Arte rupestre en la provincia de Albacete

Transcripción

Arte rupestre en la provincia de Albacete
Iuederrcs de Arte RlJpeslre . llúmero 1• Año 2004 • Páginm 8].128
El arte rupestre en la provincia de
Albacete. Desde los descubrimientos
hasta las interpretaciones.
Bibliografía e historia
de la investigación.
j¡ U/IJ
Francisco Jordán fv1 0ntés
RESUMEN
Histori a de la in vestigació n so bre el arte rupestre pa leo lítico y
postpal eo lít ico en la provi nc ia de Alba cete. Ex pos ició n de las últi m as teo rías ace rca de la int erpretación de los sign ificados, apl icad o s
al citad o territo rio .
PALABRAS CLAVE
Arte, rup estre, histori a, investigación, teorías.
A BSTRACT
Histo ry of th e in vesti ga tio n ab o u t Paleol it hi c a n d
Postpa leoli thi c cave art in th e provin ce of Albacete. Exh ib itio n of the
mean ing ih eori es of ihe art found in th e menti on ed territo ry.
KEY WORDS
Art, cave, hi sto ry, investi gati o n, theo ries
el Vice nte Aleixa ud rc,
15 _3°C. 3001!, M u rcia.
jo nia 11 111 onles@ l11u rciaregio11 .es
l. Historia de la investigación
l . l. Sobre el arte rupestre pa leolítico
La Cueva del Ni ño (Ayna) se descub rió casu alm ent e, en 1970 , por
un os jóvenes excu rsio nistas de Pe ñas de San Ped ro . El relato de ellos
an imó al antiguo di recto r del Museo Arqueo lógico de Albacete.
Samue l de los Sa ntos Gallego, a int eresarse po r la estació n rup estre.
Tras su visita in icial. co mu nicó el ha llazgo a la Co m isaría Gene ral de
Excavacio nes. El aviso provocó que acud iera al yacim iento Martín
Almagro Ga rbea durant e los alias 1970 y 1971 , para elabo rar un
in fo rme prelim in ar y valo rar el int erés de la estació n rup estre. Para
esta segunda visita de investigación se CO I1lÓ co n la ayuda gráfica de
Ped ro de Alberto Sau ra Ra mos.
Desde ento nces han sido va rios los trab a jos realizad os so b re la
Cue va del N iño, si b ien en los ú ltimos lustros el silencio se cern ió
so b re ella. En 1973, el eq uipo integrad o po r Ili ggs, Davidso n y
Berna ldo de Q uir ós, realizó un a excavació n para determin ar los
materiales y la crono log ía. Efectuaro n dos so ndeos en el int erio r de
la cueva, de ap enas 75 cm de pro fun di dad , bajo los panel es co n pinturas ru pestr es, y o tros dos en el exte rio r, alcanzando los tres metros
y med io de profu nd idad . Davidso n estab leció la sigu iente secuencia
estra tigráfica:
o Nivel co n materiales del Paleol ítico medi o, co n activida des que
refle jaba n tareas de descuart iza m iento de la caza y otras de recolección y de silvicultura . Aparentemente se deb ían a espo rád icas
visitas en la estació n estiva l, acaso persigu iend o a las m an adas
de ciervos.
o Nivel de ocupació n del Paleo lítico superior, a ten or de lo hallado en el so ndeo bajo las pi nturas rup est res del panel pr incipal.
En él se descubrieron restos de hogares, za n jas, agujeros para
pos tes o tron cos. Esto signi ficaría un poblam iento relat ivam ente
sede ntario y estab le, o de ocu pació n cíclica según las estaciones
muy frecuent e.
o
ivel de ocupación epipal eo lítica, co n mi croli to s geo mé tricos y
lascas co n mu escas.
o Nivel del Neo lítico antiguo en el acceso exterio r de la cueva y del
Bronce ini cial. De hech o hay tres estilizados antropo mo rfos de
estilo levantino en el lienzo nort e del acceso a la cue va, lo q ue
ind ica u na perp etu ació n de la sacr alida d de la m ism a en di ferentes co mu n idades prehi stóri cas.
lain Davidso n estab leció u na interesan te hipót esis d e trabajo
que merecería un segu im iento y desarroll o a partir de nu evos trabajos de prospecció n. Partien do de la cueva del Parpall ó (Ga ndí a,
Valencia ), muy pr óxima a la cos ta de l mar Medite rr án eo , y basándose por una parte en un a seri e de industrias líticas del so lutrense.
co mo las hall ad as en Alcoy (Alicante ) o Cant os de la Visera (Yecla.
Murcia ), y por otra en e! desmesurado ta ma ño del toro leva ntin o d e
Bicorp (D os Aguas, Val en cia) , junto a la apa rent e semeja nza fo rmal.
segú n Davidso n, de las pintu ras del Mo nte Ara b í co n las paleol íticas, ded u jo q ue existiero n di versas rutas de caz ado res y reco lecto res nóm ad as q ue desd e el lito ral se ade ntraba n hacia las serra nía s
del int erio r, siend o la Cue va d el Niíio (Ayn a. Albacete) y sus parajes, un o de los terr ito rios meta d e di chas m igracion es es tacio na les,
acas o durante la es tac ió n cá lida (D avidson, 1989: 226, 228 Y ss):
"... gr up os di sp ersos de fo rra jea do res que llegaron allí (Cu eva del
Niño ] b usca nd o vegeta les, a ni mal es mi grato rios y an ima les co n
pob lac io nes de rápi do creci m ien to d ura nt e la es tac ió n tem pl ad a
del a rlo ".
La teo ría de David son resulta mu y atract iva, so bre tod o si reco rdarn os e! eno rme to ro y los grand es caballos d e! Abrigo Grande de
Min ateda y e! desco mu na l to ro del Pico Tienda , hallado tambi én
hace aíios en Hellín (Alba cete) po r Joaqu ín Salme ró n y su eq uipo ,
pero la ment abl ement e tod avía inéd ito . Sería m uy in teresante poder
incid ir en di cha p ropu esta y exp lo rar nuevos parajes en las intrincadas sierras fluviales del río Mu ndo, ent re Li étor y Ri ópar, por si fuera
posib le ha llar nuevas p intu ras pa leolíticas.
Las p inturas paleol íticas de Cieza (Murcia) , in med iata mente al
sur (H ell ín) de la p rovincia de Albacete, estud iadas por Joaqu ín
Salme ró n, serv irían ento nces de ma gnífi co apoyo y nexo a tales propuestas, ya que se co nvertiría n tam bién ellas en enclaves intermedios en tre la cos ta d e! Med iterrán eo y el Alto Segu ra, justo en medi o
de la cuenca h idrográfica de di ch o río . No s referim os a dos estacio nes o cue vas co ntiguas. Una de el las, la Cue va d e Jorge, mu estra la
silueta lin eal de u n caballo, co n un a cro nología del Sol utren se final;
la ot ra Cue vas de! Arco, o frecen un a silueta de cierva (Arco 1) del
So lutrense final. y cabezas de carne ro, representad as de frente (Arco
1I ) del Magda leni ense med io y final.
Del mi sm o m odo, Mateo Saura pub licó no ha mucho u n trabajo plant ean do la pos ib ilidad de la existencia de p intu ras paleo líticas
en e! Monte Arabí (Mateo, 1995 ). Este autor afirm a qu e las retícul as
y los serpe ntifo rmes del Ab rigo 11 podrían ser de raíz paleol ítica
(Magd aleni en se) .
Recientes traba jos de O laria i Puyoles han incidid o en la pro bab ilidad de raíces y filiaciones cu ltura les paleo líticas en el ori gen del
arte levan tino y en la existenc ia, pese a las di feren cias cro no lógicas,
técn icas, temáticas y por exigencias socia les y eco nó m icas, de "una
mem o ria co lectiva de las sociedades cazadoras-reco lecto ras en perío-
'",- 85
d o s d e transi ción " (Ol aria. 20 0 1), q ue u n iera n e n cierto s as pec tos d e
su exp resió n a rtística a los grupos d e cazado res y recol ectores d el
Levan te m editerrán eo co n grupos d e la fase Tardiglaciar. Para ello
a na liza u na se rie d e an alogías a partir d e gra bado s ru pestres, grafitados, bicromías y a ná lisis d e estac io nes, co mo la d e Ca va Fosca . No s
resu lta especialm e nte atractivo un co m en ta rio suyo , docu m e n tad o
co n fotogra fías, e n el que co m pa ra u nas silue tas d e ciervo s d e
Lascaux co n u na ca beza silue tea da d e ciervo d e So lana d e las
Covachas. La se me janza fo rm al, y lo q ue su giere la simp licida d y
magnificenc ia de esos ani m ales d e a m bos ejem plos, resu lta sorp rend ente e inqui et ante, e induce a repla ntea r num ero sas cues tio ne s e n
la estació n ru pest re de Ne rp io (Albacete ) que ni siq u iera está n es bozadas.
Record emo s q ue lo s ú ltimos traba jos de V. Balde llo u en Aragó n
han d emostrad o un a ní tida vinc ulació n e n tre esta cio nes rupest res
co n a rte levan tin o y yac im ie n tos d e l Epipaleo lü iro geo métrico y del
Neo lítico d e tradi ción ep ipaleo l ítica. m ie n tras que lo s ase n ta m iento s del Ne o lítico pleno se relacionab an co n estac io ne s d e arte
esq ue m á tico (Bald ell ou y lItrilla, 199 9) . No o bsta nte, lItrill a y
Calvo (1 9 99) ind ican co n p recisió n q ue va rias estac io nes co n figuras y a rte ru pestre levantin o, co mo Els Seca ns, Rern o sillo -O lvena,
Chaves o Do ña Clo tilde, se fech an en ge ne ral hacia m ed iad o s d el V
m ileni o a. C. a teno r de las cerá m icas lisas o im p resas o de sus industrias lít icas enco n tra da s al p ie m ismo d e las pintu ras, y q ue co rresponderían a un Neo lítico a n tiguo . Sería d e gra n in terés pa ra la p rovinc ia de Albarete rea liza r un a mp lio estud io d el labe rinto rocoso de
Mina tcda, a menaza do po r ca nteras, o d e So la na de las Covachas, por
ejem plo. En esta línea Serna L ópez e nco nt ró d iversas industrias líticas epipaleo líticas e n las inm edi aciones d e l gra n toro p intado d el
Pico Tienda (Hcllín. Albacc tc) .
