las perlas del atlántico

Transcripción

las perlas del atlántico
las perlas
del atlántico
1
Página 1:
xil buffone
2
de la serie Bueno, variable, lluvia, 2006
Acuarela y vino tinto sobre papel
32 x 24 cm
fundación osde
consejo de
administración
presidente
Tomás Sánchez
de Bustamante
secretario
Omar Bagnoli
exposición
y catálogo
curaduría
Micaela Bianco
Nadina Maggi
Julio Neveleff
agradecimientos
La Fundación OSDE y los curadores agradecen la
generosa colaboración de artistas, coleccionistas,
directores y personal de museos e instituciones que
facilitaron las obras y documentos que han hecho
posible esta muestra:
tesorero
Carlos Fernández
textos
Abel Alexander
Micaela Bianco
Nadina Maggi
Julio Neveleff
Elisa Pastoriza
Isabel Plante
Graciela Zuppa
protesorero
Aldo Dalchiele
asistencia
Gabriela Vicente Irrazábal
vocales
Gustavo Aguirre
Liliana Cattáneo
Horacio Dillon
Luis Fontana
Daniel Eduardo Forte
Julio Olmedo
Jorge Saumell
Ciro Scotti
diseño de montaje
Patricio López Méndez –
Grupo Signo
Fabiola Baliña, Xil Buffone, Susana Camino,
Álvaro Castagnino, Hugo Castello, Julieta Colombo,
Adolfo De la Fuente, Tulio De Sagastizábal, Sergio
Domínguez Neira, Familia Bianco, Familia Neveleff,
Familia Pilo, Daniel Ferraro, Silvina Geddes,
Mariano Giaccaglia, Ignacio Gutiérrez Zaldívar,
Federico Lamaestra, Lucio Maggi, Hugo Maradei,
Lía Munilla, Juan Manuel Palacio, Arq. José María Peña,
Emily Salzmann, Eduardo Vázquez, Archivo General de
la Nación, Archivo Museo Histórico Municipal
“Roberto T. Barili”, Club del Dibujo (Barcelona), Galería
La Estrella del Sud, Fundación Forner-Bigatti, Museo del
Dibujo y la Ilustración, Museo Municipal de Arte
“Juan Carlos Castagnino”, Secretaría de Cultura
de la Municipalidad de Gral. Pueyrredon.
diseño gráfico
Estudio Lo Bianco
Filial Mar del Plata agradece el apoyo de las siguientes
empresas:
corrección de textos
Violeta Mazer
Balneario Cruz del Sur
prosecretario
Héctor Pérez
espacio de arte
fundación osde
impresión de
gráfica de sala
Sign Bureau
coordinación de arte
María Teresa Constantin
impresión
NF Gráfica s.r.l.
Camuzzi Gas Pampeana
Clínica 25 de Mayo
Clínica Privada Pueyrredón
Clínica y Maternidad Colón
Disco
EMHSA
Havanna SA
gestión de
producción
Betina Carbonari
Laboratorio de Análisis Clínicos y Bacteriológicos
Dr. Jorge A. Zaccagni
producción
Micaela Bianco
Javier González
Nadina Maggi
Susana Nieto
Gabriela Vicente Irrazábal
Paseo Diagonal
www.fundacionosde.com.ar
www.imagoespaciodearte.com.ar
Moscuzza Artes de Pesca
Riadigos
Tecnoprot
las perlas
del atlántico
Del 11 de noviembre al 27 de diciembre de 2008, Buenos Aires.
Del 9 de enero al 28 de febrero de 2009, Mar del Pata.
Fotografía de la casa
Bonnin para la revista
Caras y Caretas, 1931
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desde estas hermosas
playas...
micaela bianco, nadina maggi y julio neveleff
Hoy, probablemente el texto de esta vieja postal enviada a fines de los
años 70 sería reemplazado por un lacónico mensaje de texto: “todo
ok estamos muy kemados bsos”. Sin embargo, ambos, postal y mensaje, comparten un mismo espíritu. Hablar de y desde estas hermosas playas supone arena, sol y mar, pero es mucho más que eso.
Pensar en vacaciones implica abandonar la rutina y dedicarse al ocio,
sacarse la corbata o el trajecito sastre, el mameluco o el guardapolvo y
cambiarlos por el short y la bikini; dejar atrás el portafolios y la cartera
y cargar la lona y la sombrilla. Olvidarse, en fin, de las rutinas cotidianas y sumergirse en un tiempo sin horarios cronometrados para
atender, como en un regreso a lo primordial, a lo netamente físico, a
los ritmos del sol y la luna, y a las necesidades elementales del cuerpo
y del espíritu. Desde fines del siglo XIX y hasta la actualidad, las vacaciones estivales nos convierten en sujetos–veraneantes y nos definen
a través de deseos y prácticas comunes: que no se nuble, broncearse
y no pelarse, pasear por la peatonal o la rambla, hacer castillos de
arena, barrenar las olas, sacarse fotos...
7
laura messing
La playa, 2007
Fotografía impresa
en Durst Lambda
130,6 x 180 cm
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las perlas del atlántico propone recuperar la historia de los argentinos
en vacaciones y seguir la construcción de su identidad mediante la
puesta en valor de los aspectos tangibles e intangibles relacionados
con la noción de veraneo, desde fines del siglo XIX hasta finales del
siglo XX. La propuesta curatorial es realizar un entrecruzamiento de
temporalidades y temáticas a través de las artes visuales, fotografías,
souvenirs, recuerdos de viaje, cine, música, moda, revistas, avisos publicitarios y demás expresiones representativas de tiempos, lugares y
costumbres netamente definidas. Intenta reflejar dos momentos paradigmáticos relacionados con la identidad del veraneante: uno que
comienza a fines del siglo XIX y concluye en la década del 30 del siglo
pasado, y otro a partir de los años 40, aristocracia y turismo masivo
respectivamente.
En las artes plásticas encontramos escasos ejemplos que representen
a los primeros veraneantes. La mirada de los artistas ha asociado la
playa y el mar con paisajes románticos, tempestades o marinas, con
una ausencia absoluta de gente. Hasta la representación de la arquitectura se ha planteado con un criterio netamente paisajístico, como
si la muchedumbre veraniega que justifica su existencia se hubiera
evaporado en aras de un preciosismo deshumanizado. En cambio,
las revistas de actualidad y humorísticas, las canciones populares y el
cine se regodeaban con la figura humana y, posteriormente, también
con la muchedumbre. Allí donde la idea de “hacer arte” evitó al bañista, la cultura popular usó y abusó del cuerpo y sus curvas, insinuantes
o no tanto: desde la reproducción de las fotos de los niños en la rambla de Mar del Plata en Caras y Caretas hasta el film El veraneo de los
Campanelli en Mar del Plata; desde las publicidades de trajes de baño
de Gath & Chaves hasta la canción Tiritando interpretada por Donald.
En el arte contemporáneo se retoma lo que estas expresiones culturales manifestaron a lo largo del siglo XX. Así, los artistas se enfrentan
a las multitudes, las analizan, retratan y critican. Reelaboran y reinterpretan recuerdos a través de diversas técnicas y materiales.
Veranear implica además poder llevarse a casa un poco de esas vacaciones: caracoles, souvenirs, piedras y fotografías personales que
funcionan como un ancla, de tal modo que los momentos se vuelven indelebles, poco menos que inmortales. Es que veranear no es
solamente tomar sol y bañarse, sino también forjar recuerdos para
agregarlos de alguna manera a la saga familiar.
Para abordar las perlas del atlántico, la investigadora Elisa Pastoriza
propone un acercamiento a la constitución de los lugares de veraneo
de la República Argentina y a la identidad del veraneante, a quien
ubica históricamente. Isabel Plante recorre, con su texto, la iconografía playera y los artistas elegidos para la exhibición. Abel Alexander
analiza el devenir de las casas de fotografía instaladas en la rambla
de Mar de Plata durante los años del turismo aristocrático y hasta su
extinción. Graciela Zuppa pasa revista al humor, omnipresente en la
crónica veraniega. Julio Neveleff revive el cine que tuvo como tema a
los veraneantes argentinos.
Y serán los visitantes de las perlas del atlántico, a través de las obras
y los objetos expuestos, de sus propias vacaciones, sus recuerdos y
sus evocaciones, quienes, finalmente, darán entidad y significado a
esta muestra. u
andrés toro
Bañista, 2003
Ensamble de elementos
encontrados
14 x 24 x 8 cm
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Fotografía de la casa Royal,
ca. 1950
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los veraneantes y la playa,
una configuración cultural
elisa pastoriza *
* Historiadora.
Facultad de Humanidades,
UNMdP.
La conformación del sujeto social que llamamos veraneante inauguró
nuevos territorios espaciales y sociales y transitó por diferentes momentos. Su aparición en la vida social argentina se presentó en consonancia con la instalación de las vacaciones como práctica social.
Estas flamantes rutinas, difundidas en las postrimerías del siglo XIX,
atravesaron a lo largo del tiempo el conjunto de la estructura social.
Primero, patrimonio de las clases altas y aristocráticas; luego se transmitieron y extendieron a las clases medias; por último, alcanzaron
a los trabajadores. Este proceso no ha sido sencillo y abarcó gran
parte del siglo XX, junto con el surgimiento de nuevos imaginarios
y prácticas sociales, y el descubrimiento de lugares hasta entonces
desconocidos.
El veraneo se iniciaba con el viaje, una síntesis del mundo moderno.
Se generaban deseos, expectativas; aumentaba la curiosidad por experimentar novedades, el confort y la modernidad (tanto en relación
con los aspectos materiales como visuales, por ejemplo, la fotografía
y el cine). Las dunas y los desiertos se volvieron territorios de operaciones urbanísticas que combinaron los progresos de los medios de
transporte con nuevas construcciones y modernos servicios en las
viviendas. Así, las vacaciones pasaron a ocupar un territorio hasta
entonces vacío. Los veraneantes se encontraron con una realidad diferente, atemporal, que desearon conocer y experimentar: una extendida playa acompañada en toda su extensión por el océano y el cielo
azul, con coloridos paseantes que llevaban sus casillas y sus toldos.
Las vanguardias plásticas y literarias ayudaron a confeccionar esta
nueva estética que había surgido en Europa a lo largo del siglo XIX
–con los románticos en el caso de Inglaterra y los impresionistas en
Francia– y que los argentinos hicieron suya velozmente. Con matices
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Fotografía de la casa
Foto Díaz, 1925
Fotografía sin datos,
1936
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locales, los centros costeros invariablemente se cristalizaron alrededor de las instalaciones en la playa, la rambla, el hotel y el casino.
La playa comprende arena, sol y mar. La arena –un terreno poco concurrido, incómodo y volátil– adquirió nuevas cualidades de la mano
de la posibilidad de nadar y tomar sol, se volvió entonces algo sensual. Una vez que este espacio fue adoptado por los turistas, comenzó la invención de todo tipo de usos, entre ellos, resultó un ámbito
ideal de juego para los niños, quienes realizaban construcciones de
castillos, pozos y puentes. El descubrimiento del agua como elemento hedonístico perfeccionó esta trama. Los desplazamientos del cuerpo fueron variando desde un titubeante acercamiento al agua hasta
“darse un chapuzón”. En ella se podía flotar, deslizarse, golpear, remar, sumergirse, explorar, bucear.
Estas sensaciones se consumaron con el disfrute del mar desde la
tierra. Los movimientos lánguidos, el ritmo del oleaje, las variaciones
de los colores implicaron la visualización de un horizonte interminable que se tornó en el medio perfecto para soñar despierto: la representación de su magia forjó un nuevo lenguaje.
Finalmente llegó el arte de tomar sol. Un cuerpo bronceado era, en
épocas pretéritas, un signo de trabajo manual y de vulgaridad. Las
publicaciones periódicas registran múltiples notas y avisos comerciales de lociones y cremas para liberar al cuerpo del bronceado y aclarar
la piel. Unos años más tarde, esta tendencia se revirtió y la moda de
tomar sol se fue extendiendo por gran parte del mundo occidental. El
sol, visto como la cura para todo, se volvió popular. En nuestras costas rápidamente se impuso como una moda que revolucionó la imagen
corporal. Muy tempranamente, en 1918, los diarios ya daban cuenta
de esa costumbre, sobre todo femenina, de “tomar sol”, al punto de
comentar que “las muchachas parecen `fritas´”.
Las actividades balnearias adoptaron algunas formas de las usanzas
extranjeras. Desde el formalismo victoriano de Brighton y la extrava-
gante elegancia de Biarritz hasta la cultura de masas de Atlantic City
o de Coney Island o, incluso, hasta el escapismo geriátrico de Miami.
No todas estas influencias tuvieron el mismo impacto y, en general,
los veraneantes argentinos se inclinaron por los hábitos de Trouville
y la costa normanda. Aparecieron las casillas de baño fijas, angostas,
de madera, y puestas en fila paralelas a la playa. Quienes desearan
hacer uso de ese espacio debían cambiarse la ropa de calle y adoptar
la estipulada para la playa y el baño: una estricta etiqueta dominó la
vida social de los primeros balnearios.
