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La ciencia: de todos para todos Mi padre es quien me ha inculcado la mayoría de mis valores junto a mi madre. Ella despertó en mí la curiosidad por las finanzas y la psicología. Mi padre, en cambio, me enseñó casi todo lo que sé ahora mismo de ciencia y tecnología: cómo funciona un coche, un avión, un tractor… y también, que a todo en esta vida se le puede buscar una solución sabiendo qué tornillo hay que ajustar o quitar. Que de una simple barra de hierro se pueden construir remolques, brabanes e incluso sembradoras. Que lo que mueve a la persona no es el beneficio propio, sino el beneficio mutuo. Mucho mejor si se construye para todos que para uno solo. Y que por eso, las personas sacamos nuestro mayor potencial, entusiasmo, imaginación y superación al querer conseguir hacer cosas para los demás. Que existe un beneficio y que la ciencia y la tecnología nos acercan cada vez más a un mundo mejor. Mi mejor recuerdo de la infancia es estar reparando tractores con mi padre, aprendiendo cada día algo nuevo que me motivaba para seguir conociendo más sobre lo que me rodea. Recuerdos que provocan en mí una felicidad que con gusto la recuerdo. Conforme amplío mis conocimientos descubro las fronteras de los límites cada vez más alejadas; lo que lejos de abrumarme, acrecienta mi curiosidad y gusto por la investigación. Pequeños inventos, grandes avances. Ésta es la llama que alimenta mi pasión por la ciencia y la que me anima a que cada vez que tenga una idea la desarrolle. Porque en el momento de inspiración se piensa, construye y escribe mucho más fácilmente y de una forma más creativa que cuando forzamos nuestra mente a ello. El entusiasmo del momento es el que hace de nosotros unas personas sin límites para la mente que podrán llegar a donde quieran como quieran. Sólo hace falta ver que ese entusiasmo no existe en un momento único y limitado, sino que puede llegar a existir indefinidamente viendo nuestra vida como la oportunidad de llegar a ser felices disfrutando de las cosas que hacemos. Así es como siento yo la ciencia, como una parte del camino que hará que pueda llegar a ser feliz. ¿Por qué no? Experimentar, innovar, crear para todos y con todos hace que disfrutemos de las cosas que tenemos y así, que experimentemos la felicidad. Pero no nos olvidemos que la ciencia tiene una doble aplicación. Que se puede usar tanto para bien como para mal, y que por eso, debemos tener en cuenta todo aquello que nos ayude a controlarnos. Hablamos de la ética, sin ella el hombre llegaría a hacer barbaridades y condenaría a su propia especie a la perdición. Nunca debemos olvidar que la ciencia es un medio para conseguir el bienestar, confort y progreso de todos nosotros y no para el de unos pocos. Que no podemos caer en la codicia; el dinero no nos hará felices, solo nos lo parecerá al principio. Si mantenemos a raya al dinero con la ética, haremos que la ciencia prospere y no se vea limitada por él. Esto es lo que nunca debemos olvidar si queremos llegar a ser un pueblo feliz y en progreso.