El Magis - Jesuitas.cl

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Carta de San Ignacio al joven de hoy
El Magis
Claudio Werner Pires S.J.
Octubre de 2006
Joven latinoamericano:
Para mí es motivo de mucha satisfacción poder entrar en contacto contigo, aunque
seamos de tiempos y espacios tan diferentes. Pero, justamente por eso, siento
satisfacción en poder entrar en contacto contigo: ¡es un desafío y me gustan los
desafíos! No me contento con lo que ya conseguí o con lo que está ahí... ¡quiero más!
En otros tiempos miré con mucha simpatía para los deseos de jóvenes de tu
continente. Es verdad que yo no conseguía hacer míos todos los sueños que
arrebataban sus mentes y corazones. O veía de otro modo la forma de realizarlos. Pero
no tenía como no simpatizar con sus deseos. ¡Soy un hombre de deseos! Para mí,
estar vivo no es solo cuestión de estar ahí... Es cuestión de deseos... de muchos
deseos... ¡deseos qué gritan adentro de la gente para ser satisfechos! Deseos que me
hicieron soñar mucho y me llevaron a ideales muy atrevidos. Pero, también, que
hicieron que yo llegase a concretar mucha cosa. No me quedé apenas en el mundo de
los sueños bonitos. Partí para la lucha "cuerpo a cuerpo", para la conquista "palmo a
palmo", y pude ver después, con grande alegría, la realización de mucha cosa del
mundo de mis deseos. Además, no los realicé solo. Fui tras compañeros. Entonces,
soñamos juntos, luchamos juntos y ellos también consiguieron realizar maravillas que
no serían posibles si yo y ellos estuviéramos solos.
Muchos jóvenes de tu continente compartieron los sueños y deseos de Bolívar. Y
lucharon por algo mayor. Dejaron sus familias, la relativa seguridad del lugar en el que
vivían, lo que ya habían conquistado, y se lanzaron a lo impredecible, a lo desconocido.
Lo que consiguieron ordinariamente se quedó muy corto de lo que soñaban. Murieron y
no vieron la realización de todo lo que soñaron. Sin embargo, no murieron con ellos
sus sueños. Aún hoy los ideales de Bolívar son evocados, bien como los del argentino
Che Guevara. Aún se ve, en muchas camisetas, el conocido rostro del Che.
Cuando joven, también tuve sueños osados. Primero, pensando sobretodo en mí. En la
corte donde viví, yo no quería ser alguien igual a los otros. Quería descollar. Quería
conquistar las mejores alabanzas. Contentarse con la mediocridad, para mí era cosa de
gente apática, sin vida, sin vigor. Era sinónimo de cobardía: si no van tras de algo
más, es porque no son capaces, no tienen fuerzas para tal. Para ese tipo de gente,
cualquier cosa sirve; ¡lo qué ya consiguieron, basta! Para mí no bastaba tener a mi
lado una mujer bonita, sino soñaba casarme con una princesa importante, la más
importante: ¡la hija del Emperador! ¿Osadía? Pero yo era así. No me contentaba con
poca cosa.
Puedes estar pensando que yo tenía manía de grandeza, que yo fui un megalomaníaco
o un inconforme. No voy a confirmar ni negar, pero sí puedo decirte cuán presumido
era yo: quería mucho brillar en los salones de la vida mundana de las cortes o en los
torneos. Después vi que no era por ahí. Y más tarde, dispensé los atenciones
especiales para con mi cuerpo; hasta me dejé las uñas crecer grotescamente.
Desorbité para el otro lado, pero conseguí salir de éstos dos tipos de exageraciones.
Viendo mi vida ahora, lejos de los tiempos de estos exageraciones, veo que no acerté
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bien mientras lo que fui haciendo o asumiendo estaba siendo fruto no solo de deseos y
sueños o hasta de ideales bonitos, pero sobretodo de algo que estaba en la base de mí
yo: el "sueño de omnipotencia"! El primer libro de la Biblia, el libro del Génesis, se
refiere a eso al narrar la tentación de Eva por la serpiente, calificado ahí como "la más
astuta de todos los animales salvajes que el Señor Dios había hecho" (Gen 3,1). La
afirmación del versículo quinto, "seréis como Dios" (Gen 3,5), muestra la tentación
mayor para todo el ser humano: no aceptar su condición de criatura humana. ¡No
somos dioses, solo Dios es Dios! Para nosotros no todo es posible. Por eso comencé
por ahí con las afirmaciones que juzgo fundamentales: "El ser humano es creado
para..." (Ejercicios 23). Por un lado, quise colocar bien claro que lo que somos y
tenemos es, en primer lugar, fruto de un don. Viene de otro. No es conquista nuestra.
