Germán Glez Nuestra Gente - Sedu

Transcripción

Germán Glez Nuestra Gente - Sedu
Germán
González Navarro
Investigación y semblanza por
Renata Chapa
NUESTRA GENTE
Todos los derechos reservados conforme a la ley.
© icocult
© Diseño de portada y diagramación: Jazmín Esparza
Fotografía de portada: Nancy López
Cuidado editorial:
Odila Fuentes/José Antonio Santos/Miguel Gaona
Impreso en México
PRESENTACIÓN
Q
uienes laboramos para el pueblo de Coahuila
desde el Gobierno del Estado somos conscientes
de que, además de las estrategias institucionales
en materia de seguridad, salud, educación y obra pública
que hemos implementado, algo indispensable para generar riqueza e igualdad entre los coahuilenses es el compromiso activo de todos los miembros de nuestra sociedad. Los programas tienen un impacto inmediato y cuantificable, pero es sólo la voluntad y el trabajo de la gente
lo que puede transformar estos hechos de gobierno en
beneficio comunitario permanente.
Es por ello que ofrecemos a los ciudadanos este
proyecto editorial: Nuestra Gente, colección de semblanzas biográficas de quienes desde la iniciativa privada, la
academia, el servicio público, el activismo comunitario y
la asistencia pública no gubernamental, están contribuyendo día a día a hacer de Coahuila un estado más seguro, más competitivo y, sobre todo, justo.
El texto que tienen ustedes en sus manos se refiere
al incansable espíritu de don Germán González Navarro,
torreonense de cepa única que, a sus 84 años, alimenta la
historia de la ciudad que lo vio nacer por medio de sus
diarias enseñanzas. Don Germán, sin duda, es un coahuilense distinto. Por su sensibilidad, por sus conquistas y
hasta por su alegre humor no sería extraño creer que es
un auténtico consentido del destino. O de Dios, como él
mismo afirmaría. No es un exceso ni adulación per se calificar a don Germán como un hombre de bondad, apreciado profundamente.
En las distintas áreas abordadas en la presente semblanza —la familia, el trabajo, la fe, la mujer, el altruismo
y el deporte— don Germán refleja que el bien común es
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Nuestra Gente
su meta y no deja de correr de manera extraordinaria hasta llegar a ella. Mientras unos apenas van en la carrera de
los retos cotidianos, otros más desisten y algunos nunca
llegan a dar un paso, don Germán ya fue y vino ocho veces, como cuando subía corriendo el Cerro de las Noas
en Torreón. Don Germán es imparable. Su lucha es inspirativa. Se vuelve guía férrea. Convivir con él es sinónimo
de crecimiento. Sus palabras, hasta en sus breves frases
acuñadas a lo largo de décadas, son muestra congruente
de cómo sí es posible construir una ciudadanía distinta
—valiente, solidaria, responsable, productiva, respetuosa, empática— si el amor funge como principio vertebral.
Aquí, don Germán enseña otra de sus fórmulas de vida:
jamás sentir pena por declararse enamorado de alguien
o de algo. Nunca. Incluso recomienda de manera enfática
amar a plenitud sin esperar reciprocidad y abre una especie de invitación colectiva para el entrenamiento de conductas amorosas en todo momento, independientemente
de la edad, género, estado civil, condición económica, religión o profesión. Como puede leerse en estas líneas y en
las páginas subsecuentes, las lecciones de don Germán
son de efectos inmediatos y poderosos. Llegan hasta donde tienen que llegar y en el momento preciso.
A través de estos títulos, Nuestra Gente se propone
un doble objetivo: por una parte, ofrecer un justo homenaje a quienes hoy por hoy han sido pilares de nuestra
ciudadanía, dando a conocer al público coahuilense los
detalles de su vida y su obra. Por otra, nos interesa que
el ejemplo de estos hombres y mujeres se arraigue en los
lectores y cristalice, a la larga, en nuevas generaciones de
individuos cuya voluntad y espíritu de servicio estén a la
altura del porvenir.
Gobierno de Coahuila
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GERMÁN GONZÁLEZ NAVARRO
El secreto de la vida es estar enamorado.
De lo que sea, pero enamorado.
Amar es vivir, vivir es compartir.
No importa que a uno no lo amen.
Hay que amar.
Germán González Navarro
Torreón, Coahuila. Agosto 11 de 2010
Cumpleaños 84
I. Un árbol fértil y abundante
Desde la primera charla que sostuve con don Germán
González Navarro supe que me había sacado la rifa del
ángel. Estoy convencida que nuestro encuentro no fue
obra de la casualidad. Su carisma, traducido en constantes lecciones de vida, dinamizó el ánimo que debía dar
cuenta de su trayectoria. Fue aire fresco para oxigenar la
creatividad. Logró crear un canal de comunicación virtuoso para que las ideas transitaran de manera libre.
Jamás será lo mismo leer una semblanza sobre don
Germán González que tener el privilegio de charlar con
él. Pero, precisamente por el valor de su actitud ante la
vida, es necesario dejar un legado escrito donde muchos
puedan constatar que la ternura sí es un asunto de caballeros y que es posible darse a los demás y multiplicar el
bien con un corazón convencido.
Pero, ¿por dónde rastrear las pistas que dieran respuesta a los porqués de esa intensa luz que irradia don
Germán? Opté por un camino sin pierde: el de su genealo-
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Nuestra Gente
gía. Una mirada a las trayectorias de sus antepasados me
reveló que eso de plantarse con aplomo para cumplir proyectos que dejan huella le viene de familia.
Su abuelo materno, don Luis Manuel Navarro Garza,
un líder nato, dejó marcas importantes en la historia de
la política de la ciudad de Parras y, principalmente, en la
de Torreón. Sobre el segundo apellido de don Luis Manuel
—según lo aclara el doctor en historia y cronista de la ciudad de Torreón, Sergio Antonio Corona Páez— “a finales
del siglo XIX, muchos apellidos eran intercalados como si
nada. Un mismo individuo podía llamarse a sí mismo ‘De
Fuentes’, ‘De la Fuente’ o ‘Fuentes’. El criterio era distinguirse de su familia o parentela cercana. El ‘Garza’ y ‘De
la Garza’ seguía exactamente el mismo criterio. Las familias ‘Garza’ y ‘De la Garza’ nunca existieron como familias
de diferente origen. Podían adoptar esas variantes en su
grafía, y a nadie le molestaba. Todos los Garza norteños
provienen de don Marcos Alonso de la Garza Falcón. Sean
‘Garza’ o ‘De la Garza’, todos proceden de él” (Corona,
Sergio, comunicación personal, septiembre 17 de 2010).
Fue el ex gobernador del estado de Coahuila durante la presidencia de Porfirio Díaz, José María Garza
Galán, quien nombró a don Luis Manuel Navarro “Jefe
Político de los distritos de Parras y de Viesca. Poco después, don Luis asumió el cargo de Presidente Municipal
de Parras, Coahuila cuyo puesto desempeñó hasta el 17
de enero de 1898” (www.estaciontorreon.galeon.com/
productos631291.html, recuperado el 25 de septiembre
de 2010). Gracias al desarrollo logrado en aquella época
en la Villa de Torreón fue también en 1898 cuando “el
Gobierno creó la Jefatura Política de Torreón para la que
fue nombrado don Luis M. Navarro que había demostrado su capacidad y energía para el desempeño del nuevo
cargo, del que tomó posesión en enero de ese año” (Ibid.).
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Germán González Navarro
Y también en 1898, don Luis “lanzó su candidatura para
presidente municipal y resultó electo, tomando posesión
de su cargo el primero de enero de 1899, teniendo posteriormente seis reelecciones consecutivas para períodos
de un año: (…) 1900, 1901, 1902, 1903,1904 y 1905” (Ib.).
Tomar decisiones estratégicas para la transformación de la ciudad de Torreón fue otro de los vínculos importantes que unieron a don Luis Manuel Navarro Garza y
a su nieto, don Germán, a través del tiempo. La siguiente
triada de ejemplos es muestra de ello.
El primero tiene que ver con el orden de la ciudad,
sus construcciones y remodelaciones. Don Luis dotó “a
la primitiva colonia del Ferrocarril de una nomenclatura
adecuada para sus calles y avenidas, y de acuerdo con las
opiniones de la gente importante de la Villa, les asignó los
siguientes nombres a las calles de Norte a Sur y a las Avenidas de Poniente a Oriente, como sigue: calle Viesca, en
honor del General Andrés S. Viesca; calle Múzquiz, para
honrar la memoria del General Melchor Múzquiz, coahuilense distinguido que había sido Presidente de México;
calle Ramos Arizpe, en honor del Chantre don Miguel Ramos Arizpe, diputado coahuilense que asistió a las Cortes
de Cádiz, España, en 1812; calle Juan Antonio de la Fuente, cuyo nombre correspondía al coahuilense que llevó
ese nombre y fue ministro de Juárez y gran diplomático; calle Zaragoza, en honor del coahuilense distinguido,
vencedor de los franceses en la Batalla de Puebla el 5 de
Mayo de 1862, Ignacio Zaragoza; calle Valdés Carrillo, en
honor del distinguido coahuilense Antonio Valdés Carrillo, fundador del Ateneo Fuente; calle Cepeda, en honor
del varias veces Gobernador de Coahuila, Victoriano Cepeda; calle Rodríguez, en honor del también Gobernador
de Coahuila, Santiago Rodríguez; calle Acuña, en honor
del gran poeta coahuilense, Manuel Acuña; calle Blanco,
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Nuestra Gente
recordando al distinguido coahuilense que fuera Ministro
de Juárez, el General Miguel Blanco; calle Falcón, en recuerdo del famoso guerrillero coahuilense de la época de
la Intervención, Anacleto Falcón; calle Treviño, en recuerdo del general Gerónimo Treviño; calle Ildefonso Fuentes,
nombre del guerrillero de la Reforma y de cuna coahuilense; calle Leona Vicario, en recuerdo de la heroína de la
Independencia, de ese nombre. (…) Avenida Ferrocarril,
que partía paralela a la vía del Ferrocarril; avenida Hidalgo, en recuerdo del Padre de la Patria, Miguel Hidalgo y
Costilla; avenida Juárez, en honor del Benemérito de las
Américas, Benito Juárez; avenida Morelos, en recuerdo
del héroe de la Independencia, José María Morelos y Pavón; avenida Matamoros, en recuerdo del cura de la Independencia, Mariano Matamoros; avenida Allende, en recuerdo del Caudillo de la Independencia, capitán Ignacio
Allende; y la avenida Abasolo, en recuerdo del Caudillo de
la Independencia, capitán Mariano Abasolo” (Ib.).
En el plano de las edificaciones y remozamientos
—segundo ejemplo de la huella familiar en don Germán
por parte de su abuelo— destacan varias obras. “En el Álbum de la paz y del trabajo editado en 1910 para celebrar
las fiestas del Centenario de la Independencia de México
son mencionados hombres de empresa de toda la República Mexicana y al referirse al señor Navarro de Torreón,
Coahuila (son señaladas las siguientes acciones)… mandó
derrumbar un sinnúmero de barracas que existían y dio
a los habitantes de ellas, nuevos alojamientos. Muchas
de las calles en número de cinco kilómetros, las mandó
empedrar y sus embanquetados fueron bien arreglados
con lo que dio a la población bonito aspecto. En la plaza
2 de Abril (hoy plaza de Armas), se repuso todo el pavimento, enladrillándose nuevamente, se dotó de sotas y se
construyó el kiosko, importando éste cuatro mil y tantos
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Germán González Navarro
pesos. Sobre los tajos mandó construir puentes de madera y tres de bóveda, dejando en obra otros más. Construyó una noria productora de agua para regar la plaza
principal y calles de la ciudad, movida por vapor. Para la
pavimentación de las calles se compró un rodillo aplanador (…). Dotó a la Alameda con una máquina para sacar
agua y regar. (…) Se construyó un bordo de defensa en la
margen derecha del Río Nazas para librar a la población
de alguna fuerte avenida de dicho río que pudiera causar
una inundación” (Ib.)
La tercera evidencia de la fuerza de la herencia familiar recibida por don Germán González Navarro, una
de tantas más, es la que muestra el tesón de su abuelo
don Luis por impulsar el comercio y a la industria como
fueron las “jaboneras, hilados y tejidos, metalúrgicos”
(Ib). Don Luis Manuel Navarro “(…) dotó a la ciudad (entonces era Villa) con un molino para nixtamal (…) e hizo las
gestiones necesarias para que se constituyera la primitiva
Empresa Abastecedora de Agua y Drenaje, de la que fue
socio fundador con una acción, levantándose el Acta Constitutiva de la mencionada empresa que fue protocolizada
por un Notario Público de Saltillo, Coahuila, en 1903” (Ib.).
Ahora bien, don Luis Manuel Navarro, abuelo materno
de don Germán, contrajo nupcias con doña Lucinda de la Garza Vidaurri y procrearon catorce hijos: Lucinda, Luis, Victoriano, Esther —bautizada como Esther Guadalupe del Santísimo Corazón de Jesús y madre de don Germán—, Julio*,
Aurelio*, Julio Aurelio*, María del Refugio, Beatriz, Aurelio,
Alfonso Alfredo*, María Concepción Blanca, Beatriz y Guillermo Luis (*murieron a una corta edad). Él relata con gusto:
“Mi abuelo Luis era muy aventado. Le llevaba 16 años a mi
abuela. Se casaron en Estados Unidos porque ella era descendiente del fundador de Laredo, Texas y en aquella ciudad fue
donde llegaron al altar. Mis abuelos Luis y Lucinda tenían bastantes bienes, pero vino la Revolución en 1910 y los dejaron
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Nuestra Gente
a mano. Les quitaron de todo, hasta la ropa tan elegante
que me cuentan que pedían a París”.
Por el lado paterno, fueron don Urbano Lucio González Toro y doña Josefa Calderón Ávila los abuelos de
don Germán. Ellos tuvieron siete hijos: Fernando, José —
el padre de don Germán—, Aurora, Belén, Rosa, Francisco
y Ángel. Don Germán explica que una de las principales
preocupaciones de don Urbano era defender su patrimonio familiar. Él y sus dos hermanos, José y Joaquín
González Toro, recibieron por parte de su tío, el coronel
Carlos González Montes de Oca, la donación de un terreno de 87 mil 882 hectáreas, es decir, un espacio más
grande que algunos países de Europa. “Esto sucedió en
1902. Yo tengo la escritura”, señala don Germán. En ese
tiempo previo a la Revolución Mexicana, don Urbano, sus
hermanos y sus familias, como tantas otras ubicadas en
Parras, Coahuila, necesitaban cuidarse de los indios. “En
las torres de la iglesia de Parras había vigías que observaban las 24 horas de todos los días para advertir la llegada
de lo indios. Tocar una campana era la señal con que los
vigías alertaban al pueblo que los indios venían en camino. Ese sonido era la señal que los ponía en guardia y a
temblar. Los indios elaboraban con mucha maestría las
puntas de sus flechas, los ‘chuzos’. Eran de todos tamaños. Tenían forma de ancla para que penetraran rápido
en el cuerpo humano, pero no para que pudieran salir
con facilidad. Pero esas flechas fueron combatidas por
los parrenses con rifles y así perdieron la vida muchos
indios. Posteriormente, ellos también usaron armas y ahí
sí se puso difícil la cosa porque los indios siempre fueron
diestros jinetes que montaban a pelo, sin silla de montar,
y usaban la crin del caballo como base para disparar: la
dividían en dos partes que luego amarraban para formar
una especie de círculo por donde metían el brazo para
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Germán González Navarro
luego, desde ahí tirar con más firmeza. Cuando estalló
la Revolución Mexicana, mi abuelo Urbano y sus dos hermanos tuvieron que defender tanto sus bienes inmuebles
como su propia vida con más fuerza aún. Desafortunadamente, ellos fueron saqueados. Les robaron todo y en el
enfrentamiento con los revolucionarios, fallecieron mis
dos tíos abuelos, José y Joaquín, dejando a sus viudas e
hijos solos. Mi abuelo Urbano fue el que tuvo que seguir
adelante apoyando a las familias, dedicándose a la agricultura, digamos que casi partiendo de cero”.
El abuelo Urbano dio muestra cabal no sólo de lo que
significa el trabajo constante, sino también de lo relativo
que es el dinero y que en él, como bien lo habría de sostener su nieto Germán años después, no radica la felicidad.
El abuelo Urbano se repuso del saqueo y prosperó una vez
más. Sin embargo, el esfuerzo extraordinario de esos años
—de admirarse, en realidad— quedó reducido a nada por
segunda ocasión. Llegó 1936, año del Reparto Agrario, es
decir, la disposición presidencial que por decreto oficial
sólo permitía a los agricultores disponer de una propiedad
de 150 hectáreas. “La de mi abuelo Urbano fue una de las
pérdidas más terribles. Pasar de más de 87 mil hectáreas
a 150 era un absurdo, pero eso era lo que estipulaba el Reparto Agrario y tuvieron que acatarlo. Algunos dueños de
propiedades pusieron a nombre de los hijos sus terrenos
y los pudieron conservar; otros pensaron que no les iban a
quitar nada y se quedaron sin propiedades. Pero cuando a
mi abuelo le dieron la parte que, según ellos, le correspondía, él y su familia no la toman. ¡Para qué si ni las mulas les
iban a caber! Fue una fecha que jamás se olvidará: al día
siguiente de aquel 6 de octubre de 1936 amanecieron con
sólo 150 hectáreas. Sólo sus cosas más personales agarraron. Varios hijos se vinieron a Torreón; otros a Monterrey;
algunos más a San Luis Potosí y varios a México. Mi papá
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fue uno de los que radicaron en La Laguna. El llamado era
a trabajar, no a lamentar. Dios no sólo quiso ayudar por
tercera vez mi abuelo, sino que en esta ocasión, la gracia
fue repartida para todos sus hijos”.
