monasterio sant joan de les abadesses

Transcripción

monasterio sant joan de les abadesses
MONASTERIO SANT JOAN DE LES ABADESSES,
JOYA ARQUITECTÓNICA DEL ROMÁNICO CATALÁN
El monasterio de Sant Joan de les Abadesses se fundó en el año 885, por orden del
conde Wifredo el Velloso y su esposa Guinedilda. Por tratarse de una fundación condal,
fue el propio Wifredo quien invitó al obispo de Vic para su consagración.
El conjunto de las edificaciones monásticas debía de ofrecer un aspecto de
fortaleza, debido a que en algún documento se habla del “castillo de Sant Joan”.
En la consagración de la iglesia, los condes hicieron entrega de la donación del
patrimonio, el cual permitiría el mantenimiento de la comunidad. Esta donación inicial
que con el tiempo aumentaría inmensamente, por donaciones de los mismos condes, de
muchos fieles y por adquisiciones de las abadesas, consistía en el castillo de Montgrony,
con su término, las localidades de Sagnari y Estamariu, tierras dentro de la comarca de
Empúries y viñas en el Valle de Conflent.
El acta notarial donde constaba la consagración y la dotación del monasterio ha
desaparecido. Actualmente se conserva una copia del siglo X, en el archivo de la
Corona de Aragón.
El imperio que Carlomagno había creado como un intento de restablecer la
añorada unidad del Imperio Romano, se tambaleaba a causa de divisiones internas y de
ataques exteriores. Los normandos hacían repetidas incursiones alrededor, los húngaros
se infiltraban en las zonas orientales y los árabes continuaban siendo una amenaza. El
pontificado romano, que había tenido la iniciativa de la coronación de Carlomagno,
entraba en su período más oscuro. La reconquista de la península ibérica surgida del
núcleo asturiano llegó hasta la línea del Duero, muy consolidada, repoblando las tierras
ocupadas. Al-Andalus, sumido en la anarquía, encontraría muy pronto su caudillo, el
cual la transformaría en una gran potencia. Las ciudades de occidente estaban casi
despobladas y la gente se dispersaba por los medios rurales, cerca de los castillos. La
tierra era el principal medio de producción y de intercambio; estas condiciones
económicas y la debilidad del poder determinarían la aparición del feudalismo.
Las tierras del valle, al igual que las comarcas vecinas, que habían quedado casi
desiertas a causa de la invasión de los árabes, empiezan a repoblarse en el último cuarto
del siglo IX, por gente que ya no cabía en las altas comarcas pirenaicas.
Si el monasterio no es el impulsor único de la repoblación de estos territorios,
ciertamente es decisivo.
Esta alta y amplia operación política fue dirigida por Emma, hija de Wifredo, la
primera abadesa de Sant Joan. La serie de iglesias que mandó construir y consagrar en
sus dominios —Sant Martí del Congost, Sant Joan de Montdarn, Sant Sadurní de la
Roca, Sant Genís de l’Ametlla y probablemente, Sant Quirze y Santa María de
Besora— la acreditan no sólo como religiosa sino como organizadora.
Consiguió del rey de Francia para el monasterio y sus posesiones, que aumenta
incansablemente, un precepto de inmunidad el cual le otorga una soberanía equiparable
a la de los condes, liberándola, por tanto, de las pretensiones de sus hermanos. Obtiene
del concilio de Agde en el año 907, la garantía de la protección episcopal haciéndose
reconocer como señora por sus súbditos del valle de Sant Joan en un juicio del 15 de
junio del año 913, en presencia de dos condes y de dos vizcondes. El documento donde
consta es famosísimo entre los más antiguos de la Cataluña condal.
Emma es también promotora de cultura. Ella debió establecer el escritorio, donde
se podían copiar los códices litúrgicos con los que proveer las iglesias que mandó
consagrar.
En las primeras generaciones del linaje de Wifredo el Velloso, Emma puede
perfectamente compararse con la personalidad de su sobrino, el abad Oliba. Ella es una
de las grandes figuras de la Cataluña naciente y una de las mujeres más importantes de
nuestra historia.
Entre las abadesas que la sucedieron, hay que destacar a Ranlo, también de familia
condal, como todas las abadesas de Sant Joan y la mayoría de las monjas, las cuales
debían ser pocas, pero de la más alta selección social. Ranlo, fervorosa y enérgica,
extiende hacia otros sectores la acción colonizadora del monasterio mandando construir
y consagrar cuatro iglesias: Sant Hilari de Vidrá, Sant Bartomeu de Llaés, Sant Julià de
Vallfogona y Sant Pere de Sora.
La comunidad, que había vivido piadosamente bajo la regla benedictina, se
disolvió en el año 1017, por un decreto papal.
