”: el de las autoridades del pueblo
que, temiendo a Jesús y al movimiento iniciado por Él, pretendieron silenciarlo con la
muerte; y el de los discípulos, que temían correr la misma suerte del Maestro, y por eso
estaban “con las puertas cerradas”.
A la hora de la nueva evangelización los temores y la tristeza, si nos dejamos
dominar por ellos, también pueden encerrarnos. Cuando las puertas de la fe están abiertas
para todos, sería triste encontrar comunidades con las puertas cerradas, sin ardor
misionero. La alegría y el entusiasmo brotan de la Pascua, del encuentro vivo con Jesús
resucitado.
Volvamos nuestra mirada contemplativa y orante a la tarde de la Pascua.
Jesús resucitado se manifiesta a los apóstoles trayendo paz a sus almas turbadas,
esperanzadas, pero dubitativas. “¡La paz esté con ustedes!” es su saludo.
Fruto del encuentro con Jesús es la alegría: “Los discípulos se llenaron de alegría
cuando vieron al Señor”.
Jesús entrega a la comunidad apostólica el Espíritu Santo: “Reciban el Espíritu
Santo”. Se los da para continuar su propia misión, combatir al pecado y perdonar al pecador.
Fruto también del encuentro, de la fe renacida y del don del Espíritu, es el entusiasmo
en el anuncio de la fe. Los discípulos dicen a Tomás, el ausente: “¡Hemos visto al Señor!”.
El mismo Jesús fortalece la fe vacilante de Tomás, y en él la de los demás
discípulos. “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi
costado”. Para la misión es necesaria la fe firme en Jesús resucitado, vencedor del pecado y
de la muerte.
Jesús proclama la última bienaventuranza, la de la fe: “¡Felices los que creen sin
haber visto!”
Alegría en la fe y entusiasmo en la misión es el fruto de la Pascua, del encuentro
con Jesús resucitado y del envío del Espíritu Santo, plenitud pascual.
La alegría
Es el sentimiento grato y vivo de quien siente una plenitud interior. Suele
manifestarse con signos exteriores, palabras, gestos o actos que expresan el gozo que se
siente.
La alegría es un rasgo del creyente, de quien ha visto al Señor. Y es al mismo
tiempo un don del Espíritu Santo. Nos dice San Pablo: “el fruto del Espíritu es: amor,
alegría y paz”, y los signos que lo expresan son “magnanimidad, afabilidad, bondad y
confianza, mansedumbre y temperancia” (Gal 5,22-23).
“La alegría es la puerta para el anuncio de la Buena Noticia y también la
consecuencia de vivir en la fe…
Por eso es fundamental en este tiempo que los agentes de pastoral
expresemos con nuestro testimonio de vida la alegría de creer en Cristo. El anuncio
de una «gran alegría» debe marcar el estilo y la mística de la nueva evangelización
para provocar un acercamiento a la fe teniendo en cuenta que la Iglesia crece, no
por proselitismo, sino por atracción. Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los
hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el
anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo” (CEA, Orientaciones
pastorales 2012 – 2014, 16-17).
El entusiasmo
Entusiasmo es una expresión que etimológicamente expresa la actitud de estar
inspirado por Dios.
El entusiasmo nos permite “tirar todos para un mismo lado”, aunque el lugar, las
tareas y las fuerzas de cada uno sean diferentes, porque es el mismo Espíritu el que da la
dirección y el impulso.
El entusiasmo da nuevo ardor a la misión, revitaliza la acción evangelizadora en
cada comunidad, sirve de estímulo para muchos. La rutina, el desgano, la apatía y las caras
largas en nuestras comunidades, ahuyentan; nadie se siente atraído a un lugar donde falta la
alegría, abundan las tensiones y es endeble la vida.
“La palabra entusiasmo (ενθουσιασμος) tiene su raíz en el griego “en-theos”,
es decir: «que lleva un dios adentro». Este término indica que, cuando nos dejamos
llevar por el entusiasmo, una inspiración divina entra en nosotros y se sirve de
nuestra persona para manifestarse. El entusiasmo es la experiencia de un «Dios
activo dentro de mí» para ser guiado por su fuerza y sabiduría. Implica también la
exaltación del ánimo por algo que causa interés, alegría y admiración, provocado
por una fuerte motivación interior. Se expresa como apasionamiento, fervor,
audacia y empeño. Se opone al desaliento, al desinterés, a la apatía, a la frialdad y a
la desilusión” (CEA, Orientaciones pastorales 2012 – 2014, 18).
“Tirando las redes” es el título de nuestras Líneas pastorales diocesanas.