Si bien, los abuelos de don Germán fueron marcando pautas importantes para su vida futura, faltaban los
ingredientes clave para que su pasta fuera única en su
tipo. Es aquí donde se arraiga con fuerza la influencia
de sus padres, Esther Navarro de la Garza —la tercera
hija del matrimonio de don Luis Manuel Navarro Garza
y Lucinda de la Garza Vidaurri, ahijada de don Ernesto
Madero, fundador de Met-Mex Peñoles— y el ingeniero
José González Calderón —el segundo hijo del matrimonio de don Urbano Lucio González Toro y doña Josefa
Calderón Ávila—.
Fue en Parras, Coahuila donde nacieron los padres
de don Germán, pero no el sitio donde se conocieron. A
pesar de que la ciudad era pequeña, jamás coincidieron.
“En 1902, Parras era apenas un detalle geográfico, pero
ya tenía tren y fue la primera ciudad en México que tuvo
energía eléctrica gracias a que Evaristo Madero —capitán
de industria y fundador de la Compañía Industrial de Parras Fábrica La Estrella— era amigo de Tomás Alba Edison. Los años pasaron y, por diferentes razones, las familias de mis padres cambiaron su residencia a Torreón. Mi
papá incluso tuvo la oportunidad de dejar La Laguna por
un tiempo para estudiar la carrera de ingeniero civil en la
Escuela de Ingeniería, ubicada en el Palacio de Ingeniería,
en la ciudad de México. Ya en el ejercicio de su profesión, asumió la tarea de construir una vía cercana a la
zona fronteriza por Yucatán. Allá contrajo el paludismo
y de inmediato tuvo que regresar a Torreón para atenderse. Pero corrió con doble suerte porque no sólo pudo
recuperarse a tiempo, sino que después, por fin conoció
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Germán González Navarro
a la mujer con quien formaría una familia. ¿Que cómo
se dio el romance? De una manera muy simpática. Para
poder coincidir con mi mamá, mi padre tenía bien calculados los rumbos por los que ella andaba. Se colocaba
en puntos estratégicos y ahí comenzaba a desarrollar su
plan. Él le buscaba la mirada para saludarla y después le
decía que su carro Ford se le había descompuesto. Y así
comenzaba a hacer su luchita. Él quería echarle el ojo y
sabía muy bien cómo hacerse pato. Lo bueno fue que mis
padres se entendieron. Después de un noviazgo de alrededor de dos años, contrajeron matrimonio”.
Siete fueron los hijos del matrimonio González Navarro. “En el Torreón de los años veinte, nace don Germán
siendo el tercer hijo (…). Él, junto a sus hermanos José
de Jesús, Urbano Luis, Enrique, Guillermo, Jaime y Esther,
aprende de sus padres a trabajar arduamente” (Cabral, Valeria, “Germán González Navarro”, Perfiles del Centenario,
Siglo Nuevo, Año 2, Número 2, 14 de julio de 2007, p. 22).
Don Germán regresa al tiempo de su infancia: “Vivíamos en una zona que antes se llamaba San Julián y que
hoy corresponde a la colonia Luis M. Navarro donde se en-
Urbano Luis, Guillermo, Germán, Enrique y José de Jesús González Navarro.
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Nuestra Gente
cuentra el centro comercial Cimaco Cuatro Caminos. Esos
terrenos eran propiedad de mi abuelo Luis Manuel. Para
llegar a nuestra casa, cruzábamos la avenida Juárez y continuábamos por la que ahora es la avenida Cuauhtémoc,
antes llamada calzada Porfirio Díaz, la cual, por cierto, no
estaba pavimentada. Sólo era tierra y más tierra. Cuando
llovía, era prácticamente imposible que saliéramos de casa
porque corríamos el riesgo de quedarnos atascados. No
había camiones. Era como un rancho. En nuestro trayecto
por la avenida Juárez, mi papá siempre veía con calma un
terreno. Lo miraba con sus ojos de ingeniero civil, pero
también con los de un ciudadano preocupado. Él sabía
que personas de escasos recursos casi no tenían opciones
recreativas qué visitar los domingos. Pensaba en aquellos
padres de familia que, luego de trabajar durante casi toda
la semana, corrían a sus casas a emborracharse y a pelear
con sus esposas e hijos quienes, al final de cuentas, son
los que en estos casos ‘la llevan’”.
Un buen día, el ingeniero José González Calderón
por fin supo qué hacer con el conocido terreno que tanto había visto y que por algún motivo le había llamado
la atención: decidió convertirlo en un agradable punto de
reunión sin distingos sociales y siempre abierto al público; un espacio acondicionado para que las familias pudieran practicar deportes y recrearse; una amplia área verde
que fuera el primer pulmón para la ciudad de Torreón.
La voz la tiene don Germán: “Mi padre decidió dar vida al
Bosque Venustiano Carranza”.
Don Germán tiene varios recuerdos de esta experiencia compartida al lado de su papá: “Él primero comenzó a hacer el trazo del Bosque tal y como se lo había
imaginado durante tantos años. Luego se ocupó en diseñar un plano que sometió a la aprobación del Gobierno
del Estado a través del general Pedro V. Rodríguez Tria-
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Germán González Navarro
na. Yo estaba chiquito. Tendría unos 13 o 14 años. En
un inicio, el general no estuvo muy de acuerdo en que
el terreno fuera expropiado porque pertenecía a los ferrocarrileros, y como don Pedro era el líder encargado
de expropiar propiedades en La Laguna —era la década
de los treinta, tiempos de Lázaro Cárdenas y del famoso
Reparto Agrario— supuso que tendría problemas. Pero
mi papá se defendió recurriendo a la misma idea que
Plano original del Bossque Venustiano Carranza,
trazado por el ingeniero José González Calderón,
padre de don Germán.
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Nuestra Gente
Equipo de trabajadores asignados para la construcción
del Bosque Venustiano Carranza.
Fotografía tomada en la esquina de la calzada Cuauhtémoc y Juárez,
pudiéndose observar al fondo las torres de las luminarias
del estadio Nazario Ortiz Garza.
estaba detrás del Reparto, es decir, la expropiación de
amplios terrenos para entregarlos a las personas con
menos poder adquisitivo. Y es que su proyecto pugnaba
casi por lo mismo, salvo que el espacio que él solicitaba
significaba beneficios para toda la comunidad e incluso
para quienes visitaban Torreón. Mi padre no se dio por
vencido y me enseñó a llegar a la meta. Todavía recuerdo
cuando lo acompañamos mi madre, mis hermanos y yo
a plantar el primer árbol”. Quién fuera a decir que 51
años después, en 1991, don Germán González Navarro
sería el presidente del patronato del Bosque Venustiano
Carranza y que, entre otras mejoras, sería el encargado
de instalar uno de los más modernos sistemas de riego
por aspersión ubicados en aquel entonces.
“(Don Germán) invita a personas distinguidas a que
siembren un nuevo árbol, pues considera que esta acción
es muy formativa para el que lo hace. Entre las personas
que han dejado un recuerdo se encuentran la señora Olga
de Juambelz y de Horcasitas a quien invitó a sembrar un
árbol para celebrar el centenario de la vida de su padre,
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Germán González Navarro
don Antonio de Juambelz y Bracho, propietario del periódico El Siglo de Torreón, así como al señor don Francisco
Martín Borque, fundador del Grupo Soriana. El 3 de enero
de 2000, fecha en que murió la señora María de las Mercedes de Borbón, condesa de Barcelona, y madre del Rey
de España, Don Juan Carlos de Borbón, don Germán en
Con el Bosque Venustiano Carranza como marco,
Olga de Juambelz y de Horcasitas, don Germán González e invitados especiales
llevaron a cabo la siembra del árbol en conmemoración del centenario de vida
de don Antonio de Juambelz y Bracho.
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Nuestra Gente
su memoria plantó un nogal. Igual lo hizo cuando falleció la madre Teresa de Calcuta y, anteriormente, el 12 de
octubre de 1992 invitó al Vicecónsul de España en esta
ciudad a plantar un laurel con motivo de los 500 años del
descubrimiento de América” (González, Germán, Archivo personal con valor curricular, Premio Compartir, Torreón, Coahuila, 2004). Otras personas también invitadas
por don Germán para plantar un árbol en el Bosque Venustiano Carranza fueron doña Consuelo Maisterrena de
Iriarte, doña María Antonieta Torres de Fernández y don
Arturo Orona Gámez, destacado líder agrario.
Otro sitio inaugurado en presencia de los González Navarro fue el edificio de la delegación de la Cruz
Roja en Torreón. “Mi papá fue el presidente”, comenta con el entusiasmo de un niño don Germán cuando
trae el tema a la conversación. Menciona que el primer
presidente de la benemérita institución fue don Antonio
Morales Barrera, pero que dos meses después se retiró
del cargo por motivos de salud, siendo invitado el ingeniero José González a ser el nuevo presidente. Don Ger-
Don Francisco Martín Borque y su esposa Ana Mary Bringas de Martín
en la ceremonia de plantación de su árbol en el
Bosque Venustiano Carranza.
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Germán González Navarro
Don Arturo Orona Gámez, destacado líder obrero,
y el ex presidente Luis Echeverría Álvarez.
mán conserva el libro Historia de la Cruz Roja en Torreón
escrito por el ex cronista de la ciudad de Torreón, Homero del Bosque Villarreal (Editorial del Norte Mexicano
S.A. de C.V., 2ª. ed., Torreón, 2008), donde varios pasajes
retratan esta otra labor titánica de su padre a favor de
la comunidad. Una marca que también fue indeleble: “La
directiva, cuyo presidente era el ingeniero José González Calderón, se empeñaba afanosamente para localizar
un terreno adecuado en extensión, con posibilidades de
ampliar la propiedad y que además estuviera localizado
en un lugar adecuado e idóneo para los propósitos. Al
fin lo encontró; el terreno que se adquirió se ubica en la
esquina de la avenida Hidalgo oriente y calle Cuauhtémoc
comprándose en principio los metros cuadrados suficien-
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Nuestra Gente
tes para la construcción que se proyectaba (…). El día 23
de junio de 1946 se llevó a cabo en imponente y festiva
ceremonia la colocación de la primera piedra con que se
iniciaba la construcción del edificio destinado al servicio
de la Delegación de la Cruz Roja de Torreón (…). El Presidente de la Delegación de Torreón que seguía siendo
el ingeniero José González Calderón, acompañado de la
Presidenta del Comité de Damas doña Virginia Herrera de
Franco, llevó a cabo materialmente el asentamiento de la
primera piedra siendo asistentes y testigos de este compromiso que se echó a cuestas la Cruz Roja de Torreón,
su Presidente Municipal el señor Braulio Fernández Aguirre; los representantes de las autoridades civiles y militares; de las distintas Cámaras; de la iniciativa privada y
los miembros del Comité de Consejo de Administración,
Comité de Damas, Cuerpo Médico, Enfermeras y Ambulantes. (…) El Consejo Directivo, el Comité de Damas se
afanaban pidiendo aportaciones específicas a personas
morales y físicas, promoviendo colectas generales, celebrando eventos sociales, bailes, corridas de toros, noches
de juego en el Casino de La Laguna y colaborando en los
festejos anuales que celebraban los Clubes de Leones y
Rotarios en los meses de febrero y septiembre, respectivamente, para obtener participación en el reparto de utilidades. Pero a pesar de tanto afán, los gastos de sostenimiento de los servicios que prestaba la benemérita institución y por otra parte la adquisición de dos ambulancias
más —tenían con ellas un total de cuatro— la compra de
aparatos e instrumental no sólo necesario, sino indispensable para el trabajo, y la nómina cada vez más elevada
hicieron que la construcción no se realizara con el ritmo
y rapidez anhelados, pero al fin se inaugura el edificio
del puesto de socorros de la Cruz Roja Mexicana Delegación Torreón. Cinco años después de que se colocó la
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Germán González Navarro
primera piedra de la construcción del edificio de la Delegación de la Cruz Roja de Torreón se vieron realizados
los propósitos de los directivos, alcanzando la meta de
colocar la última piedra y de inaugurar su edificio. Quien
tanto trabajó para ese logro, el ingeniero José González
Calderón, murió el 6 de noviembre de 1950 teniendo a la
vista, como Moisés desde la cumbre del Nebo, la ciudad
prometida” (pp. 24-25).
El padre de don Germán, por diferente vías y en muy
distintas circunstancias, le mostró el valor del servicio
a los demás: “Don Germán acompañaba a su papá a ver
cómo construía escuelas primarias en los ejidos del municipio de Torreón, a lo largo de las carreteras vecinales (…)
Desde 1954 y hasta 1958, don Germán dedicaba las tardes
de los sábados a visitar enfermos en los ejidos Coyote y
Reseña del padre de don Germán escrita por
el ex cronista de la ciudad, Eduardo Guerra, y
publicada en el número 60 de la revista
Casino de La Laguna.
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Nuestra Gente
Solima, en el municipio de Matamoros, Coahuila” (González, Germán, Archivo personal con valor curricular, Premio
Compartir, Torreón, Coahuila, 2004).
Otra de las enseñanzas recibidas por don Germán
por parte de sus padres y que merece comentarios aparte
fue la del valor inconmensurable del trabajo mencionado
párrafos atrás. Desde pequeño, al igual que a sus hermanos, lo encaminaron hacia la cultura del esfuerzo, misma
que también le dio disciplina, capacidad de administración,
pero, sobre todo, la actitud de persistir con una visión positiva aun en las circunstancias más retadoras.
Don Germán tiene cualquier cantidad de anécdotas
que nutren su historia en el mundo del trabajo. Una de
ellas tiene que ver con las inesperadas reacciones que
mostraba su padre ante situaciones laborales nada sencillas. Todas se convirtieron en ejemplos que don Germán
mantiene vivos en mente y corazón: “En materia de cultivos, sé que era demasiado lo que mi padre invertía para
lograr sus cosechas. Por esfuerzo no paraba. En una ocasión, recuerdo que había sembrado en el rancho Ana —
hoy es un ejido ubicado al noreste de Torreón, colindando
con el también antes rancho y hoy ejido La Concha, cercano al Territorio Santos Modelo— doscientas hectáreas de
trigo y que todas estaban listas para ser trilladas. Se había
preparado varias semanas con las máquinas y con los trabajadores necesarios para esa labor. Llegó contento a la
casa la noche previa a la cosecha. En la mañana siguiente,
muy temprano, escuchamos que tocaban la puerta. Eran
varios de los peones. Estaban llorando. ‘Granizó, patrón.
Toda la cosecha se perdió’. Esa granizada histórica dejó
en la calle a varias personas dedicadas a la agricultura.
Y mi papá, luego de consolar y despachar a los peones a
sus casas, volteó a ver a mi mamá y le dijo, ‘te invito al
cine’. Tuvieron que pasar muchos años para que yo com-
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Germán González Navarro
prendiera esa reacción de mi padre como un acto de amor
hacia nosotros. No nos quería preocupar. Pero tampoco
quiso que tomáramos la situación desapercibida o a la
ligera y vio la manera de lograrlo.
Al día siguiente y con sólo 125 pesos en la bolsa,
varios de los hermanos nos fuimos con él a comprar dos
becerritas, una ya estaba cubierta. Cien pesos nos costó
una y 25 la otra. Cómo sería el concepto que tenía mi padre del trabajo que con sólo esos dos animales logramos
formar un establo. Ordeñábamos, salíamos a repartir leche y seguíamos enseñándonos a trabajar como perros.
Mucha gente me comenta: ‘Yo no quiero que mi hijo
sufra lo que yo sufrí’. Y yo les contesto: ‘Poco se me hace
lo que yo sufrí y aun así salí medio bueno para nada’. ¡Si
me metí unas pelas brutas! Mis hermanos y yo teníamos
que ir a fertilizar la tierra. Llevábamos en tinas la arena;
las asas calaban y nos dejaban callos. Me acuerdo que nos
daban las siete de la tarde y aún seguíamos en el campo.
Pero eso sí: a los trece años, gracias a mis ahorros y a mi
trabajo, yo ya tenía una vaquilla que me compré solito. Mi
madre nos inculcó mucho el sentido del ahorro. Ella nos
pedía que no nos gastáramos todo el dinero. Que siempre
guardáramos una parte. Y que si no podíamos, que pugnáramos por ganar más. Y con esa mentalidad nos fuimos
criando. Ella así lo hacía y nos lo demostraba con el ejemplo. Mi madre era la que controlaba el establo y siempre
apoyó mucho a mi papá. Sobre todo, cuando él fue gerente de la Cámara Agrícola y Ganadera de Torreón”.