No hay paisaje costero sin los bañeros, aquellos inmigrantes italianos
o vascos individualizados con el bañador negro, que ayudaban a los
debutantes –en especial a las damas y a los niños– a sortear los avatares del oleaje. Los bañistas se internaban poco a poco en el mar
tomados de unas cuerdas. A veces, los bañeros los ayudaban a saltar
Tapa de la revista
Mundo Argentino
nº 2398, febrero de 1957
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levantando los pies para evitar el golpe y las caídas, a flotar, “hacer
la plancha”, zambullirse y dejarse mecer por el oleaje. Para algunos
eran las primeras brazadas en el aprendizaje de la natación, que se
completaba en las más seguras aguas de las piletas contiguas a la
playa. Tras varias de estas volteretas, el bañero conducía a la jadeante
y húmeda persona que estaba bajo su responsabilidad hacia la parte
plana de la orilla. Allí, éste se enfundaba con enormes robes de toalla y
se dirigía a las casillas para despojarse de las empapadas ropas.
Alrededor de la vida playera irrumpieron las estaciones ferroviarias
de mar, que dieron lugar a múltiples actividades, gran cantidad de
construcciones y nuevas percepciones y sociabilidades. La indiscutible centralidad en esta original etapa la tuvo Mar del Plata, si bien
el paisaje balneario comprendió también lugares como Miramar y
Necochea.
La bella Mar del Plata Durante el verano de 1887, la Estación Mar
del Plata del Ferrocarril del Sud abrió las puertas a la luego consagrada
“primera temporada”. Un pequeño grupo de familias arribó al paraje;
estos visitantes se hospedaron en el Grand Hotel e iniciaron los hábi-
ataúlfo pérez aznar
Rambla entre lobos
marinos,
de la serie Mar del plata
¿Infierno o paraíso?,
2000
Fotografía b/n
110 x 110 cm
14
fernando goin
Playeros, 2007
Acrílico sobre lienzo
120 x 270 cm
tos y costumbres balnearias. Los testimonios de la época destacan la
sencillez de las costumbres, la camaradería, los juegos compartidos,
la indiferencia entre sexos para el baño y las vestimentas austeras. En
un bello entorno cuasi vacío, un campo abierto levemente ondulado
que terminaba en el océano, los visitantes se entretenían organizando
excursiones, remontando barriletes, caminando por la ribera marina.
La vida de hotel formó parte de las primeras rutinas. Luego de la
cena en el Grand Hotel, la diversión consistía en organizar pequeñas
caminatas, rondas y juegos. Allí marchaban las parejas en procesión:
giraban alrededor del acuartelado edificio, unas detrás de otras, poblando la noche de jóvenes voces y risas enlazadas con el constante
rumor del mar. Cuando el mal clima impedía estas salidas, permanecían en el salón del hotel cuyo único lujo era el piano, en torno al cual
la reunión tomaba color y ánimo. A nadie se le ocurría bailar, como
tampoco asistir con fastuosas vestimentas ni exagerados peinados.
El baño en el mar era grupal y se tomaba con vestimenta completa. Maridos y amigos ayudaban a las damas, pero de ningún modo
“se hacía sociedad” en traje de baño. Ya en 1888, el balneario adoptó
un perfil más hedonista, apareció el concepto de temporadas, como
lugar y momento indeclinable para la moda, el buen vestir y la exhibición. Ese año, la Municipalidad sancionó un Reglamento de baños
en el que prohibía el baño desnudo, los cuerpos debían estar completamente cubiertos (desde el cuello hasta las rodillas) y los varones
separados de las mujeres, a no menos de 30 metros de distancia.
Pareciera que el lujo y las convenciones sociales introdujeron el pudor
y el distanciamiento.
Muy pronto se consideró de buen tono ir a Mar del Plata y las crónicas sociales prestaron especial atención a sucesos estivales. Algunas
15
alberto
goldenstein
Bañistas, 2001
Fotografía C-print
50 x 70 cm
familias desertaron del Grand Hotel y se mudaron al Bristol Hotel.
La disipación del balneario austero vino de la mano del predominio
de la elegancia: se respiraba un nuevo aire, más condicionado por
los códigos de etiqueta, el buen trato y la apariencia. Las terapias
corporales fueron velozmente eclipsadas por la moda, el glamour y la
figuración; los magníficos paseos por la rambla –escenario de improvisados teatros de caminantes y comensales– mostraron un mundo
ni puramente público ni enteramente privado. Se paseaba por allí, se
bajaba a la playa, los veraneantes se exhibían y bailaban en las fiestas
y reuniones de los hoteles y los clubes, donde también se jugaba a
la ruleta. El propósito era encontrarse con amigos, parientes o conocidos del mismo selecto grupo –que pertenecía a la alta sociedad–,
en el que se sentían resguardados y protegidos en relación con sus
aspiraciones, gustos estéticos y sensaciones.
La democratización de las prácticas estivales Desde fines de
los años veinte, y en consonancia con transformaciones económicas y
sociales, los selectos centros costeros fueron dando lugar a nuevos visitantes, que modificaron la sociabilidad veraniega. La confluencia de proyectos tanto públicos como provenientes de la sociedad civil permitieron la creación de nuevos ámbitos y el acceso de otros sujetos sociales
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al goce del tiempo libre. Nuevas urbanizaciones, el diseño de caminos
y la modernización de los transportes impactaron en los lugares existentes y estimularon el surgimiento de otros: Villa Gesell, Pinamar,
Mar de Ajó, Claromecó… Las gestiones conservadoras alteraron sensiblemente el retrato tradicional de Mar del Plata –que, en un primer
momento, estaba configurado por la Playa Bristol, bordeada por la
afrancesada Rambla Bristol, el Bristol Hotel y los jardines del Paseo
General Paz– instalando el monumental edificio del Casino-Hotel
Provincial rodeado por plazas de cemento. Estas administraciones
convalidaron la cesión de la playa Bristol a los nuevos visitantes, a la
par que los antiguos fueron ubicados en Playa Grande. De esta forma,
paulatinamente, se fue produciendo cierta división espacial entre los
distintos grupos de veraneantes; surgieron nuevos hábitos en relación con el baño, los paseos y los juegos; se construyeron otro tipo de
hospedajes y aparecieron medios de transporte alternativos, como el
automóvil y el ómnibus. También se atenuaron los largos veraneos,
daniel santoro
Naufragio frente
a las costas de
Chapadmalal, 2006
Óleo sobre tela
170 x 140 cm
17
Playa grande,
ca. 1950
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en su lugar se hicieron más frecuentes las estadías cortas y se instaló
la moda del weekend.
En ese momento, entonces, se sentaron las bases del turismo de
masas, que se consolidó algunas décadas después. Mar del Plata,
cada vez más heterogénea y plural, se presenta como un escenario
privilegiado para visualizar estos cambios. A la par del notorio crecimiento del número de turistas, aumentaba la cantidad de hoteles y
se desplegaba la edificación en altura; por otra parte, las prácticas del
ocio –junto a los mitos y sueños– eran nuevamente alteradas. Éstos
fueron los años del frenesí de “La Perla del Atlántico”, los años del turismo social, del primer Festival de Cine, de la inauguración del complejo
turístico Chapadmalal.
Con el peronismo llegó la consigna del turismo social, escoltada por
las reivindicaciones del aguinaldo, las vacaciones y las jubilaciones.
Se trataba de dar a los trabajadores la oportunidad de practicar actividades y conocer lugares que remitían a cierto prestigio social: el
viaje en ómnibus, los paseos en barco, la caza, el cine, el acceso a los
balnearios, etc. En ese sentido, “la conquista de Mar del Plata para
los trabajadores” será un rasgo central en el mensaje del proyecto
público, presentado con carácter nacional. En la playa, se pregonaba
mariel polinotto
de la serie Ondinas
urbanas, 2000
Instalación de doce
dibujos. Lápiz color
sobre papel
66 x 182 cm (detalle)
“nuestra nacionalidad adquiere una cohesión que no siempre puede
lograrse”.
Los años cincuenta y sesenta constituyeron el inicio de la llegada
masiva de las clases medias a los balnearios argentinos. El ritmo de
un estribillo muy popular en aquellos años (“A Mar del Plata yo me
quiero ir”, y su posterior “¡Qué lindo que es estar en Mar del Plata!”)
condensaba el deseo de millones de hombres y mujeres que en los
días tórridos del verano porteño podían concretar el sueño de conocer el balneario. Retratado por Siete Días como “un hormigueo cercano a la promiscuidad”, “un campo de batalla donde siempre entra
un bañista más”, Mar del Plata se volvió escenario de las multitudes,
una sucesión de imágenes asociadas al placer y a la seguridad de
estar en un espacio compartido por todos. La playa fue un ámbito de
encuentro, de desnudez, de distinción –en la medida en que permitía
un bronceado ostensible– y de liberación sexual. ¿Quién no deseaba
un encuentro amoroso con sabor a sal?
Posteriormente, comenzó a configurarse una tendencia que aspiraba
a descansos estivales más conectados con la naturaleza: Villa Gesell,
Pinamar, Valeria del Mar, entre otros, la expresaron. La tensión entre
masividad e hiperurbanización, por un lado, y el sosiego de calles de
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arena, frondosa vegetación y misteriosas playas solitarias, por otro,
marcará a los veraneantes finiseculares y también la propia historia
de los nuevos ámbitos a la orilla del mar argentinos. El gran vacío
que era la franja costera albergó propuestas y múltiples aventuras
empresarias, muchas de ellas nacidas de la crítica a las condiciones
urbanas de Mar del Plata. Los fondos de los campos aportarán sus
terrenos, que hasta entonces estaban de espaldas al mar, y lo mirarán
de frente.
En la década del setenta se consolidaron los balnearios Cariló y Pinamar como centros de un turismo de elite. La dictadura militar creó, en
1978, el Municipio Urbano de Pinamar que daría un empuje a estos
proyectos. En Mar del Plata, el usufructo de las playas fue transferido de
la jurisdicción provincial a la municipal. Se construyó el Complejo Punta Mogotes, titulado la “Obra Insigne”, que significó la intervención en
la última gran reserva de playas existentes al sur del puerto de la ciudad.
La zona, conservada en condiciones naturales, contaba con amplias
playas, médanos vivos, lagunas y escasos y precarios establecimientos
de atención al bañista. El complejo recreacional, que el gobierno pregonó como el “nuevo impulso” de Mar del Plata, fue levantado en tiempo
récord e inaugurado por el General Videla. Paradójicamente, esta intervención mantuvo ciertas concepciones asociadas al turismo de masas,
lo cual hace más interesante y complejo su estudio.
alejandro peral
Aroma de recuerdo,
2004/2005
Fotografía directa.
Gelatina de plata
35 x 120 cm
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A lo largo de todo este proceso histórico, los turistas argentinos también miraron al exterior. El denominado “País Balneario” uruguayo
se ha visto nutrido de los veraneantes locales. Pocitos, Carrasco,
Montevideo y Punta del Este compitieron por “su majestad, el turista argentino”. Además, de acuerdo a los avatares de la economía,
los argentinos ampliaron sus lugares de veraneo: Brasil, el Caribe y
la Península de Florida. Esta huída al exterior, muy frecuente en los
juan travnik
Claromecó, 2007
# 8, 2007
Fotografía C-print
60 x 120 cm
noventa, se dio de la mano de la exclusivización de los lugares locales de esparcimiento, cuyo ejemplo más claro lo constituyó Cariló.
También manifestaron esta tendencia proyectos que surgieron en la
propia Mar del Plata, como el balneario sur La Reserva y la edificación
de hoteles de lujo –el Costa Galana y el Sheraton Hotel–.
La crisis económica de 2001 y la devaluación del peso argentino interrumpieron abruptamente aquella artificial bonanza y los argentinos
tuvieron que retornar a sus antiguos lugares costeros. En esta vuelta,
Pinamar –con sus dunas, bosques y trazados irregulares– fue el modelo que guió las nuevas búsquedas, cuyo caso más representativo es
el balneario Mar de las Pampas. En fin, la playa –ámbito que evidencia las desigualdades sociales– constituye un símbolo compartido y,
sin duda engañoso, de evasión, de felicidad, y también brinda la posibilidad de hallarse en otro lugar y recuperar el tiempo perdido. u
21
daniel basso
S/T, 2002-2004
Instalación de sombrilla.