En nu estra serra n ía existe n d o s yac im ie ntos ep ipaleo líticos, no
aso ciados a pinturas ru pest res, en la vega d e Talub ia ( Liét o r) y c n La
Igu alad a del río Segu ra (Elche d e la Sierra ). Se tra ta e n a m bos casos
d e u na ind us tria lítica en sílex. Igualmente, e n la ca bece ra d el arroyo d e Masego so, ju n to al puebl o d e [tu e ro, en la m argen izqui erd a,
e n u n e norme covachó n uti lizad o hast a hace poco co mo redil de
ga nado cap rino y ov ino, apareci ó una in du st ria de m icro litos que
podría pert enecer al Epipaleolítico . Y se e nc ue ntra muy ce rca d e las
pinturas levan tinas d e la lagu na d e l Arq uillo (M at eo, Jordán y
Simó n, e.p .).
No o bsta n te, no pod em o s o lvidar el im agina rio e je norte-sur
que se esta b lece ría e nt re Alta m ira y las cavern as co n pinturas del
Paleol ítico su pe rio r d e Ca n tab ria a l norte y las d el sur: cuev as d e La
Pilet a o Ne rja, por ejem plo . Por ello la cueva d el N iiio (o d e Los
Niiio tes .:Monigo tes"- segú n los vie jos ca m pesinos ), ocu pa ta mbi én
u n luga r cent ral y d e en lace e ntre a m bas region es, jun to con la
Cueva de La C riega (Segovia ) o de Los Cas a res (C ua dalajar a) .
Las p inturas pa leo líticas del Niño (fig. 1), sin dud a lo más int eresa nte hasta el present e de Paleol ítico e n Albacete, se d istr ib uye n e n
d os sa las. El pa nel p rinc ipa l y mer id ion al de la cueva , e n la par ed
izqu ierd a desd e el acceso, co nsta de dos esplénd idos ciervos machos
(u no de ellos de unos 70 cm de altura ), tres cie rvas. un caba llo y d os
ca bras mo nt eses, a m bas e n los extrem os de la co m pos ició n, co mo
ce rra ndo la estructu ra, co n se nd os vena blo s clava dos e n sus vientres.
La figura m ás a nt igua es la del caballo, del Tipo ¡\ segú n la prop uesta de Ler oi -Co ur ha n, qu e es un a n imal central y e m b lemático . El
esq ue ma del paleo lítico francés pa rece se r vá lido aquí ta mb ién , en
Ayna, po rqu e en to rno a di ch o caba llo a pa rece n vari os a n im a les del
llam ad o Tip o C, q ue al ser co m plementa rios o d e e ncuad ra m iento,
se sitúa n e n la perife ria del a n ima l central: ciervos, ciervas y cab ras.
A su vez, y ta mb ié n seg ú n Lc roi -Courh a n. el se rpe ntifor me del pa nel
de la sa la interior, podría esta r indi cand o el trá nsi to de un a sa la a
o tra de la cue va del N iño. l lasta el m o mento no se han detectado
grabados.
El seg u ndo pan el. situ ad o e n la seg u nda sa la, mu estra dos figuras muy peq ueñ as e n co m paració n: un a cab ra y u n caba llo , muy
esti liza dos y elega ntes en sus trazos y rasgos. ¡\ la izqu ierda de
a m bos un muy interesa nte signo se rpe ntifo rme d e do ble trazo co n
líneas horizontales en cien os lu gares de su desarroll o, que alca nza
los 125 cm . El d ifer ente tam a ño de las figur as, el sím bo lo e n mean-
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Figura l . Ca lcas de la cueva del Niña , del panel principa l, según Almagro Gorbeo .
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dros y la ub icació n se m ioc u lta de este segu ndo co n ju nt o, tras u n
velo o bosque de esta lactitas, an ima a pensar en un pequ eño espacio de recogimi ento y acaso d e trascend en cia esp iritual.
Cuando reali zamos la ú lti m a visita nos aco m pañ ó D. Jesú s
Mo reno Con z ález, persona que dirige el reciente museo de etnografía de Ayna . Habituado él a varias visitas a la semana a la cueva, nos
hizo un a o bse rvació n int eresante fruto de su perm anente co nt acto
co n ella : tod as las pintur as pa leo líticas fuero n ubicad as en el flan co
izq uierd o de la cueva , el qu e co rres po nde a la luz . En efecto , la pared
izqu ier da se m uestra perman en tem ent e ba ñada por una suave luz
qu e proced e de la entrada de la gruta y que alcanz a incluso la parte
últim a del lien zo , mu y d ifu m ina da y tenu e es cieno, pero filtr ándo se incluso por el bosq ue de estalactitas que separa a mbos pa neles
con pinturas y ambas salas.
En esta segu nda sa la, el pa nel co n p int u ras está inclinado d e
aba jo hacia a rriba y las pinturas perm an ecen casi oc ultas al o bse rvad or y a l ca m ina nte. El se rpe ntifo rme co nstituye el ú ltimo signo
ant es d e ade n trarnos en la ten eb rosa os cur ida d del co raz ó n de la
caverna .
En la visita men cionada, em p rend ida a fin es del mes de agosto,
se p roduj o un a to rment a estiva l. Y gracias a ella o bse rvamos un
fen ómen o de clima to logía local q ue, en efecto , co nt ribu ía a que esta
estac ió n rupestre pudi era ten er un carácter nurnin oso. Descendía
tumultu oso, por el barran co del Infiern o, paraje hi ero fáni co por su
geo log ía y vegeta ción, paridero ade más de la cab ra m ontés, un vien to hura ca nado, m uy ruidoso, q ue agitaba co n extrem a viol encia los
árboles. Aquel enclave fue mágico pa ra la ment e de los caz ado res del
Paleo lít ico supe rio r por las pin turas que allí rea lizaron; pero las ejecutaro n tanto po r la locali zación de la cueva junto al río Mu ndo,
co mo por la con flue ncia co n el mencion ad o ba rra nco del In fiern o .
Su em plaza m ient o [un to a la terrib le garga nta, cuyo acceso es extrem adam en te d ifícil. permi te escuchar cós micos e in qui etantes ruidos
en los d ías de torm enta. Si a ello a ñad irnos los im presion antes fara llones, las covachas que ho rad an los cingles, los p icach os q ue se yerguen so litarios, los tajos del en to rno, las proas rocosas de las m urallas,... nada ex t ra ña q ue se excitara la imagi nación y co n mocio nara
aq uel los espí ritus.
Dent ro de la cueva del Niño nos llam ó la ate nc ió n, co mo decíamos, la co rt ina o bosque d e estalact itas q ue separa a m bas esta nc ias
con pintur as. Aquel bosque emerg e de entre las somb ras y provoca
juegos de vo lú me nes co n la luz d e la ent rada; juegos que se p royectan en la im aginación fasc inada del visita nte; y tal circu nsta ncia qu e
a nos o tro s nos im presio nó, aun perten eciend o a una triste civilizació n urban a y tecn ol ógica, no pudo pasa r desapercib ida a los ho rn-
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."
bres del Paleolítico . De hech o, al segu ndo co n ju nto de pi ntu ras, po r
más modesto no men os in qui etant e, se acced e a través de u n estrecho pa so e ntre los pétreos tron cos, co mo si se deseara indi car q ue a
aq ue l minúsculo espacio, donde se eleva otra descomunal estalactita, se acce d ía tras un a ini ciación .
La cro no logía d e las pinturas paleol íti cas, segú n Alm agro
Ga rbe a, co rrespo nde ría al estilo 111 de la secue nc ia propues ta por
Leroi- C o urh a n, de fines del Solutrense o ini cios del Magd a len ien se
(entre un 16500 y un 15500 aprox.) . El m ismo Almagro o bservó
ciertas se mejanzas co n la fau na y el estilo q ue apa recen en la cueva
del Par pall ó (Gandía, Va lenc ia), y propuso co mo pos ib ilidad q ue la
cueva del Ni ño en realidad actu ara com o eslabó n cro no lóg ico y
e n lace geográfico entre el arte fra nco-ca ntáb rico y el estilo levant in o .
Más tarde, Fortea ana lizó de nu evo las pinturas e hizo cie rtas
matiza ciones. Los a n imales cent rales, cierva y caballo central, así
co mo las dos ciervas de la izq u ie rda, junt o a un caballo del panel
secu nda rio, sería n de l So lutrense medi o-super ior (h acia el 1800015500 a. C.), resaltand o de nu evo los par alelos co n las ciervas y caballos del Parpall ó (plaqu etas 133,1 90 Y 191). El resto de las cab ras y
ciervos los inclu yó e n el estilo IV de Leroi-Co u rhan . Por úl t i m o, los
serp entiformes del panel secundari o e int er ior los incluyó en el
Magdal eni ense Ill del Parpall ó (co n paralelos en las plaq ue tas 3 71 ,
397 ó 39 8) , co n un a cro nología aproximada de un 11800 a. C.
Po r ú ltim o, Balb ín Behrrnann y Alcol ea Go nzá lez, hall a ron paralelos con los ciervos de Los Casares (G uadalajara) y con los éq u id os
de La Pasiega, Alta rnira o in cluso Nia ux. Tamb i én fecha ron el co njunto entre u n So lutrense fin al y un ¡\ \agdalen iense in icial.