Cuenta don Germán que al crecer con este tipo de
experiencias diarias, a él le iba quedando cada vez más
claro que una de las mayores bendiciones del Señor era
el trabajo, pero también la salud. Que una y otro son
complementos perfectos. Sobre el cuidado de la salud,
don José también dejó huella a perpetuidad en su hijo
25
Nuestra Gente
Germán a través del ejemplo porque era un hombre que
no fumaba ni tomaba. Sus únicos vicios, por llamarlos de
alguna manera, eran el trabajo y la lectura. Don Germán
comparte su propio testimonio: “Yo de soltero tomaba un
poco en eventos sociales para ‘taparle el ojo al macho’.
Pero me casé y no volví a beber una sola gota. Tampoco
he fumado ni ninguno de mis hijos. En una ocasión, estaba observando un estanque en Parras, Coahuila. Veía
con mucho interés la cantidad de agua que salía a borbotones. Meditaba encantado porque, para mí, el agua es
una gracia de Dios. De repente, pasó un señor que me
miró de reojo y se siguió de largo. Cuando había transcurrido más o menos una hora, volvió a pasar el mismo
señor y vio que yo seguía igual, ahí sentado. Se paró y me
dijo: ‘Oiga, le puedo hacer una pregunta, ¿en qué piensa? Porque hace rato pasé y estaba igual, como ido’. Y
le respondí: ‘Pienso que poco se me hace este caudal de
agua para los ríos de sangre y lágrimas que ha costado a
madres, esposas e hijas el vicio del alcohol’. El hombre se
quedó un momento serio. Luego, me volvió a preguntar:
‘¿De verdad en eso estaba pensando?’. Cuando le dije que
sí, me confesó que él era aa y me invitó a la sesión de esa
noche. Acepté porque me pareció demasiada casualidad
lo que había sucedido y supuse que algo tenía que aprender de la experiencia. Ya estando ahí, me di cuenta que
tuve razón en aceptar. Cada integrante de ese grupo de aa
pasó a contar vivencias que yo jamás imaginé que fueran
posibles y menos aún, que las fuera a escuchar. Me angustié tanto con lo que ellos compartieron que me dieron
unas ganas inmensas de llorar. Así grandote y viejo como
estoy, tuve que sacar el pañuelo porque no aguanté. De
pronto, me pasaron a hablar y, de verdad, conmovido y
convencido, les dije un breve mensaje que llevo muy presente: ‘Los felicito porque después de lo que oí —que es
26
Germán González Navarro
terrible— sé que ustedes están tratando de regenerarse.
No desistan, pero tampoco se apuren demasiado. Quiero
decirles que somos muchos los que aparentamos ser muy
buenos y por dentro somos lo contrario. Nuestros defectos son invisibles y los suyos, visibles. Yo sé que de aquí
va a salir un líder que nos va a dar un ejemplo mayor’. La
despedida de aquella noche fue inolvidable”.
Las lecciones que los padres brindan a sus hijos
son interminables. Incluso cuando ya no se cuenta con
su presencia física al lado, el legado espiritual jamás se
agota. Don Germán es ejemplo vivo de su madre y de su
padre. Pero fue del ingeniero don José de quien me dice
que obtuvo la enseñanza más grande: “Él siempre fue un
caballero con las damas, empezando con mi mamá. Mi
padre fue respetuoso y nos lo enseñó a nosotros desde
chiquitos por medio del ejemplo del respeto con que trataba a mi madre. Siempre fue cariñoso con ella. Le abría
la puerta del carro, le ayudaba a que pasara, se quitaba el
sombrero. Yo tengo una frase que ilustra la concepción
que los hombres debemos tener en relación a las mujeres.
Y cuando digo ‘los hombres’ me refiero a todos, sea yo o
sea el que sea. Algunos me dicen que exagero y yo les respondo que ésa es su opinión, tan libre y soberana como el
estado de Coahuila. Pero para mí, todo hombre debe ser
respetuoso con la mujer. Así se usaba en el tiempo que
yo crecí junto a mis padres y también vi que los amigos
de mi papá trataban a las mujeres con gran deferencia. La
frase es la siguiente: ‘En el camino de la vida, a los hombres que no sabemos apreciar el infinito valor de la más
pequeña partícula de una lágrima de mujer, nos falta mucho camino por recorrer’. Quiero resaltar algo que me une
a mi padre y que cómo me gustaría que quedara grabado
en la mente y corazón de todo hombre: ‘En atenciones a
la mujercita, jamás de los jamases podremos exagerar’.
27
Nuestra Gente
El día en que falleció, el 6 de noviembre de 1950, el
doctor Samuel Silva le escribió una despedida muy hermosa. Cada uno andaba con su propio proyecto. Mi papá
con el del Bosque Venustiano Carranza y el doctor con el
del asilo de ancianos que precisamente se encuentra al
lado del Bosque y que hoy lleva su nombre, Casa del Anciano Doctor Samuel Silva. Sus palabras fueron sinceras
y precisas. Describieron a mi padre con esa sensibilidad
que sólo se da entre dos personas que entienden el lenguaje del servicio amoroso a la comunidad: ‘Una pena y
un dolor para la ciudad y para la sociedad de Torreón; la
muerte repentina de uno de los laguneros más característicos, más rectilíneos, más dinámicos y más creadores,
el señor ingeniero José González Calderón. Decimos que
nuestra ciudad sufre una pena y experimenta un dolor
por la muerte de este hombre simpático, bueno y atrayente; porque uno de sus amores de su vida rectilínea fue
Torreón, donde puso su mano laboriosa con cariño y con
una vigilancia de hijo amoroso que cuida, que higieniza y
que hermosea su ciudad. Profundo duelo e inmensa tristeza ocasionó su muerte en la sociedad torreonense, su
sepelio concurrido como pocos, midió las simpatías de
que gozaba, el aprecio que se le tenía y el respeto que inspiraba su gran valor moral. Su vida laboriosa de rectitud,
su inteligencia, su franqueza, su atrayente trato dieron a
su doble apellido, González Calderón, una limpia y consistente connotación ética que sus hijos han sabido conservar y consolidar, y perpetuarán seguramente en todos
los actos de sus vidas, para honrar siempre la memoria
del que supo ser esposo, buen padre, gran ciudadano y
excelente ejemplar lagunero.
LAGUNERO, timbre de ciudadanía, de provincialismo
constructor, de regionalismo patriótico y creador, de la-
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Germán González Navarro
boriosidad y de incansable afán de prosperidad y de entrañable amor al suelo que nutre al cuerpo y al cielo que
ilumina la vida con las luces de la esperanza, del ensueño,
de la fe y de todos los ideales humanos.
LAGUNERO, ciudadano de limpio espíritu que ama a La
Laguna porque ama a México. Amor a la Patria y amor a la
Provincia es un solo amor en corazón de mexicano.
LAGUNERO, auténtico con alma y corazón de mexicano fue el ingeniero José González Calderón.
Ahorita que escribo su nombre, que respetaron todos los que lo trataron, veo en sus labios retratarse su
característico gesto de constante franqueza, de desagrado
para todo lo malo, de ironía algunas veces de condenación
para toda la falta y, en sus ojos distingo, en el recuerdo
doloroso, las luces de los conocimientos de su profesión y
los que le brindó pródiga la vida de actividad alegre.
A poco de conocerlo y tratarlo se distinguía en él,
una clara personalidad de rectitud, de hombría de bien,
de dinamismo y de voluntad siempre pronta para el servicio que se presta o se da sin interés. De amplísimo criterio, amaba la verdad y el bien. Con la humildad de su
espíritu amó al humilde campesino con el que siempre
estuvo en contacto por vocación y por amor. Las flores
que unos campesinos regaron sobre su tumba es amor de
correspondencia a su bondad.
Dios lo dotó con ese don de simpatía que atrae, que
conquista voluntades y abre brazos y corazones de amistad.
Chepo era diminutivo que encerraba en cuatro letras toda la simpatía que inspiraba, toda adhesión que se
le tenía y todo el cariño que se le profesaba.
El ingeniero José González Calderón era de los
hombres que llama Montalvo, el gran ecuatoriano, de geometría moral, en los que el espíritu es triángulo, polígono
o circunferencia de líneas purísimas que han trazado el
29
Nuestra Gente
amor a todo lo bueno, a todo lo grande y a todo lo bello.
Dentro de ese triángulo, polígono o circunferencia viven,
palpitan y accionan todos los valores éticos positivos que
son los que le dan personalidad verdadera e inequívoca
al hombre.
Una de las virtudes más grandes del señor ingeniero José González Calderón fue la perseverancia, que
suele ser, dice el autor de los Siete Tratados, una de las
virtudes más difíciles, y por lo mismo, más rara en los
hombres. Los que practican esa reconcentración de las
potencias humanas en un solo objeto durante años enteros, los que ejercitan esa tenacidad del amor sin correspondencia, sólo buscan su dicha en la voluptuosidad de
la íntima satisfacción y de los depurados placeres que
proporciona al espíritu el amor al bien que se realiza.
Esa reconcentración de sus potencias creadoras, esa
tenacidad de su amor por Torreón, las tuvo en altísimo
grado el señor ingeniero José González Calderón al convertir un extenso páramo en un útil y hermoso bosque: el
Venustiano Carranza, oasis, pulmón paraíso y encantadora belleza de Torreón.
Cada árbol de los miles y miles que forman ahora
ese bosque, orgullo de nuestra ciudad, lo sembró la mano
amorosa del ingeniero José González Calderón, o lo sembraron siempre bajo su mirada vigilante y amorosa.
El sol de muchos días y varios años tostó la piel
morena de su cara mientras no tuvieron sus hijos árboles
ramas e hijas que le dieran sombra y frescura a su cabeza
siempre erguida. Los vio nacer y crecer hora por hora y
día por día a todos esos árboles que hoy le dan a los que
los admiran y los quieren, acariciante sombra y perfumado ambiente.
Cuántas veces en las mañanas claras y frescas de
las primaveras o de los otoños idos, fuimos a platicar con
30
Germán González Navarro
él, ya cubierto el erial por las ramas verdes de sus hojas,
después de que nos habíamos reído de su ilusión escrita
en una grande tabla: Bosque Venustiano Carranza cuando
por allí no había más árboles que el de su preciosa, florida y ejemplar vida.
No volveremos a su bosque hasta que el tiempo mitigue en nuestro corazón el dolor de su repentina desaparición y nos dé el Supremo Creador el lenitivo de la
conformidad consoladora.
Su figura, su constancia, su laboriosidad y su amor
de lagunero quedaron para siempre entre las frondas de
ese bosque; en los troncos y en las ramas de los árboles
en el tallo de los arbustos, en la corola de las flores, en el
canto de los pájaros, y en el murmullo del agua que corre
por los surcos para ir a acariciar con beso de frescura las
raíces que él hizo brotar de las semillas que sembró o de
los retoños que sepultó en el seno amoroso de la tierra.
Que la pena y el dolor que sienten la ciudad y sociedad de Torreón por la muerte del señor ingeniero González Calderón no viva en silencio en el alma de la ciudad y
de cada torreonense, sino que se exteriorice en amor de
gratitud levantando a su memoria en una de las glorietas del hermoso bosque que él hizo brotar de un extenso
y feo erial, un busto de bronce o de mármol que haga
saber como Voz de Historia, a las generaciones que nos
sucedan, que esa belleza de vegetación, que ese tesoro de
verdura, de sombra, de descanso y de frescura; templo
de silencio y de poesía para la meditación, se le debe a
su esfuerzo, a su perseverancia y a su amor para nuestro
amado Torreón.
Todos los que entristecidos, enlutada el alma acompañamos su cadáver para entregarlo a nuestra madre la
tierra a cuyo seno hemos de ir; todos los que con coronas de flores cubrieron la oquedad ingrata de su tumba
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Nuestra Gente
y testificaron así su iglesia, pedimos a Dios por su alma
buena, juntemos nuestras voluntades, nuestro respeto a
su memoria, nuestro dolor y coloquemos en ese Bosque
Venustiano Carranza un busto del Lagunero y del amigo
ingeniero José González Calderón. Yo os invito amigos
de este querido Lagunero a realizar este homenaje en su
memoria. Ustedes me dirán si su dolor se pierde en el
silencio o se traduce en obra de amor y de justicia. Así,
él seguirá viviendo bajo la sombra protectora y perfumada de sus hijos los árboles que tanto amó. La brisa que
agita las hojas y los fresnos acariciará su frente hecha
blancura de mármol y blancura de recuerdo y de gratitud
patentizada, y los pájaros a la luz de las auroras y entre
la fronda que se embriaga de luz, cantarán con notas de
sentimentalidad torreonense: LAGUNERO, LAGUNERO, LAGUNERO, por ti tenemos ramas donde colgar nuestros nidos, y por ti tiene Torreón la belleza de su paseo y oasis
de meditación y de su recreo’”. (Silva, Samuel, “José González Calderón”, La Opinión, 13 de noviembre de 1950,
Torreón, Coahuila).
II. Disciplina es evolución
Un zorrillo desidioso. Con esa imagen llena de chispa y
franqueza se define don Germán como estudiante. Entre
broma y broma, me deja claro un nuevo mensaje relacionado con la autenticidad, el tesón y el respeto. “En mis
tiempos de escuela lo que más me gustaba era el béisbol.
Lo jugaba demasiado. Y a pesar de que era un deporte, si
éste llega a ser un vicio, pues ya se amuela lo demás. Y
como yo era un vicioso del beis, dejaba para después las
tareas. Tenía un hermano que desde el viernes alistaba lo
que presentaría el lunes. Pero yo, a las doce de la noche
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Germán González Navarro
del domingo, apenas estaba como zorrillo dándome prisa
y desvelándome para tener todo listo. Era desidioso. Tuvieron que pasar los años para que aprendiera que una de
las conductas más graves es precisamente ésa, la desidia.
Tengo una frase que para ponerla en un libro está medio
carambita, pero ahí le va: ‘La ociosidad es la madre de
todo desmadre’. La prueba está que en mi caso, me gradué sin honores de la escuela a pesar de que tenía con
qué conseguirlos. Lástima. Perdí esa oportunidad, pero
intenté compensar con creces”.
La primaria de don Germán le llenó de recuerdos
gratos. De 1932 a 1938 estudió en el Colegio Modelo, ubicado entre las calles Morelos y Juárez. La escuela estaba a
cargo de la maestra Elvira Vargas Sosa, originaria de San
Pedro de las Colonias, Coahuila: “Dios la tenga en su gloria
porque era muy enérgica, activa y muy inteligente. También recuerdo a la señorita Librada porque todos le teníamos miedo. Y ahora les agradezco que hayan sido así. La
primaria la cursamos juntos un grupo de compañeros: mis
hermanos José y Urbano (estábamos en el mismo año; yo
era el más chico, pero me metieron a fuerza para cursar
en el primer año); el hoy doctor Roberto Villarreal Roiz; el
notario Eduardo García Flores (†); el licenciado Carlos Canales Martínez (†); Guillermo Corral Domene (†); el doctor
Salvador de Lara Tamayo; y la señoras Estela Gutiérrez viuda de Castro; Margarita Issa de Juan Marcos y Elena Giacomán de Chávez Hita, entre otros. Luego cada quien agarró
su camino, pero convivimos los seis años de primaria”.
En el capítulo de la formación escolar, los padres de
don Germán —siguiendo una especie de canon generacional— eran figuras de incuestionable autoridad. El temor a
Dios y a los padres era parte del día a día con el que crecieron varias generaciones. Don Germán platica la parte
de historia que le corresponde y que define el duro y, a la
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Nuestra Gente
vez, amoroso comportamiento de quienes cumplían el rol
de cabezas de familia: “Teníamos instrucciones de nuestros padres de ser mejores. Nos controlaban con la mirada. Y Dios nos librara de que ellos supieran que habíamos
hecho algo mal en la escuela porque la profesora tenía
todo su permiso para castigarnos. Nos daban cintareadas
y nunca, nunca nos justificaban alguna acción equivocada
por pequeña que fuera. La maestra era la segunda madre
de uno. A mí eso me ayudó mucho”.
Cuando salí de sexto, a los doce años, me fui a la Escuela Preparatoria de La Laguna del profesor Jesús María
del Bosque. Sólo estuve un año porque éramos muchos
hermanos y veíamos que necesitábamos estudiar una carrera que asegurara nuestro ingreso. Entonces entré a la
Escuela Comercial Treviño de los hermanos Treviño, Enrique y Julián, que fue la primera escuela comercial en Torreón y de donde me gradué de Contador Privado y Taquimecanógrafo. Estoy recordando, también, que en 2006,
precisamente el 11 de agosto, cuando cumplí 80 años,
me inscribí en la secundaria abierta. Ese mismo año obtuve mi certificado. Los hermanos Treviño también eran
muy enérgicos. Teníamos que hacer un saludo militar a
don Enrique cuando entrábamos a la escuela. En el salón
era penadísimo hablar. A veces, sin preguntarnos, nada
más nos mandaban llamar para castigarnos. Siempre teníamos que decir la verdad porque si nos descubrían en
la mentira, también teníamos que enfrentar el enojo de
nuestros padres. Era como si los profesores y nuestros
papás fueran uno mismo. A mí sí me llegaron a cintarear
mis papás. Tenían un cinto grueso que en realidad era un
pedazo de la gamarra de un caballo. Todos mis hermanos
y yo le teníamos pánico a ese cinto porque pesaba mucho y, si nos portábamos mal, nos pegaban donde cayera.
Temblaba uno del miedo. Ningún ‘ay, mi hijito, pobrecito’.