Medidas variables
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broncearte.
iconografías playeras
isabel plante *
* Licenciada en Artes, UBA
La playa. Esa franja de arena, olas y gente que se extiende entre la
pampa y el océano. Peculiar espacio que combina naturaleza y artificio en sus versiones más exacerbadas –el acantilado rocoso y el
hipocampo de plástico–, la costa atlántica cobró entidad de la mano
del veraneante para constituirse en lugar de romances tórridos, veranos apacibles y bellos paisajes marítimos. Ligada al ocio (y al tedio)
vacacional, la playa puede implicar también el despliegue de una actividad sistemática: fotografiarse delante de cada monumento, recoger
innumerables caracoles y piedras, diseccionar aguas vivas, consumir
todo tipo de alimento indigesto. Espacio público en el que se exhibe
la mayor parte del cuerpo desnudo, el balneario es, más que otros, un
lugar para mirar y hacerse ver. Por estos motivos, constituye un mundo particularmente rico para la producción visual, la reflexión estética
y la crítica social. Desde diversos géneros, puntos de vista y materiales, los artistas reunidos en esta exposición revisitan la playa y sus
personajes, las vacaciones y sus recuerdos, el mar y sus imaginarios.
Dos artistas señalan los límites entre los que se extiende, tanto temporal como estéticamente, el conjunto de obras seleccionadas. Las
vistas de la playa marplatense de Benito Quinquela Martín (18901977) son un núcleo definido dentro la producción de este artista,
más conocido por sus pinturas de los trabajadores del puerto de
La Boca. Se trata de una serie de óleos que Quinquela expuso en el
exclusivo Salón Witcomb de Mar del Plata en 1920, con gran éxito
comercial. Mediante el empaste que caracteriza su pintura, algunas
telas muestran a los bañistas y las carpas, y otras, unas modestas casas de madera construidas sobre la playa. Como señala el historiador
Fernando Cacopardo, en momentos del auge del turismo aristocrático, Mar del Plata no era, en realidad, tan exclusiva. El lujoso Hotel
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Bristol, inaugurado en 1888, contrastaba con las viviendas precarias
de madera que, a comienzos de la década del 20, se multiplicaban y
conformaban un motivo de preocupación para quienes querían hacer
de esta ciudad un balneario moderno y refinado. Quinquela tuvo la
audacia de insertar dentro de las salas de arte que solían visitar esas
mismas familias distinguidas, imágenes en clave pintoresca de aquello que seguramente les resultaría molesto. En este sentido, las vistas
marplatenses de Quinquela dejan ver una faceta poco conocida de la
ciudad balnearia.
En el otro extremo, los videos que Yamandú Rodríguez (1965) realizó
hacia el año 2001 empalman vistas de la playa que nada tienen de la
Mar del Plata de temporadas multitudinarias. Con la línea del mar
como horizonte, a partir del montaje entrecortado en loop, chicas y
chicos bailan al ritmo de música electrónica con matices industriales.
El uso de las imágenes de video en negativo deja los cielos negros
y las pieles blancas. La costa de los veraneantes bronceados y del
sol que encandila ha sido trastocada (o simplemente es ajena a este
mundo rave local).
Mar del Plata y las multitudes Si el auge del turismo aristocrá-
tico tuvo lugar entre 1900 y 1920, a partir de ese momento los visitantes de Mar del Plata fueron cada vez más diversos y numerosos.
benito quinquela
martín
Playa de Mar del Plata,
1920
Óleo sobre tela
80 x 90 cm
24
yamandú
rodríguez
S/T, 2001/2002
Video, 15 clips
en loop de 10´
Estampilla de 100 pesos
de la Casa de Moneda,
edición 1977, sobre obra
de Orlando Pierri,
Escultura del bañista
desconocido, 1939
En ese sentido, el año 1939 constituyó un punto de inflexión en este
proceso. Bajo la consigna de “democratizar el balneario”, el gobernador Manuel Fresco produjo una modificación radical: hizo demoler la
afrancesada rambla Bristol, construida en 1913, y levantar en su lugar
una rambla nueva y el complejo Casino-Hotel Provincial, proyectados
por Alejandro Bustillo. Los edificios gemelos separados por una plaza
seca conforman un conjunto de 1500 metros de fachada hacia el mar
y hacia la ciudad que constituye uno de los sitios más representativos
de La Feliz.
Para el afiche de la edición de 2007 del Festival de cine de Mar del
Plata, Daniel Santoro (1954) eligió, precisamente, este paisaje urbano. En medio de la monumental explanada, flanqueada por el Hotel
Provincial a un lado y el Casino al otro, se levanta uno de los lobos
marinos de cuatro metros de altura esculpidos en piedra de la zona
por José Fioravanti (1896-1977). La figuración sintética de sombras
netas junto con el encuadre y la perspectiva acelerada de esta témpera de Santoro constituyen una cita de la pintura metafísica de Giorgio
De Chirico, el italiano que tanto fascinó a los surrealistas e impactó
en las figuraciones de entreguerras. El resultado es la imagen fantasmagórica de una Mar del Plata popular pero vacía.
Otra pintura de atmósfera metafísica (utilizada para una estampilla
años más tarde), Escultura del bañista desconocido, de Orlando Pierri
(1913-1991), representa un torso con una película de agua adherida
al cuerpo como una tela mojada. Luego de una estadía en Francia
que había acercado a Pierri al movimiento surrealista, este óleo de
1939 –el año de la inauguración del nuevo Casino, pero también del
comienzo de la Segunda Guerra Mundial– aludía, casi como un presagio, a los monumentos al soldado desconocido. A la vez, su título
sólo era posible en el contexto de la nueva realidad veraniega local: el
bañista de fines de los 30 podía no ser un reconocido miembro de la
25
raúl la cava
Cacique, 2008
Fotografía analógica
color
110 x 130 cm
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aristocracia porteña, sino uno de los más de 300.000 ilustres desconocidos que llegaban cada año. Los veraneantes constituían, por su
número, un ejército.
Las multitudes en la Bristol con las que identificamos hoy a Mar del
Plata tienen su origen en los años 60. La historiadora Mónica Bartolucci aporta algunas cifras impactantes: hacia fines de esa década
había unas 1200 carpas y 900 sombrillas para alquilar. Durante esos
años, la prensa reprodujo imágenes de las aglomeraciones de veraneantes y se popularizó el rito de fotografiarse delante de los lobos
marinos de Fioravanti, uno de los íconos marplatenses que reaparece
una y otra vez en las obras exhibidas.
En la serie sobre Mar del Plata de Alberto Goldenstein (1951), el mundo caótico del verano adquiere sentido plástico. Aplanados bajo el sol,
la multitud de edificios, cuerpos, trajes de baño, faroles y sombrillas
se sintonizan en composiciones de una belleza mundana. En contrapunto con las muchedumbres, el lobo marino de Fioravanti fotografiado por Goldenstein exhala unas nubes blancas y domina la playa
casi vacía con su contundente presencia. Ataúlfo Pérez Aznar (1955)
lleva unos veinte años interrogando a Mar del Plata en términos de
Infierno o Paraíso. Sus fotos, al igual que las de Goldenstein, dicen
tanto del veraneante como de la fotografía misma. Aznar registra la
práctica obsesiva del retrato delante del lobo marino o del bronceado inverosímil. ¿Las personas rostizadas que elige no son, de algún
modo, fotos vivientes? Al igual que el nitrato de plata que impregna
el material fotosensible, el pigmento de sus pieles reacciona al impacto de la luz al punto de hacernos sospechar que paraíso e infierno
pueden no estar tan distantes. Raúl La Cava (1956) retrata, en clave
tragicómica, a los vendedores ambulantes que cada año pueblan Mar
del Plata. Promotores y comerciantes informales que se fríen dentro
de disfraces de goma espuma o se cocinan a la par de los chorizos
que ofrecen. Listos para reinventar los deseos de quienes vacacionan,
estos no-veraneantes contribuyen a dar forma a Mar del Plata como
usina del pasatiempo.
Los fotocollages de Margarita Ciarlotti (1977) parecen tarjetas postales surrealistas. Uno de ellos muestra al lobo marino marplatense
convertido en un monstruo de escala hollywoodense. Una suerte de
King Kong acuático que, por detrás de los edificios, amenaza a una
Feliz defendida por un comando de policías salidos de alguna serie
televisiva norteamericana de los años 70. A partir del uso de las fotos aparecidas en la prensa (el infaltable lobo marino de piedra o la
multitud que corre para entrar al casino el primer día de la temporada), Ciarlotti convierte el “sueño” de las vacaciones en una pesadilla
en clave de cine catástrofe. Mario Gemín (1960) ha registrado las
inscripciones talladas en las piedras de la playa. Nombres, fechas y
margarita ciarlotti
S/T, 2005
Collage fotográfico
50 x 70 cm
27
mario gemín
de la serie Caligrafía
sobre piedra. Punta Cantera,
Mar del Plata, 2003
24 x 30 cm
corazones que durarán más que quienes los grabaron. Las fotos en
blanco y negro de Gemín, frontales y neutras, falsean el sentido que
la fotografía tenía para Henri Cartier-Bresson. El “instante decisivo”
que el fotógrafo francés intentaba capturar en cada toma no parece
haber sido para Gemín el momento de disparar el obturador, sino el
de grabar la piedra.
Emilio Reato (1962) llama panópticos a sus pinturas circulares. Dispositivo arquitectónico carcelario creado hacia fines del siglo XVIII que
emilio reato
Suricata y Mickey, 2004
Técnica mixta
sobre arpillera
150 x 183 cm
28
Michel Foucault consideró un modo de control social más eficiente
que el ejército o la educación, el panóptico permite vigilarlo todo desde un punto de vista privilegiado. En cambio, las pinturas circulares
o panoramas popularizados durante el siglo XIX envolvían al espectador en una vista continua de 360 grados y generaban la ilusión de
trasladarse a lugares exóticos o escenas históricamente significativas.
Las pinturas circulares de Reato combinan aspectos del panóptico y
del panorama. Representan un mundo placentero y paranoico donde
todo está dispuesto para la mirada. Laura Messing (1953) también
opera sobre vistas de una playa repleta de bañistas. En su fotografía
panorámica suprime digitalmente el paisaje marítimo y lo reemplaza
por un fondo plano. De este modo, desnaturaliza la escena veraniega
y la transforma en un horno candente.
La revelación de los objetos El mundo de las cosas playeras
se abre en nuevos sentidos a la luz de la mirada de los artistas.
Viaje en auto a La Perla, de Chachi Verona (1962), caricaturiza el
coche repleto. Sobre un soporte que representa una porción de la
ruta, un pequeño automóvil de chapa pintado a soplete lleva, flameando por fuera de las ventanillas, a los veraneantes y su perro.
Daniel Basso (1974) construyó una sombrilla de madera, una que
no es ni plegable ni portátil. Si consideramos que durante las horas de sol intenso la sombra resulta una forma sutil de propiedad
privada, la sombrilla de Basso está más cerca de lo que pareciera
de aquellas casitas de madera pintadas por Quinquela. De modos
chachi verona
Viaje en auto a La Perla,
2008
Chapa, madera,
ensamble de objetos
industriales y esmalte
sintético
40 x 83 x 60 cm
29
luis marzoratti
Los códigos del sol # 19,
2007
A crílico sobre tela
90 x 130 cm
30
diversos, ambas obras realizan señalamientos críticos acerca de
la playa en tanto lugar de tensiones entre lo público y lo privado.
Las sombrillas pintadas por Luis Marzoratti (1946), en cambio,
aparecen como pantallas sobre las que se proyectan las sombras
del mundo incierto que se despliega por detrás.
Andrés Toro (1974) explora una suerte de estética de la baratija. Sus
objetos ensamblados con materiales recogidos en las orillas de Villa Gesell y Mar Azul (cucharitas de helado y pedazos de madera,
juguetes, vajilla o animales marinos) remedan los souvenirs que se
popularizaron a la par de los bañistas. Pero si los barroquísimos objetos que pueblan las tiendas replican ciertos íconos con todo el brillo
posible, los de Toro se alejan de esa retórica del artificio. De aspecto
desgastado, estos souvenirs no parecen animados sólo por la ironía,
sino también por un impulso de preservación de los restos veraniegos. Daniel Oberti (1972) rescata otros materiales de desecho: latitas
y etiquetas de envases de gaseosas. A diferencia de Toro, los objetos
all over de Oberti son el resultado de un meticuloso procedimiento
de desarmado y confección que implica además la manipulación de
nuestra cultura visual publicitaria. En algunos casos, reutiliza logotipos impresos sobre el latón, como el delfín de la promoción veraniega de un acuario, y en otros disuelve en las tramas de colores de sus
largas esteras, la marca de la gaseosa que Slavoj Zizek vio como la
más acabada mercancía capitalista. La serie Fichitas de Jorge Miño
(1973) reproduce las pantallas de videojuegos de carreras de autos,
que para su generación fue –a falta de estas máquinas en otros lugares– un descubrimiento playero. Realizadas mediante impresión
daniel oberti
S/T, 2002 (detalle)
Trama de etiquetas
de Coca Cola Light
25 x 300 cm
lenticular, las fotos de Miño producen un efecto ilusionístico de movimiento que rememora la fascinación por ciertos artificios visuales,
hoy rudimentarios. (Quienes tenemos más o menos la misma edad
nunca olvidaremos las reglas escolares de ese material.)