La vida no es, en primer lugar, conquista. Es don. Es don de Dios. Reconocer eso, es
vital, es fuente de vida. Pero el don de existir no es apenas don. Trae consigo un
desafío: desarrollar lo que fue recibido. "El ser humano es creado para..."! Éste "para"
apunta para una tarea, para algo que asumo o no asumo. Y puedo asumir
mecánicamente, servilmente o porque no hay otra elección... ¡Pero puedo también
asumir porque deseo! Quiero (aceptado) y deseo!
¡Mi estimado joven, ahora mi corazón empieza a vibrar! No me veo solo, sino delante
de alguien que es mayor que yo, que es la grandeza mayor, que es el todopoderoso,
pero sobretodo en el amor: somos importantes para él... ¡él nos quiere bien y quiere
nuestro bien! Si mis primeros sueños fueron sobretodo pensando en mí, anhelando
algo para mí, ¡continué aún hombre de deseos, pero aprendí a manejar mis deseos! Mi
capacidad de tener deseos no puede ser arrancada, atrofiada o reprimida, pero
también no puedo dejar que ella me lleve para todas las direcciones, como una hoja
conducida por un fuerte viento. ¿Por qué? Porque no me veo solo. Hay mucha cosa que
depende de mí y que puedo hacer de una o de otra manera, como me parezca mejor.
Pero la iniciativa que abarca todas las elecciones, es de él. Es como en el campo de
fútbol: puedo jugar de muchos modos y sé que una buena partida depende bastante
de mi desempeño. Sin embargo, no soy yo quien dicta las reglas del fútbol. Si lo que
está en juego es fútbol, no puedo hacer "cesta", aun cuando atrás del guardameta se
encuentre un arco del juego de baloncesto. No estoy en una partida de baloncesto. Así
me veo en el mundo: en una iniciativa que es de Dios. Es Él quien da las coordenadas
principales.
Sé que en tus días el deseo de autonomía es muy grande. Nadie quiere ser pupilo. No
se quiere que haya alguien controlando. Las mujeres están en busca de emancipación.
Hay el deseo de liberación de las redes del neo-liberalismo y de otras formas de
dominación o de negación del individuo o de los grupos. Muchos jóvenes que están
llegando a la adolescencia ya quieren tener su apartamento propio; no por falta de
estima del padre y de la madre, pero porque quieren su espacio, quieren autonomía
para organizar lo que es suyo. Otros jóvenes, él y ella, creen que no deben someter
sus sentimientos a instituciones ajenas a su amor; por ello, no quieren ser
dependientes de instituciones, como la del casamiento religioso o mismo la del civil,
pues anhelan ser autónomos. Entonces, aceptar qué Dios dé las coordenadas, ¿no vale
para su tiempo? ¿Es sumisión qué hiere al deseo de autonomía? No contesto esta
pregunta con argumentos a ser ponderados por la inteligencia, sino con mi experiencia
personal. Tuve la dicha de experimentar el encuentro del Creador con su criatura no
como encuentro de un patrón intransigente con un empleado sin alternativas, que en
todo tiene que agradarlo para no perder el empleo. Por el contrario, pude
experimentarlo como un amigo que propone algo razonable a su amigo y lo quiere
como compañero. Un amigo dispuesto a cargar aun con lo que es más difícil, aun
cuando esto le cueste duros sacrificios y sea portador de muerte cruel. Experimenté
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Dios a través de Jesús Cristo y no pude más verme como un individuo separado. Pasé
a ser su compañero, porque lo sentí como compañero. Porque no solo reconocí que
existo a partir de él, sino también que vine a estar con él, para compartir lo que es de
él, para participar de la vida de él.