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Germán González Navarro
A la hora de comer, teníamos que ponernos la corbata y
peinarnos. Si estábamos molestando o buscándole ruido
a un hermano, mi papá golpeaba tres veces la mesa con
su dedo índice y ahí se acababa todo. En una ocasión,
Dos pensamientos de don Germán inspiraron este acróstico:
“Pocos tienen el privilegio de descender de una maestra para poder declarar
el concepto ‘Madre, Maestra, Mujercita, máximo milagro’”
y “Mientras exista una mujer entregada a la enseñanza,
siempre florecerá la esperanza”.
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Nuestra Gente
ya casado, cuando estábamos comiendo en familia, comentamos entre nosotros que si alguien viera cómo nos
comportábamos en la mesa pensaría que éramos todos
muy bien portaditos. Pero la verdad es que arriba, yo tenía una cuarta de caballo. El que se portara mal, ya sabía.
Y es que no había ni hay otra manera de formarnos: nos
tienen que doler los errores. Para evitarlos, número uno,
tenemos que reconocerlos; y número dos, pagarlos. Ahora se echan los propios errores a los otros, a los demás.
Pero si los pagáramos, veríamos que rápido aprendíamos
y cómo se nos quitaban las conductas equivocadas. Es
dura la disciplina, lo sé, pero a todo se acostumbra uno.
La falta de educación es el mayor problema del mundo.
Muchos que apapachaban a los hijos y les pasaban las
travesuras fue porque ellos o fueron peores de jóvenes
o porque son ‘pasalones’. Les aconsejan a sus hijos que
no se dejen, pero no los motivan a hablar con claridad,
con hombría y de frente. Para no ir tan lejos, yo oí a un
sacerdote en misa que dijo: ‘Al niño se le tiene que hablar
a la primera, a la segunda, a la tercera y si no, ¡a la cuarta!
(refiriéndose a la cuarta de caballo)’. A un papá le duele
pegarle al hijo, pero más le duele andar batallando con él.
Luego, con el paso del tiempo, agradecemos el rigor con
que nos enseñaron a ir por la vida”.
III. Trabajo detrás del trabajo
La disciplina con que fue formado don Germán pulió su
sentido de la administración. Casi al terminar sus estudios comerciales, aquel zorrillo desidioso se había transformado en un sabueso trabajador, sagaz y constante.
Así me contó su historia llena de contrastes y fragmentos
que muestran las increíbles vueltas que da la vida. Quién
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Germán González Navarro
tuviera la fe de don Germán para no claudicar ante las
dificultades. Quién pudiera entregarse con su convicción.
“Al profesor Enrique Treviño le hablaron de la empresa
Minneapolis de Torreón, vendedora de maquinaria agrícola, para solicitarle un muchacho que quisiera trabajar
como ayudante de contador. Él me mandó llamar para
comentarme la propuesta y para darme su recomendación. Acepté de inmediato y corrí con suerte porque me
contrataron al instante. Mi primera paga fue de tres pesos diarios, es decir, de noventa pesos al mes. Me sentí tan contento. Aún conservo esos primeros recibos de
pago. Mi primer pensamiento fue optimista: ‘¡Ya la hice!
Ahorrando y trabajando voy a conseguir mi pie para iniciarme y con la gracia de Dios voy a ahorrar lo más que
pueda. Era el año de 1944”.
Al año siguiente, don Germán renuncia a Minneapolis de Torreón y con su ahorro, adquirió el permiso, una
especie de franquicia, para contar con una muy modesta
Tienda Popular, la número 29, en Torreón. Esta actividad
laboral la desarrolló por un periodo de dos años, de 1945
a 1947.
Don Germán continuó aprendiendo de sus experiencias en el mundo de la pequeña y mediana empresas.
La quiso aprovechar al cien porque él deseaba seguir creciendo. Sus horizontes de trabajo eran aún más amplios
y sus miras estaban puestas en lo futuro: “Un día me di
un consejo: ‘si esta zona fuera un puerto, pues yo buscaría trabajo de lo que fuera, pero dentro del transporte
marítimo; si esta zona fuera minera, entraría a las minas
sin pensarlo; pero como Torreón es algodonero, necesito
buscar los negocios de compra-venta de algodón en las
compañías dedicadas al algodón’. Con este pensamiento
como bandera, me colé a donde quería. En cuanto salía de
mi trabajo me iba a las empresas algodoneras a pedir una
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Nuestra Gente
oportunidad. Había más de diez compañías de distintas
nacionalidades —inglesas, americanas, holandesas— y
alguna que otra mexicana. Un buen día, llegó la oferta.
En 1948, en una de mis tantas visitas a la Algodonera
Figueroa S.A. me dijeron: ‘Oiga, usted es el que viene a
pedir trabajo casi a diario, ¿verdad? Véngase ya porque lo
vamos a entrevistar’”. Don Germán me narra cómo consiguió ese trabajo que, sin saberlo, sería parteaguas no sólo
en su ejercicio laboral, sino en la historia del algodón en
La Laguna y en el resto de México.
“Usted se va a ir a la colonia Compresora. Allá trabajará en unos patios (donde ahora está ubicada la Unidad
Deportiva Compresora). Se reportará con el señor Aurelio
Rangel Guevara. No se le olvide ir de mezclilla”. Fueron
éstas las primeras indicaciones que recibió don Germán
para arrancar en su nuevo trabajo y que, por cierto, esa
noche le provocaron un emocionante insomnio. Estaba a
punto de comenzar a trabajar en lo que se había propuesto. El primer paso estaba dado de una manera firme. Dice
don Germán con esa sabiduría suya que tanto alecciona:
“Le pedí a Dios que me iluminara sobre la actitud que
debía reflejar en mi nuevo trabajo. Y me dije: ‘No tiene
por qué irme mal. Tengo buena letra y para los números,
pues no se diga, soy chuchillo. Si me van a poner a pesar
algodón, yo sí sé hacerlo porque en el establo pesaba la
alfalfa para las vacas’. En ese momento, Dios comenzó
a orientarme y me llegó una idea sobre cómo debía ser
mi actitud en el trabajo: ‘Lo primero que me digan que
haga lo voy a hacer lo más rápido y limpio que pueda. Y
cuando acabe, voy a ir con mi jefe de inmediato a decirle
‘ya terminé’. Y el subconsciente —que es buen amigo o
enemigo, según lo trate uno— más la guía de Dios, ya me
había consignado tres palabras que muchas veces no se le
ocurren a uno cuando está en la chamba y que de verdad
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Germán González Navarro
marcan toda la diferencia. Esas tres maravillosas palabras
eran: “Qué más hago”. Se acabó: ésa era la clave. Y estoy
seguro que así fue porque, a pesar de que mi jefe me traía
como perro, yo siempre le respondía: ‘Ya terminé. Qué
más hago’. Esas palabras movieron montañas. Y no es que
estuviera inventando algo o que mis frases fueran una novedad En realidad, como dice otro sabio enunciado: ‘Todo
lo dicho, dicho está. Sólo falta ponerlo en práctica’”.
Cuenta don Germán que su disposición a servir en
el trabajo —el ser acomedido— no por todos era visto de
forma adecuada: “Mis propios amigos me decían que se
les hacía raro que yo fuera tan trabajador. Más bien pensaban que era un barbero. Y yo les respondía: ‘Soy más
comodín que todos ustedes juntos, pero la única forma
de disfrutar en el futuro, cuando ya no pueda trabajar
en realidad, es chambear duro ahorita, de joven, tallándome el lomo’. En esa empresa trabajaban un gerente y
un subgerente alemán. Eran medio duritos, severos. Un
día, el subgerente fue a la Compresora y me dijo: ‘Oiga
Germán, ¿no quiere irse a trabajar a la oficina?’. Yo acepté
corriendo. Pensé que ya había dado otro paso más, que
iba subiendo en mi carrera, sin importar que fuera con
el mismo sueldo. Sabía que tenía que medio empezar a
aprender los aspectos específicos de esa oficina contable.
”Para mi buena suerte, al pasar el tiempo, la vida me
dio una nueva oportunidad. Estando en la oficina, vi que
el gerente se hacía bolas con los estados de cuenta personales. Le dije: ‘¿No quiere que le ayude a conciliarlos?’
Al principio dudó, pero estaba tan desesperado que supongo no le quedó más remedio. Le eché la mano y creo
que no lo hice tan mal porque desde ahí se fijó más en
mi trabajo. Poco a poco fue confiando en mi desempeño
hasta que llegó el momento en que era yo quien le llevaba
la chequera y hasta me autorizó la firma”.
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Nuestra Gente
La administración del tiempo fue otra de las características llamativas en la vida laboral de don Germán.
Una muestra más de la herencia familiar. Ésa que cómo
él mismo cuenta, duele, pero cómo se agradece después.
“No uso reloj ni cargo con la cartera. Como me encanta
caminar, no vaya a ser que en una de ésas me los quiten.
Además, en el caso del reloj, me acostumbré a no usarlo
porque cuando ‘yo estoy haciendo lo que estoy haciendo,
no tengo prisa de estar haciéndolo’. El hambre es la que a
veces me dice ‘Germán, ya es hora de que te vayas’, pero
no le pongo mucha atención. Recuerdo que, años atrás,
llegaron a haber días en mi trabajo en los que me decía
la secretaria: ‘Hasta mañana, señor González’, y yo le respondía: ‘No. Hasta la tarde’; y ella me contestaba: ‘No,
señor González, ¡si ya es la tarde!’.
”Una de esas tantas ocasiones en las que llegué a
perder la noción del tiempo por estar trabajando, mi jefe
solicitó un reporte a un equipo de compañeros. Como se
cruzaba el fin de semana, ellos no quisieron realizarlo,
pero yo sí me apunté para elaborarlo. Me quedé en la oficina desde el sábado en la tarde y terminé de trabajar el
lunes en la mañana sin comer y sin dormir. Como nuestro jefe en México había dicho que el lunes quería temprano el reporte, no había otra manera de presentárselo.
Ya el lunes por la mañana, el mozo le contó a mi jefe
de Torreón, el señor Oelmayer, que yo no me había ido
en todo el fin de semana. El señor Oelmayer me llamó
para pedirme cuentas y yo le contesté que sí, pero que
mientras me presentaba en su oficina, él podía revisar
la copia de mi trabajo que estaba en su escritorio. ‘¿Y el
original dónde está?’, me preguntó el jefe. ‘Ya lo puse en
el avión que sale a México a las seis de la mañana. Aquí
tengo el talón’. Este tipo de actitud fue la que me ayudó
a avanzar”.
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Germán González Navarro
La actitud luchadora y la disposición a cooperar de
don Germán rindieron frutos a los cinco años de haber
iniciado su labor en la Algodonera Figueroa S.A. La empresa cambió de razón social —se convirtió en la Algodonera
Mexicana Comercial S.A.— y también procedieron cambios importantes en el organigrama. “Todos teníamos la
expectativa de saber quiénes se iban a quedar o quiénes
iban a ser despedidos. En eso estábamos cuando llegó una
carta de México nombrándome el gerente de la empresa.
Es decir, me seleccionaron pese a que al gerente y subgerente ya tenían tiempo trabajando en la algodonera. A mí
me daba pena con ellos, pero acepté el reto. No olvido que
mi primera decisión como gerente fue eliminar el puesto
de subgerente. Yo asumí los dos responsabilidades”.
En 1948, don Germán entró a trabajar en la algodonera con el salario mínimo, 6.66 pesos diarios; y para
1953, sólo cinco años después, don Germán había llegado
al puesto más alto. Al frente de ese negocio, ciento por
ciento lagunero, batió el récord nacional en compras de
pacas. Fueron compradas 291 mil 960 pacas, lo que, según
calcula don Germán, “nadie va a volver a hacer jamás”.
La manera en que se realizó la compra histórica de
pacas es de lo más llamativa. Don Germán le da el toque
especial al narrarlo, pero también, en aquel entonces, se
atrevió a romper paradigmas: “Yo decidí que compráramos toda la cosecha del Banco Ejidal. Y después pensé que
nos faltaba comprar las pacas del Banco Agrícola. Entonces
hice mi plan y me encomendé a Dios. Le dije a la secretaria:
‘Ahorita vengo, señorita’. Como ves, adrede me imponía
cosas raras, como de loquito; me fui a pie a negociar la otra
compra de pacas que nos faltaba. Crucé las vías a pata y
me fui pensando y pensando. Llegué al Mercado Juárez,
a la parada de los autobuses que salen a Lerdo. Por fin
entré al banco y fui a buscar al gerente: ‘Vengo a comprar
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Nuestra Gente
Una de las 291 mil 960 pacas de algodón compradas durante
la cosecha 1974-1975 de la Algodonera Comercial Mexicana, S.A.
la cosecha completa’, le comenté. Aunque quiso ocultar su
cara de sorpresa, me di cuenta que lo saqué de balance. Me
dijo: “Permítame citar a los ejecutores y al comité de ventas, don Germán’. Por cierto, desde los 18 años me dicen
‘don Germán’ porque era serio. Incluso me acuerdo que
había un señor que llevaba a su hijo a mi oficina para que
me viera ‘lo serio’ y aprendiera. En fin. Volviendo a lo de la
compra de pacas, yo veía que discutían los consejeros en
la oficina de juntas y, por dentro pensaba ‘ahorita me los
echo’. Cuando por fin salieron, les pedí que me dieran su
último precio. ‘El último precio, por favor, señores, y no se
vayan grandes porque hasta ahí voy a llegar. Sólo díganme
la cifra y yo les digo si sí o si no. Y ándale que se llevó a
cabo el negocio. Cuando terminé la compra de miles de pacas por una cantidad muy importante de dinero, tomé mi
carpetita de cartón con el contrato firmado y me encaminé
a la salida. En eso, el ingeniero que me atendió me dijo: ‘Lo
acompaño a su coche, don Germán’. ¡Y vaya cara la que me
42
Germán González Navarro
puso otra vez cuando le dije que andaba a pie! Me justifiqué diciéndole que para llegar un poco más rápido a mi
oficina, tomaría el camión Torreón-Gómez-Lerdo y pues
ésa era verdad. Conclusión: salen sobrando los lujos”.
Don Germán González, una meteórica carrera profesional
en la empresa del algodón.
43
Nuestra Gente
IV. Amor de la vida
Algo me decía que no podía dejar de rastrear la parte de
la vida de don Germán en la que se enamora. Si su llegada al mundo empresarial estuvo llena de enseñanzas,
seguramente el encuentro con quien sería su compañera
para toda la vida, complementaría las lecciones. En una
entrevista concedida por don Germán González comentó que “su afán por estudiar y superarse, le proporciona
no sólo valiosas habilidades, sino también la oportunidad
de conocer al amor de su vida: al inscribirse en el Colegio Americano para aprender inglés, conoce a Consuelo
Duarte Alatorre, de quien se enamora instantáneamente.
(La) pareja vive feliz con sus hijos Germán Luis, Gerardo,
Gabriela Esther, Georgina Magdalena, Gustavo Alfonso,
Gilberto y Guillermo Eduardo y sus nietos” (Cabral, Valeria, op. cit.).
Los años de matrimonio de doña Chelito y don Germán —que en este 2010 suman 53— se pueden explicar
por una convicción que guiaba a don Germán: “Yo jamás
le voy a decir a una mujercita que si quiere ser mi novia si
no me voy a casar con ella”. Y cumplió su palabra el 2 de
abril de 1957 después de un año de noviazgo con Chelito.
Como fue mencionado capítulos atrás, el padre de
don Germán le enseñó a respetar profundamente a la mujer. Pero en el caso de doña Chelito, el legado paterno floreció de la manera más enternecedora. La devoción con
que don Germán cuenta varias anécdotas vividas al lado
de su esposa es de un romanticismo de ensueño. Como
de cuento.
“¿Cuál cree que es para mí la música más hermosa?
Mi música preferida me sirve para el insomnio. Y esa música —mi música— es la de los murmullos de la respiración
de mi esposa mientras duerme. Le pongo la mano en la ca-
44
Germán González Navarro
beza y comienzo a recordar todos los pañales que tuvo que
cambiar; las ilusiones que se hizo conmigo y que yo tantas
veces no correspondí; todo el cariño con el que siempre me
trató; los platos que lavó; las veces en que se puso bonita
y que la tuve que posponer por culpa de la chamba. No
tengo grabadora portátil, pero me voy a comprar una para
grabar su respiración y traerla siempre conmigo”.
Me cuenta don Germán una historia crucial en su
vida. En ella, doña Chelito es la protagonista: “En una Navidad estaba tan ocupado trabajando que el calendario
me tomó por sorpresa. Llegó el 24 y no tenía listo el regalo para mi esposa. ‘¿Qué te compro?’, le pregunté. Y
ella le dijo: ‘Primero pregúntale a los que les debemos
qué me puedes regalar; no me preguntes a mí’”. Don Germán le respondió que sus deudas estaban controladas y
que a nadie debía nada. Entonces, doña Chelito le dijo:
“¿Seguro que quieres que te diga lo que quiero de regalo
de Navidad?”. “Sí, claro. Lo que tú me digas”, respondió
su esposo. Era la hora de comer de aquel 24 de diciembre de 1988. Estaban usando platos desechables. Doña
Chelito le trajo un plato limpio tapado con una servilleta
y le dijo: “Préstame tu pluma para que firmes que sí me
Chelito y Germán, una misma carrera.