Evocaciones oceánicas Frente a las imágenes del balneario como
un hormiguero, algunos artistas asocian el mar al descanso. Juan Carlos Castagnino (1908-1972), conocido por su obra de tema social y
gauchesco, también pintó las playas de su Mar del Plata natal. Pero no
las representó como escenario para la crítica social. Las pinturas que
realizó en los 60, coloridas y ligeras, también parecen unas vacaciones
jorge miño
de la serie Fichitas, 2007
Lenticular
60 x 80 cm
31
juan carlos
castagnino
En la ola, 1967
Acrílico sobre tela
117 x 74 cm (detalle)
para este pintor comprometido. Raquel Forner (1902-1988) solía pasar
largas temporadas en Miramar. Además de calma, este balneario le
proveía vistas para su pintura. Las rocas horadadas que vemos en los
paisajes metafísicos de sus series referidas a la Guerra Civil Española
o la Segunda Guerra Mundial, aparecen aquí en primer plano. En un
gesto bien contemporáneo, Forner intervino con pintura algunas de las
piedras redondeadas por el agua que recogía en sus caminatas. Las
fotos de Juan Travnik (1950) tomadas en Claromecó no son de los años
70, como podría suponerse a partir del tipo de color de las imágenes
y de los autos viejos dispersos a lo largo de la playa. Más rústico, Cla-
32
romecó admite algunos usos menos civilizados de la orilla que Mar
del Plata, como bajar el coche a la arena y desparramar carpas. Desde
1888, con el primer Reglamento de Baños para el Puerto de Mar del Plata
y ante prácticas consideradas poco decorosas, las conductas playeras
se fueron pautando: según esta regulación, hombres y mujeres debían
bañarse vestidos con trajes de baño que cubrieran hasta los tobillos y
separados por una distancia de, al menos, 30 metros.
La costa atlántica aparece también como un lugar privilegiado de los
recuerdos de infancia. Las pinturas de Fernando Goin (1968), realizadas a partir de las diapositivas que su padre tomaba durante los
veraneos en Santa Teresita, rememoran las vacaciones en familia
mediante imágenes color sepia cuyos bordes se desdibujan. Escenas
plácidas delineadas sobre un fondo blanco que avanza, imperceptiblemente, sobre ellas. Las fotografías en blanco y negro del tríptico de
Alejandro Peral (1971) fueron tomadas en Mar de las Pampas y alternan un punto de vista a la altura de una persona adulta con otro, más
bajo, que identifica al observador con los niños y evoca los juegos en
la playa. En Una tarde inverosímil en el puerto de Mar del Plata en el
año 1973, Martín Kovensky (1958) dibujó con trazos desgarbados que
recuerdan los dibujos infantiles una reunión poco probable: un hombre y una mujer bajo el agua junto con un pulpo, un cangrejo, un pez
espada y otros animales marinos. Distribuidos fluidamente sobre la
superficie, estos cuerpos flotan en un mundo submarino emancipado
de la fuerza de gravedad y de las jerarquías zoológicas. El Recuerdo de
Mar del Plata de Liliana Maresca (1951-1994), una palita metálica que
la artista encontró y colocó sobre una base de bronce bien pulida, no
raquel forner
Miramar, 1946
Témpera sobre papel
20 x 28,4 cm
33
martín kovensky
Una tarde inverosímil
en el Puerto de Mar
del Plata en el año 1973,
2008
Lápiz sobre papel
50 x 70 cm
34
parece un chiche sino una miniatura inexplicable; una suerte de antimonumento al niño-que-todos-llevamos-dentro. No es que la playa
nos recuerde la infancia, sino que nos trasmuta, cada vez, en chicos.
Por último, el océano trae sucesivas iconografías recónditas. Si los
caballitos de mar que se venden como recuerdos de la playa rebalsan
de materialidad, los hipocampos de Xil Buffone (1966) casi no tienen
espesor. Acuarelas apenas pigmentadas mezcladas con vino tinto
parecen la configuración azarosa de algún estuario deshidratado. Ernesto Arellano (1971) combina, en su serie de esculturas cerámicas,
la iconografía del cómic y del manga japonés con el aspecto de bañistas que vio en las playas de Villa Gesell. Arellano modela extrañas
criaturas de arcilla que parecen salir del mar, cubiertas por oleajes de
esmaltes cerámicos.
Aferrado a una tormenta, de Chachi Verona (1962), retoma un tópico
tradicional de la pintura: la tempestad. La estética de lo sublime, que
el inglés William Turner llevó al extremo en sus marinas arremolinadas
casi abstractas, aparece aquí trastocada por una impronta humorística y materiales brillosos que distancian al espectador de la catástrofe
inminente. La Ondina urbana de Mariel Polinotto (1955) reconstruye
por partes, mediante un conjunto de dibujos, el cuerpo de una mujer
que nada. Según la mitología germánica, Ondina es la ninfa acuática
liliana maresca
Recuerdo de Mar
del Plata, 1991
Objeto encontrado
e intervenido
5 x 27 x 12 cm
que por amor renunció a la inmortalidad y, por ende, a una belleza
eterna. En esta obra, el mito se cruza con la industria cultural. Realizada a partir de la publicidad de una insólita máquina para aprender
a nadar que la artista tomó de alguna revista vieja, la heroína trágica
de Polinotto lleva un traje de baño similar a los de Esther Williams. En
este sentido, el dibujo podría haberse llamado como uno de los films
de la estrella acuática de Hollywood: Escuela de sirenas.
Cada artista se ve interpelado, en algún momento, por las metáforas oceánicas o playeras. Según señala Alain Corbin, el disfrute de la
ribera inaugurado en Europa a comienzos del siglo XVIII contribuyó
a que los poetas refrescaran las metáforas que el mar les proporcionaba para evocar tanto el destino del hombre desafiado por oscuras
fuerzas, como las pruebas que sortean los amantes. Desde que los
rastros del horror clásico que producía el océano se evaporaron, la
playa se abrió como un paisaje deseable y el mar ha representado un
espejo de extensión ilimitada que devuelve una variedad indeterminable de reflejos.
Cada veraneante fantasea con empezar una vida nueva junto al mar.
En Cambio de domicilio, Juan José Saer lo imagina de este modo: “Empezaría otra vida con otro nombre, otra profesión, otro aspecto físico,
otro destino. Emergería, con cinco o seis brazadas vigorosas, del mar
de mi pasado a una playa virgen”.1 El agua salada disuelve las angustias, lava el pasado, arremolina la quietud y diluye los bordes del cuerpo. La orilla trae apareada la posibilidad del otro lado del océano. u
ernesto arellano
Hombre fuerte, 2008
Cerámica
97 x 32 x 50 cm
1 Juan José Saer, “Cambio de domicilio”, en Cuentos Completos (1957-2000),
Buenos Aires, Seix Barral, 2001, p. 196.
35
36
En página siguiente:
oscar blotta
león poch
S/T, [Lo porteños].
Publicado en Patoruzú
nº 119, 1940
Témpera sobre papel
31 x 47 cm
S/T, [a Córdoba], 1946
Tinta sobre papel
22 x 30 cm
Publicado en Patoruzú
nº 441
veranear y deambular
con el humor
graciela zuppa *
La imagen, como soporte de la comunicación visual, es una forma
de representación que nos permite, entre otras funciones, el acceso a
hechos del pasado; es, también, una puerta abierta a la comprensión
del mundo en el que vivimos y un tejido de expresiones elaborado a
través de los mecanismos que dispone el artista. Las ilustraciones y
las caricaturas no escapan a estas características.
En el campo de los estudios sociales, el humor configura un lenguaje
no convencional que permite sugerir testimonios de algunos aspectos
de la vida diaria que otras formas discursivas no pueden expresar. Los
creadores de la ilustración y las caricaturas trabajan, dentro de este ámbito complejo, para dar forma a sus protagonistas que, a su vez, hacen
referencia a ciertos aspectos del mundo en el que deambulan.
Para esta muestra se han seleccionado, dentro del amplio repertorio
de propuestas con humor, una serie acotada de temas vinculados
* Historiadora del Arte.
Docente e investigadora de
la Facultad de Arquitectura,
Urbanismo y Diseño,
UNMdP
37
con el veraneo, todos ambientados en territorio marplatense, como
las playas, los hoteles, los clubes, la rambla o el casino, con el fin de
recuperar, a partir de otros caminos y otras miradas, las formas de
sociabilidad que se generan frente al mar.
Descubierto el escenario local marplatense, los veraneantes, instalados en los espacios que el balneario acondiciona para cada temporada, inician el período de descanso entregando parte de su tiempo
libre al consumo del humor gráfico publicado en periódicos, revistas
y diarios. En estas lecturas, los visitantes rescatan las aventuras de
Tapa de la revista Billiken, una serie de personajes cuyas fisonomías y argumentos invitan a que
1949 ilustrada por
cada uno se identifique con las acciones y/o transgresiones que se
Lino Palacio
ponen en juego. Esta disposición, además de divertirlos, les permite
liberar deseos controlados y destrabar ciertas rutinas, dado que se
encuentran lejos del entorno habitual de residencia y de las prácticas
guillermo divito
S/T, [Chicas divito].
Publicado en Rico Tipo,
ca. 1955
Tinta y témpera
sobre papel
29 x 22,5 cm
38
convenidas para cada día. Así, pueden descubrirse como partícipes
de conductas peculiares que se experimentan en los baños de mar;
tener la oportunidad de compartir exclusivos encuentros sociales o
disfrutar la viabilidad de ingresar, sin obstáculos, en los ineludibles
juegos del casino.
Para lograr estos resultados, los humoristas e ilustradores crean sus
personajes ficticios que, al hacerse populares, se transforman en redante quinterno
S/T, [Tapa de la revista
ferentes idealizados de sus lectores. De allí que cada protagonista
Patoruzito nº 377], 1953
creado permita legitimar diferentes actitudes, conductas y cualidades
Tinta y témpera sobre
personales, entre las que se encuentran las caracterizadas por Ventapapel
Lápiz: Tulio Lovato
jita, de Oscar Blotta, o por Isidoro Cañones, “el ganador”, de Dante
Tinta: Jaime Romeu
Quinterno. Por otro lado, se puede definir al crítico de la realidad
Témpera: Guillermo Roux
social, amante del fútbol y de las “minas” como Clemente, de Caloi;
35 x 33,2 cm
desenmascarar los rasgos ocultos de una doble personalidad hallada
en El otro yo del Dr. Merengue, de Guillermo Divito; dar forma a integrantes del mundo masculino, Ellos de José Luis Salinas o ponderar
distintos personajes del balneario como los imaginados por Zavattaro.
Son parte, también, de este repertorio los políticos y notables nacionales como los elaborados por Juan Macías; el jugador compulsivo de
Eduardo Ferro; la imagen corporal que añoran las mujeres, exhibida
por las chicas de Divito; los cuestionamientos de una niña de clase
media, interpretada por Mafalda de Quino; los diferentes veraneantes
de León Poch; el contrapunto entre el mundo nostálgico de Prudencio
y el mundo infantil con los derechos conquistados por Matías, de
Fernando Sendra; las tapas y portadas de Lino Palacio para la revista
Billiken y las imágenes publicitarias logradas por Luis Medrano para
dante quinterno
S/T, [Tren a Mar del
Plata], 1948
Tinta sobre papel
24,2 x 18,5 cm
Publicado en Patoruzú
nº 591
39
los almanaques empresarios. En síntesis, se logra un conjunto de reflexiones ingeniosas que forman parte del entorno cotidiano y de las
S/T, [Miguelito odia el
prácticas que cada veraneante experimenta en su traslado al mundo
mar].
Publicado en la 1° edición cautivante de las temporadas marplatenses.
de Mafalda 2, 1967
Para configurar estos actores y el entorno para sus andanzas, es freRotring sobre papel
cuente que los ilustradores combinen varios modos de expresión,
10 x 35,5 cm
como distorsiones, metamorfosis, exageraciones o supresiones. En
muchos casos, se advierte la incorporación de los mecanismos de
diseño de las vanguardias artísticas vigentes o de las técnicas del cine
en cuanto a mecanismos y recursos expresivos, como los encuadres,
los primeros planos, el uso de la luz, la sombra o las vistas aéreas.