Los excavado res cla ndestin os, a veces omnipresentes e ino po rtunos en sus visitas de saq ueo, p rop orci ona ro n un esp lénd ido vas o
neolítico, qu e muest ra dos asas y decoración incis a en z ig-zags, fla nqueadas po r líneas verti cales en el cue rpo ovoide de la pieza, mi en tras que el cuello está decorad o po r lín eas horizontales. El vaso se
fech a por Man í Olivcr e n el Neolítico a nt iguo (e n su fase ava nza da)
y medi o, y lo vincu la a material es ha llados en And alucía O rienta l y
de Ne rja. Este vaso fue a na lizado tam bién po r Samuel de los Santos,
mi entras q ue Gavilán Ce ba llos y Ve ra Rod ríguez h all aron para lelos
del mi sm o en el sur de la provin cia de Có rdoba , mostrando los problemas q ue se derivaban tras co nside rar si tales vasos o rna me ntados
presentab an un carácter simb óli co y ritu al por las co m pos icio nes
graba das que reco rren sus pared es.
El hall azgo de la Cueva del N i ño se nos p rese nta co mo un reto
a los prosp ecto res. Son m uy escasos los arqueól ogos que se atreven
a pr ospecta r e n un a naturaleza ag reste y rea lm ente pel igrosa e n algunos para jes . Ello sin co nta r co n lo int rin cad o del terreno y co n q ue
J f j,d"
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m uch as de las cue vas pued e n perma nece r sem ioc u ltas. Por ello ,
co n frec ue nc ia, ha y que agu ard ar paci ent em ente a que mo ntañeros , es pe leó logos o excu rsio n istas , nu estros aliad os na turales,
e ncue ntre n d e fo rm a cas ual u na estac ió n ru pestr e ta n int e resante
co mo la Cue va del Niño . De todo s m od os, un a excavació n es
im prescindi b le.
La Cueva del N i ño muy probab leme nte co ns tituyó un sa ntua rio
co n hábitat perman ente o co n visit as muy frecue ntes a ten or de los
hall azgos de Davidso n. La cerca n ía del agua, la ubicación estratégica del e nclave, la abu ndanc ia de recursos cinegéticos, sin duda mo tiva ro n una p rese nc ia no espo rád ica de los grupos humanos y u n
luga r, acaso, prop icio pa ra encue ntros ent re co m u nida des, a causa
de los panel es p intados q ue propo rcio na rían lazos y vín cul os e n
torno a an ima les tot érnicos o de carácte r em b lemático (Utrilla,
1994) . La propia localizació n de la peque ña gruta, en la de se mbocad ur a del terribl e barra nco del In fi ern o, q ue cae en p recip itada cascada hacia el río Mu ndo, o torga a aquel para je u n carácte r nurni noso y so b recogedo r.
El co nce pto de sa nt uario ( Ha mea u, 2002; P érez, 1976) par a las
cuevas co n p in turas rup estres está aceptado e n un amp lio aba nico de
inv est igad ores (Lorb la nc het, 1994 ). En efecto, Lorb la nchet co nsidera qu e en Aust ralia, los dife rentes clanes de a bo ríge nes pos een ,
rep int a n y cus todian una serie de cuevas co n pint ura s rup estres. Y en
tales centros se piensa q ue todo está ínt ima me nte uni do : el paraje,
el agua , las ro cas y las pinturas, cuyas esce nas refleja n una mitología
oc urrida e n los tiem pos p rim o rd iales de la Creac ió n. t\ su vez, las
pared es deco radas son lienzo s vivie ntes que palpitan co n la vida allí
dibuj ad a, a nte los cua les se reali za n ritos de tránsito y di ferentes
cere mo nias, así co mo reun ion es de tribus o m iem bros de cla nes. La
co nverge ncia e n el espacio co nd uce a los a borígenes a la reu n ió n
ate mpora l co n los a nte pasados.
Cues tió n d ifere nte es el ma tiz o la vincu lación que d icho sa ntuari o tran sm ite co n las im ágen es e n él represe ntada s. Ello de pen de rá de las teorías o propuestas de in terp retació n y de sign ificados
que se ad opten o ad m ita n co mo válidas. Así, en EE. U U., por ejemplo, hacia la ve rtiente cha rn ánica se inclina l ledges (Kirh ne r, 1952;
l ledges, 1983; Tu rp in, 1994; Clo ttes y Lewi s-Willi arn s, 1996 ; l.ew isWill iams, 2004); hacia la o pció n de la magia d e la caza I-I eizer y
Raumhoff ( Rei na ch , 190 3; Heizer y Baumhoff 196 2; C roe ne n,
1994 ); sin desd e ñar o tras much as y varias o pcio nes , co n jugadas
todas ellas (Schaafs m a. 198 6) , co mo la del to temi sm o (O lari a,
1999: 11 7 y ss) .
Po r últ imo, a ñad ir q ue recien temen te ha llam os u n peq ue ño
yacim iento co n ind us trias líticas de técni ca Levalloi s en la Fue nt e del
Halcón (López Cam puzano el aiii, 2003), inm edi atam ente al oes te de
la Cue va del Niño, pero a una altitud super io r. La crono log ía de los
artefactos realizados en cuarcita abarca ría el Paleo lítico medi o, en
p rincip io sin vincu lación cu ltura l co n las pi nturas del N iñ o. Es necesario recordar ad em ás las prospecciones y visión de co n junto q ue
José Luis Serna rea lizó en tod o el valle del río Mu ndo y dond e se
recogen mu ltitud de estacio nes con industr ias líticas (Serna , 1997 ).
1.2. Sobre el arte postpaleolítico: Levantino
y Esquemático
La hi storia de la investigación so bre arte rup estre pos tpa leo htiro
co m ienza en la p rovincia de Albacete a pr incip ios del siglo xx, gracias
a la enco m iab le labo r de I lenri Breu il (Ripo ll, 2001), cuando pub lica en la revista Lí\lltlrropologie, tras el terrible pa réntesis de la Prim era
Gue rra Mu ndial, varios traba jos, de rivados de la actividad y de los
descu br imi entos de sus prospectores ( Ri po ll, 1988) , unos referidos a
Minated a (Hel lín) y otros a la Cueva de la Vieja (Alpera) o al Monte
Arabí (Veda, Murcia) . V si en el Ab rigo Grande de Mina tcda , Breuil
estableció en so litario un a secue ncia evo lutiva del arte levantin o, en
Alpera mantuvo la co laboració n co n Serra no Góm ez y Juan Cabré
Aguiló (Breuil. Serrano y Cab ré, 192 1). Al margen de los deba tes
so b re la crono log ía del estilo levant ino y sus relacio nes interrontinent ales, y su bibli ografía co rrespo nd iente (1lernández Pacheco,
192 4, 1959; Almagro, 1952; Blan c, 196 4; Bosch C impe ra, 1964 ;
Ripoll , 1964 ), se expo nía ante la co mu n ida d científica la existencia
de un arte ru pestre fuera del área franco -cantáb rica.
El Abr igo Grande de Mina teda ( He llí n) se ub ica estratég icame nte en un cabezo espectacu lar q ue otea todo el va lle fluvial del arr oyo de Taba rra, cua ndo fluye paralelo a las aldeas de Minateda y La
Horca, y ent re ellas y el Tol m o de Mina ted a, un enclave proto h istórico co n varios co n ju ntos de insculturas y, lue go, ciuda d hispan orrorn an a y visigoda . Pero el co n ju nto de m ont an as do nd e se insert a
el ab rigo, sierra de Cabeza Llana, co ns tituye un auténtico dédal o
dond e apa recen y desaparecen a la vista barran cos, covachas po r
decenas, cascadas pétreas, circos rocosos, alvéo los espectaculares,
escultu ras geo lóg icas, n ich os, vericuetos, cruces d e cárcavas,... Un
auténti co lab erinto qu e sin dud a fue co nside rado po r los artistas de
aquel tiem po co mo de ca rácter ini ciáti co. V muy proba b lement e,
por todas esas razo nes, las pinturas ru pest res na tura listas y esque máticas fuero n trazadas en aq uel m undo int rincado, por co nstitu ir
un hermoso y a la vez sugest ivo jardín de rocas. V desd e dicho jardín, los artistas y caz ado res co nt emp laba n u n ampli o va lle lo ngitu di na l do nd e pu lu laban las man ad as de to ros, caba llos, ciervos... Un
mund o pletóri co de vida salva je y fecu nda .
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91
Entre las figuras mesol íticas de Minateda (fig. 2) hay que des ta car los eno rmes to ros y caba llos, segurament e anima les em b lemá ticos de la estación, qui zás co n un carácter to témi co . Hay q ue aludir
al víncu lo qu e apa rentem en te se estab lece ent re grandes ciervos y
arque ros, varo nes que no cam inan o m ani fiestan un a actitud am enazan te, d e caza o de co mbate, sin o q ue se superp on en a d ichos ani males, co mo si desearan manifestar su sim pa tía o relación esp iritual
co n ello s. Creemos q ue tales co mpos icio nes y asoc iaciones se podrían inclu ir dentro de las escenas q ue relatan có mo los cha ma nes
empre nd en vuelos iniciáti cos, recu rrie ndo a los ciervos, en realidad
an ima les guía o ps icopo mpos.
Hay un a mu y interesa nte escena en Mina teda, referida a un a
probable ba talla (figs. 3 y 4) según Jordá Cerda , Mauro Il ern án dez
y o tros much os, entre gentes de diferentes etn ias o tribus (Molin os,
198 6; Rub io, 1989) . De ent re todos sus protagon istas creemos qu e
el más espectacu lar es un moribund o atravesad o por varias flech as,
qu e inclu so le atraviesan la cabeza . li no de los band os, el venced or
Figura 2. Composición centra l del Abrigo Grande de Minateda: gran loro y chc mc nes superpuestos a ciervos.
Según calcas de Breui!.
Figuro 3 . El pe rsonoje Rechodo de lo
escena de combate de Minateda.
