Buenas, malas y peores
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Buenas, malas y peores
Un gramo de grasa aporta 9 calorías, más del doble que un gramo de carbohidratos o proteínas. ego Grasas Buenas, malas y peores Son –junto a los carbohidratos y las proteínas– uno de los tres macronutrientes vitales para el organismo, pero la moderación en su consumo es fundamental. Conocer sus tipos ayuda a distinguir al verdadero enemigo / María Ángela Valbuena fotografía orlando palencia 99+SALUD ego grasas Muchos alimentos contienen los tres tipos de grasas en diferentes proporciones. Juntas representan lo que se conoce como “grasa total”. En las etiquetas nutricionales es posible verificar las cantidades. Los beneficios para la salud de una dieta baja en grasas y colesterol han sido ampliamente difundidos en las últimas dos décadas. Sin embargo, la publicación en febrero de 2006 de los resultados del Women’s Health Initiative Dietary Modification Trial –un estudio que incluyó a casi 49.000 mujeres entre 50 y 79 años– reveló que mantener una dieta baja en grasas durante ocho años no reduce significativamente la incidencia de enfermedades cardiovasculares ni de cáncer de seno, y no disminuye el riesgo de cáncer colorrectal. ¿La razón? La misma que sugieren un número cada vez mayor de investigaciones: más que la cantidad total de grasa, lo realmente importante es el tipo de grasa consumida en forma regular. También llamados lípidos, químicamente las grasas –de origen animal o vegetal– están compuestas por oxígeno, carbono e hidrógeno, y agrupan sustancias de características similares: grasosas u oleosas al tacto, insolubles en agua y no volátiles. Responsables de preservar la integridad de órganos y nervios y de mantener la temperatura corporal, “aportan combustible a las células a través de una serie de reacciones enzimáticas”, 100+SALUD explica Josefina Villegas de Plaza, nutrólogo clínico, y agrega que “las vitaminas liposolubles A, D, E y K sólo están presentes en las grasas, por eso su consumo es tan importante para el organismo. Además, son útiles para dar palatabilidad [buen gusto y textura] a los alimentos”. Colesterol y triglicéridos Sustancia blanda y grasosa, el colesterol exógeno se ingiere en los alimentos de origen animal y el endógeno se sintetiza en el hígado. El organismo utiliza el colesterol para formar membranas celulares y producir algunas hormonas, entre ellas, el cortisol, las hormonas esteroideas y las sexuales. Además, participa en la formación de ácidos biliares (necesarios para la digestión) y en la producción de vitamina D (indispensable para la absorción del calcio). El colesterol es transportado en la sangre en forma de lipoproteína de baja densidad (LDL, por su siglas en inglés) y de alta densidad (HDL). Una concentración elevada de colesterol LDL –llamado “colesterol malo”– constituye un factor de riesgo de enfermedades coronarias. El colesterol HDL –denominado “colesterol bueno”– favorece la eliminación del colesterol LDL. Margarina vs. Mantequilla Entre el 17 y el 25% de los ácidos grasos de la margarina son trans (las peores grasas), comparado con sólo el 7% de la mantequilla. Sin embargo, la margarina no contiene colesterol (se obtiene por procesos químicos a partir de aceite vegetal). En cambio, la mantequilla tiene entre 11 y 15 gramos de colesterol por cucharada. “El LDL se pega a las arterias, mientras que el HDL, cuando pasa, arrastra y limpia un poco; por eso es bueno tener alto el HDL y bajo el LDL”, explica Villegas de Plaza, haciendo un símil con lo que ocurre en una tubería obstruida cuando se lanza un puñado de piedras. La mayoría del tejido graso corporal se encuentra en forma de triglicéridos, otro tipo de grasas que, junto con el colesterol, viaja por todo el organismo a través de la sangre. Aunque también son sintetizados en el hígado, los triglicéridos se forman principalmente en el intestino a partir de ciertos alimentos (productos grasos, independientemente del tipo de grasa –saturada o insaturada–, azucarados y alcohol). Un alto nivel de triglicéridos en la sangre también es un factor de riesgo para enfermedades del corazón. En justa medida Son incontables las organizaciones de salud que alientan a la población a limitar la ingesta de grasas en general. Las razones pesan: su consumo elevado aumenta el riesgo cardiovascular y favorece la obesidad y el síndrome metabólico, condiciones que pueden llevar a una falla cardíaca o al desarrollo de diabetes mellitus. Sin embargo, advierten los especialistas, al restringir indiscriminadamente las grasas de la dieta se