45
Nuestra Gente
vas a dar este regalo tan especial”. Al destapar el plato,
el mensaje decía así: “Te quiero a ti. Ya no trabajes”. Don
Germán presentó su renuncia en México argumentando
estar cansado. En respuesta recibió una carta del dueño
de la algodonera donde le pedía que no se fuera y le daba
un periodo largo de vacaciones junto con dos boletos
para viajar por Europa. Sin embargo, como él mismo dice,
“todo tiene un límite en la vida” y don Germán concluyó
un periodo de incansable labor en la Algodonera Comercial Mexicana S.A.
Don Germán corre a su recámara para traerme algo
que dice me va a sorprender. Y vaya que tuvo razón. Llegó
con un frasco de cristal en forma cilíndrica con quizá cien
o doscientos sobrecitos de colores y del tamaño de una
uña. Es difícil de creer esto, pero al verlos en mi mano seguí preguntándome de dónde se nutre el proceder amoroso de un hombre como don Germán. Todos los pequeñititos sobres contenían, a su vez, una carta diminuta, ambos
elaborados a mano por don Germán. Cada uno contiene
un mensaje de amor diferente para doña Chelito. Don
Germán cuenta la historia romántica, emocionado: “Durante muchas noches esperaba a que ella se durmiera
para dejarle el sobrecito al lado de su almohada. Cuando
yo llegaba del trabajo y, aunque estuviera cansadísimo,
prácticamente muerto de las friegas, me las ingeniaba
para prepararle a Chelito estas muestras de amor que nacían de mi corazón”. Qué manera la de don Germán de
cultivar memorias en el corazón. Son precisamente ésas
las que dan sentido y potencia a la vida.
V. El abc de don Germán
La fe que por años ha guiado el camino de don Germán
lo llevó a escribir un texto titulado “Abecedario para apli-
46
Germán González Navarro
carlo al rosario”. Él lo usa como un recordatorio de los
principios morales y nos invita a que, al menos, recordemos uno de estos principios que él enlista porque “si
conociéndolos, no los llevamos a la práctica, menos si no
los conocemos. Toda la filosofía radica en saber aplicar,
simplemente, el ‘sí’ o el ‘no’. Por eso reitero la importancia de la educación”.
Abecedario para aplicarlo al rosario
Germán González Navarro
“Jesús mío y Dios mío, en compañía de nuestro Pontífice,
concédenos que vayamos por el camino de la…
A: abnegación, acción, actitud, actividad, agradecimiento, ahorro, alegría, altruismo, amabilidad, amistad, amor,
ánimo, apostolado, aptitud, armonía, arte, arrepentimiento, austeridad.
B: beatitud, belleza, bendición, benevolencia, bien, bienaventuranza, bienestar, bondad.
C: calidad, capacidad, carácter, caridad, castidad, civismo,
colaboración, compasión, compromiso, comunión, concentración, conciencia, concordia, confesión, confianza,
constancia, consuelo, creatividad, criterio, cultura.
D: deber, dedicación, delicadeza, deporte, devoción, dignidad, disciplina, discreción, dulzura.
E: edificación, educación, eficiencia, ejemplo, energía, entrega, entusiasmo, equidad, esfuerzo, esperanza, espíritu, estudio, ética, éxito.
F: fe, felicidad, fidelidad, filantropía, fortaleza.
G: generosidad, gentileza, gracia, gratitud.
H: habilidad, honestidad, honradez, humildad.
I: iglesia, ilusión, imaginación, independencia, ingenio, innovación, inspiración, integridad, inteligencia.
J: juicio, justicia.
47
Nuestra Gente
K: Kempis y sus enseñanzas.
L: laboriosidad, libertad, limpieza, luz.
M: meditación, misericordia, moderación, modestia,
motivación.
N: naturaleza, necesidad, nobleza, nostalgia.
O: obediencia, obligación, oportunidad, optimismo, oración, orden, organización.
P: paciencia, pasión, patriotismo, paz, penitencia, pensamiento, perdón, perseverancia, piedad, plenitud, prestigio, productividad, prudencia, pulcritud, puntualidad,
pureza.
Q: querer.
R: razón, realidad, relaciones, religión, respeto, responsabilidad, rosario.
S: sabiduría, sacrificio, salud, salvación, sanidad, santidad,
seguridad, sensatez, sensibilidad, serenidad, servicio, silencio, sinceridad, solidaridad, sonrisa, superación.
T: talento, temple, tenacidad, ternura, tiempo, tolerancia,
trabajo.
U: unidad, urbanidad.
V: valor, verdad, vida, virtud, visión, vitalidad, voluntad.
Y: y para terminar, radiantes de amor, bendecir a Dios
por ser ‘el camino, la verdad y la vida’ y pedirle su eterna
bendición para la ‘Mujercita, máximo milagro’”.
VI. Mujercita, máximo milagro
Cómo no azorarse con don Germán González Navarro si
el concepto que tiene de la mujer es otra de sus excepciones a lo común y corriente en nuestros días. Cuando
él compartió conmigo su concepción de género, pasé del
asombro al agradecimiento porque su actitud sí que es
maravilloso milagro: “Le doy infinitamente las gracias a
48
Germán González Navarro
Dios por la sensibilidad que me dio para ayudarlas a ustedes, las mujercitas. Todos los ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer, les pongo un anuncito en el periódico
pidiendo que Dios las bendiga eternamente”. Don Germán publicó una serie de pensamientos titulados Mujercita, máximo milagro. La edición es tan sencilla y auténtica como los sentimientos que ahí manifiesta don Germán.
“Yo hago los libros. Lo realicé en mis tiempos en la algodonera. Como era una bestia para trabajar, lograba llegar
a las diferentes metas que me imponía. Y es que, como
he dicho ya, hay que entrenar tanto para trabajar como
para amar. Cualquiera que sea la actividad a la que nos
dediquemos, hay que buscar la manera de enamorarnos
de ella. Y ya de ahí se puede ir brincando hacia mejores
horizontes. Yo creo que eso me pasó cuando tuve la idea
de dejar por escrito algo bello para las mujercitas. Yo le
pedí a Dios que me mandara un concepto para poder titular mi libro. Le preguntaba qué son estas bellas creaturas.
Llegué a anotar sesenta conceptos para definir a la mujercita, pero no quedaba del todo convencido. Hasta que un
buen día, así nada más, como una aparición, me llegaron
tres palabras. Yo quería algo corto, único. Que nadie, ni
Agustín Lara, quien fue un fregón para escribir a la mujer,
lo hubiera dicho. Escuché que me soplan desde arriba las
tres palabras tan buscadas. ‘¡Dios bendito! ¡Jesús, María
y José!’, pensé. Corrí con uno de mis hijos que es joyero.
Rápidamente, le mandé hacer a Chelito una medalla con
esas palabras que Dios me regaló: Mujercita, máximo milagro. Mi hijo me dijo que le imprimiera mil libros para
repartirlos entre sus clientas como cortesía. Y los mil se
acabaron. Fíjese de nuevo en el título: Mujercita, máximo
milagro. Las tres con ‘M’”.
Fue en 1991 cuando don Germán publicó este texto.
En la parte correspondiente al “Pórtico” dice lo siguiente:
49
Nuestra Gente
“No importa el autor… importas tú como lector, pero más
aún como actor” (p.3). En la página siguiente menciona:
“Dedico estos pensamientos a mi esposa, a su madrecita,
a la mía, a mis hijas, hermana y a todas y cada una de las
mujercitas”. Y en la página del lado aparece un espacio
para que don Germán escriba el nombre de la mujer a
quien regalará su libro y, en la parte inferior, esta frase:
“Mujercita, máximo milagro. ¡Eso eres tú!”. A continuación, aparecen sus pensamientos:
Monumento
El mundo con su movimiento
y todo astro que gravita:
son parte del monumento
que merece la mujercita.
Sin medidas
el amor nunca lo midas
pues jamás se debe acabar.
Si Dios da lo que pidas
no te limites al dar.
Infinitas
las virtudes de las mujercitas
no tienen medida; son infinitas.
El hombre les da dimensión
de acuerdo a su educación.
Sin espinas
son las mujercitas tan nobles y finas
que hasta los cactos ven sin espinas.
50
Germán González Navarro
Cuando nace una nenita
el cielo está de fiesta
cuando nace una nenita.
En ella Dios manifiesta
que su bondad es infinita.
Infinita gracia
toda mujercita encierra
infinita gracia en su ser.
Lo importante en esta tierra,
como hombre, es saberla merecer.
Bendición de Dios
cuando en tu carrera estés cansada
y te angustie pensar en el fracaso,
invítame a seguirte, hijita amada,
que yo te llevaré del brazo.
Si corres siempre a mi lado
tu esfuerzo será una oración,
lograrás el triunfo anhelado
y en la meta te daré mi bendición.
Tierna lágrima
podemos vencer la tormenta o el mar,
pero una tierna lágrima de la mujercita
a todos los hombres nos debe ahogar.
Mujercita, máximo milagro
por este concepto debemos pugnar
si pretendemos el mundo cambiar.
El libro cierra con el siguiente mensaje: “Mujercita, máximo milagro es un concepto que debemos sentir y vivir to-
51
Nuestra Gente
dos los hombres para reconocer y admirar tus virtudes y,
llenos de ternura, generar amor y compartirlo como nos
corresponde por ser fruto del máximo milagro” (p. 30).
Cuenta don Germán emocionado: “Para mí, lo más
sagrado que existe, lo único, es la mujercita. Mi esposa,
mis hijas, mis conocidas son lo máximo. Cuando llevé la
antorcha olímpica me dijo la persona que iba en representación de Coahuila qué significaba para mí ese evento
o a quién lo dedicaba. Y yo le dije que a Dios para que
bendijera a las mujercitas. Y él me dijo que le iba a quitar
eso de…‘las mujercitas’. Ni modo, le tuve que responder:
‘¿Por qué, oiga? ¿Qué está peleado con su esposa o qué
le pasa? Es más, si me dice que no corra porque también
llevo esta flor para mi esposa, pues aviento la antorcha.
Desde la primera carrera que hice, le llevo a mi esposa
una flor’. Eso le dije también a los altos directivos. Estaba
Don Germán González, seleccionado nacional
para llevar la antorcha olímpica.
52
Germán González Navarro
un poco molesto. Y uno de ellos tuvo el valor de tomar
la palabra y dar su opinión: “Miren nada más qué bonito
detalle. Don Germán, por favor lleve la flor más grande
para su esposa. No hay problema’. Pero debo decir que si
todos me hubieran dicho que no corriera con la flor para
Chelito, yo a chaleco la hubiera llevado”.
Don Germán nos da un consejo a todas las mujercitas: “En la noche, cuando ustedes se acuesten, hagan de
cuenta que se mueren. Y al día siguiente, cuando despierten, sientan que reviven. Lo primerito que tienen que hacer
es decir ‘bendito sea Dios’. Luego, cuando entren al baño,
véanse al espejo, estén como estén, y digan con toda firmeza: ‘Hoy nació una reina y ésa soy yo’ porque la verdad
es que todas las mujercitas son unas verdaderas reinas”.
VII. La fórmula
“Antes de hablar del dinero debo aclarar que la felicidad
no está ahí, en el dinero, sino dentro de nosotros mismos. En esta vida, salvo el amor, todo se compra y todo
se vende. Por ello, independientemente del trabajo que se
tenga, siempre hay que pensar qué más hacer. Ese extra
es lo que puede brindar riqueza. Por lo general, el latino
constantemente piensa en cómo trabajar menos y cómo
gastar más. El extranjero está pensando en trabajar y ahorrar y es ahí donde está el éxito”.
Luego de que don Germán me escuchó dos o tres
lamentos relacionados con la estrechez económica, no
duda en sonreírme y darme su consejo dorado: “Reina,
no se angustie. Yo tengo una fórmula para hacer dinero.
Según yo, lo más sencillo en esta vida es hacer honestamente dinero porque es cuestión de encomendarse a Dios
y trabajar. Mi fórmula se llama ‘El valor del tiempo’ y su
53
Nuestra Gente
lema dice: ‘Dios mediante, trabajo, ahorro y superación
constante’. Se acabó. Ahí está el secreto”.
Cuando don Germán estaba en el negocio del algodón, trabajó con ejidatarios y campesinos. A muchos
les dio la fórmula porque siempre se quejaban de que
el banco ejidal no les daba una remuneración suficiente.
“Siempre iba a visitarme un campesino de Concordia. Su
intención era que yo le diera tres pesos para el pasaje.
‘Ando muy amoldado’, me decía. ‘El banco ejidal no nos
da dinero. Nos tiene a mal vivir’. Un día pensé en hacerle
una jugada constructiva. Me lo encontré en la calle y le
hablé. En cuanto me vio, puso su cara de tres pesos. Pero
me puse listo, creo que fui más vivo que él, y le dije: ‘Oye,
te voy a hacer una pregunta. Te doy cinco pesos si la contestas. Si dices no como respuesta, y si dices sí también te
ganas los cinco pesos, pero nada más no me la contestes
a la primera, sino a la segunda. Tú te tienes que esperar a
que te diga ya. Comencemos: ¿hay alguna ley o un decreto que te obligue a ser ejidatario a fuerza? Voy otra vez:
¿hay alguna ley o decreto que te obligue a ser ejidatario
a fuerza? No, ¿verdad? No hay tal ley. Entonces, ¿para
qué estás de ejidatario si sufres tanto?”. El campesino de
Concordia le contó después a don Germán que se fue en
el camión pensando: ‘Es cierto. De verdad que para qué
estoy de ejidatario si no hay ley que me obligue y no estoy
ganando lo que quiero’”. Cuenta don Germán que llegó el
campesino a su casa y le dijo a su hijo: “Te voy a pasar los
derechos de la parcela”, pero el hijo no quiso. “Entonces
dásela a tu primo”, le replicó el campesino y fue cuando
el hijo cambió de opinión. “Bueno, mejor sí la quiero”, le
comentó. Y el ejidatario decidió dejar su tierra para radicar en Torreón, en una colonia que se llama Bocanegra
con una hermana. Él se puso a hacer taquitos en la noche.
Y cuál fue la sorpresa que al rato ya tenía capital, lo que
54
Germán González Navarro
nunca hizo cuando fue ejidatario. Una vez que se hizo de
ese dinerito, le pasé la fórmula”.
Para aplicar la fórmula para multiplicar el capital,
“El valor del tiempo”, don Germán señala la regla principal: “Si no pone uno de por medio a Dios, independientemente de la religión que sea, no las levanta. Tiene que
existir en nosotros fe en algo. A nuestra fe la tiene que
mover alguien Supremo porque uno solo no puede hacer
nada”. Luego complementa: “Manufactura, servicios, ventas o cualquiera que sea su profesión, siempre tiene que
ahorrar”. La mamá de don Germán, doña Esther, le dio
una asesoría valiosa que también dio pie, años después,
para la fórmula: “Veamos. Uno gana su salario y tenemos
que decirnos, ‘voy a pagar aquí esto y el otro por allá’,
pero no podemos olvidar preguntarnos si ya nos pagamos
a nosotros mismos. Nosotros somos los principales actores del ahorro porque, si lo pensamos bien, en realidad
somos esclavos de quienes nos brindan un servicio o nos
venden productos. ¡Hasta de la manicurista somos esclavos! Pagarnos significa saber ahorrar para también gastar
en nosotros con cautela. A los limosneros les he tratado
de inculcar algo de la cultura del ahorro y los principios
de mi fórmula. A uno le dije: ‘Si te levantas dos horas más
temprano de lo habitual, puedes llegar a dos misas en lugar de sólo a una. No es necesario que entres a la iglesia;
con que sólo te encomiendes a Dios, ya la hiciste. Entonces, si lo que usted gana en la primera misa lo ahorra,
después puede comprar algo, venderlo e ir doblando su
capital. Muchos pepenadores de Monterrey que levantaban deshecho de fierro ahora son millonarios. Inténtelo y
verá. Anímese. De nuevo: ‘Nunca es tarde para lo bueno’”.
Don Germán explica con detenimiento la aplicación de la fórmula “El valor del tiempo”: “Bendito sea
55
Nuestra Gente
Dios, puesto que nuestro querido México es una nación
dotada de increíbles recursos naturales que podemos
aprovechar en la medida que aumente el índice de educación. Por tanto, la mejor inversión es la educación. Al
referirnos al plan económico, debemos tener presente
el siguiente concepto: ‘Dios mediante, trabajo, ahorro
y superación constante’. Y una vez dicho esto, entonces recordar que si lo que uno no quiere, otro lo desea,
entonces debemos ingeniarnos para buscar y encontrar
una actividad extra sin desatender nuestro trabajo principal para poner en práctica la compra-venta. Antes de
hablar de dinero debemos de aclarar otra vez: la felicidad nunca la encontraremos en el dinero. Por lo general,
perdemos mucho tiempo valioso en comentar temas sin
importancia. Los norteamericanos dicen Time is money
(El tiempo es dinero), pero la verdad es que ‘El tiempo es
vida y la vida no tiene precio’. Muchos pensarán a qué
pueden dedicarse, pero como todo se compra y se vende,
hay que practicar para eso. Como les he dicho, para todo
se debe practicar. El atleta practica, igual que el doctor y
sólo así se logra vencer. Pasando al plan de la inversión
y suponiendo que vamos a iniciar con mil pesos a los
cuales vamos a ganarles el 20% en cada operación y que
sólo vamos a realizar cinco operaciones al año, en esas
cinco operaciones se obtendría el 100%, es decir, se doblaría la cantidad, tal y como aparece en la tabla incluida
a continuación, pero si aprovechamos los intereses de
cada una de las operaciones, nos resultarían cantidades
aún mayores. He aquí por qué los financieros pelean las
fracciones del tipo de interés. ¡Increíble ejemplo! Si un
peso lo pusiéramos al interés del 20% anual a cien años,
nos daría $82, 817, 974.52 y si fuera el 21%, nos daría
$189, 905, 276.42. Es decir, el 1% extra significa más del
56
Germán González Navarro
doble que el propio 20%. De aquí que cada quien saque
sus propias conclusiones”.