Segú n calcos de Jord ó Cerdo.
¿Posible chamán en rito ¡niciático?
\
Figura 4 . Escena de comba te en el
Abrigo G ra nde de Minotedo . Según
calcos de Breuil.
co n a rcos co mpuestos, luce un as pinturas corporales. Pero sigu iendo
la bib liografía de Mircea Eliade o de Fer icgla (Eliade, 1986: 53, 62,
85 Yss. ), podríam os estar asistiendo a un a escena de in iciació n cham áni ca media nte aluc inac iones, en la cual el neófito precisa perecer
a su co nd ición mortal, ser atravesado por sae tas y descuartizado, pa ra
emerger co mo ind ivid uo esp iritua l y cha má n al servicio de su com unidad. Ser atravesado en la cabez a o en el cue rpo medi ante proyectiles, sign ifica abrir el ente nd im ient o al co no cimiento trascendente; las
flech as se rían alegorías de los pod eres espirituales manejad os por los
chama nes veterano s qu e inician y pur ifican al cand idato a chamá n.
Tras la inmo lación ritua l se p rod uce la in iciació n mística.
Es ta int erpretación no niega en abs ol uto las esce nas en las que sí
se o bse rvan verda de ras batallas, alardes , esca ram uzas entre ba ndas
rivales o a justicia m ien to de prision eros o de jefes rivales (Gui laine y
Za m m it. 20 02), segu rame nte po r el dom inio y posesión de los
recu rsos cinegé ticos y los ecos iste mas. Tales enfrenta mie ntos íntertribales aparecen en El Mo lino de las Fuentes (Abri go Sautuo la) de
Nerp io (Albac ete) o co n varios co m bates represen tados en el
Barran co de Les Dogu es, en el Cingle de la Mo la Remi gia (a mbos en
Ares del Maestre, Caste ll ón}, en Ca va del Civil de La Va llto rta (Tirig,
Cas telló n ), en ab rigo El Roure (Morela la Vella, Castelló n l-... Tales
m otivos han sido ampli am ente estud iados en d iferen tes trab ajos por
,'vto linos Sauras ( 1986 ), Rubio i Mora ( 1989) o Mateo Saura ( 1997).
1Iay, em pero, una se rie de rasgos q ue pod rían deno tar q ue el
arqu ero fl echado de Mina teda es d iferente a los del Maes trazgo :
• En rea lidad, el arqu ero vencido y fl echad o de Minatcd a, pa rece
mostrar el aspecto de un esque leto, co mo aq uel se r descom un a l
de la Sarga 11, co n cue rnos y acaso máscara de to ro. Este perso na je de la estació n rupest re de Alcoy tam bién parece indi car en
su ana to mía las cos tillas y las vérteb ras. Desde luego no se trata
de u n ser hu m ano cotid iano, y lo hem os presen tad o en otras
ocas io nes como un chamá n en rito in iciático o en metam o rfosis
hacia su an im al guía.
• El individuo venc ido y flecha do de Min at eda parece mostrar tan tas fl echas com o u no de los vencedo res, acaso un chaman maestro in iciado r, cuyas fl ech as clavadas so n alegoría de su po der
esp iritual y qu e tran smitirá al neófi to . Ade más , los vencedo res
lucen un as extra ñas lín eas, acaso decoracion es pinta das o incision es y tatua jes en sus cuerpos [Barley, 2000). Tal detalle parece se r ún ico en la penín sul a Ibérica en estas circuns ta nc ias de
co m ba te o alardes. Reco rdem os qu e en determin ados pueb los
lo s tatu aj es so n imprescindibl es pa ra acced er al Par a íso
(GlIjil l"tltis y Neum r de Ne pa l]: o bien sirven de alim ento para los
espíritus y an cestros d ifuntos (EllOi del Sur de Nigeria)
94
. !tG,
• El individuo venc ido y flechado de Minateda fue representado
delant e de la cab eza astada de un espl éndid o to ro. Guarda por
ello pa recida posici ón resp ecto al personaje em pe nac hado de
Alpera que cam ina o vue la sobre el friso de to ros-cierv o y que
tam b ién co nsiderábam os un chamán en vuelo y éxtas is.
Todos esto s rasgos q ue identifican al personaje ven cido y flechado del Abrigo Grande de Minat eda, creem os qu e le co n fieren u n
aura d iferent e al resto de los asaetead os del ¡\.laestrazgo; qui zás este
comba te en el que participa el herido tiene más de mís tico q ue de
real. es más esp iritua l qu e por la su perv ivencia mat erial de su tribu.
Iord á Cerda de tectó en una escena del abrigo Gra nde de
Mina teda un a posib le prese ntaci ón de u n arquero itifal ico, por
medi o de un a da ma. a nte u na divin ida d fem enina. q ue portaba una
espec ie de horqui lla de tres ramas en su man o, a la vez que to caba
al varón .
En tre las fi gura s esque má ticas de Mina teda hem os de referirnos
a algu nos acéfalos (fig, 5 ). Segú n Wernert . las figuras acéfa las acaso
tend rían un carácter fun erari o, o b ien ser ían reflejo de ritos de descabeza m iento tras en frenta m ientos bélicos, co ns ide rando los ven cedo res q ue la posesión de las cabezas de los enem igos o riginaba en
los derrot ad os su sometimi ento en el m ás allá, ya que sus almas
vaga rían siem p re co mo so mbras sin a mparo . En ciertos pueb los pr imitivos el co nservar los cráneos de los ant epa sad os, sin embargo,
gara ntiza ba la fecund idad de las cosec has y la errad icació n de las
enferm ed ad es en la tribu . Iensen consid eraba, por su parte, qu e la
occis ió n ritu al de seres hum an os es pro p ia de culturas agríco las. lo
que. en efecto , enca jaría b ien co n una cro no log ía neolíti ca de las
figuras esquem áticas. Sop e ña Genzo r (1 987: 93 y ss.) estud ió el
e
o
Figura 5. ltifálicos, acéfalos y andróginos esque máticos de los diferentes
abrigosde Minateda . Según colee s de
Breui].
b
e
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CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
tem a de las decapi taciones rituales en los puebl os pro to h istó ricos de
la Pen ínsu la Ibérica, alud iendo a las fue ntes clásicas. Nigel Barley
(2000: 255 y ss.) se ñala que en pu ebl os prim itivos las cabezas co rlad as de los ene m igos pued en pe nde r d e los árbo les, ya que se co nside ra que increm ent an la fert ilid ad de la tierra y de las gentes. Jan
Kott ( 1975) , indi ca q ue las cabezas co rtadas p ued en se rvir co mo
o rácu los y p rofetisas, ad emás de fertiliza r los ca mpos; e igualmen te
actúan co mo d ivin ida des tutelares de los fami liares aú n vivos.
Incluso algu nos acé falos pa recen se r a la vez and róginos, co n lo
qu e se a ñade n nu evos valo res mu y int eresantes a estas figuras ,
siguiendo los plant eamientos de Sigfried Gied io n (1 98 1) o de Marie
Delco urt ( 1958 ) acerca del ca rácte r sac ral de la an drogin ia (Perca,
1999) y su remem o ració n del caos primord ial, dond e todo estaba
ind iferenciado .
En la Cueva de La Vieja (Alpe ra) hall am os ot ra espec tacu lar
m an ifestación del arte de pueb los cazado res y reco lectores. La localización del abrigo no es muy d iferent e de Mina teda: u n enclave
ro coso, esta vez en un cing le, que avizo ra y domina u na exte nsa llanura, qu izás un almar jal entre los m ilen ios IX y V a. C.
Sin dud a hay que des taca r la figura varo n il, itifálica ( Du laure,
20 00) em plu mada, co n arco y flechas en sus ma nos, sujetos medi ante u n ges to ritual y reverent e, no en posició n de caza ni co m bate. El
prop io indi vidu o parece danzar, arro bado, en éxtasis místi co, y levita so b re toros que m ás tar de fuero n reco nvert idos en ciervos. Su excitación no es eró tica, sino es piritua l. Probabl em ente ent rechoca las
flechas q ue sos tiene en su man o derec ha , a la vez que mant ien e el
arco en vertical, po r el extremo, en u n gesto lit úrgico . Q u izás su
danza, cántico y so n idos, le perm iten co nvocar a sus animales gu ía,
so bre los que ya está levitand o (figs. 6 y 7).
Ya Iord á Cerda co nside ró q ue po d ría tra ta rse de una d ivini dad
protecto ra de la caza o, acaso, vestigios de un cu lto al toro en soc ieda des neolíticas. Mientras, Ripo ll Perell ó esti mó que había en aquella figur a un halo de héroe m itol ógico o de divinidad gue rrera.
En u n pr in cipi o pensam os que pod ríam os estar ante u n Se ñor de
los An im ales, el cual vela so bre la espec ies an ima les pa ra que su
nú mero no d ism inuya a causa de un a caza excesiva po r parte de los
hum an os. Pero lecturas der ivad as de Mircea Eliade nos induj eron a
co ns iderar la escena dentro del mundo cha má n ico. Las plumas del
pe nac ho q ue cubren su cabe za no serían únicam ent e un a exp resió n
estét ica o de ran go social, sino un a mani festació n de su capacida d de
trasce nder m ediante su espíritu, tal y co mo nos relat a Tah ir Sha h
(Tha ir, 2000; Harner, 2001; Eliade. 1993: 138 y 152, 2001: 121 y ss.:
l.ewis-Williarn s el 1I1ii, 1993) . Tahi r Shar nos relat a su experiencia y
nos indi ca que entre los Shuar (Jíbaros) la ingestión de la ayah uasca
96
!. 2004
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Figu ro 6. Composición centra l de lo Cueva de lo Viejo. Según calcos de Cob ré Aguiló. Probabl e chomón sobre
teros-ciervo en vuelo iniciótico.