De esta manera, los caminos sugeridos por el humor en los medios
gráficos muestran la capacidad de los dibujantes y guionistas para
provocar una respuesta innovadora ante los cambios de la imagen
política, los avatares sociales o los rituales en tiempos de ocio. El
humor gráfico nos entrega, al mismo tiempo, una lectura original de
estas caracterizaciones; todas composiciones que facilitan la recuperación de viejos sentimientos, la reelaboración de algunos conflictos,
fernando sendra
la movilidad de percepciones o la conquista de anhelos. En fin, es
Yo, Matías.
la vida cotidiana la que se erige en fuente para la elaboración de las
Publicado en Clarín,
tiras humorísticas, no sólo como lugar de esparcimiento, sino tam8 de enero de 2003
Tinta sobre papel
bién como espacio donde pueden encontrarse las distintas tipologías
16,7 x 35 cm
sociales y las emociones que dentro de ellas se generan.
joaquín salvador
lavado (quino)
40
Así, como resultado de estas múltiples formas de estímulo visual, se
logra provocar, en quienes se recrean con alguna lectura de humor
y cerca del mar, la incursión de un mundo de significados ficticios
que complace y entretiene según los diferentes intereses. La lectura
distendida en tiempos de ocio y la toma de una distancia relativa en
cuanto al tema propuesto, permite rescatar los distintos puntos de
vista y las asociaciones de ideas que el diseñador compone. Como
resultado, se construye un universo en el que el veraneante, mediante
las estrategias simbólicas que el humorista proyecta, se incluye en
una realidad distinta a la cotidiana, en cierta forma, de mayor cercanía con la vida más extrovertida y desahogada; en fin, los lectores
se aproximan a un mundo de trazos gráficos en el que se activan
las cualidades de la distracción, del entretenimiento y del consumo
placentero. u
caloi
S/T, [Boca, digo…].
Publicado en Revista
Viva, Clarín, 2003.
Acuarela y tinta
sobre papel
27,5 x 23 cm
41
Fotografía de la casa
Freitas e Hijo, ca. 1920.
42
fotografías de la felicidad
abel alexander *
* Presidente de la Sociedad
Iberoamericana de Historia
de la Fotografía.
Desde principios del siglo XX hasta la década de 1960, la mayoría de
los viajeros que regresaban de sus vacaciones en Mar del Plata solían
agregar unos pocos gramos al ya voluminoso equipaje del retorno. Y
pensar que en tan poco peso se podía atesorar tal multitud de recuerdos felices...
Obviamente nos estamos refiriendo a las queridas postales fotográficas sobre nuestros veraneos marplatenses del ayer; de hecho, estas
delgadas cartulinas representan una larga historia visual sobre el ocio
y descanso. Esta posibilidad, en aquella luminosa ciudad atlántica,
osciló entre ser primero el privilegio de unos pocos y luego la conquista social del derecho a las vacaciones por parte de la mayoría de
los argentinos.
Es interesante señalar que, siendo una de las más jóvenes ciudades
argentinas, produjo –sin embargo y durante esas seis décadas– un
enorme caudal fotográfico de característica social sin parangón en
el país.
La consagración de Mar del Plata como destino turístico a partir de
la primera década del siglo XX, primero en forma exclusiva para las
clases más adineradas y luego de manera masiva para descanso de la
clase trabajadora, coincidió en el tiempo con la consagración internacional del práctico formato conocido como post card.
El nacimiento de las postales fotográficas se debió a la confluencia de
varios factores: la aparición de nuevas y prácticas cámaras de mano
–especialmente norteamericanas y alemanas–, la fabricación de negativos en forma industrial y, también, el surgimiento de papeles fotográficos a la gelatina de plata que adoptaron el formato universal
–9 x 14 cm– de las ya popularísimas tarjetas postales.
Grandes fabricantes mundiales de papel fotográfico, como Kodak de
43
Playa La Perla, ca. 1925
44
Estados Unidos –con sus marcas “Azo”, “Artura” o “K” –, Gevaert de
Bélgica, Agfa de Alemania o Ilford de Inglaterra, se sumaron a la nueva
moda e inundaron todas las plazas del mundo con sus novedosas
post card, o sea, papeles sensibles sobre el frente y los dorsos impresos que respetaban las características dictadas por la Union Postale
Universelle para el envío de estas cartas mínimas con franqueo reducido y exentas de utilizar sobres.
Por supuesto, esta nueva moda fue adoptada en forma fulminante por
los fotógrafos playeros de Mar del Plata y tuvo una enorme aceptación
por parte de todos los veraneantes. Normalmente el modus operandi
consistía en recorrer, cámara en mano, todos los escenarios marplatenses, o sea: las playas, la orilla del mar, los acantilados, la costanera,
diversas confiterías, los famosos lobos marinos del escultor Fioravanti –a veces con lobos auténticos– y, por supuesto, los monumentales
conjuntos arquitectónicos del Casino Central o el Hotel Provincial.
A veces las fotografías eran solicitadas –o bien aceptadas– por los
turistas, sin embargo, muchas se tomaban como verdaderas instantáneas y por sorpresa a las damas y caballeros elegantes que caminaban
por la Rambla Bristol, donde el rito era pasear para mirar y ser visto.
La Bristol era el punto de reunión obligado, allí se lucían los últimos
Playa Bristol, 1913
modelos de París, se saludaba con el sombrero en la mano, se paseaba a los niños con sus nurses de riguroso uniforme; durante las tardes
de los domingos se podían disfrutar valses y operetas ejecutados por
la Banda Municipal y hasta funcionaba un moderno cinematógrafo
para admirar las “vistas” silentes.
Es oportuno señalar que el nuevo fenómeno turístico de Mar del Plata produjo cierto impacto en los principales estudios fotográficos de
Buenos Aires. Grandes firmas como Witcomb, Bixio, Freitas, Mazer
y otras vieron con preocupación la emigración de su mejor clientela
durante los meses de verano; en consecuencia, todas ellas decidieron
abrir sucursales en el nuevo balneario y, por supuesto, eligieron para
sus locales la elegante Rambla Bristol –construida hacia 1913– convertida en poco tiempo en una verdadera pasarela para la exposición
social y el estatus.
Generalmente, luego de la “captura” de la imagen, se trabajaba de
prisa en los laboratorios, así el interesado –o el curioso­–, a veces en
el mismo día, podía observarse expuesto en la vidriera o sobre las
pizarras del interior de la casa fotográfica. Desde muy temprano las
45
Fotografía de la casa
Freitas e Hijo, ca. 1925
Fotografía de la casa
Freitas, ca. 1930
46
tarjetas postales fotográficas llevaron la publicidad impresa al pie de
las mismas, con el nombre de la firma, la dirección e –inclusive– el
año de la temporada.
Pero si de fotografía marplatense estamos hablando, primero debemos remontarnos hasta los precursores de este nuevo arte. En 1878
se establece en la costa el italiano Carlos Magnoni y dos años después lo hace su connacional Ulderico Carnaghi, fotógrafo y pintor de
larga actuación local. Desde 1882 ya se registra también la presencia
de Mateo Bonnín, quien en 1908 “capturó” con su cámara a Julio
Argentino Roca paseando junto a su fiel edecán Artemio Gramajo
–a cuya inventiva culinaria se debe el conocido revuelto que lleva su
nombre–, hacia esa fecha operaba en la calle San Luis 111.
Paralelamente Bonnín fue corresponsal fotográfico de Caras y Caretas; en 1924 se encontraba establecido en la rambla, local Nº 125, y
ostentaba la distinción de “Fotógrafo oficial del Mar del Plata Golf
Club”, ese año además incluía en sus tarjetas postales la referencia
histórica al cincuentenario de la ciudad.
Uno de los más prestigiosos fotógrafos establecidos en Mar del Plata
hacia 1917, y proveniente de Buenos Aires, fue el portugués José Virginio Freitas Henriques (1851-1928) –hijo mayor del célebre Christiano
Fotografía de la casa
Freitas, 1930
Junior–, más conocido por su nombre artístico de Freitas y cuya firma ocupaba toda la vidriera del local sobre la Rambla Bristol. Como
todos sus colegas, Freitas grababa en las fotografías el número de
negativo correspondiente para realizar eventuales copias. A partir de
esta información calculamos que Freitas e Hijo realizaron decenas
de miles de retratos por temporada.
Otra de las firmas emblemáticas de principios del siglo XX fue Florencio Bixio y Cía., preferida por los exigentes veraneantes debido a la
fama de sus retratos. Su concurrido local sobre la Rambla Bristol se
llenó de curiosos cuando, en enero de 1930, exhibió en las vidrieras
del local impactantes fotos sobre el naufragio del crucero alemán
“Monte Cervantes”, hundido frente a Ushuaia con 1200 pasajeros
y 300 tripulantes. Estas imágenes de tipo periodísticas le fueron remitidas especialmente por la revista Caras y Caretas, de la cual era
corresponsal. También se debe tener en cuenta, por la calidad y originalidad de sus trabajos, a Bixio y Merlino, quienes además se paseaban entre los bañistas de elite de Playa Chica o Playa Grande hacia
la década de 1920. Es decir, la alta clase social y prestigiosas casas
fotográficas porteñas caminaban de la mano entre las décadas de
1900 y 1930.
De este mismo período no debemos dejar de señalar algunas casas
de fotografías exclusivamente marplatenses, como Mateo Bonnín,
Aviador Cattaneo, Casus, Mandri, Masis o Pagnotta.
47
Explanada sur, 1965
48
Las imágenes de estos fotógrafos despliegan en una extensa y feliz
iconografía una de las grandes pasiones de la aristocracia porteña
de principios de siglo: nada menos que veranear en aquella flamante
Mar del Plata, convertida por entonces en la Biarritz sudamericana.
Era la época de una Argentina opulenta, que construía a ritmo febril
y sin reparar en gastos magníficas mansiones. Así surgieron las de
Ortiz Basualdo, los Unzué, los Leloir o los Blaquier, cuyas grandes
familias se trasladaban a la costa con todo el personal de servicio
incluido, para disfrutar durante el largo veraneo de los novedosos
“baños de mar”.
Hacia la década de 1940 se produjeron grandes cambios sociales, los
cuales se acentuaron con la llegada al poder de Juan Domingo Perón.
En el caso de Mar del Plata, el resultado fue la apertura de grandes
hoteles vinculados a los principales sindicatos: se había iniciado, para
quedarse, el turismo masivo.
Esta nueva y multitudinaria etapa fue cubierta por centenares de fotógrafos de playa, ahora se los podía ver por doquier. Bronceados y
con sus cámaras siempre listas recorrían, incansables, hasta las playas más alejadas pregonando a viva voz la captura de aquel instante
evocador. En este período se destacan los retratos en la arena y las
fotografías de la gente en el agua.
Entre los profesionales y casas de fotografías del período 1930-1960,
se encuentran Arias, Aris, Atenas, Bristol, Carboni, Carbonieri, Chi-
clana, Damiano, Ermis, Fotito, Guden, Hivio, Johnson, Jorge, Mickey,
Ocean, París, Real, Rotondo y Ufa.
Queremos resaltar que la fotografía de playa, por su enorme volumen, generó –junto a hoteles, restaurantes y medios de transporte–
una actividad económica importante en la historia marplatense. No
sólo fue beneficiosa para las grandes firmas fotográficas, también fue
vital para cantidad de pequeños cuentapropistas. A partir de la década de 1960, con la popularización de prácticas y sencillas cámaras
para aficionados, la actividad de aquellos fotógrafos playeros inició
su decadencia.
Las postales de Mar del Plata se pueden considerar actualmente
como las primeras fotografías de tipo turístico en nuestro país, han
sido vehículo de correspondencia nacional e internacional, recuerdo
imborrable de vacaciones familiares, testigo de romances, de salidas
con amigos, de nuestros hijos con el balde y la palita. Hoy, guardadas
en pequeñas cajas de millones de hogares, representan el testimonio
de nuestros mejores momentos, de una época irrepetible, son simple
y sencillamente eso: ¡Fotografías de la Felicidad! u
Playa Chica, 1970
49
Momentos
(María Luisa Bemberg, 1981)
50
sol, arena y celuloide.
los veraneantes en el cine
argentino
julio neveleff *
* Bibliotecario, escritor
e investigador.
Los primeros testimonios de veraneantes del cine argentino pertenecen a los documentales realizados por las empresas encabezadas
por los pioneros Max Glücksmann y Federico Valle. Ya desde 1908
sus intrépidos cameramen recorrían la Costa Atlántica relevando los
pasatiempos veraniegos de la aristocracia nacional, así generaban no
sólo el registro sino también el deseo de un paisaje para muchos
inalcanzable. En la década del 20, Cinematografía Valle produjo diferentes documentales en donde recopiló imágenes de esos paraísos
alejados del bochorno porteño, como Bellezas y riquezas por doquier,
El turismo en la Argentina (ambas, ca. 1920) o la emblemática Mar del
Plata, ciudad del reposo y la alegría (1923). Un curioso film mudo, hoy
perdido, tiene el privilegio de ser la primera ficción argumental sobre
los romances de verano: El caballero de la Rambla / El caballero de la
capa perfumada (Francisco Pablo Donadio, 1925).