SUMA
CONSIDERANDO
INTERESES DE LOS
INTERESES
AÑOS
SUMA
SIN CONSIDERAR
INTERESES DE LOS
INTERESES
1
$2,000.00
$2,488.32
2
$4,000.00
$6,191.74
3
$8,000.00
$15,407.02
4
$16,000.00
$38,337.60
5
$32,000.00
$95,396.21
6
$64,000.00
$237,376.62
7
$128,000.00
$590,668.22
8
$256,000.00
$1,469,771.56
9
$512,000.00
$3,657,261.98
10
$1,024,000.00
$9,100,438.15
A todas las personas que desean un mayor ingreso económico, pero que se declaran incompetentes para
obtenerlo, don Germán les tiene un mensaje más: “Todo
lo que sobra, estorba. Si, por ejemplo, usted toma la ropita que le sobra, puede hacer comercio. Todos tenemos
que aprender a ser comerciantes en esta vida. El principal enemigo a vencer es nuestro propio ser. Si no vence
uno sus miedos, cómo queremos vencer a otros. Yo le
he dado mi fórmula a muchísimas personas. Me cuesta
ochenta centavos el protector y otros cuarenta, la copia.
Por $1.20, ¡imagínese el servicio que puedo hacer! Todo
se puede hacer al pasito. Sin comer ansias. El trabajo de
México y del mundo es el ahorro”.
57
Nuestra Gente
Generosa lavandera tiene cita con el Presidente
de EU en Washington
(Reuter) Durante la mayor parte de sus 87 años,
Oseola McCarty ha llevado una vida tranquila lavando ropa ajena en el sur de Estados Unidos, pero el
sábado por la noche tenía una cita con el Presidente
Bill Clinton.
La señora McCarty se dio a conocer cuando
donó los ahorros de toda su vida, $150, 000 dlls., a
la Universidad del Sur de Mississippi para conceder
becas a estudiantes negros.
Se trata del dinero que obtuvo lavando ropa en
su localidad natal de Hattiesburg, Mississippi, donde
está situada la universidad.
Clinton se enteró por la prensa del obsequio de
la señora McCarty y les dijo a sus asistentes que le
gustaría tenerla de invitada en su cena del sábado
con el grupo de congresistas negros.
Temerosa de volar, la señora McCarty tomó
un tren y viajó durante 24 horas, acompañada de
su prima, de Mississippi a Washington para ver
al presidente.
Se esperaba que recibieran tratamiento de honor y que verían a Clinton en el despacho presidencial, donde el mandatario le concedería la medalla
presidencial de ciudadanos que se otorga a quienes realizan sus servicios ejemplares. Después de
eso, se trasladarían con Clinton hasta el lugar de la
cena” (El Siglo de Torreón, domingo 24 de septiembre de 1995, p. 5-F).
Noticia sobre Oseola McCarty, ejemplo de ahorro y amor al prójimo.
58
Germán González Navarro
Afuera de la biblioteca de la Universidad Autónoma de La Laguna,
Don Germán, su esposa Consuelo y su hija Georgina Magdalena,
develan la placa de agradecimiento a Oseola McCarty
en un Día del Amor y la Amistad.
“En el primer banco capitalizador que hubo, por allá
de 1946, yo ahorraba $3.85 al mes. Luego de cinco años,
cuando acabé de ahorrar tenía $500.00. Eran 50 pesos al
año. Y después me fui por un ahorro de $5 mil y ¡bolas! Así
fui incrementando mi capital. Todos tenemos la capacidad
de realizar estas operaciones, pero un aspecto muy importante es, como primer paso, liquidar honestamente y sin
59
Nuestra Gente
ningún dolor los impuestos al gobierno que corresponden,
puesto que las cantidades obtenidas dan para eso y más.
Ahora, uno de los errores más grandes que cometemos es
tratar de eludir impuestos. Con el sólo hecho de pensarlo
ya nos estamos limitando y vamos a la larga al fracaso
porque no es concebible que uno pretenda vivir así porque
lo amarra, retrae”.
VIII. Darse a los demás
Segura estoy que lo relatado sobre esta otra pieza del
rompecabezas de vida de don Germán —aquí, como en
cualquier otro texto que busque retratarla— siempre será
mínima. Primero, porque así lo quiere el mismo don Germán, fiel a una de sus frases: “El secreto de dar es dar en
secreto”. Segundo, porque sus acciones son de naturaleza
exponencial. Él ha puesto manos y corazón en personas
que, a su vez, han ofrecido también sus manos y corazón
propios a favor de otros. Y de otros. Y de tantos más. El
eslabón representado por don Germán, antecedido por
sus padres y abuelos, y fortalecido por el amor de su
esposa y la inspiración de sus hijos, sigue manteniendo
quién sabe cuántas cadenas de apoyo económico, intelectual y espiritual. Todas ellas con el sello particularísimo
de don Germán. Como muestra, van las siguientes historias narradas por él mismo y que, por fortuna, me toca a
mí escucharlas a detalle.
Multiplicación no sólo de panes
Para don Germán, la carrera dentro del altruismo inició
en la época en que fue gerente de la Algodonera Comercial Mexicana S.A. En 1962, él y otros socios fundaron la
Asociación Algodonera de La Laguna (ASALGOLAG, A.C.).
“Todos los que éramos algodoneros —la mayoría, muy jó-
60
Germán González Navarro
venes— pensamos en ayudar de una manera más organizada al formar patrimonios para instituciones de servicio
social. Propusimos que las personas o grupos necesitados de apoyo económico encontraran una asociación más
sólida donde presentar sus solicitudes, en lugar de que
Algunos de los reportes financieros de asalgolag.
61
Nuestra Gente
anduvieran peregrinando aquí y allá por sus donativos.
Tuvimos un éxito total. Era fantástico. Llegamos a generar demasiado capital para impulsar las obras benéficas
de muchos laguneros y también de personas que no radicaban en la Comarca.
”En un inicio, el consejo decidía de una manera
práctica a quién darle el apoyo monetario. Palomeábamos
a los beneficiarios, les entregábamos su cheque y listo.
Ahí terminaba el asunto. Cuando me tocó ser el presidente en turno, se nos ocurrió crear un fondo. Era el año de
1971. Comenzamos con mil pesos y llegamos a tener más
de trescientos millones.
En una ocasión, me habló un tío de mi esposa, Manuel Alatorre, que era comerciante del mercado Alianza.
Quería hacer una aportación a las obras sociales: ‘Les voy
a donar 250 mil pesos’, me dijo. Yo me quedé de una pieza con la noticia. Me sorprendí y alegré mucho a la vez,
pero también me motivó para pensar que con ese dinero
podíamos formar un fondo que sirviera de patrimonio
para quienes lo solicitaban. Cuando aún me estaban haciendo los cheques —que fueron dos: uno por cien mil
pesos y otro por 150 mil— yo ya estaba planeando cómo
sacarle un efecto multiplicador a esa suma. Resultó sencillo, pues le solicité a don Manuel que si me permitía decir
en la Asociación que ese dinero lo daba para obras sociales con la condición de que nosotros aportáramos 400 mil
pesos. Desde luego que estuvo de acuerdo. Cité ese mismo
día a una junta para exponer el plan y fue aceptado. Aún
no se terminaba la junta y terco en que ‘el dinero debe
de tener efecto multiplicador’ ya estaba pensando cómo
incrementar los patrimonios a un total de un millón de
pesos. Nuevamente, esto fue muy sencillo, pues a todos los
que beneficiaríamos con cierta la cantidad les pediríamos
aportar sólo un 35% del total que recibiera. Resultado: en
62
Germán González Navarro
24 horas la aportación inicial llegaba a un millón de pesos.
No hubo ningún problema, pues quién no estaba dispuesto
a recibir cien mil pesos aportando únicamente 35 mil. Los
laguneros estamos sentados en un filón de oro. Lo que nos
falta, en la mayoría de los casos, es educación. Una cosa es
pensar, otra hablar y otra actuar y, por último, callar”.
”Una idea más nos ayudó muchísimo. Éramos una
asociación que compraba miles de pacas de algodón. Mis
compañeros y yo convenimos que hiciéramos un capitalito
‘de gorra’ porque a quién no le gusta dar y que no cale.
Sabía que eso le pasaba a muchos. La propuesta consistió
en lo siguiente: cada paca pesaba cinco quintales, es decir, 46.02 kilos. Y las pacas se pagaban por quintal (cien
libras). Todos los integrantes de ASALGOLAG acordamos
recaudar entre nosotros mismos una cuota extraordinaria
de un peso el quintal, es decir, por cada paca, cinco pesos.
Si vendíamos 300 mil pacas, entonces podíamos contar
con un millón y medio generado por esta cuota acordada.
Todos teníamos que dar cuentas de lo que estábamos vendiendo. Ser honestos. Era un compromiso de caballeros.
Ese impuesto nosotros lo cargábamos a nuestros gastos.
Los beneficios que pudimos costear con esa entrada fueron demasiados.
”Ya les he dicho que la felicidad no está en el dinero, pero si ahorramos, podemos compartir. Si nuestro
capital inicial fueron mil pesos y logramos llegar a tener
un fondo de patrimonio de 228 millones de pesos, pues
sí que éramos unas fieras, pero también el autor de todo
eso fue Dios. Con Él, todos jalamos parejo.
”Cuando renuncié a la Algodonera en 1988, seguía
convencido de que todos venimos a este mundo a servir.
Mi trabajo me gustaba, pero tenía que estar sujeto a horarios. Acá, ya una vez en mi casa, tenía más tiempo y podía
inventarme más quehaceres sociales”.
63
Nuestra Gente
Educación muy especial
“Un día andaba entrenando en el Bosque Venustiano Carranza. Al dar la vuelta por la calle 16, me encontré a
Chelito, mi esposa, como con cara de andar buscándome.
‘Quihubo, hija. Qué pasa’, le dije medio asustado porque
no me la esperaba. ‘Viejo, quiero que me ayudes. Los niños del Centro Lagunero de Educación Especial van a perder el terreno que les dio el gobierno. Como estaban condicionados por un decreto a que en dos años tenían que
escriturar y fincar ese espacio y no lo han logrado, se los
van a quitar. El terreno es de cinco mil metros y vale ocho
millones de pesos. El notario encargado del caso tampoco
lo escrituró y lo peor es que si eso no lo logran, en tres
días les quitan el terreno’, me contaba Chelito angustiada.
‘¡Cómo que en tres días! ¿Y me vienes a decir eso ahorita?
¿Qué quieres que haga?’, le respondí sin saber la que me
esperaba. ‘Pues vamos con el notario para quitarle los papeles’, dijo mi señora. ‘¿Ahorita?’, le pregunté con ganas
de terminar las vueltas que me faltaban por correr. Pero
Chelito, como siempre, tenía clara su misión: ‘Sí, viejo.
Ahorita’. Y me fui con ella con todo y mis shorts.
”Al poco rato llegamos a la oficina del notario. Era
un 19 de noviembre. Le pregunté a la señorita secretaria
por él y ella me respondió que su jefe andaba en México.
‘Ya marchamos’, pensé. Ella no me quiso dar el celular del
licenciado, pero ahí fue cuando comenzó a obrar la gracia
de Dios de una forma tremenda. Me di la media vuelta
para regresar a donde me esperaba mi esposa para decirle que ya se había frustrado todo. En eso, ella me dice:
‘¿Cómo es el licenciado? ¿No es uno güero, grandote? Porque ahí lo acabo de ver pasar por la ventana’. Incrédulo
le contesté: ‘Ya estás viendo fantasmas. Estás nerviosa,
Chelito’. El día se había pasado volando; ya eran las seis
y pico. Chelo no se hizo a un lado y dijo: ‘Pues de aquí no
64
Germán González Navarro
nos movemos hasta que salga el notario’. Y no nos fuimos. Esperamos a que fuera la hora de salida.
”Al poco rato vimos salir a la secretaria del notario;
y momentos después, a él. La verdad es que sí me dio coraje que me estuvieran viendo la cara de tarugo. ‘Qué tal,
don Germán’, me dijo el notario cuando corrí a abordarlo.
Le expliqué nuestra urgencia y me dijo que no sabía en
dónde estaban los papeles del caso de la escuelita de los
niños. Que regresara hasta el lunes. Pero me llegó el chispazo y comencé a hablar: ‘Oiga, licenciado, ¿sabe? Por ahí
anda un rumor de que los del Cumbres querían comprar
ese terreno. Ellos ya tienen cuatro hectáreas, pero quieren más. Y yo, por mi cuenta, para no arriesgarle, voy a
publicar una plana en el periódico que diga que el día tal
fui con el licenciado tal a solicitarle tales papeles y que no
pudo entregármelos. Que existe la versión de que el Cumbres quiere comprar el terreno, por lo que usted detuvo la
escrituración’. Ahí le cambió la cara al notario. ¡Le creció!
Se dio la media vuelta y en menos de dos minutos dio con
los papeles del terreno de los pequeños y me los entregó.
Se fue sin ni siquiera despedirse.
”Chelito y yo, con papeles en mano y felices, pero
todavía preocupados, comenzamos a caminar. Al llegar
a la calle Jiménez siguió obrando la gracia de Dios. Ahí
estaba parado el notario Carlos ‘Chato’ García Carrillo. Le
dije que necesitaba una escritura, pero él me respondió,
apenado, que ya se iba. Yo traté de convencerlo diciéndole
que la noche era larga, que yo le podía pagar a su secretaria por hacer ese trabajo. Pero me dijo que eso no iba a
ser posible porque uno de sus hijos iba a desfilar al día
siguiente, 20 de noviembre. Otra de las secretarias que
estaba cerca de nosotros escuchó la oferta de esa ‘liebre’
y dijo que ella se aventaba el trabajo sin problema. Que al
día siguiente por la tarde lo tendría listo. Eso me volvió a
65
Nuestra Gente
animar, pero yo sabía que aún me faltaban varios pasos: la
escritura la tenían que firmar el alcalde, el secretario del
ayuntamiento y una síndico. ¿Y cómo le iba a hacer para
lograrlo? Igualito que como iba: con la ayuda de Dios.
”El 21 de noviembre, con la escritura en mano, me
lancé a la presidencia municipal. Me metí directo a la oficina del licenciado Cisneros, el secretario de Salvador Jalife, presidente municipal en aquel momento. Le conté la
historia y le pedí que me firmara la escritura. La leyó y
me informó que también la tenía que firmar el presidente
municipal y una síndico. Yo siempre me mantuve rezando
en silencio, agarrado a mi rosario que siempre traigo en la
bolsa aunque esté grandotote. Pero el tiempo pasaba. La
secretaria me hizo una seña y me salí de la oficina con la
escritura para esperarla. Ella me abordó con una actitud
maravillosa: ‘No se apure, don Germán. Ya firmada la escritura por el secretario, el alcalde la firma rápido’.
”Pasado un rato, llegó el milagro. Se acercó la secretaria para decirme que ya tenía la escritura firmada por
el alcalde, por el secretario y que hasta la síndico había
firmado ya. Me sentí inmensamente feliz porque, por fin,
la escritura tenía las tres firmas que necesitaba. Yo estaba tan alegre que me fui corriendo desde las antiguas
oficinas de la presidencia hasta el registro público. Crucé el boulevard Independencia como de rayo. Al llegar al
registro público, busqué a la señorita Lety Jiménez, funcionaria de ahí, y le dije que quería que me hiciera una
parada: que me registrara la escritura ese mismo día. Le
conté toda la historia. ‘Pero, don Germán, usted sabe que
hay que agarrar cola; que varias personas llevan mucho
tiempo esperando’. ‘Yo sé, Lety. No sabe cómo me mortifica ser así, pero esto es para los niños’ y le rogué nos
hiciera a todos ese gran favor. Ella accedió y me pidió que
regresara en dos horas. Yo de ahí no me moví. Lo bueno
66
Germán González Navarro
Integrantes del Centro Lagunero de Educación Especial.
fue que, en menos de ese tiempo, va llegando la señorita
Lety con la escritura registrada. No pude más que pensar
para adentro: ‘¡Ahora sí, mi hermano! Ésta es la escritura
que se ha registrado más rápido en la historia. ¡Ya fregué
otra vez!’. Era tanto mi contento que fui al terreno recién
escriturado a remover con mi propia mano los mezquites
en señal de inicio de la construcción. Ésta, en verdad, es
la historia de la gracia de Dios. De su mano puesta sobre
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Nuestra Gente
nosotros. No es la historia de Germán. Es más, hasta yo
quisiera que dijeran que fue otro señor el que se aventó
el tiro. Lo importante fue que el milagro se hizo y que los
niños y sus mamás se verían beneficiados”.
