gé ne ro s L os

Transcripción

gé ne ro s L os
El cuerpo
CON CEPTO S Y
R E P R E S E N TA C I O N E S
Los
g
EXPOSICIÓN ORGANIZADA POR
OBRA SOCIAL CAJA MADRID
TEXTOS Y COMISARIADO
JOSÉ MARÍN-MEDINA
IMAGEN, DISEÑO DE EXPOSICIONES
Y PUBLICACIONES LEONA
éneros
G ermá n Gó mez Go nzá le z
I D E N T I DA D E S N Ó M A DA S
Serie Compuestos, 2004, fotografías color e hilo
esde la primera mirada sabemos que pasa “algo”, y que se trata de un “algo”
D extraño e inquietante, en estas efigies fotográficas poderosas, destacadas sobre
fondo negro, en las que el color es intenso y cuyos ojos nos miran tan de frente. El
primer plano produce una sensación de proximidad absoluta; las calidades del
claroscuro y la vivacidad controlada del colorido recuerdan la pintura de Caravagio;
la mirada enfrentada nos habla de realidad directa, de realidad desnuda…
Al acercarnos a estas fotografías de la serie C o m p u e s t o s (o C o s i d o s , como a veces
el artista y sus amigos llaman también a este ciclo), vamos comprobando
determinadas zonas de su rareza; por ejemplo, que presentan imágenes faciales
recompuestas de manera casi heráldica (casi como imagen de blasón); que cada
una de estas imágenes proviene de dos, de tres, de cuatro… retratos de personas
diferentes; que esas partes se cosen unas a otras, para volver a ser luego
fotografiadas en composición o construcción final, unitaria, globalizadora…
A muchos este tratamiento les recuerda al del doctor Ví c to r Frankestein. El propio
fotógrafo, Germán Gómez González, ha aludido en alguna ocasión a ese “Prometeo
moderno” i nv e ntado en 1818 por Mary Shelley. Podría parecer ser ésa la dirección
de su sentido, pero creo que no lo es en realidad, o que no lo es del todo.
Pienso en la significación que este trabajo de Germán tiene si lo analizamos
desarrollado dentro de la imagen posmoderna que presenta actualmente la
corporalidad. Como ha escrito Frank Perrin en su ensayo Mutant Body: Le corps
dan son champ élargi. Notes sur une connectique transformationnalle (en el
catálogo de la exposición L ´ a rt au corps. Le corps exposé de Man Ray à nos
jours , del Museo de Marsella, 1996), lo que ha ocurrido en estos últimos años
posmodernos “no ha sido el retorno del cuerpo únicamente como un género que
vuelve a ponerse de moda, sino el principio de un capítulo nuevo en la trayectoria
de esta temática que en la escena artística había sido relegada desde la década de
1960. Después de un sueño de varios años, el cuerpo ha despertado, y vuelve
cambiado, alterado, sometido a tratamientos inéditos, reconstruido con la energía
de unos factores imprevistos. Ahora el cuerpo se presenta como un ente complejo,
ya no unificado y articulado (como en la época del body art), sino articulante y
acosado por todos sus flancos por la genética, la clonación, las nuevas tecnologías,
la cultura cyber…”. Así, en las propuestas de muchos artistas, este cuerpo, como
expuso Patricia Mayayo en su ponencia sobre La reinvención del cuerpo (en el
seminario Tendencias del arte, arte de tendencias a principios del siglo XXI ,
celebrado en Soria en julio de 2003), este cuerpo “ha dejado de ser una realidad
estable para convertirse en un proyecto cambiante, susceptible de ser reinventado y
reconstruido sin cesar”. El objetivo auténtico que subyace en estas nuevas
estrategias no trata ya de transformar el cuerpo físico sin más, sino, sobre todo, de
“modelar una nueva concepción del yo, modificar los datos heredados de la
naturaleza. Se trata de recomponer la identidad no sólo en lo que tiene de carnal,
sino también en el terreno psíquico”. Y, dando un paso más, ahora –en palabras de
J. Deitch, en Post Human (1992)– “estamos tomando conciencia día tras día de que
gozamos de la posibilidad de inte rv e n i r tanto sobre nuestro cuerpo como sobre
nuestra situación social, en vez de aceptar lo que hemos heredado genéticamente.
La idea pedestre de aceptarse tal y como la naturaleza nos hizo está siendo
reemplazada por el sentimiento de que lo normal es reinventarse. Hemos llegado al
punto en el que podemos construirnos la personalidad que queramos tener,
liberada de los constreñimientos del pasado y de un código genético heredado”.
Por su parte, Germán Gómez González declara:
– No puedo concebir la fotografía sin que sea autobiográfica. Fotografío como si
escribiera un diario, y mi lenguaje ha sido siempre el retrato. Dentro del retrato me
interesa (y me intimida) especialmente lo profundo del ojo. Apropiarme de la
mirada ha sido y es el hilo que relaciona mi fotografía y mi vida. Para eso tiene
que haber una auténtica complicidad entre fotógrafo y modelo, una complicidad
que la cámara fotográfica se encarga de matizar. Por eso fotografío sobre todo a
mis amigos. Dentro del ciclo C o m p u e s t o s hay trabajos sobre el torso y sobre el
cuerpo entero; sin embargo, mi principal campo de actuación es la cabeza, la