Figura 7. Persona je central de la Cueva de lo Vieja de Alpero con penacho de plumas: arcos y flechas cogidos con
gesto ritual y en posición de danza.
produce visiones: "No té calor a la altura de los hombros y al m ismo
tiempo m is brazos se desarro llaro n. Esos miem b ros débiles y sin ob jetivo se tran sform aron. En pri mer lugar, cam biaro n los huesos. Logré
verlos (...); despu és de los hu esos, siguiero n los mú sculos, co losales,
co mo los de un cultur ista. Solo ento nces, cuando mis brazos se recubrieron de trem endas arterias y ven as, surgió la obertu ra final: las plumas" (Thair, 2000: 282 y ss.). Co mo preludio a esta experiencia, el iniciado ha escuchado el so nido qu e el cha mán extrae de las chacapas o
mat racas, y sus cánt icos, a la vez que asp ira el hum o del map acho o
tabaco. Todo esos elementos y facto res facilitan el éxtasis y el vuelo. El
autor exclama: "Éramos pájaros y a la vez éramos ho mbres"
A su vez, los to ro s y lo s ciervos puede n se r enten d idos co mo
es píritus aux ilia res y a n ima les guía, invocados por el cha má n co n
pen ach o em pl u mado . Tales es pír itus, apa recidos seg ura me nte tras
la ingest ió n de sus tanc ias psico dél icas o d ive rsas m ort ificacio nes
y peniten cias (Díez d e Velas co , 1995 : 83 y ss.; l.owie, 1990 : 39 y
40; l.evy-Bruh l. 1986 : 26 y ss.}, so n sus a lia do s, y le aseso ra n, le
acomp a ñan en sus via jes in iciáticos, le protegen y le ayuda n. Son
cus to d ios de los ch a ma nes y m en sajero s di vin os, capace s d e pro porcion ar a l hombre que lo s ve e n sus visio nes, p rot ección y segurid ad en la caz a, defensa an te los e ne m igo s e in fo rmació n y respu estas vita les pa ra su tribu . Un a vez esta b lecidos esos víncu los espiritua les co n los an ima les o gen ios tu tela res, co n los toros-ciervos, el
cha má n de Alpera emp rend ía su vue lo extá tico, trascend ente, par a
h allar res puest as a las inq u ietud es d e los mi emb ro s de su co m un id ad .
Siguien do ta m bién a Mircea Eliade, po de mos indi car q ue en realidad no hubo en la Cueva de la Vieja u na transfo rm ación de to ros
a ciervos, un a metam o rfosis artística, po r camb ios eco nó m icos, alteracio nes de cu ltos o var iacion es eco lóg icas de los ecos istemas, co mo
suge ría Io rd á Cerda. Ambos a n ima les pu ed en se r psico po m pos y
sagrados y sus valores co n frecu en cia co nvergen en sign ificado . En
efecto , co mo indica Diez de Velasco. en ocas io nes un cha má n pod eroso pued e d ispo ner a la vez de varios gen ios tutelares o anim ales
prot ectores, sum an do así sus fue rzas espiritua les. En co nsec ue ncia,
el art ista de Alpe ra co nsideró qu e pintar un h íb rido de to ro y ciervo
en la m isma figur a y co n el mi sm o cue rpo, u n se r b icéfalo en potencia, increm entaba, po r d icha síntesis q ue dob lab a el poder, los valores sartales de los an imales guía y, por ello , el poder esp iritua l y las
vision es del chamá n que levitaba y vo lab a sobre ellos.
En resumen, prop on em os va rias int erpretacion es para tan interesante perso na je:
• Un Seri a r de los Ani ma les, q ue vela por la caza y las co nd icio nes
en las que la desarro llan los seres hum an os.
• Un cha má n en da nza o viaje extático sobre an ima les gu ía. l.as
plumas le oto rgan la capac idad de l vuelo. Acaso se enc ue ntra en
proceso de mutación hacia u n ani mal.
• Caza dor en un a caza de carácter ritu al e in iciático.
Resp ecto a los an ima les guía (to ros y ciervos) hay q ue reco rda r
lo que nos narra Lowie res pecto a los navajo . Entre ellos, tales seres
apa recen a través del m undo o nír ico y después de pe ríodos de ascesis, aislam iento, ayu nos o mort ificacion es físicas. l.os animal es tutelares predecía n el fu turo de su protegido y le proporcionaba n valo r
en el co m bate, fo rtu na en la caza o hasta sab id uría . l.evy-Bruhl tambi én nos recuerda que entre los cha rna nes bant úes existe la creencia
de ellos m ism os son tran sformados en anima les cuando inicia n sus
ritos.
Otra interesante esce na de Alpera sería la de u n reco lector de
m iel encarama do a un cing le, sem ejant e a las hallad as en l.a Aralia
(Bicor p, Valencia ) o l.o s Trepad ores (Alacón, Tcruel) o en el
Barran co de la Ca sulla, po r e jem plo, y que in icialmente fuero n estudi adas por Hernánd ez Pach eco y por Blasco Bosq ued ( 1975) .
Nosotros planteam os la posibi lid ad de que los recol ecto res de m iel.
atend iendo a los trabajos de antropo logía reali zad os en tre los !Ku ng
de l Kalahari, a los relatos mi to lógicos que recogen las proezas de
O dín o de Wáinám óinen, ade más de ciertas fuent es co mo lenofo nt e,
en realid ad estuvieran parti cip and o en ritos de ca rácter religioso y en
la búsq ued a de visio nes aluci nóge nas, porque la mi el, cua ndo es
libad a y elabo rada po r abejas de ciertas pl ant as, es capaz de producir a lteracio nes de la co nsc iencia. l.a mi el sign ifica el co noc im iento
m ístico (fluidez y densidad al mi sm o tiem po ) y revela a lo s iniciados los co noc im ientos trascend entes. Es alimen to nu tritivo, pero
tamb ién de inm o rtalidad .
Posterior mente se enco n tró , en 1935, en Socavas. la estac ión de
arre esquemá tico de Solana del v to lin ico, en la llamada l.oma de l
Co n jurao r. Su desc ubridor fue Casi rniro Fernández Baudín (1961).
Pero el aná lisis cie ntífico se demo ró en el tiempo, sie ndo p resentada in icialm ente por Sánchez lim énez (1 961-196 2) . Es ta estació n sirvió más tarde co mo tem a de la tesis de licen ciatura de losé l.uis
Sánchez C órn ez. en 1983, en la un iversid ad d e Murcia, si bien, la
ob ra perma nece la ment abl ement e inédi ta.
Tras u na pro lo ngad a etapa de silencio y, prob ab lem ente, co mo
consecue ncia del avance hacia el oes te de las carrete ras asfaltad as en
la provin cia de Alba cete, int ernánd ose esas vías de co m un icación en
las en tra ñas de la fragosa serranía, en un a Españ a todavía mu y subdesarroll ad a, los investigado res ta mb ién se pud ieron adentrar en el
co razó n de las mont a ñas y halla ron nu evas estacio nes de art e rup estre levan tin o y esque má tico .
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De este m od o, se descubre a medi ad os del siglo xx la Solana de
las Covacha s, po r el maestro nacion al José So tos P érez, en la peda nía de Ped ro And rés (Nerpi o) , cerca de las fuent es del río Taibi lla,
aflue nte del Segu ra, en un impresiona nte cingle en hemi ciclo horadado po r múlti ples oquedades na tura les de d iferentes tam añ os. Julia
Sánchez Carrilero y Sarn ue] de los Santos Gallego fueron los p ion eros en realizar los calcos y los primeros aná lisis de d ich as pi nt uras .
En efecto, lul ia S ánch ez Ca rrilero presentó en la universidad de
Mu rcia, co mo cursillo de docto rad o, un a monografía en la que se
o frec ía un avance en el estud io de las pint uras ru pestres de Nerpio .
La estació n de So lana de las Covac has presenta el citad o frente
de varios alvéo los na tural es ab iertos en el cing le hacia Poni ente,
aso mado al río Taibill a. En ellos se p intaro n las diferent es figu ras y
escenas (figs. 8 a lO). Hay q ue destaca r la ap arente e íntima vin cu lación entre d iosa s-da ma s, co n llamati vos tocados glo bu lares, y
ciervos, aca so un a referen cia a las po tencias genésicas. Esca riza afirm a q ue po d rían ser o jeado ras en act ivida d cinegética.•Mas nos o tro s
creemo s q ue hay allí algo más trascendente que se relacio na co n los
va lore s genésicos, de regeneraci ó n y de psico pornpo del ciervo en
íntima co m u n ió n co n las figura s femen inas.
Figura 8. Escenas de Solano de lasCovachas VI, según calcos de Alonso Tejada. Vinculación
entre
die ses-demos y ciervos, acaso en un rito de fecundida d.
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Figura 9. Escena de Solana de las Covacha s 1II, según calcos de Alonso Tejado. Divinidad masculina con orco que
recibe el homenaje del grupo de ca zado res , co n evidente jerarquía de tamaño según la trascendencia de los per-
sonajes.
No hem os de o lvida r qu e en me d io de lod os ellos aparece u n
extra ño ind ividuo, de sexo masculino, qu e lleva sus man os al rostro
o al pecho, y qu e podría co rrobo rar esa inclinación hacia culto s a la
fertilida d. Para Al on so Tejada estaría mos asistiendo a un a dan za de
carácter fálico. No obstante, Antonio Beltrán co nside ra qu e se trata
de un a muj er con senos p romin ent es (Beltrán , 1988) . Esta circun stan cia no cam biaría necesariament e el valor atribuido por Alonso
Tejada, ya qu e lo q ue aparentem ent e importaba aquí era increm en tar los valores de la fecund idad cósmica.