Esencialmente, el cine argentino se resume en Buenos Aires. Por
ello, sus miradas están teñidas de un marcado ombliguismo, con
personajes y situaciones que se desarrollan con una lógica netamente porteña. En este marco, si pudiéramos establecer un subgénero
de películas de veraneantes, de manera invariable éste nos mostraría
una sucesión de arquetipos porteños ansiosos por escapar de los
rigores de la canícula de la Capital Federal. A través de este tipo de
films, comedias livianas e intrascendentes, se establece y refuerza
la imagen del veraneo como una temporada frívola: arena, cuerpos
deseables e insinuantes, casino, confiterías bailables... elementos y
espacios propios para la diversión despreocupada, la aventura amorosa o un voyeurismo apenas disimulado. Las comedias de enredos
fueron sus mejores representantes: Mi suegra es una fiera (Luis Bayón Herrera, 1939), El pijama de Adán (Francisco Mugica, 1942), Mar
51
Camarero nocturno
en Mar del Plata
(Gerardo Sofovich, 1986)
del Plata ida y vuelta (Santiago Salviche y Lorenzo Serrano, 1942),
El muerto falta a la cita (Pierre Chenal, 1944), La vida color de rosa
(León Klimovsky, 1951) o Veraneo en Mar del Plata (Julio Saraceni,
1954). Y aunque se ensayara una aproximación más intelectual y desencantada, el fenómeno del veraneo también se hizo presente en
films como Los jóvenes viejos (Rodolfo Kuhn, 1962) y Los inconstantes
(Kuhn, 1963). El subgénero humorístico tuvo su apoteosis en los 60
y principios de los 70, no casualmente la época de máximo esplendor de los veraneos masivos en la Costa Atlántica: Disloque en Mar
del Plata (Conrado Diana, 1964), Dr. Cándido Pérez, señoras (Emilio
Vieyra, 1964), Tres alcobas (Enrique Carreras, 1964), Un italiano en la
Argentina (Dino Risi, 1965), Vacaciones en la Argentina (Guido Leoni,
1966), Los mochileros (Emilio Vieyra, 1970), Balada para un mochilero
(Carlos Rinaldi, 1971), El veraneo de los Campanelli (Enrique Carreras,
1971), Quiero besarlo, señor (Hugo Moser, 1973).
En una época en la que apenas se soñaba con la TV por cable, los films
de verano fueron el vehículo idóneo para promocionar al cantante de
moda: desde un temprano Hugo del Carril en El astro del tango (Luis
Bayón Herrera, 1940), pasando por Antonio Prieto en Cuando calienta
el sol (Julio Saraceni, 1963), Palito Ortega en Corazón contento (Enrique Carreras, 1969), Leonardo Favio en Fuiste mía un verano (Eduardo
Calcagno, 1969), Donald en En una playa junto al mar (Enrique Cahen
Salaberry, 1971) y Sandro en El deseo de vivir (Julio Saraceni, 1973), hasta algún producto tardío como Rodrigo. La película (Juan Pablo Laplace, 2001). Mezclando el descanso con el trabajo, con algo de humor
52
y desembozado oficialismo, también veranearon Los superagentes y el
tesoro maldito (Adrián Quiroga, 1978) y los Comandos azules (Emilio
Vieyra, 1980).
El casino, omnipresente en casi todos los films, nos muestra cómo
se hacen fortunas sin saber jugar... y cómo se pierden por el mismo
motivo. Metáfora del ascenso social, Cándida se hará de un pequeño
capital en la ruleta (Los celos de Cándida, Luis Bayón Herrera, 1940);
pero, vicio al fin, la suerte esquiva será responsable del deterioro de
una pareja (Punto y banca, Enrique Carreras, 1961).
Susana Giménez, protagonista de Yo también tengo fiaca (Enrique Cahen Salaberry, 1978), elegirá un verano para alejarse de su indiferente
marido y reencontrarse consigo misma. A partir de entonces, ya no
será el verano, sino el invierno la estación que refleje el despertar de la
mujer argentina, en otro tipo de films alejados del bullicio estival. Pero
ese constituye un caso excepcional, pues en las películas de verano, la
mujer nunca es la que busca. Siempre es el hombre. En estas comedias la mujer es solamente un objeto de deseo, pechos y bikini, cola
y tanga; mientras que el hombre es aquél que quiere romper con las
rutinas y escapar de la gran ciudad en busca de una aventura sexual
sin compromisos. En los films, los veraneantes se comportan como
eternos adolescentes con las hormonas exaltadas, y la constante es
que la aventura nunca tendrá el final deseado. Las películas de finales
del siglo XX representan la angustia del argentino medio: siempre se
queda con las ganas, como en la economía, como en la política. Las
El deseo de vivir
(Julio Saraceni, 1973)
53
comedias son, en el fondo, representación de una realidad que derruía
poco a poco las bases de la estabilidad.
Hasta mediados de los 70, Mar del Plata fue la meca del turismo
nacional, visitada por los Grandes del Buen Humor, los integrantes
de la Revista Dislocada, el Dr. Cándido Pérez y los Campanelli. Todos
ellos, de una u otra manera, representantes del argentino tipo. Pero a
partir de la política económica del Proceso, los argentinos vivimos la
fiebre del dólar barato, le tomamos el gusto a los viajes al exterior y la
Costa Atlántica desaparece como destino turístico. Recién se regresará en tiempos de democracia, en films en los cuales los protagonistas principales van a trabajar: Mirame la palomita (Enrique Carreras,
1985), Camarero nocturno en Mar del Plata (Gerardo Sofovich, 1986),
Los bañeros más locos del mundo (Carlos Galettini, 1987), Atracción
peculiar (Enrique Carreras, 1988), Bañeros II, la playa loca (Galettini,
1989). Son los mismos porteños que ya no van sólo a descansar, sino
que también deben ganarse el pan cotidiano para poder acercarse a la
playa. Sin embargo, esto no los distraerá de sus fracasadas aventuras
sexuales, motivo principal de los films.
Los argentinos somos de gustos pendulares: durante los 90, de la
mano de la convertibilidad, volveremos al exterior. Ya sin Alberto Olmedo, quien encarne al argentino tipo será Guillermo Francella, y sus
vacaciones lo llevarán a España o a la República Dominicana. Tras la
crisis de principios de siglo, volvemos a veranear dentro del país, y el
argentino medio, a través de sus nuevos representantes (Pachu Peña,
Freddy Villareal, Pablo Granados), vuelve al trabajo al ritmo de la economía K, en Bañeros III, todopoderosos (Rodolfo Ledo, 2006).
Mirame la palomita
(Enrique Carreras, 1985)
54
Los bañeros más locos
del mundo
(Carlos Galettini, 1987)
El semidocumental Balnearios (Mariano Llinás, 2002) muestra la realidad de aquellas ciudades fantasma en las que, después del verano,
sólo quedan las dunas vacías y los esqueletos de las carpas como
descarnado testimonio de un frenesí estacional. Y aggiornándose con
los aires del nuevo siglo, en Un día en el paraíso (Juan Bautista Stagnaro, 2003) se invierte el orden al que nos habían acostumbrado las
comedias de enredos: la primera noche es, ahora, aquella en la que
los protagonistas consuman su amor. Pero lo hacen mintiendo sobre sus ocupaciones: para seducirse, tanto ella como él fingen ser
más de lo que son. ¿Qué mejor manera de simbolizar el mediopelo
argentino que la de mostrar a un fotógrafo que hace changas para
Gente diciendo que pertenece al plantel de National Geographic y a
una provinciana con ínfulas de modelo simulando ser una top model
internacional?
Así, utilizando la imagen documental o la ficción, a lo largo de un
siglo el cine constituyó una poderosa maquinaria que reforzó el mito
de las vacaciones como un tiempo sin reglas ni rutinas en el cual todo
podía suceder: un sinfín de oportunidades, para el sexo o el azar, al
alcance de la mano. Manipulando la identificación del público con
los protagonistas (cómicos o cantantes de moda), las comedias se
plantearon como una representación inofensiva, amable y reparadora
de la realidad. Pero aun así, fruto de la excitación o resabio del desencanto, el veraneo nos expuso siempre desnudos, despojados de los
ropajes que disimulan nuestra identidad. u
55
56
listado de obras exhibidas
A fin de facilitar la catalogación a algunas obras sin título se les agregó entre corchetes una breve descripción.
ERNESTO ARELLANO
OSCAR BLOTTA
Hombre fuerte, 2008
Cerámica
97 x 32 x 50 cm
Colección del artista
S/T, [Lo porteños].
Publicado en Patoruzú
nº 119, 1940
Témpera sobre papel
31 x 47 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Marina, 2008
Cerámica
104 x 50 x 35 cm
Colección del artista
Ninfa, 2008
Cerámica
71 x 49 x 35 cm
Colección del artista
Pareja nocturna, 2008
Cerámica
67 x 44 x 36 cm
Colección del artista
DANIEL BASSO
S/T, 2002/2004
Instalación de sombrilla
y lona playera de madera
machimbrada
Medidas variables
Colección del artista
S/T, [Tren].
Publicado en Patoruzú
nº 102, 1939
Témpera sobre papel
49 x 72 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
sobre papel
27,5 x 23 cm
Colección del artista
S/T, [Cornudo].
Publicado en Revista
Viva, Clarín, 1998
Acuarela y tinta sobre
papel
27,5 x 23 cm
Colección del artista
S/T, [Viejo]. Publicado
en Revista Viva, Clarín,
1995
Acuarela y tinta sobre
papel
27,5 x 23 cm
Colección del artista
XIL BUFFONE
De la serie Bueno,
variable, lluvia, 2006
Acuarela y vino tinto
sobre papel
Cuatro obras de
32 x 24 cm c/u
Colección del artista
CALOI
S/T, [Boca, digo…].
Publicado en Revista
Viva, Clarín, 2003
Acuarela y tinta
JUAN CARLOS
CASTAGNINO
En la ola, 1967
Acrílico sobre tela
117 x 74 cm
Colección particular
En las rocas, [Tríptico],
1962
Acrílico sobre tela
35 x 80,5 cm c/u
Colección particular
MARGARITA
CIARLOTTI
S/T, 2005
Collage fotográfico
38 x 50 cm
Colección del artista
S/T, 2005
Collage fotográfico
50 x 70 cm
Colección del artista
GUILLERMO DIVITO
Doctor Merengue nº 7,
1958
Tinta sobre papel
44,5 x 39,5 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Chicas Divito].
Publicado en Rico Tipo,
ca. 1955
Tinta y témpera sobre
papel
29 x 22,5 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Chicas Divito].
Publicado en Rico Tipo,
ca. 1955
57
Tinta y témpera sobre
papel
32 x 23 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Chicas Divito].
Publicado en Rico Tipo,
ca. 1958
Tinta y témpera sobre
papel
26 x 17 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Chicas Divito].
Publicado en Rico Tipo,
ca. 1958
Tinta y témpera sobre
papel
34 x 22 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Tapa de la revista
Rico Tipo nº 672], 1958
Tinta y témpera sobre
papel
32,3 x 23 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
EDUARDO FERRO
Ruleteros, Publicado
en Libro de Oro de
Patoruzú, 1955
Tinta y témpera sobre
papel
Prueba de color:
Guillermo Roux
37,1 x 54 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
RAQUEL FORNER
S/T, [De tal palo tal
astilla]. Publicado en
Patoruzú, ca. 1942
Tinta sobre papel
20,1 x 16,2 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [El enemigo del
hombre]. Publicado en
Patoruzú nº 282, 1943
Tinta sobre papel
18,5 x 11,2 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Tapa de la revista
Rico Tipo nº 623], 1957
Tinta y témpera sobre
papel
34,1 x 24,5 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
58
Miramar, 1946
Témpera sobre papel
20 x 28,4 cm
Colección Fundación
Forner-Bigatti
FERNANDO GOIN
RAÚL LA CAVA
Playeros, 2004
Óleo sobre tela
123 x 177 cm
Colección del artista
Cacique, 2008
Fotografía analógica
color
110 x 130 cm
Colección del artista
Playeros, 2007
Acrílico sobre lienzo
120 x 270 cm
Colección del artista
ALBERTO
GOLDENSTEIN
Bañistas, 2001
Fotografía C-print
50 x 70 cm
Colección del artista
Escena de playa III, 2001
Fotografía C-print
50 x 70 cm
Colección del artista
Monumento al lobo
marino, 2001
Fotografía C-print
50 x 70 cm
Colección del artista
Miramar, 1948
Témpera sobre papel
27,5 x 36,8 cm
Colección Fundación
Forner-Bigatti
Sillas, 2001
Fotografía C-print
50 x 70 cm
Colección del artista
MARIO GEMÍN
MARTÍN KOVENSKY
De la serie Caligrafía
sobre piedra. Punta Cantera,
Mar del Plata, 2003
Instalación de nueve
fotografías digitales.