efigie. Como dicen algunos, posiblemente sea la efigie, el retrato, la región más
difícil de la fotografía. Por todo esto se deduce que lo que fotografío desde lo
autobiográfico se termina convirtiendo, de una manera o de otra, en autorretrato.
Ya me lo decía Cristina García Rodero, con la que seguí un curso de verano de la
Complutense en El Escorial: que sólo fotografiara lo que conociese bien, lo que de
verdad sintiera como mío propio.
Siendo Germán diplomado en Magisterio en la rama de Educación Especial, y
licenciándose en Bellas Artes mientras trabajaba en el Centro ESCUNI de Madrid, es
natural que su primer ciclo creativo lo dedicara a fotografiar a los muchachos de
aquel centro, o bien en sus actitudes cotidianas (las series I n t e r i o re s y Yo, tú, él,
ella, nosotros, nosotras, vosotros, vosotras, ellos, ellas ), o bien formando
grupos que representaban fragmentos de escenas de cuadros de Caravagio (con la
denominación de los respectivos cuadros como título).
Conocí por entonces a Germán, cuando en 1998 se presentó al primer Certamen de
Fotografía de la Obra Social Caja Madrid con la serie I n t e r i o re s. En una nota que
publiqué sobre aquellos trabajos, intuí su necesidad de “transformar el momento de
la vida en el reposo de la forma” (según la propuesta de Willi Baumeister),
correspondiéndonos a nosotros, en tanto que espectadores, transformar el reposo
de la forma en vida, a través de la fuerza de la imaginación.
Con su otra serie de retratos de personas de la educación especial, la titulada Yo ,
tú, él, ella…, participó Gómez González en Generación 2001, y, asimismo, con
otro conjunto de fotos de aquella serie y en aquel mismo año ganó el primer premio
del Certamen de Fotografía del INJUVE, de la Comunidad de Madrid. Por
circunstancias familiares, Germán sentía una verdadera vocación por la educación
especial. Al dejarla profesionalmente y al darla también por concluida como asunto
fotográfico en 2001, escribió: “Ha sido el trabajo más serio de mi vida, después de
siete años profundizando en él. Mi obra ha consistido en re t ra t a r a niños
disminuidos psíquicos e intentar m o s t ra r todas las caras de este campo mediante
un hilo conductor: las miradas de mis personajes. A través de ellas intento re fl e j a r
los sentimientos más íntimos de unas personas cuya única esperanza es ser
queridas, acogidas y aceptadas en una sociedad que viaja a la velocidad de la luz,
sin tener en cuenta, muchas veces, que no todos podemos ser tan veloces. A esta
sociedad es a la que quiero interpelar con mis fotografías”.
A p a rt i r de 2002 Germán comenzó la nueva etapa de su trayectoria, centrada en
r e t r at a r H o m b re s . Dentro de este ciclo viene realizando cuatro series principales
(realizadas ahora siempre en color, porque “mi vida es en colores” –dice–):
Dualidades (glamourosos retratos femeninos recortando su figura y proyectando la
sombra de su silueta sobre escenas de interior tomadas de la vida cotidiana de esas
mismas mujeres), D o c e n a (frisos de desnudos masculinos), Igualito que su madre
(retratos de amigos transfigurándose en mujeres) y C o m p u e s t o s, la serie con la que
participa en esta exposición.
Compuestos tiene por protagonistas a trece amigos de Germán cuyas testas,
tomadas en posturas de perfil, giro y frente, son en parte (mirada, rictus de la boca,
oreja, etcétera) recortadas, intercambiadas, sobrepuestas cosidas y nuevamente
fotografiadas. ¿El resultado?: la expresión de unas identidades nómadas,
transferidas de unos a otros, o inclusive “sumadas”, según vienen a sugerir los
propios títulos de cada obra: Juan Miguel Juan Bert, John Juan Álvaro David
Raúl, Alberto Carlos Ivan Manuel …
En estas “operaciones” se atisba un sueño de perfección, inclusive un cierto ideal o
canon clásico, encarnado en la armonía expresiva del dibujo y del cosido a
máquina del recorte; en los cambios que se rigen por criterios de índole estética;
en el interés por resaltar la objetivación o presencia casi escultórica de los
efigiados; en los juegos que la función del deseo establece; en el subrayado o
reforzamiento que se persigue de determinados valores físicos dominantes... Se
trata de una ocasión sin precedentes que juega a favor de configurar y establecer
unas identidades corporales y psicológicas “al gusto” de quien mira, de quien
fotografía, de quien interviene alterando y de quien fija definitivamente, o
e m b l e m át i c a m e nte, “esta” y “esa” y “esa otra” identidad soñada.
Con todo, uno se aleja –si es que puede hacerlo– de la seducción hipnótica de
estas imágenes, de estos cuerpos novísimos y “posthumanos”, con la sensación de
que –efectivamente y como atisba su autor– lo que, en el fondo y a la postre,
vienen a constituir es el autorretrato secreto del fotógrafo.
Y de su deseo.
J. M-M

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