Don Germán no sólo cumplió con honores la misión
encomendada por su mujercita Chelo, sino que persistió
en el afán de dar a la comunidad del Centro Lagunero de
Educación Especial un sitio hermoso donde estudiar, con
personal capacitado y con un sistema sano de finanzas
que les permitiera estabilidad económica a largo plazo. “En
agosto de 2003, el Centro Lagunero de Educación Especial,
A.C. inició sus actividades en el nuevo edificio, el cual cuenta actualmente con 16 aulas para grupo, dirección, sala de
juntas, salón de terapia de lenguaje y salón de terapia física, comedor y están en construcción las áreas deportivas
y varios jardines”. Don Germán tenía muy presentes en su
proyecto a las madres de los niños y niñas discapacitados:
“Tenemos que hacer todo lo posible por darles a las madrecitas de esos ángeles la posibilidad de contar con un
tiempo para ellas. Es necesario apoyarlas para que cuando
sus hijos lleguen a casa, ellas tengan la fuerza suficiente
para atenderlos con mucho amor”.
La directora del Centro Lagunero de Educación Especial propuso a don Germán para el Premio Compartir
convocado por Compartir Fundación Social. A pesar de
que ya se iba a cerrar la convocatoria y, acostumbrados
a trabajar en el límite de los límites, el equipo de colaboradores del Centro se dio a la tarea de conseguir la información solicitada en la convocatoria, mismas que fueron
enviadas a tiempo a México. Don Germán fue reconocido
ese año, 2003, con el segundo lugar y, al siguiente, ocupó
el primer sitio. En ambos casos compitió con personas de
primer nivel y varias de ellas también lograron las primeras posiciones. “Les digo otra vez: nunca es tarde para lo
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Germán González Navarro
Las instalaciones del Centro Lagunero de Educación Especial
y su bello modelo arquitectónico.
bueno”, comenta sonriente don Germán al narrar la anécdota de este premio que complementa con otra de sus
frases: “Toda nación debe basar su grandeza atendiendo
a las personas con discapacidad con amor y delicadeza”.
Dar todo y más por la educación
Si existe una persona que tiene clara la potencialidad que
existe en la educación, ésa es don Germán González Navarro. Cuando de educación se trata, no se nos raja. En
sus obras sociales siempre aparta un lugar privilegiado
para quienes requieren formación, pero que no han tenido los medios para obtenerla. Sé que apoyar este tipo
de causas no es sencillo. Por el contrario, requiere de una
ingeniería social bastante especializada. Pero lo que más
se necesita es de una sensibilidad distinta para dar hasta
que la luz de ayuda sea intensa y perenne. Quién mejor
que don Germán para encabezar y mantener de pie a estos proyectos que, como él menciona, requieren de dos
pasos: “Primero, es necesario invocar a Dios y decirle con
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Nuestra Gente
el corazón ‘Ilumíname’. Segundo, hay que abrir los ojos y
pensar en llegar a la meta”.
Don Germán toma su tiempo para explicarme cómo
percibe el problema de la educación en nuestro país. Vuelve al terreno de las sorpresas: “No existe la diferencia de
clases, sino la diferencia de educación. A una persona modesta, humilde, si tiene méritos, es necesario y justo reconocérselos. Los méritos de ellos son tremendos. A una
persona mal educada nadie la soporta, pero una persona
con formación te cautiva, sea de donde sea, del rancho
más humilde o de la colonia más rica de la ciudad. No
existe mejor inversión que la educación. Es tan práctico
educar y tan benéfico que si todos los mexicanos pudiéramos educar a otro mexicano, no sólo a nuestros hijos,
este país sería grandioso. Me acuerdo que varias organizaciones comenzaron a dar becas escolares con una condición: que cuando el joven se recibiera pagara dicha beca.
Yo tengo una visión un poco distinta. Si usted educa al
niño o al joven más listo y que tiene los recursos más limitados, a él le quedará claro que se esforzó por estudiar.
Que luchó. Lo importante y sabio de ayudar para educar
es no repetirle ni mencionarle que le pague por el apoyo
que se le está dando. Eso sería egoísmo. Ese alumno que
fue beneficiado cuando más lo necesitó, va a subir económica y socialmente; va a casarse y va a tener hijos y con
ellos continuará la cadena de ayuda. Se acabó el lío. ¿Para
qué queremos más? He ahí la importancia de invertir en
educación con los ojos cerrados. El dinero no se pierde. Al
contrario, se reinvierte y con ganancias espectaculares”.
Hermanos tarahumara, raíces compartidas
Son varios los ejemplos de la vinculación de don Germán
con el altruismo educativo. Una de sus experiencias más
gratas la vivió al lado del profesor Alberto Carmona Esco-
70
Germán González Navarro
bedo, presidente de la fundación Hermano Tarahumara,
A.C. “El profesor Carmona es un apóstol del servicio actual. Me invitó a la Sierra Tarahumara para que conociera
a varios rarámuris que habían estudiado hasta un cierto
nivel escolar, pero que requerían continuar con sus estudios. Ante esa necesidad, decidió fundar una casa para
que pudieran continuar con su formación en Torreón. Me
acuerdo que iba a pedir ayuda a la Universidad Autónoma de La Laguna. Llegaba a la oficina del rector y le decía
directo: ‘Acéptame a estos muchachitos de gorra. Uno o,
bueno, mejor dos. Y, gracias a Dios, siempre los colocábamos. Aquí tengo a la mano las calificaciones de Gabriela
Bejarano Ceballos, indita tarahumara. Fíjese nada más.
Dice así: ‘Universidad Autónoma de La Laguna, Colegio de
Educación Media/ Bachillerato/ Primer paquete de agostoseptiembre 2000: Historia de México, 100/ Física 3, 100/
Biología 3, 100/ Investigación documental, 93/ Inglés 3,
93/ Computación 3, 100/ Deporte, arte y cultura, 100. Dígame con estas calificaciones en su mano, ¿vale o no la
pena apoyarlos? Yo era el tutor de Gabriela y de todos los
que me quisieran poner. Yo creo que salí tarahumara porque además de que me gusta mucho caminar y correr, sé
que ellos pueden destacar bastante si les damos la mano”.
El apoyo de don Germán para los rarámuris también los
llevó al mundo del deporte. “En 1994, don Germán invitó
a participar en el Maratón LALA a un grupo de tarahumaras los cuales realizaron un buen papel en la competencia” (González, Germán, Archivo personal con valor curricular, Premio Compartir, Torreón, Coahuila, 2004).
Ivette Alejandra, orgullo nacional
En el área educativa, Ivette Alejandra Leyva Reyna es
otro caso excepcional no sólo en la vida de don Germán,
sino para su ciudad natal, Torreón, y un motivo de orgu-
71
Nuestra Gente
llo para México. El mismo don Germán comenta que ni
siquiera se había imaginado hasta dónde llegaría Ivette
cuando decidió apoyarla y que le apena tanto que casos
como el de ella no sean parte del conocimiento general de
los laguneros.
“Un día, leyendo el periódico, me encontré con
Ivette Alejandra. Ella estaba pidiendo ayuda a través de
un anuncio. La historia fue así: estuvo circulando una
convocatoria para que jóvenes latinoamericanos compitieran por una beca en uno de los institutos más fregones de Estados Unidos. Ivette Alejandra vivía con su
mamá en la colonia Ferrocarrilera en Torreón. Tenía muy
buenas calificaciones de la primaria, secundaria y preparatoria, y quería una oportunidad para competir por la
beca que le cuento. Yo decidí llamarla por teléfono e ir
a visitarla para conocer con más detalle su inquietud.
Fui junto con Chelito. Mientras íbamos en el camino, ella
me dijo: ‘Ay, viejo, ¿ya vas a comprar otro boletito para
la rifa del tigre?’. ‘Sí, sí, Chelito; no le hace’, le contesté.
Cuando llegamos y comencé a platicar con ella me dio
la impresión de que era muy seria, no tan capaz. Pero la
verdad es que ella estaba pensando en sus ideas, no en
las mías. Ella es del tipo de persona que va un paso más
allá. Ivette, su mamá y su abuelo vivían en condiciones
muy modestas. El padre de la chica se había separado de
ella y de su madre desde años atrás. Era sorprendente
la manera en que ella había enfrentado esos problemas
y sacado calificaciones de excelencia. Sólo por decir dos
ejemplos: en su escuela primaria, la Urbana Federal 7 de
noviembre, le dieron el diploma en aprovechamiento en
segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto grados. En la
secundaria salió con 100 de promedio final. En la preparatoria, cursada en el Tec de La Laguna, salió con 97 de
promedio. Todo un caso.
72
Germán González Navarro
”Mientras se llegaba la fecha de que presentara el
examen de selección para la beca, lograron enseñarle inglés en el Colegio Americano. Esa muchachita era una
bala. Aprendió de una manera impresionante el inglés
y llegó preparada para comprender y responder su examen. Yo, debo decirlo, tenía dudas. La apoyaba en todo,
pero la realidad era que ella iba a competir contra seis mil
estudiantes de diferentes países de Sudamérica, Centroamérica y México. Era un sueño. Pero Ivette me dio una lección que todavía, al recordarla, me dan escalofríos. ¡Se los
echó a todos! Ella solita, con lo que tenía, fue la ganadora
al presentar el mejor examen. Ivette fue citada en Monterrey para que, frente a unos sinodales del consulado,
volviera a ser examinada. Y qué tal con la apantalladota
que les dio. Se ganó el lugar para estudiar en la Universidad de Wala Wala en Washington, cerca de Canadá. Sin
padre y sólo con su mamá y su abuelito, don Antonio, que
tocaba la guitarra, se fue forjando a punta de sus propias
habilidades. Pedí ayuda a varios muy buenos amigos que
tengo para que la niña se fuera a Estados Unidos. Y una
vez que llegó, se instaló y comenzó sus clases. Con este
mensaje la recibió una alumna allá: ‘¿Y tú qué andas haciendo aquí, india tercermundista?’. Pasaron los años, y
a esa ‘india tercermundista’ le dieron el nombramiento
de jefa del departamento encargado de seleccionar a los
candidatos a entrar a la universidad. El nombramiento se
lo dio el mismo director de la Universidad de Wala Wala.
Después decidió estudiar su posgrado y compitió otra vez
por una beca. A los estudiantes del Tec de Monterrey que
estaban allá se los echó también y quedó en primer lugar.
Whitman College era el nombre de su segunda escuela en
Estados Unidos. A pesar de lo que había demostrado, aún
seguía recibiendo algunas muestras de discriminación.
En la presentación de un examen de matemáticas, ella ob-
73
Nuestra Gente
tuvo cien. El director era su maestro y le dijo que pasara
a resolver las operaciones al pizarrón frente a todos. Así
lo hizo y cuando el profesor revisó el procedimiento le
dijo: ‘Éste no es el sistema que te enseñé, pero veo que lo
has sacado de otra manera’. La California’s Jet Propultion
Laboratory la invitó a la Nasa y participó en el Programa
de Investigación en el Verano para Universitarios en Geología y Física Planetaria y trabajó en el equipo que analizó
la información de la prueba ‘Magallanes a Venus’. Cuando
se graduó le juntamos mil dólares a la mamá para que
hiciera con ellos lo que quisiera al lado de su hija allá en
Estados Unidos. Mandamos a la señora a la graduación de
Ivette para que viera cómo le entregaban el primer lugar a
nivel universitario, el suma cum laude, llevando la representación de Torreón en alto. La invitaron a trabajar en
la General Electric y le arreglaron los papeles para que se
fuera a Rusia a capacitar. Se recibió en el Tec de California, el California Institute, con honores.
Carl y Mary Tornbom, ejemplo de amor sólido
La de la familia Tornbom Johnson es otra historia más de
apoyo a la educación en condiciones de alta vulnerabilidad y sin distingo religioso por parte de don Germán y la
ASALGOLAG. “Carl y Mary Tornborm se casaron en Estados
Unidos. Convencidos de la misión que sentían como profesores y como cristianos, renunciaron al trabajo que tenían como maestros para mudarse a Francisco I. Madero,
Coahuila, hoy Chávez, ubicado a treinta kilómetros de Torreón. Comenzaron a realizar labor de apostolado con las
personas de los ranchos aledaños con miras a construir
en comunidad un Hogar Cristiano donde niños y niñas
de esa zona no sólo contaran con vivienda y alimentos,
sino también con una permanente formación educativa
que les permitiera adquirir más y mejores competencias.
74
Germán González Navarro
Don Germán recuerda al matrimonio Tornbom con un
aprecio muy particular. Al hablar sobre ellos, se dice inspirado por el sólido amor de esta pareja y por el tipo de
trabajo que decidieron realizar con una comunidad tan
alejada de su país: “En ASALGOLAG estábamos para dar y,
conforme pasó el tiempo, íbamos recibiendo más y más
peticiones de ayuda. Un día llegó la señora Milagros Olazábal para recomendarnos el caso de los Tronbom. Ellos
requerían un terreno y decidimos apoyarlos con la donación de una propiedad y también apoyo económico. Eran
diez los niños con los que los Carl y Mary comenzaron
su labor. Para 1974 eran 75 los beneficiados y después la
cifra subió a 169. Sus gastos también crecieron, pero Dios
no les falló. Cuando fuimos a visitarlos para evaluar su
condición, algunos me criticaban porque los Tornborm
profesaban una religión diferente a la católica. Pero eso a
mí nunca me importó. Por el contario, era parte de lo que
yo respetaba en ellos. Los Tornborm educaron a cientos
de alumnos en diferentes niveles. Una vez que los niños
o los muchachos estaban preparados, veían cómo hacerle para colocarlos en escuelas. Dios actúo para que de
la obra de los Tornbom egresaran arquitectos, doctores,
secretarias, enfermeras, abogados, pastores, biólogos, radiólogos, contadores, dentistas, maestras de preescolar
y muchos otros técnicos y profesionistas más. Cuando
Mary murió, ella pidió que la enterraran en Alamito, un
lugar cerca de Chávez. Su corazón estaba en Coahuila y
pues, mire nada más, por eso digo que tenemos que ayudar a quien sea y de la religión que sea. Es más, hay que
avergonzarse de no ser como ellos”.
Llamado en el Echavarría
Otro de los casos en los que, como señala don Germán,
obró la mano de Dios para que la educación floreciera
75
Nuestra Gente
Relación de documentos que suscribieron amigos
de don Germán para financiar la construcción
del Colegio Echavarría.
es el del Colegio Jesús María Echavarría. El origen de la
construcción de las actuales aulas de esta institución
—con capacidad para más de mil estudiantes y con un
terreno de cincuenta mil metros— proviene de la relación
que nació entre don Germán y varios de los pequeños
que él vio por mera casualidad cuando pidió prestado
el teléfono de la escuela. “Un buen día tuve la suerte de
quedarme sin gasolina entre las calles Escobedo y Jiménez. Miré a los lados para saber quién podía defenderme,
como decía el Chapulín Colorado, y me topé con una casita que resultó ser una escuela. Toqué para pedir pres-
76
Germán González Navarro
tado el teléfono y de inmediato una religiosa me dio el
pase. Mientras marcaba para pedir que vinieran por mí,
me tocó ver cómo entraban y salían a recreo los niños. Su
patio estaba muy chiquito y los pequeños, según el grado, tenían que tomar turnos para jugar. En ese momento
quise saber cómo hacerle para que las monjitas tuvieran
su propio edificio. Ellas no cobran sueldo, así que todo lo
que pudieran ganar era positivo. Pensé que una escuela
grande seguro era autofinanciable. Reuní cuarenta amigos para que avalaran un préstamo bancario. Lo solicitaríamos en documentos mensuales de dos mil quinientos
pesos, es decir, 100 mil pesos. Todos los meses se vencía
un documento, pero a mí no me preocupaba mucho la situación porque, además de que hasta al gerente del banco
involucré en el proyecto del colegio, yo sabía que no íbamos a fallar ni con los pagos inmediatos ni los que vinieran luego porque de seguro las madres iban a tener más
demanda de alumnos. El gerente y secretarias del banco
Varias de las hermanas del Colegio Echavarría y don Germán.
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Nuestra Gente
también estuvieron de acuerdo en apoyar nuestro plan.
Y como sabía desde un inicio, nunca les quedamos mal.
Todo esto sucedió en 1963. ¿Por qué me decidí ayudarlas?
La respuesta es fácil si nos preguntamos a quién le iban
a pedir un préstamo las madrecitas si estaban todo el día
en la escuelita y rezando. Hoy en día, las Hermanas Catequistas Guadalupanas siguen al frente del Colegio Jesús
María Echavarría y cuentan con jardín de niños, primaria,
secundaria y preparatoria con un total de 960 alumnos”.
En apoyo a la educación media
La Escuela Secundaria General número 3 Profesor Moisés
Sáenz Garza, la Escuela Secundaria Técnica 91 y la Escuela de Bachilleres José María Morelos y Pavón incorporada
a la Universidad Autónoma de Coahuila, así como el Bachillerato Técnico Industrial de La Laguna fueron otras
cuatro instituciones educativas donde don Germán González Navarro “hizo de las suyas”.
Para la primera institución, ubicada en una zona
conflictiva torreonense con altos índices de delincuencia
y drogadicción, don Germán logró un valioso acuerdo:
“En 1971, varios miembros de la Secretaría de Educación
Pública le presentaron al alcalde un proyecto para que
les apoyara en la construcción de una escuela secundaria
de 14 mil metros cuadrados. El presidente municipal me
llamó para comentarme la situación y lo urgente que era
apoyarlos. Si no le apurábamos a ese asunto, el Comité
Administrador del Programa Federal de Construcción de
Escuelas (CAPFCE) se llevaría el proyecto de la construcción a otro punto. Él sabía que yo era el presidente de
ASALGOLAG y conocía el tipo de obras que realizábamos.