corre el riesgo de perder los beneficios de las grasas “buenas”. Tampoco es recomendable la tendencia común a reemplazar las grasas por carbohidratos de fácil ingesta (pasta, arroz, pan). ¿La razón? Las grasas tardan más tiempo en pasar del estómago al intestino y, en consecuencia, Variantes de calidad Las grasas se clasifican por su grado de saturación, un término químico que se refiere a la cantidad de átomos de hidrógeno enlazados a la molécula de grasa. Cada tipo de grasa tiene un efecto diferente en el cuerpo. • Saturadas Llamadas “grasas malas”, se sabe que incrementan el nivel total de colesterol en la sangre, un efecto que puede llevar a enfermedades del corazón. Son principalmente de origen animal: carne y productos cárnicos (cebo de vaca, manteca, salchicha), mariscos, aves con piel, leche completa y sus derivados (mantequilla, margarina, queso, yogurt entero), yema de huevo. Algunos alimentos de origen vegetal también contienen niveles altos de grasa saturada, entre ellos, el coco y su aceite, y el aceite de palma. • Insaturadas Conocidas como “grasas buenas”, pueden mejorar los niveles de colesterol en la sangre (descienden el LDL y aumentan el HDL). Se dividen en dos grandes categorías: Monoinsaturadas. Oliva, canola, aguacate, frutos secos (maní, pistachos, almendras, avellanas, nueces de macadamia, nueces de pecán) y sus aceites. Poliinsaturadas. Omega-3: salmón, caballa, arenque, trucha, nueces, semillas de colza, de soya, de lino y sus aceites. Omega-6: semillas de girasol, germen de trigo, sésamo, nueces, soya, maíz y sus aceites. Algunas margarinas. • Trans Son consideradas las peores grasas: aumentan el colesterol “malo” y disminuyen el “bueno”. Se producen por el calentamiento de aceite vegetal en presencia de hidrógeno, proceso conocido como hidrogenación. La mayoría de las trans que se consumen a diario se encuentra en frituras, panes, galletas, productos de pastelería, snacks, alimentos procesados, carne grasa de ternera y oveja, margarina y ciertos lácteos. 101+SALUD ego grasas • Prefiera métodos de cocción distintos a la fritura: plancha, vapor, horno. • Escoja aceites vegetales y margarinas con poco o ningún contenido de grasas trans. • Al cocinar, recuerde que el aceite debe estar lo suficientemente caliente (para que se forme rápido una costra y no penetre en los alimentos), pero nunca hirviendo (se liberan sustancias tóxicas). • Aunque el de oliva y canola toleran mejor el calor, no es recomendable reciclar el aceite. Si decide hacerlo, fíltrelo y no sobrepase el número de veces de fritura que puede soportar (juzgue por el color, la viscosidad, el olor y los residuos). • Evite los productos tipo snacks y la comida rápida. la persona experimenta una sensación de saciedad y no siente hambre durante un tiempo más largo (si come carbohidratos tiene hambre antes y consume más calorías). En cuanto a la obesidad, si bien es cierto que a corto plazo una dieta baja en grasas contribuye a la pérdida de peso, se obtiene el mismo resultado con una dieta alta en grasas y baja en carbohidratos. En realidad, cualquier régimen que reduzca la cantidad de calorías contribuye a la pérdida de peso a corto plazo. “Si uno se excede en las calorías, aumenta de peso; si ingiere menos calorías, baja. Entonces, hay que tener un balance entre lo que se come y lo que se gasta”, recuerda Villegas de Plaza. El estudio Nurse’s Health, realizado por la Universidad de Harvard, encontró que al sustituir apenas 30 calorías (7 gramos) de carbohidratos diarios por 30 calorías (4 gramos) de grasas trans se incrementa el riesgo de enfermedades cardíacas casi al doble, al igual que sucede con las 102+SALUD grasas saturadas, aunque en menor medida. En cambio, reemplazando 80 calorías de carbohidratos por 80 calorías de grasas poliinsaturadas o monoinsaturadas el riesgo de enfermedades cardíacas baja entre un 30 y 40%. La clave: sustituir las grasas “malas” por otras “buenas”. Villegas de Plaza precisa que “lo recomendable es que las grasas constituyan un 30% de las calorías diarias; de ellas, un 7% debe ser saturadas, un 15% monoinsaturadas y el resto poliinsaturadas”. En cuanto al colesterol, es conveniente consumir alimentos que ayuden a reducir los niveles de LDL y a elevar o mantener los niveles de HDL. Se debe ingerir entonces menos grasas de origen animal y más alimentos con fibra y omega 3 y 6. La actividad física también incrementa los niveles de HDL. • ( F u e n t e s c o n s u lta d a s º Josefina Villegas de Plaza, nutrólogo clínico. Clínica Santa Sofía. º www.hsph.harvard.edu / www.eufic.org / www.mypyramid.gov )