Lo que experimenté fue muy importante para mí. Y eso me hizo anhelar una vida
semejante a la de Jesucristo. Habiendo leído lo que los Santos habían hecho o sufrido
al abrazar una vida semejante a de Jesús, quise hacer lo mismo y hasta más. Sentí el
deseo de imitar sus hazañas y sobrepasarlos. Fue cuando pasé de un extremo a otro.
De ambiciones "mundanas", para ambiciones religiosas. Después vi que necesitaba
discernir lo que convenía. Jesús fue maestro-escuela muy paciente conmigo. Poco a
poco me ayudó a percibir lo que quería de mí como compañero. Pensé que me llamaba
a ser un continuador de su misión en el lugar en el que él vivió y actuó. Por eso fui a
Jerusalén. me imaginé en la Tierra Santa hasta el fin de mis días, en una vida
semejante a la de él. Esto, sin embargo, no fue posible. Tuve que dejar la Tierra
Santa. Más tarde percibí qué ser su compañero más de cerca no significaba vivir y
actuar donde él vivió y actuó, sino yo debía descubrir lo que El quería. Vi que mi vida
tendría que ser un proceso de búsquedas continuadas: estar siempre dispuesto a
buscar y encontrar lo que él quería. De ambicioso por cosas que yo pensaba que
traerían satisfacción completa para mí o que serían mis regalos al Señor, pasé a ser
insaciable con relación al querer de él. Si él hizo tanto por mí, pensaba yo, ¿qué debo
hacer por él? Con ésta pregunta yo retomé la de São Paulo: "¿Qué debo hacer,
Señor?" (Act 22,10).
Mi vida cambió mucho después que se puso claro para mí que no debía encerrarme en
las pequeñas fronteras de mi yo, sino que era fundamental salir de mí mismo y aceptar
estar con el Señor disponible para participar de si vida y misión. Pasé a ver mejor
cuanto es necesario pasar del "yo" para el "nosotros", si quería algo más. De que
adelanta yo tener todo, si todo lo que yo tengo sería apenas mi "yo", "mis cosas", "mis
pensamientos", "mis comodidades", "mi pequeño círculo de amigos y amigas"? Salir
del propio "yo" y pasar para el "nosotros", si es de hecho un pasar para el "nosotros",
no significa tener a todos y a todo. No es cuestión de tener y tener más. Es una
cuestión de ser y ser más. Significa una apertura a todo el nivel de ser. Significa poder
comprenderse como "ser para el otro y con el otro". Esto hizo con que yo, en mi
tiempo, sintiese un gran deseo de "ayudar a las almas" y sintiese mucho placer en
"conversar cosas espirituales". Estas charlas no eran charlas piadosas o simplemente
hablar de cosas religiosas. Eran conformes a la pregunta de São Paulo: "¿Qué debo
hacer, Señor?" (Act 22,10). Le fue indicado a San Pablo, entonces Saulo, que fuese a
conversar con Ananías y más tarde sabría lo que debía hacer. Eran ejercicio de
discernimiento y medio para disponer la persona para algo más.
Partir para algo más, buscar algo más, puede ser entendido sobretodo con relación la
"grandes cosas", grandes iniciativas y mismo con relación a una nueva sociedad. Quizá
digas que pasó el tiempo de las grandes utopías y que el corre-corre de los días de hoy
no permite muchas cosas para la mayor parte de las personas. La situación de muchos
jóvenes en América Latina es de quien tiene que luchar mucho por una colocación
mejor y, si ya lo tiene, para garantizarla. No es pequeño el número de aquéllos que
afirman que hay poco espacio para iniciativas mayores... Si antes los "sueños de
omnipotencia" pesaban más, hoy, al contrario, pesan los sentimientos de
imposibilidad... no faltando aquéllos que apuntan para mil y una dificultades, como la
de que son insuficientes los recursos materiales y de personas. Sé muy bien lo que es
tener varios desafíos por la frente y pocos recursos... viví esto en Roma, cuando tuve
que ir tras recursos para encaminar ciertas iniciativas necesarias en favor de huérfanos
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desamparados, de mujeres sacadas de la llamada "vida irregular", de chicas que
venían del interior para la ciudad y que podrían caer en "vida irregular", de los judíos
que no eran bien tratados en Roma, de nobles o señores de haberes que
empobrecieron y no sabían como enfrentar la situación... No pude dar cuenta de todo,
pero pude hacer mi parte y cuidar que otros tomasen cuenta de eso... Es diferente
cruzar los brazos y decir "nada puedo hacer" de hacer lo que se puede. Con un poco o
mismo bastante creatividad y contactos con otras personas, si todo no podemos hacer,
algo es posible... ¡quizá mucha cosa!... "Otro mundo es posible"!...