Del mism o modo, hay q ue resaltar un gran arq uero masculin o,
tam bién con tocad o ritua l de aspecto globula r, qu e port a arco y fl echas en posi ción hori zontal, de reposo, y que levanta su bra zo derecho, co mo saludando o indicando su posición a un a decena de
a rque ritos, de inferior tam a ño y por tanto de men o r catego ría, qu e
le rodean y acaso vene ran. Esta fi gura de arquero, acaso o tra divini dad o Seño r de los Animal es y propiciador de la actividad cinegética, es muy seme ja nte al existente en el cerro Barbat ón de I.etur; y
ambos perso na jes part icipan en u na escena de co ntenido sagrado.
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Es característico de algunos ani males de Solana de las Covachas
los trazos ho rizontales y para lelos que recorren sus cuerpos (équ ido
20 , cáprido 59, cierva 127, de Ana Alo nso ); lejan am ente podría n
recordar a los ciervos listad os y grabados de Fratel (Portugal) (Varela
Ce rnes, 1990) , fech ados entre el 5000 Y el 4500 a. C.
Pero se rá Ca reta Gu inea , en cola bo rac ió n u nas veces co n Manue l
Berges So riano , o tras co n Krapo vickas. y otras co n mi emb ros del
Seminario Sautuo la. qu ien desar roll e inmedi ata mente un am p lio y
trascendent al program a de calcos y d e descubrimi entos en Nerp io y
en el valle del río Taibi lla, al m ismo tiempo qu e emprendía las excavacio nes en el pob lado ibé rico de El Macalón.
Respecto a las estacio nes rup estres, los resultados fuero n muy
alentadores: varias covachas en to rno a la fortal eza de Taib ona. el
abrigo del Prad o del Torn ero , Ho rn acin a de la Pareja, Ab rigo
Sa u ruo la-Mo lino de las f ue n tes, entre otras.
Las difi cu ltades enco ntrad as en aque llos pa rajes hará com entar a
García Gu inea las de ficientes com u n icacio nes por carretera, y su
reflexión le lleva a decir, en u n inevitab le y cautivado to no po ético:
" l lay u na so leda d impresion ante y un aband on o d e paisaje que hace
a todo aqu ello rem oto y eterno ". No de otro m od o se exp resó
Schulte n ( 1947) cua ndo exp loró y estudió la ciudadela de Meca
(Alpera ). Y decía: "... la gran so ledad y el silenc io profu ndo, q ue só lo
de vez en cuando in terrumpía el grito de u n ave de rapi ña: po r el pa isaje de la ampli a llanura co n su siem pre ca mb ian te juego d e col ores
y los azul es montes de la lejanía, en parte alargadas montañas y
o tras ais ladas cumb res que se levantan co mo islas del mar en la llanu ra. Co n su so led ad, su amp litud y las for mas caprichosas de las
sierras del horizo nt e, con los efectos ch illo nes de luz, tien e el paisaje de Meca , co mo tod a la Meseta, un carácter severo, pero grand ioso, qu e co nv iene al pu eb lo ind ó m ito y a mante de su libertad que
defendía su patr ia en estos desiert os" (Schu lten, 1947: 26 5 y ss.).
Trabaj os diversos se desarroll aron en los alias setenta, ini ciad os
por Sarn ue l de los Santos, Bern ard o Z o rnoza o Ram ón Viñas, q uienes ya abo rdan, en sus d iferen tes apo rtacio nes , el extraord inario
co n junt o de Las Boiadil las . cuyo estud io y análisis po rmenorizado
es muy necesario.
Pero una nu eva eclosión en los estud ios se prod uce a partir de las
investigacio nes de Anna Alons o Tejada, en la década de los ochenta.
Dicha au tora co ntribuyó a la rean imac ió n del estudio del arte rup estre de la provincia de Albacete. Su tarea co menzó al ana lizar las pinturas prehi stóri cas de la comarca de Nerp io co mo tem a de sus tesis de
licenciatu ra, en la uni versid ad Autónoma de Barcelona, en 1977 . Y
co ntó como prospector generoso, qu e le iba prop orcionand o los nuevos hallazgos, año tras a ño, a Amo nio Ca rre úo Cuevas .
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,I
Figuro 10 . Diversos seres sobrenaturales femeninos de la serranía del Alto Segura , cubiertos
con
tocados
.~
(,
.... ..:.... ....
vegetales .
¿Divinidades de la fecund idad y
de la vegetación? Según Alonso
Iejodc .
4
7
lin o de los más inter esantes hallazgos pu bli cad os po r ella fue el
del Ce rro Barba t ón, e n Letu r, dond e probab leme nte se e ncuentra
una de las mejo res esce nas del art e rupestre postpal eolítico penin su lar, e incluso del co nt inente europeo (fig. 11 l. y q ue co ns idera mos
que refleja una h ier ogarni a, en un mi to cosmogó n ico de incalcu lable valor hi stóri co y antropol ó gico . Si bien e n el estud io citado nada
se indi ca ba al respecto d ebi do a un a lectura del co nju nto d istinta de
la que aq uí suge rimos y reite ram os.
Tras co ns u lta r difer ent es o b ras d e Mircea Eliade. le nse n .
Ca m pbell, etc., creímos que la cita da esce na se pod ía lee r al men os
desd e cua tro persp ectivas di fe rentes y comp leme nta rias e ntre sí:
• El relato de un refugio mat erno y sagrad o. un a di osa da ma ben éfica vin cul ad a a rito s de fecund ida d . El se r d im inu to . el ni ño e n
posició n fetal, muestra sem ejan zas co n la madre d ivina: idénti co tocad o e n el peinad o. sim ila r gesto co n la man o . Acab a rá por
su frir una m etam orfosis qu e le ha rá se meja nte al ar q uero varó n .
..- 103
Una hi erogarn ia, de la cua l su rge la human idad . La Gran Madre
se un e al Héroe Primordi al mascul ino en u n m ito cosmogó nico .
No es descartab le la p resen cia de ge melos pr im ord iales, iniciadores de la hum anid ad .
o Una Terra Mater en un mito in iciático. Seg ún Mircea Eliade,
podría co ns titu ir un rito de eme rgencia, en los que la an tro pogenia se identi fica co n la o n togc n ia, es decir, la cría y gestac ió n
del ni ño en cuclill as es metáfora del origen y crea ción del
Mundo .
o Un ritual cha má n ico de gestac ió n y asce nsió n espiritua l. En tales
ritos los neó fitos so n introducidos en saqui to s o recipi entes, alego rías de reclusiones de ca rácter místico, don de inician su formación es piritual y alcanza n la trascen d en cia.
Cree mos, en co nsec ue nc ia, q ue no es posibl e afirma r que se trate
de u na instantán ea fami liar y costum b rista.
Indud ab lem ente la gra n da ma es un a d iosa, co n tocad o glo bu lar
y fald a tu bular. Man ifiesta por su tam a ño y asp ecto impo nente un
carácter sacra! y un eno rme pod er y trascendenci a. D e un o de sus
codos pend e un a bo lsa, un úte ro qu e sim bo liza el caos primi genio,
en cuyo int erior, donde se gesta y crece, aparece un ni ti o en cuclillas,
en gestació n, co n el m ism o ges to y tocad o que sus progen itores. El
co m pañero masculin o de la di osa dam a, el arquero varó n q ue n i
caz a ni co mba te, es u n fiel aco m paña n te y cus to d io pro tecto r, acaso
un germi na dor. Pero el artista le situó, pese a su a rroga nc ia, en un
n ivel to pográfico inferio r qu e ella, indicando así su su m isió n ante la
div inidad femen ina; au nqu e co n idénti co tam a ño . que delata tam bién su carácter d ivino o de demiurgo . La d iosa dam a, en defi nitiva,
es la sede de la vida; si b ien el arquero varó n pod rá actuar co mo guía
espiritu al del ni ñit o que se encue ntra en proceso de gestació n esp iritua l, dent ro del claustro sagrado de la bo lsa.
En esta escena del Ce rro Barb aron. siemp re nos ha int rigado la
se rie de arq ue ros que ap arecen a la derecha de la di osa-madre (nu estra izq uierda co mo espectadores ), y q ue no hem os sab ido entende r.
Inclu so uno de los arqueros (el n ° 18 de Ana Alo nso Tejada ) aparece co mo cayendo cabeza abajo hacia un vacío, ent re el co n jun to de
sus co m pañe ros. ¡ Pod ría mos pen sar qu e, m ient ras q ue en la parte
izqui erda de la d iosa (n uest ra derech a) se desar roll a una esce na de
hierogam ia, de creac ió n, de gestación esp iritua l y de iniciación del
héroe, en la derech a de dicha div in idad femeni na ( nuestra izqui erd a) , se represen ta u na esce na d e creac ió n-des trucc ió n d e la
Hu man id ad ? Esta d ualidad en los actos de las di osas en d iferent es
mit ol ogías es un rasgo extrem adame nte extend ido por el á mb ito
in doeu ro peo . Es cierto que la dam a-di osa del Ce rro Barbatón carece
de a rmas, cual un a Palas Atenea qu e acabe de derrotar a los Titan es;
o
Figuro 1 1. Protagonistas del Cerro Borbotón de l etur [Albccete). según calcos de Alonso
Tejada. Escena que adm ite varias interpretaciones: hierogamia cósmica; rito chamánico de
iniciación; Terra Moter en un milo de creación.
pero es verd ad tambi én que su as pec to impon ente en tam a ño y e n
ges tos , junto a su po sición ce nt ra l en la esce na , le co nfie re esa au to rida d y ese poder m ítico, cua l u na d iosa india : Kil/i-DIIISil .
O tros trabaj o s int eresa nt es, a partir d e la d écad a de lo s oc he nta,
fueron los d e Mu ñoz Iirn énez, m aestro d e Letur, que permitieron
e ncont ra r So rbas I y 11; o bien los d e P érez Burgos, em p rend idos en
Alca raz (Los Batanes) yen Yest e (Cu eva d el Gita no ; La C raya ], que
ab ría n a la investi gación comarcas e nt eras mu y alejadas del mapa
tradi cion al d e di stribución d e las pinturas ru pestres. No se tratab a d e
gra ndes p ro sp eccion es, pe ro era n muy imp ort antes po rq ue ab ría n
un a brech a en la frago sid ad d e la m onta ña.