Le comenté que podíamos apoyarnos entre todos. Nosotros compraríamos un terreno de 12 mil metros cuadrados y lo canalizaríamos para el fin educativo, pero como
78
Germán González Navarro
aún faltaban dos mil para llegar a la cifra establecida por
los compañeros de la SEP, pues le pedí permiso a Chelito
para regalarles un terreno aledaño que ella y yo teníamos,
y que era precisamente del tamaño que faltaba. Juntamos
dos manzanas y usamos la calle”, platica don Germán.
En el caso de las otras dos instituciones —la Escuela Secundaria Técnica 91 y la Escuela de Bachilleres José
María Morelos y Pavón— don Germán recurrió a una compra-venta virtuosa. Él le vendió a la SEP en Coahuila, a través de la presidencia municipal, un predio de mil metros
cuadrados en 150 mil pesos, cantidad bastante módica
para una propiedad de tales dimensiones. Ese dinero fue
canalizado para la construcción del Centro Lagunero de
Educación Especial.
Finalmente, cabe citar que, en el caso de la Escuela
Técnica Industrial de Torreón, hoy Bachillerato Técnico
Industrial de La Laguna, don Germán González fue uno
de los fundadores siendo el primer presidente del consejo directivo en 1953.
Veamos por ellos
Otro de los ejemplos de los esfuerzos que sí fueron
concretados para llevar educación a las personas discapacitadas fue la Asociación de Invidentes de La Laguna
“Veamos por ellos” fundada por don Germán González.
Por varios años él se dedicó no sólo a las labores propias
para echar a andar dicha asociación, sino que también
se incorporó a actividades cómo voluntario. Una de ellas
fue la de respaldar la formación de un grupo musical de
ancianos invidentes. Al respecto, don Germán platica una
anécdota que describe a lo que él le da mayor importancia al momento de involucrarse en obras sociales. El club
Rotario invitó a don Germán a que diera una plática sobre
“Veamos por ellos” y llevó precisamente al grupo musi-
79
Nuestra Gente
cal; cuando ellos terminaron de interpretar, don Germán
no pudo continuar en la sesión porque él era el que los
llevaba y traía a los eventos y se encargaba de dejar a
cada uno en sus casas. Ese detalle, quizá simple para muchos, al doctor Carlos Canseco González, presidente a nivel internacional de los Rotarios —un monumento suyo
se encuentra en Torreón por su campaña de vacunación
para erradicar la poliomielitis—, le escribió a don Germán
un mensaje especial: “Felicidades por la labor realizada
con los invidentes. Hay muchos rotarios que no deberíamos estar en Rotary y hay muchas personas como usted
que deben ser rotarios”.
Servicio social como constante
La labor social de don Germán siguió dando frutos que,
por fortuna —y a pesar de su insistencia de dar en secreto— le fueron justamente reconocidos. El semanario Siglo
Nuevo consignó otras de sus obras: “Destaca su participación en el patronato para la construcción de la Iglesia
San Miguel Arcángel, de la colonia Navarro (construida
en menos de un año); la compra de parte de los terrenos para los patios de la escuela Francisco González Bocanegra, (…) otros para el Colegio Los Ángeles (de doce
mil metros cuadrados), para el Centro Educativo Miguel
Ángel (promotor para conseguir con los señores Alatorre
Cruz la donación de una parte del terreno de la Escuela
Regional Lagunera del padre Ricardo Rizo, S.J., que actualmente lleva nombre de Centro Educativo Miguel Ángel,
A.C. Posteriormente, participó en las gestiones para que
la institución adquiriera un terreno con una superficie de
7162 m2 a un bajo costo que ellos después vendieron) (…)
y para establecer la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (como respuesta a la petición de Cruz González
Ugarte; don Germán y sus socios aportaron 150 hectáreas
80
Germán González Navarro
que después fueron vendidas por la institución a la empresa John Deere). Todos ellos en Torreón. Igualmente,
su esfuerzo está plasmado en la colaboración con asociaciones (como) Vida Centro de Salud Mental (…). Por todas
esta acciones, don Germán ha sido merecedor de premios
como Ciudadano Distinguido concedido por el Ayuntamiento de Torreón; el Mérito al Voluntario, otorgado por
el Gobierno de Coahuila; y el premio Compartir, a nivel
nacional” (Cabral, Valeria, Ibid.).
El premio Ciudadano Distinguido le fue otorgado
por el presidente municipal en turno, el licenciado José
Guillermo Anaya Llamas. El premio Mérito al Voluntario
2003 lo recibió de manos del licenciado Enrique Martínez
y Martínez, gobernador de Coahuila en ese año, y por la
Secretaria de Desarrollo Social a nivel nacional, Josefina
Vázquez Mota, siendo presidente del jurado el licenciado
Armando Fuentes Aguirre, “Catón”. Y el premio Compartir, en su XVI edición, le fue entregado en la ciudad de
México por la Fundación Compartir I.P. Cabe destacar que
el Club Rotario de Torreón, a través del Comité Organizador de la Feria de Torreón, le otorgó el reconocimiento de
Lagunero Distinguido a don Germán.
IX. Siempre llegar a la meta
“En esta vida falaz, el que no corre se queda atrás”. Cómo
nos reímos don Germán y yo cuando me compartió esta
frase tan certera. Cuando él la acuñó, quizá sin saberlo, no
sólo definía su propio concepto como deportista, sino la
particular filosofía que ha guiado sus pasos durante décadas y que, como lo evidenciaron los capítulos anteriores,
es parte de su herencia familiar. Eran las 7:45 a.m. de un
domingo de noviembre. Don Germán, sus hijos Germán,
81
Nuestra Gente
Gina y Gerardo y yo nos encontramos en la calle Juan Pablos, a un lado del Bosque Venustiano Carranza. Todos
estábamos listos para correr la carrera 5K organizada por
el club Rotario Empresarial a favor de los niños con espina
bífida. Mientras calentábamos, recuerdo las distintas facetas desarrolladas por don Germán. Cada una brilla con
su propia luz. Pero si tuviera que elegir una, la que lo ha
vuelto un lagunero consentido y conocido por miles, ésa
tendría que ser la de los deportes. Desde su llegada al Bosque, don Germán recibió aplausos, saludos, porras. Varios
corredores le pidieron que apareciera con ellos en fotografías. Otros más, lo abrazaron con cariño y admiración.
La carrera comenzó y don Germán estaba entero. La
carrera continuó y don Germán no se detuvo. La carrera
concluyó y don Germán llegó fresco: “Lo más importante
que podemos hacer al cruzar la meta es concebir la idea
de participar en una carrera aun más retadora. También
es necesario valorar lo que significa una carrera porque puede ser la última en la que participemos. Por eso,
siempre hay que correr con interés y entusiasmo”.
Todo el recorrido fue cosechando sonrisas. Qué
motivante fue constatar la cantidad de afectos que don
Germán puede contar kilómetro a kilómetro.
Por los logros obtenidos en el atletismo, podría suponerse que don Germán practicó esta disciplina desde
joven. Sin embargo, la impresionante revelación es que
fue hasta sus 58 años, en 1985, cuando se inició en la
caminata. “Antes de esa edad, no practiqué nada. Me
dediqué en cuerpo y alma a trabajar. Yo siempre había
pensado en el presente, pero sin dejar de pensar en el
futuro. Todo mi potencial estaba encaminado a trabajar,
a trabajar y a seguir trabajando para ser útil en el futuro.
Cuando renuncié a la algodonera fue que me decidí por el
deporte y qué mejor sitio que el Bosque Venustiano Ca-
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Germán González Navarro
rranza para eso donde, por cierto, ya se robaron la placa
que puse con motivo del Día Internacional de la Mujer”.
Varios medios de comunicación, así como los currículums de él que obran en poder de las asociaciones que
lo han reconocido, consignan sus logros en materia deportiva. Hace dos años, la descripción de la trayectoria de
don Germán en el deporte fue presentada de la siguiente manera con motivo de la convocatoria de los premios
Compartir: “La práctica del deporte lo hizo comprender
que el ‘ejercicio es la base de la salud y la salud, la base de
la felicidad’. Por lo tanto, prosiguió y comprendió que en
cierta forma, ‘los límites no existen; más bien uno mismo
se los impone’, aprovechando la actividad deportiva para
seguir realizando labores altruistas. (En) 1988, el señor
Ramón Iriarte Maisterrena, siendo presidente del Consejo
de Administración del Grupo LALA, concibió la idea de
promover un maratón y lo invitó para participar como
Secretario del Comité Organizador realizándose el Primer
Maratón LALA en 1989 en el cual participó. Don Germán
ha concursado en forma ininterrumpida en los maratones
celebrados hasta la fecha, siendo la distancia de un maratón de 42.195 km. Para sacar fruto positivo de sus participaciones, don Germán pensó en promover maratones con
fines benéficos. Así fue como se organizó, con la colaboración del Club Sertoma de Torreón, un maratón que se
denominó ‘100 kilómetros por amor a ti’, en el cual participó la ultra maratonista lagunera de fama internacional,
Silvia Graziano de Andonie, quien corrió 100 kilómetros
para obtener fondos en beneficio del Centro Lagunero de
Educación Especial, A.C. (CLEE). Asimismo, a sus 75 años
(el 20 de noviembre de 2001), corrió el súper maratón de
100 kilómetros ‘De oración por la paz del mundo’ como
evento de fines benéficos para destinar lo recaudado a
la construcción del nuevo edificio del CLEE, el cual cubrió
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Nuestra Gente
Silvia Graziano de Andonie, extraordinaria corredora de súper distancia
a nivel mundial, quien también portó la llama olímpica,
acompaña a don Germán González Navarro.
en un tiempo de 16 horas, 11 minutos y 35 segundos. El
secreto de don Germán, según comenta él, consiste en el
poder de la oración. Ha recibido más de cien trofeos por su
participación en el ámbito deportivo, los cuales acostumbra regalar para la promoción de eventos similares. En la
convocatoria de la XVI edición del Maratón Internacional
LALA 2004 se estableció el ‘Trofeo Irritila’ para entregarse
a quien se hubiera distinguido por su contribución a promover la práctica de la carrera de larga distancia en México. Dentro de todas las propuestas presentadas al Comité
Organizador, don Germán fue distinguido con este premio
(…) Don Germán ha participado en maratones celebrados
en diversas ciudades del país y en el extranjero (…) en carreras de 42, 80, 100 y 117 kilómetros llegando incluso a
correr 24 horas continuas. Don Germán tiene el siguiente
lema: ‘La vida es un maratón divino y el cielo es nuestro
destino’” (González, Germán, Archivo personal con valor
curricular, Premio Compartir, Torreón, Coahuila, 2004).
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Germán González Navarro
Respecto a Silvia Graziano, don Germán tiene una
opinión muy especial: “Debo hablar de los que son más
que yo. De eso se debería tratar este libro. Esta muchachita, ultra atleta de origen lagunero, Silvia Graziano de
Andonie, ha sido la única mujer que compitió en una
competencia dificilísima. Ella tenía que nadar 76 kilómetros, recorrer 3600 kilómetros en bicicleta; y otros 844
corriendo. Eso equivale a 20 triatlones similares al Iron
man. Ella lo logró en 26 días, 19 horas, 1 minuto y 41 segundos. Fue una carrera de doble decatriatlón. El trofeo
que recibió Silvia actualmente se encuentra en la Galería
del Deporte en Torreón. Silvia me dio su camiseta de súper campeona de los dos mil kilómetros sin parar en ultra
distancia y los tenis que usó en veinte triatlones. ¡Y los
laguneros no conocemos a esta creatura! ¿Cómo es posible? Yo no pude resistirme un día y le tuve que preguntar:
‘Silvia, cuando vas corriendo esas distancias tan largas y
te duele algo, ¿qué haces?’. Me dio una sabia y admirable
respuesta: ‘Lloro y le sigo’”.
Don Germán también ha participado en varias ediciones del 10k Victoria. En la segunda, compitió con su
hijo Guillermo González Duarte y su nieto Mateo. Y en la
tercera volvieron a hacer “el tres”. A sabiendas de que iba
Coincidencias de cuatro generaciones en la 10K.
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Nuestra Gente
a competir en México el martes 26 de octubre de 2010,
el domingo 24 de octubre corrió la octava edición del
10k Victoria con Gerardo, Gustavo Alfonso y Guillermo
Eduardo y su nieto Mateo. Él no se inscribió, pero acompañó a sus hijos.
La siguiente tabla presenta más intervenciones relevantes de don Germán en materia de atletismo:
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1985
Participó caminando en una carrera del
club “Corra por su vida” obteniendo el
primer lugar en su categoría.
1986
Inician sus participaciones corriendo
en carreras de 5, 10 y 21 kilómetros.
1987
Corrió el IX Maratón Nova en
Monterrey obteniendo el primer lugar
de su categoría. A partir de esa fecha,
entrenó diariamente.
1989
Logró el primer lugar de su categoría
en el Primer Maratón LALA.
19902004
Corrió todos los Maratones LALA hasta el número XVI.
2005
Gracias a la exitosa operación de la
columna realizada por el doctor Paul
A. Glazer de la Universidad de Harvard,
don Germán recupera su salud y vuelve a participar en el Maratón LALA número XVII recorriendo 500 metros en
silla de ruedas.
20062007
Recorrió medio Maratón LALA en sus
ediciones XVIII y XIX.
2007
Ganó dos primeros lugares en caminata de 1, 600 y 2, 500 metros en su categoría (80 años y mayores) tanto en los
Juegos Municipales Deportivos como
en los Juegos Estatales Deportivos y
obtiene el derecho a participar en los
Juegos Nacionales.
Germán González Navarro
2008
Corrió la edición XX del Maratón LALA
(21 kilómetros, únicamente)
2009
Corrió la edición XXI del Maratón LALA
XXI y participa en carreras a nivel municipal y estatal.
2010
Participa en la edición XXII del Maratón LALA, pero sólo corre diez kilómetros. Participa en la ciudad de México
en los Juegos Nacionales Deportivos
y Culturales de las Personas Adultos
Mayores y obtiene la medalla de oro en
relevos de 400 metros y de bronce en
2,800 metros.
Participante fiel del Maratón LALA.
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Nuestra Gente
X. Un gran querer
Don Germán se levanta todos los días a las cuatro de la
mañana a pensar, a ordenar papeles, a ser productivo y a
“encomendarse al espíritu del bien y no pararse”. Platica
su rutina diaria y sólo de oírlo, se me antoja seguirle el
paso. En eso de madrugar hemos coincidido. Será porque, como dice uno de sus hijos, “para amar al día, es
necesario verlo nacer”. Don Germán continúa la plática:
“Ahora me sube la presión en la mañana, pero me levanto
temprano para no darle oportunidad. Como algo de fruta
y sigo haciendo ejercicio porque es una de las bases de
la salud. Y la salud, una de las bases de la felicidad. A
mí, con la crisis que vive México, me da pena traer kilos
de más. Lo sentiría como un insulto público. Por eso estoy rebajando. En mis mañanas también me dedico a ver
quién es mi próximo prójimo. La vida nos va enseñando
formas muy sensatas de pedir y formas de dar. Somos
malitos para pedirle a Dios. Le pedimos y estamos con Él
a sólo dame y dame sin ofrecerle nada. Nos pasa lo mismo que con el gobierno. Exigimos sin dar nada a cambio.
Me acuerdo que un día estaba así de gente con el tesorero.
Todos iban a pedirle apoyos. Cuando entré, le di un consejo para que despejara su sala de espera: ‘A todo el que
entre a hablar contigo, recíbelo, pero adelántate y pídele
que te ayude, dentro de sus posibilidades, a realizar tal o
cual tarea. A ver cuántos se apuntan”.
Las historias no concluyen en voz de don Germán.
Desde la primera plática nuestra supe que no puede haber
libro que dé cuenta cabal de su trayectoria. Una anécdota
sigue a otra, como si se tratara de correr un maratón sinfín. Su narrativa es cautivante. Al charlar con él, también
escucho mi voz interna que compara cada pensamiento
de don Germán con los propios. Me doy cuenta del don
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Germán González Navarro
que tiene para transmitir un estado de ánimo que invita y
convence para obrar en positivo.
Una de las reflexiones que me compartió don Germán sigue resonando fuerte: “Decir ‘no puedo’ está prohibido en mi casa. Mejor diga ‘no quiero’”. Don Germán y
yo continuamos la plática al lado de su cocina en la última
de las entrevistas programadas. Comemos nieve de mango
como un par de nuevos amigos que disfrutan una soleada
tarde de septiembre. Sé que debo despedirme de él y cerrar
su semblanza, pero no puedo. O, mejor dicho, no quiero.
Escuchar las palabras de don Germán es aprendizaje y es
alegría. Es espíritu que sana. Don Germán González Navarro, un auténtico dador de esperanzas.
Don Germán y su familia comparten el amor por el atletismo.
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Germán González Navarro, Nuestra Gente
se terminó de imprimir en diciembre de 2010.
El cuidado editorial estuvo a cargo de la Coordinación de Literatura del Icocult.
Las familias tipográficas usadas son Lucida Bright, Garamond y Arial.

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