Postproducción:
Débora Tenenbaum
24 x 30 cm c/u
Colección Club del
Dibujo, Barcelona
Una tarde inverosímil
en el puerto de Mar del
Plata en el año 1973,
2008
Lápiz sobre papel
50 x 70 cm
Colección del artista
Turismo extranjero, 2008
Fotografía analógica
color
110 x 130 cm
Colección del artista
Vendedor de choripán,
2008
Fotografía analógica
color
110 x 130 cm
Colección del artista
Vendedora de inflables,
2008
Fotografía analógica color
110 x 130 cm
Colección del artista
JOAQUÍN SALVADOR
LAVADO (QUINO)
S/T, [Género humano].
Publicado en la 1°
edición de Mafalda 2,
1967
Rotring sobre papel
10 x 35,5 cm
Colección del artista
S/T, [Miguelito odia el
mar].
Publicado en la 1°
edición de Mafalda 2,
1967
Rotring sobre papel
10 x 35,5 cm
Colección del artista
S/T, [Culpa de nada].
Publicado en la 1° edición
de Mafalda 5, 1969
Rotring sobre papel
10 x 35,5 cm
Colección del artista
S/T, [¿Tigüeña nenito?].
Publicado en la 1°
edición de Mafalda 7,
1971
Rotring sobre papel
10 x 35,5 cm
Colección del artista
S/T, [Médico].
Publicado en la 1°
edición de Mafalda 7,
1971
Rotring sobre papel
10 x 35,5 cm
Colección del artista
S/T, [Libertad].
Publicado en la 1°
edición de Mafalda 7,
1971
Rotring sobre papel
10 x 35,5 cm
Colección del artista
S/T, [Helado].
Publicado en la 1°
edición de Mafalda 8,
1972
Rotring sobre papel
10 x 35,5 cm
Colección del artista
S/T, [Una chica sexy].
Publicado en la 1°
edición de Mafalda 9,
1973
Rotring sobre papel
10 x 35,5 cm
Colección del artista
JUAN MACÍAS
Mar del Plata, 1908
Tinta sobre papel
72 x 116 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
LILIANA MARESCA
Recuerdo de Mar del
Plata, 1991
Objeto encontrado e
intervenido
5 x 27 x 12 cm
Colección particular
13,5 x 20 cm
Colección del artista
S/T, 2001
Trama de etiquetas de
Coca Cola
25 x 300 cm
Colección del artista
S/T, 2002
Trama de etiquetas de
Coca Cola light
25 x 300 cm
Colección del artista
Fotografía B/N
110 x 110 cm
Colección del artista
Piedras entre Punta
Iglesias y La Perla, 2000
Fotografía color
110 x 110 cm
Colección del artista
Piedras Punta Iglesias,
2000
Fotografía color
110 x 110 cm
Colección del artista
LINO PALACIO
LEÓN POCH
LUIS MARZORATTI
Los códigos del sol # 19,
2007
Acrílico sobre tela
90 x 130 cm
Colección Galería La
Estrella del Sud
S/T, [Tapa de la revista
Billiken], 1949
Acuarela y tinta sobre
papel
37,5 x 29,5 cm
Colección Juan Manuel
Palacio
S/T, [A Córdoba]. 1946
Tinta sobre papel
22 x 30 cm
Publicado en Patoruzú
nº 441
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
ALEJANDRO PERAL
MARIEL POLINOTTO
LAURA MESSING
La playa, 2007
Fotografía impresa en
Durst Lambda
130,6 x 180 cm
Colección del artista
JORGE MIÑO
Aroma de recuerdo,
2004/2005
Fotografía directa.
Gelatina de plata
35 x 120 cm
Colección del artista
De la serie Ondinas
urbanas, 2000
Instalación de doce
dibujos.
Lápiz color sobre papel
66 x 182 cm
Colección del artista
ATAÚLFO PÉREZ
AZNAR
DANTE QUINTERNO
S/T, [Desde estas
hermosas playas].
Publicado en la 1°
edición de Mafalda 9,
1973
Rotring sobre papel
10 x 35,5 cm
Colección del artista
De la serie Fichitas,
2007
Cuatro fotografías en
lenticular
60 x 80 cm c/u
Colección particular
Piedras Piletas Punta
Iglesias,
de la serie Mar del Plata
¿Infierno o paraíso?,
1985
Fotografía B/N
110 x 110 cm
Colección del artista
Don Fermín, 1930
Tinta sobre papel
63,5 x 49,8 cm
Publicado en revista
Mundo Argentino
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Rambla entre lobos
marinos,
de la serie Mar del Plata
¿Infierno o paraíso?,
2000
S/T, [Isidoro pierde], 1953
Tinta sobre papel
20 x 19 cm
Publicado en Patoruzú
Nº 801
DANIEL OBERTI
S/T, 2001
Aluminio de latas
de Coca Cola sobre
fibrofácil
59
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Km. 350], 1952
Tinta sobre papel
23,5 x 16,5 cm
Publicado en Patoruzú
Nº 752
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Nadando en plata],
1948
Tinta sobre papel
21,3 x 17 cm
Publicado en Patoruzú
Nº 590
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Patacones], 1951
Tinta sobre papel
20,4 x 16,6 cm
Publicado en Patoruzú
Nº 700
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Patoruzú gana],
1954
Tinta sobre papel
23,8 x 16,8 cm
Publicado en Patoruzú
Nº 844
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Tren a Mar del
Plata], 1948
Tinta sobre papel
24,2 x 18,5 cm
Publicado en Patoruzú
Nº 591
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
S/T, [Tapa de la revista
Patoruzito Nº 377], 1953
Tinta y témpera sobre
papel
Lápiz: Tulio Lovato
Tinta: Jaime Romeu
Témpera: Guillermo
Roux
60
35 x 33,2 cm
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
EMILIO REATO
El ojo, 2006
Panóptico. Técnica mixta
sobre tablero
70 x 140 Ø cm
Colección del artista
Horizonte, 2004
Panóptico. Técnica mixta
sobre tablero entelado
55 x 190 Ø cm
Colección del artista
Suricata y Mickey, 2004
Técnica mixta sobre
arpillera
150 x 183 cm
Colección del artista
YAMANDÚ
RODRÍGUEZ
S/T, 2001/2002
Video, 15 clips en loop
de 10´
Colección del artista
JOSÉ LUIS SALINAS
Ellos, 1948
Tinta y lápiz sobre papel
29 x 46 cm
Publicado en Patoruzú
Nº 590
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Ellos, 1955
Tinta y lápiz sobre papel
34 x 48 cm
Publicado en Patoruzú
Nº 903
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
DANIEL SANTORO
Naufragio frente a las
costas de Chapadmalal,
2006
Óleo sobre tela
170 x 140 cm
Colección particular
S/T, [Afiche 22º Festival
Internacional de Cine de
Mar del Plata], 2007
Témpera sobre papel
70 x 52 cm
Colección del artista
FERNANDO SENDRA
Diccionario de las
vacaciones,
El ombligo observador.
El diario de Matías.
Publicado en Revista
Viva, Clarín, 13 de
febrero de 2000
Collage
Medidas variables
Colección del artista
Estamos en Mar del
Plata,
El ombligo observador.
El diario de Matías.
Publicado en Revista
Viva, Clarín, 12 de enero
de 2003
Collage
Medidas variables
Colección del artista
¡Más vacaciones!,
El ombligo observador.
El diario de Matías.
Publicado en Revista
Viva, Clarín, 20 de
febrero de 2000
Collage
Medidas variables
Colección del artista
El ombligo de vacaciones,
El ombligo observador.
El diario de Matías.
Publicado en Revista
Viva, Clarín, 18 de enero
de 1998
Collage
Medidas variables
Colección del artista
Yo, Matías. Publicado
en Clarín, 20 de febrero
de 2001
Tinta sobre papel
15,2 x 35 cm
Colección del artista
Yo, Matías. Publicado
en Clarín, 28 de enero
de 2001
Tinta sobre papel
14,2 x 35 cm
Colección del artista
Yo, Matías. Publicado
en Clarín, 24 de febrero
de 2001
Tinta sobre papel
14 x 35 cm
Colección del artista
Yo, Matías. Publicado
en Clarín, 8 de enero
de 2003
Tinta sobre papel
16,7 x 35 cm
Colección del artista
ANDRÉS TORO
Bañista, 2003
Ensamble de elementos
encontrados
con Cecilia Costantini
en las playas desde
Villa Gesell hasta
Mar Azul
14 x 24 x 8 cm
Colección del artista
Cadáver exquisito, 2003
Ensamble de elementos
encontrados con Cecilia
Costantini en las playas
desde Villa Gesell hasta
Mar Azul
18 x 36 x 3 cm
Colección del artista
Naufragio o Velero, 2003
Ensamble de elementos
encontrados con Cecilia
Costantini en las playas
desde Villa Gesell hasta
Mar Azul
15 x 12 x 9 cm
Colección del artista
Pelíkano, 2003
Ensamble de elementos
encontrados con Cecilia
Costantini en las playas
desde Villa Gesell hasta
Mar Azul
10 x 8 x 3 cm
Colección del artista
Souvenir, 2003
Ensamble de elementos
encontrados con Cecilia
Costantini en las playas
desde Villa Gesell hasta
Mar Azul
14 x 5 x 7 cm
Colección del artista
Veraneante, 2003
Ensamble de elementos
encontrados con Cecilia
Costantini en las playas
desde Villa Gesell hasta
Mar Azul
17 x 14 x 9 cm
Colección del artista
JUAN TRAVNIK
Claromecó 2007 # 5,
2007
Fotografía C-print
60 x 120 cm
Colección del artista
Claromecó 2007 # 8,
2007
Fotografía C-print
60 x 120 cm
Colección del artista
Claromecó, 2007 # 9,
2007
Fotografía C-print
60 x 120 cm
Colección del artista
Mar del Plata, 1998
Copia gelatina bromuro
de plata
47 x 47 cm
Colección del artista
CHACHI VERONA
Aferrado a una tormenta,
2007
Masilla epoxi, ensamble
de objetos industriales
y esmalte sintético
50 x 41 x 30 cm
Colección del artista
Las olas y el viento, 2008
Dibujo plotteado sobre
vinilo
150 x 180 cm
Colección del artista
Viaje en auto a La Perla,
2008
Chapa, madera,
ensamble de objetos
industriales y esmalte
sintético
40 x 83 x 60 cm
Colección del artista
DOCUMENTACIÓN
GRÁFICA
Revistas
Antena TV,
Año XVIII, n° 1494,
29 de diciembre de 1959
Año XXXIV, n° 1763,
23 de febrero de 1965
Año XXXV, n° 1809,
11 de enero de 1966
Caras y caretas,
Año XXVIII, n° 1420,
19 de diciembre de 1925
Cine Argentino,
Año III, n° 93,
15 de febrero de 1940
Chabela,
Año XX, n° 230,
febrero de 1955
Fray Mocho,
Algunos apuntes de
Mar del Plata tomados
del natural por Mario
Zavattaro, ca. 1915
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
El Hogar,
Año XX, n° 789,
28 de noviembre de 1924
Año XX, n° 790,
5 de diciembre de 1924
Año XX, n° 791,
12 de diciembre de 1924
Año XX, n° 792,
19 de diciembre de 1924
Año XX, n° 793,
26 de diciembre de 1924
Gente y la Actualidad,
Año 8, n° 448,
21 de febrero de 1974
Gente,
Año 21, n° 1175,
28 de enero de 1988
Año 25, n° 1388,
27 de febrero de 1992
Año 27, n° 1440,
25 de febrero de 1993
Humor,
n° 391, Enero de 1994
n° 443, Enero de 1995
n° 495, Enero de 1997
Lyra.
Música. Teatro.Artes.
Cine,
Año V, n° 43-44,
Marzo-Abril de 1947
Año VII, n° 65-66,
Enero- Febrero de 1949
Mundo Argentino.
La revista para toda
la República,
Año XLI, nª 2127,
21 de noviembre de 1951
Año XLIII, nª 2193,
25 de febrero de 1953
Año XLII, nª 2136,
23 de enero de 1952
Año XLIII, nª 2187,
14 de enero de 1953
Año XLIII, nª 2189,
28 de enero de 1953
Año XLIII, nª 2190,
4 de febrero de 1953
Año XLVI, nª 2398,
13 de febrero de 1957
Mundo Peronista,
Año III, n° 50, 15 de
septiembre de 1953
Maribel,
Año XXX / XXXI, n° 1506,
2 de enero de 1962
Año XXX / XXXI, n° 1514,
27 de febrero de 1962
PBT. Alegre, política,
deportiva,
Año 20, n° 904,
15 de enero de 1954
PBT. Semanario ilustrado
(Para niños de 8 a 80
años),
Año XI, n° 477,
17 de enero de 1914
Plus Ultra,
Febrero de 1923
Radiolandia. Tevelandia,
Año XXVI, n° 1652,
22 de enero de 1960
Año XXXVI, n° 1754,
5 de enero de 1962
Año XXXVI, n° 1856,
19 de enero de 1962
Año XXXVI, n° 1866,
28 de febrero de 1964
61
Año XXXVI, n° 1912,
22 de enero de 1965
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Rico Tipo,
Año XXVII, n° 1347,
10 de marzo de 1971
Año XXVII, n° 1348,
17 de marzo de 1971
Año XXIX, n° 1442,
3 de enero de 1973
Año XXIX, n° 1444,
17 de enero de 1973
Año XXIX, n° 1445,
24 de enero de 1973
Año XXIX, n° 1446,
31 de enero de 1973
Año XXIX, n° 1449,
21 de febrero de 1973
Inauguración del
Balneario Ostende,
Empresa del Balneario
Ostende, La Nación,
25 de mayo de 1913
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Satiricón,
Año 2, n° 15,
febrero de 1974
Siete Días Ilustrados,
Año 4, n° 196,
del 15 al 21 de febrero
de 1971
Año VI, n° 299,
del 5 al 11 de febrero
de 1973
Somos,
Año 7, n° 330,
14 de enero de 1983
Tapas de la revista
Billiken,
Años 1943, 1948, 1949
Publicidades
Almanaque Alpargatas,
1947, sobre obras
de Luis Medrano.