Cita m o s especialment e las labo res d e Il e rn á nd ez P érez y Sim ón
Carcía e n el muy int eresante sector d e Almansa, limítrofe co n
Alpera, y que seguram ente d eparará e n el futu ro nu evo s co n ju ntos
in éd itos , que serán añ ad idos a los del Barran co d e la Cabeza d el
Mo ro y del ab rigo d e Ol u la, anali zados por ambo s au to res antes
citad o s. La m onta ña d el Mugrón es un enclave h iero fán ico desd e
cualq u ie r persp ecti va. De es pecia l interés co nsid er a m os la estació n
) f. )"1.,,
105
~
CU4DERNOS DE ARTE RUPESTRE
d e la Ca beza del Moro, donde creem o s ver u na cerem o n ia d e su m isió n d e u n o s arq u eros, que n o está n d e caza, a nte un a di vinid ad
fem en in a, ya la q ue le muestran u na actitud de reveren te fascina ció n .
O tros eq u ipos, d esd e lo s añ os novent a, h a n traba jad o en el o cciden te d e la p rovincia d e Albacete, en parajes y co ma rcas rea lm ent e
pe ligro sos y d e muy d ifícil acceso, y h an ofrecido es tacio nes desco no cidas h asta el p rese n te. Desd e aq u í exp resa m os nuestra ad m iració n
por lo s tra ba jos d e grandes prosp ectores: Ca rreñ a Cu evas, Ma teo
Sau ra, So ria Lerm a y López Payer, to d os e n el río Zu m eta y Alto
Segu ra e n ge neral, d o nde hay q u e d estacar, en tre o tros, La Tin ad a del
Ciervo (fig. 12) .
Pero lo s n uevo s h a llazgo s apa recen in cluso en territo rios q ue
hab ían sido a m p lia me n te b a tid os po r d ecena s d e in vestigad ores co n
a n te rio rid ad, lo que in di ca q u e n o es tá tod o d escubi erto, n i s iq u iera en territori os a pa re ntemente tr illad o s. Así, en Hell ín. e n el Pico
T ie n da , en un a m p lio va lle, e l eq u ipo dirigid o por Jo aquín Sa lm eró n
y Jo aqu ín Lomba, h a lló dos nuevas estac io ne s rea lmente singu lares
y es pectac u lares. Esp era mos con pacien cia la pu bli cación d el co n ju n to , d em orad a d uran te añ o s.
Fig ura 12. Tinad a del Ciervo I (Nerpio, Alba celel, seg ún ca lcos de Ma leo So uro y Car reña
y mítico
entre el ciervo psicopompo y el á rbol de la vida. Probable caza ritua l e inicióticc .
Cuevas. Cier vo con cuerna s ar boriformes que dela ta la íntima comunión cósmica
106
¡.
1"'·'
Lo s últ im o s hall azgo s se ha n p ro du cid o . entre ta nto, e n
Masego so. e n el Ab rigo d e la Lagu na d el Arq uillo, cerca de Alcaraz ,
estud iado por Mat eo Sau ra y Io rdan, presentad o e n el VI Semi nario
d e Estud io so b re Arte Prehist órico de (Cand ía. 2004) (Mateo.
Jo rdán y Ca rreña, e.p.) y d el qu e tambi én hem o s avan zado al gunos
da tos e n el COllgreso Arte Rupestre ell la Espaiu: medílerrállea cele brado este m ismo año de 2004 e n Alica n te (Ma teo. Jo rdá n y Simó n.
e.p.} ,
Tra ba jos sing u la res de di st ribución geográ fica d e ciertos m oti vo s
y d e d istribución jerárqu ica e n tre estac io nes, m erecen ser recorda dos
(Bad er, 20 02 ). Otras hi stori as d e la investiga ción se pued e co nsu lta r
co n co n fia nz a, en las qu e ade más se hace un suc into resu me n de las
diferentes estac io nes (Alonso y C rim al. 2002 ). Po r últi m o hay que
se ña la r di versas ap ortaci on es so b re la co nserv ac ió n d el art e rupestre
en la provincia d e Alba cet e (Viñas y Ripo ll, 19 79; Sa ntos Ga llego.
197 6; Casa novas y Alo nso, 1984 ; S ánc hez-Ch iq uito , 20 02 ) o acerca
d e las técni cas pi ctóri cas (Grim al y Alo nso. 2002 ).
1.3. Sobre petroglifos
Fue el infatigab le Breui l q ui en a ntes de la mi tad d el siglo xx ya ofreció la pri m era not icia so b re petroglifo s e n la p rovin cia d e Alba r et e
[Breuil. 1945). noticia que perma ne ció d esapercibida por co m pleto
durante d écadas. pese a q ue e n el vecino Alt ip lan o d e Jumill a-Yecla
se había d esa rroll ad o el estud io d e di ch a m an ifestació n a rtís tica, gracias a la labor de Cayeta no de Mergelin a (Mergeli na y l.u na, 192 2 ) y
lu ego d e Je rónim o Ma lina ( 1985, 19 95) .
Posteriormente, d e nu evo e n la p rovincia d e Albacete, Maya ofreció un pequ e ño trabaj o ace rca d e La Pe ña d el Gu isaero (San Ped ro) .
Allí ha y signos e n form a d e herradura aso ciad o s a cruc iformes, ido liform es y escu tifo rmes q ue Benito d el Rey y Gra nde de l Brío ( 1995)
ide n tificaría n, a las herraduras, co n signos vu lvares, y con cuya in te rpretación d e co nten ido d e poten ciació n de la fecu nd idad esta mos
d e acue rdo .
En el I COllgreso de /-l is loria de Albacete (1 98 3) , un a expos ició n
a nexa al m ism o (Blá zquez y Forte, 198 3) , m otivó la reap ertura del
tema d e las insculturas en la h istori ografía provin cial. Así. Jord án
emprendi ó una a m p lia seri e d e prospecciones en lo s río s Mundo y
Segu ra . Fruto d e el la fue la apa rició n d e estac io nes en El Ca na lizo
d el Rayo en Mina teda y Vilches (1Ie1 lín) ,_M onte Azul (Férez] y. so b re
todo, El Cenajo (Il ellín) . cuya ico nografía (h o m b re e n ph i e nca ram ad o a un árbo l) ale n tó la prese nt ación. co mo hi pótesis d e trabajo.
d e la existe ncia de l cha m a n ism o en el a rte ru pestre post glacia r de la
Penín su la Ibérica, siguiend o lo s pl anteami en to s d e Mircea Eliade .
J
r 1"",. 107
Po st eri orm ente, o t ro s es tud ios , apunta n hacia la po sibi lid ad
d e q ue los pet ro gli fo s d e Mina te da, m uy se nci llos y basados e n
com pos icio nes geo m étr icas de ca na les y ca zo le tas, e n real id ad
se a n siste mas d e có m p u to ast ro nó m icos, cale nda rios so la re slu n a res o h e rr a m ie nt as d e p red icció n d e ecl ips es ( G il y
l lcm a nd ez. 20 0 1). Otros, trazad o s e n lo s ada rves d e l To lmo d e
Min a ted a. creem o s q ue pu ed en es ta r relac io nad o s, e n or igen , con
á rbo les prim ordi al es, si bi en , po st eri orm en te, pudi e ron se r reutilizad o s co mo p re nsas d e aceite o vino e n la ciudad ibero-ro ma na
y tard o anu gu a.
Al mi smo tiempo, Balb ín y Buen o realizab an un exte nso estud io
e n las Lagu nas d e Ruidera. Por su parte P érez Burgo s in cidía e n la
Cuev a d e la Vieja [Alpe ra].
o he mos de silenc iar el espec tac u la r Arco d e San Pascu a l
(Ayora. Valenc ia ), estud iado por Meseguer Santama ría (Mesegu er,
19 90 ). Dicha estac ió n, co n parejas d e a n tro po mo rfos e n torn o a un a
p ileta, ad m in istrativa men te pert en ece a la Co m u n ida d d e Valenc ia;
m as cultu ralm en te y po r p roxim id ad geográfica se vinc u la a las pin turas pr ehistóricas d e la Cuev a d e la Vieja Alp era ).
De lo d o s mod o s, la mayor parle d e las insculturas d e Albacete,
e n es pec ial las del cu rso bajo d el río Mund o y d e la co ma rca d e
Hell ín-Tobarra. se relacion an po r la tem át ica co n lo ha lla do en e l
al tip lano d e Iumill a-Yecla (M ur cia) . No o bsta nte, m uchos d e lo s
mo tivos se ext ienden por la Co m u n id ad de Vale nci a ( I-Ie rná ndez
P érez, 19 95 ), alca nza ndo in clu so el Maestrazgo (Mesad o y Viciano,
19 94 ).
l lay pe nd iente de estu d io u na se rie d e modesto s pet roglifo s en
Elche d e la Sie rra, a parecidos en e! paraje d e La Longu era y Peña de!
Arco, ju nto al río Segu ra.
Recordar las ú lti mas e int eresantes suge re ncias reco gidas por
Royo Gu illé n (2004 ), q uie n a trib uye un a serie d e graba d os a p uebl o s proto h istóri co s d el p rim er m ilen io a. C.