¿Qué hacer? ¡Lo que se pueda!... y algo más. Esto siempre es posible, mismo si el
campo de nuestras posibilidades sea bastante limitado. Importante es no contentarse
con lo ya conquistado o apenas con un algo. Preguntarse: "¿algo más es posible?...",
"¿Qué puedo aún hacer de más?...", esto no puede faltar si queremos crecer, si
queremos salir de la mediocridad. Para eso, sin embargo, es preciso que dentro de
nosotros esté muy vivo el deseo para algo más. ¡Ser personas qué saben anhelar y
qué saben manejar sus deseos!
¡Querido joven, tu edad permite qué alimentes la esperanza de muchos años al frente!
Una persona de edad, aunque todavía esté emprendiendo muchas cosas y aun cuando
esté muy alentada para más, sabe con certeza que no podrá contar con muchos años
al frente como tú. Pero si esta persona supo aprovechar bien las oportunidades,
ciertamente no se estaba sola en sus búsquedas. Fue asociando con otras personas a
sí y a lo que buscaba. He ahí algo que no puede ser olvidado. Solitos quizá podamos
mucho, pero será posible mucho más si no estamos solos. No solo cuantitativamente
será posible mucho más, pero cualitativamente. Una cabeza piensa mucho. Varias
cabezas, juntas, piensan mejor. Qué una persona no ve bien, otra podrá ayudarla a
ver mejor. Y las ventajas no se ponen solo a nivel de pensamientos. se gana también a
nivel de sentir. Cuenta mucho el apoyo mutuo. Fue lo que experimenté tan pronto
como fui formando un grupo, un grupo que quise que fuera un grupo de "amigos en el
Señor". No fue fácil conseguir superar ciertas dificultades, pero busqué inculcar en
ellos el hábito de la escucha y de la acogida del otro. Pedí que vieran lo que podían
aprovechar de lo que era afirmado por el otro. Pedí que fueran personas abiertas al
diálogo. Que no fuesen personas rápidas para rechazar lo que era de los otros o lo que
era dicho por los otros, pero pacientes en buscar aprovechar lo que fuera posible. ¡Esto
ayudó mucho!
Volviendo a lo que ya afirmé anteriormente, no puedo dejar de repetir que si
anhelamos una gran apertura a desafíos que nos hacen crecer, necesitamos volver los
ojos para aquél que es grande en esto: Jesucristo. Las ideas emocionan, pero los
ejemplos arrastran. Es necesario mirar continuamente hacia la vida de él. Todas las
narraciones de los evangelios son mediación para eso. De un modo especial, los relatos
de la Pasión. Es verdad que encontramos ahí muchas humillaciones, grandes
sufrimientos y muerte cruel. Pero sobre todo encontramos ahí alguien totalmente
abierto a la entrega de sí en aquello que vio que necesitaba abrazar. Es la expresión
mayor de amor y de fidelidad a la misión recibida. Por eso estimado joven, cuando me
comprendía y sentía necesitado de ser participante de la vida y misión de Jesús, pedía
esto repetidamente a su madre, la Virgen María, para que me alcanzara la gracia de
ser colocado con su Hijo: "¡Colócame con tu Hijo!". Anhelaba poder ser su compañero
sobretodo en su expresión mayor de amor y de fidelidad a la misión recibida. También
indiqué como camino seguro para la generosidad, al tener que tomar decisiones,
colocarse delante de Jesús, imaginándolo en la cruz, haciendo las preguntas: "¿qué he
hecho por Cristo?"... "¿Qué estoy haciendo por Cristo?"... ¿y "Qué debo hacer por
Cristo?"...
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Con estas preguntas, te dejo mi abrazo y mi esperanza de que tú, joven
latinoamericano, serás siempre alguien en búsqueda de algo más,
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