Tren de excursión,
mes de Marzo.
No va más,
mes de Diciembre.
Artículos para baño,
Gath & Chaves,
La Nación, pág. 18,
12 de diciembre de 1907
62
Veranee en el Sud,
Zona de las atracciones
múltiples,
Ferrocarril Sud,
La Nación, pág. 11,
29 de octubre de 1944
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Provincial, Mar del Plata,
ca. 1950
Playa Bristol y Casino,
Mar del Plata,
11 de enero de 1944
Playa Bristol,
Mar del Plata,
16 de enero de 1952
Tarjetas postales
Lugares ideales
para veranear,
Ferrocarril Sud,
La Nación, s/d.
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Mar del Plata lo tiene
todo... ¡A un paso!,
Asociación de Hoteles
de Mar del Plata,
La Nación, pág. 17,
19 de diciembre de 1943
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Para la playa,
La Mondiale,
La Nación, pág. 22,
6 de enero de 1912
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Para la temporada
de baños,
Gath & Chaves,
La Nación, pág. 28,
25 de noviembre de 1910
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Proyecto Atlantic City,
s/d
Colección Museo del
Dibujo y la Ilustración
Santa Clara del Mar.
Futura gran Ciudad
[Mapa], ca. 1956
Balnearia Argentina.
Cia. Gral. de Tierras S.R.L.
Colección particular
Cabo Corrientes, Mar del
Plata, Enero de 1937
Casa de la Empleada,
Mar del Plata, ca. 1954
Casino, Mar del Plata,
ca. 1950
Dársena de pescadores
en el puerto, Mar del
Plata, 10 de marzo de
1941
Faro Punta Mogotes y
Colonia de Vacaciones
Cnel. De Marina Tomás
Espora, Mar del
Plata, 22 de marzo de
1957
Gruta de Nuestra
Señora de Lourdes,
Mar del Plata,
9 de febrero de 1948
Juegos infantiles en la
playa Municipal, Mar del
Plata, 2 de enero de 1937
Mar del Plata,
12 de enero de 1966
Paseo General Paz,
Mar del Plata,
12 de enero de 1935
Pinamar, 18 de enero
de 1978
Playa Bristol.
Al fondo Casino y Hotel
Playa Chica,
Mar del Plata,
9 de enero de 1935
Playa Grande,
Mar del Plata,
19 de febrero de 1940
Playa y Rambla Bristol,
Mar del Plata, ca. 1935
Rambla Casino,
Mar del Plata,
4 de febrero de 1947
Rambla y Playa Bristol,
Mar del Plata, ca. 1935
San Bernardo,
8 de enero de 1979
Villa Gesell,
5 de noviembre de 1988
Otros
Estampilla República
Argentina de 100 pesos
Casa de Moneda,
edición 1977, sobre obra
de Orlando Pierri,
Escultura del bañista
desconocido, 1939
Colección particular
FOTOGRAFÍA
Debido a que las
personas retratadas son
anónimas se indica una
referencia por Colección,
Casa Fotográfica y año
de realización.
Archivo Museo
Histórico Municipal
“Roberto T. Barili”
Explanada sur, ca. 1965
Extremo norte de la
Rambla de Bristol, ca.
1915
Playa Bristol y Rambla
Pellegrini, 1905
Playa Bristol, ca. 1915,
1920
Playa Chica, 1920, 1960,
1970
Playa de los Ingleses,
1920, 1930
Playa Grande, 1925,
1930, 1938, 1960
Playa La Perla, 1920,
ca. 1925
Playa sin identificar, ca.
1965
Playas del Faro, 1968
Punta Iglesia, 1958
Punta Piedras, ca. 1912,
1913
Rambla Bristol, 1913
Ermis, s/d, 1943
Fotito, 1941
Freitas, 1930
Freitas e Hijo, 1920, s/d
Guden, 1945, 1947, 1949
Johnson, 1945
Jorge, 1946
Mandri, 1929, ca. 1930,
1936
Mazer, 1926, 1928, ca.
1930
Mikey, 1938
Ocean, 1941
Pagnotta, 1935, 1939
Paris, 1947
Real, 1944, 1952
Royal, 1954, 1957, 1961
Samar, 1962
Universal, s/d
Witcomb, 1920
Colección Daniel Oberti
A. Bonnin, 1926
Asus, 1925 1926
Carboniari, 1944
Carosella, 1938
Di Leo, 1924
Gonos, ca. 1920
Iris, ca. 1920
Mandri, 1926, 1927,
1928, 1930, 1936
Mazer, 1924, 1928, 1929
Villalobos, ca. 1920, 1921
Witcomb, 1927
Colección particular
Colección Abel Alexander
Aris, 1940, 1945
Asus, 1928
Atenas, 1949
Aviador Cattaneo, 1927
Bixio y Merlino, 1921
Bristol, 1960
Carboni, 1945
Carboniari, 1941
Chiclana, 1939, 1952,
1962
Conde, s/d
Damiano, 1941
Arias, 1949
Bonnin, 1930, 1931,1932,
1935, 1938 reproducidas
en Caras y Caretas
Carboni, 1955
Chiclana, 1948
Gud, 1956
Luminton, 1957
Mandri, ca. 1920
Mar y Sol, 1950
Martes & Fiorellis, 1953
Mazer, 1944
Real, 1954
Toledo, 1941
Fundación
Forner-Bigatti
Leonardo, 1957-58
OBJETOS
[Alhajero]. Recuerdo de
Mar del Plata,
ca. 1930
Caracoles y bivalvos
ø 10 cm
Colección particular
[Alhajeros]. Recuerdos
de Mar del Plata,
ca. 1920
Vidrio, bronce, y tela con
fotografías retocadas e
incrustaciones de nácar
7 x 7 x 7 cm
7 x 10 x 7 cm
7 x 10 x 6,5 cm
Colección particular
[Banda de ranas].
Recuerdo de Mar del
Plata, ca. 1990
Caracoles, bivalvos, tela,
hilo y mimbre
8 x 7 x 8 cm
Colección particular
[Caracol]. Recuerdo de
Mar del Plata, ca. 1980
Caracol, bivalvos,
plástico y cobre
12 x 9 x 8 cm
Colección particular
[Conjunto de souvenirs],
1997/2008
Tormentas de nieve,
figuras del tiempo,
animales y objetos
decorativos de
caracoles y cerámica
Medidas variables
Colección particular
[Conjunto de souvenirs],
Recuerdos de
Claromecó
ca. 1985
Muñeca sirena,
ancla del tiempo
y objeto decorativo
de caracoles
Medidas variables
Colección Juan Travnik
[Juegos]. Recuerdos de
Mar del Plata, ca. 1950
Dos cajas de madera
pintadas
ø 13 cm c/u
Colección Fabiola Baliña
[Lapiceras mágicas].
Recuerdos de Mar del
Plata, ca. 1970
Cuatro lapiceras con
fotografías
14 cm c/u
Colección Xil Buffone
[Mate]. Recuerdo de Mar
del Plata, 1985
Mate de porcelana
10 x ø 5,5 cm
Colección Xil Buffone
[Piedras]. 1959/1980
Calizas de Miramar
pintadas por Raquel
Forner
Medidas variables
Colección Fundación
Forner-Bigatti
[Plumas]. Recuerdos de
Mar del Plata, ca. 1930
Dos lapiceras a pluma
de metal con mango
de nácar
21 cm c/u
Colección particular
63
MATERIAL
AUDIOVISUAL
Primeras décadas
del siglo XX
Investigación y edición:
Miguel Monforte
y Julio Neveleff
Duración: 7’
Fragmentos de films:
Pescadores en la playa
(Cinematografía
Max Glücksmann, 1909)
Inauguración de la
Rambla (Cinematografía
Max Glücksmann, 1913)
Temporal en la playa
(Cinematografía Max
Glücksmann, s/d)
El astro del tango
(Luis Bayón Herrera,
1940)
Los celos de Cándida
(Luis Bayón Herrera,
1940)
Stella Maris (Homero
Cárpena, 1953)
Cuarenta años de novios
(Enrique Carreras, 1964)
El turismo popular
Investigación y edición:
Miguel Monforte
y Julio Neveleff
Duración: 5’
Fragmentos de films:
Argentina al día, N° 29
Noticiero Panamericano,
N° 568 y 799
Sucesos Argentinos,
N° 790
Sucesos de las Américas,
N° 3, 45 y 192
Veraneo en Mar del Plata
(Julio Saraceni, 1954)
64
Los veraneantes en el
cine argentino
Investigación y edición:
Miguel Monforte
y Julio Neveleff
Duración: 56’
Comandos azules
(Emilio Vieyra, 1980)
Momentos
(María Luisa Bemberg,
1981)
Fragmentos de films:
Mirame la palomita
(Enrique Carreras, 1985)
Encadenado
(Enrique de Rosas,
1940)
Los bañeros más locos del
mundo
(Carlos Galettini, 1987)
Los celos de Cándida
(Luis Bayón Herrera,
1940)
El desvío
(Horacio Maldonado,
1998)
El astro del tango
(Luis Bayón Herrera,
1940)
Silvia Prieto
(Martín Rejtman, 1999)
El pijama de Adán
(Francisco Mugica,
1942)
El muerto falta a la cita
(Pierre Chenal, 1944)
Veraneo en Mar del Plata
(Julio Saraceni, 1954)
Cuando calienta el sol
(Julio Saraceni, 1963)
Los inconstantes
(Rodolfo Kuhn, 1963)
Tres alcobas
(Enrique Carreras, 1964)
Un italiano en la Argentina
(Dino Risi, 1965)
Fuiste mía un verano
(Eduardo Calcagno,
1969)
El veraneo de los
Campanelli
(Enrique Carreras, 1971)
El deseo de vivir
(Julio Saraceni, 1973)
Esta es mi Argentina
(Leo Fleider, 1974)
Los superagentes y el
tesoro maldito
(Adrián Quiroga, 1978)
Rodrigo. La película
(Juan Pablo Laplace,
2001)
Fragmentos de música:
A Mar del Plata me
quiero ir / La tranquera
Intérprete:
Carlos Gardel
Letra y música:
Pancho Laguna
(Francisco Lomuto)
El bikini a lunares
amarillo diminuto
Intérprete:
Viuda e Hijas de Roque
Enroll
Letra y música:
Paul Vance y Lee
Pockriss
En una playa junto
al mar
Intérprete:
Donald
Letra y música:
Donald McCluskey
Tiritando
Intérprete:
Donald
Letra y música:
Donald McCluskey
Mar del Plata me mata
Intérpete:
Safari
Letra y música:
Francis Smith
Me largo a Mar del Plata
Intérprete:
Carlitos Balá
Letra:
Carlos Balá
Música: s/d
Tu nombre en la arena
Intérprete:
Carlos Barocela
Letra y música:
Carlos Barocela
Villa dormida
Intérprete:
Carlos Barocela.
Letra y música:
Carlos Barocela
créditos fotográficos
de obras reproducidas
Mariana Marzoratti (pág. 17)
Daniel Mazza (pág. 7, 13, 25, 26 Reato; 28, 29 Oberti,
30, 31, 32, 33 Maresca, 34, 35, 36 Divito, 37)
Otilio Moralejo (pág. 15)
Néstor Paz (pág. 22)
65
Las perlas del Atlántico / Nadina Maggi ... [et.al.]. 1a ed. - Buenos Aires : Fund. OSDE, 2008.
64 p. ; 22x15 cm.
ISBN 978-987-9358-34-4
1. Catálogo de Arte. I. Maggi, Nadina
CDD 708
Fecha de catalogación: 17/10/2008
Contratapa:
Aferrado a una tormenta, 2007
Masilla epoxi, ensamble de objetos
industriales y esmalte sintético
50 x 41 x 30 cm
Colección del artista
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