Una comunidad de monjes sucede a la femenina. La iglesia es propuesta por el
papa, entre dos más, como sede del nuevo obispado de Besalú. Wifredo, hijo de
Tallaferro conde de Besalú, al cual diversos documentos denominan “obispo de Sant
Joan”, residió hasta ser nombrado obispo de Carcasona en el año 1029.
Estos monjes disfrutan durante muchos años de presidencia episcopal, y
construyen una iglesia lombarda dejando sus piedras empotradas en el edificio
posterior.
Sobre el monasterio y las inmensas tierras que posee, se precipitan las ambiciones
del conde de Barcelona y singularmente del conde de Besalú, confiscando y
restituyendo este último las posesiones y los tesoros. La tranquila comunidad monacal,
regida por la regla paralela a la de las monjas expulsadas, se ve sacudida por la
violencia. Unos benedictinos de la poderosa abadía de San Víctor de Marsella se
apropian del cenobio. El conde de Besalú, que es quien los introdujo, los expulsa al
poco tiempo, retornando los monjes, ahora transformados en agustinos, poniéndoles el
papa bajo su protección. El monasterio de Sant Joan entra finalmente en una etapa, que
será muy larga, de vida serena y constructiva.
El templo que actualmente podemos contemplar data del siglo XII, edificado en el
mismo lugar que otros anteriores, por el abad Ponç de Monells. Fue consagrado el 2 de
noviembre del año 1150.
Es una construcción que corresponde al momento de máxima madurez del estilo
románico, como se demuestra en la solidez de sus sillares y la riqueza de su
ornamentación escultórica. Su planta es de cruz latina: la nave principal es más larga
que la transversal. Confiriendo a su estructura un carácter insólito en Cataluña,
frecuente en Francia, de donde debía proceder el arquitecto que la ideó. Consiste en una
nave, a la cual se abren tres ábsides, que giran en torno al presbiterio, del cual les
separaba originariamente un semicírculo de columnas, que soportaban la cubierta de
cuarto de esfera, debajo de la cual estaba situado el altar mayor. Sobre la cubierta se
alzaba el campanario, debiendo dar al exterior del templo un perfil muy esbelto.
Un terremoto acontecido en el año 1428 derrumbó el campanario y la columnata.
Los constructores del país, a quienes resultaba extraño el modelo arquitectónico
desaparecido, cubrieron este espacio con un arco de cañón, el cual llega hasta el muro
en que se abre el ábside principal, como si fuera una prolongación en un nivel más bajo
de la nave que atraviesa el transepto.
El transepto, da paso a un ábside en cada uno de sus extremos, continúa la
grandiosidad de la cabecera, mientras que la nave principal responde a una reducción
del proyecto, motivada no se sabe si por razones económicas del momento o por respeto
a los edificios monásticos circundantes.
Los cinco ábsides están ricamente decorados, con columnas y capiteles esculpidos
con motivos vegetales o fabulosos. Podemos ver la fábula del zorro y la cigüeña, la
lucha de un hombre con un león (puede ser Sansón), animales exóticos, como por
ejemplo, un elefante. El ábside central está también decorado al exterior, siendo en
conjunto, uno de los más ricamente ornamentados de Cataluña.
En el templo se encuentran algunos conjuntos escultóricos de gran importancia.
Sobresale el grupo compuesto por siete figuras de tamaño casi natural, que significa el
momento en que Jesús, muerto, es bajado de la cruz. Esculpido en la mitad del siglo
XIII, representa la transición del románico al gótico.
Producto de un taller establecido en la localidad durante la primera mitad del siglo
XIV, se conservan unas cuantas piezas trabajadas en alabastro de gran importancia
dentro de la evolución del gótico en el país.
El interior del templo, con la luz muy tenue y el tono generalmente cálido de sus
piedras, constituyen un espacio acogedor, comunicando al mismo tiempo una sensación
de misterio y de ruptura con el mundo exterior.
En conexión con la iglesia románica, hay una capilla barroca. En el ángulo
formado por la capilla barroca y el templo románico, se encuentra el claustro, de estilo
gótico. Se construyó en el siglo XV, en sustitución de uno románico. Tiene las
características propias de otras construcciones catalanas de la época siendo de nobles y
esbeltas proporciones.
Tocando al claustro, se encuentra el palacio de la abadía, antes incluido dentro del
conjunto monástico. Es un amplio edificio construido básicamente en dos etapas: una
del siglo XIII y otra del siglo XV. Desde el siglo XIX es de propiedad municipal.
Cruz Celdrán López

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