Arrojar y recoger las redes es tarea del pescador. “Síganme, y yo los haré pescadores
de hombres” (Mt 4,19). Discípulos y pescadores, a eso nos llama el Señor. Y para navegar
“mar adentro” y echar las redes (Lc 5,4) nos da el Espíritu Santo, de modo que realicemos
la misión “con Dios adentro”, es decir, con entusiasmo.
La falta de entusiasmo lleva a ver más las dificultades que las posibilidades y
oportunidades de la acción apostólica, a estar siempre quejosos del lugar de nuestra tarea, y
hasta sentir envidia de la situación de los demás, con lo que la pesca se va volviendo
infecunda. Como aquella gaviota y aquel pescador que andaban detrás de la misma pesca:
Una gaviota amaneció volando muy alto sobre el mar. Allá abajo divisó,
entre tanto azul, la barca de un pescador.
- ¡Ah, si yo tuviera una red como la de ese hombre -se dijo la gaviota- no tendría
por qué resignarme a atrapar un solo pez por vez, tras varios intentos de picada
en el agua!
A su vez, el pescador, embelesado con el vuelo de la gaviota, se decía:
- Si tuviera el privilegio de ver desde lo alto lo que puedo pescar, no tendría que
aventurarme tanto en aguas adentro, y ni siquiera me alejaría de la costa en la
madrugada, cuando todo pescador es ciego en el mar que oculta su furia entre
las tinieblas.
Cuando falta el entusiasmo la gaviota quiere ser pescador, y el pescador ser gaviota;
y los dos pierden la alegría de la pesca.
El Año de la Fe
El Año de la Fe debe estar caracterizado por la alegría y el entusiasmo. Nos lo dice
el Papa Benedicto XVI al iniciar el mismo:
“Con la carta apostólica Porta Fidei convoqué este Año especial
precisamente para que la Iglesia renueve el entusiasmo de creer en Jesucristo, único
salvador del mundo; reavive la alegría de caminar por el camino que nos ha
indicado; y testimonie de modo concreto la fuerza transformadora de la fe”
(Audiencia general, 17.10.2012).
En Porta Fidei, en efecto, el Papa había señalado que la alegría y el entusiasmo van
juntos tanto en el inicio de la fe: el encuentro con Cristo, como en el testimonio de la fe: la
evangelización.
“Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado
la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más
clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (Benedicto XVI,
Porta Fidei, 2).
“Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido
en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a
encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Id., 7).
Con alegría y entusiasmo renovamos nuestro compromiso en la nueva evangelización.
En nuestra programación pastoral de parroquias, zonas y diócesis, durante el Año
de la Fe podemos destacar algunas acciones propuestas en las Líneas pastorales de nuestro
Plan pastoral diocesano, aquellas que están muy estrechamente vinculadas a los objetivos que
nos propone el Papa Benedicto XVI para este tiempo. Podemos particularmente recordar,
hacer actuales y dar vida a:
Anuncio Evangelizador:
 Kerygma. “Promover una comunidad misionera para que el anuncio del Evangelio
pueda llegar a todos”.
 Pastoral Bíblica. “Impregnar la vida de la comunidad con la Palabra de Dios para que
su estilo de vida se asemeje cada vez más al modo de pensar, hablar y actuar del
Señor”.


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Formación Permanente
Iniciación cristiana e Itinerario catequístico permanente. “Promover en los bautizados un
itinerario de formación permanente para madurar y consolidar, en el pueblo, la fe
en Dios”. El Catecismo de la Iglesia Católica es el libro privilegiado del Año de la Fe.
Formación de los agentes de pastoral. “Promover la formación de líderes animadores
para acompañar a sus hermanos en el camino de la fe y del testimonio”. Podremos
aprovechar y multiplicar, entre otras iniciativas, los Seminarios zonales de Catequesis, y
el Seminario para agentes de pastoral.
Catequesis de jóvenes y adultos. “Priorizar la catequesis con jóvenes y adultos para dar
sentido cristiano a la vida, creciendo y madurando en la fe”. Youcat y la preparación
de la Jornada Mundial de la Juventud nos ayudarán.
Deseo que nuestro encuentro de hoy, con la gracia del Espíritu Santo, sea fecundo
en fe y misión.
Invocamos a nuestra Madre, María Inmaculada de la Concordia, nos alcance la
gracia de dejarnos guiar, como ella, por el impulso santificador, carismático y misionero del
Espíritu Santo.
+ Luis Armando Collazuol
Obispo de la diócesis de Concordia

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