2. Bibliografia espe cífica sobre arte rupestre de la provmcro de
Al bacete
l ie mos op tado po r el orden bib liográfico, a u nq ue e nte ndemos que
e! cro nológico sería e! m ás ap ropiado . No o bs ta nte, lo s co me nt arios previo s d e lo s au to res que han a bo rd ado el es tud io d el arte
rupest re e n Albacete, sí se han ofrec ido a n te riorment e e n orde n cronol ó gico . Se en tiende, por ot ra pa rte, qu e la selección bi b liográ fica
só lo aba rca a aquell o s a rt ícu los y lib ro s q ue tra ta n di recta y exte nsa men te so b re el a rte ru pest re d e la p rovincia d e Alba ce te. Las citas
tan genciales, las a lus io nes parcia les, las refe ren cias secu nda rias o
108
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los comen tar ios ocasio na les a di cho arte, deberán buscarse necesariam en te a part ir del elenco qu e a cont in uaci ó n ofrecemos, y que
apa recen tan to en sus no tas co mo en sus co rrespo nd ie ntes b ib liografías .
2. 1. Sobre ar te rupestre paleo lítico
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Cueva de la Griega (Segovia) . Dos yacimientos de arte rup est re
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Prehistoria 28: 9-62 . Mad rid.
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2.2. Sobre ar te rupestre postpaleolítico (Levantino y Esquemático)
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pu eb los indígen as, los llam ad os po r el ho mbre b lanco ab o ríge nes y
bosq uim a nos, resp ectivame nt e. Mas el planteami en to de h ipó tes is
de trabaj o desde persp ectivas a ntro po lóg icas o de la h istoria de las
rel igion es es visto por algun os espec ialistas e n Espa ña com o un a
hete rodo xia que, acaso, a tenta co nt ra principi os do gmáti cos de
determinadas co rrientes del pen samiento hum a no (Escoriza , 2000);
o co nt ra el rigori sm o del encla us tra m iento intelectual ; aunqu e por
fo rtu na siem pre a pa rece n tenden cias que se incl in an por e ntab la r
vín cu los y aprox imaciones hacia sus opuestas (Aless i. 2004: 159).
Inclu so, recientem ente, Viñ as Vallverd ú y Robert o Ma rtínez (2001)
han presentad o un a ap recia b le a po rtac ió n ace rca de los a nt ro pomorfos , co n atu end o y máscaras de to ros, en el art e rupestre postpaleol úico, y e n el q ue pl antean q ue en las escenas de d icho arte se
representó la existe ncia de cha m ane s, ma estros y no vicios, de esp íritus del bo sq ue y de la caza, y de vó m itos ocasio nados e n los ritos de
ini ciación a ca usa de la ingestión de sus ta nc ias aluci nógenas pa ra
co me nz a r los vuel os .
Nues tras p ropu estas pa ra el debate, que han sid o hasta ah ora,
e n realidad, infructuos os al ard es (Jordán , 1995 y ss ). han o riginado diversas rea ccion es. No va mos a recap itular, co mo hi zo Lewi sWilliam s (Cl ones y Lewi s-Wi lliam s, 200 1), las cues tio ne s debati das, po rq ue ni nu estra a po rta ció n lo m er ece ni la pa cienc ia d el lector lo aco nse ja. La hi storiogra fía se e nc a rga rá de d ich a tarea si
acaso , algu na vez, se co nsidera que mereci ó la pen a el esfue rzo .
Por o tra parte, e n toda aportació n al arte rup estre levan tino, siem pre se manifi estan , inevitab lem ente, algu nas tend en cias de ca rác te r
a nt ropo ló gico (M onogr áfico de Bolska n. 1G, 1999 ), qu e van
teji en d o co n le n titu d u na se rie de propues tas d e int e rpr e tación de
la p intu ra pre h istó rica q ue rebasan lo s exiguos lími tes d el descri p-
cio n is m o . No se tr at a, co mo pret ende n algu nos su p uesto s especialist as e n art e ru pestre, q ue curiosa me n te no p ro ced en d el ca m po
d e la Arq ueo logía pe ro qu e se co nv ie rte n e n sus m ás fie ro s gua rd ia nes, sus te n tado res d e un a o rtod ox ia so rp ren d e n te por su in to le rancia, no se tra ta d ecíam o s, d e u n fraude intel ectu al o d e u na
co nve rsió n en lite rat ura d e la cie nc ia.
Pero es q ue a po rtacio nes etnográ ficas, m ito lógicas o a n tro po ló gicas se han ve nid o d esa rroll a nd o, ap licadas al a rte rupestre postpaleol ítico es pa ño l, p r ácticam ente d esd e su o rigen . Y p robab lem e nt e
fue lo rd á Cc rdá (1 970 Y ss. ) un o d e lo s investigad o rcs, e n tre o tros
(Gra nd e d el Brío, 19 87 ), que m ás in sisti ó e n esa Icgíti m a l ínea
(Berm ejo, 19 92 ). Insistim o s tam bi én en q ue nu est ras suge renc ias se
d erivan fu nd ame nt alm ent e d e la lectura y refl exi ón d e las o b ras d e
Mircca Eliad c (1 9 78 y ss. ). d e Ca rn p be ll ( 195 9; 19 91; 200 2 ), o d e
Iensen ( 1966 ), por e jem p lo. Pero tambi én d e lo s int erca m b ios m a nteni d o s co n Da n ielle Vazcilles ( 198 2, Y ss.) o Ph ilippe l-la m ean
( 1982 ; 19 92) .
Decía Walafredo Stra bo (Mu ñoz, 2000) q ue las im ágenes de lo s
te mp lo s crist ian o s m edi eva les co ns titu ía n la "lite ratura d e los laico s "
o "lite ratu ra d e incu lto s". En un ev ide n te pa ralelis m o, la ú n ica
m an era q u e ten ían lo s p ueblo s p rehist óri cos po stpalcolíti co s d e la
Pení nsu la Ibé rica para tra ns m itir sus m itos, era por m ed io de las
im ágen es y figu ras d istr ib u id as e n mu lti tud d e esce nas y pan eles
ro cosos. Neg a r el pe nsa mi en to m ítico y religio so a lo s p ueb lo s p rimitivo s d e la Penín su la Ibérica, có m o se p retende d esde d eter minad as ó p ticas e id eo logías apli cada s a la arq ueo log ía, es, sc nc illa mc nte, u n d esprop ósito cien tífico y u na falsed ad h istórica q ue se co mete intencion ad amente, porque al d espo ja r d e se nti do trascen d ente al
a rte, se au to m u tila la p ropi a in tel ige ncia d el q ue tal afirm a. Es ve rd ad que qui zás la m ayor part e d e las esce nas del a rte leva n tin o es pa ño l relat a n m omento s d e caza, vio le nc ia int ertribal po r el d o m in io
d e lo s eco siste m as e instan t áneas d o m ésticas.
Per o h ay o tro co n ju n to d e esce nas, nada d esd e ñabl es e n ca lid ad
y en ca nt id ad, qu e se insertan e n e l ca m po d e lo s m ito s, rito s y
m om ento s d e sac ralidad . Y tal co n ju n to d esafí a por co m pleto lo s
vano s in te n to s d e d isecció n foren se qu e algu nos es pcc ialista s en a rte
rupest re e jecu ta n y que pr et e nd en presen tar co m o la culm inació n d e
todo estud io, o freciendo las m en cionad as figuras, to ta lme n te aisladas d e sus co m pos icio nes y a je nas a tod a estruc tu ra y orga n izac ió n
ico nográficas. Por el co n tra rio, vuelca n sus enco m iab lcs esfue rzos e n
las m ed id as, el cro matis mo, el estilo y las su pe rpo sicio nes. Y ello es
extremada me nte im po rtan te, po rq ue tod a rep rod ucción y co m en tario fid ed igno no s res ulta d e trem end a u tilid ad . Pero só lo eso y exclusivarn e n te eso, co n se r vital, es a la vez in compl et o .
¡ f ¡,,,,,,,, 119
So mos co nsc ient es de las limitacio nes q ue su rgen a nte el co rnpa rat ivism o etnográfico, la d edu cción a n tropo lóg ica y las exp licacio nes d e rivadas de la etno lo gía o de la histo ria d e las religion es
(C órn ez-Bar rera. 198 7 ); pero en a bso lu to so n d esest im ab les sus
apo rtac io nes sin más, po rq ue pued en pro po rcio nar ind icios de
interp retaci ón y po rq ue pe rm iten esta b lece r h ipót esis d e trab a jo y
p ro puestas d e a ná lisis q ue ge nera n p regun tas sobre la m entalidad ,
los mi tos y los ritos d e aq ue llos caza dores y reco lecto res d e serra nía;
so b re tod o si las prop uestas d e tra ba jo se co m para n co n d at os d eri vados d e p ueb los p rimi tivos actua les o que existiero n hasta hace
unas d écad as o siglos, y de los q ue hay d o cum entación escrita, y que
se d ed icab a n tamb ién a la caza y a la reco lecció n . No es m uy d ifícil
acepta r q ue el u n iverso d e a rq ue tip os, co n va riac io nes y m at ices,
podría se r paralelizab le y hab erse m anten ido relati vam ente intacto
e n la m ente y en la tr adi ción de nu estra especie, igu al q ue pe rdu ran
los mi ed os atáv icos a la os curid ad, las caí das o las serp ien tes, po r
eje m p lo .
Es m ás, d ecen as d e escenas d el arte rupest re post paleolíti co españo l. y cada a ño se increm en ta su n úm ero , cree mos que ya es im po sib le explica rlas d esd e la estadística, la caza , el cost u mb rismo o los
co mba tes in te rtrib ales o la lucha d e gé neros. La persisten cia en esa
línea, la d el a ná lis is fo rm al. n u m érico y pos itiv ista, es estéri l e n sí
m ism a si no se co m pagina y co mpl em e nta co n o tra s perspectivas.
Cree m os h aber a b ierto nu evas p ue rtas y venta nas e n la h istorio gra fía espa ñola d esd e 1995 pa ra ana liza r el a rte rupestre, y afirmam os qu e las posib les vías d el to temi sm o (Levi-St rau ss. 1985 ) o del
cha ma n ism o (Lornm el. 196 7) , ju nt o a la m agia en favor d e la fecu nd idad de la Creación, so n perfecta m ent e vá lidas pa ra di ch a interp retació n y ca ptació n d e significados.
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